LAS HUELLAS DE LA INFANCIA

Había transcurrido ya una semana de castigo para Elisa y sus compinches, por lo que se reintegraron a sus actividades y a sus habitaciones, más que una rehabilitación para sus modales de dama, era un castigo que incrementaba sus ansias de venganza en contra de Candy; no había una finalidad para llevar a cabo tales sanciones, las monjas aún manejaban esa método arcaico de corrección, que en lugar de mejorar la actitud de los estudiantes, les dejaba marcas, incluso le daba mayor énfasis a las conductas inadecuadas que en ocasiones eran malsanas como la de la señorita Leagan y su hermano. La Señora Leagan y su esposo recibieron el telegrama con la noticia de la expulsión de Neal, por lo que decidieron trasladarse al viejo continente para apelar tal decisión ante la rectora, la Hermana Grey, más que para retirar a su hijo de la institución, la Señora Leagan creía ciegamente en la palabra de su hijo y el papá no tenía mucha injerencia en los asuntos con sus hijos, solo iba a Londres para ver si podía concretar unos negocios con algunos comerciantes en el puerto de Southampton y algunos más en el Mediterráneo. Tardarían dos semanas en arribar a su destino, por lo que su hijo seguía en la mazmorra donde esperaba que sus padres lo rescataran, no estaba para nada contento del trato recibido por las autoridades del colegio, jamás había recibido un castigo en su vida, era un niño mimado por su mamá y su papá solo lo veía de vez en cuando, pues los negocios lo tenían ocupado, la ambición de los Leagan los empujaba a querer más poder y solvencia, sin medir las consecuencias.

-¡Hermanito! ¡Hermanito! ¿Cómo estas allá adentro?- Eliza preguntaba a Neal afuera de la celda de castigo.

-¡Eliza! ¡Ayúdame! ¡Sácame de aquí! Es espantoso este lugar, no tiene cama, solo me dieron unas mantas, cuando me traen la comida ya está fría y aquí hay goteras y se han metido algunas ratas, tengo miedo de enfermarme, no he podido bañarme, aquí no hay más que paredes y humedad-, gimoteaba y lloraba Neal.

-¡Oh! ¡Neal! Mamá y papá ya vienen por ti, hace días se embarcaron, ojalá lleguen pronto para que te saquen de ahí, yo no puedo hacer nada, esta puerta de metal está muy fuerte y no creo que pueda sacarte de aquí, hermanito resiste por favor.- Eliza a pesar de su naturaleza maliciosa, le tenía un gran cariño a su hermano, de quien ella se confiaba siempre, era su apoyo en todo lo que planeaba, por lo que sentía que le estaba fallando al no poder ayudarlo en su desventura, le dolía escucharlo tan mal.

-Eliza, ¡Prométeme que vas a vengarte de Candy, prométemelo! - Neal entre llanto y furia le pedía a Eliza que no olvidara a la culpable de sus desgracias.

-Tenlo por hecho hermanito, verás que muy pronto la maldita huérfana se arrepentirá de haber nacido, esto no se queda así, ella tiene que pagar muy caro por lo que nos ha hecho.

-Mantéenme al tanto de lo que vas a hacer Eliza y ten mucho cuidado con Grandchester- -¿Cómo? ¿Con Terruce?- -si hermanita, el bastardo es amigo de esa prostituta- -¡Maldita!- golpeo Eliza la pared, más enojada de lo que estaba, pues ella le había echado el ojo a Terry desde que lo vió entrar un día a la Iglesia haciéndose notar ante todos, desde ese día no dejaba de observarlo, más aún al enterarse de su posición en la nobleza de Inglaterra –

-¡Maldita! Primero me quitó a Anthony y ahora pretende quedarse con Terruce ¡Eso si no lo voy a permitir!- empuñó las manos de coraje.

-Haz algo pronto hermanita, pero no te olvides de contarme el resultado-

-Tengo que planearlo bien Neal, además las malditas monjas me tienen en observación, aunque tarde esto será definitivo para la suerte de la huérfana-.

-Confío en ti Eliza y gracias por los cigarros, al menos eso si pudiste traerme, mañana por favor tráeme algo más para resistir aquí-. El tono lastimero de su hermano le dolía y le incrementaba a la vez el ánimo de venganza.

-Esta vez no será fácil para mí, pero mucho menos para ti Candy-. Se decía así misma Eliza regresando de visitar a Neal, viendo a Candy a la distancia sonriendo con Paty.

Candy estaba preocupada por la salud de Terry, pues el castaño se fue esa noche, no la esperó ni le dejó siquiera un recadito donde se despidiera, aunque pensándolo bien eso hubiera sido peligroso si las religiosas entraran a buscarla y lo hubieran visto ahí, seguro la hubieran expulsado, además si no la hubieran encontrado la hubieran inspeccionado y se hubieran dado cuenta también que él estuvo ahí, -¡fiuuu! Realmente fue un riesgo, me salvé de la revisión de las hermanas, entonces Terry no me esperó y salió así lastimado para que no me castigaran. ¡Ay Dios! por favor que se sienta mejor, cuídalo mucho, que sanen pronto sus heridas.- rogaba Candy a la hora del almuerzo, se encontraba algo pensativa a ojos de Paty que le preguntó si se encontraba bien, pues la veía algo ojerosa y cabeceando.

–¿Candy, te sientes bien?- Sí Paty, solo que anoche tuve pesadillas y dormí muy poco-

-Entonces eso explica el ruido de tu cuarto en la noche, entre sueños escuché pisadas en el pasillo y que hablabas con alguien, tenía miedo que fuera un fantasma, pero entonces eran solo tus pesadillas- -¿C-cómo que un fantasma?- Candy dio un brinco en su asiento, le daban miedo los fantasmas todavía-

-¿Ja, ja, ja Candy no me digas que crees que sí existen los fantasmas?- se reía divertida Paty. –Paty, los fantasmas si existen, en la mansión de los Andrew había un fantasma espantoso, desde aquella vez que me encerraron Eliza y Neal, me dan miedo los fantasmas y también me da miedo quedarme encerrada-. –Perdóname Candy, no pensé que fuera algo traumático para ti, yo pienso que deberías platicarlo con alguien, tal vez algún sacerdote puede darte apoyo para que puedas estar más tranquila, incluso podrías ir con un neurólogo-. –No es para tanto Paty, no estoy mal de la cabeza, realmente no estoy loca- trataba de no preocuparla. –De hecho Candy, se han hecho estudios acerca de la hipnosis, con la que se puede llegar a la raíz de los problemas para poder curar las enfermedades sin llegar a significar que estás loca.

-Sabes Candy, hay muchas cosas que creo que deberían de cambiar, entre ellas la manera de tratar a los niños, he visto aquí en el colegio que hay muchos alumnos que a causa del abandono de sus padres o que incluso han muerto, no pueden reponerse de ésas pérdidas y están algo perdidos e incluso rebeldes. Ojalá la gente tomara más en serio las consecuencias de maltratar a un niño, imagínate que distinto sería el mundo si toda la gente tuviera una infancia feliz-. Candy escuchaba con mucha atención las palabras sabias de Paty y pensaba en su infancia, que a pesar de las circunstancias fue muy feliz en el hogar de Pony, cada día recibía un abrazo de sus madres antes de ir a dormir y aún con carencias ellas encontraban la manera de prodigarles el cariño a cada uno de los niños. Pensó en la infancia de sus primos lejos de sus padres, en Anthony, que perdió a su mamá a una tierna edad y su padre siempre estuvo ausente, en Eliza y Neal que tenían a sus padres presentes pero los habían mimado demasiado hasta hacerlos insoportables. Por último pensó en Terry, en lo impredecible de su carácter y en lo triste que lo había visto en el Mauretania.

-Sabes Paty, tienes mucha razón, ojalá pronto sepamos más de esos estudios que me dices, y que nosotras también podamos ayudar en algo a las personas que han sufrido en la vida. Hay muchas cosas que deberían cambiar también aquí, como los cuartos de castigo y de meditación en el colegio que prácticamente son unas mazmorras, no creo que eso ayude mucho a nadie.

En eso ven a Eliza entrar al salón de clases, con la barbilla en alto, se veía más delgada y pálida por el encierro de una semana, pero con una determinación en cada uno de sus pasos, llegó sin hablarle a nadie, pero con más altivez y coquetería hacia los compañeros, parecía que en una semana de no verla había crecido y se había desarrollado más, porque el vestido blanco se le veía más ceñido en el busto y corto de la falda. Ignoró de plano a Candy, como si no existiera, por lo que la rubia dio un suspiro de alivio, tal vez la lección aprendida fue muy dura. –Me pregunto que habrá sido de Neal y sus achichincles- dijo en voz baja Candy, para sí misma. El aire se respiraba más ligero en el San Pablo, pero aún tenía la preocupación por Terry, quería ir a buscarlo a la colina de Pony o al cuarto de música, a ver si lo veía.

Terry se había quedado dormido después de una noche tan agitada, resintiendo el embate de los golpes de la noche anterior, sumándole a la cruda realidad de los whiskies dobles que estaba recordando con ese dolor de cabeza y con algo de febrícula como medio de defensa, como bien lo anticipaba Candy; en fin se arrepintió mil y un veces no haberse esperado a los medicamentos para el dolor que la pecosa fue a comprarle porque él no quiso darle más molestias.

Daban las campanadas de las 8 de la mañana y en el edificio de los dormitorios de los varones ya no se escuchaba ruido, tan solo un quejido leve que llegó a oídos del mayor de los primos Cornwell quien había regresado a su cuarto por unos planos que iba a presentar en la clase de Física, tocó la puerta de Terry para ver si se encontraba ahí:

-¿Terry, sigues ahí?- seguía tocando la puerta pero seguía escuchando los quejidos, -¿Terry, te encuentras bien?- empezaba a preocuparse al no recibir respuesta, -voy a entrar Terry- de buenas que la puerta no tenía seguro, así que se adentró y lo vió semiinconsciente en la cama, con la ropa de anoche pero ésta estaba rasgada, sucia y con manchas de sangre, se asustó al ver su estado y salió corriendo a dar aviso al Hermano Prefector quien fue junto a Stear a constatar con sus propios ojos el estado tan lamentable del muchacho. –Joven Cornwell, dé aviso de la situación a la Hermana Grey para que llame de inmediato al Duque de Grandchester, que le diga que es necesario que envíe por el Joven Terruce para que le den atención médica- Stear fue directo a la oficina de la rectora quien ya sabía de las andanzas del castaño, el padre de Terry había dado instrucciones precisas que cualquier cosa referente a su salud debía recibir atención en el castillo por ser un miembro de la realeza, tenía su médico particular y conocía al muchacho desde muy pequeño, pues desde los tres añitos lo había atendido y de pequeño resultó ser muy enfermizo, al resentir la ausencia de su madre, toda clase de alergias y enfermedades le pasaban al pequeño.

Una ocasión al Duque de Grandchester le había cuestionado por cuál sería el motivo por el que el niño se enfermaba tan seguido, si era por la humedad del castillo, por algún alimento, o si era negligencia suya, quien le contestó que el pequeño necesitaba de su madre. Fue por eso que el Duque decidió casarse para darle una madre al pequeño, pero eso definitivamente no iba a ser la solución a los problemas, pues todo lo contrario, se acentuaron más e incluso ya no solo eran enfermedades, sino pequeños accidentes donde el niño tenía algún moretón en el brazo por una caída del árbol, un chipote en la cabeza por haberse caído de la cama, entre otros extraños sucesos que nunca fueron sospechosos para el padre, pero el galeno experimentado sabía lo que realmente pasaba. El medico tenía una pequeña familia con un niño un año menos que Terry y le dolía verlo siempre padeciendo la indiferencia de su padre y la ausencia de su madre.

El Duque acudió de inmediato a ver a su hijo y acompañado del médico y un sirviente del castillo lo trasladaron para darle atención médica, el muchacho tenía hematomas en el rostro, algo de fiebre, varias cortadas y una herida profunda en la pierna que parecía haber sido atendida a tiempo, el doctor constató que se había aplicado un torniquete con un pañuelo de seda con un color rosa pálido que tenía las iniciales CWA, sonrió hacia sus adentros y le pidió a la mucama que lavara lo mejor posible ese pañuelo y que una vez seco lo llevara al cuarto de Terry. Algo le decía que no habían sido las monjas las que le habían dado atención al joven, eso tenía la mano de una mujer, y de una muy valiente para haber contenido con fuerza la hemorragia. Dio informe al Duque de toda la revisión y le dio un reposo de tres días para asegurarse de que no haya alguna infección.

Ver a su hijo en ese estado le impresionó, no estaba ajeno a lo que le pasaba, siempre había estado al pendiente de lo que le pasara, tal vez tras bambalinas, pero siempre había estado al tanto de lo que le sucedía, algo le decía que los problemas con su hijo nunca terminarían y que a pesar de ser muy bien educado, preparado para sucederlo en el cargo, siempre habría un hueco en su corazón que lo orillara a comportarse tan rebelde. Al comentarle el médico acerca del torniquete y el pañuelo, puso especial atención en este hecho, su hijo nunca había hecho amistad con las señoritas del colegio, para no deberle nada a nadie, ni darle ventaja a ninguna que luego se sintiera con derechos que reclamarle algo, era la primera vez que encontraban un indicio de amistad con una dama.

Ya repuesto y habiendo llenado de sueño, Terry se despertó en su recámara viendo en el sillón sentado al médico, quien se acercó para cerciorarse que la fiebre había pasado y ordenó le trajeran el almuerzo al muchacho. El Duque ingresó a su recámara y se sentó frente a él.

-Terruce, ¿Cómo fué que te pasó esto? ¿Tuviste problemas con alguien del colegio?

-No Señor, esto me lo busqué yo solo y no sucedió dentro del colegio.

-Ya veo, bueno lo importante es que fuiste atendido diligentemente de la herida más grave, pudiste haberte desangrado de no haber sido por la mano de una dama que retuvo la sangre en su lugar- sonriendo por primera vez en mucho tiempo, el Duque lo veía interrogante como esperando que le explicara, a lo que el chico dirigiendo una mirada tenaz respondió:

-No recuerdo nada Señor, seguramente fue una de las monjas- el Duque sabía que Terry no diría nada para delatar la identidad de su amiga, pero ya habría tiempo de investigar después quien lo ayudó.

-Esta bien Terruce, solo quería saber a quien le debo la vida de mi hijo, pues de no haber actuado a tiempo te hubieras desangrado y no estaríamos aquí platicando de su oportuno proceder-. Terry tenía vagos recuerdos de la noche anterior pero lo que más brillaba en su memoria eran las pecas preocuponas de cierta chica tarzán.

-No fue nada Padre, fue por error que ella haya tenido a bien auxiliarme, cualquiera lo hubiera hecho-. Se limpió la boca y dejó de lado la comida, como cerrando el tema, el Duque comprendió que era lo más que le podría sacar.

-Puede ser Terruce, pero me gustaría que después me contaras de quien se trata.- Salió de la recámara y lo dejó descansar.

Mientras tanto Candy se trepaba en el árbol donde estaba Clin, leyendo un libro pero haciendo tiempo para ver si Terry aparecía, no tenía muchas probabilidades, pues seguramente estaría descansando sus heridas, tal vez no podría caminar con la cortada de la pierna, se preocupó. Una vez sonada la campana de las 6 regresó al edificio.

Aquí les dejo este capítulo, les confieso que hablar de la infancia de Terry me dio mucha tristeza, él merece ser feliz, después de tantas ausencias. Les doy gracias por sus comentarios, me encanta que aun en este medio podemos sentirnos conectadas a causa de nuestros queridos rebeldes. Abril-04 lo que comentas, yo creo que si podemos hacer una diferencia, que nuestras acciones pueden cambiar la vida e incluso salvar a otras, de eso se trata Candy Candy, nos da muchos ejemplos de como ella fue salvada y que ella también lo hizo. Gracias LightGiogia, esa observacion de la vocacion de Candy es atinada pues esta historia no es solo de romance sino tambien de las lecciones que nos deja. Saludos Lilia Venezuela, Mia8111, DeliB, Blanca G, espero entregarles pronto el siguiente capitulo. Un abrazote a todas!