UNA CONFESION DEMOLEDORA
Candy no había podido dormir por la emoción que pasó la noche anterior, recreando en su mente cada movimiento, cada palabra de Terry, cómo había cambiado él de manera radical su actitud con ella cuando encontró la foto y la ternura con que le habló después. Tenía las manos en el pecho como tratando de mantener su corazón en su lugar, una calidez invadió su ser y recordó también que él le había pedido verse en la colina de Pony, entonces se levantó de inmediato para empezar a arreglarse, tomó un baño, arregló su coleta y miró su reflejo en la luna de su peinador, tenía la mirada brillante y una sonrisa dulce que no desaparecía con nada.
Arregló su uniforme y sus libros, tenía las tareas hechas, no le faltaba nada, pero la verdad no recordaba ni que clases tenía hoy. Salió al pasillo y se encontró con la mirada fría de Eliza, que siempre que se la cruzaba parecía que adivinara sus pensamientos. La pelirroja como acostumbraba se dio la vuelta después de haberle barrido de pies a cabeza con la mirada en señal de desprecio.
–Ahora que tramará Eliza, mejor me ando con cuidado, nunca se sabe sus intenciones hasta que las cumple, quizá sea tiempo de actuar con más prudencia para que no adivine mis movimientos- pensó Candy.
Dicho y hecho la intenciones de Eliza era seguir a Candy para averiguar donde se encontraba con Terry, pues si como Neil le había hecho saber, ellos tenían algo, lo cual ella nunca lo iba a permitir, -¿Cómo es posible que la huérfana de establo, esa maldita desgraciada se quede con el hijo del duque? Jamás pasará eso, ahora que llegue mi mamá y la tía Elroy hablaré con ellas para que saquen a Candy del colegio-.
En el salón de clases se hablaba del Quinto Domingo que estaba por llegar, Candy al escuchar eso no supo a que se referían, -Paty, ¿a que se debe tanto alboroto?-
-Candy el quinto domingo está por llegar, y es cuando tenemos la oportunidad de salir del colegio a pasear con nuestra familia y hacer lo que queramos- esa noticia llegó a oídos de Candy quien con una algarabía usual en ella rió a carcajadas y giró sobre sus pies en ese momento tomando de las manos a Paty, dándole vueltas, la morena se reía también contagiada por la alegría de Candy, quien jamás perdía la capacidad de asombro, eso era una de las cosas que le agradaba a Paty de su amiga, a quien empezaba a querer mucho por su forma de ser.
-Si Candy, este domingo iré a casa de mi abuela Martha que está de visita en la ciudad, ella siempre ha sido muy cariñosa conmigo y me da muchos dulces-
-Que emoción Paty, me da mucho gusto que puedas ver a tu abuelita- debe ser lindo tener el cariño de una abuelita, pensó
Stear y Archie interceptaron a Candy al salir de su clase de matemáticas, que era el tiempo en que los chicos podían ver a las chicas, pero solo por un momento, pues estaban en distintos salones.
-Candy, anoche nos dejaste plantados, estuvimos esperándote, ¿Porque no llegaste?- le dijo algo triste Archie a Candy, a lo que Candy solo contestó –lo siento chicos-
Agachó la cara pues no hallaba como justificarse pues no podía decirles que estuvo en el cuarto de Terry, él no era santo de devoción de Archie y no quería disgustarlo más -no te preocupes Candy, otra vez será, incluso anoche hubo rondines otra vez de parte de la Hermana Grey, es curioso, porque eso no pasaba tan seguido, solo espero que no empiecen a sospechar nada- esto último preocupó a Candy, pues también le había parecido muy raro.
–Tal vez mejor podamos platicar en otro momento Candy, no hay que darles motivos a las Hermanas para que no vayan a retarte, además el quinto domingo está cerca y podremos platicar todo el día e irnos a pasear- esto iluminó la cara de la rubia quien respondió –¡sii chicos, ya me enteré de lo que se trata el quinto domingo, espero ansiosa a que se llegue el día!-. La campana de la siguiente clase sonó y se despidieron cada quien a sus clases.
Eliza escuchaba detrás de una columna la plática de los hermanos Cornwell con Candy. –¿Así que Candy visita el cuarto de los chicos? Qué ordinaria y vulgar es la huérfana para ir de noche al cuarto de los chicos- se quedó pensando y con una risa maquiavélica se dijo: -eso es algo que me puede facilitar las cosas-.
A lo lejos vio al chico pelirrojo que seguía con la mirada a Candy, -¡Aghh … no justo! ¿Por qué a todos les gusta esa maldita? Aunque reconozco que podría serme de utilidad…-
-Eliza Leagan, la Madre Superiora te espera en la dirección- le dijo la Hermana Margaret.
-Gracias Hermana enseguida voy- en su mente Eliza se preguntaba si ya habría llegado su familia de América, como le habían informado en la carta.
-Adelante- la voz de la Hermana Grey permitió la entrada de Eliza quien encontró Neal que ya estaba aseado, con su maleta y listo para abandonar el colegio.
-¡Hermanito!- corrió a abrazarlo con una lágrima en los ojos, era insólito que aún a pesar de su maliciosidad tuvieran un sentimiento noble entre hermanos.
-Eliza Leagan, te mandé llamar para que te despidas de tu hermano, tus padres están por llegar por él, como tu bien sabes, está expulsado de este colegio por la ofensa que realizó a la Señorita Candice White Andrew- Eliza la interrumpió:
-Hermana Grey, con el respeto debido, mi hermano ya pagó suficiente con el castigo que usted le impuso en la mazmorra, ese lugar no tiene nada de higiene y mi pobre hermano se enfermó por haber estado ahí los días de lluvia y frío, le ruego que reconsidere el echarlo del colegio, además Candy no es una blanca paloma Hermana, le aseguro que viola las reglas muy constantemente, con decirle que incluso por las noches entra a los cuartos de los chicos…- su ánimo se iba encendiendo con el coraje por la expulsión de Neil, su aliado en su maldades, iba a soltar un improperio cuando fue interrumpida.
-Silencio Eliza, no te parece suficiente el castigo que recibiste por hablar mal de la Candice- fúrica la Hermana Grey se puso de pié interrumpiéndola. Neil incluso se sorprendió de lo dicho por su hermana, si fuera cierto Candy era entonces una chica fácil por entrar al edificio de los hombres, cuando se las daba de muy pura.
-No te permito que vuelvas a hacer difamaciones de ninguna señorita, eso te aleja del camino a ser una auténtica dama, a partir del día de mañana te espero en la capilla a las seis de la mañana para el Laudes, mientras no vea un cambio en tu persona, no volveré a creer en tus palabras-
-¡Pero Hermana Grey! ….- -No quiero excusas el día de mañana incias con todas las religiosas las oraciones y después la misa con el pleno del Colegio, Eliza sintió el estómago hervir de coraje porque ahora estaba descreditada en lo que concernía a la Hermana Grey y para rematar tenía que levantarse más temprano a rezar. Saliendo de ahí iba gruñendo entre dientes: -¡maldita vieja! ¡La odio! Pero esa desgraciada de Candy me las pagará muy pronto-.
Los Leagan hicieron su entrada a la rectoría al poco rato de haber sostenido la religiosa esta entrevista con Eliza, enviándola después a clase, le pidieron reconsiderara su estancia en el Colegio, a lo que la Hermana respondió:
-Señores Leagan, es preciso que se tome esta acción con el Joven Neil, quien recurrió a actos de extrema violencia en contra de la Señorita Andrew, agradezcan que no acudimos a las autoridades para dejarlo en manos de la justicia; lo sucedido es un acontecimiento muy vergonzoso para nuestro Colegio que tiene siglos de excelente reputación, si paso por alto esta ofensa perjudicaría no solo a la Señorita Andrew, sino a todo el Colegio, sus estudiantes y sus egresados-. Sentenció con firmeza la religiosa.
-Pero Hermana Grey yo conozco a mi hijo y él es incapaz de hacer tal cosa, estoy segura que esa chiquilla había provocado a mi Neil, mi primo William tuvo la ocurrencia de adoptarla de un orfanato y sabrá Dios que sangre lleva en sus venas, tal vez hasta es hija de un delincuente o de una mala mujer, en cambio mi niño es de una buena familia, cuando ella estuvo trabajando en mi casa siempre se comportó como una salvaje, una gentuza así nunca cambia, a quien debería expulsar es a ella y no a mi hijo-.
-¡Basta Señora Leagan! Usted está dudando de mi buen juicio y pretende burlarse de este Colegio, la Señorita Candice sin importar si es adoptada o no, es una alumna de nuestro colegio, la conducta de su hijo fue criminal, pudo haber sido cualquier otra de las señoritas de nuestro colegio, por fortuna la situación no salió de nuestro control y no hubo pánico entre los alumnos-. Por dentro la Hermana Grey pensó que de haber mandado llamar al padre adoptivo de Candy, eso hubiera sido un problema de gran escala.
El padre de Neil que hasta ese momento se había mantenido en silencio, respondió: -Hermana Grey, le ofrezco mis más sinceras disculpas por toda ésta incómoda situación que mi hijo ha ocasionado, acepto que hay defectos en él que deben de corregirse y tomaré en mis manos este problema-. Sara Leagan no alcanzó a decir nada, pues no podía contradecir a su esposo en público y la rectora ya había dado su sentencia.
Neil abandonó el edificio del Colegio San Pablo.
Al otro lado del colegio, una rubia ansiosa se internaba en el bosque, esta vez iba con la ilusión de ver a Terry, pero con la precaución para no ser vista por Eliza, que ya la había detectado que la seguía. Sin embargo, después de la comida ya no la había vuelto a ver.
A medio bosque por ir corriendo y mirando hacia atrás descuidadamente, cayó de bruces en el suelo –¡auuuuuuch! Pero que! – no alcanzó a terminar la frase porque estaba sobre algo, es más sobre alguien:
-¡Terry!- sin querer había caído sobre Terry que estaba descansando echado en el césped junto a un jardín de narcisos. Ambos se quedaron sorprendidos por la cercanía y recreando el momento vivido la noche antes, el castaño acarició la mejilla de Candy.
-¡Vaya que efusiva tarzán pecosa! Que buen recibimiento- le dijo con una mirada seductora, ella sonrojadísima, se quitó de inmediato.
-¡Terry! ¡A quien se le ocurre tirarse al piso como una piedra!- no hallaba como quitarse la incomodidad que le provocaba la sola mirada del castaño, ya se había hecho a la idea de resistirse a sus encantos, porque no quería que jugara con ella, pero era tan difícil lograrlo.
-Las piedras no perciben el perfume de los narcisos- dijo Terry poéticamente con su elegante acento inglés.
A un lado vio una caja de cigarros,-¿Terry, estabas fumando?-
-Ah si pecas, no seas envidiosa si quieres te comparto- el chico le acercó la cajetilla abierta justo en la cara de Candy.
-Por supuesto que no y tú deberías dejar de fumar- le dio un manotazo a la cajetilla tirándola al suelo. Terry no se molestó, solo la observó mover sus pecas graciosamente mientras hacía pucheros por el ofrecimiento.
-Mira, casualmente quise traerte esto- en eso saca del bolsillo de su vestido una armónica con sus iniciales CW.
–¿Una armónica?- extrañado Terry la toma en su mano grande y larga viéndose el objeto más chico que en las manitas de Candy. –es mi instrumento favorito, supuse que en lugar de fumar o beber podrías tocar la armónica tan bien como tocas el piano-
-Vaya pecas, ¿la armónica era tuya?- preguntó Terry, -sí la tengo desde que vivía en el hogar de Pony- -entonces eso me parece una insinuación pecosa, como si quisieras que te dé un beso indirecto- quiso embromarla un poco para ver sus reacciones, le encantaba ver sus gestos, los colores que pintaban su rostro cuando decía algo impropio, -¡Terry!- dicho y hecho le subieron los colores al rostro, era un chico impredecible, a veces tan tierno, a veces enérgico, pero otras tan impulsivo, pero en ese momento solo jugueteaban ligeramente con esa atracción que había entre los dos rebeldes. Ella hizo el intento de pararse para irse, pero él la retuvo tomándola de la mano.
-No te enojes Candy, si quieres que la toque, la tocaré- le pidió acariciando su mano con el pulgar. Candy suspira y se sienta junto a él. Terry la mira complacido de que no se enojara más, pero ahora le duele tener que soltar su mano y empieza a tocar la armónica para amenizar el atardecer arrebolado que ambos voltean a contemplar en la misma dirección. Esta vez como todo un conocedor, aplicó sus conocimientos de piano al tocar suavemente el preludio la fille aux chaveux de lin de Debussy que tocaba siempre que la pensaba en el cuarto de música.
Candy escucha con los ojos cerrados la melodía que Terry toca recordando el hogar de Pony y de repente se sintió como en casa, la comodidad de estar junto a Terry, el olor de los narcisos, la dulce melodía. Era un éxtasis cuando él tocaba el piano, ahora en la armónica, un instrumento de una clase social baja para esos tiempos, pero el chico le daba la elegancia y la belleza a cada nota. Era increíble que alguien tan rebelde fuera tan artista a la vez, Terry tenía una personalidad deslumbrante.
Terminando la canción, Candy encantada le aplaude a Terry, quien se ríe y toca un pedacito de Rossini, la overture de William Tell, Candy feliz siguió aplaudiendo riendo a carcajadas y reconoció la canción. Para Terry complacer a Candy fue muy divertido, era una chica única muy espontánea y alegre, nada que ver con las demás niñas presumidas que le daban regalos cuando iba a clases, por eso faltaba mucho a clase, para no sentirse atosigado y perseguido, no quería faltarles al respeto en absoluto, pero a veces eran muy perseguidoras y resultaba incomodo tener que rechazarlas, por eso se hizo fama de arrogante, de malcriado, rebelde y además no iba a clases para evitarlas.
-Terry he visto que no vas a clases, seguro que tienes problemas con tus calificaciones- le comentó Candy
-En absoluto, no voy a clases porque me aburro y prefiero estudiar en mi cuarto a mis horas, además Teodora prefiere que la visite en las mañanas- -¿Teodora?- Candy se sentó derecha como si estuviera frente a la Tía Elroy –Bueno, seguro que tu novia prefiere no ir a clases tampoco ¿verdad?- le dijo esto con un reproche entre líneas cargado de celos.
–A ver, a ver, es la primera vez que veo a una monita pecosa tan celosa- le dijo esto Terry con una mezcla de burla y coquetería, volteó a ver su carita que tenía un mohín que apretaba sus labios y su nariz, que le parecía muy gracioso.
–¿Celosa yo? ¡Ja, para nada! Y precisamente, estee…creo Terry que ya es hora de irme, ¡adiós!- se puso de pié y se fue moviendo los brazos enérgicamente. Terry se paró muy rápido y la alcanzó poniéndose frente a ella, bajó su rostro para encararla,
-¿Quieres conocer a Teodora?- le dijo ya sin burlarse de ella –¡Por supuesto que no!- Aun se le notaban los celos en sus pecas, Terry prefirió no inquietarla más y la tomó de la mano –ven Candy, te explicaré, vamos, acompáñame a ver a Teodora- Candy no se dejaba arrastrar haciendo que Terry la tomara de las dos manos,
-¿Porqué vamos a las caballerizas?- -Ya lo verás pecosa celosa- le causaba tanta gracia al castaño verla en ese estado, realmente lo estaba disfrutando. Llegaron a las caballerizas y estaba ahí una yegua preciosa color blanco, un ejemplar digno de la realeza, Candy vio el caballo y a Terry acariciar el cabello de Teodora chocando cabezas y hablándole con cariño al animal.
–Candy, te presento a Teodora- Candy se sintió apenada por la escenita que le había hecho momento antes –Entonces Teodora es…- -si, Teodora es mi yegua, es mi compañera incondicional en este colegio lleno de reglas y prohibiciones- es una concesión que la Hermana Grey tuvo que hacer a mi padre por las donaciones tan excesivas que hace al colegio.
–¿Tu padre? Oh Terry, realmente tu papá debe quererte mucho, mira que procurar que tengas una compañía así en el colegio es porque sabía que te sentirías solo-. –¿Quieres tocar a Teodora?- la rubia se veía renuente pues aún no se le pasaba el miedo a los caballos después de la muerte de Anthony. –No Terry, será mejor que no, la verdad no tengo nada en contra de Teodora pero no suelo subirme a los caballos y la verdad me dan un poco de miedo-
Terry se sintió extrañado por esa confesión. -Candy, Teodora no te hará daño, te lo aseguro, mira ven- le toma la mano para que acaricie a Teodora y Candy se pone a sudar y temblar, se le agita la respiración y empieza a llorar. –¡No Terry no, no, no puedo!- Candy se zafa y se hace para atrás –¿Candy, que te pasa?- la abraza para tranquilizarla, pero empieza a llorar desconsoladamente.-¡A-Anthony … Anthonyyy!- Terry se sintió devastado al escuchar ese nombre, la suelta con fuerza, dejándola caer al suelo.
–¡Dime Candy quien es Anthony!- Candy no podía armar una frase, solo dejaba salir el dolor que aun revivía cuando alguien se lo recordaba. –¡Dime Candy que tienen que ver los caballos con Anthony!- la volvió a tomar de los brazos, no podía dejarla en el suelo llorando así, le dolía verla sufrir así, Candy sollozaba en brazos de Terry, quien con una punzada de celos en su corazón, cada vez se preocupaba más de escucharla decir ese nombre, pues el recordaba haberlo escuchado de sus labios en la noche de la tormenta.
–Anthony, murió…. Anthony… se cayó de un caballo- esa parte de la confesión fue demoledora para Terry, justo cuando todo parecía ir bien, descubrió que Candy tenía una herida que destrozaba su corazón, quien iba a imaginar que una chica como ella tan alegre y que siempre parecía estar bien, podía estar tan afectada por la muerte de alguien que seguro había amado tanto.
Aqui el link en youtube de la cancion de Terry en la armonica: watch?v=iHu8R6UJ02k
Nuevamente aquí vuelve el fantasma de Anthony, ya es hora que lo suelte, para eso Terry tiene que actuar con seguridad si no quiere perderla. Gracias por esperar mi actualización, Saludos a Mia8111, Blanca G es cierto, el Duque es implacable, pero al ver a su hijo malherido le dolio en el corazon, Iris Adriana, ELYER G. ¡les mando un abrazo a todas!
