Los personajes de esta historia no me pertenecen. Escribo solo con fines de entretenimiento.
EL QUINTO DOMINGO
Terry había permanecido en silencio desde que ella confesó el motivo de su dolor, sosteniéndola de los brazos y siendo el apoyo que ella necesitaba para soltar el llanto. Por la cabeza de Terry pasaron muchas cosas en ese lapso, le calaba en el orgullo que ella hablara de alguien más, no quería admitirlo pero los celos lo transformaban y estuvo a punto de gritarle y despreciarla por haber dado su corazón a otro chico, ese chico que ya estaba muerto pero no para ella, algo en su cabecita le decía que no debía actuar impulsivamente en ese momento, aunque su corazón le gritara lo contrario. Fue una tarea extremadamente difícil contener su temperamento y dominarse hasta que su respiración fue tranquila, y al escuchar que los sollozos de Candy cada vez eran menos, la atrajo a su pecho y la abrazó acariciándole los cabellos.
El ruido de un trueno los distrajo y Candy fue ubicando el lugar en el que estaban y la situación comprometedora que podría suponerse si alguien los encontraba ahí. Sin decirse nada, ambos fueron soltándose sin verse a los ojos y salieron caminando de las caballerizas. Candy sentía que algo había cambiado en ella, haber dicho el nombre de su primer amor frente a Terry le había quitado ese misticismo al recuerdo de Anthony, se había abierto frente a él y él se había quedado con ella hasta el final, dándole lo que necesitaba en ese momento.
-Teodora es un nombre muy bonito para un caballo, es un ejemplar hermoso- fue la frase que Candy usó para romper el silencio.
-Mi padre eligió ese nombre porque es una yegua fuerte y la emperatriz que llevaba ese nombre fue un personaje importante en la historia del imperio romano, aunque sus orígenes eran cuestionables, fue una mujer que dejó huella e hizo muchos cambios en su tiempo, como fue el reconocimiento de los hijos bastardos y el matrimonio en clases sociales diferentes-. Dijo pensando un poco en que tal vez no era un desatino el nombre y en lo que la esposa de Justiniano logró a pesar de los prejuicios de la sociedad de entonces.
-Vaya historia, tu padre debe ser un hombre muy inteligente-
-Eso creo, aunque hubo momentos donde no lo fue tanto- Terry detuvo sus pasos pues ya se estaban acercando al edificio y Candy volteó a verlo. El se quedó viendo el cielo que empezaba a cubrirse por los nubarrones grisáceos que oscurecían la tarde.
-Candy, él quiere conocerte- lo dijo sin verla aún.
-¿Tu padre? ¿Quiere conocerme a mí?- lo dijo con una voz aguda y algo chistosa cambiando totalmente el tono serio de la conversación.
-Así es pecosa- volteó a verla –él quiere conocer a la enfermera tarzán que dejó solo a su paciente por salirse del colegio, con el riesgo de morir desangrado- volvió a su tono irónico para seguirle el juego.
-¡Terry, eres un malcriado! ¡Salí para ir por los medicamentos y tú no me esperaste!- le dio un manotazo en el brazo haciéndolo reír. –Jajaja pecosa, tus puños preceden a tus palabras- seguía riendo y Candy se avergonzó de pegarle.
–Bueno, bueno, ya hablando en serio Terry, cual es el protocolo para una visita a un Duque, ¿Tengo que pedirle a las religiosas que me consigan una chaperona?- diciendo esto se imaginó a la hermana Grey con su cara de sepulcro.
-No es una visita protocolaria pecas, simplemente debes ser tú, además en los jardines del castillo hay muchos árboles para que muestres tus habilidades de tarzán, jajajajajajaja- se hizo acreedor a otro manotazo que éste esquivó haciéndose a un lado. -¡Terry!-
Llegaron frente al edificio y empezaban a caer gotas de lluvia, se despidieron y corrieron para resguardarse.
Por la noche Terry con el ruido de la lluvia y la luz apagada reflexionaba –aun no comprendo, es la primera vez que logro contenerme; pero la habría ahuyentado de mí si siguiera mis instintos, quizá el ser amigos es lo que por ahora necesita-. Sintió una ligera tristeza, como si tuviera que dejar ir algo que empezaba a sentir, dando lugar a la resignación.
A la tarde siguiente emprendió su camino a las afueras del colegio, rumbo al Zoológico Blue River, en las reminiscencias de la noche de la borrachera, recordó que en ese lugar podría encontrarlo, ya entrados en la plática el rubio y el rebelde salió al tema Candy, porque Terry le comentó que se equivocó de edificio y cayó en el cuarto de una amiga que en cuanto lo vio se puso tan pálida que se le borraron sus pecas, ambos rieron, le ayudó con sus heridas, que se había brincado la barda del colegio para ir por medicamento y él no la esperó para no perjudicarla, de inmediato Albert la relacionó al decirle que una amiga andaba buscando medicinas, Terry se sorprendió que era la misma persona de la que hablaban.
Albert no se le pasó la expresión de Terry al decir su nombre, además notó el interés de Terry al preguntarle qué relación tenía con ella, de donde la conocía, obviamente se asombró al enterarse de todas las desventuras que ella había vivido, sobre todo en lo que respecta a Anthony, Albert le platicó muy sutilmente un poco de todo, pero en eso sí quiso ser más preciso, pues se leía en la cara del castaño un pequeño destello de celos. Pero lo que a Terry le dolió más escuchar fueron las palabras de Albert:
-Candy perdió toda la esperanza, cayó en una tristeza profunda, siempre la ha rodeado la desgracia, pero nunca ha dejado de luchar por sobrevivir, en estos momentos ella debe estar algo frágil aún, pero sanando cada día su corazón, la intención de enviarla al Colegio San Pablo era para exiliarla de su tristeza-.
Terry no mencionó nada en ese momento, pero claramente entendió que Albert siempre estaría al pendiente de la vida de Candy y le tranquilizó saber de su adopción.
Al despedirse Terry ya no tenía preocupación alguna, se alegró de haberlo visitado pues le ayudó a conocer el alma de Candy, era delicada como una rosa, pero firme como un diamante, pulido en el crisol por las desgracias, autentica, transparente y brillante.
Comprendió que las cosas no se pueden apresurar, que todo debe suceder en el momento en que ella esté lista para abandonar su tristeza. Increíblemente la plática con Albert le había ayudado mucho, pues él siendo un americano tenía una forma de comunicarse más clara que él que era inglés, por eso cuando platicaba con su padre siempre se complicaba el entendimiento, las pocas veces que platicó con su madre era más fácil de entenderse, pero eso ya no podría ser.
Con Candy se entendían en los silencios y ella le facilitaba la comunicación, además que él siendo más reservado y analítico sabía cómo ella iba a reaccionar, y vaya que sí sobre todo cuando lo golpeaba después de sacarla de sus casillas, pero empezaban a acoplarse aún en sus diferencias.
La mañana del sábado Candy regresando del almuerzo se topó con los chicos, quienes le dijeron que la tía Elroy estaba en la ciudad y que les habían comunicado que deberían presentarse con ella.
-¿A ti no te llegó ningún telegrama Candy?- le preguntó extrañado su primo.
-No Stear, nadie me dijo que tendría que ir con la tía Elroy, pero no te preocupes, yo sabré como entretenerme- dijo esto con un gesto travieso, no quiso comentarles de la invitación del Duque, porque aún no estaba segura, pues Terry le dijo que sería algo informal y desde hace días que no lo veía.
-Una cosa que quería platicarte Candy es que una amiga de Archie está por venir al colegio, no es así Archie- con una mirada picarona le dijo a su hermano, quien con una mirada asesina lo mandó callar, no quería hablar de eso con Candy.
-¿Ah si Archie? ¿Una señorita de América viene a verte? ¿De quién se trata? - le dijo con una sonrisa curiosa
- Es Annie Britter, dile Archie, que ella siempre te escribe, que la traes loquita por ti-. Al escuchar ese nombre a Candy le cayó de sorpresa, por dentro su corazón cantaba, pero no podría decir nada, pues en la última carta de Annie ella fue muy clara que debía ocultar su pasado.
-¡Basta Stear!- Archie no hallaba como callar a su parlanchin hermano que le descubria su conquista.
-De hecho Archie le ayudó en ocasiones a Annie a tocar el piano, pero ahora ella lo superó, se ha vuelto una verdadera prodigio, no dudaría que eso lo haga por conquistarlo- alzando las cejas incomodando a Archie sonreía muy burlón.
-Ya Stear…- se tapó la cara para no decir nada.
-Incluso ella le escribe muy seguido, y Archie tiene todas sus cartas en su cuarto- Stear disfrutaba exponer a su hermano para que fuera olvidándose de Candy porque él en el fondo también gustaba de Candy, aunque desde hacía tiempo dejó de guardar la ilusión de ganarse su corazón.
Candy pensaba, -Annie le escribe a Archie, son amigos- en el corazón de Candy había mucha alegría por saber de la amistad de Archie y Annie, pero también un poco de nostalgia porque Annie dejó de escribirle a ella, aún a pesar de ser hermanas, ahora que estuviera en el colegio la vería y no sabría si Annie querría su amistad. Archie al ver a Candy pensativa y callada interpretó que estaba celosa de Annie, su corazón dio un brinquito.
-¿Ya terminaste Stear? Mira Candy, Annie es una amiga, sus papás tienen negocios con la familia Andrew, pero nada más-.
Para Candy no era desconocida la regla de etiqueta de la alta sociedad que sólo habiendo un compromiso es como una señorita le puede escribir a un caballero, así que Annie y Archie seguramente tendrían un arreglo entre familias. No queriendo dar vuelta a tantas suposiciones, prefirió seguir escuchando lo que sus primos decían.
-Me alegro mucho que Annie venga al colegio, ojalá que podramos ser amigas-. Dijo sinceramente Candy como si fuera cualquier otra chica, no precisamente su hermana.
El timbre sonó despidiéndose los primos, pero Archie veía a Candy alejarse, viéndola pensativa, lo que incrementó en él la esperanza de ser correspondido.
Por la tarde Candy se disponía a escribir una carta a la Señorita Pony y la Hermana María contándoles que Annie ingresaría al Colegio San Pablo, y que ella estaba muy feliz de tenerla cerca, que cuidaría de ella porque conocía que era una cobarde y que las reglas del colegio eran muy estrictas, por lo que no iba a permitir que algo malo le pasara a su hermana.
Aun sintiendo esa ligera tristeza Candy tenía la ilusión de que Annie al verla en el mismo colegio podría tomarla de amiga.
La mañana del domingo todos los estudiantes fueron a misa de 8 de la mañana, posteriormente podrían irse a cambiar para irse con su familia. Candy iba por los pasillos contenta como siempre, pero alguien la interceptó:
-Candy, no pensarás que vas a salir hoy verdad? La tía Abuela Elroy no quiere verte, así que te quedaras encerrada en el colegio, jajajajaja- dijo Eliza mordazmente y dando una vuelta con la cabeza volando sus rizos cerca de la cara de la rubia, quien esquivó el golpe.
-Bien es hora de ver en qué podremos ocupar el tiempo el día de hoy-, entró a su cuarto viendo los libros que Patty le había prestado para leer, unas novelas de Henry James, un libro de Astronomía y un libro de psicología, que según la morena eran sus favoritos.
En eso tocan la puerta de su cuarto: -¡Candy, abre la puerta, apúrate!- era la Hermana Margaret.
-¡Hermana Margaret, que sucede!- abrió presurosa su puerta
-¡Candy han venido por ti, apúrate arréglate!- sonriendo la hermana le daba gusto que Candy tuviera una salida igual que todos, había sido testigo silente de todas las barbaridades que los Leagan le hacían.
-¿Es en serio hermana? No me diga quién es, prefiero que sea una sorpresa- le puso la mano cerca de su cara a la hermana, lo que la hizo retroceder.
-Candy, está bien que sea sorpresa, pero debo pedirte que te arregles como si fueras a ver al Rey de Inglaterra- sonriendo con doble intención y dicho esto la dejó para arreglarse.
-¿Vaya entonces, que debo usar?- abrió el ropero y encontró un vestido amarillo claro con flores pequeñas en tonos durazno, con un juego de zapatos, bolsa y guantes, era un atuendo delicado, femenino y muy favorecedor al tono cálido de su cabello y preciso para el clima de ese día.
Rápido se puso sus botas de cintas, esta vez se puso corsé para que el vestido luciera mejor y se perfumó, soltó a la mitad su cabello con dos peinetas en los lados, como lo había visto en una foto de Eleanor Baker, tomó su sombrilla y su bolso donde guardó lo necesario para refrescarse y muy previsora en caso de algún imprevisto femenino. La Hermana Margaret volvió a tocar la puerta:
-¿Candy, ya estás lista? Ya llegaron por tí- abrió la puerta y la Hermana Margaret se sorprendió de lo bien que lucía Candy.
-Candy estás muy linda, permíteme ayudarte un poco con el peinado, mira, para que dure tu peinado debes usar estos pasadores-, se quitó unos que tenía en su cofia y le ayudo a reforzar su peinado levantándolo un poco más.
-Ahora sí, estás lista como toda una dama- la tomó de los hombros para que se viera en el espejo y le gustó lo que vió. Candy caminó rápido porque no podía esperar más para saber quién había ido por ella. –Candy, aunque tengas mucha prisa, debes caminar con elegancia y calma, para que no arruines tu vestuario, no es propio de una dama salir corriendo, eso nunca lo olvides, además que siempre debes esperar a que te den el uso de la palabra para que puedas hablar, piensa siempre primero lo que vas a decir, para que no te arrepientas. Otra cosa, guarda siempre la compostura y no te inquietes, recuerda esta palabra, prudencia Candy, prudencia.
-Vaya Hermana, me asusta, no me crea tan salvaje, claro que me voy a portar bien, no se preocupe-. Le dijo Candy abrazándola por la espalda.-Pero eso sí disfruta Candy y diviértete- sonriendo la dejó en la puerta y Candy salió a la calle, había un cochero muy elegante, con un carruaje precioso de madera labrada con vidrios biselados muy brillantes, los caballos blancos percherones, con asientos de terciopelo rojo y las puertas tenían un escudo emblema de una familia real.
-A donde me llevará este carruaje, será la tía Elroy? No, no creo que sea ella, o podría ser ¿ El tío William?- iba viendo por la ventana la algarabía de las calles, las damas con sombrero de plumas, los caballeros con sombrero de copa en las embarcaciones del río Támesis, era un domingo maravilloso, el sol de primavera daba color a todo el paisaje, empezaba a salir de la ciudad hacia un lugar que ya había visto cuando llegó a Londres.
-Es un Castillo, …. – sorprendida llegó a su conclusión, - ¡Es el castillo del Duque de Grandchester!- se llevó las manos a la boca, demasiado impactada por el giro que dio su suerte. Los nervios hicieron su aparición al cruzar el puente que conduce a la entrada, los muros antiguos eran impresionantes, se alegró que el cielo del carruaje fuera de cristal para poder admirarlo desde su lugar sin esforzarse tanto, al llegar a la entrada se sorprendió de encontrar algunos coches entre los que estaba uno de apariencia familiar.
Terry estaba esperándola de pié en la entrada de la torre Norte, había una fila de sirvientes en la entrada, quienes la recibieron cortésmente. Terry se acercó a recibirla y cuando ella bajó del carruaje, se quedó impactado por la belleza natural de Candy, el resplandor de su sonrisa, sus rizos muy bien acomodados en un peinado que había visto en su madre, reprimió ese recuerdo para no perder de vista todos los detalles de la pecosa, que se veía como una perfecta dama, su cintura más breve que de costumbre enfundada en un vestido amarillo pálido que favorecía mucho su figura y su tez, con un cuello redondo atado con un lazo de seda en color durazno muy discreto para un día de primavera, su postura, su andar, era otra Candy, que le pasó a la chica espontánea que días antes lo hacía reir, ese cambio la hacía ver ante sus ojos más mujer que nunca.
-Hola Terruce- Candy apenada de ser escaneada por la mirada del castaño lo sacó de sus pensamientos y le dio la mano para descender del carruaje.
-Bienvenida Candice- Los nervios aparecieron en un titubeo al brindar su brazo para ayudarla a bajar, sin soltarla no dejaba de observar su rostro, el brillo de sus ojos.
Orgulloso fue presentándole los miembros del servicio, que lo habían cuidado desde niño, quienes conocían los dos lados de la historia y que en ocasiones lo habían consolado en sus noches de soledad. Ellos estaban muy contentos de ver a su amo tan alegre, como nunca lo habían visto.
El mayordomo los guió al estudio donde se encontraba el Duque de Grandchester. Dio dos toquidos en la puerta, -Adelante- Ingresaron a una oficina más grande que la Biblioteca de Lakewood, con muebles elegantes en terciopelo color vino, un escritorio enorme con una silla, el Duque salió a su encuentro y Terry hizo las presentaciones:
-Padre, ella es la Señorita Candice White Andrew, Candice, él es el Duque Richard Grandchester, mi padre.
Candy hizo una reverencia y contestó: -Es un honor conocerlo Su Excelencia-. Terry asombrado por la formalidad con que Candy se conducía, llegó a pensar que se la habían cambiado por otra.
-El gusto es mío Señorita Andrew, permítame decirle que su presencia en nuestro hogar es motivo de alegría, al saber que mi hijo Terruce tiene como amiga a una persona tan noble, conozco a su familia desde hace años y William nos fue presentado cuando heredó los negocios de los Andrew-. Ese dato fue una novedad para Candy porque aún no imaginaba la apariencia del tío William.
-Así es Su Excelencia, el Tío William me adoptó hace más de un año, a mí me criaron en el Hogar de Pony la Señorita Pony y la Hermana María, desde que yo era bebé, desconozco quienes fueron mis padres, pero me considero muy afortunada porque nunca me ha faltado nada-. El Duque atento escuchaba a Candy, a quien veía con una personalidad transparente y agradable, sus rasgos eran muy finos, podría pasar como alguien de abolengo.
-Su origen entonces es de un hogar muy cálido Señorita Candice, agradezco su sinceridad, la invité porque Terruce estuvo convaleciente por unas heridas que lo obligaron a guardar reposo y me comentó que usted le contuvo la hemorragia de la herida más profunda, además de desinfectarle las demás, que también hubieran significado un problema, si no fuera por su muy oportuna intervención. Permítame una pregunta ¿Estudió usted enfermería?-
-No Su Excelencia, lo aprendí de mis madres, yo siempre les ayudaba cuando los chicos tenían fiebre, cuando se lastimaban, fui la mayor de todos pues estuve hasta los 13 años en mi hogar sin ser adoptada-. A Terry le dolió saber ese dato, pues era otra cosa en la que se sentía paralelamente identificado con ella.
-Pues permítame decirle que el médico que atendió a Terruce dijo que de no ser por su ayuda se hubiera desangrado y con los antecedentes de hemofilia en mi árbol familiar, teníamos miedo de que Terry pudiera perder mucha sangre o se infectaran sus heridas. Así que estoy profundamente agradecido con usted Candice- hizo una pequeña reverencia al decirle estas palabras.
-Padre, le dije a Candy que su visita no era una visita de protocolo, ¿Podríamos pasear mientras llega la hora de la comida?- Terry no había intervenido en la conversación pues seguía atónito por la nueva Candy, pero no quería perder tiempo en formalidades.
-Claro que sí Terruce, nos vemos entonces en dos horas en el comedor, Candice encantado de conocerla-. Comprensivo por la urgencia de su hijo, los dejó ir.
-El honor es mío Su Excelencia-. Hizo una reverencia y salió con Terry. Salieron del edificio y fueron a un jardín que tenía un pórtico donde se sentaron a platicar.
-Pecosa, ¿eres tú pecosa tarzán? ¿O eres alguien más que está suplantándola?- le dijo actuando como si fuera un misterio su identidad, obviamente jugando.
-¡Terry! Soy yo por supuesto, quien más podría ser, ¿Acaso no te parece apropiado mi atuendo?- Se levantó dando una vuelta a su vestido con mucho cuidado de no caerse. Embobado en cómo se reflejaban los rayos de luz que dejaba entrar el gazebo en el cabello rubio de Candy, no pudo disimular estar hechizado por ella.
-Terry,…- Terry no se movía, le tomó la mano y se levantó para verla a los ojos.
-Candy…- acarició su mejilla- no necesitas cambiar, pero tu atuendo es perfecto, te ves perfecta- Candy se ruborizó tanto que sintió el calor en sus mejillas. Terry dio un paso al frente para estar más cerca de ella, haciéndola retroceder, ella se recargó en una columna sin soltar la mano de él.
Terry se aproximó al rostro de Candy, sin poder evitarlo, era como si una fuerza invisible lo atrajera a ella, la tomó de la barbilla, acariciándole el labio con el pulgar. La respiración de Candy se volvió agitada, cerró los ojos y se dejó llevar por la ola que la invadía. Terry puso su boca en la frente de Candy sellando el momento con un beso, bajó la vista lentamente y ella empezaba a abrir sus ojos.
-Candy quiero decirte algo muy importante, he tomado una resolución, sé que tú aún estás pasando por un momento frágil y no quisiera aprovecharme de eso, pero cuando llegue el momento adecuado y tú estés lista para corresponderme, lo diré a los cuatro vientos y no habrá nada que impida poder realizar mi deseo-. Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y sonrió para alentarlo, pues debió costarle mucho abrirse de esa manera. –Terry, cada día me deslumbras con cada faceta de tu personalidad, quisiera seguir descubriendo más de ti y que podamos compartir nuestros pensamientos, tu amistad me hace muy feliz-. Terry la abrazó pegándola a su pecho, gozando del olor de sus cabellos, el aroma de las rosas. Candy por su parte se impregnó del aroma de él, varonil y elegante. Volvieron a mirarse y él le limpió las lágrimas, era como si le hubiera confesado su amor, pero no quiso apresurarse a hacerlo pues las palabras comprometen y quería que fuera el momento adecuado para los dos, aún había mucho que conocer de ambos y quería que su familia lo aceptara y a ella también.
Pasaron un rato caminando entre las flores del jardín y Terry veía a Candy como una de ellas, aún se culpaba por no contenerse hacía un momento, pero ella no se lo ponía fácil; ahora era más cercana su relación y aunque no fueran novios aún, su amistad se hacía más sólida. Caminaron a la orilla de un pequeño río y le ayudó a bajar tomándola de la mano, mano que no soltó, nadie los observaba a esa altura del río, así que inocentemente ella se quitó los guantes para tocar las flores y Terry le tomó una mano acariciándola con el pulgar. Cada roce hacía vibrar el corazón de Candy, sentía la confianza con la presencia de Terry, como si ambos fueran un espejo; ambas miradas ya lucían enamoradas, con el rubor por algunos momentos en las mejillas de los dos, pero sin duda disfrutando de la compañía y una libertad que iba llegando a sus corazones, desatándolos de la tristeza, de la nostalgia, de la soledad, sus emociones estaban ahora alineadas en una alegría desbordante.
Una campana a lo lejos se escuchaba para anunciarles la hora de la comida, Candy sintió atorado un tacón con una piedra, Terry le ayudó jalando su bota pero estaba muy atascada entre las rocas.
-Candy, creo que vas a tener que entrar descalza al castillo, ahí le diré a la mucama que te consiga otras botas-
-No Terry, no es necesario, esta bota tiene que salir-con mucho esfuerzo, fue jalándola pero era imposible, Terry le tomó la pierna haciendo contacto con su pantorrilla, ella se puso más nerviosa, pero al fin pudo zafarla.
-Gracias Terry- le dijo viéndolo desde arriba, él volteó viendo sus rizos rozar su rostro movidos por el viento.
-De nada Candy- ahora no la incordiaba, ni le decía Tarzan.
La tomó de la mano para ayudarla a subir, Candy no se puso los guantes en toda la tarde, pues apenas quedaban fuera de la vista de los demás y él aprovechaba a tomarle la mano con cualquier pretexto, incluso entrelazaron los dedos de regreso al castillo.
Llegaron al comedor y el Duque ya estaba esperándolos, Candy pidió decir una pequeña oración para agradecer por los alimentos y para que Dios bendijera a esa familia que la había invitado, para ella era una costumbre hacerlo, y el Duque cautivado por su inocencia agradeció con un ademán y un Amén. Lo mismo Terry, nunca había compartido la mesa con ella y fue una agradable experiencia. La personalidad burbujeante de Candy que siempre le mostraba en el colegio, se transformó en un encanto sutil que no le conocía, sin falsas apariencias, todo era naturalidad en ella.
Se alegró de haber decidido bien, de ir despacio para no asustarla, de ir descubriendo esas facetas en su personalidad, y se propuso que ella también encontrara algo agradable en él.
Después de la comida, se dirigieron a salón de baile donde estaba un piano de cola legendario color marfil, con teclas negras y blancas invertidas, con molduras de oro en la silueta del instrumento.
-Terry es un hermoso lugar, seguramente aquí realizan los bailes, ¿no es así?- ella caminaba por las orillas viéndose en los enormes espejos y contemplando algunas obras de arte renacentista que adornaban el salón, además de los candiles enormes de los que antes colgaban velas, desde hace tiempo eran iluminados con luz eléctrica. El asíntió con una sonrisa viendola revolotear en el salón como una mariposa.
-¡Es bellísimo este salón y el piano es precioso!- Terry se sentó al piano y empezó a estirar los dedos con las escalas, era una destreza y rapidez de un pianista muy avanzado.
Empezó con Deux Arabesques de Debussy, luego cuando llegó su padre con ellos tocó la pieza que al Duque le encantaba escuchar Raphsody de Serguéi Rajmáninov tema de Paganini, pues era una pieza que le recordaba a Eleanor, no dejaba de ver por la ventana hacia afuera, como si quisiera salir corriendo por ella.
Candy estaba fascinada por esa escena, era impresionante el talento de Terry, sus movimientos al interpretar, gozó ese momento tanto, que sus lágrimas empezaron a fluir, no se dio cuenta hasta que Terry terminó de tocar y ella aplaudió con mucho entusiasmo.
-¿Candy, estas bien?- se paró acercándose a ella, lo que hizo que el Duque volteara pues pensó que algo le había pasado.
-Estoy bien Terry, es que moviste muchos sentimientos en mí con tu interpretación, es una canción muy hermosa, quien sea el autor pudo describir una historia de amor en cada nota- con el pañuelo en su mano recogía sus lágrimas para evitar perder la compostura como le dijo la Hermana Margaret.
-Señorita Candice, lo que usted afirma es verdadero, cada nota atrapa los sentimientos que el ser humano no podría expresar de otra manera más elocuente, por eso la música es un lenguaje universal, sin importar idiomas, color, edades, quien se precie de ser persona puede identificarse con estas emociones-.
-Su Excelencia, Terruce, ha sido una tarde increíble, estoy encantada con la invitación que me han hecho, soy muy afortunada y estoy honrada de haber pasado este quinto domingo con ustedes-.
-El gusto ha sido mío Candy- Terry con su voz aterciopelada, era una cosa novedosa para su padre, quien sonreía complacido por el cambio tan positivo para su hijo, esa niña era una buena influencia para él, no cabía duda.
Ambos regresaron juntos al colegio, en la mañana Terry se adelantó para preparar todo para recibirla él mismo en su casa, pero pasadas las seis de la tarde, ambos se despidieron del Duque de Grandchester y subieron a un carruaje distinto al que había abordado Candy, uno con menos ventanas, pero cómodo y lujoso como el anterior. Dentro del carruaje entrelazaron sus manos de nuevo sentados en el mismo asiento ahora sin notar que cada vez estaban más juntos, como si tuvieran la necesidad de tener ese contacto, volteaban a verse y sonreían, incluso Candy recargó su cabeza en el brazo de él y luego él puso su barbilla sobre su cabeza. Ella suspiraba cada que sentía la respiración de Terry sobre ella, en un brinquito que dió el coche Terry le soltó la mano y la abrazó para que no se cayera del asiento, a lo que ella no dijo nada, la mano de Terry iba en el brazo de Candy y ella estaba aún más cerca de él, ambos sentían latir sus corazones aceleradamente. El camino duró así un rato, querían que durara mas pero eran varios kilómetros de distancia del centro de Londres que recorrieron en media hora.
Terry le pidió al cochero se detuviera en el río Támesis para caminar un poco y disfrutar del crepúsculo. Se sentaron en una banca viendo la caída del sol.
-Terry, gracias por este quinto domingo, sobre lo que me dijiste en el jardín quiero decirte ahora yo algo- suspiró y encarándolo le dijo: -yo sufrí una pérdida muy importante cuando Anthony falleció pero, mi corazón no se fue con él, ha estado recuperándose desde entonces, y te agradezco que consideres mi dolor, ese día que me llevaste con Teodora, pude sacar al fin ese dolor, fuiste tú quien con tu apoyo me ayudó a que el recuerdo de Anthony no me doliera más, te busqué para decírtelo en el colegio pero no te encontré, así que quiero decirte Terry que hoy mi corazón está libre de dolor y cuando tu consideres que sea el momento platicaremos-.
Terry tomó su mano desnuda y entrelazó sus dedos con los de ella, besó su mano viéndola a los ojos y puso su mejilla sobre la mano de Candy sin soltarse de ella.
-Así es Candy, tenlo por seguro, muy pronto platicaremos- le dio otro beso a su mano, se levantaron de ahí tomados de la mano y regresaron al Colegio, al bajar del carruaje ambos se miraron y soltaron sus manos con una sonrisa, aunque se habían acostumbrado a su calor.
Caída la noche en la entrada del colegio se despidieron con una sonrisa dulce y un ademan, luego cada uno se fue a su cuarto sin ser vistos por los demás que iban llegando al colegio.
Para esa cita Terry había pedido los permisos correspondientes al tutor de Candy, pues el Colegio no le permitiría salir sin consentimiento de su familia. Ademas que el Duque se había comunicado con la Hermana Grey para solicitar la presencia de Candy en su castillo.
Canciones de Terry:
Arabesque- Debussy watch?v=9Fle2CP8gR0
Raphsody- Rachmaninov watch?v=RgtEUr_n9vM
Amigas me ha costado dejar de escribir este capítulo, ya quería un quinto domingo sin interrupciones, sin vigilancia, sin restricciones, pero ahora los dos son los que se contienen ante amor puro que va naciendo, son adolescentes y ambos han sido educados en altos valores, por eso todo se va dando despacio. Terry a pesar de su rebeldía y sus carencias de afecto es un caballero, además Albert lo puso sobreaviso, por si las dudas. Espero les haya gustado y escuchen las canciones pliss, son fuente de mi inspiración para este capitulo. Gracias por comentar: Guest, Abril-04, Blanca G, Mia8111, ELYER G, Deli B. ¡Nos vemos prontito!
