Los personajes de ésta historia no me pertenecen, escribo solo con fines de entretenimiento.

LOS CELOS DE ANNIE

A la mañana siguiente el colegio empezó a despertar con las campanadas acostumbradas para integrarse en las actividades diarias, Eliza Leagan ya estaba en la capilla con las religiosas, cumpliendo su penitencia de estar en las oraciones del día, cuando todos se integraban a la misa ella ya estaba ahí junto a las monjas; con unas ojeras marca diablo, (porque ella es mas mala que el diablo, de palabras de Anthony) aparentaba estar en oración como le había ordenado la rectora, para que cambiara su carácter y se disciplinara como una dama pero dentro estaba ardiendo de coraje.

Candy llegó a la capilla y observó a lo lejos a Eliza, no imaginaba porqué estaría ahí con las monjas, ella se arrodilló y dirigió su mirada al altar. –Gracias Dios por darme otro día más de vida, porque nunca me desamparas, ayuda a sanar mi corazón y a desterrar todo mal que haya en él, que sólo piense cosas buenas y no diga y haga barbaridades, quiero cambiar, no para ser una dama, sino para ser más agradable ante tus ojos y merecer tantas bendiciones que me estás dando. Te pido por Eliza, por Neal, que cambien su corazón, por el alma de Anthony que descanse junto a su mamá, por mis primos, por Patty, la tía Abuela, el tío Abuelo William, por Albert, por la Señorita Pony y la Hermana María, para que ellas tengan fuerza y salud para atender la misión que les encomendaste y por supuesto Dios quiero pedirte por Terry y su familia, que pronto se reconcilie con su madre, que él y su padre puedan ser padre e hijo cada día más, ayúdalos Señor a que sean felices-.

Estaba tan concentrada en sus oraciones que no se dio cuenta que en la entrada de la capilla ingresaba Terry, hasta que empezó a escuchar las murmuraciones de las chicas, y la Hermana Grey las reprendió. Iniciaba la misa, que duraba cuarenta minutos, en un momento de la ceremonia ella sintió la cara caliente como si alguien le clavara la mirada, no lo pudo evitar y se giró hacia las bancas de atrás del lado opuesto de la capilla y ahí estaba su amigo, que no dejaba de mirarla profundamente, le apuntaba con los ojos hacia la puerta de la capilla y ella medio sonrió antes de que la sorprendieran, ella entendió que el gesto de Terry era para verse. Fue solo un momento y con los latidos del corazón sincronizados con los de Terry, volvió su vista al frente dando nuevamente dio gracias mentalmente a Dios por la amistad.

Saliendo de la capilla tenían 15 minutos para incorporarse en sus clases, lo cual la pecosa aprovechó acelerando el paso: - Paty ahorita te alcanzo, voy por algo que se me quedó en el cuarto-. Paty asintió con la cabeza y siguió su camino. Candy buscaba y buscaba en el patio y no veía nada, salió del edificio con cautela y en los primeros árboles del bosque se fue internando y sintió que la jalaban del brazo y justo cuando estaba a punto de gritar de la sorpresa le tapaban la boca. Forcejeó pero en su oído escuchó una voz profunda y tranquilizadora:

-¿A donde vas pecosa? ¿Porqué no estás en clases?- la voz de Terry aterciopelada y seductora la sedaba.

-Terry, yo pensé que querías verme-. Con un pequeño puchero lo encaró y el castaño solo sonrió por las pecas bailarinas en su rostro. Apretó su naricita.

-Sólo quería desearte los buenos días, además quería darte las primeras impresiones del día de ayer, fue una linda dama rubia a visitarme y el Duque y yo estuvimos departiendo con ella, hubieras estado ahí tarzán, fue una tarde muy agradable, obviamente ella no se parecía nada a ti, era muy formal y educada, para nada utilizaba sus puños-. Le dijo con una sonrisa de medio lado y ella iba a pegarle en el brazo, moviéndose él para protegerse, pero el golpe nunca llegó, la mano de ella se quedó a medio camino.

-¡Terry! Como dices eso- bajó la cabeza.

-No te creas pecosa, solo quise decirte que me sorprendió verte tan diferente ayer, tienen razón cuando dicen que las mujeres tienen un poder de transformación increíble- sonó la campanada para ingresar a los salones, Candy levantó la cabeza abriendo los ojos asustada.

-¡Es tarde! Tengo que irme, nos vemos luego Terry-. Se dio la vuelta y Terry la detuvo de la mano viéndola intensamente, -¿te vas sin despedirte?- Candy confundida no supo que decir y el chico se acercó y le dio un abrazo apretado, ensamblando de nuevo cada hueso y músculo de su ser, fue breve pero fue un instante en el que ambas corazones se sincronizaron para latir al unísono, el olor de Terry recién bañado se impregnó en ella y en sus manos que olían a él.

Terry se quedó con el aroma de rosas en su saco y un cabello rizado en su solapa, el cual tomó, lo enredó en su dedo y guardó en su pañuelo doblándolo, desde ahí sería su amuleto. Se separaron con una sonrisa y ella caminó más tranquila rumbo a su salón volteó para despedirse de nuevo con la cabeza y siguió el rumbo de los pasillos de las aulas llevando sus manos a su nariz ocasionalmente para oler el perfume que Terry le había depositado en su mano.

Increíblemente llegó a tiempo a su salón donde ya la esperaba una sorpresa. Serena y sonriente se sentó en su lugar junto a la ventana y puso sus manos bajo su barbilla soñadoramente, viendo a los árboles que dejaban pasar los rayos de sol a su cara, cerró los ojos y siguió sumergida en sus pensamientos. Esta escena la observaron varios compañeros, entre ellos Eliza molesta y asqueada de la alegría de la huérfana, un chico pelirrojo que siempre seguía sus pasos y la observaba, pero no se acercaba a ella, por ser alérgico al perfume de rosas y Patty que le dio un pequeño puntapié a la rubia para que reaccionara pues el pase de la lista ya empezaba. Candy despertó de su ensoñación y sonrió sacando media lengua traviesamente.

En eso la Hermana Klaise hacía su entrada al salón de Candy, con una nueva alumna. Annie Britter. -Buenos días, el día de hoy tenemos entre nosotros a una nueva alumna, es Annie Britter y viene de América, les pido que sean generosos con ella y le colaboren para integrarse en todas las materias del curso, Annie puedes elegir donde sentarte, adelante de Candy o a un lado de Eliza- Annie vió a Candy y cerró los ojos como si quisiera borrar su imagen, le inquietaba mucho que ella estuviera en su misma clase pues llegaban a ella todos los recuerdos de una vida pasada que debía de olvidar.

Volteó su vista a donde Eliza. –Hermana prefiero sentarme junto a Eliza, a ella la conozco-. Eliza con su boca apretada levantando la ceja volteando a ver a Candy como diciendo: -nadie te prefiere Candy- la rubia no quería demostrar lo mucho que le afectaba que Annie la evitaba, no debía dar señal de conocer a Annie, pues ella se lo había dejado claro desde hace mucho, aunque en el fondo esperaba que pudieran ser amigas en algún momento, pero si se prometió ayudarla y cuidarla como le había escrito a la Señorita Pony y la Hermana María en su carta. Las reglas del colegio son estrictas, pero lo que más dá miedo son las malas intenciones de ciertos compañeros como el expulsado Neil y su hermana Eliza que siempre haría lo posible por darle problemas y ahora más en venganza por su hermano.

En la biblioteca estudiando sintió el calor de unas manos sobre sus hombros, lo que la sorprendió pues los chicos y las chicas no podían tener contacto físico. –¡Hola Stear! ¿Qué haces aquí?- al decir eso es porque sintió una ligerita incomodidad de la forma en como fue abordada, pues empezaba a acostumbrarse al calor de unas manos británicas que si la vieran así con su primo podría malentender el gesto, además ella no sabía que le gustaba a Stear desde siempre, pues él respetuoso de sus sentimientos, nunca se lo había demostrado en lo más mínimo, pero no pudo resistirse de tomarla de los hombros, que si por él fuera la abrazaba.

-Candy, vamos a la sala de visitas, tenemos permiso de la Hermana Grey- fueron los dos a un área donde podían platicar en confianza, con el acuerdo de las familias, en ocasiones se daban esas concesiones debido a los arreglos entre familias para emparentarse o por la visita de algún familiar. Entraron a la sala y estaba ahí Archie, Annie y Eliza.

-¡Hola Candy!- Archie se puso de pié dejando a Annie sentada sola en el sillón. –Te esperábamos Candy, mira, quiero que conozcas a Annie Britter- Candy le dio la mano educadamente –Hola soy Candice White Andrew, puedes llamarme Candy-. Annie extrañada por la forma de tratar Archie a Candy, le dio más importancia a ese hecho que a la persona a quien le acababa de dar la mano. Se volvió a sentar y Eliza empezó a hacer de las suyas. –Archie y Candy son muy buenos amigos Annie, se tienen mucha confianza, ¿no crees?- Archie y Stear aprovechando a platicar con Candy porque eran pocos momentos que tenían para verse, ahora desde que los revisaban aleatoriamente ya no tenían la seguridad de verse en su cuarto.

Los Cornwell preferían platicar con Candy pues veían que Annie no quería acercarse mucho a ella, pero era para no verse descubierta por Eliza, si en algún momento Candy fuera a cometer una imprudencia y su secreto quedara al descubierto. Eliza así como alimentaba la desconfianza en Candy y Archie, le cuestionaba en lo que respecta a sus orígenes, también la cuestionaba sobre su familia, nada tonta, desde que la conoció en la Mansión Leagan le parecía muy extraña su timidez, por su parte Annie tomó nota de todo lo que Eliza le decía de Archie y Candy.

Annie se disculpó aludiendo sentirse mal, lo que a Stear le pareció normal por el viaje tan cansado que a una señorita como ella podría afectar. –Archie acompaña a Annie, debe estar muy cansada por el viaje- Archie no quería irse, pero por cortesía caminó junto a Annie rumbo a su cuarto, incluso unos pasos más adelante, no tanto por el que los vieran juntos, sino porque iba sumergido en sus pensamientos, después de haber visto a Candy, ante sus ojos cada día se ponía más linda, su rostro empezaba a adquirir unas facciones más delineadas y exquisitas, podría ser adoptada pero se veía más refinada e incluso más segura, la imaginaba mayor como una gran dama tomada de su brazo.

-Archie espera, no camines tan rápido- la voz de Annie lo regresó a su realidad.

-¿Oh si Annie, estas bien?-

-sólo algo mareada-

-toma mi brazo, si no fuera porque te sientes mal nos llamarían la atención por las reglas del colegio que no permiten el contacto entre los varones y las señoritas-. La llevó del brazo, educadamente preparado en caso de que los vieran así.

-mi mamá me dijo que en este colegio me van a preparar para ser una buena esposa- le dijo coquetamente Annie.

-Annie para eso no necesitabas entrar al colegio- y era verdad el colegio no era un lugar para preparar a las mujeres a ser esposas, eso lo podrían aprender de su madre o de su nana.

-¡Que cosas dices Archie!- le dijo apretando su brazo coqueteándole para que fijara más su atención en ella.

-Sabes Annie, quisiera pedirte un favor- Annie se emocionó de que Archie volteara a verla y percibió una urgencia en las palabras de Archie. –Por favor, ayuda a Candy, sé su amiga, fue adoptada por el tio William porque viene de un orfanato, ella ha sufrido toda su vida pero nunca se queja, siempre sonríe y…- Archie se enmudeció pues Annie se quedó rezagada, molesta por las palabras de Archie, se notaba que estaba enamorado de ella, no lo disimulaba, le dolió encontrarse con esta realidad. –Lo siento Archie me siento mal- corrió a su cuarto, obviamente no se sentía mal si pudo correr, solo quería tener un momento a solas con él y quitarle su atención sobre Candy. Annie con su peinado alto, con sus modales de dama, era una señorita de apariencia refinada y educada, pero no tenía el encanto que tenía Candy, quien era transparente, no necesitaba de poses, ni artificios.

Annie meditó las palabras de Eliza, -Archie y Candy son muy buenos amigos, siempre los veo platicar juntos, no dudaría ni tantito que mi primo esté enamorado de ella, pero Candy es muy poca cosa para él, no me gustaría que se quedara con Archie, ojalá alguien tuviera la iniciativa para quitárselo-. Empujada por las palabras de Eliza, fue por eso que le insinuo a Archie que la escoltara a su cuarto. Lo único que tenía en mente era Archie.

Por la tarde después de las clases y las tareas Candy se escabulló hacia el bosque, pues aunque no quedaran de verse, sabía a que hora encontrar a Terry en la segunda colina de pony.

-¡Terry Grandchester!- dijo fingiendo la voz de la Hermana Grey, Terry quien estaba sobre el césped acostado, se asustó y volteó de inmediato, topándose con la mirada traviesa de la pecosa.

-Vaya si es la pequeña Hermana Grey, pecosa bien podrías hacerte pasar por ella, solo te falta dejarte el bigote jajajajajajaja- reía a carcajada limpia el chico.

-¡Terry!- Candy haciendo sus muecas hacía reír más a Terry.

-Hoy estás más risueño que de costumbre, ¿no es así Terry?- se hincó frente a él y mostró sus manos moviendo sus dedos, los clavó en las costillas del muchacho haciéndole cosquillas con movimientos rápidos.

-Ya pecosa, ya jajajajajajajaja, ya jajajajaja, basta jajajaja- revolcándose de la risa se defendía tratando de agarrar las manos de Candy que se zafaba y seguía haciéndole cosquillas, ella también se contagió de la risa de Terry, su risa cantarina combinada con la de él eran una melodía de la juventud en esa tarde de primavera.

-Eso es por burlarte de mí ¿eh? – seguía atacando complacida por ir ganándole; en eso Terry le tomó las dos manos e impulsado por la risa, la venció y la tumbó sobre el césped poniéndole ambas manos a los lados de su cabeza, ya no reía solo sonreía rojo y agitado contemplando el cabello de Candy regado en el verdor que combinaba con su mirada verde y cristalina por las lágrimas risueñas brillando en sus ojos.

Era una estampa que no quería olvidar, la miró agitando su pecho por tanta risa, pero el ya no reía, solo la miraba y no dejaba de grabar en su mente su imagen. Candy también dejó de reír y miró el rostro de Terry deslumbrante con la luz cálida de la tarde caer sobre sus cabellos.

–Terry…- ella conectada en su mirada, sabía que ambos compartían el mismo sentimiento.

El descendió lentamente sobre su rostro sin cerrar los ojos y puso un beso sobre la mejilla de la rubia, quien con sus ojos cerrados como esperando algo más, escuchó el ruido del beso y un suspiro, sintiendo el aliento de él tibio.

Abrió los ojos y le sonrió dulcemente. Él se incorporó al darse cuenta que había descansado medio cuerpo sobre el de ella. Iban rompiendo fronteras que no habían cruzado, no resistía más la distancia y con una nueva necesidad de su calor. Candy también se sentó, y Terry le quitó unas ramitas que se le habían enredado en sus rizos. Ella le sacudió su camisa y espalda. Había una confianza entre ellos como si la persona del otro fuera una extensión de sí mismo.

Volvieron a incorporarse sentados a ver el crepúsculo con sus rostros dorados por los últimos rayos de sol. Rozaron sus manos sobre la yerba y volvieron a entrelazar sus dedos. Bastaba eso para confirmarse la similitud en el afecto.

Se despidieron y Terry acompañó a la salida del bosque a Candy yendo luego rumbo Teodora. Candy al ir saliendo del bosque escuchó ruido:

-¿Quién anda ahí?-

Hola amigas, es un gusto poder dejarles este capítulo esperando sea de su agrado y que sigan disfrutando mi versión de la vida de Candy y Terry en el Colegio San Pablo. Tal vez sean muy distintos a como se mostraron en la historia original, de eso se trata de darles una ayudadita y que sean más los momentos lindos que los tristes. Pero les advierto que si habrá más dificultades, pues es lo que magnifica la gloria en la realización de un sueño.

Gracias por sus comentarios Guest a ti por leer, Fabiola r me hace feliz que puedas sentirlo :), LightGiogia a veces no se necesitan palabras cuando hay amor, Magua gracias es un gusto, Mia8111 quien yo? Jiji gracias, Abril-04 gracias por ilustrarme más sobre los datos originales, es muy interesante saber todo a detalle, Blanca G es la idea que éste Terry no sea tan cabezón como sucedió en la original =), ELYER G gracias y me alegro que te contagie su amor y Guest a lo mejor me tardo tantito pero no la voy a abandonar.

Les abrazo de corazón a todas!