SHULLEY

Todas esas sensaciones vividas en la noche anterior le causaban inquietud al rebelde del colegio san pablo, repasaba en su mente el rostro cada vez más hermoso de la pecosa, la ternura de su afecto, la inocencia en sus actitudes, pues ella desconocía muchas intenciones que se fraguaban en su mente.

Quería tanto arrebatarle un beso, no era indecisión, si por él fuera ya la hubiera colmado de besos y caricias, pero la razón le ganaba a sus impulsos, no quería que ella se fuera a sentir culpable ni que fuera a rechazarlo, quería primero ir preparando el terreno para pisar firme y que ella también estuviera segura del cambio que significaba dejar de ser amigos para ser novios.

Anhelaba tanto tenerla a diario junto a él. Pero ya había notado que alguien los tanteaba en ocasiones cuando se reunían en la colina de Pony, él sabía que tenía admiradoras y enemigos también en el colegio, así que el tomar una decisión con Candy iba a tener consecuencias también. Por eso prefería que no los vieran juntos, pues además Candy era objeto siempre de humillaciones por los Legan y además ahora si él demostraba interesarse en ella le iba a llover peor. Pero no podría dejar pasar más tiempo. Ya estaba planeando en que momento hacerlo, para que ella no se acobardara y que el amor fluyera sin obstáculos.

Pidió a la rectora llamarle a su padre el Duque, pues tendría que conseguir su traje para el baile y una máscara que ocultara su rostro, lo llamaron para tomarle medidas en el salón de visitas, el Duque había llevado personalmente al sastre del castillo y Terry eligió un atuendo muy específico, un traje idéntico que usaba uno de sus antepasados, el rey Jorge III, un saco azul con brocado en el frente y un pantalón rosado con un moño corbatín como se utilizaba en ésa época; era un personaje muy relevante en la historia pues fue quien admitió la derrota en la guerra con las trece colonias inglesas que se convirtieran posteriormente en Estados Unidos de América, sin embargo fue quien ganó la guerra contra Francia y realizó grandes cambios políticos en su época, además que Terry admiró su carácter en lo que respecta a su honorabilidad citando una de sus frases en lo que respecta a la guerra con Francia "Puedo renunciar a mi corona y retirarme del poder. Puedo abandonar mi palacio y vivir en una cabaña. Puedo poner mi cabeza en el patíbulo y perder la vida, pero no puedo romper mi juramento". El Duque estaba gratamente complacido que su hijo por fin mostrara interés en interactuar en sociedad, por lo menos su participación en el festival era el primer paso.

El maestro de música de Terry le sugirió participar en el recital donde podría hacer gala de su talento, pero el castaño no quiso involucrarse en esas demostraciones públicas, pues para él era un desahogo el piano, pero de manera muy personal, no para compartirlo con el mundo. Además el ambiente de competencia no era para él, no por el miedo a perder, sino que de momento no quería ganarse más enemistades sólo quería disfrutar del festival al lado de cierta hada pecas que lo tenía con la curiosidad de cómo luciría en el desfile.

A los estudiantes que representaban alguna de las casas reales en el colegio se les dio la oportunidad de acudir al desfile encabezando el contingente cada uno sobre su caballo y con sus respectivos escudos de armas, para darle la importancia y distinción a su estirpe. Terry formaría parte de este selecto grupo por lo que el Duque orgulloso de que por fin su hijo aceptara estar presente le llevó el vestuario propio que lo elevaba de categoría ante todos los demás estudiantes, no era una cuestión de protocolo, pero era un privilegio para el Real Colegio San Pablo contar con personalidades tan importantes en su alumnado y era la oportunidad para dar mayor realce a su prestigio.

Esas formalidades no le agradaban tanto al rebelde pero todo fuera por estar cerca de ella, quería verla vestida como hada espíritu de la flor.

Candy recibía su atuendo a unos días antes del evento y estaba que bailaba de alegría, llevaría su vestido vaporoso que sin ser tan amplio, era un atuendo que favorecia su color de piel, ojos y cabello, una corona de flores sobre la cabeza, por lo que debía llevar su cabello en un peinado diferente a la coleta y fleco que siempre tenía, Patty le daba recomendaciones de acuerdo a la moda, pero ella quiso mejor llevar el cabello suelto, las peinetas le incomodaban además no se sentía cómoda con su cabello lleno de incaíbles. En la prueba se veía tan linda que todas las demás chicas estaban celosas de como iba a lucir, hasta reclamaron a la costurera por darle mas elementos lindos al vestuario de Candy, pero no era el vestido, era Candy quien podía lucir hasta un costal de papas pues tenía siempre un brillo especial que brotaba de su interior y que se reflejaba en su dulce sonrisa.

Eliza esperaba a Annie afuera del salón donde se probaron los vestidos, se coló para verla y se dio cuenta de que la huérfana llevaría un vestido muy lindo, le dio mucha rabia que todo le estaba saliendo mal en sus planes y que hasta Annie tendría mejor vestuario que ella, cuando la chica salió de la prueba le dijo cosas para hacerla más insegura de lo que ya era:

-Annie querida, que lastima que no te dieran un mejor vestido, ese no te queda bien, como que te quedaba muy ajustado de la cintura, ¿no? –

Annie escuchaba todas las criticas ácidas de Eliza, sobre todo poniéndola en contra de Candy –De seguro la huérfana le pago a la diseñadora para que le diera las mejores telas, pero nada le quita lo corriente a su cara, ella siempre será una sucia huérfana de establo, por más seda que lleve puesta- la envidia se reflejaba en todo lo que decía Eliza. –¿Sería una pena que su vestido se dañara, no crees Annie?- tenía entre manos un plan para arruinarle todo a la maldita huérfana.

Annie no era tan mala como Eliza, si era frívola y vana, pero estaba muy feliz como para pensar en ese momento en hacer daño a alguien.

Candy llevó su vestido a su cuarto y lo puso colgado atrás de su puerta, se recostó para admirarlo y observaba los detalles tan lindos que armonizaban, las aplicaciones tan exquisitas que llevaba en la parte del busto y que simulaban alas de mariposa y flores en tonalidades azul plumbago e índigo combinando con los mismos colores del vestido esmeralda, era fascinante que alguien pudiera crear una cosa así de linda. Ella nunca se había fijado en esas cosas pero quería lucir bonita para que Terry la notara, al menos que volteara a verla, esperaba que por lo menos algún cumplido le dijera ese día.

Después recreando el momento de los dos juntos en su recámara, ella empezaba a imaginar: -¿Qué dirá Terry cuando me vea con este vestido? ¿Qué pasaría si Terry….?- se tapaba la cara y sentía arder sus mejillas -¿Cómo se sentirá un beso? ¿Será indecente como dicen las monjas?- en esos entonces el contacto físico era muy mal visto entre los jóvenes, sobre todo si no hubiera un compromiso, pues todo se reservaba para el día de la boda, así les hacían ver las monjas en sus pláticas de buenas maneras y de religión, no era bueno que una señorita se dejara tocar o que ella propiciara un encuentro así, por eso no era correcto que estuvieran a solas con un chico y mucho menos en su recámara. –Creo que exageran, no creo que un beso sea algo malo- era su conclusión, pero no contaba con la naturaleza apasionada del rebelde de San Pablo.

En el colegio todos los alumnos estaban tan ocupados con los preparativos y Candy no era la excepción, tenía clases de urbanidad extraordinarias porque en eso no era muy buena y se esforzaba en mejorar, además de los ensayos de baile en donde por el momento los chicos no podían estar con ellas interactuando sino hasta el ensayo general, donde podrían acoplarse en parejas. Todas las chicas estaban a la expectativa e incluso algunas competían ya por la atención de alguno de los chicos. Sobre todo del hijo del Duque.

Eliza se proclamaba la más bella y fina de todas: -Por supuesto que no pararé de bailar, yo aprendí desde pequeña en América en los cotillones de sociedad donde Anthony no me soltaba en toda la velada- ese comentario llegó a los oídos de una rubia que prefirió mantenerse al margen, -pero claro que si no fuera por la huérfana de establo él estaría vivo todavía- Annie y Luisa se llevaron la mano a la boca ante tal acusación –¿No tienes nada que decir Candy?, fuiste tu quien mató a Anthony, ¡No mereces estar en este colegio!-

-¡Eliza, no es verdad, yo no maté a Anthony!- Candy mordió el anzuelo, la pelirroja quería amargarle la vida y lo logró.

-Alguien tan despreciable como tú no debería ser parte del desfile ni del festival, ¿No es así chicas?- Luisa asentía apoyándola, pero Annie sentía pena por la que en algún momento llamó hermana.

Candy corrió a refugiarse al bosque para alejarse de las habladurías de Eliza y sentía un poco de abandono porque Annie no se acercaba a ella, hasta que empezó a llover tuvo que regresar a su cuarto, esa tarde Terry no apareció por la colina de Pony.

-¿Candy, dónde estabas? Te busqué después del ensayo pero no te encontré- le dijo Patty

-Fui por ahí- no tenía ánimo de platicar, aún tenía atravesadas las palabras de Eliza, aunque no fuera verdad su acusación, no se sentía digna de tener una alegría. Patty notó el ánimo de su amiga y le platicó:

-Sabes Candy, quisiera mostrarte algo muy importante para mí, te invito a mi cuarto- la llevó de la mano y ambas se sentaron en la alfombra persa que adornaba el suelo del cuarto de Patty –espera aquí Candy- entró al cuarto de baño y sacó una pequeña tortuga,-ella es Shulley, mi compañera de cuarto- la rubia rió con ternura –awww que linda amiguita tienes aquí Patty- la tomó en sus manos y la tortuga sacaba la cabecita de su caparazón –eres muy liindaaa Shulley- la acarició con su mejilla. –ella me acompaña siempre pues no me es fácil hacer amigas- Candy entendió la naturaleza introvertida de Patty y le causó un poco de tristeza que ella se sintiera tan sola, a veces ella también se sentía así, comprendió que en el colegio no siempre vas a hacer muchos amigos, pues de acuerdo a su nivel socioeconómico, la gente podría ser falsa, frívola o enemiga como en algunos casos.

-Le agradaste Candy, se ve muy contenta Shulley- Candy solo veía a la tortuga moverse, no entendía que diferencia notaba Patty.

-¿Patty no crees que Shulley necesite ir al jardín? Porque podríamos llevarla entre los libros para que pueda salir a la naturaleza.

-¡No Candy! ¡Ni Dios lo quiera! Si las religiosas la descubren me la quitarán y sin ella me sentiría muy sola- alarmada Patty por la propuesta veía la posible reacción de las monjas.

-Patty, no te angusties, una tortuguita como Shulley también necesita del sol, de las plantas, del aire, está muy encerradita en tu cuarto y le hace falta, pero será como tu quieras-. Candy pensó en la tranquilidad de Patty pues no era momento de ponerla nerviosa, ya habría tiempo para sacarla después.

-Tal vez tengas razón Candy, pero aún no me siento segura de hacerlo-

-Te entiendo Patty, cuando traje a mi Clin también tuve miedo que me lo quitaran las monjas, por eso él vive en el bosque y hasta ahorita ha sabido ocultarse muy bien. Clin ha sido mi compañero en mis tiempos de soledad, más que una mascota es un gran amigo que me comprende silenciosamente, y me ha ayudado a superar muchos problemas-

-Si recuerdo que a veces veía en tu balcón a Clin, es bueno tener alguien que nos escuche sin decir nada, ¿No es cierto Candy?-

-Jajajaja si ellos nos dan tanto sin decir nada, ¿sabes Patty? Te admiro mucho por ser tan valiente de romper las reglas, cuenta conmigo si necesitas algo para Shulley, ¿estamos de acuerdo?-

-Si Candy, gracias por tu amistad, no pensé que tu y yo tuviéramos algo en común, pues tu personalidad es muy diferente a la mía, pero ahora veo que sí- las dos chicas sonreían y jugaban con Shulley.

Llegó la noche y Candy fue a su cuarto a dormir, Patty guardo a Shulley en su bañera y se quedó pensando en aceptar la propuesta de Candy por en el bienestar de su mascotita. –Tal vez si es buena idea-

Al día siguiente después de clases Patty le pidió a Candy acompañarla a llevar a Shulley al bosque y Candy ni tarda ni perezosa, aceptó contenta y fueron al cuarto de Patty por la tortuga, iban en el pasillo volteando a ver si no había alguien mas y siguieron su camino, a punto de abandonar el edificio, en la vuelta de la esquina se toparon de frente con la Hermana Grey que supervisaba los preparativos del festival.

Las vió ponerse nerviosas y notó un bulto entre los brazos de Patty –¿Patricia O Brien, que es lo que ocultas ahí?- el momento más temido llegó para Patty, quien no podía decir mentiras, mostró a Shulley a la Hermana Grey y espantada la religiosa pegó un grito: -¡Ahh! ¿Qué es esa cosa tan horrible?- Patty temblaba de miedo y Candy respondió –es una tortuga Hermana Grey, es Shulley, mire es indefensa- tomo la tortuga acercándosela a la cara, el grito alarmó a todas las chicas alrededor y se congregaron para ver que pasaba –Patricia O Brien, deshazte de ese animal- Patty empezó a llorar y no quiso seguir luchando, pero Candy volvió a decir algo al ver el mutismo de su amiga: -Hermana porque no le permite conservarla, Patty es una chica tímida y Shulley ha sido su compañía en este colegio, por favor Hermana- la Hermana Grey reponiéndose del susto contesto: -por supuesto que no, la señorita O Brien ha ido contra las reglas del colegio, retire ese animal Hermana Margaret- le dio la orden a la otra hermana y se dio la vuelta –Hermana Grey, le pedí por favor le deje a Patty conservarla, no sea tan dura con ella, la vida en el colegio no es fácil para todas, con tantas reglas y prohibiciones- la monja ya enojada por la impertinencia de Candy, se dio la vuelta: -he dicho que no Candice, por su impertinencia las dos quedarán castigadas en la sala de meditación por dos días- dicho esto se dio la vuelta y se retiró, Patty tomó el brazo de Candy porque su amiga ya estaba demasiado molesta por la injusticia y estaba a punto de ir tras ella, la Hermana Margaret presenció todo esto y cuando Candy estuvo a punto de decir algo más la detuvo: -Candy es suficiente, no cometas otra falta, recuerda que han roto las reglas del colegio y eso no hará cambiar de opinión a la Hermana Grey- la voz seria de la Hermana Margaret hizo entender a Candy quien estaba a punto de cometer otra falta que empeoraría la situación de Patty y ella. –Hermana por lo menos déjeme conservar a Shulley, por favor, no la tire a la basura, yo me encargaré de dejarla en buenas manos- la Hermana Margaret que le tenía un cariño especial a todas las chicas y en especial a Candy, le entregó la tortuga confiando en el buen corazón de la rubia. –Voy a confiar en lo que me dices Candy pero prométeme que no volverás a cometer otro error- la rubia ya más tranquila viendo que Patty admitía con resignación la medida dijo –si Hermana se lo prometo, gracias por confiar en mí-.

Las dos chicas fueron conducidas al cuarto de meditación, se perderían el inicio del festival, si bien les iba las dejarían salir a tiempo para el desfile, pero conociendo a la Hermana Grey, tendrían que cumplir los dos días enteros en encierro, lo que apagaba el ánimo de la rubia.

-Candy lo siento mucho, por mi culpa no podrías ir en el desfile- lloraba Patty

-No te preocupes Patty, ya habrá otras oportunidades, además no me importaba mucho, de veras- Candy por dentro sentía una desilusión por no poder ir al desfile, pues sabía que sería algo espectacular, pero la tristeza de Patty la impulsaba a no dejarse caer, sino a animarla. Las separaron a cada una en un cuarto distinto y en la oscuridad de la habitación solo encontró una mesita y una cama junto a un ventanal inclinado que dejaba pasar la luz del sol. Aun era media tarde y el calor de Mayo arreciaba en el cuarto que carecía de comodidades. Afuera era hora de los ensayos de baile y esa tarde tocaban los valses vieneses que tanto le gustaban a las chicas.

-Bien Shulley, vamos a ensayar tu y yo el vals, la la la la la laaa- tomo la tortuga y se puso a bailar con ella sobre la cama, de tanta vuelta se cayó y se dio un golpe en la ventana, Shulley se cayó en la cama y ella sobándose la cabeza se percató que la ventana vieja había caído con todo y marco. –te has dado cuenta Shulley, no todo está perdido, ahora tu y yo iremos de paseo- con una idea en mente, se puso las botas y tomó la tortuga, salió del cuarto por la ventana, caminó por los techos y se encaminó afuera del edificio, a esa hora las monjas estarían concentradas en otras actividades así que no irían a buscarla sino hasta la noche a dejarle la cena.

En el ensayo estaba Annie poniendo los discos y dando vuelta al fonógrafo para que Eliza y las demás chicas bailaran simulando estar en parejas. Se había convertido en la sirvienta de ellas pues de tantas críticas, su ánimo iba decayendo, además que Archie no mostraba interés en buscarla después del cumpleaños de Candy, trató varias veces de encontrarlo pero Eliza la obligaba a seguirla siempre, sin dejarle tiempo para nada.

-¡Candy!- se le escapó decir a Annie cuando la vió corriendo en el tejado, Eliza paró de bailar –¿Has dicho Candy?- dijo la pelirroja, -No, solo se me imaginó verla, pero era otra persona-. –ella debe estar encerrada y con suerte no podrá estar en el festival, menos mal, así tendrás el camino libre con Archie ¿No crees querida Annie?- Annie simplemente asintió, aún estaba preocupada que Archie estuviera enamorado de Candy, tenía una confusión extraña, entre culpabilidad y arrepentimiento, pues Eliza no era la amiga que ella esperaba, era más vanidosa que ella, solo ella podía brillar, nadie más, a todas las humillaba y las menospreciaba, pero las otras chicas, eran más fuertes que ella, quien siempre había sido una miedosa, así que en lugar de ignorarla, se sintió afectada por todas las burlas y críticas que le hacían, sobre todo desde que había sido nombrada hada del desfile. Eliza ya tenía armado un plan para arruinarle el momento a Candy, pero muy satisfecha se enteró que la misma huérfana logró lo que ella buscaba.

Candy corrió al bosque sin ser vista y salió del colegio como aquella noche en que fue por la medicina para Terry, se atravesó a un cochero y le pidió la llevara al zoológico Blue River, el cochero al ver la sonrisa dulce de la rubia, la llevó y fueron platicando pues Candy en lugar de ir atrás, se sentó junto a él para ver el camino y los caballos, ese acto le agradó al cochero quien la llevó gratuitamente y la dejó en las puertas del lugar.

Candy preguntó por Albert y le dijeron que estaba en su hora de descanso y fue a buscarlo donde le dijeron, una cabañita maltrecha y pequeña, iba a tocar la puerta pero escuchó unas risas, le pareció reconocer un tono de voz y tocó la puerta: -¡Albert! ¡Soy yo Candy!- -bienvenida Candy- le abrió la puerta el rubio.

-¡Terry!- la voz conocida era del castaño que tomaba una taza de té con el rubio, ya se conocían de tiempo atrás y con frecuencia iba a platicar con su amigo.

-¿Se conocen?- dijo Albert sorprendido

-Si estamos en el mismo colegio- dijo la chica

-Ahh ya lo recuerdo, tú le ayudaste a Terry aquella noche, entonces son los rebeldes del San Pablo, el bebe y se pelea y tú te sales del colegio jajajajaja- Candy se avergonzó y Albert la invitó a sentarse con ellos.

-Hola pecas- Terry la saludó disimulando su alegría pues no acostumbraba a mostrar sus emociones en público.

-Hola Terry- saludó con una sonrisa que no pasó desapercibida por el rubio.

-Vaya Candy es una sorpresa verte por aquí- Albert interrumpió el momento, al notar la vibra entre ellos. –que piensas hacer con esa tortuga-

-Vine porque necesito que me haga un favor, es una íntima amiga de una amiga mía, quiero que usted la tenga-

-Una íntima amiga, de una amiga tuya, claro que sí Candy- se rasco la barbilla viendo a la tortuga -Gracias Albert- le dijo sonriente, entonces un empleado se asomó por la puerta le dijo a Albert que terminó su hora de descanso

-Discúlpenme chicos, debo de ir a trabajar, volveré dentro de dos horas, que se diviertan- se despidió y Candy sonrió al animalito –¡Bravo Shulley!- se volvió a abrir la puerta y era él de nuevo –Ah olvide lo más importante, dame la tortuga- Candy le entregó a Shulley despidiéndose de un beso al animalito y el rubio guiñándole el ojo en señal de complicidad, cerró la puerta y se llevó a la tortuga al área de reptiles y la dejó en prado que tenía un pequeño lago artificial.

Volvieron a estar en silencio, estaban a solas, ella no hallaba que decir, pues no se habían visto desde su cumpleaños, Terry se levantó a abrir la puerta, también estaba algo nervioso igual que ella, tratando de contener sus emociones, estaba de espaldas cuando le dijo –¿Quieres salir a pasear Candy?- pues estando fuera del colegio era distinto andar juntos. Ella solo dijo –¡Sí!-

Ella alegre salió junto a él, que traía las manos en los bolsillos para resistir la tentación de tomarle la mano, no quería llamar la atención de la gente que los viera, caminaron por el parque, los animales eran visitados por familias, parejas, niños de excursión corriendo admirados de cada espécimen que había en el lugar, ella recordó a los chicos del hogar de Pony al ver a los niños.

La algarabía de esa tarde con los colores de las flores en los pequeños descansos donde había bancas les dieron un ambiente propicio para jugar entre ellos, como veía a la chica algo pensativa, quiso romper la barrera de los nervios y que fijara más su atención en él, haciéndole bromas comparándola con los monos, Candy lo perseguía para pegarle, de repente el chico se le escondió y ella pensó que se había ido, pero volvió y con una sonrisa muy alegre le mostró sus manos llenas de dulces –la mitad- ella agradecida tomó los dulces de una de sus manos.

–Pensé que te habías escondido porque me tenías miedo- el lanzaba los dulces y los capturaba con la boca, –¿miedo yo?- Animadamente reía y le lanzaba miradas coquetas a la chica, se sentían muy relajados fuera del colegio, ella también quiso atrapar un dulce y no lo lograba, lo que hacía reír a Terry, otro dulce que lanzó tratando de imitarlo una ardilla lo capturó, reían alegremente al verla comerse el dulce –¡Qué bonita!- era muy gracioso el animalito masticando el dulce, Terry tomó de la cintura a Candy acostumbrado a su compañía, ella se sonrojó, en ese momento no había nadie alrededor y él la miró también algo sonrojado, ya no bromeaba solo se dejaba llevar por el ambiente tan ligero de los dos. Candy disfrutaba escuchar las risas de Terry, antes era más serio, pero desde que eran amigos reír era un hábito para el castaño.

Caminaron hasta sentarse en una banca y él le preguntó -¿Cómo es que estás aquí?- -Me escapé del cuarto de meditación- el abrió los ojos preocupado -¿Del cuarto de meditación, que fué lo que hiciste pecosa?- le platicó un poco lo sucedido con Patty y la Hermana Grey. Lamentó escuchar que tal vez no alcanzaría a ir al desfile del festival de Mayo. –Espera Candy, ¿Me estás diciendo que no podré verte en tu atuendo de hada?- ella ahora se sentía más deprimida por decepcionarlo –pues técnicamente no podré estar en el desfile ni en el baile, si me liberan hasta la tarde- Terry se rascaba la barbilla pensando que hacer –es una lástima pecosa, he sido invitado a ir con el contingente, incluso el Duque me ha traído el traje militar de gala de la casa Grandchester- Candy dejaba caer su mirada, nuevamente su mal comportamiento le traía consecuencias, además de no asistir, ahora se perdería de verlo tan guapo en el desfile. –Pero no te desanimes pecosa, esperemos la Madre superiora tenga misericordia de ti, aunque sigues infringiendo las reglas al salirte del colegio- le dijo esto pellizcando su naricita llena de pecas, no resistía la tentación de poner sus manos en ella. A Candy le pareció que Terry aunque en broma decía la verdad, ella era una chica incorregible, convertirse en una dama no era tan fácil, no era solo aparentar, sino comportarse siempre con decoro y respeto a las reglas.

-De hecho ya había invitado al tío William al festival, ahora me dará mucha vergüenza no poder recibirlo, incluso olvidé invitar a Albert- Terry que sabía realmente el secreto del patriarca, al darse cuenta que ella no estaba ni enterada del asunto confiado a él y su padre en la más absoluta confidencialidad, no quiso revelarlo pues rompería un juramento que le habían pedido respetar. Le molestaba que ella estuviera casi en el abandono por su tutor, aunque estaba bien protegida, era necesario que ella conociera quien la había adoptado, por lo menos tendría a quien recurrir en caso de un problema.

–Sabes Candy, creo que no debes preocuparte tanto por eso, estoy seguro que comprenderá, vamos, te acompaño a regresar al colegio- los dos pasaron por el lugar donde Albert estaba alimentando una jirafa y como estaba en un lugar elevado, solo le pudieron decir adiós con un ademán de lejos. Candy ya no quiso dar motivos para más castigos y se fueron caminando al colegio, no quedaba muy lejos, Terry veía la carita descompuesta de la chica y al darse cuenta que no había nadie en un tramo de camino, la tomó de la cintura como en el zoológico y la pegó a su cuerpo, así caminaron varias cuadras, él abrazándola de costado y ella recargando su cabeza en él, llegando al colegio se despidieron y se dirigió corriendo al cuarto de meditación.

Tenía mucho en que pensar, realmente quería estar en el desfile, pero más que usar un vestido elegante y ser aclamada por todos ella deseaba poder disfrutar con Terry todo el festival. Cada vez que lo veía sentía que se entendían más, ambos pensaban en lo mismo, cuando caminaron al colegio juntos volteaban a verse y sin necesidad de decirse nada se comprendían y acompañaban; desde aquella noche en el Mauretania la química entre los dos había evolucionado y era cada vez más evidente, era innegable que su amistad tenía un tinte de romance, habían compartido ratos muy divertidos, otros muy inesperados, aún en sus peores momentos de los últimos meses se fortalecía cada día su relación.

Ahora que estaba en aislamiento sola, sin ninguna de las comodidades que estaba habituada en su elegante recámara, se daba cuenta que no necesitaba nada más, el hecho de saberse enamorada era lo que llenaba todos los demás vacíos, no importaba ya si iba al desfile, si iba al baile, si el vestido fuera el más bonito, nada de eso importaba, solo quería participar de todo eso para verlo a él, para estar a su lado y ver qué otra sorpresa le deparaba la vida dentro de los muros del Colegio.

-Querido Dios te pido que se haga tu voluntad en mí, si tú quieres que yo participe del festival o que no lo haga, dame la fortaleza para sobrellevar siempre lo que pongas en mi camino, también te doy gracias por ésta lección que me has dado, empezaba a ser una engreída y a considerar más importante usar un vestido bonito y ser el centro de atención, cuando tus planes son mejores que los míos, gracias porque una pequeña tortuga me enseñó a apreciar el don de la amistad, gracias Dios.- así oraba para despedir el día hincada al lado de su cama viendo la luna y las estrellas –te pido por Paty, Annie, Stear y Archie y por Terry para que siempre sean muy felices, también te pido por Eliza y Neal para que cambies sus corazones- estaba convencida que Dios podría hacer el milagro de cambiarlos, pues confiaba que aún podría haber algo de bondad muy escondida en sus corazones.

Les hago entrega de este capítulo, espero les agrade, les comento que tal vez me tarde más de una semana en actualizar, pues estoy en los preparativos finales de un evento importante y muy esperado en mi familia, que tuvimos que posponer por la pandemia, que aún no termina, pero es tiempo de realizarlo. Por eso me disculpo por anticipado si me tardo en actualizar pues ando demasiado ocupada con trabajo, posgrado y este evento. El capítulo que sigue no quisiera apresurarlo, pues todo desemboca aquí, en el festival.

Nuevamente gracias a todas las que siguen esta historia, sus palabras me han llegado al corazón, me siento acompañada y comprendida en esta locura que nos une, Blanca G, LightGoigia, Mia8111,FIL5, Iris Adriana, ELYER G, Guest, Australia77. Les envío un cariñoso abrazo.