Los personajes de esta historia no me pertenecen, escribo solo con fines de entretenimiento.

EL FESTIVAL DE MAYO

Aún era de madrugada y a medida que transcurrían los minutos era más audible el alegre despertar en el Colegio San Pablo. El aletear de las aves y su canto fueron la primer melodía a escucharse ese tan esperado día.

En las alturas de la torre sur del edificio principal del colegio aún dormía en soledad la pequeña rubia pecosa que había pasado la noche mirando la luna y las estrellas desde la tibia camita que la arropaba, fue hasta que un pequeño golpe en su ventana seguido de un sutil canto de un ruiseñor lentamente la hizo volver a la conciencia y desperezándose fue abriendo los ojos. Luego se unieron más sonidos dulces de otros pájaros hasta que pareciendo un insistente llamado a la señorita dormilona lograron que ella se alzara en la cama y abrió un poco la ventana para seguir deleitándose con su canto. Le llevaron el desayuno consistente en huevos escalfados, pan de centeno con mantequilla, leche tibia, plátano y manzana. Olía delicioso y desde antes de que le entregaran su almuerzo su pancita ya rugía exigente del bendito alimento. La Hermana que le llevó el desayuno se sentó con ella a orar mientras ella desayunaba, después de la oración de los alimentos y un padre nuestro y tres aves marías, la dejó devorar su comida, Candy hambrienta saboreaba lo contenido en la bandeja, mientras la religiosa le leía un devocionario a la Virgen María, para que la chica pudiera prepararse espiritualmente a una consagración que año con año realizaba el colegio por esas fechas y que eso les alimentaba en su fe y su piedad.

La religiosa que estaba a cargo de Candy pudo ver en ella una mirada cristalina llena de inocencia, en ocasiones sonreía y estaba atenta a todo lo que le narraba. Al terminar su desayuno, la religiosa se llevó los platos y le pidió que se mantuviera en oración. No le dijo nada más y Candy se quedó encerrada escuchando cada vez más los ruidos provenientes de las calles aledañas del colegio donde la gente se empezaba a congregar para el desfile.

Su corazón estaba en paz, no es que no le importara, sino que ella había logrado comprender que hay cosas más trascendentales que el usar un vestido bonito, el ser la que destacara más, se sentía afortunada por todas las oportunidades que tenía gracias a la buena voluntad del tío William. Aun y si pasara el día encerrada, valoraba desde ya su propia vida, su suerte al estar en un colegio tan importante y planeaba aprovechar al máximo cada día al salir de ese encierro.

Alrededor de las diez de la mañana abrieron la puerta del cuarto de meditación mientras Candy estaba tranquilamente sentada en la cama viendo el cielo, era la Hermana Grey, que entró abriendo la puerta con la llave del cuarto; -buenos días Hermana Grey- se levantó Candy, -buenos días Candice, puedes sentarte- ambas se vieron un momento y la hermana quien llevaba un rosario en sus manos le dijo a Candy:

-Bien Candice, ¿Hay algo que quieras decir ahora que has vivido en retiro estos días?- sobria y atenta la rectora esperaba la respuesta de la chica.

-Hermana, sé que mi amiga Patty rompió las reglas, pero le aseguro Hermana que no fue para dañar a nadie, yo la defendí porque ella es muy débil de carácter y siento mucho en decirle que no me arrepiento de haber intercedido por ella, si por eso me quedaré encerrada más días, acepto entonces mi se sentía en desventaja, pues no quería comprometer su integridad y eso le iba a costar más días de aislamiento.

La Hermana que había escuchado con atención, se levantó de su silla y después de un silencio prolongado le dijo:

-Candice, tú provienes de un hogar atendido por personas consagradas a Dios, no es así?- Candy asintió

-Seguramente ellas te enseñaron a respetar a tus mayores y a tus maestros, verdad?-

-si Hermana- Candy le contestó

-dime qué pasaba en tu hogar si alguien desobedecía las reglas- Candy viendo hacia el lado derecho y abajo reflexionó e hizo memoria de algunas travesuras que ella cometió lo que le sacó una media sonrisa y de las peleas que tuvo con Tom, también recordó cuando Jimmy enfermó por seguirla a ella en la lluvia.

Bajó la cabeza y contestó: -siempre algo malo acontecía cuando hacíamos travesuras y la Hermana María nos explicaba que nuestros actos tenían consecuencias-.

-Entonces ahora lo que necesitas entender Candice es que la desobediencia de Patricia es el acto que se castigó, y que tu actitud debe mejorar, pues no es necesario faltar al respeto para pedir justicia- Candy levantó la vista sin entender.

-Mira, las mujeres tenemos en nuestro corazón un sentido de justicia, tu quisiste proteger a tu amiga, pero también debes permitirle aprender de sus errores. Las Hermanas y yo tenemos responsabilidad por ustedes y sus familias nos han depositado la confianza de cuidarlas, si algo le pasara a Patricia o a otra señorita por haber introducido un animal al colegio, nosotras podríamos perder incluso el colegio y nuestra misión de educar terminaría por exigencia de sus padres- para Candy sonaba lógico, pues eso es lo que siempre aprendió de la Señorita Pony y la Hermana María.

-Comprendo Hermana, me he comprometido con el tío William a ser una dama y le aseguró que pondré todo de mi para cumplirlo-

La rectora se sorprendió de encontrar en la rubia una personalidad tan íntegra. –Bien Candice, me alegro que este aislamiento te haya servido, me retiro entonces- se levantó del lugar y salió sin decir más.

Apenas salió pasaron 2 minutos en los que la rubia pensaba en las palabras que habían cruzado, entró la Hermana Margaret muy agitada como si hubiera subido corriendo las escaleras y apenas recobró el aliento le dijo: -Candice, la Hermana Grey te ha levantado el castigo, corre, el desfile está por comenzar- la chica, se levantó y con una risa de oreja a oreja le dio un abrazo a la Hermana Margaret y la giró brincando alrededor, mientras dejaba salir sonoras carcajadas que se escucharon en todo el pasillo. Abajo en el pasillo del colegio la rectora logró escuchar las risas de la chica, al lado de un invitado especial que se había apersonado desde las primeras horas en el Colegio para la organización del evento.

-Bien Señor George, hubiéramos deseado tener entre nosotros al señor Williams, pero comprendemos sus múltiples ocupaciones, le aseguro que su hija recibirá su encargo y que será una jornada memorable para ella-

-Gracias Hermana Grey, me alegro que haya reconsiderado permitir la participación de Candice en el festival, es una señorita muy diferente a lo que estamos acostumbrados, pero con un gran corazón, por eso fue que el señor William quiso protegerla con la adopción. Me retiro entonces para hacer llegar esta noticia a mi jefe.- La Hermana Grey coincidió con la misma opinión del empleado del patriarca acerca de la rubia, a quien apreció por su valentía y su lealtad.

Se despidieron y mientras tanto en el cuarto de Candy había una carrera apresurada por ayudarle en su arreglo personal, mientras se metió a bañar la Hermana Margaret había acomodado las pertenencias de Candy en cama, las zapatillas doradas, la corona de flores naturales que le habían trenzado con follaje y rosas en tono rosa claro, una banda que decía "Espíritu de la Rosa" y el hermoso vestido que simulaba los pétalos de una flor, pero con los colores elegidos por la diseñadora y que le sentaban mejor a la rubia. Como una tía, una madre o un hada madrina la Hermana Margaret sonreía al ver a Candy salir del biombo francés, que muy recientemente le había llevado el Señor George, como obsequio de cumpleaños de parte de él, traído de su país de origen.

-Candy! Te ves realmente como un hada de la primavera!- sonreía con dulzura la Hermana, ajustándole el vestido en un moño por la espalda y acomodándole los lazos de las mangas que la hacían lucir muy femenina. Le ayudó a cepillar sus rizos sin ningún adorno más que la corona de rosas.

-Gracias Hermana Margaret, no se que hubiera hecho sin su ayuda, no estoy habituada a usar estas cosas- hablando del corsé.

-Es necesario que aprendas a ser toda una dama Candy, ahora te voy a pedir un favor- le dijo esto poniéndose a su altura, pues la Hermana era más alta que ella –no olvides que tener una participación especial es un privilegio, pero es también una responsabilidad, pues eres imagen del colegio ante los demás. –sin embargo, lo que más te quiero pedir es que disfrutes esta día, no importa lo que suceda, sé siempre muy feliz Candy- le dio un abrazo y le mostró también una caja que su tutor le había hecho llegar.

-Tu padre ha enviado este obsequio para ti- Candy asombrada por la elegante caja con letras doradas y con etiquetas de un almacén lujoso de gran tradición en Londres, Harrods, lo abrió y encontró los dos disfraces de Romeo y Julieta, pelucas, antifaces, guantes, zapatillas y mallas, todo estaba ahí, la tela era suntuosa en tonalidades rojo sangre, rojo vino e hilos dorados, estaba boquiabierta admirando la maravilla ante sus ojos.

-Candy date prisa, el desfile está por comenzar- Candy cerró la caja y la guardó bajo su cama, corrió y solo regresó para darse un vistazo en el espejo apretándose las mejillas.

Por fortuna el carro alegórico de Candy era el último, seguido por los jinetes de las casas reales, los caballos los dejaron al último para evitar que se repitiera el maloliente incidente del año pasado. Se escuchaba la banda sinfónica al inicio del contingente con los himnos que habían ensayado marcando el ritmo de la marcha de todos los participantes. Solo sería un recorrido de un kilómetro en las calles aledañas pero habían adornado con flores gigantes de papel todos los arbotantes donde pasarían.

Un elegante castaño acomodaba su melena larga con la mano justo antes de subir a su yegua ataviada apropiadamente igual que su amo, quien usaba un traje de gala con el escudo de la familia Grandchester, el saco era color negro con cinta roja, el pantalón blanco y sus botas negras, su sombrero de copa le daba el toque de caballero inglés que desmayaba a las chicas que lo admiraban. Estaba por subir a su caballo, cuando escuchó una voz diciendo:

-Espérenme, yo también voy en ese carro- el maestro de física era el encargado de la logística del desfile y le indicaba donde sería su lugar, estaría de pie al centro de una rosa gigante color rosa pálido, unos tonos más arriba que la rosa dulce Candy. Terry la divisó cuando corría al carro que estaría avanzando en el contingente a unos metros de él y la alcanzó sin que ella se diera cuenta, pero fue hasta que sintió que una mano cálida le ayudaba a subir la escalerilla al final del grande remolque donde estaba su lugar como hada de la rosa.

-Terry…- ella dulcemente pronunciaba su voz y volteó a verlo subiendo las escaleras, mientras él admiraba la belleza natural de su pecosa.

Se había quedado sin palabras ante su pecosa. Pasó saliva y se quedó de pie admirándola llegar al centro de la rosa, nadie más podría ser mas adecuada para ese lugar, pensó.

Subió a su caballo y escuchó a los demás jinetes hablar de la belleza radiante del hada de la rosa, les echó una mirada amenazante para que no atrevieran a poner sus ojos sobre ella, aunque era inevitable, deberían estar ciegos quienes no admiraran semejante belleza.

-Nunca lo hubiera imaginado, estar aquí en el desfile, Dios, sabía que eras bueno, pero hoy te has excedido, esto es más de lo que pensaba- decía Candy para sí misma, Annie estaba a su derecha y también estaba lindísima al centro de un tulipán amarillo y ella con su vestido en tonalidades rosas se veía muy linda sin duda, las dos se sonrieron alegres, coincidiendo estar más que felices. –Candy, que linda estás- le dijo Annie –Gracias Annie, te ves muy hermosa, Archie no deja de admirarte- Annie volteó a ver a Archie que iba a dos caballos más atrás que Terry, -Lo mismo para ti Candy, Terruce no te quita la mirada de encima- Candy volteó a ver a Terry, quien a través del azul profundo de sus ojos le dejaba claro a la rubia que solo tenía ojos para ella. Candy sonrió con dulzura y le lanzó una rosa al castaño, quien la atrapó y besó mirándola seductoramente, ella se sonrojó pues es como si ese sensual gesto hubiera sido directamente a sus labios. Así transcurrió el desfile hasta que al finalizar, llegaron al colegio de regreso y Terry descendió de su caballo aprovechando la algarabía de todos mientras se acomodaban para una fotografía del recuerdo, él se ubicó atrás de su hada favorita y cuando todos voltearon a la foto, abrazó a Candy por la cintura pegándola a su cuerpo, no podía resistir más la espera de tenerla entre sus brazos, sus corazones agitados evidenciaban la emoción de esa primera vez abrazados así pero sin que nadie lo notara.

El rebelde la retenía en sus brazos mientras daban más instrucciones para otras tomas, cuando terminaron las fotografías, la soltó y ella volteó a verlo, él entonces le dijo: -Nos vemos en un rato pecosa- ella solo asintió pues estaba anonadada con la galanura de Terry, nunca lo había visto tan formal.

A lo lejos Eliza Leagan quien no formó parte del desfile, trataba de ver que pasaba con Candy y Terry, enfurecida, empujaba a los que no dejaban ver, estaba realmente lejos de ahí y las monjas la enviaron a ayudar a la colocación de los arreglos para el baile, -¡Eliza Leagan, te toca llevarte ese arreglo floral, vamos!- le decía la Hermana Marie encargada de decorar el gran salón donde se llevaría a cabo el baile. Refunfuñando molesta se retiraba sin haber podido presenciar el momento de los rebeldes.

Candy tuvo que retirarse para prepararse para el baile, que iniciaría a media tarde, Terry no perdía de vista a la chica que iba dejando una estela de admiradores por donde pasaba, lo que llenaba de celos al castaño. –¿Que no les han dicho que no es de caballeros mirar de esa forma tan indecente a una dama?- todos se voltearon y Terry se fue molesto a dejar a Teodora en el establo.

-¡Candyy, Candyyy! ¡Espérame Candyy!- gritaba Annie tratando de alcanzarla. Candy detuvo su carrera y con una sonrisa abrazó a Annie sin que ella pudiera decir nada –¡Oh Annie! Me alegro mucho que hayamos podido estar juntas en el desfile, ¡Me siento tan feliz!- la morena que había notado que Candy había cambiado mucho y tenía una alegría que la contagiaba a ella le dijo: -Candy, quisiera hablar contigo por favor- la rubia aceptó y la invitó a entrar a su cuarto.

-Tu cuarto es muy lindo Candy, eres la que tiene la suite más grande de todo el colegio-

-No me había dado cuenta Annie, pensé que todas teníamos el mismo tamaño de cuarto, siéntate por favor ¿De qué querías hablar?- aun tenía su reserva de la sinceridad de Annie, pero no podía dejar de darle una oportunidad.

-Quiero disculparme contigo por haber sido tan cobarde y no acercarme a ti, todo este tiempo tuve miedo que Eliza descubriera que soy del hogar del Pony, pero ya no soporto estar de su lado, es malvada y está planeando hacerte daño Candy- llorando y angustiada miraba con arrepentimiento a su antes hermana.

-No tengo nada que perdonarte Annie, siempre seremos hermanas y las hermanas en ocasiones se pelean, es normal, pero nunca dejaré de quererte Annie- le tomó las manos comprensiva y cariñosa, fue suficiente las palabras de Annie para volver a confiar en ella.

-¡Oh Candy! ¡Perdónamee! ¡Aahhhyyaayy!- toda una magdalena se dejaba caer en el regazo de Candy, quien le acarició la cabeza y le levantó la barbilla: -vamos a olvidar lo que pasó, ¿quieres? No debes llorar, vas a arruinar tu maquillaje Annie- la morena se había arreglado como su madre le había enseñado, con un peinado alto de bucles, se puso maquillaje en la cara que la hacía ver muy sofisticada, no le hacía falta y la hacía ver mayor.

-¡Candy eres tan buena, por eso todos te quieren! Incluso Archie- la morena bajaba la mirada y Candy notó un suspiro triste en ella.

-Annie, tu y Archie son tal para cual, ambos tienen un carácter afable y su forma de ser tan refinada los hace tener mucho en común, ¿Sabías que Archie también le gustan los mismos pastelillos que te gustaban a ti cuando éramos niñas? Una ocasión no le apenó embarrarse de la crema en su cara ante la tia Elroy- la morena reía tapando su boca con la mano.

Siguieron conversando por un rato acerca de ellas dos, de su infancia, de los padres de Annie, de su presentación de piano en el festival de mayo que sería ese dia por la noche en el gran salón concluyendo el baile.

Una vez sola en su habitación sacó de abajo de su cama la caja de los disfraces que el tio William le había regalado, pensaba en usar el disfraz de Romeo como diversión y para despistar a Eliza Leagan que no dejaba de seguirla.

Salió vestida de Romeo y se llevó la caja del disfraz escondiéndola en el bosque bajo un arbusto pues no dejaban internarse en las habitaciones mientras estaba el festival, para evitar problemas y tener mayor vigilancia de los alumnos, después del incidente donde Neal trato de lastimar a Candy, había mas supervisión en todas las áreas del colegio, pero en el bosque no, porque las señoritas por lo general no acostumbraban adentrarse ahí, excepto Candy.

Ya en el salón de baile empezaban los músicos a tocar los valses que tanto les gustaban a las chicas, sonaba el Vals el murciélago con la orquesta que el Duque de Grandchester les había traído de un conservatorio de musica que él financiaba. Patty y Annie estaban sentadas en la orilla del salón en la espera de que un caballero pudiera sacarlas a bailar. Candy vestida de Romeo saco a bailar a Annie, quien acepto al ver las pecas de Candy que conocía a la perfección y el guiño de ojo que era su marca característica. Ambas bailaban recordando los tiempos del Hogar de Pony y reian, lo que a la mirada de Eliza era sospechoso, pues Annie se había vuelto mas retraida en los días pasados y ahora al verla reir le parecía extraño, pero cuando vio la persona que bailo con Annie que ahora sacaba a bailar a Patty se le hizo aún mas raro.

Mientras Candy bailaba disfrazada de Romeo un notable caballero hizo su entrada haciendo voltear a la mayoría de las personas que estaban en el salón, a excepción de Candy que reía entretenida con Patty, Terry vestía su traje de noble inglés del siglo XVIII, se quitó el sombrero para tener mayor visibilidad y encontrar a la pecosa, aun no sabia como iria vestida, pero su corazón latía impaciente de verla.

Al no tener éxito en su empresa, recorriendo todo el salón, salió y se dirigió al bosque a esperar desde un árbol y desde ahí ver si pasaba la rubia.

Annie y Patty ya bailaban un minueto con Archie y Stear después de que Candy los emparejó a bailar y dejándolos sorprendidos de la capacidad de transformación de Candy.

Eliza se acercó a saludar a Romeo cuando iba por un vaso de limonada después de una contradanza que le hizo sudar.-¿Bailamos?- asi sin más le abordó, mostrando su abanico con sus tarjetas de baile y parpadeando coquetamente sobre las plumas del abanico.

-No gracias debo irme, búscate alguien mas- Candy fingió la voz para no ser reconocida por Eliza y con una reverencia teatral con su capa se despidió y se fue.

-¡Qué hombres, ninguno quiere bailar!- molesta por el rechazo después de haber cruzado palabra con ese extraño, además que también Terry la había ignorado cuando ella se le atravesó para coquetearle. Siguió a Romeo para verlo alejarse y saber quien sería, lo vio correr hacia el bosque y le siguió ocultándose en los árboles. –que caballero tan extraño, seguramente debe tener alguna conquista escondida en los arbustos- lo perdió de vista y buscó por todos lados desde donde estaba oculta, cuando iba a salir de su escondite, vió a Romeo quitarse una peluca y desvestirse revelando a su peor enemiga ante sus ojos. -¡Pero si es Candy! Maldita huérfana de establo, pero ya las pagará- se fue a buscar a sus amigas para decirles y planear como hacerle pasar un mal momento-.

Definitivamente no era su día, parecía que le habían puesto un perfume de zorrillo para repeler hombres pues ninguno había aceptado bailar con ella, lo que la enfurecia mas. Sus amigas estaban contentas en medio del baile y se hicieron como que no la vieron, ya sabían lo que les esperaba al ver la expresión enfurecida de su querida amiga. A la Leagan solo le quedo obligar al chico pelirrojo a bailar con ella, quien tímido e inseguro seguía las ordenes de Eliza, pero para acabarla de arruinar, los dos pies izquierdos del muchacho le dieron un pisotón en medio baile.

En lo alto de una rama una carrera desesperada hacía retumbar el corazón de un joven inglés que ante el inesperado panorama ante sus ojos se debatía si abrirlos o no, pues a solo unos metros de distancia una risa inconfundible lo había hecho voltear descubriendo que era su pecosa quien hacía una más de sus travesuras al acudir al baile disfrazada de Romeo, pero lo que despertó su inquietud y morbosidad era que mientras ella reía traviesa iba deshaciéndose de sus vestiduras, se quitó primero la peluca, luego desabrochó la capa y la dobló guardándola en la caja, descendió la mirada del chico al tiempo que también descendía el zipper de la camisa de Romeo, vió la cinta del corsé blanco de su espalda, dejando ver una piel lechosa llena de pequeñas pecas; su respiración se agitó aún más pues la rubia se había desprendido de los pantalones después de ponerse un pequeño medio fondo de falda y mientras ella acomodaba en la caja el disfraz completo de Romeo, pasó saliva al descubrir el encaje del frente del corsé adornando los dos pechos moviéndose mientras doblaba todo, estuvo a punto de decir algo, o bajarse de la rama, pero cruzó los brazos para controlarse y cruzó sus piernas para retener aún más sus impulsos. Se había debatido en taparse los ojos, en hablar para hacerse presente, pero prefirió callar obedeciendo al diablillo sobre su hombro, satisfaciendo sus instintos visuales más básicos.

Cuando vió a Candy vestirse de Julieta en un vestido amplio de corte renacentista en color rojo intenso con bordado en oro y al contemplar sus rizos en una cascada, se admitió conquistado por su belleza, ella no se percataba de lo bella que era y eso la hacía verse aún más hermosa, pues su naturalidad y su involuntaria femineidad eran su mayor encanto. Ella reía y cantaba, -¡Ahora si estoy lista para el baile! Gracias tío William por ésta sorpresa tan divertida.

-Quién dice que el hábito no hace al monje- reía Terry contagiado por la alegría de la chica.

-¡Terry! ¡Me estabas mirando me viste mientras me cambiaba de ropa!- ella verdaderamente sorprendida y demasiado sonrojada le reclamó.

-Tranquilízate te vi pero no te miré- el chico descendió de un brinco del árbol aún aturdido por la belleza de la rubia –pero Eliza descubrió tu Romeo-

-Que dices que Eliza me descubrió- recordó cuando la rechazó en el baile y pensó que podría vengarse de ella.

-Quizás Eliza vuelva aquí, tengo una idea Candy vamos a la colina- Terry tomó la caja de Candy y agarró la mano de ella y la llevó corriendo hacia la colina, la intención de él era poder quedarse solos sin que los interrumpieran, pues si iban al baile ella sería el centro de las miradas, además después de lo que presenció su corazón no dejaba de latir aceleradamente y necesitaba calmarse para poder verla a la cara.

Juntos de la mano corrieron felices y con la emoción de disfrutar juntos esa tarde tan llena de color e intensidad de sus emociones, llegaron a la colina y Terry se dejó caer en el césped haciendo que también Candy cayera con él, no dejaban de reir a carcajadas, su juventud, su alegría, inundaba su corazón con una sensación que emanaba del fondo de su corazón, y que seguía creciendo en ellos como una burbuja dentro de su pecho. Reían para sacar esa felicidad que irradiaban. Los narcisos florecían abiertamente en distintos colores, el aroma volaba con el viento y Terry dio un suspiro inundado de emoción:

-¡Qué hermoso día!- no solo era el cielo azul, ni el aroma de las flores que flotaba con el viento, no era el paisaje ante sus ojos, sino la rubia pecosa a su lado lo que hacía que pudiera expresarse con esas palabras.

-Si es muy hermoso- Candy se puso de pie para contemplar el paisaje, además que aun estaba algo incomoda con Terry por haberla visto vestirse, pero parece que a él no le importó, porque estaba de lo mas tranquilo, eso creia Candy, pero él tenía una mirada intensa hacia ella, no dejaba de verla, su media sonrisa la hacía temblar, asi que se sentó junto a él .

-En un día así fui de picnic- repentinamente Terry rompió el silencio que por un rato hubo entre los dos, sacó un tema de su infancia, era muy raro en él, miraba al cielo recordando –no recuerdo bien pero fue el único día con el cielo hermoso en donde mis padres estaban felices, a veces recuerdo sus risas y los buenos momentos que pasé a su lado-

Candy recordó a la madre de Terry, imaginaba que era una madre amorosa y tierna –es un hermoso recuerdo-

-Si pero es solo uno- el lamentaba no recordar otro momento donde él y sus padres juntos estuvieran felices, solo fue ése picnic que le había hecho mirar al cielo y al finalizar su relato bajó la mirada por volver a la realidad de no tener juntos a sus padres.

-En cambio yo no tengo ni uno solo, deberías aprovecharlo eh- ella giro su espalda para recargarse en él y seguir mirando al cielo, Terry volteó a verla sintiendo como ella iba penetrando en su alma, con su alegría iba pintando de colores sus días grises de soledad.

-¡Vayámonos de picnic un día, quieres?- la animosidad de Candy, aún a pesar de la falta de sus padres era algo que Terry admiró en ese momento, él tenía a sus padres, pero no podía gozar de más momentos como familia los tres, pero ella nunca conoció a sus padres y aún así no perdía la fe. Ella al invitarlo al picnic, tenia la intención de hacer nuevos recuerdos bellos junto a él, sus planes a futuro le dieron a Terry un destello de esperanza, de que nunca más estaría solo. El solo pudo decir –Candy- le tocaba a él como hombre ser quien le hiciera una propuesta, pero a Candy nunca le importaron las reglas, contrario a él que toda su vida había sido muy controlada. Ella seguía sonriendo imaginando el dia que pudieran cumplir su nueva promesa.

La chica pecosa no dejaba de sorprenderlo con su manera de ver la vida, mientras el siempre miraba hacia abajo, así como los narcisos inclinaban su cabeza por el peso de su corola, a él siempre le pesaba su pasado, se lamentaba de no tener la atención de su padre, ni el amor de su madre, culpaba a la Duquesa por su desdicha, aunque empezaba a mejorar su comunicación con él. Pero Candy no se lamentaba nunca sobre el pasado, los malos pensamientos los dejaba ir con el viento, siempre miraba hacia arriba pensando en lo que el destino le deparaba a la vuelta de la esquina.

Se escuchó una música conocida para Candy y recordó que era el vals que bailo con Anthony. –Linda música verdad-. Terry se puso de pie y con una reverencia la invitó a bailar. –Princesa Julieta puedo tener el honor de éste baile- extendió su mano y ella la tomó poniéndose de pie, sin dejar de mirarlo a los ojos.

Terry no dejaba de verla, con una suave expresión en su rostro, ella estaba fascinada de verlo sonreir tan deslumbrante, el día era propicio, el momento, la música, todo se conjugó para ese momento en que ella estaba en brazos de Terry bailando, reía, giraba, sin duda él era un caballero en todo lo que hacía, Terry la iba guiando en el baile con una soltura y una ligereza en sus pasos, ella con el disfraz de Julieta se veía hermosa, él posó la mano en su cintura acariciando sus rizos que no dejaban de hacerle pequeñas cosquillas al moverse de un lado a otro.

Ambos se miraban conectados, con la luz del sol de primavera en sus rostros, sonreían suavemente los dos embelesados por el momento.

Candy iba grabando en su memoria ese instante tan feliz como había guardado el momento de su primera vez bailando, ella rompió el contacto visual y él noto el cambio en su mirada. –¿Te pasa algo?-

-Recordaba que… no no es nada, solo que en verdad es un hermoso día.- Candy pensó en que mencionar a Anthony iba a romper el hechizo del momento y no quería perder de vista la profunda mirada de Terry, quien seguía bailando con entusiasmo tomándola de la cintura y acariciando los dedos de su mano derecha, la calidez de sus manos hizo que Candy sintiera una corriente como si fuera el vuelo de miles de pequeñas mariposas que acariciaban su interior de los pies a la cabeza.

Terry no quiso insistir, pues comprendía el alma de Candy. Terminó de escucharse el baile de ensueño y ellos seguían bailando como si siguieran escuchando la música sin parar, pero era la música que sonaba en sus corazones, hasta que Terry detuvo sus pasos y ella hizo lo mismo quedando cerca de él.

Terry acarició un rizo que llegó a la boca de Candy y lo retiró poniéndolo atrás de su oreja. Su mano fue delineando la barbilla de ella, que sonrojada veía la expresión intensa de la mirada de Terry que viajaba de su barbilla a su boca y de ahí a sus ojos, ella cerró los ojos disfrutando la caricia de Terry. El acercó su mejilla a la de ella, y empezó a bailar más lento pegándose a la figura de la rubia, inició una melodía romántica de piano que se escuchaba a lo lejos, así los dos con los ojos cerrados se movían al ritmo lento de la música y él acariciaba con su mejilla y su nariz la suave tez con olor a rosas de Candy, ambos llegaron a pegar de lado su nariz y sus respiraciones agitadas fueron el preludio para la caricia más dulce que jamás hubieran sentido en sus labios, un beso.

Ella temblaba de expectación y él sintiendo una leve indecisión en ella, tomó su barbilla y dejó caer sus labios en los de la chica, con un aleteo gentil y ligero, refrenando un poco la pasión que empezaba a bullir en su pecho, Candy al sentir por completo como la boca de Terry húmeda y tibia se rindió a sus besos, presionando instintivamente en los labios del castaño con los de ella. Detuvieron su improvisado baile y se dieron otro beso, Terry no quiso perderse el momento y abrió un poco los ojos para ver el rostro de su pecosa, se encontró con una apasionada Candy que sonrojada y sedienta de él, recibía dispuesta cada uno de sus besos, eso encendió más la hoguera en su interior, apretándola más a su cuerpo y recargándola en el árbol que los albergaba entre su tronco ancho, para ocultarse de cualquier inoportuno que quisiera interrumpirlos. Viajó sus manos a la cintura de ella, guiando primero los brazos de Candy a su cuello. Obediente ella se dejó enseñar a abrazarlo y besarlo, no había lugar para las dudas, ya nada los detenía, empezaron con pequeñas caricias y ahora los besos abrían a las puertas de la pasión que habían reservado para ese día hermoso del mes de Mayo.

Él fue haciendo el ritmo del beso cada vez más lento, para refrenar sus deseos que hasta ese día, jamás había liberado con semejante deleite. Pegaron sus frentes y el veía la carita tierna y avergonzada de Candy. Fue entonces que inspirado robó unos versos a Shakespeare:

-"Con las ligeras alas de Cupido he franqueado estos muros; pues las barreras de piedra no son capaces de detener al amor: Todo lo que éste puede hacer lo osa. El amor, que a inquirir me impulsó el primero; él me prestó su inteligencia y yo le presté mis ojos. No entiendo de rumbos, pero, aunque estuvieses tan distante como esa extensa playa que baña el más remoto Océano, me aventuraría en pos de semejante joya".

Ella en silencio escuchaba viendo hacia abajo apenada por haberse dejado llevar en una nube de electricidad, de magia, de sensaciones nuevas que hacían que su corazón latiera como nunca al escuchar la aterciopelada voz de Terry.

-Me gustas mucho Candy, quisiera pedirte que me des el honor de llamarme tu novio, de ser quien pueda estar siempre cerca de ti de ahora en adelante- Terry no podía evitar que su voz temblara, casi se ahogaba por la emoción, que no pasó desapercibida por Candy, pues volteo su mirada a la de él y logró ver que ya tenía una lágrima a punto de salir de su cuenca, pero con una sonrisa enamorada inconfundible.

-Sí, mi novio- con esas palabras y una caricia a su mejilla, ella le dio la seguridad de ser correspondido. Se dieron un fuerte abrazo, ella acariciaba su cabello de la nuca y olía su aroma tan varonil. Terry se emocionó tanto que el abrazo fue más efusivo y la levantó por los aires tomándola de la cintura, ella giraba en los aires con su risa cantarina y él con la risa que hacía que el corazón de Candy se agitara.

-Eso quiere decir que de ahora en adelante, tarzan pecosa será sólo para mí- la colocó en el suelo abrazándola y con una seductora sonrisa logró que ella se pusiera más nerviosa ante la posesividad del castaño.

-¿Ah si? - ella le devolvió la mirada coqueta. –Entonces arrogante rebelde tú serás para mí- lo dijo ella con dulzura en su voz.

-Y todas estas pequitas solo las besaré yo- diciendo esto beso sus mejillas haciendo que ella se riera por las cosquillas en su rostro –Terry…- empezaban a descubrir su amor entre la ternura de los primeros besos y de sus primeras palabras de amor.

Ambos se quedaron abrazados un rato, platicaron sobre el desfile y rieron al recordar la cara de Eliza al descubrir su Romeo, estuvieron sentados en el césped hasta que el sol empezó a descender y decidieron regresar al festival pues era la hora de la fogata donde todos los alumnos se habrían de reunir, el corazón de Candy y Terry ardía encendido aún con más intensidad que el fuego frente a ellos.

Chicas disculpen la tardanza, pero tuve que ausentarme para concentrarme en el evento de mis hijos, que fue de ensueño. Esta alegría sé que perdurará por siempre en mi corazon y mi memoria. Y pues aqui esta mi regalo por el festival de mayo, espero les agrade. Siempre quise que ellos pudieran quedarse envueltos en su nube con el baile de ensueño. Gracias a todas por esperarme, las quiero!