LOS PERSONAJES DE ESTA HISTORIA NO ME PERTENECEN, ESCRIBO SOLO POR FINES DE ENTRETENIMIENTO
LAZOS DE SANGRE
Había pasado los últimos meses en una precaria situación, su padre lo obligó a ir a México a trabajar, a pesar de las protestas de su esposa, que era una eterna consentidora de su querido hijo, a quien había malcriado toda su vida. De pequeño Neil Leagan era un llorón, pues su hermanita menor resultó una niña muy altanera y manipuladora, él estaba mas apegado a su mamá como lo son la mayoría de los primogénitos.
Pero aún así disfrutaba el dolor ajeno; en una ocasión un pequeño pájaro cayó de su nido y lo tomó para dárselo a su gato siamés, quien lo devoró sin piedad obedeciendo a su instinto animal. El observó toda la escena y el intento de escapar del pequeño pájaro, pero su felino amigo, sagaz e inteligente tomó ventaja de la situación, comiéndose al pobre pajarillo. Así fue alimentando su maldad, con pequeñas cosas.
Cuando era temporada de verano, aborrecía demasiado que su madre prefería pasar las tardes con su hermanita, solo porque era mujer, mientras él se quedaba con sus primos los chicos Cornwell y el chico Brower, quienes le llevaban un poco más de ventaja en los estudios, en estatura y en refinamiento. Los chicos trataban de integrarlo a su grupito en los juegos, pero la naturaleza de Neil contrastaba con los sentimientos nobles de Anthony y siempre discutían a la hora de quien ganaba en las carreras a caballo, o en los clavados en el lago, pues Neil siempre hacía trampa y el rubio chico era demasiado legal, no podía dejarlo ganar como le aconsejaban sus primos con tal de no hacer problema con él, pues sabían que la tía Elroy los retaría si el moreno llegaba llorando a acusarlos.
El día que Anthony murió no derramó ni una lágrima, simplemente cumplió con el formalismo de asistir al funeral- Lo detestaba porque Eliza prefería jugar con él cuando eran pequeños, luego entrada la adolescencia, solo escuchaba Anthony esto, Anthony lo otro, no podía hablar de otra cosa que no fuera como conquistarlo. Incluso notaba que la tía abuela lo prefería, solo por ser rubio y de ojos azules, le decía "mi angel" y lo abrazaba; mientras a Neil no le daba el mismo afecto, pero al perder a su angel, los chicos Leagan aprovecharon a ocupar su lugar de favoritos con la tía, haciéndole creer que eran más dulces y obedientes que sus otros sobrinos, siempre atentos de lo que ella necesitaba para ganársela, por consejo de su madre.
Estando en México trabajando con su padre, buscó la manera de autolesionarse para que lo enviaran de regreso a Chicago, hasta que sucedió un día que en la construcción de una obra, logró que unas vigas cayeran inculpando a los obreros de que pretendían matarlo. Llegó al lado de su madre haciéndose la victima y disfrutando en demasía las discusiones que por su causa tenían sus padres, la primer noche que pasó Neal de regreso a casa, su madre se quedó a su lado, culpándose por no haberlo defendido o cuidado suficiente, todo ante la mirada de resentimiento de su padre, su matrimonio iba bien hasta que su esposa puso a su hijo en primer lugar antes que él.
Simplemente la vida le estaba regresando lo que le correspondía por derecho de primogénito, así debió ser siempre, que su madre le diera su lugar y que lo defendiera de los castigos inmerecidos de las monjas y de su padre. Así fue que decidieron enviarlo a Escocia a pasar las vacaciones con su hermana y la tia Elroy. El día de su llegada su hermana ya estaba en la puerta de la mansión esperando verlo de nuevo, a pesar de su egoísmo la codependencia con su hermano mayor era muy notoria, pues era la única persona en el mundo en quien podría confiar al cien por ciento:
-Hermanito, bienvenido, por fin regresaste, ¿Cómo te fue con papi?- preguntó Eliza al recibirlo en la mansión Andrew de Escocia.
-Ya sabes hermanita, la verdad siempre sale y ya era hora que se diera cuenta mi papá del trato que me corresponde como heredero- se jactaba descaradamente mientras encendía un cigarro.
-Me alegro que estés de vuelta, ¿pero eso quiere decir que te quedas en Londres pasando las vacaciones?
-Eso depende hermanita, aún no decido si en realidad quiero quedarme aquí o tomarme un año sabático en Europa- se arreglaba el cabello en el espejo de entrada.
-Si es así, tienes que llevarme contigo hermanito, aquí me aburro enormemente sin ti, últimamente las cosas no me han salido como planeo, me haces falta- le dijo esto con un puchero caprichoso buscando el abrazo de su hermano.
-No tan rápido hermanita, ese boleto es solo de una persona, tendrás que acostumbrarte a estar sin mi por un tiempo, los hombres debemos conocer mundo y ampliar los horizontes, tu lugar está aquí, buscando un buen partido entre los lores y la realeza.
-Bueno, eso sí, ya tengo puesta la vista en alguien, pero la huérfana de establo siempre está encima de él, necesito que me ayudes a quitarla del camino hermanito, pero que esta vez sea definitivo
-Ah no querida, yo con Grandchester no quiero nada, eso arruinaría mis planes, ahí tendrías que arreglártelas tu sola, a lo mucho puedo yo ayudarte con la moza de establo, pero con ese no quiero más problemas- se excusó Neal, primero debía cuidar de si mismo antes que de los intereses de su hermana.
-Está bien me conformo con eso, pero tenemos que ser cuidadosos, para que la tia Elroy no sospeche nada.
-Bien, vamos al jardín para seguir platicando, aquí nos pueden oir.
Mientras tanto en la Escuela de Verano del Colegio San Pablo, la hermana Margaret había ordenado a las señoritas que eligieran un proyecto a realizar en sus vacaciones, que no sería evaluado sino para presentarlo al fin del curso, algunos de ellos era realizar un mantel bordado, otra era redactar un cuento o leyenda, otra era interpretar alguna canción cantada o tocada en instrumento y otra era ayudar en la iglesia cercana al campamento. Todas las chicas estaban contrariadas pues no iban con la idea de estar sujetas a tareas impuestas en sus vacaciones, la mayoría no quería estar encerrada, lógicamente, por la efervesencia de la edad.
Para esto nuestras chicas favoritas de la historia, habían elegido realizar el mantel bordado, pero Candy con todo y su revuelo alegre, les dijo a Annie y Patty que el verano debían disfrutarlo y que lo mejor era disfrutar el día, pero ellas siendo tan responsables de sus tareas, le dijeron a Candy que eligiera alguno de ellos, obviamente, no tenia la paciencia para bordar un mantel, ni se le daban las letras, tampoco estaba en sus planes encerrarse en una iglesia pues quería ver a su novio por las tardes, entonces lo único que le quedó disponible era interpretar alguna canción. Cómo habría de hacerlo, kimosabi, pero eso lo resolvería en el transcurso de los días, ya vería la forma en como cumplir con esa tarea, lo que mas le apuraba era que fuera la tarde para salir a verse con Terry como habían quedado la noche anterior.
Annie, pensó que quedarse sentada toda la tarde bordando iba en contra de sus impulsos juveniles y eligió interpretar una nueva pieza en el piano, así solo le dedicaría dos horas de la tarde a lo mucho y podría salir con los chicos y sus amigas.
Patty prefirió elaborar una historia de acuerdo a sus experiencias vividas en el verano, dándole forma como una novela juvenil, se hallaba en la época más feliz de su vida y quería dejarlo en constancia a través de su historia, nunca había tenido amigas como Annie y Candy y nunca había conocido un chico como Stear. Indirectamente plasmaba sus nuevas emociones que años anteriores le eran desconocidas, y que gracias a la amistad con cierta rubia, se había permitido hacer cambios en su vida que le hacían disfrutar mas su adolescencia, ahora al lado de cierto chico genio de lentes, lentes que ocultaban el reflejo de sus ojos azules enmarcados por su blanca piel y cabello castaño y que aunado a su afable carácter lo hacían más atractivo, Patty se veía envuelta en una nube de suspiros cada que lo veía, esperaba ansiosamente la oportunidad de encontrárselo.
Los chicos Cornwell habían acudido a buscar a la actriz de Broadway a su hotel en Edimburgo sin tener éxito, al parecer durante varios días iba a permanecer fuera del hotel, aunque ahí dejó el resto de su equipaje, parecía que se quedó en casa de amistades en un poblado cercano. Pero eso a los chicos no los desanimó, habían pagado a un empleado como informante para que les avisara si la señorita Baker se aparecía por ahí de nuevo. Dicho esto volvieron en su automóvil a la mansión Andrew a tomar el té con la tía abuela para después salirse a buscar a las chicas al colegio.
Al sonar las cuatro de la tarde terminaba el club de lectura en el jardín de la escuela de verano, la hermana Margaret leía a las chicas una obra clásica de Maria Louise Alcott, todas sentadas en una silla con una labor de bordado en sus manos, sonó la campanada de las cinco y Candy quien esperaba ya impaciente desde hacia mas de media hora ansiando ya el final de la lectura, fue la primera en ponerse de pie y ordenar su silla. Despues de esas horas de la tarde tenían libre hasta la hora de la cena, así que mas le valia darse prisa para encontrarse con Terry.
-¡Candy , espera! ¿A donde vas? ¿No vas a esperar a los chicos? Van a venir por nosotras para llevarnos a dar un paseo.- dijo Annie
-¡Oh, lo olvidé Annie!, pero vayan ustedes, estee.. quiero ir a dejar unas cartas al correo y creo que están por cerrar las oficinas, ¡que se diviertan!- ya no quería seguir ocultando su romance con Terry, le apenaba que tuviera que ser así, pero se fue antes de que le preguntaran mas o que le hicieran algún encargo, dejando a Patty y Annie viéndose una a la otra sin saber porque se iba tan repentinamente, ellas siempre se apoyaban con Candy porque les apenaba salir solas con los chicos, quienes en punto de las cinco de la tarde pasarían por ellas para pasear en su convertible.
Aceleró su paso mientras acomodaba su cabello que prefería llevarlo suelto solo con una banda del color de su vestido, para que no se viera tan alborotada su melena y checó su aliento, para ver si no guardaba un olor desagradable, el dulce de vainilla que tomó de postre aún hacía sus efectos en su aliento, esperaba que Terry no lo notara, pues olvidó lavarse la boca después de volver a escondidas a la cocina por una segunda ración.
Caminaba con prisa por toda la orilla del lago, en un camino que le permitia también ir trepando alguno que otro árbol, se detuvo en medio de su carrera cuando vio un pequeño pajarito en el césped:
-¡Oh pequeñin! ¿Que haces aquí bebé? tu mami seguro se quedo dormida y aprovechaste para escapar pequeño travieso, lo tomó en sus manos y lo acarició con su mejilla, el pequeño pajarito aún estaba débil y pillaba con dulzura confortado por las suaves manos de la rubia; Candy subió las ramas del árbol y encontró varios nidos pero el sonido cada vez mas cercano de otros polluelos le indicaba que debía ir más arriba y entonces ya a los diez metros de altura encontró el nido hogar de su nuevo amigo:
-Ahora si pequeñito, sano y salvo en tu hogar, más vale que te quedes aquí, a que regrese tu mami, pórtate bien aun no estas listo para salir del nido, quédate con tus hermanitos- sonrió Candy viendo al interior de un tronco donde había un nido con seis pajarillos más haciendo un alboroto ante el regreso de su hermano. Estaba conmovida que incluso entre ellos había una familia, fue bajando y logro ver que llegaban los papás de ellos cargados con lombricitas que les daban de comer en el pico, se escuchaba la emoción en sus trinos. Esa imagen la llenó de dulzura y a la vez contrariamente un dolor añejo en su pecho resurgió.
Caminó pensando en porque se sentía tan extraña, si estaba tan feliz, si el día era maravilloso, en silencio se sentó mejor a esperar en un claro donde podía ser vista por Terry cuando pasara, él no le había detallado donde podrían verse, ni donde estaba su casa, pero estaría pendiente por si lo veía pasar desde ahí.
Interiorizando en ella misma veía la inmensidad del lago frente a ella y las montañas a lo lejos, el ruido de los pajaritos, el vuelo de las mariposas que esporádicamente pasaban por donde ella estaba, no sabía que era lo que le causaba esa sensación de tristeza.
Siempre le gustaba convivir con los animalitos, con la naturaleza, pues sabía que Dios nos regalaba la creación como muestra de su presencia eterna entre nosotros, además de que todo era perfecto y armonioso, pero esa tarde al ver esa familia tan unida de pajarillos y sus padres, le recordó que ella no tenía eso, una familia verdadera. No es que jamás lo hubiera pensado, sino que le habían enseñado a ser agradecida por todas las bendiciones y por su vida, que era considerada un milagro, pues fue rescatada de un invierno helado a tan tierna edad, sus madres la educaron mostrándole que Dios la puso ahí por algo, que su vida tenía un propósito, y que era muy afortunada de estar viva.
Pero era inevitable en ocasiones ponerse a pensar en el lado opuesto de la moneda, en su soledad, en el desconocimiento de sus raíces, en porqué la abandonaron, porqué una madre podría deshacerse de su hija así en plena nevada. Ella jamás lo haría, aun si no tuviera recursos, jamás se alejaría de su propio hijo, era incomprensible como alguien podría separarse de un hijo, pero esos mismos pensamientos los mandaba acallar pues no era ella quien debía juzgar, solo Dios.
Se arrepintió de esos pensamientos y pidió perdón por juzgar sin saber en qué circunstancias habría estado su madre para desprenderse de ella. Concluido ese pensamiento volteo alrededor buscando a Terry, ya llevaba rato ahí sentada y no se aparecía por ahí.
Se recostó y viendo pasar las nubes pasó un rato más. Estiró los brazos y entre las flores encontró un libro "Romeo y Julieta" de William Shakespeare.
-¿De quién será este libro? Empezó a hojearlo cuando en eso escuchó atrás de ella una aterciopelada voz.
-Es muy agradable ver a una chica descansando en el césped, seguro te cansaste de trepar árboles, no es así pecosa?- la seductora voz de Terry rompió el silencio asustando a Candy, sin darse cuenta que el viento había levantado un poco su vestido descubriendo sus piernas.
Los pensamientos del chico le jugaban una mala pasada pues no ignoró que Candy no llevaba medias solo sus zapatillas, era una rebelde, por más que las monjas le decían que no era decente andar así, ella prefería su comodidad y con el calor inusual de ese verano no era para andar con medias, además que trepando árboles sería una lástima que terminaran rotas en el primer uso.
-¡Terry! ¿Me viste trepando? Entonces llegaste a tiempo y te escondiste para espiarme mocoso insolente- se puso de pie con sus manos en la cintura, obviamente no estaba enojada, era su forma de retarlo cuando quería pasarse de listo.
-Jajajajajaja, pero no te enojes se te notan más las pecas, mira, con el sol te han salido aún más jajajajaja.- reía divertido incordiándola. Hacía un rato estaba algo taciturno pensando en lo sucedido de la noche anterior, era tan distinto ahora el mundo junto a ella.
(inicia flashback)
Salió caminando de la villa Grandchester y se fue por la orilla del lago llegando a un claro donde pudiera encontrarse con Candy, pero prefirió ocultarse en lo alto de un árbol para evitar ser visto por la misma dama que la noche anterior lo fue a buscar, por si a ésta se le ocurría pasar de nuevo a buscarlo.
Las ojeras en sus ojos eran imperceptibles, sin embargo la mala noche que pasó por causa del insomnio le hacía sentirse un poco desganado y algo irritable de carácter. La desazón que sentía por recordar la noche en que fue a verla al teatro y no pudo recibirlo, luego al visitarla en su casa creía que podría ser diferente, que ella podría acogerlo y darle el cariño de madre que tanto le hacía falta, a pesar de haber crecido sin ella, algo le decía que no podría fallar si intentaba acercarse a ella para reanudar su relación madre-hijo. En ese entonces era un tiempo complicado para el joven Grandchester, pues ya no era tan manipulable como cuando era niño, su padre aún lo ignoraba ya que la duquesa lo ponía en contra de su hijo mayor, le hacía ver sus errores y su mal carácter.
El Duque se cegó creyendo que había fallado como padre de Terry y que ya no tenía remedio, quizás con sus otros hijos no habría de sucederle lo mismo si no los descuidaba como a su primogénito, lo vió como un caso perdido. Terry no recibía atención, ni el saludo de su padre, no podía tener el más mínimo acercamiento del Duque, porque ahí estaba su madrastra siempre procurando apartarlo de él; ni siquiera días antes de Navidad, cuando lo ignoró por completo mientras la duquesa le ponía sus otros hijos sentados en sus piernas para tomarse la fotografía de familia, fotografía a la que él no fue convocado pero se dio cuenta de ello, fue ese día que decidió ir al puerto a conseguir un pasaje para ir a buscar a Eleanor y se embarcó a buscarla para rogarle un poco de cariño. No le importó pasar la navidad en altamar, era preferible estar lejos de todo lo que lo agobiaba en Inglaterra.
Ahora las cosas eran al revés, él ya tenía un mayor entendimiento con su padre y su madre lo buscaba y no sabía si había hecho bien en dejarla fuera de la villa, su mente estaba confundida, pero su orgullo era mayor, ese dolor en su corazón por el desprecio no desaparecía.
Se sentó en una rama y fue cuando la vió a distancia, ella parecía realmente un hada del bosque, vió toda la escena del pajarillo y cuando lo puso en su mejilla su corazón se enamoró más de ella, acaso podía ser más dulce, su imagen fue un contraste a lo que entristecía su corazón, realmente ella llegó en el momento indicado, a iluminar sus días grises y solitarios, la necesitaba tanto en ese momento, estaba por bajar del árbol, pero prefirió observarla, era una maravillosa escena verla ser ella misma, trepando el árbol para luego gentilmente dejar el pajarillo en su nido, vio algo diferente en su expresión, la conocía tanto que le inquietó verla descender de las ramas en silencio.
Pero eso no era todo, verla sentada en el césped con la puesta de sol era como una pintura, se había quedado contemplándola que olvido que ella lo esperaba. Vio su falda moverse con el viento dándole la vista de sus blancas piernas, entonces su naturaleza celosa lo hizo apurar el paso para evitar que alguien más pasara y la viera así.
(termina flashback)
-Ven siéntate un momento Terry, acabo de encontrar este libro, mira.- le mostró el ejemplar de la obra clásica de Shakespeare.
-Este libro es mío pecosa- lo tomó en sus manos y empezó a leer la inscripción en la segunda hoja, la dedicatoria que su madre le había hecho para regalárselo hacía algunos veranos. Ese libro lo tenía en la biblioteca de la villa de Escocia así como otros efectos personales, pues si lo llevaba al castillo en Londres la duquesa cara de cerdo podría desaparecerlo junto con todos sus tesoros.
-¿En serio? No sabía que te gustaran las piezas de teatro- ella lo sacó de sus cavilaciones.
-Candy, aunque llegues a tener ochenta años siempre serás la misma- la imaginó igual de traviesa, sonriente y bondadosa pero con su cabello blanco.
-Terry, no digas esas cosas- Candy creía que la gente podía cambiar, que puedes ser cada día tu mejor versión, que el amor transforma la vida de las personas.
-y yo seré el mismo Terry aunque sea un caballero de pelo blanco- se imaginó igual a su padre y probablemente su vida estaría llena de obligaciones por su linaje.
-serás muy distinguido, verdad?- Candy se refería a que tendría un lugar privilegiado en la sociedad, a ella no le importaba en lo más mínimo si él en un futuro llegara a ser un Duque o si fuera un cargador de barco, le importaba Terry por quien era y lo amaba así como era.
-quiero decir que jamás se deja de ser uno mismo- la vida le había enseñado que las personas ya tienen su destino desde que nacen, no había conocido otro tipo de vida, a pesar de que últimamente se llevaba mejor con su padre, no estaba del todo de acuerdo a seguir una vida llena de obligaciones y tal vez un matrimonio arreglado, no poder tener ilusiones, porque todo estaba planificado desde antes de nacer, solo por ser un Grandchester.
-… pero actuando en teatro…- su semblante cambió y tomó el libro de color rojo escarlata, como si abriera una puerta para adentrarse en otro mundo.
Él viendo hacia el cielo le dijo:
-puedes ser rey, mendigo, cualquiera, puedes matar con justicia- una pasión empezaba a llenar sus venas, revivió la emoción que tuvo la primera vez que leyó un libro de Shakespeare. Candy contemplaba esa emoción y se contagió de ella.
-Y también puedes enamorarte- la tomó en brazos acercándola para besarla, pero la engañó solo de dio un beso en la frente. Ella se sorprendió porque se había descubierto ante ella una nueva faceta de Terry y era como si fuera otra persona.
-el escenario es un pequeño y maravilloso mundo lleno de hermosos sueños- Candy escuchaba fascinada a su novio. Se decía a sí misma: "Terry es deslumbrante, nunca antes le había visto esa expresión", estaba impresionada por la pasión que reflejaba en sus palabras.
Terry empezó a leerle un pasaje de Romeo y Julieta.
ROMEO (a JULIETA.)
Si mi indigna mano profana con su contacto este divino relicario, he aquí la dulce expiación:
ruborosos peregrinos, mis labios se hallan prontos a borrar con un tierno beso la ruda impresión
causada.
Terry le toma la mano con gentileza a Candy y la estrecha con la suya enredando los dedos de ambos, ella sonríe sin decirle nada, parece que día a día la conquistaba cada vez más con esos gestos; luego le pasa el libro para que ella lea la parte de Julieta.
JULIETA
Buen peregrino, sois harto injusto con vuestra mano, que en lo hecho muestra respetuosa devoción;
pues las santas tienen manos que tocan las del piadoso viajero y esta unión de palma con palma
constituye un palmario y sacrosanto beso.
Terry deja en el regazo de Candy el libro y ambos le dan vuelta a las paginas, se acerca más a ella pegando su mejilla a la de ella y poniendo el otro brazo tras su espalda y lee el siguiente parlamento con una suave y aterciopelada voz.
ROMEO
¿No tienen labios las santas y los peregrinos también?
Candy seguía la lectura algo nerviosa pues ya había leído la obra y sabía que era un diálogo de intimidad de los dos amantes adolescentes.
JULIETA
Sí, peregrino, labios que deben consagrar a la oración.
Ya sonrojada, seguía la lectura con su dulce voz, que combinada con el vozarrón de Terry hacían una perfecta combinación, ya no leían alto, sino que sus voces denotaban la intimidad por la cercanía de sus cuerpos y sus corazones.
ROMEO
¡Oh! Entonces, santa querida, permite que los labios hagan lo que las manos. Pues ruegan, otórgales
gracia para que la fe no se trueque en desesperación.
JULIETA
Las santas permanecen inmóviles cuando otorgan su merced.
ROMEO
Pues no os mováis mientras recojo el fruto de mi oración. Por la intercesión de vuestros labios, así,
se ha borrado el pecado de los míos.
(Le da un beso.)
Terry la toma de la barbilla y la voltea hacia él, saboreando con sus ojos la humedad de los labios de Candy y los roza ligeramente, con tiernos besos, mientras el viento vuela los cabellos de ambos, se quedan conectados en un beso que alborota las ansias de los dos, alrededor no había nadie, era un lugar solitario, la tarde empezaba a caer y los rayos débiles del sol retrataban el momento en que los dos se dejaban llevar por ese dulce beso. Terry acariciaba con sus dedos el rostro de Candy, sus tiernas pecas, sus pequeñas orejas, mientras ella se soltaba para poner sus manos en el cuello de su novio para rendirse a sus caricias, él la acercó más a él por la cintura sin dejar de besarla.
-Mi Julieta pecosa… Candy mi amor…hasta tus besos son dulces- decía en sus labios que sabían a vainilla, mientras ella ronroneaba deseando que no la soltara, no hablaba para que siguiera besándola.
La naturaleza apasionada del castaño lo impulsó a recostarla en el césped para ponerse ligeramente sobre ella sin poner todo su peso, recargándose en un costado mientras ella se dejaba acomodar. Los dos se sumergieron en su propio mundo, por un rato entre besos y nuevas caricias, Candy con su vestido de escote cuadrado dejaba ver sus clavículas que Terry acariciaba suavemente con la punta de los dedos como queriendo colarse en el interior de su vestido, ella no le impedía nada agitada por la pasión. Hasta que escucharon a lo lejos el motor de un auto. Estaban fuera del camino, no podrían verlos si alguien pasara en automóvil. Terry abrió los ojos y vio el rostro sonrosado de su pecosa, con el cabello esparcido en el césped.
-Quédate así pecosa, me gusta como se ven tus pecas desde aquí- ella se quedó viendo el rostro de Terry que reflejaba una gran tranquilidad, era tan bello estar así los dos, apartados del mundo, sin que nadie interrumpiera, sin el temor a ser descubiertos por las monjas, apreciaron esa nueva libertad de estar al aire libre, aunque a ambos se les prendieron las alertas cuando escucharon el motor de ese auto, sobre todo a Terry.
-Ven, acompáñame a tomar el té Candy- se puso de pie y le dio la mano para que lo siguiera.
-¿Seguro que tu sabes preparar el te?-
-Pero por supuesto, soy experto en preparar té- le dio la mano y siguieron caminando hacia donde estaba la villa.
-¿Candy que es lo que te pasaba antes que yo llegara?- preguntó Terry volteando a verla.
-¿A que te refieres Terry? no me pasa nada- Candy no sabia que decirle, pues no podía creer que él pudiera leerla tan a fondo.
-Algo te pasó, ví tu rostro mi amor, y no te había visto así antes- la detuvo para que lo viera a los ojos.
Tan inmersos estaban en su conversación que no se dieron cuenta que había una dama esperando afuera de la villa.
-Terry, tienes visitas- dijo Candy haciéndolo voltear. El se soltó intempestivamente de Candy y se adelantó.
-¿Pero cómo es posible todavía estás aquí?- la expresión tan dura en el rostro de Terry asustó mucho a Candy, jamás lo había visto así, tan enfurecido.
-¡Escúchame Terry por favor! necesito hablar contigo antes de irme- Candy no podía creer la escena ante sus ojos, Eleanor Baker, la famosa actriz de Broadway realmente era la madre de Terry y estaba ahí rogando que la escuchara.
-Ya te dije que yo no quiero hablar contigo, ¡vete!- el desprecio y rencor en su voz sorprendieron a Candy pues apenas hacía un rato estaban pasando un momento agradable.
-¡Terry!- lo reprendió Candy por ser tan grosero con su madre, se dio cuenta que a lo lejos se veian personas acercándose por el camino, -viene gente, abre por favor- le dijo Candy compasivamente tratando de hacerlo entrar en razón. Terry volteó a verla, a ella no podía negarle nada, su dulzura siempre lo sosegaba, Eleanor no podía creer que alguien pudiera hacer cambiar de opinión a un Grandchester, su gesto cambió de inmediato de uno de enojo a uno de gentileza.
Adentro de la villa Candy los dejó un momento solos para que pudieran entenderse, había que darles la oportunidad de que pudieran llegar a hablar, mientras ella iba a prepararles un té para que se tranquilizaran.
Terry con todo el resentimiento que tenía solo podía hilar frases cargadas de odio y sarcasmo, cada palabra que decía hería el corazón de Eleanor, porque ella no tenía nada qué decir, estaba en desventaja, siempre lo había estado, amaba a su hijo, cada verano Terry iba a Escocia para encontrarse con ella, por lo menos unos días, era el terreno neutral permitido por su padre el Duque, para que ella pudiera acercarse a él.
(inicia flashback)
Cuando era pequeño, su madre no tenía permitido acercarse a Terry, lo veía a lo lejos jugar con su papá, luego le compró su caballo, en ocasiones lo veía jugando con un perro, con una oveja, pero solo. Luego al paso de los años lo veía creciendo y ya no salía al jardín, a veces se escuchaba el piano toda la tarde y pocas veces se asomaba hacia afuera, al tener Terry diez años ya no lo acompañaba su padre a sus vacaciones, pues él pasaba el verano con su nueva familia.
Fue muy doloroso verlo a distancia tanto tiempo sin poder acercarse, por eso una ocasión envió una carta a Terry en su villa de Escocia, le pidió al ama de llaves que estaba encargada de cuidar del niño, que se la entregara, en esa carta ella le pedía verlo. El ama de llaves obedeciendo las órdenes del Duque no permitió que esa carta llegara a manos del niño y vigiló que no se acercara a la propiedad. A esas alturas Terry creía que su madre había muerto, por lo que siendo un niño, podría afectarle la noticia, no fue sino hasta que ella una vez se le cruzó en el camino cuando él montaba a caballo. Ella se atravesó para alcanzarlo y cayó lastimándose el tobillo, Terry de naturaleza caballerosa, acudió a su auxilio y vio en sus ojos su mismo reflejo. No hay duda que la sangre llama, él sintió una empatía con esa mujer, algo extraño en él despertó, como si la conociera de toda la vida, pero se asustó tanto que la dejó ahí y se fue.
Luego al día siguiente ella lo encontró sentado en el lago viendo las montañas a lo lejos y aunque tuvo miedo de acercarse pudo por fin establecer comunicación con él. Ahí sentados esa tarde pudieron platicar y Terry se sorprendió muchísimo al enterarse que ella era su madre, al principio no lo podía creer, pero Eleanor le mostró una foto que se había tomado el día de su bautizo donde salían los tres, le pidió perdón por no haberse acercado antes pues tenía miedo a que la rechazara, fue así que la nobleza en el corazón de Terry le dio la oportunidad de escucharla y perdonarla, entonces recibió de su madre un abrazo cargado de amor, que necesitaba desde que los habían separado a sus tres años de edad. El ama de llaves se dio cuenta de su error por obedecer la orden del Duque, ella era madre de un niño pequeño y al enterarse de la historia de ellos, se compadeció y accedió a recibir a la madre de Terry en la villa, aún corriendo el riesgo de ser despedida, pues le había conmovido que luego de estar tan solito el niño, porque su padre lo desplazó por su nueva familia, ahora volvía a sonreir con la compañía de su madre.
En cada año que lo visitaba en la villa su madre le daba un pequeño recuerdo de su encuentro, un sweater, una capa azul, una partitura de piano y ya llegando a su adolescencia un libro de Shakespeare "Romeo y Julieta".
Ambos estaban deseosos de encontrarse, ella siempre le explicaba porqué no podía vivir con él, el hecho que el Duque le haya dicho que su madre había muerto hizo surgir en Terry un rencor que nunca había conocido, Eleanor le pidió que no contradijera a su padre, que así debían ser las cosas, que cuando él fuera mayor podría irse con ella a pasar temporadas en América, pero que por ahora solo podrían encontrarse de esa manera.
Terry aceptó las condiciones, pero hubo algunos años en que el Duque sospechaba e insistía en acompañarlo a Escocia, así que Eleanor no pudo acercarse y se fueron distanciando cada vez más. Por eso el invierno anterior Terry necesitaba verla, ya era insoportable el trato que recibía de su padre, las pocas veces que podía hablar con él, pues la Duquesa siempre interfería entre ellos.
(termina flashback)
-Por favor escúchame una sola vez- le rogaba Eleanor a su hijo quien le daba la espalda, lo hizo solo porque se lo pidió su pecosa, pero no podía dejar de sentir el resentimiento por su abandono.
-¡Cállate! No te conozco, no se quien eres, yo no tengo madre- las palabras de Terry herían el corazón de Eleanor como si le atravesara el corazón con un florete como los que tenía frente a él en la chimenea.
-Compréndeme en aquel momento no pudo ser de otro modo- ella se avergonzó de esa noche fría en que no pudo estar con él, su contrato en la compañía de teatro estaba condicionado a que no debía de casarse ni relacionarse con ningún hombre, para mantener su carrera, pues todas las actrices terminaban enamorándose de su coestrella y se retiraban de los escenarios, pero ella siguió adelante porque debía luchar para mantenerse en pié, su situación no era fácil pues las actrices se les consideraba como prostitutas, por el hecho de usar demasiado maquillaje e interpretar escenas de besos y abrazos en el escenario, además de que los hombres de todas las edades la asediaban. Después de haber perdido a su Terry de niño, su vida se derrumbó, la familia de Richard Grandchester usó sus influencias para que todos los teatros le cerraran las puertas y no tuviera trabajo, le costó mucho encontrar alguien que creyera en ella y pudiera subir de nuevo a un escenario.
Trataba de aguantar las lágrimas porque sabía que por más que le rogara y le llorara, eso no iba a ablandar el corazón de su hijo, no sabía qué decirle para que pudiera entender porqué no pudo verlo, y que ella tenía que subsistir con su profesión y que esa vida es muy difícil para una mujer, a pesar de ser un mundo de sueños.
- Estados Unidos en invierno, qué viaje, pero tu fuiste más fría que el invierno, no quisiste verme cuando fui al teatro a buscarte- podía sentir aún el frio calarle en los huesos, se puso de frente a la chimenea para sentir el calor del fuego, a ver si así amainaba un poco ese sentimiento de abandono.
-Lo sentí tanto- ya no podía seguir reteniendo sus lágrimas –¡lo sentí tanto Terry!- no tenia mas argumentos, ella reconocía que como madre, no había sido la mejor, estaba realmente atada de manos, no podía aparecerse en la vida de Terry en Londres para llevar una relación mas normal, porque nadie debía saber que Terry era hijo de un primer matrimonio del Duque.
-No debi haber hecho semejante viaje para verte-
-Pero luego corri detrás tuyo-
-No necesito tus disculpas, ¡vete, vete!- era tanto su odio y rencor que empuñó las manos como si estuviera a punto de asestarle un golpe.
-¡Basta! ¡Basta Terry!- Candy irrumpió ante la discusión acalorada que tenían Terry y su madre, entró al salón con sólo dos tazas de té para Terry y su madre, estuvo esperando que ellos pudieran hablar, pero él tenía cerrado su corazón, era demasiado orgulloso, todo su sarcasmo y odio los había acumulado para ese momento, descargándolos en contra de su propia madre.
-Terry, … tienes que ser generoso- Candy cambió su tono de voz por uno más suave esperando que él también se tranquilizara, Eleanor volteó a verla, como era posible que Terry la escuchara a ella y pudiera dialogar tan bien después de haberle gritado a su propia madre.
-¿No lo soy?- de nuevo la ironía en voz de su novio, era terrible escucharlo hablar así con esa actitud autodestructiva.
-¡Estás mintiendo, quieres a tu madre más que a todos, pero finjes que no es así!- Candy leía a través de las expresiones de Terry, aunque él no le dijera nada, su soledad, su aspecto nostálgico, su carácter taciturno eran por su madre, por la necesidad que tenía de ella, a gritos clamaba amor, todos sus gestos y pataletas de niño irreverente eran por la ausencia de su madre, todo ese dolor había hecho un Terry resentido con la vida.
-Mi madre, no me hagas reir- era tan triste escucharlo hablar de esa manera tan despectiva y humilladora, pero que más se podía esperar si es lo que a diario veía en el castillo y es lo que había recibido siempre de su padre y sobre todo de la Duquesa. La boca habla de lo que está lleno el corazón.
-Mire esto Señora- le mostró el libro que encontró en el lago y Terry se sintió descubierto por ella, bajó los brazos como si le quitaran por fin el florete en un combate de esgrima.
-Eso es…- Eleanor no podía creer que aun conservara el libro que le dio, y mas aun que lo leyera.
-Terry estudia piezas de teatro- Candy tomó el mayor de los riesgos, perder la confianza de Terry, lo iba a poner en evidencia, pero era por su bien, ya no debía guardar tanto rencor, había que tomar medidas drásticas, tenía fé de que después de revelar la verdad de Terry podía caber la reconciliación.
-¡Cállate!- le gritó a Candy, él aún no estaba listo para dejar ir el ultimo vestigio del rencor hacia su madre.
-No le haga caso Señora, diga lo que diga de su madre, tiene su misma sangre- cada palabra que ella misma decía le iba doliendo, no comprendía como Terry teniendo a su madre de frente pudiera despreciarla, porqué le costaba tanto perdonarla, si ya había hecho las paces con su padre, quien también le causó tanto daño, porqué repudiaba acercarse a ella y aunque le dio miedo enfrentarse a él con el riesgo de perder su cariño, lo creyó necesario para que ya no hubiera más huecos en su corazón.
-¡Terry!- su madre aguardaba con esperanza que pudiera salir de esa terquedad, ella conocía los alcances del orgullo y tozudes de un Grandchester, lo había padecido por el Duque, pero esa niña rubia estaba siendo tan firme sin miedo a Terry, quedó admirada de su valentía.
-Basta Candy no sigas hablando más- para Terry era inconcebible que ella se pusiera del lado de Eleanor, quien lo había abandonado y rechazado, después de que él la había necesitado siempre, era el deber de una madre luchar por su hijo y ella no lo hizo, esa traición no podía perdonarla, no quería ser herido una vez más.
A Candy no le importó ser más entrometida en el problema de Terry y su madre, entonces se abrió por completo.
-Yo no tengo padre ni madre, antes nunca lo había pensado. No me sentía sola porque tenía buenas maestras y buenas amigas, pero cuando vine a Escocia, ¡Sentí envidia! ¡Buenas maestras y buenas amigas, no es lo mismo que tener una madre!¡Yo quiero tener una madre, sea quien sea quiero tener una mamá!-.
Terry se conmovió escuchando el dolor de Candy, trató de alcanzarla, pero también tenía una batalla pendiente en su corazón, se sintió desarmado en su obstinación y terquedad, por lo que se quedó a dialogar con su madre mientras veía a Candy correr por el camino de la orilla del lago, le dio mucha tristeza por su novia, ella a través de sus palabras le hizo ver su realidad, él sí tenía una mamá y estaba junto a él.
Candy salió corriendo, ya no pudo sostener palabra ante ellos, no podía más con ese dolor que resurgió en su corazón, corrió por la orilla del lago, la lluvia la atrapó a mitad de camino, se detuvo a llorar desconsoladamente al pie del templo del pueblo, entró a resguardarse de la lluvia y para tranquilizarse, el templo estaba solo y se acercó a la imagen de la Virgen María con Jesús en sus brazos, diciéndole en su mente ¡Porqué!¡Porqué yo no pude tener una madre!
Siguió llorando ahí con el conflicto en su alma, pues a la vez escuchaba en su mente las palabras amorosas de la Señorita Pony y la Hermana María, recordó el amor y la paciencia que le dieron desde pequeña, realmente siempre tuvo no una sino dos mamás, se sintió ingrata de haber menospreciado el amor que estas mujeres le dedicaron toda su infancia, se arrepintió de haber dicho que su amor no era suficiente, a la vez recordó el caso de Terry y su madre, de todo ese tiempo alejados, también debieron sufrir mucho a causa del orgullo y el distanciamiento, de la madrastra de Terry que nunca pudo ser buena madre con él. Recordó también a los padres de Stear y Archie que jamás estaban presentes con ellos, siempre estaban de viaje, los padres de Eliza y Neal, que los malcriaban. Pero a diferencia de todos sus amigos, a ella sus madres nunca le habían fallado, estuvieron siempre festejándole sus cumpleaños, le cuidaron cuando estaba enferma, le enseñaron a sonreir y compartir siempre su alegría, le dieron fé y fortaleza para poder luchar sin importar lo difícil de las adversidades, le hicieron ver que era amada por Dios, por ellas y que ella era representaba un milagro de vida.
En fin se tranquilizó y dejó de llorar, una vez estando más serena y sentada en una banca del templo, sintió una cálida caricia en su corazón, casi podía escuchar una voz suave y melodiosa que le decía "todas las madres siempre lo son, aún después de muertas, siempre oran por sus hijos, hoy tienes dos madres que te han llenado de amor y te han hecho quien eres hoy". Candy no lo podía creer, esa voz era casi audible, una voz dulce y llena de amor, ella sintió que la Madre de Jesús era quien le daba ese consuelo a su alma. Dos lágrimas de amor salieron de sus ojos y una paz inmensa llegó a su atribulado corazón. En su mente decía "Gracias, gracias, ya no voy a llorar".
Salió del templo más tranquila y feliz, Dios le había dado esa señal de que siempre estaría protegida por su madre aunque nunca la hubiera conocido, algo le decía siempre que su mamá ya estaba en el cielo, porque no podía ser posible que una madre no amara a su hija tan pequeña, tenía algunos meses de edad cuando la dejaron en el árbol del hogar de Pony, de haber sido rechazada por su madre, la hubieran dejado desde su nacimiento, todas esas conclusiones a que llegó en ese rato, le hicieron ver claro y pidió perdón por juzgar sin saber.
En la villa de Grandchester Terry se sentía fatal por haber causado que Candy se sintiera tan desconsolada; se quedó cabizbajo y quieto junto a la chimenea, nunca había visto esa tristeza en Candy, jamás imaginó que realmente necesitara de su madre, pues ella siempre compartía su alegría. Tuvo empatía al pensar que terrible sería si él no hubiera sabido jamás quien era su madre, por lo menos en ocasiones había podido verla, sabía que existía y en ese momento ella estaba en la misma habitación. No se hablaban, desde que Candy salio corriendo había pasado un rato y escucharon que empezó a llover, la lluvia era un calmante para los animos de los dos.
-Recuerdo que yo era muy pequeño cuando subí a un gran barco con mi padre, esa mañana era muy fría, y el puerto estaba lleno de gente despidiendo a sus seres queridos, ví una mujer llorando en el puerto, tenía el cabello rubio, como tú, un vestido azúl y un sombrero, la escuché gritar mi nombre, pero no reconocía que eras tú Eleanor. Luego cuando nos encontramos en el camino mientras yo montaba, sentí un llamado en mi interior como si hubiera hallado una parte de mí que estaba perdida, luego los años que no nos vimos extrañé tu compañía y tu abrazo, mamá…- se giró para verla a los ojos con esa necesidad irremediable que hacía brotar sus lágrimas.
-¡Teerrry, hijo!- Eleanor lo tomó en sus brazos y ella también lloró para limpiar la angustia que había sentido todos esos años de soledad, por fin su hijo había aceptado su cariño y al sentir los brazos de Terry rodearla, sintió que su corazón volvía a latir completo. Nada en el mundo puede igualar el amor de un hijo. Lucharía siempre por estar cerca de él, aún en contra del mismo Duque, o de su carrera de actriz.
Los dos se quedaron sentados frente al fuego, esa noche Eleanor se quedó a dormir en la villa, Terry le pidió que mandara traer sus cosas para quedarse una temporada con él. Su madre aceptó, a la mañana siguiente envió un telegrama a Nueva York a su agente para que buscaran una sustituta en su papel en la obra de "Madame Butterfly" que iba a estrenarse en Broadway el otoño de ese mismo año.
Hasta aquí este capítulo, me costó un poco por el tema de las mamás y por el hecho de que hace unos años mi mami falleció y una parte de la frase que escuchó Candy en su corazón, la escuché yo alguna vez también en mi corazón un día que la extrañaba mucho. Siempre me he sentido acompañada por ella y en ocasiones encuentro señales de que así es. Yo creo que el mayor dolor de Candy fue nunca conocer a su mamá, creo también que es algo que debe explicarse y hacérsele justicia a la historia, es el mayor enigma y hueco de la vida de nuestra pecosa. Agradezco su infinita paciencia por esperar este capítulo. Gracias PalasAtenea2018, DeliB, LighGoigia, Analilit y Ary81 por sus comentarios, vamos a seguir disfrutando del verano de los rebeldes y en el siguiente capítulo tendremos más encuentros inesperados y maldades de los hermanitos del terror. Cuidense muchísimo! Las quiero!
