Los personajes de esta historia no me pertenecen, escribo solo por fines de entretenimiento.

TE AMO

(ADVERTENCIA: este capitulo contiene escenas no aptas para menores de edad, sobre aviso no hay engaño, si aún así deseas leer, que las disfrutes)

El semblante sonrojado y nervioso de Patty era una muestra de las sensaciones nuevas que alborotaban su interior, apenas Stear lograba acercársele un poco, ella tartamudeaba al hablar y emitía una risa que desahogaba su ansiedad. Después de merendar con Annie y Archie en el jardín, el chico de lentes le pidió que lo acompañara a su taller a ver el aditamento que había diseñado para su automóvil, con el que podría tener una ventilación para esos días calurosos, aún estaba en planos y faltaban algunos ajustes, precisar algunos cálculos para que esta vez su invento no resultara explosivo como los demás.

Patty se había esmerado un poco más en su arreglo con ayuda de Annie, le había colocado un labial rojo carmín y unas peinetas de mariposas que resaltaban mucho más su belleza. Esos cambios a su apariencia no pasaron desapercibidos por Stear.

-Estos son los planos del aparato que deseo agregar a mi auto, ¿Qué te parece Patty?- la chica admiraba todo el proyecto que el chico había diseñado pero encontró algunos detalles. Estuvieron analizando algunas fórmulas para corregir y perfeccionar el mecanismo, Patty que había leído algunos libros de ingeniería le platicó de algunas avances científicos que de comprobarse podrían ayudarle a mejorar el invento. El chico estaba entusiasmado de entenderse en el mismo idioma con alguien más, si bien Candy lo había impulsado a que siguiera adelante con sus inventos, la chica ante él lo comprendía por completo y le daba otra óptica con su criterio.

-Realmente es sorprendente que hayas realizado todo esto tú solo Stear, es una muestra de creatividad e ingenio, cómo fue que se te ocurrió algo así?- ella se acomodaba los lentes que se le resbalaban y volteaba a ver al chico con gran admiración.

-Me halaga que te haya gustado Patty, pues mira, el vehículo que utilizamos aquí queremos trasladarlo a América cuando volvamos, mi automóvil ya es un modelo más antiguo y he tenido algunos percances con él, jejeje, el verano allá es un poco más cálido que aquí y será de mucha utilidad ponerle este aditamento de ventilación- recordó la vez que cayó en un lago con Candy cuando no podía controlar el vehículo.

-Vaya! Realmente es como dicen, los genios crean de acuerdo a las necesidades- dijo la chica

-¿Patty, acaso tú me consideras un genio?- Stear miraba a la chica con ternura, quien ya estaba más que sonrojada porque fue atrapada en sus palabras.

-Sí Stear, por supuesto, nunca había conocido a alguien que pudiera hacer estas cosas, siempre hemos escuchado hablar de los avances tecnológicos, de los nuevos inventos que se van dando a conocer, pero que tú Stear seas uno de ellos, me llena de orgullo- el chico se quedó boquiabierto por la sinceridad de ella y notó que se ponía más nerviosa con el contacto visual.

Ella bajando la vista y juntando sus manos con timidez retrocedió un poco. Stear tomó a la chica de sus manos y notó que temblaba, su corazón latió con más velocidad y fue en ese momento en que se determinó a decirle lo que sentía.

-Patty, sabes algo, nunca nadie había entendido mis inventos, así como tú, eres una gran chica Patty- ella levantó la mirada y ambos traspasaron el reflejo de sus lentes y encontraron un brillo especial en los ojos del otro.

-Y yo nunca había conocido a un chico como tú- dijo Patty sorprendida consigo misma por haber podido expresar lo que sentía.

Stear sin perder de vista su mirada tomó sus manos y las besó, ella aún no lograba vencer su nerviosismo y quiso dar un paso hacia atrás y con lo incierto de sus pasos trastabilló y empujó un fonógrafo que tenía Stear en su taller, el cual empezó a funcionar con la canción Nessun Dorma de la opera Turandot de Puccini.

El chico se le acercó y la tomó de la mano y con la otra mano la asió de la cintura para acercarse más a ella.

Nessun dorma!
Nessun dorma!
Tu pure, o, Principessa
Nella tua fredda stanza
Guardi le stelle che tremano d'amore
E di speranza

Lo tenía cautivado con su sincera mirada, él retiró los lentes de la chica para ver su lindo rostro y acarició su mejilla, ella cerró los ojos al sentir su contacto y al abrirlos encontró en su mirada todas las palabras de amor que decía la canción, era un sentimiento nuevo, una plenitud que surgía de su mirada, ambos fueron acercándose poco a poco atraídos con el magnetismo que surgía de su interior y alentados por la escasa luz del atardecer que se colaba por las ventanas superiores y una pequeña lámpara de escritorio donde estaba el plano, fueron develando sus verdaderos sentimientos.

Ma il mio mistero è chiuso in me
Il nome mio nessun saprà, no, no
Sulla tua bocca lo dirò
Quando la luce splenderà

Ya no podía más con el deseo de sentirla y sucedió, en un impulso la tomó con sus manos de la cintura y de la mejilla y la besó, acallando ahora sí todas las dudas y los miedos de ella, todo estaba dicho a través de sus miradas, ninguno de los dos había besado a nadie jamás, pero Stear había visto a los actores de teatro besarse e incluso a algunas estrellas de cine en las películas, de donde tomó la inspiración para darle un beso apasionado a Patty, su cuerpo burbujeaba por dentro, le faltaba aire, se separó un poco de ella para tomar aire y verla de nuevo a los ojos, ella lloraba de emoción, ya no estaba nerviosa, apenas pensaba en decir una palabra y Stear volvió a besarla, esta vez con más dulzura, abrazándola a él y ella tomándolo de los costados tratando de vencer sus miedos para poder abrazarlo correspondió a la caricia de sus labios.

Ed il mio bacio scioglierà il silenzio
Che ti fa mia
(Il nome suo nessun saprà)
(E noi dovrem, ahimè, morir, morir)
Dilegua, o notte, tramontate, stelle
Tramontate, stelle
All'alba vincerò
Vincerò, vincerò!

Una vez que volvió el silencio al taller, Stear y Patty separaron sus labios y se miraron a los ojos, ella volvió a ponerse los lentes para no perder detalle de lo que sucediera. El chico suspiró fuerte y rompió el silencio:

-Patricia O'Brien, ¿aceptas ser mi novia?- le propuso el chico, para sellar ese momento.

-Si Alistear, acepto- ella respondió con seguridad en que realmente era lo que ella deseaba.

De nuevo sellaron el momento con un beso corto y pegaron sus frentes chocando sus lentes, los dos encontraron el momento muy gracioso y rieron alegremente. Despues salieron del taller y fueron a sentarse en el jardín hasta la hora de regreso. Tan inmersos estaban en su mundo que no supieron lo que pasaba con Annie y Archie hasta que empezó a oscurecer.

En la Mansión Andrew había algunas estancias y en una de ellas había un piano, Annie y Archie se quedaron en la sala de piano, mientras la chica interpretaba con virtuosismo la sonata No. 16 de Mozart, Archie estaba sentado a su lado admirando su desempeño, se habían quedado prácticamente solos con la servidumbre, pues la tía abuela había salido con Eliza y Neal a visitar a los Collins, pues trataban de ver si el chico Leagan tenía posibilidad con alguna de las hijas de ese clan.

-Annie, has progresado muchísimo en la música, lo has hecho magnífico- decía un Archie entusiasta y maravillado por las virtudes de su chica.

-Oh Archie, que cosas dices, seguro tu debes hacerlo mucho mejor- con algo de modestia ella se sonrojaba ante el cumplido de su novio.

-Ojalá así fuera, yo deje de ser tan constante después de lo sucedido con … mi primo- su mirada se entristeció por un momento. Annie sabía a lo que se refería Archie pero trató de alentarlo un poco.

-Archie tú me ayudaste en mis inseguridades en esta disciplina, sin ti no lo hubiera logrado- el chico levanto la vista y la tomó de la mano.

Por primera vez la miró con amor y le dijo –Te has convertido en una chica maravillosa para mí, me gustas mucho Annie- ella sonrió y sus ojos cristalinos reflejaban la felicidad de por fin haber conquistado su corazón.

-Tu también me gustas mucho Archie- ambos sonreían y juntaron sus frentes cerrando los ojos, frotaron su nariz previo al beso más dulce que Annie jamás hubiera recibido.

Sentados lado a lado en el banco del piano con los rayos del atardecer atravesando las gruesas cortinas de la sala de música se besaron. En la mente de Archie poco a poco iba desdibujándose la imagen de Candy, desde que empezó de novio con Annie, se propuso serle fiel y borrar de una vez por todas las ilusiones que se había hecho con su prima.

Se adentraron a la magia del beso con pequeñas caricias que el chico le hacía en sus mejillas, acariciando su cabello, tomándola de la cintura la fue acercando a él, Annie con la seguridad que le dieron las palabras de Archie se confió a sus caricias y a sus besos, su novio era muy galante y apasionado, la sumergía lentamente en un abismo de deseo en cada uno de sus besos, no pensaba en nada, ni en el lugar en que estaban, desconectó su mente de todo razonamiento y solamente disfrutó su reciente amor.

El chico elegante besaba apasionadamente a su novia, sus labios, Annie ansiaba de nuevo envolverse en sus brazos y en sus besos, ella se puso a la altura de las circunstancias y le dio puerta abierta a sus deseos, la respiración se escuchaba agitada y él empezó a hacer un camino de besos por su mejilla hasta su oreja, la escencia de gardenias de su perfume lo sedujo, soltó el peinado de su novia y metía la mano entre sus cabellos masajeándola de la nuca y de la espalda, a lo que ella correspondió con caricias en la espalda del chico. Archie se detuvo y se puso de pie, ella lo miró expectante mientras le ofreció su mano y ella se la dio, a donde quiera que fuera ella lo seguiría, cada vez lo sentía más de ella.

Archie la guió rumbo a su cuarto, que quedaba solo subiendo las escaleras, Annie dudó por un instante, alguien podría llegar, o los empleados podrían verlos. Pero la expresión seductora de su novio, la hipnotizó.

Sigilosamente la llevó a su habitación y de inmediato cerró con llave, por lo menos media hora podrían tener disponible para estar solos, pues aun estaba puesto el sol, Annie pasaba saliva con dificultad, ya no estaba tan segura de querer estar ahí, pero por él haría lo que fuera, porque se enamorara de ella, porque la amara solo a ella.

Archie, la tenía contra la puerta y delineaba su cuello con besos, la nariz de Archie acariciaba sus mejillas y su cuello y susurrándole a la oreja le propuso: "no tengas miedo Annie, déjame demostrarte que te quiero".

Annie traía un vestido de olanes de escote ovalado pero con cintas en el frente, las que su novio fue jaloneando, como tentándola para desvestirla, ella no opuso resistencia a pesar de sus dudas y en un momento ya tenía el vestido más aflojado, entre besos él la llevó a su cama y primero se sentó él para verla, ella estaba que no aguantaba la vergüenza, estuvo a punto de darse por vencida, pero al ver la mirada apasionada de Archie, se doblegó para continuar, era más el deseo de complacerlo que su incomodidad por el atrevimiento.

-Solo déjame besarte mejor preciosa Annie, te prometo que me portaré bien- La voz grave de Archie sólo hacía que ella se dejara envolver en lo sublime de las sensaciones nuevas que quería probar solo con él.

Se sentía hermosa, deseada, cada vez más segura que le gustaba a su novio, descubrió el poder que le daba su cuerpo al seducir a Archie con una mirada inocente pero cargada de intensidad cuando ella sola empezó a desatar las cintas de su vestido.

Archie agradeció su iniciativa y se mordió el labio inferior –eres tan bella Annie- la sentó en su regazo y la besó de nuevo en el cuello y le fue bajando la parte alta del vestido, a esas alturas Annie ya se había hecho a la idea y empezó a disfrutar con más libertad las caricias de Archie, que continuó desatándole el vestido hasta quitárselo, él en un movimiento rápido sacó su propia camisa por arriba y la coloco con el vestido en los pies de la cama.

A lo lejos escuchaban como un murmullo la canción de Turandot, lo que creían providencial para ese delicioso momento.

-Oh Archie, te quiero- decía jadeante Annie mientras Archie mordía la piel de sus pecho encima de su corsé.

Volvió a sus labios y entre besos le confesaba ardientemente: -Mi amor Annie, amor, te amo preciosa- con esa confesión Annie se sintió triunfante y dejó salir una lágrima de felicidad, por fin logró que él la amara, después de tantos años de amarlo en silencio.

-Yo también te amo Archie- llorando y sonriendo ella también se confesó con la seguridad de que él lo había hecho primero.

La colocó en su cama y cubrió su cuerpo con el suyo, ambos intercambiaban caricias y besos cargados de pasión. Archie buscó bajarle la parte de arriba de su corsé para acceder a sus pechos y lo logró, primero besando y mordiendo el izquierdo y luego besando y mordiendo el derecho. Annie, suspiraba, gemía, lloraba de felicidad, tanto esperar para que él estuviera rendido ante ella, por fin sentía que había triunfado.

-Archie bajó sus pantalones y se frotaba en la parte intima de Annie que también estaba cubierta por su ropa interior, ambos viéndose a los ojos con complicidad y lujuria, siguieron así hasta llegar a su primer orgasmo.

Sus mejillas más rojizas que de costumbre y con un brillo en los ojos, la hacía verse más hermosa ante los ojos de Archie. Nunca imaginó que su novio fuera de naturaleza tan apasionada, se sentía la más afortunada de todas. Aunque no habían completado el acto, para los dos fue una entrega total, pues habían desnudado sus corazones y sus cuerpos.

Caída la noche las dos chicas regresaron a la escuela de verano, Stear llevaba de la mano a Patty al coche y la sentó adelante junto a él, mientras Archie abrazaba a Annie y pegaba su nariz a su oído: -fue grandioso mi amor, espero no sea la última vez- ella volteó para contestarle, pero atrapó sus labios mientras pasaron por un oscuro túnel y al salir se despegaron, ella asintió con la cabeza para prometerle otro encuentro.

Cuando ambas llegaron aún no estaba Candy, las dos estaban calladas organizando sus cosas para el otro día, pero un trueno las hizo reaccionar y cambiar sus pensamientos ahora por su amiga rubia.

-¡Candy!- dijo Annie, volteo a ver a Patty

-Empezó a llover, oh Candy llega pronto por favor- se preocupó Patty y juntando sus manos se asomó por la ventana. A lo lejos veían la silueta mojada de su amiga, a pesar de que la lluvia caía con fuerza, ella caminaba, no corría. Una vez adentro, las dos amigas se acercaron a recibirla con toallas y la abrazaron.

-¿Candy, te encuentras bien?- le dijo Annie

-Si, es solo que se me hizo un poco tarde- sus ojos llorosos no pasaron desapercibidos para sus amigas.

Las dos amigas ya le habían preparado un baño tibio y saliendo fueron al comedor a cenar con las demás alumnas, esa noche las religiosas no estaban presentes y la cena transcurrió más relajadamente.

Antes de dormir Annie y Patty se sentaron en la cama de Candy con ella acostada y cubierta, para preguntarle porque estaba tan seria.

-Ahora si nos dirás lo que te pasa Candy- le dijo Patty

-Bueno, pero también ustedes me contarán como les fue hoy con los chicos, eh?- Candy les dijo con la picardía que la caracteriza y Annie se puso de pie y fue corriendo al baño, se puso tan colorada de recordar lo bien que se la pasó con Archie, pero no podía contárselo a Candy, eso era algo de ellos dos, nada más.

Al estar de nuevo las tres juntas, Candy les contó un poco de sus sentimientos acerca de su madre, ya estaba mas tranquilo su corazón.

-No importa si nunca conocí a mi verdadera madre, algo me dice que ella ya está con Dios y que me ama y me cuida, sin embargo no puedo dejar de lado todas las bendiciones que Dios me ha dado, principalmente con el amor de la Señorita Pony y la Hermana María, quienes me han dado siempre su amor.- Annie dejó salir sus lágrimas, pues recordó que ella si tuvo una madre adoptiva, gracias a Candy.

-¡Candy, perdóname! Yo te quité la oportunidad de tener un papá y una mamá- lloraba Annie.

-Annie, las cosas tenían que ser así, yo no creo que la Señora Britter hubiera podido educarme como lo hizo contigo, porque eres una toda una dama- la tomó de las manos mostrándole que no había rencores. Pero las palabras de Candy le dieron un pinchazo en la conciencia, si ella supiera lo que pasó, pensó.

-¿Candy entonces, pasaste la tarde sola?- le pregunto Patty

-A ver creo que ya va siendo hora de dormir, no creen chicas, mejor mañana platicamos- dijo la rubia estirando los brazos y bostezando, acto seguido se metio en la cama y se cobijó.

Ambas chicas rieron y fueron cada una a su cama, no sin antes recordar los dulces momentos vividos con sus novios.

Al otro día Candy no quiso buscar a Terry, evitando ser una molestia y dándole su espacio, seguramente él la buscaría cuando fuera oportuno. Por la mañana fueron a las actividades del colegio de verano, ese día tenían que acudir a la huerta a cosechar algunas frutas y ayudar a plantar nuevos arbustos.

Las tres chicas llenaron sus canastas de fresas y frambuesas, Annie y Patty rieron al darse cuenta que Candy llevaba ventaja pero en comerse las frutillas, porque eran sus favoritas, tenía la boca roja y las mejillas manchadas de rojo; después de ahí debían llevarse lo cosechado para elaborar una mermelada. Era gratificante para Candy volver a las actividades sencillas de campo, como las que realizaba en el hogar de Pony, incluso eso le ayudo a sentirse más cerca de sus madres. Annie volteo a verla de reojo cuando Candy se quedó pensativa y supo que estaba recordando su feliz infancia y se acercó a darle un abrazo. Ese gesto de parte de Annie le entibio su corazón, si bien no tenía a su lado a sus madres, tenía a su hermana con ella, aunque no lo fueran de sangre, ellas así lo sentían y cada día acercaban más sus corazones que habían estado distantes por mucho tiempo.

Despues de la hora de la comida tuvieron la oportunidad de salir a caminar, ese dia no tenían planeado ir con los chicos Cornwell a la Mansión pues ahí estaba la tía abuela con los Leagan y los había conminado a que convivieran con ellos.

Las tres chicas iban en una vereda caminando y decidieron sentarse en un paraje tranquilo donde podían platicar un rato, llevaron una canasta pequeña con fresas, nueces y unos chocolates que compraron en el pueblo para hacer un mini picnic.

-Patty que es lo que nos quieres contar, porque desde ayer te noto tan distinta, podría decirse que hasta más feliz- dijo Candy levantando una ceja y echándose a la boca una fresa completa.

-Es que ayer, estee, estee, bueno…- se puso de pie para tomar aire porque cerca de las chicas se sentía más nerviosa, caminó un poco para tomar aire mientras las otras chicas se miraban la una a la otra adivinándose con la mirada lo que habría que anunciarles.

-Bien, chicas, desde ayer… ¡ya tengo novio!- dijo tapándose la cara con las dos manos, y las otras dos amigas gritaron emocionadas y se pusieron de pie para abrazarla y brincar de júbilo junto a ella.

-¡Felicidades Patty!- las dos coreaban felices –pero antes que nada Patty, dinos de quien se trata- cambio Candy su tono de voz interrogante solo para asegurarse de sus sospechas.

-¡Candy! Pues de quien más ha de tratarse, de Alistear, ¡por supuesto! No hay nadie más que me guste, él es un caballero en toda la extensión de la palabra, además que tenemos muchos intereses en común y me respeta y me trata como una dama- dijo esto de manera tan convincente que la expresión de Candy fue de una gran sonrisa, mientras que Annie, estaba algo incómoda al recordar con un ligero remordimiento lo que el dia de ayer sucedió entre ella y Archie.

-Pero dinos como sucedió entonces- pidió la rubia para saber todo detalle, Patty empezó a contar su historia de como se habían hecho novios, incluso la casualidad de escuchar una canción tan hermosa en el taller de Stear, que hizo más romántico el momento, aún con el olor a metal y químicos que tenía el chico en ese lugar; las tres escucharon conmovidas la historia de Patty suspirando e imaginándose lo hermoso del momento.

-Todo eso sucedió mientras Annie y Archie se quedaron en la sala de música, ¿No es así Annie? Tienes algo para contarnos?- esas preguntas se quedaron en el aire, pues Annie se sintió muy incómoda cuando Candy le preguntó que se le atoró un pedazo de chocolate y empezó a toser. Ya una vez liberada del problema, con los ojos llorosos por casi haberse ahogado, tomó aire y solo dijo: -Archie y yo también somos novios- un "ahhhhhh!" con la boca abierta de las otras dos chicas y ella solo sonrió. Su mirada enamorada la delataba, luego siguió : -sucedió cuando Archie estaba castigado, fui a llevarle unas cosas al cuarto de meditación y él me propuso ser su novia.

-¿Pe-pero tú trepaste los techos para ir a ver a Archie?¿Tú, Annie?- Candy no podía creer lo audaz que se había vuelto su hermana, cuando la imagen que tenia siempre de ella es que era una llorona y que no podía hacer nada que implicara trepar, sin ayuda.

-Si, yo fui a verlo y le llevé una cobija, una muda de ropa y comida- Patty no sabía eso y dijo –que romántico detalle Annie y muy valiente de tu parte-

-No cabe duda que el amor puede todo, ¿No es así Annie?- dijo la rubia comprendiendo que ahora solo faltaba ella por decir su verdad.

-Ahora chicas quisiera que no se enojaran conmigo, porque he estado ocultándoles algo desde hace tiempo, no solo por mí, sino por él, por quien se trata, podría haber personas en contra de lo nuestro. Pero ustedes son mis hermanas y no voy a ocultarles nada- Candy juntó sus manos y respiró hondo, en eso se escucharon pasos cerca y cuando estaba por confesarles todo, fue interrumpida.

-No sabía que hablabas de mí a mis espaldas Tarzán pecosa- las chicas voltearon estupefactas con la boca abierta, ya no hubo necesidad de que les confesara nada Candy, el rebelde terrible del San Pablo era el novio de su hermana, él le dio la mano para que se pusiera de pie junto a él, la tomó de la cintura y le dio un pequeño beso en la frente.

No podían creer lo que sus ojos veían, jamás habían imaginado que alguien con tan mala fama pudiera ser el novio de Candy, no sabían si alegrarse por ella o prevenirla de que estaba en peligro.

-Señoritas les recomiendo que cierren sus bocas antes que se les metan los mosquitos- dijo irónicamente el rebelde –fui a buscarte pero las religiosas me dijeron que no estabas, asi que supuse que estarías trepando arboles y quise venir a presenciar tus acrobacias- su ceja levantada enfatizando su mirada insinuante hizo que las chicas se pusieran nerviosas, pues Terry no quitaba los ojos de Candy y cuando éste tomó la mano de su novia para depositarle un beso, no era galantería, ni caballerosidad lo que veían en sus ojos, era pura lujuria y seducción.

Candy solo sonreía con sus pequitas resaltadas por el sonrojo –Bien chicas, creo que voy a acompañar a mi novio un rato, si me disculpan- los dos dieron la vuelta y se fueron caminando, dejando a Annie y Patty más que alarmadas por lo que acababa de suceder.

No era un simple romance lo de Candy y Terry, ¡eran novios, por Dios! Regresaron a la escuela de verano y se quedaron en su cuarto a esperar a Candy mientras Patty trataba de leer un libro y Annie seguía en su labor del bordado. Asi pasaron la tarde tratando de entender a su hermana, pero pensando no solo en lo peligroso de la relación, sino en lo romántico de las circunstancias.

-Pecosa, ayer te fuiste sin despedirte- dijo Terry mientras la llevaba caminando por una vereda –así que necesito me des mi beso de ayer y luego me das los de hoy- la tomó de la cintura con fuerza y la pegó a un árbol. Luego tomó sus labios con uno de esos besos tan hambrientos caracteristicos de nuestro guapísimo rebelde.

-Te-eerry…- logró decir entre besos Candy, se sentía en las nubes y su mente se acallaba para dejar latir agusto a su corazón junto al del castaño.

Una vez satisfecha el hambre de Terry por sus besos, la tomó de la mano –ven, vamos a mi villa, hay alguien que quiere verte-.

Caminaron de la mano jugueteando entre ellos, era muy divertido estar juntos, Candy embromaba a Terry con una planta para hacerle cosquillas en el cuello y en venganza él la cargaba y la llevaba a la orilla del lago con la intención de hacerle creer que la iba a aventar, entonces ella se agarraba muy fuerte de él para no caerse y reía a carcajadas, estaban tan felices por sentirse más ligeros de sus corazones, sobre todo el chico, que ahora no tenía rencores ni dudas del amor que por fin había llegado a su vida.

En una de esas, los dos cayeron al resbalarse Terry en la orilla del lago, enlodó un poco su pantalón blanco y Candy reía porque se veía muy gracioso –esto me hace recordar a un chico del hogar de Pony, pues siempre ensuciaba las sabanas, pero tu ya estas muy grandecito para esas cosas Terry, jajajajaja- Terry fingiendo estar enojado la tomó y la giró en el césped mientras ella reía escandalosamente, luego le contagió la risa a él, los dos reían a carcajadas, tanto que salían lágrimas de risa de las cuencas de Candy, pero la mirada enamorada de su novio la silenció y cerró los ojos para recibir otro beso, la fusión de sus pechos, junto con la respiración acompasada de los dos, este nuevo beso, les daba calma a sus corazones, no todo era pasión e intensidad, también descubrieron en sus besos que sus almas se unían para nunca dejarse, no importaba lo que en un futuro pudiera suceder al acabar el verano, ellos se amaban, se pertenecían y nada cambiaría ese amor.

Terry despegó sus labios de ella y abriendo los ojos mirando sus esmeraldas más brillantes que nunca confesó:

-Candy, te amo- ella sonrió y dejó salir una pequeña lágrima. –Yo también te amo Terry- de nuevo se besaron seguros de ser correspondidos de la misma manera. Dios había hecho el milagro de que dos almas tan parecidas, se encontraran y se amaran.

Luego se levantaron, más felices que nunca, aunque algo sucios por sus juegos y al llegar a la villa los recibió Eleanor, ellos como niños traviesos se quedaron en la puerta llenos de lodo en sus zapatos y con pedazos de césped en el cabello de la rubia, el ama de llaves trataba de ocultar una risa, por lo que Eleanor los mandó a asearse y cambiarse.

-Bienvenidos, pero miren nada más, son un par de traviesos, ahora comprendo porqué han logrado entenderse, vayan a asearse que ya vamos a servir el té- Terry fue a su habitación mientras Candy era conducida por Eleanor a su habitación donde le dio un vestido de verano color rosa que aunque le quedó un poco grande a la chica, Eleanor le colocó un cinturón que la hacía verse como toda una dama. –Candy, te ves muy linda, ven, permíteme ayudarte con tu cabello- Candy se sentó frente a un peinador que Terry había mandado traer de una tienda de Edimburgo y que llegó esa misma tarde, tenía un acabado en tonalidades doradas sobre la caoba con la que estaba hecho, unas flores adornaban la luna ovalada donde podía ver su reflejo.

Soltó su cabello y empezó a cepillarlo, le había crecido tanto que era muy tardado peinarse por eso prefería atarlo en una coleta y listo, pero esa tarde Eleanor como era actriz y debía saber cuidar su cabello y peinarse sola cuando viajaba para las giras del teatro, elaboró una trenza francesa gigante que dejaba escapar algunos rizos, puso algunas pequeñas peinetas en forma de flor a lo largo de la trenza. Mientras trenzaba su cabello platicaba como era Terry de pequeño, la historia de su nacimiento y sus primeros añitos. Candy la escuchaba con ternura imaginando a Terry como un hermoso bebé, luego al terminar el peinado se miró en el espejo y muy contenta le dijo: –Gracias Señora, me ha gustado mucho el arreglo, estoy encantada con todo lo que ha hecho por mí- dijo Candy muy agradecida y conmovida por el cariño con el que la madre de Terry la trataba, ella sabía que era una madre amorosa, que aún a pesar de las circunstancias estaba llena de amor para su hijo.

-No más de lo que tú has hecho por mí Candy, sin tu ayuda Terry no hubiera escuchado mis ruegos, tu ayudaste a romper el muro que se interponía para que él me perdonara, gracias Candy, gracias.- La abrazó y asi se quedaron un momento, Candy se dejó querer por la madre de Terry, la sintió como si fuera su madre también y agradeció a Dios por la dicha de haberlos unido.

Sabía que Terry anteriormente tenía preso su corazón en el resentimiento, y eso no lo dejaba creer en el amor, pero al sentirse al fin liberado de rencores y al dejarse querer por su madre, podía por fin confiarse y abrirse al amor, por eso hacía un rato le había declarado abiertamente sus sentimientos.

-Yo siempre quise tener una madre como usted señora Baker, sé que a pesar que nunca conocí a mi verdadera madre, mi corazón me dice que ella vela por mí desde allá en el cielo, y también ayer me di cuenta que nunca me faltó el amor de mis dos madres toda mi vida.- Candy sintió necesario decírselo pues ayer se fue sin despedirse y tal vez había dejado la angustia de no explicar su sentir.

-De ahora en adelante puedes considerarme también como tu madre Candy, aunque te conozco poco, un corazón tan noble y amoroso como el tuyo es lo que deseo para que cuide de mi hijo toda la vida- Candy se sonrojó por la insinuación de su ahora semi-suegra y sonrió. -Gracias Señora Baker, yo amo a Terry y su felicidad es mi felicidad- con esas palabras, las dos rubias se abrazaron como en un acuerdo de establecer una nueva alianza.

-Ven, vamos a tomar el té- Bajaron las dos rubias muy contentas, Eleanor abrazaba a Candy y Terry abrió los ojos sorprendido y contento, no cabia duda, su novia siempre conquistaba los corazones de todos los que ella conocía, incluso del Duque, sólo faltaba él para completar el cuadro, no sabía porque ese pensamiento llegó en ese momento, pero luego lo averiguaría.

-Parece que las dos se han puesto de acuerdo, ambas lucen muy hermosas- sus vestidos eran rosas y apenas lo habían notado, rieron y se sentaron en la salita de estar frente al piano de la villa, frente a un amplio ventanal que tenía vista de los verdes campos de Escocia, afuera había un jardín con narcisos de distintos colores y el sol empezaba a ponerse bañando de sus reflejos dorados el paisaje.

Terry se sentó al piano y empezó a tocar una pequeña canción graciosa que ellas jamás habían escuchado. Las dos aplaudieron y preguntó Candy: -Bravo Terry, pero dinos quien es el autor de esa alegre canción?- el chico se giró hacia ellas y les dijo: -es una invención, de un joven autor británico, trata acerca de una linda mona que trepa árboles y que tiene su cara llena de pecas jajajajajaja- Candy se ofendió y tarde se dio cuenta que no estaban solos, pues ya se había levantado con los puños directo hacia él y Eleanor se rió por lo simpática de la escena.

En medio camino se detuvo y volteo apenada con Eleanor haciendo una mueca graciosa y se volvió a sentar a tomar el té. Terry no había dejado de mirar lo bella que lucía con el atuendo que su madre le había dado, era un fino vestido con organza bordada en varias capas color rosa pastel con tirantes caídos, ese vestido favorecía mucho el tono de piel de la chica, pues con las asoleadas que llevaba en el verano había adquirido un ligero bronceado y su rostro se veía más estilizado, pues sus rasgos cambiaron de cuando la había conocido, era un rostro más de mujercita que de niña, además que la felicidad transforma, incluso él admitía que también iba cambiando sus facciones y su complexión, juntos hacían una hermosa pareja.

Parecía que Eleanor y Terry coincidían en sus pensamientos, pues mientras el guapísimo castaño interpretaba una pieza de las favoritas de Eleanor, el vals en A menor, B 150, a través de la cola abierta del piano observaba a su pecosa que tomaba el té mirando hacia el paisaje, Eleanor los veía y admitía en su interior que se veían muy bien juntos y muy dentro de su corazón recordó a una joven americana enamorada de un inglés, deseaba que la historia no se repitiera con su hijo, que ellos pudieran realizar su amor.

Entonces Terry empezó a tocar la pieza que le recordó aún más y la sumió en sus pensamientos, la Rapsodia en un Tema de Paganini de Rachmaninoff. Candy se puso de pie emocionada por las notas interpretadas por su novio, se paró junto al piano y posó su mano sobre el hombro de Terry cuando éste terminó la pieza. Se respiraba el amor en esa habitación, un amor nuevo que empezaba a florecer y un amor viejo que se perdió en las desventuras, victima de las circunstancias de la época.

Eleanor Baker no podía contener el llanto pues le recordaba tanto lo que había vivido, tomó un pañuelo en su mano y recogió sus lágrimas. Cuando la pieza recién terminó se escucharon pasos en la entrada, Terry volteó a ver quién había llegado, mientras su madre aún seguía consternada por la emoción y sus recuerdos.

El silencio se rompió cuando el castaño exclamó sorprendido: -¡Padre! ¿A que hora llegaste?- la mirada del Duque se instaló desde que atravesó la puerta, en la rubia mayor, quien no había notado su presencia, al igual que los demás que estaban concentrados en la música. Parecía que esa pieza romántica había hecho un embrujo pues los pensamientos de Eleanor parecían que habían atraído al nuevo visitante, levantó la vista en cuanto escuchó a Terry anunciarlo. El Duque atravesó la sala y saludó con un asentimiento a los dos jóvenes, dirigiéndose prestamente frente a Eleanor, quien se puso de pie tratando de componerse frente a él y lo saludó: -Bienvenido Su Excelencia- Terry y Candy se miraron sorprendidos y sin decir una palabra decidieron salir de ahí. El sol empezaba a caer y el chico la acompañó a la escuela de verano dejando solos a sus padres.

-Terry, ¿crees que fue buena idea dejarlos solos?- decía preocupada Candy, pues no sabía la historia completa, ni el mismo Terry la conocía, no sabía si habría conflicto o si se llevarían con cortesía.

-No lo sé mi amor, parece que dejarlos solos era lo mejor, están en un territorio neutral, no creo que haya problemas que lamentar, a estas alturas, las cosas solo pueden mejorar.- esas palabras tranquilizaron a la rubia.

La llevó caminando de la mano, podía llevarla en su coche pero prefería caminar para estar más tiempo con ella; afuera de la villa, observó el carruaje del Duque con un caballo extra, la muy querida Teodora, pasó a acariciarla mientras Candy se soltó de la mano de Terry porque no quería estar muy cerca del equino, Terry se extrañó de esa reacción de la rubia y le pidió: -ven Candy, saluda a Teodora, mírala ella te ha reconocido- la chica algo nerviosa contestó: -creo que es mejor desde aquí Terry, la verdad es que prefiero no acercarme mucho- el chico la tomó de la mano y trató de acercarla, pero Candy se resistía y prefirió irse corriendo.

Terry trató de alcanzarla y la llamaba -¡Caaandyyy! ¡Espera!-

Ojalá que les guste este capítulo, tal vez es algo fuerte, no quise salirme de la línea que llevamos, pero sí darle un poquito de realismo, jiji, ahora Terry se ha desenvuelto más con Candy y el amor fluye, esperemos que asi sigan y no haya nadie que se los impida. Sé que no soy una super experta escritora, pero hago lo posible por plasmarles un poco de emoción, de amor, en esta época en que es tan difícil aceptar la realidad, me he visto en ocasiones algo deprimida, pero la ilusión que me da escribir me ayuda muchísimo, incluso también la música. Espero que se encuentren bien de salud ustedes y sus familias.

Vamos a salir de ésta, pero hay que luchar con fé, con amor y ayudándonos unos a otros. Un beso y un abrazo a todas!