PICNIC CON LOS GRANDCHESTER

Candy estaba asombrada de como las cosas habían cambiado tanto con los papás de su novio, era impresionante que el diálogo entre su familia finalmente se había abierto de manera cordial. Terry la llevó al segundo piso y le dio un vestido que Eleanor le había comprado a la chica para ese día de campo. La esperó afuera de un cuarto y cuando abrió ella la puerta ya vestida, él la volvió a meter y cerró la puerta con seguro.

-Terry, que haces- se asustó Candy. El la miraba como un tigre antes de lanzarse a su presa.

-Pecosa, solo quiero decirte esto…- la abrazó y le dio un nuevo beso en los labios.

-Teerry…- ella llevó sus brazos a la nuca de su novio y se recargaron en la puerta, en la privacidad del cuarto a solas era una oportunidad para darse sus muestras de amor.

–Terry, tus papás nos esperan- ella interrumpió el beso y él de nuevo lo retomó con muchas ansias.

-Solo un momento pecosa, frente a ellos no puedo besarte así- la apretó aún más a su cuerpo y la acariciaba, frotando su pecho al de ella. Pasó su mano derecha debajo de su cintura, tomando con una mano su pequeño derriérre -¡Terry!- ella se incomodó por el movimiento travieso del ojiazul y se soltó.

-Perdón mi amor, es que llevo días imaginando como será esa pequeña parte de tu cuerpo, ustedes las chicas se ponen tantas capas de tela que no se sabe bien a ciencia cierta que forma tendrán, si son cuadradas, picudas, o redonditas como me imagino las tuyas- dijo insinuante y ella rio con los dedos cubriendo la boca, -en cambio no me puedes negar que tu si me has visto- Candy se puso de todos colores, porque efectivamente sí, le había echado una ojeada al trasero bien formado del castaño, en ocasiones al verlo subir a su caballo o cuando se alejaba, pero siempre evitaba tener malos pensamientos en torno a sus atributos físicos.

-Qué cosas dices Terry, yo-yo no te he visto ahí, eso sería muy impropio- decía la rubia tartamudeando.

-Eres una pésima mentirosa jajaja, pero me encanta que me mires, así que no te apenes, no creo que sea tan pecaminoso imaginar tu lindo trasero- irreverente y atrevido, eran una de las cualidades de este rebelde que Candy ya conocía pero hablar de esas cosas era algo que rebasaba sus límites de la moral.

-¡Terry, eres un groseroo!- más roja que nunca se tapó la cara.

-Vamos mi amor, no te escandalices, ya llegará el día en que nos demos el beso de las buenas noches y el beso de los buenos días y ese día podré conocer todos esos secretos que se ocultan tras todas esas capas de tela- la abrazó de nuevo y ella acercó sus labios a los de él, le parecía tan tierno que hablara de un futuro juntos.

-Bueno vámonos al picnic ahora si- ella lo tomo de la mano y bajaron juntos las escaleras.

Candy fue a la cocina con Eleanor y le ayudó a empacar quesos, vino, frutas, pan, algo de jamón y un pastel de chocolate que hizo brillar los ojos de Candy, la madre de Terry se dio cuenta de la alegría de la chica y sonrió para sí. –Será un estupendo picnic, todo está delicioso Sra. Baker-. Por otra parte Terry ayudaba a su papá a subir unas sillas y una pequeña mesa al carruaje, además de un fonógrafo que el Duque llevó para amenizar con música.

-Se ve que has planeado muy bien este picnic Padre- se daba cuenta que su papá estaba hasta cierto punto ilusionado con darle a su hijo un nuevo recuerdo que atesorar.

-Así es Terruce, ya era tiempo que pudiéramos llevar a cabo un picnic como aquella vez, ¿recuerdas?- le dijo mientras subía a la parte alta del carruaje la mesita y la amarraba con una soga. –Es mi mejor recuerdo Padre- sonrió.

-Ya estamos listas- dijo Eleanor llevando la cesta y Terry corrió a ayudarles a cargarla, los dos jóvenes se dirigieron a la parte trasera del carruaje y acomodaron con cuidado las cosas, hicieron algo de tiempo para darles un momento a Eleanor y Richard.

La dama llevaba un vestido color azul con sombrero de ala ancha para cuidarse del sol, el Duque la veía impresionado sin disimular que disfrutaba ver de nuevo ese perfecto perfil frente a él. El ayudó a que subiera apoyando su mano enguantada en la de él. Candy también traía su sombrero de paja con listones rosas, parece que ese color le sentaba muy bien a la chica, de acuerdo a los gustos de su casi-suegra.

Terry imitó la gentileza de su padre al extender la mano a la chica y ella sonrió halagada, una vez dentro se dieron cuenta que el Duque y Eleanor se sentaron frente a frente y a ellos no les quedó más que sentarse Candy al lado de Eleanor y a Terry junto a Richard.

Al principio el silencio algo incómodo hacía que los jóvenes se vieran como para ver quien rompía el hielo. Hasta que Candy tomó la iniciativa y platicó la vez que fue de picnic con su hermana, que incluso habían tomado el vino de la Srita. Pony y que esa travesura les costó un gran regaño, pero que valió la pena porque fue en señal de despedida de su hermana del hogar. Pero que después de algunos años la vida y sus vueltas, las hizo coincidir nuevamente y ahora terminaron siendo inseparables hermanas –cuando dos personas se quieren hay un hilo invisible que las une, eso me pasó con Annie, el destino me la regresó-.

Candy no se dio cuenta de la dimensión de sus palabras, pues mientras ella relataba su anécdota con Annie, el Duque prestaba suma atención dirigiéndole la mirada a la chica y una leve sonrisa pasó por su rostro cuando mencionó su reencuentro.

Terry se daba cuenta de las reacciones de sus padres y comprendía que la inexpresividad de ellos no era porque hubieran reñido, sino todo lo contrario, había algo de indecisión y de ansiedad reprimidas; se vió reflejado en el mutismo de ambos, pues así es como él siempre los recordaba de manera individual y así él aprendió a manejar siempre sus problemas, con el silencio. En cambio la chica rubia frente a él era toda espontaneidad, máxime que no dejaba de decir todo lo que le maravillaba del camino para alentar su entusiasmo por el paseo.

Eleanor no dejó de ver cuando conversaba y de ver ocasionalmente por la ventana, pues aunque ella y Richard ya habían limado algunas asperezas por su hijo, sabía bien que eso duraría solo el verano. No quería hacerse falsas esperanzas, pues a la altura de la vida de ellos, las cosas habían llegado a un punto de no retorno y únicamente podrían mantener la relación cordial por el bien de su hijo.

Después de quince minutos de camino y de uno que otro silencio incómodo se detuvieron en una campiña colmada de flores a la orilla de un río. Cerca de ahí había una casita deshabitada sobre una colina, el cochero se estacionó fuera de la finca y ayudó a bajar las cosas y colocarlas bajo de un gran roble que tenía sombra para todos. La campiña estaba cubierta de innumerables flores y el ruido de los pájaros que anidaban en los árboles daban una atmosfera muy pacífica y alegre a la vez.

-¡Que hermoso es este lugar!- la rubia pecosa estaba fascinada por todo el paisaje, era un día perfecto y se sentía muy feliz de compartir ese momento con su amado y sus padres.

Ellos cargaban la cesta, una mesa, unas sillas y las mujeres pusieron el mantel, pusieron los quesos en la mesa, las frutas, los vasos y el vino y un pastel de chocolate que era sugerencia de Terry por los antojos de la pecosa.

Despues de comer los cuatro juntos, el Duque sacó un juego de naipes y les enseñó a los chicos como jugar, Eleanor estaba entretenida asistiéndolo en el juego, su cabello recogido con un sombrero la hacía lucir maravillosa lo que no escapaba a la mirada del Duque, realmente le sacaba muy buen partido a su belleza con ese vestido azul, su aire distinguido y belleza genuina aún a pesar de acumular más de tres décadas, no pasaba desapercibido para el caballero.

Así estuvieron un rato platicando y riendo, Terry les contó de las cualidades de Candy trepando árboles, de como se conocieron y de las veces en que se iban al jardín del colegio. Ella reía por la forma en como contaba él las anécdotas, de la vez en que se metió a su cuarto en la noche. El Duque estaba cada vez mas adaptado a la forma de platicar de los jóvenes y recordaba los tiempos en que el tenia esa edad y también a su único amor, Eleanor. Que increíble que estuvieran ahora en la misma mesa, se había propuesto vivir el momento, hacer nuevos recuerdos para su hijo, verla a ella aunque sea por unos días. Sabía que era muy difícil para ellos tener otra oportunidad, pero quien sabe y puede ser que tal vez algún día.

La risa cantarina de Candy junto con las carcajadas de Terry era el himno más maravilloso del verano, fueron a caminar a la orilla del rio dejando al Duque y Eleanor un rato.

El Duque puso el fonógrafo con música de la famosa cantante de ópera Adelina Patti, escuchar Casta Diva en medio de aquella campiña extasiaba los sentidos por completo. Era mucha la inquietud por estar juntos, que caminaron un poco para contemplar el crepúsculo en una pequeña colina, el sol resplandecía en el horizonte dando sus últimos rayos y el paisaje se pintó de colores dorados, el Duque rompió el silencio: -Eleanor, ¿Podrías perdonarme de nuevo?-.

Ella advirtió que su voz no tenía una pizca de orgullo, volteó la vista hacia él y lo miró con dulzura, él siguió: -me hubiera gustado tanto que las cosas hubieran sido diferentes, todos estos años me ha torturado la idea de lo que pudo haber sido de nosotros, si yo no estuviera atado a la corona, si hubiera tenido más valor para desobedecer a mi padre, entonces hubiera podido ser feliz, … porque solo contigo fuí feliz Ellie- en el tiempo que tenía de conocerlo nunca había sido tan abierto en sus sentimientos, un buen augurio se plantó en su corazón y una dura e invisible capa de indecisión cayó de sus espaldas.

Ella se acercó más a él tomando su mano: -Richard, no atribules más tu alma, vivamos el ahora- él rogaba con su mirada por ser correspondido con el mismo sentimiento. Ella continuó antes de que el empezara a sentirse desalentado: -Mientras haya vida, hay esperanza … aún … para nosotros- los azules ojos de la bella dama brillaron descubriendo lo que anidaba en su interior desde aquellos años en que su amor no había podido ser.

Por primera vez después de muchos años el corazón de Richard Grandchester empezó a latir acelerado, y de un impulso la tomó de la cintura y se acercó a su rostro, se miraron a los ojos con anhelo como lo hacían antes, Eleanor se aproximó más y Richard quitó el sombrero que llevaba ella y la besó.

Era como volver al hogar donde pertenecía, solo con ella podía sentir esa plenitud, como si los mil lugares más bellos del mundo que él había recorrido en su vida, palidecieran ante ese momento, ante ese bendito lugar, donde hacía muchos años atrás habían tenido también su picnic junto a su pequeño hijo. Terry no recordaba que ese había sido el lugar de su recuerdo más memorable, pero Eleanor y Richard si lo sabían, por eso era la emoción de volver a vivir ese sagrado momento que quedó grabado en la memoria de esa familia que había sufrido la desdicha de separarse por circunstancias del destino.

-Ellie, en mí nada ha cambiado, sigo amándote como el primer día- susurró en sus labios Richard –yo sé que ha sido mucho mi atrevimiento, pero esta vez lo haré mejor que antes, no dejaré que te vayas de mí tan fácil- Eleanor sonrió suavemente, no ha cambiado en nada, su intempestivo carácter tan parecido al de su hijo; pero con una sombra en su rostro recordó su realidad: –la próxima semana regreso a América, empiezo la gira de tres meses con la compañía- levantando la cara afirmó: -Navidad en Nueva York será inolvidable, ven a visitarme con Terry por favor- el Duque acarició su exquisita mejilla y asintió: -serán tres largos meses Ellie, pero el tiempo apremia y te prometo que trabajaré por consolidar nuestra felicidad, estoy decidido a enfrentar el Parlamento- ella se conmovió por lo que escuchó de él –Espero entonces poder pedirte que seas mi esposa- las lágrimas rodaron en el rostro de ella y Richard las besó y volvió a tomar con ardor los labios de su único y verdadero amor.

Un poco lejos de ahí, los jóvenes no imaginaban lo que sucedía con los padres de Terry, estaban tan entretenidos por su cuenta, después de ocultarse tras el grueso tronco de un árbol para besarse, se sentaron a platicar en el césped acerca de sus planes a futuro.

-Pecosa, ¿te gustaría regresar a América algún día?- lanzó una piedra al río esperando su respuesta –yo quisiera volver a ver a mis madres muy pronto, pero no sé que más planes tenga el abuelo William para mí, quizá hasta terminar el colegio-.

A Terry no le agradó mucho su respuesta, pues si bien era cierto, ambos eran sujetos a la voluntad de otras personas que decidían su futuro. –Candy, ¿dejarás que los Andrew decidan siempre por ti?- ella sabía a donde iba con la pregunta –Terry, al abuelo William le debo esta oportunidad de estudiar en el colegio, si no fuera por él no nos hubiéramos conocido, pero… creo que llegará el momento en que me presente ante él para que me conozca y entonces le daré las gracias por todo, aunque se moleste le pediré me permita decidir mi futuro, no me gustaría que me impusieran a ser solo un adorno, quisiera ser y hacer algo más, no puedo imaginarme la vida encerrada solo usando lindos vestidos y asistiendo a absurdos cotillones-.

El chico sonrió, no esperaba menos de ella, le inspiraba incluso a ver más allá de la obligación de pertenecer a la corona, gracias a ella empezó a soñar con ser alguien más. –Y tu Terry, ¿has pensado en lo que harás con tu vida?- el chico se quedó en silencio viendo hacia el frente, el viento movía sus largos cabellos castaños, la expresión en su rostro era serena y alegre.

-Pecosa, de una vez te digo que ser Duque no es mi meta en la vida- ella abrió la boca sorprendida y maravillada del carácter de su novio –He estado pensando en que tal vez … busque una oportunidad en el teatro- volteó a ver la cara de Candy y le cerró la boca subiéndole la mandíbula –jajaja porque esa cara mi amor- a ella le encantaba que le dijera así –es que me siento muy feliz de verte tan resuelto- él sonrió –creo que siendo actor de teatro podré dar más de mí que siendo solo un miembro obediente de la realeza, además no deseo que me impongan lo que haré con mi vida y quiero decidir con quien voy a casarme-

-¿Y se puede saber si ya tienes pensado con quien?- el chico volteó y rió al ver la carilla curiosa de la chica –pues si llego a suceder a mi padre, me casaría con una princesa, de muy buenos modales, con un gran historial de virtudes y conocedora de varios idiomas- le encantaba picarle para ponerla celosa –viéndolo bien, creo que no sería tan mala idea- se rascó la barbilla y como ya tenia dotes de buen actor ella se la creyó.

–¿Ah si? ¡Pues entonces que te aproveche! Se puso de pié y se dio la vuelta, el chico rápido la imitó y la retuvo de la cintura –¿A donde vas pecosa, no me digas que estás enojada?- le dijo al oído riéndose –Lejos, me voy lejos, para que te quedes con tu princesita perfecta-

-¿Pero no te diste cuenta que solo estaba actuando mi amor, estaba demostrándote que puedo ser un buen actor, no ves? Ademas no me interesa ninguna princesa, solo mi verdadero amor, tú serás mi reina pecosa- ella se giró para engancharse del cuello de su novio y él la besó pero la hizo caminar besándose hasta recargarla en el grueso tronco de un árbol, el beso se hizo más apasionado y empezaron a acariciarse con más ansiedad, la pegó más a su cuerpo y la apretó fuerte y ella sintió agitarse su respiración, cada beso de Terry aceleraba su corazón y lo sincronizaba al de él.

-Mi amor … te amo … Candy- con los ojos cerrados y con la voz susurrándole al oído el chico la envolvía en sus brazos y la cargó para tomarla de las piernas recargándola en el tronco, la volvió a besar esta vez moviendo su cuerpo al mismo ritmo que el beso. Ella exclamó de sorpresa cuando la elevó en sus brazos –¡Oh Terry… te amo tanto mi amor!- sin querer las cosas iban creciendo en intensidad, pero el chico recordó el lugar y el día que eran y fue tranquilizándose por cuidarla a ella y a su imagen, no quería que se sintiera avergonzada ante sus padres, le bajó las piernas y acomodó su falda. Retomaron el beso con más dulzura y acariciándola del rostro con las dos manos –ya quiero que llegue el día mi amor, entonces no te dejaré dormir ni de noche ni de día- ella estaba más que roja de la cara por las muestras de amor tan efusivas de los dos y por lo que el le prometía. –Yo también Terry, quisiera que vuele el tiempo para no separarme nunca de ti-.

Caminaron por un rato al lado del río y para relajarse un poco después de un momento tan intenso Terry desafió a Candy a una carrera trepando árboles, solo que ella no quería arruinar su hermoso vestido, además que estaba cuidando sus modales para mostrar algo de refinamiento ante sus "suegritos" quería ser la más adecuada para su hijo, que no la vieran como una salvaje tarzán, así que ella se propuso jugarle una broma, le dijo, que si pero que no debía mirarla hasta que llegara a la parte alta del árbol que él subiría; entonces hicieron la cuenta regresiva, y ella hizo como que corría a trepar, pero no lo hizo y se quedó tapando su boca para que no escapara ninguna risa.

Era muy cómico ver que él subía con rapidez cada rama, era verdad, trepar árboles lo hacía lucir como un tarzán, -¿Tan mal así me veo? Con razón me dice tarzán, jajaja- entonces Terry que creía que tenía la ventaja de que Candy traía vestido y estaría cuidándose para trepar, exclamó: -¡te gané pecosa!- volteó al árbol de enfrente y no la encontró, luego escuchó aplausos abajo y era ella –¡bravo Terry me ganaste! Jajajaja- reía porque ésta vez no cayó en su juego, -ahh con que si tramposa, ¡ya verás cuando llegue abajo!- ella corrió pero sus zapatillas no le permitían ir muy rápido, por querer huir se le dobló el tobillo y cayó al suelo, Terry la alcanzó y ya no pudo vengarse de ella –¡lo ves, karma instantáneo pecosa!- ella se quedó ahí adolorida, entonces el chico ya no bromeó y le checó el tobillo quitándole el zapatito y pudo constatar que el hueso estuviera bien y que solo se trataba de un esguince, -Auch! Auch!- ella hacía gestos de dolor –todo está bien, no está roto, ¿crees poder caminar?- ella con la cabeza dijo que no, realmente le dolía y Terry se preocupó, la tomó en brazos y la llevó cargando hasta el árbol donde estaban la mesita y las sillas solas.

El Duque y Eleanor, caminaban de regreso a ese lugar –oh Dios, que sucedió ahora!- exclamó Eleanor y caminaron más rápido. Terry la colocó con el pie levantado en otra silla –¿Que sucedió Terruce?- preguntó su padre, el chico un poco avergonzado por causarle ese dolor a su novia respondió –se dobló el tobillo pero ya me aseguré que no estuviera roto. –¿Cómo te sientes hija?- preguntó con dulzura Eleanor, quien ya no traía su sombrero, lo traía el Duque en su mano, de eso pudo darse cuenta la chica, pero no dijo nada, parecía que Terry no se había fijado en eso –ya un poco mejor, pero creo que empieza a hincharse, no me cabe el zapato, con una pomada será suficiente- quería tranquilizarlos para que no se angustiaran.

–Entonces será mejor volver para que pueda reposar su pie Candice- le dijo con dulzura el Duque –siento mucho arruinarles el picnic- le dijo Candy a los tres -no te preocupes Candy, ya estábamos por irnos, ya empieza a oscurecer- Terry llevó a Candy al carruaje y el cochero que la pasó dormido en una sombra, ayudó a subir las cosas.

Llegaron a la villa y ya había oscurecido, antes de entrar Candy bajó con cuidado del carruaje y se detuvo en la entrada: -Creo que es mejor que me despida aquí, debo volver a la escuela de verano- trató de caminar pero pisaba con mucha dificultad.

-De ninguna manera Candice, permítanos por favor cuidar de usted hasta que esté restablecida, el Señor William no me perdonaría si no cuido bien de su hija- inquirió el Duque –enviaré un mensaje a la Hermana Superiora para avisar que usted se quedará con nosotros- Candy se sorprendió de la generosidad del padre de Terry, nunca se había sentido tan protegida, tan cobijada, tan segura, ella soltó una pequeña lágrima –Gracias Señor Duque, disculpe de nuevo mi inoportuna torpeza- dijo con humildad.

-No hay nada que disculpar Candice y de nuevo le recuerdo que usted fue la primera en darnos muestra de hospitalidad, como lo hizo con mi hijo- no podía creer que hubiera tanta gentileza en tan encumbradas personalidades, ella siempre sintió que no merecía que alguien le brindara tales atenciones.

Mientras el Duque y Eleanor se cambiaban para la cena, Terry la cargó y la llevó rumbo al cuarto de huéspedes, parecían recién casados –Candy, hace un rato me sentí afligido por causar que te lastimaras, pero ahora creo que ha sido lo mejor que pudo haber ocurrido, ahora no habrá problema si te quedas aquí- ella estaba feliz por estar cerca de su novio, su rebelde castaño de ojos azules profundos como el océano.

-Me voy a malacostumbrar a tantas atenciones, que creo que no voy a caminar por unos días, jajajaja- la risa cantarina de Candy resonaba en la habitación decorada con cortinas rosas y una sobrecama de seda color lavanda y almohadas rosadas con encajes y bordados. –¡Que bella habitación!- le recordó la que tenía en la casa de Lakewood, pero esta tenía un estilo más vintage por los muebles color marfil de donde sobresalía un peinador con espejo ovalado. –Mi madre la adornó para ti, quiso que tuviéramos un espacio para cuando no pudieras regresar por la lluvia o se hiciera de noche, además que mandó pedir unos cambios de ropa para ti- abrió el closet y vió tres vestidos hermosos y un par de zapatos rosas. –Tu madre es muy amorosa, tal como la había imaginado Terry, ya no siento envidia, me siento feliz por recibir tanto amor de parte de ella y de ti- sentada en la cama, él se hincó en una rodilla para estar a su altura y besarla.

No se cansaban de besarse, estaban conscientes que no debían extralimitarse y Terry se puso de pié. –Te dejo para que te cambies, a menos que no puedas hacerlo sola y quieras que te ayude- dijo pícaro y con su mirada seductora. -¡Terry!- ella se sonrojó –si puedo sola, no te preocupes- -bueno, entonces en un momento vengo para llevarte a cenar- salió del cuarto y ella se recostó de espaldas en la cama con los brazos abiertos, cerrando sus ojos y con una sonrisa amplia en la cara.

Mientras tanto en el colegio de verano la Hermana Margaret encargada de las chicas tomaba el sobre membretado del Duque de Grandchester, sorprendida de la noticia de que Candy se había accidentado y que el Duque se hacía responsable de su bienestar y su integridad, envió una nota de respuesta al aristócrata agradeciendo la amabilidad con su pupila y dándole oportunidad a la chica para que tomara los días de reposo que necesitara.

Annie y Patty que volvieron desde media tarde del paseo con sus novios se enteraron que Candy se quedaría en la Villa Grandchester por órdenes del Duque de Grandchester. Ellas sonrieron maravilladas que tan elegante personalidad brindara alojamiento a su querida hermana. Tenían en sus manos una invitación a la fiesta blanca que la tía Elroy organizaba para la tarde del día siguiente en la Mansión Andrew, con esa misiva ellas pidieron el permiso a la Hermana Margaret para poder asistir. Además que debían acudir a buscar al pueblo algunos accesorios para complementar su atuendo que debía ser solo en color blanco.

Eliza Leagan había incriminado a sus primos por no asistirla en el accidente que tuvo en el lago, explicó a la tía Elroy que quien salvó su vida era el hijo del Duque de Grandchester. Elroy Andrew tramó en su mente la idea de casar a su querida sobrina con el heredero Grandchester, sin saber que el chico no tendría empacho en desestimar de plano tal propuesta, pues le causaba repulsión la jovencita pelirroja.

Envió una invitación formal a la villa de Grandchester para Terruce, desconocía que el noble aristócrata Richard Grandchester también se encontrara en la ciudad, por lo que la dirigió solo al joven. Así que cuando llegó a la villa el sobre con la invitación a la Fiesta Blanca, el Duque no se dio por enterado, sino que solo fue el chico quien abrió el documento y al abrirlo y averiguar su contenido, torció la boca con desagrado y golpeó en su mano el papel varias veces y luego lo guardó en un cajón. Sabía que no podía dejar desatendida a su invitada, además que tendría que averiguar si también ella estaba invitada, pero sería hasta volver el mensajero que había enviado su padre a la escuela de verano, para saber si Candy había recibido algún mensaje igual que él.

Al regresar el mensajero no traía más que el sobre con la contestación de la Hermana Margaret. Entonces siendo así, decidió que no iría a tal fiesta, aún si él fuera el principal invitado como agradecimiento por salvar la vida de Eliza, si Candy no estaba invitada, no había sentido para asistir; temprano enviaría una respuesta a la Mansión Andrew.

La cena transcurrió en la villa Grandchester en armonía total, parecía que donde estaba Candy siempre había alegría, la chica contagiaba a todos con su usual sonrisa y espontaneidad, aunque ella trataba siempre de agradarlos con modales más cuidados, sabía que a su Terry le gustaba tal y como era ella, obviamente trataba de no ser tan imprudente e impulsiva en su gestos, no hacía sus muecas acostumbradas y ya iba perfilándose mas como una damita que como una tarzán.

Despues de degustar una cena ligera y un postre de crema de nuez y fresas, Terry se sentó al piano interpretando Imágenes de Debussy, en cada escala de la pieza, Candy sentía mariposas recorriendo su cuerpo y lo contemplaba embelesada por el porte varonil y a la vez sensible de su amado, quien concentrado interpretaba con maestría y elocuencia la pieza romántica. Luego Candy se sentó junto a él mientras interpretaba una suite más sencilla pero no menos emotiva, inspirada en el amor de los dos. Eleanor y Richard también disfrutaban la escena, pero ellos eligieron ponerse a bailar lentamente, los dos chicos voltearon a verse por la novedad de la cercanía de los dos mayores, Terry siguió tocando el piano y al terminar esa canción enlazó otra pieza más bailable para prolongar el momento.

Luego de disfrutar una maravillosa velada se despidieron cada quien a sus habitaciones llenos de esperanza por lo que el futuro les deparaba.

Este capitulo es un poco más cortito que los anteriores, pero quise dejar solo lo del picnic para que pudiéramos disfrutar ese día sin preocupaciones. Espero les haya gustado, el destino de los rebeldes va pintando para ser distinto al de la trama original. Disculpen si en algo no están de acuerdo con la personalidad de los personajes, pero es como yo considero que serían si no fueran tan reprimidos, jajaja. Agradezco mucho sus comentarios y los tomo como sugerencia y aporte para los capítulos siguientes. Espero que pasen un fin de semana excelente y cuídense mucho.