FIN DE UN VERANO VIBRANTE (PARTE 1)

Los personajes en esta historia no me pertenecen, escribo solo con fines de entretenimiento.

ADVERTENCIA: Este capítulo tiene contenido romántico, empalagoso y algo de escenas subidas de tono, si no te gusta ese tipo de contenido abstente de leer, sobre aviso no hay engaño, si aun así quieres seguir leyendo, disfrútalo!

La mañana empezaba a iluminarse a través de los reflejos dorados por las montañas, la paz que se respiraba en la villa Grandchester inundaba los corazones de los rebeldes del San Pablo quienes estaban por concluir su periodo vacacional. Después de haber despedido al Duque y Eleanor, Terry tomó en brazos a Candy para que no estuviera en pie, comprometiendo la recuperación de su tobillo.

-¿Adivina que haré contigo, ahora que nos hemos quedado solos?- con tono sugerente acercó su nariz a su cuello luego de cargarla en brazos dejando la muleta tras de la puerta –mientras estés aquí no pisarás ni usaras la muleta para que pronto se te desinflame el tobillo, aunque pensándolo bien es mejor que tu recuperación sea más lenta jajajaja- Candy respondió algo nerviosa –Terry ¿Acaso piensas cargarme para todo?-

-Creo que no me hace mal el ejercicio pecosa, pero te aconsejo que dejes de comer tanto pastel de chocolate jajaja- reia a carcajadas

-¡Grosero!- le dio un manotazo, ese estira y afloje entre los dos, era el juego de siempre, burlarse de ella y molestarla, pues disfrutaba mucho cuando movía sus pequitas y hacía su boquita más apretada, le antojaba mucho besarla al tenerla tan cerca.

-Yaa no te enojes tarzán, hay que aprovechar cada minuto del día, primero vamos a desayunar- la llevaba cargando a la cocina y la sentó en una silla con cojines mientras él ayudaba al ama de llaves para preparar unos huevos escalfados, tocino, leche con pulpa de fresas, queso derretido y pan de centeno con miel- ella lo admiraba desde su lugar, sí, había que admitir que ese accidente fue un acierto del destino para poder pasar más tiempo con su amado rebelde, suspiró y lo siguió contemplando mientras él preparaba el desayuno.

-No sabía que eras tan buen cocinero, todo se ve muy rico desde aquí- Candy se sentía rara de no ayudar, pero la molestia en su tobillo le impedía estar parada mucho tiempo, aunque ya iba mejorando, volvió a observar su pié y aún lo tenia un poco morado e hinchado. El ama de llaves los dejó solos desayunando mientras iba al pueblo con su hijo, los dos vendían la leche de las cabras que tenían en la villa y el queso que hacían para intercambiarlo por otros insumos, todas esas ganancias eran para ellos, el Duque les pagaba su sueldo pero además les permitía que obtuvieran más ingresos. Asi que los dejaron solos un rato.

Terry la llevó a su recámara para que se alistara para dar un paseo juntos y la puso sobre la cama, -¿Quieres que te ayude a desvestirte pecosa? para mi no será problema jejeje- esa miradita la volvía a poner de nervios -¡Terry! No juegues así conmigo- aqunque no lo quisiera admitir ella adoraba recibir los coqueteos de su bien parecido novio.

El chico cambió de tono en sus conversaciones, si bien cuando estaba nervioso se ponía a bromear con ella, en ese momento no sabía como actuar por estar totalmente solos, se había propuesto aprovechar el día, pues el verano estaba llegando a su fin.

-Candy, pronto regresaremos al colegio, volveremos a las reglas y los castigos, así que no hay tiempo que perder, voy a subir algunas cosas al carruaje, pero antes dame un beso, ¿si?- se puso de rodillas apoyándose en el regazo de ella.

-Bueno, pero uno muy chiquito- apenas terminó de decirle esto y el chico la tomó en sus brazos empezando con un beso breve pequeño y los dos se miraron, luego otro, la puerta se había quedado entre abierta, pero la casa estaba sola, no quería verse tentado a intentar algo mas con ella, Terry tenía una expresión seria antes del tercer beso, Candy sintió un brinquito en su corazón y éste aceleró su ritmo, estaban tan conectados con una mirada intensa, él encontró una veta verde esmeralda y una verde oliva en los ojos de ella, de nuevo se acercó y besó y acarició sus mejillas, la expresión en su mirada llenaba totalmente la vista del chico, no podía dejar de ver ese bello rostro con pecas, era increíble que se pudiera conjugar la inocencia, la dulzura, la bondad y el amor de su vida, todo en 1.60 de estatura.

-Candy, contigo me pasa algo muy extraño- cada que escuchaba su nombre en la voz grave y aterciopelada de Terry, se enamoraba un poco más de él, jamás se cansaría de escucharlo, en ese momento Candy se dio cuenta que quería escucharlo todos los días hablándole a ella por su nombre.

-Dime mi amor- ese "mi amor" tan íntimo y tan entregado derritió aún más al chico, así que antes de completar lo que estaba por decirle, la estrechó más entre sus brazos y rozó la nariz de la chica con la suya acariciándola y soltando un poco el aliento para contener la emoción que recorría su cuerpo.

-Me pasa que quisiera detener el tiempo al tenerte así entre mis brazos- esa voz tan varonil derretía a la pecosa, que a su vez ponía sus manos en la nuca tomando en sus manos la cabellera de su novio –pero también quisiera que el tiempo pase muy rápido para poder quedarme contigo para siempre y nunca separarnos.

Esa ultima palabra le dio un escalofrio al escucharla, el solo pensar que sucediera algo que los apartara le cortaba el aliento, Terry al sentir ese cambio al tensarse el cuerpo de ella, la apretó aún más a su pecho.

-No temas mi amor, jamás nos separaremos, quiero que en este mismo momento nos prometamos algo- Candy volvió a mirarlo a los ojos y despejó sus temores.

-Quiero que nos prometamos siempre decirnos la verdad, que nunca nos ocultemos nada y que pase lo que pase, poner nuestro amor en primer lugar, antes que los intereses de los demás, yo no permitiré que ni mi rango sea obstáculo para estar juntos, ni mi familia, ni nada que quiera interponerse entre nosotros nos separe- en sus palabras llevaba algo de amargura, pues recordaba lo vivido con su madre, ya no quería estar solo jamás, sin amor, ahora que lo había descubierto y gozado al lado de Candy, era algo indispensable, necesario y adictivo para él.

-Terry, mi amor, yo te prometo que haré todo lo posible para estar siempre contigo, estos días a tu lado me han enseñado que tú eres la parte que me faltaba, siempre he luchado por ser feliz, aún estando totalmente sola.- las lágrimas se acumulaban en sus ojos y bajó la mirada al recordar tantos episodios de su vida en que ansiaba tener un lugar a donde pertenecer. –A tu lado me he dado cuenta que no me hace falta buscar más, quiero escuchar a diario tu voz, verte a los ojos, hablar contigo, platicar nuestras inquietudes, compartir los desayunos, trepar árboles juntos –sonrió al decir esto último.

-¿Candy, acaso me estás proponiendo matrimonio? –de nuevo se burlaba un poco de ella, para hacerla reir, adoraba verla enojarse para luego hacerla sonreír-

-¡Terry!- no supo que decirle, ella estaba vaciando lo que estaba sintiendo su corazón y no se dio cuenta del contexto de sus palabras, sus mejillas se tiñeron de rojo, avergonzada se cubrió la cara. Terry dejó de reírse, tomó sus manos y las metió dentro de las de él acariciándolas, aún tomándola solo de la mano podía sentir esa compenetración de su alma con la de ella, y de nuevo pensó que estar juntos para siempre sería la mejor aventura del destino.

-Pecosa mía, tu y yo estaremos juntos sin importar que el mundo se caiga, pero… por ahora vamos a aprovechar que el día está magnífico antes de que nos llueva de nuevo- Candy se sintió más segura al escuchar sus palabras, no había miedo alguno que pudiera obnubilar esa paz que su amado le daba; entonces Terry se puso de pié y caminó rumbo a la puerta.

-Está bien Terry, me alistaré en un momento- una vez que Terry cerró la puerta siguió buscando sus ropas para asearse.

Del otro lado de la puerta Terry suspiraba de alivio, un poco más y le arruinaría el plan que había armado para ella, pero es que era tan fácil abrirse con Candy, era tan natural hablar del futuro y de sus sueños con ella.

Bajó a acomodar unas cosas en el carruaje descapotado y esperó a que Candy estuviera lista para partir.

Mientras tanto en la mansión de los Andrew, Elisa estaba más que insoportable, había fastidiado a las mucamas toda la noche hasta que por instrucción de la tía abuela le dieron calmantes y esa mañana después del almuerzo se había desquitado con su caballo cuando se puso cabalgar, golpeando más fuerte al equino por el coraje que traía, no solo por la caída del día anterior, sino por la humillación que Terry y su padre le habían hecho.

Se dirigió a la escuela de verano del colegio a buscar a Candy, llevaba la intención de reclamarle su atrevimiento por pensar siquiera en ser novia de Terry, estaba furiosa porque alguien tan insignificante como ella, no tenía derecho a poner sus ojos en un elegante y guapo prospecto de hombre de un abolengo proveniente de la más elevada aristocracia inglesa, porque la maldita huérfana fue la causante de la muerte de Anthony, su querido primo.

Cada vez que Eliza recordaba la muerte del chico de quien estuvo enamorada y que por mucho tiempo fue su gran ilusión convertirse en su esposa y ser la heredera del emporio Andrew, las ganas de llorar llegaban pero ella no cedía a las lágrimas y prefería en vez de llorar como una idiota, enfocar todo su odio y amargura en Candy. Evitaba sentirse débil por el recuerdo y ante esta creciente aversión hacia la maldita huérfana se propuso despojarla de cualquier oportunidad de ser feliz, sencillamente porque no lo merecía.

Al arribar a la escuela de verano era media tarde pero solo encontró a Annie y Patty sentadas en la sala de música donde la primera ensayaba una pieza de piano mientras que su amiga escribía en su diario. –Hola chicas, ¿me pueden decir dónde está Candy?- las dos jovencitas observaron a la visitante y ambas se pusieron de pie, algo les decía que Eliza no andaba bien, tenían una sensación de temor, como si fuera a agredirlas, por la forma violenta en como entró y recordando lo acontecido en la fiesta blanca, las dos se miraron y Patty fue quien le respondió: -Hola Eliza ¿Para que quieres hablar con Candy?- la morena no quería decirle la verdad a la chica y lo mejor era que no supiera donde se encontraba.

–Eso a ti no te importa- Patty se dio cuenta que el propósito de Eliza no era para nada bueno y que podría ocasionarle problemas a su amiga.

–Eliza, no quieres quedarte con nosotros, ya nos toca ir a la iglesia a rezar el rosario, ¿porque no nos acompañas?- le dijo Annie, la pelirroja recordó lo aburrido de los rezos con las monjas y prefirió salir corriendo sin despedirse.

-¿Viste Annie? Ni siquiera se despidió, algo no anda bien con Eliza-

-A mi me preocupa Candy, si se entera que esta con la familia de Terry no se que va a pasar- la ojiazul temía por la seguridad de su amiga, Eliza y Neal no le daban tregua, pero ahora su pensamiento estaba en su novio, en el almuerzo estuvo algo esquivo e indiferente y llegó a pensar que se había arrepentido de estar con ella, además que le tocaba a ella ir a confesarse después de haber pecado tan gravemente por caer en la tentación con su novio.

Annie pasó la tarde esperando noticias de su novio, quien no se presentó a buscarla, solo Stear fue a visitar a Patty y no le dio ningún recado de Archie. Eso la entristeció pensando en que pronto se desharía de ella, tal vez ya se cansó de sus juegos sexuales y se buscaría a alguien más bonita. Sus inseguridades empezaron a aflorar y pasó el resto del día triste. No dejaba de pensar en cada caricia que le había dado, era muy contradictorio para ella recordar sus encuentros íntimos con Archie y luego se autoflagelaba con los remordimientos de conciencia, pues lo que hacían no era propio de una dama y de un caballero. Se encontraba en su recámara pensando en todos esos momentos tan especiales y pasaba sus delgadas manos por su cuello, por sus brazos, por sus senos repasando por su piel las caricias de su novio.

Después de tanto pensar en si debía seguir adelante con la faceta íntima con su novio, tomó la decisión que tal vez sería buena idea llevar a otro nivel su relación con Archie y así lograr que él se enamore más de ella, no podía permitir que él la abandonara por otra chica que sí cediera a sus apasionadas exigencias, ya había entregado su corazón y mucho más, no habría nadie en el mundo que pudiera amarlo como ella. Antes que Stear regresara a la mansión Andrew, Annie le envió un mensaje en un sobre a su novio para que Stear se lo entregara, con la esperanza de estar de nuevo en sus brazos.

Al llegar a la mansión Archie se encontraba encerrado en la biblioteca leyendo, tratando de relajarse, pues Neil no había dejado de insinuar que lo diría todo a la tía abuela y se burlaba de Annie, tras la puerta de su recámara. –Tan seriecita que se veía, pero hay que admitir que por más apellido honorable, no deja de ser una chica del hogar de Pony, jajajaja-. Se estaba cansando de él, pero no le quedaba mas que esperar a que llegara la tia abuela, y respondería como un caballero lo hace en esas circunstancias.

Aunque le había costado admitirlo, amaba a Annie, realmente la quería, no la idealizaba como lo había hecho con Candy, sino que sentía la entrega y la devoción de ella en cada beso y le agradaba poder explorar con caricias su cuerpo, tan solo de recordarla su cuerpo sentía la necesidad de verla de nuevo. No podía luchar contra ese sentimiento, si lo delataban los Leagan tal vez no sería tan malo.

-¿Pecosa, ya estás lista?- tocaba a la puerta de su recámara, Candy se había puesto un fresco vestido largo perfecto para el clima de verano, puso en su cabeza un sombrero de ala ancha y sujetó su cabello con un listón, se vió en el espejo y lo que encontró en su reflejo fue el rostro feliz de una chica enamorada, no era necesario usar maquillaje, la sonrisa no se borraba de su cara, aunque pronto volverían al colegio, disfrutaría esa tarde al lado de él, su rebelde.

-¡Si Terry, puedes pasar!- al entrar ella iba a ponerse de pie, pero antes que lo hiciera Terry la estaba sosteniendo en sus brazos -¡Terry! ¡Espera! Creo que si puedo caminar- le dijo mientras se acomodaba el sombrero y se asía de su hombro.

-Te dije que lo haría mientras estés bajo mi cuidado, así que no protestes pecosa- la cargó y la estrechó más a su pecho, él llevaba una camisa blanca medio desabrochada y el vestido de ella llevaba un escote redondo que le quedaba un poco grande y podía ver el inicio de sus pechos.

-¡Terruce Grandchester!¡Qué estás viendo!- Candy puso su mano en el escote, lo había pillado viéndola de cerca y sintió las manos de él apretarla más a su pecho.

-¡Nadaaa, jajaja, nada que no enseñes!- reía mientras la subía al vehículo jalado por Teodora, -¡Grosero atrevido!- partieron los dos en una carreta con una canasta preparada con vino, galletas, sándwiches y una manta para colocarla en el suelo.

Llegaron a un paraje hermoso en una colina llena de flores y árboles, el viento soplaba y Candy tomaba su sombrero para no perderlo.

-Vamos Candy, agárrate fuerte- la cargó para bajarla del carruaje y ella contempló la vista espectacular, a lo lejos podía ver el pueblo, la villa de los Grandchester y más lejos aún la mansión Andrew.

-¡Qué hermosa vista Terry!- el chico no dejaba de admirar el perfil de ella y sostuvo su mano para conducirla a ver por la orilla de la colina, la sostuvo abrazada por detrás de ella y pasando sus brazos por su cintura, susurró en su oído –más hermosa estás tu pecosa, estás pre-cio-sa- sintió un escalofrío recorrerla al sentir la cosquilla de los labios en su cuello y su oreja, se giró y lo sorprendió con un beso lleno de ansias, su novio no quiso quedarse atrás y la tomó por la cintura apretándose más a ella, ella subió sus brazos al cuello de él y entre beso y beso, el travieso de Terry volteaba a ver en el escote de ella, mientras lo besaba con los ojos cerrados. Amor y pasión, con ella lo tenía todo, quería que el tiempo volara para no soltarla jamás y por qué no, ver lo que había tras ese escote.

Candy lo tenía dominado, con toda la premeditación, alevosía y ventaja, eligió un vestido de talla más grande, para atraerlo más, al sentirse amada también se sentía más segura de su figura y deseaba poder demostrarle su amor de manera más física, era una faceta nueva para ella y algo muy natural, lo mejor de todo era que él lo disfrutaba y creía que su novia era tan inocente que no había reparado en que el escote revelara tanto.

Después de un largo beso, se quedaron abrazados iluminados por los rayos dorados del sol. Luego bajaron la cesta y degustaron los sándwiches, las galletas y curiosamente el vino de mesa, el cual era delicioso, robusto y dulce, no se percibían los grados de alcohol que tenía, pero era un buen desinhibidor. Candy sentada con Terry a un lado recostado de lado, los dos sobre la manta y ella le daba pequeños trozos de alimento y él los tomaba de su mano y de vez en vez mordía sus deditos.

-¡Auch! ¡Terry! Esta vez si me mordiste fuerte- se quejó Candy –a ver pecosa déjame ver, la jaló del brazo para que se inclinara y despistadamente mientras ella le mostraba la mordida él miraba de nuevo su escote. –¡Teeerryyyy Grandchesteer!- lo pescó echando la mirada más de cerca a sus pechos y le dio un manazo en el brazo.

-¡Jajajajaja pecosa tramposa, es tu culpa! ¡Para que te pones ese vestido si no quieres que te mire jajajaj!-

-¡Entonces cuando me viste cambiarme en el bosque si miraste más de la cuenta atrevido!- estaba sorprendida de la manera de espiar de su salaz novio.

-¿Quieres saber la verdad?- se sentó derecho para confrontarla.

-Si- dijo ella muy digna, Terry amaba verla así de enojadilla porque sus encantos resaltaban más, sus pecas, su perfil, su naricita, su boquita, sus pechitos, bueno ni tan chiquitos, por eso lo traía así como perro sin hueso.

-No puedes con la verdad- le tomó la barbilla y ella aunque se hacía la valiente temblaba cada que él se le acercaba.

-Sssi, ssi puedo- lo tenía más de cerca y entonces Terry se acercó a su oído para decirle:

-Desde ese día no duermo tan solo recordando tu delicioso cuerpo pecosa- se derritió y a la vez se avergonzó, cuando estaba por soltarse por timidez, él la tomó como un vampiro a su presa y la estrechó más en su brazos y la besó como si fuera a devorarla. Candy ya no tuvo escapatoria y se dejó envolver por los besos ansiosos de Terry.

En el paraje que estaban no había caminos ni nadie alrededor, nadie pasaba por ahí y el vino empezó a surtir su efecto. Candy suspiraba entre besos, mientras Terry la recostaba sobre la manta, ella metió la mano por debajo de su camisa y esa sutil caricia encendió más el fuego de la pasión, Terry gemía entre besos y ella con los ojos cerrados decía –Terry … mi amor, soy toda tuya- por si fuera poco, esas palabras impulsaban a Terry a avanzar en sus caricias, era la luz verde que necesitaba escuchar para profundizar más su encuentro.

-Pecosa, no me digas eso, porque luego no te aguantas- esa voz tan varonil y seductora la convencía más de sus acciones.

-Perdón mi amor, no fue mi intención- aunque las palabras decían otra cosa con sus actitudes decía otras.

-Mi amor, si por mi fuera ahorita mismo nos casamos, ya no quiero dormir solo, con todo lo que me estas antojando-

-¿Terry, no estarás bromeando? ¿O el vino ya te afectó?- Candy se sorprendió de la propuesta implícita en sus palabras.

-Candy, precisamente por eso quería venir a este sitio- se sentó y la levantó junto a él sentándose de frente y tomándole las manos. Tomó aire un momento, cerró los ojos y exhaló.

-En este lugar siempre venía cuando me sentía solo, aquí me hice la promesa de cambiar mi destino, al ver que mi padre no era feliz, me juré luchar por dar otra dirección a mi vida para no vivir como él, sometido a la obligación y la infelicidad- miraba hacia en horizonte remembrando el pasado gris que vivió en su infancia.

Candy comprendía el grueso de las palabras de Terry, había tenido una vida muy privilegiada pero también muy solitaria, pudiendo tener el cariño de su madre y de su padre nunca pudo recibir amor de ellos, ella siempre se había considerado afortunada a pesar de nunca haber conocido a su madre.

-Sabes, no había reparado en lo parecidos que somos, creo que Dios nos hizo coincidir para complementar nuestras experiencias, yo he estoy orgullosa de ti Terry, venciste tus prejuicios y estás dispuesto a perder los privilegios que siempre tuviste por tu libertad de decidir- lo abrazó por la espalda y recargó su mejilla en el hombro de él, de inmediato el corazón de Terry se colmó de una paz bien conocida por él desde que ella llegó a su vida.

-Pecosa, tu eres quien me ha abierto los ojos, estaba cegado en mi rencor, en mi orgullo, me sentía condenado a un futuro que no me satisfacía, no tenía un motivo para luchar, hasta que te ví y desde esa noche no me he quitado de la mente esas pecas, esos rizos, esta naricita- la pellizcó con sus dedos –esta boquita, estos verdes ojos, nadie me había mirado de esa forma-

-¿Cómo te miré?- preguntó ella

-Miraste a través de mi alma, como si ya me conocieras, me leíste completo desde el primer instante- volteó a verla y la tenía recargada en él, posó sus labios en la frente de ella –te amo Candy- ella respondió –y yo te amo a ti Terry-.

-Entonces esta es la tercera colina de Pony, parece que tu y yo acostumbramos siempre subir a una colina, yo hacía lo mismo cuando me sentía sola, el viento se llevaba mis pensamientos dolorosos y me ayudaba a recomponerme de mis tristezas-

-¿Te das cuenta pecosa? ¿Que tu y yo estamos conectados desde antes de conocernos?-

Candy sonrió y le agradó la idea que tal vez era cosa del destino que los había ido preparando. –Sí Terry, definitivamente Dios nos fue llevando a los dos a encontrarnos, yo creo que sus tiempos son perfectos- Terry inhaló suficiente aire para armarse de valor –Candy quiero decirte algo, pero necesito tenerte de frente, para inmortalizar este momento en mi memoria- ella titubeó, le extrañaba la seriedad de sus palabras, aún así no dijo nada y se dispuso como se lo pidió.

-Candy, desde el Mauretania aquella noche brumosa he descubierto un mundo que no conocía gracias a ti, he aprendido de tu sonrisa, de tu dulzura, de cada momento que hemos compartido juntos, gracias a ti encontré un motivo para encontrarme a mí mismo, gracias a ti he podido recuperar mi relación con mis padres, amo que seas tan generosa con todos aunque no lo merezcan, amo tu calidez, amo que seas tan genuina, amo todo de ti, amo que me hayas enseñado a amar, amo que me digas mi amor, amo imaginar una vida junto a ti, te amo Candy- se levantó y la tomó de la mano para levantarse, tomó del bolsillo de su pantalón una pequeña bolsita de terciopelo negro con un cordon dorado, la abrió y sacó una joya que brillaba con los rayos del sol del atardecer, bajó su rodilla y la miró desde abajo con anhelo, ella retuvo el aliento, poniendo una mano en la boca sorprendida.

–Candy, mi tarzán pecosa, con este anillo quiero pedirte que seas mi esposa- el viento volaba los cabellos de Terry y también las lágrimas de las mejillas de su novia, un sollozo escapó de ella antes de mover su cabeza afirmativamente, era tanta la emoción que no podía articular palabra.

–¡Sí, sí quiero, mil veces sí!- al escucharla por fin aceptar, el mundo de Terry se completó, se puso de pié y la tomó en sus brazos, ambos estaban muy emocionados; Candy no imaginaba que Terry ya lo había planeado, el anillo que él le dió, lo compró él, pues no quería darle una joya heredada, temía que pudiera llevar la maldición de algún fallido matrimonio, era un zafiro de corte cuadrado montado en oro blanco con pequeños diamantes a los lados.

Su abuela le había dejado una cantidad considerable de herencia antes de morir, cuando era solo un niño, -Mi cielo, con este dinero quiero que forjes tu felicidad, que nadie te impida ser feliz, la vida es una sola para vivirla con quien tu ames- esas palabras se grabaron en él, aunque en ese entonces no comprendía toda la importancia de ese consejo, no lo olvidó pues se empezaba a dar cuenta que su padre no parecía ser feliz al lado de la duquesa.

El sol empezaba a ocultarse a lo lejos, era ese lapso en que los rayos de sol son más dorados antes de anochecer. Los dos seguían abrazados diciéndose palabras de amor.

-Ya no eres solo mi novia, ahora eres mi prometida pecosa, de ahora en adelante ya no voy a soltarte- la tenía apretada a él, ella reía –ni yo voy a oponerme mi prometido- bajo el cielo azul en la colina de Escocia ambos contemplaban la tarde perfecta. –Nos falta sellar nuestro compromiso con un beso mi prometida- obediente ella cerró los ojos y se dejó llevar por un beso con un distinto sabor, si antes era un deleite disfrutar los besos de su novio, ahora, la seguridad de ser la prometida oficial de Terry le impulsaba a tener iniciativa como si tuviera derechos sobre él, sobre sus muestras de amor, sobre su piel.

Terry percibió la audacia de su prometida, al sentir sus caricias sobre su espalda y se pegó más a ella, Candy respondió con más ímpetu, ¿sería posible que haya olvidado por fin su timidez? ¿Acaso ese paso que ambos acababan de dar le hacían confiarse más a sus deseos? Ella subió un poco la camisa de Terry para tocarlo directamente y con una mirada intensa le dio a entender que él podía hacer lo mismo.

La falda del amplio vestido se movía con las rachas del viento, el ruido que hacía sobre la copa de los árboles era melodía de ese momento. Desde los hombros de ella una mano de Terry movió un poco el escote del vestido de Candy y fue pasando sus dedos sobre sus clavículas, haciendo círculos y fue bordeando el escote redondo. Era la primera vez que experimentaba una adrenalina así, Terry abrió los ojos para ver alrededor, pero era un paraje completamente desierto, vio la expresión de entrega en el rostro de su amada y siguió acariciándola tocando el inicio de sus senos.

Candy empezó a gemir y suspirar entre los besos, -¡Oh Terry mi amor!- las manos de ella estaban sobre su espalda delineando su columna y sus firmes músculos. Bajó sus labios hacia su cuello y rumbo al pecho de ella, abrió los ojos y tenía de frente los dos ansiados tesoros, Candy ya tenía un muy buen desarrollo en esa área, para fortuna del chico. Empezó a bajar el vestido, como le quedaba grande, no fue difícil pues con solo mover el hombro se deslizó y mostró más piel, estaba maravillado a punto de descubrir la piel –Oh pecosa, mi Candy, mi futura esposa- sus labios se adueñaron de ella y con la lengua causaba cosquillas y sensaciones nuevas en ella; por fin descubrió el seno izquierdo, -Eres tan hermosa mi amor- al terminar de halagarla, lo tomó con dulzura y empezó a bajar el otro hombro, introduciendo la mano en el otro seno; Candy gemía más fuerte y puso sus manos en la cabellera de él, que se había arrodillado. Pasaba su lengua por todo el seno y mordía la puntita con los dientes, luego mordía con los labios todo el pecho y pasaba al otro, así se la pasó hasta que Candy no pudo más y se le doblaron las rodillas, ambos cayeron al pasto, empezaba a oscurecer poco a poco y Terry siguió en su misión hasta que ella se agitaba con más fuerza por el placer que le causaba ser devorada por primera vez. Así siguieron acariciándose, hasta que ambos suspiraron fuertemente sacando el aire de sus pulmones satisfechos por esa muestra de amor.

Terry puso en su lugar el vestido de Candy y la ayudó a levantarse –Esto mi amor ha sido lo más maravilloso que me ha pasado en la vida, si así va a ser nuestra vida juntos, ya quisiera que empezara de una vez- el haber descubierto esas dos joyas había impactado tanto al rebelde, que no quería separársele más al cuerpo de ella, regresaron abrazados al carruaje, él por detrás de ella. Se sentían más unidos.

En el regreso a la villa iban conversando de los planes de los dos –Pecosa, ahora con esta promesa entre tu y yo, nuestros caminos irán más unidos que antes, yo hablé con mi padre y me ha permitido decidir mi profesión, estoy considerando que al terminar el colegio estudiaré arte teatral, podremos irnos a América o quedarnos en Inglaterra si tú lo deseas-

-Aún no decido que quiero hacer después del colegio, pero iré como tú lo necesites también-

-También tenemos que ponernos de acuerdo cuando sería nuestro matrimonio, considerando también el permiso de tu padre, espero pronto poder comunicarme con él-

-George nos ayudará a localizarlo, porque hasta la fecha no lo he conocido, espero que con esta noticia no le vaya a dar un infarto, ya tiene sus años y no quisiera alterarlo- Terry por dentro reía de la idea que el Señor William era un anciano, pero lo que su padre le confió no podía decírselo aún a Candy. -Terry, también me inquieta un poco saber si tu padre el Duque estará de acuerdo con nuestro compromiso-

-Puedes estar segura que sí, yo pensaba que nos presentáramos ante él para comunicarle la noticia, incluso hablé con él de mis planes a futuro, la profesión que he elegido y mi renuncia al ducado-

-Me alegro mucho que hayan podido entenderse Terry y que puedas tener su apoyo-

-Imagino que también querrás que se enteren tus primos, la tímida y la gordita-

-Terry, no les digas así, además te he dicho que Patty no está gordita-

-Jajajaja no te enojes mi amor, ahorita que lleguemos a la villa, te mostraré algo que seguro te vá a interesar-

-¿Ah si? Terry te advierto que no voy a caer de nuevo en tu juego-

-Jajajaja en mi juego, ese lo iniciaste tú pecosa coqueta con ese escote provocador- los colores se le subieron al rostro.

-¡Teerryyy!- Candy aún le apenaba lo que había sucedido entre ellos, pero Terry le dio la mano y la tranquilizó diciéndole:

-Mi vida, desde hoy tu y yo tenemos un compromiso, lo que hagamos nosotros es porque nos amamos y nada ni nadie podrán inmiscuirse en lo que decidamos hacer con nuestro amor.-

-Pero seguramente tú pensarás mal de mí- con un poco de angustia en la voz Candy empezaba a arrepentirse de lo sucedido. Terry jaló las riendas de Teodora y detuvo el carruaje, la tomó del rostro mirándola a los ojos.

-Jamás me arrepentiré de nuestras muestras de amor, es decisión nuestra mi amor, si tú cambias de opinión y no quieres que vuelva a suceder hasta que nos casemos, respetaré tu decisión, no quisiera que estuvieras incómoda con nada de lo que hagamos, pero eso sí, yo nunca te juzgaré mal, porque te amo- besó su mano y ella sonrió dulcemente.

-Terry, yo también te amo, no me arrepiento de nada, es solo que … es algo nuevo para mí-

-Y para mí también pecosa, jamás me había sentido tan completo como ahora, soy tan afortunado de que me hayas aceptado y que me ames-

-¡Mi amor!- ella lo volvió a abrazar y así llegaron a la villa.

Llegaron de noche a la villa pero no se esperaban un desagradable recibimiento: Eliza.

-¡Pero como es posible que una señorita Andrew esté quedándose sola sin doncella en la casa de los Grandchester! ¡Eso lo sabrá la tía abuela y el Duque de Grandchester! ¡En cuanto sepan la calaña de mujerzuela que eres te sacarán a patadas de la familia Andrew!- vociferaba frente al ama de llaves que no podía creer que una señorita que parecía tan amable y que se dijo amiga de Terry hubiera ofendido tanto a la señorita Andrew, le había abierto las puertas de la villa cuando llegó preguntando por Candy, aludiendo ser íntima amiga de ella y de Terry, que solo venía a visitarlos, pero no se imaginaba que sus fines no eran nada amistosos.

-¡Cállate Eliza! ¡A mi prometida no la vas a ofender nunca más! - Terry no podía permitirse perder la calma, después del increíble día que pasó con Candy, pero la víbora ponzoñosa de Eliza Leagan no conocía los límites.

-¿Qué acabas de decir Terry?- se le secó la boca y peló los ojos sorprendida.

-¡Lo que acabas de escuchar, Candy y yo nos vamos a casar y ni tu ni nadie en el mundo lo van a impedir!- Terry tomó de la mano a su prometida y entrelazaron los dedos, Eliza notó el anillo espléndido que tenía ella en la mano.

-¡Maldita!- Trató de cachetear a Candy, pero Terry la detuvo fuertemente y la lanzó al piso.

-Nunca, ¿me oyes? Pero nunca vuelvas a atreverte a ponerle una mano encima, porque te las verás conmigo- No podía contener la rabia que le daba, pero Candy lo tomó de nuevo de la mano para detenerlo mientras Eliza corría a subirse a su caballo para alejarse del lugar.

-¡Terry! Eliza es muy mala enemiga, no sé lo que hará para vengarse- angustiada Candy se preocupó por la reacción que pudiera haber en su familia. –El tío William me despreciará, no quiero que te veas involucrado en un escándalo- Terry la tomó de las mejillas –Calma mi amor, estamos juntos en esto, desde ahora te digo que jamás volverás a estar sola y de tu tío me encargo yo, en cuanto volvamos a Londres lo buscaré para pedirle tu mano-.

-Terryy, gracias por estar conmigo- se abrazaron y el ama de llaves que había visto todo, le explico a Terry lo que había pasado, ambos jóvenes la tranquilizaron y le dieron la noticia de su compromiso.

-Te felicito mi niño y a usted también Señorita, les deseo toda la felicidad, aunque se nota que ya lo son- sonrieron al verse y después de platicar un rato en la cocina los tres, pasaron a sus habitaciones.

Amigas un millón de disculpas, me he ausentado por cuestiones de trabajo, no me había podido concentrar en la historia y la reescribí varias veces, estaba en un punto en el que no hallaba que rumbo darle a la relación de nuestra parejita favorita, espero les haya gustado, me atreví a incluir una escena triple equis, porque yo imagino el lado humano de estos chicos, son situaciones que aun en aquella época podían suceder, la carne es débil jiji, además ya les hacía falta un desahogo, espero con esto no ofender a nadie y que disfruten lo que sigue, las quiero muchísimo, gracias por su apoyo.