FIN DE UN VERANO VIBRANTE (PARTE 2)
Los personajes en esta historia no me pertenecen, escribo solo por fines de entretenimiento.
ADVERTENCIA: Este capitulo tiene escenas indecentes, inmorales, impropias, lee bajo tu propio riesgo.
-Terry, ya puedo caminar, no es necesario que me cargues- decía mientras la llevaba en brazos subiendo las escaleras, -Pecosa que no se te olvide que apenas te estas recuperando de tu tobillo y no quisiera que cada invierno te duela por no cuidarte y luego no puedas bailar conmigo el día que nos casemos- tan solo de imaginar la llegada de ese día movía el corazón del rebelde apasionado, -de verdad que aún no lo puedo creer, tengo que escribirle a la Señorita Pony y la Hermana María para contarles la noticia- abrazó a Terry con ternura antes de que la descendiera sobre la cama, el chico retuvo las manos de ella sobre su cuello y rozó su nariz con la mejilla de ella.
-Candy, creo que debemos charlar acerca de nuestros planes, como te había dicho yo hablé con mi padre acerca de lo que me gustaría hacer como profesión, él me ha permitido que pueda elegir, pero… - se detuvo pensando y Candy se preocupó –¿que sucede Terry?- el chico se sentó junto a ella en la cama y tomó su mano –no hay nada de que preocuparse pecosa, es solo que mi padre no me dejó renunciar al ducado, él considera que tal vez en algún momento pueda cambiar de opinión- suspiró con algo de fastidio de solo imaginar la aburrida vida que llevan los miembros de la realeza, llena de obligaciones y sin amor.
-Terry, tal vez no sea tan malo como tu crees- él volteó a verla extrañado –¿A qué te refieres pecosa?- ella lo miró comprensiva y con ojos de amor –me refiero a que ahora las cosas son distintas entre ustedes dos, tu odias la idea de convertirte en su réplica, pero el Duque sin duda ha cambiado también y el hecho de llevar una responsabilidad tan grande como el ducado lo ha hecho infeliz, pero no solo por las obligaciones, sino porque él no era feliz al estar alejado de las personas que más ama.
Terry pasó un brazo por la espalda de Candy y pegó sus labios en su mejilla cerrando los ojos –Pecosa, no sé que sería de mi vida sin ti, más bien desafortunadamente lo sé, por favor nunca me dejes- con desesperación inició un nuevo beso cargado de amor y pasión, ella le correspondió de la misma manera, abrió su boca para dejar entrar la lengua de él que navegaba por un insondable mundo de placer, ambos respiraban agitadamente, era habitual en ellos lograr entenderse a través de las palabras, de las caricias, de los besos.
Terminado el beso Terry continuó con el tema pendiente -¿Entonces tu crees que sea buena idea que deje abierta la posibilidad de acceder al ducado?- ella se quedó pensando un poco –Yo no sabría si es buena idea, porque el mundo en que yo crecí, es muy distinto al tuyo, aunque si yo pudiera tener la oportunidad de hacer algo que signifique un bien para mucha gente, lo tomaría, pero esa soy yo, tu debes considerar si es lo que más deseas hacer, lo importante es que tu papá si aprueba tu elección- le dijo aún abrazada a él y con sus caritas muy cerca.
Terry nunca pensó que su posición realmente si era privilegiada, tenía el poder de hacer el bien, pero no lo había visto de esa manera –Sabes Candy, tu tienes una visión de la vida más generosa, tengo mucho que aprender de tí- juntaron sus frentes y él admiró un poco más a su prometida, en esa época la mujer no tenía aspiraciones ni planes, sólo los de su marido. –¿Y tú ya has pensado si deseas tener una profesión pecosa?- la acarició en su mejilla y ella se movió como un gatito en torno a su mano.
–Pues no lo tengo muy claro, pero siempre he querido aprender más de cómo poder cuidar de una persona, cuando era niña me preocupaba no poder hacer mucho por mis hermanitos del hogar cuando enfermaban, siempre quise saber que podía hacer por ellos, también una ocasión llegó una gripa muy fuerte al hogar y la Señorita Pony cayó en cama, me quedé a cuidarla dos noches y la Hermana María estaba muy ocupada con los niños que también estaban enfermitos, ese fue un tiempo difícil y me prometí hacer algo por ellos cuando creciera- Terry escuchaba atento y veía la carita preocupada de la pecosa –¿Candy y quien cuidaba de ti?- le salió del corazón esa pregunta –Yo no enfermaba tanto, Dios me dio una salud de hierro, solo aquel episodio que tuve cuando Annie se fue, estuve sin fuerzas varias semanas aunque no recuerdo haber tomado medicinas, me sentía triste y enferma- en ese tiempo la depresión no era considerada un padecimiento.
-Candy no quisiera influir en tu decisión pero si recuerdas cuando llegué herido a tu cuarto en el colegio, me curaste y hasta el Duque se sorprendió de tu destreza e instinto, tal vez si estudias algo relacionado con la medicina podrías aprovechar ese talento y ayudar a muchos chicos como los del hogar de Pony- ella no había concretado lo que deseaba hacer hasta escuchar esas palabras de Terry, el punto de vista de alguien más si ayudaba y mucho –Terry de veras me quieres mucho por creer eso de mí, la verdad siempre he sido muy torpe y en el colegio no he sido la mejor estudiante, imagino que para ser enfermera o doctor se necesita estudiar mucho, no sé si pueda, jiji- hizo su mueca traviesa que hizo sonreir a su prometido. –Además tendría que ocupar de trabajar de día o de noche según los pacientes lo necesiten-
-Pero si eso te hará feliz y con un poco de apoyo de parte de tu esposo, bueno si eso es lo que deseas- Terry de verdad creía que ella pudiera hacer alguna diferencia en el sector femenino, ya se empezaban a escuchar voces de damas pidiendo su participación en los sufragios, a quienes tildaban de escandalosas, pero una mujer tan fuerte y valiente como Candy era un tesoro que no debía ser ocultado al mundo.
-Primero debemos terminar el colegio, este es tu último año y a mi me faltan dos, me sentiré muy sola el día que tú salgas y me quede un año encerrada- lo abrazó de la cintura y él puso un beso en su cabello.
–Eso si que no, hablaremos con la Hermana Grey y si es necesario la sobornaré para que me deje verte-
-¡Terry!-
-Jajajaja no te preocupes mi amor, veremos que podemos hacer cuando se llegue el momento-
Un poco de temor al recordar la vida de regreso al Colegio les despertó las ansias de abrazarse –Mi amor no voy a permitir que te alejes de mí ni un solo día, soy capaz hasta de meterme en tus clases o en tu cuarto si no me dejan verte- estaban juntos sentados en la cama y él tomaba su barbilla y la acercaba lentamente a sus labios, ella se dejó besar y mientras él la colocaba la espalda de ella en la cama, de nuevo acariciaba su cuello, sus hombros y empezó bajando un poco su vestido para repartir besos en su cuello y sus hombros, abrió sus ojos y admiró la expresión enamorada en el rostro de ella, que a comparación de la luz de una lámpara irradiaba más luz.
–Te amo Candy- la voz aterciopelada de Terry ahora sonaba más como un susurro enamorado y necesitado de ella –Yo también te amo tanto Terry- siguieron besándose mientras él pegaba su cuerpo al de ella, mientras se acariciaban sobre la ropa, se giraron en la cama y él quedó bajo ella, los rizos de Candy hacían cosquillas en el rostro del rebelde –mi vida, mi amor, mi Candy, me tienes loco por ti, no quiero que termine el verano- decía entre besos, ella se sentó sobre la cadera de su amado y lo contempló totalmente entregado a su amor.
-Nunca te dejaré ir Terry, no sé como hice para vivir sin conocerte, te has vuelto parte de mí, ya no soy la misma, tú me has hecho tan feliz- con dulces y suaves palabras ella lo enamoraba más. –Pecosa, mi amor- él la jaló para que quedara encima de él y le dio mordiditas a su cuello y sus hombros –no sabes lo que me encantó esta tarde, eres tan hermosa, solo hay un problema- ella se levantó para verlo, recordó lo atrevida que fue en su encuentro y por un momento le pasó por la mente que no debió actuar así –no pecosa, no pongas esa cara- se le adelantó él antes que ella pensara en avergonzarse –el problema es que cada vez quiero más de ti, me gustas tanto- acarició su barbilla para acercarla a él y besarla. -¡Terry!- todas las inseguridades que ella pensó en un instante desaparecieron con ese beso. Ella terminó con pequeños besos y se alejó para recostarse a su lado.
-En realidad ahora será más difícil volver al colegio- ella se recargó en el hombro de él y ambos se quedaron viendo hacia el techo mientras planeaban lo que vivirían en el siguiente año escolar que estaba próximo a iniciar. –Definitivamente pecosa, no creo que pueda resistir sin verte un solo día, tendremos que averiguar la forma de vernos por la tarde- posó un beso en su rubia cabellera –podremos pedirle ayuda a nuestros amigos Stear, Archie, Annie y Patty- dijo ella entusiasta –podría ser, pero creo que es mejor que nos veamos en distintos lugares para evitar ser descubiertos, tu querida primita no deja de dar guerra- ella recordó a Eliza y su cara malvada –Eliza nunca dejará de molestarnos, ojalá que ella también pronto encuentre su felicidad- -Ay pecosa, yo no creo que haya quien la quiera con ese carácter amargado y malvado- se burlaba él –Teeerryyy, yo sé que ella siempre ha sido así, pero todos necesitamos amor, y tal vez algún día encuentre la horma de su zapato- -Tal vez Jack el Destripador se enamore de ella o no sé el Dr. Jekyll o Mr. Hyde jajajaja- reía él sonoramente liberando un poco del desagrado que le causaba recordar a la némesis de su pecosa.
-Oh, contigo no se puede- ella se levantó de la cama y cruzó sus brazos –yaa jajajaja ya mi amor, no te enojes, aunque enojadita te ves muy bonita también- le decía de manera infantil pellizcando sus mejillas –ahora resulta que te gusta hacerme enojar- ella se giró, pero él se puso de pié y la abrazó de la cintura buscando su carita –mi amooor, es que tu te vez linda como sea, aunque estés enojada te ves muy bien también por detrás- al decirle esto le dio una pequeña caricia en su trasero, cosa que a ella le hizo brincar de susto.
-¡Eres imposible Terry Grandchester!- se dirigió hacia el cuarto de baño y se encerró. –Perdón mi amor- le decía el desde el otro lado de la puerta –ya no diré nada que te moleste, pero sal por favor- ella permaneció en silencio pero por supuesto que no podía estar enojada con él, era solo parte del juego que los dos tenían siempre. Ella abrió la puerta y lo miró con su carita de arrepentido, lo tomó del rostro y lo besó hasta que lo tumbó sobre la silla del peinador, él apretó su cuerpo al de ella y la sentó en sus piernas tomándola de la cintura y profundizando cada vez más sus besos –así me podría pasar toda la noche mi amor- su voz embriagada de pasión envolvía más los sentidos de su amada. Candy sentía fluir en su pecho un amor radiante que se colaba a todos los rincones de su cuerpo, jamás se cansaría de besarlo y acariciarlo, no podía pasar un momento enojada con él, ambos iban cada vez más entrando en un mundo de placer cuando Terry iba bajando poco a poco el zipper de su vestido.
Candy sintió encender sus alarmas al sentir algo de frío en su espalda –Terry, espera- el castaño empezaba una caricia en la espalda de ella y se detuvo –perdón mi amor, me dejé llevar- ella de inmediato se arrepintió cuando él se puso de pié y se encaminó a la puerta –que descanses pecosa, buenas noches- le dio un beso en la frente y salió de la habitación.
Se quedó parada en medio de la habitación y pensó que tal vez era lo mejor, no debía dejarse llevar por sus deseos, aunque tenían plena libertad en la villa, debió darse mejor lugar con él. De nuevo las lecciones de moral y de recato de la Hermana María volvían a su mente, además de todos los sermones que le daban a las jovencitas en el colegio San Pablo.
Se aseó y se colocó su bata de tirantes y sobre ella una sobrebata, se sentó en la misma silla donde hacía un rato Terry estuvo con ella sobre las piernas. Se miró en el espejo y cepilló sus rizos húmedos, puso algo de perfume de rosas en su cuerpo y reflexionó acerca de los últimos días al lado de Terry, miró en su mano el anillo que refulgía con la luz de las velas y veía reflejado el rostro de su amado en el resplandor de las piedras preciosas.
-No debí dejarlo ir así, hice mal en hacerlo sentir culpable- esos pensamientos no la dejaban dormir, estaba en la cama dando vueltas pensando en que no había nada de malo en demostrarse su amor, un amor puro, sin reservas ni vanidades, sus dos almas eran tan parecidas, con solo mirarse se decían todo –no puedo dejar que él se duerma sintiéndose culpable- en la cabeza de Candy solo había una cosa: -tengo que buscarlo-
Mientras en la habitación de Terry él descansaba recostado admirando un objeto brillante que tenía las iniciales de ella "CWA" empezó a tocar la armónica, como lo venía haciendo cada que pensaba en ella y no podía conciliar el sueño, Candy al salir de su recámara, escuchó la melodía y se dirigió a la habitación donde se escuchaba, se quedó escuchando las nostálgicas notas que emitía ese pequeño instrumento –Terry…- se dijo para ella misma, reconociendo el corazón tan transparente de su prometido, sin duda pensaba en ella, tocaba la armónica pensando en ella, no resistió más y dio tres toquidos en la puerta. Terry se extrañó pensando que era el ama de llaves pidiendo que la dejara dormir, nunca pensó que Candy fuera a buscarlo. –Adelante- se puso de pié y estaba a punto de disculparse por haber irrumpido el sueño de quien había ido a llamar a su puerta.
Candy tomó el pomo de la puerta y lentamente ingresó a la habitación de Terry, apenas había entrado un poco y de inmediato percibió de golpe el aroma masculino de su habitación; estar en su territorio, en sus dominios la ponía algo nerviosa –¡Candy! ¿Te he despertado? Si es así discúlpame- él dejó en su mesita de noche la armónica y ella cerró la puerta recargándose en ella tratando de tomar valor para da un paso hacia él.
-No es eso, al contrario, me gustó escucharte, no sabía que la trajeras contigo siempre- Terry se dio cuenta que ella temía adentrarse en su habitación y guió sus pasos hacia ella, -ven, siéntate- la llevó a un sillón amplio y los dos se sentaron juntos –Terry, vine porque soy una tonta, no quiero que te sientas mal por lo de hace rato-el castaño la escuchó y la dejó proseguir –toda mi vida he sido muy obediente con todo lo que me han inculcado mis madres y me he sentido segura de ello, hasta ahora- bajó la cabeza y le apenó lo que iba a decir –que es lo que pasa eh?- la tomó de la barbilla animándola a mirarlo y a continuar –contigo me olvido de todo, me olvido de quien soy, me olvido del mundo entero, solo existimos tu y yo, pero… sé que debo cuidar nuestro amor, debo portarme bien, por los dos, no quisiera que una mala decisión nos separe-
Terry notó que ella estaba algo turbada por ese pensamiento que le había externado, lo que le infundió el ánimo que ella necesitaba en ese momento –Candy, jamás haré nada que tú no quieras, nada que te incomode o que te haga sentir culpable, no tengas miedo pecosa- pellizcó su naricita y la hizo sonreir ligeramente –recuerda que es nuestro amor y que tenemos toda una vida para estar juntos y disfrutarnos mi amor, pero lo que hagamos los dos, es muestra de que nos amamos y yo jamás me arrepentiré de nada, ni permitiré que nos separen, que te quede claro que lo que más deseo es hacerte feliz- sus ojos brillaban por la fuerza de sus palabras y ella sonrió ampliamente –Gracias Terry, yo también quiero hacerte muy feliz- lo abrazó por la cintura y se recargó en su pecho escuchando el latir de su corazón, estar en sus brazos era el mejor lugar del mundo y el sutil aroma que desprendía la piel de Terry la seducía y no podía evitar sentirse de nuevo ansiosa de besarlo.
-Candy, ¿Quieres que contemplemos juntos el amanecer?- su corazón latía agitado estando abrazado a ella, lo que ella percibió y sintió en ella misma –solo quedémonos juntos esta vez- ella asintió con la cabeza y en un momento los labios de Terry se apoderaron suavemente de ella, él se sentía más confiado por estar en su recámara, cuantas veces había soñado con tenerla así, terminó el beso y se puso de pié dándole la mano a ella, para que ambos compartieran la cama que tenían de frente, ella entendía cada gesto, cada movimiento de él, ella se adentró entre las blancas sábanas y él la observó fascinado y algo nervioso –ven Terry, desde tu cama se puede ver el cielo, tu cuarto es precioso- Candy hacía una revisión de la habitación para evitar pensar en los nervios que la estaban invadiendo, pero era cierto la recamara del chico era de colores oscuros, la madera del suelo era color café oscuro, el dosel y la sobrecama en estampado azul marino y rojo vino hacían una combinación muy masculina.
-Pareces una pequeña hada de los sueños- De nuevo estaba ahí el Terry ladino y seductor, con su sonrisa de lado y su mirada penetrante la volvían a poner nerviosa e insegura del lugar en que estaba, como un tigre subía al lado opuesto de la cama sin dejar de verla, eso alteró aún más las hormonas de Candy, pero era más el nervio que el ánimo de liberar sus ganas de amarlo –Terry creo que mejor me …- estuvo a punto de bajar un pie de la cama cuando él se le adelantó y tomó su mano para que no se fuera, se acercó a ella y la abrazó transmitiendo su necesidad de sentirla, ella se dejó guiar de nuevo al mundo de amor en sus brazos, la miró a los ojos con esa mirada de vampiro de la que no podía escapar y la besó como nunca lo había hecho, cada beso era más intenso que dejaban salir con fuerza el aire de sus pulmones en cada que cambiaban de posición de sus bocas; el magistral beso francés que Terry le había enseñado, ahora ella lo aplicaba con maestría en la boca de él mientras él la tomaba de sus mejillas posándose sobre ella, movían sus cabezas para darle más impulso a ese interminable beso.
Su amor resplandecía en cada caricia, estaban tan coordinados a la hora de acariciarse con brazos y piernas, la bata de ella empezó a moverse de su lugar. Terry detuvo el beso sentándose en la cama para despojarse de la camisa de su pijama. Ella lo contempló con gran admiración abriendo un poco la boca sin disimular su sorpresa –¿te gusta lo que ves pecosa?- le dijo con su acento seductor, ella no respondió, aún estaba muy nerviosa, a punto de abandonar el reto de pasar la noche con Terry, mientras ella volteaba la vista hacia otro lado, él tomaba la mano de ella y la puso en su pecho firme, ella notando el resultado de toda la actividad física que él a diario realizaba, ¡que Dios la ampare!
Por un momento pensó en que estar con Terry en esas condiciones era algo prematuro, pero su amor y una necesidad que recién estaba descubriendo en su ser, ganaron a la timidez.
El acarició sus mejillas y la giró hacia él de la barbilla, le encantaba dirigirla hacia él y que ella fuera tan dócil para dejarse conducir, se adentró en la mirada zafiro de su prometido y encontró el mismo reflejo de su amor, el magnetismo que ejercía con solo verla a los ojos fue hipnotizándola y fue olvidándose de su timidez.
Ya no había en ella ni culpa, ni vergüenza, solo amor. Mientras se sumergía en la gran almohada, iba desatando el moño que había en su pecho para despojarse de la sobrebata, ahora Terry se puso nervioso o más bien ansioso y detuvo sus manitas –pecosa, no- ella extrañada por un instante pensó que se iba a arrepentir –déjame hacerlo a mí por favor- entonces él desató el moño y descubrió la bata interior color blanca de seda nacarada con un delgado encaje en las orillas y delgados tirantes– ella le ayudó a despojarse de ella y él la tomó con amor besando su rostro bajando a su cuello y luego bajó poco a poco los tirantes para besar sus hombros –Oh Terry…- era un suspiro de placer y amor –Mi pecosa- las manos de él hábiles bajaron un poco los tirantes de la bata de ella y la abrazó acariciándola, sentir ambos pechos unidos era como si se fundieran en uno solo –Mi amor- suspiró ella.
Mientras tanto en la mansión de los Andrew, Archie pasaba una inquieta noche, tenía en sus manos el recado que Annie le había enviado con Stear, estaba reflexionando en su contenido:
Querido Archie:
Espero que te encuentres bien, esta tarde extrañé mucho estar contigo, me conforta tener impregnado tu olor en mi piel. Ojalá que antes de que se borre tu aroma podamos estar juntos de nuevo como tú quieres.
Tuya por siempre… Annie.
Sentía esa urgencia de que amaneciera para poder ir a buscarla, cada vez que la veía se daba cuenta de lo mucho que significaba para él, pronto volverían al colegio, a las reglas y debía aprovechar la libertad de Escocia. La tía abuela había abandonado la mansión y había mandado por Eliza y Neal que se irían a la mañana siguiente, para que se reunieran con ella en Londres para ir de compras.
No podía caerle en mejor momento esa noticia, que había escuchado de Stear, por fin iban a dejarlos en paz al menos un par de días antes de volver.
A la mañana siguiente los rayos se colaron entre las ventanas de la villa de Grandchester, Terry contemplaba a su lado a la pecosa de su corazón, no alcanzaron a ver el amanecer juntos, ella era una dormilona y difícilmente iba a sobrevivir al sueño pesado que siempre la hacía caer en cuanto ponía la cabeza en la almohada. Parecía un gatito, le molestaba admitir que el apodo que le había puesto el presumidito de Cornwell a su pecosa, le quedaba bien, pues no hacía ruido alguno y dormía con mucha gracia, en posición semifetal, volteando hacia él, durante la noche solo sintió alguna que otra vez que ella se giraba, parecía que soñaba algo que la inquietaba mucho, el tirante de su bata había caído como soldado en batalla y el escote tentador estaba ahí de nuevo, con la luz del día podía ver una protuberancia en la parte de arriba de su camisón.
Le estaba enloqueciendo ver que los tesoros que recientemente había descubierto los tuviera tan cerca de él y ahora a medio cubrir, entonces como si fuera un deseo concedido con un pequeño movimiento se bajó solo el tirante y reveló su tesoro izquierdo. Había pasado la noche más difícil de su vida, tratando de contenerse, solo se acurrucaron y se dieron besos interminables, no quería asustarla, además que si algo sucedía entre ellos sin estar casados podría tener consecuencias y ante la inexperiencia de los dos, era muy peligroso, que tal si ella era muy delicada y pudiera lastimarla, sí, fue lo mejor abstenerse y esperar a estar casados. Pero ese pecho de fuera le estaba tentando tanto, casi podía escucharlo pidiendo ser tomado por su boca.
–Me estoy volviendo loco, mejor acomodaré ese tirante en su lugar- pensó. Cuando estaba posando sus dedos en la piel de ella, de manera involuntaria rozaron la rosada protuberancia, parecía que la señal de su cerebro no llegó a tiempo a su mano y acunó el tierno pezón en ella.
De nuevo sentirla así removía en las entrañas de Terry algo que no podía evitar y que empezaba a notarse en su pantalón, bajó sus labios y probó la piel de ella, quien empezaba a ronronear sutilmente complacida por la dulce caricia. Saboreaba con suavidad para no despertarla, ella se acomodó hacia arriba, sus rizos hacían cosquillas en la nariz del castaño entonces el otro lado quedó ante él y bajó la bata para descubrir el otro tesoro, lo tomó con sus labios y siguió en su tarea. Lo curioso es que los murmullos de ella habían cesado, y ahora percibía el agitado respirar de ella.
Aplicaba todas sus ganas en degustar esos manjares que con la luz de la mañana podía vislumbrar en su esplendor. No podía negar que estar los dos solos en su recamara le agregaba ese factor excitante de tenerla en su propia cama. Tal vez no avancen más en sus caricias, pero una oportunidad como esa era una en un millón.
-Aahhh…Terry.. mi amor- ella con los ojos cerrados disfrutaba la caricia de su prometido, obviamente que estaba despierta pero no quería interrumpirlo. Terry la puso debajo de él y siguió besando su cuello y acariciaba con sus manos sus senos –Buenos días pecosa- ese despertar era el mejor de su vida, ante todas esas dulces sensaciones la chica dejó que siguiera en su faena y puso sus manos en su cabellera mientras se retorcía debajo de él encorvando su espalda. –Buenos días mi amor- ella buscó un beso en sus labios y no lo dejó ir –Es un dulce despertar mi pecosa- parecía que él había salido de sus sueños y al darse cuenta donde estaban recordó la noche anterior y que ella se quedó dormida en sus brazos.
Se permitio acariciar la espalda y el pecho de Terry, no iba a dejarlo invicto, sus manos viajaban por toda su espalda y acariciaba sus cabellos mientras suspiraba al sentir sus besos en su piel. Cada muestra de amor de los dos los hacía incrementar esa intimidad y una unión irrevocable.
-Mi pecosa, no sé si pueda esperar tanto para que estemos juntos para siempre, eres una tramposa, porque me tienes que tentar con tus encantos- la voz de barítono acariciante de Terry la volvía mantequilla en sus brazos, ella lo miró a los ojos con coquetería –Me lo dices tú, mira como amanecí por tu culpa- subió los dos tirantes de su bata y se cubrió, todo con una sonrisa pícara –Mi amor, no me prives de tus encantos, quiero memorizarlos para cuando no pueda verte, es más ya los bauticé, son caramelo y macchiato- les dio una pequeña lamida sin perder de vista a la pecosa, ese gesto le dio un escalofrio a ella, -Terry, eres un atrevido, además qué nombres son esos- él se sentó a su lado –son los sabores que me gustan cuando tomo café, aunque en Londres no se acostumbra aprendí a prepararlo- ella sonrió –a mi también me gusta el café pero con un poco de leche, solo que me hace sentir muy agitada y no me deja dormir- -ahora te das cuenta porqué los bauticé así jajajaja- el chico no dejaba de embromarla, y ella le daba un pellizco en las costillas aprovechando que no llevaba camisa, era la excusa para tocarlo de nuevo, el lenguaje entre ellos era tan cercano y ahora que habían compartido una noche juntos les daba una nueva anécdota de su viaje a Escocia y más intimidad en su relación.
Candy recordó que ese día tenía que regresar al colegio de verano pues ya se encontraba mejor de su tobillo y se puso de pie y se colocó la sobrebata –ay no pecosa, no te vayas, quédate otro rato, ¿si?- -Terry ya amaneció y hoy debo volver a la escuela de verano, solo nos quedan dos días para volver a Londres- -entonces porqué mejor no te quedas esos dos días aquí- -Porque si me quedo otra noche, te obligaran a casarte de inmediato conmigo- le dijo con una sonrisa comprensiva –para nada sería una obligación, más bien sería un deseo cumplido- sus palabras seguras y firmes eran resultado de un estado de felicidad interminable en él.
En el colegio de verano las chicas estaban terminando el rezo de la mañana y se dirigían al comedor a preparar el desayuno cuando vieron entrar por la puerta principal a Candy platicando junto a la Hermana Margaret. –Me alegro que ya te encuentres bien Candy, estuvimos preocupadas por tu salud, es una fortuna que el Duque de Grandchester y su hijo hayan cuidado de ti- la había recibido en la puerta y Terry haciendo gala de su caballerosidad la condujo de la mano al lado de la Hermana, quien de inmediato notó en la mano de ella un resplandor que no tenía antes –gracias Hermana, fueron muy atentos conmigo en la villa Grandchester- la voz de Candy reflejaba la paz y felicidad que inundaban su corazón, cosa que no pasó desapercibida por la Hermana, quien sonrió con un poco de emoción en su mirada.
-¡Candy! ¡Candy! – Patty y Annie fueron corriendo hacia ella y las tres amigas se hicieron en un solo abrazo apretado. -¡Annie, Patty! Las extrañé mucho- las tres se encaminaron al jardín y entre los cantos matutinos de los pajarillos reían –Terry les envía saludos y una invitación muy especial- ambas chicas se extrañaron y se miraron una a la otra.
-¿Candy en realidad crees que sea buena idea?- dijo Patty, quien conocía el temperamento de Terry desde hacía años –¿A qué te refieres Patty?- la rubia no dejaba de tener esa sonrisa dulce en su cara y sabía que las chicas dudarían pues sabía la fama que tenía el castaño.
-Es que Archie y Stear no creo que estén de acuerdo- dijo Annie algo angustiada –Annie, no hay nada de qué preocuparse, incluso el mismo Terry los ha invitado también, verás… hay un objeto que quiere mostrarle a Stear, que seguro lo hará volverse loco- les dijo con esa mueca traviesa y el tono cómplice en sus palabras.
-¡Oh, Candy! ¿Es en serio? ¡Entonces habrá que apurarnos para prepararlo todo!- Patty saltó de su asiento y se dirigieron a desayunar; ya en el momento de compartir la mesa y hacer la bendición de los alimentos, Annie notó un brillo celeste en la mano de Candy y en cuanto se sentaron se acercó para decirle –¿Candy, hay algo que no nos has contado?- Patty que empezaba a tomar su taza de té, se dio cuenta de la piedra azul en la mano de Candy y escupió el té que acababa de sorber –¿Can-Candy, es eso lo que yo creo que es?- dijo tartamudeando Patty por la sorpresa –Oh, si chicas, lo había olvidado, Terry y yo estamos comprometidos- sonrió y mostró su mano sobre la mesa-
Habían 20 chicas en el comedor, dos religiosas y una cocinera sirviendo el pan en las mesas, todas ellas se espantaron por el grito de emoción de Annie y Patty en el momento en que Candy les dio la noticia.
–¡Aahhhhh!- gritaron las dos -¡Candy! ¡Tu y Terry! ¡Comprometidos!- a Annie le faltaba el aire de la emoción -¡Candy! ¡Entonces tu serás la futura duquesa de Grandchester!- le dijo Patty tapándose la boca abierta. Las demás chicas no alcanzaron a entender porque gritaron y las mandaron callar, la Hermana Margaret que ya suponía la noticia que causo el alboroto sonrió y la otra Hermana junto a ella le preguntó que sucedía y le comunicó en voz baja que Candy tenía un anillo de compromiso del hijo del Duque, a lo que la otra Hermana se sorprendió de la suerte de la chica.
-¡Candy, eso no se le hace a tus amigas, debiste decirlo cuando nos encontramos!- decía Annie medio susurrando y emocionada por la noticia –Tienes que contarnos con lujo de detalles todo Candy- agregó Patty. Candy pensó para sí misma que habría que omitir ciertos detalles del paseo, porque era cosa solo de ellos dos.
Pasaron a las recámaras a preparar sus maletas, pues en dos días tenían que regresar, les dieron libre el resto de los dos días para que disfrutaran Escocia.
-Chicas, es lo más maravilloso que me ha sucedido en la vida- decía Candy sonriendo con lágrimas en los ojos, su rostro irradiaba amor, una plenitud de felicidad recién descubierta. Ambas amigas también tenían una lagrimita rodando en sus rostros por la emoción que compartía su queridísima amiga rubia.
-Creo que Dios me ha traído hasta aquí para encontrar mi felicidad, Terry y yo somos tan parecidos, pero a la vez hay muchas cosas que nos hacen ser el complemento uno del otro. A los dos nos ha llegado el momento de decidir qué haremos con nuestro futuro y lo que más deseamos es estar juntos para enfrentar lo que suceda de aquí en adelante- les contaba con la ternura de una chica enamorada en su voz.
-¿Pero entonces Terry sí accederá al ducado como lo ha prescrito su Padre?- le pregunto Patty –Aún no se ha decidido, pero él quiere hacer otra cosa diferente con su vida, no quiere seguir las reglas impuestas por la realeza-
-Y la tía abuela, ¿estará de acuerdo?- Annie temía por ella y por su hermana, la figura de la tía implacable venía a su mente y se puso a pensar en que tal vez no logre ganarse nunca su aprobación para casarse con Archie.
-Terry le enviará al tío abuelo William una carta para comunicarle su deseo de casarse conmigo y yo haré lo mismo, pero aún y si ellos no estuvieran de conformidad, no creo que haya alguien en el mundo que nos haga desistir de nuestros planes, siempre habrá un lugar a donde ir si aquí o en América no lo aprueban, la vida es una sola y hay que elegir con el corazón a la persona con quien vas a compartirla- la rubia se sentía segura de sus palabras, del amor que inundaba su alma y que desprendía en cada palabra, en cada gesto.
-¡Candy, que emoción! ¡Eres otra estando enamorada!- Le dijo Annie con lágrimas en los ojos y tomándola de las manos –Candy, estoy muy feliz por ti, ambos se merecen todo lo bueno que les suceda- Patty quien era una chica más centrada, estaba contagiada por esa nube de amor que se respiraba.
-Ahora lo que haremos chicas es preparar lo que llevaremos a la villa, en el camino compraremos algunas cosas para los chicos- ella sabia que no sería fácil para Terry interactuar con sus primos, pues aun guardaban el celo por ser sus paladines custodios y quienes la ayudaron de niña.
En la Mansión Andrew, Terry arribó sobre Teodora para dejar un mensaje a los jóvenes, dejó el recado con el mayordomo y se lo entregó al hermano mayor, Stear, quien le comunicó a Archie de la misiva.
-Ese arrogante, seguro que quiere presumirnos sus riquezas- dijo con desdén el chico.
-Archie, Archie, cuando dejarás de ser tan cabezudo, es una invitación y me temo que debe haber algún motivo en especial para que él mismo nos haya traído el mensaje- dijo pensativo Stear.
Las chicas llegaron primero a la villa con canastas con alimentos, llevaban frutas, pan de centeno, quesos, chocolate para elaborar un pastel y algunos frutos secos que les servirían para preparar una rica cena.
-Bienvenidas sean señoritas- Terry hizo una media reverencia y las chicas estaban sorprendidas por la cordialidad y galanura en su trato, de verdad Candy lo había cambiado, antes no era así, siempre lo vieron con temor por la fama que tenía de terrible y rebelde.
El castaño de inmediato tomó la mano de Candy para acercarla a él y pasó una mano por su cintura para no dejarla apartarse de su cuerpo. –Bienvenida de nuevo pecosa- le dijo al oído cuando las chicas ingresaron primero a la finca y puso un beso en su mejilla, lo que hizo ruborizarse a su prometida.
El ama de llaves recibió las cosas que trajeron y les ayudó a sacarlas para empezar entre todas a preparar los platillos de la cena. El relinchar de dos caballos se escuchó en las afueras de la villa y Terry salió a recibir a los chicos que acababan de llegar. –Alistear, Archiebald, un honor- les dio la mano a los dos, sintiéndose extrañados por el cambio de actitud en el rebelde. –Gracias a ti Terry por la invitación, encantados de estar aquí- dijo Stear tomando confianza con el saludo y dando una palmada en la espalda al castaño, su hermano se quedó viendo ajeno a esa escena.
-Pasa Elegante, estás en tu casa- le dijo Terry para romper un poco el hielo –¿O quieres que te lleve cargando?- le dijo Terry acercándose a él y levantándolo sobre su hombro, el muchacho no tuvo tiempo de responder cuando ya estaba sobre la fornida espalda del castaño, Stear no soportó más y empezó a reir a carcajadas -Jajajaja lo ves? Para que te quedas atrás jajajaja- Terry reía también hasta que lo bajó en la entrada de un taller que tenía a la vuelta de la villa –¡Bájame Grandchester! ¡Bájame yaa!- le gritaba Archie y fue hasta que estuvo con los pies en la tierra que notó la mirada estupefacta de su hermano, lo que evitó que en ese momento le diera con los puños a Terry en venganza por haberlo cargado.
-¡Es un biplano modelo 210!- Stear estaba fascinado por el enorme armatoste que tenía frente a él -¡Terry! ¡Gracias, gracias!- corrió a abrazar al castaño y lo apretó tanto que el castaño probó la fuerza del chico genio quien estaba emocionado y lo besó en toda la cara, Terry se congeló por la efusividad del muchacho quien corrió a sacudir a su hermano –¡Ves Archie, mira es un biplano, ven ayúdame, vamos a echarlo a andar, ya sabes que es mi sueño dorado, anda hermano, veeen!- lo jaló del brazo y entre los dos trataron de encender el motor pero era imposible –Mi padre lo ha guardado desde antes que yo naciera, no creo que encienda, solo quería mostrártelo porque sé que aprecias estas cosas- se acercó al muchacho de lentes pero con reserva, no vaya a ser que se le ocurra de nuevo besarlo.
-¡Que impresionante! Todo este tiempo ha estado aquí guardado, pero creo que hay que revisar el motor, es un mecanismo muy simple, pero aún así el desgaste y el polvo lo ha deteriorado, será cuestión de unas horas, pero Archie y yo nos encargaremos, ¿no es así hermano?- Archie solo se dio media vuelta algo molesto, él tenía otros planes para pasarse el ultimo día con Annie, pero al parecer debía olvidarse de eso, pues veía a su hermano mayor muy contento y no quería desairarlo.
-Bien, pongámonos a trabajar- Archie tomó su lugar al lado de Stear y empezaron a revisar el aparato. Terry les ayudaba trayendo las herramientas para abrirlo y algunas veces les ayudaba a cargar las partes que iban moviendo. Entre los jóvenes se respiraba un ambiente de fraternidad y aunque no lo quisieran iban derrumbando ese muro de antipatía que había existido.
En la cocina las chicas entre quemadas y pequeños accidentes con la comida batallaban un poco con la elaboración de los platillos, una sopa, un estofado, un pastel de chocolate. El ama de llaves las dejó realizar toda la tarea, pues se les hizo de noche y Terry le pidió que fuera a descansar. Entre todo lo que estaban haciendo Candy se dio cuenta que ella era la única que sabia cocinar, pues Patty no sabia ni siquiera lavar un plato, mucho menos cocinar, por su parte Annie tenia unas delicadas manos de pianista que su madre cuidaba mucho y por eso nunca la dejó entrar a la cocina, además que era una tarea reservada para la servidumbre.
-Candy, de verdad esto es muy divertido- Patty ya iba entendiendo como picar las verduras para la sopa y el estofado, mientras Annie cortaba el queso para los panecillos rellenos. –Si Candy, me agrada poder hacer algo por Archie- estaban muy contentas y mientras trabajaban cantaban y platicaban, era un ambiente tan alegre que no sintieron que les llegó la madrugada.
-Iré a ver como van los chicos- Candy se dirigió al hangar donde se hallaban los tres y encontró que Stear estaba en una parte del avión tratando de subir la hélice y Terry y Archie estiraban con fuerza juntos una cuerda de una polea para subirla, esa escena la hizo sentirse orgullosa de su amado rebelde, seguro que le habría costado trabajo entenderse con Archie, pero lo había logrado, por fin, ya no tendría miedo de que fueran a pelearse.
Y es que en el transcurso de la noche si hubo varios momentos donde los dos jóvenes se dieron de golpes, porque necesitaban entenderse de esa manera para después lograr una tregua entre ellos y seguir adelante con la reparación del avión, por Stear.
-Chicos, la cena está lista- les avisó muy formalmente Candy, los chicos dejaron las partes del avión y fueron a asearse. Cuando llegaron al comedor, las chicas estaban muy nerviosas porque no sabían si les gustaría lo que les habían preparado, la mesa estaba adornada muy linda y Terry se sentó en una cabecera, Candy iba trayendo las cosas y sirviendo a los demás, Patty y Annie distribuían los platillos a los chicos, quienes estaban asombrados por la forma tan segura con que ellas se conducían con los alimentos.
-¿De verdad ustedes prepararon todo este festín?- dijo Stear sorprendido –Esto está delicioso- decía Archie mientras degustaba la sopa que Annie había preparado –Mmmm… ¿puedo servirme un poco más?- dijo Stear con su plato levantado pidiendo más estofado. Una vez que llegó el momento de partir el pastel Terry logró adivinar que el postre fue idea de su pecosa –Este pastel es una delicia, gracias pecosa- le dijo con cariño a su prometida besándole la mano donde tenía el anillo, Stear vió el gesto y se atragantó con la comida con un gesto de asombro.
-¡Ustedes dos, ustedes dos..!- les apuntaba con el dedo, pero no pudo terminar la frase porque volvió a toser, Patty le daba palmaditas en la espalda, Terry y Candy se pusieron de pie –Chicos, queremos compartirles una noticia- empezó Candy, algo temerosa por la reacción que pudieran tener –Candy y yo hemos decidido comprometernos en matrimonio- dijo Terry haciendo gala de su formalidad, Archie se quedó con la boca abierta sin saber qué decir, dentro de él algo murió, una pequeñísima esperanza que inconscientemente guardaba en el centro de su corazón.
Annie sabía que a su novio le dolía la noticia y puso su mano sobre la de él para darle apoyo, Archie reaccionó y estrechó la mano de Annie y se giró para mirarla y encontró en ella una mirada dulce y comprensiva, se puso de pie y se dirigió a ellos, Candy se preocupó un momento esperando una violenta respuesta de su primo, pero oh sorpresa, Archie fue directo a estrechar la mano de Terry –Felicidades Grandchester, espero que sean muy felices los dos- Terry aceptó el gesto con respeto y cordialidad, Annie corrió a abrazar a su amiga y luego Archie tomó la mano de Candy con sus dos manos, no podía abrazarla porque Terry la tenía poseída de la cintura luego de que Annie la liberó de su abrazo. Candy dejó escapar una pequeña lagrimita de felicidad y agradeció a Archie su cariño. Stear fue a darle un abrazo palmeando en la espalda a Terry y otro a Candy, Patty estaba muy contenta por ellos y por el giro que dieron las cosas para todos.
-¿Pero ya decidieron cuando se van a casar?¿Donde van a vivir?¿El duque está de acuerdo? ¿Ya lo sabe la tia abuela?- preguntaba Stear –Espera genio, apenas nos hemos comprometido, falta definir todo eso, mientras tanto queremos hacerlos partícipes de nuestra felicidad y en un futuro no muy lejano podamos contraer nupcias, primero debemos terminar el colegio los dos y entonces podremos tener edad para casarnos. En cuanto a mi padre, él no podrá oponerse pues cierta pecosa lo ha conquistado- dijo esto tomando la mejilla de su prometida y le plantó un beso gentil.
Para ellos era tan natural demostrarse afecto aún frente a los demás, ya no podían permanecer apartados y necesitaban estar cerca siempre. Los demás vieron con buenos ojos el despliegue de ternura del castaño, que hace unos meses era un rebelde sin causa y ahora era un joven enamorado y con un futuro por delante.
Los primeros rayos de la mañana se dejaron ver por las ventanas de la villa y salieron todos a ver el aeroplano reparado, lo arrastraron por el campo a un llano con cuerdas, no era tan pesado, la estructura era ligera solo el motor les había dado problemas a la hora de cargarlo. Stear invitó a Candy a subirse, pero Terry la retuvo para que no se le ocurriera montarse en el avión. –Stear, por favor ten cuidado- decía Patty temerosa y el chico le dio un beso en los labios, por lo que el color rojo inundó las mejillas de la chica. El ruido aturdidor cada vez era más constante en el encendido del motor y poco a poco se fue deslizando sobre el pasto, incrementando la velocidad, hasta que pudo desprenderse del suelo, todos dieron un grito de asombro, pero quien más estaba sorprendido era el mismo Terry –nunca creí que ese avión pudiera volar, de verdad tu primo es un genio pecosa- todos observaron la euforia de Stear al elevarse algunos metros en el aire, después subió aún más y dio una pirueta presumiendo sus habilidades y temeridad.
-Es un loco, como se le ocurre hacer eso, hace que mi corazón lata muy rápido- decía angustiada Patty –calma Patty, Stear sabe lo que hace, no te preocupes- dijo Archie aunque por dentro era un manojo de nervios, sabía que todos los inventos de su hermano le explotaban en la cara, solo esperaba que saliera bien librado de esta ocasión.
Un estruendo en el aire, luego se oyó el motor sonar como carcacha y entonces se desplomó, afortunadamente solo a metros de altura, pero el impacto en el suelo destruyó el biplano. Todos corrieron a ver a Stear, pero él ya estaba saliendo de ahí sin problemas. –Perdón Terry, lo arreglaré, te lo prometo- dijo el genio inventor mientras llegó Patty a abrazarlo. –Descuida genio, este avión ha cumplido su propósito, realmente me has sorprendido- le dio una palmada en el hombro.
Todos reían y luego se dirigieron a la villa arrastrando de nuevo el aparato con las sogas con que lo desplazaron.
Ya era de mañana cuando todos regresaron, departieron un rato con té, huevos, galletas, leche y pan, que el ama de llaves les preparó para cuando volvieran. Se despidieron de Terry y Candy y cada uno de los chicos se llevó a su novia sobre el lomo de su respectivo caballo.
Cada quien eligió un paraje distinto para disfrutar el día juntos y en las afueras de la villa Terry y Candy estaban sobre el pasto conversando bañados por el sol frente al lago. –Ese avión representa la primavera de mi padre, ahora comprendo que también tenía sueños que deseaba realizar, pero las circunstancias no le permitieron seguir adelante, espero que esa tradición de infelicidad en mi familia, muera en mí- dijo Terry viendo hacia el horizonte –Así será Terry, tu padre es un gran hombre, creo que se vé reflejado en ti, él te ama mucho Terry, me alegro que hayan podido darse cuenta de eso- Terry volteó a verla con amor y se puso de pié –¿Candy, quieres bailar? Para que recuerdes Escocia- el corazón del chico latía con fuerza y necesitaba tenerla cerca, ella se levantó de su mano y aceptó con un asentimiento de cabeza.
No había música, pero dentro de ellos dos había una melodía que los envolvía en el corazón, moviéndose con sincronía se miraban a los ojos y entonces Terry se detuvo para tomarla del rostro y acercar su boca a la de ella en un dulce beso.
-Terry…- abrió los ojos luego de haber concluido el beso –Dime pecosa- rozó su nariz con la de ella –Nunca imaginé pasar un verano tan emocionante- el chico sonrió coqueto –Ni yo me imaginé que íbamos a estar así- de nuevo la besó y ella puso sus manos en el cuello del castaño, él la abrazó y se quedaron así un rato escuchando sus respiraciones.
-Te amo Candy-
-Y yo a ti Terry-
Aquí les hago entrega de éste episodio, estoy muy agradecida por todos los comentarios y el cariño a esta historia, estaré comentando a las que dejen sus mensajes, me hace muy feliz poder darles esta oportunidad a nuestros rebeldes y que ustedes lo estén disfrutando.
Gracias especiales a Australia77 que es una romantica igual que yo, a Abril-04 que siempre me ha leído y comentado, Light Gioghia que aunque seas Neilfan sigas mi historia, Pequena Pecosa mil gracias por tus comentarios me alientan mucho a seguir con el romance, Mia 8111 aunque eres de pocas palabras me alegra saber que te gusta, Ary 81 grazie molte, Rose 1404 espero ser mas constante en los siguientes episodios y por Elisa no te preocupes yo me encargo de ella jajaja, Fabiola R esa es mi idea y esperen pronto mas escenas indecentes jajaj, Carmen 66 muchas gracias y Dios te bendiga a ti tambien.
