UN REGRESO AL COLEGIO DIFERENTE

-Los personajes en esta historia no me pertenecen, escribo solo con fines de entretenimiento-

El lunes por la mañana del primer día de clases, una pequeña rubia pecosa despertó entre sábanas blancas y con un poco de frío, iniciando el mes de septiembre Londres era más húmedo y frío, atrás había quedado la libertad y el cálido viento de Escocia, sus paisajes verdes y las aventuras del verano más divertido que hayan pasado los chicos del San Pablo.

Ahora debían acostumbrarse a la rutina nuevamente, y lo curioso es que esos altos muros y esa construcción antigua sobrecogía el espíritu de los chicos, que al verse de nuevo dentro de ese ambiente volvían de nuevo a su manera sobria de comportarse como se exigía de parte de las monjas y los sacerdotes que comandaban el colegio.

Algunos alumnos se extrañaban entre sí y fue grato verse de nuevo, pero algunos otros no lograron incorporarse al colegio desde el primer día como nuestro guapísimo rebelde Terry. Había acudido primero al castillo Grandchester a buscar a su padre para darle la noticia antes que nadie más acerca de su reciente compromiso con la pecosa.

-Bienvenido Terruce, me alegra verte de nuevo, ¿Pero que no debías estar en este momento en clases?- no quería sonar autoritario pero era inevitable, un padre no puede convertirse en un cómplice, sobre todo tratándose de la educación de su hijo.

-El asunto que me trae ante Usted es más importante que asistir a mi primer día de clases- soltó con gravedad para atraer el interés de su interlocutor.

-Vaya Terruce, debe ser algo de vida o muerte, ¿En que problema te metiste hijo? ¿Pasó algo con la familia de Candice?- muy interesado en el tema a tratar el Duque se sentó en un sillón frente a Terry y con un ademán le indicó que se sentara frente a él.

-Si se trata de Candy, pero no es una mala noticia, sino todo lo opuesto- aunque Terry no sonreía todavía, la mirada se le iluminó, era una costumbre inglesa el tratar con total solemnidad los asuntos trascendentales, sin la injerencia de las emociones, sobre todo de algo tan importante como un matrimonio, estaban tan impuestos a ser así, que era la manera más normal de entenderse. Ese brillo en los ojos de su hijo despertó aún más la curiosidad en el Duque.

-Te escucho hijo-

-Padre, en estas vacaciones tuve la oportunidad de reflexionar más que nunca acerca de mi vida, gracias a Candy pude aclarar muchas cosas que aún no sabía como resolver, tu fuiste testigo de como ella me abrió a un mundo nuevo, ella ha sembrado en mí un deseo por ser feliz todos los días- las palabras de Terry reflejaban los sentimientos que se acumulaban en su garganta, quería gritarlo, por fin se sentía completo.

El duque sonrió ligeramente al escuchar a su hijo, no cabía duda que era todo un hombre que a pesar de su corta edad, defendía su libertad de decidir y su felicidad, antes hubiera pensado en hacerlo desistir de su decisión, pues toda la crianza que había recibido en la vida, era para lograr consolidarse como sucesor del Ducado de Grandchester, pero ahora se había dado cuenta que toda la formación que había adquirido en su infancia y juventud con una exhaustiva educación, era para abrirse paso en la vida y que pudiera realizarse como hombre. Aún así tenía que actuar ante su hijo con autoridad, antes que como padre comprensivo.

-Terruce, ¿Has pensado que repercusión puede tener en la vida de ambos esa decisión? ¿No te parece prematuro un matrimonio a estas alturas de sus vidas?-

Terry sabía que su Padre era un hueso duro de roer a pesar de haberse reconciliado en su relación, entendía el contexto de sus palabras, pues no dependía de su propia voluntad para hacerse de su futuro, el cual había sido determinado desde su nacimiento y que ahora tenía que cambiar siguiendo el dictado de su corazón.

-Candy y yo aún tenemos años de estudio por delante, lo sé muy bien Padre, además que ella quiere abrirse paso por la vida en su papel de mujer capaz de labrarse un futuro, lo cual no puedo ni quiero impedir, ella es mucho más de lo que tu y yo pensamos, es un ser generoso que no puede quedarse quieto y que aun le falta por descubrir su camino, pero mi corazón la ha elegido, a pesar de nuestra edad, sé que no encontraré en nadie más lo que he vivido a su lado y lo que me falta por vivir con ella, quisiera que tu fueras testigo de nuestra historia-.

El Richard Grandchester que escuchaba éstas palabras no era el mismo que hacía unos meses pudo haber puesto el grito en el cielo y mandar encerrarlo hasta hacerlo desistir de esa loca idea. En cambio ahora estaba contagiado por el amor de esos dos pequeños rebeldes que admiraba tanto por su valentía.

-Hijo, solo espero que ambos logren realizar su unión en el tiempo prudente, aunque te confieso que tu entusiasmo me contagia, es necesario que desarrollen por algún tiempo más su noviazgo para fortalecer los lazos y no sean subestimados sus propósitos por nadie más-.

Terry logró soltar el aire que había contenido en su pecho por la seriedad del momento y pudo mostrarle a su padre la sonrisa que no dejaba de brillar en él desde que supo que su amor era bien correspondido por su pecosa.

-Enviaré una invitación al Señor Andrew para conversar al respecto, tengo la impresión que es un hombre accesible y no habrá problema para congeniar en nuestros planes- dijo el Duque –solo que últimamente ha estado muy ocupado, de acuerdo a lo que su secretario me ha comentado, espero que en estos momentos se encuentre en el país.

-Yo también buscaré por mi cuenta al Señor Andrew, sé donde encontrarlo- señalo Terry confiado.

Mientras tanto en el colegio el pesado repicar de las campanas que alternaban su sonoridad indicaba a los habitantes del Real Colegio San Pablo que debían congregarse en el templo para el acostumbrado rito eucarístico y que posterior a él vendrían dos horas de oración y confesiones maratónicas, pues los jóvenes y las señoritas que volvían de sus vacaciones debían ajustarse de nuevo a los criterios y a las reglas que las religiosas les imponían. Obviamente a nadie le era grato que les impusieran una devoción así.

-Oye Patty, creo que en esta ocasión si se excedieron las monjas, ¿No crees?- decía Candy en voz muy queda a su amiga en la fila de las confesiones.

-Shhh… baja la voz porque si no nos van a reprender- decía Patty muy mortificada, pues tenía que hacer su exámen de conciencia y su rubia amiga no la dejaba concentrarse.

-¿Ya terminaste tu examen de conciencia?- le dijo después de cinco minutos, en donde la fila apenas avanzó un lugar y ellas eran el turno diecinueve y veinte. –¿Sí Candy y tu?- preguntó la chica –Nah, no sé para que me preocupo, como sea creo que lo voy a reprobar, jiji- rio la rubia con su característica mueca y las chicas de adelante la mandaron a callar –¿Candy, tu sabes que fué lo que sucedió con Annie? ¿Porqué no volvimos a verla desde ese día?- preguntó con expresión angustiada –No lo sé Patty, estoy igual que tú, tampoco he visto a los chicos, parece que tenían que ver a la tía abuela antes de entrar a clases, pero lo extraño es que Eliza y Neal si están aquí-

-Eso es lo que más me preocupa Candy, tal vez la tía abuela los ha cambiado de colegio y tal vez Annie también fue transferida- decía Patty –No te preocupes Patty, ten fé, seguro pronto sabremos noticias de todos ellos- de nuevo las callaron ahora las monjas que estaban en oración con los que ya se habían confesado.

Por la tarde mientras organizaba sus cosas en su recámara Candy, observaba el anillo que le dio Terry, con el cual se comprometía en matrimonio, no dejaba de recordar ese último día que se vieron.

(Inicia flashback)

Luego de pasar toda la tarde juntos junto al lago, entre risas y besos platicaban abrazados acerca de sus planes, en una de sus bromas Terry levantó en brazos a Candy a punto de echarla al lago, mientras ella pataleaba y se reía a carcajadas, pero esta vez la bromita no le salió bien y tras pisar mal Terry cayó de espaldas con todo y Candy al agua.

-Jajajaja debiste ver tu cara cuando tropezaste jajaja, jamás te había visto tan asustado- entre lágrimas de risa se burlaba del castaño, los dos estaban ya empapados en el lago y nadaban para aprovechar que ya estaban mojados, aunque el agua empezaba a sentirse cada vez más fría por el cambio de estación.

-¿Ah si? con que te vas a burlar pecosa, vamos a ver, aún no estás lo suficientemente mojada, jajaja- la salpicó y la chica no podía estar más mojada –Espera Terry, blub, blub, creo que perdí un zapato jajaja-

Los dos salieron del agua y mientras ella se exprimía el vestido y temblaba de frío el atractivo rebelde observaba lo hermosa que se miraba recién salida del agua, sus cabellos mojados escurrían y su rostro se miraba aún más pálido, lo que hacía resaltar sus pecas, el frío causó estragos en su cuerpo y el blanco vestido se le pegaba al talle, sus encantos traslucieron bajo la fina tela de su atuendo veraniego; mientras tanto Candy se quitaba las medias mostrando sus pantorrillas bien torneadas, se resignó a quedarse sin zapatos al perder uno en el agua.

-¿Porqué me miras así mocoso insolente?- Candy lo sorprendió echándole un ojo a sus encantos, lo que la hizo taparse con los brazos –Quería asegurarme que todo esté en su lugar, que no se hayan lastimado caramelo y machiatto- se acercó y trató de quitar los brazos de ella que le estorbaban la vista como si realmente estuviera preocupado por su bienestar -¡Atrevido!- ella se giró y emprendió el camino hacia el colegio de verano, ya iba siendo hora de regresar –Espera pecosa, ¿Me vas a dejar aquí, solo, sin despedirte?- ella volteó a verlo y un rayo de sol bañaba la silueta bien torneada de Terry, como si fuera modelo de un comercial de shampoo se sacudió su castaña cabellera que mojada lucía mas larga, su camisa de seda cruda y pantalón blanco se le habían adherido a su cuerpo dando a conocer sus bien formados muslos y abdomen, era una escena inolvidable, quería recordar siempre esa estampa del chico que revelaba su gallarda figura.

-¿Con que te gusta lo que ves pecosa?- dijo insinuante acercándose a ella con el ego por los cielos –No Terry, no es eso, es que, es que..- no podía evitar sentirse nerviosa y tampoco pudo disimular su interés en los pectorales del muchacho –Es que nada mi amor, no creas que te dejaré ir así con las monjas, ven, vamos a cambiarnos- la tomó en brazos pues ella no tenía zapatos y la villa estaba solo a unos metros de ahí, por lo que la llevó hasta la puerta de la habitación dejándola en la puerta para que se cambiara, obviamente con su respectivo beso.

Al entrar Candy a la habitación que Eleanor le preparó, recordó todo el cariño que recibió en ese lugar, eran recuerdos maravillosos y una pequeña lagrima de felicidad salió de sus cuencas, del baúl donde todo había sido guardado con antelación, tomó un lindo vestido que no logró estrenar y se dejó el cabello suelto para verse linda para él.

Al descender las escaleras Terry ya estaba cambiado con una camisa azul oscuro y pantalón gris claro, la admiró desde abajo pues el hermoso vestido color verde esmeralda que ella portaba resaltaba el color de sus ojos, de su blanca piel y de sus dorados rizos libres al viento como le gustaba a él.

-¡Candy!- no era necesario decir nada más estaba maravillado por la belleza de su prometida, pero no eran sus ropas lo que la hacían lucir tan resplandeciente, sino el brillo del amor a flor de piel, su sonrisa amplia, el sonrojo en sus mejillas.

La tomó de la mano y la acercó a su cuerpo –Eres tan hermosa que duele pecosa- fueron las palabras que dijo antes de darle un breve beso. –Vamos, demos un paseo de despedida- los dos salieron a la caballeriza y subió a Candy sobre Teodora, luego él subio detrás de ella y la abrazó mientras tomaba las riendas del equino.

Recorrieron la orilla del lago mientras el viento movía las hojas de los árboles que ya empezaban a cambiar a una tonalidad dorada y bronce, nunca se cansaría de tenerla entre sus brazos así tan cerca -¿Quieres cabalgar mi amor?- ella giró su cabeza y asintió, no sin antes darle un dulce beso a Terry y un guiño coqueto de parte de ella que lo volvía a conquistar.

Entonces aceleró más el paso y a medida que avanzaban sus cuerpos se pegaban más de manera inclinada mientras Terry gritaba al viento –¡Te amo Candy! ¡Te amo pecosa!- Candy sentía el viento llevarse una pequeña lágrima de amor mientras escuchaba la voz de su prometido –¡Te amo Terry! ¡Siempre te amaré!- el chico se sentía vivo, podía sentir la sangre recorriendo su cuerpo y su corazón agitado, que distinto había sido hace unos meses, cuando parecía un muerto viviente en la orilla del Mauretania, creía que todo había acabado para él, pero tenia que admitir que había sido por un milagro del cielo, así como decían las monjas, ahora comprendía, que el amor no es solo un sentimiento, sino un don divino porque solo Dios podía haber enviado a un alma angelical a sacarlo de su soledad, había que reconocer que ahora todo parecía tomar sentido, tantos sermones, tantas lecciones, ahora las comprendía; también entendía todas las canciones de amor que habían sido escritas y que él había tocado siempre sin saber el contexto, ahora leía entre líneas todas las obras de poesía y de teatro que se había memorizado sin haberlas sentido como hoy las sentía.

Candy por su parte solo podía imaginarse siempre al lado de Terry, estaban tan compenetrados más allá de lo físico, eran un solo corazón, los dos tan distintos por sus orígenes ahora eran complemento uno del otro y eso había que gritarlo a los cuatro vientos.

Subieron a la colina donde la otra tarde Terry la llevó y vieron ocultarse el sol de nuevo, no sin antes prometerse hacer lo posible por verse a diario en el colegio.

-Estaba pensando que podría hablar con la monja mayor para que me deje verte, tal vez responda a mi favor si le doy un buen soborno, ¿Que te parece pecosa?- decía Terry sentado en el césped con la cabeza de Candy en su regazo.

-¡No tienes remedio jajajaja! Ya me imagino la cara de la Hermana Grey cuando le digas –Hermana, necesito que me deje ver a Candy todas las tardes ¡Jajajaja, eres imposible!-

-¡¿Y que tiene?! ¡Eh? ¿Qué tiene? Nada perdemos con probar jajajaja- reía Terry mientras Candy usaba una plantita que le causaba cosquillas en su nariz -¡Ahh con que sii! ¡Quieres jugar ehh!- entonces Terry la tomó de las manos con una sola, mientras con la otra le hacía cosquillas, pero ella se soltó y él pensó mas rápido y se puso sobre ella sosteniéndole las dos manos a los lados y le daba pequeñas lamidas por el cuello haciéndole unas cosquillas más placenteras, la risa de Candy se tornó más suave y dejó de patalear, de nuevo la mirada de seducción de Terry provocaba en ella esas dulces sensaciones que no la dejaban pensar.

-Cada vez que te beso pienso que con ese beso tendré suficiente hasta que nos veamos de nuevo, pero es un error, cada vez quiero más de tí- esa voz ronca del castaño era tan acariciante y solo la hizo ceder a sus demandas.

Los dos de nuevo se dejaron llevar por la pasión y las caricias subieron de tono –Mi amor si seguimos así, no podré resistirme más- dijo él –yo tampoco podré- ella estaba igual de inmersa en la lucha contra su autocontrol.

Terry sabía que él era quien debía protegerla de él mismo y fue bajando de tono sus caricias, hasta que los dos se quedaron abrazados disminuyendo la agitación de sus alientos. –Pecosa, tenemos que poner fecha pronto, al menos saber cuanto más podré aguantar estas ganas de tenerte solo para mí- ella rió por la ocurrencia de su prometido –Creo que si seguimos así no pasaremos del año jajaja- Terry lo tomó en mente como una sugerencia de ella –No suena mal, tal vez sea nuestro destino crecer juntos y no esperar a que nos salgan telarañas ahí donde te platiqué jajajajaja- las carcajadas del rebelde contagiaron a la chica –¡Eres un incorregible y grosero!- no podía evitar reírse de las ocurrencias de su novio, parecía que su humor mejoraba cada vez más, el Terry de antes nunca hubiera sido así tan abierto con ella, pero la felicidad le daba confianza de ser él mismo.

(termina flashback)

En la residencia Britter reposaba en su recámara la Señorita Annie Britter después de ser revisada por el médico de la familia, el dolor que la aquejaba llevaba así varios días, siempre fue muy delicada de salud y esa tarde en la Mansión Andrew fue determinante para darse cuenta que no podía mantener oculto de sus padres las consecuencias de sus actos. Al otro lado de la puerta de su recámara se escuchaban las voces de sus padres discutir después de haber escuchado al doctor que ya había abandonado la residencia, ambos padres se debatían en cómo tratar el problema con su hija, siendo el Sr. Britter el más comprensivo y la madre estaba furiosa por la falta de criterio de la chica, quien escuchó de boca de su madre algo que le dolió en el alma –¡Porque la defiendes tanto! ¡Así paga todo lo que hemos hecho por ella!¡Debimos haberla dejado en el hogar de Pony!- el daño ya estaba hecho, Annie lloraba por el desprecio recibido por su madre, la que se dirigía a su recámara guiada por su esposo para darle un calmante, apenas iniciaba el problema que había que tratar con mucha delicadeza.

Mientras tanto la tía abuela daba una severa bofetada a Archiebald Cornwell después de enterarse del desliz que tuvo su sobrino con la hija adoptiva de los Britter, siempre la había tenido en un concepto distinto, hasta que Eliza con sus artimañas le hizo saber a la tía abuela que Annie era del mismo origen que Candy. Desde ese día algo cambió en lotzo, no! Jajaja XD, algo cambio en la tía abuela quien no podía imaginar la desdicha que llegaba a su renombrada familia.

-Te olvidarás de esa chica Archiebald, una jovencita que tiene un comportamiento tan indecente no puede ser parte de los Andrew, por ningún motivo permitiré que te cases con ella- era la sentencia de la tía abuela.

-¡Tía, siempre la he respetado y la he querido mucho, no me obligue a hacer algo en contra de su voluntad, nada ni nadie me impedirá que asuma mi responsabilidad con mi prometida!- aún se dolía del cachetadón que la tía le plantó en su afilada mejilla –si es necesario buscaré al tío abuelo William para pedirle su apoyo- sabía que con esa amenaza podía disminuir la enérgica determinación de Elroy Andrew.

–¡No te atreverías!- respondió la dama –¡No me obligue a tomar medidas drásticas, recuerde que mis padres volverán en este mes y sé que ellos también me apoyarán para cumplir mi responsabilidad con Annie!-. Esto ultimo era una falacia pero no quería debilitarse ante la imagen de su tía, esperaría a que sus padres este año sí llegaran para festejarle su onomástico en el siguiente mes, entonces, sí entonces, vería la ocasión de plantearles sus planes.

-¡Eso jamás, prefiero verte lejos de aquí, antes que esa niña entre a nuestra familia!- Elroy salió de la recámara del chico donde permanecía recluído y dió un portazo tan estruendoso que retumbó en toda la residencia.

La tía abuela se había enterado de las libertades que se había tomado en su ausencia su querido sobrino, pues si bien se había llevado con ella a toda la servidumbre, aún estaba el ama de llaves, que aunque pareciera no ser entrometida, era una informante a detalle de todos los movimientos de los jovencitos. Por su mente pasó por un momento enviarlo lejos, pero las cosas en el continente europeo no estaban para viajar a largas distancias, el recuerdo de Anthony la hizo sentir miedo de perderlo y se retiró a su recámara a pensar cómo proceder con él.

Stear tocó la puerta de Archie y al no recibir respuesta se adentró y lo encontró viendo por la ventana preocupado –Hermano creo que esta vez no podrás escapar de las garras de la tía abuela, los escuché hablando y no la tienes nada fácil- lo tomó del hombro en señal de apoyo –¿Te das cuenta Stear que para mí es más importante Annie y su salud que lo que piense la gente?- dijo el elegante chico encarando a su hermano mayor. –No lucía bien ese día al dejarla en el colegio, tengo miedo de haberla lastimado- golpeó la pared molesto consigo mismo.

-Pero tienes que admitir que esta vez las cosas no saldrán como quieres, primeramente deberás enfrentar al tio abuelo William y a nuestros padres.

-¡Iré de inmediato a verla, quiero verla, saber como está, es mi culpa que ella esté mal!- estaba desesperado por saber de la salud de Annie y por ayudarla a superar la tormenta que ambos vivían de manera separada.

-Sera mejor que te armes de paciencia hermano, hay que esperar a que la tía abuela nos diga que debemos hacer- trataba de hacerlo entrar en razón –si por tomar decisiones precipitadas es por lo que están así, más les vale que ahora si se ciñan a lo que nuestras familias dispongan- la cordura y madurez de Stear eran un pilar para Archie, en ausencia de sus padres había sabido llevar una buena dirección y guía para su menor hermano.

-Tal vez sea lo mejor localizar al tío abuelo a través de George- pensó en voz alta el de ojos color miel.

Lo dejó solo sumergido en sus pensamientos y en los recuerdos de esa tarde …

(inicia flashback)

La sujetaba por la cintura y posaba besos suaves en su oreja izquierda mientras cantaba una dulce canción a su novia, quien sentía su corazón enamorado y feliz por ser correspondida por su galán novio –¿Annie, quieres venir conmigo?- su voz suave y sus dulces caricias mientras cabalgaban por el bosque la tenían mareada, ya antes le había hecho llegar el mensaje a Archie con la intención de no dejarlo ir, ahora era él quien tomaba la iniciativa, no podía desaprovechar la oportunidad, el fin del verano se acercaba y el impulso de tomar todo lo que la vida le ofrecía la llevó a decir -¡Sí Archie a donde tu quieras!- ambos se dirigieron a galope a la Mansion Andrew la cual estaba solo custodiada por el ama de llaves, pues la servidumbre se había ido con la tía Elroy quien con sus sobrinos queridos no podían prescindir de la atención del cochero, de las doncellas y la cocinera que habían llevado de la Mansión de Londres.

Les fue fácil introducirse en la recámara del galán Cornwell y al cerrar la puerta Archie se acercó con mirada gatuna a su presa, que estaba temerosa de lo que pudiera suceder, los nervios la tenían temblando y el fresco viento de la tarde que se colaba por los grandes ventanales.

La tomó por la cintura y fue deshaciendo el lazo de su vestido mientras la besaba con pasión y bajó lentamente el sierre de su vestido metiendo una mano en la espalda semidesnuda de la chica, sintiendo la suavidad de su toque Annie se dejó llevar por él a la orilla de la cama y subió sus manos al cuello de su novio, cada beso era como fusionarse uno con el otro y los suspiros de ella junto con la voz seductora de él inundaron la habitación.

Pasaron un rato besándose ella solo con su lencería y él sin su camisa bajo las sábanas, quería que ella se fuera despojando de los nervios y una vez que la sentía más confiada y más deshinibida la miró a los ojos: -Annie, te amo, te has metido en mi corazón tan adentro que no creo que jamás pueda dejarte escapar- por fin esas palabras de su novio le daban la victoria después de tantos años esperando escuchar su confesión.

-¡Oh Archie, me haces tan feliz, yo también te amo y no quiero separarme de ti nunca!- el beso cargado de pasión los envolvió en un universo que les era prohibido y que desconocían hasta ese momento; entonces Archie se detuvo –¿Annie, quieres ser mía para siempre a partir de hoy?- ella asintió con cierta timidez sin dejar de mirarlo a los ojos, fue así que retomaron el calor de las caricias que por primera vez se dirigían a lugares no explorados, ya en otra ocasión habían estado en una situación parecida, pero en ésta ambos sabían que todo iba a cambiar desde ese momento.

Los movimientos de Annie demostraban su ansiedad de pertenecer al amor de toda su vida, a pesar de su timidez por recibir caricias tan íntimas, Archie probó su sabor de mujer haciéndola estremecer, la chica jamás imaginó un placer tan etéreo en éste mundo, un paraíso en la tierra, ahora comprendía que el amor transformaba y que a partir de ese día nada volvería a ser igual. Archie ya listo fue entrando en ella esperando que el placer recién descubierto le ayudara a amortiguar el impacto de iniciar a explorarla ahora con su miembro, que no está demás aclarar, que los Andrew habían sido ganadores de una lotería genética dotándolos de una gran imponencia en sus caracteres sexuales primarios. Fue entonces que llegado el momento tan esperado, algo no cuadraba bien, si bien Annie estaba lista, no podía recibirlo como quisiera y el tejido virginal se desgarró ocasionando un dolor intenso en ella, lo cual ella quiso aguantar hasta ver que Archie pudiera disfrutar lo que ella había gozado momentos antes, no tardó mucho en sentirlo desvanecerse sobre ella e inundarla en su interior, cada vez molestaba más esa parte de su cuerpo y fue que ella se apartó levantándose a prisa de la cama cubriéndose con una sábana.

Archie apenas volviendo de la sensación avasallante, abrió los ojos y se deslizó quedando boca abajo en su lado de la cama, luego al notar que Annie no volvía del sanitario, se dio cuenta del lugar donde ella había estado recibiéndolo, un gran charco de sangre lo asustó, pero por un momento pensó que era normal, según lo que le habían enseñado y lo que escuchaba de otros caballeros en sus experiencias.

Recogió la cama y la dejó lo más decente posible para luego meter las sabanas en la bañera, él tenía que dejar impecable el cuarto, sin evidencias. Pero Annie no salía y al escucharla sollozar abrió la puerta del baño encontrándola en la regadera reclinada de dolor.

Fue entonces que decidió llamar a un médico pero la chica le pidió que no lo hiciera, que solo tomaría un remedio al volver al colegio, que todo era normal. No quería arruinar su primera vez juntos solo por su malestar, que no dejaba de sentir. Archie la llevó al colegio de vuelta preocupado por su semblante cada vez más tenso.

Al llegar al colegio sus amigas ya estaban ahí y cuando entró al cuarto que compartían las tres se dejó caer al piso y se quejaba de dolor. Las dos le dieron el auxilio y llamaron a la Hermana Margaret que corrió a la enfermería por medicamentos para el malestar femenino, pues todas pensaban que ese era el motivo de su dolor. Ya en su cama Annie no sabía si decirles lo que había sucedido, pensó que lo mejor era guardar el secreto y esperar que los remedios surtieran efecto, se tomó un calmante y se quedó dormida.

Patty y Candy platicaban con la Hermana Margaret y todas coincidieron en que la naturaleza delicada de la chica Britter era el motivo del dolor femenino que la aquejaba.

Al dia siguiente seguía el malestar y todo el camino Candy la cuidó observándola cada vez más débil. Iba casi inconsciente y el movimiento del carruaje molestó aún más por varias horas que duró el camino. Tuvieron que cargarla para descender del vehiculo, pero con los ruegos de Candy y al notar que no mejoraba la llevaron a su casa, para que sus padres la atendieran y le permitieran reposar por esos días femeninos. Nunca se imaginó que su madre intuía el origen del malestar de Annie que le parecía exagerado para una regla, así que llamó al médico y al revisarla se percató de un desgarre en la parte femenina de la chica y no tardó en interpretar lo que había causado esa herida. Annie tuvo que confesar lo sucedido al doctor para que no diera aviso a las autoridades, pues presumía que fuera víctima de un abuso, pero el resultado fue peor, no tenía escapatoria, su madre era su peor juez y la sentencia sería ser la vergüenza de la familia.

(termina flashback)

Candy y Patty seguían la rutina de sus clases extrañando a su amiga, nunca se iban a imaginar porqué no volvía de su reposo, les parecía extraño que ese mes le diera tan repentinamente y que tuviera la mala suerte de que fuera en el paseo con Archie. Patty entre tanto también recordaba a su caballero ojiazul y de espejuelos redondos, esa tarde cuando se despidieron en Escocia.

(inicia flashback)

-Sabes Patty, desde la muerte de mi primo no habíamos montado a caballo mi hermano y yo, tomamos la decisión desde una vez que Candy se puso a gritar al escuchar los cascos de los caballos afuera de la casa Lakewood. Eran Eliza y Neal que se proponían a molestarla por considerarla culpable de la muerte de Anthony-. recordaba con tristeza el chico, que mirando al horizonte parecía ver el rostro de su querido primo, hubo un silencio un momento que Patty propició para dejarlo reflexionar y darle tiempo a reponerse después de contar esa historia que todavía le dolía, ahora comprendía a su amiga, se sentía culpable por haberse dejado llevar por Eliza y sus acusaciones.

-Stear, él siempre vá a estar contigo, yo creo en que Dios a cada quien le da su tiempo para darlo todo en la tierra, y a lo que he escuchado, tu primo Anthony era una buena persona, ten la confianza que su cariño por ti siempre estará presente, así como siento yo el cariño de mi abuelo que falleció cuando yo era niña, cada vez que estoy triste siento como si me abrazara y me confortara como cuando me caía o cuando mis padres me dejaban sola-. Stear le limpio una pequeña lagrima que rodo en su rostro –yo sí creo que ellos se vuelven en nuestros ángeles y nos acompañan siempre, su amor no termina, nos sigue a todas partes, solo que no debemos dejar de recordarlos- su voz llorosa pero con fortaleza conmovió al chico.

-Patty eres una gran chica, haces que sea tan fácil enamorarse de ti- esas palabras que brotaron de Stear la hicieron sonreír –¡Nunca nadie me había dicho algo tan lindo, te quiero Stear, te quiero mucho!- lo abrazó y el chico detuvo el caballo a una orilla del lago la ayudó a bajar y ambos se sentaron en un tronco mirando el atardecer. Entre besos y abrazos ambos se sintieron confortados uno con el otro y platicaron cada quien de su familia y sus planes a futuro, ambos eran soñadores y querían comerse el mundo, Patty admiraba la forma en que Stear hablaba de los avances tecnológicos y de los aviones. Mientras Stear escuchaba muy interesado a Patty quien le platicaba de los descubrimientos de la neurociencia y la psicología. Estaban en la edad de los grandes ideales y de los grandes sueños. Solo había que esperar lo que ambos juntos podían lograr.

(termina flashback)

Annie les reveló toda la verdad a sus padres, conversaron en los mejores términos, aún que era un asunto femenino, su papá se armó de paciencia y valor tomando con delicadeza la mano de su hijita para infundirle confianza y poder enterarse de todo; también a pesar de que la Sra. Britter tenía el reproche en la punta de la lengua no quiso echarse de enemigo a su esposo, de quien recibía todo lo que necesitaba para su status social y solo era cosa de seguirle el juego en torno a Annie, al fin y al cabo ese problema pronto ya no sería de ella, además que su propósito siempre había sido emparentar con la familia Andrew.

Como la salud de Annie no mejoraba, el médico le había indicado realizarse unos análisis para conocer el origen del problema, determinando así que la chica tenía una cicatrización muy diferente al común de las personas y que debía guardar reposo para sanar la herida, el término medico era queloide, lo que ocasionaba un abultamiento en sus heridas, por el tipo de piel que tenía. No era una tragedia, pero debido a lo sucedido pudo haberse dañado también sus paredes internas y era lo que le causaba el dolor.

Mientras tanto en altamar un joven rubio recibía un telegrama urgente que su secretario le había enviado con noticias de Londres.

-"Señor William es urgente que regrese, por asunto de Archiebald"- era el mensaje que llegó a manos de Albert de parte de su secretario, acababa de partir rumbo a Portugal y luego tras varios días de ahí trasladarse en un barco que se dirigía al Africa.

-Pero que habrá sucedido ahora, tal vez la tía abuela ya no esté en condiciones de cuidar de mis sobrinos, esperaba que después de lo de Anthony la tía pudiera ser más comprensiva con ellos. Llegando a puerto me comunicaré con ella, quizá solo sea un contratiempo- el rubio tomaba un ultimo respiro antes de tomar su lugar como patriarca de la familia, él esperaba que alguno de sus sobrinos pudiera hacerlo en su lugar, pero tras la tragedia con el joven Brower murieron sus esperanzas de llevar una vida a su voluntad, de acuerdo a la línea de sucesión era el indicado, pero además estaba una misión para él, no podría dejar en desamparo a cierta rubia que necesitaba de su protección. Aún así su rebeldía natural lo llevaba a escaparse de la rutina y los formalismos que lo agobiaban, ese viaje a Africa era una última concesión de parte de Elroy, pues su edad y condición de salud ya no eran los más óptimos para llevar una responsabilidad de esas dimensiones.

El Duque de Grandchester se entrevistó con George en el castillo, para conversar de los planes de su hijo, fue una decepción para el noble enterarse del viaje del patriarca Andrew.

-Espero que el Señor Andrew se comunique pronto, el día de mañana hará un trasbordo a otra nave, por lo que tendrá dos días de estadía en puerto y espero que entonces darle razón de esta reunión- decía George, quien disimulaba su preocupación, pues la tía abuela era más una piedra en el zapato para los jóvenes del clan, de acuerdo a su edad ya empezaban a tomar cada uno su camino y William tendría que ser un puente entre ambas generaciones para darle solidez a los acuerdos de matrimonio que pudieran surgir, ante la incapacidad de Elroy de empatizar con los deseos de los jóvenes.

Días después los jóvenes Cornwell se incorporaron a la rutina del colegio, Archie no había tenido noticias de su novia, en la mansión y en el colegio le tenían prohibido comunicarse con ella. Candy y Patty seguían preocupadas por su amiga, pero debían adaptarse a las nuevas clases que en ese nuevo ciclo escolar tenían que llevar, estaban en su segundo año en el Colegio San Pablo y ahora se sentían mas confiadas en cuanto a sus estudios, pero no se esperaban las nuevas medidas implementadas por las religiosas, que alentadas por la Sra. Elory Andrew aumentaron las restricciones de interaccion de las señoritas con los varones; por supuesto que mucho tuvo que ver la opinión de cierta señorita pelirroja, que tenía siempre en mente la manera de arruinar la vida de Candy, y más ahora que sostenia relaciones con el noble joven más codiciado por todas las señoritas del colegio.

Las religiosas pensaban que todos esos conflictos que pudieran surgir entre las señoritas y también los varones se verían disminuidos porque no habría oportunidad para parejitas ni convivencia frecuente, sino únicamente en la misa dominical. Eso fue un golpe duro a las nuevas relaciones que se habían formado en el verano, aún así tanto Candy como Patty se habían propuesto apoyarse una a la otra para ver a sus respectivos amores.

Para el rebelde del San Pablo no significaba ninguna dificultad ver a su dama y si lo fuera asi bastaba con mencionar a las religiosas que entre Candy y él ya había un compromiso para que les permitieran verse, pero la pecosa le había pedido en el verano que mantuvieran en sigilo por un tiempo sus relaciones, por lo menos hasta que el tío Abuelo William aceptara la propuesta; también porque ella sabia que Terry era muy codiciado entre las chicas y les harían la vida imposible al enterarse, además el guapo castaño se había propuesto ser más dedicado en sus clases, para no verse envuelto en problemas como en años anteriores, era increíble la paz que se había instalado en su corazón y que obviamente provenia de cierta pecosa.

No era novedad que Candy viviera en las nubes, pero es que el amor le había pegado con fuerza en el verano, las materias que llevaban ahora eran mas complicadas, asi que ella y Patty se reunian a diario en la biblioteca a estudiar, química inorgánica, física y álgebra; los días pasaban y ya contaba una semana de haberse iniciado el colegio sin tener noticias de sus galanes.

-¡Hola Candy!- era la voz chillante de Eliza Leagan, que en compañía de dos de sus achichincles se plantaban frente a ella de regreso a su cuarto en los pasillos del edificio de las chicas –¿sabías porque Annie no volverá al colegio? Es una vergüenza que una hija de Pony haya caído tan bajo- se regodeaba en la incertidumbre de Candy del no saber nada de su amiga, sin embargo Candy confiaba en su amiga y no caería en las acechanzas de la pelirroja.

–Ten cuidado con tus palabras Eliza, no vaya a ser que tengas que tragártelas- le dijo la rubia, aun sin querer caer en provocaciones, no iba a permitir que insultaran a su amiga.

-Es cierto, todas saben que las chicas de Pony nunca podrán convertirse en damas, aunque quieran atraer a la realeza, no pasaran de ser sólo una querida- levantaba la ceja y esperaba que Candy respondiera como siempre lo hacía, pero le falló esta vez.

-Si ser una dama es hablar mal de los demás y levantar falsos e intrigas, entonces no quisiera nunca convertirme en una de ellas, prefiero ser feliz sin tener que ensuciarme diciendo tantas mentiras- Candy levantó su barbilla, segura de lo que decía y Patty sonrió apoyándola. Candy recordaba las palabras de Terry, todo lo que ella significaba para él, su amor la tenía blindada y nada ni nadie podía herirla.

-¡Eres una insolente! ¡Ya verás cuando la tia abuela se dé cuenta de la fichita que eres!- se dio la vuelta girándose de manera exagerada y escucharon algunos murmullos en el pasillo, desgraciadamente aún la palabra de Eliza valía mas que la de Candy, pero eso no le preocupo a la rubia, ya iba conociendo como funcionaba el mundo de los ricos y le importaban poco las murmuraciones, prefería hacer caso sólo de la opinión de la gente que ella amaba.

El correo llegó y con él algunas cartas de parte del hogar de Pony, de Albert y de Eleanor Baker, ésta ultima le sorprendió tanto, si bien era un secreto la relación que unia a Terry con la afamada actriz, podría saberse si esa carta cayera en las manos equivocadas, fue un alivio que no sucediera eso, así que en su alcoba bajo llave se dispuso a leer una por una.

La carta de sus madres alegró muchísimo su corazón, siempre era grato saber que ellas se encontraban bien y podía sentir su amor maternal que la cobijaba aún a muchos kilómetros de distancia.

Luego al leer la carta de Albert, se sintió algo contrariada, pues éste le avisaba que pronto partiría a un viaje largo para el Africa, a un safari en donde podría ayudar a animales heridos, pero que la mantendría al tanto de sus andanzas por ese continente, le enviaba saludos a Terry y les deseaba que tuvieran un año escolar de muchos éxitos.

En la carta de Eleanor se podía sentir el cariño y agradecimiento con que escribió la misiva,

Querida Candy:

Te escribo apenas llego a América, esperando te encuentres bien y como siempre muy feliz. No dejo de recordar los días de Escocia, que gracias a ti y tu alegría han cambiado por completo mi vida, deseo que pronto nos encontremos en América y mientras tanto podamos seguir en contacto por medio de cartas. Aunque aún no se ha revelado mi secreto, estoy segura que lo que suceda a consecuencia de eso no me afectará más de lo que ya he sufrido todos estos años. Ahora me he dado cuenta de todo gracias a ti Candy, mi corazón se siente en paz y crece en mí cada día el deseo de vernos de nuevo.

Con mucho amor:

E.B.

-Sabía que la madre de Terry era muy amorosa, pero no sabía que ese amor también me alcanzaría a mí- reflexionaba en su cama, mirando hacia el techo, puso la carta sobre su corazón, al tiempo que daba gracias a Dios por manifestarse a través del cariño de Eleanor; guardó la carta en un libro que nadie pudiera tomar de su pequeña biblioteca y que la mantuviera oculta de cualquier intruso que pudiera irrumpir en su habitación.

La ultima ronda sonaba y Candy estaba preparándose para apagar la luz, se sentó en la orilla de su cama ya enfundada en su bata, vio en la rendija de la puerta que la luz de la religiosa encargada de la ronda se alejaba y entonces sucedió algo que no esperaba.

-Ya son muchos días sin saber de Terry, la próxima vez que lo vea tendré que…- hablaba sola en las penumbras de la habitación, pero alguien la interrumpió.

-¿Que tendrás que hacerme que pecosa?- era la voz acariciante de Terry que se había introducido en su recámara y se ocultaba en las cortinas mientras ella salía del baño. Candy se levantó y corrió a acomodar las cortinas de su ventanal esperando que nadie lo hubiera visto entrar.

-¡Terry!- de inmediato el chico fue a taparle la boca para evitar que grite, pero el roce de su mano en la boca de la chica no paraba ahí, suavemente la acercó a él sin dejar de mirarla –tendremos que hablar mas quedo mi pecosa, o que te parece si mejor no hablamos- con su pulgar acarició el labio inferior de la rubia, mientras era bañado por el aliento ansioso de su boca entreabierta.

-Te extrañé tanto- todo su rostro sonreía al verlo, sus ojos humedecidos se cerraron al sentir cada vez mas cerca el aliento de su amado.

Antes de juntar sus bocas él contestó –no más que yo mi amor- entonces de nuevo se unieron ambos mundos, y las manos de ella se posaron en su cuello para acercarlo más, mientras él caminaba con ella por la habitación haciéndola dar pasitos hacia atrás hasta recargarse en la pared, sus caricias ansiosas paseaban por sus pecas, su cabello, su cintura para ajustarla más a él. Cada beso era idílico, era como escuchar música en el silencio, su respirar se torno mas agitado, se había vuelto adicta a él y toda una experta en recibir sus besos. Antes que subieran de tono las caricias y mas ante la vulnerabilidad de estar en bata en su habitación en la oscuridad, Terry disminuyó la intensidad de sus muestras de amor evitando rebasar su autocontrol. Dio besos cortos a lo largo de su rostro y su cuello, mordió un poco la orejita derecha de la pecosa y descansó su rostro entre sus rizos mientras disminuía poco a poco su agitación.

-Terry como hiciste para entrar, no te escuché entrar- ella susurró, -gracias a cierta pecosa mis habilidades de mono se han activado, bien dicen que el que con monos anda a trepar se enseña- la sonrisita de Candy en un volumen tan bajo no pudo ser reprimida y justo cuando iba a volverse más sonora, de nuevo Terry asaltó su boca con sus besos.

Ya no se conformaban con besos de boca cerrada por eso duraban más así, era una manera de desfogar el ansia de sentirse más compenetrados sin llegar a intimar. El lenguaje de amor en esa oscura habitación los hacía perder la noción del tiempo –pecosa, mi amor, ya quiero que vuele el tiempo para no separarme más de ti, vine precisamente para decirte que mi padre ha enviado un telegrama al patriarca Andrew y poder entablar conversación sobre nuestro compromiso, pero al parecer no ha podido localizarlo, mientras tanto mi amor, deberemos esperar noticias sobre esa reunión-

-No te preocupes mi amor, cuando menos imagines el tiempo habrá transcurrido lo suficiente y podremos estar juntos, solo hay que tener paciencia- le dio un beso pequeño en su nariz afilada –no te garantizo que pueda esperar tanto pecosa- acariciaba su cuello y su quijada con su boca –pero hare lo posible para evitar que tu tia y tus queridos primitos nos quieran derrumbar nuestros planes, odio que no podamos acercarnos a diario, con tanta vigilancia-

-Por lo menos las religiosas te han dejado conservar a Teodora- dijo Candy -pues si, aunque aquí en el colegio no puede correr tanto…- de repente una expresion pensativa –¿que pasa Terry?- preguntó ella –nada, solo era una idea- sacudió la cabeza descartando lo que le paso por la mente –dime, anda, ¿que pensaste?- le insistió –pensé que como ahora hay mas vigilancia en la colina, podremos encontrarnos en el establo, quizá podamos estudiar juntos por la tarde, o seguir con tus clases de francés, pero no, no creo que tu quieras..- -¡me encanta la idea! No se porque no se nos ocurrió antes, es perfecto- sonrió ella y contagio su confianza a su prometido –no quisiera ocasionarte problemas, pero podemos considerarlo si tu quieres- acarició su rostro y se sintió agradecido de que su pecosa fuera tan comprensiva.

-Recibí carta de tu madre, ella quiere seguir en contacto conmigo, además desea vernos en diciembre en América- sonrió recordando la cara amorosa de Eleanor –si, ella me pidió que te llevaramos a celebrar las fiestas- -es decir que tu padre también vá- se alegró de saber que la relación de los padres de Terry tuviera una segunda oportunidad

-si por él fuera abordaría el siguiente barco a América, pero algunos asuntos en Londres lo tendrán atado por algunos meses- platicaron por algún rato sentados en el piso con los cojines, así como la noche cuando Terry entró herido, era mucha tentación estar sentados en la cama, compartieron unos pequeños chocolates con menta que Terry trajo para ella, los que degustaron entre besos y caricias hasta que el reloj del cuarto de Candy marcó la una de la mañana del siguiente día.

Terry salió sin problemas de la habitación de su prometida y caminó entre los árboles rumbo a su habitación, por fortuna no hubo nadie que lo descubriera, y si eso sucediera no era de extrañarse si lo encontraban, la escusa de ser un rebelde sin causa le serviría por un tiempo más, aunque cierta chica rubia lo había encausado, seguiría siendo un rebelde hasta el fin de sus días, era su propia naturaleza el luchar siempre por lo que él consideraba lo correcto aunque no fuera con los estándares que marcaba la misma sociedad y Real Colegio San Pablo.

Mil disculpas por la tardanza, esta vez tarde tanto por todo el trabajo de fin de curso, las fiestas, la familia, mil cosas que no me dejaban sentarme a que brotaran mis ideas, no se imaginan, reescribí mil veces este capitulo para enlazar algunos acontecimientos próximos, cada capitulo de la historia debe ser diferente a lo que ya conocemos y que nos lleve a un buen final. Espero les agrade y desde acá les envío un cariñoso abrazo deseándoles que pasen unas felices fiestas, Feliz Navidad y que el próximo Año Nuevo 2022 sea pleno y de crecimiento en todos sus ámbitos, Cuídense mucho! Las quiero!