CAPITULO 2: EN LA TIERRA DE DIOSES Y MONSTRUOS

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Detroit

Noviembre 2012

Las notas musicales flotaban en el aire.

Las manos del pianista se deslizaban suavemente por las teclas del piano. El sonido se mezclaba con el saxofón, creando la hermosa melodía del jazz.

Rebekah Mikaelson estaba en una esquina del club, hablando con uno de los clientes cuando la puerta principal se abrió y un hombre ingresó, vestido todo de negro, junto con todo su equipo de seguridad siguiéndole de cerca.

Una sonrisa radiante se plasmó en la cara de Rebekah, quien sin importarle nada ni nadie a su alrededor, salió con paso acelerado a su encuentro.

El hombre con cabello rubio oscuro le regreso la sonrisa, riendo por lo alto cuando se ella abalanzó a sus brazos.

- ¡Te extrañé Nik!

Elijah ya le había informado que Klaus pronto estaría en Detroit ese mes. Estaban teniendo algunos problemas con las autoridades de Chicago y esta era una oportunidad perfecta para Klaus para supervisar los negocios en Detroit mientras Elijah se quedaba en Chicago con sus asuntos políticos y Kol con su sanguinaria parte del negocio.

Detroit era el territorio de Rebekah; a pesar de que era bien sabido que todo pertenecía a Klaus, justo como Mikael antes que él, Klaus no confiaba en nadie. El nuevo rey había hecho algunos cambios, pero algunas cosas simplemente permanecían igual. Un sistema diferente pero la misma desconfianza.

Klaus había dividido todo lo que le pertenecía a Mikael en diferentes facciones. Cada sector pertenecía a un Mikaelson, y por primera vez en décadas, a una mujer de la familia. Sin embargo, Klaus era quien controlaba todo y a todos, con mano firme. Él era el rey y todos estaban por debajo de él. Devotos y obedientes, de lo contrario, muertos.

Siempre y cuando se manutuvieran leales a él, Klaus mataría y moriría por ellos. Les daría territorios, poder, control. En su nombre, ellos podían gobernar y prosperar. Tendrían su apoyo e incluso de ser necesario limpiaría sus errores. Sin embargo, tanto Elijah, Kol y ella sabían que Klaus tenía sus espías en todos lados. Lo sabia todo. No conocía la confianza, por lo que sus hermanos sabían que no dudaría un segundo es destruirlos si lo traicionaban.

Incluso aquellos que no temían perder sus propias vidas, sabían que Klaus sería capaz de destruir a todo aquel que amaban.

En la cabeza de Klaus no cabía que sus hermanos jamás lo traicionarían. Ellos estaban en todo esto juntos y creían en él. Era por lejos mucho mejor gobernante que Mikael. Tomó el control y dio la talla. Se apoderó de un gran poder y lo hizo aún más grande. Había nacido para esto y ellos para estar a su lado, a pesar de que él jamás confiara en ellos por completo.

Rebekh le debía Detroit a Klaus, mientras que él, junto con Elijah a su lado, reinaban sobre Chicago al mismo tiempo que Elijah manejaba New York. Kol también tenía su dominio en New York, aterrorizando Harlem, Brooklyn y la parte baja del éste de la ciudad. Por lo que Rebekah se enteró este año en el cumpleaños de Kol, Klaus le daría a su hermano menor Los Ángeles. Una facción más pequeña que Kol sería capaz de controlar sin la supervisión de Elijah. Klauise había hecho lo mismo con ella, al principio, le había entrega Las Vegas para su entretenimiento, pero siempre bajo su estricta supervisión y restricciones, de la misma forma que Kol lo había estado por años para la supervisión de Elijah.

Al principio, Kol quería ser el protegido de Klaus, pero este se negó al no tener la paciencia para lidiar con el temperamento de Kol que siempre parecía causarle gran placer sacar de sus casillas a Klaus. En todo caso, Rebekah siempre se divertía recordando a su hermano que Klaus la había escogido a ella sobre él, algo que siempre lograba enfurece a Kol, para deleite de Rebekah.

Los hombres de mayor confianza de Klaus, Stefan Salvatore y Marcel Gerard, controlaban bajo la supervisión de Klaus New Orleans y New England.

Había sido hace mucho pero en la mente de Rebekah aún estaba fresco el recuerdo cuando Mikael empezó a perder la razón, convirtiéndose en una forma aun mas inestable de su personalidad ya de por si abusiva. Siempre se irritaba con facilidad, especialmente con Nik, pero al final, había perdido tanto la razón que terminó siendo una amenaza para todos. Pero Klaus se llenó de valor y lo confrontó a él, Ester, Finn y a sus aliados, una lucha que fue sangrienta. Klaus ganó y desde entonces se estableció un nuevo régimen, no sin haber pintado todas las calles de Chicago en sangre.

Klaus exilió a Finn del dominio de la familia Mikaelson, sin embargo, para irritación de Klaus, Finn se las había arreglado para crear su propia facción en New Jersey y Filadelfia una vez formó una alianza con su amante Sage y la familia de esta, pues al final de todo, era un Mikaelson que luego de la muerte de sus padres, había huido y Klaus lo había permitido, siendo esa la única y ultima vez que Klaus Mikaelson había demostrado piedad, a pesas de que lo había dejado huir mal herido, con varios huesos rotos pero nada de gravedad.

Todos sabían que Finn se mantendría fiel a Ester hasta el final, tanto por dependencia estúpida como por sus propias aspiraciones, pues era natural que al ser el mayor, eventualmente tomaría el mando, y eso, Klaus y Elijah no lo permitirían.

Finn había huido esa noche por su vida y Elijah se había echo a un lado en la línea de sucesión dado que siempre apoyaría a Klaus. Mejor ser un general y consejero detrás de escena a ser un rey muerto prematuramente, decía.

Luego vino el cambio, para molestia de algunos.

Una de las razones por las cuales Klaus había dividido su imperio era para crear un nuevo orden diferente al de Mikael, para asegurar que nadie a parte de la familia pudiera tener los recursos para oponérsele. Desde su llegada al poder, algunos aun planeaban derrocar al Mikaelson bastardo. Por ello, Klaus necesitaba tener alianzas confiables para mantener su poder mientras aniquilaba cualquier amenaza que aun permanecía fiel al legado de Mikael.

Le tomo a Klaus mucho esfuerzo, pero sobre todo, sangre… cantidades de sangre.

Ahora, la estructura de su familia era diferente. Dividiendo el poder pero siempre al mando, Klaus garantizaba que cada uno de los hermanos prosperara pero siempre bajo su mando. Así, dividiendo el poder en cabeza de un Mikaelson, garantizaban la protección de todos, de tal forma que si uno necesitaba ayuda, los otros acudirían a su rescate con seguridad, medios y poder. Muy diferente a los tiempos de Mikael donde todo era controlado solo por él.

Si Rebekah era honesta con ella misma, siempre supo que no estaba en los planes de Klaus darle Detroit. Su hermano pensaba que no era lo suficientemente capaz.. o eso pensaba ella. Al principio, pensó que su hermano la había enviado a Detroit para poner distancia entre ella y Stefan, pues como le había dicho aquel entonces, su vida amorosa "le causaba dolor de cabeza" y prefería mandarla lejos a matar a Stefan que resultaba ser un recurso muy valioso. Ella se había rehusado, gritado y hasta llorado, pero nada evitó que Klaus la sacara de Chicago. Sus hombres se la habían llevado a Detroit y si se atrevía a dejar la ciudad, la cabeza de Stefan colgaría en la baranda del balcón de su habitación en Chicago, como le advirtió serenamente su hermano. Para Klaus, ella estaba distrayendo a Stefan y él tenia planes para el chico Salvatore, planes que el muy conocido "destripador de Chicago" estaba por mandar a la borda por ella. Pero al final, Stefan no lo hizo, pues quien ganó fue Klaus y ella fue enviada a Detroit, con el corazón roto.

Sin embargo, todo aquello fue lo mejor que le pudo haber pasado: la primera vez que vivía por su cuenta sin la asfixiante atención de su familia. Lejos de su familia, floreció en la poderosa mujer que siempre estuvo destinada a ser, una verdadera Mikaelson, tanto que incluso había hecho sentir orgulloso a Klaus. Ella había multiplicado las ganancias de la familia y supervisaba todos los aspectos de los negocios legales e ilegales de Detroit. Se había ganado su corona de reina de Detroit.

Al final, Elijah le había confesado que Klaus no la había enviado Detroit para separarla de Stefan, la había enviado ahí porque sus asuntos amorosos intervenían con sus planes para ella, no para Stefan, planes que aseguraban su lugar en la familia pues era una Mikaelson destinada a ser reina y no solo una estúpida princesa enamorada a la sombra de alguien más.

Y así lo hizo. Y ahora Klaus llegaba a su ciudad. Si bien le visitaba de vez en cuando en Chicago, tener a Klaus en su territorio significaba el mundo para ella, pues mostrarle sus logros y obtener su aprobación era lo que más deseaba.

Siempre y para siempre, se decían desde que eran niños, una promesa que todos tenían tatuada en el alma.

- Te ves genial hermanita – le dijo.

Ella le sonrió y lo llevo a su mesa, la que siempre estaba disponible para su Nik. Le ordenó su trago favorito y se sentó a su lado, mientras su mano se posaba sobre la de su hermano. Los guardias de Klaus y los guardaespaldas de ella se posicionaron a unos metros de distancia de los hermanos.

- He escuchado sobre tu intervención en el último cargamento de licor, – Klaus comentó y los ojos de su hermana brillaron – lo hiciste bien Bekah. – ambos sonrieron ampliamente, sabiendo que si no hubiera sido por ella, los policías habrían incautado el cargamento.

- Solo aprendí del mejor – le respondió y Klaus sabia que lo estaba haciendo para alimentar su ego y darle la confianza de permitirle hacerse cargo del próximo cargamento de armas por sus propios medios y no por medio de los tratos diplomáticos de Elijah, pues el próximo cargamento tenía un interés en común con Elijah quien tenía asignada una parte del cargamento.

Los hermanos siguieron hablando y a los ojos de cualquiera eran una pareja completamente normal, riendo y bebiendo juntos. Klaus tenia los brazos apoyados detrás del sofá mientras disfrutaba de su cigarrillo. Rebekah sabia que su bar era uno de los favoritos de Nik, incluso era dueño de un bar en Chicago el cual decoró y arreglo muy similar a éste, el Loup Rouge, incluso nombró su bar el Loup Noir, algo que despertó mucho orgullo en Rebekah.

Después de todo, este era uno de los refugios de hermano. El sitio tenía música en vivo, un lounge elegante y todo decorado artísticamente, donde el alcohol siempre fluía y la fiesta no paraba: el lugar perfecto para una dirigir discretamente una organización criminal.

Klaus y Rebekah continuaban hablando hasta que la música dejó de sonar y las luces se atenuaron. Las únicas sobras que se apreciaban eran las que provenían de las velas en las mesas y todo el mundo parecía que había dejado de hablar en anticipación a lo que vendría.

Klaus entrecerró sus ojos y miró a su hermana quien le sonrió inocentemente.

Y entonces, desde el escenario se escuchó el sonido de uno tacones acercándose al centro del escenario. Una mujer vestida en un hermoso vestido de seda blanco caminó y se paró detrás del micrófono. Cuando por fin se encendió la luz que iluminó solo a la mujer, Klaus retuvo la respiración.

El pianista empezó a tocar y la chica esperaba con sus ojos cerrados mientras sus palmas rodeaban el micrófono. Y luego sus ojos se abrieron y fue como si su mirada estuviera dirigida a él.

Ojos azules prendiendo su mundo en llamas.

Cabello rubio ondulado como un aura de luz alrededor de su rostro angelical.

Se escuchó su suave inhalación antes de dejar salir de sus labios rojos las primeras notas de la canción, con la voz más asombrosa que él hubiera escuchado jamás. El cuerpo de Klaus se tensó como si su música tuviera vida propia y se estuviera enredando a su alrededor, rendido ante su poder.

In the land of gods and mosters, I was an angel living in the garden of evil…

Él podría jurar a quien fuera que el ángel en aquel escenario era una maldita sirena.

- ¿Quién es ella hermana? – le preguntó, mientras eran incapaz de dejar de mirar a la hermosa chica cantando en el escenario.

- ¿Te refieres a la chica en el escenario? – le contestó sarcásticamente su hermana, a lo que él solo asintió como si estuviera en un trance.

- Mi nueva cantante Nik, Caroline – le contestó y entrecerró los ojos con sorpresa al ver la reacción de su hermano mientras ella cantaba.

Caroline siguió cantante, sin tener la menor idea que Klaus la miraba como así ella fuera la única mujer sobre la faz de la Tierra, con sus ojos brillando de lujuria e interés.

Screwed up, scared, doing anything that I needed, shining like a fiery beacon…

- Caroline…- repitió, saboreando el nombre en sus labios para luego llevarse un trago de su copa de vino.

Rebekah siguió mirando detenidamente a su hermano, pero él parecía no prestarle atención mientras veía a la chica en el escenario. Klaus siguió bebiendo mientras sus ojos nunca dejaban a Caroline.

Luego, Rebekah notó que por unos segundos los ojos de Caroline se posaron en su hermano. Parecía que la electricidad fluyera del escenario a su mesa, entre ella y su hermano, casi como la gravedad misma. Ella le había visto mostrar interés en otras mujeres. Ella había visto su deseo por la guerra, la sangre y el sexo. Por poder y control.

Y aun así, era la primera vez que lo veía observar, de esa forma, a otro persona como estaba mirando a su nueva cantante.

Como si estuviera embrujado.

Y lo estaba.

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Chicago

Hoy

You got that medicine I need fame, Liquor, love give it to me slowly,

Put your hands on my waist, do it softly, me and God, we don´t get along so now a sing.

Caroline sostenía el micrófono y estaba cantando para Klaus. Ella notó como él le sonreía por la elección de su canción y ella le sonrió de regreso de forma seductora, algo que siempre parecía complacerlo.

Sus dedos acariciaban el micrófono y ella cerró sus ojos. Podía sentir los ojos de Klaus recorrerle de pies a cabeza. Curiosamente estaba de blanco, como la primera vez que le vio cantar. Si fuera por Klaus, ella siempre usaría blanco o azul para las ocasiones mas formales, o rojo o negro cuando estaban en privado.

Mientras la canción llegaba a su fin, Caroline notó que uno de los asistentes había bebido demasiado y no le sacaba los ojos de encima, haciendo algunos gestos hacia ella y "cumplidos" mientras se reía con sus amigos.

Caroline se removió incomoda y bajó la mirada, pero entonces, se congeló en su sitio y advirtió su error. Era como si Klaus siempre pudiera leer su mente y entender todo solo con su expresión, por eso, cuando notó su momentánea incomodidad hacia aquel sujeto, ella supo que no terminaría bien.

Vio como Klaus le hablaba a Stefan en lo que parecía ser una orden muy apresurada e irritada de parte de Klaus. Caroline cerró sus ojos resignada mientras veía como Stefan asentía y luego daba ordenes a sus hombres, señalando al sujeto que aun no le quitaba los ojos de encima. Dos de los guardias que trabajan para Klaus se acercaron al hombre. Ella miro a Klaus, de alguna forma rogándole que no hiciera nada, pero la frialdad de sus ojos le hizo saber que dejara las cosas como estaban. Ella sabia muy bien que lo mejor era no llevarle la contraria en aquellos momentos que se ponía así, por lo que siguió cantando mientras los dos guardas sacaban al sujeto del club. Ella espera que el pobre hombre saliera de esta solo con una nariz rota o una que otra costilla, nada mas serio, pero con Klaus nunca podía estar segura de nada.

Si Klaus quería que lo lastimaran, lo lastimarían. Si lo quería fuera de su vista para siempre, así sería, incluso permanentemente.

Al final, tanto ella como todos los demás, sabían que Klaus siempre obtenía lo que quería. Siempre.

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Detroit

Noviembre 2012

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When you talk it´s like a movie and you are making me crazy cause life imitates art

If I get a little prettier can I be your baby? You tell me, "life isn´t that hard".

Klaus terminó toda su copa de un solo sorbo, sus ojos puestos en el premio que quería para esta noche.

- Rebekah, - se dirigió a su hermana, mientras ella le miraba con interés.

- Tráeme a la chica, - le ordenó, con un tono de voz tan profundo que incluso le hizo sentir incomoda a ella.

Si bien Caroline y ella no eran cercanas, la chica era de las mejores cantantes que había tenido en su escenario y parecía amable, a su juicio, no se merecía convertirse en una más de las conquistas de su hermano y de seguro terminaría con el corazón roto.

Rebekah trató de salvar a la chica pero desde que vio la mirada de su hermano, supo que sería imposible.

- ¿Te das cuenta que la chica es una cantante y no una de las putas de Kol, verdad? – bromeó, tratando de hacerle ver que Caroline no estaba disponible o interesada en algo como aquello, pero dio un respingo cuando Klaus atrapó su mano sin previo aviso.

La voz de Caroline hacia eco a su alrededor, pero la reacción de su hermano parecía silenciarlo todos los sonidos alrededor. Los ojos de Klaus se oscurecieron y miró a su hermana con severidad, tanto que Rebekah sintió que se le congelaba la sangre.

- No te lo voy a pedir otra vez hermana, - le advirtió.

Rebekah asintió y regresó su mirada a Caroline que cantaba. La miró con pesar… pero si su hermano quería algo, definitivamente lo tendría. Rebekah llamó a una de las meseras para hacer lo que Klaus le había pedido. Klaus le soltó la mano y regresó su mirada a Caroline.

Ya no había nada que Rebekah pudiera hacer. Si Klaus quería a Caroline, entonces le daría a Caroline.

Cuando la mesera se acercó, Rebekah le ordeno que cuando Caroline terminara de cantar la trajera a la mesa, y que bajo ningún motivo regresara sin la rubia.

Caroline estaba sentada en su silla, en frente de su espejo en su camerino detrás del escenario. Se estaba masajeando el cuello y se miro al espejo, cansada.

A penas llevaba unos meses trabajando en el Loup Rouge pero le iba bien. Le gustaba trabajar para Rebekah. La mujer era despiadada pero las condiciones eran excelentes, mucho mejor comparado con otros bares en los que había trabajado. Siempre había amado cantar, pero jamás pensó que se convertiría en su sustento de vida, aun así, lo disfrutaba mucho. Su parte más superficial disfrutaba ser apreciada, incluso deseada. Le emocionaba que cuando estaba en el escenario, tal vez muchos la querían pero jamás la tendrían, nunca.

Pero, como siempre, cada vez que recibía una llamada de casa todo su día se arruinaba. Su humor se destruía y quedaba inquieta.

Miro su reflejo y sintió tanta rabia que le tocó contenerse para no golpear el espejo en un ataque de ira. Después de cada llamada, regresaban a ella tantos recuerdos que eran muy dolorosos y difíciles de contener. Vicky Donavan, la hermana de Matt, la había llamado a su celular para convencerla de que regresara, diciéndole que era seguro y que ellos le ayudarían ha acoplarse de nuevo. Vicky nunca se preocupó tanto por ella, así que asumió que Matt estaba detrás de ese intento.

Caroline suspiró mientras se quitaba su collar y lo dejaba sobre su meja de maquillaje. Sin pensarlo dos veces, apagó su móvil, le quitó la SIM y la arrojó a la canasta de la basura.

Jamás regresaría a Mystic Falls. Nunca.

Dio un respingo cuando alguien llamó a la puerta.

- ¿Si?

- Es Jessica, ¿puedo pasar? – preguntó una de las meseras amablemente y Caroline sonrió. Todos eran muy profesionales en el bar.

- Claro, pasa. – la chica de pelo negro entró y le sonrió. - ¿Todo bien? Ya me disponía a cambiarme e irme.

- La señorita Mikaelson que te dijera que por favor la acompañaras a su mesa. – le dijo, pero en un tono que implicaba que no era una pregunta sino más bien una orden.

Caroline entrecerró sus ojos, impresionada. Rebekah nunca le había pedido eso.

- Dijo que no te tardaras, - le dijo, casi con un tono temeroso, y se fue del camerino.

La sorpresa y confusión de Caroline se hicieron más grandes. Se miró en el espejo, arreglando su cabello y alisando su vestido.

Regresó al bar y le preguntó a una de las meseras por Rebekah, quien le señalo en dirección a una de las mesas privadas donde su jefe estaba sentada con un hombre. Un hombre muy guapo, tal vez uno de los hombres más sexy que había visto jamás… el mismo que justo en ese momento la miraba como un lobo.

Caroline fue hacia ellos y Rebekah se puso de pie para darle la bienvenida a su mesa. Aquel hombre también se puso de pie y la miró de arriba abajo con su mirada de depredador y Caroline sintió un escalofrió recorrerle la espalda. Su mirada tenia un tinte de apreciación, pero también algo más oscuro que ella no sabía identificar, lo único que sabia es que le quitaba el aliento.

Caroline no podía hacer nada más que mirarle, casi asustada de lo que pueda hacer.

Sus ojos tenían un brillo posesivo y era como si memorizara cada centímetro de la mujer que tenía en frente.

Era alto y parecía tener un cuerpo bien trabajado. Ojos de un azul oscuro y un pelo rubio también oscuro. Tenia una barba incipiente que enmarcó una bella sonrisa de dientes blancos y dos hoyuelos a cada lado de su rostro. Aquella sonrisa le puso la piel de gallina.

- Caroline, déjame presentarte a mi hermano, - dijo, casi interrumpiendo su pequeña "competencia" de miradas, peor Klaus siguió mirando a la rubia y sonriéndole.

- Tienes un hermoso nombre, linda – le dijo, con un seductor acento inglés similar al de Rebekah pero sin duda mucho más tentador a los oídos de Caroline, quien parpadeó varias veces cuando él se acercó más a ella, tanto que a penas si notó que Rebekah se había ido, dejándola sola con su hermano.

Caroline tomo aire y dio un paso hacia atrás, notando la forma en la que él arqueó su ceja ante su reacción. Sin embargo, apretó sus labios y se mantuvo firme mientras volvía a dar el paso en frente, a lo cual Klaus sonrió ampliamente.

- ¿Y su nombre… es?

- Niklaus Mikaelson, pero pueden llamarme Klaus – le respondió mientras tomaba su mano y depositaba un suave beso en su mano.

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Chicago

Hoy

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Caroline se acercó a la mesa donde estaba Klaus y todos los que estaban en ella se pararon e incluso hicieron una leve reverencia de cabeza. Ella rodó sus ojos, como de costumbre y Klaus le sonrió.

- Ven a sentarte conmigo, amor – le dijo mientras ella obedecía y sus hombres dieron algunos pasos atrás para darle paso. Con un gesto de su mano, Klaus ordenó que los dejaran solos y sus hombres se dispersaron.

Caroline se sentó a su lado y cogió su vaso de su mano. Klaus sonrió mientras la veía beber del vaso, sus labios justo donde él había estado tomando la bebida. Le rodeó la cintura con su brazo y la atrajo más cerca de él; disfrutaba mostrándole al mundo que era duelo tanto de su cuerpo como de su alma. Su otra mano acarició su clavícula y ella inclino su cabeza hacia un lado, apoyándola en su hombro.

- Estoy cansada, ¿podemos irnos a casa ya? – le pregunto bajito. Klaus se inclinó y llevó su cara a su cuello, acariciándolo con sus labios.

A casa. De alguna forma, sentía el lugar de Klaus su casa.

- ¿Por favor? – le preguntó, esta vez con un tono de voz con un toque de gemido, a lo que Klaus mordió ligeramente el lóbulo de su oreja.

Klaus levantó su mirada y en efecto comprobó que lucia cansada. Sus dedos delinearon el contorno de los labios de Caroline y asintió.

- Tus deseos son ordenes, amor.

Le contestó, a lo que Caroline rodó sus ojos y le hizo reír un poco. Caroline se iba a poner de pie, pero Klaus le siguió sosteniendo firmemente por la cintura.

Ella lo miro y supo que no se irían de ahí hasta que ella lo besara. Con sus manos a cada lado de su rostro, sus labios se posaron en los de Klaus. La mano de él subió por su espalda hasta la parte de atrás de su cuello, atrayéndola más hacia él, profundizando el beso, sus labios demandantes y pasionales. Ella abrió sus labios un poco y le dio acceso a su lengua, besándose hasta quitarse el aliento.

Caroline a penas percibió el sonido de un hombre aclarándose la garganta, pero Klaus no le prestó atención. Terminaría de besarla cuando el quisiera terminar de besarla. Cuando se apartó de ella, inspeccionó con orgullo y una sonrisa como le había quitado el aliento y como sus labios estaban hinchados y suaves.

Dirigió su mirada a Stefan que estaba detrás de ellos, quien se inclinó hasta su oído para que solo Klaus lo escuchara.

- Es el FBI, están aquí – los ojos de Klaus se oscurecieron – vienen por Caroline.

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