¡Lamento la tardanza! La semana pasada fue un caos total ;; espero me perdonen

Espero disfruten el capi de hoy

Como siempre, mil y un gracias a Ren por betear el fic !


VIII

—Jimmy —Craig se acercó primero, antes que le hiciera algo al rubio—, Tweek nos ayudó, ¿de acuerdo? ¿Qué haces?

—¿Quién crees que fue quien los atrajo en primer lugar? —miró al pelinegro.

—Jimmy —repitió el pelinegro, sorprendiéndose hasta a él; se colocó frente al diablillo, como si de esa manera pudiera protegerlo de las bendiciones—, le hicimos una promesa.

El fraile miró a otro lado, después de ver a todos sus compañeros… hermanos de esa manera, descuartizados, heridos y quebrados de esa manera. Era evidente que necesitaba culpar a alguien, Craig lo había hecho con Stan. Quizás, todos eran culpables.

—Y esta-estaré dispuesto a mantenerla si responde mi pregunta.

El del chullo miró detrás de él, solo para descubrir a Tweek haciéndole agujeros, gritando con sus ojos. Se preguntó cuando se habían invertido los papeles, Jimmy queriendo lastimar al diablillo y Craig interponiéndose por mantenerlo a salvo.

—¿Qué diablos estás haciendo, Jimmy? —Stan se acercó a ellos, mirando toda la situación desde afuera—. ¿Qué puede saber un adicto a la metanfetamina de demonios y el ataque? ¿Cómo puedes creer que él la atrajo? Lo que fuera que haya sido ella.

—¿A-adicto? —preguntó el fraile.

—Sí —regresó Stan—. Tweek es un drogadicto en rehabilitación, ¿qué puede saber él de lo pasó en la iglesia?

—¿No te dijo Craig? —siguió el castaño de muletas, el del chullo se tensó—. Tweek era un satanista —Jimmy cayó en el engaño a la perfección, todavía se negaba en confesarle la verdad al otro—. Antes que Craig lo rescatara.

Stan se sorprendió, mirando al rubio como si no lo conociera; Craig casi se reía de lo absurdo de todo.

—¿Satanista? ¿Tweek?

—Sí —respondió el fraile, luego devolvió la mirada de lleno al diablillo—, por eso sabe exactamente qué fue lo que sucedió y quién era ese demonio.

—¿Satanista y drogadicto? —se seguía preguntando el pelinegro—. Wow, Tweek, ¿quién lo diría? Y te ves tan inofensivo…

—¡Agh! —chilló Tweek, tiritando, todavía tenía miedo de ser exorcizado en cualquier segundo.

—El punto es —interrumpió el fraile—… que Tweek sabe lo que ocurrió en la iglesia. ¿Qu-quién era ella? No era un demonio normal, ¿verdad, Tweek?

El aludido negó, moviendo su rostro un lado a otro.

—Se le conocen como los Generales —explicó—, tienen… tienen estos grupos de demonios a quienes ordenan… trabajan personalmente para Damien…

¿Damien? —intervino Stan—. ¿Así como el hijo de Satanás, Damien? ¿El engendro del semen de Satanás, Damien?

Craig hizo una mueca de asco, lo último que quería tener en su mente era la imagen de Satán cogiéndose lo que sea; así que le urgió a Tweek que continuara.

—Son siete —siguió—, son espíritus superiores, a todos nosotros. Han… han existido desde el principio de los tiempos, trayendo caos y destrozos a los humanos; los llaman…

—Los siete pecados capitales —terminó el fraile, comprendiéndolo.

—S-sí.

—Esto es muy malo, chicos —observó—. Existen siete demonios con la misma, o incluso con mayor, cantidad de poder que ese demonio; si-si nos atacaran dos o tres al mismo tiempo…

—Seríamos exterminados —opinó el pelinegro—, en minutos.

—¡Eek! —chilló Tweek—. ¡Damien sabe que estoy aquí, hombre, debo… debo… debo…!

—Relájate, Tweek —cortó Stan de inmediato—, a Damien no le importa un ex satanista, no le importan los humanos.

Nadie lo corrigió, porque hacerlo significaría revelar el secreto del rubio. En lugar de eso, Craig intentó calmarlo solo mirarlo a los ojos; esperaba que entendiera que él seguía bajo su protección, no dejaría que cayera en manos de alguno de esos Generales.

—Su parroquia está destruida y la mitad de sus sacerdotes están fuera de pelea —observó el fraile—, son presa fácil para cualquier demonio y estamos habl-hablando de los jodidos pecados capitales.

—Corta la mierda, Jimmy, y dinos de una vez a lo que te refieres.

—Necesitan reunirlos a todos —volvió a advertir—. Incluso a Kyle.

El del chullo lo retó con la mirada, desafiándole a decir hacer otra pataleta, a inventar otra excusa; porque sus problemas personales no importaban cuando se trataba de la vida y la muerte. Además, Craig no se lo perdonaría ahora, después de lo que sucedió en el techo.

Pero Stan no puso reproches ni quejas, solo miró hacia abajo, resignación escrita en todo su rostro.

Sabía que tarde o temprano la verdadera razón saldría a la luz, pero todavía no tenían idea de quién era el traidor entre ellos; al hablarle a los otros bien podrían estar invitando a su propio verdugo. Pero no podían darse el lujo de ser quisquilloso; lo único de lo que estaba seguro era que, después de lo pasado, no podría ser ni Clyde, ni Stan.

Craig miró al diablillo, todo se tornaría más difícil ahora que estarían rodeados por los demás, pero se lo debía a Tweek, protegerlo. De sus compañeros y los demonios que seguramente no tardarían en venir.


Craig había visto a Clyde después de eso, Jimmy los dejó entrar a regañadientes, pero el joven sacerdote le prometió que no se movería ni un segundo sin antes ver a su amigo así que lo permitió solo para deshacerse de ellos.

El castaño, como era de esperar, estaba profundamente dormido —inconsciente sería una mejor definición—, su pierna se veía sacada de una película de torturas, tenía tornillos y barras metálicas saliendo de la piel. Comprendió que a eso se refería el fraile a que sería un largo procesos por recorrer, incluyendo también, más cirugías posteriores a esas; pues no se trataba de una simple pierna rota.

Pero al menos, ver el pecho subir y bajar del castaño lo tranquilizaba lo suficiente para poder ocuparse de él mismo. Ya que —podría ser que si se lo preguntaran, él lo negaría rotundamente—, al no tener familia, Clyde se había convertido en su hermano; y quizás era estúpido, preocuparse por alguien más en pleno apocalipsis, pero los humanos eran estúpidos.

Ahora, siguiendo el consejo de Jimmy, había regresado a su casa al menos para darse una ducha; entre el pandemonio de sacar al demonio de la iglesia y atender a los heridos, su uniforme negro estaba coloreado con parches opacos llenos de tierra, y de un oscuro más profundo, sangre seca que no le pertenecía a él.

Lo peor ya había pasado, al menos por ahora, podía darse el lujo de tener unos minutos para relajarse, orientarse y procesar todo lo que, hasta el momento, había pasado.

Debía admitir que tenía más días de esos de los que quisiera, tomando una ducha, dejando que la sangre y suciedad se los llevara el alcantarillado. Sería más fácil que el sentimiento de luto, preocupación e ira se los llevara también; pero él era humano, y aunque Dios desaprobaba esos sentimientos negativos, le era mucho más sencillo sentir inclinación hacia ellos.

Se restregó el rostro con más fuerza de la necesaria, descargándose en su inofensiva piel; hasta que escuchó golpes venir de la puerta.

—Mierda, Stan, dame, al menos, cinco minutos para lavarme el culo —regresó molesto, para luego susurrar para él: —, joder…

Llevó las manos a sus cabellos, masajeando su cabeza, previniendo la jaqueca que estaba a nada de formarse. Aun estaba molesto con el pelinegro por los sucesos que habían pasado; sabía que era inútil, Stan no lo había hecho a propósito. El pelinegro, al igual que él, fue tomado por sorpresa por todo el asunto; sí, tenía razón, Marsh se había confiado, era tan bueno disparando que había matado incontables demonios estando en diferentes grados de ebriedad.

No era como si Stan ebrio fuera un inútil, sino todo lo contrario. Era mejor que muchos de los sacerdotes, pastores, monjes; podía cazar demonios sin dificultad alguna aun con una concentración de alcohol en sangre de un gramo.

Pero ese no era cualquier demonio.

Volvió a escuchar los golpes, Craig terminó gruñendo bajo su aliento, molesto; ni siquiera podía tener cinco míseros minutos de privacidad para darse una ducha. Salió del chorro de agua sin molestarse en tomar su toalla, decidido a darle a Stan un desnudo frontal completo, si molestaba tanto por usar el maldito baño, entonces en retribución tendría que darle pesadillas de alguna manera.

Abrió la puerta de golpe, decidido a exhibirse ante el otro, pero para su sorpresa —pero no decepción— no había nadie detrás.

Quizás Stan se había cansado de esperar, largándose sin decir nada.

Fue una completa sorpresa cuando vio al diablillo de cabellos como trigo sobrevolando fuera de la ventana de su baño, largas alas de murciélago revoloteando, patas de cabrío y dos cuernos en su frente.

Por inercia, lo primero que hizo fue tomar su toalla, porque que Stan lo viera era una situación completamente diferente; su amigo ya lo había visto así —vivir con dos chicos, uno enamoradizo y otro ebrio era virtualmente imposible no haber visto sus… cuerpos— pero un extraño como el diablillo de su cobertizo era un tema completamente aparte.

Ni siquiera alcanzó a amarrarla a un costado, primero debía entrar a Tweek a la maldita casa porque: ¡¿Qué había si alguien miraba a un demonio sobrevolar tan cerca de la iglesia que recién estuvo bajo ataque?!

Abrió la ventana y alcanzó la camisa mal abotonada del diablillo, forzándolo a entrar.

—¡¿Qué diablos?! ¿Fuiste tú quién ha estado golpeando la ventana?

—¡Agh! ¡Sí!

—¿Por qué?

—¡Quería entrar! —respondió como cuestión de hecho.

—¿Qué hay si alguien te ha visto? —devolvió señalando las piernas de cabrío y alas como murciélago.

—¡Rrrr! Pero no había nadie.

Desconfiado de nacimiento, Craig se acercó a la ventana, efectivamente probando que el diablillo tuviera razón.

Cuando se aseguró que la parte trasera de su casa estuviera tan desierta como la vida amorosa de Stan, se dirigió otra vez al diablillo de cabellos como oro.

—No puedes hacer eso, es muy peligroso —aconsejó, y ahora que su comunidad había reconocido su rostro —aunque fuese solo como un ex-adicto satanista— era demasiado peligroso mostrarse con su verdadera forma.

—Te vi entrar aquí —explicó un poco tímido—… no sabía qué hacer allí abajo solo, ¡¿Y si vienen a atacarme y tú no estás?!

—Entonces Jimmy te va a proteger.

—Uh hu —negó—, no hay manera hombre, ¡él intentó matarme!

—¿Y? Yo también, ¿recuerdas?

—Uh… es cierto —recordó—, eres un hijo de puta.

La respuesta vino tan inesperadamente que Craig se rio.

—¿Desde cuándo sabes qué significa eso?

—Soy un diablillo, no un imbécil —regresó, a veces el diablillo parecía tenerle miedo hasta a su sombra, otras veces era tan descarado que le hacía justicia a su especie—. ¡Agh! Se supone que nosotros inventamos esas palabras.

—Te daré la razón ahí —decidió—. Mi punto es, que nadie te intentará hacer daño.

—¿C-cómo lo sabes? —preguntó,

—Tweek, nadie sabe que eres un demonio, ¿de acuerdo? Nadie tiene razones para atacarte, y Jimmy… ya se le pasará. Clyde es mi mejor amigo —confesó, podía decirlo siempre y cuando Donovan no escuchara —ni Stan tampoco porque él haría un berrinche—. Demonios, sus dos amigos eran unos idiotas—, pero entiendo que… lo que le pasó… lo que hizo ese… ese monstruo, no fue tu culpa.

—Pero sí lo fue, Craig —rebatió, enrollando sus garras en su camisa verde—. Ellos me estaban buscando.

—Tú no sabes eso.

La verdad era que no, no lo sabían, Clyde no había despertado, ni Randy tampoco; Butters no había intercambiado palabras con la demonio rubia; al final del día, no tenían manera de saber qué era lo que estaba buscando.

—Me estaban buscando —urgió—, y cuando lo sepan todos ¡me querrán matar!

—Nadie lo sabe —Craig intentó calmarlo, pero el diablillo solo comenzó a temblar—, y si lo hacen, si lo descubren, yo no dejaré que te hagan nada, ¿bien?

—¿Lo dices en… en serio?

—Tú nos ayudaste, Tweek, a un precio; es lo menos que puedo hacer.

El rubio finalmente, dejó de apuñar su camisa; Craig notó otra rotura en la tela producto de sus largas garras rubíes. Lo siguiente que notó fue que él seguía desnudo y Tweek seguía metido en su baño; una posición que se podría prestar para muchos malentendidos de parte de Stan…

Se aclaró la garganta, pero el diablillo rubio seguía en el mismo lugar, claramente no entendiendo la indirecta.

—Tweek…

—¿Sí, Craig?

—Puedes… —le indicó, moviendo su dedo índice en círculos concéntricos, para que al menos se girara para darle oportunidad de colocarse mejor la toalla.

Aunque… ¿el diablillo podría saber algo de pudor? Craig recordaba haber visto las piernas desnudas de Tweek —lo demás había estado cubierto— cuando este le cayó encima el día anterior. ¿Sabría él lo que había pensado Stan? Sabía que existían los súcubos, demonios que tomaban la forma de una mujer —o en ocasiones, de hombres— atractivas cuyo único final era dirigir a los hombres —y mujeres, dependiendo de su preferencia— a su muerte.

¿Pero qué diablos podía él hablar de pudor? Cuando hacía no menos de diez minutos estaba dispuesto a mostrarse a Stan solo para incomodarlo, en venganza.

Tweek parecía no entender lo que quería decir, sin embargo, se giró; completamente absorto en sus pensamientos comenzó a hurgar los gabinetes del espejo del baño. Craig, lo tomó como la única señal que tendría y alcanzó su ropa interior; aún tenía que regresar a su cuarto para poder vestirse.

Estaba por tomar el pomo de la puerta cuando comenzó a escuchar pequeños gruñidos venir del diablillo; se debatió si investigar, por lo que había conocido del diablillo era que, lo que fuera que descubriera no sería bonito. Aun así, se acercó a las espaldas del rubio, notó los hombros de Tweek contraerse; sintiendo ser observado.

Craig lo miró a través del espejo, solo para encontrarse con el par de ojos escarlata viéndolo de regreso; el diablillo se giró, como si hubiera sido atrapado con las manos en la masa.

La masa siendo, en este caso, una barra de jabón metida en su boca.

—Espera, ¿qué-?

Tweek se metió la pastilla de jabón a la boca.

—¡Tweek, dame eso!

El diablillo comenzó a escapar de él, emprendió vuelo en el minúsculo baño, huyendo al techo de inmediato. Craig debía detenerlo, porque: primero, cada vez era más condenadamente difícil conseguir productos de higiene y segundo, lo último que necesitaba era tener un diablillo con dolor de estómago, o peor… eructando pompas de jabón.

Haló al diablillo de su cola para forzarlo al suelo otra vez; el rubio cayó sentado de golpe; mientras, sus mejillas se estiraban el doble al tener el trozo de jabón dentro. Craig intentaba no reírse por lo ridículo que se veía, en lugar de eso, intentó abrir sus labios con sus dedos; se sintió inseguro al tocar los afilados colmillos, recordando que el diablillo fácilmente podría arrancarle un dedo si se le antojaba.

En lugar de eso estiró la piel de las mejillas de Tweek, hasta vislumbrar una porción del jabón; el rubio terminó escupiendo el objeto y Craig lo consideró una victoria personal.

—¿Por qué fue eso? —tuvo que preguntar Craig.

—¡Olía rico! —aceptó—. Pero sabía horrible —terminó sacando su lengua rosa en desaprobación—. ¿Qué es?

—Es jabón… lo usas para darte baños.

—¿Tienes algo que sepa mejor? Tengo hambre.

—Pff —bufó Craig, y el rostro completamente sereno de Tweek por alguna razón lo hacía todo más gracioso.

Escuchó unos quejidos venir de los labios del rubio, le tomó de un segundo notar que se trataban de cortas risillas, viniendo del diablillo.

—Amigo, ¿te reíste?

El rubio se paralizó, tomado desprevenido, y por un momento Craig se sintió culpable de haber roto cualquier hechizo que el diablillo había estado debajo hacía un segundo.

—Agh, —se quejó—, no seas un idiota, Craig.

Debía admitir que, esta faceta más audaz del diablillo era interesante de ver. Así que, sin realmente querer hacerlo, ni estando completamente consciente de haberlo hecho, terminó sonriendo; y para su sorpresa, Tweek le devolvió el gesto.


Lo único que estaba en su mente era que debía alcanzar el palacio.

El dolor de su mejilla y brazo eran preocupante, el ardor no se iba con el tiempo; todo lo contrario, parecía quemar la carne cada vez más profundo.

Admitía, por un momento pensó que podría salir victoriosa de esa; pero la situación cambió tantos grados tan repentinamente que tuvo que salir de ahí o estaba segura de que la matarían. Maldecía con cada respiración que daba que debió haber matado a ese sacerdote… estuvo tan cerca.

Al menos se había deshecho de uno.

Agitó sus alas con fuerza, creando una ráfaga de viento que abrió en par las enormes planchas de madera. Sabía que necesitaba recuperarse de sus heridas, pero la prioridad era reportar lo sucedido; de todas formas, había ido en una misión.

Y nada dolía más cómo el saber que ella había fallado.

Los demonios del palacio la vieron entrar, y se acobardaron en las paredes de los largos pasillos de piedra. Todos sabían mejor no meterse en su camino, los demonios bajaban su cabeza, los diablillos se escondían detrás de las puertas; Bebe sabía que su sangre estaba manchando el piso con cada paso que daba, sus alas tenían agujeros que tardarían en sanar.

—É-Él la está esperando, señor- ¡señora! —mencionó un demonio, abriendo la gigante puerta que llevaba al trono.

Arrojó sus cabellos hacia atrás, los rizos rubios rebotando con cada furioso paso que daba.

Entró a la instancia y de inmediato su enojo mermó, transformándose, coagulándose hasta convertirse en temor.

Porque sí lo había jodido todo.

—S-su alteza —tartamudeó, dejando que su miedo se apoderara de ella—, yo…

Damien estaba sentado sobre el trono, los soportes del brazo descansaban en cráneos de humanos, mientras que las patas estaban erguidas con columnas vertebrales; el respaldo era el doble de tamaño y largos cuernos de un demonio salían de las esquinas.

Podía ver sus ojos brillar al otro lado del salón del trono y no lucía nada feliz.

—Pude eliminar a uno, su Alteza —informó, cayendo en una rodilla como señal de respeto; aun así, se mordió los labios, odiando el sentimiento de derrota en su pecho. ¿Cómo la habían podido vencer? A ella.

—¿Qué hay del diablillo? —preguntó la molesta voz de Lujuria; Bebe la miró, desafiándola—. ¿Lo encontraste?

—Su Alteza —la rubia se volvió a dirigir al príncipe—, debemos atacarlos cuanto antes, en este momento están débiles, me he encargado de disminuir sus fuerzas.

—Orgullo —llamó Pereza, el aburrimiento goteaba de cada palabra, taladrando en el fastidio de Bebe, movía su cabello negro con luces rojas para apartarlo de su rostro—, solo dinos si lo encontraste, no es tan difícil.

Los ojos escarlatas de Damien se enfocaron en ella otra vez.

—Sé que está ahí —devolvió—, pude oler su sangre de gusano.

—Permite que vayamos nosotros, Alteza —sonó la fina voz como de soprano de Gula, un pequeño demonio con cabello azabache y hambre voraz—. Prometemos traerte la cabeza de ese diablillo y el objeto que osó en robarte.

Ella era Orgullo, maldita sea, debió haber quemado esa iglesia hasta cenizas, debió haber encontrado a ese diablillo y arrancarle la lengua. Pero ni siquiera lo había visto, el demonio que había regresado tras perderlo de vista lo había descrito como: pequeño, miserable y rubio. Bebe había sentido a un demonio de clase baja, pero parecía que el sacerdote estaba dispuesto a proteger a la criatura con su vida.

Eso, o no tenía idea de lo que ella le estaba hablando.

De cualquier manera, esto se había vuelto personal, Bebe se encargaría de arrebatarle la vida a ese sacerdote castaño, tenía que terminar el trabajo que había comenzado. Su arrogancia estaba en juego.

En lugar de decir algo, Damien señaló a los tres: Pete, Mercedes y Firkle; los aludidos se pusieron de pie, callando a todos a la vez. Pereza, Lujuria y Gula se inclinaron; entendiendo la orden no dicha.

«Es su turno».

Los tres extendieron sus alas de inmediato, sin esperar otra palabra salieron por los desnudos ventanales de la torre en la que se encontraban; dispuestos a preparar sus respectivos ejercitos y devolver el golpe con tres veces la fuerza.

Luego, con un movimiento de su muñeca, Damien les indicó que podían irse; y los que quedaban, Ira, Envidia y Avaricia se marcharon. Bebe rechinó sus dientes con molestia, cuando esos tres terminaran con la parroquia, ni siquiera habría un cuerpo del que ella pudiera vengarse.


Había pasado una semana, Craig le había dicho que contactaron a los demás líderes religiosos, aparentemente no había sido tan sencillo como el humano recién había creído; algunos habían aceptado de inmediato, mientras que otros con un poco más de recelo. Craig le había dicho que era difícil movilizarse después de lo ocurrido en la iglesia; uno de ellos había muerto y el otro estaba fuera de combate. Con su parroquia asaltada, era como si caminaran con una sola pierna.

Stan —cómo había aprendido se llamaba el otro padre que a veces tambaleaba cuando caminaba— y Craig seguían durmiendo en su misma casa. Tweek se quedó ahí también, el humano de expresión impasible había alegado que de esa manera sería más fácil protegerlo; el viejo cobertizo quedaba fuera.

Él no puso ninguna objeción; además, no era como si dormiera. Cuando ambos padres finalmente se dejaban perder el conocimiento, Tweek se imponía el trabajo de vigía, salía por la ventana y sobrevolaba el techo, buscando, mirando alguna señal de un movimiento o ataque.

Nada vino, al menos por ese momento.

El rubio solo hacía su parte, Craig lo alimentaba —o al menos dejaba que él cazara los animalejos que se escondían en los rincones—, y además de eso, lo protegía. El diablillo no era un idiota, si él no reciprocara, seguramente el padre se cansaría de verlo todos los días y lo echaría a la calle a su suerte.

Habían alcanzado un nivel de cotidianidad, claro, siempre y cuando el diablillo se mostrara a los demás como un humano. No era como si fuese cansado tomar esa forma, Tweek incluso comenzaba a pensar que era más fácil de esa manera, incluso parecía que Jimmy lo aceptaba más al verlo sin cuernos, ni cola. Stan lo trataba con cordialidad.

Solo era seguro tomar su verdadera forma en las noches, o cuando estaba a solas con el padre de gorro azul.

Aun así, era virtualmente imposible relajarse por completo, al menos para Tweek. Sí, estaba en su naturaleza estar nervioso y desconfiado, pero el sentimiento de que algo saldría muy muy mal y muy muy pronto siempre parecía apretar su pecho, hacía sentir tan pesadas sus piernas que terminaba preguntándose si la próxima vez ya no podría volar.

Claro, era cansado; preocuparse veinticuatro siete dejaría exhausto a cualquiera, pero el rubio lo había dominado toda su vida. Desde que tuvo memoria, tuvo que cuidarse las espaldas, y esa era la única razón por la que todavía vivía. El mundo —tanto de demonios, como de ángeles— estaba compuesto por jerarquías; y, dichos escalones, eran decididos desde antes de su nacimiento.

Y no había nada qué hacer al respecto.

Tweek y el demonio que había atacado a la iglesia eran completamente diferentes; el rubio nunca había visto alguno de los Siete Pecados en persona, pero el momento que sintió esa aura maligna recorrerlo, todo el vello en su cuerpo se paró en puntas. Ni siquiera pudo poner un pie dentro de la parroquia.

Porque si algo lo asustaba más que los padres o las bendiciones eran sus mismos hermanos demonios.

Siempre lo había sabido, pero tener el hecho chocar con su rostro le hacía temer más; nunca podría llegar cerca de considerarse un oponente a alguien de los Siete; ¿y ahora ellos venían por él? Sintió sus rodillas chocar entre ellas, apenas podía controlar los escalofríos recorriendo su columna vertebral.

No había día que no se preguntara si valdría la pena regresar a su vida pasada, Craig había sido bueno con él, le enseñaba peculiaridades de los humanos como que cada tres días debía pasar una hoja con filo por su rostro —sin cortar la piel— para quitar pequeños vellos puntiagudos que salían en su barbilla.

Sí, eran puntiagudos, Tweek los había tocado en el joven sacerdote.

Aun así, un latente pensamiento siempre se quedaba en la parte trasera de su mente; si regresara, claro, primero tendría que aceptar cualquier castigo físico que sus hermanos le impusieran. Dolería como el demonio —juego de palabras intencional—, saldría seguro con dos o más miembros rotos, pero podrían aceptarlo de regreso, ¿cierto?

Sí, ningún humano le había hecho daño, pero era porque creían que era uno de ellos.

Mientras que Craig… aun no descifraba a Craig.

Estos pensamientos siempre recorrían su cerebro, al menos una vez al día, sin embargo, Tweek seguía actuando su parte, los humanos lo protegían y era suficiente.

Sí, era un gusano; sí, era un cobarde; sí, era un ser despreciable.

Era un diablillo.

Estaba viendo cómo los mágicos espirales que subían como vapor en la taza caliente que Jimmy había dejado olvidada en la mesa de la cocina. Tweek tenía curiosidad de meter su dedo dentro del líquido, el diablillo había probado las más candentes llamas del infierno, ¿los humanos tomarían sus bebidas a la misma temperatura?

La curiosidad se llevó lo mejor de él, el rubio se hincó sobre la silla, estirándose a través de la madera, sacó su dedo índice, completamente cautivado por la pequeña vasija de porcelana frente a él.

—Tweek —llamó Craig de repente.

—¡Agh! —exclamó el diablillo, exaltándose fuera de la silla, cayendo a un lado y llevando la taza con él.

El artefacto de vidrio impactó contra el suelo, convirtiéndose en añicos.

Tan calmado como un estero, el pelinegro se acercó a él, colocándose en cuclillas para estar a su altura, pero sin arriesgarse a llenarse del líquido derramado.

—¿Estás bien? Amigo, ni siquiera grite.

—Es-estaba pensando en algo, es todo… —dijo, su mente podía ser muy ruidosa a veces.

El del gorro azul le ayudo a ponerse en pie, sus rodillas se habían llenado del líquido turbio; aparentemente se llamaba café. El olor siempre le había provocado un leve y curioso cosquilleo, pero nunca se había atrevido a probarlo, aun así, era un aroma muy llamativo; su dedo se llenó del líquido, pero justo cuando iba a llevarlo a su boca, Craig lo tomó del brazo.

—Vamos, Tweek —lo detuvo—, debes venir conmigo afuera, después te prepararé uno.

—¡Ah!… Sí, de acuerdo.

Siguió al humano fuera de la casa, atravesaron la puerta y frente se posicionaban diferentes vehículos, unos eran carros de funerarias, otros pick ups, la mayoría negros. Su pulso comenzó a correr, más vehículos significaban muchos más humanos y eso, al menos para Tweek, no eran buenas noticias; sin notarlo, su cuerpo comenzó a tiritar, el miedo comenzando a asentarse en su estómago.

Los refuerzos habían llegado.

Sintió una mano enrollarse en su antebrazo, lo suficientemente fuerte para hacerse notar, pero no para causar daño. Como si leyera sus pensamientos, Craig le susurró, siempre manteniendo su vista en los invitados que llegaban con los minutos.

—No tengas miedo, ¿de acuerdo, Tweek? No te harán daño.

Salieron del pórtico; para ese entonces, Jimmy parecía haber recibido la señal, pues se movilizaba hacia ellos, tomando su puesto al lado de Craig; y acercándose más lentamente detrás de él, Stan parecía tan inseguro y fuera del lugar como el diablillo.

El rugiente motor de un sedan negro finalmente cesó y en seguida el golpe de la puerta siendo abierta, hizo que Tweek dejara escapar un quejido sin pensarlo.

A su otro lado, Stan se tensó visiblemente.

Del automóvil salió una figura vestida completamente de negro, de pies a cabeza; el traje que usaba era… insólito. Una faja se ajustaba a su cintura, mientras que las mangas caían holgadas en sus brazos, los antebrazos, sin embargo, se adherían a la piel, estrechas. Sus pantalones eran similares, anchos en los muslos, pero estrecho en las pantorrillas.

Lo único que se acentuaba, como si estuviera fuera de lugar; era su gorro verde y rizos rojos.

—¡Kyle Broflovski! —saludó Jimmy amigablemente.

—¿Cómo te va, amigo? —recibió Craig.

Fue casi doloroso ver cómo ambos sacerdotes esperaron por tres segundos que Stan dijera algo; pero el pelinegro parecía haberse marchado mentalmente.

El pelirrojo, sin embargo, lo miraba fijamente.

—Stan —saludó el chico.

—Ey… —devolvió el aludido.

Jimmy, el maestro en hacer una situación incómoda, se aclaró la garganta en un gesto exagerado; ganándose la atención de todos los presentes.

—Okey, con eso fuera del camino; regresemos al tema: Kyle, en el no-no-nombre de la parroquia te doy las gracias por venir a nuestra ayuda.

—¿Cómo podía no venir? ¿Y dejar que ustedes jodan todo por lo que trabajamos? —se echó a reír, la sorna parecía bien intencionada—. Alguien debía venir a limpiar su desorden.

—Sí, sí —regresó Craig—; ¿y dónde está el gordinflón? Dijiste que vendría.

—¿Qué sé yo? Se suponía que tendría que estar aquí ahora, si tenemos suerte quizás se atragantó con un twinkie y murió en el camino.

Craig y Kyle se rieron, Tweek terminó preguntándose si realmente eran del mismo equipo; aunque, nunca lo diría, en ese momento intentaba ni siquiera respirar. Sería mucho más fácil volverse invisible, estar rodeado siempre lo dejaba sintiendo temor; y ahora empeoraba, pues eran humanos quienes se agrupaban a su alrededor.

—Pe-pero en serio, Kyle —volvió a hablar Jimmy—, gracias por venir cuanto antes y traer re-re-refuerzos, la iglesia te lo agradece.

El pelirrojo miró hacia atrás, las otras personas vestían un atuendo similar al de él, negro de pies a cabeza; con un manto blanco sobre sus hombros y una kipásobre sus cabezas.

Lo siguiente que pasó, el cerebro de Tweek se tomó de unos segundos en procesar; aunque todo se reprodujo en un latido. El diablillo notó el brillo en los ojos de Kyle oscurecerse, de inmediato sus sentidos se dispararon; el movimiento fue tan rápido que ninguno de los otros chicos a su lado lo pudieron detener.

En menos de un segundo, Tweek se encontró con una larga y filosa katana a milímetros de su cuello.

Kyle lo miraba con ojos sombríos, el rubio conocía bien esa expresión, tenía toda la intención de matarlo.

—Kyle… —Jimmy fue el primero en romper la atestada escena.

—¿Qué es esto? —preguntó con voz neutra el pelirrojo.

El rubio podía escuchar cada latido errático de su corazón.

Estaba seguro.

Kyle podía ver a través de él.


Ufff, pobre Tweek, un día cae muerto por un paro cardíaco fulminante con tanta emoción que vive día a día(?

¿Que les pareció?

Amoooo demasiado escribir interacciones cotidianas entre Craig y Tweek, la personalidad de ambos personajes pegan tan bien en todos los universos, me encanta!

Y ahora se ha revelado quienes son los demás demonios generales, muajajajaja ¿qué opinan? No podían faltar nuestros goticos favoritos, y chan chan chaaaaan Bebe jura venganza contra Clyde(?

Además, primera aparición de Kyle, me emociona finalmente traerlo a la historia!

Nos leemos luego~