¡Feliz año nuevo, personitas!

Les traigo actualización, espero les guste.

Mil gracias a mi beta Ren por editar el fic~


XI

Stan sentía que caminaba por vidrios rotos.

Los sucesos de los seis meses pasados desde la última vez que vio al pelirrojo, se sentían en carne viva ahora; sin el buffer del alcohol. Con cada segundo que pasaba sobrio, además de sentirse como si estuviera muriendo, tenía que comenzar a vivir con las consecuencias de los últimos seis meses desde que su juerga había comenzado.

Había dicho cosas de las que ahora se arrepentía, más que nada a sus compañeros de vivienda, incluso le había apuntado a Clyde, por los cielos.

Pero nada se comparaba con tener a Kyle tan cerca de él, y teniendo que cuidar cada palabra que saliera de su boca porque en cualquier momento se marcharía como lo hizo antes. Stan temía decir la cosa equivocada y tener que soportar ver al pelirrojo marcharse una vez más, porque él no había logrado contenerse.

Todavía lo resentía, no todos podían desprenderse de sus sentimientos y actuar fríamente como el judío. Otros tenían que sentir cada palabra que dijeran, cada palabra que oyeran; fue por eso que busco un buffer en primer lugar, para no sentir con tanta intensidad.

Cuando estaban juntos eran tan buenos: como equipo, como amigos, como compañeros burlándose de Cartman. Y Stan lo extrañaba terriblemente, extrañaba ser parte de un dúo.

Y ahora, recordar cómo había salido todo mal dolía mucho.

—Stan… —comenzó Kyle, era la primera vez que estaban a solas desde la última vez que se vieron.

Al ver sus ojos, sabía que lo que seguiría no sería bonito, Stanley casi estuvo agradecido cuando escuchó la estática interrumpirlo; el radio sonó en el costado del pelinegro. Estaban en una misión, así que eso siempre era más importante que cualquier problema, el sacerdote sacó el artefacto y respondió.

—Aquí, Stan.

Prepárense —era la voz de Craig—, el ataque está por comenzar.

La adrenalina se disparó por sus venas, se miraron ambos chicos con emergencia; de inmediato escaneó el terreno a través de la mirilla telescópica, más allá de las tiendas de campaña, aunque la negrura de la noche jugaba en contra de ellos, tenía vista nocturna.

—Tres y quince —anunció Kyle, mirando el reloj; era la hora del demonio, justo cuando ellos tenían el doble de fuerza—, esto se pondrá difícil.

—¿Y un poco divertido? —probó Stan, sonriendo en su dirección.

Se sintió inexplicablemente feliz cuando Kyle sonrió de regreso.

—Un poco divertido.

Escaneó otra vez la zona, divisó una sombra con ojos rojos y relucientes moviéndose a novecientos metros; Stan disparó, derribando a la criatura de inmediato. Notó otra entrar a su campo de visión, apretó el gatillo sin respirar, trayéndola abajo.

Siguió así con una, dos, tres, cuatro.

Hasta que comenzaron a colarse entre sus disparos. Cada vez eran más, aunque los otros francotiradores terminaban por darle a su blanco, no daban abasto para mantenerlos en línea. El grupo crecía con los segundos, la multitud de demonios corrían sin detenerse.

Stan apuntó al cielo, donde más sombras comenzaron a cubrir las estrellas.

—Están atravesando el perímetro —le anunció al judío—, los chicos y yo no podemos contenerlos, suena la alarma.

Kyle lo escuchó y haló con fuerza de la soga, la enorme campana comenzó a moverse lentamente de un lado a otro. El badajo resonó con una de las paredes, el timbrar repercutió dentro de las paredes de su cráneo, hasta que sus oídos no pudieron percibir ningún otro sonido; en lugar, se enfocó en acabar con los demonios que podía.

Muy pronto dejó de distinguir cada individuo, transformándose en una montaña negra llena de sombras. Murmuró una maldición y miró lo más lejos que podía con su mirilla, a más de un kilómetro los hijos de Satán no dejaban de venir.

Stan se alejó del rifle, para verlo con sus propios ojos: hacia los lados, hacia atrás. Escuchaba los disparos venir de los miembros de la iglesia protestante con sus rifles, pero no era suficiente, por cada uno que derribaban, veinte tomaban su lugar.

Parecía un río interminable de brea.

—Kyle… —dejó en el aire.

«Estamos rodeados».

Las gemas verdes lo miraron, cejas rojizas fruncidas con entendimiento.

—Cúbreme la espalda, ¿de acuerdo? De lo contrario… —sus palabras estaban llenas de confianza, la misma bravuconería que siempre mostraba antes de cualquier enfrentamiento—… te patearé el trasero.

Stan asintió; Kyle nunca era justo; sí, él era quien se arriesgaba, pero Stan era el que se quedaba a verlo sin poder alcanzarlo.

El judío enganchó un arpón de hierro al borde del campanario, ancló una soga a su cinturón y se lanzó al vacío de la noche. Stan lo encontraría después, así que volvió a cargar una munición en la cámara y disparó a los demonios que estuvieran más cerca del campamento. Token lo había dicho, el convento era el último bastión, lo reforzaron con bendiciones, ni el mismísimo Damien podría entrar.

Aun así, debían hacer lo necesario para proteger a los creyentes de afuera, los que se encontraban en las tiendas; la trinchera.

Nadie era mejor que el pelirrojo luchando cuerpo a cuerpo, así que él también se había lanzado ahí afuera. Stan finalmente lo enfocó con la mirilla, Kyle había alcanzado al grupo que recibió el primer golpe, a su lado, los creyentes de su iglesia.

Sacó su hoz atada a una cadena, cortaba los cuellos de los demonios que alcanzaba; Stan le disparó a uno que se acercó a su espalda, antes que lograra alcanzarlo con sus garras. Kyle mataba tres, Stanley le daba al cuarto que se metía en su defensa. Era una formación que habían perfeccionado con los años, antes que él se marchara.

Kyle le lanzó la hoz a un demonio que se encontraba en el aire; el arma se incrustó en una costilla y levantó al pelirrojo del suelo. El pelinegro terminó sonriendo, imitando la expresión que el judío usaba, porque sabía que Stan estaba viendo y siempre se aseguraba de dar un espectáculo para él.

Stan le dio a un demonio que se acercó a ayudar al engendro que usaba como cometa, el pelirrojo avanzó cerca del convento otra vez, hasta que la criatura que había «pescado» comenzó a volar, aumentando la altitud.

Esa fue su señal, terminó disparándole al demonio en la cabeza, Kyle cayó al piso, rodando para recobrar su equilibrio.

La noche estaba empezando, Stan solo esperaba que todo siguiera controlado.


Craig le dijo a Tweek que se quedara en la cocina, sabía muy bien que los demonios estaban buscando tanto las páginas perdidas como al diablillo que los había traicionado. Segundos después de haberse comunicado con Stan, escuchó el timbrar venir desde el campanario, de inmediato todos comenzaron a tomar sus posiciones.

Los francotiradores en las ventanas, las figuras negras de los judíos saltaron de la azotea, uniéndose a los religiosos en las trincheras. Todos salieron de sus cuartos, los frailes corrieron a las puertas, se unieron en oración, reforzando las paredes.

El sacerdote corrió hasta una ventana del segundo piso de la biblioteca.

Un océano de demonios venía cargando hacia ellos, acercándose con tanta velocidad que parecían dementes. Por los cielos y corriendo en la tierra; este era, este era el golpe que habían estado planeando.

Esta era la fuerza de los generales.

Escuchó los disparos apagados de los francotiradores, y notó desde esa distancia el gorro verde de Kyle, luchando lado a lado con su pueblo.

Los demonios estaban siendo detenidos por la trinchera, manteniendo una distancia de lo que tenían que ser treinta metros. Craig quería salir y luchar al lado del judío, pero sabía que esa era su posición, y sabía que detrás de él, Stan era su apoyo. El mejor de los francotiradores estaba cuidando su espalda.

Tomó un rifle y comenzó a cazarlos desde ahí, no era ni la mitad de mortífero que su compañero sacerdote, pero podía desarmar y detener algunos demonios para que los soldados de la trinchera terminaran el trabajo.

Los monjes ahí afuera detenían murallas de demonios con sus plegarias, permitiendo a los protestantes acabarlos con metralletas.

Se movían en sincronía, como si hubieran tenido meses para practicar, realmente era sorprendente de ver.

El sonido de su radio lo sacó de sus pensamientos, los líderes habían acordado usar el mismo canal para comunicarse.

Estamos perdiendo terreno —avisó Kyle debajo de la estática.

Son demasiados —dijo Token.

Craig miró el océano negro detrás de la trinchera, los cuerpos y alas de murciélago habían engullido la luna.

El ejército no parecía tener fin.

Escuchó una serie de chasquidos a su lado, Craig miró a su derecha, sorprendiéndose al ver el enorme cuerpo de Eric Cartman, posicionándose en una ventana; colgando de su gran cuerpo una maldita Browning M2 de calibre 50 se movía de lado a lado.

Una metralleta de casi noventa libras que necesitaba estabilizarse en un trípode y el monje tibetano la tenía de collar como si la hubiese ganado en una feria. Sacó el cañón de un metro por la ventana, las municiones colgaban del hombro que quedaba desnudo de su túnica naranja.

La lluvia de balas comenzó, él miró por la ventana la muralla de demonios que terminaban hechos pedacitos con cada munición de trece centímetros. Mientras que el agente de paz y amor sonreía maniáticamente al ver como los demonios eran derribados como dominó.

El monje tibetano les dio un respiro, Butters corrió a su lado a recargar otra ronda de balas.

Namaste, hijos de puta —saludó, inclinándose con burla.

Gracias, Cartman —dijo Token por el radio.

A diferencia del protestante, él no era mejor persona, así que no le agradecería al monje por hacer lo que exactamente vino a realizar. En lugar de eso reanudó su ataque, disparándole a quienes podía, aunque, si bien era cierto, Eric los había hecho retroceder.

Cuando Butters terminó de cargar, el monje inició su ataque nuevamente; aunque solo atacaba a la inmensidad de atrás, si disparaba cerca de la trinchera, correrían peligro los religiosos, y por más que Eric dijera que quería ver muerto al pelirrojo, no podía darse el lujo de matarlo ahí, porque entonces los demonios tendrían la ventaja y su gordo trasero terminaría corriendo peligro también.

—En serio, chicos —dijo el enorme monje por el radio, aunque Craig lo tenía al lado—, no sé qué harían ustedes sin mí —se rio entre dientes—; seguramente habrían muerto todos ya.

Estás pensando demasiado en nuestras muertes, culo gordo —le contestó Kyle sin aliento, Craig lo miraba desde la ventana, el judío parecía tener estamina de sobra, podía continuar siendo parte de una discusión con el monje y matar demonios al mismo tiempo—, cuando todavía es temprano para pensar en eso.

—Solamente en la tuya, judío —devolvió—, ¿qué dirías si te disparo en la pierna, en este momento? Serías presa fácil para los demonios ahí afuera.

Tienes una puntería tan mala que me sorprende que no le hayas dado ya a tu pene —contestó, seguido por un gruñido y el chasquido agudo de dos armas chocando entre ellas—, ¿o es porque no lo encuentras?

Craig se rio.

—¿Por qué será, Cartman? ¿Es muy pequeño o tu barriga es tan grande que no puedes ver ni tus pies? —dijo el sacerdote del chullo en la radio.

—¡Váyanse a la mierda! —exclamó el monje.

Eric volvió a descargar la metralleta sobre la incesante muchedumbre de demonios ahí afuera, adelgazando la formación.

Eh… —vino un murmuro—… chicos, ¿ya vieron eso? —reconoció la voz de Token.

La voz de Stan fue solo un grito.

¡Kyle, sal de ahí!


Cartman estaba ocupándose del flanco izquierdo; y aunque sabía que sus amenazas estaban vacías, Kyle hacía lo que podía por mantenerse lejos del rango del monje. Porque si había aprendido algo del enorme chico, era que era impredecible y cruel.

Podía cuidarse solo ahí afuera entre criaturas voladoras y devoradoras de cuerpos; aunque también sabía que no estaba completamente solo, lo veía Dios y Stan también.

Y a ambos les confiaba su vida.

Así que estaba acostumbrado a escuchar un disparo sordo y demonios caer sin vida a su lado o atrás de él. A veces incluso estaba a punto de matar a uno, solo para que este cayera muerto antes que pudiera atravesarlo con sus armas; el engendro quiso atacarlo, cayendo en picada desde el cielo, una bala atravesó su cabeza; él se hizo hacia un lado, moviéndose de la trayectoria del cuerpo muerto.

Kyle se giró para ver en dirección al campanario, donde su ángel de la guarda cuidaba sus espaldas, agradeció con un saludo sin realmente alcanzar a mirar a Stan; pero sabía que el pelinegro sí podía verlo.

Aun así, no se podía quedar estático en un solo lugar; mantenía sus sentidos agudos, ahí afuera podía ser un caos. Intentaba no enfocarse en los religiosos con menos experiencia o los que solamente cometían un error en sus ataques, en sus defensas y terminaban atravesados por garras o tomados por los hombros, llevados decenas de metros en el aire para luego ser dejados caer al suelo.

Ver a sus hombres morir… nunca se hacía fácil.

Por eso los entrenaba, hasta el cansancio, rezaba por ellos y por sus almas cada noche; porque Yahvé era justo pero ese mundo no lo era, y la noche antes de cada enfrentamiento era la última vez que vería muchos de sus rostros.

Una sombra crujió al lado de su rostro, pasó volando tan rápido que Kyle apenas pudo apartar su cabeza para no colisionar con ella.

Otro demonio vino frente a él, Kyle arrojó dos shurikens; uno a su garganta y el otro a su ojo.

Escuchó otro crujir y se quitó del camino, esta vez el sonido fue más un graznido.

Necesitaba una vista más panorámica, esos dos no habían sido demonios; no, porque realmente sonaron como aves.

Por lo que pareció un minuto, los demonios dejaron de venir, abriendo un campo entre los judíos en la trinchera. En el lado izquierdo, Eric había reanudado sus tiros en el flanco. Escuchó el graznido nuevamente, esta vez eran muchos; los demonios estaban estáticos, solo los miraban sin intentar atacarlos.

Algo no estaba bien.

¡Kyle! —gritó Stan—. ¡Sal de ahí!

Retrocedió un paso, pero no podía ver a otro lado, más y más cuervos comenzaron a sobrevolar en el claro; no tenía ni la más mínima idea de dónde habían salido, era la maldita madrugada, demonios. ¿no se suponía que las aves dormían?

La bandada de aves negras volaba tan rápido que se volvían borrosas; los cuervos comenzaron a caer todos juntos en picada, Kyle se movió, intentando cubrirse, pero sintió los picos alcanzar sus brazos, rasgando la piel y sacando sangre, dejando heridas en sus piernas también.

Los religiosos a su lado recibieron la horda de cuervos también; las aves negras volvieron a elevarse en vuelo, moviéndose en sincronía. Se confundía con una enorme nube negra que cubría todo el cielo, ocultando la luna roja y sus estrellas.

Escuchó disparos, los disparos de su ángel de la guarda, y de todos los religiosos en el convento, pero las aves no paraban de venir.

¡Kyle! —seguía gritando Stan—. ¡Kyle, todos ustedes tienen que salir de ahí!

¿Salir? ¿Estaba loco?

¿Adónde irían?

Las aves cubrieron hasta donde sus ojos podían llegar; ni siquiera notó cuando su boca se había abierto.

¿Cartman, ¡dónde diablos está la Browning!? ¿Qué esperas para disparar? —preguntó Marsh.

Estoy cargándola, idiota.

¡Pues apresúrate!

Los cuervos regresaron a su posición de antes y luego volvieron a caer en picada, dispuestos a volver por más carne. Kyle solo pudo cubrir sus ojos para no perderlos, cayó de rodillas y se encogió sobre él, defendiéndose lo más que podía; orejas, mejillas, labios. Escuchó gritos de los otros hombres a su lado y no quiso imaginar lo que estaba pasando.

Las aves atravesaron fácilmente la tela, rasgando la piel de su espalda.

El ataque terminó, los pájaros negros volvieron a elevarse; Kyle volvió a erguirse para ver qué era lo harían a continuación, tenía cortadas a lo largo de sus brazos y dedos; no tenía idea dónde había ido su gorro, pero eso era lo menos importante.

Porque los cuervos comenzaron a volar entre ellos, formando una enredadera negra de plumas; el pelirrojo seguía de rodillas, porque no sabía si la bandada volvería a caer sobre él.

La tormenta de balas comenzó a caer sobre los cuervos, Cartman abrió fuego diezmando los pájaros decena por decena.

Pero las aves se confundían entre plumas; Kyle habría jurado que vio pájaros siendo impactados por las balas, pero parecía que no tenían fin. Sus ojos rojos se comenzaban a confundir entre ellos; hasta amalgamarse, uniéndose.

Miró a sus lados, sus judíos se retorcían de dolor, sus ojos habían sido arrancados, junto a sus orejas y uñas.

La ronda de balas se acabó; Stan comenzó a gritar en el radio, exigiendo que abrieran fuego de inmediato, pero Kyle solo podía escucharlo en segundo plano.

Porque los cuervos seguían volando entre sí, mezclándose entre ellos, uniéndose entre graznidos y ojos pequeños y brillantes.

Hasta que formaron un par de pies, luego piernas y una figura humana descendió sobre el suelo.

Al menos parecía humana.

Subió sus ojos desde sus botas purpura, ropa negra; mangas hasta las muñecas y un rubí incrustado en su corbata de cordón. Sus ojos carmesíes hacían juego con su cabello tintado como la sangre, las puntas estaban negras.

Kyle se quedó estático mientras el demonio lo miraba hacia abajo; se acercó uno, dos, tres pasos hacia él. Su expresión era de total aburrimiento, tenía dos sombras que delineaban debajo sus ojos.

—Boo —fue lo único que dijo antes que los cuervos atacaran nuevamente, envolviendo completamente su forma; los picos atravesaban su piel, creando más heridas. Hasta que ahogaron totalmente su visión.


Estaba aquí.

El Pecado Capital estaba aquí.

Craig tenía que mantener la entereza. Kyle, uno de los líderes estaba expuesto ante el demonio que comandaba todo el ejército con el que estaban batallando. Él solo sabía que debían mantener las puertas cerradas, lo que necesitaban proteger estaba ahí adentro; si lograban obtener las páginas ahí iba su oportunidad de ganar esta guerra.

Desde el otro extremo del pasillo podía escuchar las exclamaciones de Stan mientras se acercaba; había abandonado su puesto en el campanario.

—¡Tenemos que salir de inmediato! —vociferó.

El del chullo le indicó a Eric y Butters que siguieran cubriendo, los cuervos estaban sobrevolando todo el convento, pero el demonio de cabello rojo y negro se mantenía en el lugar; terminando de despedazar a los religiosos de afuera, pieza por pieza.

Picoteo por picoteo.

Él corrió hacia Stan quien ya había bajado al primer piso, rifle atado a su espalda; si cuando recién sentía el síndrome de abstinencia se había visto enfermo, no se comparaba con lo fatal que se veía ahora. Ninguno de los religiosos se movía, porque sabían que no había manera que abrieran esa puerta sin exponer lo que estaban luchando por guardar.

—¡Ábreme, maldita sea! ¡Tenemos que salir ahí! —demandó.

Craig lo alcanzó en el vestíbulo del convento; ahí estaban algunos frailes, rezando; protegiendo las ventanas y compuertas.

—¡Stan! —Lo tomó por los hombros, zarandeándolo—. Esa puerta es lo único que nos protege de esa horda, si entran estamos perdidos.

—¡¿Quieres que lo dejemos ahí afuera?! —gritó, entre voces rotas—. ¡¿Solo?!

Kyle era parte de ellos; vivió y luchó por South Park antes de marcharse con su iglesia, Craig sentía su corazón quebrarse por su amigo. Pero los riesgos que correrían serían demasiados, los marcos tenían amuletos, pero la puerta estaba siendo reforzada con bendiciones. Marsh lo empujó, decidido a abrir la puerta; pero Craig no podía permitírselo.

Estaban a tres metros de distancia las puertas cuando estas se abrieron de par en par.

Una fría y ominosa ventisca de oscuridad entró forzando su camino, apagando las luces eléctricas y velas; la banda de cuervos engulló a ambos padres por completo, las aves se desperdigaron por todo el convento.

Craig solo podía cubrirse los ojos, ni siquiera podía alcanzar su arma; porque si dejaba una parte expuesta sería su fin.

Perdió a Stan y lo único que podía pensar era que los demonios estaban dentro. Las bendiciones fueron transgredidas, ¿podía ser posible? Lo mismo que había ocurrido en el confesionario. ¿Qué defensa les podía quedar? Ahora estaban totalmente desprotegidos.

Los cuervos se separaron entrando a todas las habitaciones, dejando el vestíbulo despejado.

Había acabado en el suelo, descubrió su rostro para ver a Stan a unos metros de distancia, de la misma forma.

Al fondo del vestíbulo, estaba la figura de Kyle.

Su cuerpo había sido utilizado para derribar la puerta, los cuervos lo habían arrojado contra ella; Stan corrió inmediatamente a su lado, tocando su cuello; agradecimientos comenzaron a caer de sus labios cuando notó que tenía pulso. Llevó su cabeza a su pecho, el alivio lo sintió Craig también.

El Pecado Capital entró con parsimonia a la iglesia, sin señal de dolor o molestia por las bendiciones impuestas. Levantó una mano revestida de anillos y una bandada de cuervos comenzó a volar en círculos alrededor de todos. Stanley estaba de rodillas con el pelirrojo, así que dependía de él defenderlos.

Su mente fue a Clyde de inmediato, lo que había relatado el demonio que lo atacó fue capaz de hacerle; aun así, tragó con fuerza y sacó su revólver. La Browning de Eric no le había hecho nada a la bandada de cuervos; y él solo contaba con un arma, pero, aun así, no se podía dar el lujo de perder, porque estaba protegiendo al otro sacerdote y a Kyle.

Los cuervos volvieron a caer en picada sobre él.

Prohibere —escuchó resonar en todas las paredes.

La bandada de aves quedó estática.

Finalmente, el demonio cambió su expresión de desgana por una de molestia.

Conocía muy bien esa voz, y le agradecía a Dios que había llegado en el momento necesario. Los pasos livianos de las muletas de Jimmy se escuchaban mientras hacían eco en todas las paredes del vestíbulo y el jardín interno.

—Sta-Stan —comenzó—, encárgate de Kyle y protege el ala de los heridos. Craig, ve-vete ya sabes que tienes trabajo qué hacer.

—No me quieres hacer enojar, padre —amenazó el demonio.

—Y-yo me encargaré de él.

Craig comenzó a correr, las páginas estaban en su mente y también el diablillo que ahora estaba completamente expuesto.

'Tweek.'


Ahhhh ¿qué les pareció?

Amo amo escuchar de ustedes, me hacen la semana y me inspiran a escribir.

Nos leemos luego~