CAPÍTULO 2
LA LLEGADA DE UN DESTINO INESPERADO
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Bastianich era un hombre con mucha paciencia. Poseía un temperamento frío, apacible como emperador, velando por el bienestar de su pueblo. Por ello, no sería extraño que para sus soldados, verlo casi frenético era algo poco común viniendo de él.
Arsen era una de esas pocas personas que, contrario a la sorpresa, solo sentía curiosidad. Su viejo discípulo estaba actuando extraño. Bien, él mismo era extraño y contagió alguna de sus excentricidades a su aprendiz, pero la actitud de Bastianich de querer volver a aquel bosque buscando a una niña...
—¿Has golpeado tu cabeza con alguna rama? —dijo para hacerse notar.
Los médicos respiraron aliviados al ver que el mago de la torre del este y viejo maestro de Su Majestad estaba ahí. Tenían la esperanza de que hiciera entrar en razón al emperador.
—Mago de la torre, por favor... —El médico a cargo señaló a Bastianich—. Necesita mantener un reposo por dos días para que sus heridas sanen. La medicina ha ayudado, y su magia ayudará a su cuerpo a regenerar, sin embargo... ¡necesita mantenerse en cama!
—Todos fuera. —Bastianich ordenó con voz firme, harto de tanto problema—. Quiero hablar a solas con mi maestro.
Nadie pudo replicar al ser una orden directa del emperador. El médico dio una última mirada suplicante a Arsen, quien solo ocupó asiento en el sillón de la habitación.
La última vez que estuvo en la habitación de Bastianich, fue cuando falleció la emperatriz. Algunos muebles cambiaron desde esa vez, como la cama, cuyos postes del dosel eran más rectos y las cortinas más gruesas, también la decoración del salón. Recordaba que la emperatriz en sus últimos meses solía quedarse mucho en la habitación así que el salón fue ambientado a su comodidad. Ahora los muebles eran un poco más rústicos.
—Bueno, ¿de qué se trata todo esto? —Arsen cuestionó, recostado en el sillón con algo de pereza.
Su oído captó un movimiento, al ver por sobre el respaldo, dio un pequeño gruñido luego de observar que Bastianich intentaba pararse de la cama. Siempre fue un niño obstinado, incluso de adulto.
—¿Tengo que usar la magia para mantenerte ahí? ¡Quédate quieto! —Arsen se incorporó un poco—. Puedo escucharte desde aquí.
—Maestro, hay que volver al bosque.
—¿Qué diablos hay en el bosque? Si quieres flores silvestres, manda a sembrar. Si quieres un animal salvaje que domesticar, ¡usa las mascotas de tus hijos!
—La niña, la hija de la diosa Naturae está ahí. —Bastianich fijó sus ojos verdes en los de Arsen, quien le devolvía la mirada con cierto asombro—. La vi. Ella está de regreso. Maestro, es una niña pequeña.
Arsen no contestó de inmediato.
—¿Dijo... algún nombre, algún dato?
—Verónica. —Bastianich asintió—. Maestro, ¿no era ese el nombre que dijo hace más de veinte años? Probablemente no me reconoció...
—No, no, no. —Arsen se frotó el puente de la nariz, luego se puso en pie y llegó hasta colocarse junto a Bastianich, quien permanecía sentado en la cama—. Ella no mantiene recuerdo alguno de nosotros. De... De ninguno. Es la misma vida pero no nos recuerda.
Bastianich parpadeó.
—¿Cómo es posible eso? —El hombre se concentró en tratar de entender las palabras de Arsen.
El mago pelirrojo suspiró.
Han pasado muchísimos años desde que hizo el ritual con Deckard. En todo ese tiempo, nunca le reveló nada a Bastianich. Era algo que solo quedó entre Deckard y él. No tenía idea de cuánto tiempo iba a tardar la chica en volver. Al manipular la magia del tiempo, Arsen tuvo ciertas dificultades para ver la fecha en la que viajó para depositar los recuerdos de Verónica en el cuerpo en la cual su alma fue a parar en el futuro. Le dio a Deckard un estimado de cincuenta años. Dado que no fue su problema entonces, Arsen no se esforzó en ayudar más.
Pero la chica apareció. Y en Rasluan, cuya situación no era muy adecuada.
—Escucha... No es algo que pueda explicar. Pero esa chica, o niña, probablemente no deba saber nada en lo absoluto de nosotros. ¿Qué tan pequeña es? —Arsen se sentó frente a Bastianich, su rostro serio—. Cuéntamelo todo. No omitas nada.
Bastianich lo hizo. Relató el momento en que inició la redada para disminuir el conjunto de quimeras que se congregaban de forma habitual en el imperio, cuando fueron atacados por un grupo de magos oscuros. La lucha se mantuvo cerrada hasta que más refuerzos llegaron y de esa manera pudieron tener una ventaja. Luego Bastianich se vio enfrentado a dos quimeras cuando, ya de por sí, estaba algo herido, hasta que acabó en el bosque, trayendo como resultado ser salvado por aquella niña. Con el resto se vio un poco confundido, la medicina lo dejó aturdido hasta que la somnolencia lo tumbó y después despertó con Eciar a su lado.
—¿Eciar estaba ahí?
Bastianich asintió.
—Dijo no haberla visto. No le creí. Estoy seguro que lo hizo. —Bastianich deslizó sus dedos por su oscura cabellera—. Maestro, el bosque no es un lugar seguro para cualquier persona, menos una niña tan pequeña. La noté muy delgada además. —Arsen no respondió—. Deberíamos informarle al Mago Ancestral.
Arsen tosió al escuchar eso último.
—¿Estás loco? Déjalo que la busque por su cuenta. —Se puso en pie, el largo cabello pelirrojo siguiendo el movimiento. Lo había dejado crecer esos años y ahora fluía en una cascada tras su espalda—. Tú tampoco deberías involucrarte, Bastianich.
El hombre apretó sus manos en puños.
—Maestro, no estoy de acuerdo. Sea quien sea, es una niña. Además, le debo mi vida. —Ignorando los consejos del médico, apartó las mantas y sacó sus piernas de la cama—. Su magia acabó con aquellas criaturas.
—¿Realmente harás esto? —reprendió, inconforme.
—Sí. Maestro, ¿en verdad no le preocupa la seguridad de la niña? —Bastianich logró levantarse. Los movimientos bruscos estiraban sus heridas todavía sensibles, causando pinchazos de dolor. Estaba consciente de que no podía excederse, así que mantendría el mínimo cuidado al caminar o moverse—. Sea honesto. Usted siempre estuvo interesado en el mago Lynd, dijo que él fue decretado guardián de esa niña y el actual Mago Ancestral. El mago Lynd murió tratando de encontrarla... —Bastianich entrecerró sus ojos—. Ahora que la niña apareció, ¿no le importa?
Arsen llevó una mano a su rostro, frotando frente, ojos y nariz. Tenía sentimientos opuestos, peleados en su interior. Un lado quería mantenerse neutral, dejar que el propio destino decidiera el camino de esa niña y él mismo no involucrarse o dejar que sus cercanos participaran. El otro lado, incitado por las palabras de Bastianich, quería mantener a salvo a Shaira, cumplir la tarea de Lynd ahora que por fin estaba a su alcance.
—Bien. —Arsen se acercó a su discípulo, su mano acarició con cuidado las heridas de Bastianich, acelerando solo un poco su sanación, lo suficiente para que el hombre pudiera andar con algo de libertad—. No te excedas, a pesar de esto. Y..., cuando la encuentres, lleva la niña a mi torre.
Aliviado de que su maestro acceda, Bastianich asintió.
—¿Realmente no le informará nada al Mago Ancestral?
—No. Estoy seguro de que incluso si Deckard la hubiera encontrado primero, él no me buscaría para decirme "¡Oye! ¿Sabes? Encontré la vida de Shaira. Ya no hace falta que estés alerta". —Trató de imitar la voz del mago, fracasando al escucharse ridículo—. Déjalo buscar en el pajar hasta que se de cuenta.
Bastianich apretó los dientes. Su maestro lo hacía sonar como si fuera una competencia de quién encuentra al tesoro primero. La visión de la figura de Verónica destelló en su mente, descuidada y un poco desnutrida, haciendo que su corazón se agrietara. No importara qué dijera su maestro, él cuidaría a la niña con su vida de la forma en que lo haría con sus propios hijos.
Después de todo, una vez que creciera, el Mago Ancestral y ella serían la clave para salir de ese infierno.
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Houston, tenemos un problema.
Estoy. Harta. De. La. Trucha.
Mis ojos ven de mala forma el pescado que logré atrapar del río, una trucha de tamaño promedio, con el mayor fastidio que he sentido en mis, actuales, treinta y tres años mentales. Siento con más intensidad el deseo de hacer un mohín infantil, de inflar mis mejillas mientras mi ceño se frunce, esperando que el pescado esté listo.
¡Ya no quiero trucha! Llevo meses comiendo trucha. Ojalá en el río se pudiera pescar otra cosa que no fuera trucha. Incluso estoy cansada de pensar en la palabra "trucha".
—Ah, quiero comer carne. Y patatas. Quiero una hamburguesa —digo en voz baja, aburrida, mis palabras se escuchan raras debido a mi edad y a que esta mañana se me ha caído un diente de leche.
Estaba comiendo bayas silvestres y de pronto sentí el diente. Bueno, tuve que botarlo ya que ni siquiera tengo almohada donde esconderlo para el ratoncito de los dientes, ¿o sí? Estoy distraída jugando con el hueco que dejó, dejando que mi lengua se asome.
El sonido de una rama al romperse me alertó. Me levanto, alerta a los alrededores. Varias figuras altas salen, usando túnicas oscuras con bordes dorados y un escudo bordado a la altura de sus corazones. Entre los distintos rostros, un hombre portando un traje de uniforme blanco destaca. Ese sujeto...
¡Es el hombre que salvé el día anterior!
¿Sobrevivió?
Al volver con comida, ya no estaba en los alrededores. Pero podía escuchar el movimiento y las voces de personas registrando el bosque. En su momento creí que el sujeto había muerto por alguna razón, así que alguien lo encontró y pensó que fue asesinado. Tan solo hui. Ser encontrada por adultos significaría que me regresarían a la sociedad, lo que podría desencadenar en dos situaciones: volver a caer en manos de William o caer en orfanatos al ser huérfana. Ninguna de las dos opciones me gusta. William por obvias razones, y gracias a toda esa reputación que plantaron las películas y series que vi, menos ir a un orfanato.
—U... Ustedes... ¡Largo! —Alcé mis dos manos, causando que los picos de tierra se levantaran formando una barricada entorno a mí.
Sea lo que fuera ellos quieren, no me van a encerrar otra vez. A excepción de la comida, ¡en los bosques puedo andar libremente! ¡No quiero! ¡No quiero estar entre cuatro paredes!
—¡Espera! —Una luz blanca destruyó un par de mis picos, la figura de aquel hombre mostrándose ante mí. Tenía una mano levantada, como si quisiera calmarme.
Weon, no soy un animal...
Bueno..., cierto que reaccioné con algo de impulsividad pero...
¡No lo soy!
—¿Q-qué quieren? ¿Por qué están aquí?
El hombre se detuvo a varios metros de mí, e hincó una rodilla en el suelo.
—Me llamo Bastianich Heiner de Rasluan, fundador de la dinastía Heiner y actual emperador de este imperio. —Sus ojos fueron clavados en los míos, intensamente—. El día de ayer has salvado mi vida. Quiero recompensarte por eso.
...
Weon...
¿Hice qué...?
¿Él es quién...?
¡¿Pero qué ha pasao?!
—Yo...
Error de Sistema: Veró ha dejado de funcionar. Reiniciando.
A ver, a ver, a ver.
¡¿Este tipo es el emperador?!
Y está esperando que diga algo. Justo ahora quiero gritar, huir, desmayarme luego y fingir que no existo. Pero justo ahora soy una niña de cinco años, próxima a cumplir seis. Me muerdo el labio, dudosa en cómo reaccionar.
—¿Qué es un emperador?
Bastianich me da una sonrisa. No es... Me da la impresión de que su sonrisa oculta algo, aunque no sepa qué.
—Puedes pensar en mí como el rey, el líder, y el protector de este imperio. —Algunos de los sujetos que lo acompañaban se asomaron tras él. Bastianich continuó—. Eres también una portadora de la magia como nosotros. Una maga. Mereces estar con los de tu clase, a salvo.
Ugh.
No sé qué dirán, pero a mí me recordó a Hagrid diciéndole a Harry: "Eres un mago, Harry". Quiero reír.
Diablos, Verónica, ¿por qué eres así? No puedes mantener la seriedad en momentos así.
—Mmh... ¿Todos son magos? —Observo a cada uno, algunos los rodea un brillo blanco, otros no.
—¿Ves el aura en algunos? Un resplandor blanco viniendo de cada uno. —Yo asiento—. Bien. Esa es la representación del núcleo mágico de un mago. Los identifica como un mago.
—Oh... Pero, ¿por qué el mío es verde? —Bajo mis ojos a mis manos. Estoy por decir algo más cuando un olor a quemado nos llega.
Quemado. Humo. Fuego.
—¡La trucha! —Me volteo para toparme con el pescado carbonizado antes de que Bastianich usara el elemento del agua para apagar el incendio.
Mierda. Me quedé sin almuerzo.
—¿Cuánto tiempo llevas en el bosque? —Escucho preguntar a Bastianich.
—Mmh. Unos pocos meses. —Me rasco una mejilla al responder—. Em. Entonces, ¿qué haré ahora? ¿Yo debo irme contigo?
Bastianich volvió a postrar una rodilla ante mí, colocándose a mi altura.
—Es lo que deseo. Me gustaría que aceptaras vivir en palacio, bajo mi protección. —Ha tomado mi mano, que es ridículamente pequeña en la suya, lo que me causa incomodidad—. Pero si deseas vivir en otro lugar, no tengo problema con eso. También hay un amigo al que me encantaría que conocieras. Verónica, ¿has visto alguna vez la Torre Negra de un mago?
Torre Negra.
Siento que... he escuchado al respecto, pero no termino de ubicar dónde.
—No. ¿Por qué los magos viven en una torre negra? —Quiero decir, ¿no hay presupuesto para otro tipo de pinturas?
—Esa es una historia interesante de escuchar. Por ahora, ¿qué tal si te llevo a conocer al líder de la torre de magos del este?
Bueno. Es el emperador, es un mago. Podré parecer una niña pequeña, sin embargo, si la situación se torna peliaguda, encontraré la forma de huir de ella. Asentí, y recogí mis cosas. Voy a aprovechar el bug y tomar cualquier beneficio que esto pueda darme.
Lo que sea si eso significa poder comer algo que no sea trucha.
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La torre era alta. Negra. Imponente. Me sentí algo cohibida al estar ahí frente a ella. Bastianich dijo que necesitábamos pasar por aquí primero antes de llevarme al palacio. Aparentemente el líder de la torre de magos del este fue su maestro en el pasado. Yo imagino que debería ser el sujeto que estaba en el patio, con un intento de avión para niños hecho en metal y plata y en el cual estaban colocados varios "niños" hechos de paja.
Tanto Bastianich como yo y los guardias que nos seguían nos detuvimos frente al jardín, observando todos al mago de cabello rojo colocar su palma en el avión de metal y plata, como si estuviera imprimiendo algo de magia en ella. El avión comenzó a elevarse en el aire, cada vez más y más alto. El mago pelirrojo hacia anotaciones en una libreta, sus ojos iban del avión a la libreta. Todo marchaba bien excepto que cuando el avión estaba a más de mil pies de altura, la magia comenzó a fundir la plata en una especie de extraña reacción, causando que algunos de los muñecos cayeran desde gran altura y explotaran en un desastre de paja contra el suelo.
El mago suspiró con pesar.
—Qué lástima. Me había esforzado mucho en imitar los órganos humanos con ese —dijo para sí mismo, anotó algo más, ignorando como el resto de pasajeros de paja se caían y volvían puré, al igual que lo que quedaba del avión.
Bastianich carraspeó.
—Maestro. ¿Puede darnos un poco de su tiempo?
—¿Mmh? —El maestro de Bastianich levantó la vista, luego tuvo que bajarla para verme.
Fue un poco curiosa su expresión al hacerlo. Sus ojos azules, claros como un cielo despejado, se abrieron mucho junto a sus cejas que se alzaron, causando un par de pequeñas arrugas en su frente. Ahora que lo veo de frente, debo admitir que este mago es joven y guapo. ¿Es realmente maestro de Bastianich? Pensaba que iba a ser más viejo, solo que este sujeto no debía de aparentar más de veinticinco. ¿Máximo treinta? No es un tipo de atractivo con mucha testosterona, sus rasgos son sutiles. Sus labios son bonitos, llamativos y delgados.
El maestro de Bastianich silbó. Guardó la libreta junto con su pluma dentro de su túnica y avanzó unos pocos pasos hasta agacharse frente a mí.
—Qué niña tan interesante. —Entrelazó sus dedos, los codos apoyados en sus rodillas—. ¿Cómo te llamas?
Yo, con la mitad del cuerpo oculto tras Bastianich, dudé un poco. Sus primeras palabras me hicieron recelar.
—Verónica.
De nuevo, otra reacción extraña. Juro que vi sus ojos brillar al mismo tiempo que sonreía más. Ah, qué tipo tan sospechoso. Bastianich, ¿en verdad tu maestro es de confiar? Quiero decir. ¡Se ve loco!
—Jah... Verónica no es un nombre común por acá. —Esta vez, levantó una mano para descansar su cara en la palma—. Me llamo Arsen. Soy el mago líder de esta torre. También soy el inventor de muchas cosas que se usan en Rasluan.
Automáticamente, mi mirada va hacia el avión. Es algo que estaba empezando a notar. Este sujeto... ¿cómo conoce cosas del mundo moderno del cual provengo? Quiero hablar sobre eso, pero sería sospechoso. Trae de regreso mi atención cuando lo siento tomar mi mano.
—Tu aura mágica es muy intensa. Imagino que sabes lo que eres, ¿cierto?
Parpadeo.
—¿Hago magia?
—Así es. ¿Qué edad tienes?
—Em, unos seis años.
Arsen suspiró, de una forma que parecía estaba aliviado. Oye, me ves chiquita. ¿Pues qué edad pensabas que tengo? Lo digo en serio, ¡está loco!
—¿Y tus padres?
—No sé quién es papá. Y mami murió hace dos años.
Arsen ladeó.
—Jah. Para tener seis años, hablas bien. —Suelta mi mano—. Al menos un poco bien. Tienes una forma curiosa de decir las 's'. —Entonces, sin previo aviso, ¡toma mi cabeza y ve dentro de mi boca—. Ah. Con razón. Estás chimuela.
Toda mi cara se calienta.
¡Tú... tú...!
—¡Tonto! —estallo, sin prestar atención al control de mi magia quien de inmediato causa que pequeñas espinas de tierra se alcen por todo el campo, algunos arruinan las flores.
Bastianich logra alzarme a tiempo, evitando que un par llegue a rasguñarme el brazo. Arsen se ve complacido, contrario a los demás.
—Bien, bien. Hay mucha magia ahí reunida.
—Maestro. —Todavía en brazos de Bastianich, su gruñido se escucha molesto, como si estuviera conteniéndose de golpear a Arsen—. ¿Era necesario?
—¿Qué? Solo tenía curiosidad. —Ah, que idiota. Sonríe, para nada culpable—. Ya que están aquí, vamos adentro.
Bastianich todavía me sostiene mientras sigue a Arsen en el interior de la torre. La desilusión al ver lo simplón del interior me embarga. Es un vestíbulo amplio y circular, con una escalera en espiral que parece interminable. La piedra negra que revestimiento el interior, no hay ni una sola pieza de decoración dando color a las paredes. Todo es aburrido y gris aquí dentro. Tardo en notar que me he recostado de Bastianich. Debo aceptar que estar en sus brazos es agradable y cálido, eso hasta que mi estómago reclama atención.
Bastianich me da una sonrisa.
—Ya que estamos aquí, podemos comer algo. Tu trucha se quemó antes, eh.
—Ug. ¡No quiero comer trucha nunca más!
—¿Quieres comer algo en específico?
—¡Carne! —Mis dos manos se juntan—. Quiero comer mucha carne.
Doy un vistazo hacia Arsen, lo que me hace notar que está observando nuestra interacción por sobre su hombro. Pero tan pronto como nuestras miradas se topan, él vuelve a mirar al frente. Ah, tipo tan raro. Se detiene en un tercer piso, en la segunda puerta que pasamos, Estamos en una habitación más normal, se asemeja a una cocina muy rústica debido a las alacenas, un caldero al fuego, hasta mesas y sillas. Con un movimiento de manos de Arsen, tres tazas vuelan desde sus estantes, los cubiertos, ¡la tetera también, la taza de leche y azucarera! Es como en la película de Harry Potter, lo que hace que me emocione.
Hasta ahora solo he experimentado magia de elementos, ¡esta exhibición de magia la vuelve real de una forma diferente! ¿Y me dijeron que yo puedo hacer eso? ¡No me jodas!
Bastianich me deja directamente en una silla. Un plato de comida aparece frente a mí, acompañado de un agradable té, pan fresco también está frente a mis ojos.
—¡Vaya! ¿Y es comida real? —Todo está humeante, apetitoso y tentador.
—Por supuesto que es comida real. —Arsen dice, sentado frente a mí con una taza de té.
Bastianich está a mi lado, y toma primero los cubiertos.
—Déjame cortar eso por ti.
Es un trozo de filete, con puré, verduras y granos de arroz. El filete fue cortado en dardos por Bastianich, por el propio emperador antes de cederme los cubiertos. Para entonces ni siquiera me doy chance de mostrar modales, solo pincho la carne y al buche.
Quiero llorar, ¡quiero llorar, esto está delicioso! Mami, ¿cuándo fue la última vez que comimos algo tan perfecto? Está jugosa en el interior, y gracias a que los pedazos son pequeños, mis delicados dientes pueden masticar la carne tan suave.
—¿Está bueno?
Mis ojos se fijan en Bastianich. Arsen tiene el codo en la silla, mirándome al tiempo que bebe de su té. Le respondo al primero.
—¡Está muy bueno! —Lamo mis labios antes de seguir—. Gracias.
—Ahora, Verónica... ¿Por qué vivías en el bosque? —Bastianich por fin se acuerda del té, que procede a servirse.
—Ah... —El suspiro que di fue casi involuntario. Pruebo el puré, que es tan cremoso que no quiero acabar, antes de seguir—. Mi mamá y yo vivíamos con un sujeto malo. Mamá y yo huimos al bosque, pero esas bestias feas aparecieron... y mamá ya no siguió.
—¿Cuánto tiempo tienes en ese bosque? —Esa pregunta viene de Arsen.
—Unos pocos meses... —Disfruto un poco más de la carne, luego continúo—. Siempre trataba de escapar de aquel hombre malo. Él me atrapaba siempre. Cuando mamá murió, hui y después me atrapó. Luego traté de huir y me encontró y atrapó otra vez. —Aferré el tenedor mientras lo alcé, disfrutando la victoria—. ¡Hace pocos meses logré escapar bien!
Sentí un silencio en la habitación, solo que estaba muy concentrada en comer para prestarle la debida atención. Fue Bastianich quien habló.
—¿Por qué querían escapar de aquel hombre? Él... ¿Les hizo algo?
—Solo era un hombre malo.
Ah, Bastianich, ¿cómo podría una niña tan pequeña decir que el sujeto era un proxeneta? Una niña de mi edad solo vería que ese hombre era malo, dudo que pudiera tener la capacidad para entender aún que obligaba a su madre y otras mujeres a tener sexo por dinero. Es un poco molesto a veces no poder decir las cosas con claridad, al mismo tiempo que es beneficioso. En realidad, yo, yo no quisiera hablar de eso.
William, maldito hijo de... tu mamá. Ojalá te pudras en el infierno.
—¡Es un hombre malo, cochino! —Pincho con algo más de fuerza mi carne, imaginando que es una lanza que atraviesa el corazón de William.
—¿Qué tal si nos dices donde vivía? —Podía sentir la sonrisa de Arsen incluso antes de ver su cara—. Un hombre tan malo y cochino necesita una lección.
—Mmh. No sé dónde vive William. Pero era una casa grande con muchas habitaciones... Y hay muchas chicas ahí también. Cada noche yo me tenía que quedar en mi cuarto antes de que llegaran hombres extraños.
¿Podrá eso bastar? Ambos se miran. Venga, chicos, caigan en cuenta de que se trata de un prostíbulo. No debería haber muchas aquí dirigidas por un sujeto llamado William, ¿verdad?
Uh. ¿Sí funcionó? Arsen luce incómodo, Bastianich tiene una mala expresión en su rostro.
—Nos encargaremos de eso. Por ahora... —El emperador me acerca la taza de té—. Cuéntanos de tu madre. ¿Cómo era?
Acepto la taza, bebo un sorbo y hago una mueca.
—Azúcar. —Espero a que Bastianich endulce la bebida, esta vez está más rica cuando bebo una segunda vez—. Mamá era muy bonita. Ella y yo tenemos el mismo color de cabello. —Saco un relicario que cuelga de mi cuello, lo abro y en el interior está una fotografía de mamá.
No recuerdo las caras de mi familia en Chile, así que conservar esta fotografía de mi segunda madre es un tesoro demasiado valioso para mí. Todos los días, luego de su muerte, despertaba siendo esta imagen lo primero que me aseguraba de ver. Para asegurarme de que no la olvidaba.
Porque no tener recuerdos de los rostros de las personas que amo es lo que más temor me da.
—Ella es mamá.
Bastianich, con la taza en una mano, recibió primero el relicario. Y apenas sus ojos se posaron en la fotografía de mamá, la taza se cayó derramando el contenido en el suelo.
Hombre, ¿qué te sucede? Pareces haber visto a Pennywise.
—¿Ella... era tu madre? —La voz de Bastianich está temblorosa. Trastornado—. ¿Mariangela?
—¿Eh? —Mi mano, estirada para tomar un trozo de pan, se detiene en el aire—. ¿Conoces el nombre de mamá?
Arsen da un silbido de sorpresa después de echar un vistazo a la fotografía también.
—Ah... El destino y sus giros. ¿No fue esa la doncella que cuidó de ti, Bast? —Bebió de su té—. Mis pensamientos y yo... Pero, esa doncella tiene ojos castaños. Estoy seguro de que el padre de Verónica debe tener ojos verdes..., justo como tú.
La mano de Bastianich se cerró entorno al relicario, observándome.
¿Eh?
Espera, esperen.
¿Qué está insinuando el loco?
¿Acaso Bastianich es mi...?
—¿Papá?
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Una prueba mágica de sangre consistía en, sobre una runa mágica, dejar caer una gota de sangre de las dos personas a las cuales se desea comprobar la compatibilidad sanguínea. Los nobles que querían asegurarse de que aquellos niños fueran sus hijos, solicitarían a la torre de magia un mago para la prueba. Era un asunto diferente para las familias de bajo rango que no pudieran pagarlo.
La mano de Bastianich temblaba al pinchar el dedo de Verónica con una aguja, temblaba al pinchar el suyo. Y seguía temblando cuando el brillo dorado destelló de la runa, siendo una respuesta positiva. Bastianich ni siquiera estaba seguro de cómo reaccionar, contrario a su maestro que silbó con una gran sonrisa en su irritante rostro.
—Entonces... ¿eres papá? —preguntó Verónica, aferrando su dedo vendado.
Apretando la mano, Bastianich se fijó en ella de nuevo.
Era un poco pequeña. Su hijo pequeño era apenas dos años mayor a Verónica, y sin embargo luciría más grande que ella misma. También estaba delgada, no a un nivel preocupante, pero sin lugar a dudas que su peso estaba por debajo de lo recomendable. Sus ojos eran almendrados, lo que destacaban su iris de un verde radiante, similar a dos esmeraldas. Eran un tono poco usual, y similar al mismo tiempo de los carmines del Mago Ancestral.
Esta niña era su hija.
Tenía una hija.
¿Cómo pudo suceder esto? Solo fue una noche, o quizás dos. Estaba seguro de que no habían sentimientos de por medio, ni por su parte o de aquella doncella. ¿Supo ella que Verónica era su hija? ¿Por qué jamás lo buscó? A pesar de las circunstancias en las que él estaba en aquellos años, él no habría abandonado a sangre de su sangre.
—Yo... —La grande mano de Bastianich se posó en la cabeza de Verónica, sintiendo los cabellos negros—. Lo soy. Conocí a tu madre hace un par de años atrás. Ella... cuidó de mí en un momento de debilidad, igual que tú.
Observó a Verónica apretar sus labios.
—¿Y por qué te fuiste? ¿Mamá no te dijo de mí? ¿No amabas a mami?
Maldición.
¿Cómo explicar algo así a una niña tan pequeña? No. Se estaba dejando guiar por su apariencia. Su maestro dijo que era la misma vida de aquella mujer de hace tantos años, había grandes posibilidades de que tuviera la misma consciencia. Aunque, en las últimas dos horas, Verónica no daba indicio de nada, menos al tener presente a su maestro. ¿Era realmente una niña ingenua, o una gran actriz?
Bastianich soltó un suspiro, que se escuchaba más como un resoplido.
—Verónica, hay ciertas asuntos complicados de por medio que son un poco difíciles de explicarte. Debes saber... —Bastianich colocó ambas manos en los frágiles hombros de la niña— que no he visto a tu madre en un tiempo largo. Cuando nos separamos, ella jamás me dijo que podía estar embarazada de ti. ¿Entiendes eso? Y..., el imperio empeoró mucho después. Quizá tu mami tuvo problemas para contactarme después y contarme de ti.
El emperador notó con claridad que Verónica apretó sus pequeñas manos en puños. ¿Lo entendió? ¿O se trataba de otra cosa? Más allá de eso, no importaba. Por el contrario, se atrevió a tomarla en brazos.
—¡Ay! —dijo ella, por la sorpresa de sus movimientos, aferrando su cuello—. ¿Qué estás haciendo?
Pero Bastianich solo la atrajo en un abrazo por completo. Era pequeña. Era liviana. Eso hizo apretar su corazón. Le importaba un trozo de excremento lo que ella representaba, no dejaba de significar que era su pequeña y única hija, cuyo estado físico era deplorable y quién sabría las calamidades por las que tuvo que pasar antes de que pudieran toparse.
—Perdóname —susurró, apretando el abrazo—. Si hubiera sabido de ti, nunca habría permitido que pasaras por tantas necesidades, o... o que tu... —Un nudo en la garganta dificultó las siguientes palabras de Bastianich— o que perdieras a tu madre. Comprendo perfectamente el dolor de perder a alguien amado.
Sintió el cuerpo tenso de ella en sus brazos, todavía reacia a relajarse. Eso solo duró un minuto entero.
—¿También... perdiste...? Oh. T-tú... Tienes dos niños, ¿cierto? En el bosque dijiste que ellos...
Bastianich asintió.
—Mi adorada Claire... —Envuelto en los pensamientos de la madre de sus hijos mayores, su cariñosa emperatriz y la persona que cuidó tan bien de su corazón, Bastianich tardó en sentir el movimiento de la mano de Verónica en su espalda, la forma en la que trataba de hacer círculos para consolarlo.
—Tú... —Verónica hizo presión, lo suficiente para alejarse y verlo—. Tú no amabas a mami, ¿cierto?
—... Le guardo respeto y agradecimiento.
—Bueno. —La niña se notaba reflexiva, luego, como si se acordara de algo, fingió un sentimiento diferente: desconcierto—. Este, ¿eso quiere decir que amabas más a mami?
Bastianich quiso reír un poco.
Sí. Definitivamente estaba fingiendo. Descubrirla ahora... Dejaría que fuera ella quien confiara en él lo suficiente para mostrarse como era en realidad. En estos momentos, asintió una vez.
—Voy a decirte la verdad. A Claire la quise un poco más. ¿Eso te pone triste?
Verónica dio un suspiro bastante dramático, en su opinión.
—Creo que es justo. Mami llegó después.
Un bostezo interrumpió la suave atmósfera en ellos. Ambos miraron a Arsen.
—Todo este teatro me ha comprobado que me aburren a morir los dramas. —Arsen estiró los brazos por sobre su cabeza—. Ya que han terminado con el sentimentalismo, pongámonos serios ahora. —Dio un aplauso una vez—. Así que, una vez que la mocosa se instale, comenzaremos las clases de magia. Dentro de dos semanas, me la envías aquí a la torre.
Bastianich frunció el ceño.
—¿Clases de magia?
—¿Mocosa? —dijo la niña—. ¡No soy mocosa!
Arsen la ignoró.
—Ella necesita entrenar cuanto antes esa magia. ¿Pretendes tenerla de vaga en el palacio? ¿Volverla una princesa hueca como la que mantienes ahí con tus hijos? —Arsen bufó—. Además, ella está reteniendo mucha magia. Si no la libera, se hará daño.
—¿De qué habla?
Arsen desvió una mirada a Verónica, una mirada significativa que le enviaba un mensaje claro a Bastianich: no hablaría al respecto frente a ella. Era obvio que se trataba de algo relacionado a su posición como hija de Naturae. A regañadientes, Bastianich aceptó.
—Vendré a hacer arreglos con ustedes sobre sus horarios después. —Bastianich se dirigió esta vez a Verónica—. Ronnie, ¿te gustaría conocer a tus hermanos mayores?
La vio parpadear, aturdida por un instante. Luego sucedió algo curioso: ella se sonrojó. A pesar de su estado actual, fue una vista adorable de ver.
—Sí. Pero, ¿les voy a agradar?
Ignorando el bufido de Arsen, Bastianich no dudó en asentir.
—Estoy seguro de que lo harán.
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Que ambiente tan tenso.
—¿Ella es qué?
—Es su hermana.
Bastianich tenía dos hijos. El mayor, de diez años, Lucius. Y Noah recién cumplió sus ocho años. Lucius era la imagen total de Claire, con unos intensos ojos azules y un cabello castaño. Como heredero, era disciplinado y arrogante, pero también un poco gruñón, como lo estaba demostrando justo ahora.
El emperador los llevó a Verónica y él al salón principal del palacio, ordenando que sus hijos fueran llevados para presentar a Verónica. Estaba un poco desconcertado por la actitud de Lucius, en especial la mirada de enojo que daba a la niña. Ella, por el contrario, lucía tranquila. Muy tranquila.
Verónica dio dos pasos lejos de Bastianich, enfrentando ambos niños.
—¿Ellos dos son mis hermanos mayores? —preguntó a Bastianich.
—Lo son.
—Ah...
—¡Yo no quiero una hermana! —gritó Lucius, enfadado—. ¡Mamá no tuvo niñas! ¡Papá, no me importa, ella es solo una mocosa de la calle!
—¡Lucius! —regañó Bastianich, en parte sorprendido por sus groseras palabras.
Verónica juntó sus manos frente a su pecho, luciendo dolida.
—Pero, hermano Lucius, ¿no ves que me parezco a papá? ¡Ahora somos una familia grande! —Con una risa pequeña, Bastianich vio a Verónica abrazar a Lucius, quien se veía horrorizado y más enojado aún.
Luego ocurrió algo curioso: Noah estaba por decir algo a Verónica, se veía indignado además, Noah siempre idolatraba a Lucius y lo seguía a todos lados. Bastianich estaba por hablar para detenerlo. Lucius, por otro lado, se notó tenso de repente, pálido primero, al instante siguiente su rostro se sonrojó de ira. Noah ni siquiera llegó a tocar a Verónica cuando Lucius la empujó. Verónica retrocedió, a punto de recuperar el equilibrio, pero tropezó hasta caer.
Hubo silencio, los tres niños se veían enfadados. En seguida, Verónica comenzó a llorar ruidosamente...
Exageradamente.
—¡Pa-papá! ¡El hermano Lucius me empujó muy feo!
Bastianich se apresuró a tomarla en brazos, dio una mirada en reprimenda a los otros dos niños.
—Lucius, Noah, ¿qué tipo de educación han recibido? ¿Cómo se han atrevido a tratar de esa forma a su hermana? —Acunando a Verónica contra su hombro, hizo movimientos con su mano en su espalda para calmar su llanto—. Es una niña, además, y más pequeña que ustedes.
—¡Pero papá! —Lucius replicó, su enojo era tal que su aura mágica estaba vibrando. En momentos así lamentaba haber sido bendecido con dos hijos magos, puesto que en la infancia era peligroso debido a lo fácil que era que se dejaran llevar por sus emociones y su magia causara un desastre—. ¡Ella comenzó! ¡Ella dijo que yo...!
—Es suficiente, Lucius. Como príncipe heredero, debes asumir las responsabilidades de tus acciones. Los dos. Vayan a sus habitaciones. —La mirada estoica del emperador no dejaba lugar a réplicas—. Obedezcan, por favor.
Lucius apretó los puños de la rabia, sus dientes rechinaron. No miraba directamente a su padre, sino a Verónica.
Esa niña...
Cuando Bastianich les dio la espalda para ocupar un asiento con Verónica aún en brazos, ella los observó a ambos desde esa posición, sus mejillas aún húmedas.
Y sonrió.
Y les mostró la lengua, sin hacer ruido.
—¡...! —Lucius quería decir algo, solo quedando en silencio por temor a una nueva regañina. Tomando la mano de su hermano menor, salió del salón pisando duro el suelo.
En seguida, una vez quedaron solos, Bastianich sentó a Verónica en su regazo. No lucía feliz.
—Ahora. ¿Querrás explicarme qué acaba de ocurrir?
Verónica se encogió de hombros.
—No le agrado al hermano Lucius.
—Verónica. Provocaste a Lucius. ¿Qué le has dicho?
—... Es un niño malcriado, y que hasta yo siendo una mocosa de la calle tenía mejor magia que él.
Bastianich se frotó el rostro, frustrado.
—Estuvo mal decirle eso. Debido a todo mi trabajo con el imperio, no he podido tener tiempo con ellos. Y espero mucho de Lucius como mago y él lo sabe. —Posó una mano en el hombro de Verónica—. ¿Lo entiendes? También tendré dificultades para encontrar un tiempo de pasar a tu lado. Por eso contaba con que Lucius y Noah fueran una compañía y apoyo adecuado en el tiempo que no pueda acompañarlos.
Esta vez, Verónica bajó la cabeza, genuinamente apenada.
—Lo siento.
Bastianich palmeó su cabeza.
—No te disculpes conmigo, sino has las paces con los chicos. En verdad ahora son tus hermanos, y necesitarás contar con ellos. Como tú, también perdieron a su madre... y su padre es un hombre torpe que está buscando una forma de pasar tiempo a su lado. Ten un poco de paciencia.
Ella asintió, abrazó su torso con lentitud, dudosa. El hombre aceptó su acción, cansado. Al principio creyó que todo sería tranquilo, sin embargo pronto comprendió que tendría todo menos una vida tranquila.
