CAPITULO 3
LA HERMANA DE DOS DEMONIOS
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—¿Es cierto que Su Majestad tiene una hija?—Yo también me lo pregunto. Debe ser una broma.
El Salón Imperial del Consejo era una enorme habitación ubicada en un ala del Palacio de Oro, el palacio del Emperador. Los príncipes y princesas habitan el Palacio de Plata, y las concubinas son llevadas al Palacio de Cobre. Al menos un par de veces a la semana, se efectúa en el Salón Imperial del Consejo una reunión donde miembros del parlamento, que era conformado por los nobles, ministros, oficiales y magos principales del imperio, discuten las nuevas leyes, reformas y temas políticos y económicos, así como las tácticas de protección civil y mágica efectuadas por la G.I.M. «Guardia Imperial y Mágica». La reunión del día fue una llamada inesperada para todos, dado que el día anterior se había efectuado una.
Los comentarios que circulaban entre los caballeros de la aristocracia de Rasluan tenían como tema principal la noticia de que el emperador había llevado una joven niña a la que presentó como su hija. Fue a partir de ahí que muchos especulaban sobre el tema que se trataría en el consenso de hoy.
El salón era una amplia estancia rectangular, con dos tribunas enfrentadas y ubicadas contra la paredes laterales. En medio de estas, al fondo, estaba el trono donde se sentaba el emperador, puesto sobre una tarima de dos escalones. Las tribunas tenían un orden en la que cada lord y mago debían respetar: a la derecha del emperador, en la actualidad, irían los magos y oficiales militares, yendo en la primera fila inferior los líderes de alto rango. La tribuna de la izquierda del emperador la usarían los aristócratas y ministros, comenzando por los ducados y marquesados.
Incluso antes de que el emperador llegara, todas las voces provenientes de la tribuna de los aristócratas calló cuando se presentó el duque Salvatore, quien ocupaba además el puesto de vicepresidente del Consejo de Ministros. Virone Salvatore era uno de los pocos hombres más importantes de todo el imperio, ocupando un puesto alto por sí mismo, justo debajo del emperador y el mago líder de la torre del Este, Arsen. Antes de ser nombrado vicepresidente del consejo, Virone mantenía un fuerte poder de mando sobre los demás nobles. Con un perfil intachable de logros, una apariencia fría e inalcanzable, junto a su afilada lengua e inteligencia, Virone era el tipo de persona a la cual no querrías tener de enemigo ni querrías estar en su línea de atención.
Por otro lado, Virone tenía una reputación bastante elevada entre las damas. A sus veintinueve años, el duque Salvatore jamás asistía acompañado a los eventos sociales. Jamás se acercaba a una dama. Jamás se le veía acompañado de una, si bien era ganador de los suspiros, deseos y fantasías de todas las mujeres de la corte. Dotado de un rostro muy varonil, las aristócratas soñaban con ser el foco de atención de los ojos azules como el hielo del duque, o incluso obtener el permiso de tocar los lisos cabellos dorados del hombre, poder ser abrazadas por los anchos brazos o disfrutar del estremecedor barítono de su voz en sus oídos.
En el momento en que Virone apareció y se dirigió a las tribunas para ocupar su respectivo habitual asiento, cada noble reunido realizó la misma acción en silencio. Los magos y oficiales ya llevaban un tiempo esperando sentados, hablando en voz más baja, destacando una clara diferencia entre ambos lados.
Dos minutos de espera transcurrieron antes de que Bastianich se presentó acompañado por dos guardias imperiales. Todos en el salón se pusieron en pie.
—¡Bendiciones para el Emperador, honrado Sol de nuestro Imperio! —saludaron todos al unísono, mientras Bastianich ocupaba su asiento.
Hasta que no dio un gesto con su mano, nadie se sentó. Derramó su vista por cada fila, por cada tribuna, asegurándose de que todos estuvieran presentes.
—Cada uno se preguntará la razón de este inesperado llamado —comenzó—. Estoy seguro que todos han oído sobre la niña que he traído el día de hoy. —Hizo una pausa, que nadie se atrevió a romper con una pregunta u comentario—. Sí. Usando una prueba mágica de sangre, comprobé que la niña es sangre de mi sangre.
Finalmente, hubo varios murmullos, la mayoría viniendo del área de los nobles. Bastianich notó que los magos y oficiales imperiales permanecían en silencio, observándolo en su mayoría, otros pocos daban miradas de reprobación a la aristocracia frente a ellos.
Bastianich alzó una mano, acallándolos, aunque uno de ellos se levantó. El marqués Fiore, reconoció. No era un hombre que agradara a Bastianich, dado que en un inicio fue partidario y lamebotas del emperador anterior.
—Su Majestad, ¿está niña proviene de un nacimiento fuera del matrimonio real?
—Lo es. Esta niña no tiene relación con la emperatriz. Sin embargo, el motivo de esta reunión es porque, durante su décimo cuarto cumpleaños, llevaré a cabo la ceremonia para otorgarle el título de princesa real.
Contrario a la vez anterior, los murmullos ya parecían más quejas, algunos de los nobles incluso se levantaron de sus asientos, llegando a vociferar para hacer escuchar sus desacuerdos con esa decisión por encima de las voces de otros. Los magos estaban en silencio, unos pocos militares compartían pensamientos en voz baja.
Bastianich golpeó el posabrazos derecho del trono, el fuerte sonido interrumpiendo las voces.
—Este emperador se sorprende de esta reacción tan desfavorable —masculló con una férrea expresión.
El conde Schneider, ministro de relaciones interiores además, se apresuró a tomar la palabra.
—Con debido respeto, Su Majestad, la niña no es hija de la emperatriz. Tampoco podría considerarse hija de una concubina real ya que el Emperador jamás tomó una. —Abrió sus manos, el ceño fruncido—. Otorgar un título real a una hija ilegítima... El resto de los nobles fuera de este Consejo no lo verán con buenos ojos.
—Su Majestad tal vez no lo sepa, ya que ha llevado pocos años en el trono, pero en Rasluan el título de Princesa Real solo pueden aspirarlo las hijas de la emperatriz —añadió el marqués Fiore—. Incluso cada hijo u hija que el emperador tenga con una concubina solo obtiene el título de duque o duquesa. ¿Pero un hijo ilegítimo? —El hombre tuvo que contener una risilla—. Su Majestad, jamás un hijo ilegítimo en la dinastía di Rossi ha optado un título noble.
Bastianich, que estuvo esperando con su rostro apoyado en su mano cerrada, se puso en pie, tensando cada cuerpo ubicado en las tribunas.
—El marqués Fiore parece olvidar un detalle que, aunque suene insignificante, debería mantener siempre en cuenta. —Bastianich bajó los dos escalones de la tarima, casi ubicándose en medio de las dos tribunas—. Yo no soy el anterior emperador Konrad di Rossi, ni tampoco su padre Otto di Rossi, mucho menos su antepasado Santino di Rossi. ¡Todos parecen olvidar que la dinastía di Rossi acabó! —sentenció, causando incluso que Fiore y Schneider, quien permanecieron de pie, dejaran caer su culo en sus asientos—. Las tradiciones o costumbres que los di Rossi tenían me importa una mierda. ¡Esta es la dinastía Heiner! ¡Lo que yo indique, lo que yo ordene, lo que yo exija, lo que yo diga será una ley absoluta para todos ustedes! Como emperador, cada hijo mío, sea legítimo o no, será declarado príncipe o princesa real, y obtendrá su título oficial en su décimo cuarto cumpleaños. —Bastianich comenzó a caminar frente a las tribunas, con un paso lento y controlado, sin mirar a nadie en específico—. Lucius obtendrá su título de príncipe. Noah obtendrá su título de príncipe. Y Verónica, mi hija, obtendrá su título de princesa. ¿Está eso claro?
—Más que claro, Su Majestad. —Fue la voz de Virone quien se alzó primero. El duque Salvatore estaba en la mira de todos—. Es totalmente incomprensible como a estas alturas, hayan nobles en su corte que no puedan comprender su actual posición en este imperio —dijo en un tono que disfrazaba la ligera burla con decepción—. Su Majestad ha liberado al imperio de Rasluan de un mando tiránico, lo menos que podemos hacer en agradecimiento es aceptar cada decisión suya. —Virone inclinó la cabeza en un gesto digno—. A pesar de la trágica perdida física de Su Majestad, la Emperatriz, hemos sido bendecidos con la primera princesa de la dinastía. —Siendo Virone el primero de la fila, muy cercano al trono del emperador, tuvo que girar la cabeza para mirar al resto de sus compañeros—. En vez de quejarnos, ¿no deberíamos sentirnos dichosos y celebrarlo?
Una muy sutil sonrisa se dibujaba en los labios de Salvatore. El hombre veía la duda, el conflicto en los rostros de los nobles. Estaba el lado que optaba por la supervivencia, aquel que pedía a todos se mantuvieran en silencio y aceptaran sin queja alguna otorgar el título a la niña. También, por otro, estaba el lado del orgullo y el deseo de cumplir la tradición, de la rutina, la costumbre social a la que estaban habituados, de no ver a una ilegítima, una sangre impura poseer sobre su cabeza la corona real de princesa.
Un ligero carraspeo llamó a todos. El hombre con mayor edad en la tribuna, el marqués Lombardi, se levantó. El hombre estaba acompañado por sus dos hijos mayores, uno a cada lado de él. El primogénito estaba a la espera de obtener el título de marqués, mientras que el segundo hijo ocupaba el puesto de ministro de finanzas y precios del imperio.
—Este súbdito de Su Majestad comparte opinión con el duque Salvatore.
—¿Qué? —Fiore masculló en voz baja, sus dientes apretados. Estaba en la fila superior por detrás del marqués, así que tuvo que inclinarse—. ¿Cómo puedes estar de acuerdo con esta indigna decisión?
—Tenemos una princesa en la dinastía. La primera. —Lombardi dirigió una mirada por encima de su hombro, reacio a siquiera voltearse por completo—. Con la perdida de la emperatriz, y sin una concubina real, no podemos estar seguros de cuánto tiempo tomará para que hayan más herederos, al menos hasta que la nueva línea de sangre tome control.
—Y... ¿y debemos aceptar a hijos ilegítimos en su lugar?
—Posee la sangre del emperador. Es más que suficiente —sentenció el anciano—. El marquesado de Lombardi apoya la decisión real bajo la bendición de los dioses celestiales.
Virone, en pie por igual, ya no llevaba la ilusión de una sonrisa en su cara.
—El ducado de Salvatore apoya la decisión real bajo la bendición de los dioses celestiales.
Pasó unos segundos para que otro hombre en la tribuna se levantara.
—El condado de Wagner apoya la decisión real bajo la bendición de los dioses celestiales. —Dichas palabras fueron un poco más temblorosas.
Así, uno a uno, no sin cierta duda o temor, los nobles fue aceptando la voluntad de la petición de Bastianich. Schneider, Fiore, y otros cuatro individuos más se mantuvieron reacios. Ignorados por Bastianich, éste se giró a la tribuna opuesta.
El líder de la torre de magos del oeste, Wilhelm, inclinó la cabeza.
—Su Majestad, los magos imperiales aceptamos y damos la bienvenida a la futura princesa.
—También tengo algo más. —Asintió Bastianich, satisfecho. En realidad, no esperaba menos. Antes que emperador, era un mago como ellos. El nivel de lealtad que había era incluso superior al que profesaban los nobles—. Verónica fue bendecida con el don de la magia. Un peculiar don de la magia.
Como supuso, escuchó una vez más murmullos. Bastianich deseaba poder lanzar sobre ellos un hechizo de silencio. Los magos, por el contrario, estaban experimentando varias emociones: sorpresa, desconcierto, emoción, alivio.
—¿Desea Su Majestad seleccionar a uno de nosotros para la instrucción mágica de Su futura Alteza? —preguntó Wilhelm, empujando los lentes sobre su nariz.
—No es necesario. Mi antiguo maestro tomará a Verónica como aprendiz.
—¡¿Qué?!
—¿El maestro Arsen?
—¡Imposible!
—¡Maestro, todos menos él!
Prestar atención a las quejas de los magos era más divertido para Bastianich que oír las tonterías irritantes de los nobles.
Arsen era... un ser estrambótico entre los magos. Su pasado era un misterio para todos. Nadie, ni el mismo Bastianich, sabía cómo obtuvo su título de líder de torre, por qué se aisló tanto al punto de ser un ermitaño de los demás magos, o cómo era capaz de haber creado tantos artefactos. Su personalidad también era difícil, ya que ponía a prueba la paciencia de muchos, hasta de él mismo. No obstante, Bastianich no dudaba que fuera un mal maestro. Sus técnicas de enseñanzas no eran habituales, a Bastianich le tomó años acoplarse. No dudaba, sin embargo, que Verónica podría lidiar con Arsen. No confiaría la educación mágica de Verónica a nadie más, con excepción quizá del propio Mago Ancestral.
Que hablando de él...
—Su Majestad, ¿podría reconsiderar la tutela de la educación de la princesa a alguien más? —insistió Wilhelm—. Sería un honor para mí educar a la princesa tal y como educo a Sus Altezas Lucius y Noah. O solicitar la instrucción de otro líder de torre.
—¡Sí! —Un mago a la derecha de Wilhelm se levantó. Anton era el actual comandante de la guardia mágica y segundo Maestre de la torre mágica del oeste por detrás de Wilhelm—. No es por decir nada malo del antiguo maestro de Su Majestad pero, Arsen es... No creo que esté calificado en estos momentos. En cambio, si necesita a alguien con excelentes cualidades, ¿por qué no solicitar la instrucción del Mago Ancestral?
Ante la sugerencia, todos los magos presentes asintieron con una impresionante aprobación.
—Estamos seguros de que el gran maestro Deckard estaría mejor cualificado para enseñar a la joven y futura princesa.
Bastianich también lo creía. Es más, llamar al maestro Deckard fue una de las primeras cosas que quería hacer desde que se topó con Verónica. Ambos eran los hijos de los dioses y sus representaciones físicas. Bastianich aún los recordaba, cuando era joven, y ambos estuvieron por un breve tiempo en la torre del este, en aquel entonces Verónica ocupaba un cuerpo que no le pertenecía. Ella ahora no tenía recuerdo alguno de haber experimentado aquello, no obstante, Deckard...
—Disculpen que me inmiscuya en tal importante conversación. —La voz de Virone se dejó oír por encima de las demás—. Pero, siendo algo que se ha extendido por todos los imperios, ¿no se encuentra el aclamado Mago Ancestral imposibilitado de dejar el imperio de Menevras? —Con sus palabras, los magos no tuvieron cómo replicar—. No pretenderán enviar a una niña tan joven a una nación extranjera, ¿o sí?
El emperador suspiró. Había verdad y mentira en las palabras de Virone. Deckard se hallaba en una situación complicada en aquellos momentos, aunque no dudaba que la noticia de Verónica bastaría para que él dejara todo y se presentara en el imperio. A pesar de los riesgos.
—Mi maestro ha dado su petición, y por respeto a él, he aceptado —dijo Bastianich, por fin—. Confío en las habilidades de mi maestro, y sé que Verónica podrá alcanzar los estándares que ambos tenemos para ella.
Si bien ningún mago estaba de acuerdo con la petición, nadie objetó una palabra más.
La reunión se extendió otros pocos minutos. No había necesidad de hablar de otros temas, dada que no era la ocasión y esa excepción ya había causado que la agenda, de por sí ocupada, de Bastianich junto al trabajo de los demás ministros, se viera retrasada. El emperador fue el primero en irse, seguido por los magos que solo tuvieron que transportarse con magia. Los oficiales siguieron después, y los ministros junto a los aristócratas iban de últimos, unos más apurados que otros.
Un grupo se mantenía retrasado, cuchicheando.
—Lombardi, ¿por qué demonios aceptó dar el título a la bastarda? —El marqués Fiore exigió al anciano, quien discutía junto a Salvatore y otros lords.
Lombardi se giró.
—No sea imprudente, Piero —reprendió—. ¿Acaso quiere morir? Llamar de esa manera a Su Alteza.
—¡Debe ser una hija nacida del vientre de una vulgar sirvienta o prostituta! ¿Por qué debería tener el título de princesa? —escupió Fiore, su rostro rojo compitiendo con el color de su cabello—. Hasta Su Alteza la princesa Francesca tiene más sangre real en su dedo meñique que esa bastarda.
—Sin embargo, la princesa Francesca no tiene el mismo nivel de estatus como lo tiene ahora la princesa Verónica —objetó Virone, luciendo aburrido—. ¿Pretendes comparar a una princesa de una antigua dinastía con la actual? ¿A quién más va a favorecer Su Majestad, a la princesa de un tirano o a su propia hija?
Lombardi tosió un poco.
—Sin mencionar que, si lo que molesta es la presencia de esa niña, con solo esperar que crezca, podemos convencer a Su Majestad de enviarla lejos en un matrimonio político. Quizá a uno con el príncipe de Chadwick, o un compromiso con el príncipe Henry de Menevras.
El marqués de Fiore soltó un bufido poco elegante.
—Esa niña ni siquiera merecería tal honor, de convertirse en emperatriz. Con suerte, se efectuará el compromiso entre ese mocoso del príncipe Lucius y Su Alteza Francesca. —Fiore se dirigió directamente a Virone—. Excelencia, usted ha tenido contacto directo con la condesa di Rossi. ¿Cómo se encuentra la princesa? He escuchado que pasa mucho tiempo con los hijos del emperador. ¡Y pensar que nuestra princesa tendrá que tratar a esa bastarda por igual!
Virone lo observó en silencio unos segundos, frío e inalterable, y luego soltó un leve suspiro.
—La condesa di Rossi dijo en nuestro último encuentro que la princesa Francesca mantiene un buen estado de salud, sus estudios avanzan con gran éxito y su relación con los príncipes es fructífera. —Levantó una mano, pasando la palma por su nuca y causando un movimiento de onda en su larga cabellera. Era el único noble que mantenía el cabello dorado hasta media espalda—. Con honestidad puedo decir que la condesa no dejará pasar ningún error en la preparación de la princesa Francesca para el puesto de emperatriz.
—¿Cree usted tener la oportunidad de asegurarse con sus propios ojos? —La pregunta fue hecha con curiosidad por parte de Lombardi—. Solo pocos, los más cercanos a Su Majestad, logran tener permiso para poder ver a los hijos del emperador antes de que tengan su presentación social. Usted es uno de ellos.
Los demás nobles asintieron.
—El emperador dijo además que esa niña poseía un don de magia particular —continuó.
Ante ese comentario, un costado de los labios de Virone Salvatore se levantó en una ladeada sonrisa.
—Es cierto. Personalmente, también tengo mucha curiosidad por conocer a la nueva princesa del imperio.
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Creo que la cagué hace un par de horas. No dejo de sentirme mal y recriminarme.
No soy mala con los niños. Como hija única de mis padres, y la menor de la familia en general, nunca tuve que experimentar el trato con niños. Tengo el cuerpo de una niña, pero mi mente sigue siendo de una mujer madura. ¿Por qué demonios actúe de aquella manera tan infantil? Bastianich tenía razón, esos dos niños y yo seremos hermanos a partir de ahora. Me cuesta un poco ponerme en los pies de esos niños, trato de imaginarme a mis padres trayendo una niña de la nada y decirme que es mi hermana, el problema es que no siento esa sensación inmediata de rechazo como me lo mostraron Lucius y Noah, por el contrario, yo sentiría emoción de tener una hermana.
No me gusta ser egoísta con el cariño y el amor de las personas a mi alrededor, en especial de mi familia. En las fiestas familiares parecíamos una familia numerosa aunque no lo éramos. Teníamos nuestras discusiones, nuestras risas y nuestras muestras de apoyo y cariño. En esta vida, solo éramos Mariangela y yo, se redujo muy drástico, a decir verdad. Mentiría si dijera que no estaba nerviosa de conocer a los hijos de Bastianich, recibir tal rechazo...
Fue chocante.
Sí. Creo que me sentí dolida, decepcionada. Solo que, no siento que eso justifique cómo actúe con esos niños. Tuve una primera impresión ante ellos que va a causarme problemas para superar. He decidido que no voy a actuar frente a Lucius y Noah, los niños son más diferentes a los adultos. Más importante aún, si pretendo llevarme bien con ellos, creo que al menos debería mostrarme auténtica ante los dos, en especial Lucius, quien es el mayor.
—Solo espero que esto funcione... —susurro, todavía angustiada por los resultados.
Oh. La puerta se abrió.
Digamos que la zona residencial real constaba de tres palacios: el exageradamente enorme Palacio de Oro del emperador era el primero. Una impresionante construcción al estilo renacentista francés, cuyo edificio era de forma rectangular con torreones redondos en los laterales y dos grandes torres en la fachada, toda la pared era labrada en oro, decorada con rubíes incrustados. Manteniendo la misma arquitectura, el Palacio de Plata, en donde estoy, es un edificio en forma de cuadrilátero de piedra gris, el labrado en platino e incrustaciones de zafiros, flanqueado por cuatro torreones de esquina. Las terrazas del palacio, al menos la mía, me permitía un hermoso acceso al patio y ridículamente grande jardín del Palacio de Oro. En verdad parecía como el patio de juegos de la Madre Naturaleza.
Se me fueron asignadas tres habitaciones en el piso cuatro del palacio. La principal en la que estoy, que está anexada a una segunda, estoy segura que es el doble de grande que el apartamento que compartía con mis padres. El piso luce como un laminado de madera, y me gusta el papel tapiz, pues es un damasco rosa palo con relieves de arabescos en plata y flores. El asunto recae en que ¡esta habitación es enorme! Tengo un vestidor privado, un biombo, un maldito baño, una exagerada cama enorme de dosel a juego tanto en decoración como en la paleta de colores reinante en este lugar, hasta tengo un pequeño salón y área de estudio personal. pero sigo viendo tanto espacio reinante.
¿No pueden darme una habitación más pequeña? En serio, con el vestidor, una cama pequeña y el baño estoy bien. Hablo de, si junto un poco más todos los muebles, tengo espacio suficiente para instalar una sala de juegos, una cocina completa y otra cama de dosel.
Como sea. Han entrado un grupo de personas, dos hombres y tres chicas, ellas usando un uniforme de vestido negro y delantal. Hay una de ellas cuyo uniforme es de manga completa, contrario a las demás que es hasta el codo. Ah, compañera, eres muy hermosa. ¡Sus ojos son como el cielo! Y me fascina su cabello rubio, está atado en una coleta alta, con dos trenzas laterales, pero los mechones sueltos lucen de modelo. Ella es joven.
Los dos caballeros son muy diferentes entre sí, no solo en apariencia sino también edad. Uno es muy entrado en años, entre unos cincuenta o sesenta, delgado, con más cabello por los laterales (amigo, ¡vas a quedar calvo!) y un gracioso mostacho repleto de canas. Apuesto todo lo que no tengo a que es el mayordomo.
El último porta una túnica con el escudo real en el pecho, la tela es oscura y con bordado dorado. El chico tiene un atractivo rudo, hablo que me recuerda a aquellos tipos que les gusta el rock, fumar marihuana y tienen una picardía, los que te animan a cometer pecado por una noche en un bar. Trae el cabello en una coleta, rubio, es corto pero lo suficiente para atarlo. Sus ojos, por otro lado, portan un brillo de diversión y sabiduría al mismo tiempo. De inmediato me encanta. ¡Ah, si fuera mayor, no dudaría en coquetear con él! ¿Por qué soy chiquita?
Claro, y no debo olvidar que lo está rodeando un resplandor blanco. Este chico es un mago.
Todos se inclinan en una reverencia. El mayordomo habla.
—Saludos, Su Alteza. Soy Jean Phillipe, el mayordomo principal del Palacio de Plata y el Jefe de Servidumbre. —¡Jah! ¿Qué dije? El anciano iba a ser el mayordomo. Por un momento pensé que se llamaba Sebastián. Mierda—. Su Majestad el Emperador me dio órdenes de buscarle un equipo de servicio, así que me disculpo por la tardanza y tardía presentación.
—Jean... ¿Puedo llamarte "JP"? —Esto me encanta mucho.
El mayordomo parpadea, luego asiente con una expresión solemne.
—Como guste la princesa. Siendo honesto, nadie me ha llamado así desde mis años de adolescencia.
Eso me hace sonreír y aplaudir. Ah, JP, ¡estás complaciendo a una fanática! En mi reality show favorito de cocina, uno de los integrantes del equipo se llama igual.
—Alteza, este subordinado, a pesar del limitado tiempo, ha escogido para usted las personas que van a servirla a partir de ahora.
La rubia bonita es la que habla cuando JP terminó.
—Saludos, princesa, me presento. Soy Cate y a partir de hoy seré la niñera personal y doncella principal de Su Alteza.
—Buen día, princesa —dice quien está a la izquierda de Cate, una mujer de cabello negro y ojos azules—. Soy Holly, su segunda doncella. Es un honor poder servir a la primera princesa de la dinastía.
La tercera, a la derecha de Cate, es un poco más seria, pero no por eso menos cálida. Su cabello es más oscuro que Cate y sus ojos del color de la miel. Para ser honesta, ella se parece un poco a Cate. ¿Serán parientes?
—Hola, princesa. mi nombre es Camille y seré su tercera doncella. Estoy encantada de poder servirle.
El chico restante hace una reverencia profunda, llevando su puño al pecho.
—Saludos a la princesa real. Mi nombre es Dynno, y a partir de este día seré su mago guardián.
Cate, Holly, Camille y Dynno. Este será mi squad personal, ¿eh?
—Yo soy Verónica. Seamos buenos amigos.
Ah, ellos sonríen, unos más que otros.
—Por ahora... —dice JP—, pongámonos manos a la obra y preparémosla para la cena de esta noche. El emperador siempre cena con sus hijos, y usted no será la excepción. —Se gira a las chicas—. Cate, Holly, Camille, comiencen a trabajar. Dynno, a la puerta.
—Como diga. —Giró sobre sus pies, fue un movimiento muy elegante, luego de darnos una sonrisa a todas—. Señoritas. No duden en gritar si necesitan algo.
—Creo que estaremos bastante bien. —Cate avanzó y tomó mi mano—. Vamos, princesa. Lo primero será un baño adecuado.
Esto...
Justo ahora estoy cayendo en cuenta de cierto pequeño detalle. Mi aspecto actual. Quiero decir, no estoy tan mal ¿cierto? He estado usando pantalones y una camisa de cola, la moda típica de Rasluan, pero la tela se ha desgastado mucho por el descuidado trato. Me he mantenido limpia, más allá de eso, bañándome regularmente en el río cuando el sol está alto para entibiar el agua un poco. Las últimas dos semanas fueron difíciles desde que la pastilla de jabón se agotó.
Ugh. Ahora estoy sintiéndome muy incómoda.
Holly junto a Camille preparan el agua de la tina, las veo buscar distintos frascos, artículos de limpieza. ¿Es un baño o sesión de spa?
—Venga, princesa. Aquí hay una colección de aceites perfumantes. Puede escoger el que desee —ofrece Holly. Su voz es muy dulce. A excepción de Camille y Cate, Holly luce muy cerca de los treinta.
Hay como ocho frascos de similar tamaño, forma y color frente a mí. Los voy probando uno a uno. Lavanda, azahar, jazmín, rosas, vainilla, clavel, coco y manzanilla. De inmediato tomé el aceite de jazmín y vainilla, luego se los di a Holly. Son mis notas favoritas. El de las rosas me aburre tanto, es muy común. El frasco de azahar y rosas van a permanecer más tiempo repletos que los demás.
—Oh, cielos. —Esas palabras vienen de Cate.
Sus manos están en mi cabello. Yo solo quiero hundirme en la tierra. Mi cabello es un asco de paja carbonizada justo ahora, ¡no me lo recuerdes! Estar meses en el bosque con solo agua y dejándolo secar al sol lo han dañado más de lo que pretendía.
—Princesa, tendremos que recortar un par de centímetros. —Su voz angustiada no me gusta mucho porque yo también me angustio. No quiero terminar calva como JP.
—¿Me voy a quedar sin cabello?
—Por supuesto que no —consoló Cate—. Cortaremos la mala hierba y crecerá hermoso bajo nuestros cuidados. Es una promesa.
—Mnh. —Tengo que aceptar. De todas formas, está tan enredado que un cepillo no podrá pasar por los mechones.
Dios mío, he estado atenta a otras cosas que ni notaba como era la burla desde hace rato.
Holly fue quien hizo un corte previo. Tengo mucho cabello, es grueso además. Una vez lavado, le darán la forma. Cate me ayuda a entrar a la bañera repleta ahora de espuma, pero justo cuando he metido mi pie, siento una textura desagradable al tacto y chillo. La presión que hice provocó que uno, dos, un grupo de sapos verrugosos emergieran del interior. Todas y cada una chillamos.
¡¿De dónde salieron esos sapos?! ¡Asquerosos, asquerosos!
Entre nuestros gritos, escuchamos un escándalo fuera del baño. Antes de que la puerta se abriera, Holly me rodea con un abrigo de baño, además de sus brazos. Estamos todas juntas apretujándonos para evadir los sapos que no dejan de saltar, al tiempo que Dynno entra sosteniendo a Lucius con un brazo.
—Un pequeño bribón se ha deslizado a las habitaciones de la princesa. ¿Su Majestad le dio permiso de aparecerse aquí y causar travesuras? —Dynno enarcó una ceja, poco impresionado de los intentos de Lucius por escapar.
—¡Suéltame, Dynno idiota! —gruñó Lucius—. ¡Mi padre va a enterarse de esto!
—Wilhelm no permite que hagan magia sin supervisión. —Dynno echó un vistazo al baño—. Alteza, ¿qué significa esto?
—¿De qué le importa? —Clavó sus feroces ojos en mí, a través de los brazos de Holly—. Ya debe estar acostumbrada.
Niño. Vete al diablo.
—Dynno, lleva a mi hermano con papá —digo esta vez—. ¿Puedes también llevarte esos sapos y limpiar el agua?
—Como ordene, princesa.
—¡No obedezcas sus órdenes! —gritó Lucius, más furioso ahora. No sé si porque haya dado una orden a Dynno o porque será llevado ante Bastianich. Probablemente ambas—. ¡Ella no es una princesa! ¡No soy su hermano!
—¡Eres un niño malo! —grito devuelta, apuntándolo con un dedo—. Voy a hacer que duermas con las ratas y tengas lombrices en tus calzones.
—¡Jah! ¿Qué va a hacerme una apestosa? ¡Ibas a necesitar más que un baño!
—¡Su Alteza! —Holly de inmediato me pasa a Cate, y se interpone entre Lucius y yo—. ¿Qué tipo de modales son estos? ¿Es así la educación que recibe el joven príncipe heredero de este imperio? —Su voz, antes dulce, es tenaz y autoritaria. Siendo tan adulta, tan alta, no puedo evitar pensar en la imagen de mamá sobre ella cuando se enfadaba.
Me callo. Y creo que Lucius pensaba lo mismo ya que él guardó silencio por igual.
—Un jovencito, acosando de una manera tan deshonrosa a una niña tan pequeña. —Su mano me señala. Ups. Olvidé que, bajo esta bata de baño, estoy desnuda. Me aprieto más en los brazos de Cate—. ¿Cómo se atrevió a meter esas sucias criaturas en la bañera de la princesa? ¿Y si la princesa contraía una infección? Sigue siendo una niña, joven príncipe. —Holly dio unos dos pasos hasta ponerse firme delante de Lucius—. ¿El futuro emperador de este imperio es tan atrevido, insensible y cruel, que no siente compasión por el daño que cause a una niña pequeña?
—Yo... —El pálido rostro de Lucius comenzó a colorearse de rojo, era incapaz de levantar la mirada a Holly.
—Por favor, a partir de este momento nunca vuelva a aparecerse con magia en las habitaciones de la princesa sin su permiso —exigió Holly. Dynno tomó eso como una oportunidad para bajar a Lucius, quien se mantuvo quieto y en pie—. Mucho menos haga algo que ponga en peligro su seguridad. Ella es incluso menor que su hermano Noah. ¿He sido lo suficientemente clara con Su Alteza?
Estoy un tanto... sorprendida.
Lucius es un niño, pero en estatus es superior a Holly, sin embargo aquí está ella, reprendiendo en un tono duro al malcriado quien no tiene cara para decir nada. Si este niño fuera como Joffrey Baratheon..., pues, en términos de sirvienta, ya no tendría sirvienta.
—Vamos, Alteza. —Dynno empujó el hombro de Lucius para sacarlo fuera del baño—. Igual lo llevaré ante Su Majestad. —Se detuvo un segundo, y usó su magia para desaparecer los sapos. El agua espumosa de la bañera se secó y nueva fue colocada otra vez—. Disfrute su baño, princesa.
¡Ah! No digas eso. No puedo creer que Lucius haya usado la oportunidad en que me iba a bañar para hacer una travesura. ¡Maldito niño pervertido! Yo realmente quería llevar la fiesta en paz, ahora no me deja opción. Dependiendo de cómo se comporte luego de esto, decidiré si voy a darle una cucharada de su propia medicina o mantengo las manos en mi regazo.
El baño fue muy relajante, a su pesar. Camille atendió mi cabello, sus manos en mi cabeza mientras desenredaba los mechones y luego le daba forma estaba causando sueño en mí. Mmh... Quizá si cierro los ojos unos minutos...
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Hubo un ruido.
Doy un pequeño chillido al despertar. ¡Mierda, me dormí en la bañera! Todo está oscuro, debe ser muy entrada la noche. Me he perdido la cena. Estoy en esta maldita cama enorme, vestida y... una sombra se abalanza sobre mí, evitando que grite para alertar a Dynno.
—¡Cállate! —Esa voz alarmada... ¡Tú, niño obstinado!—. Eres una mocosa chillona. —Lucius está sobre mí, sus rodillas a cada lado de mi cuerpo y me mantiene presionada contra la cama. El brillo de su aura me deja percibir solo un poco de sus rasgos—. No solo por tu culpa papá me castigó, la cena de hoy fue horrible. No vas a ser una feliz princesa de cuento de hadas.
Mi culpa...
¡¿Mi culpa?! ¡¿Quién demonios te dijo que metieras esos sapos a la bañera?!
Comienzo a forcejear, logro liberar uno de mis brazos y alcanzo a arañar su cara. Lucius gruñe, golpea mi mano y da manotazos. Una de ellas golpea mi rostro, dejándome helada. Sé que él jadeó, ¿probablemente por recordar la amenaza de Holly? ¡Qué importa! De inmediato caigo sobre él, jalando su cabello, y aunque no tenga tanta fuerza, impacto mi puño en su fea cara.
No gritamos. No chillamos. Creo que ninguno de los dos quiere alertar a Dynno para arreglar esto entre ambos. Al diablo la fiesta en paz, esto puedo solucionarlo perfecto a vergazos. No me importan los jalones de cabello, o que mi piel arde por sus golpes, si él piensa que va a poder conmigo por ser una niña débil, va a quedarse muy decepcionado.
Lucius se pone en pie en la cama, dispuesto a abalanzarse de nuevo y aplastarme, cuando alcanzo a darle una patada en los huevos que lo tira de la cama.
—¡Ay! —Ese lloriqueo fue muy fuerte.
Dos toques en la puerta nos avisan de Dynno. Me asomo por el borde de la cama, viendo a Lucius morderse fuerte la boca para no llorar, sus manos aprietan su parte baja al tiempo que las lágrimas escapan de sus ojos. Quizá le patee muy duro.
—¿Princesa? —Dynno insiste—. ¿Está despierta? ¿Está todo bien? Escuché ruido adentro.
—Ah... ¡S-sí! —Los sollozos de Lucius se escuchan muy bajito, no quiere que Dynno sepa. Maldito niño, ¡no llores así! Me está angustiando su llanto silencioso, en verdad siento que me sobrepasé con esa patada—. Solo rodé y me caí de la cama. Estoy bien.
—¿En serio? —dice Dynno desde la puerta—. ¿Desea que pase?
—¡No! —Rápido, arreglo mi cabello enmarañado por culpa de los jalones de Lucius, la cama, todo lo que pueda—. No. Estoy bien. Solo fue la sorpresa. Estoy bien. Voy a seguir durmiendo. Gracias, Dynno.
—Está bien. —Arg, no le convencí. Lo noto en su voz insegura—. Coloque un par de almohadas a los costados, princesa. Así no se golpeará la próxima vez.
Qué vergüenza. Ahora Dynno pensará que soy ese tipo de persona al dormir. Con un suspiro, gateo hasta asomarme de nuevo en el otro lado de la cama, sin encontrar nada. Incluso me asomo para buscar bajo de la cama. Lucius no está. ¿Se habrá ido a su habitación?
Me siento en el borde de la cama. Ah. ¿Era muy difícil pedir una familia tranquila, con la que nos llevemos bien? Es como si me persiguiera la desgracia.
Decidiendo que era mejor dormir un poco más, ya era tarde, de todas formas, acomodo mi cuerpo en la cama. El remordimiento no me permite dejar de pensar en Lucius y su dolor de pelotas. El niño debe odiarme a muerte a raíz de esto. Esto es desesperante. Su negativa es tan profunda, no sé qué hacer para salir de eso. Y ahora, con lo ocurrido reciente, va a ser un problema mayor.
Un resplandor tintineó sobre la cama. Una jarra de agua.
—No me jodas.
La jarra de agua se ha volteado, derramando todo su contenido sobre las cobijas, el colchón, ¡y de mí! Agua fría, por cierto. Está todo empapado en el centro. En serio parece como si yo...
Yo...
Un sonrojo, la indignación y vergüenza me dominan por completo.
—Esto... es... ¡la guerra!
Bueno, escribo para mí y comparto con todos. Sé que llevamos pocos capítulos y no me gusta presionar a nadie para comentar, pero ¿qué tal?
Vamos muy lento. Terriblemente lento, lo sé, pero la infancia de Verónica va a abarcar un buen de capítulos. No muchos ya que si no se hará eterno y no es lo que busco, veremos situaciones en las que espero sean entretenidas o cómicas.
También quedan incógnitas por resolver, gracias a Vita, Verónica será una niña muy curiosa que va a preguntar por todos nosotros
Al inicio dije que habrán parejas BL. Aún falta un personaje por presentar, así que cuando él aparezca, empezarán dichas interacciones. A mí personalmente me entusiasma mucho dicho personaje, espero que sea bien recibido por todos y cuiden bien de él
Nos vemos en el próximo capítulo.
