CAPÍTULO 6

MENEVRAS Y EL MAGO RECLUIDO

.

.

.

—Una vez dicho el Decreto Real, este Parlamento no impone objeción alguna a su cumplimiento. Damos por terminada la sesión del día de hoy. —Una voz habló alta y fuerte.

Hubo dos golpes dados por un bastón que portaba un guardia oficial, anunciando el fin de la reunión. Todos los nobles y ministros presentes se levantaron, juraron su lealtad al imperio antes de salir de las tribunas para continuar sus deberes del día. En el centro al final, ubicada sobre una pequeña tarima, se hallaba el trono real habitado por una elegante mujer. La corona real decoraba los cabellos rubios como un atardecer en verano, evidenciando su rango como gobernante. Ella iba escoltada por dos guardias, uno de ellos era una mujer alta de cabello rubio más claro.

—¿Majestad? —La mujer preguntó, curiosa del hecho de que aún continuara sentada en el trono.

Recibió un suspiro.

—Dime, Enola... ¿Cuánto tiempo continuaremos con esto? —La emperatriz levantó la cabeza—. El imperio de Menevras está cayendo. Cada día, las noticias son desalentadoras. Si esto continúa, en diez años, no quedará nada. —La emperatriz se levantó—. Se nos acaba el tiempo.

—Estamos haciendo lo que podemos.

—No es suficiente. —La monarca descendió los tres escalones, seguida por Enola y el guardia anexo, que iban tras ella muy de cerca—. Toda la zona oeste fue tomada, se ha movilizado a los ciudadanos al área central. El sur está cayendo. Cada día, el rango del imperio que la barrera protege disminuye. No podemos estar movilizando a las personas, apretujándonos todos entorno a lo que llega a cubrir la barrera.

Enola llenó sus pulmones, comprendiendo la preocupación de la soberana.

—La entiendo, Majestad.

—¿Ha regresado Eciar?

—Todavía no tenemos noticias al respecto sobre él. —Fue la respuesta del otro guardia.

—Dioses sagrados... —Los tres avanzaron por el amplio salón, atravesando las puertas—. Me temo que tendremos que recurrir a trasladar a la población a otros imperios. No es una medida que me agrade, lo que menos quisiera es importunar al resto de naciones.

—En ocho años es el Congreso de Alianzas —nombró Enola, sus ojos veían curiosa el perfil de la emperatriz—. Sería una buena oportunidad para formar un compromiso entre el príncipe heredero y alguna princesa extranjera, eso fortalecería las uniones.

La emperatriz negó.

—Durante doce años he evitado imponer un compromiso en Henry. Y lamentablemente no hay una princesa apta. Bromstung solo posee príncipes, Dovelush todavía no ha procreado un heredero. Chadwick ya posee una princesa comprometida con el heredero de Bromstung. Y Rasluan...

—Rasluan no posee princesas, y actualmente la única disponible ha perdido su título desde que el emperador Bastianich destituyó la dinastía de la que ella proviene —respondió el guardia—. Tengo entendido que ella, a su pesar, fue prometida al heredero de esa nación.

—Ya pensaremos en algo. Los compromisos políticos es algo que prefiero tener como última opción. —En vez de usar el camino habitual para dirigirse a su estudio privado, la emperatriz tomó el camino que claramente llevaba al jardín del palacio—. Vayamos a la Torre Negra.

—¿Querrá visitar al Mago Ancestral?

La emperatriz no respondió. Los guardias que la protegían no estaban seguros de cómo tomar su silencio, sin embargo acataron la orden, y la acompañaron directamente hasta la Torre Negra principal de Menevras. Con el paso de los años, la zona alrededor de la torre había cambiado. El lugar fue descuidado. Los magos que en antaño estudiaban, crecían y se fortificaban en esa torre, tuvieron que cambiar sus deberes para el bien del imperio: sirviendo a la protección de la barrera. Solo unos cuantos permanecían, instruyendo a los más jóvenes y manteniéndolos a salvo del peligro.

Los últimos cuatro pisos de la torre estaban prohibidos, únicamente los de alto rango podían tener acceso.

Pero, fuera de eso, el estado actual de la torre era deprimente. Y Myriam, la actual emperatriz regente hasta que su hijo pudiera gobernar el trono de Menevras, antigua aprendiz, recordaba cuán vivo fue el ambiente entorno a la torre antes de que cayeran las desgracias. La hierba que crecía alrededor de la torre ahora era muchísimo más salvaje en esos últimos meses.

El problema fue que, no llegó a poner un pie dentro de la torre debido a la persona que estaba de pie frente a ella.

—¿Qué haces aquí? —Enola dijo, adelantándose a los otros—. ¿No se te ordenó que, apenas llegases a Tierra Sagrada, te presentaras inmediatamente ante la emperatriz y le informaras lo que descubrieras?

El hombre se volteó, unos profundos ojos oscuros la atravesaron. Eciar sonrió.

—¿Oh? ¿En serio? Supongo que es algo que olvidé.

Myriam, por otro lado, no lucía enfadada. Caminó un par de pasos, y se detuvo justo frente a Eciar. Él no se arrodilló ni saludó, Myriam tampoco esperaba que lo hiciera. La situación con Eciar era demasiado complicada como para exigir derechos. Eciar nunca presentaría respeto a nadie, únicamente, y solo por obligación, a Deckard.

—Eciar. ¿Encontraste a la persona que estabas buscando?

—... No. —Eciar dejó de mirarla, regresando su atención a la torre.

—Es una lástima. Pero va a aparecer.

—Estoy cansado de que me digan esas malditas palabras todo el tiempo. ¿Por qué no pregunta lo que quiere saber?

Tanto Enola como el guardia adjunto invocaron una esfera de maná eléctrica.

—Ten más respeto hacia la emperatriz —escupió Enola, con enojo—. Estoy seguro de que el amo Deckard no le importará si te quiebro un brazo.

—Muy bien, es suficiente los tres. —Myriam levantó una mano, que solo pudo relajar la postura del guardia menos la de Enola. Por esta vez, mientras no comenzasen a atacarse, Myriam lo dejó pasar—. De acuerdo. Tienes razón —dijo hacia Eciar—. Debería enfocarme en los asuntos que me competen en lugar de sentir interés por los tuyos. —Myriam echó un vistazo a la figura de Eciar.

Estaba ileso, su cabello oscuro había crecido mucho pero él no se molestaba en arreglarlo, quedando una maraña de cabello salvaje entorno a su rostro. Debido a su maldición, todavía se veía joven. La ropa era oscura, sus pies descalzos. Enola siempre lo estaba comparando con un vagabundo, pero a Myriam le daba lástima verlo en tal estado. Mientras no encontrara a esa persona, Eciar no tenía ningún cuidado sobre sí mismo.

—¿Qué novedad traes? ¿Has podido averiguar algo sobre el paradero de Rawdon o su secta?

—El segundo príncipe de Bromstung fue asesinado mientras atendía una redada. Toda la zona oeste y sur de la nación fue tomada e invadida por las quimeras oscuras.

—... ¿qué?

Un frío desagradable invadió tanto a Myriam como al resto de sus acompañantes. La sesión del Parlamento acababa de cerrar hace un buen tiempo, si bien tenía informantes dispersos a lo largo del mundo, las noticias no llegaban de manera inmediata como para poder anunciarlas en esas reuniones. Podían tardar días.

—¿Cuándo sucedió eso? —exigió Myriam.

—Hace unas horas. —Eciar se colocó de cuclillas, arrancando con ociosidad la hierba alta—. A Bromstung le quedará un par de semanas, cuánto mucho. Sus defensas son demasiado bajas, y el poder de los magos oscuros ha aumentado. La grieta infernal ha crecido. Están comenzando a enviar sobrevivientes a Dovelush a través del mar. Y es probable que Chadwick inicie una rebelión contra las torres de magos.

—¿Rebelión? ¿De qué demonios hablas? —Enola avanzó, aplastando la hierba que Eciar estaba a punto de tomar—. ¿Por qué se rebelarían contra los magos? Esos bastardos, ¡los estamos protegiendo!

Eciar se levantó, muy lentamente, hasta toda su altura, superando a Enola por media cabeza. Ambos quedaron muy cerca, el desprecio brillaba en los ojos oscuros del hombre, solo que no terminaban de intimidar a la guardiana mágica.

—Por el pobre intento de mago ancestral que tienen. Las naciones se están destruyendo, ¿y qué hace él? Está ahí, en lo más alto de la torre, recluido.

—La magia del amo Deckard está debilitada justo ahora —defendió Enola, apretando sus dientes—. Si él sale a defenderlos a todos, quedará vulnerable la Fuente Mágica, ¡eso sería el fin para todos!

—Y si tampoco sale, será el mismo resultado para las demás naciones. —Eciar la empujó, el gesto siendo una mecha que encendía las llamas en Enola. Tuvo que ser detenida por el otro guardia, con Myriam interponiéndose entre ambos—. Bromstung pende de un hilo. Chadwick va a atacar tarde o temprano y será una oportunidad de toma para Rawdon. Dovelush ahora se ha vuelto una nación de refugiados.

—¿Qué hay de Rasluan? ¿Cómo está la situación? —cuestionó Myriam, teniendo una vaga esperanza.

—Tensa. —Eciar esquivó su mirada—. Puede que ese emperador Bastianich tenga talento, pero sus esfuerzos no durarán mucho.

Enola entrecerró los ojos.

Despreciaba a Eciar. Odiaba la situación en la que estaba actualmente, esa débil unión maldita con Deckard. Las inmensas ganas de matarlo eran infinitas, quería retorcerle el cuello y quebrar sus huesos, sin embargo a veces, como ahora, tenía que admitir su utilidad. Era el más inmediato de los informantes, no poseía un aura mágica y su capacidad adquirida de transformarse en una bestia lo volvía apto para infiltrarse en los círculos donde rondaba la secta de Rawdon.

—¿No tienes nada más que decir? Tú, maldito animal, ¿estás ocultando algo?

—¿Ocultando? ¿No se nota en mi rostro cuánto asco me dan tú y los de tu clase? Quizá no estoy haciendo un buen trabajo.

—Por favor, ya es suficiente. —Myriam detuvo antes de que iniciara otra discusión—. Eciar..., ¿qué has podido averiguar sobre Rawdon? ¿Has logrado verlo?

Las manos de Eciar se formaron en un puño. Él le tenía un especial resentimiento a Rawdon. Nada más existía por dos razones: encontrar a esa persona y despedazar a Rawdon. Era frustrante no haber cumplido aún ninguna de las dos.

—Todavía no. Solo que, parece que está planeando algo. Tiene relación con los hijos de los dioses.

Ante esa mención, tanto Enola como Myriam se tensaron. No era solo por su profunda relación con Deckard, sino porque también incluía a la hija de Naturae.

—¿A qué te refieres? Hasta ahora, solo el amo Deckard está presente como el hijo de Vita —habló Enola.

Myriam jadeó.

—Eciar, por favor, dímelo. ¿Ha habido señal de que... ella ha regresado?

—No tengo idea alguna. No es eso a lo que me refería.

La decepción invadió a Myriam, cortando cualquier cosa que pudiera decir, y dejando que Enola tomara la palabra.

—Jah. Pedazo de basura. ¿Entonces de qué hablas? Escupe la mierda de una vez.

Eciar apretó la mandíbula. ¿Cuánto enojo invadiría a Deckard si Eciar se transformara y le mordiera un brazo o una pierna a su guardiana mágica de más confianza?

—No pude averiguar con exactitud. Solo escuché algo de necesitar la sangre de los hijos de los dioses.

—¿La sangre? —Myriam lucía confundida.

Pero el otro guardia, y en especial Enola, se volvieron tan pálidos, toda la sangre fue drenada de sus cuerpos al escuchar dicha palabra.

—Eso es malo...

—No lo entiendo. —Myriam se volteó a sus guardias—. ¿Qué tiene que ver la sangre?

—Su Majestad no lo sabe ya que, tuvo que interrumpir su aprendizaje mágico cuando se volvió emperatriz y en cambio, tuvo que aprender a gobernar el imperio —dijo el guardia primero.

Enola continuó.

—Cuando se usa la sangre de un mago, se habla de un ritual prohibido. El maná de nuestro núcleo impregna cada parte del cuerpo de un mago. Su sangre es como el oro. Respecto al amo Deckard, su sangre es casi sangre sagrada del propio dios Vita. Si se llega a usar en un ritual...

—Por eso el amo Deckard evitaba salir herido en los enfrentamientos. La única vez que ocurrió...

Fue durante la muerte de Evelyn, o Verónica.

No hubo necesidad de decirlo. Ese evento fue uno de los más desgarradores que el imperio tuvo que presenciar. Es más, muchos magos tenían pánico de nombrarlo en voz alta, en especial si Deckard estaba presente.

—Pero ¿qué tipo de ritual podrían hacer que requiriera la sangre de los hijos de los dioses? —cuestionó Myriam.

—Y más aún, ¿cómo podrían conseguir la de Verónica?

Eciar no habló al respecto.

—Eciar, necesitas averiguar qué tipo de ritual está planeando hacer Rawdon —ordenó Myriam—. Sé que no tengo la potestad para darte órdenes como Deckard, no obstante, no podemos dejar que cumpla sus objetivos.

—¿Crees que soy algún estúpido? —Eciar se cruzó de brazos—. No voy a permitir que esos bastardos obtengan lo que quieren.

Myriam asintió. Enola tomó esa oportunidad para acercarse a ella y tomar su codo.

—Majestad, subamos para ver al amo Deckard y darle las noticias.

—Sí. —Myriam echó una última mirada a Eciar. Él no podía subir con ellos, no tenía el acceso permitido.

Myriam se despidió, Enola solo lo ignoró como el otro guardia. Eciar no les prestó atención, solo permaneció ahí en pie frente a la torre, hasta que ellos se marcharon.

.

•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•

.

Eciar definitivamente ocultó información. No les dijo que esa chica, aquella que antaño suplantó a Evelyn, había regresado. ¿Por qué habría de? Ese mago le dio órdenes estrictas de que solo cualquier avistamiento, cualquier posibilidad de su presencia, se lo notificara directamente. Pero luego se aisló debido a su magia debilitada en lo más alto de la torre, nada más dejando que ciertos magos pudieran entrar y verlo.

No fue su culpa que él no pudiera decirle.

Sin embargo, él tampoco tenía idea del asunto relacionada a los rituales con sangre mágica. No estaba seguro de qué era lo que Rawdon estaba planeando al tratar de recolectar la sangre de los hijos de los dioses. ¿Qué tipo de ritual podría hacer con ellos?

La desagradable sensación de su cuerpo en medio de la metamorfosis lo recorrió, el cuerpo del hombre transformado en bestia. Odiaba este cuerpo. Odiaba esta maldición. Pero era un pago si deseaba encontrarla.

"¿Dónde estás?"

Un débil gemido animal escapó de su control, la agonía por verla lo carcomía.

Su pata derecha rasgó la tierra en dolor, poco después emprendió el viaje fuera de tierra sagrada, no solo para hacer la investigación sobre el misterioso ritual que Rawdon deseaba efectuar, sino para continuar su exhaustiva búsqueda.