CAPÍTULO 9

EL TUTOR DE LA PRINCESA

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Desde que nací en este mundo, he conocido a personas de distintas personalidades. Todos y cada uno tenían sus virtudes, sus defectos, sus rarezas. Comprender que eran diferentes a las personas con las que me topaba en Chile, me fue volviendo más consciente de mi nueva realidad. Siento que ya no soy exactamente la misma Verónica de antes, en especial ahora que he tenido que estar envuelta en una situación de guerra; fui consciente que nací y crecí en un intento de prostíbulo, vi morir a mi madre de manera brutal frente a mis ojos sin poder hacer nada para evitarlo, escapé y viví por mi cuenta, a muy tierna edad, en un bosque, tratando de alimentarme con lo que podía encontrar en la naturaleza.

Me he vuelto mucho más perceptiva con respecto a las personas...

Y sé que hay algo raro en este tipo, Max.

Es extraño, porque apenas lo estoy conociendo desde que desperté en su hogar. Pero la primera palabra que me vino poco después de interactuar con él es "mamarracho".

Siento que lo estoy juzgando sin conocerlo en totalidad, solo que a veces mi percepción de las personas se vuelve más exacta. Además, ¿quién intenta manipular a una niña de seis años para que convenza a su padre de contratarlo como tutor? Que irresponsabilidad tan grande. Podría ser un estafador. Es la razón por la que le dije que él se encargara de sus asuntos, vaya a llevar su hoja de vida con Bastianich, weon.

Debido a que mi vestido se arrugó, me prestaron uno de la única hija de esta casa. Adelhaide Rinaldi. Es muy dulce, adorable. Tiene mi misma edad actual, un cabello dorado oscuro y ojos de un verde marrón, un verde pardo. Su abuela Vannya también tiene los mismos encantadores ojos. Maximiliano tiene un cabello y ojos más claros, y en un cuadro que vi en el pasillo de la mansión familiar, Max tiene los rasgos de su madre.

No obstante, no dejo de pensar en un pequeño detalle.

¿Qué tan rápido se esparcieron los rumores sobre mí por todo el imperio? Bastianich todavía no había pretendido presentarme ante los nobles, no he llegado a toparme con ninguno desde mi llegada al palacio, sin mencionar que el vizcondado Rinaldi no son nobles cercanos a la Familia Real. Entonces, ¿cómo pudo Max reconocer que yo era la princesa? Podría ser una noble común, una hija adoptiva, tomando en cuenta mi color oscuro de piel comparado a otros.

De alguna manera siento que, ese conocimiento es muy valioso y no es algo que un noble tan inferior pudiera saberlo tan fácilmente. Por lo poco que estoy notando, Maximiliano Rinaldi es el único en saberlo, ya que los demás habitantes de esta mansión se enteraron solo a través de él.

—¡Este vestido le quedará bien a Su Alteza! —Adelhaide señala un vestido que su sirvienta extrae del armario—. ¿No es bonito?

Vannya sonríe a un lado de mí.

—Sé que no es tan elegante como los vestidos de palacio, así que espero que Su Alteza sepa disculpar. Trataremos de llevarla lo más pronto posible al palacio para que no se sienta incómoda por tanto tiempo.

—No, no. —Sacudo las manos, evitando que se incline. Señora, no se siente—. No me molesta ni me incomoda. La señorita Rinaldi tiene razón, es un vestido muy bonito. —Camino hasta detenerme junto a ella y su sirvienta.

Es un vestido de diario, la falda es simple, un poco por debajo de las rodillas, y las dos capas son de tela ligera, así que es perfecta. Parece simular que llevo puesto un pequeño chaleco de manga hasta los codos, y me encanta que sea en colores fríos como el turquesa.

Adelhaide se ve feliz. Me hace sentir de buen humor. Es agradable interactuar con alguien de mi edad, no importa si es una niña. Llevo muchísimo tiempo interactuando con adultos, fingiendo ser poco madura o infantil dependiendo de la persona, y luego el desastre que resultaron mis nuevos medios hermanos. Es algo confuso a veces, tener esta mentalidad de mujer en un cuerpo infantil. Hay días en los que no sé cómo actuar realmente, me siento muy exhausta.

Arsen me dice que no tengo que fingir con él pero igual termino actuando de manera adulta. Igual con papá.

Con Lucius y Noah, ahora con Adelhaide, me veo forzada a actuar como una niña.

Pero ser yo misma... Supongo que tendré que esperar mucho para poder hacerlo.

Por ahora, creo, me permitiré tomar el papel infantil de nuevo.

—Soy muy afortunada de estar aquí y poder conocer a la señorita Rinaldi. —Le doy una gran sonrisa a Adelhaide—. No conozco a niñas de mi edad, así que espero que podamos ser buenas amigas.

—Oh, pero ¿la princesa no ha conocido aún a lady Francesca? —pregunta Vannya—. Puede que sea un poco mayor a Su Alteza...

Hago una mueca.

Ugh. Francesca...

—Me parece que no logré congeniar bien con ella. Tampoco con mis hermanos, creo que todavía se sienten un poco extraños conmigo...

—La princesa es increíble. Si lady Francesca no quiere ser su amiga entonces... —Adelhaide se acerca para tomar mis dos manos—, ¿puedo ser yo la amiga de Su Alteza?

Ella... ¿quiere ser mi amiga?

Yo, desde que llegué aquí no he podido tener amigos. La última amiga, mi mejor amiga además, fue Eva, en mi vida en Chile. Y la extraño un montón. Ahí, todo era más sencillo, mis preocupaciones no eran tan complicadas. No obstante, sé que Eva tampoco reconocería a la Verónica que soy ahora.

Quisiera poder volver a divertirme como cuando estaba con Eva. El problema es que, Adelhaide es una niña, educada y delicada, en comparación con el torbellino coqueto que era mi mejor amiga. Pero, en estos momentos que más necesito la compañía de alguien agradable, quisiera compartir con Adelhaide.

—Me encantaría mucho. —Aferro las manos de Adelhaide, muy contenta. Como niños, hacer amigos es muy fácil en algunos casos—. ¿Puedo llamarte Adel? En cambio, me gustaría que me llamases Verónica. O Vero.

Adel asiente, sus ojos brillan mucho. En verdad me gusta esta niña.

—Mi abuela también me llama Adel. Me gusta más que el apodo que me está poniendo mi hermano. —Adel arruga la nariz.

—¿Cómo te llama?

—Heidi. Es un apodo extraño.

...

¿Heidi?

Eso...

Viendo desde un punto lógico, Adel-heide, que es una variación de "Adelaida", podía tener bien el acorto de "Heidi". El asunto es que, en el idioma que maneja Rasluan, un idioma muy combinado a la vez que diferente del gérmanico-francés en mi mundo, la palabra "Heidi" como nombre corto u apodo, no existe. La gente tomaría el "Adel" como nombre cariñoso en su lugar, siempre.

¿Por qué el hermano de Adel...? No. ¿Cómo se le pudo ocurrir al hermano de Adel darle ese apodo?

Heidi.

Heidi es...

Estaba por preguntarle más a Adel cuando su abuela nos interrumpe.

—Bueno. No perdamos más tiempo. Vistamos a Su Alteza para que podamos ir a cenar. —Coloca su mano cálidamente en mi hombro para que vayamos tras un alto biombo.

En definitivo, debería vigilar más de cerca a Max.

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—Princesa, después de comer, ¿le gustaría subir a jugar con mis muñecas? —Durante la cena con la familia Rinaldi, Adel me pregunta. Algunas veces me llama Verónica y otras vuelve a usar el título de "Princesa". No me molesta, porque apenas nos estamos conociendo. Y su petición, ah, ¿hace cuánto que no juego con muñecas? Extraño mis Barbie's, solía tener una de la edición de los 80 a la le había pintado un mechón de cabello con marcador de colores—. Hermano, ¿puedo saltarme mis clases de etiqueta y jugar con la princesa, por favor?

—Haremos una excepción esta vez. —Max come frente a mí, así que estoy observando atenta pero sutil sus movimientos—. Deberé también comunicarme con la torre de magos del este.

—En el palacio no tengo a nadie con quien jugar, así que me gustaría —digo con calma, mi mente distraída con lo que dijo Max.

Es cierto.

Estamos cerca de la torre de mi maestro.

Este pueblo está lejos del palacio, pero la torre de magos de Arsen está más accesible en comparación. Por lo general, siempre me llevan usando magia a mis clases con Arsen, todo el tiempo dice que prefiere que veamos las clases en la torre que en la palacio porque "volveré un infierno ese lugar por mi falta de control". Sin embargo, ningún miembro de esta familia tiene magia, así que no pueden teletransportarme directo al palacio ni tampoco puedo replicar la magia de burbuja de Lucius.

Hm.

Esa mierda de Lucius... Un pedazo de caca despreciable como el propio Malfoy.

¿Papá se habrá dado cuenta? ¿Me estarán buscando? Ni siquiera sé si sabrán dónde estoy.

No importa ahora. Debo enfocarme en la gente que está a mi alrededor. Porque, de alguna manera estando con ellos, me siento muy cálida. Son todos amables, a pesar del recelo que me despierta Max a veces, no puedo negar que me agradan todos. Una parte de mí, por sorprendente que sea, no quisiera marcharse aún.

—Si tú eres su hermano y eres un tutor, ¿por qué no le das tutorías? —le pregunto a Max, tomando un nuevo tema. Podría hablarle a Adel, sin embargo necesito recabar más información de este sujeto.

—Ah. Buena pregunta. —Maximiliano dice luego de beber un sorbo de vino. Yo aprovecho para beber de mi jugo y fingir que no quiero beber vino también.

Mierda, Verónica, has hecho un excelentísimo trabajo permaneciendo seis malditos años sobria. Estás perfecta para mandar solicitud al Vaticano, permanece así.

...

A quien quiero engañar.

Sé que apenas entre en mis buenos años de adolescencia, buscaré mi primera birra. Quizás debería denegarme a hacer amistad con Adel, ¡esta niña no necesita una mujer de barrio con tan mala influencia como yo! Puedo escuchar a Eva decir con claridad: "¡No profanes a la niña, sucia!"

—Tengo mis propios deberes también. Hago investigaciones, enfocados en la psicología y el estudio de la mente humana. También siento interés por el desarrollo de la conducta humana a través de los años. Y otros temas más... —Max hace un gesto vago, restando importancia. Mmh, no fanfarronea como creí que haría.—. Además del material que organizo para mis estudiantes, no puedo ni sería ético enseñar a mi propia hermana. —Sonríe en dirección de Adel—. Pero ella me ha demostrado que puede enorgullecerme. No es así, ¿querida Heidi?

—He estudiado muy duro, ¿verdad, hermano?

—Mmh. Ajá. No he recibido quejas de mis colegas. —Ahora, me sonríe a mí.

Pero no estoy prestando atención a su sonrisa de Míster Universo, sino a que Adel tiene razón: la llama Heidi.

Señor Calamardo, venga a ver esto.

Una de mis series animadas favoritas de la infancia es Tom y Jerry... porque me encantan los juegos del gato y el ratón.

—Si fueras mi tutor, ¿me darías mucha tarea? —pregunto con fingido interés infantil.

—¡Por supuesto que no! Solo lo necesario. Hablando con la princesa, puedo percibir que es una niña muy inteligente. Estoy seguro de que todo lo haría perfecto... —Max lleva su atención a Vannya, levanta las comisuras de su boca al oírlo—. ¿No lo crees, abuela?

—Mi nieto tiene razón, Su Alteza. Es más, a pesar de su juventud, ha educado satisfactoriamente a varios jóvenes de importantes casas en la región. —Me distrae un poco la elegancia de sus movimientos al picar la carne—. De todo corazón, espero que Su Alteza le brinde una oportunidad a mi nieto de poder educarla y llegar a ser la hermosa flor de nuestro imperio.

—Pues... —Weon, ¿cómo se le responde a eso?

Yo...

||Retumbar||

Al vivir en Chile, es parte de nuestro día a día sufrir pequeños microsismos, por lo general no son tan fuertes así que nos hemos acostumbrado. Algunos extranjeros que visitaban la capital quedaban aterrados los primeros días, debo decir que cuando la magnitud de los sismos aumentaba, yo también me asustaba...

No pensé que volvería a experimentar esa sensación en esta vida otra vez.

—¿Un... terremoto?

—Oh, por todos los Dioses... —El jadeo de Vannya y la palidez de su piel comenzó a elevar mi pavor, supongo que es un sutil pavor nacido por mi etapa infantil. Me estremecí cuando las copas de vino y jugo cayeron en la mesa.

—¡Abuela! —Contrario a Adel, yo no podía correr a alguien para que me abrazara, así que permanecí en mi asiento hasta que un terrible rugido que se escuchó en el exterior helara la sangre de mis venas.

Lo reconocí al instante.

Porque era el mismo rugido de las quimeras oscuras que acabaron con la vida de mi madre.

—¡Tenemos que salir de aquí! —Me levanté, ignorando los gritos de los pueblerinos que escapaban.

—¡Mi dinero! ¡Galatea, busca la plata! —Maximiliano se levantó, rodeó la mesa y me tomó en brazos—. ¡Ya cogí el oro! ¡Abuela, toma a Heidi y vámonos!

¡Tú...!

¡¿Cómo que oro?!

¡Grandísimo idiota! ¿Qué haces?

—¡Bájame!

—No se preocupe, princesa, ¡yo la protegeré! Estoy altamente cualificado en las T.U.S.E.

—¿TUSE? ¿Qué demonios es TUSE?

—"Técnicas Universales de Supervivencia y Evasión".

¡Este tipo está loco!

Salimos a la calle. Galatea apenas pudo buscar un par de abrigos, llevaba un bolso en su mano. Theodore cargó a Adelhaide en lugar de Vannya pero se mantenía muy cerca de la señora junto con Galatea, y Maximiliano me llevaba a mí en sus brazos. El exterior era un desastre. Las personas corrían en la dirección opuesta donde comenzaban a venir las quimeras, sus energías resentidas comenzando a intoxicar el aire.

Las quimeras oscuras eran monstruos creados a partir de criaturas infernales. Se dice que las primeras quimeras en pisar la tierra eran una combinación de lobo y leones, las de ahora, por el contrario, parecen una horrible mutación entre un gran rinoceronte del tamaño de un elefante con un reptil. La cabeza portaba tres cuernos, el del medio era el más grueso, con la fuerza suficiente para derrumbar una casa. En su cola había venenosas espinas, al igual que sus garras. Si permites que te arañen o golpeen, la baba tóxica que cubría sus garras penetra en tu cuerpo incluso a través de la piel. Es un veneno de rápido efecto, horriblemente doloroso.

Y lo sé... porque nunca pude quitar de mi cabeza la forma en la que mi madre se retorcía, gritaba, se rascaba la piel enloquecida, se arrancaba los cabellos, hasta fallecer de un ataque fulminante a su cerebro, luego de que una quimera la atacara con las espinas de su cola por protegerme a mí.

Mamá murió para salvarme... porque de alguna manera, la mayoría de las quimeras se sentían atraídas hacia donde yo estaba.

—¡Tienen que dejarme aquí! —Aferré el chaleco de Maximiliano, aterrada.

No sé qué pasa conmigo, las quimeras se enloquecen por ir tras de mí. Si ellos siguen a mi lado, correrán peligro.

—¿Y que el Emperador quiera cortarme la cabeza porque no protegí a Su Alteza? ¡Ni loco! —Maximiliano dijo.

—¡Puedo protegerme sola! ¡Soy maga, puedo usar mi magia!

—¡Su Alteza aún es pequeña!

Ambos gritamos.

Un fuerte retumbar tras nosotros. Al girar, cuatro quimeras rinocerontes estaban a al menos veinte metros de distancia, sus enormes cuerpos no pasaban juntos a la vez en las pequeñas calles, así que, enojadas, una de ellas comenzó a destruir casi con ira los edificios. Uno de ellos fue la mansión Rinaldi.

Escuché a Max lloriquear.

—Soy muy chiquito para vivir debajo de un puente. —En contradicción a sus gestos llorones, me abrazó fuerte—. A correr.

Debo decir que el tipo es rápido cuando quiere.

Abracé su cuello, pero una de mis manos se estiró hacia las quimeras. Cerré los ojos con fuerza, concentrándome en el agua. Arsen dijo que mi magia tiene afinación con la tierra y el agua. Sé que puedo levantar picos de tierra, lo hice al salvar a papá antes, aunque nunca he logrado conectar con el agua.

—Una ola de agua... ¡Una fuerte ola de agua! —susurré, imaginando que de mis manos salía expedida un tsunami basado en el agua evaporada del aire, de las plantas, de las tuberías de agua bajo nosotros.

Mi cabeza empezó a doler mucho, la calle temblaba tanto que se quebró, y pronto tras la última persona que corría al mismo tiempo que nuestro grupo, las tuberías salieron rudamente al exterior, la gran fuerza de agua impactando duro contra las quimeras.

Em.

Bueno. No es exactamente lo que pedí... aunque están mojadas.

—Bien hecho. —Escucho a Max decir—. Están muy limpias ahora.

—Genial —dije con sarcasmo—. Quimeras esterilizadas listas para matarnos.

—Piensa que al menos no olerán a caca infernal. Dicen que las quimeras suelen convivir en su propia mier—

—¡Profesor!

—¡Lo siento!

Como dijo Max, ese chorro de agua de las tuberías de la calle no fue suficiente para detenerlas. Sus trotes lograron que los veinte metros de distancia se acortaran. Grité al tiempo que cerraba mis ojos con las manos cuando sus grandes patas aplastaron el cuerpo de las personas, los alaridos junto a las tripas escapando de los cuerpos aplastados resonaron en mis oídos, mi cuerpo temblaba.

Podía ver en mi cabeza, aún con mis ojos cerrados, el agua que escapaba de las tuberías e inundaba las calles tras nosotros siendo teñida de sangre, de viseras, de restos humanos que empezaban a flotar hacia el drenaje.

No quiero estar aquí.

No quiero estar aquí.

Odio esas cosas.

Las odio.

Mamá y yo... ¡escapamos de William para ser felices!

Por culpa de esas cosas, mamá murió y William me atrapó de nuevo.

Ya no tengo a mi mamá de Chile.

Me quitaron a mi mamá de Rasluan.

Las odio...

—¡Ah!

Vannya tropezó, su anciano cuerpo ya no podía correr más.

—¡Vannya! —gritó Theodore.

—¡Abuela! —fue el alarido de Adel.

Max y yo íbamos de últimos, así que pronto estábamos junto a Vannya. Max tuvo que colocarme en el suelo. Levantó un poco el borde de la falda de Vannya, su pie se torció. No es grave, sin embargo no está en condiciones de seguir corriendo.

—Váyanse. Tienes que proteger a tu hermana y a la princesa.

—No voy a dejarla aquí. Deje de decir tonterías. —Maximiliano observó alrededor, la calle estaba cubierta de un vecindario noble, no había nada donde esconderse, las quimeras estaban destruyendo todo.

Comencé a toser. El aire estaba siendo intoxicado por el miasma que provenía del aura oscura. Arsen dijo que para los magos era más notorio que la gente común. Estas quimeras no podían estar causando tal cosa... ¡porque venían muchas más detrás!

Al menos... ¡diez quimeras venían detrás!

Me quité los zapatos y las medias, tocando el suelo de gravilla. Es más fácil para mí en estos momentos conectarme con el elemento de la tierra si estoy en contacto puro con ella. Corrí en dirección a la primera quimera.

—¡Verónica, regresa! —oí gritar a Max.

No puedo ponerlos en peligro.

Esta gente me ayudó hoy, y ya han muerto otras inocentes. Aunque sea principiante, soy la única con magia aquí, ¡tengo una forma de ayudarlos y no puedo quedarme de brazos cruzados!

Me arrodillé hasta que mis palmas tocaron la tierra. Mis uñas rasgaron la gravilla, sucias ahora, dañadas después, mientras invocaba con todo lo que tenía los picos de tierra. Un dolor sordo por la gran concentración vino a mi cabeza. Antes fue más fácil porque ejercí un acto inconsciente, ahora es todo lo opuesto porque tengo que esforzarme en llamar a la magia que habita en mí.

—¡Por favor, ven! ¡Por favor, ven! —Desesperada, con la quimera casi frente a mí, desee que un tsunami de picos se elevaran desde la gravilla, filosos como un alfiler, gruesos como un tronco, se clavaran desde todos los ángulos y secciones de las quimeras.

Siento la tierra temblar, no sé si por las duras pisadas de las quimeras o soy yo, solo que ¡¿por qué tardas tanto?!

La primera quimera está frente a mí, levantando la pata para atacarme.

No.

¡No!

—¡Verónica!

Entonces, como una escena del pasado, una figura adulta..., la figura de mi madre se posiciona frente a mí para protegerme como un escudo humano, la garra de la quimera choca con su cuerpo, lanzándola a un lado como una muñeca de trapo. Observo, en shock, ese cuerpo rodar con rudeza.

Un instante es el cuerpo de mi madre...

Y al detenerse, veo el cuerpo de Maximiliano.

Esa persona...

—¿Max...?

Esa persona me salvó... justo como lo hizo mi madre.

Algo húmedo escapa de mis mejillas.

—¿Ma...?

"¿Mamá?"

El rugido de la quimera llama mi atención, y el dolor, la tristeza, una ira indescriptible invade toda mi mente, todo mi cuerpo. En medio de un grito de furia, hundo las manos en la gravilla que se vuelve arena en mis dedos, la cojo como si fuera una tela antes de jalar rápidamente. Como si fuera un mecanismo, toda la gravilla transmuta a metal puro y sagrado, innumerables cuchillas se ven transformadas a todo lo largo de la calle, clavándose en el cuerpo de cada quimera. Esa magia sagrada que impregna el metal se introduce en el cuerpo de las bestias, quemando, incinerando desde el interior.

Una a una, incapaces de soportar, explotaron.

Toda la calle se llena de restos; cabezas, patas, vísceras, cuernos. Un completo río de sangre.

Me levanto, tambaleando y con la mente en blanco.

Yo...

Yo... ¿hice eso?

—Verónica...

Con lentitud, giro mi cabeza y veo a Max en pie, sosteniendo su brazo.

—La toxina... ¿te tocó?

—¿De las garras? —Max negó, caminó torpe hacia mí—. No. Tres capas de ropa sirvieron para protegerme... excepto de ese escalón. ¿A qué idiota se le ocurre colocarle una platabanda a su casa? Esos escalones de la puerta son peligrosos, te tropiezas y...

No puedo escuchar más las babosadas que dice.

Max está vivo.

Sobrevivió.

Sigue hablando tonterías, está sucio y sigue sosteniendo su brazo... pero está aquí, vivo, no está tirado en el suelo dando alaridos de agonía, queriendo quitarse la piel y...

Me salvó pero, pero está vivo.

Mi vista se difumina, mis mejillas se sienten más húmedas.

—Oh... Ven acá, princesa. —Me doy cuenta que Max está de rodillas, estira su brazo para llevarme hacia su pecho.

Empiezo a llorar cuando escucho los latidos de su corazón.

—Ya. Ya. La princesa fue muy valiente. Toda una heroína.

Tonto.

Tan tonto.

—N-no... no hagas eso otra vez. —Aferro la tela de su chaleco—. ¡No quiero que te sacrifiques por mí!

—Mm. Un caballero siempre se sacrifica por el honor de una dama.

—¡Hermano! —Adel abraza a Max junto conmigo, dos niñas llorosas en su pecho.

Debería alejarme... solo que no quiero.

—Ah... —suspira Max, aunque percibo un ligero tono soñador—. Siempre soñé con tener a dos chicas lindas llorando por mí... Supongo que Dios obra de formas misteriosas.

Y, sin pretenderlo, todavía con lágrimas en mis ojos, empecé a reír.

Todos los sobrevivientes de aquellas zonas del pueblo se reunieron en un grupo. Varios de ellos quedaron sin hogar puesto que sus residencias fueron aplastadas por las quimeras. Verónica estaba sentada junto a Adelhaide y Vannya, Galatea y Theo buscaron algo de beber en una cafetería cercana. Max logró conseguir un barril donde sentarse para acompañarlas. Su brazo no dejaba de doler, sobretodo su muñeca. Por suerte se trataba del izquierdo, o tendría problemas más adelante. Estaba seguro de que se torció la muñeca, por lo que necesitaría un yeso hasta recuperarse.

Al menos habían transcurrido veinte minutos desde que las quimeras fueron destruidas antes de que llegaran los magos y guardias. La gran fuerza protectora de Rasluan son los guardias imperiales, Rasluan no era bien conocido por su protección mágica a pesar de contar con un buen grupo de magos. Sin embargo, los pocos con los que contaban era una defensiva bastante poderosa, en especial en esa época donde invadían las quimeras.

El grupo había llegado al recibir las alarmas de invasión de criaturas. No obstante, quedaron sorprendidos por el desastre que aún persistía en aquellas calles de Vecchioville. Todavía estaban presentes los picos formados con metal sagrado, haciendo ver la calle como un río de espinas plateadas y sangre.

—¿Qué...?

Bastianich al frente buscó desesperado entre la población. De inmediato visualizó aquella hermosa aura esmeralda viniendo de Verónica, sentada junto a un grupo de personas.

—¡Verónica!

La niña alzó la cabeza, cayendo en cuenta de la llegada de los magos... y Bastianich.

—Pa... ¡...papá! —Se levantó deprisa, un ligero mareo atacando su cabeza. Hubiese caído de no ser por el rápido atrape de Max.

De inmediato Bastianich estaba al lado de ambos.

—Bebé... —La mano del mago apartó algunos mechones de su rostro. Estaba entera e ilesa, aunque se veía exhausta. Pálida—. ¿Qué ha pasado?

Maximiliano habló.

—Tuvimos una invasión de quimeras oscuras. Tratamos de escapar, sin embargo venían muchas más. —Maximiliano, todavía con Verónica apoyada en su brazo ileso, esbozó una sonrisa pequeña—. La princesa nos salvó con su magia.

—Papá... —Verónica usó una de sus manos para sostener la de Bastianich—... él... Él me salvó. —Los ojos cansados se enfocaron en Max, quien había alzado un poco las cejas—. Quiero que él sea mi tutor.

Bastianich y Max se observaron entre sí; el primero ceñudo, el último sorprendido.

—¿Mi hija acaba de pedir que su salvador sea su tutor?

—Eh. Jeje, pues verá, tengo licencia como tutor. —Max iba a rascarse la mejilla con la otra mano, hasta que una punzada aguda le causó un gemido de dolor.

Bastianich se fijó en eso. Tomando su codo, usó la magia para romper la tela del abrigo, del chaleco y la camisa, revelando una fea contusión que comenzaba por la muñeca.

—Una quimera iba a atacar a la princesa... —explicó Maximiliano—. Encontré a la princesa y la mantuve a salvo en mi casa. O bueno, cuando aún tenía casa... Pensaba enviar un mensaje a través de la torre de magos.

Bastianich asintió.

—Le estoy profundamente agradecido por salvar a mi hija. —Tomando a Verónica en sus brazos, la cargó para liberarle del peso al otro joven—. Le proveeré de asistencia médica... También, tomaré en consideración el pedido de mi hija. Por ahora, los trasladaré a un edificio para refugiados. Tendrán todas las comodidades usted, su familia y el resto de aquellos que también perdieron sus hogares...

—Papá... —Verónica se inclinó para susurrar en su oreja. Max se veía cada vez más nervioso conforme la expresión de Bastianich cambiaba.

El Emperador estuvo callado unos instantes, carraspeó y humedeció sus labios.

—Quizás..., podrían quedarse unos días en el palacio mientras analizo su caso en particular.

—... ¿Quedarnos... en el palacio?

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Virone Salvatore estaba presente en el palacio cuando Bastianich regresó con la comitiva que fue en busca de la princesa. Está demás añadir que el propio Emperador llevaba en brazos a la princesa, así que Virone tuvo la oportunidad de ver apropiadamente a la nueva pequeña luna del imperio.

Aunque inconsciente, la niña era adorable. Su piel morena destacaba mucho comparado a la palidez del Emperador y los demás príncipes, no obstante se podía apreciar la fina nariz y el mentón del Emperador en sus rasgos, sin olvidar el cabello negro sedoso. Pero más allá de la apariencia de la princesa, era lo que representaba su punto de atención.

"La princesa bastarda".

En aquellos que todavía se encontraban en contraposición al trono de Bastianich, no veían con buenos ojos la inclusión de esta niña en la Familia Real, portara o no la sangre del Emperador. De por sí la nueva dinastía apenas era tolerada por los nobles que todavía se veían reacios a dar su total lealtad a Bastianich, que el Emperador anunciase que le daría el título de Princesa Real a esta niña fue la gota que colmó el vaso para unos. Para esos pocos que se atrevían a presentar su queja, a sabiendas de las posibles consecuencias que eso podría acarrear sobre ellos.

Virone era inteligente. Mientras lo beneficiara, a él no le importaría quién tuviera su culo sentado en el trono. Y por otro lado, tampoco sentía codicia como otros nobles en alcanzar ese puesto. Se consideraba demasiado vago para gobernar un imperio, sin mencionar que era... aburrido.

Ah. Últimamente todo era aburrido para él.

Los nobles. La política. Los negocios. E incluida las mujeres.

Por ello, no entendía la razón de que una niña tan común causara tanto revuelo. Era el motivo por el que aceptó tan fácilmente el ingreso de ella en el árbol familiar real.

Y también...

—Saludos al gran sol del imperio, Su Majestad —dijo Virone, apenas Bastianich llegó hasta él—. Es una gran bendición que haya, por lo que ven mis ojos, encontrado a Su Alteza, la futura princesa.

Y, para una pequeña sorpresa, detrás de Bastianich aparecieron varias personas más siendo traídas por los magos.

Una anciana. Una niña. Un joven noble. Y dos aparente sirvientes, por el uniforme que llevaban.

—Guíenlos a las habitaciones. —Vio que el mayordomo principal se apresuró a llegar, por lo que se dirigió a él—. Jean Phillipe, estos serán los honorables invitados de la princesa en el Palacio de Oro. Asígnales un par de habitaciones, luego me reuniré con ellos. —Pero, al decir eso último, los ojos intensos del Emperador estaban fijos únicamente en el joven noble de cabello rubio—. El caballero Rinaldi está herido. Asegúrate de que el médico real le examine.

—Como ordene Su Majestad. —Jean Phillipe hizo una reverencia.

—Que un par de sirvientas los atiendan y le suministren lo que deseen. Retírense. —Se dirigió al grupo—. Vayan con ellos.

El joven Rinaldi también se inclinó.

—Apreciamos la amabilidad de Su Majestad. Con su permiso.

Virone notó que la otra niña a parte de la princesa se veía preocupada por ella, dado la mirada intensa que le dio y los vistazos que añadía sobre su hombro mientras se marchaba. Fue entonces que Bastianich se volteó.

—Dynno. Lleva a la princesa a su habitación. Llama a mi maestro para que la examine.

—Sí, Majestad.

No escapó para Virone la expresión reacia de Bastianich a querer entregar a su hija. Debió apretar su corazón, pues el cuerpo de Verónica fue cambiada de sus brazos a los de ese mago antes de desaparecer con ella.

Todavía era algo sorprendente para Virone que el maestro del Emperador haya tomado como discípula a la princesa. Virone jamás le ha visto la cara, puesto que el tal mago Arsen nunca ha salido de la torre. Ni siquiera tomó a los jóvenes príncipes, por lo que ellos fueron asignados a Wilhem, el mago maestro de la torre del oeste para su entrenamiento mágico. Arsen, hasta ahora, es el único mago en todo Rasluan que nunca ha mostrado su rostro a la nobleza desde que Bastianich ha tomado el trono...

—Duque Salvatore.

La atención de Virone de inmediato se enfocó en Bastianich.

—A sus órdenes, Majestad.

Los ojos de Bastianich se clavaron con firmeza en los suyos azules, que dependiendo de la iluminación, a veces se tornaban de un gris muy claro.

—¿Qué sabes sobre la familia del vizconde Rinaldi?

—Respondiendo a Su Majestad. El último vizconde Rinaldi murió hace poco dejando serias deudas pendientes. Escuché que el joven hijo, que esperaba heredar el título, gastó hasta lo último de sus riquezas para pagar a los deudores, quedando casi en la bancarrota. —Virone observó el camino que tomaron los últimos miembros de esa familia—. El hijo, por lo que sé, se especializó en el área de la educación y la psicología, tiene una pequeña reputación entre los nobles del pueblo de Vecchioville, no obstante, sus peculiares excentricidades provocaban pequeñas consecuencias en su búsqueda de empleos.

Bastianich entrecerró los ojos.

—¿'Peculiares excentricidades'?

Virone tosió, fingiendo incomodidad.

—Sus actitudes parecían un poco... 'torcidas', Majestad. —Y al notar la expresión de Bastianich, aclaró—. Amaneradas. Con el tiempo, los padres de familia temían que esas actitudes, em, fueran imitadas por sus hijos.

Cada vez más, la expresión de Bastianich se ennegrecía conforme escuchaba las palabras de Virone.

Se encontraba en un aprieto. No quería juzgar a este chico Rinaldi tan pronto, sin embargo, tampoco deseaba que ejerciera alguna especie de influencia en sus hijos, si bien estaba consciente de que Verónica recordaba perfectamente su vida adulta en otra dimensión. Confiaba en la madurez de la joven. Por otro lado, desde que se toparon hasta ahora, este joven tutor ha actuado bastante moderado, tranquilo podía decir.

Bastianich suspiró, frotando su rostro. Verónica había pedido a este chico como tutor, tenía que discutirlo con ambos y mantener vigilado a este chico. Sin importar lo que Verónica dijera, apenas viera una acción extraña cerca de Lucius y Noah, lo echaría fuera del palacio. En estos momentos, con las actitudes rebeldes de sus dos hijos varones, lo que menos quería era añadir más problemas innecesarios.

—Tengo que regresar a Vecchioville. Duque, necesito pedirle que recabe toda la información posible sobre ese chico Rinaldi. —Bastianich indicó a Virone.

Virone asintió, luego inclinó la cabeza.

—Majestad, si no es un abuso de mi parte, ¿puedo preguntar por qué el Emperador lo mantiene en el palacio? ¿Cómo llegaron a relacionarse el hijo del difunto vizconde Rinaldi con la princesa?

Bastianich apretó las manos.

—Ese chico reconoció a Verónica como la princesa. Necesito que averigües absolutamente todo. —Su tono expresó que estaba cavilando en voz alta—. No se ha involucrado con las decisiones del consejo, tampoco ha rondado por la corte en estos últimos años. ¿Cómo pudo saber que Verónica era la princesa? Todavía no he presentado su rostro a la nobleza... —Virone era el presidente del consejo, y a pesar de que no terminaba por agradarle la idea, era uno en los que Bastianich podía confiar hasta donde podía. Eso, opuesto a sus dudas, se basaba en que Bastianich era bueno leyendo a la gente—. Quiero saber qué ha estado haciendo los últimos meses, en especial en las semanas desde que Verónica entró al palacio. Tráeme ese informe apenas lo tengas... —Bastianich dudó, por lo que tuvo que añadir—. Estoy consciente de que no es un trabajo propio de ti, no obstante...

—Para nada. —Virone levantó una mano, su fría expresión no reflejaba el interés oculto que sentía. Se vio contagiado por el recelo de Bastianich, provocando una leve curiosidad, porque, después de todo, Bastianich tenía razón: alguien que nunca se ha relacionado con la corte en los últimos tiempos, ¿cómo podría reconocer a la princesa que ni siquiera ha sido presentada en sociedad?—. Recabaré la información que solicitó su Majestad lo más pronto posible. Con su permiso, me retiro.

Virone se inclinó en una reverencia, apartó sus largos mechones rubios de cabello mientras se giraba para marcharse.

Según recordaba, el nombre de ese chico era Maximiliano.

—Eh... —Una muy poco usual sonrisa astuta se mostró en sus labios—. ¿Qué secretos ocultas, niño?

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La sirvienta entró en la habitación, luego de haber tocado la puerta y recibido el permiso para pasar.

—¡Madame, ha ocurrido algo!

Una mujer elegante estaba sentada en el sillón, su figura estilizada estaba envuelta en un hermoso vestido claro, destacando el color cobrizo de su cabello arreglado en un peinado sencillo. Almendrados ojos del color del albaricoque se fijaron en la criada, mientras que una pequeña lengua lamía el apetecible suave sabor del té impregnado en sus labios.

Esta dama se trataba de madame Donatella, o lady Donatella di Rossi. A sus treinta y nueve años todavía portaba la belleza que la caracterizaba desde su juventud, una piel suave y tersa que recubría un rostro en forma de corazón, y cuya apariencia había sido protagonista de la envidia de las mujeres y el deseo de los hombres en la corte durante sus años más jóvenes. Era también la única hermana menor del anterior Emperador. No solo fue la antigua princesa de la dinastía, se le otorgó el título de Santa después de que dijera escuchar las voces de los dioses sagrados.

No obstante, luego del golpe de Estado dado por Bastianich, el hombre desintegró la Sacro Santa Iglesia del imperio, destituyendo a Donatella no solo de su título como princesa, también de su título como Santa, imponiendo el respeto de los magos por encima de la fe. Ahora sin un título, sin protección ni hogar, solo la amabilidad de Bastianich quien les ofreció una amnistía a su sobrina Francesca y a ella las mantenían todavía en el palacio.

Eran las últimas de la dinastía con vida.

—¿Es así? —Donatella esbozó una sonrisa suave, mientras bajaba la taza de té al platito en su mano—. ¿Han encontrado el cuerpo de la princesa Heiner?

—E-em, sí, madame, aunque todavía sigue con vida. No ha recibido gran daño, por lo que escuché. —La criada, a pesar de los años de servicio, no era capaz de actuar tan libremente frente a la ex-Santa del imperio—. El mayor asunto es que, bien, el Emperador ha traído a un grupo de personas a palacio.

—¿Oh? —Dejando su taza de té en la mesa frente a ella, Donatella limpió sus delicados labios con un pañuelo de lino blanco, giró luego el cuello para ver a la criada de manera apropiada—. ¿De qué se trata?

—Por lo que escuché, se trata del joven maestro del vizcondado Rinaldi y su familia, madame. Parece que ocupará el puesto de tutor de la princesa.

—¿Rinaldi? —Donatella lo pensó unos segundos—. Recuerdo haber escuchado un poco de ellos. Ah, sí. —Donatella pareció encontrar algo divertido para ella—. Hace un tiempo, me pareció haber escuchado que este vizconde tenía fama por ser apostador y pésimo inversionista, por lo que terminó acarreando varias graves deudas que llevaron a la quiebra a su familia… —La dama inclinó la cabeza—. Tantos excelentes tutores de buena familia, y nuestro querido Emperador decide traer al hijo de un bueno para nada.

—No solo eso, madame… —La criada avanzó unos pocos pasos, bajó la voz hasta volverse un susurro aunque solo estaban ellas dos en la habitación—. Escuché decir por otros criados, que, bien, hay rumores de este joven maestro en el pueblo de Vecchioville. —Las mejillas de la criada se sonrojaron—. Que es, em, 'torcido'.

Donatella no entendió a la primera.

—¿"Torcido"? ¿Qué quieres decir, tiene una discapacidad?

La criada lucía muy avergonzada.

—Un poco. Este joven maestro, es-este… solo se inclina ante otros hombres.

La risa de la mujer estalló en la habitación después de haber pasado unos segundos antes de caer en el entendimiento.

—¿Estás queriendo decir que el Emperador trajo a palacio a un gay para ser tutor de la princesa? ¡Qué se puede esperar de un hombre de orígenes impuros! —Donatella se veía bastante feliz por este tipo de noticias, aquella semilla de resentimiento que fue sembrada en su interior recibió el agua cristalina que necesitaba para ir germinando de manera fructífera.

—Sin embargo, ¿es algo importante para nosotras? —La voz de Francesca, sentada frente a Donatella, interrumpió un instante la diversión de su tía, luego de haber permanecido callada escuchando la conversación—. En dado caso se llegue a saber, solo afectará la reputación de ese hombre. ¿Por qué habría de interesarnos o invertir energías con él?

—Todavía eres una niña inexperta que no comprende nada. —Donatella no dejó que las palabras de su sobrina menguaran su entretenimiento por completo—. ¿Cómo se sentirán los nobles después de saber que el Emperador ha permitido el ingreso de un gay como responsable de la educación de un miembro de la realeza de este imperio? ¡Esas actitudes y valores se contagian! —Donatella decía con una sonrisa astuta—. Si el Emperador trae algo que ponga en riesgo la continuidad de la línea de sangre real, para los nobles, eso sería digno de escándalo y quejas. Pondrá en tela de juicio si el Emperador sigue siendo apto para gobernar o incluso sus propios herederos. —Enarcó una ceja—. Si uno de los príncipes se vuelve gay, ¿cómo podrá tener interés en procrear con una mujer un heredero? Además, la masculinidad de los hombres de la corte es tan frágil… Jamás permitirían que un gay, mucho menos un noble, qué importa si es un vizconde, se codee entre ellos, en especial entre la Familia Real.

No prestó atención al ceño de Francesca, volcada en la criada que estaba de pie a su lado.

—Quiero que mantengas vigilado a ese joven maestro. Infórmame de cada paso que dé. Si esos rumores son ciertos, podríamos fastidiar un poco los caprichos del Emperador y su amada hija.

—Sí, madame.

Cuando la criada se fue, Donatella recuperó su taza de té. Antes de beber un sorbo, habló a Francesca.

—Querida sobrina, deberías ser más atenta. Cualquier pequeño asunto que ayude a frustrar al Emperador, deberías de aprovecharlo. —Bebió, bajó la taza y miró a su sobrina—. ¿Cómo va tu avance con el príncipe Lucius?

—Avanza un poco lento. —La figura de Francesca estaba rígida—. Por ahora, el príncipe tiene su atención enfocada en la princesa.

—Sigue alimentando el odio del príncipe. De ambos. Permitir que la corona del título de princesa imperial sea ensuciada con esos cabellos es impensable. —Los ojos, antes cálidos de Donatella, se volvieron fríos al enfocarse en Francesca—. Solo una princesa de sangre real, como nosotras, puede portar esa corona. Así que, debes asegurarte de atraer al príncipe y obtener el título de princesa heredera al lograr un compromiso con él. ¿He sido lo suficientemente clara?

—Sí, tía —respondió Francesca, casi de manera mecánica.

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Hoy se me ha permitido un día para ambientarme al palacio real. Mientras sanan mis heridas, puedo caminar por los pasillos, conociendo mi entorno. Galatea debe estar ahora atendiendo a la abuela y Heidi. Mi interés esta mañana es ir con nuestra querida protagonista y comenzar el plan "abrazar los muslos" para estar entre sus personas favoritas. No sé qué coño pasa con la carajita que ahora es mucho más seria, hasta madura, pero a huevo, igual sigue siendo una poderosa maga que podría convertirse en una máquina para matar si no nos aseguramos de que vaya por el sendero del bien.

Tengo que asegurarme de darle todos los puntos a Gryffindor para que Harry no se vuelva un Señor Oscuro, ¿no?

Ah, y hablando del Chico Dorado, mi Paulina Rubio aparece. Es una preciosura encantadora, portando una de las prendas típicas de Rasluan. Esa falda abierta en medio con pantalones. No sé de moda, pero, bueno, es una camisa... y es azul. Supongo que la tela es algodón ¿no? Oh, a la mierda, es azul lo que lleva y le queda bien. A las morenas le sientan bien los colores llamativos.

—Saludos a la pequeña luna del Imperio. —Ejerzo una reverencia elegante cuando me detengo frente a ella.

—Buenos días, profesor Rinaldi. —Verónica da un vistazo de reojo a mi brazo enyesado—. ¿Se encuentra bien como para andar por el palacio? No se esfuerce tanto.

—Debo familiarizarme un poco si gracias a Su Alteza viviré aquí por un tiempo. —Le guiñé un ojo—. Sería el hazmerreír si me pierdo al tratar de ir a nuestras clases mañana en nuestro primer día.

—... Siempre puede pedirle a un sirviente que le guíe a nuestro salón de tutorías.

—Si la princesa no está ocupada, ¿puedo tener el honor de ser guiado por ella? —Me inclino para tratar de estar a su altura. Lleva un bonito peinado, similar al de Bella en la Bella y la Bestia. El cabello negro resalta mucho esos profundos ojos verdes que lleva por nacimiento—. Ayudaría a volvernos más cercanos y la princesa no estaría nerviosa conmigo en nuestros encuentros.

Verónica me observa en silencio. ¿Quizás me sobrepasé un poco?

Aunque, mierda, ¿tiene que verme con esa expresión tan intensa? Parece que estuviera tratando de ver hasta los huevos de mi alma. ¿Qué coño'e la madre pasa con esta niña?

A no ser...

MIERDA, ¿YA FUE PROFANADA POR LA OSCURIDAD?

¡PROTAGONISTA, NO! ¡NO SIGAS ESE TÚNEL!

¡LA LUZ! ¡ESTA VEZ SE VALE SEGUIR LA LUZ!

—Me encantaría pasar tiempo con mi tutor. —Verónica sonríe radiante—. En estos momentos voy a mi clase diaria de magia con mi maestro. ¿Quiere el tutor acompañarme a la Torre de Magia?

...

¡Eso no se pregunta dos veces, mija!

—Por supuesto. Siempre he sentido fascinación por visitar la torre de magos.

Verónica asiente, me toma la mano y hace de guía, como si fuera la niña pequeña que es. Quizás... ¿la mirada de antes solo estaba en mi imaginación?

.

.

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Odio las escaleras.

Malditas sean las escaleras.

¿Quién fue el huevón que inventó las escaleras?

—Maestro Rinaldi... ¿ya está cansado? —Verónica me mira, preocupada.

—No puedo. —Me inclino, casi desmayado—. Son demasiadas. Si subo un escalón más, voy a fallecer aquí mismo.

—Pero... solo hemos subido diez escalones.

¿Por qué ella insistió en subirlas a pie? Podríamos haber pedido que usaran la magia para subir volando. Marico, ¡esta vaina tiene magia! ¿Quién pendejo en su sano juicio sube las escaleras a pie? ¡Y son un coñazo!

Tengo que respirar hondo, me quito el abrigo y el chaleco, quedando solo con la camisa blanca, de vaina no me quito también el corbatín pero eso ya es demasiado impropio. Tengo que mantener una imagen digna frente a esta niña.

Intento de nuevo subir con ella, ignorando la mirada de aquel mago y un guardia que nos siguen detrás.

—¿Por qué no usamos la magia para subir?

—Al maestro Arsen no le gusta.

Arsen, voy a darte una patada por el culo apenas te vea. Subirás tú las escaleras, huevón.

—¿Ya has aprendido a usar la magia? Lo hiciste muy bien ese día que nos salvaste —dije, tratando de alabarla.

—No tengo un buen control. A veces cuando pienso que los hechizos no me saldrán como quiero... —Mientras subía, Verónica se observó su mano—, salen el doble de la magnitud que pretendía. El maestro Arsen me está enseñando la teoría y practicamos cosas mínimas con calma.

—Claramente no soy un mago, pero puedo ver cuando alguien tiene mucho potencial. —Le muestro el pulgar en un gesto de aprobación. Venga, mija, eres la protagonista, obviamente las cosas te saldrán bien—. Y tú tienes mucho potencial. Me siento afortunado de ser el tutor de Su Alteza.

¡Eh, miren, vean! ¡Obtuve una sonrisa! Que la vaina fue mínima, pero es sonrisa así que cuenta.

Arbitro, ¡suma esos puntos, marico!

—El maestro Rinaldi apenas me conoce y puede decir tales cosas con tanta naturalidad.

—Max. Vamos, puedes llamarme Max. Su Alteza no debe ser tan formal conmigo. Además, Heidi y tú están siendo amigas, ¿no? —Usé el dorso de mi mano buena para secar mi frente. Verga, no hace un calor mollejúo como en el Zulia, pero ya siento que se me cocinan sendas arepas bajo los brazos—. Podemos irnos familiarizando.

—Max —tanteó, como si estuviera probando, y yo solo puedo decir que escuché un coro de ángeles.

Es cierto que ambos, el personaje y yo, compartimos nombre, o sea, el más pendejo que iba a terminar muriendo en la historia original pero...

¡QUÉ BONITO SUENA MI NOMBRE, PANA!

La voz de la protagonista es tan dulce. Ahora me siento como esas fanáticas hormonales cuando ven a sus artistas favoritos. En estos momentos que la protagonista no está corrompida, siento que puedo abrir mis piernas para ella cuando lo desee.

Písame todo lo que quieras, princesa.

—¿Puedo preguntarle a Max... qué cosas le gustan a Heidi? —La bonita princesa junta sus manos, es tan tierna—. Nunca he tenido una amiga antes, así que quiero darle una sorpresa a Heidi.

OH MI DIOS.

Es como consumir cacao puro.

¡Doctor, un medicamento para la insulina, por favor!

¡Qué linda!

—Ejem. A mi hermana, er...

...

¿Qué verga le gusta a Heidi?

No es un personaje que saliera mucho en el manga, así que casi no se menciona qué le gusta, mucho menos su personalidad se define por completo. Además, en los pocos recuerdos y conocimientos que hay en la mente de este cuerpo sobre Heidi... ¡nada de eso sirve!

Un hermano que no conoce los gustos de su hermana.

Es tan deprimente.

Pensándolo bien, la relación de Maximiliano y Heidi siempre ha sido fría. Son los únicos descendientes vivos de la familia Rinaldi. Son dos hermanos que quedaron huérfanos, no obstante, Maximiliano siempre ignoró a Heidi, concentrándose en estudiar, en triunfar, en recuperar la fortuna de la familia, en alcanzar el poder. Así que jamás le interesó averiguar nada sobre ella.

Y Heidi... La pobre carajita, que más allá de su abuela, solo le quedaba un hermano... es como si hubiera quedado sola, puesto que Max jamás estuvo ni estaría ahí para ella durante toda su vida. Hasta se atrevió a abandonarla, sin ningún escrúpulo después.

El solo pensarlo hace que me..., bien, me duela un poco, pues.

No solo eso, de alguna manera, yo... tampoco siento que fuese un buen... hermano.

Ja. Claro. ¿Qué diferencia hay entre Maximiliano y yo? Quizás que yo jamás sería tan desgraciado para darle la espalda a mi familia. Puedo ser muy cínico con familiares que sean tan rata pelúas, no obstante, con aquellos que se lo merecen, nunca los abandonaría. Pero, tampoco puedo ignorar que nunca me tomé la molestia de saber qué le gustan a mis hermanos, mucho menos a Joseíto. Era el menor, es cierto, y por lamentable que sea, solo podría mencionar con una mano las cosas que sé de él... y me sobrarían dedos.

Heidi... sé que no es una mala niña. A pesar de todos los desplantes que le hizo Maximiliano, ella sería capaz aún de llorar por su hermano.

Los míos... ¿habrían llorado mi muerte también?

—No lo sé —susurro, luego de estar en silencio—. Hace mucho que no paso tiempo con ella, así que... e-es probable que algunas cosas ya no le gusten. —Le sonrío—. Pero, lo averiguaré para Su Alteza. ¿Qué cosas quiere que haga? ¿Los juguetes que le gustan? ¿O algún vestido?

Verónica sacude la cabeza.

—Dulces. —El tono que usa se escucha más entusiasta. Ah, claro. A los niños les gustan los postres—. Quiero cocinarle postres a Heidi.

Paren ese tren.

¿Dijo... "cocinar"?

—¿La princesa... sabe cocinar?

—Postres. Me gustan. Si a Heidi le gusta algún postre, me encantaría preparárselo personalmente para ella.

—Oh... ¿podré tener yo el placer de probar los dulces de la princesa también?

Esta vez, obtuve una sonrisa más sincera que la anterior. Vengan esos cinco puntos a Slytherin.

—Por supuesto. Es lo mismo. Si el maestro gusta de algo en específico, dígamelo. Estoy segura de poder prepararlo todo.

—Es increíble. No creo que la princesa recibiera clases de repostería. —Y mi curiosidad es genuina. Una princesa no hace ese tipo de labores, no solo por lo inferior que es considerado sino porque eso suele "arruinar las delicadas manos de una noble", así que, ¿cómo supo la princesa cómo cocinar? Y una niña tan pequeña...—. ¿Pide ayuda a sus sirvientas?

—... Supongo que tendré que pedir algo de ayuda —dijo, si bien parecía decirlo para ella misma—. ¿Qué postres le gusta, Max?

—Pues...

—Ejem. Disculpen la interrupción. —La voz del guardián mágico detrás de nosotros habla—. Su Alteza, ya llegamos a la torre.

Entre tanta habladera, llegamos a la cima. La torre es malditamente alta, y se tomaron literal lo "negra". Es como si estuviera fundada en carbón, perdiéndose entre las nubes. ¿Te imaginas subir las escaleras de esa vaina?

Lo irá a subir el coñísimo de su madre.

Me basta pisar el primer escalón para estar hecho mierda.

Frente a la torre hay dos figuras. Puedo reconocer la alta. Ese infernal cabello rojo largo es reconocible. Arsen espera como todo buen maestro responsable de escuela primaria en la puerta de entrada. El problema es que, al echar un vistazo a Verónica, los ojos de ella lucen sorprendidos viendo la figura al lado de Arsen.

Eh. ¿Quién es este niño?

—Saludos al maestro de la torre del este. Mi nombre es Maximiliano Rinaldi. —Me inclino levemente—. Lamento venir sin avisar. La princesa me invitó a acompañarla en su clase del día. —Levanto una mano, en un gesto de promesa—. Le aseguro que no seré una molestia ni estorbaré.

—Nuestro supuesto salvador... No hay problema. Creo. Si ya está con tanta energía para meter sus narices hasta aquí.

Jeje. Muy agradable el sujeto, eh.

Severus Snape también era un amor de persona.

Entonces mi mirada recae en el carajito a su lado. Una capa cubre su rostro, pero es un poco más bajo que Verónica. Debe ser de la edad de Noah.

—¿Y este pequeño? No sabía que el maestro Arsen tenía compañía.

Arsen tose, luce un poco incómodo. Le da un empujón en el hombro al niño, quien lo mira, ambos se miran, y entonces el niño baja la capucha de su cabeza.

Yo...

No me estés jodiendo.

El rostro de este carajito...

PRODUCCIÓN. ¡EXIJO UNA EXPLICACIÓN, MARICO!

¿QUÉ COÑO PASA AQUÍ?

El protagonista...

¡¿Por qué el protagonista está aquí y en el cuerpo de un niño de cinco años?!

—Verónica. Este es mi nuevo discípulo. Su nombre es Deckard.