CAPÍTULO 10

AMANTES Y RIVALES (I)

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Los labios de Arsen temblaron, una burbujeante sonrisa escapando de su control.

—Depende de cómo lo veas, podría ser una ventaja para ti...

Deckard entrecerró los ojos.

—Escúpelo de una vez, idiota.

—Ejem. Es una variación del hechizo Sagrado de Proyección Espiritual.

Con cierta complacencia, Arsen notó la tensión en el cuerpo de Deckard, lo que le causó un divertido placer.

El hechizo Sagrado de Proyección Espiritual era uno de altísimo nivel, y muy poco conocido, por lo que sobran los dedos para indicar cuántos magos en el mundo lo han puesto en práctica. Para algunos magos, aquellos que practicaran este hechizo se les consideraban "parásitos". Es una de las razones por las que Deckard jamás pensó en él, aparte de la insignificante aunque muy importante condición habitual que se requiere para ser efectivo: el vínculo de dos núcleos compatibles. Con tener una pequeña brizna que sirviera de conexión con ese núcleo compatible, el mago practicante podría engañar cualquier magia de castigo impuesta en sí mismo gracias a que interpuso esa esencia del otro mago inocente sobre sí mismo.

Lo que Arsen proponía era que fuera una especie de parásito de la esencia del núcleo de Verónica vinculada junto con el suyo en la Fuente, para engañar el Castigo Divino de Vita y pudiera salir de la torre. Si Deckard lo hiciera, dado que Verónica jamás recibió un Castigo Divino, la magia ocultaría su identidad. No obstante, Deckard tomaría toda la esencia de Verónica como un disfraz: física, espiritual y mágica.

Es decir. Actualmente, en el aspecto físico Verónica era una niña; en el aspecto espiritual, era una adulta, y su aspecto mágico estaba en crecimiento. Deckard tomaría todo debido al efecto del hechizo.

—Estás loco.

—No tienes muchas opciones. La variación radica en que se efectuará el hechizo para ocultar tu descendencia mágica. El hechizo tiene un límite de tiempo. —Arsen le señaló con una mano—. A pesar de que no está en todo su potencial, tu núcleo de magia es poderoso. El Castigo de Vita detectará el engaño muy rápidamente si efectuaras algún hechizo de alto calibre. Así que, se modificará el asunto para ocultar tu aura mágica, lo que reducirá tu maná como tal. Claro... —Arsen lo pensó unos instantes—. Conforme Verónica crezca, también lo harías, y tendrías que volver aquí y permanecer al menos veinticuatro horas cada tres días.

—¿Quién mierdas te dijo que yo haría algo como eso? ¡No voy a aprovecharme de ella!

—¿No estabas con el fastidio de "Ay, Verónica" "Quiero estar con Verónica" "Maldita sean todos, quiero a mi pastelera"? —dijo Arsen, en un pésimo intento de tono malcriado que imitase a Deckard.

Arsen no reaccionó al puñetazo que Deckard dio a la barrera que lo protegía, ni siquiera al hecho de que esa acción le causó escupir sangre.

—Venga. Quédate seco como una hoja en otoño, sigue golpeando. —Arsen se movió para caminar por los alrededores.

—Tú... Apenas ponga las manos alrededor de ese cuello...

—Puedes tomar el hechizo y poder estar con ella cada tres días al menos, como siempre has querido... O puedes pudrirte aquí hasta que recuperes tu núcleo y acabe el tiempo del Castigo. —Arsen finalmente sacó una hoja de su túnica, llevaba un par de palabras escritas, y lo dejó flotar con maná cerca de Deckard, antes de caminar a la puerta que lo sacaba de la habitación. Una pequeña idea cruzó su cabeza, causando que sonriera. Al menos ya tenía la puerta abierta—. Aunque, piénsalo, si te quedas aquí por más años, no esperes que detenga algún posible compromiso. Tsk, tanto esfuerzo en traerla para que otro perro te robe el hueso. ¡Qué dolor, eh! —Y rápidamente, cerró la puerta tras de él, ignorando los gritos de ira que venían del interior.

Arsen jamás lo subestimó en ese entonces. En su cabeza, solo lo estaba apremiando a tomar una decisión sabia y correcta. Tuvo éxito, porque luego del rescate de Verónica, muy temprano esa mañana, se apareció un niño.

Por toda la Torre Negra del Este resonó las carcajadas de Arsen.

Verónica tenía seis años, así que Deckard tomaría la imagen de su yo de seis años. Jamás pensó que sería tan bajito de niño, por lo que algunos lo confundirían con alguien de menos edad. Además, su cabello en la niñez era oscuro, negro en realidad, y Arsen podía ver que estaba plagado de hilos blancos. Aparentemente mientras crecía, su cabello se iba tornando blanco prematuramente hasta adquirir aquella larga cabellera plateada. Solo que lo que más le divertía era que Deckard estaba ahí parado frente a él, muy enojado.

Arsen podía ver en sus ojos que el hombre (¿o debía decir niño?) estaba enojado. Furioso. Indignado. Pero era difícil tomarlo en serio porque en su expresión, aunque fría, apretaba inconscientemente los labios, como si formase un puchero. Lejos de verlo amenazador, las maquiavélicas ganas de Arsen por apretarle las redondas mejillas hasta dejarlas como dos manzanas eran enormes.

—Así que estás aquí. —Arsen se limpió las lágrimas de los ojos—. Y dime, ilumíname, ¿qué se siente volver a la infancia? —Volvió a reírse.

—Luego de esto, estarás muerto.

—Deckard, ¿qué es esa falta de respeto hacia tus mayores? —Arsen palmeó la pequeña cabeza del otro mago—. Niño, ¿tus padres no te enseñaron modales en casa? No me hagas tener que lavarte la boca con jabón.

—¡Voy a acabar contigo, basura inútil!

—Seis años, y tiene un lenguaje soez —dijo Arsen, más allá de sentirse insultado, disfrutaba mucho de eso.

Tampoco le preocupaba las consecuencias. La magia de Deckard estaba en lo mínimo, no podría hacer muchos otros hechizos más poderosos mientras estuviera en el cuerpo de un niño. Sin mencionar sus amenazas, dichas en esa voz infantil tan dulce, que no podrían escucharse peligrosas aunque lo deseara con todas sus ganas.

Y Deckard, bueno, dentro de las mangas de su túnica apretaba el puño hasta que sus nudillos se volvieron blancos. ¡Cuán humillante era esto! No era solo su apariencia, sino el tamaño y lo vulnerable que se sentía estar en ese cuerpo. Le recordaba a los primeros años de su vida antes de ser encontrado por Lynd.

Una época en la que se había esforzado durante años por olvidar.

Por dejar atrás.

Por enterrar en lo más profundo.

Si estuviera en su poder, ejercer este hechizo sería lo último que hiciera, no obstante lo sucedido con Verónica —y debía aceptarlo, esa pequeña mierda de Arsen también sumó un impulso con sus palabras, prácticamente lo obligaron a hacer el hechizo.

Tomar la brizna de la esencia de Verónica se sintió extraño, incómodo y, al mismo tiempo, refrescante. Sus núcleos se compenetraron a la perfección. Cada día, desde que ella fusionó su núcleo con la Fuente, parte de esa magia tan pura, vibrante y abundante alimentaba la Fuente, lo que en consecuencia los alimentaba a cada mago existente en sintonía, en especial a él.

Sabía que, ahora que Verónica tenía libre acceso y control a su magia, cuando ambos núcleos se fusionen en uno solo durante el hechizo que Lynd dejó para ellos, la barrera que se elevaría a partir de ese poder sería indestructible por milenios. Ningún ser oscuro, ninguna quimera, podría penetrar esa muralla.

Era un deseo mínimo en comparación con el mayor anhelo que él sentía ahora. Dicho anhelo estaba viéndose cumplido ahora, al tenerla ahí frente a sí mismo.

Deckard aún recordaba el rostro de Evelyn Herschel. Bloqueó por completo aquellas expresiones que presenció el último día en que la vio, quedándose con cada día que estuvo con ella antes. Recordaba que Evelyn era hermosa, su piel clara era muy suave a su tacto, el cabello sedoso caía como hilos de oro puro, y en el control de Verónica, los ojos castaños transmitían emociones que le permitieron leerla cada día que se encontraban.

Pero ahora, sabiendo que Verónica estaba en su cuerpo propio, un cuerpo que Vita le dio en semejanza a Naturae, Deckard pensó que era ridículo compararlo a la belleza de Evelyn. Una espinita se clavó en el corazón del mago puesto que, en el pasado Evelyn fue una mujer hermosa que atraía la atención de los hombres con su belleza. Verónica, si bien en estos momentos era tan solo una niña, albergaba un atractivo único que, en cuanto alcanzara la madurez, Deckard sospechaba que tendría bastantes problemas en mantener a las moscas apartadas.

Teniéndola ahora frente a él, Deckard tuvo serios problemas en apartar su mirada. Quería tanto tocar sus manos, quería tanto rodear su cuerpo con los brazos, sentir la calidez de la vida, percibir su aroma.

Él solo quería... sentirla viva en sus manos otra vez.

Todavía tenía dificultad para creer que ella estaba ahí, respirando, y que no era solo una ilusión, una tortura mental de su cabeza.

—¿Discípulo? —La voz suave de Verónica lo sacó de sus pensamientos. Esos ojos verdes intensos observaban desde Arsen a él mismo—. Escuché que el maestro no suele tomar discípulos tan fácilmente. ¿Cómo lo conoció?

La pesada mano de Arsen se posó en su cabeza.

—Oh, fue un niño que me topé en la calle, hurgando en la basura —dijo Arsen, con voz apenada. Un fuego interno se encendió dentro de Deckard.

¡Este pedazo de mierda!

—Creo que tiene un ligero potencial mágico, y necesito de alguien que limpie la torre y me haga de comer.

Verónica frunció el ceño.

—Pero maestro, sueles hacer todo eso con magia. Siempre dices que te gusta estar solo.

—Bueno..., tener una mascota nunca está de más. Como sea, ¿qué es esto, un interrogatorio? —Empujó a Deckard por el hombro—. Son discípulos del mismo maestro, conózcanse.

Deckard se vio a solo un paso de distancia de Verónica.

Maldición. ¡Odiaba este cuerpo!

En el pasado, cuando enfrentaba a Verónica atrapada en el cuerpo de Evelyn Herschel, Deckard solía bajar la cabeza para verla. Ahora, tuvo que levantar la mirada unos centímetros dado que era ella la alta. Lo hizo sentir un poco frustrado.

—Me llamo Verónica Heiner. Mi papá es el emperador. —Verónica estiró su mano hacia él—. Ya que seremos compañeros, llevémonos bien.

La pequeña mano de Deckard se entrelazó con la de Verónica, ambas palmas en contacto. Deckard notó que la mano de Verónica era cálida, no suave. Por lo poco que sabía, la niña había vivido en el bosque un tiempo antes de ser encontrada por Bastianich.

Ella no tenía ningún recuerdo de él. Deckard pensó que ahora tenía que iniciar desde cero, no tenía garantía de que ella pudiera recuperar los recuerdos en un futuro. Y, en un breve pensamiento, recordó que estar así frente a ella, ambos siendo niños, bajo la perspectiva de crecer juntos como magos... era como si el sueño de Lynd, ese deseo por el que tardó tantos años, por el que terminó desgastándose hasta morir, se estuviera cumpliendo por fin.

Deckard asintió. Compuso una expresión de duda.

—¿Eso significa que somos amigos ahora?

—Ajá. —Verónica soltó su mano, luego cruzó sus brazos frente a ella, lo observó en silencio un segundo, y añadió—. También soy tu superior. Así que debes obedecerme también.

Deckard frunció el ceño. ¿Lo está diciendo en serio? ¡Él era el mayor aquí!

—¿Por qué debo obedecerte?

—Fui la primera discípula del maestro. Además, soy la más alta. —Verónica levantó el mentón, era una postura un poco arrogante—. Uno de los dos debe tomar la responsabilidad y eso lo tomo yo.

Entonces, ¿es porque ella era más alta? Una idea cruzó la cabeza de Deckard, tuvo que apurarse en ocultar una sonrisa traviesa de su mirada.

—Si es así el asunto, si en unos años me vuelvo más alto, ¿tendrías que hacerme caso?

—Siendo tan pequeño, dudo que puedas crecer más que yo.

—Oh, ¿lo crees así? —Deckard acortó esa distancia, por lo que estaban casi nariz contra nariz—. Entonces, apostemos.

—¿Apostar? —Verónica entrecerró los ojos, recelosa—. Luces muy seguro. ¿Qué quieres apostar?

—Haré lo que diga la princesa si es más alta que yo. Pero, si llego a ser más alto, tendrás que casarte conmigo.

Verónica ya no era de piel pálida, no obstante su tono todavía le permitía a Deckard notar cuando se veía avergonzada, que era mucho justo ahora.

—¡T-tú! ¿Qué? ¿Por qué querría casarme contigo?

—¿Acaso la princesa tiene miedo? —Deckard ahora era quien se cruzaba de brazos, retrocedió ese paso que dio para mostrarse arrogante en su lugar—. ¿No es una vergüenza para el maestro? Su discípula tiene miedo de una simple apuesta.

—¡No tengo miedo! ¡Es ridículo!

—Entonces, ¿por qué no la aceptas?

—¡No voy a discutir esto! Es una tontería. —Verónica se negó a decir más, tomando la iniciativa para avanzar a la torre.

Solo que apenas dio un par de pasos cuando escuchó la risa de Deckard tras su espalda, un vistazo sobre su hombro le permitió ver que el niño ocultaba su risa tras su puño. Burlándose osadamente de ella.

Y Verónica supo que eso era mostrar una debilidad, el ser tan sencillo molestarla. ¿Cómo podía permitir algo así? Luego el niño no tendría respeto alguno por ella. Así que, regresó sobre sus pasos, tomó a Deckard por el cuello de su túnica, tomando por sorpresa al niño y dijo con dientes apretados:

—Apuesta tomada. Y ya verás, lo primero que harás como adulto es ser mi limpiabotas. ¡Jah! —Empujó al niño, hizo un movimiento de cabeza que causó su cabello rozara el rostro de Deckard mientras entraba a la torre.

Deckard tenía un muy buen humor. Cuando volteó a ver a Arsen y Max, quienes presenciaron la discusión en silencio, solo encontró a dos hombres tratando de contener la risa.

Solo podía permanecer con Verónica cada tres días, luego por obligación debía regresar a Menevras por veinticuatro horas. Realmente aprovecharía todos los minutos de ese tiempo con ella.

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—Así que, no estabas consciente por completo de tu magia cuando invocaste los elementos. —Arsen preguntó, luego de beber un poco de té.

Los cuatro estaban reunidos en uno de los salones de la Torre del Este, Arsen invocó un poco de té y galletas para consumir durante la clase. El mago comenzó a notar que la mayoría estaba siendo devorada por Deckard. No supo si era un efecto secundario del hechizo, ya que recordaba que no era habitual ese comportamiento tan... "dulcero" en el mago.

—Traté de invocarlos cuando la quimera vino hacia a mí, no pasó mucho. Fue solo cuando Max..., cuando él estaba en peligro que simplemente... sucedió.

Arsen compartió una breve mirada con Deckard, después de que ambos observaran la expresión apagada de Verónica. Para entonces, Deckard ya dejó de tragarse los aperitivos.

Uno de los efectos del hechizo era que ocultaba parcialmente el aura de Deckard, así que ya no parecía un rojo carmesí sino más bien un rosado demasiado pálido, llegando al blanco común de todos los demás magos. En ese color, era un poco complicado percibir las emociones del mago que por lo general se reflejan en su aura mágica, como sucedía en el pasado.

Pero justo ahora, dado que Verónica todavía conservaba su vibrante color esmeralda, tanto Deckard como Arsen podían ver que su aura se volvía opaca, reflejando su bajo estado de ánimo. No era algo relacionado a la tristeza, para que el aura refleje las emociones del usuario, debe ser una emoción demasiado intensa: alegría extrema, ira sin control, una agónica desesperanza... o una abrumadora depresión. La opacidad en el tono del aura de Verónica, justo ahora, comenzaba a mostrar signos de esta última emoción.

No era algo que le daba gusto ver a Deckard. Por el contrario, la razón de mantener la esencia de la Verónica que conoció era para evitar esta misma situación, que sospechaba ella siempre se veía rodeada en sus vidas anteriores.

Eran las señales del destino de pena que estiraba sus garras.

Un falso sollozo atrajo la atención de los tres magos, que vieron a Maximiliano llevarse un pañuelo a los ojos, fingiendo llorar, observando a Verónica.

—En tan poco tiempo me he vuelto importante en el corazón de nuestra amada princesa —dijo, actuando tan conmovido—. Los dioses han bendecido a este humilde tutor.

—Eh... Yo... —Verónica se veía consternada—. Bueno. El tutor Rinaldi cuidó de mí, a pesar de los problemas que di... Es solo que no me gusta que se sacrifiquen por mí.

—¿Ah? ¿Es por eso? ¡Pero, alteza! —Maximiliano se colocó de rodillas frente a Verónica, tomando ambas manos de la niña entre las suyas—. ¡Este humilde daría hasta la vida por la pequeña luna de este imperio! —exclamó en un osado tono de drama.

Ridículo.

Absolutamente ridículo.

Pensamientos similares rondaban la mente de Deckard. ¿Quién demonios era este tonto? Anteriormente se presentó como el tutor de Verónica, no obstante estaba resultando ser todo lo contrario a lo que él imaginó que deben actuar los tutores. La vergonzosa escena frente a sus ojos era una. Sin mencionar que le estaba causando un poco de irritación la familiaridad con la que sostenía las manos de Verónica.

Hizo una nota mental de no quitarle los ojos de encima.

—Muy bien. Retomemos el asunto. —Arsen llamó la atención, con un suspiro cansado—. Es obvio que llamar a una fuerza elemental poderosa no es algo fácil de hacer de la noche a la mañana de manera consciente. —Sus ojos azules se fijaron en Verónica—. En la infancia, el maná de un mago a veces se activa por sí sola como un mecanismo de defensa, dependiendo de qué tanta urgencia o peligro sienta el mago. Con los años, mientras más control vaya aprendiendo, ese mecanismo desaparece. Digamos que es como un... instinto. —Arsen dijo después de considerarlo unos segundos—. Ese mecanismo toma control del mago, el instinto de protegerse se activa y se desata el poder sin que el mago sepa bien lo que está haciendo, solo se deja guiar por ese instinto de supervivencia.

Maximiliano intervino ahora.

—Entonces, ¿cuál es su plan para lidiar con esto?

—Por ahora, iniciaremos con el control básico. Ya ella inició los aprendizajes con los elementos, supongo que debemos trabajar un poco más en el control de ese mecanismo.

—Pero, ¿eso no me expondría al peligro si ese control evita que el instinto de supervivencia se active? —pregunta Verónica, preocupada.

—No. Trabajaremos en el sentido de, en vez de que hagas esas cosas de forma inconsciente, sea al contrario. —Arsen levantó el índice—. En vez de dejar que el instinto te controle a ti, dominarás al instinto. Hay una alta probabilidad de que, a raíz de eso, aun con tu inexperiencia, puedas acceder a un mayor porcentaje de tu poder. —Bajó la mano, enarcó una ceja—. Eso sería más ventajoso para ti, ¿no lo crees?

Verónica lo consideró un instante, pero asintió pronto. Arsen los llevó al bosque, donde pudieron entrenar un poco los elementos. Eso le dio libertad a Deckard de explorar qué tanto poder de su núcleo podía usar actualmente. Solo que, como supuso, tenía el mismo exacto poder de un mago infantil de ocho años. Apenas alcanzaba el diez por ciento de su potencial. Era demasiado poco. Su maná nada más le permitía el dominio de las ramas de magia elemental y alquímica en un nivel intermedio como máximo.

Tuvo que reconsiderar bien sus planes a continuación para poder estar cerca y proteger de manera adecuada a Verónica.

En teoría, mientras más avanzara Verónica con su magia, como consecuencia, Deckard podría dominar un poco más la suya propia. Maldición.

Para la hora del almuerzo, Deckard y Arsen estaban en el frente de la torre, despidiendo a Maximiliano y Verónica que regresaban al palacio real. El ahora niño quería tanto ir con ellos, sin embargo apenas Verónica lo conocía. Si quería avanzar con su relación, tenía que analizar bien, luego trazar un plan de acción factible para poder acercarse a ella sin ser rechazado.

Y debía ser rápido en eso.

—Hay algo que no me gusta aquí.

—Sabes, siempre puedes regresar contento a tu cárcel personal —escupió Arsen, girando sobre sus pasos para volver a la torre.

—Imbécil. —Deckard caminó tras él—. Hablo de Verónica.

Deckard no continuó hablando hasta que los dos volvieron al interior de la torre. Creyó que Arsen volvería al salón pero en cambio, el mago pelirrojo se dirigió a lo que Deckard consideró que era la cocina. El maná de Arsen comenzó a liberarse para preparar una comida. Notando las porciones, un pequeño hilillo de sorpresa lo envolvió al pensar que Arsen también prepararía comida para él.

Porque, siendo honesto, Deckard ya estaba considerando buscarse alimento por su lado. Arsen y él no se llevaban bien. Deckard se dijo que debía vigilar bien la comida, no fuera que Arsen agregara algún ingrediente extraño a su plato.

—¿Qué pasa con Verónica?

—Lo notaste, ¿no? Más temprano, en el salón, cuando su aura se volvió oscura.

Arsen, que supervisaba el picadillo de los ingredientes, se tensó, por lo que todo lo demás que controlaba su magia también se detuvo por un microsegundo antes de proseguir.

—Lo vi. —Su tono fue algo bajo—. Y no tienes que preguntar qué sucede. No hemos logrado mucho.

—¿A qué te refieres? —Deckard se detuvo junto a Arsen, levantando la mirada para verlo—. Se supone que la razón de todo esto es para que ella tuviera fortaleza.

—Y créeme, estoy seguro de que la tiene. Sin embargo, 'niño'. —Arsen se giró para enfrentarlo—. Olvidas un pequeño detalle: ella es humana. —Colocó una mano en el mesón como apoyo lateral—. Verónica sigue siendo la misma chica que vivió en su otra dimensión, y aparte de los años que estuvo ahí, ha vivido seis años en este mundo. ¿Cómo una persona no puede desarrollar fortaleza en estos entornos? —preguntó a nadie en específico, sin esperar respuesta alguna tampoco.

—Entonces, explícame por qué su aura se volvió opaca en ese momento.

—... No tengo una idea clara, solo me baso en unir puntos. —Arsen apretó el puente de la nariz—. Pienso que es un efecto de sus cuerpos infantiles. Tienen reacciones infantiles, como tu tendencia devoradora de galletas que tuviste hoy...

—¿Tendencia devoradora de galletas? —Deckard parpadeó.

—O esa vergonzosa discusión que daba pena ajena esta mañana.

—...

—Que son actitudes que solo un niño toma. —Arsen hizo un gesto vago de manos para restar importancia—. Es ridículo pensar que un adulto seguiría siendo adulto en un cuerpo de niño, la mente es la mente, no es lo mismo que un alma, siempre se verá influenciado.

—Ve al maldito grano —se impacientó Deckard.

—Tú que la conociste un poco mejor, ya sabrás, sin embargo... Verónica ha presentado ser muy reservada —dijo Arsen, eligiendo las palabras con cuidado conforme hablaba—. Obstinadamente cerrada, con algunos temas. Es poco lo que Bastianich y yo hemos podido saber sobre su vida antes de ser encontrada en los bosques. Nada más sabemos, porque imagino que no le quedó de otra decírnoslo... —Arsen se volteó, guiando la comida a las ollas para su cocción—, que presenció la muerte de su madre a manos de una quimera oscura. —Por sobre su hombro, le dio un vistazo a Deckard—. Tanto para un niño como un adulto, tengas una conexión emocional con alguien o no, ver el asesinato de alguien en manos de esas criaturas deja una huella muy fuerte en la psique de una persona. En especial si se trata de la persona que le dio la vida. —Regresó su atención a la comida—. Y ¿no prestaste atención a lo que dijo sobre su tutor? —No escuchó respuesta de Deckard—. No le gustó que él se sacrificara, o intentase hacerlo, por ella. Me temo que hay algo oculto ahí.

Deckard tampoco respondió a eso, porque estaba ocupado analizando las palabras de Arsen. A cada segundo que lo pensaba, la preocupación en su interior crecía.

Él había mantenido la esencia de Verónica para que no fuera fácil de derribar como sucedió con sus otras vidas.

Porque él investigó. Fue duro encontrar alguna evidencia dado que Lynd no estaba y cualquier posible testigo ya hacía siglos que murió, pero encontró información sobre ella. Las anteriores vidas de Verónica estuvieron plagadas de desgracia, torturas y violencia, que fueron destruyendo la energía vital, los sueños, las esperanzas y las ganas de luchar en ella. Encontró que hubo vidas en las que fue abusada, fue violentada, fue torturada, asesinada.

Se alivió al saber que fue encontrada todavía siendo niña, no obstante si llegaron tarde para evitar que una semilla fuera sembrada, temía que cortar esa raíz venenosa trajera severas dificultades. Y esa raíz comenzaría extendiendo la tristeza, que desencadenaría en la depresión y la posterior desgana de vivir si no la cortaban a tiempo.

Primero, debía averiguar cuál fue el detonante para saber luego cómo proceder. Por ahora, Deckard ya podía considerar de qué manera acercarse a ella.

—Averiguaré de qué se trata.

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Luego del almuerzo, Maximiliano guió a Verónica a un salón desocupado. La niñera de la princesa, Cate, acompañada de Holly, iban con ellos. Bajo el pedido de Maximiliano, Dynno trajo para ellos un par de libros, una pizarra e implementos de estudio para la princesa. Maximiliano consideró que dar una pequeña clase podría ser algo educativo para la princesa, así como demostrar apropiadamente sus habilidades como tutor.

Debía decirse que Verónica tendría que estar en esos momentos recibiendo las clases con los tutores de los príncipes, no obstante Max se adelantó, llevándose a la niña a otro salón apartado del palacio. Defendería su dignidad a toda costa si algún mequetrefe viniese a pretender llevarse a su recién declarada alumna.

—Ejem, entonces. Para nuestra primera clase podríamos tener una interactiva y entretenida clase de historia. —Maximiliano se volteó al pizarrón, tomando la tiza para comenzar a copiar una fecha y una figura deforme—. Imaginemos que esta cosa extraña es un trozo de tierra. Entonces, ¡pam! —Golpeó la pizarra, y rápidamente garabateó varios círculos con palitos—. Llegaron estos humanos y dijeron "¡Qué bonita tierra, viviremos aquí!" Así, se reprodujeron pero esta persona dijo: "Oigan, necesitamos un líder" ¡ah! —Maximiliano levantó un dedo—. ¡Pero no contaban con que... groar! —Y dibujó una mancha, con cuatro extremidades que pretendían ser patas junto a una boca llena de dientes—. ¡Una quimera oscura, no, cientos de quimeras oscuras aparecieran! Así que los conquistadores unieron fuerzas con un mago, crearon armas y lucharon contra estas bestias. Este primer guerrero tan valiente, que mató a muchas quimeras, fue nombrado el primer emperador de Rasluan, Rhode di Rossi I. —Maximiliano se dedicó a dibujar un hermoso rostro con barba, valiéndose de las habilidades de arte del Max original—. A pesar de ser un bárbaro, era un hombre muy atractivo que tuvo muchas mujeres, con las cuales formó la primera dinastía real.

Solo que, cuando Maximiliano se volteó para ver a Verónica, la encontró con la boca abierta, su mirada en blanco fija en el pizarrón y en él mismo. Cate junto a Holly tenían expresiones similares en sus rostros.

—¿Qué? —Maximiliano parpadeó—. ¿Fue muy difícil de entender? Puedo iniciar de nuevo...

—¡No! —Verónica salió de su estupor, presurosa a detener al hombre. Santo cielo, no podría soportarlo otra vez. En su cabeza, comenzaba a reconsiderar si era una buena idea tenerlo de tutor. Se frotó las mejillas con las palmas—. Maestro Rinaldi, no quiero dibujos. Tampoco tengo interés en saber sobre el origen del imperio...

—Pero, cómo puede la princesa no saber el origen del lugar que gobernará.

—El maestro de historia de mis hermanos ya me ha contado mucho sobre la dinastía di Rossi. Pero quiero saber cómo es que papá llegó a ser emperador. —Ladeó la cabeza.

—Alteza, para tratar el futuro debe conocer el pasado. —Maximiliano dejó la tiza en el borde del pizarrón—. Pero... —Max, adoptando una expresión de estar fastidiado al dar un vistazo a los dibujos que hizo, rápidamente adoptó una expresión feliz para luego sentarse frente a Verónica—, la verdad es que la historia es aburrida la cuentes como la cuentes, y no hay nada más de entretenido que un buen chisme. —El joven le guiñó un ojo—. Sí, princesa, el ascenso de su padre, nuestro amadísimo emperador, a su actual posición fue la comidilla en el imperio. —Aclarando su garganta con dramatismo, Maximiliano comenzó—. Sucedió hace unos veinte años, más o menos.

—¿Veinte años? Papá no es tan viejo, ¿fue tan joven?

—¡Por supuesto! —Max sonrió, encantado—. El mago adolescente Bastianich inició su carrera política en la tierna edad de los dieciséis, diecisiete años aproximados. Todo a raíz de la dictadura socialista, ejem-ejem, digo, de la tiranía del emperador Arameus di Rossi.

—¿Qué hizo exactamente?

—Bueno. —Max compuso una expresión más seria—. Digamos que el emperador comenzó a beneficiar a las clases altas, incluso por encima de la clase media. ¿Y la clase baja? Hizo honor a su posición al casi comenzar a arrastrarse por el suelo a raíz de la pobreza. —Max chistó con pesar, cruzando sus brazos—. Aparte, ¿qué otra clase estaba junto a los humildes pobladores de clase baja?

—... Los magos.

—Exacto. —Maximiliano asintió, orgulloso—. La princesa es muy lista. Sí, los magos no estaban tan bien posicionados en el imperio bajo la dinastía di Rossi. Opuesto a Menevras donde tienen un gran prestigio, Rasluan no es un imperio donde sean venerados, es también la razón por la que Rasluan tiene más guardias "normales" que guardias mágicos. —Sacudió vagamente su mano—. La mayor parte de los magos acaban transfiriéndose a Menevras... ¡Como sea! Uno comienza un chisme y se desvía a otros lados. Ah. —Maximiliano suspiró—. La gota que rebasó el vaso, de por sí había mucha tensión en el imperio, lo que terminó por desatar la rebelión fue la aparición de las primeras quimeras oscuras en el imperio. Pff, Arameus ordenó que se protegiera el palacio y a toda su corte, no le importó que la clase baja, o parte de la media, incluyendo los magos, muriese.

—Ese vil... —Las pequeñas manos de Verónica se apretaron, indignada.

—Sí. Ese vil... —Max no completó la frase—. Bastianich fue el primero en rebelarse. Su paciencia acabó. Cuando se logró controlar la situación con las quimeras, reunió un grupo de magos y comenzó a atacar el palacio para destituir la dinastía del poder. ¡Magos versus insectos! ¡Puaj! —Maximiliano aplaudió una vez—. Los volvió mierda, ¡digo! Los masacró a todos aquellos que se vinieron en contra. Como el protagonista de una historia de aventuras, obtuvo el trono. Los magos, los nobles que no apoyaban a Arameus, los que sobrevivieron y le dieron su lealtad a él para no morir, lo coronaron el nuevo emperador. —Maximiliano se inclinó, sus codos apoyados en las rodillas para así apoyar el rostro en las manos. Sonreía—. Tu papi bonito nombró "Heiner" a la nueva dinastía. Arameus cosechó una fortuna inmensa en las arcas del palacio a costa de los excesivos impuestos que tomaba del pueblo, ¡como todo dictador sacándole la plata al pueblo!, así que Bastianich lo usó para alimentar y curar a las clases que estaban por morir a causa del reinado del anterior emperador. También cambió el sistema monetario por uno que disminuyera la inflación, y permitió que se implementaran nuevas reformas e inventos para aumentar la calidad de vida en el imperio. Arameus era un alcornoque sin visión del futuro.

—También tengo curiosidad de saber si alguien tiene futuro en este palacio. —Una voz profunda irrumpió el salón.

Verónica, Max, así como Cate junto a Holly, los cuatro se voltearon para ver a Bastianich parado bajo el umbral de la puerta, los brazos cruzados frente a su pecho. Toda su atención, el par de ojos verdes estaban fijados en Maximiliano, quien sintió que empequeñecía en su asiento.

—Recordé hace unos minutos que teníamos una discusión pendiente. Resulta ser que el joven tutor ya comenzó a ejercer su profesión... ¿sin yo dar una autorización oficial?

—Eh, jeje. —Maximiliano se frotó la cabeza un poco—. Este, yo... ¡tenía tanto entusiasmo por enseñar a la princesa que...!

—Y vaya, ¿tanto entusiasmo para contar la historia de mi ascenso como si fuera los chismes de las señoritas de la corte?

—Bueno, no me dirá que eso le da un poco de sazón, Majestad.

—¿Disculpe?

—¡Que le da un mayor valor, Majestad! Es lo que dije, ¡le da un mayor valor! —Maximiliano se levantó ante los pasos que Bastianich dio al entrar.

—¿Cómo le puede dar mayor valor hablar de la historia como si fueran vulgares chismes de señoras? ¿Es esa la educación que pretende darle a la princesa, a mí hija? —El tono de Bastianich se volvió cada vez más firme, duro hasta pararse a pocos pasos de Maximiliano—. Verónica necesita un maestro serio, no un charlatán. Valoro que haya cuidado su vida, no obstante, no pienso permitir que arruine su educación volviéndola una princesa superficial, vulgar y—

—Padre. —Verónica se levantó, sus pies la llevaron a detenerse en medio de Max y Bastianich—. Me gusta el profesor Rinaldi. Mi padre sabe que puedo ser tan buena princesa como otras. —La mirada de Verónica fue clara en el mensaje implícito que trataba de darle—. Me gusta como da las clases el profesor Rinaldi. Fue muy entretenido saber cómo papá se volvió un emperador tan poderoso y querido.

Bastianich se frotó el puente de la nariz. Esto no estaba resultando como él pretendía. Maximiliano no le facilitaba las cosas. Primero era aquel poco agradable rumor que rondaba alrededor del chico, segundo era este excéntrico modo de estudio que estaba proporcionando a su hija, y tercero... era su apariencia. No le gustaba juzgar a la gente por su aspecto, no obstante Maximiliano lucía demasiado joven, demasiado inexperto. Diferentes factores no le permitían confiar del todo la educación de Verónica, si bien fuera parcial como princesa.

Porque Bastianich debía ser honesto consigo mismo: desde el primer instante supo que Verónica no sería una princesa a tal y canto. Ella era la hija de la diosa, compartiría el título de Mago Ancestral con Deckard cuando obtuviera la madurez mágica. La más importante educación que debería recibir vendría de un mago, Arsen en tal caso. Pero, para cumplir ciertas obligaciones como la hija del emperador, Verónica se ve obligada a aprender las bases de la realeza, y por ello la presencia de tutores reales.

—Tú. —Señaló a Maximiliano—. Vendrás a mi despacho a discutir este asunto. Ahora.

—Papá—Verónica quiso discutir, sin embargo un gesto de Bastianich la detuvo.

—No. Déjame tomar esta decisión. Cate, Holly, cuiden de la princesa. ¡Rinaldi!

—¡Presente! —Maximiliano se paró firme, como si un sargento de la milicia hubiera pasado lista apuntando su culo con una ballesta.

Bastianich entrecerró los ojos.

—Sígame.

No esperó respuesta, Bastianich se volteó, salió del salón de inmediato. Max, que no tuvo de otra más que obedecer, le dio una mirada de disculpa a la princesa.

—Alteza, descuide. —Maximiliano le dio un guiño que esperaba la tranquilizara—. Conozco métodos sutiles de persuasión y convencimiento.

—Maestro Ri..., no, Max. —Verónica se adelantó un paso, preocupada—. No hagas o digas algo estúpido. Si no puedes convencer a papá, entonces deja que yo me encargue de eso.

Maximiliano llevo un puño a su boca, sus ojos brillantes con falsas lágrimas retenidas.

—¡La princesa me ama tanto que no quiere perderme! ¡Fui bendecido por los dioses chocarreros! Digo, ¡los dioses del cielo! —Hizo una exagerada reverencia frente a ella—. ¡Honraré este amor durante toda mi existencia, princesa!

—¡RINALDI! —El grito de Bastianich se escuchó desde el exterior.

—Me voy. —Y como si tuviera un cohete, salió corriendo siguiendo el sonido de la voz de Bastianich.

Las doncellas que quedaron con Verónica se posicionaron a un lado de ella. Fue Cate quien habló.

—Princesa, ¿quiere que volvamos a la habitación?

Verónica observó en silencio, sin moverse, la puerta por donde Maximiliano y su padre se marcharon. Había una resolución en su mirada, seguido parpadeó, y ese brillo firme desapareció por una suave calma.

—No. Me parece que... tengo ganas de un postre. —Le sonrió ampliamente aCate y Holly—. Quiero hacer cupcakes.

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Bueno, si dejan muchos comentarios así diciendo qué les pareció, podría subir pronto la segunda parte de este capítulo ^^