CAPÍTULO 11

AMANTES Y RIVALES (II)

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No todo el tiempo era un vago en casa. Recuerdo que en mis vacaciones antes de tomar la universidad, mi vieja me consiguió un trabajito bajo la excusa de que podía servirme de experiencia. Fue el trabajo más complicado que he tenido en la vida, porque aparte de que era muy exigente, el sueldo era una miseria total.

El trabajo era ser ama de casa.

En verdad, el primer día ya quería renunciar.

Mis respetos a todas las mujeres amas de casa, es el trabajo menos remunerado, dejen de lanzar mierda a los diseñadores gráficos.

Por eso, resultaba irónico de que había tenido mi primer día de trabajo en mi nuevo empleo y, por el contrario al anterior, no quería que me despidieran. Es más, ¡trabajo para una famosa! Mi pana, en este mundo, tengo acceso a la que se volverá la maga más poderosa, sería un huevón si permito que me despidan cuando ni siquiera la he visto besarse con el protagonista.

¡¿Cómo puedo permitir que me separen cuando apenas está en pañales?!

Así que, dado que parezco no tener derecho a solicitar un abogado, voy a ser mi propio defensor en esta corte. ¡Abran paso, perras!

—Su Señoría—¡Ejem, eh, digo! Su majestad. —Me apresuro a hablar apenas cierro la puerta del estudio de Bastianich, el hombre ya se está sentando tras su escritorio—. No quería faltarle el respeto. Escuche. Los carajitos, em, los niños se aburren con las clases de historia. Yo me dormía hasta roncar en la escuela, tenía que hacer la historia un poco más amena para la princesa.

—¿Y amena significa un formato de chismes de pueblo para usted? —Bastianich cruzó los brazos sobre su escritorio. Venga, hombre, no cruces los brazos así—. Por agradecimiento a salvar a mi hija, le permití la oportunidad de educar a Verónica, no obstante, antes de siquiera iniciar debió de hablar conmigo en primer lugar.

Me froto la nuca. Sí, ya sé, pana, ya sé, me salté por completo la entrevista.

—El que me haya adelantado ¿no puede significar un indicio de lo mucho que me entusiasma este empleo?

Bastianich tomó un respiro.

—Seré honesto con usted, Rinaldi: no me genera ninguna confianza.

—Si me conoce, puedo llegar a generarle confianza. —Le doy la mejor de las sonrisas que puedo hacer con este hermosísimo rostro que me cargo.

Eh—

Mala decisión. Bastianich acaba de entrecerrar los ojos. Se inclina a un lado del escritorio para extraer una carpeta con varios folios de algún cajón. Ugh, siento como si el director de un penal fuera a exponer todo mi expediente criminal.

—Cuenta con ¿qué, veinte años? Y apenas ha impartido educación a cuatro niños, en dos cuyas familias expresaron quejas. A cambio de una exagerada suma de dinero, impartía una educación mediocre a los alumnos bajo su ala. —Veo al hombre estirar varios papeles hacia mí, donde estaba expuesto una serie de denuncias—. Eso sin mencionar, una cierta vergonzosa reputación en su nombre...

La palabra "Apostador" resalta en mi cabeza cuando veo la evidencia que el fiscal me muestra.

Bueno, parece que me equivoqué y el joven maestro Rinaldi ya ha estado asistiendo al casino desde antes de conocer a la princesa. Sobra decir que, dado que toda la historia está desde el punto de vista de la protagonista, poco se sabe de la vida de los secundarios, incluyendo su atractivo pero desgraciado tutor.

Sin embargo, algo que se destaca es que, a pesar de todo, Maximiliano Rinaldi era muy bueno en las apuestas. Hay muestras de que asistía varias veces al casino pero no hay ningún rastro de que esté acarreando más deudas...

Tengo una ligera sospecha. Gracias a esos incontables mangas y animes que vi, sé que no todo puede ser tan perfecto. ¿Una escoria como el Max original, teniendo buena suerte en el casino? No, no, no, no. Él no podría tener "El Dedo Dorado" que significara que todo le saldría bien, eso es algo propio de los protagonistas. De ser así...

¡Este bastardo ha hecho trampas!

—¿Y bien?

Mierda, ¿qué ha dicho el pajúo este? ¡No le presté atención! Maestro, ¿puede repetir el dictado, por favor?

—Majestad, en verdad, yo me estoy redimiendo. —Beso una cruz hecha con mis dedos pulgar e índice—. En serio. Se lo juro por la virgencita de Guadalupe, pretendo ser un buen maestro para la princesa.

—¿La vir, qué? Ya es suficiente. —Bastianich hizo a un lado la carpeta con un gesto impaciente, y solo atino a ponerme firme—. ¿Cómo pretende darle una educación a mi hija cuando tiene estas actitudes tan extrañas? No necesito que Verónica aprenda tales manías y sufra las burlas de esos nobles estirados.

—Su Majestad, solo deme una oportunidad. —Me atrevo a colocarme a un lado de él, inclinarme y postrar una rodilla en el suelo—. Permítame demostrarle que puedo ser un tutor competente no solo para la princesa, sino para cualquier otro niño.

—Dígame algo: ¿por qué tiene tanto interés en educar a mi hija? Elija bien sus palabras.

Mierda. No puede ser válido decirle que es porque se trata de la protagonista y en el canon del manga Maximiliano Rinaldi se vuelve su tutor, ¿no es así? ¿Cómo coño él va a creer algo como eso? ¡Me enviará al manicomio! Suficiente tuve con vivir en la loquera de país del que vengo, no importa si cualquier lugar es mejor que estar en esa vaina.

Vamos, Max, piensa en una labia lo suficientemente buena para que este marico me deje quedarme.

—Por ser un amigo. —Fue lo primero que dije, y la verdad es que ni siquiera lo estoy pensando mucho—. Reconocí a la princesa pero también vi a una niña que se siente sola. Mi abuela y mi hermana se encariñaron con ella, pero vi en... —Siento mis labios resecos así que los humedecí rápido—, vi en la princesa a una niña madura pero solitaria. Quise enseñarle de otra manera para al menos ver una sonrisa de su parte... Todavía no lo logro y no quisiera irme sin haberlo hecho.

No hubo respuesta. El sonido que irrumpía la estancia es solamente el que causa la naturaleza en las afueras, viniendo a través de los altos ventanales abiertos. Me tiene los pelos parados, sin saber si le atiné o ya la cagué por completo. Tengo el cerebro tan tieso como un muerto, a la expectativa de lo que diga Bastianich.

No solamente no quiero irme por seguir el canon, tengo dos importantes motivos extras para permanecer aquí. Uno es que, estar cercano de la protagonista, asegurará mi supervivencia en este mundo plagado de criaturas. Vendrán unos años tranquilos, no obstante, si la historia fluye según lo que leí, costará mucho encontrar un lugar a salvo en este mundo. Apenas tenemos el dinero de la venta de las joyas. Coño, en serio tengo caligüeva para ganar plata, ser el tutor de la princesa es un trabajo muy sencillo que me da muchos beneficios.

Y lo último es... que es el personaje con el que mejor estoy familiarizado en este mundo. No soy de estar apegado a nadie, no lo soy ni con mi propia familia pero, no tengo a nadie más en este mundo que mejor conozca que la propia Verónica. Seguí su historia desde el principio hasta el final. Yo, todavía, no quiero alejarme.

No me quiero ir, sr. Stark.

Veo a Bastianich tomar la carpeta, que de inmediato comenzó a incinerarse hasta que las cenizas comenzaron a volar, desintegrándose.

—Te doy tres meses como prueba —dijo por fin—. Si noto una deficiencia, por muy pequeño que sea, en mi hija, yo mismo te patearé fuera del palacio.

—¡Yajuu! —¡Lo logré!

¡Conseguí el empleo!

—Qué agradable sujeto es usted, majestad. —Tan eufórico estaba, que no dudé en besar ambas mejillas del hombre y estrechar su mano—. Acaba de adquirir al mejor tutor de todo el mercado. Gracias por aprovechar la oferta, disponible por tiempo limitado.

—¡Ya es suficiente de bromas! —Bastianich aleja su mano, aunque no me importa si fue rudo o no, ¡estoy demasiado extasiado que podría bailar La Macarena aquí mismo!—. Sea serio. Para mañana a primera hora quiero ver su plan de estudios propuesto para Verónica. ¿Está claro?

—Tan clarísimo como el agua, majestad.

—Ahora siéntese de una maldita vez. Todavía está un asunto del que quiero hablar con usted.

—¿Qué asunto? Ah, ¿podría ser la palabra que comienza por D y termina en "dinero"?

—¿Es eso lo único que le interesa, Rinaldi? —Bastianich gruñe, percibo su total y rotunda fría mirada atravesando mi cara.

—No, no, no. —Sacudo mis manos—. Bueno, sí. —Tamborileo mis dedos entre sí—. Tengo una familia que mantener, majestad, y una casa que adquirir ya que estamos en la calle. Ahora ya soy jefe de familia, usted sabe. —Además, si quiero mantener mi sueño de vivir en capitalismo, necesito plata, y ella no crece en los árboles, mucho menos en este mundo. Lo señalo—. Ya usted me aceptó y no puede retractarse.

—Sí..., y estoy comenzando a arrepentirme. —Bastianich se frotó la sien—. Usted es tan...

—¿Impactante? ¿Guapo? ¿Talentoso? ¿Listo? Lo sé, lo sé. —Echo mis cabellos hacia atrás, adoptando una pose arrogante—. Causo sensaciones en la gente difíciles de explicar.

—¿Esas sensaciones están relacionadas con acostarse con ellos? —pregunta Bastianich, su voz fría me deja helado.

Disculpa, ¿qué?

—¿Qué pasó, majestadcito? No me insulte. —Bastianich, ¿de qué verga estás hablando tú, pana?

—Otro motivo por el que estaba un poco reacio a aceptarlo como tutor de Verónica es que recientemente me enteré de cierta tendencia... libertina sobre usted.

... Oh. Pff, ¿era eso?

—Bueno, majestad, soy un joven bastante enérgico y, pues, Dios nos pone a prueba innumerables veces, por muy lamentable que yo no sea su mejor guerrero. —Esto es incómodo de hablar con él, sin embargo, a la mierda, somos hombres, ¿qué no?—. No se preocupe, no tengo intenciones sucias con la princesa y mi único interés es enseñarle correctamente.

—Rinaldi, no quiero que su reputación afecte a mi hija. Aunque he sido descuidado con lo mal que algunos nobles podrían ver sus peculiares gustos, no quiero que eso llegara a hacer sentir incómoda a mi hija.

A ver, a ver. ¿"Peculiares gustos"? Chamo, a no ser que a este men le vaya lo sado, ¡nada de eso se menciona en el manga!

Fue un maldito +15. ¿Qué coño de la madre quieren estampar en un manga de clase B? Que ajá, yo me disfruto mi hentai, ¿ok? Tengo mis noches de "fapapapa", pero eso jamás se mostró con Maximiliano. Con ningún personaje, en realidad, ¡no es ese género!

—Creo que soy un poco pendejo. ¿De qué "peculiares gustos" estamos hablando? ¿Voyeur? —Si además, ¿cómo coño esa gente sabría? ¿Qué no hay privacidad en este mundo?

—¿Realmente necesito decirlo? —Bastianich luce cada vez más impaciente. Güebón, si te estoy preguntando es por algo, ¿no?—. He escuchado de sus innumerables relaciones con otros hombres del imperio. No quiero que ninguno de mis hijos se vean negativamente influenciados por eso.

...

—¡¿Pero de qué mierda estás hablando tú, chico?! —Me levanto, casi tirando la silla—. ¿Me estás llamando gay a mí? —Cruzo las manos frente a mi cuerpo—. Que tenga cara de pato y sea medio loco no significa que le esté dando el culo a cualquier cabrón.

Ok, regresemos la cinta.

Claramente esa habría sido mi reacción si tuviera la libertad y estuviera en mí cuerpo...

Por obvias razones ya expuestas, no estoy en esa situación, por el contrario, resulta que he caído en el cuerpo de un tipo que no solo es una escoria sino que además le gusta el chorizo.

De todos los cuerpos, no solo caí en el de Maximiliano Rinaldi, el imbécil que se aprovechaba de la protagonista, quien además tenía un pésimo final. Estoy en el cuerpo de un gay.

Mmh.

Creo que acaba de llegar la luz porque se me prendió el foco.

—Ah, eso. —Apoyo el codo en el respaldo de mi silla, girando un poco mi cuerpo—. ¿Le molesta tanto al emperador que lo sea?

Bastianich se tensó.

—No me causa más molestia de lo que eso pueda influenciar en mis hijos, sea usted o su reputación.

—Tengo entendido de que una de los valores que quiere imponer su majestad en su reinado es la tolerancia. A raíz de lo despreciados que eran los magos, usted quiere que toda persona sea aceptada en Rasluan, sin importar su clase o condición... ¿Entonces a personas como yo, eso no es aplicable? Es un poco discriminador.

—Yo... Jamás dije eso. Simplemente su caso es diferente. A mí no me importa lo que sea o deje de ser, pero no será igual para el resto de la nobleza.

—Pero, usted es el emperador. —Esta vez, me acerco hasta apoyar ambos codos en la mesa, los dedos cruzados y le doy la más suave de las sonrisas que puedo hacer—. Tiene el poder, y más, para defender los derechos de personas como yo.

Okey. Debo hacer un inciso aquí, para que quede claro: soy cien por ciento heterosexual, ¿oyó? Me gustan unas buenas tetas, no que me anden metiendo pepino ajeno.

No obstante, ¿cómo puedo yo llevar la reputación de Maximiliano Rinaldi, para luego tener los huevos de decir que no me gustan los hombres? No, no, no, mi amor, tomemos otra táctica. Me acaban de dar el papel de gay, así que pongámonos las plumas y los aretes y finjamos ser un gay hasta donde pueda.

Papi, aquí llegó su caballota. Su perra, su diva, su potra. Abran paso que voy trotando.

—Su majestad, no creo que sea una mala idea. Es más, podría ser vocero para todos aquellos homosexuales que son reprimidos por esta sociedad tan cuadrada y discriminativa. ¡Lo tengo! —Doy un golpecito al escritorio para enfatizar mis palabras—. Redactaré una ley exclusiva a favor de nosotros.

—¿Una ley? —Bastianich se recostó en el respaldo de la silla. Toda su expresión me dice que cada cosa que le digo le parece una broma. No me importa, tengo que representar un papel en esta obra—. Explícate.

—Una ley que castigue la discriminación social hacia los homosexuales. Es tiempo de ver hacia el futuro, hacia el nuevo porvenir. Ya las relaciones heterosexuales son tan comunes, ¿por qué se creen tan superiores? Todos somos iguales. Merecemos los mismos derechos.

Veía a Bastianich asentir, tan pasivamente como un maestro mostrándose paciente hacia su rebelde alumno.

—Estoy tan sorprendido que pienses que todo sea tan fácil con solo redactar una ley y aprobarla. Su caso no es solo desde un punto de vista social, es también moral.

—Pero, Su majestad, sus súbditos lo respetan cuando antes despreciaban a los magos.

—No me respetan. Me temen —aclaró, no sin cierta fuerza—. Temen lo que pueda hacerles si pisan mal un solo escalón en la pirámide de poder que yo los obligué a escalar desde que derrumbé la torre de oro de su anterior emperador. —Esta vez, Bastianich adoptó una postura más firme—. La diferencia entre lo que tú quieres implantar y lo que yo hice, es que si atacan a uno de nosotros, magos, tenemos con qué defendernos. No tienen cómo pasar sobre nosotros... ¿pero tú? ¿Y los que son como tú? —Bastianich se levantó, rodeando el escritorio—. Solo mírate. Si un par de nobles se reúnen para emboscarte, para atacarte porque tu preferencia afecta la orgullosa imagen masculina de cada aristócrata de este imperio, ¿tienes para salvar tu pellejo?

—Lo tengo a usted. —No permitiré que me intimiden sus palabras.

Pana, vengo de un mundo, cuyo pleno siglo XXI todavía lucha contra la discriminación a los gays, donde todavía se sigue luchando guerras para que se respeten y valoren a esos pobres individuos en desgracia. Solo retrocedí un par de décadas.

—¿A mí? —Bastianich sonaba incrédulo.

—Sipi. —También me puse en pie, un par de pasos y estuve justo frente al líder de este imperio—. Es mi jefe ahora. Solo se refirió a mí, y soy uno de los suyos ahora. Sé que usted defiende a los suyos así que, cuento con que el emperador bonito cuide mi trasero cuando esté en problemas.

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Se siente tan bien volver a hacer algo que llevaba tantos años sin poder poner en práctica.

Cuando fui consciente de lo que me rodea, mis principales focos de atención era apresurarme a considerarme una humana autosuficiente. Nadie te va a decir que ser bebé y ser consciente de que lo eres, no será frustrante. Así que tuve que organizar mis prioridades, por lo que el horneado quedó relegado a un muy último puesto.

Ahora, de alguna manera, regresó a mí el deseo de hacer repostería. Pensé que después de tantos años, habría olvidado incluso cómo empezar a usar los instrumentos, pero no. Casi quise llorar cuando comencé a batir la mezcla de ingredientes húmedos.

Por primera vez en mucho tiempo, me sentí viva.

Por primera vez en años, sentí que volvía a ser Verónica.

Y mis primeros cupcakes hechos en años, resultaron hermosos. Un clásico de vainilla con fresas, decorado con un betún de crema de mantequilla. Fue también el primer tipo de cupcake que hice en mi juventud, con mi abuela.

Cuando mis sirvientas me acompañaban al jardín para disfrutar de mis dulces con té, me topé con Adelhaide, así que fue invitada.

Ser acompañada de una amiga, comiendo cupcakes y tomando té, todo eso hace que mi corazón se sienta liviano. No quiero separarme de esto jamás.

—No sabía que Su alteza pudiera hacer pastelitos —dijo Adel, su mirada sorprendida en el cupcake que se le fue servido.

—Me parece recordar que te pedí me llamaras Verónica.

—¡Ah! Sí, lo olvidé. —Un sonrojo adorable tiñó las mejillas de la niña.

—Una persona amada para mí me enseñó a hornear. —Me ayudo del cubierto para ir despegando el papel de la base del dulce—. Lamentablemente, ya no está en este mundo. Esta es la primera vez que lo hago en mucho tiempo. Y quise compartir este momento contigo. Pruébalo.

Veo a Adel morderse el labio, luego toma un cubierto y procede a partir un pedazo del bizcocho. Luego también hago lo mismo. El sonido de gusto de las dos inunda la mesa. Es tan entrañable el sabor dulce con el toque de la vainilla y la mermelada de fresa, llena mi paladar en una combinación agridulce que es casi adictivo. Eso sin mencionar que no solo el betún es lo suficientemente sedoso para enamorar, también el bizcocho es esponjoso. Temía que estuviera denso en el interior, pero no.

Perfecto.

—¡Esto está delicioso! —Adel es la primera en hablar—. La abuela compraba muchos dulces y el repostero que antes había en casa hacía muchos más, ¡solo que ninguno hacia dulces tan buenos como este! —Adel dijo con entusiasmo, picando otro trozo—. Si no fueras princesa, ¡podrías abrir una tienda! Yo iría a comprar tus dulces todos los días.

Eso me hace reír. Siento que es lo que todo niño diría.

—Gracias. Otro día, cuando vuelva a ir a la cocina, puedes venir conmigo. Te enseñaré a hacer pasteles. —Asiento, satisfecha—. Recuerda esto, Adel, el truco de todo buen pastel es darle mucho amor.

—Entonces... ¿estoy comiendo del amor de la princesa?

Oh, dios mío, ella es demasiado tierna. Me estoy empalagando, a pesar de solo llevar un cuarto del dulce.

—Mmh. Díganos que sí. Además, siempre puedes usar estos dulces para conquistar a los chicos.

—¡Iugh! —Adel hace una mueca—. Los niños son tontos. ¿Por qué querría conquistar uno?

—Bueno, todavía estamos muy niñas. Pero en el futuro, seguro nos gustará algún niño, ¿no crees? —Somos de la nobleza, seguro que conoceremos muchos nobles...

Uh. No puedo creer que en esta vida cumpliré mi antiguo sueño infantil de casarme con un príncipe como los de Disney. Por favor, si existe algún Dios que me escuche, que sea un morenazo como el príncipe Naveen.

—No creo que algún niño me guste. —Adel pronto terminó su cupcake, así que me adelanté a servirle otro yo misma—. Ninguno es como mi hermano.

—¿Como tu hermano?

—Sí. Altos, muy lindos y que sean amables conmigo.

—¿Has conocido otros niños antes?

—No. —Adel negó—. ¿Y tú?

—Bueno... —Me tomé unos minutos para pensarlo—. He visto otros niños antes, nunca me acerqué... También a mis hermanos. Ellos no cuentan. Ah. También...

Ese nuevo discípulo de Arsen.

Ugh. El solo pensar en él... me hace sentir irritada.

—Mi maestro de magia tiene un nuevo discípulo. Es un niño como yo.

—¿En verdad? ¿Cómo es?

—Un completo dolor en el trasero. —Hinqué el cubierto en el pedazo de cupcake tan fuerte que hizo ruido con el plato.

—¿Qué quiere decir eso? —La cabeza de Adel se inclinó hacia un lado.

Mierda, debería moderar un poco lo que digo frente a esta niña.

—Te lo explicaré después.

—Verónica, ¿mi hermano, mi abuela y yo viviremos aquí ahora? —Adel echó un vistazo al palacio que se hallaba a la izquierda mía y su derecha. O más bien, al palacio de plata, aunque sé a lo que se refiere ella.

Justo ahora están sin hogar debido al ataque en aquel pueblo, los Rinaldi están ocupando habitaciones de invitados en el palacio de papá, sin embargo pienso que debe ser raro que, sin ser miembros de la familia real, además de que solo se trata de la familia de un tutor común, vivan bajo el mismo techo que el emperador y su familia. Estarían presionados a la larga a irse ¿a dónde?

—Yo espero que sí. ¿No te gusta vivir aquí?

—Me gusta porque puedo ver a Verónica todo el tiempo, solo que extraño mi habitación. Aquí no tengo mis muñecas... —Adel bajó la cabeza hacia el cupcake—. No tenemos nuestras cosas.

—Lo siento. En estos momentos están tratando de recuperar algunos de sus bienes de entre los escombros... —El problema es que dudo que recuperen gran cosa, aquellas quimeras aplastaron la mansión.

Más allá de todo lo material, mi mayor deseo era que pudieran recuperar algún cuadro o fotografía. Los recuerdos. En especial para Adel. Casi no tiene recuerdo de sus padres más allá de las imágenes que veía de ellos.

Para un niño, la imagen de un ser querido significa mucho. A mí me hubiese gustado tanto conservar una fotografía de mi madre.

—Adel, ¿te gustaría compartir habitación conmigo? —Le sonrío, luego de ocurrírseme esa idea—. Tengo muchos juguetes en mi habitación, pero no soy buena jugando...

—¿En serio? ¿Crees que me dejen dormir contigo?

—Si se lo pido a papá, estoy segura de que podrá complacerme con eso.

—¡Sí! Eso me gustaría mucho. —Ese débil brillo apagado que vi en los ojos claros de Adel desapareció, reemplazado por un resplandor animado—. Nunca he compartido cuarto con una amiga, ¡sería estupendo!

Yo sí he tenido esa experiencia. Los fines de semana, luego de una noche de fiesta en algún bar, me iba con Eva a su departamento y pasaba esos días con ella. Siempre era divertido, íbamos de compras, nos quedábamos a ver películas, pedíamos comida por delivery. Me entusiasma mucho la perspectiva de retomar esa actividad, no importaba si Adel era apenas una niña.

—Yo tampoco lo he hecho. Podríamos ir a la cocina, preparar pizzas y... —Ah, mierda, en esta wea no hay Netflix—. Olvídalo. Podemos preparar cupcakes y hacer fiestas de té de juego.

—Lo sabía. Una vez que invadieras esto, ¡pronto traerías a más tontas arribistas al palacio!

Esa voz...

No otra vez, por favor, ¡ya desaparece!

Lucius avanza hasta pararse junto a nuestra mesa, siempre acompañado de Noah. Noah parece ser un seguidor poco participativo, algunas veces tímido y en pocas ocasiones coge la valentía suficiente para hablar. Es un poco lamentable, ya que está siendo negativamente influenciado por Lucius.

—Príncipe Lucius, ¿qué habíamos hablado hace un momento? —Detrás de ambos niños caminaba Wilhelm, su tutor mágico así como de un sirviente cuyo rostro desconozco, imagino que debe ser quien se encarga de atenderlos.

Lucius gruñe, ignorando la regañina del mago, quien le da una mirada de reprimenda. Decido ponerme en pie, puesto que me sorprende tenerlos aquí, en especial porque Lucius, de entre ambos hermanos, parece querer estar en cualquier lugar menos aquí.

—Disculpe la interrupción, princesa. —Wilhelm saluda—. Por previas órdenes de Su Majestad, estoy para acompañar al príncipe para que se disculpe por las groserías que ha venido cometiendo con usted.

Oh, así que se trata de esto. No me sorprende que Lucius se encuentre tan humillado como ahora. El niño no quiere esto y fue obligado. Bueno, después de todo, supe que Bastianich le había castigado duramente después de lo sucedido, que fue la razón por la que llevaba estos días sin toparme con Lucius. No que me importase, la verdad. Eran días demasiado tranquilos como para querer que Lucius los interrumpiera con su presencia. Sobra decir que, aun sabiendo lo que hizo estaba muy, muy mal, no puedo percibir algún arrepentimiento en él.

O es muy bueno para ocultarlo.

—Joven príncipe, por favor, proceda a disculparse con su hermana la princesa. —Wilhelm le da un suave impulso.

—¡No quiero! —susurra a Wilhelm, pero soy muy capaz de escucharlo.

—Si no lo hace, el emperador seguirá enfadado con usted ni quitará el castigo impuesto.

—¿Por qué debo disculparme con ella?

—Porque usted se ha comportado muy grosero con la princesa, además de ponerla en peligro.

Lucius seguirá discutiendo, eso es un hecho. Se ha vuelto un poco cansado, si debo ser honesta, tener que lidiar con él, no importa que mi tiempo en el palacio es tan poco en comparación. Pensar que debo tratar con este hermano mío por los siguientes años... ¡No me torturen así!

Me volteo, tomo uno de los cupcakes que hice y regreso frente a Lucius. De pronto un diablillo se sienta en mi hombro, susurrando maquiavélico en mi oído sobre estampar el cupcake en la cabeza del niño en venganza...

Uh. ¡Sí! ¡Sería tan dulce la venganza! ¡Toma, Lucius, por malcriado!

...

Pero no. Soy una mujer adulta, ¡una mujer adulta atrapada en un cuerpo infantil! ¡Tampoco podría hacerles eso a mis dulces bebés, mis cupcakes no merecen ese trato! Mi betún resultó demasiado perfecto para llenarse de posibles piojos.

Con toda la reverencia que estos magníficos dulces hechos por mí merecen, lo cedo a Lucius.

—Ten. Un dulce de la paz. Pruébalo. —Ancestrales dioses de los cupcakes, que este niño lo coma y se vuelva un ángel. Amén.

Lucius observa el dulce como si tuviera una bomba en su interior.

—¿Qué... es eso?

Adel contesta tras de mí, entusiasmada.

—¡Es un pastelito!

—En realidad, es un cupcake —corrijo. Adel continúa como si no hubiera escuchado mis palabras.

—La princesa lo hizo, ¡y está muy delicioso!

No logré atraer la atención de Lucius, pero Noah sí luce como un niño genuino atraído por el azúcar. Sus ojos brillan, en verdad hay brillitos centellando frente a su cara. Si fuera una serie animada japonesa, ya podía ver el río de baba escapando de su boca.

—Yo... ¡Yo quiero probar! —Noah, sin dudar ni un poco, estira la mano.

Me hace sentir feliz que Noah se anime a probar mi repostería, ¡el niño aún tiene salvación! Ho-ho, el dicho de conquistar hombres con el estómago no se aplica solo a adultos, ¡de haber sabido que podría comenzar a enamorar a estos niños con los dulces, habría entrado a la cocina el primer día!

—¡No toques eso!

El frenazo de un carro se estampa contra mí.

Lucius da un manotazo poco antes de que Noah toque mi cupcake, golpeando mi mano y causando que el cupcake se aplaste contra la hierba. Y vuelve a hacer un gesto con su derecha, la bandeja de dulces vuela hasta unirse a mi creación, todos arruinándose.

Lucius... acaba de tirar al suelo todos mis cupcakes.

—¡Príncipe! —regañó Camille, la sirvienta que me acompañaba.

—¡Príncipe Lucius! —La voz vino de Wilhelm—. ¿Cómo pudo atreverse a hacerle eso a la princesa?

Yo solo estoy ahí, con la mente en blanco, observando mis dulces desparramados en la hierba, completamente irrecuperables.

—Todo mi esfuerzo...

Me agacho, recogiendo la bandeja del suelo. Solo puedo sostenerla como si fuera una tabla, todo mi cuerpo hundido en la miseria. Yo había puesto todo de mí en estos dulces, luego de años sin tocar la repostería, tenía miedo de cagarla cuando por fin puse las manos en los implementos. Estaba tan feliz de verlos, de que todavía lucieran como unos cupcakes, levantados, esponjosos, impecables y llenos de color y sabor, con un aroma atrayente. Al verlos, sentía que volvía a ser la Verónica Gómez que vivía en Chile, la que todos los días, de lunes a sábado, abría su pastelería para trabajar en lo que más amaba...

Ahora, todo eso se hizo añicos...

—¡Eres... un niño muy malo!

—¡Ay!

Levanto la cabeza.

Adelhaide se acercó, levantó su puño y golpeó a Lucius en su rostro, impactando la nariz.

Esta niña... ¿golpeó a Lucius? ¿Por mí?

—¡Eres un niño horrible, un hermano horrible! ¡No eres un príncipe de cuentos! ¡Eres feo, y malo, y asqueroso! —gritó, señalando a Lucius con el dedo índice—. ¡La princesa...La princesa hizo esos pastelitos con todo su amor! ¡Y quiso compartirlo con sus hermanos! ¡Y tú los tiraste todos! —Aunque se notaba enojada, los ojos claros de Adel estaban llenos de lágrimas—. ¡Tiraste todos los pastelitos de la princesa! ¡Tú no eres un príncipe, eres una bestia horrible!

—Tú... ¿acabas... de golpearme? —Lucius se quitó la mano del rostro, mirando enojado a Adel—. ¡¿Cómo una noble puede atreverse a golpear al príncipe?! ¡Eres una salvaje! —Lucius empujó a Adel con las manos.

—¡Ah! —Adel apenas atinó a sostenerse, impactada. ¿Se hirió?

—Adel, ¿estás...?

—¡AH! —Con un gruñido, Adelhaide se lanzó sobre Lucius, comenzando a golpearlo y jalar sus cabellos.

—¡Ay, oye! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Cómo te atreves!

—¡Eres malo, malo, horrible! ¡Bestia horrible! ¡¿Cómo le pudiste hacer eso a la princesa?! ¡Es tu hermana!

Todos, absolutamente todos, nos quedamos por un minuto impactados viendo a Adel y Lucius pelear. Adel incluso se atrevió a tomar uno de los cupcakes caídos que estaban cercanos a ellos.

—¡Toma! ¡Prueba! ¡Esto lo hizo la princesa! ¿Cómo pudiste tirar algo tan delicioso que hizo la princesa! ¡Cómelo!

¡Esta niña se lo metió a la boca! ¡Mierda!

—¡Se-sepárenlos! —ordeno a los otros.

Wilhelm y el sirviente de los niños se apresuraron a tomar cada uno y separarlos. Lucius seguía pataleando mientras escupía, todo su rostro estaba sucio de tierra, crema y hierba, algunos moretones y rasguños también. Adel también tenía algunos manchones de crema, golpecitos; ambos niños tenían la ropa hecha un desastre, ni hablar de sus cabellos.

Respiraban erráticos, echando chispas por los ojos. La completa atención de Lucius ya no era yo, sino Adel.

—¡Ya verás! ¡Mi padre se enterará de esto!

Adel le sacó la lengua.

—¡Un niño malo y llorón!

—¡Y tú eres una niña loca, salvaje!

—¡Pero no lloro tras de mi papi! ¡Llorón!

—¡Loca!

—¡Bestia!

—¡Salvaje!

—¡Tonto!

...

Alguien se apretó junto a mí, y al bajar la cabeza, vi que era Noah. No se veía tan asustado, solo un poco sorprendido por la situación.

Jamás había esperado que Adelhaide tuviera una niña de barrio en su interior. Nunca dudó en salir a defenderme, nada de esto es propio de una señorita, aunque no me desagrada. Quiero decir, sí, sí, en el pasado yo también me caí a piñas con Lucius, solo que no puedo aprobar la violencia en otros. Mucho menos en niñas tan pequeñas como Adel...

Y admitamos, ¡Lucius quedó como la mierda a manos de una niña más pequeña que él! Traté de contener una risa, pero escuchar el sonido de una...

No, espera. Yo no me reí en voz alta. Tampoco fue Noah, siguió a Camille quien iba detrás de Wilhelm y el sirviente, todos escoltando a Adel y Lucius, probablemente en dirección al estudio de papá.

Entonces ¿quién se acaba de reír?

—¡Esto es lo mejor que vi en mucho tiempo!

Levanto la mirada hacia un árbol cercano. Sentado en una rama alta, la irritante figura de Deckard está sentada ahí, sosteniendo su estómago mientras se reía. Ese idiota, ¿desde hace cuánto estaba ahí?

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Buscando un poco de diversión. —Apoya la espalda en el tronco, levanta la rodilla en una pose relajada, sin dejar de verme.

Escuincle.

—El maestro Arsen no es muy entretenido.

—Claro, ¿y vienes a buscar entretenimiento gratis aquí? Supongo que ya cubriste tu cuota de diversión.

—Con creces. ¿Quién iba a creer que una niña noble daría un buen gancho? —Me dio una sonrisa—. Nuestra princesa no necesita gorilas para protegerla, esa niña cubre muy bien el puesto ella sola.

Hago una mueca.

—No digas tonterías. Nada de esto es bueno, traerá más consecuencias para Adelhaide que para Lucius.

—Tu hermano es un imbécil. —Deckard frunció el ceño—. ¿Cuánto tiempo lleva tratándote así? —Ahora, entrecerró sus ojos—. Todos los accidentes que tuviste, ¿fue a causa de él?

Titubeo. Este niño tiene poco menos de un día con el maestro Arsen, ¿cómo pudo saber sobre eso?

—¿Quién te contó de esos accidentes?

—No respondiste, ¿di en el clavo?

—... No le agrado a Lucius. Así que ha tratado de sacarme del palacio, pero pienso que acaba de añadir a Adel a su lista negra.

Deckard permanece en silencio, una mirada reflexiva que no me dice nada sobre qué está pensando. Entonces el niño baja del árbol, flotando hasta posarse frente a mí. Pude ver que debajo de la túnica negra de mago, llevaba puesto una vestimenta simple de chaleco negro con mangas y pantalones oscuros.

Este niñato es extraño. Solo apareció de la nada, pues no me creo ni un poco que el maestro Arsen lo haya recogido de la calle como un perro para tratarlo como discípulo. Todo en él es misterioso, no importa que sea un niño... muy lindo.

En serio es un niño muy bonito. Será atractivo como el infierno cuando madure. Su cabello negro causa que destaquen esos antinaturales ojos rojos, tampoco ayuda que su mirada sea intensa. ¿Cómo un niño puede tener la mirada tan intensa?

—Pff. —Me muerdo el labio para no reír.

—¿Qué?

—Estando ahí arriba, olvidé que eras tan enano. —Una cabecita más pequeña que yo, pero pequeña al fin—. Como sea. ¿No deberías estar haciendo deberes con el maestro Arsen?

—Al maestro no le importa lo que haga. Oh, ¿será que...? —Deckard se colocó de puntillas, acercó más su cuerpo hacia mí—. ¿Acaso le importo a la princesa? ¿Está preocupada de que no cumpla nuestra apuesta?

—¿Apuesta?

—El de casarnos cuando yo sea más alto que tú.

Le doy un golpecito con los dedos en su frente, causando que se aleje ese paso que dio.

—No seas tan arrogante. ¿Cómo un niño que es una cabeza más bajo que yo, podrá ser más alto en el futuro?

—La princesa es más arrogante al sonar tan segura. Espero que haga más de esos dulces para que pueda tragarse fácilmente sus palabras a futuro.

—Jah...

No importa el lugar donde Arsen sacó a este niñato, ¿por qué es tan pretencioso? Tomándose esos atrevimientos.

—Pero, ah... —Deckard dejó ir un suspiro que luce tan desolador. Si no creyera en lo bueno que es para fingir, había pensado que en verdad estaba triste—. Me causa tanta lástima que todos los dulces de la princesa se hayan arruinado. —Da un vistazo de reojo a los cupcakes que Lucius tiró—. Me hubiera gustado probar uno. —Compone una expresión triste, tocando su barriga—. El maestro Arsen es un tacaño, un tirano. Me da muy poco de comer, ni siquiera me da dulces... —Levanta sus ojos, igual de brillantes que un perro que suplica a su dueño—. La princesa debe comer tan bien... La princesa antes invitó a esa niña, ¿puedo yo también comer con la princesa una próxima vez?

Esto es... ¡una manipulación!

Sabe que es tan tierno, ¡es un niño muy bonito! Sus ojos son brillantes, rojos como un rubí, grandes, las mejillas están redondas que provoca apretar hasta dejar como dos rojas manzanas... ¡Se está aprovechando de sus cualidades infantiles para obtener lo que desea! Me vale un huevo lo que digan todos, este no es un niño normal. De alguna manera se las arregló para conquistar a Arsen, justo como está tratando de hacer conmigo.

Lucius me llamó arribista, ¡es porque no se ha topado con este pequeño mono de circo!

—¿Por qué quieres comer conmigo?

—Porque quiero comer bien. —Deckard sonríe, tan desvergonzado—. Y quiero comer con mi futura esposa. ¿No puedo?

—¡Cuál futura esposa! ¡Tienes cinco años!

—¿Pero no estaba hablando la princesa con esa niña sobre conocer niños? —Deckard cruza los brazos, apoyando su mentón en una mano—. La edad no le importó mucho a la princesa, ¿o sí?

—¡Tú...!

Maldición, me hizo comer eso.

—A ver... —Froto el puente de mi nariz, armándome de paciencia una vez más—. ¿Por qué quieres casarte conmigo? A mí... ¡tú no me gustas!

—Pero a mí sí me gusta la princesa. —Deckard palmea mi hombro derecho—. No importa. Yo haré que la princesa guste de mí también. Y luego podemos casarnos.

—No podemos. Debes tener la aprobación de mi papá, ¡y estoy segura de que a él no le va a agradar!

—Le agrado al maestro Arsen. —La sonrisa de Deckard fue más autosuficiente esta vez, tanta que provocaba estamparle un cupcake en su bonito rostro para borrársela—. Y muchos dicen que él es un grano en el culo, ¿por qué no le agradaría al emperador en cambio?

—¡Ah! ¡Eres imposible! —Me giro, harta de lidiar con él.

No es como si pudiera hacer alguna diferencia porque Deckard comienza a seguirme de cerca. Nunca me había topado con alguien que pudiera ser tan irritante de tolerar. Tampoco me había topado con alguien que despertara un sentimiento contradictorio de nostalgia. Es como si, a pesar de que Deckard pone a prueba mi paciencia, también causa que no me moleste del todo tenerlo cerca, más bien, me resulta entrañable.

Todo demasiado raro, sospechoso.

Quiero decir, me agradaría tenerlo a mi lado siempre y cuando mantuviera la boca cerrada.

—Entonces, ¿acepta la princesa?

—No me casaré contigo.

Deckard se ríe.

—Me hace feliz que la princesa todavía piense en nuestra inminente boda, pero preguntaba si puedo venir a comer contigo. —El niño se atreve a tomar mi mano, ¡que abusador!—. ¿Verdad que puedo? —Frunce sus labios en un puchero que resulta adorable. ¡Maldición!—. Prometo tener buenos modales y comer todo.

—Siempre como sola...

—Ahora puede comer conmigo. ¿No resultaré mejor compañía?

—Me estás fastidiando ahora. ¿Cómo eso puede ser mejor compañía?

—Es que la princesa no está siendo agradable conmigo. Pensaba que las princesas serían dulces y amables.

—¡Entonces para qué te quieres casar conmigo si no soy dulce y amable!

—Porque me gusta la princesa, y supongo que yo tengo que ser dulce y amable por los dos. —Deckard se encoje de hombros—. La princesa hace dulces pero es muy gruñona.

No puedes patearle el culo a un niño de cinco años.

No puedes patearle el culo a un niño de cinco años.

Me repito eso una vez más, no solo para entrar en razón sino para calmarme. Eres una adulta de casi treinta y cinco años, Verónica, debes aprender a controlarte. Quizá esta sea la razón por la que no tuve hermanos en mi vida anterior: no sería una hermana tan paciente.

O quizá la paciencia se desarrolla en la convivencia con los años. ¡Qué sé yo!

—De acuerdo, hagamos esto de nuevo —dije, más para mí misma. Me giro para enfrentar a Deckard—. Está bien. Estás invitado a comer conmigo las veces que quieras. ¡Pero! —Destaco con un dedo levantado, en advertencia—. No me gustan los niños maleducados, así que si intentas cualquier tontería, ¡te patearé el trasero fuera del palacio!

—No tengo problema. Me portaré tan bien que la princesa se enamorará de mí y me amará mucho más que a cualquier persona.

—Niño, realmente admiro la seguridad que traes. —Ruedo los ojos, retomando el camino.

—¿A dónde vas? —Noto que Deckard se apresura a alcanzarme con sus cortas piernas.

—Me he perdido mucho de lo que debe ocurrir con Adel y Lucius... —Me muerdo el labio, preocupada—. Espero no haber llegado tan tarde.

Deckard me detiene al sostenerme el brazo.

—Niño, ¿qué estás haciendo?

—Tengo una forma más fácil de llegar. —Estira su otra mano—. ¿Me confías algo de tu magia?

Parpadeo, sin comprender muy bien.

—¿Confiar mi magia? Eres un mago, ¿no?

—Estoy muy chiquito. —Hace un puchero—. No es suficiente para ambos. ¿Puedo?

Abro la boca, pero no consigo una forma de replicar. Realmente no encuentro una razón para no confiar, como si de manera inconsciente, sí confiase en él. Además, ponerme a discutir significaría seguir perdiendo el tiempo, y en serio que hay ya una distancia larga de por medio. Por lo que, sin que me quede de otra manera, asiento, coloco mi mano sobre la suya, permito que tome de mi magia.

Sin embargo, Deckard no toma mi magia, por el contrario, es como si estuviera conectando pequeños hilos de maná, similares a un rompecabezas siendo unido. Es... No sé ni cómo describir la sensación, un sentimiento de algo siendo encajado, correcto, establecido en lo más profundo de mí.

¿Quién es este niño?

—¿Qué estás...?

—Confía en mí. —Deckard toma ahora mis dos manos—. No te haré daño.

Me siento ligera. Caigo en cuenta que comenzamos a flotar, el vértigo crece en mi estómago, para nada acostumbrada a esto. Por un momento recuerdo la vez que Lucius me mandó a flotar, así que comienzo a tener miedo.

No me doy cuenta que comencé a aferrarme al niño, como si fuera un poste que me mantiene sujeta a tierra, hasta que lo escucho reír.

—Voy a hacer esto más seguido, así tendré a la princesa tan aferrada a mí.

—Ni siquiera lo pienses.

Así, sin siquiera pensarlo tanto, desaparecemos del jardín.

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Bastianich, ¡a mí no me mires! ¡Qué coño iba a imaginar yo que mi dulce hermanita sabría regalar coñazos!

De pronto estaba discutiendo con Bastianich sobre la ley para los gays, cuando aparecían dos tipos arrastrando a Heidi y a Lucius. Igual a dos niños que se cayeron a coñazo limpio en el recreo, ellos se presentaron en tales fachas frente a nosotros.

—Y bien. —Bastianich se cruza de brazos frente a ambos niños—. ¿Alguno de los dos va a explicarme qué pasó?

Lucius tenía los labios apretados, sin decir nada, como todo machito de barrio. Heidi es más luchona, por lo que tomó al toro por los cuernos al dar un paso hacia Bastianich.

—¡El príncipe fue muy malo!

—¿El príncipe fue muy malo? —Bastianich enarca una ceja hacia Lucius.

—¡Sí! —Heidi da una mirada fea a Lucius—. El señor dijo que tenía que disculparse con la princesa, ¡no quiso disculparse con la princesa! Hoy la princesa hizo pastelitos, así que le quiso compartir, ¡y vino él a tirar todos los pastelitos que hizo la princesa! Ella estaba muy triste.

¿La princesa hizo pastelitos? Esto es raro. En el manga no se menciona ningún evento como este, mucho menos que ella sepa hornear. Es como la típica chica de manga japonés que no se le da bien las labores domésticas, incluyendo todo lo relacionado con la cocina.

Sobra decir que hay muchas cosas relacionadas a la princesa Verónica que son algo anormales. O sea, pana, comenzando por el hecho de que la caraja es muy seria para lo que se supone que sea. En verdad que, más que una niña, parece una señora. ¿Tan traumatizada estará la mocosa para actuar así?

—Lucius, ¿no habíamos discutido sobre esto antes? —Bastianich se escucha cansado, un padre harto de tratar con su problemático hijo.

Hombre, ¡esas cosas se arreglan con un correazo! Amaíta siempre sacaba la correa, o en su defecto, la chancla. Mano, ¡eso nunca falla! Que pedazo de mierda la generación de ahora de "¡Ay, ese tipo de castigos solo causa más daño psicológico al niño!". Chamo, a mí me caían a correazos hasta que mi culo ardía cuando era carajito y no tengo ningún problema de adulto.

Que sí, no se me terminó de quitar lo pendejo a veces, ¡pero soy un adulto con buenos valores!

Jodida generación de cristal, delicaítos, nojoda.

—Mano, eso se arregla con un correazo. Nunca falla.

—¿Disculpa? —Bastianich volteó, confundido.

—Eh, que... —Bueno, supongo que habrá que torcer la tuerca un poco, ¿no?—. Eso se arregla con un regaño. Aunque..., Heidi, ¿qué hace una niña golpeando así al príncipe?

—Hizo sentir triste a la princesa. La princesa es mi amiga...

—Aprecias mucho a la princesa, ¿no? —Bastianich soltó una sonrisa a su pesar—. Agradezco que quieras defender a Verónica, sin embargo, los golpes no arreglan nada. No se ve nada bien en una joven señorita. —Bastianich sacó un pañuelo, que usó para limpiar la carita sucia de Heidi—. Ambos están castigados. No puedo permitir este tipo de cosas en mi palacio... Y Lucius. —La mirada del emperador fue más firme—. No puedo evitar sentirme cada día más decepcionado...

—Decepcionado. —La voz de Lucius tembló—. Siempre te sientes decepcionado. ¡Porque nunca hago nada bien para ti! ¡Yo no quería hermanas! ¡Yo no quería que trajeras a nadie al palacio! ¡Pero jamás te importa lo que yo piense!

—Lucius Heiner.

—¡Te odio! ¡Todo esto es tú culpa! ¡Apestas como papá! —El niño se giró, y corrió fuera del despacho—. ¡Quiero que mamá esté aquí!

... Okey. Incómodo.

Bastianich no hizo nada para detenerlo, no porque no quisiera, puedo ver. El tipo está clavado, quieto como una estatua. Wuo, creo que le ha pegado duro. El niño probablemente ha llegado a su límite.

Heidi está a mi lado, así que me inclino para susurrar.

—¿Quién inició primero la pelea?

—... Yo lo golpee.

—¿Y lo golpeaste duro?

—Sí... Eso creo.

—Bien hecho. —Palmeo su cabeza.

—... Hermano, ¿está bien que un niño odie a su papá?

—Mmh. Es un poco complicado. Luego hablamos de eso. —Carraspeo, regresando la atención a Bastianich.

No fui el único, los sirvientes también aclararon su garganta. Uno que llevaba la túnica de magos habló.

—Su majestad... Estamos seguros de que el príncipe Lucius no quiso decir lo que dijo.

—No. Él quiso decir lo que dijo. —Bastianich regresó a su asiento tras el escritorio—. Apesto como padre. —Sus ojos verdes se dirigieron a Noah, oculto tras la sirvienta—. Noah, ¿tú me quieres al menos un poco?

Para rematar al pobre hombre, Noah se ocultó más tras las faldas de la sirvienta, negando con la cabeza. Entonces, miró en su lugar a la mujer.

—Quiero comer dulces.

Se podía notar lo nerviosa en sus gestos, por lo que ella solo atinó a disculparse antes de llevarse al niño fuera del estudio. Le di un empujoncito a Heidi también.

—Ve con ellos. Ve con la abuela. Estás hecha un asco... ¡Pero sigues castigada!

Que todo esto ocurriera frente a los niños no está del todo bien. Heidi lanza una mirada a Bastianich para luego seguir a la sirvienta y a Noah.

—Siempre supe que los niños echarían en falta la presencia de Claire. —Escucho que continúa Bastianich—. Ellos necesitan de una madre, solo que nunca creí que llegaría a esto... —Apoya el codo en el escritorio, la frente en su mano. Luce exhausto—. No sé cómo puedo ser un emperador y un buen padre para ellos al mismo tiempo...

—Majestad... —habla de nuevo el mago presente—. ¿Ha reconsiderado la posibilidad de... buscar una nueva emperatriz?

Bastianich parpadeó como un búho lampareado.

—¿Emperatriz?

Pobrecito, está tan mal que su cerebro no procesa la palabra.

—Para decirse en palabras técnicas, conseguirse una mujer —ofrezco decir—. Después de todo, también es un hombre y no está de más tener a alguien que caliente su cama, majestad.

Al menos tres tipos de miradas muy feas se posan en mí.

—¿Qué? ¿No dije lo obvio?

El mago carraspea.

—No es precisamente esas las razones por las que di mi sugerencia. —Observa a Bastianich—. Aparte de cumplir las funciones que quedaron a la deriva, la emperatriz también podría representar una figura materna para sus hijos, majestad.

—Hace mucho que no salgo con mujeres. —Bastianich negó—. Desde la madre de Verónica, y con ella fueron apenas unas noches muy simples... No sabría cómo iniciar un cortejo después de tanto tiempo... Ni mucho menos tener el tiempo de.

—¡Oh, oh, oh! —Alcé la mano, como estando en primaria, para llamar su atención—. ¡Yo podría hacer eso!

—¿Planea cortejar a las damas por mí, Rinaldi? —Bastianich dice, molesto.

Venga, majestad, no sea bruto. Lo pendejo no le queda.

—Si insiste usted, pero... —Me acerco a su escritorio—. Puedo enseñarle cómo cortejar a las damas. —Le guiño, y bajo un poco la voz—. Usted sabe. Lo que soy. Tengo un buen tino con las damas, a pesar de todo. Como un imán.

—Creí que era gay.

—Bueno... —Me rasco una mejilla—. Vamos, majestad, puedo ayudarle un poco. Cómo hablarles, coqueteo, bailar, echarle los perros, usted sabe...

—¿Echarle los perros? ¿A las damas les gustan los perros?

No puedo evitar reír.

—Bueno. Es fácil romper el hielo con una chica si llevas un cachorrito tierno... ¿Qué dice? —Le doy una sonrisa—. Por el día tutor real, por la noche maestro de seducción. —Y luego de que se me ocurra algo más, añado—. También se me da bien la psicología infantil. Puedo ayudarle con el pequeño demonio, digo, el pequeño príncipe.

—¿Hay algo que usted no sepa?

—Nada que usted no quiera, majestad. —Estiro la mano—. ¿Tenemos un acuerdo?

Bastianich muestra recelo, de inmediato el mago tras de mí se adelanta.

—Majestad, es ridículo. Cualquiera de nosotros le puede enseñar. ¿Qué va a querer a cambio de esto? —pregunta en dirección a mí.

—Mmh. Tres condiciones: poder permanecer en el palacio hasta que acabe la guerra, un pago con intereses... y me reservo el tercero como comodín.

—¡Absurdo! —resopló el mago.

—Rinaldi, ¿sí recuerda que trabaja para mí, no? ¿Y que además está de prueba tres meses? —Bastianich enarca una ceja.

—No estoy pidiendo que me dé el trono, ¿o sí? —Abro las manos—. Querer que permanezca en el palacio es por la seguridad de mi familia, majestad. Sin mencionar que me permite hacerle compañía a la princesa y poder vigilar que usted haga un buen trabajo con las damas. El pago con intereses es aparte de mi trabajo de tutor...

—¿Y el comodín? —Bastianich descansa el rostro en su mano.

—Es una herramienta sorpresa que nos ayudará más tarde —dije con un tono de misterio, guiñándole un ojo. El comodín es mi mousequerramienta misteriosa.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Que, en situaciones de emergencia, y dependiendo de, haré uso de mi comodín. No por ahora.

—Así que mantendrá un As bajo la manga. —Eso parece causarle gracia al emperador—. No estoy para estas tonterías, así que le seguiré la corriente. Pero Rinaldi, cometa un solo error, y no tendrá ninguna herramienta para salvarlo.

—Lo sé, lo sé. —Retrocedo un par de pasos—. Me pateará el culo fuera del palacio. Entonces, ¿trato?

Otra vez estiro la mano, y contrario a la primera vez, Bastianich la toma, la estrecha.

—Reúnase conmigo, cada noche después de cenar, aquí mismo. —Retira la mano, cruzando sus brazos—. Veamos qué tan buen tutor será al final de todo esto.

Tutor real de la princesa y tutor de amor del emperador, ¡es como matar dos pájaros en un mismo tiro! Bastianich, no te arrepentirás, ¡tendrás una fila de mujeres pidiendo chorizo real cuando todo esto acabe!