Aquel sería el gran día en que abandonaría el centro de salud. Sin embargo, había algo por lo que no podía irse aún.

En el hospital, Miki y Kyosuke discutían como siempre. La chica reñía lo reñía por no hacer sus deberes, y el muchacho se quejaba de lo entrometida que era ella. La madre de este solo reía entre dientes, pues aquello le parecía divertido. De repente, la puerta se abrió. Por ella entraban dos personas, un hombre y una mujer. El joven hombre cargaba con un ramo de flores.

– ¡Hermano!

Así es. La estrella del fútbol, Seisuke Kanou, acompañado por la Srta. Kaori habían venido a visitar a Kyosuke. El hermano mayor se acercó al menor, dejando el ramo de flores en la cama. Luego se sentó en la cama en el lugar que antes ocupaba Miki, quien se había levantado en señal de respeto.

– Ya que estaba en la ciudad y me encontré con Kaori, creímos que sería bueno venir a visitarte –dijo Seisuke, quitándose los lentes de sol que traía puestos.

Kyosuke no dijo nada ante el comentario de su hermano. Se limitó a quedarse callado, contemplando el ramo.

– Kyosuke, ¿no piensas decir algo? –preguntó la señora Kanou.

– Bueno... gracias hermano –murmuró Kyosuke a lo bajo.

Miki intervino en ese entonces.

– Seisuke-san... felicitaciones por ganar la Serie A con el A.C. Milan –dijo ella, haciendo una ligera reverencia.

– Muchas gracias –Seisuke le dirigió una mirada pícara a su hermano –. Me sorprende… que Kyosuke tenga una novia tan linda como tú.

Kyosuke y Miki se sonrojaron fuertemente.

– ¿Qué has dicho hermano? Ella... Ella... ¡Ella es una entrometida! –gritó Kyosuke, apuntando con el índice a Miki.

La señora Kanou y Kaori rieron.

– Bueno –dijo la señora, tomando el cesto que tenía a su lado –, yo iré a tender la ropa, los dejo.

– Miki, ¿podrías acompañarme a buscar algo a la cafetería? –preguntó Kaori, levantándose también.

– Claro, Kaori-sensei.

Las mujeres abandonaron la habitación, dejando a los dos hermanos solos.

– Oye, Kyosuke –Seisuke miró el balón que estaba en el suelo –, ¿puedes salir de la cama?

– Claro –dijo Kyosuke, quien tomó las muletas que estaban a su lado y se puso de pie.

Bajaron en el elevador y salieron al patio del hotel. Kyosuke se sentó en una banca, mientras Seisuke practicaba dominadas con la pelota. El peli-naranja lo observaba detalladamente. Había algo que quería saber.

– ¿Y como está tu rodilla? –dijo Kyosuke, rompiendo el silencio.

Seisuke se detuvo.

– Así que te diste cuenta.

– ¿Por qué no pensaste en operarte antes? –preguntó Kyosuke, algo alarmado.

– Si lo hubiera hecho cuando llegué a Italia hubiera perdido el puesto en el equipo. En el Milán hay excelentes jugadores que quieren mi posición. Pero bueno. Me sometí a una operación hace unos días en Tokio, y todo salió bien. Ahora me rehabilitaré en Italia.

– Ya veo…

No había mucho de lo que pudieran hablar, o mejor dicho, ellos no querían entablar una buena conversación, como deberían. Miki, Kaori y la Sra. Kanou tendían la ropa a una distancia no muy larga de donde estaban ellos. La chica de cabellos verdes los observaba detenidamente.

– Esto no está bien, la última vez que se vieron, apenas si se hablaron –comentó Miki.

El partido entre Japón y Oakland acababa de llegar a su fin. Kyosuke se encontraba recargado en la pared de un corredor muy angosto, pensando en el partido. De repente se abre una puerta. El #10 de Japón y el Milán entraba por aquella puerta. Kyosuke, al verlo, levanto la mano como señal de saludo. Su hermano avanzó hacia el, chocando manos, un antiguo saludo que se tenían desde que eran niños. No eran necesarias las palabras para decirse muchas cosas.

– Bien hermanito, ya debo irme. En Italia me esperan –dijo Seisuke, tirándole el balón a Kyosuke.

– De acuerdo. Ojala que te vaya bien, hermano.

– Espero que al menos lleguen al Torneo Nacional –dijo Seisuke como retando a Kyosuke –. Quiero verte jugar contra Tenryu de nuevo.

– De eso no te preocupes, Seisuke…

Había un ambiente agitado en el dormitorio naranja. Los chicos habían traído globos, conos y otras cosas para una celebración. Claro, ellos se preparaban para una fiesta. Aquél día era especial. Fukuko iba de aquí para allá riñendo a todos.

– ¡De prisa! No nos queda mucho tiempo y tenemos que hornear pasteles, preparar un festín y lavar todos los platos del desayuno y la comida, recuerden quien llega hoy...

Masahiro, Sakai y Rodrigo eran los que más énfasis ponían en su trabajo. Ellos estaban de muy buen humor, y se encontraban trabajando (mas bien jugando) y riendo con los de tercer año. Todos estaban alegres.

– Ojala no se esté esforzando mucho ahora, ya se acerca la hora de su salida –pensaba Miki, quien lavaba los platos.

Sin embargo, tres del equipo no estaban en el dormitorio en aquél momento.

Una fresca brisa digna del mes de septiembre acariciaba la planicie de la ciudad de Jyoyo. Cierta persona vestida con un suéter amarillo contemplaba el correr del río, mientras muchos recuerdos le venían a la mente.

La lluvia había cubierto la ciudad durante una tarde entera. El rudimentario equipo femenino de Jyoyo estaba recogiendo las piedras del campo, mientras con unas sombrillas se tapaban las cabezas del agua. Mientras tanto, el entrenador las miraba desde la sombra.

"Aún cuando ya varias de ellas han desistido, aquella chica de cabellos verdes no se ha rendido. Quizá ella podría... no, que estoy diciendo..." pensaba Kyosuke.

Los días pasaron y el equipo se quedaba cada vez sin menos jugadoras. Llegó cierta ocasión en la que Miki se quedó sola recogiendo las piedras. A pesar de todo, no se había rendido para nada. Después de pasar días y noches metida en su tarea, al fin consiguió sacar la última piedra. Ella se levantó cansada pero alegre, y fue a reportarse con su entrenador.

– Lo logré. Hemos limpiado todo de portería a portería –dijo ella.

Kyosuke miraba la luna reflejada en el agua, junto a la chica.

– ¿No se ve hermoso ahora que el campo está limpio? –dijo Kyosuke, pensando en voz alta.

– Es cierto… –Miki se dio la vuelta y tomó las manos del chico – ¡Muchas gracias, entrenador!

– ¿Por qué me das las gracias? –preguntó Kyosuke, confundido.

– Por haberme enseñado a perseverar y a no darme nunca por vencida, Kyosuke –miró a la luna de frente –.Ya debo rime, nos vemos luego.

– De... de acuerdo –dijo Kyosuke, sonrojándose ligeramente.

Aquella noche, Kyosuke se la pasó aplanando el campo. Cuando las chicas llegaron al día siguiente, lo encontraron dormido junto a una aplanadora. El campo ahora estaba plano y listo para ser usado.

– Y pensar que tuve que entrenar a ese equipo de niñas problemáticas. Pero... –Kyosuke levantó la cabeza y una suave brisa movió sus cabellos naranjas – su perseverancia me ha hecho seguir. ¡Ahora, yo también lucharé para regresar al equipo y ganarle la revancha a Tenryu!

El muchacho peli-naranja se fue corriendo desde ahí, mientras el brillante sol naciente le brindaba sus rayos, que eran como una fuente de energía para él. En poco tiempo llegó a los terrenos de la escuela. Se dirigió hacia los dormitorios, su hogar. Una vez ahí se puso su habitual suéter y pantalón azul. Al sentir que el hambre le daba cuentas a su estómago, se dirigió a la cocina.

– ¡Fukuko! ¿Cuándo estará la comida? –gritó Kyosuke, entrando por la cocina.

Se detuvo al ver que algunos chicos del equipo (Esaka, Ichikawa y Masahiro) le tapaban el paso a la cocina. Pero...

– ¡¡Bienvenido, Kyosuke!! –gritaron todos, lanzando confeti y demás cosas de fiesta al aire.

– o.O ¿Qué es esto? –se extrañó Kyosuke.

– Es una fiesta para celebrar que has regresado al dormitorio naranja –le respondió Sakai.

– ¡Fukuko incluso te hizo un pastel! –le dijo Rodrigo.

– ¡Nosotras también ayudamos! –dijeron Miki y Karin a dúo.

– Aunque solo estuvieron probando la comida –suspiró Fukuko.

Kyosuke estaba tan emocionado que metió el dedo en el pastel, mientras saboreaba. – ¡Está delicioso! –exclamó Kyosuke, haciendo un gesto de placer.

– Kyosuke, tienes sucio el dedo –Miki sacó un pañuelo –, deja que te limpie...

– Parece un niño de primaria que lo atiende su mamá –comentó Esaka, divertido.

Se oyeron carcajadas en casi toda la sala. Y mientras Kyosuke volvía a meter mano, los de tercer año (Toda, Doi, Sasao, Kikumoto, Esaka e Ichikawa) se lanzaron en contra de Kyosuke con el tenedor alzado, en busca de un pedazo del delicioso pastel de forma de balón.

– ¡Aguarden, es mi pastel! –Kyosuke alzó las manos para detenerlos pero…

– xx'

Ya ni modo, lo habían tumbado al pobre Kanou y le arrebataron su pastel, que en menos de lo que canta un gallo fue devorado por los chicos.

Masahiro se hincó y sacó a Kyosuke de entre el mar de pies.

– Vamos, Kyosuke, ¡es un día para celebrar!

Mientras ellos celebraban el regreso del nueve naranja, en una habitación de la misma casa ocurría algo inusual. El gerente Mori estaba amarrado con cuerdas por todo el cuerpo, mientras dos sujetos, parados frente a él lo interrogaban.

– ¡No les puedo decir nada acerca de la relación de Miki con Kyosuke! –gritaba Mori, molesto.

– ¿Y porqué no, gerente? ¿Qué acaso si hay una relación íntima entre esos dos? –exigió saber Muroi.

– ¡Habla, gerente! –dijo Shinkawa, desesperándose.

– No se nada sobre si ellos están juntos. Además... –soltó una risa floja entre dientes– Solo imagínenselo. ¿Miki y Kyosuke? Si acaso no se han dado cuenta, siempre están peleando.

– Pero cuando el Cabeza de Naranja estuvo tres meses en el hospital, la capitana del equipo femenino lo fue a ver todos los días –argumentó Shinkawa.

– ¿No les parece eso extraño? El mismo afirma que no le gustan las mujeres, pero siempre está con esa chica –comentó Shinkawa.

– Si bien eso fuera cierto, ¿para qué quieren saber todo esto? –preguntó Mori.

– Últimamente Yûya ha estado comportándose de una manera extraña, y todo parece ser que es porque a él le gusta mucho esa chica –dijo Muroi, cruzando los brazos.

– Es por eso que no se esforzó mucho durante los últimos partidos –dijo Shinkawa.

Mori rió aún más fuerte.

– ¿Kiba? ¡Él no parece ser el tipo de muchacho a la que le atraigan las chicas como Miki! –exclamó Mori.

– ¡Estamos hablando en serio, gerente! –gritó furioso Muroi, levantando a Mori de se silla.

– Bien, bien... –suspiró Mori– Lo mejor sería decirle a Kiba que no mezcle en fútbol y el amor. Si no hace eso, se verá en serios problemas.

– Para él es imposible separar el fútbol del amor. Es su parte más simple –dijo Shinkawa algo preocupado.

– Pero esa parte de él es tan bien su parte buena –dijo Muroi con sinceridad.

– ¡Muro, tengo una idea! –exclamó Shinkawa.

– Te escucho.

– Te diré en el camino. ¡Por ahora vamos, tenemos que encontrar a Yûya!

– De acuerdo.

– ¡Oigan! ¡Muroi, Shinkawa, no me dejen aquí! –gritó Mori mientras esos dos salían de aquella habitación.

Shinkawa y Muroi encontraron a Kiba comiendo una hamburguesa y leyendo mangas en el McDonald's de la plaza pública. Se acercaron de prisa y comenzaron a decirle todo lo que Mori le ha dicho.

– ¿Así que no están juntos? ¡Qué bueno! ¡Aún tengo oportunidad! –exclamó Kiba una vez que Muroi y Shinkawa dejaron de hablar.

– Sin embargo... –Muroi no se veía muy contento.

– Por lo que el gerente nos dijo, no me extrañaría si comenzaran a salir muy pronto –dijo Shinkawa.

– ¿Eso dijo? ¡Maldita sea! –dijo Kiba.

– Yûya, aún hay una manera en la que puedes conquistar su corazón –comentó Muroi.

– Si anotas un gol en los siguientes partidos ella se fijará en ti –sugirió Shinkawa.

– ¡Es cierto! ¿Cómo no lo pensé antes? –Kiba se animó. Tanto que se levantó de suasiento – ¡Anotaré un gol y ganaré el corazón de Miki a toda costa!

– ¿Estás seguro de que esto es una buena idea? –le susurró Muroi a Shinkawa, tratando de que Kiba no los escuchase.

– ¿Tienes acaso tú una mejor?

Un nuevo y soleado día caía sobre el suelo de la escuela secundaria Jyoyo Akanegaoka. La suave brisa recorría el campo de fútbol, donde el equipo comenzaba a entrenar. Ya todos estaban listos. Sin embargo, uno del equipo todavía no llegaba.

– ¡Muy bien, muchachos! ¡Comencemos a entrenar! –anunció Murakami.

– ¡Aún no!

Sin que nadie se lo esperara, el chico del número nueve había entrado al campo con paso firme. En vez de la tradicional ropa de entrenamiento (colores verde, azul o rosa) el ya tenía puesto su uniforme naranja.

– ¡Kyosuke! –gritó Sakai, asombrado.

– ¿Hasta cuando vas a estar ahí parado como un idiota? ¡Ven a entrenar! –le reprimió Rodrigo.

Murakami se les acercó.

– Bien, pronto serán las eliminatorias para el torneo nacional. ¿Crees estar listo en una semana, Kanou? –preguntó el entrenador.

– Estaré bien. Si me das tres días recuperaré mi sentido del juego –dijo Kyosuke altaneramente.

– En ese caso, jugarás de delantero con Kiba. Hoy iremos directamente a un partido –explicó Murakami.

– ¡Sí!

El partido comenzaba, y los chicos del equipo tomaban sus posiciones. En eso estaban llegando los gerentes, la Dra. Kaori y Miki.

– Lo logró, al fin regresó al equipo –dijo Miki, sonriendo.

– Es genial que Kanou haya regresado al equipo –comentó Mori.

– Mori, ¿estás bien? –preguntó Karin, viendo que Mori aún tenía puestas las cuerdas con las que Muroi y Shinkawa lo habían atado.

– Si, estoy bien

El partido ya había iniciado. Kyosuke tenía el balón y se acercaba al arco contrario.

"Ya regresé, y ahora... ¡tomaremos revancha de Tenryu!" pensó Kyosuke, mientras conducía el esférico.

El disparo de Kanou se acercaba a las redes. La firme imagen de la Copa de Japón ya no era tan lejana para ellos. Si, ellos ya estaban listos.

– ¡Allá vamos Tenryu!