Era domingo, y el partido de semifinal del distrito se estaba desarrollando. El equipo naranja estaba dándole una lección a Ryosei. Y como los de azul no tenían mucho que ofrecer al ataque, Masahiro y la defensa solo habían tenido que moverse una vez en los casi setenta minutos de juego.
– Aquí vemos al capitán Esaka pasándole el balón a Rodrigo, quien avanza por el medio campo –se oyó la voz del comentarista –. Se la pasa a Shinkawa, ahora un pase cruzado a Ichikawa, ¡centra para Kiba…! ¡No! ¡El defensa central de Ryosei se barre para evitar el gol del número 11!
– ¡Tómala! –exclamó Kiba.
Levantó el balón con el talón, sirviendo para Kyosuke.
– ¡Gracias, Cabeza de nido! –gritó el goleador mientras saltaba.
– ¡¡GOL!! ¡¡Minuto 71 y Kyosuke Kanou anota otro hat-trick para la colección!! ¡Akanegaoka 3, Ryosei 0!
Los aficionados estaban eufóricos de tanto gritar "¡Hurra, Hurra, Akanegaoka!" aquel día, y eso que apenas habían pasado 25 minutos de la segunda mitad. El equipo naranja estaba deleitando a los presentes en aquella semifinal con buen fútbol y grandes goles, y Ryosei no sabía ni cómo los habían golpeado hasta anotados los tres primeros tantos.
– Kyosuke es increíble, ¿verdad, hermano? –le dijo Rie a Furuki en las gradas.
– Sí, y a decir verdad no creo que nuestro equipo sea capaz de detenerlo ahora –respondió el ex Ryosei,
– Y aquí viene otra vez ese idiota de Kyosuke… –suspiró Kamata, quien se sentaba detrás de Furuki – vaya, ya son quince goles, más de los que anotó Kamiyama el año pasado. Y se ve que este chico aún quiere más.
– Sí, Kyosuke está anotando muchos goles. Y no es por ofender, pero… –Saki viró a Furuki – parece que tu antigua escuela tiene varios problemas, ¿no crees, Furuki?
– Tienes razón, Sako, nunca creí que a estas alturas del torneo no le estén dando pelea a un equipo que ha perdido a muchos buenos elementos –dijo Furuki acomodándose los lentes.
– Si te refieres a nosotros estás equivocado. Los chicos que están ahora en la cancha son por mucho mejores que los que los que fuimos al Torneo Nacional el año pasado –aseguró Kamata.
– Es verdad, tienen muchas opciones de ataque que favorecen la anotación de goles.
– Todo el poder de Akanegaoka está en su ofensiva. Si bien el lateral izquierdo, Ichikawa, y el centro, Rodrigo, ya eran fuertes el año pasado, ahora se ven más poderosos gracias al lateral derecho y al otro delantero que juega con Kyosuke. Y además… ese número siete que juega como líbero le da una creatividad grande al equipo –analizó Furuki.
Mientras esos tres hablaban en las gradas, el partido estaba llegando a sus últimos minutos.
– Miyamoto pasa para Esaka, éste se la entrega a Rodrigo, quien se encuentra atrapado entre un muro de tres jugadores de Ryosei.
– ¡Ichikawa, tuya! –gritó Rodrigo advirtiendo el movimiento de Esaka.
– ¡Gran jugada! ¡Ichikawa pierde la marca ya que el capitán Esaka se movió hacia el lado contrario, llevándose a los jugadores que le bloquean el paso a Rodrigo!
Sako veía el juego con orgullo.
Muy bien, Esaka, estás haciendo un gran trabajo como capitán.
– Ahora Ichikawa se lleva a su marcador hasta el rincón del campo. Cruza el balón para Shinkawa, quien viene detrás de él. El seis levanta para otro centro, ¡la toma Kiba…!
– Pero Kiba está marcado por dos elementos, y no tiene opción de disparar. En cambio dejará el balón en manos de Rodrigo.
– ¡¡Toma esto!! –Rodrigo disparó tras recibir el pase de Kiba.
– ¡Disparo de Rodrigo que va hacia el arco! ¡Va a entrar… el portero la salva! El balón se le va de las manos y Kyosuke se lanza por él. ¡Se lanza al rebote…!
– ¡¡Es mía!! –Kyosuke estaba a nada de golpear el balón.
– ¡¡GOLAZO!! ¡Minuto 90 y Kanou lo ha hecho de nuevo! ¡Akanegaoka 4, Ryosei 0!
Mientras los jugadores de Akanegaoka festejaban el gol, Furuki divisó a dos hombres de las gradas.
– Miren eso –señaló a las butacas inferiores a ellos.
– Cazatalentos de la J-League… –murmuró Kamata.
– También vinieron a la universidad. ¿Será que quieran reclutar a Kyosuke? –preguntó Sako.
– De seguro están aquí por él –aseguró Kamata.
Su otro compañero se quedó un momento pensativo, analizando lo que Sako y Kamata estaban discutiendo. Podría ser que…
– ¿Qué ocurre, Furuki? –se extrañó Sako.
– Bien, Kyosuke es bueno pero… se me ocurre que quizá pueda ser Rodrigo –dijo Furuki.
– Furuki, tú también eres centro como Rodrigo. De seguro quieres una oportunidad de jugar con él, ¿no es así? –preguntó Kamata.
– Quizá…
– Piénsenlo bien. De no ser por Rodrigo, el equipo no podría pasar el balón con tanta fluidez y todo serían centros desde las bandas. Sería una lástima que Rodrigo se fuera antes de que Jyoyo vaya de nuevo a los nacionales –dijo Sako algo serio.
– Tienes razón.
Desde la banca también festejaban.
Es increíble. Ahora Kyosuke suma un total de dieciséis goles en cuatro partidos –comentó Mori.
– Que bien, me alegra que Kyosuke esté dando lo mejor de sí para estos juegos –dijo Karin, sonriendo.
– Parece que la marca de goles de mi Sempai, Narumi, está por caer pronto –pensó Murakami, viendo a su goleador quien se abrazaba con Miki en ese momento.
Todo Akanegaoka salió a vitorear en el campo al equipo. Levantaron a Kyosuke y a Rodrigo en hombros y comenzaron a festejar que estaban en la final. Y sin embargo, aquellos cazatalentos no se habían movido de su lugar, pues seguían evaluando sus decisiones. Era inminente que algo pasaría pronto.
El clima frío del mes de noviembre no parecía estar afectando el desempeño de los jugadores de Akanegaoka. Mientras empezaban a calentar, el equipo femenino de la escuela estaba corriendo cerca del estadio, gritando su típica frase de combate:"¡¡Luchemos, luchemos, Jyoyo luchemos!!". Los muchachos estaban ahora más emocionados por que se acercara el fin de semana, ya que si ganaban la final, tendrían un boleto directo al Torneo Nacional.
– Solo falta un partido y si ganamos… –Shinkawa hizo una pausa a su estiramiento.
– ¿Los nacionales? –Muroi se veía emocionado.
– Mis maravillosas jugadas atraerán la atención de todas las chicas lindas en los nacionales –aseguró Kiba con una sonrisa en los labios.
¿No serán tus asistencias, Cabeza de nido? –lo cortó Kyosuke.
Kiba saltó del piso enfurecido y se iba a abalanzar como una furia sobre Kyosuke hasta que Masahiro lo jaló de la camiseta.
– ¡¡Ya verás, Cabeza de naranja!! –forcejeaba con fuerza – ¡Suéltame, Masahiro!
– Kiba, las asistencias son una parte importante de ser un delantero –dijo Esaka.
– Es cierto. Si no fuera por ti Kyosuke no lo haría tan bien anotando goles –comentó Ichikawa.
– Pero… –Kiba se detuvo.
Masahiro lo soltó.
– Piensa un poco, Kiba. ¿Crees tú que si uno o ambos delanteros nos faltaran, podríamos jugar como ahora? –lo cuestionó el #7.
– Sí, creo que tienen razón.
Shinkawa y Muroi, quienes se habían quedado atrás observando la escena tensionados, suspiraron aliviados.
Tras este "casi" incidente, la práctica continuó. Ya habían terminado de correr alrededor de la cancha y estaban por empezar a practicar con los conos cuando los altavoces de la cancha de Jyoyo comenzaron a sonar.
– Rodrigo Soâres, de la clase 2C, presentarse a la oficina del director Moritaka. Repito, Rodrigo Soâres, clase 2C, presentarse a la oficina del director Ichino Moritaka.
El entrenamiento se detuvo y Mori y Karin se acercaron a donde Rodrigo, Kyosuke y Masahiro estaban acomodando los conos. Incluso Sakai se acercó a ellos para ver que sucedía.
– ¿Y bien Rodrigo? ¿Qué hiciste esta vez? –dijo Kyosuke en tono burlón, dándole leves codazos a Rodrigo.
– Yo no he hecho nada malo –aseguró Rodrigo, algo asustado.
– Sí, eso dicen todos los delincuentes…
– ¿No fue así cuando te llamaron a la oficina del director por haber roto la ventana del dormitorio, Kyosuke? –preguntó pícaramente Masahiro.
– Cállate, Masahiro ¬¬'
– Rodrigo, ¿quieres que vaya contigo? –preguntó Mori, algo preocupado.
– No, está bien, iré solo –dijo Rodrigo.
Tras esto, Rodrigo dejó los conos que tenía en la mano, se quitó su casaca amarilla y abandonó el campo. Todos estaban un poco confusos de que hubieran llamado al número 10 con el director. ¿Qué estaría ocurriendo?
Rodrigo salió corriendo del estadio con dirección a la oficina del director Moritaka. Cuando estuvo frente a la puerta, se detuvo y reflexionó un momento.
– Es el director que nunca recuerda mi nombre… me pregunto que querrá de mí. –llamó a la puerta tres veces – ¡Es Rodrigo Soâres, de 2C!
Rápidamente se abrió la puerta. Un hombre gordo, con lentes, calvo casi en su totalidad y con cara de felicidad lo recibió. Era el director Ichino Moritaka, el mismo que había recibido a Masahiro casi siete meses atrás.
– ¡Rodorugo! ¡Te estábamos esperando, muchacho! –dijo alegremente el anciano.
– Director, mi nombre es Rodrigo –dijo Rodrigo con poca paciencia.
El director no le hizo caso al chico y lo dejó entrar. Dentro ya se encontraba el entrenador Murakami, quien estaba sentado en uno de los sofás, y también dos individuos, a quien Rodrigo reconoció como los cazatalentos que habían asistido al partido de semifinal el día anterior. Al notar que había entrado, Murakami alzó las cejas sin abrir los ojos, mientras los cazatalentos hacían espacio y sonreían, dejando a Rodrigo sentarse en el sofá.
– ¿Entrenador…?
– Estos caballeros son cazatalentos de la J-League, y están hoy aquí por ti –lo cortó el director.
– Así es. Un placer Rodrigo –uno de los hombres le tendió la mano al brasilero –. Yo soy Kawahara y mi compañero es Kawasaki.
– Mucho gusto, Rodrigo. –Kawasaki también lo saludo.
El director se veía radiante de gozo.
– ¡¡Excelente!! ¡Hay que hacer una conferencia de prensa anunciando este gran acontecimiento! Hay que avisar a los medios lo antes posible… ¡Ésta es la oportunidad para que Akanegaoka sea una escuela de renombre en todo el país!
– Director, cálmese un poco –dijo fríamente Murakami –. Primero veamos lo que Rodrigo quiere hacer.
– Sí… de acuerdo, está bien –y el director colgó el teléfono que tenía en la mano.
– Se qué es repentino, pero… –Kawahara le dio un montón de papeles a Rodrigo.
Rodrigo estaba asombrado.
– En pocas palabras, esto significa que…
– Queremos que te unas al equipo de inmediato, eso es –confirmó Kawahara.
El muchacho no contestó nada, solo calló y se incorporó en el sillón. No podía ser… ¿cómo le podía llegar esta oportunidad en ese momento?
– Nuestro equipo juvenil se prepara para ganar el campeonato juvenil el próximo año. Un equipo como el nuestro necesita sabiduría y potencia propias de un genio, y es por eso que queremos que te unas a nosotros –dijo solemnemente Kawasaki.
– Sabiduría y potencia… –Rodrigo reflexionó: "Eso es lo que me falta para tomar una decisión ahora…".
– Con tu habilidad, ser regular en el equipo no te llevará mucho –le dijo Murakami sin voltear a verlo.
El muchacho volteó a ver a su entrenador, desconcertado. ¿Incluso Murakami quería que Rodrigo abandonara a Akanegaoka?
– ¡Y pensar que uno de nuestros estudiantes lo estén llamando para la J-League! ¡¿Pero qué estás esperando, firma ya?! –lo presionó el director.
– El problema es que sea de inmediato –dijo Murakami.
– ¿Qué está diciendo? –preguntó el director, desconcertado.
– Rodrigo y los otros muchachos están registrados como jugadores de secundaria –comentó Murakami.
– Eso es cierto… después de todo, es un equipo escolar –reconoció el director.
– En ese caso, si está escrito como alumno, no puede estar al mismo tiempo en un equipo de la J-League. Si Rodrigo acepta esta oferta de los cazatalentos tendría que renunciar al equipo de Akanegaoka –dijo tajantemente Murakami.
El anciano se veía preocupado.
– Murakami, si ese fuera el caso… ¿tendríamos posibilidades de llegar a los nacionales?
– Sería muy difícil.
– ¡Eso no es bueno! –el director estaba al borde de la histeria – Las competencias nacionales se televisan en todo el país. Hay muchas escuelas de renombre en ese torneo, como Asahigaoka, así que esta es la oportunidad de mostrarles a todo Japón quien es Akanegaoka.
– Director, ese no será un gran problema –dijo Kawahara.
– ¿Huh?
– Todos los partidos de nuestro equipo son televisados nacionalmente –comentó Kawasaki –. Si Rodrigo firma, mencionaremos a Akanegaoka como su escuela proveniente. Si lo que busca es publicidad, esto es mejor que cualquier otro torneo estudiantil.
– ¡Es cierto! –el director suspiró aliviado.
– Y bien, ¿qué dices, Rodrigo? –preguntó Kawahara.
El muchacho no dijo nada. Se quedó con la mirada fija en el contrato. Este era su sueño, jugar profesionalmente para ayudar a su familia. Tenía la opción fácil de firmar de una buena vez, pero sabía que sus compañeros no lo aceptarían. Y además, ni el propio Rodrigo se sentía a gusto con esa idea.
Kawahara de pronto se levantó del sofá.
– Rodrigo, ¿tu hermano menor también juega fútbol en Brasil, no es cierto? –preguntó.
– Sí, así es –respondió Rodrigo.
– Muchacho… si firmas ahora el contrato, nos haremos cargo de todos tus hermanos.
Rodrigo brincó de su asiento, estupefacto.
– ¿Está hablando en serio? –exclamó el brasilero.
– Todos tus hermanos firmarían con nuestros equipos juveniles. Por supuesto que todos los gastos de educación y vivienda correrían por nuestra cuenta. Pensamos que es un trato justo para ti y tus hermanos –reconoció Kawasaki.
Ahora sí que no lo podía creer. Su familia, toda su familia, ¿en Japón, con él?
– ¿Podrían darme un poco más de tiempo? –pidió Rodrigo.
– Por supuesto, podemos esperar unos dos o tres días más –dijo Kawahara.
Esta podría ser la decisión de su vida, así que debía tomarla con calma…
Se abrió una puerta. El apuesto guardameta del equipo entró como cada tarde a la habitación que compartía con Kyosuke y Rodrigo para revisar su correspondencia en línea. Al ver que la pantalla le anunciaba tener nuevo correo, pensó que se trataba de más cartas de admiradoras diciéndole lo mucho que lo deseaban. Pero no, el mensaje de aquella tarde era diferente,
– Es de papá. Me pregunto que...
Sus ojos no daban crédito a las letras que se dibujaban en la pantalla. Su padre estaba regresando a Inglaterra, cosa que el muchacho esperaba que ocurriera pronto. Pero el señor Sakai quería llevarse a su hijo consigo a Londres.
– No puede ser… no puede ser…
En el comedor, Fukuko estaba cocinando tranquilamente un rico estofado, pues ya casi era hora de la cena. Al parecer estaba preocupada por el silencio extraño que reinaba en los dormitorios aquella tarde. No era por menos. Todos (bueno, casi todos) estaban callados viendo las noticias deportivas por la T.V., y parece que estaban dando un dato exclusivo que nadie quería perderse. Pero, según Fukuko, ni la televisión puede callar a chicos tan escandalosos como los de Akanegaoka, entonces algo malo o extraño debía estar pasando.
–Al parecer, la razón por la cual llamaron a Rodrigo a la oficina del Director fue porque unos cazatalentos de la J-League estaban aquí –le dijo Shinkawa a Muroi y Kiba.
– ¿Qué? –Kiba se sorprendió.
–: Quizá por eso todos están tan apagados –comentó Muroi.
Kyosuke soltó una risa pequeña, mientras que Masahiro, quien estaba sentado junto a él, dormitaba tranquilamente en su silla.
– Por favor, ¿quién estaría así solo por eso? –dijo Kyosuke, despreocupado.
– ¿Qué acaso no te gustaría ser profesional Cabeza de naranja?
– No, no me refería a eso. Yo quiero jugar en Europa, como mi hermano –admitió Kyosuke.
– ¿Te sientes bien Cabeza de naranja? –preguntó Kiba, haciendo como que le tomaba la temperatura.
– ¡¡Cállate!!
– Ah, que bueno sería poder jugar en la J-League –Kiba sonrió –. Pues bien, ¡anotaré un gol y me haré un jugador de esa liga!
– Di lo que quieras, pero no es tan fácil –dijo Esaka, regresándolo a la realidad.
– ¿Ah, por qué dices eso, Osaka? –preguntó Kyosuke al mismo tiempo que salía de su asiento y despertaba a Masahiro.
– Si estás jugando como alumno de secundaria, no puedes estar en un equipo de la J-League al mismo tiempo –dijo Mori.
– ¡Miren eso! –exclamó Karin, apuntando a la T.V.
Todos voltearon hacia el televisor. En el noticiero deportivo estaban dando la noticia de que Yuki Kagami, capitán de Tenryu había sido aceptado como jugador de la J-League como excepción especial, y que había ya contribuido a un triunfo del equipo.
– ¿Y cómo explicas eso de Kagami? –preguntó Kyosuke mientras Masahiro apagaba el televisor.
– Kyosuke, déjame te explico…
Mori se sacó los lentes del bolsillo y se los puso. Acercó la pizarra móvil de la sala al comedor (con ayuda de Masahiro y Karin), tomó un plumón y dibujó una pirámide en ella.
– En la cima está la J-League, luego está el equipo satélite, los juveniles e infantiles. Como nosotros estamos en un equipo escolar (o satélite), no podemos jugar en ambas categorías –explicó.
– ¿Y Kagami? –replicó Kyosuke.
– Buena pregunta, Kyosuke. Ahí entran las excepciones de la JFA. Si eres un jugador sobresaliente, ellos te otorgan un permiso especial para estar en ambas categorías –dijo Mori.
Todos con excepción de Sakai exclamaron asombrados.
– Por fin entiendo todo –dijo Kyosuke, sonriendo.
– Así que todo lo que tienes que hacer es ser un jugador sobresaliente –se asombró Kiba.
– ¡Entonces ese es el caso de Rodrigo! –dijo Shinkawa, ilusionado.
– No… –se quitó los lentes, como decepcionado.
– Eso significa que…
– Al no ser Rodrigo un jugador extraordinario, si acepta esta oferta… –todos temían lo peor – Tendría que renunciar al equipo de Akanegaoka.
Incluso ahora Masahiro levantó la cabeza, contrariado. ¿Rodrigo tendría que abandonar el equipo? Y sin él, ¿qué sería de ellos para los nacionales?
– ¡¿Qué demonios significa eso?! –gritó Kyosuke, furioso.
Y en un ataque de ira, se levantó de su silla y agarró a Mori por el cuello, dispuesto a arrojarlo al suelo. Karin, Masahiro, Esaka e Ichikawa trataron de calmar a Kyosuke.
– ¡¡Kyosuke, no te desquites conmigo!! –gritó Mori, forcejeando.
– ¡Detente, Kyosuke! –pidió Karin, desesperada.
– ¡¡Para ya, Kyosuke!! –gritaron Esaka y Masahiro.
Todos cayeron al suelo, y Mori por fin pudo respirar.
– Parece que Rodrigo aún no ha regresado… –dijo Karin.
– Aún tenemos esperanzas… quizá Rodrigo aún no haya firmado con ellos –comentó Masahiro.
– ¿Qué planeas hacer cuando Rodrigo regrese, Kyosuke? –preguntó Ichikawa, quien estaba tras Kyosuke.
– Por supuesto que iré a detenerlo… –dijo Kyosuke con rabia.
Ichikawa se alejó de él y se quedó viendo por la ventana, como si contemplara la luna.
– Quizá tengas razón, estaremos en un grave aprieto si el se va, pero… ¿tenemos derecho de detenerlo si ese es su sueño? –admitió Ichikawa.
Todos lo miraron fijamente.
– Yo tampoco quiero que Rodrigo se vaya –Ichikawa suspiró –, pero si ves la situación de Kamata, verás que es muy difícil volverse profesional. Para él, ¿qué será lo mejor, irse a cumplir su sueño con los profesionales o quedarse aquí con nosotros?
Kyosuke se quedó callado. Era verdad, venir a Japón a hacerse profesional y ayudar a sus hermanos eran sus razones por las cual vino.
– Pero si se va, la final del distrito, los nacionales… –Mori se notaba preocupado.
De repente, Sakai se levantó de su silla y habló por primera vez.
– Si lo que busca es volverse un profesional, lo logrará más rápidamente en un club real que en una secundaria –Sakai se fue alejando de ellos.
– Sakai, tú… –Kyosuke detuvo a Sakai.
– Respóndeme, Kyosuke, ¿y si los cazatalentos te hubieran llamado a ti? –preguntó hipotéticamente Sakai.
Kyosuke se quedó callado.
– ¿No puedes contestar, verdad? ¿Qué harías si fueras tú quien pasara por la situación de Rodrigo? –volvió a preguntar Sakai.
– Chicos, continuemos como siempre lo hemos hecho con Rodrigo –Esaka trató de calmarlos –. Él aún no firma, por lo que hay que estar tranquilos. Dejemos que el responda. Aunque claro, sería mejor que los rechazara.
Uno a uno, todos se retiraron. Era mejor separarse por un rato, mientras esperaban que los problemas se resolvían.
– Demonios… ésta está muy pesada…
Kiba intentaba levantar unas pesas en el gimnasio, mientras Shinkawa y Muroi hacían ejercicio en las caminadoras.
– ¿No puedes con esa, Cabeza de nido? –preguntó Kyosuke, quien también levantaba pesas en el artefacto de al lado.
– No puede ser, el Cabeza de naranja está levantando el doble de peso que yo… ¿qué le ocurre?
– Kiba, no te esfuerces tanto –dijo Mori al pasar cerca de ellos, mientras llevaba unas toallas.
– ¡¡Cállate!! –volvió a levantar con dificultar las pesas – Anotar un gol… ganar su corazón…
– Como sea –pasó cerca de las caminadoras –. Muroi, Shinkawa, les dejo a Kiba. Parece que no está dispuesto a escucharme.
– Bueno, el tampoco nos escucha a nosotros –admitió Shinkawa.
– Es cierto –asintió Muroi.
En ese justo momento, Sakai también entró. No le dirigió la palabra a nadie, sino que solo se fue directo a la bicicleta. Tenía muchas cosas en la cabeza y quería relajarse un poco con el ejercicio, pero no pudo. Había algo que lo inquietaba…
– Y creer que Rodrigo y yo acabaríamos en la misma situación… –levantó la cabeza – Y díganme, ¿dónde está Rodrigo?
Ese comentario les cayó a todos como un balde de agua fría. Mori dejó de caminar, Muroi y Shinkawa se detuvieron, Ichikawa y Esaka dejaron las máquinas de pesas, Masahiro paró sus abdominales y tanto Kiba como Kyosuke dejaron las pesas en paz, aunque el Cabeza de naranja aún no la bajaba. Mori se acercó a Sakai con desconfianza.
– Bueno, creo que apenas volvió se fue a su habitación –comentó Mori.
Esas palabras encendieron nuevamente la fiera en Kyosuke. Con un estrepitoso ruido metálico, el muchacho dejó caer las pesas y salió corriendo.
– ¡¡Bien, aún puedo!! –exclamó Kyosuke, apartando a Masahiro, quien trataba de detenerlo.
– ¡Kyosuke! ¡Si vas a hablar con Rodrigo, mejor sería que no lo hicieras! –le advirtió Esaka, cortándole el paso.
– ¿Por qué? –Kyosuke se detuvo.
– Él ya sabe lo que vas a decirle –dijo Esaka.
– Piénsalo bien Kyosuke, puede ser su única oportunidad de sobresalir –comentó Masahiro, tomando el hombro a Kyosuke.
Kyosuke se encogió de hombros, quitó la mano de Masahiro y clavó su mirada en el suelo. Su capitán prosiguió.
– Dejemos a Rodrigo pensar solo –dijo Esaka, suspirando.
– ¡¡Demonios!! –gritó Kyosuke, y se echó a correr.
– ¡Detente, muchacho! –replicó Esaka.
Pero el Cabeza de naranja no se detuvo. Como un energúmeno salió disparado por la escalera y de tan rápido que cruzó la puerta no divisó a Miki, a quien tiró al suelo al chocarla. Ella se levantó indignada y lo tomó el brazo para detenerlo.
– ¡Oye! ¿Qué acaso no piensas pedirme disculpas, Kyosuke? –exigió ella, indignada.
– Por qué habría de pedirte disculpas si fuiste tú quien se puso en mi camino –le espetó él, tratando de soltarse.
– Al menos dime a donde vas –dijo ella, exaltada.
– No es de tu incumbencia, Tsujiwaki –dijo fríamente él, mirando hacia el infinito.
Ella quiso seguir la discusión, pero no pudo articular palabra. Kyosuke gemía lentamente, cabizbajo, como aguantándose el llanto. Miki le puso la mano del hombro, pero este la apartó con un fuerte movimiento del brazo. Ella insistió e hizo que le diera la cara.
De sus tristes ojos oscuros brotaba un mar de lágrimas que caían como cascadas por sus mejillas. Tenía los puños cerrados con fuerza, como queriendo aguantarse aún más, pero le era inútil, pues la rabia y la desesperación no daban tregua.
– ¿Estás así por lo de Rodrigo, verdad?
– Te dije que no era de tu incumbencia, niña entrometida –exclamó amargamente.
– Anda, Kyosuke, así no vas a solucionar nada –dijo ella, acercándose lo suficiente como para abrazarlo.
Pero el muchacho no devolvió el gesto. Con furia tomó a Miki de las muñecas y la estampó fuertemente contra la pared. Quedaron cara a cara. La muchacha estaba asustada, jamás había visto a Kyosuke actuar como un salvaje (al menos no contra ella). Quería zafarse, pero era inútil: la tenía bien agarrada. Ella temblaba, pues no sabía de lo que Kyosuke era capaz.
– Anda, Kyosuke, suéltame –imploró ella.
– No, de aquí no te vas –y lentamente acercó su cabeza hacia el cuerpo de Miki.
Al salir del comedor Masahiro no fue directo a su habitación, sino que fue hacia las escaleras. Parecía que alguien estaba caminando en el piso inferior. Por un momento creyó que era Rodrigo, pero no. Había sido solo un producto de su imaginación, así que no le dio mayor importancia y siguió caminando.
– Esto de Rodrigo nos trae a todos algo alterados, eso es todo –se dijo a sí mismo.
Pero luego escuchó a alguien gritar desde la entrada de los dormitorios. No le importó al principio, ya que pensó que su mente le jugaba un truco de nuevo, pero se comenzó a cuestionar al notar que los gritos eran constantes. Ya todos estaban en sus cuartos, así que no era nadie que viviera ahí. Además, el grito sonaba que había salido de la garganta de una mujer. ¡¿Mujer?!
– ¡Miki!
Bajó las escaleras corriendo y rápidamente se encontró en el vestíbulo. No dio crédito a lo que veía. Miki estaba tendida en el suelo, quien sabe si inconciente. No había nadie más ahí. Masahiro se acercó y se hincó junto a ella. Le dio unas palmaditas para saber si aún estaba conciente, y así era. Solamente que ella no paraba de temblar.
– ¿Miki, qué fue lo que te ocurrió? –preguntó Masahiro, ayudándola a incorporarse.
– Nunca lo creí de él… realmente está muy mal… –murmuró ella, entrecortada.
– ¿De quién hablas? ¿Qué te pasó? –Masahiro no entendía nada.
– Kyosuke…
Masahiro se puso furioso. El Cabeza de naranja había hecho algo a la persona a quien más quería. Era imperdonable.
– Pero dime, ¿estás bien?
– Sí, no estoy golpeada ni nada por el estilo –aseguró Miki –. Pero estoy asustada. Iba hecho una fiera, quien sabe de que sea capaz de hacerle a Rodrigo.
– Kyosuke… –bajó la voz – se que esto es duro, pero no hay que darse por vencido…
– ¿Decías algo, Masahiro? –preguntó Miki.
– No, nada –regresó en sí –. Anda, vamos a buscar a la Srta. Kaori para que te examine.
Masahiro acompañó hasta el despacho de Kaori, quien por suerte aún no se había ido a casa. La dejó encargada con ella y salió corriendo en busca de Kyosuke, esperando no encontrarlo porque quizá y esto acabaría a golpes.
Las luces en el campo de fútbol de Akanegaoka estaban encendidas, puesto que hacía rato que había oscurecido. No había un alma en muchos metros a la redonda, hasta que una sombra apareció de la oscuridad. Era el brasilero, quien estaba enfrascado en una lucha entre sus pensamientos y sus sentimientos.
– Renunciar a Akanegaoka… ¿por qué no acepté de inmediato? ¿Qué acaso no viene a Japón por dinero? –pensaba dudoso.
La imagen de su familia se le apareció en la mente. Sus hermanos, sus padres… ellos tenían su esperanza puesta en él, y el muchacho no había podido decidirse. Quizá estaba siendo muy egoísta, pero estaba Akanegaoka, donde había aprendido tanto y había hecho tantos amigos, le estaba pidiendo no abandonarla.
– Si firmo el contrato –miró el sobre que tenía en la mano –, mis hermanos podrían venir a Japón. Con todos estos beneficios, ¿por qué no he aceptado? Debo firmarlo, firmar esto y dárselo a los cazatalentos. Entonces… –fijó su vista en la cancha – Entonces no volveré a ver este campo nunca más.
Recordó lo que le había dicho mucha gente, desde el entrenador hasta sus compañeros: nunca subestimar al fútbol. En este deporte no debe haber diferencias por naciones, razas o religiones. En la cancha, un equipo es un equipo. Y así debe ser hasta el final.
– ¡Kyosuke! –exclamó Rodrigo, estupefacto.
El Cabeza de naranja estaba en el campo, con la colección entera de balones marca PUMA en el carrito. Se dirigió hacia la portería y, con mucha furia, tiró los balones al suelo y los comenzó a patear con toda la fuerza que se encontraba en su espíritu.
– ¡¡DEMONIOS!!
Disparó todos los balones, uno a uno, contra la portería. Rodrigo no creía lo que sus ojos le mostraban. Kyosuke… Rodrigo se sentía mal por él, porque sabía que esa rabia era gracias a que él se iba a ir de Akanegaoka.
– ¡¡BASTARDO!!
Rodrigo aún observaba a Kyosuke, quien golpeaba el suelo con el puño.
– Éste sujeto…
La luna se imponía majestuosa sobre la tierra, mientras que sus plateados rayos iluminaban toda Akanegaoka. La noche, con sus seductores encantos, había dejado aún más confundidos a los Rodrigo y Sakai, quienes al parecer, no durmieron esa noche.
Los rayos de sol entraban por las ventanas del pasillo en la escuela, y se reflejaban en su cabello plateado. Sakai venía caminando, un tanto preocupado y otro tanto pensativo. Sabía bien lo que tenía que explicarle a su entrenador, pero, ¿cómo lo haría?
– Tengo que ser firme… ésta podría ser…
Pero no alcanzó a decir más. Precisamente frente a la oficina de Murakami, otro muchacho ya estaba tocando a la puerta.
– Sakai… –se dio la vuelta.
– Rodrigo… –Sakai se detuvo.
No era una buena escena. Sakai ya sabía que ambos pasaban por lo mismo, pero Rodrigo apenas lo notaba. ¿Qué sería de ellos? ¿Qué sería de Akanegaoka?
