– ¡Entrenador! ¿No hay forma de darle a Rodrigo un permiso especial para que este en la J-League y en Akanegaoka al mismo tiempo? –exclamó Kyosuke.
– Me temo que es imposible –le respondió Murakami.
– ¡¿Y por qué no?!
El entrenador cruzó los brazos.
– Aún en un buen año solo un promedio de diez jugadores reciben ese permiso. Así que prácticamente solo los integrantes de las selecciones Sub-17 o Sub-20 pueden gozar de ese privilegio. Además, recuerda que Rodrigo solo posee nacionalidad brasileña, por lo que resulta mucho más difícil.
Kyosuke guardó silencio, aunque por dentro quería seguir alegando o buscando alguna solución. No podría permitir que su amigo se fuera del equipo. ¿Qué sería de sus sueños de venganza contra Tenryu sin Rodrigo?
Mientras tanto el sueco y el brasilero se miraban fijamente, pero sin hablarse. Sakai nunca se imaginó encontrarse a su compañero brasilero en el mismo lugar al que él se dirigía. Tanto él como Rodrigo se quedaron viendo por unos instantes, como esperando a que uno de los comenzara el diálogo. Pero el silencio prevaleció por unos momentos.
– Sakai –el brasilero tenía la mano en la manija.
– Rodrigo.
– Así que tú también viniste a ver al entrenador.
– Sí, así es.
Rodrigo abrió un poco la puerta mientras Sakai se acercaba para entrar. Apenas pusieron el ojo dentro se estremecieron. El entrenador Murakami y la Srta. Kaori estaban sentados detrás de una mesa, teniendo lo que parecía ser una discusión con Kyosuke, quién frente a ellos golpeaba la mesa y gritaba de rabia.
– Adelante –les indicó Murakami a los recién llegados
Nuevamente reinó el silencio en aquella sala. Los tres jugadores tenían semblantes serios, sin embargo cada uno pensaba cosas diferentes en aquella ocasión. La mirada de Rodrigo reflejaba profunda tristeza; en el rostro de Sakai prevalecía la confusión. Y Kyosuke… era difícil describirlo. Parecía que irradiaba rabia por los ojos y tenía los puños cerrados con fuerza. Cada uno estaba absorto en sus pensamientos.
– Debo decirle… ¿pero que pensarán Sakai y Kyosuke? –se cuestionaba Rodrigo.
– No es bueno que tanto Rodrigo como Kyosuke estén aquí. ¿Así cómo podré hablar con Murakami? –pensaba Sakai.
– ¿Qué pasa Sakai? ¿Qué acaso no viniste a detener a Rodrigo? –Kyosuke.
De pronto Murakami se incorporó en su asiento, abrió los ojos y viró la mirada hacia los tres muchachos. Suspiró un momento y luego rompió el silencio.
– Rodrigo, como entrenador de Akanegaoka, me gustaría pedirte que no te fueras –dijo suavemente Murakami.
Kyosuke pareció animarse un poco, pues su rostro se iluminó después de que Murakami habló. Pero no le duraría mucho el gusto.
– Sin embargo, pienso que para ti sería lo mejor si aceptaras esa oferta –opinó el entrenador.
– ¿Qué ha dicho? –preguntó Kyosuke, incrédulo.
– Siendo aquél un equipo profesional, recibirás mucha experiencia, muchos más conocimientos en fútbol que no verías nunca en el deporte estudiantil. Si te les unes jugarás siempre al fútbol, serás entrenado y ganarás un buen sueldo. Para un jugador de tu nivel, esto suena muy bien –hizo una pausa –. Respeto tu decisión si te vas, pero, ¿no crees que aún queden cosas que debes hacer aquí, en la secundaria?
– No comprendo a que se refiere, entrenador –dijo Sakai.
– En un equipo estudiantil, todos deben jugar al máximo y dar lo mejor de si mismos. No es lo mismo que en la vida profesional. Aquí todos tienen su labor. Además, juegas con personas de tu misma edad, por lo que creas lazos muy cercanos –Murakami volteó a ver a los tres muchachos –. Las personas de muchos niveles humanos y futbolísticos conviven para compartir sus experiencias y hacer amistades. Y aún en la adversidad, muchos lazos de amigos permanecen para toda la vida. Esa es la verdadera esencia del fútbol escolar. En realidad, este fútbol se trata de lo que aprendes cuando no pateas un balón. Por ahora, piensen en esto y den todo en el equipo.
La campana sonó. Murakami se levantó de su asiento.
– Bien, sus clases de la tarde ya van a comenzar. ¡Dense prisa!
El día fue bastante largo para los tres. Ninguno de ellos se pudo concentrar en sus clases, pues pensaban que de debían hacer. Mañana era la final del distrito y podría ser que dos de ellos no estén presentes…
– ¡¡Muy bien, hemos terminado!! –gritó Mori.
Sonó el silbato justamente cuando el sol se ponía en las laderas. Los jugadores se acercaron a la banca por algo de agua y para oír lo que su entrenador iba a decirles.
– Bueno, creo que es todo por hoy. Hoy es el día antes de su último partido, así que descansen lo suficiente.
Se retiró del campo.
El último en llegar a la banca para refrescarse fue Masahiro, pues estaba recolectando todos los conos y balones del campo. Notó que el ambiente no era alegre en absoluto, sino que reinaba un silencio muy incómodo. En vez de las habituales bromas de Esaka hacia los menores o las risas continuas de Kyosuke y él mismo sólo había miradas de cansancio y aburrimiento. Notó también que Sakai y Rodrigo se veían más tristes y opacados que nunca, además de que Kyosuke los veía a ambos con una mezcla de odio y amargura.
– ¿Qué les estará sucediendo a los tres? –pensó Masahiro mientras abandonaba el terreno de juego.
Ni Sakai ni Rodrigo podían conciliar el sueño aquella noche. El chico sueco se quedó observando las estrellas desde el balcón de la habitación, reflexionando sobre su situación. Realmente esta era su oportunidad de que se fijaran en él. Londres… habían tantos clubes importantes que se podían fijar en él. Estaban el Chelsea, el Tottenham e inclusive el Arsenal, todos buenos equipos que le podrían brindar el brinco a la gloria. Pero por otro lado…
– Padre.
Una voz que venía detrás de él lo asustó por un momento.
– ¿Qué te sucede, Sakai?
– ¡Kaori!
Mientras tanto, en las gradas del estadio el brasilero también contemplaba la noche. Aún tenía aquel dilema en su cabeza, esa decisión que podría ser la definitiva para su vida.
– Por un lado puedo unirme al equipo y luchar por llegar a la cima. Así mi familia viviría sin preocupaciones ni problemas, aquí conmigo en Japón. Pero…
– ¿Tu padre quiere que vayas con él a Londres? –le preguntó Kaori a Sakai.
– Sí, quiere que me le una en su viaje. Parece ser que les mostró videos de mis partidos a algunos clubes ingleses y se mostraron interesados en que pruebe suerte con ellos. En Inglaterra tengo muchos amigos de la infancia, por lo que mi padre piensa que el cambio me vendría bien –comentó Sakai.
– ¿Recuerdas que me lo comentaste hace algún tiempo? Me dijiste como te sentías cada vez que te mudabas a causa del trabajo de tu padre, y como comenzaste a jugar fútbol para no sentirte solo –dijo Kaori.
– Yo no tuve una infancia digna de cualquier niño. Estaba siempre solo, pero cuando jugaba fútbol, era el único momento en el que me sentía feliz.
– Tu padre debe seguir pensando que sigues solo, ¿no es verdad? –preguntó Kaori.
– De seguro que sí –aseguró Sakai.
– Debo tomar una decisión –dijo Rodrigo para sus adentros –, debo pensar bien lo que voy a… ¿Quién ha venido al campo?
Una melena naranja seguido de otros tres individuos venían caminando con un balón. Rodrigo no creía que estuvieran ahí.
– ¿Qué está haciendo Kyosuke aquí? –se asombró Rodrigo.
– Las luces del campo –Sakai observó la cancha desde su balcón –, ¿habrá alguien jugando a esta hora?
¡Eran Kyosuke, Kiba y compañía quienes habían llegado al terreno de juego!
– ¿Más práctica? –se quejó Kiba.
– Solo voy a moverme un poco –dijo Kyosuke, arrancando a correr con el balón.
– ¡Vámos, Yûya! –exclamó Shinkawa antes de empezar a correr tras Kyosuke.
– ¡Sí, vamos! –gritó Muroi, siguiendo a los dos primeros.
– ¡¡Oye, espérenme!! –se enojó Kiba.
Kaori puso su mano en el hombro del portero.
– Dime, Sakai, ¿te sientes solo? –le preguntó dulcemente.
– ¿Eh?
– Anda, contéstame.
– Cuando llegué aquí pensé que sería igual que en las demás ciudades, sin amigos –admitió Sakai –. Pero yo ya no estoy solo.
– Entonces sabes que debes hacer.
– Sí, se bien lo que le diré a mi padre.
Rodrigo se divertía mucho viendo a Kyosuke jugar contra Kiba.
– Lo que puedo hacer aquí… –sonrió ligeramente y se levantó de las gradas, mirando la luna – Padre, madre, lo siento, pero debo quedarme un poco más.
Aquella radiante mañana de domingo, Kawasaki y Kawahara habían recibido una llamada para encontrarse con Rodrigo en la Cafetería Toshikawa, poco antes de la final del distrito. Estaban muy ansiosos de verlo, pues contaban con que firmara su contrato y se uniera con el equipo. Tras unos momentos de esperarlo, apareció.
– ¡Hola! –dijo Kawasaki.
– ¡Hola, Rodrigo! –dijo Kawahara alegremente.
– Siento haberlos llamado así de repente –se disculpó Rodrigo al tiempo que se sentaba.
– No, está bien. No te preocupes por eso –dijo Kawahara.
Rodrigo sacó el contrato de su mochila.
– Bien, con respecto a nuestra discusión del otro día…
Los dos cazatalentos estaban ansiosos, pero se decepcionaron hondamente al ver que su oferta estaba siendo rechazada.
– Lo siento mucho –dijo Rodrigo, entregándoles el contrato aún sellado.
– Entiendo… –Kawasaki se veía triste.
Rodrigo se levantó de su asiento.
– Bien, si esto ya se ha aclarado.
– ¡Oye, espera! ¿Nos puedes decir una cosa? –pidió Kawasaki.
– ¿Si?
– ¿Por qué?
– Según lo que averiguamos suponíamos que nos aceptarías de inmediato –explicó Kawahara –. Sin embargo, decidiste serle leal a Akanegaoka. ¿Por qué?
– Bueno, todo lo que investigaron fue antes de que yo viniera a Japón, ¿no es así? –preguntó Rodrigo.
– Con solo ver tus partidos en Brasil sabíamos que esto sería lo mejor –aseguró Kawahara.
– Ah –analizó –, supongo que no podrían decirlo solamente viendo los partidos.
Kawahara y Kawasaki se veían perplejos.
– Debo irme, todos esperan. Adiós –dijo Rodrigo.
Y se fue corriendo.
Ya era el día y los aficionados iban llegando poco a poco al estadio. Por ejemplo, el Club de Admiradores de Kyosuke (mejor dicho, sus grandes amigos) ya se encontraba en las gradas.
– Por fin, la final del distrito –dijo Gohara, saboreando el partido que estaba a nada de empezar.
– ¡¡Espero que Kyosuke pueda hacer otro hat-trick hoy!! –exclamó Shibata alegremente.
– Con todos los hat-tricks que ha anotado ya hizo dieciséis goles –comentó Okabe –. Impresionante, ¿no creen?
– Mi hermano dijo que la máxima marca de goles es de diecisiete –apuntó Rie.
– Entonces, ¡¿eso significa que Kyosuke puede romper la marca hoy?! –preguntó Shibata, impresionado.
– Mi hermano cree que de seguro lo hará.
– ¡Sorprendente! –dijeron los tres chicos a la vez.
Mientras tanto, todo el equipo se encontraba ya calentando en los vestuarios. Todos, con solamente dos excepciones que todavía no habían llegado.
– ¡¡Entrenador, Rodrigo y Sakai aún no aparecen!! –Mori se notaba alterado.
Murakami no se inmutó por ese hecho, mas si lo hizo Kyosuke, quien detuvo su calentamiento para poner atención. Tras analizar un momento, decidió revelar lo que no había querido decir.
– ¡¡Tanaka, Kikumoto, prepárense para jugar!! –gritó Murakami.
Por un momento parecía que Kyosuke iba a golpear a alguno de estos dos suplentes, pero en ese momento…
– ¡Siento mucho llegar tarde! –y la puerta se abrió de un golpazo.
– ¡¡Rodrigo!! –gritó Esaka.
– Vaya que si eres un idiota, Rodrigo –suspiró Kyosuke, aliviado.
– ¿Todo está en orden, verdad? –preguntó Ichikawa.
– No se preocupen –y Rodrigo comenzó a cambiarse.
– Contamos contigo, comandante –Ichikawa puso su mano en el hombro del brasilero.
– ¡Déjenmelo a mi!
– ¿Estás seguro con esto, Rodrigo? –preguntó Murakami.
– ¡Todavía no he hecho todo lo que puedo hacer aquí! –gritó Rodrigo, desafiante.
– Bien. ¡Mori, Rodrigo será titular! –indicó Murakami.
– ¿Y Sakai? –preguntó Mori.
– Él tenía algo pendiente por hacer, pero llegará. Ahora, les repito las posiciones –Murakami:
-Portero: Kikumoto (14).
-Delanteros: Kanou (9) y Kiba (11).
-Medios: Rodrigo (Medio Centro, 10), Esaka (Volante, 8), Ichikawa y Shinkawa (Laterales, 12 y 6).
-Defensas: Toda y Doi (laterales, 3 y 2), Muroi (Centro, 5), Miyamoto (Líbero, 7).
– ¡Sí! –Kikumoto estaba emocionado y decidido
– ¡Ganaremos este partido a como de lugar! –exclamó Murakami.
– ¡Vamos equipo! –Masahiro puso su mano en el centro.
Todos los demás pusieron las suyas encima de la mano del número 7.
– ¡¡Espíritu de Akanageoka!! –gritó Kyosuke con mucho ánimo.
– ¡¡SÍ!!
Salieron al campo entre vítores y cánticos de su afición. Una vez que estaban los veintidós jugadores y el cuerpo arbitral, el partido iba a comenzar.
– Nos encontramos en el partido final del Campeonato Regional de Yamanashi entre las escuelas Jyoyo Akanegaoka y Yamanomori –se oyó el silbato –. ¡Y ha comenzado!
– Y Kanou con la posesión del balón…
Por fin, la final. Masahiro se encontraba tranquilo frente al arco que defendía Kikumoto. Él sabía que podían ganar, y daría lo mejor de sí para ganar.
– ¡¡Adelante Akanegaoka!! –exclamó Masahiro.
Sakai, con una mochila en el hombro se dirigía hacia el vagón del primer tren a la vista, donde un hombre mayor, de pelo gris y vestido elegantemente lo esperaba.
– Llegas tarde, Koji.
– ¡Padre!
– Bueno, ya que estás aquí, vamos. Llevamos prisa –dijo Sakai-san.
Comenzaron a caminar por la estación.
– Pensé que podría pasar más tiempo contigo aquí en Japón, pero como siempre me fue imposible, hijo… –reconoció el señor.
– Claro, entre tantos negocios no pudiste sacar aunque sea algo de tiempo para mí…
–… pero, ¿sabes una cosa? En Londres por fin podremos vivir como padre e hijo –comentó alegremente Sakai-san.
– Padre.
– Bueno, la verdad es que he comenzado a jugar futsal –admitió Sakai-san.
– ¿Comenzaste a jugar futsal? –preguntó Sakai, incrédulo.
– Mis compañeros de trabajo me invitaron a jugar y planeo seguir haciéndolo en Inglaterra. ¡Tengo una idea, Vayamos a entrenar juntos el próximo domingo!
Sakai esbozó una sonrisa. ¡Por fin su padre le estaba prestando atención a su hijo!
– ¡Ah, este es el vagón! Bueno Koji –le tendió unos boletos a su hijo –, aquí te entrego tus boletos, uno para el tren y otro para el avión.
Sakai los vio. Momentos más tarde un altavoz anunciaba la salida del tren bala hacia Tokio, y el mismo salió a toda velocidad de la estación. Junto a la vía no había ningún muchacho de cabellos plateados. ¿Realmente el portero de Akanegaoka se había ido?
– Les tramos a todos ustedes la cobertura del partido más esperado de la temporada. Akanegaoka 0 – 0 Yamanomori.
– Creo que ya casi han sido dos años desde que Sakai se ganó la titularidad. Esta es mi oportunidad –pensó Kikumoto –. ¡Preparado!
– El entrenador de Akanegaoka, Kazuo Murakami ha decidido emplear a su arquero suplente Kikumoto para este juego. Para ser un partido tan importante ha hecho una decisión muy riesgosa. No sabemos si su titular Sakai se ha lesionado o le han dado descanso. No lo vemos ni en la banca ni en las gradas.
Mucha de la afición también se preguntaba lo mismo. ¿Dónde demonios estaba Sakai?
– Yamanomori no tiene ningún jugador sobresaliente –pensó Rodrigo.
– Debemos apoderarnos del medio campo para que no pasen e intenten anota –analizó Esaka.
– ¿Qué clase de fútbol jugará Yamanomori? –se preguntó Masahiro.
– ¿Solo van a jugar a pasársela? –Ichikawa observaba a los de Yamanomori mientras corrían, sin seguirlos.
– ¡El equipo celeste avanza por el medio campo dejando atrás las marcaciones de los laterales y el comandante Rodrigo! ¡Ahora el capitán Yamamoto realiza un pase filtrado al artillero Yakushimaru, quitándose a Esaka de encima!
Era difícil pensar que un equipo de tan bajo nivel jugara tan bien el trabajo colectivo. Los volantes y puntas de Yamanomori estaban pasándose el balón sin descansar, así que seguirlos solo cansaría a los defensores de Akanegaoka.
– ¡Un momento! ¡Yamamoto acaba de quitarse la marca de Toda e intenta el disparo! ¡Muroi no alcanza a desviar con el pie! ¡Va hacia Kikumoto…!
– ¡No pasa! –Masahiro saltó para evitar que el balón entrara.
– ¡MIYAMOTO! ¡Qué cosa, ha salvado a la Naranja Mecánica del primero en contra!
– ¡Espera un momento!
Masahiro había saltado para desviar el disparo con un cabezazo, pero ni siquiera se fijó hacia donde se dirigía su despeje. Cuando se levantó del suelo (cayó bocabajo) vio que uno de Yamanomori iba por el rebote.
– ¡¡Yamamoto por el rebote…! ¡¡KIKUMOTO!! ¡Notable, sobresaliente el arquero de Akanegaoka! ¡El balón no entra y tendremos saque de banda!
– No puede ser… ¿van a tirar de media y larga distancia? –se preguntó Kikumoto.
Murakami estaba muy enfadado.
– ¡¡Kikumoto, pon atención a los disparos!!
Y tenía razón de estar enfadado. Por poco les anotan y se salvaron de milagro. Si caían en la presión… Masahiro prefirió mejor no seguir pensando.
El muchacho que se suponía estaría ahora en camino a Tokio bajaba corriendo las escaleras eléctricas, con mucha prisa. ¿Estaría el equipo bien? ¿Cómo estaría jugando Kikumoto? De repente, un auto rojo lo sacó de sus pensamientos. Y lo conducía…
– ¡¡Kaori-sensei!!
– Sube al auto –le ordenó secamente.
– Pero…
– ¡¡Rápido!! –y Kaori se impacientó.
Subió y emprendieron un viaje a toda velocidad hacia la vecina ciudad de Tofu, donde la final se estaba efectuando. Sakai contemplaba su reloj constantemente. Ya habían pasado diez minutos, quince minutos, veinte… el tiempo corría rápidamente y él no había llegado. Sin embargo…
– Lo siento, padre. Esta vez no puedo ir contigo.
– ¡¡Pero Koji!! –Sakai-san se sobresaltó al ver la decidida mirada de su hijo – ¡¡Es Londres!! ¡¡La Liga Premier que siempre has admirado!! Piénsalo bien. Chelsea, Arsenal, Tottenham… ¡puedes llegar a la cima! Allá estarás con tus viejos amigos Wayne y Michael, ¡no estarás solo!
Sakai estaba sonriendo.
– Padre. Estoy muy bien ahora.
El tren estaba por irse.
– Será mejor que abordes tu tren –dijo Sakai.
– Sí –suspiró el señor.
– Cuídate mucho, padre –le tendió la mano a su progenitor.
El padre estrechó la mano de su primogénito y abordó el tren. Y partió.
– Aquí, en Japón, estoy en mi hogar –miró nuevamente su reloj –. ¡Cuento contigo, Kikumoto!
– Minuto treinta y cinco y ninguno de los dos equipos ha mostrado muchas oportunidades de gol, aunque Yamanomori se ha visto más ofensivo.
– Y hablando de los celestes, el capitán Yamamoto tiene la posesión del balón y avanza por el medio campo de Akanegaoka. La defensa se queda marcando a Yakushimaru y Shinata, los dos delanteros. ¡Eh, un momento! ¡Muroi abandona su posición y va uno a uno contra el capitán!
– ¡¡No dejaré que pases!! –gritó Muroi, corriendo para detener la entrada de Yamamoto.
– ¡¡Muroi, no salgas!! –le reclamó Kikumoto.
Pero Muroi no hizo caso a la orden del portero y corrió para detener a Yamamoto. Fue inútil, él pasó la pelota a Yakushimaru y disparó al arco.
– ¡¡Yakushimaru al disparo…!!
Kikumoto se lanzó al balón al mismo tiempo que Shinata saltaba e iba por el cabezazo. Consiguió detenerla, pero perdió el equilibrio y cayó al suelo, golpeándose muy fuertemente la espalda.
– ¡Kikumoto! –Masahiro se acercó y se arrodilló junto a su arquero – ¿Estás bien?
– Sí, lo estoy… –Kikumoro levantó el balón que tenía en las manos y se la pasó a Esaka – ¡Tómala, Esaka! –y se quedó dolido, tendido en el campo.
– Tras esa gran salvada, Kikumoto se queda en el suelo. ¿Estará bien?
Esaka, viendo a su portero tendido por poco no se da cuenta de que venía un jugador de Yamanomori por el balón, así que tuvo que sacarlo del campo. No le importó, pues se acercó corriendo a arrodillarse a Kikumoto, junto con Masahiro.
– ¿Estás bien? –preguntó Esaka.
– ¡¿Por qué no atacaste?! –le reprimió Kikumoto, enojado.
Todos se sobresaltaron, menos el #7.
– ¿Qué has dicho? –preguntó Esaka.
El árbitro se acercó a ellos.
– ¿Quieren que llame a la camilla? –preguntó el silbante.
– Por fa…
Kikumoto tomó a Esaka por la camiseta.
No lo hagas, por favor… –le faltaba el aire, pero hacía un gran esfuerzo para hablar – Esta es mi oportunidad, déjame en la portería al menos hasta que Sakai regrese.
Esaka lo meditó un momento.
– Muy bien, pero después de eso te sustituiremos. No te excedas.
– Gracias…
El juego se reanudó. Pasaron los minutos y nada por parte de ningún equipo. Se acabó la primera parte y para la segunda fue lo mismo.
– Eso fue mi culpa –se culpó Muroi –. Debí evitar que su capitán hiciera el pase –vio que Yakushimaru venía hacia él nuevamente –. ¡¡No dejaré que pases otra vez!!
– ¡Yakushimaru con la pelota y va hacia Muroi, quien deja su posición y va a su encuentro!
– ¡No lo hagas, Muroi! –le gritó Kikumoto.
– ¡¡El #9 al disparo…!! ¡¡Gol!! ¡Gol de Yamanomori! ¡¡A los diez minutos de la segunda mitad el artillero del equipo celeste consigue la primera anotación!
El portero no pudo hacer nada para evitar el gol, pues mientras saltaba para detener el balón sufrió de un calambre y cayó al suelo. Masahiro, quien expectantemente vio la jugada, se acercó y se arrodilló junto a Kikumoto.
– Esto es grave, ya no puede seguir –miró hacia la banca –. ¡¡Entrenador, la camilla!!
– Pobre Kikumoto… –se lamentó Karin al tiempo que veía como el cuerpo médico se llevaba al portero.
– Sakai, date prisa… –pidió Mori, nervioso.
Pero el #1 no apareció. Ante la desesperación de no tener otro suplente, Murakami llamó a uno de sus jugadores que estaban en el campo a la banca. Su única esperanza mientras llegaba Sakai recaía solo en un jugador que se acercaba con velocidad. El papel y los guantes del portero eran responsabilidades gigantescas, ¿podría aguantarlas?
– ¡Date prisa, Sakai! –Kaori aparcó su auto junto a la entrada del estadio.
– ¡Sí! –y salió corriendo con mochila al hombro.
En el camino hacia los vestidores pasó por la enfermería y vio que la puerta estaba abierta. Dentro estaba Kikumoto, quien estaba siendo atendido.
– ¡¿Qué sucedió, Kikumoto?! –preguntó Sakai.
– Sakai… por fin has llegado. Rápido, te esperan en la cancha –Kikumoto apenas podía articular palabra.
Sakai asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta, pero no pudo evitar desviar la mirada hacia la televisión, que estaba relatando el partido en ese momento. El marcador anunciaba 1-0 a favor de Akanegaoka. Y en ese instante enfocaban al portero de la Naranja Mecánica. Sakai no dio crédito a sus ojos.
– No puede ser, ¡debo apresurarme! –Sakai corrió hacia la banca.
Llegó como rayo a la banca completamente cambiado y con los guantes en la mano.
– ¡Perdón por llegar tarde!
– ¡¡Sakai!! –exclamaron al unísono Mori y Karin.
Se puso los guantes y fue junto a Murakami. Entonces miró hacia la portería. Frente a ella estaba parado un jugador vestido con un pantalón corto negro, camiseta roja y una gorra del mismo color. Los guantes y la camiseta tenían en número… ¡¿7?! ¡¡El muchacho de cabello castaño era el portero!!
– ¿Listo para entrar, Sakai? –preguntó Murakami a su titular.
– ¡Sí, señor!
– Mori, prepara el cambio. Regresa a Masahiro como líbero y a Sakai como portero –indicó el entrenador.
– ¡Sí! –y Mori salió corriendo hacia el árbitro asistente.
– ¡Y no digan que no! ¡Sakai ha llegado y está listo para entrar!
La afición vitoreó la entrada de Sakai y aplaudieron el gran esfuerzo que hizo el portero suplente mientras el primero no estaba.
– ¡Muchas gracias por defender mi arco! –al llegar a su portería abrazó a Masahiro antes de ponerse los guantes – ¡Ahora me encargo yo!
– Contamos contigo, Sakai –le dijo Masahiro.
Entonces el siete se quitó el equipamiento de guardameta y se quedó con su uniforme regular. El partido se reanudó.
– Nuevamente Yamanomori intenta buscar el gol, y otra vez Muroi sale a presionar.
– ¡¡Detente, Muroi!! –ordenó el guardameta al central de Akanegaoka.
– Pero estamos perdiendo –arguementó Muroi.
– Tranquilízate un poco. Recuerda que si la defensa es estable, los delanteros enemigos no podrán jugar bien. ¿Puedes hacerlo como siempre lo haces? –pidió Sakai.
– Como siempre –Muroi esbozó una sonrisa –, ¡claro que sí!
– Parece ser que con Sakai nuestra defensa ya es más estable –le comentó Esaka a Rodrigo.
– ¡Ahora vayamos nosotros por un gol! –exclamó Rodrigo, ansioso.
– Rodrigo recibe el balón y comienza a avanzar por el medio del campo, mostrando su gran control sobre el mismo. Akanegaoka está mostrando ahora su fútbol, el que no deja de atacar hasta que anota.
– ¡Rodrigo, por acá! –gritó Kiba al tiempo que levantaba el brazo, pidiendo el balón.
– Rodrigo manda el pase a Kiba, ¡y aquí podría venirse el primero para la Naranja Mecánica!
– ¡Kiba, déjala ir! –gritó Rodrigo.
Y Kyosuke fue por el balón que Kiba le puso.
– ¡¡ESTABA ESPERANDO ESTA!!
– ¡Kyosuke…! ¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! ¡Akanegaoka con el primero! ¡Con la gran jugada de Rodrigo, Kyosuke Kanou ha llegado a los diecisiete tantos e iguala la marca de goles de Yamanashi, la marca establecida por Keisuke Narumi!
La afición naranja celebró el tanto de la igualada. Ahora Yamanomori realizó el saque. Transcurrían los minutos y solo se pasaban el balón, sin realizar jugadas o yendo por un gol. ¿Acaso buscaban hacer tiempo y esperar el contragolpe? ¿O querían ganar en la tanda de penales?
– No esperaba que hicieran esto –admitió Esaka, siguiendo a los de Yamanomori con la mirada.
– ¿Qué les sucede? –se preguntó Shinkawa.
– ¿Quieren ganar o qué? –espetó Kiba, molesto.
– Si siguen con esto, habrá problemas –comentó Ichikawa.
– Un momento, ¡Yamamoto envía un trazo alto y largo buscando a Yakushimaru! ¿Será este su contraataque?
– ¡Todos, regresen! –gritó Esaka.
– Akanegaoka regresa a su zona, pero ya es tarde. ¡Yakushimaru recibe el pase dentro del área, va a disparar…!
– ¡¡No te dejaré!!
Sakai se lanzó como fiera hacia el esférico y, con un esfuerzo sobrehumano, le quitó el balón de los pies a Yakushimaru Había evitado el segundo de Yamanomori, erigiéndose como el héroe.
– ¡¡Muy bien, Sakai!! –lo felicitó Masahiro.
– ¡Impresionante! ¡¡El salvador de Akanegaoka no es Sakai-san, es San Sakai!!
Sakai pateó el balón, alto y dividido.
– ¡Rodrigo, Kyosuke!
– ¡Sí! –Rodrigo se colocó para recibir el pase.
– ¡Vamos! –Kyosuke salió a la carrera.
– Iremos a los Nacionales, ¡lo juro! –era el pensamiento de Sakai.
– Es verdad, aún faltan cosas por hacer aquí –recibió el pase de Sakai y se la dio #9 – ¡¡Kyosuke!!
Kyosuke se lanzó por el pase y disparó con todo.
– ¡¡ESPÍRITU DE AKANEGAOKA!!
– ¡¡GOLAZO!! ¡¡GOOOOOOOOOOOL!! ¡Ha entrado! ¡El arma secreta de Akanegaoka, el TNS ha ganado el campeonato!
Y el silbato sonó.
– ¡Ha terminado! ¡Akanegaoka repite el resultado del año pasado y se califica a los nacionales por segunda ocasión!
La euforia era absoluta. Los jugadores corrieron a festejar y alzar en brazos a Murakami y los aficionados iniciaron los cánticos "¡Hufrra, hurra, Akanegaoka!".
– Con ese último golazo, Kyosuke Kanou ha impuesto un nuevo récord de anotaciones, con 18 goles conseguidos en cinco partidos.
Kyosuke se vio de un momento a otro rodeado por muchas cámaras y reporteros. El muchacho no entendía nada, ni siquiera sabía de la marca de goles o si la había roto.
– ¡Muchacho, has roto una marca! –le dijo Esaka, emocionado.
Kyosuke se notaba confundido.
– Es un récord muy grande hecho por un jugador llamado Keisuke Narumi –comentó Ichikawa.
– ¿Narumi? –se extrañó Kyosuke.
Murakami observaba a su goleador con orgullo.
– Lo lograste, Kyosuke.
– ¡Ese chico! –exclamó Kamata desde las gradas – Parece que Kyosuke no se conformó solo con sus hat-tricks, sino que quiso imponer una nueva marca.
– Es impresionante. Se han vuelto muy fuertes. Estoy muy orgulloso de Akanegaoka –admitió Sako.
Y en ese momento, había una llamada telefónica en honor a ese logro.
– ¡Querido, Kyosuke acaba de romper la marca de goles de Keisuke! –dijo eufórica la señora Kanou.
– Así que lo logró –Kanou-san se oía satisfecho.
Mientras tanto, todos los jugadores presumían de sus medallas de oro y del brillante trofeo, que en ese momento lo tenía Muroi en la mano.
– ¡¡Y ahora, derrotemos a Tenryu!! –gritó Kyosuke.
– ¡¡Sí!
