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Todavía queda espacio para el amor

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La forma en la que Semi se ha ganado el gusto de los hombres no ha sido porque le parezca entretenido o sea su fascinación, después de todo el tiempo en el que sirvió a Shiratorizawa le enseñó no solo a dormir con un ojo abierto y con una mano empuñando un arma debajo de su almohada cada noche, sino también para darse cuenta de que la debilidad de un hombre también podía ser otro hombre.

—Semi, ¿estás seguro de lo que vas a hacer?

Por ello, la pregunta que hace el compañero que tiene a lado entra y sale de sus oídos con algo de desinterés a querer contestarla.

¿Está seguro? Sí.

¿Quiere hacerlo?

Bueno, considerando la situación en la que se encuentran, no tiene más remedio que esperar a que tenga éxito, después de todo, sino estuviera seguro al menos un poco, no habría pasado varias noches pescando la atención del líder de Nohebi anticipando los problemas que se le venían encima.

Una vez muerto el líder de la familia Gu, parecía que era responsabilidad de él intentar mantener ese lugar a flote a como diera lugar, después de todo cualquier sitio era mejor que volver a la calle, o peor, volver a Shiratorizawa.

Y es que desde que supo que le gustaban los hombres, sabía que solo tenía dos caminos si quería sobrevivir dentro de ese mundo de corrupción y terror. El de ser eliminado por eso o sacarle provecho. Durante su tiempo en Shiratorizawa, luego de ser arrastrado —y salvado de algún modo— por Tanji Washijo, líder de la organización, fue crucial para que sus métodos poco ortodoxos para conseguir información rindieran frutos.

Los hombres eran fáciles de manipular, y para Semi le era entretenido y divertido conseguir la información que Washijo solicitaba a cambio de hacer, lo que se suponía, llevaba practicando toda la vida para sobrevivir. En Shiratorizawa, al menos, ya no tenía que pelear por comida o por un sitio en dónde dormir pues Washijo lo premiaba luego de conseguirle algún tipo de información confidencial que llevase persiguiendo durante mucho tiempo.

Sin embargo cuando Washio lo encontró, por primera vez, enredado entre las sábanas y las piernas de uno de sus subordinados, vio en él el tipo de mirada asquerosa y depravada que veía en cada uno de los hombres con los que últimamente pasaba un par de noches en sus camas... pero también vio la expresión de un lunático.

No lo castigó ni mucho menos lo torturó por practicar ese tipo de actos que muchos consideran solo llevan a cabo los animales pero, si es sincero, Semi hubiese deseado que sí lo hiciera.

Que lo golpeara o lo matara ahí mismo antes de obligarlo a enredarse con él.

Antes de tener que engullir su maldita y asquerosa polla en su boca, queriendo arrancársela con los dientes.

Los hombres como Washijo, sin embargo, son como conejos que se reproducen en todos lados. El líder de Nohebi es similar, y es por eso que Semi ha pensando en él como su primera opción para conseguir un trato justo en el cual pudiera compartir unas noches a su lado a cambio de secretos. En Shiratorizawa, el pago por su compañía era así aunque también aprendió a nunca confiarse de nadie hasta que, claro, conoció al hijo de la familia Gu luego de haber sido botado por Washijo al ver que no cumplía con satisfacerlo solo a él y a nadie más.

A cambio de protegerlo, el hijo mayor de la familia Gu solo pedía su lealtad y, por supuesto, su habilidad para conseguir información sin tener que recurrir al sexo.

Pronto se volvió la compañía que muchos hombres solo buscaban en La Faire, y gracias al hijo de la familia Gu pasó de no tener opción a elegir a acostarse con los hombres, a tener el control absoluto de ellos y decidir si volvía a recurría a esos métodos o no.

Su compañía sería pagada con secretos únicamente pero nunca más con tortura y maltratos.

Esa voluntad que el hijo de la familia Gu le había obsequiado, sin embargo, ahora solo depende de qué tan bien y qué tanto pueda retrasar al líder de Nohebi de ir a La Faire. De evitar que el líder de Itachiyama y él se encuentren y provoquen un conflicto mayor por ver quién se apodera primero del nido donde se encuentran los secretos más valiosos de cada organización.

No confía en ninguno de los dos pero si tuviera que elegir al "menos peor", se iría por el líder de Itachiyama solo por ese particular gusto que tiene hacia los chicos jóvenes. Lo lamenta por Atsumu y por cómo se imagina debe sentirse asqueado —mientras lo maldice seguramente— al tener que recurrir a hacer cualquier tipo de morbosidad para obtener la atención del viejo pero es eso o entregar sus cabezas una vez que el líder de Nohebi los encuentre, después de todo Semi sabe bien la relación estrecha que hay entre ese hombre y el padre del joven y fallecido líder de la familia Gu.

No pueden permitir que sus ojos lleguen a La Faire aunque una vez que consigan la protección del líder de Itachiyama, si es honesto, no sabe qué va a suceder.

—Una camioneta blindada a las tres en punto, Semi.

—Es él —afirma, volviendo su atención al frente. Desde esa posición puede ver claramente a sus francotiradores apuntar al objetivo—. No lo pierdas y espera mi señal —Si en él estuviera, haría eso rápido y sin dolor pero justo ahora no requieren matarlo a pesar de las perras ganas que tiene de ir deshaciéndose uno a uno de esos cerdos.

De hecho, no tendrían por qué demorar tanto.

Con retenerlo no necesariamente se refiere a emboscarlo para tener una linda charla en medio de la noche. Solo necesitan inmovilizar sus vehículos de la forma que sea, y la forma más fácil es disparando a los neumáticos.

El grupo que Semi ha armado para llevar a cabo esa tarea, sin embargo, se trata solo de algunos de los chicos de La Faire, mismos que también hace un tiempo pertenecieron a alguna organización aunque Semi ha omitido llevar a los que pertenecieron a Nohebi en caso de que algo salga mal y los descubran.

Lo cual, de algún modo, sucede.

Las cosas malas siempre suceden cuando uno no se lo espera.

Cuando su mejilla resiente el golpe de la empuñadura de una pistola, luego de segundos antes oír el sonido del pestillo siendo retirado detrás de su cabeza, sus ojos apenas enfocan ese caminar insoportable y arrogante que solo un hombre con su estatus podría tener delante suyo.

—Nos volvemos a ver las caras, Semi-cariño. ¿Listo para pasarla bomba conmigo?

La puta madre.

Es Suguru Daisho.

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I

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No recuerda si en algún punto de la historia contada por Semi —y reforzada por los demás miembros de La Faire— se dijera algo a cerca del uso de máscaras para proteger la identidad de cada uno de los miembros de la mafia.

Tenía sentido, por supuesto, ya que si Atsumu perteneciera a alguna de esas organizaciones, tendría por seguro que lo que menos quisiera sería revelar su rostro. Si se supone que son personas que burlan la ley y tienen métodos raros para hacer negocios, además de que asesinan gente a sangre fría sin titubear, era obvio que de alguna forma debían tener una garantía al proteger su identidad y no salir tan mal parados.

Y es que aunque apenas ahora viene dándose cuenta que la mayoría de los hombres en traje dentro del bar portan una máscara de medio rostro, hace unos minutos atrás no lo había notado porque, vamos, estaba demasiado entretenido viendo el pedazo de hombre al que le estaba bailando y restregado el trasero contra la polla.

Dios, ¿en qué momento pasó de estar comportándose como una mujerzuela a estar ahora debajo de una mesa sujetandose la cabeza, queriendo dejar de oír los disparos y golpes que han comenzado a escucharse dentro del bar?

No puede ver con claridad lo que sucede pero sí que ha podido darse cuenta del hecho de que los hombres del líder de Itachiyama poseen máscaras al igual que los hombres que han ingresado hace poco aunque el diseño de estas es totalmente distinto. Parece la representación de una serpiente a diferencia del las máscaras de comadreja que portan los otros.

Sí, con eso le queda más que claro a Atsumu que esas dos organizaciones no se llevan ni un poco. Aunque, más que nada, por el solo hecho de estar en medio de una lluvia de golpes y disparos, ya se siente con la necesidad de salir corriendo de ahí y ocultarse en algún sitio lejos de esos lunáticos.

Son los hombres de Nohebi los que han entrado, según asume luego del grito que ensordeció sus oídos pero no lo entiende. ¿Que no Semi había salido del bar justamente para retrasarlos y evitar que llegaran a La Faire?

Aquella conjetura solo hace que por medio segundo deje de preocuparle su integridad física, alzando la cabeza por encima de la mesa para intentar localizar a Semi entre la multitud, consiguiendo que una bala pase casi rozando a un lado de su cara.

Atsumu no alcanza a gritar pues de nuevo tiene la cabeza empujada hacia abajo, esta vez por una pesada mano colocada sobre su nuca.

Mierda. Mierda. ¡Mierda!

—Si quieres conservar la cabeza, mantenla abajo —la voz del líder de Itachiyama, a pesar que se escucha grave y sin perturbaciones, le proporciona a Atsumu una extraña seguridad de la cual no sabe de dónde proviene.

¿Se volvió loco o qué? ¿Acaso está pensando con la polla y no con el cerebro?

Ese tipo es un líder de una de esas organizaciones delictivas a las que está comenzando a tenerle pavor. ¿Qué le hace creer que está más seguro debajo de una mesa, siendo protegido por él, que en otro sitio?

Sí, podrá estar muy bueno y toda la cosa pero definitivamente no va a quedarse ahí esperando a que una bala lo alcance así que como puede, creyendo que es una idea mejor el salir de su escondite y correr hacia el escenario para buscar cubrirse tras bambalinas, se aparta del hombre comenzando a esquivar solo por pura suerte la dirección de algunas balas.

Desde luego que busca los mejores puntos en los cuales irse escondiendo y esquivando mientras avanza viendo como entre Nohebi e Itachiyama parecen muy entretenidos en querer sacarse la mierda y matarse entre sí. En teoría no tendrían por qué prestarle atención a él así que...

—¡Atsum-...! —el llamado interrumpido de Shoyo atrae la atención de Atsumu justo cuando ve como una mano le tapa la boca desde atrás, arrastrándolo hacia la parte de las habitaciones. Atsumu no tiene tiempo de correr o de gritar su nombre cuando voltea solo para darse cuenta de la muerte tan dramática que va a tener lugar en ese momento al visualizar a uno de esos hombres con máscara de serpiente apuntarle.

Cerrando los ojos con la clara aceptación de que solo le dolerá un momento y luego su cuerpo comenzará a enfriarse hasta dejar de sentir, el ensordecedor sonido del disparo sacude todo su cuerpo.

Qué extraño.

No siente frío.

Ni caliente.

Ni húmedo por la sangre que debería estar empapando su piel justo ahora.

Atreviéndose a abrir primero un ojo antes de querer toparse con la escena de alguno de sus órganos salidos como el cobarde llorón que es, el único charco de sangre próximo a él es del hombre que lo apuntaba con el arma hace unos segundos.

No sabe cómo sentirse pero de algún modo la escena de un hombre muerto...no parece dejarlo en un estado de impresión aunque tampoco se siente insensible a ella. De repente quiere vomitar, de repente lo poco que puede enfocar la silueta del hombre, que ahora yace en el suelo gimiendo, parece despertar algo dentro de él.

Son solo imágenes acumulándose dentro de su mente pero ninguna tiene sentido hasta que...

Atsumu atora un grito en su garganta cuando su cintura es tomada y su cuerpo, de nuevo, es presionado y tirado hacia atrás.

El líder de Itachiyama lo mira con intensidad pero hay algo en sus ojos que no le provoca miedo a pesar de que ha sido su mano la que ha tirado del gatillo y ha asesinado a ese hombre.

Cuando vuelve la vista al hombre que yace en el suelo, lo ve moverse pero gemir con dolor. ¿Qué? Está vivo, piensa incrédulo.

Atsumu no es experto en armas. De hecho, no cree que en su vida haya tocado una alguna vez pero a esa distancia ¿Cómo se podría fallar al disparar?

Como sea, no le va a buscar explicación a eso ni a creer que, aunque el líder de Itachiyama le ha salvado la vida, lo haya hecho sin buscar matar al hombre realmente.

—Te dije que te quedaras abajo —el reproche que sale de los labios del hombre, sin embargo, solo enfadan a Atsumu. Que le haya restregado el trasero no significa que lo tenga a sus pies y deba de obedecerle en todo. ¡Es un desconocido!

—Sí, mira, disculpa por no complacerte en algo más que poner duro tu pene —descarado, aun en una situación así, busca retarlo.

Su mirada intimida pero él puede serlo más pues parece que está en su naturaleza o ser muy temerario o ser un completo idiota.

El líder de Itachiyama no se enfada, aunque Atsumu deseaba que sí lo hiciera. Lo único que hace de nuevo es soltar su cintura, y tomar su muñeca esta vez, colocándolo detrás de él mientras la lluvia de disparos y objetos que vuelan y se rompen sigue su curso.

—Oye, oye, oye, solo te bailé un poco y toda la cosa pero eso no significa que me puedas llevar contigo a ...¡Ah, oye! ¡¿A dónde me llevas?! —siendo un mal agradecido aunque, honestamente, Atsumu quiere creer que solo está siendo precavido, intenta apartar su mano de la suya pero el hombre, además de guapo e intimidante, es ridículamente más fuerte que él y terco en querer soltarlo—. ¡Ah, carajo! —Atsumu pega un nuevo grito al sentir una mano apretar su tobillo con fuerza. Al pasar de largo del hombre al que el líder de Itachiyama le ha disparado hace unos momentos, aparentemente no de muerte, éste parece con muchos deseos de ser enviado al otro mundo al sujetarlo a pesar de estarse desangrando en el suelo.

Sin advertir, el líder de Itachiyama le dispara esta vez en la mano, con una expresión demasiado tenebrosa y fría para ser humana, solo por haber tomado a Atsumu del tobillo y haberlo tocado. Atsumu trastabilla pero es sujetado, de nuevo, por la mano del líder de Itachiyama, siguiéndole los pasos y siendo guiado por él por el mar caótico que se ha vuelto el bar.

Maldita sea, ¿Cómo es que pasó de estar bailando como una zorra a estar en medio de una confrontación?

Si sale vivo de esa, va a pedir la renuncia a Madame Yu, no sin antes cagar a palos a Semi por haberlo metido en todo eso.

Semi, piensa de pronto, y su euforia camuflada de excitación se ve alterada en cuestión de segundos. ¿Dónde está? ¿No se suponía que él iba a evitar que sucediera eso justamente? Angustiado, voltea a mirar hacia el escenario, justo donde Shoyo también fue arrastrado tras bambalinas por alguien.

No pudo reconocerlo pues, al igual que los de Itachiyama y Nohebi, quien lo tomó en brazos también portaba una máscara de medio rostro aunque esa, a diferencia de las otras dos, se veía distinta.

¿Y Semi? ¿Dónde carajo está? ¿Está bien? ¿Lo descubrieron y todo se fue a la mierda?

Pensar en Semi y Shoyo solo apunta a que se estrese más por ellos y su seguridad que en la suya.

No.

Tiene que volver.

Al menos tiene que asegurarse de que Shoyo esté bien. El chico, aunque es pequeño, si en serio perteneció a una organización como la de la familia Gu, seguramente sabe defenderse pero-...

Una nueva ráfaga de disparos se levanta y atraviesa algunas paredes del bar alcanzando no solo a los hombres de Itachiyama sino también a algunos de Nohebi.

Puta madre, ¿todavía siguen llegando más?

Atsumu solo puede pensar que su mala suerte empeora a cada segundo aunque en cuanto el líder de Itachiyama se vuelve hacia él y lo envuelve en un abrazo que pretende, según ve, protegerlo, siente que el cielo lo está castigando de alguna forma.

Sea cual sea la razón, no le queda de otra más que aferrarse a los pliegues de su ropa sintiendo como todo su cuerpo tiembla y el miedo incrementa a cada segundo que el sonido de los disparos no cesa. Sí, bueno, ¿Qué otra opción tiene además de aceptar la protección que en ese momento el líder de Itachiyama le está proveyendo?

—¡Sakusa Kiyoomi! ¿Dónde quedaron tus modales? ¿Por qué no sales de ahí y vienes a saludarme? —la risa desquiciada que acompaña a la voz que se oye fuera del bar, sin embargo, solo disminuyen más las probabilidades de Atsumu de poder calmarse.

No.

Le está dando un maldito ataque de ansiedad justo ahora.

Ahora que los disparos han cesado, dejando un saldo realmente considerable de muertos entre los hombres de Itachiyama y Nohebi, finalmente hacen que Atsumu sea consciente del nivel de peligro en el que se encuentra y de lo serio que es el asunto.

No quiere morir.

Y lo único a lo que puede aferrarse ahora es a las manos del líder de Itachiyama, esas que siguen forradas del cuero de sus guantes negros, como si fueran alguna especie de salvador. No se da cuenta, pero quizá está tomando las mismísimas manos del diablo justo ahora.

Con esa mirada penetrante y esa expresión seria y dura, cualquiera podría imaginarse que está frente a la muerte pero para él el apretón que le da a sus manos, luego de ayudarlo a ponerse de pie, aun con su cuerpo delante suyo como si fuera un escudo, de nuevo le proporciona seguridad. Es una sensación extraña de la que poco puede tener el gusto de deleitarse porque de nuevo la voz de ese lunático vuelve a alzarse a través de las paredes ahora agujereadas y los vidrios colapsados del bar.

—¡Si no sales ahora, lo tomaré como que los rumores acerca de tu padre son ciertos! ¡Y no creo que quieras que piense que tú has sido el culpable de su muerte!

Su padre, dice.

El padre...¿de esté hombre?

¿Del hombre de los sexys lunares y la mirada penetrante?

La frialdad con la que el líder de Itachiyama escucha las advertencias es abrumadora. Ni siquiera se muestra afectado o amenazado. Solo está ahí, rígido como una roca al igual que el resto de los hombres que le quedan como si estuvieran esperando alguna orden de parte suya.

Genial.

Ahora no solo está delante de un hombre guapísimo que acaba de salvarle la vida sino está también delante de un ser inexpresivo que parece una momia.

¿Cómo puede estar tan calmado?

Asomando su cabeza por encima de su hombro, Atsumu se atreve a mirar hacia el exterior a través de una de las ventanas que ha quedado completamente hecha mierda, visualizando primero un montón de camionetas negras al igual que a un montón de hombres con máscaras de medio rostro con figura de serpiente. Sin embargo, antes de embarcarse en la duda de entender por qué han disparado, segundos atrás, dentro del bar sabiendo que sus hombres también seguían ahí, la expresión de Atsumu cambia radicalmente cuando enfoca al único hombre que se encuentra de rodillas y atado de brazos.

—¡Semi! —ignorando por completo al mundo a su alrededor, Atsumu sale de entre la protección que ejercía el cuerpo del líder de Itachiyama delante suyo, corriendo hacia la puerta del bar, advirtiendo, de nuevo, que hayan más disparos.

Afortunadamente para un imbécil como él siempre hay un hombre listo.

Su cuerpo de nuevo es tirado hacia un lado, esta vez su espalda queda pegada al pecho del líder de Itachiyama, quien ha escogido una columna gruesa y resistente para esconderlos a ambos mientras lo envuelve en brazos otra vez y agacha su cabeza pegándola contra la suya.

—¿Qué crees que estás-...

—Semi... —Cuando las balas cesan de nuevo, Atsumu tiene una vista completa del estado del bar pero en lugar de mantener su mirada ahí, lo único que hace es voltearse dentro de los brazos del hombre, quedando frente a él, con la mirada acuosa, llena de miedo, pero también con súplica—. Po-Por favor... —una mano sobre la suya y se ve dispuesto a suplicar por primera vez. Suplicarle a un desconocido—. Por favor...ayuda a mi amigo.

—Sakusa, ¿Qué es lo que ordenas-...? —una mano levantada hacia uno el subordinado que acaba de hablar hace callar de inmediato, su rostro, sin embargo, está completamente atento a los ojos miel que le miran como si estuviera apunto de llorar.

—Por favor...Te lo suplico. Yo... —con su cabeza, finalmente, cabizbaja, apoyada sobre el pecho de un extraño, Atsumu se olvida por completo de su orgullo, ofreciendo algo más que un simple agradecimiento en tanto lo ayude—. Yo...haré lo que tu quieras luego pero...pero...por favor...ayúdanos a salir de esta.

¿Qué garantía había de pedirle ayuda a un mafioso como él?

Pertenecían al mismo mundo y se regían bajo sus propias reglas y creencias. Pedirle ayuda a ese hombre se le figuraba más a pedirle ayuda al Diablo que a Dios, y eso que él ni siquiera es creyente.

Sin embargo, luego de casi acabarse todas las uñas de las manos durante más de veinte minutos en los que el líder de Itachiyama salió del bar, dejando a sus hombres dentro a pesar de sus protestas de seguir a su jefe, a Atsumu le regresa el aire a los pulmones cuando un muy malherido —pero al menos vivo— Semi, atraviesa el umbral de la entrada cayendo a tropezones en el piso.

De hecho, prácticamente su cuerpo es botado sin delicadeza sobre este, teniendo Atsumu que correr para atenderlo tan pronto es dejado ahí y los hombres de Itachiyama salen.

Y, del líder de Itachiyama, Atsumu no vuelve a saber más por esa noche.

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II

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Ve sábanas blancas al igual que las cortinas de una ventana ondearse con fuerza.

Dentro del sueño, parece ser él quien despierta y se levanta de una enorme cama completamente deshecho, desnudo y maltratado. Toda la habitación es blanca pero lo que le repugna es asociar ese color que debería simular la limpieza con el asqueroso y sucio olor a sexo.

Sus labios están secos y cada parte de su cuerpo está pidiendo a gritos que deje de moverse pues el dolor que siente es inmenso. Como puede se arrastra hasta el baño solo para encontrar múltiples marcas y moretones por todo su cuerpo a través del espejo.

Se siente sucio a pesar de que el chorro de agua que empapa su cabeza lleva rato humedeciéndolo. El resto de la ducha, que dura aproximadamente una hora y un poco más, la pasa sentado en un rincón de la regadera. Abrazando su cuerpo mancillado, una vez más, como medio para proporcionar placer a otro hombre.

Eso nunca va a parar.

No hay manera de que se detenga.

Aunque, la única forma en la que cree sí lo haría, sería si muriera de una buena vez.

Cuando Atsumu despierta, está sudando frío. Y tiene una mano apoyada sobre su pecho como si durante el sueño todo el rato hubiese dolido ahí y le costara respirar.

Es la primera vez en mucho tiempo que tiene un sueño como ese pero se ha sentido más como una pesadilla o...

Hay lágrimas acumuladas y silenciosas bajando por sus mejillas, pero lejos de sentirse asqueado o lleno de miedo de estar malinterpretando el sueño que ha tenido, lo único que siente es una inmensa rabia devorándole por dentro.

Acostumbrando sus ojos a la luz que se cuela por la ventana, se queda con la mirada perdida ahí durante un rato más. Dentro del sueño, la habitación en la que se encontraba se veía lujosa. La tela de las cortinas, suave y tersa. Y las baldosas del baño refinadas y pulidas. El baño de La Faire es solo uno para todos ahí, y aunque es rídiculamente de peor clase, siempre se mantiene limpio.

La sábana en la que está en vuelto ahora no será de la mejor calidad tampoco pero al menos lo mantiene caliente y le hace sentir más seguro.

¿Qué ha sido ese sueño y por qué lo ha tenido?

Pero, sobre todo, ¿por qué le causa escalofríos?

—Ah, no tengo tiempo para pensar en mierdas así —convencido de que no es algo importante ahora, solo se pone de pie, se coloca su calzado y sale al pasillo en busca de otro ser vivo.

Piensa en Semi de inmediato, a quien no le toma mucho tiempo encontrar pues lo ve rodeado de la multitud del resto de los chicos del bar, cerca del escenario, en una de las pequeñas salas lounge que hay para los clientes.

En cuanto lo ve, se le iluminan los ojos y eufórico corre hacia él. No lo abraza porque por cómo luce parece que hasta el más mínimo roce de brazos podría provocarle dolor pero al menos se siente aliviado de verlo entero pero, sobretodo, vivo.

—Tú, maldito hijo de puta, estás con vida —esclarece Atsumu, más que por obviedad como modo de asegurarse de que en serio no está viendo al fantasma de su promiscuo amigo. Semi, apenas lo ve, adolorido y golpeado, le sonríe de vuelta.

—Gracias a ti.

—¿A mí?

No recuerda exactamente cómo es que terminó todo anoche, ni siquiera recuerda cómo es que terminó dormido en su habitación. Lo último que recuerda es haber corrido a auxiliar a Semi tan pronto lo botaron dentro del bar como si fuera un perro.

—¿Me desmayé? —uno de los chicos a su lado asiente y el resto parece respaldar eso—. No lo recuerdo.

—Bueno, no sería la primera vez —ante el comentario de Semi, Atsumu frunce el ceño, ofendido. Sí, golpeado y todo pero parece que sigue teniendo el mismo humor ácido de siempre con él—. Pero, enserio, gracias a ti estoy vivo.

—¿Qué hay de los demás que estaban contigo? —el ambiente cambia de pronto, y el sollozo de un par de chicas hacen que a Atsumu se le pongan los pelos de punta. Haciendo un conteo rápido con la mirada, sabe que le faltan rostros conocidos por ubicar. Cuando vuelve la vista hacia Semi, este se ve incapaz de mirarlo a los ojos por algo que parece ser culpa—. ¿Están-...? —sin necesidad de terminar de formular la oración, Atsumu se queda mudo.

—Daisho nos interceptó —Atsumu, no seguro del todo de recordar nombres ni de a quién se refiere, solo asume que es alguien con quien no estaban destinados a encontrarse hace una noche—. Hubo una situación. Algo que cambió por completo los planes.

—¿Algo?

—La muerte del líder de Itachiyama.

Atsumu casi se va de boca en cuanto lo oye.

—Espera...¿qué? El líder de Itachiyama estuvo aquí anoche —dice, completamente seguro de que se está equivocando o está queriendo tomarle el pelo—. ¡Incluso le pedí que te salvara y nos ayudara a salir de este lío!

—Y por eso es que estoy vivo gracias a ti solo que...a quien se lo pediste no era el líder de Itachiyama —algo palpita dentro de Atsumu de manera inesperada. ¿Pero qué cosa le está contando justo ahora? En completa negación, Atsumu comienza a reír, nervioso.

—Para ya de joderme, Semi. Por supuesto que era él. Le bailé y restregué el trasero al tipo hace unas horas —Atsumu hace una pausa, dispuesto a desquiciarse un poquito al alzar la voz delante de todos—. ¡Sus gorilas tenían máscaras y toda la cosa!

—No lo dudo. Pero al que le pusiste la polla tiesa no fue al líder, sino a su hijo —tan pronto Semi suelta tal revelación, Atsumu casi desencaja la mandíbula.

—¿Qué?

No.

¿Lo está jodiendo?

Considerando que Semi es el más hijo de puta y sarcástico del bar, al que le gusta hacerle bromas pesadas a medio mundo, podría apostar por ello pero también es un poco ridículo de pensar que esa posibilidad es real viéndolos en esa situación.

El resto de los chicos permanecen callados y solo él y Semi parecen tener una conversación silenciosa a través de la forma en la que se miran.

No, no, no. ¡No!

No puede ser verdad.

¡¿Está diciendo que le restregó el culo a quien no era?!

—¡Semi, por el amor de Dios! —ignorando por completo si esta vez le va a doler o no que se le haya tirado encima para golpearlo, un par de chicos lo detienen de cometer el real homicidio del chico en ese momento—. ¡No me vengas con chorradas!

—¿Te crees el único sorprendido? ¡Pues yo también lo estoy! ¡No se suponía que era parte del plan!

—¡¿Parte del plan?! ¡¿Cuál plan?! ¡¿El de ser un loco suicida y llevarte entre las piernas a todos los demás?! —sin medir sus palabras, Atsumu suelta palabras que incluso a él le saben fatal en su boca luego de unos segundos. Aún así, cuando las dice, solo puede quedarse callado, apretando duramente sus labios.

Dios, no ha querido decir eso de ese modo solo que...se ha sentido sobrepasado por el estrés.

Nadie dice nada luego de eso pero puede ver el dolor de la herida en cada uno de esos rostros con los que ha convivido esas últimas semanas.

Ve a Semi, cabizbajo, apretar sus manos duramente.

Atsumu se siente fatal de pronto, tanto que se siente asfixiado y con ganas de salir corriendo de ahí. Sin pensárselo mucho, da media vuelta dispuesto a salir a tomar aire fresco para calmarse pero tan pronto llega a la puerta, y escucha los gritos y protestas de los chicos a sus espaldas —incluidos los de Semi— se topa de frente con el cuerpo de un grandulón obstruyéndole la salida. ¿Qué carajos?

—A-Ah...

—Vuelve adentro —oye inminentemente, sin reconocer la voz pero sí la máscara de comadreja que porta ese grandulón, antes de ver la puerta de nuevo cerrarse en su cara.

¿Qué acaba de-...?

Semi, aun adolorido y cojeando de una pierna, lo sacude del brazo, histérico, cuando llega a su lado.

—¡¿Estás loco o qué?! ¡Te dijimos que no abrieras la maldita puerta! —saliendo del aturdimiento de forma tardía, Atsumu pestañea antes de hablar precipitadamente.

—E-Ese...¿Ese era un hombre de Itachiyama? ...¿Por qué están aquí-...?

Así, en solo cinco minutos, todos los acontecimiento son resumidos para Atsumu dejándolo con más dudas que aclaraciones.

—El líder de Itachiyama fue declarado muerto apenas ayer. A tan solo unas horas después de que confirmara su asistencia a La Faire. Al parecer le dio un infarto mientras montaba una orgía. Al menos esa es la versión que Daisho, en su poderosísima misericordia, tuvo la amabilidad de explicarme mientras me sacaba el aire por medio de golpes —dice Semi eso último, medio en serio y medio irónico. Por supuesto, el resentimiento y la humillación lo están matando por dentro porque incluso a él esa noticia le tomó por sorpresa además de que le pareció inaceptable de creer.

—¿Una orgía? ¿Me estás jodiendo? —Sí, bueno, lo único que Atsumu conocía del hombre es lo que Semi le había dicho a cerca de que era un cerdo pervertido que amaba coger con chicos jóvenes. De ahí que aceptara tan fácil en ir a La Faire luego de que Semi enviara la invitación por medio de una foto suya.

Que, de hecho, esa era una de las cosas que pensaba reclamarme si las cosas hubiesen salido bien desde el comienzo porque era obvio que el hombre al que se le montó con todo y ropa ayer no encajaba en nada con esa descripción.

Dios...¿entonces es real?

Entonces...Entonces...¿A quien sedujo fue a su hijo?

—¿Cómo...? —aclarándose la garganta e intentando también aclarar la mente para saber qué pregunta formular ahora, Atsumu se toma unos segundos antes de volver a hablar—. ¿Cómo es que el loco ese de Nohebi lo supo antes que tu?

—Por su padre. Además de que cada que muere un miembro importante de alguna organización, la noticia se esparce como agua en cuestión de segundos. Siempre hay centinelas, mercenarios y traidores dentro de las organizaciones. Que haya caído la cabeza de una organización, además, es algo que no se puede ocultar por mucho tiempo.

Atsumu toma el ejemplo al líder de la Familia Gu y el desastre que se ha generado en poco tiempo a raíz de su muerte. Dios...Mientras más información obtiene, más se convence de que fue a parar al verdadero infierno.

—Entonces el líder de Nohebi se enteró antes y ¿por eso mandó a su hijo a cagarte a palos?

—Esto es como el ajedrez, Atsumu. Cuando una pieza importante cae, las demás tienden a reorganizarse. Si cae la Reina, el Rey tiene que esconderse. En este caso, cuando muere un líder, los demás se esconden por prevención —Atsumu se toca el puente de la nariz con estrés—. Desde luego, ninguno creería que un líder como el de Itachiyama moriría de esa manera tan humillante. Daisho asumió lo mismo que su padre y el resto de líderes —Okey, Atsumu no es tan veloz para analizar las cosas, así que sin quebrarse la cabeza demasiado, hace la pregunta directa.

—¿Qué cosa asumieron?

—Que lo asesinaron.

"¡Si no sales ahora, lo tomaré como que los rumores acerca de tu padre son ciertos! ¡Y no creo que quieras que piense que tú has sido el culpable de su muerte!"

Ay, carajo.

¿Acaso-...?

El rugido de un motor, sin embargo, los altera a todos pero más a Atsumu, sintiendo todo los vellos de su espalda erizarse. Asomándose por la ventana, ven dos camionetas negras, polarizadas y totalmente blindadas, aparcar sobre la terracería afuera del bar.

No de nuevo, puta madre.

Volteando de nuevo a mirar a su alrededor dentro del bar, Atsumu se percata que en todo ese tiempo hay una cabecita que había pasado por alto.

—¿En dónde está Shoyo? —Semi, a pesar de que está a su lado viendo a través de una de las ventanas hacia afuera, no dice nada, poniendo nervioso e histérico a Atsumu en cosa de segundos—. ¡Semi! ¡¿En dónde está Shoyo?!

—Si tú, que estabas con él, no lo sabes, mucho menos yo —Atsumu se queda rígido de pronto. La mirada de Semi se ensombrece. No ha sido su intención devolverle el comentario pasado pero es lo que es y Atsumu no puede contradecir nada.

Eso quiere decir que nadie ha visto a Shoyo desde ayer y Atsumu se siente tan culpable de pronto que siente los ojos arder como el infierno. Sin embargo, no tiene tiempo de lamentarse ni de pedir perdón cuando Semi le toca el hombro con fuerza, afirmándolo más contra la ventana, viendo juntos hacia afuera pero como si también quisiera decirle algo en voz baja solo a él.

—Ayer, justo después de que los hombres de Nohebi se retiraran, los de Itachiyama se quedaron y custodiaron el lugar —apuntando hacia su derecha, justo donde las camionetas llevan rato aparcadas, pero de las cuales nadie ha descendido, Semi apunta a la de en medio—. Él debe estar ahí.

¿Él? ¿Con 'Él' se refiere al guapísimo hombre al que se sabroseó anoche? ¿El mismo hombre que le salvó la vida, a Semi y ahora regresa a quien sabe qué cosa?

Atsumu no puede estar ni un poco tranquilo ahora que sabe que el hombre al que intentó seducir ayer era el equivocado pero, más que nada, siente que no puede volver a mirarlo a la cara sin sentirse avergonzado y asustado a la vez.

—Nos tiene encerrados —deduce, alejando los otros pensamientos que no son importantes ahora o de los que quiere deshacerse de inmediato. Sí, sí, la humillación nadie se la va a quitar pero ¿esa equivocación y cambio de planes cómo los deja ahora?

Se suponía que iban por la protección del padre de ese chico, no al revés. ¿Qué pasa con Nohebi ahora? Atsumu no sabe de qué es lo que hablaron ese hombre y el tal Daisho luego de pedirle, casi suplicarle, al primero que por favor los ayudara.

¿En qué estaba pensando?

¡Pedirle ayuda a un desconocido! Lo que es más...¡A un desconocido peligroso!

Ahora que se encuentra un poco más lúcido también recuerda que el tal Daisho lo acusó de matar a su padre.

Dios Santo, ¡¿Le pidió ayuda a un asesino?!

—Más bien...—Semi estrecha los ojos unos segundos antes de volver a mirar a Atsumu con algo de incertidumbre—, creo que nos están protegiendo —Atsumu lo mira, perturbado.

—¿Protegiendo? Semi, por el amor de Dios...

—Estoy vivo gracias a ti y a él. Tu le pediste ayuda y él respondió.

—¡Sí pero-...! ¡El tipo es un asesino! ¡El loco ese se lo gritó ayer y-...! —Semi lo interrumpe, volviendo a bajar la voz pero sin ahora quitar la mirada al exterior. Por un buen rato no hay movimiento, ni de los hombres que están en distintos puntos del bar, custodiando, como tampoco de las camionetas.

—No sabemos si lo mató en realidad —Atsumu quiere protestar pero Semi vuelve a hablar, impidiéndoselo—. Y si así fuera, créeme, justo ahora te sentirías asqueado de haberte topado con alguien como él de estar vivo.

—Ah, vaya. De modo que debo sentirme tranquilo de no haberle restregado el culo a un viejo promiscuo pero sí a un asesino.

Sí, Semi también piensa eso aunque, honestamente, no le sorprende tanto ese tipo de crímenes considerando que pasó un buen par de años viendo como el asesinar a alguien era casi como si dependiera de qué humor te levantabas por la mañana.

La noticia lo sorprendió en un principio pues no todos los días cae la cabeza de una familia importante pero tampoco le perjudicó demasiado saber que todas las sospechas de un posible homicidio estuviesen dirigidas hacia su hijo considerando lo que se sabía de él aunque, de ser cierto, debe admitir que fue demasiado inteligente y acertado en cuándo y dónde llevarlo a cabo, todo para hacerlo pasar por una muerte natural.

Lo de Daisho y su padre, es una suposición basada en la mala relación que, era conocida, tenía el líder de Itachiyama con su único hijo. Para Semi, sin embargo, eran desconocidas las razones del por qué Sakusa Kiyoomi parecía odiar tanto a su padre.

Durante su adolescencia, lo seguía a todos lados. No como un niño necesitado de atención sino solamente porque estaba en su naturaleza obedecer y serle útil además de que el niño prácticamente era demasiado talentoso para su edad, eso considerando si se le puede llamar talento al manejo de las armas y a las artes marciales. Su personalidad fría, además, no necesitaba de recibir mucha atención o cariño como pago por los logros que obtenía. Sin embargo, de un momento a otro, al crecer, la tensión entre ellos había alcanzado niveles asfixiantes.

—Enserio...¿Cómo alguien sería capaz de asesinar a su propio padre? —Semi suelta un bufido sarcástico al oír a Atsumu, sin mirarlo.

—La palabra familia, dentro de la mafia, solo está de adorno en estos casos —sugiere Semi, volviendo a mirarlo, esta vez de reojo solamente—. Pero si de verdad Sakusa Kiyoomi mató a su padre, eso lo convierte en el actual líder de Itachiyama así que no estuvo tan mal que le hayas bailado y hayas hecho que se interesara en ti —la forma en la que Semi dice eso último hace que Atsumu le den náuseas. ¿Que no está viendo la gravedad del asunto o así de descarado se puede ser para pasar de un tema a otro en cuestión de segundos?

No cabe duda que el mundo se mueve a un paso mucho más apresurado al que Atsumu pretende digerirlo.

—Bueno, si lo pones así, ¿Qué tal si el líder de la Familia Gu en realidad fue asesinado por un miembro de su familia? —dejando el tono susurrante atrás, los chicos a su alrededor, que también se encuentran apoyados contra las ventanas viendo lo que sucede afuera, ponen atención en Atsumu aunque ninguno dice nada. Incluso Semi, quien parece saber mucho de todos y por quien acaba de enterarse de la mala relación que tenía el antiguo líder de Itachiyama con su hijo, se queda callado.

—Están saliendo —oportuno para todos pero no para Atsumu, a regañadientes vuelve la vista afuera, viendo finalmente como de las camionetas descienden más miembros con máscaras de comadreja. Sin embargo no tienen tiempo de quedarse a mirar más o de contar cuántos hombres se acercan pues de inmediato las puertas del bar se abren desde afuera, justo donde se encuentran los hombres que han pasado toda la noche ahí vigilando.

Atsumu hace que Semi se apoye en él viendo como los demás corren a sus lugares aunque más bien solo se arriman unos contra otros en un solo sitio.

—Si Sakusa Kiyoomi de nuevo está aquí, eso significa que el plan funcionó de alguna forma—Atsumu voltea a mirar a Semi mientras lo lleva del brazo, aun tardando en conectar su comentario con su lógica—. Significa que en verdad se interesó en ti.

Ahí va de nuevo, piensa Atsumu, entre irritado y nervioso. Y aunque ninguno de ellos se explica cómo es que un hombre como él fue a parar en La Faire, no tienen mucho tiempo de cuestionarse entre ellos pues la primera persona que cruza el umbral, misma que no tienen tiempo de reconocer, se abalanza sobre ellos, casi tarándolos al suelo.

—¡¿Shoyo?! —aún no han visto su cara pero la mota de cabello naranja que los abraza a ambos con fuerza lo delata de inmediato. Atsumu quiere llorar de pronto, pero justo cuando está por devolverle el abrazo y unirse a las vociferaciones alegres de sus demás compañeros por la llegada del chico bajito, todos vuelven a tensarse cuando de entre los hombres de Itachiyama, sobresale él.

Atsumu lo reconoce de inmediato a pesar de que ahora sí está portando su máscara de comadreja lo cual se le hace estúpido pues ayer no la traía puesta. Sus hombres hacen filas indicándole el camino hacia ellos pero esta vez viene acompañado de otra persona.

Un chico un poco más delgaducho pero más alto viene trás él aunque por la forma en la que parece marcar su distancia con el líder de Itachiyama, Atsumu y el resto pueden asumir que es más joven. Sin embargo, su máscara no simboliza una comadreja sino parece ser un cuervo.

—¡Ah! ¡Yo te recuerdo! —por supuesto...¡Por supuesto! Antes de que todo se fuera a la mierda, recuerda al tipo que arrastró a Shoyo hacia detrás del escenario, tapándole la boca. No pudo verlo claramente pero recuerda esa máscara negra. Por un momento, creyó que Shoyo había sido llevado por alguien de otra organización pero ese mismo chico es el que ahora está ahí frente a ellos.

Shoyo, de inmediato, se voltea y camina hacia él ofreciéndole su mano, para que se acerque más, como si en verdad el chico que intimida fuera penoso y no al revés.

—Está bien, él no es peligroso —apretando su mano y sonriendo hasta con los ojos, con solo mirarlo, Atsumu ya sabe de quién se trata antes de que Shoyo vuelva a hablar—. Él es Tobio. Mi novio —el chico delgaducho, pero sumamente alto, parece avergonzarse detrás de la máscara intimidante de cuervo. Algo demasiado contrastante de ver teniendo a Shoyo a un lado de él.

—¿T-Tu novio-...? Pe-Pero él es de...—uno de los chicos del bar pregunta a medias, siendo interrumpido.

—Karasuno —con simplicidad pero con una voz que sobresale de las demás, el líder de Itachiyama avanza hasta donde Shoyo y su novio se encuentran, colocándole una mano sobre el hombro al más alto, gesto que no pasa desapercibido para Atsumu pues pareciera que lejos de provocarle intimidación, pareciera que los conociera y no los hubiera llevado ahí como una especie de rehenes o algo similar.

Atsumu quiere preguntar muchas cosas comenzando por abordar a Shoyo pero cuando Semi da un paso al frente, soltándose de él a pesar de que todavía está tambaleante y cojeando, solo lo ve hacer una pequeña y forzada reverencia antes de decir:

—Gracias por lo de ayer, Sakusa —saliendo del montón de hombres que están a espaldas del del líder y el resto, uno de cabello miel se planta justo a lado de Sakusa.

—Le estás hablando al nuevo líder de Itachiyama, muestra más respeto hacia él o-...

—Komori —dos palabras.

Dos simples palabras han salido de los labios de ese hombre y Atsumu siente cosquillas por todo el cuerpo.

Dios, ¿no hace un momento estaba histérico y se negaba a volver a topárselo? Las piernas le tiemblan de pronto como si fuera una colegiala viendo a su crush. La cosa es que él no es una colegiala y el hombre caliente delante él no es precisamente la persona más honesta del mundo pues, de hecho, tendría que describirlo como un criminal y un lunático, tal y como todos ahí.

Él, en cambio, debería estar montando una peluquería, una florería, o ayudando a una ancianita a cruzar la calle, ¡No ahí con un montón de mafiosos!

Alternando su mirada del hombre con Shoyo y su novio, no puede creer tal dualidad de escenarios pues mientras el líder de Itachiyama parece ignorar por completo a su subordinado y a Semi, Shoyo luce extremadamente feliz de sostener la mano de ese chico de cabello negro.

Él, por otro lado, no está nada feliz. Está tan lleno de estrés y confusión ahora que no sabe donde posar sus ojos o en quién, pero como si estuviese condenado y tentado a volver la mirada hacia el hombre que vio hace apenas unas horas, vuelve la mirada hacia Sakusa Kiyoomi sorprendiéndose al...¿está mirándolo? No puede decirlo con certeza pues la estúpida máscara que trae puesta no le permite verlo adecuadamente pero...Ay, puta madre, sí lo está viendo.

¡Y está viniendo hacia él!

¡Ah, ah, ah!

¡¿Qué se hace en estos casos?!

—A-Ah...yo...—¿Qué carajos? ¿Por qué de pronto tartamudea y siente que todos los están mirando? Dando un vistazo rápido confirma que, en efecto, todos lo están haciendo así que sin más remedio que bajar la cabeza, hace una pequeña, tímida e inestable reverencia—. Gracias...por lo de aye-... —ni siquiera ha terminado de hablar cuando su voz dominante lo interrumpe.

—¿Dónde está la administradora de este bar? —finalmente soltando algo más que palabras cortas, su atención parece dejar de prestársela a él para mirar y caminar hacia otro lado.

¿Acaso...?

¡¿Acaso acaba de ser humillado e ignorado?!

¡Ese hijo de la-...!

.

III

.

Por el rato que el líder de Itachiyama y Madame Yu —a quien milagrosamente habían podido despertar luego de haberle dado una dosis de sedantes la noche anterior—, están dentro de su oficina conservando quien-sabe-qué, todos prestan atención a la versión de los hechos que Shoyo cuenta en compañía de su novio.

Aunque la pobre intervención del chico en la conversación no son más que asentimientos y pequeños sonidos que hace con la boca pues Shoyo es el único que habla, lo cual se le hace hasta tierno a Atsumu considerando que el chico a su lado se ve más grande e intimidante que él.

—El joven amo de la Familia Gu ubicó a Tobio con la gente de Karasuno. Al parecer tenía buenos relaciones ahí así que... —cuando Shoyo le da un apretón a la mano de su chico, éste recibe la señal de que es su turno de continuar el relato.

—Los de Karasuno son, probablemente, la concepción más cercana a la amabilidad y lealtad a comparación de todas las demás organizaciones —Atsumu se cruza de brazos, incrédulo. Él, a diferencia del resto, lleva pocos días tratando de comprender cómo es que funcionan las cosas ahí y cómo se desenvuelve la gente pero, honestamente, le cuesta creer que haya gente buena y honesta que solo busca ayudar a los demás por mera voluntad aunque, claro, la prueba de que sí es posible que exista gente así es justamente el ejemplo que tiene del fallecido líder de la familia Gu aunque justo ahora estén metidos hasta el fondo en un problema que al parecer no pudo dejar resuelto antes de morir—. Pertenezco a ellos desde hace poco tiempo, en realidad, pero su forma de vivir y tratar a sus subordinados dista mucho de las demás familias. Nunca dejan a nadie atrás así que supongo que por eso el líder de la familia Gu me colocó bajo su cuidado —a su lado, Shoyo aprieta su brazo, aferrándose a él con un gesto de paz. Uno que Atsumu no le había visto hacer nunca en el tiempo que lleva ahí.

—No lo entiendo. ¿Qué haces con los hombres de Itachiyama entonces? —Tobio voltea a mirar a Shoyo, aun a través de la máscara de cuervo que aun trae puesta, como si le pidiera su permiso para poder hablar delante de Atsumu, un gesto bastante tierno e inteligente a la vez pues es obvio que alguien así no va a hablar y revelar información delante de un desconocido como él.

—Está bien, Kageyama. Atsumu-san no pertenece a ninguna organización. Es el chico virgen que te conté —Atsumu abre la boca para protestar, sonrojado hasta las orejas, oyendo el conjunto de risas que se levanta luego del comentario—. Libre de vicios, quise decir —ríe Shoyo, cómplice, volviendo a abrazar el brazo de Tobio, divertido.

—La noticia de la muerte del joven líder de la Familia Gu llegó rápidamente a oído de todos. Sabía que La Faire era el lugar donde él había dejado a Shoyo resguardado así que... —apretando su mano con fuerza esta vez, el ambiente parece tornarse un poco más serio al respecto—. No sabía qué hacer. Sabía que necesitaba venir a buscar a Shoyo pero no tenía los medios necesarios para hacerlo, además de que era comprometer a todo Karasuno si lo hacía. Estaban dispuestos a ayudarme, desde luego, pero no podía arriesgarlos también a ellos luego del favor que nos habían hecho así que...

—¿Sakusa Kiyoomi fue a verte a Karasuno? —Semi, quien ha permanecido callado todo el rato, difícilmente puede imaginarse la situación en su cabeza pero viendo como el chico de cabello negro asiente, no le queda duda.

—Fue a verme días antes. Era como si...supiera exactamente lo que sucedería o tuviera todo planeado—Tobio hace una pausa, suavizando un poco el agarre que tiene con Hinata—. Desde luego, no le creí de inmediato pero Suga-san y Daichi-san parecían confiar en él, como si también lo conocieran de hace tiempo así que terminé cediendo.

—Así que, justo ahora, ¿estás bajo su protección también? —ante la pregunta que otro miembro del bar hace, Atsumu se nota sumamente interesado en la respuesta que el chico dará.

Es decir, todo eso parece un rompecabezas muy difícil si realmente no le prestas la suficiente atención pero para él parece ser fácilmente resuelto a la vez de fascinante.

Incluso cuando no alcanza el tiempo para que Kageyama responda, pues la puerta de la oficina de Madame Yu se abre de pronto, Atsumu ya tiene un par de cuestiones asumidas en su cabeza.

El líder de la familia Gu y el ahora líder de Itachiyama...se conocían. Y ellos, a su vez, tenían una especie de alianza con Karasuno pero, honestamente, esa última cuestión no le interesa tanto desmembrar como la primera.

—El joven amo Sakusa Kiyoomi ha decidido comprar La Faire así que...a partir de ahora pasa a ser el administrador único del bar.

Y es que cuando Madame Yu hace el anuncio oficial de que ahora el propietario del bar es Sakusa Kiyoomi, surgen más dudas. De nuevo, ¿Quién se interesaría en tener una propiedad como esa que se cae a pedazos? Si el líder de Itachiyama tuviera un mínimo de conocimiento acerca de las inversiones y los bienes raíces, solo le bastaría mirar qué tan hecho mierda quedó el bar tras lo sucedido anoche para reclinar su oferta.

¿Enserio?

¿Enserio va a comprar ese lugar de porquería?

A menos...A menos que pretendiera lo mismo que los otros líderes quieren aunque, a juzgar por la cara de asco que hace cuando le da un vistazo rápido a los escombros, las suciedad y el olor a muerto que hay ahí, pareciera que lo que le interesa realmente es salir corriendo en lugar de interrogar gente.

No lo entiende.

Su semblante es duro como una piedra pero puede hacer esas expresiones de asco como si fuera un hombre refinado obsesionado con la limpieza. Sin embargo, aunque su apariencia te da a entender que es un hombre con el que no querrías relacionarte porque, honestamente, ni lo conoce, hay algo en él que no le permite apartar su mirada.

¿Por qué...?

Enserio...¿Por qué querría alguien de su estatus y poder hacerse dueño de ese lugar si no es para querer lo mismo que los demás líderes?

La respuesta palpita desesperada en la mente de Atsumu como si esa situación hubiese pasado de ser estresante para él a ser sumamente intrigante. No recuerda si de niño le gustaban los juegos de lógica y destreza, de hecho, no recuerda una mierda de su niñez pero parece que una parte retorcida dentro de él encuentra fascinante y entretenido querer resolver el misterio acerca de porqué Sakusa Kiyoomi, en lugar de querer apoderarse del bar con el único propósito de torturarlos y tener los secretos de cada organización en sus manos, lo hiciera solo para mantenerlos a salvo.

Mantenerlos a salvo. Pfff. No puede creer que él haya pensando eso por sí mismo.

¡Es que todo eso suena tan ridículo!

¡Son mafiosos, no pastores al servicio del Señor y del prójimo!

¿Y por qué todos a su alrededor se ven más aliviados que asustados luego de la noticia que da Madame Yu?

¿Acaso sólo Atsumu es el único que ve las cosas como son? Acaban de pasar a ser propiedad, básicamente, de otro loco. Sí, la historia del novio de Hinata ha sido tristísima y todo eso pero necesita mucho más para creer que ese hombre es distinto a los demás.

¡Y no, no porque esté cayéndose de bueno significa que le va a creer!

Además de que no le basta solo asumir que él y el líder de la Familia Gu se conocían, eran compadres o quién sabe qué más.

—¿E-Eso significa que...? —uno de sus compañeros del bar, habla, temeroso.

—El jefe no requiere nada de ustedes más que su silencio y obediencia. Y tampoco es que nos vayamos a pasar muy seguido por aquí, este lugar es una pocilga —el mismo chico de cabello claro de hace rato vuelve a tomar la palabra, haciendo que a Atsumu le irrite un poco su tono de voz.

Cansado de ese trato menospreciable, Atsumu abre la boca para hacer lo que mejor se le da: ser un contestón de primera.

—¿Qué? ¿Tanto asco le da abrir la boca a tu jefe en este sitio para decir las cosas por él mismo que tiene que hacerlo su sirviente? —dice Atsumu, refiriéndose con eso último al chico de cabello color miel. No puede ver más allá de su máscara de comadreja pero puede ver como su ceño se frunce a través de los orificios destinados para sus ojos.

—¡Tú...! ¡Pequeño insolent-...! —una vez más, solo que esta vez sin necesidad de llamarlo, el líder de Itachiyama da un par de pasos al frente, justo hasta donde Atsumu se muestra firme aunque por dentro está meandose de miedo.

Puta madre.

Estupendo.

Ahora sí lo van a tirar al mar para ser comida de ballenas.

—Tu nombre —asombrado, Atsumu engrandece los ojos delante de él. Dios mío, el aroma de su colonia le sobrepasa así como la manera tan extraña con la que lo mira. Y que ahora esté usando esa máscara solo le añade más intensidad a ese asunto.

Se ve tan sexy...¡Dios, no!

Por unos largos y tortuosos segundos, se ve incapaz de hablar. ¡Solo le ha preguntado su jodido nombre! Aún así...¿cree que está dispuesto a dárselo así nada más? Puede que para la mayoría dentro del bar el nombre de Sakusa Kiyoomi represente autoridad y ganas de orinarte en los pantalones para después salir huyendo pero para él es solo un hombre desconocido que está abusando, en ese momento, de creerse superior a todos ahí.

Pero no él.

—¿Por qué tendría que decirle mi nombre a un desconocido? Vas a tener que esforzarte más—oyendo el asombro colectivo a su alrededor, casi como si hubiera ofendido al Papa o algo así, Atsumu no se inmuta, sosteniéndole la mirada.

Esa máscara de comadreja no lo va a intimidar.

¡Le bailó al tipo ayer! ¡Ayer! Y él, claro, dejadísimo de la pena también se lo saboreó. ¿Cree que le tiene miedo?

—Ven conmigo.

Sin embargo, esa no es la respuesta ni oferta que esperaba. ¿Qué vaya a dónde con él?

No le hace ni puta gracia pero ¡el tipo ni siquiera se lo está pidiendo! ¡Se lo está ordenando! Y el hecho de que ahora, minutos después, esté allá afuera, apoyado en una de sus camionetas, como una jodida momia esperando por él debe ser porque, o es un idiota, o en verdad cree que le va a obedecer.

Sí, porque no hay manera de que Atsumu vaya hacia él.

—Dios, Atsumu, solo ve —Atsumu mira a Semi, infartado. Ah, genial, lo que faltaba. Manipulación colectiva—. El tipo nos acaba de alargar la vida prácticamente sin pedir nada a cambio.

¡Jah! ¡¿Nada a cambio?! ¡Dilo por ti! —ofendido, se cruza de brazos, firme en su decisión. Claro, como no fue Semi quien se le restregó a él...Ah, no puede ser. Enserio ¿en qué estaba pensando?

No, de hecho, su culpa no es.

¡Es de ese tonto cara dura que espera apoyado en su camioneta con esa sobrepasada confianza! ¿Pero por quién lo toma? ¿Por una prostituta? Aunque, si hubiese querido llevárselo por la fuerza, lo hubiese hecho ¿no? Le ha dicho: "Ven conmigo", después de todo. ¿Por qué no solo lo tomó del brazo y se lo llevó?

La conclusión a la que llega es mucho más molesta, de hecho.

De nuevo quiere humillarlo.

Quiere que vaya por su propio pie convencido de que no le queda más opción que obedecer. ¡Pero si será imbécil!

—Atsumu-san. No creo que el líder de Itachiyama quiere hacerte daño —como un resorte, Atsumu voltea a ver a Hinata quien lleva el mismo rato que él al pie de la puerta tomado de la mano de su novio. Al parecer pretende salir con él para acompañarlo hasta los vehículos pues es obvio que el muchacho de Karasuno no puede quedarse y tiene que regresar.

—¿Tú también, Shoyo? ¿Se están oyendo los dos? Me están pidiendo que vaya a quien sabe dónde con un posible asesino.

—Kiyoomi-san no... —antes de que siga hablando, Atsumu levanta una mano deteniendo a Kageyama.

—Escucha, no me lo tomes a mal pero a ti no te conozco. Ahora sé que eres el novio de Shoyo pero la opinión que tengas a cerca de ese tipo, no me importa. No lo conozco. No conozco a ninguno de ustedes en realidad y-...

—Eso no te importaba hace unos días —queriendo jugarle chueco y con sentimentalismo, Semi vuelve a hablar—. Anda, solo ve y complácelo. Es el hijo de un líder. Ahora un líder, de hecho. Si quisiera hacerte daño, ya lo hubiera hecho. Es obvio que no va a hacerte nada.

—¿Tengo cara de mujerzuela o qué? Joder, Semi, ya hice lo que me pediste que hiciera. Ya nos conseguí su patrocinio, protección, lo que sea, ¿por qué tendría que ir ahora con él?

—Porque esa es una de las condiciones que él pidió para conceder la protección de la que hablas —saliendo detrás de una de las cortinas aterciopeladas del telón del escenario, Madame Yu se planta sobre éste, mirándolos desde esa distancia—. A ti.

A él.

¡¿A él?!

Sí, bueno, realmente ¿Qué esperaba que sucediera de haber seducido al hombre correcto en primer lugar? Semi había dicho que el padre de ese tipo era un marrano al que le encantaban los culos jóvenes. ¿Esperaba que solo con un bailecito lo mantendría al margen por un buen tiempo?

Si lo ve de ese modo, que ahora esté caminando —mientras se traga todo su orgullo y se llena de más humillación— hacia la camioneta de ese imbécil puede ser un mejor destino que el que podría estar recibiendo ahora de haberse topado con su asqueroso padre.

—"Que Dios tenga en su santa gloria al maldito bastardo" —piensa, asqueado e irónico, imaginándose por un momento, estar siendo cogido por él. Dios, no. De solo pensarlo ya está temblando.

Aún así, ¿Qué le garantiza que una vez que se suba al auto de su hijo, su destino no sea similar al que se está imaginando hubiese tenido con su padre?

Afortunadamente, esta vez va con ropa menos exhibicionista a la de apenas hace unas horas, pues ahora va cubierto hasta la cabeza por la caperuza de uno de los enorme suéteres de Semi aunque no es que eso le sirva mucho para que Sakusa Kiyoomi deje de mirarlo como si quisiera comérselo. Aunque cuando llega hasta él y lo ve llevarse una mano al rostro, por encima de la nariz, solo provoca que Atsumu estire un poco la tela del suéter para oler si él es quien apesta.

Genial, ahora va a pensar que no se baña gracias al maldito olor a cigarro que hay impregnado en la prenda de Semi.

—El jefe quiere que te quites esa porquería que llevas puesto —de nuevo, el sirviente de voz insoportable, como Atsumu lo ha bautizado, se acerca a él, esta vez extendiéndole algo que parece ser un saco negro—. ¿Qué esperas? Quítate eso.

—¿Perdón? Dile a tu jefe que si va a empezar a ser exigente, al menos debe intentar ganarse mi afecto —digno y arrogante, pasa del hombre, quedando esta vez y a voluntad, muy cerca de Sakusa Kiyoomi. Viéndolo así, no está tan alejado de su altura así que ¿por qué tendría que tenerle miedo? Él también puede ser y lucir intimidante si se lo propone aunque ahora solo se vea como un chico delgado con un enorme suéter que le llega por debajo de las rodilla—Oye tú —el chico de nombre Komori, a su espalda, Atsumu puede oír como está a punto de reprenderlo por dirigirse a su jefe de ese modo pero una vez más Sakusa Kiyoomi parece detenerlo con un gesto solamente—. No sé lo que pretendes conmigo pero ¿podrías decirle a tus gorilas que dejen de ser unos malditos carceleros y nos dejen salir? —y es que aunque el líder de Itachiyama junto a la mayoría de sus hombres se retiran, al parecer ha designado a, al menos, media docena de ellos a que se queden vigilando el bar por un par de noches más en caso de que suceda algo.

Si lo viera de otro modo, Atsumu creería que es una buena acción pero la verdad es que nadie le quita la idea de que lo que está haciendo ese hombre va en contra del término privacidad.

El segundo al mando, Komori, a pesar de que Sakusa le ha pedido que guarde silencio la primera vez, no puede evitar enfadarse por el tono con el que ese chico le está hablando a Kiyoomi.

—¡Qué insolente!

—Continúa —finalmente habla Kiyoomi, refiriéndose a Atsumu solamente. A Komori no le queda más que callarse, casi mordiéndose la lengua en el proceso.

—Pues...Eso. Permite que mis amigos salgan tan siquiera a mear a la esquina o a fumarse un maldito porro. No somos tus malditos ratones dentro de una ratonera.

—De acuerdo.

Esperen...¿Qué cosa? La expresión que hace tanto Atsumu como Komori, a pesar que es de sorpresa e incredulidad, tienen diferentes grados de exaltación. En Komori, el enfado camuflado mientras que en Atsumu...Maldita sea, ni siquiera él se lo puede creer.

¿Enserio?

¿Así de fácil fue?

—¿Algo más?

—¿Eh? —atontado, parpadea inocente ante la pregunta de Sakusa.

—Que si deseas pedir algo más.

—A-Ah pues... —pretendiendo mirar hacia otro lado que no sea el enorme y guapo hombre que tiene en frente, Atsumu hace como que mira al cielo un segundo antes de decir finalmente—. Sería estupendo que...tus gorilas se aseguraran de que mis amigos regresen con bien si llegan a salir.

—Bien. Diles que hagan lo que dice —mirando a un atónito y molesto Komori, este solo asiente, enfadado, regresando sus pasos hacia los hombres que están en el bar para darles las recientes indicaciones de Sakusa—. ¿Satisfecho?

A pesar de que su atención debería ser completamente hacia él, y de que debería sentirse un poco ofendido por el modo en el que se desenvolvieron las cosas, Atsumu desvía la mirada un poco cuando, a unos metros, ve a Shoyo y Tobio, ambos incapaces de dejar de abrazarse.

La escena, de inmediato, hace que la mirada de Atsumu se suavice y pase del enfado a la lástima. Solo él fue capaz de ver el anhelo y tristeza en los ojos de Shoyo al hablarle por primera vez de Tobio y de cómo el líder de la familia Gu les ayudó a ambos a seguir con vida.

Eso, aunque quisiera negarlo, fue una emoción demasiado genuina de parte suya.

Que ahora Shoyo esté llorando suavemente, con un par de lágrimas acumuladas en el borde de sus ojos mientras que el chico alto continúa abrazándolo, dejando besos cortos en su esponjoso cabello mientras le susurra, seguramente, palabras de amor que tendrán que durarle hasta que se vuelvan a ver, le hace sentir un poco de envidia.

A pesar de todo, dentro de ese mundo caótico que parece caerse a pedazos, todavía queda espacio para el amor.

Inconscientemente, suelta una risa llena de pena aunque no sabe si es por ellos o por él mismo. Por esa extraña sensación que aprieta su pecho como si él también anhelara o hubiese querido a alguien antes de que sus memorias se perdieran. Lamentablemente, no puede saber si en verdad existió alguien así para él en el pasado, lo cual lo entristece un poco.

Y mientras mira a esos dos y hace ese tipo de expresiones, Sakusa Kiyoomi lo mira a él.

Atsumu no lo nota, pero Kiyoomi también ha volteado a ver a la parejita aunque solo han sido cortos segundos. De resto, no puede dejar de mirarlo a él. De mirarlo y de mantener sus pensamientos solo para él aunque, con eso, lo único que hace es acumular más.

—¿Tu... vas a cuidar de ellos ahora?—cuando Atsumu vuelve a hablar, aun sin apartar la mirada de Shoyo y Tobio, Kiyoomi levanta la mirada, conectándose a la suya en el mismo instante en el que Atsumu finalmente le mira de vuelta—. ¿Vas a cuidar de todos nosotros así como lo hizo el líder de la Familia Gu?

Sin esperar su respuesta, Atsumu se sube a la camioneta en silencio dejando a Kiyoomi callado y de pie.

Ambos viendo, desde sus propias perspectivas, el último beso que Shoyo y Tobio se dan sin saber cuándo podrán volverse a ver.

Atsumu no puede dejar de verlos incluso cuando el asiento a su lado oye como es ocupado dentro de la camioneta, seguramente porque Sakusa Kiyoomi ya se ha montado encima.

No puede dejar de verlos y pensar que él, de estar en la misma situación, aun sabiendo que es un riesgo en ese tipo de mundo dentro del cuál se encuentra ahora, también le gustaría tener algo parecido a lo que tienen esos dos.

Quien sabe, quizá en otra vida o en otras circunstancias, sí pudo haber tenido un espacio para ese tipo de amor.

.

.


Notas:

Lamento que el capítulo haya sido tan largo pero no lo vi conveniente cortarlo. Estoy acostumbrada a escribir capítulos así de extensos en el otro fandom para el que escribo (Naruto) pero, honestamente, no sé que tanto les guste en el fandom de Haikyuu pero es que no pude contenerme de nuevo jajajaja

Les prometo que ya los demás serán más cortos -espero-

Y bueno, lamento también la espera. Estaba llena de trabajo, un par de comisiones de fics que tenía que entregar, actividades de lectura, en fin jajajaja pero ya está aquí en segundo capítulo. Sustancioso creo yo.

Pongan sus teorías aquí que yo las leo todaaas c:

Y ahora sí, arrancamos con las escenas SakuAtsu aunque igual quedan más misterios por resolver.

¡Besos!

Nos leemos pronto.