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Lo suficiente para volverlo a intentar

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La máscara le molesta.

Y con máscara se refiere tanto a la del tipo que tiene a lado como a la que tiene ahora en las manos, recibiendo órdenes de que se la ponga.

—Póntela.

—¿Perdón? —con muchísimos ánimos de discutir con el tal Komori, Atsumu le mira filoso, con ganas de que le repita lo anterior si tiene huevos.

—Es eso o tener que ponerte una bolsa en la cabeza con mucha cinta —el rubio lo mira entre receloso y nervioso.

—¿Qué? ¿Tienen miedo que me aprenda el camino de memoria a dónde sea que me llevan?

Komori voltea, pareciendo que busca algo en la guantera del vehículo, acompañando la siguiente mirada que le da a Atsumu con el sonido de una cinta café siendo rasgada con fuerza mientras se la muestra.

El pobre chico traga grueso pero si el otro piensa que con eso lo va a asustar está muy equivocado.

—¿Y si me niego? —¿Acaso se volvió loco o temerario? Sin embargo, le puede más el miedo, colocándose al final, muy a regañadientes, la máscara de comadreja —. ¿Saben qué? No entiendo por qué me piden que la use. Puedo ver perfectamente por dónde vamos-... —interrumpido por un rocío que no sabe de dónde viene, sin saber lo que sucede, lo último de lo que puede darse cuenta es de como ese líquido y esa especie de vapor llega hasta su nariz, adormeciéndolo.

Cuando vuelve en sí, está sobre una enorme cama.

Puta madre. ¡¿Por qué todo tiene que ser sobre camas con sábanas blancas?!

De inmediato, como si fuera una alerta roja para él ese tipo de escenas, se levanta como un resorte, percatándose de la enorme habitación en la que se encuentra.

Genial.

¡Lo drogaron y le sacaron los órganos!

Okey, quizá está exagerando pero solo hasta que se da un vistazo rápido y se asegura que su piel esté libre de daños y marcas, es que se permite volver a respirar con normalidad y concentrarse en detallar su entorno.

Si es honesto, en medio de la incertidumbre de no saber dónde putas se encuentra, la visual que tiene del lugar dónde está es como si no fuera completamente ajena para él.

Si bien no hace falta ser muy listo para asumir que la gente rica vive en lugares salidos de una película, también puede suponer que ese tipo de casa es exactamente lo que esperaría de un tipo asociado a la mafia. ¿Y en qué se basa? Bueno, la otra noche, antes de que todo se fuera a la mierda, estuvo acompañando a un par de chicos viendo una película de ese género. Y casi toda la escenografía era muy parecida a la realidad sobre la que ahora sus pies se arrastran con cautela.

Incluso la alfombra bajo sus pies, a pesar de que es de un tono oscuro, casi tirando a gris, realza más las juntas de las losetas brillosas. Sí, bueno, cualquier edificio lo haces lujoso si utilizas porcelanato que refleja tanto como lo hace un espejo pero la sensación que despide ese sitio es de otro tipo.

Techos altos y espacios sumamente desperdiciados son el tipo de arquitectura que simplifica todo lo que tiene en la cabeza ahora, si se pone de criticón. Pasillos interminables con un sin fin de habitaciones que, Atsumu asegura, ni siquiera la cuarta parte de ellas está ocupada.

Ventanales enormes que dan a jardines bien cuidados, además de la ausencia de sonidos excesivos de una ciudad normalmente ruidosa a la que estaría expuesta una casa así de estar cerca de la urbe.

Pero, más allá de que se basa en el estereotipo de vida que, se imagina, tiene un mafioso, pareciera que la sensación no le es desconocida del todo por alguna extraña razón. Sí, definitivamente luciendo ahora como un pordiosero la imagen que lo encuadra rodeado de tanta pulcritud lo haría desentonar irremediablemente pero...

Se siente extraño, sí, pero puede visualizarse viviendo ese tipo de vida por alguna razón desconocida, aunque, bueno, justo ahora no va a dejar que su deseo dormido de ser millonario y tener una vida acomodada le haga sentir una tranquilidad inexistente viendo la realidad de las cosas.

Y la realidad es que ha despertado solo en una enorme —pero muy cómoda— cama, en una casa —que es más una mansión—, presuntamente en medio de la nada.

A diferencia de la sensación repulsiva que se imaginó que tendría al darse cuenta de la pulcritud y el exceso de blanco en las paredes de la habitación, su atención terminó concentrándose, a detalle, en lo primero que sus ojos vieron tras abrirlos.

El insólito detalle, sin embargo, parece despertar en él otra memoria dormida de manera involuntaria.

No sabe mucho de flores pues para él no es necesario aprenderse el nombre de ellas ni entender el significado que sus colores, pistilos y pétalos guardan secretamente pero esta flor en especial parece haberla visto antes.

Y con antes se refiere a que se trata de su vida antes de todo eso.

El tiempo que lleva en La Faire no se ha permitido salir ni siquiera para explorar la zona adecuadamente, además de que todo parece una selva de concreto y acero por donde quiera que mire. No hay parques cercanos ni florerías, así mismo tampoco recuerda haber visto esta pequeña y curiosa flor, que parece más un ramillete azul con varios pétalos, en toda su vida.

Y si no la ha visto pero sí se le hace conocida solo debe significar que...pertenece a su antigua vida.

Sin embargo, Atsumu no tiene tiempo de forzar su mente a revelarle algo más que fragmentos —sin contexto, para variar— o de buscarle algún significado a esa flor azul cuando la puerta de la habitación se abre de pronto, dejando ver a un hombre vestido de traje, portando, desde luego, una máscara de comadreja.

—Sígueme —da la orden y él, sin más remedio, obedece. No tiene muchas opciones, de hecho. ¿Qué podría hacer? ¿Lanzarse por el pasillo y esperar caer en un mullido arbusto?

También ha considerado, aunque solo por dos segundos, volverse temerario e imbécil y solo saltarle encima al tipo que lo dirige por los pasillos como si esa fuera su idea más genial y sobresaliente para salir huyendo de ahí.

Y en el dado caso que lo hiciera, ¿Qué haría después de eso? ¿Aventarle el ramillete de flores azules a sus atacantes que, seguramente, tienen el doble de masa muscular que él y además le saben a las luchitas?

—"Tu decidiste venir aquí, idiota" —se recrimina mentalmente intentando, al menos, aprenderse la distribución del lugar a medida que caminan y siguen dando vuelta por los pasillos.

La puta madre.

¡Ese lugar es enorme!

No miente al decir que esa casa se asemeja más a una mansión. Y aunque su decoración no es exagerada y no posee molduras complicadas, ni rosetones ni candelabros, la sensación de estar en un sitio como ese le empequeñece inevitablemente.

De pronto siente calor recordando que sigue usando el suéter percudido de Semi al igual que la máscara que fue obligado a colocarse horas atrás. Dios, se siente tan asqueroso de hecho. ¡Ni siquiera tuvo tiempo de remojarse los huevos antes de salir de La Faire!

Concentrado en rascarse como si tuviera sarna no nota el momento en el que llegan a su destino solo hasta que el grandulón de enfrente se detiene, da un par de toquecitos a una puerta y luego la abre pasando él primero.

Atsumu traga grueso y los muslos comienzan a picarle al visualizar al hombre dentro de la habitación. Está sentado con una pierna cruzada leyendo, lo que Atsumu alcanza a ver, es un libro, mismo del que aparta sus ojos, concentrándose ahora en él.

Carajo.

Que esté usando esa máscara de comadreja, de algún modo, le suma puntos al cosquilleo inevitable que siente cuando lo ve. ¿Por qué demonios la sigue usando? Él ya le vio el rostro hace apenas una noche.

Sabiendo que sus respuestas no las obtendrá quedándose en el umbral de la puerta, finalmente se adentra hacia la habitación. La mano que el líder de Itachiyama abandona del libro, mientras hace el gesto de invitarle a sentarse en el sofá que hay junto a él, hace que Atsumu pronuncie más su enfado, mismo que quizá no es claro debido a la máscara que él también porta.

—Siéntate —lo oye decir viendo que se queda de pie. Sí, bueno, tampoco es que Atsumu piense que van a salir gusanos del sofá solo que está siendo muy precavido delante del hombre por obvias razones.

—¿No puedes pedir las cosas por favor? —al no obtener su exigencia, Atsumu vira un poco el rostro recordando que a sus grandulones subordinados parece que les salta la vena cada vez que le habla en ese tono a su líder. Puede oír el resoplido a sus espaldas así como el gesto de uno de ellos acercarse a él para forzarlo a sentarse, sin embargo parece que al líder de Itachiyama se le está haciendo costumbre frustrar los pobres intentos de sus chicos, levantando su mano, evitando una confrontación que Atsumu, honestamente, estaría encantado de dar porque está en el límite de su paciencia.

—Toma asiento... —Atsumu entrecierra los ojos, volviendolos dos rendijas, sintiéndose en la cima del mundo cuando finalmente oye al azabache decir:—, por favor.

Dios, ¿Dónde está ese chico fastidioso de cabello marrón cuando lo necesita? El que se llama Komori. Porque en serio a Atsumu le fascinaría ver su cara luego de oír a su jefe ceder ante él.

Su baile de la victoria interno, sin embargo, se ve interrumpido cuando un hombre de cabello algo desarreglado —del que ni siquiera se había percatado desde que entró— se acerca a él con una bata blanca igual desalineada.

Atsumu, de inmediato, se asusta, pasando sus manos por frente de sus ojos y de su cuerpo en un intento por evitar que el extraño lo toque.

—¡Wow, wow, wow! ¡¿Pero qué carajos-...?!

—Revisa sus heridas —oye al líder de Itachiyama decir ajeno al escándalo que él está haciendo ¿Qué revise qué cosa? ¡¿Y quién demonios es el pingüino con facha de drogadicto y de bata blanca que intenta tocarlo?! ¡¿Si ve que se ve salido de un cuento de terror?!

—¡Oiga, viejo! ¡Quíteme sus manos de encima!

—¡¿A quién llamas viejo?! —la voz que le responde, no acorde con el término "viejo", hace a Atsumu fijarse mejor en él, lo suficiente para darse cuenta de que, además de joven, tiene una expresión de miedo—. ¿Para esto me llamaste, Kiyoomi? Hubiera preferido intercambiar lugar con Aone si me hubieras dicho a qué rarito ibas a traer, él sabe controlar a las personas escandalosas, a mi solo me dan ganas de estrangularlas.

¿Rarito? ¿Le acaba de decir rarito a él? ¡¿Que no se ha visto en un espejo?!

—Solo revísalo —con un tono de voz mucho más cansado, Atsumu voltea a ver al líder de Itachiyama con consternación.

—Estás equivocado si crees que me voy a dejar toquetear por-...

—Es un médico. Nadie va a hacerte daño aquí —a pesar de que su extraña promesa hace estremecer a Atsumu un poco, aquella afirmación no le basta para confiar en él. ¡¿Cree que ya se le olvidó que le rociaron quién sabe qué cosa para dormirlo?!

Recordando que fue por medio de la máscara, hace el intento de quitársela, el cual es impedido por el propio Sakusa al verlo insistir.

Sí, Atsumu debería estar chillando como toda una virgen caliente de solo sentir la pesada y enorme mano del líder de Itachiyama sobre la suya pero justo ahora está más enojado que caliente.

—Me rociaste con somnífero —le acusa, puntual, casi ignorando que en la habitación esté ese loco de bata blanca y un par de fortachones que deben ser la seguridad del hombre de los lunares en la ceja—. ¡Me trajiste en contra de mi voluntad a quién-sabe-dónde!

—No fue en contra de tu voluntad. Tú accediste.

Bueno, sí, ¡Pero no es como que le hubiera dado más opciones!

Atsumu no lo puede creer.

No puede creer que esté discutiendo con el mismo tipo al que le puso tiesa la polla hace apenas una noche. Vaya inicio de mierda han tenido.

—Mira...—con la voz cargada de enfado, Atsumu continúa desquitándose por medio de palabras al menos—. Si ibas a pedirle a un médico que me revisara, pudiste ser un poco más empático con el resto de mis amigos en La Faire.

—Lo hice —Atsumu pestañea, confundido, pero sin dejar de tener el ceño fruncido y de retarle con la mirada.

—¿Perdón?

—He mandado a gente de mi personal médico a revisar a cada uno de ellos —la expresión por la que Atsumu cambia su ira, es risible. Debe estar tomándole el pelo pero ¿Cómo podría evaluar la expresión de una persona para saber si le está mintiendo o no, si el hombre frente a él luce tan inexpresivo como una cuchara?

Sin embargo, es esa misma frialdad la que hacen que Atsumu pruebe creerle aunque igual se anima a preguntar de todos modos ya un poco más calmado.

—¿Es enserio?

—Si te lo pruebo, ¿dejarás que te revisen? —Atsumu asiente.

Asiente porque, bueno, de nuevo no hay para qué lado moverse.

Pasan unos segundos en los que Kiyoomi recibe una llamada, de comentarios e indicaciones cortas y luego le ofrece el teléfono a él. De inmediato la voz de Semi hace que Atsumu brinque de alivio, gesto que no pasa desapercibido para un muy atento Sakusa.

Cuando la llamada finaliza, Atsumu no sabe a dónde carajos mirar.

Le estaba diciendo la verdad.

Incluso pudo conversar con Shoyo un poquito, escuchándolo decir algo de un tal "Aone-san". El mismo nombre que el rarito de bata blanca había dicho hace unos minutos atrás.

—Parece que no mentías —dice, devolviéndole el teléfono. Gesto que, en teoría, no debería de durar más de dos segundos. Sin embargo, el líder de Itachiyama se toma su tiempo para atrapar su mano, con el teléfono aún en esta, sosteniéndola por un rato más.

Genial.

Ahora se lo va a echar en cara.

—Yo no miento —lo que dice, sin embargo, le deja un extraño palpitar en el pecho a Atsumu. Incluso a través de la máscara que tiene puede ver claramente sus ojos. Los del líder de Itachiyama son negros, nada grandiosos ni destacables en realidad, pero para Atsumu, piensa, casi podrían competir con los de Shoyo por alguna razón.

¡Y está apostando mucho porque ni siquiera se parecen!

Quizá se refiere al brillo inusual que hay en ellos.

El líder de Itachiyama parece...mirarlo de una forma rara. Decir que no le incomoda sería mentir, porque enserio lo hace pero tampoco le asquea del todo. Aún así, Atsumu no puede decir que se vaya a acostumbrar pronto a esa mirada y a la intensidad de la misma.

Así que, como puede, desliza su mano de la de él, escapando de su agarre y de su mirada también.

—Futakuchi, revísalo —el hombre de bata, a su lado, lo mira de refilón, fastidiado pero sin más remedio a hacer lo que el azabache le pide.

Y durante al menos quince minutos Atsumu se mantiene en silencio. Dios, ese debe ser el periodo de tiempo más largo en el que no habla y el más asfixiante por lo mismo. Cuando el tal Futakuchi le pide que se quite el suéter, luego de haber atendido las heridas visibles en su rostro y brazo, las alarmas de Atsumu se encienden de nuevo.

—Apresúrate. No tengo todo el día—Incluso si se han movido hacia detrás de un biombo, aunque para Atsumu parece más un amplio vestidor, para impedir que otros vean pedazos de su piel, el chico parece renuente a querer hacer lo que el médico le pide—. ¿Qué no me estás oyendo? ¿O quieres que te lo quite a la fuerza? —apenas termina de lanzar su advertencia, Futakuchi ya está llevando su mano hacia la prenda, alzándola con fuerza. Atsumu, de inmediato y sin pensarlo mucho, le avienta un golpe, haciendo el suficiente escándalo para que Futakuchi lance un par de maldiciones y, por consiguiente, la seguridad de Sakusa y el mismo Kiyoomi se aproximen a ver qué sucede—. ¡¿Pero qué demonios te pasa?! ¡Solo intento revisarte!

—¡No me toques! —su voz sale tan desconocida para él como llena de pánico que ni siquiera el propio Atsumu entiende el por qué de su reacción. Está temblando, y aferrando sus manos a la gruesa tela de la prenda como si quisiera fundirse en ella.

Acaba de pegarle a alguien.

Él nunca le ha pegado a nadie en toda su vida.

No le va la violencia a pesar de que hasta ahora sea consciente de dónde se encuentra y con qué tipo de personas.

Solo...Solo ha reaccionado para protegerse pero...¿de qué? ¿De qué precisamente ha querido protegerse? Cuando el tal Futakuchi ha intentado forcejear con él para levantarle la ropa, todo se volvió negro.

Negro, rojo y...

De pronto, risas.

De pronto, murmullos.

De pronto, asquerosos gemidos soplando cerca de su oído.

La sensación que recorre su cuerpo es horrible, tanto que no puede dejar de temblar. ¿Qué es lo que-...?

—Salgan —la voz del líder de Itachiyama es la única que se escucha luego del grito de Futakuchi. Atsumu realmente no sabe qué sucede después o si el médico le dice algo a Sakusa antes de salir de la habitación seguido de los demás hombres. Lo único de lo que puede darse cuenta, luego de mantener la mirada clavada y perdida en el suelo, obligando a silenciar cualquier otro sonido además de su propia e irregular respiración, es que él sigue ahí.

No entiende cómo es que lo sabe pero a pesar de que solo ve parte de sus pies y su calzado, pues Atsumu no se atreve a alzar el rostro y enfrentarse a su mirada, sabe que se trata de él.

"Complácelo"

Esas habían sido las palabras que Semi le había dicho antes de salir.

¿Por qué las está recordando justo ahora?

De pronto, ya no es Semi quien las dice. Y ya no hay una connotación amistosa y burlesca detrás de ellas sino...hay un significado más asqueroso, perverso y perturbador.

"Compláceme"

¿Qué lo complazca? ¿A quién? Siente ganas de vomitar a pesar de que no ha comido nada desde ayer en la tarde. Y también siente ganas de llorar. De gritar también.

De nuevo, el vértigo.

De nuevo, el miedo.

De nuevo, sábanas blancas completamente húmedas y sudadas.

Hay gente rasgando su ropa, degustándose del miedo que hay en su ojos y lágrimas que adornan sus mejillas.

De nuevo.

De nuevo.

De nuev-...

—Atsumu.

La pesadilla es sustituida por otra memoria solo porque una melodía ha sonado de pronto.

Los ojos los siente pesados y también siente mucho sueño. El techo ya no es enteramente blanco y eso se debe a que los colores nacarados que se filtran por las enormes ventanas del cuarto, en el que ahora se encuentra, bañan las paredes como si las colorearan de Otoño.

¿En qué momento se quedó dormido o-...?

La melodía que lo acompañó y lo ayudó a despertar vuelve a atraer su total atención, haciendo que se concentre en ella solamente. Dándose una inspección rápida a sí mismo, ve que todo está en su sitio. Incluso hasta el suéter de Semi sigue donde debería de estar.

Él, por otro lado, de nuevo está en una cama aunque la habitación en la que se encuentra es diferente a la primera. Esta es un poco más grande, casi como si fuera una suite con otros espacios destinados a algo más que solo dormir. Cuando sale del primer cuarto, el cual está conectado a otro enorme ambiente en el que está una sala, un comedor y una cocina, Atsumu es guiado por la melodía hasta un cuarto independiente, no sin antes tomar una pieza de pan que hay en una canasta sobre una elegante meseta de mármol.

Se está muriendo de hambre pero también se muere de curiosidad por la melodía que escucha. Y durante su caminar hacia el sitio de dónde proviene el sonido, Asumu concluye que solo un loco como él se pasearía de ese modo en un sitio así y hurtaría la comida de un matón arriesgándose a que esté envenenada.

Sí, bueno, cualquier cosa es mejor que morir de hambre.

Hasta hace un rato estaba cundido de pánico que es difícil imaginarse lo interesado y curioso que está por la melodía que lo llama celosamente hasta el umbral de una puerta.

Le toma alrededor de cinco segundos considerar mejor darse la vuelta e irse de ahí pero el tiempo que le toma sacudir la cabeza, negándose a quedarse con las ganas, es el mismo tiempo que le toma sorprenderse gradualmente al ver quien está dentro de la habitación.

Es un piano, evidentemente, pero quien está sentado hace que le palpite el corazón de forma incontrolable e inconsciente.

Incluso si está de espaldas a él, Atsumu parece estarse acostumbrado a su figura con solo verlo de trasera. Esta vez el líder de Itachiyama no está portando su máscara y solo ante ese hecho es que Atsumu también se percata que él tampoco la está usando.

¿Se le cayó o-...?

—¿Te vas a quedar todo el rato mirándome o vas a pasar? —Atsumu se atraganta con el pedazo de pan que se ha llevado a la boca hace unos segundos, mismo que ha mantenido inmóvil dentro por haberse quedado estático al ver a Sakusa Kiyoomi tocar el piano de una forma tan...armoniosa.

Bien, de acuerdo, quizá sí está impresionado, tanto que no le importa ser un descarado al adentrarse en la habitación hasta llegar a su lado aunque, claro, a una distancia prudente de él.

Atsumu sabe de música lo que sabe de astronauta, sin embargo, el sentirse parte de una melodía conmovedora, cerrar los ojos para apreciarla mejor, y dejar volar la imaginación, cree, es algo universal en cualquier ser humano pisando la tierra.

Por un momento se le olvida que está delante de un hombre peligroso y solo se concentra en la pieza que está tocando. Solo hasta que esta finaliza y repara en el silencio que se prolonga, vuelve a abrir los ojos encontrándose, de nuevo, con la mirada intensa de Sakusa Kiyoomi sobre él.

¿Había dicho, hace segundos, que parecía estarse acostumbrando a su presencia?

Bueno, retira eso.

Atsumu tiene que toser penosamente para deshacer, un poco, el cosquilleo y la incomodidad que siente al percibir su mirada de depredador sobre él; y solo hasta que lo hace y desvía un poco la mirada finalmente se percata de la bandeja de comida dispuesta sobre una pequeña mesa que hay ahí.

Sin poder evitarlo, su estómago gruñe, humillándose ahí mismo.

—Come —lo escucha decir, viendo como vuelve a colocar sus manos encima de las teclas del piano, iniciando con otra melodía que aunque tampoco le es conocida, suena igual de bonita que la anterior.

Tragándose su orgullo y sin responder, comienza a devorar lo que hay en la bandeja. Sí, bueno, no tiene modales ni para comer pero pareciera que no ha probado una comida decente en semanas. Y no, no está siendo mal agradecido con la comida de La Faire pero, dios mío, hay una diferencia abismal entre comer un pan tieso a sentirse en las nubes mordiendo ese rico pan de nata, suave y esponjoso.

Atsumu quiere llorar, enserio que sí. ¡Esa debe ser la comida más rica que ha probado en toda su vida!

Dándose cuenta que está a punto de acabar los alimentos, le da un poco de gracia el entorno en el que se encuentra. Sakusa Kiyoomi no deja de tocar el piano casi como si le estuviera dando un show en vivo mientras come.

Tiene que contarle todo esto a Semi y a Shoyo cuando vuelva. No se lo van a creer.

Solo hasta que termina de tragarse el último bocado, completamente concentrado en dejar relucientes los platos, se da cuenta de que Sakusa Kiyoomi ha dejado de tocar el piano desde hace un buen rato y ahora se encuentra mirándolo.

Otra vez.

Atsumu se atraganta de nuevo.

¿Por qué siempre lo sorprende mirándolo?

¿Tan feo es o qué demonios?

—¿Qué? ¿Nunca has visto a una persona hambrienta? —asumiendo a que está mirándolo de esa forma porque, seguramente, le da entre risa y lástima verlo comer como un pobre diablo, Atsumu aún así sorbe hasta la última gota de la sopa miso con deleite y también con descaro, sin sentirse intimidado.

Sin embargo, el líder de Itachiyama no dice nada.

Solo lo ve hasta chuparse los dedos.

Sí, bueno, podría, al menos, hacer una mueca de asco parecida a la que hizo apenas hace unas horas viendo el estado del bar tras adquirirlo oficialmente. ¿Por qué parece que está siendo demasiado condescendiente con él?

—Oye, es de mala educación mirar a la gente mientras come —dice Atsumu, esperando que con eso eso entienda que está un poquito harto de su mirada, cosa que no sucede pues pareciera que le está pidiendo que lo mire más. ¡Ah, ese silencio y esa mirada lo está asfixiando!—. Hey, ¿Enserio te vas a quedar todo el rato mirándome o me vas a decir qué es exactamente lo que quieres de mí? —ocupando parte de la pregunta que le hizo a él hace un rato, Atsumu lo mira con el ceño fruncido.

—¿Te gustó? —Atsumu eleva una ceja, confundido.

—¿Ah?

—La comida —el chico vuelve la mirada hacia la bandeja ahora vacía. ¿Qué? ¿Cree que con eso va a cambiar el tema fácilmente? Que ni crea que porque lo ha alimentado ahora están a mano o algo por él estilo.

—Umm, sí. Estuvo deliciosa —aún así, ¿por qué carajos le ha respondido? De nada sirve que tenga los brazos cruzados como si estuviese enfadado si termina respondiendo a todo lo que él pregunta—. Como sea, yo pregunté primero. ¿Por qué me trajiste aquí?

—No estoy haciendo nada de lo que no me hayas dado permiso —Atsumu ahora sí abre la boca, ofendido.

—¿Disculpa? ¿En qué momento te pedí secuestrarme?

—No te secuestré. Viniste por tu propio pie.

—¡Porque tú lo exigiste! ¡No tenía opción! —básicamente el hombre no se iba a mover de La Faire hasta que él no saliera y se subiera a su camioneta. ¿Cómo se atreve a querer voltearle la jugada?

—Para salvar a tu amigo —Atsumu se pone rígido de pronto—. ¿Qué fue exactamente lo que ofreciste al pedirme eso?

"Yo...haré lo que tu quieras, pero por favor... ayúdanos a salir de esta"

Puta madre.

¡No puede ser que se haya tomado eso tan en serio!

No.

En esta ocasión parece que el imbécil ha sido él mismo. ¡¿Cómo se le ocurre soltar tales palabras tan a la ligera a un criminal?! En ese momento a Atsumu lo sobrepasó el estrés y la preocupación. No solo por Semi sino por todos en el bar. Si ve en retrospectiva, ¿qué hubiese pasado si el líder de Itachiyama no les ayudaba?

No puede decir que sea un pago justo por la vida de los demás pero...

¡Pero es que, enserio, no pensó que ese hombre tomaría sus palabras tan literalmente!

Genial, básicamente el tipo le acaba de estampar en la cara que la culpa de que esté ahí es solo de él.

¿Eso significa que podría considerarse en peligro justo ahora?

No tiene ni idea de lo que pasa por la mente del hombre que no para de mirarlo intensamente pero no hace falta ser muy listo para adivinar qué buscaría el hijo de un cerdo promiscuo al llevarlo hasta ahí.

La sola idea de estar ahí, ahora, solo para complacerlo, comienza a marearlo otra vez.

Kiyoomi se percata de ello y del cambio en su lenguaje corporal cuando lo ve temblar un poquito y sudar frío, cambiando su expresión seria a una ligeramente preocupada. Para Atsumu, por otro lado, el cambio no es tan importante como para llamar su atención solo hasta que ve unas manos extendidas hacia él.

No lo tocan pero parecieran que están ahí, dispuestas a ser tomadas o rechazadas.

Ese gesto descoloca a Atsumu por unos segundos.

¿Qué hay con ese tipo? ¿Por qué luce como si en verdad se preocupara?

Aunque...¿no está juzgándolo muy duramente considerando que ha hecho más bien que mal desde que apareció? Atsumu tampoco quiere bajar la guardia tan fácil solo porque lo ha ayudado, le ha curado un poco las heridas y le ha dado algo de comer pero-...

Concentrándose en algo que no sea él o las manos que le ofrece, Atsumu aparta la mirada hacia el piano. Y una risita irónica se escapa de sus labios, atrapando la atención de Kiyoomi.

—¿Por qué la risa? —Atsumu vuelve a reír, esta vez un poco más descarado y honesto, como si se le olvidara por momentos que, se supone, está ahí en contra de su voluntad.

—Nada, solo...—concentrándose en el piano, continúa diciendo:—no creí que una persona involucrada con la mafia tuviera esta clase de gustos pasajeros. Ya sabes, tocar el piano.

—¿Crees que lo tendría solo de adorno?

—¿No los ricos hacen eso? ¿Compran cosas que no necesitan solo para presumir el dinero que tienen?

Presumir.

Kiyoomi no recuerda una sola vez que haya adquirido algo solo para presumirlo pero si pudiera comparar el deseo de poseer a alguien con una fuerza desmedida solo para protegerlo, diría que, entonces, sí lo ha hecho.

Desear a alguien con tanta fuerza a pesar de las notables diferencias entre los dos es algo que solo ha hecho por una persona.

—¿Q-qué-...? —Atsumu carraspea, moviéndose de su asiento un poco incómodo, recibiendo de nuevo la mirada intensa de Sakusa Kiyoomi sobre él—. ¿Por qué me miras tan-...? —las alarmas que deberían encenderse con solo ver como la mano del hombre frente a él se dirige a su mejilla, no lo hacen. Sí, desde luego que Atsumu parece estremecerse por el roce de sus dedos sobre su piel, al igual que debería estar entrando en una crisis por sentir como alguien lo toca pero...¿por qué con Sakusa Kiyoomi no sucede de esa manera?

¿Por qué sus ojos, lejos de provocarle miedo, solo dejan una opresión en su pecho?

Su toque no le asquea ni le aterra a diferencia de lo que sucedido con el tal Futakuchi. Sin embargo, arde. Siente la piel de su mejilla tan caliente que Atsumu puede jurar se ha sonrojado.

No.

¡¿Tan fácil de complacer es?!

Escandalizado por su propia predisposición a querer seguir sintiendo el tacto de la mano del líder de Itachiyama sobre él, Atsumu se corre un poco hacia atrás, tosiendo nerviosamente.

¿Qué-...? ¿Qué acaba de pasar?

No se atreve a mirarlo de nuevo, ni siquiera cuando lo ve de refilón y oye como se pone de pie y acomoda el banquito del piano de nuevo en su sitio.

—Ya está anocheciendo así que te llevaré de regreso.

¿Qué cosa dijo?

O sea...¿No lo llevó ahí para...otra cosa? ¿O acaso se ha rendido con él qué estará pensando en retirar su protección en La Faire solo porque Atsumu no es lo que esperaba? Más que preocupado por el bar en sí, a Atsumu le vuela la cabeza el pensar que...que...¡Ay, Dios, no puede estar sintiéndose decepcionado y enfadado por no sentirse deseado por alguien como él!

¡Pero si hace un momento estaba temblando de miedo gritando que no lo tocaran!

El viaje de regreso lo hacen ambos usando de nuevo las máscaras.

Atsumu tiene ganas de preguntar por qué a veces las usan y a veces no pero no puede llegar a una conclusión él solo porque durante todo el trayecto de regreso se lo pasa mirando a Sakusa Kiyoomi de reojo como si estuviera ansioso de que lo volteara a ver. ¡Cosa que no hace el muy maldito!

¡Ah, cuánta bipolaridad puede haber en un hombre así!

El único intercambio de palabras que tienen es acerca del novio de Shoyo, a lo que Sakusa solo responde que ya ha sido escoltado por su gente a Karasuno.

Bien, quizá Atsumu debió cerrar un poco el hocico y preparar toda una sesión de preguntas y respuestas porque, siendo sinceros, aunque le causa un poco de miedo todo ese mundito, también le causa muchísima curiosidad. Él debe ser el menos enterado de las cosas y el que menos entiende todo eso de la mafia, cómo se mueven y bajo qué leyes se rigen.

Tiene que ser honesto, podrá todo eso verse como el último sitio al que quisiera pertenecer pero...quiere saber. La pregunta es si el hombre que tiene a lado podría ser fundamental para que toda esa inquietud se aclare pronto.

Cuando llegan y aparcan en la terracería afuera del bar, ninguno de los ocupantes de la camioneta se baja salvo Sakusa Kiyoomi quien sale de la camioneta, la rodea y le abre la puerta.

Sí, bueno, eso era totalmente innecesario pero a Atsumu, secretamente, le encanta ser el centro de atención por lo que no dice nada, descendiendo del vehículo rápidamente.

Solo cuando ve que no hay interés en Sakusa de hablar o de despedirse como la gente normal, Atsumu comienza a caminar hacia el bar hasta que es detenido por una mano sujetando su muñeca.

—Mañana vendré a la misma hora por ti —Atsumu mantiene su mirada unos segundos en el agarre en su muñeca para luego mirarlo a él, extendiendo una risa irónica.

—¿Ves como no tengo opción? —dice, entre burlón y apático, refiriéndose a que aunque parece entender que tiene su atención sólo porque en serio quizá se interesó en él, no significa que Atsumu sea libre de decidir.

—Tu ofreciste esto.

—Entonces...si te pidiera que me dejaras en paz, ¿Quitarías la protección a La Faire? —Atsumu lo ve no responder, consiguiendo que suelte una risa decepcionada y sarcástica. Enserio...¿Qué esperaba de un hombre así?

—Solo me interesas tú.

—Es una lástima, porque yo no me vengo solo. Soy yo mas el combo. Y el combo es La Faire.

Palabras fuertes requieren de voluntades fuertes pero para Atsumu esas palabras que Sakusa Kiyoomi acaba de decir, si bien lo sacuden un poco, carecen de sentido aún.

¿Por qué?

¿Por qué alguien de su calibre se fijaría en un pobre chico con amnesia?

Bueno, Sakusa Kiyoomi no sabe eso pero basta verlo para darse cuenta del tipo de vida que debe llevar si se encuentra viviendo en un bar de ese tipo. ¿Su apariencia tampoco le dice nada? ¿O acaso simplemente solo está buscando jugar con él un rato?

Durante toda la noche, a pesar del incesante interrogatorio que le dieron todos al verlo entrar al bar con respecto a lo que había hecho con el líder de Itachiyama, Atsumu no puede dejar de pensar en él.

Rueda sobre su litera casi toda la noche, todo porque ese par de ojos negros no se esfuman ni lo dejan dormir.

Cuando llega la mañana, sin embargo, se siente sumamente cansado.

Si en él estuviera, demoraría en la ducha unas dos horas ignorando al resto de chicos que necesitan usar el baño.

Ahora que recuerda, cada habitación que contó al estar en la mansión de ese tipo debería tener su propio baño, ¿no es así? Lo maldice silenciosamente, a él y a sus fajos de dinero y a su excesivo poder. Lo maldice pero no tanto como se maldice a sí mismo ahora viéndose al espejo, dándose cuenta del hecho horroroso que hay en su cabello.

No puede ser.

¡¿Cómo que no es rubio natural?!

Dios...Es un maldito tinte...¡Un maldito tinte era lo que tenía sin darse cuenta!

Sus manos están manchadas de pintura casi como si fuera petróleo y ahora la única toalla que tiene —agujereada y percudida por cierto— está teñida en muchas partes por tinte color cenizo.

—¿Castaño? ¡¿Soy castaño?! —exhala, frustrado y deshecho. Era obvio que preocuparse por su cabello era una de las últimas cosas en las que iba a pensar luego de que prácticamente no recordaba nada antes de despertar en un hospital.

Por supuesto que al ver su apariencia sólo asumió que todo estaba bien con él porque, puta madre, se le veía increíble en cabello en ese tono a pesar de todo pero tras salir de la ducha y darse cuenta de la cantidad de tinte que se ha ido por la coladera, y ahora también por el lavabo, no puede creer que ni siquiera eso sea suyo.

¿Hay algo en él que no sea una mentira?

¿Se hizo la vasectomía?

¿Es virgen acaso?

¡¿Tiene algún tatuaje en el culo o-...?!

Cuando suelta tremendo grito, Shoyo y Semi corren a ver lo que sucede encontrándose con un Atsumu con el cuerpo torcido viendo con horror una mancha que se abre justo en la parte baja de su espalda.

Uff, Atsumu, si no fueras mi amigo y supiera que eres gay, sí te daba —silba Semi, burlón, recibiendo un golpecito por parte de Shoyo quien también está aguantando un poco la risa al ver la expresión deformada de Atsumu.

—Bonito tatuaje —dice Shoyo, en un intento de cambiar la atmósfera.

—¡¿Bonito?! ¡Esa cosa no debería estar ahí!

—A ver, ¿estás diciendo que todo este mes no te diste cuenta que tenías un tatuaje ahí? —Atsumu mira a Semi, escandalizado, llevando al límite su cintura y la parte superior de su cuerpo para poder mirar con más detalle esa zona que de por sí es difícil.

—¡No tengo ojos en la espalda para mirarme ahí cada día! —y en eso tiene razón. ¿Cómo iba a darse cuenta que tenía un tatuaje ahí si era uno de los rincones más difíciles de ver por sí mismo?

No lo puede creer.

No es rubio natural y ahora tiene un tatuaje del que no se había percatado antes.

Quiere morir.

—Bueno, lo del tinte se puede arreglar aunque los tonos oscuros parece que resaltan más tu piel pálida y-...

—¡Fuera!

Luego de prácticamente correrlos del baño, y de ignorar los reclamos de los demás chicos que quieren utilizarlo, Atsumu se talla con fuerza la parte baja de la espalda, por otra hora entera, como si esa mancha de tinta se fuera a quitar con jabón.

Resignado, sale con la toalla en la cabeza, buscando a Shoyo o a Semi de nuevo. El segundo no le hace mucho pues luego de que le gritó —y conociendo lo cabezota que es Semi que por todo se ofende— no quiere ni verlo. Cuando se dirige a Shoyo, este parece ser un ángel con el cabello naranja al extenderle una cajita de tinte de cabello para él.

—No sé si es el mismo tono que usabas antes pero-...—interrumpiéndose para pasarle la cajita a Atsumu, este se queda mirando al modelo que hay en la impresión de la caja por un par de segundos, dudando—¿No te gusta? Puedo ir a conseguir otro si...

—No. No es eso. Está perfecto, Shoyo. Es solo que...

Una persona normal no se cuestionaría acerca de por qué le gusta el tinte y por qué decidió teñirse el cabello. Para él, sin embargo, el no tener ni siquiera una pista de su pasado hace que se sienta a la deriva y más decaído. En el pasado...¿se lo pintó porque le gustaba o había otro motivo?

Si se lo pinta de nuevo sin tener una razón para hacerlo, ¿no lo hará sentir peor?

Desafortunadamente no tiene tiempo para pensar en si quiere teñírselo de nuevo o no cuando el sonido de neumáticos estacionándose afuera del bar se vuelve a oír.

—Es Itachiyama —dice una de las chicas que se encuentra limpiando las mesas cerca de las ventanas.

Genial, piensa Atsumu, llevándose una mano a la cabeza, ahí donde todavía escurre agua de color rubio. De pronto se siente más feo que nunca y todo se debe a que sabe que el líder de Itachiyama lo verá así.

Le lleva la chingada.

Como puede, al igual que todos, corre a su habitación compartida chocando con Semi al entrar.

—¿Y ahora qué carajos-...?

—Préstame ropa —Semi eleva una ceja, confundido. ¿Ni siquiera un 'lo siento por gritarte hace rato' le va a decir? —. ¡Coño, Semi, no te quedes mirándome con un lelo! ¡Necesito que me prestes algo! —antes de que Semi abra la boca para mandarlo a la mierda, uno de los chicos del bar llega hasta él informando que Sakusa Kiyoomi está de nuevo ahí.

—¿Para eso quieres ropa? ¿Para impresionar a tu novio matón? —Atsumu saca la cabeza de la toalla con la que está terminando de secarse, entre rojo de ira y vergüenza.

—Tu ropa no lo impresiona, créeme. Ayer estuvo insistiendo que me quitara tu maldito suéter. Seguro le llegó tu asqueroso olor a alcohol y cigarro —Semi se cruza de brazos en el umbral de la puerta, ofendido.

—Pues ve y pídele ropa a Shoyo.

—¡Sí claro! ¡Quiero una camisa, no un crop top!

Y es que por alguna desconocida razón quiere mirarse, pues...tan siquiera decente delante de él. ¡Lo cual es absurdo!

Convenciendo a Semi al final, coge una camisa con un estampado que dice "Los Na a todos", cumpliendo su función cómica al representar al Sodio como se encuentra en la tabla periódica. ¿Dónde consigue esas ridículas camisas?

Tomando igual prestada una de las casacas negras del chico ruso Lev, termina de completar su outfit con unos pantalones oscuros y unos tenis color rojo.

Todo, desde luego, prestado porque es obvio que desde que llegó ahí lo hizo con los bolsillos vacíos.

Al menos da gracias de no estar usando camisetas pertenecientes a campañas de algún político porque ahí sí que le daría asco.

—¿Quieres dejar de tocarte el cabello?

Ahora, Semi, a su lado, come una mandarina mientras el resto parece concentrarse en jugar cartas. Y es que desde que Sakusa Kiyoomi ingresó al lugar, apenas y lo miró, perdiéndose detrás de la puerta de la oficina de Madame Yu.

Sí, bueno, supone que tiene cosas realmente importantes qué atender como el tema de las escrituras, la compra-venta de ese sitio y todo ese papeleo que Atsumu no entiende pero...Incapaz de sentirse satisfecho y seguro consigo mismo solo por el tema de su cabello, que parece ser más importante para él de lo que creía, apenas levanta la cabeza detrás del grandulón que es Haiba Lev cuando escucha la puerta de la oficina abrirse de nuevo.

Dándose una mirada rápida, ¿no se ve un poco ridículo?

Sin darse cuenta, Sakusa Kiyoomi lo busca con la mirada, consiguiendo que su segundo al mando se estrese de verlo prestando atención a alguien tan insignificante pero que, al final, él también termina buscando, solo para encontrarlo antes que su jefe.

—Tú, grandote, hazte a un lado ¿quieres? —ordena Komori señalando a Lev, quien obedece torpemente, revelando detrás de él a un tímido Atsumu. Carajo, piensa para sus adentros. ¡¿Por qué ahora todas las miradas tienen que estar sobre él?! —. Sírvete, Kiyoomi —dice Komori, bajito, haciendo una mueca desagradable de la cual Kiyoomi ni siquiera se percata, avanzando hasta donde está Atsumu.

El pobre chico ni siquiera puede mirarlo a los ojos porque, de pronto, se siente tan feo, repulsivo y poca cosa.

Esperando pacientemente a que el líder de Itachiyama haga algún comentario respecto a su apariencia o peor, a su deslavado y maltratado cabello, Atsumu inhala pesadamente cuando una de las manos de Sakusa Kiyoomi toma un mechón suyo.

Ah...Odia esto, en serio.

—Tu cabello es...

—Sí, es castaño. Muy, muy castaño —dice, entre malhumorado y afligido, viéndolo apenas un poquito. De nuevo está usando su máscara y esta puede que sea la primera vez que Atsumu agradezca que la esté portando para así no ver completamente la expresión de asco que, él intuye, debe estar haciendo.

—Ven —sin atreverse a negarse solo porque se siente como la mierda justo ahora, cabizbajo lo sigue hacia afuera, siendo flanqueados por el resto de sus subordinados. Se sube a la camioneta en silencio esperando recibir, de nuevo, la jodida máscara que fue forzada a usar ayer, sin embargo, aunque Atsumu no se aprendió completamente el camino hacia esa casa, puede fácilmente notar que durante las primeras vueltas que da el vehículo no se encuentran yendo al mismo sitio.

—Espera...¿A dónde estamos yendo?

—Ya lo verás.

La zona por la que se pasean, si bien no es lujosa es, sin duda, de mejor apariencia que las amenidades donde se encuentra La Faire. Hay más flujo de gente a medida que avanzan, e incluso pareciera que vuelven a la ciudad por las tiendas con aparadores que se van asomando por las aceras.

¿No están yendo demasiado lejos de su territorio? Además de que Atsumu piensa que pueden estar llamando la atención tan solo por el enorme tamaño de la camioneta y porque está completamente polarizada.

—Esto-... —se atraganta un poco, mirando a Sakusa a través de su máscara—. ¿Esto es seguro para ti?

—¿Por qué? ¿Te preocupa mi bienestar?

¡Si será...!

Atsumu no vuelve a abrir la boca el resto del trayecto, manteniendo una única expresión: ceño y labios fruncidos, como si fuese un niño berrinchudo. Sin darse cuenta, Sakusa suaviza su mirada, manteniendo una muy sutil y casi imperceptible sonrisa hasta que llegan a su destino que no es nada más ni nada menos que un salón de belleza.

Un salón de belleza para ricachones.

O al menos esa es la descripción más cercana a la realidad que Atsumu puede ofrecer cuando desciende de la camioneta y ve el enorme edificio acristalado alzarse como un titán delante de él. El local, por supuesto, está en la parte inferior pero no por eso desentona con el resto de la arquitectura minimalista, basada en puro cristal, que los recibe.

Volteando a ver a ambos lados, nota como la gente sigue pasando a su lado, y solo cuando siente la presencia de Sakusa Kiyoomi a un lado suyo se percata que ya no tiene la máscara de comadreja, al igual que el resto de sus subordinados.

—Vamos —sin tiempo de preguntarle cómo es que lo hace parecer todo tan normal y fácil, es guiado hacia el interior gracias a la mano que él coloca en su espalda baja. Cuando Atsumu recuerda el tatuaje que hay ahí y por el que montó todo un escándalo hace unas horas, siente como arde y pica esa zona.

Una vez dentro, el interior no dista mucho de las áreas de trabajo y estaciones que debe tener sí o sí un lugar de ese tipo. Sin embargo, lo que lo hace único es la decoración y los detalles en tablaroca que armonizan con el resto del lugar.

Elegante le queda corto, a decir verdad.

La primera en recibirlos es una mujer rubia, guapísima de hecho, bastante alta. Y a juzgar por la manera en la que deja de platicar con las demás chicas y se acerca a ellos, es obvio que debe conocer a Sakusa Kiyoomi.

¡Caro Bambino! ¡Mi sei mancata!* —¿Es italiana? Porque lo más cercano que ha estado de Italia es a través de la pizza que pidieron la otra noche a La Faire pero, bueno, Atsumu cree que es universal asociar Bambino con Italia, por lo que sí, llega a la conclusión de que es italiana aunque tiene toda la facha de ser japonesa.

La mujer, demasiado eufórica y ruidosa para los estándares que Atsumu cree Sakusa Kiyoomi está dispuesto a aceptar en una persona, es un completo descaro de dos piernas y curvas pronunciadas al llevar sus manos al rostro del líder de Itachiyama y plantarle dos besos sonoros en las mejillas a modo de saludo.

Besos que, viendo cómo frunce un poco los labios el azabache, no le caen muy bien. Atsumu se aguanta la risa viéndolo sufrir, de hecho, fingiendo interés en el brilloso piso gris con betas blancas.

—¿Tienes qué gritar y hacer toda una fiesta cada que venimos, Saeko? —dice Komori, a su izquierda, recibiendo de la mujer escandalosa el dedo de en medio levantado con una sonrisa guasona.

—¿Sabes, Kiyoomi? Entiendo que tú seas Don Sin Risas pero ¿no podrías conseguirte a un secretario, más, no sé...-? —Atsumu deja de encontrar la situación cómica cuando los enormes ojos color granate de la mujer le miran poderosamente—. ¿Más como él, por ejemplo? Él es bonito. Molto Bello —viendo cómo la mujer se lleva las manos a la boca y lanza un beso exagerado como si esa fuera una sesión de catar vino, Atsumu se siente cohibido de pronto y con las mejillas calientes—. ¿Tenías cita, Bambino? —pregunta la mujer, dirigiéndose a Kiyoomi.

—No. Pero necesito que te encargues del Molto Bello de aquí —atragantándose con su saliva, sintiendo, ahora sí, las mejillas arder, Atsumu mira a Sakusa Kiyoomi como todo un poema cuando lo escucha, no solo hablar en italiano, sino por llamarlo así. ¿Pero qué demonios-...?

Sin tiempo para preguntarle a qué se refiere, la tal Saeko lo arrastra rápidamente hacia su área de trabajo, sentándolo en la silla, aturdiéndolo. A Sakusa Kiyoomi lo vuelve a ver segundos después solo a través del reflejo que comparten por el enorme espejo de piso a techo que hay, conectando sus miradas solamente así.

No lo entiende.

¿Por qué es que lo ha llevado así y sin avisarle?

—¿Y bien, Molto Bello? Dime qué puedo hacer por ti —pidiendo ayuda a través del espejo, a Atsumu se le va un poco el aliento cuando ve a Sakusa Kiyoomi sonreír poquito, viéndolo sufrir, antes de volver su vista a Saeko.

—Su cabello. Tiñelo —volviendo a conectar su mirada con la de Atsumu, pregunta antes como si buscara su aprobación ante todo—. ¿Rubio de nuevo?

Ah, puta madre. No puede dejar de sentir sus mejillas calientes con solo mirarlo así que solo asiente, avergonzado pero, inusualmente, bastante emocionado.

Desde luego, las chicas que Saeko dispone para él hacen mucho más que atender su cabello.

Ah, dios mío...La mascarilla en su cara se siente tan fresca que no quiere levantarse de esa silla. Sus manos y pies cosquillean mientras son atendidos también en lo que parece ser manicure y pedicure.

Incluso cada cierto tiempo le ofrecen bocadillos y bebidas.

Y las manos de Saeko dentro de su cabello, Dios, podría dejar que la mujer le hiciera piojito toda la vida si de esa forma la sensación relajante que tiene ahora encima de todo el cuerpo nunca lo abandona. Solo tiene que pararse de la silla para enjuagar su cabello cada que Saeko se lo indica mientras parece encantada con él mientras conversan de cualquier tontería que se les ocurra.

Pronto, Atsumu se siente demasiado cómodo en ese sitio a pesar de que hace unas horas se sentía completamente fuera de lugar.

Sí, él nació para que lo mimen definitivamente aunque tampoco puede creer que sea Sakusa Kiyoomi quien esté haciendo todo eso por él.

¿Cómo lo hace?

Es decir, pudo ignorar por completo su cabello y solo llevarlo de nuevo a su gran mansión y pasar de su semblante alicaído pero es como si...como si se hubiera dado cuenta de su desánimo inmediatamente. Aun así, ¿Cómo es que asumió que se debía a su cabello?

No lo entiende pero, justo ahora, no está pensando en el cómo. Solo se dedica a reírse de las ocurrencias de Saeko, atrapando de vez en cuando la mirada que Sakusa Kiyoomi tiene cuando lo ve reír.

Llevan alrededor de tres horas en el salón y él no se ha movido del sofá que hay a un lado de la estación donde Saeko y las demás chicas se encuentran atendiéndolo. Ni siquiera parece fastidiado y eso que el hombre se ve como alguien que no pisaría con frecuencia un salón de belleza.

Solo está ahí, atrapando su mirada de vez en cuando, haciendo que Atsumu se sonroje y algo en el pecho cosquillee sin explicación.

—Estás listo, Molto Bello.

—No me jodas... —sin haberle permitido la última hora mirarse al espejo, cuando Saeko gira la silla luego de terminar de secar, peinar y planchar su cabello, Atsumu no da crédito a la persona que ve en el reflejo. No puede ser. ¿Ese es él? —No lo puedo creer... —dice, ladeando su cabeza de un lado a otro mirando todos los ángulos y la forma en la que su cabello se mueve con brillo, volumen y gracia.

El tono que Saeko le ha colocado es incluso más brillante que a cuando lo tenía hace unos días. Sigue siendo rubio pero pareciera que le añadió incluso algunas luces y algunos tonos rojizos que con el solo movimiento hace que destaquen.

No lo puede creer.

Enserio.

No es ni de cerca la persona que era hace unas horas.

Y como si eso realmente influenciara en su estado de ánimo, Atsumu no puede dejar de sonreír ampliamente haciendo que Saeko y las chicas a su lado también lo hagan al verlo tan satisfecho y feliz.

—Estás divino, pequeña criatura. Aunque, te advierto, el tinte no es eterno ni aquí ni en China. Tienes que venir a retocarlo cada cierto tiempo y tienes que cuidarlo. Nada de exposición al sol por unos días. Además, necesitas lociones especiales para mantenerlo así de bonito, sedoso y brillante.

La información es tan inesperada y rápida que Atsumu apenas puede pensar en el único Shampoo horrendo que comparten todos en La Faire. Genial. ¿Cómo le dice que es posible que su cabello luzca así solo por hoy porque el resto de los días seguramente no tendrá manera de cuidarlo?

—A-Ah, es que no creo que...

—Programa las siguientes citas, Saeko. Y dime qué cosas necesita comprar —Atsumu se queda mudo de pronto cuando el hombre, que lo ha estado viendo todas esas tres horas reír y sonrojarse, se acerca a ellos, diciendo tales cosas.

Toda la energía y las ganas de seguir parloteando con las chicas y Saeko se esfuma viendo al líder de Itachiyama pagar y recibir de Saeko toda una bolsa con productos de su salón.

—¡Te veré pronto, Molto Bello! ¡Cuídate hasta entonces! —dando un asentimiento rápido con las mejillas encendidas en rojo, Atsumu se despide de beso de la mujer y las demás chicas, subiendo rápidamente a la camioneta. Afuera ha comenzado a llover un poco pero incluso si solo son pequeñas gotas que no le harían daño a nadie, hay un paraguas esperándolo en la entrada del auto, mismo que también le sirve a Sakusa al subir luego de él.

Okey, de acuerdo, ¿no son demasiados cuidados los que está recibiendo justo ahora? Sin perder el tiempo de abordar al hombre, Atsumu se vira hacia él, flexionando una pierna encima del espacio que los separa en el medio, mirándolo serio.

—Ah, umm...No tenías que...—carraspea un poco, encontrando un poco de valor. ¿Qué demonios? ¿Por qué se siente tan tímido de pronto?—. No tenías que hacer todo eso por mí.

—¿Te gustó? —aturdido por la contestación, Atsumu parpadea, confundido mientras el vehículo se pone en movimiento finalmente.

—¿Eh?

—El cómo quedó tu cabello.

Deteniéndose a comparar a cómo inició su día, siendo un completo desastre y estrés, además de desencadenar una inesperada inseguridad por su cabello que, hasta ese momento, no esperaba fuera tan importante para él, podría simplemente sonreír.

Sonreír porque...Sí. Le ha gustado.

Le ha encantado.

Y le ha revitalizado de una manera que solo él puede entender.

—Umm sí —así que, incapaz de controlar su verdadera alegría y emoción, Atsumu termina sonriendo por primera vez, y con honestidad, delante de él. Esta vez no esconde su rostro del suyo. Al contrario, es como si quisiera mostrarle lo radiante que se siente con lo que acaba de hacer por él—. Sí. Sí me gustó mucho —ríe, nervioso, perdiendo la concentración un poco al bajar la mirada hacia sus manos, volviendo a clavar sus ojos en los de él cuando la mano de Sakusa lo sorprende tomando su barbilla, alzándola.

Por segundos, a Atsumu se le olvida que respirar es primordial si no quiere morir pero...no puede apartar sus ojos de él, y agradece que no esté usando su máscara porque enserio, enserio, enserio quiere mirar sus ojos esta vez.

Es una sensación que se trasmite por todo su cuerpo como escalofríos pero al contrario de percibir miedo, solo siente emoción. Como un calor que le recorre cada rincón del cuerpo capaz de almacenar frío por temporadas largas, mismos que ahora no existen por solo sentir como toca su mentón y acaricia su mejilla.

Este hombre...es un total misterio para él pero no quiere apartarse, ni quiere apartarlo.

Incluso cuando en vez de ir a la mansión, se desvían de nuevo hacia otro sitio, ya no siente el miedo inicial que tenía apenas ayer por sentirse a ciegas yendo de la mano del Diablo.

No puede decir que Sakusa Kiyoomi sea una buena persona porque seguramente no lo es pero si es familiar del Diablo, entonces el Diablo no puede ser tan malo. Es decir, él no es vanidoso ni mucho menos cree que quiera acercarse a la gente por los ceros que hay en sus cuentas bancarias pero incluso ahora, que han pasado a un lugar de esos que venden comida rápida, solo porque Atsumu ha soltado la palabra hamburguesa y malteada, el ahora rubio recibe con gusto su enorme vaso con todo y pajilla casi como si se sintiera un niño siendo complacido.

—Te lo advierto. No dejes un cochinero en los asientos ¿oíste? —oyendo finalmente la voz de Komori intervenir desde el asiento del copiloto, Atsumu frunce los labios, ofendido. Aunque rápidamente aquella orden es eliminada en cuanto Sakusa Kiyoomi da una nueva.

—No importa si dejas migajas. Solo come —mofándose de eso y de tener un aliado en sus ganas de tragarse su hamburguesa como a él le dé la gana, Atsumu le saca la lengua a Komori desde el asiento de atrás, ganándose un bufido molesto de su parte.

A Sakusa Kiyoomi, sin embargo, le dedica una pequeña y tímida sonrisa.

Dios, no lo puede creer.

¿Tan rápido cayó solo porque le dio de comer?

Bueno, honestamente, en los casi tres días que lleva a su lado, el hombre ha hecho más cosas buenas que malas a su parecer.

Quizá lo juzgó mal.

Quizá solo...debería darle la oportunidad de hablar.

Así que cuando aparcan en una zona alejada y ausente de gente, pero rodeada de árboles, en donde solo ellos dos bajan del auto siendo Atsumu el único en emocionarse ante la impresionante vista que tienen de la ciudad, Atsumu parece dispuesto a concederle, en su infinita benevolencia, algo de información respecto a él.

—Bien, ya que me has alimentado dos dos veces, me has llevado a un salón de belleza y me has comprado una enorme hamburguesa-...

—Igual te salvé la vida —Atsumu ríe ante la irónica y divertida intervención que, está seguro, Sakusa Kiyoomi ni siquiera se esforzó por hacer que sonara graciosa y aún así terminó siéndolo.

—Cierto, igual eso—haciendo una pausa para terminar de reírse, una vez que lo hace, vuelve a decir un poco más serio—. Ya que has hecho más cosas buenas que malas, al menos en mi presencia, puedo concederte que me preguntes algo —viendo el notable cambio en la expresión del hombre, Atsumu baja la mirada un poco nervioso pero ya sin toda esa sombra de apatía y enojo que cargaba hace apenas unos días—. ¿Qué? ¿Enserio no quieres preguntar nada? ¿Solo te vas a quedar mirándome?

—Me intrigas —toda la energía y emoción que Atsumu estaba sintiendo hace unos segundos parece chocar con una pared, sintiéndose nervioso y ansioso de pronto—. Y eso me resulta sumamente atractivo de ti.

Por Dios...¿Cómo se puede ser tan directo?

Tardando un poco en contestar y de asimilar esa directa confesión, Atsumu hace su mejor esfuerzo por no verse como una tonta colegiala nerviosa, aclarándose la garganta antes de volver a hablar.

—Si esa es tu forma de decir que no entiendes cómo un chico como yo fue a parar en un bar como La Faire, bueno pues...¿Gracias? No es mucho pero es trabajo honesto —dice eso último con clara ironía.

—¿Qué hacías antes de trabajar en La Faire?

Sin embargo, a pesar de que dijo que respondería lo que fuera, Atsumu no estaba preparado para esa pregunta. El ambiente decae un poco y Sakusa lo nota al instante, guardándose para sí mismo sus pensamientos acerca del por qué, dando a Atsumu el tiempo suficiente para hablar.

—¿Quieres la verdad? —dice el ahora rubio, jugando un poco con los bordes de la chaqueta de Lev, antes de volver a alzar el rostro cuando oye la respuesta de Sakusa a su lado.

—Por favor.

—Honestamente, también me gustaría saberlo.

Esa no es, definitivamente, la primera vez que habla acerca de su amnesia y de cómo busca desesperadamente ir recordando de a poco lo que perdió pero sí tiene que ser la primera vez que lo hace sintiéndose un poco más fuerte por alguna extraña razón.

Quizá es cierto eso que dicen que mientras más veces cuentes tus desgracias, más las vas aceptando y aprendes a vivir con ellas.

Bueno, no quiere rendirse pero hasta hace unos días apenas sentía que su lugar dentro del hoyo imaginario en el que cree encontrarse seguía siendo el mismo. Siempre moviéndose de izquierda a derecha pero nunca avanzando hacia adelante o hacia arriba como si se sintiera inseguro y estuviera cundido de miedo por descubrir qué tipo de persona era antes de que todo eso le sucediera.

Y no es que se sienta invencible ahora pero...Hay algo que Sakusa Kiyoomi le proporciona que, de alguna forma, hace que contar de nuevo su trágico problema no lo sea tanto.

A grandes rasgos le cuenta, y de una forma muy resumida también, acerca de su amnesia repentina. De cómo despertó con mucho miedo en una sala de urgencias y cómo fue salvado por Semi de seguir en las calles.

—Como verás, mi historia no es larga. Apenas fue un milagro que pudiera recordar mi nombre. ¡Incluso hoy descubrí que no soy rubio natural y tengo un jodido tatuaje cerca del culo-...! —dándose cuenta de que está siendo muy descarado frente al hombre, se calla de inmediato, sintiendo las orejas calientes de la vergüenza. Sakusa no dice nada pues parece que solo tiene una sola expresión pero pareciera que con esa corta demostración de excitación en Atsumu, fuera suficiente para hacerlo sonreír un poco—. Co-Como sea...A veces solo...Solo me gustaría saber qué tipo de persona era antes de que me sucediera todo esto.

—¿Qué tipo de persona?

—Sí —soltando un largo y pesado suspiro, Atsumu coloca las manos en la barandilla de metal que lo mantiene seguro de una muerte inminente por el barranco en el que se encuentran teniendo esa maravillosa vista—. Saber si era una buena o mala persona.

Pensar que solo a las malas personas le suceden cosas de ese tipo como castigo por sus acciones, lo deprime de pronto.

—Seguramente eras de las primeras —sin embargo, cuando escucha a Sakusa decir eso de él sin siquiera conocerlo, con esa cara seria pero con la firmeza y veracidad reflejada en sus ojos, hace que Atsumu se sienta conmovido.

Él también lo desea.

Desea pensar que fue una buena persona.

Quizá no una persona exenta de errores pues ¿quién es perfecto? Pero si pudiera desear y moldear el tipo de persona que le gustaría que fuera, definitivamente sería una que siempre estuviera del lado de la justicia. Que ayudara a cuanto necesitara de él y que nunca se arrepintiera de sus acciones.

Pronto, la tristeza y la aflicción que lo sobrecogían hace segundos es sustituida por una extraña satisfacción y emoción tras oír al líder de Itachiyama.

Es inusual, piensa. Tanto que suelta una risita pequeña sintiendo una total ligereza cuando el viento sopla frente a él, y su renovado, y también sano, cabello se ondea conforme el viento lo peina también.

—¿De qué te ríes? —pregunta Sakusa y Atsumu solo quiere bromear.

—Pensaba que a los ojos de alguien que está involucrado en la mafia, cualquier otra persona sería una buena persona a su lado —Kiyoomi, en lugar de sentirse ofendido, solo curvea un poco los labios en una mueca que no alcanza a ser una sonrisa pero sí una expresión serena.

—Aún si soy un mafioso, sigo creyendo que eres una buena persona —Atsumu, incapaz de volver a sentir tristeza, al menos por ese instante, vuelve a reír, mirándolo sonriente.

—Luces muy convencido.

—Lo estoy.

Ojalá él también pudiera tener esa certeza.

Al menos Atsumu siente que, de regreso al bar, una vez que toque su cama, esta vez podrá dormir mejor. Haya sido lo de su cabello, la hamburguesa, la malteada o la conversación con Sakusa Kiyoomi al alba, Atsumu se siente extrañamente renovado luego de todo ese día fuera de La Faire.

—Bueno... —soltando algo de vaho mientras sale del vehículo, apenas es consciente del frío que hace al querer que la chaqueta de Lev sea un poco más gruesa para calentarlo—. Supongo que gracias por la cita —dice, un poco coqueto y con gracia de toda la situación. ¿En serio es el mismo Atsumu que inició ese día maldiciendo su suerte? No lo puede creer, pero la sensación de satisfacción y el cosquilleo que siente en sus mejillas cuando se estiran en una sonrisa no desaparece ni porque lo intente. Y todo es culpa del hombre que tiene a lado y...¿Es una caja de regalo lo que extiende hacia él? Nervioso e incrédulo, su risa sale entrecortada esta vez, viéndolo confundido—. ¿Qué es-...?

—Es para ti —es todo lo que dice el hombre frente a él, pasándole la caja negra con un elegante moño color mostaza. Atsumu de nuevo siente que se remonta a la clásica emoción infantil cuando un niño recibe un obsequio y lo único que quiere es despedazar la caja para ver su contenido, pero se contiene pues ya de por sí tiene las manos ocupadas con la bolsa del salón de belleza de Saeko.

—¿No es una bomba o algo así? —bromea, no esperando una respuesta correcta en realidad—. Vaya. Pues...¿Gracias por el regalo? En serio te estás tomando muy en serio lo de esforzarte para que me gustes, ¿no es así? —sintiendo la lengua cada vez más suelta delante de él, a pesar de que ha sentido vergüenza al decir eso, Atsumu sigue encontrando divertido esa corta despedida sin saber por qué.

Es como si...quisiera pasarse la vida diciendo tonterías que sabe de antemano Sakusa Kiyoomi no va a responder pero...Aún así quiere seguir haciéndolo.

—Le he dado un par de indicaciones a Madame Yu con respecto a ti y tu trabajo en el bar —lo oye decir mientras lo ve meter sus manos dentro de los bolsillos de su gabán, el cual se ve mucho más calientito que la casaca que él está usando pero ya luego le dirá que le regale una como la suya.

—¿Qué? ¿Me va a despedir? —pregunta Atsumu, irónico.

—Le ordené que nada de bailes para ti —teniendo que pasar varios segundos para que Atsumu procese ese comentario y le encuentra lógica, terminar de sonrojarse y de reírse a carcajadas también.

Claro, se le estaba olvidando el pequeño detalle de que le bailó al tipo pero justo ahora la razón por la que se ríe es porque le causa mucha gracia que esté siendo tan descarado como para ordenarle eso.

Como si estuviera celoso.

Las mejillas le duelen ya de tanto reírse pero también las siente hormiguear y calientes.

Por supuesto que va a seguir bailando, aunque esa actividad no estaba en sus rutinas habituales, pero si de esa forma lo hace enfadar, lo hará.

—Mucha suerte intentando eso —dice eso como forma de despedirse, comenzando a caminar hacia una de las entradas del bar hasta que, de nuevo, una mano se coloca sobre la suya. Esta vez no Atsumu no puede quitárselo de encima pues tiene ambas manos ocupadas así que solo espera a lo que tenga que decirle.

—¿Aún quieres saber?

—¿Hm?

—¿Saber si eras una buena persona o no antes de todo esto? —Atsumu se queda rígido de pronto, devolviéndole la mirada, atónito.

—Cre-Creí que habías dicho que lo era.

—Sí, pero siempre es bueno desenterrar la verdad.

Atado a un pasado que no conoce, ¿por qué de pronto siente que las cosas podrían esclarecer y mejorar si sigue al hombre de mirada intensa y voz grave que tiene enfrente?

Ha hecho lo que le ha pedido y ha ido a los lugares a los que lo ha llevado pero ¿por qué siente que su corazón se vuelve loco al oír esa pregunta?

—¿Y tú me vas a ayudar?

Quiere conocer el por qué.

—Pídeme lo que sea, y te aseguro que yo te lo daré.

Así que eso es suficiente para que quiera intentarlo de una buena vez.