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Tus ojos sobre mí
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Se le dijo.
Se le volvió a decir.
Se le repitió inclusive.
Y aun así, ahí estaba Atsumu haciendo lo que quería.
Aunque, bueno, estaba en un 50-50 como para decir que en verdad se siente complacido de ver a tantos machos fortachones entrenar mientras combaten entre sí y le dan duro a varios sacos de boxeo.
Con hacer lo que quería se refería más bien a que estaba por hacer justamente lo que emi le pidió que no hiciera: involucrarse de más.
—Wow. Con que así entrena la mafia —dice, entre curioso y emocionado, posando los brazos sobre la barandilla metálica del mesón en el que están. Si se pone muy imaginativo, Atsumu puede imaginarse a Sakusa Kiyoomi completamente engrandecido y arrogante mirando cada uno de los entrenamientos de sus hombres desde ahí con una copa de vino.
Casi como un Rey viendo el progreso de sus gladiadores.
No puede decir que la imagen mental se le hace altanera porque es justamente la forma —más o menos— en la que están ahora. O al menos cree que ese es el propósito de tener ese tapanco en un nivel más alto con vista a todo el galerón.
Él, por otro lado, parece un niño viendo una pelea de gallos o algo así mientras que Sakusa Kiyoomi discute algunas cosas con Komori a sus espaldas en esa sala insonorizada que, seguramente, también está armada hasta los dientes.
Es decir, esa área de entrenamiento es subterránea, y para tener acceso a ella tienen que bajar sus considerables metros al subsuelo además de que con la pinta que tiene, además del equipo de alta gama que hay dispuesto para sus hombres mientras entrenan, le dan la idea a Atsumu de que Sakusa Kiyoomi suele derrochar a lo grande únicamente en ese tipo de cosas, lo cual no le sorprende porque él también ha hecho su tarea bastante bien estas últimas semanas leyendo y aprendiendo cada vez más de la organización a la que el azabache pertenece.
No por nada Itachiyama es la organización más grande actualmente, con demasiados miembros a su disposición. Miembros a los que, por alguna extraña razón, Sakusa atiende demasiado bien. Normalmente un líder de mafia no se asociaba casi nunca con los rangos más inferiores por mucho que fuera su misma organización. Para eso estaban los ejecutivos de cada cuadrilla que tenían la obligación de pasar toda la información a Komori, la cual se destinaba al final a Sakusa.
Sin embargo, la primera vez que bajaron ahí, Sakusa Kiyoomi lo hizo como uno más de los suyos. No fue cordial ni mucho menos todo sonrisas, pero Atsumu lo vio intercambiar palabras con varios de sus miembros como si fuera algo que hiciera cotidianamente.
¿Eso era normal en las demás organizaciones o solo era algo que él hacía?
Desde luego, hay veces como hoy en las que solo bajan a esa sala y miran todo el entrenamiento desde ahí. Atsumu principalmente es quien se entretiene mirando mientras que Kiyoomi termina de hacer lo que sea que tenga pendiente que solucionar o tratar con Komori.
Don insoportable siempre está regañándolo por absolutamente cualquier cosa pero por la forma tan familiar y allegada con la que también se opone a cada cosa que Sakusa le quiere cumplir, Atsumu llega a la conclusión de que si sigue respirando y Komori lo tolera es porque en serio el líder de Itachiyama es distinto a todos los demás.
—Oye, ¿quieres dejar de asomarte a cada rato por el balcón? No estás en una expedición de primaria —como ahora, que no ha perdido el tiempo en ir hasta donde está él para regañarlo hasta por respirar. Atsumu hace una mueca, sacándole la lengua, reparando en cómo, a tan solo unos pasos, Sakusa se aproxima a paso elegante.
Dios, hasta por verlo pestañear Atsumu siente que las piernas se le vuelven gelatina. No puede ser.
—¿Ha sucedido algo interesante mientras miras? —pregunta Sakusa, llegando cerca de él.
Atsumu juraría, en su muy entretenido mundo de fantasía, que el hombre ha apartado a Komori a conciencia solo para ponerse en su lugar, pero quizá sólo está imaginando cosas. Aún así, se muerde tantito los labios conteniendo una risa ante esa suposición que, secretamente, desearía que fuera real.
Sacudiendo la cabeza, desvaneciendo esa idea absurda, se concentra, volviendo la vista al frente hasta que levanta el brazo y señala a un par de chicos. Sakusa, a su lado, se arrima un poco, casi como si se secretearan.
—Ese chico de ahí ¿Lo miras? Es bueno, pero se confía demasiado. En menos de tres movimientos desarma a sus oponentes por lo que simplemente se mofa de ellos demasiado rápido y les da la espalda cuando el encuentro ni siquiera ha terminado —Atsumu baja el brazo, cerrando sus manos en torno a la barandilla de cristal, ansioso—. Eso es un error. Nunca se debe bajar la guardia así.
En las pandillas, o al menos en ese mundo que hasta hace poco desconocía que existía, no se respetan las reglas ni lo que está asumido como normal.
En un encuentro normal, por mucho que hayas herido a tu oponente, si no lo noqueas o no lo matas, corres el riesgo de que al que maten sea a ti.
Atsumu entiende que se trata de entrenamiento y de que cada uno de los hombres de Sakusa Kiyoomi están más que entrenados para reaccionar en un encuentro real, por lo que es posible que algunos no se tomen enserio el practicar cuando bajan ahí, pero ese exceso de confianza, lejos de parecerle normal, lo intriga.
Atsumu se la ha pasado casi una hora, antes de que Sakusa y Komori llegaran hasta donde está él, analizando a cada uno de los hombres con interés. Viendo las capacidades de uno como sus deficiencias.
Sin darse cuenta, está apretando más la barandilla de lo normal, como si por cada vez que ve a los chicos de Sakusa entrenar, una punzada instintiva le dijera que él debería estar ahí.
Que él lo haría incluso mejor que todos ellos aunque eso sea una total bobada porque ni siquiera sabe lo básico para defenderse.
Se lo dijo Semi hace poco, de hecho. Aunque Atsumu también recuerda haberle respondido que no se preocupara pues no tenía interés en sumergirse demasiado en ese mundo salvo para conocer la verdad sobre su amnesia.
Pero ahora ya han pasado un par de semanas más en los que cada día se encuentra ahí, cada vez más hambriento de aprender. Mirando lo bien que lo hacen los hombres de Sakusa, junto a esa la confianza que se tienen, le hace sentir envidia.
Él no pertenece a ese mundo, sin embargo, siente que se ha integrado bastante bien sin mucho esfuerzo aunque, evidentemente, sigue siendo un don nadie.
—¿Quieres intentarlo?
—¿Eh? —aturdido por la pregunta, a Atsumu le toma un par de segundos dejar atrás sus pensamientos y recordar que Sakusa está a un lado de él. Con la espalda recta y el pecho salido, casi puede decir que está delante de un verdadero soldado. Un soldado muy atractivo—. Perdón, no te escuché. ¿Qué es lo que decías? —sin hablar, Sakusa lo mira de refilón y luego mira allá abajo, haciendo un gesto con sus ojos y también sus cejas, insinuando lo que quiere. Atsumu tose riendo y nervioso. Debe ser un chiste ¿no?—. ¿Te refieres a-...pelear? ¿Es enserio? ¿Si ves como luzco?
—Muy bonito —Atsumu se atraganta, incapaz de contestar al cumplido. Ah. Enserio no puede con este hombre. ¡¿Cómo hace para avergonzarlo tan repentinamente?! Aun si siente las mejillas calientes, su ceño fruncido no retrocede.
—Gracias por el cumplido, pero eso no te va a servir como adulación. Yo no sirvo para esas cosas, como puedes ver.
—No lo sabrás hasta que lo intentes —antes de que Atsumu abra la boca de nuevo para oponerse, Sakusa ya está volteando a mirar a Don insoportable, gesto que hace a Atsumu sudar frío—. Pelea con Komori —casi de inmediato, el nombrado también lo mira como si le hubiese crecido una segunda cabeza.
—¿Qué?
—¿Qué? —este es Atsumu, repitiendo lo mismo que Komori, con un hilillo de voz apenas brotando de su garganta.
¡¿Qué?! ¡¿Acaso se volvió loco?!
Y no, no es que le tema a ese gruñón pero-...¡Bueno, sí! ¡Por supuesto que le teme! ¡Parece que se le olvida con qué tipos lleva tratando desde hace semanas! Dios, y tenía que sugerir precisamente a Komori, a quien ha fastidiado hasta morir, le saca la lengua e incluso le ha mostrado el dedo de en medio con ambas manos en muchas ocasiones.
¡El tipo se va a vengar!
Suplicante, acostumbrándose cada vez más al contacto con Sakusa Kiyoomi al siempre sujetarlo por el brazo cuando quiere atraer su atención, ahora lo sujeta con el pánico resplandeciente en todo su rostro.
No puede estar hablando en serio.
¿Tanto lo odia como para querer enviarlo a su inminente muerte?
—Oye, oye... —buscando la negativa en el rostro de Komori, quien debería ya estar oponiéndose a la locura que su jefe le sugiere que haga, Atsumu lo encuentra solo rodando los ojos unos segundos antes de fruncir los labios y cambiar esa expresión desinteresada a una bañada de malicia ¡Lo sabía! ¡Por dentro lo está disfrutando! Temeroso, el rubio vuelve su mirada a Sakusa, sacudiéndolo un poquito—. N-No puedes estar hablando enserio, ¿no? ¿Me quieres matar enviándome a pelear con tu mejor hombre?
—Sin lastimarlo, ¿oíste? —es la única gran advertencia que da Sakusa a su subordinado antes de comenzar a bajar las escaleras con él detrás siendo prácticamente arrastrado por Komori.
No. No. No.
¡Lo va a matar!
Los demás hombres, en cuanto notan la presencia de su líder, inclinan la cabeza en reconocimiento, algunos flexionándose un poco incluso, pero en cuanto notan la señal de Komori de cederles una de las plataformas de pelea mientras se coloca sus guantes negros, para todos es sorpresivo ver que su oponente es ese chico al que Sakusa ha comenzado a llevar al galerón de entrenamiento desde hace poco.
En ninguno de los días que ha visitado ese sitio Atsumu había probado siquiera enfrentarse a nadie. Siempre manteniéndose callado y al margen, siendo la pequeña sombra de Sakusa aunque a una distancia prudente de él.
Ahora, quisiera retroceder el tiempo y no haberle restregado el trasero sobre la polla.
No entiende en qué momento a Sakusa se le ocurrió que esa era una buena idea. ¿Acaso quiere humillarlo delante de los demás? Con ese pensamiento, Atsumu lo busca con la mirada de nuevo pero esta vez mirándolo con furia. Los hombres a su lado parecen confundidos viendo la forma en la que Atsumu está mirando a su líder, lleno de fuego, preguntándose cómo es posible que se atreva a hacer algo como eso.
Nadie confronta a Sakusa Kiyoomi ni siquiera con la mirada, y ese muchachito está en modo diablo queriendo golpearlo si tuviera oportunidad.
—Bien, vamos a hacer esto un poco educativo ¿quieres? —los hombres que ahora se encuentran alrededor de la plataforma como espectadores, ríen un poco. Atsumu enserio quisiera borrarles la sonrisa a todos ellos pero sabe que tampoco es que pueda abusar de la preferencia que Sakusa tiene con él como para pedirle que les diga que se callen. Aún así, intenta mantenerse tranquilo aunque Komori parece que ya ha comenzado a divertirse viéndolo sufrir—. Ya que Kiyoomi me lo ha pedido, no voy a lastimarte tanto, pero al menos voy a enseñarte un par de cosas —provocador, como solo él podría serlo en una situación así, Atsumu tira el miedo y los nervios a un lado, extendiendo los brazos mientras ríe, incitándolo a que se deje de tonterías y vaya tras él de una vez aunque por dentro está temblando.
—Espero que me hagas sudar lo suficiente, entonces.
Sin esperar a que Komori empiece, Atsumu se lanza contra él como todo un lunático, evidentemente sin ritmo y/o planeación, lanzando un par de golpes mientras el hombre esquiva fácilmente cada uno de ellos. A pesar de que Atsumu no recuerda si alguna vez se involucró en alguna pelea callejera, sus puños, al menos, deben doler cuando pelea ¿no? Tampoco es un debilucho.
Sin embargo, no tiene técnica ni mucho menos estrategia para pensar en los movimientos que hace. Solo hasta que Komori se cansa de evadirlo durante un minuto, da el primer golpe al frente, certero y lo suficientemente fuerte sobre la sien del rubio, aturdiéndolo al instante provocando su primera caída de trasero.
No se escuchan burlas ni risas pero sí que se escucha un sonido colectivo al que fácilmente Atsumu podría interpretar como a que solo da lástima. A Sakusa Kiyoomi ni siquiera lo mira pues no quiere distraerse con cualquiera que sea su expresión en estos momentos. Dios, debe pensar que es un ridículo.
—Eres muy impaciente —dice Komori, ajustándose un guante solamente. Atsumu tiene que tragarse su orgullo para volver a ponerse de pie solo luego de la caída, volviendo la vista a él—. No vas a ganar solo con fuerza. No importa qué tanto lo intentes, soy más fuerte que tú.
—Dime algo que no sepa.
—Puntos vitales, niño. ¿Qué no lo enseñan en la escuela? —esta vez sí hay risas, pero Atsumu está lejos de perder la concentración ahora, escuchándolo—. Ven, deja que este papi te enseñe un poco cómo se hace.
Atsumu vuelve a atacar ante la señal provocativa del hombre, pero esta vez es detenido al segundo golpe, mucho más rápido que hace unos momentos aunque Komori esta vez solo ha dejado su puño a centímetros de su labio, retirándolo mientras le señala su error de una forma bastante didáctica al señalar su boca.
—Labio inferior.
Atsumu da dos pasos hacia atrás, sacudiendo los brazos, volviendo a iniciar una secuencia de golpes que no lo dirigen a ningún sitio salvo ser el muñeco que Komori usa para hacer su demostración formativa sobre cuáles son los puntos vitales que debería tener siempre presentes para atacar.
Uno, dos, hasta tres golpes consecutivos y ninguno da dónde debería pero los de Komori sí, especialmente ese último que ha lanzado por encima de sus brazos, pegándole en un costado de la mejilla. Esta vez, el impacto le hace caer de espaldas mientras la mejilla le hormiguea.
Ese sí ha sido un golpe con intención.
El asombro colectivo esta vez no se hace esperar. No porque estén preocupados por él sino porque todos dirigen su mirada a Sakusa en cuanto lo ven caer a él y-...
Eso que siente en la boca es...¿sangre?
Atsumu se toca con la punta de los dedos el labio ahora hinchado y rojo, escupiendo el exceso de sangre al suelo, lamiendo un poco el borde de su labio para anestesiar un poco el ardor con su saliva.
Sin embargo, en ningún momento hace algún gesto de que se sienta mal por haber recibido el golpe de Komori, incluso si él no planeaba herirlo y si se le pasó un poco la mano.
Sakusa, por otro lado, sí que hace un gesto con los ojos hacia su subordinado, claramente enfadado por eso pero en cuanto Atsumu vuelve a ponerse de pie, levanta la mano hacia él en clara señal de que no intervenga y, mucho menos, detenga la pelea.
Komori, quien no luce ni un poco arrepentido por haberlo golpeado, vuelve a querer intimidarlo pero para este punto Atsumu está encendido.
De nuevo vuelve con los golpes frontales y aunque seguramente es un error partiendo del pensamiento de que es un amateur y no debería ir de frente contra su adversario así tan irresponsablemente, cada golpe que lanza parece una caricia para el chico.
Perdiendo la concentración por ver cómo se enfada más, Komori le toma del hombro esta vez con un movimiento rápido, obligando a que choque con él únicamente para lanzar un golpe desde abajo hacia su mentón.
—Mentón —lo oye nuevamente, no siendo para nada sarcástico pero eso no disminuye el fuego en Atsumu pues cuando se da cuenta que su puño no lo toca, quizá porque ha recordado que Sakusa le pidió no herirlo, solo se siente más y más cabreado.
No quiere una práctica educativa, maldita sea.
No es una mujer frágil.
¡Y no le importa si le deja moretones en la cara! ¡Solo quiere que le tome en serio así como él quiere tumbarle los dientes aunque solo quede en el intento!
A continuación, Atsumu añade patadas, incluso lanza un par en el aire generadas por la adrenalina y la excitación que siente en todo su cuerpo. Pero ninguna cosa que hace logra estar al nivel de Komori. Cuando este lo toma de nuevo del brazo, esta vez lo levanta un poco, rompiendo su estabilidad, tirándolo sobre su espalda contra el suelo, casi sacándole todo el aire.
—Creo que ya estás sudando lo suficiente, lindura ¿Es todo lo que tienes?
Para este momento, lo mejor es rendirse.
No está a la altura del hombre que es el segundo al mando luego de Sakusa. Y por mucho que odie las humillaciones que está recibiendo, debería considerar parar.
Pero no quiere rendirse.
Atsumu se niega a integrar la palabra darse por vencido en su vocabulario habitual, casi como si sintiera que en realidad nació programado con intentar lo imposible.
Quizá se lo está imaginando, o quizá simplemente las neuronas ya no se conectan en su cerebro debido al calor y el enfado que siente, pero pareciera que aunque Komori prácticamente está jugando con él, lo hace enojar a propósito para que continúe, como si lo incitara a que siguiera.
Sea cual sea la razón por la que Atsumu se niega a quedarse en suelo a pesar de que ni está haciendo sudar al hombre a comparación de él, lo sigue y sigue intentando sin darse cuenta que sus propios movimientos se van haciendo cada vez más rápidos y su cuerpo se va soltando con más libertad.
Ya no tiene miedo de caer ni de levantarse en el aire, ni se encoge tanto cada que Komori lanza su puño directo a golpear, dejando centímetros de separación al final de su rostro.
En su cuarto intento y también en su cuarto levantada del suelo, Atsumu ya tiene una mejilla hinchada, además del labio roto, pero sigue en pie.
Tambaleante y agotado, pero continúa.
Y parece que a este punto Komori lo toma más en serio. Atrapando esta vez su puño en el aire, Atsumu no espera a que vuelva a levantarlo una quinta vez. Es ahora o nunca, se repite, antes de tirar del brazo que lo sujeta hacia él, obligándolo a que vaya en su dirección todo para propinarle un golpe con la rodilla de forma inesperada.
Así, obtiene su primer golpe hacia él.
Cuando se da cuenta de lo que ha hecho, está tan sorprendido como Komori, y como el resto de los hombres quienes hacen un sonido de asombro grupal.
¡Le acaba de dar en todo el rostro un rodillazo!
Pero su celebración no dura lo que quisiera cuando Komori se le va encima y lo toma de la cintura, con la clara intención de levantarlo en el aire y esta vez sí tumbarlo.
No sabe cómo, pero su cuerpo parece reconocer o anticipar lo que Komori pretende, haciendo que se aproveche de eso como si el movimiento que está a punto de hacer lo tuviese más que dominado.
Así que, una vez que lo levanta en el aire, Atsumu simplemente se aferra a su brazo como un oso, rompiendo su estabilidad y haciendo que ambos caigan pero sin soltarse. Ante el aturdimiento y el asombro colectivo, Atsumu impulsa sus piernas hacia adelante, pasándolas por encima del cuerpo del hombre, justo donde puede hacer presión sobre su cuello y torso como si buscara asfixiarlo.
Manteniéndolo inmóvil por unos segundos logra estirar su brazo, ese que anteriormente lo había destinado para sujetarlo y levantarlo en el aire, para torcerlo hacia atrás.
La bulla enaltece pero Atsumu solo está concentrado en no soltar al hombre debajo de él como una fiera.
Komori, sin embargo, solo necesita impulsar sus piernas hacia arriba y hacia adelante —una clara muestra de lo bien entrenado y conocido que tiene su cuerpo— pegando un salto aún estando de espaldas y en el suelo, para quitárselo de encima, tomarlo del brazo e impulsar todo su cuerpo en una voltereta invertida que finaliza con Atsumu de espaldas en el suelo.
De acuerdo, creo que ya ha llegado a su límite por esta vez.
—Ya, ya, piedad. Ya entendí que...eres todo un campeón ... —dice con mucho esfuerzo, tomándose el estómago luego de la sacudida que ha resentido en todos lados. Así, el encuentro termina, y aunque le gustaría decir que Komori es un hijo de puta que se ha excedido con él, aliviado acepta la mano que éste le ofrece para ayudarlo a ponerse de pie—. Dios, ¿así tratas a tus novias? —Komori no responde pero esa debe ser la primera mueca, que se asoma más parecida a una sonrisa, que le dedica desde la primera vez que lo conoció, aunque Atsumu tampoco puede decir que le fascine verla. De hecho, es espeluznantemente cómica toda esa situación pero ya luego va a quejarse una vez que se le pase el dolor.
—¿Estás bien? —cuando llega cerca de Sakusa, le impresiona que su primera pregunta sea esa, viendo algo de preocupación en su mirada.
No luce enfadado pero tampoco se lo imagina como el tipo de persona que consuela a otra por un par de golpecitos. No lo hace pero hay cierto cuidado en sus palabras así como en la manera en la que lleva su mano cerca de su labio para tocarlo con suavidad.
Pero Atsumu, aunque le gusta ese tipo de atención, está lejos de sentirse humillado o con la sensación de que ha perdido aunque así ha sido.
—¿Viste esa última vuelta que di? ¿Me viste? ¿Fue increíble, no? —en su lugar, una sonrisa se asoma a través de todo su rostro sucio y maltratado, sorprendido no solo a él sino a Komori y a un par de hombres más por lo bien que está tomando su derrota.
La mirada de Kiyoomi, luego de eso, incluso se suaviza.
Atsumu tiene ahora la mejilla hinchada y el labio partido, sí, pero hay tanto resplandor en su sonrisa que pareciera un vencedor a pesar de todo. No se siente empequeñecido para nada, al contrario, todavía siente cosquillas en todo el cuerpo por ese último movimiento que dio en el aire, casi como si soltara chispas.
Cuando se lo cuente a Shoyo y a Semi, se van a cagar.
—Me permito recordarte que perdiste, niño —ni siquiera el comentario irónico de Komori, pasando a su lado, le importa pues Atsumu está demasiado concentrado en la reacción de Sakusa que en su humilde veneno.
—¿Me viste? —insiste.
—Sí, lo hiciste bien —finalmente le responde, acariciándole la mejilla esta vez. Y Atsumu, lejos de apartarlo, solo baja un poco la cabeza como si fuera un gatito recibiendo ese gesto con gusto, sintiendo la caricia un poco más íntima en ese sentido.
No puede decir que le haya complacido perder tampoco, pero el resto del día Atsumu no para de sonreír y repetir lo increíble que debió verse en el aire y cómo fue capaz de lograr darle un golpe a Komori a pesar que él le dejó un labio partido y una mejilla roja e hinchada.
—...y entonces floté sobre él y le volé su cabeza con un rayo láser. Auch.
Kanoka, su nueva amiga, quien también es uno de los médicos dentro de la organización de las comadrejas, ríe en consecuencia al quejido del rubio, continuando con su labor mientras le coloca un algodón húmedo en el labio y su relato sigue llenando la habitación.
Atsumu no se considera un chico sociable ni tampoco considera que posee la capacidad de hacer muchos amigos pero parece que posee ese tipo de magia que hace que a todos les caiga bien.
Bueno, todos excepto Komori, realmente.
Ah, y también está el doctor ese que lo toqueteó la primera vez. Atsumu le pidió disculpas a los pocos días por su comportamiento pero desde ese día quedó más que resentido con él por la forma en la que lo miraba. Sí, bueno, quizá no a todos les agradaba que estuviera ahí metido pero el tampoco se lo buscó.
¡Y tampoco es como que pueda ser del gusto universal del mundo!
Futakuchi aceptó sus disculpas a pesar de todo pero prefirió colocar a Kanoka Amanai en su lugar para futuras revisiones o curaciones; claro, con la aprobación de Sakusa. Atsumu también lo agradeció profundamente aunque ahora que lo piensa quizá le hizo falta agradecer un poco más a Sakusa Kiyoomi por ello.
Él había ordenado el cambio ¿no es así?
—Parece que te divertiste hoy —dice la chica, remojando un poco más la bolita de algodón en un tipo de solución café. Además de ellos, también están presentes Komori, Futakuchi y Sakusa, por supuesto, pero parece que Atsumu ha aprendido a dejar de sentirse nervioso por sentir demasiados pares de ojos sobre él.
Como sea, tampoco es que pueda mover el rostro demasiado ahora que Kanoka está atendiendo sus heridas de bebé, como Komori suele llamarlas. Atsumu tiene los ojos cerrados sintiendo la curación más como una visita a un spa, además de que el tono de voz de Kanoka es el adecuado para tranquilizarlo y mandarle señales receptivas a todo su cuerpo de un tipo de relajación inusual. En algún lugar leyó que se eso se llamaba ASMR.
Tiene que recomendárselo a los chicos al volver a La Faire, especialmente a Semi, que últimamente anda muy gruñón.
—Logré darle un golpe a Komori, ¿crees que no es suficiente motivo para no celebrar con una nieve de limón, Kanoka-chan?
—Alardeas mucho para ser alguien que perdió un encuentro —oyen ambos a Komori, de brazos cruzados y con esa cara de mal humor que siempre tiene. Entre Futakuchi y él, Atsumu cree que ambos compiten diariamente por ver quien es el más insoportable de la organización.
Sakusa, por otro lado, solo se mantiene con los ojos cerrados y de brazos cruzados, sentado sobre un sofá, claramente acostumbrado a este tipo de riñas sin sentido desde que Atsumu está con ellos.
—¿Se ve mal? —pregunta Atsumu dirigiéndose a la chica, quien ahora se concentra en inspeccionar su mejilla luego de haber finalizado con su labio.
Atsumu sabe que Komori tiene razón y solo está exagerando con el tema de sus heridas, pero tampoco es que pudiera detener a Sakusa ante su necesidad de llevarlo al consultorio de la chica por algo que fácilmente podría curarse solo.
Pero si lo sigue mimando así, ¿Cómo espera que se comporte?
—No te preocupes. Solo está hinchado pero no es nada grave. Te daré unos analgésicos para que vaya desinflamando y algo para el dolor solo en caso de que no lo toleres.
—¿Y mi paletita? —la chica ríe a sus espaldas, sacando las pastillas que le prometió de unas gavetas blancas, alargando la mano hasta el último cajón para sacar, justamente, una piruleta de sabor fresa del paquete que tiene escondido ahí para su consumo personal pues evidentemente en ese sitio no hay niños. O, al menos, no habían hasta que Atsumu llegó, volviéndose el primero.
—Compórtate —habla de nuevo Komori pero Atsumu solo le saca la lengua. A su lado Futakuchi solo rueda los ojos pero se mantiene callado, claramente porque parece más listo y prefiere guardar sus energías para otro tipo de cosas.
Luego de que Futakuchi, tras su percance, lo canalizara hacia Kanoka, no pasó mucho tiempo para que ambos congeniaran. Y con congeniar se refiere a Atsumu hablando mucho y ella riéndose, tratándolo de una forma sumamente dulce y maternal. Le recuerda un poco a Alisa.
Atsumu recuerda su primera revisión con ella hace unas semanas atrás.
La sensación de temor se quedaba corta cuando tuvo que retirarse la camisa delante de ella. Sí, era una chica, y se veía más amable que el amargado de Futakuchi, además de que se le notaba que tenía más vocación que él, sin embargo Atsumu seguía sintiendo demasiada oposición a que lo tocaran en contra de su voluntad por muy delicada que la chica fuese con él.
Kanoka, a pesar de todo, fue muy paciente en ese sentido, y siempre pidió su permiso para tocarlo en cada parte que fuera necesaria tocar para revisarlo.
Era, en pocas palabras, un verdadero ángel.
Además de que si Sakusa Kiyoomi aprobaba que se comportara como un niño, por muy asqueado que se sintiera su segundo al mando y su ejecutivo médico en presencia de él, era porque en serio Atsumu se consideraba un chico con suerte.
—¿Hay alguna posibilidad de que fuera peleador experimentado en el pasado? Ya saben, por mis super movimientos de Jackie Chan y todo eso —haciendo una demostración bastante lamentable del artista marcial, la única que se ríe con él es Kanoka pero tampoco le importa, ya está comenzando a disfrutar de sus propios ataques cómicos que vienen de la nada—. ¡Quizá hasta era un super guardaespaldas! —dice, refiriéndose al último movimiento que tomó por sorpresa a Komori en el duelo antes de que le sacara todo el aire.
—De hambre te morías seguramente —esta vez Futakuchi no se contiene más, haciendo una mueca desagradable mientras le dice eso.
El resto del chequeo es demasiado ruidoso y dinámico como para que Atsumu sea considerado un paciente adecuado a su edad, quedando muy demostrado que hasta Komori y Futakuchi tienen un límite para comportarse también, acompañando al rubio en una discusión demasiado infantil hasta por los pasillos antes de que Atsumu deba subirse a la camioneta que lo llevará de regreso al bar por ese día.
A Futakuchi lo despiden en la zona de embarque mientras Atsumu es acompañado con la misma procesión de siempre hasta abordar el vehículo y comenzar el viaje.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por cambiar a Futakuchi por la doctora —Sí, bueno, ese agradecimiento quizá llegó demasiado tardío ¡Pero es que él es lento! ¡¿De acuerdo?! No entiende por qué no se lo había dicho antes a Sakusa, pues casi pasa todo el día pegado a él y eso que momentos de sobra han tenido. Y no odia a Futakuchi ni mucho menos pero realmente agradece el hecho de que haya pasado a manos de la dulce Kanoka en lugar de él—. Yo...me siento más seguro y a gusto con una mujer —dándose cuenta de su mal empleado juego de palabras, inmediatamente se sonroja, corrigiendo—. ¡Me-...Me refiero a que sea una chica la que me toque! —Ah, genial, ahora acaba de decir algo peor. ¿Por qué su vida es una constante tragedia cada vez que abre la boca? —. ¡Que me toque en un examen médico!
¿Por qué tiene que darle tantas explicaciones? ¿Y por qué, lejos de estarse muriendo de la vergüenza ahora, siente que tiene que aclarar implícitamente que su gusto hacia las mujeres es nulo en ese sentido?
—¿Te preocupa que piense otra cosa? —se siente atrapado de pronto ante la pregunta del hombre, y la sensación claustrofóbica de no tener salida por venir con él en la parte trasera de la camioneta, hace que no solo le palpite el corazón de forma apresurada sino que se sienta extraño y conteste con un tono atontado.
—¿A ti no?
No puede ser.
¿E-Están coqueteando ahí mismo?
Atsumu siente las mejillas calientes pero su expresión está sumamente deseosa por una respuesta por parte de él.
¿Qué le pasa? Él no se comporta de ese modo con nadie. ¿Por qué con Sakusa sí? Puede que todo este tiempo que llevan conviviendo esté influyendo en cómo se siente cuando está a su lado pero ni siquiera sabe lo suficiente de él como para decir que lo conoce. ¡Y tampoco es lo suficiente como para sentir que le interesa en una escala mayor a cuando inició todo eso!
Es un matón, se dice.
Es un mafioso, se repite.
Pero se siente tan cómodo a su lado a pesar de que es prácticamente un extraño para él que-...
—Ay dios, no coqueten cuando estamos con la camioneta en movimiento o voy a abrir la puerta y los voy a lanzar del periférico. Primer aviso.
Sakusa no dice nada luego de la "comiquísima" intervención de Komori y él tampoco.
De hecho, Atsumu no vuelve a decir ni una palabra durante el resto del trayecto.
Por Jesús y sus apóstoles...¡¿Acaba de tirarle el anzuelo a Sakusa?! ¡¿Ahí?! ¡¿Delante de Komori y su chofer?!
Menos mal llegan demasiado rápido a La Faire, lo suficiente como para que Atsumu descienda de la camioneta sin despedirse, corriendo como una chiquilla hacia el interior, pensando que su vida no podría ser más una comedia trágica propiciada por sí mismo.
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I
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Si algo odiaba de esas reuniones, es que él no era llevado a ninguna de ellas.
No porque no pudiera y no tuviera el derecho de hacerlo, sino porque su padre, el líder de Gu en ese momento, dependía más de su hermano mayor que de él.
A pesar de que el fundador de esas noches de reunión había sido su abuelo, y que su sangre corría por sus venas, Osamu, por alguna extraña e inexplicable razón, nunca era la primera opción de su padre para acudir a su lado cada vez que se convocaba una de estas.
La sensación que siente ahora, al recorrer los pasillos dentro de un mundo al que siempre perteneció, sin embargo, no se siente antinatural a pesar de que es su primera vez ahí.
Mientras camina, todos inclinan la cabeza en reconocimiento, enalteciendo su presencia pero, sobre todo, en claro signo de que saben quién es a pesar de que es la primera vez que pisa ese lugar y que está portando una máscara, como todos.
Con cada noche de reunión era común ver a los líderes de cada familia ser acompañados de su segundo al mando pero también, en algunas ocasiones, de sus miembros más representativos e importantes en la escala de poder.
Todos portando las máscaras del animal que representa a cada familia, una vez que Osamu ocupa su sitio detrás de la silla de su padre, quedándose de pie, hace una divertida analogía mental pensando que todo eso parece más un circo de tipos raros que una noche intrigosa en la que se pretenden discutir temas importantes.
Después de todo esa es la primera noche de reunión que se tiene luego de dos bajas importantes en el mundo de la mafia.
A Osamu el fallecimiento de su hermano, sin embargo, no le provoca nada más que un profundo alivio de saber que ahora que no está él, finalmente puede involucrarse más en ese tipo de asuntos.
Pasando casi toda una vida bajo su sombra, llegó un punto de inflexión en el que estaba harto de ser únicamente conocido como "El Segundo joven amo" en lugar del "Primero".
El segundo hijo de su padre.
El segundo hijo de su madre.
El segundo en nacer.
El segundo en cada cosa en la que Osamu se esforzaba al máximo por sobresalir pero dónde siempre perdía delante de él.
Que su padre ni siquiera lo considerara como alguien capaz para involucrarlo en ese tipo de temas, le volvió loco y provocó que el resentimiento hacia su hermano mayor emergiera de manera inconsciente y gradual.
Ahora que no está, finalmente puede sentir las miradas sobre él una vez que ocupa el sitio que le pertenecía a su hermano aunque, si se pone un poco más intuitivo, la nueva estructura de Gu parece que causa una profunda conmoción una vez que su padre vuelve a tomar el sitio de Don de la familia mientras él, su segundo hijo, toma la posición de su consejero cuando hace apenas unas semanas, quien ocupaba la silla de líder, era su hijo mayor.
No puede decir que no le agrada ver la duda colectiva por parte de todos ahí cuando lo ven entrar pero tampoco se siente con el remordimiento de saber que su hermano mayor está muerto y él está ahí, ocupando el sitio que siempre peleó en mismas condiciones.
Como sea, Osamu tampoco no está ahí para agradarle a nadie ni tampoco para incurrir en ser imprudente y caer bajo las provocaciones de quien quiera que quiera preguntar algo, incluso si ese alguien es el actual líder de Seijoh, quien es solo unos cuantos años mayor que él, convirtiéndose así en la segunda persona más joven en poseer el título de líder de una organización: Oikawa Tooru.
—Así que el pequeño Segundo Amo de Gu finalmente nos acompaña a una noche de reunión. Esto hay que celebrarlo con un pastel y algo de música —ocurrente y despectivo, Osamu se mantiene callado aunque mordiéndose los labios, oyendo cómo se refiere a él.
Además de su hermano, a quien no le toleraba su forma tan excéntrica de ser, a Oikawa Tooru lo consideraba el peor tipo de plaga y desgracia que le pudo haber sucedido al mundo de la mafia.
Su consejero y segundo al mando, quien es solo un año mayor que él, es todo lo opuesto a su líder por lo que siempre ha sido un misterio, no solo para Osamu, entender cómo es que Iwaizumi Hajime puede soportar a una persona desviada como lo es Oikawa Tooru.
El tipo es un engreído de lo peor, siempre queriendo protagonizar los encabezados de los periódicos, casi como lo hacía el antiguo joven amo de Gu.
Sin embargo, aunque no es un genio posee las habilidades de un veterano. Es un director de orquesta, si se pone un poco filosófico, pues aprovecha cada una de las habilidades individuales de sus miembros a su favor. No hay nadie quien le haga sombra en lo que respecta a cómo dirigir su organización a pesar de ser, de los presentes en esa mesa, uno de los líderes más jóvenes.
Y con líderes jóvenes Osamu finalmente desvía su mirada a Sakusa Kiyoomi.
La revelación del año.
La razón por la que estén todos tan ansiosos.
Y es que desde que todos entraron a tomar sus asientos, la mayoría no ha dejado de inspeccionar el semblante del chico que ahora ha heredado, por completo, el cargo de líder de Itachiyama de manera sorpresiva.
A Osamu tampoco le sorprende la mirada insidiosa que su padre le da al igual que la de Washijo, líder de Shiratorizawa, pues a pesar de que Sakusa Kiyoomi es, a sus ojos, un muchacho inexperto, ahora se figura como el líder de la organización con mayor número de miembros en su espalda. Y, por consiguiente, la que tiene más recursos, dinero y poder.
Lo que son el trío de ancianos, —Washijou de las águilas, su padre, de los zorros, e Ikkei Ukai, de los cuervos—, a los que Tooru se divierte refiriéndose a ellos como "La comunidad del anillo", algo demasiado geek para que él lo entienda honestamente, apenas se han acercado a Sakusa salvo para algo más que no sea demostrarle su aceptación con un cabeceo forzado. Tooru, por otro lado, quien fuera el segundo líder más joven ahí, es otro tema.
Parlanchín y cizañoso como solo es él, se mantuvo cerca de Kiyoomi minutos antes de que la sesión diera comienzo. Osamu no se imagina de qué cosas pudieron haber hablado dado que Sakusa es bien conocido por ser una estatua, pero decir que no le intriga sería mentir.
Él, a diferencia de su hermano, poseía más aceptación al tipo de vida que les tocó vivir no solo porque, de los dos, Osamu era del tipo de persona que pensaba y analizaba las cosas antes de actuar.
Dentro de la mafia, después de todo, no todo se basa en ser un bruto bárbaro y primitivo, yendo y viniendo intimidando a las personas en peleas callejeras. Este reconocimiento se basaba en competencias además de que tener poder no era la única cosa que las personas, que ahora tiene a su alrededor, anhelaban.
Lujo, dinero, negocios y respeto.
Porque era de eso de lo que se alimentaba y trataba la mafia a fin de cuentas. Ser una copia a papel carbón del sistema que rige al resto de la sociedad. Antes, la ostentación, la visibilidad y la vida social les parecían un error estratégico pero ahora, parece ser que mientras más fastidies a tu enemigo, mayor será el logro.
Ese tipo de degeneración en la mafia fue la que los llevó a este punto.
Al punto de orillar a su padre a ser él quien convocara esa reunión.
—Perdón pero ¿escuché bien? —medio riéndose y medio incrédulo, Tooru acentúa su expresión irónica tras oír al actual líder de Gu hace unos momentos.
—Dije que hay que considerar la asignación de un nuevo líder de todas las familias.
—Sí, sí, eso lo entendí claramente, pero el padre de Omi-chan ya era el Gran Líder, y acaba de morir. Mi más sentido pésame por eso, por cierto—interrumpiéndose a sí mismo para ofrecer sus muy sarcásticas condolencias, Tooru vuelve a mirar al líder de Gu, burlón—. En teoría, ese título se le cede a su herencia.
—Pues no estoy de acuerdo —declina su padre, cruzándose de brazos como un obstinado.
Si bien era cierto que el mundo de la mafia era gobernado por esas cinco familias principalmente, existían otras mucho más pequeñas que se encontraban bajo sus dominios.
Sin embargo, hace años, la familia Itachiyama se figuró como la más poderosa e influyente, por lo que se determinó, en una asamblea de acuerdo entre los líderes, que se escogiera a uno de los cinco para que portara el título de "Gran Líder", posicionando y proveyendo a las demás familias en caso de una terrible exposición y caída.
El padre de Sakusa Kiyoomi era a quien se referían bajo ese nombre. Sin embargo, durante sus últimos años, su temperamento era demasiado impredecible como para sostener su propia organización siendo más reconocido por sus múltiples aventuras rayando en el punto de la obscenidad y la depravación.
Nadie iba a extrañarlo realmente, mucho menos su propio hijo quien parecía guardarle un profundo rencor, pero que ahora el interino líder de Gu esté sugiriendo que el título no ceda a Sakusa Kiyoomi, deja en evidencia su oposición y sus intenciones.
—Mi voto es también a favor de la sugerencia del líder de Gu —incrédulo, Oikawa Tooru voltea a mirar al viejo de Shiratorizawa, tan irascible como siempre—. No hay duda de que Sakusa Kiyoomi haría un buen trabajo liderándonos pero sigue siendo muy joven para ese cargo. Sugiero que el título de "Gran Líder" sea destinado para uno de nosotros tres —dice, puntual y descarado, señalando tanto al líder de Gu como al de Karasuno, quien este último simplemente cierra los ojos negando levemente.
Tal y como Osamu espera, la reacción de Oikawa es exactamente la esperada aunque esta vez sí que añade una carcajada exagerada antes de pasar de la risa a la seriedad en un segundo.
—Entonces, ¿creen que por ser unas viejas momias van a hacer un mejor trabajo que nosotros por ser jóvenes?
—Tooru —a su espalda, el único hombre al que se le permitiría que lo toque, le coloca una mano en el hombro. Oikawa reacciona ante el llamado de Iwaizumi pero solo para mirarlo con una sonrisa sarcástica antes de sacudir su mano de encima de él y continuar.
—Respondiendo de ese modo solo deja en evidencia lo arrogante y caprichoso que eres para liderar una organización, jovencito —habla esta vez el líder de Gu, y Osamu, así como Rintaro y Kita, quienes son los otros dos hombres a los que ha llevado a la reunión como sus escoltas, reaccionan instintivamente llevando sus manos en busca de sus armas cuando Oikawa se pone de pie de forma inesperada y agresiva, dando un golpe en la mesa con ambas manos—. Como dije, caprichoso.
Del mismo modo que reaccionan los hombres de Gu ante la amenaza hacia su líder, también lo hace Iwaizumi, junto Kentaro Kyotani, el chico con ojos de diablo y cabello rubio que hay a un lado de Tooru, preparado para proteger a Oikawa en caso de que sea necesario.
—¿Caprichoso? No se equivoque, señor. Yo no soy quien no acepta que un mocoso al que le dobla la edad le tenga que ordenar que se calle. Y va para ambos —percibiendo la provocación, tanto el rostro inalterable del padre de Osamu, como el de Washijou, se deforma, siendo arrastrados al juego de Tooru—. ¿O qué opina usted, Ukkai? ¿No cree que el líder de Gu se oye muy desesperado en no reconocer a Omi-chan como el "Gran líder" ahora que su padre murió? —buscando involucrar a Osamu, Oikawa atrapa sus ojos antes de decir:—. Qué raro, ¿no crees? Fue tu padre quien le cedió el puesto de líder a tu hermano en primer lugar y ahora, unos meses después, mágicamente está muerto. Espero que su plan no sea colocarte ahora a ti por encima de todos nosotros solo para que "peligres", después de todo, eres la única familia que le queda ¿no?
Atado de manos pero con unas fuertes ganas de responderle al muchacho, el padre de Osamu pasa por todos los colores en el rostro intentando calmarse.
Para su fortuna, quien habla esta vez es Washijou, vociferando para todos.
—¡Ya basta de ser insolente! ¿Qué quieres provocar, muchacho? ¿Una guerra entre nosotros?
—¿Yo? ¿Provocar una guerra? Por favor, no puedo ser el único al que la noticia de la muerte de dos líderes en el mismo mes no le cause intriga —dirigiendo su mirada a Kiyoomi, quien se ha mantenido callado y al margen al igual que Ukkai, Tooru lo mira, audaz—. La guerra ya la provocó alguien con mucha anticipación, señores. Así que les sugiero que cierren la boca y preparen a sus hombres antes de que la catástrofe nos caiga encima.
Antes de que alguien más pueda intervenir, Ukkai se levanta de su asiento, da una mirada general a todos los presentes, para finalizar en Sakusa Kiyoomi quien lo mira imparcial.
—Mi voto es para el chico —dice finalmente, sacando un dulce de su saco, desenvolviendo y pasándole el envoltorio a Sugawara Koshi, quien lo acompaña esta vez—. Tantán, asunto arreglado. Un hurra y muchos aplausos. La reunión ha terminado.
Conteniéndose de la risa, Tendou Satori, quien acompaña a Washijou, solo se muerde un poco los labios antes de imaginarse la ira de su líder una vez que vuelvan a Miyagi ante el marcador desalentador para ellos, pero favorable para Oikawa Tooru y Sakusa Kiyoomi.
.
II
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—¿Qué dices de mi postura? ¿No crees que pudiera haber sido un policía?
A los pocos días, Atsumu está de nuevo actuando como siempre.
Y con como siempre Futakuchi se refiere a que está siendo bastante molesto tener que cuidarlo como si fuera su niñera.
A él no le pagan lo suficiente para vigilar a ese tipo pero una vez que Sakusa ordena no hay nada que se pueda hacer. Y no es como que Sakusa los mantenga a todos ahí bajo una horrible dictadura pues, de hecho, casi siempre pueden hacer lo que quieran siempre y cuando se rijan bajo algunas reglas y no hagan alguna estupidez.
En ese aspecto, Sakusa Kiyoomi es sumamente más flexible a su padre.
Futakuchi trabajaba para el padre de Kiyoomi antes que para él pero siempre tenía presente que a la persona a la que le debían la vida Aone y él, era a Kiyoomi, no a su padre.
Luego de que Date fuera destruida en una sola noche por Nohebi, no había muchas opciones para los pocos miembros que quedaron con vida. Siendo Date una familia con apenas unos veinte miembros, para Nohebi, quienes los superaban en número, fue cosa de horas atacarlos y hacerse de sus posesiones.
Nohebi siempre se había caracterizado por intimidar a las demás pequeñas familias, sobresaliendo de entre ellas pero nunca logrando estar por encima de las cinco más importantes y quienes también los gobernaban.
No se tenía que ser muy listo para adivinar por qué ahora Nohebi se había arrimado bajo la sombra de la familia Gu con el único propósito de colgarse de ellos para que, en algún punto, ellos también pudieran posicionarse como una familia poderosa. Pero mientras eso sucedía, Date había caído por su mano, hace un par de años ya, al llevarlos a la extinción.
Futakuchi no es una persona creyente en cosas así como milagros, pero si pudiera comparar algún evento de su vida con uno, sería el hecho de que él y Aone lograran salir con vida esa noche gracias a la inesperada intervención del dúo que conformaban el hijo del líder de Itachiyama y el excéntrico primer hijo de la Donna de Gu.
No pasó mucho tiempo para que él y Aone pasaran a formar parte de alguna de esas dos familias, aunque decir que no se sorprendió por el cómo se tomó la situación el padre de Kiyoomi al escuchar a su hijo pedirle que por favor los dejara quedarse, sería mentir.
La imagen que tenía de Sakusa Kiyoomi era la que la mayoría tenía sobre él.
El chico, desde su adolescencia, no era para nada platicador, y no es que eso tuviera que ser un impedimento para relacionarse en la mafia pero ya que era el hijo de un líder se tenían muchas expectativas de él.
No se parecía en nada al depravado de su padre aunque sí que poseía su misma mirada de miedo. Futakuchi se lo topó un par de veces durante las noches de reuniones — en las que Date todavía figuraba dentro de la mafia antes de que cayera a manos de Nohebi —, y en serio que el chico tenía esa aura de querer sacarte los ojos si te le acercabas.
Por lo que siendo sumamente intratable e inflexible, verlo bajar la cabeza, años después, delante de su padre, además de verlo ser influenciado por el hijo mayor del líder de Gu —porque era obvio que el de la idea de ayudar a Date había sido de él—, era algo imposible de creer.
Kiyoomi recibió un castigo bastante severo por saltarse las reglas y por acudir en ayuda de una familia pequeña e insignificante, según palabras de su padre, pero a pesar de eso, hasta el día de hoy, nunca ha habido un mal trato del ahora líder de Itachiyama hacia él o a Aone.
Al contrario, a raíz de la muerte de su padre, las cosas en Itachiyama han mejorado.
Desde la manera en que Sakusa atiende correctamente cada asunto dejado inconcluso por su padre, así como los negocios que dejó hechos un desastre, incluido el de armas, no hay día en el que Kiyoomi no se dé una vuelta por cada rincón de esa casa demostrando así su interés y que está comprometido con mejorar esa organización.
Incluso los sacó a todos de la anterior casa de su padre y se hizo de esta nueva y masiva propiedad de la que pocos conocen su ubicación aún.
Al padre le encantaba organizar fiestas, volviéndose más una burla para la mafia que una figura de autoridad y respeto por el título de Gran Líder.
Futakuchi no lo extraña ni un poco. El viejo era un cerdo asqueroso que alguna vez intentó propasarse con él, hecho que afortunadamente nunca logró pero sabía que no todos corrían la misma suerte cada que entraban a su habitación. Menos mal Kiyoomi los había sacado a todos de ahí y los había llevado a vivir a un nuevo sitio lejos del recuerdo de su depravado padre.
—¿Y no hacen fiestas aquí? ¿Qué hacen con tanta casa? ¿No se divierten o algo así?
Sin embargo, Futakuchi ahora no sabe qué tipo de castigo divino está recibiendo teniendo qué lidiar con ese sujeto.
No habían pasado ni las veinticuatro horas desde que Kiyoomi y Komori tuvieron que viajar hasta Hyogo y ya va por trigésima taza de café. Luego de que convocaran una noche de reunión bajo el asunto de urgente, por nada más y nada menos que el padre del fallecido joven amo de la Familia Gu, Futakuchi asumió que por esos dos días no tendría que ver ese rubio irritable hasta el regreso de Kiyoomi.
Pero como si la vida se empeñara en poner a prueba su paciencia, tenía al chico frente a él, sentado en la barra de una de las tres cocinas que hay en esa casa, con una trenza a un costado de su rostro y otra piruleta cortesía de Kanoka.
¿Qué es?
¿Un niño de seis años?
¿Por qué no simplemente Kiyoomi lo dejaba en el bar hasta su regreso?
—¿Te parece que somos un club de entretenimiento o qué? —contestando un par de segundos después, Atsumu deja de platicar avidamente con las cocineras y con Kanoka, quien también lo acompaña, para prestarle atención a él.
—Ya veo por qué eres un amargado. Se nota que no sabes divertirte —antes de que Futakuchi le responda con una grosería, Aone, quien también está ahí perdiendo el tiempo, responde solemnemente.
—El líder de Seijoh sí hace fiestas —dice el albino, en el mismo tono que usa para todo.
Atsumu, atento al cambio de tema y a lo dispuestos que están todos —a excepción de Futakuchi, obvio— de hablar con él, se acomoda mejor en el banquito antes de abrir la boca.
—¿El líder de Seijoh? ¿Cómo es él?
—Es mayor que Sakusa —contesta Kanoka, tomando un pastelito de la bandeja que han dispuesto algunas chicas para ellos y para cualquiera que pase por la cocina en busca de algún aperitivo—. Pero no tan viejo como los demás líderes. De hecho, es bastante joven.
—Y un dolor de culo. Como tú. Seguramente serían mejores amigos si se conocieran —apunta Futakuchi, en tono enfadado, alcanzado una manzana mientras seala a Atsumu con un dedo.
—El líder de Seijoh es alguien extrovertido. No sigue mucho las reglas pero es sumamente intuitivo. Para la edad que tiene, ha desempeñado su papel de líder bastante bien. Era el segundo líder más joven luego del joven amo de la Familia Gu —apunta la chica, sacudiéndose las migajas de su bata.
—Bueno, sigue siendo el segundo, ahora Kiyoomi también ha pasado a figurar en las estadísticas de ser uno de los más jóvenes en liderar una familia mafiosa —aclara el castaño, haciendo una pausa antes de continuar—. Oikawa Tooru hace fiestas sin sentido ni motivo a lo grande aunque, al menos, son un poco más decentes a las orgías que se montaba el padre de Kiyoomi —asqueado, Atsumu hace una mueca, sintiendo un poco de escalofríos por la imagen mental del hombre lo que lo lleva a pensar...¿por qué Sakusa Kiyoomi no es como él? ¿O acaso sí lo es pero es un poco más prudente?
Dios, ¿Qué está pensando?
El tipo es más insensible que una roca. Su expresión, casi siempre, es inalterable. Y hace tan pocas cosas como para que Atsumu considere un delito que solo se sonroje mientras lo mira cuando está callado.
Es un poco...espeluznante si lo ve desde esa perspectiva.
Como sea, hace casi un día que no lo ve y aunque no va a decir que lo extraña, se siente un poco raro no tener su mirada cerca de él.
Según lo que le cuentan —y por lo que él también ha podido estudiar y aprender— han tenido que ir a Hyogo, lugar donde se establecen los Gu, para asistir a una reunión convocada por el padre. Tanto para Atsumu como para los demás es de índole desconocida el motivo para que se realice una noche reunión tan aprisa. Normalmente se hace un llamado a los líderes con anticipación, lo que deja pensando a Atsumu toda la tarde.
No se sabe si Sakusa Kiyoomi regresará hoy mismo y, ciertamente, él bien ya podría pedir que lo lleven de regreso a La Faire si lo quisiera pero solo se queda ahí por un rato más, jugando con los gatos que hay en la mansión.
Al principio no supo cómo reaccionar al pensar que Sakusa Kiyoomi era un amante de los animales y más de gatos, pero pronto se sentía emocionado de regresar cada día a la mañana siguiente para jugar con ellos.
Si él era alérgico a los gatos, era un misterio, pero en caso de que lo fuera ahí estaban Kanoka, Aone y Futakuchi para atenderlo. Afortunadamente no resultó serlo y Atsumu se encariñó rápidamente con cada uno de los animalitos en cuanto supo que estaban ahí.
Sakusa Kiyoomi no se veía como una persona amante de los animales y mucho menos de gatos por lo que Atsumu se sorprendió la primera vez que uno de manchitas cafés se le montó sobre su regazo mientras desayunaban en el jardín.
Acariciando, ahora, al que tiene manchitas, se queda un rato en el jardín y en silencio pensando que sabe tan poco aún de la mafia y de sus miembros a diferencia de las ganas que sigue teniendo por conocer más, además de que aun le da vueltas a lo que sucedió en su encuentro con Komori hace un par de días.
¿Y si en su antigua vida estaba acostumbrado a meterse en problemas más de lo que creía?
Quiere recuperar los recuerdos perdidos pero también le causa mucha intriga el mundo en el que se encuentra ahora.
Semi constantemente le sigue diciendo que tenga cuidado de involucrarse con Sakusa pero él no sabe que fue el mismo moreno quien le ofreció su ayuda para recuperar su antigua vida, aunque de eso poco hayan avances.
—Cuando lo vea, voy a reclamarle un par de cositas —dice al aire, continuando con sus caricias sobre el lomo del gatito mientras otro le pasa por las piernas y le ronronea, sacándole un par de risas—. ¿Qué pasa? ¿Tu también quieres que te de cariño? —bajando al que tiene sobre las piernas para cargar al otro que es completamente blanco, Atsumu pega un saltito cuando la puerta principal de la casa suena, aturdiéndolo un poco.
¿Acaso regresaron antes de lo previsto?
Atsumu está en el jardín, debajo de un alerón de madera y sobre un piso de duelas tratadas, mismo al que puede salir desde las puertas corredizas del área de una de las salas.
En primera instancia, no está a la vista de todos pero ese tiempo que le toma ponerse de pie con el gatito blanco en brazos es el mismo tiempo que le toma reconocer la voz de Komori, ligeramente alterado, confirmando así sus sospechas de que él y Sakusa han regresado.
—Tú y Oikawa no son mejores amigos pero deberías considerar asociarte a él ahora que todas las miradas están sobre ti.
Atsumu detiene sus pasos antes de anunciarse en la sala, quedándose detrás de un muro y en un punto ciego en el que nadie podría notarlo desde donde ellos están.
¿Acaso es su imaginación o Komori se escucha más alterado de lo que sonó hace unos segundos?
—No me estás prestando atención, ¿cierto?
—Lo hago.
—¡Bueno, al menos asiente con la cabeza o algo!
De acuerdo, Atsumu debe verse muy gracioso ahora sosteniendo al animalito contra su pecho mientras se acomoda mejor detrás del muro como una vieja chismosa...¡Pero es que la curiosidad le puede más!
¿Están hablando del líder de Seijoh?
—Kiyoomi, ya viste cómo se pusieron el líder de Gu y de Shiratorizawa. A estas alturas, te conviene tener alianzas con la única persona que mostró estar de tu lado durante la reunión.
—Oikawa Tooru no está de mi lado, solo se inclina hacia el árbol que le dé mejor sombra. En este caso yo, que tengo el actual título de Gran Líder.
Gran líder.
Atsumu sabe un poco sobre eso gracias a sus noches interminables en las que exprime el cerebro y el cansancio de Semi hasta que el sueño lo domina.
Se trata, básicamente, del título que se le da a la persona que gobierna todas las familias de la mafia.
Si se pone un poco creativo, sería algo así como el Simba de toda la sabana africana, el Jinete de Dragón de Eragon, el Turuk Makto de Avatar o al Aslan de Narnia . Alguien quien unía tropas y a quien todos podían acudir y confiar en tiempos difíciles.
O sea...¿Le están diciendo que Sakusa Kiyoomi, además de poseer ese cuerpo de infarto, de alterarle las palpitaciones, y de ser prácticamente perfecto en todo, es también el Gran Líder que gobierna a todas las demás familias?
¡¿A toda la mafia?!
¡¿Así de poderoso es?!
—Por eso mismo pon atención en lo que te estoy diciendo —trasladando la conversación hacia el estudio de Sakusa, Atsumu los sigue, sigiloso y hambriento de más, con el gatito blanco todavía entre sus brazos—. Tener más gente de tu lado es lo que te conviene ahora.
—Ya tengo de mi lado a Karasuno —manifiesta seguro el azabache deshaciéndose de los primeros botones de su camisa de vestir mientras acude a reclinarse sobre su sofá y dejar caer su cuerpo con cansancio.
Atsumu, desde el pequeño espacio que han dejado abierto en la puerta, solo tiene vista hacia él.
Dios, que sexy se le ve el cabello alborotado y echado para atrás, y con su manzana de adán duramente marcada ahora que ha reclinado la cabeza sobre el respaldo del sofá.
De pronto siente muy apretados sus pantalones.
Sacudiendo la cabeza para dejar de prestar atención a esas cosas, se arrima un poco más a la puerta para seguir oyendo.
—Sí, ¿pero por cuánto tiempo crees que seguirán ayudándote? —en cuanto mencionan a Karasuno, lo primero que se le viene a la mente al rubio es el novio de Shoyo y la limitada información que tiene de ellos.
Por cómo los pintó el chico llamado Kageyama, se les figuraba como una familia con la que fácilmente podría tener una alianza de ser Atsumu alguien de la mafia. Si eran tan buena gente como para aceptar a un externo y ex miembro de los Gu, tenía que ser por algo.
¿Sakusa tenía alianzas con Karasuno? Aunque ahora que recuerda, quien sí las tenía, y esto lo sabe gracias a la información que le dijo Shoyo, era el joven amo de la familia Gu.
Shoyo había dicho que tenía amigos ahí.
Amigos.
Entonces la razón por la que Komori está tan alterado ¿es porque en realidad la alianza con Karasuno, de la que Sakusa habla, inicialmente le pertenecía al antiguo líder de Gu?
Sí, bueno, sí él tuviera que tener alianzas con alguien, lo lógico sería primero ser del gusto de tu acreedor. Llevarse, al menos, medianamente bien entre ellos y tener una relación que se basara en la confianza para poder decir que eran aliados.
Sakusa Kiyoomi se veía como el tipo de persona que no hacía alianzas ni con su abuela, mucho menos con alguien de otra familia. El tipo era un antisocial, por todo el creador.
Demasiado puntual, demasiado serio, demasiado "demasiado".
Atsumu en verdad dudaba que alguien como él tuviera amigos cercanos o reales además de Komori. Sus hombres le eran leales, desde luego, pero todos lo seguían quizá porque tenían una deuda con él. Tampoco es que Atsumu creyera que la gente metida en la mafia jugara a la rueda de la amistad solo porque sí pero alguien como Sakusa, ¿Qué tipo de persona era afín a él? ¿Tiene algún tipo de persona favorita en el mundo? ¿Qué características tenía que tener una persona para ser de su agrado?
Recordando la conversación anterior con Futakuchi y los otros, Oikawa Tooru se le figuraba como el tipo de persona con la que Sakusa no quería relacionarse nunca por lo opuestos que era pero...¿Qué él mismo no era igual de excéntrico? ¿Por qué Sakusa lo tenía ahí con él si era lo opuesto completamente? O acaso...¿tenía verdadero interés en él?
—Hazme caso por una vez en tu vida y por favor considera una alianza con Seijoh —Kiyoomi sólo echa más la cabeza para atrás, con los ojos cerrados casi como si estuviera exhausto mentalmente—. Por muy buen papel que estés haciendo como el sucesor de tu padre, recuerda que esos vejestorios llevan más años que tu derrocando imperios. No quieras imitar sus pasos de la noche a la mañana. Para ellos, eres una amenaza, así que necesitas aliados en caso de que quieran obligarte a ceder tu posición por la fuerza —Komori suspira, más calmado, haciendo una prolongada pausa antes de continuar—. No te pido que confíes en él pero al menos preséntate en su ostentosa fiesta. Ve un rato y luego vuelve a casa. Con que vea tu interés, es más que suficiente por ahora.
A pesar de que Atsumu no entiende un carajo, la situación pinta para la mierda a medida que sigue escuchando a escondidas. Incluso eso último que Komori ha dicho, a cerca de una dichosa fiesta, suena a que no es del agrado de ninguno de los dos a pesar de que están sopesando la opción de ir.
Todo ese ambiente está tan lleno de tensión que no nota cómo aprieta de más al gato contra su cuerpo, provocando su maullido en clara protesta para luego removerse de entre sus brazos y finalmente salir corriendo hacia dentro del estudio.
¡Con una mierda!
—¿Pero qué-...? —si recientemente Komori estaba siendo menos arisco con él, una vez que la puerta se abre dejando pasar al gatito, todo ese avance se va a la basura en cuanto ve a Atsumu de pie con el rostro pálido y asustado, con las manos extendidas hacia el animal que se le acaba de escapar—. Tú...
Dios Santo.
Está enfadado.
¡Y se está aproximando a él a pasos de gigante!
¡No, no, no!
—¡Komori! —oyen ambos pero para Atsumu esa debe ser la primera vez en ver a Sakusa Kiyoomi gritar.
Ya no está más en el sofá y ahora camina hacia ellos con demasiada prisa. Atsumu de pronto se siente terriblemente amenazado por la presencia de los dos pero, por sobretodo, por la presencia de Sakusa.
¿Va a regañarlo por espiar?
¿Va a darle un golpe?
¿Va a gritarle y luego a correrlo a patadas de su casa?
Esperando con verdadero terror su destino, Atsumu solo cierra los ojos con exagerada fuerza pues es tan cobarde como para asumir su error y ver el momento en el que, o le tumban los dientes o le dejan un ojo morado.
Por extraño que parezca, ninguna de esas cosas fatalistas ocurren pero con solo la mirada de Sakusa sobre él nota que hay cierta resistencia de su parte a querer premiarlo por descubrirlo. La sensación que Atsumu siente en el pecho ante el pensamiento de que se ve decepcionado de él por escuchar una conversación ajena, de pronto, es peor a que si hubiera recibido un golpe suyo.
Por alguna razón, se siente fatal. Tiene que disculparse.
—A-Ah yo...Los oí llegar y los seguí hasta aquí por que...
—Creí que ya te habían llevado al bar —dice Sakusa, mirándolo por un momento mucho más corto a todas las veces que lo ha hecho y de un modo que enfría a Atsumu en lugar de emocionarlo—. Les pediré que te lleven ahora— Atsumu siente una punzada en el pecho cuando se da la vuelta de regreso al sofá, sin mirarlo más.
—No me...¿No me vas a acompañar como siempre? —el silencio que viene después de la pregunta, angustia al rubio más de lo que cree, sin embargo no tiene tiempo de disculparse por espiar cuando Komori vuelve a hablar.
—Sal y espera afuera —esta vez Atsumu solo obedece, cabizbajo, no sin antes buscar los ojos de Sakusa como si lo añorara, cosa que no logra a pesar de todo.
Ah, enserio es un pendejo.
¿Por qué siempre está cagándola?
¿Y por qué se siente tan desolado por la reacción de Sakusa con respecto a eso?
Ni siquiera lo miró...¡Ni siquiera lo miró!
¡Pero es su culpa por acostumbrarlo tanto a que lo mire!
Darse cuenta que deseaba que le devolviera la mirada no lo abrumó tanto como sentirse triste esperando ahí afuera del estudio por alrededor de diez minutos más.
—Traidor —dice, enfadado, refiriéndose al pequeño gato blanco que ahora pasa delante de él, el culpable de que haya sucedido todo eso. El animalito levanta la cola en alto, meneándola con gracia en su presencia sin entender lo que le dice pero pronto Atsumu se pone de cuclillas, llamándolo con una voz dulce a pesar de estar molesto—. Oye, ven aquí. Tienes que ayudarme a remediar esto. Hiciste que mi "aún no novio" se molestara conmigo. ¿Qué vas a hacer al respecto para disculparte? —suspirando, en medio de una risa irónica, el semblante de Atsumu se vuelve melancólico y triste de nuevo.
Ah, no puede creer que esté sintiéndose de ese modo solo porque el líder de Itachiyama, es posible, esté molesto con él.
Él no quería espiar realmente.
Y si se quedó hasta tarde en la casa fue solo porque quería verlo y-...
Esperen.
¿Acaba de pensar que...quería verlo? ¿A él? ¡¿A Sakusa Kiyoomi?!
Sin darse cuenta, está sosteniendo sus dos mejillas mientras las apretuja con fuerza, sintiéndolas calientes.
No puede ser.
¡Todavía es demasiado pronto como para caer a sus pies!
No. No. ¡No!
¡No puede dejársela tan fácil!
El tipo en realidad ha hecho tan poco como para decir que el rubio está enamorado de él pero-...
Atsumu no tiene tiempo de seguir lidiando con sus recién creados líos amorosos cuando la puerta del estudio vuelve a abrirse y Sakusa es el primero en salir. De inmediato se pone de pie como un resorte, asustando al gatito blanco yéndose por todo el pasillo a otro sitio. Ya luego se vengará de él pero ahora...
Quiere decir lo siento.
Y quiere que el azabache lo mire como siempre lo hace.
El rostro de Sakusa sigue teniendo la misma expresión de siempre por lo que para Atsumu es difícil darse cuenta si sigue molesto o no con él pero por la forma en la que, finalmente, voltea a mirarlo luego de unos segundos, además de hacer que su corazón lata, de nuevo, a una velocidad para nada normal, hace que su pecho sienta alivio.
El sol ya se ha ocultado por lo que es momento de volver a La Faire pero-...
—Vamos —dice el hombre finalmente, siendo seguido por un disconforme Komori detrás de él pero a Atsumu podría importarle poco la razón de su enfado pues sus ojos solo siguen a Sakusa.
Ese "vamos" significa que va a acompañarlo como siempre.
Y eso provoca que todo el camino hacia la camioneta Atsumu tenga una sonrisa boba, sus ojos vuelvan a brillas y su corazón esté más en calma.
Rumbo al bar nadie dice nada pero el hecho de que Sakusa no lo haya dejado ir solo es suficiente para que a Atsumu no se le borre la sonrisa aunque trata de ser un poco discreto y esconder su alivio mientras intenta concentrarse en lo que ve a través de la ventana.
Aún así, el trayecto tiene una duración de casi media hora por lo que Atsumu decide aprovechar ese tiempo, sin importarle que Komori y el chofer oigan, para disculparse con Kiyoomi.
—Uumm...Lo que pasó hace rato-...
—No estoy molesto —Sakusa no lo deja terminar, interrumpiendo. ¿Pero qué-...? ¿Acaso le lee la mente o qué? Ok, quizá en otro momento Atsumu hubiese tomado esa oportunidad, tras su respuesta, para dejar el tema por la paz pero esta vez no puede ni quiere que el azabache asuma que no le importa lo que hizo.
—No. Sé que hice mal. Yo...no debí espiarte —ocupando el tiempo que le toma al piloto tomar una curva y pasar un pedazo de terracería, solo hasta ese momento Sakusa vuelve a hablar, suspirando un poco.
—Sí, es de mala educación espiar.
—¡Lo-Lo sé! ¡No era mi intención, lo juro! ¡No lo haré más! ¡Lo prometo! —angustiado de que al moreno se le pase la disposición de ser amable y condescendiente con él, Atsumu suelta todo torpemente, viéndose muy tierno y gracioso a la vez. Casi como si escupiera las palabras como si estuvieran ardiendo en su garganta.
Ante la bonita e inocente imagen de la que solo Sakusa es privilegiado para ver, el líder de Itachiyama curvea un poco los labios hacia arriba, dedicándole la, hasta ahora, sonrisa más grande y honesta, que Atsumu ha tenido el placer de ver desde que lo conoce.
Una sonrisa que solo le dedica a él.
Sakusa acaba de sonreír.
Sonreír.
Sakusa. Kiyoomi. El. Dios. Caliente. Rompe. Huesos. Y. Guapo. De. La. Mafia. Le. Acaba. De. Sonreír.
¡A él!
Por si fuera poco, mientras Atsumu no sale de la impresión, a Sakusa le da todo el tiempo del mundo inclinarse un poco hacia él, haciendo crujir el asiento de piel en el que están sentados.
Santísima mierda.
¿Lo va a besar-...?
Pegando un gemido de sorpresa, el gesto termina con su mano sobre su mejilla, aunque esa debe ser la primera vez en la que se inclina tanto a él casi como si quisiera mirarlo con más detenimiento.
Dios.
Esa corta distancia a la que están es un peligro.
Atsumu puede olerlo por completo, y a esa distancia cualquiera podría darse cuenta de si en el rostro de Sakusa Kiyoomi hay alguna imperfección. Pero no la hay. Todo lo que ve Atsumu es un lienzo perfecto. Sin pecas. Sin manchas. Piel de primera calidad, demasiada para alguien con el estilo de vida que lleva.
Si antes sentía un poco calientes las mejillas, ahora debe ser capaz de freír un huevo si se lo propusiera.
—Umm...¿Enserio no estás molesto? —dándole una última caricia, finalmente se aparta, y tan pronto su mano abandona la piel de Atsumu, casi está llorando por anhelarla de nuevo sobre él aunque se contiene.
—No —dice Sakusa con simpleza, rebotando su espalda un poco en el respaldo de su asiento como si estuviera cansado. ¿Y cómo no? Tomó dos vuelos en el día, por supuesto que debe estarlo.
Atsumu no quiere molestarlo más pero ahora que están así, y parece que han arreglado el percance de hace rato, no quiere perder la oportunidad de preguntar algo que, seguramente no debería.
Pero bueno, ¿Quién tenga miedo de morir que no nazca?
—Escuché algo de que irás a una fiesta —la primera señal de que claramente no debería estar mencionando eso viene de Komori, quien se vira a mirarlo de muy mala manera. Aún así, su reacción no es la que le importa al rubio, es la del hombre que está sentado a su lado.
—Así es —responde Sakusa, puntual, terminando de concentrarse en ver el paisaje a través de su ventanilla, volviendo la vista a Atsumu sin limitarse por la mirada glacial que le da Komori desde el asiento delantero.
—¿Irás? —mirándolo por un rato antes de contestar, Kiyoomi exhala aire bastante pesado antes de hacerlo.
—Komori me está obligando así que lo más seguro es que sí —oyendo un soplido en la parte delantera de la camioneta, Atsumu solo ve como Komori se acomoda de nuevo en su asiento, molesto.
Bueno, es mejor que el hombre se agarre bien de su asiento, porque ni siquiera Atsumu puede creer lo que está a punto de decir.
—¿Puedo ir contigo?
