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Si estás harto de esperar, ve de cacería
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—¿Cómo te diste cuenta que estabas enamorado de Kageyama?
—¿Estás enamorado de alguien?
Antes de que Shoyo, siquiera, responda con esa otra pregunta, Atsumu está como ido.
Hace apenas un segundo estaba concentrado en el cabello naranja y esponjoso de Hinata y, al otro, ese cabello ya no es alborotado sino...rizado.
Rizado y azabache.
Atsumu nunca habría encontrado especial gracia e interés en una persona que luciera tan sobria como lo era Sakusa Kiyoomi. Claro, hasta que lo conoció.
Es decir, el tipo gritaba negro por todos lados.
Negro en el cabello.
Negro en las cejas.
Negro en los ojos.
Incluso en la ropa.
Y, aún así, su porte y presencia era completamente distinto a cualquier otro moreno.
Si no te orinabas en tus pantalones por su presencia, es porque en realidad estabas muerto. Aunque, bueno, a diferencia de la sensación de enfriamiento que cualquier persona normal siente una vez que Sakusa pone un pie dentro de cualquier lugar, para Atsumu era lo contrario.
A unos los enfriaba hasta morir.
A él...lo calentaba.
¿Acaso estaba loco?
¿O su reciente interés hacia él solo se debía a que era un mafioso y por eso le resultaba interesante a diferencia de los demás que le temían porque era algo así como una figura de autoridad?
Atsumu vuelve a concentrarse en su apariencia, queriendo burlarse un poquito de esta, no porque le encuentre algún detalle que no le guste —porque, de hecho, todo le gusta— sino porque a simple vista Sakusa se veía como el tipo de persona con la que pensarías dos veces antes de acercarte a él.
Cuando estaban en su enorme estudio, Atsumu se sorprendía de lo silencioso que era hasta para leer y respirar. Para Atsumu era casi una tarea imposible mantenerse callado pues a los dos segundos siempre tenía una nueva pregunta que realizar y su cuerpo siempre conseguía realizar otras ochocientas posturas a pesar de que el sofá donde siempre se instalaba era sumamente cómodo para caer rendido y dormir.
Sakusa, sin embargo, era completamente lo opuesto.
Mantenía la misma posición sin incomodarse hasta que terminaba su lectura. En el tiempo que llevan compartiendo juntos Atsumu ha descubierto que le gusta la poesía aunque, honestamente, Sakusa Kiyoomi se ve como el tipo de hombre que destaca en cualquier arte y materia pero también se ve como alguien que no tendría ni tiempo para sentarse a leer un libro porque, bueno...¿No debería estar siempre atendiendo asuntos de su organización en lugar de estar ahí?
En su lugar, siempre está con él hasta para comer.
Por supuesto que Komori y sus demás subordinados más cercanos siempre se encargan de encontrarlo —incluso si estaban en el culo más escondido de esa enorme mansión— para reportar siempre los asuntos del día e informarle sobre otras cosas. Casi como si el hombre tuviera un GPS integrado.
Atsumu siempre entiende poco de lo que hablan pero ha descubierto que le gusta la faceta de ese hombre siendo puntual con sus comentarios y órdenes sin desapegarse de la actividad que en ese momentos esté realizando con él, las cuáles son muchas en realidad porque si no está mirándolo, está acompañándolo a comer, y si no es una de esas dos, solo están conversando de todo y a la vez de nada.
Por supuesto, de entre esas actividades que suelen hacer juntos hay una en especial para Atsumu a la que le ha agarrado cierto gustillo.
—Es el líder de Itachiyama ¿no? —antes de que Atsumu se rodee de aura melancólica recordando las manos de Sakusa Kiyoomi sobre las teclas blancas y negras del piano que tanto le gusta escuchar, se siente pillado por Shoyo quien solo ríe un poquito, volviendo su mirada solo un segundo al bordado que tiene entre sus piernas. Esa bonita bufanda en la que lleva trabajando desde hace un mes y que encontrará su destino en las manos de Kageyama cuando logre terminarla—. Te sonrojaste —Hinata hace una pausa, volviendo sus ojos a él, sonriente—. Es él ¿verdad?
Atrapado, esta vez ni siquiera se toma la molestia de escandalizarse aunque quizá igual se deba a que siempre que platica con Shoyo, hay más comprensión y dulzura de su parte a que si le contara estas cosas a Semi.
—¿Tan obvio es? —la risita de Shoyo inunda la habitación, y mientras los demás se encuentran realizando sus actividades, Atsumu agradece que en serio nadie los esté molestando estando ahí en la habitación.
—De hecho no estaba seguro de eso ni de preguntarte, hasta que respondiste —Atsumu siente un leve enfado hacia sí mismo al oír eso. Casi como si el culpable de que ahora esté sintiéndose así de avergonzado fuera su propia honestidad apoderándose de cómo se comporta y de sus expresiones—. Él, por otro lado, sí es bastante obvio.
—¿Eh?
—Me refiero a Sakusa Kiyoomi.
Obvio dice.
Bueno, realmente no es que Atsumu no sopesara la idea de que a los ojos de Sakusa él fuera una persona atractiva. Lo suficiente como para prácticamente intercambiar su compañía con el ofrecimiento de protección al bar.
Si lo veía de esa manera, Atsumu era un premio pero eso era algo que él ya sabía desde el día en el que Sakusa le pidió que fuera con él tras el tiroteo en La Faire.
Pudo haberse quedado con esa idea, honestamente, y simplemente limitarse a hacer lo que él le pidiera que hiciera pero en todo este tiempo que lleva a su lado, básicamente ha sido lo opuesto.
No es él quien le pide cosas.
Es él quien se las cumple por alguna razón.
Incluso las cosas más ridículas, nunca le dice no.
Viendo eso con positivismo y con ganas de aprovecharse de la atención que le pone, Atsumu incluso podría pedirle que le comprara una isla para irse a vivir lejos, y quizá lo conseguiría. Todos esos regalos, todas esas atención, sin embargo, ¿no tendrían un precio? Hasta ahora, nada de lo que Sakusa Kiyoomi ha hecho le ha molestado y últimamente se siente muy cómodo a su lado.
Cuando no lo ve o no le está prestando atención, Atsumu siente que el día transcurre sin sentido y muy lento por otra razón más que desconoce.
Sí, puede que lo haya juzgado mal al principio y tenga varios puntos buenos a su favor pero-...
—¿Atsumu? —seguramente ha pasado de la emoción a tener un rostro lleno de intriga en cuestión de segundos como para que Shoyo haya dejado su bordado de lado y ahora lo esté mirando con el ceño fruncido—. ¿Qué pasa?
Shoyo hace esa pregunta y Atsumu la traslada al día en el que quiso preguntar lo mismo cuando el semblante de Sakusa cambió esa tarde en su estudio antes de que se enfadara un poco con él o con la situación en sí.
Desde luego, Atsumu tenía presente que lo que él y sus hombres discutieran no era de su interés pero convive casi a diario en esa casa con varios de ellos como para no sentir curiosidad por lo que se murmuran entre cada pared.
Al final, Atsumu había conseguido lo que quería, que era que lo llevara a casa pero la sensación que vino después de preguntarle sobre la fiesta y sobre asistir fue incluso más extraña a la que sintió cuando oyó su conversación a escondidas.
Komori, desde luego, fue el primero en soltar el rotundo 'no' casi como si hubiera querido soltar esa negativa desde que le vio intenciones de preguntar eso.
Después de todo, era el subordinado más leal de Sakusa y la segunda persona en leer, con demasiada velocidad, sus pensamientos.
La primera, para sorpresa de Atsumu, era el propio Sakusa.
—¿Le pediste qué cosa? —cuando Semi se integra a la conversación, justo en el momento en el que se para en el umbral de la puerta oyendo exactamente la parte en la que Atsumu le cuenta a Shoyo acerca de lo de la fiesta, el rubio solo cierra los ojos, anticipando su exaltación.
Sí, así había sido, más o menos, la reacción que Komori también había hecho ese día aunque en ese momento, lejos de querer cambiar de tema, Atsumu siguió hablando quizá porque sabía que podría tener el respaldo de Sakusa.
Ahora, no hay tal respaldo por lo que aunque también quisiera cambiar el tema, sería imposible. Al menos no con Semi ahí.
—Más te vale que comiences a hablar.
Sin remedio, una vez que lo ve adentrándose e instalándose en la cama que hay enfrente, Atsumu solo suspira, derrotado aunque también angustiado. Si de por sí Komori no lo tomó nada bien cuando propuso aquella idea, ahora con Semi, es obvio que el resultado va a ser similar.
Enserio...¿Qué tienen esos dos que últimamente parecen enfadarse con él por cualquier cosa?
—Hace unos días escuché por accidente hablar a Komori con Sakusa sobre algo que sucedió cuando fueron a Hyogo.
—¿Oíste una conversación ajena? —Semi parece reprenderlo con ese tono pero Atsumu solo se siente indignado. Si le va a contar algo no es para recibir reproches, ¿qué no sabe la dinámica de lo que es contar un chisme?
—Bueno, tú también acabas de hacerlo —dice el rubio, cruzándose de brazos, haciendo una mueca—. Además, dije que fue por accidente. No lo hice con verdaderas intenciones de enterarme de ello.
—Es porque no te interesa enterarte de nada de esa basura. Créeme.
—Pues por la forma en la que Komori me miró como si me quisiera matar, debe ser porque no quiere que me entere de algo.
—¡Exactamente! ¿Por qué insistes en querer hacerlo? ¡Te están haciendo un favor! —Atsumu frunce el ceño más, casi como si quisiera provocarlo, pero en realidad sólo está reaccionando a la forma en la que Semi parece alterado por algo insignificante. ¿Qué le pasa de repente? ¿Por qué se altera y le grita así?—. ¿Qué parte de pertenecen a la mafia no te queda claro? No puedes ir por ahí oyendo conversaciones de esa gente así porque sí. Si Sakusa Kiyoomi no estuviera todo baboso por ti, ya te habría matado.
Ante la inesperada insinuación, antes de que Atsumu tosa y vuelva a enfocarse en el tema, es inevitable que las mejillas no se le calienten pensando en que tal vez es un chico o muy suertudo o muy imbécil.
—Acabo de decir que no lo hice adrede ¡Pero fue inevitable! ¡Ya estaba ahí!
—¿Qué escuchaste? —alarmado y discrepante de oír a Shoyo ser el que pregunta, Semi solo se cruza de brazos, mirándolo, aunque muy en el fondo él también quiere saber.
—Algo sucedió cuando fueron a Hyogo. Cuando fueron a esa noche de reunión —si fuera otra situación, en la que no sintiera real intriga en ese asunto, Atsumu se sentiría muy orgulloso de finalmente poder entender y usar términos que hace unas semanas no entendía ni un poco—. Por cómo hablaba Komori, se notaba que los otros líderes no aprobaban que Sakusa fuera el Gran Líder. Komori se notaba alterado, más irritable de lo normal, si es que eso es posible.
—Bueno, ese tipo debe tener unos nervios de acero si es la mano derecha de Sakusa, pero coincido en que es insoportable.
—Semi también lo es —aporta Shoyo como el comentario divertido que modera un poco el ambiente. Atsumu guiña el ojo, aplaudiendo como por dos segundos antes de recibir una almohada proyectil de parte de Semi.
—Tú, deja de darle cuerda —dice, señalando a Shoyo para luego volver a mirar a Atsumu—. Y tú, cállate y sigue contando.
—¿Ves cómo sí estás interesado? —sin esperar una respuesta, Atsumu prosigue su relato—. Hablaban de tener un tipo de alianza con el líder de Seijoh.
Ante la mención implícita de Oikawa Tooru, Shoyo y Semi se miran, cómplices de un silencio extraño que Atsumu pasa por alto solo porque está distraído.
—No sería la primera vez que hay alianzas dentro de la mafia. Uno siempre se arrima a los más fuertes para sobrevivir.
—¿Te refieres a Sakusa o a Oikawa? —pregunta Atsumu, ansioso.
—No dije que alguno de los dos fuera débil —ante la aclaración, Atsumu solo piensa que si él perteneciera a la mafia, definitivamente no molestaría a ninguna de esas dos familias si en verdad apreciaba su vida. Aún tiene muchas preguntas que quiere hacer y aunque no espera a que Semi sea el tipo de persona que quiera responderle por lo reacio que siempre se muestra con él cada que tocan temas de ese tipo, quiere insistir. Quiere preguntar y seguir preguntando pero antes de que pueda seguir hablando, Semi se le adelanta esta vez—. Luego de todo lo que dijiste, ¿De qué forma se justifica que quieras ir a la dichosa fiesta de Oikawa Tooru?
—Solo es una fiesta—dice, intentando que la risa y su expresión relajada sean suficientes pero parece que se le olvida que las dos personas que tiene delante de él, antes de ser sus amigos, fueron miembros de la propia mafia también.
Ah, genial.
¿Enserio creyó que Semi pasaría por alto eso?
—Creo que no terminas de entender lo que vas a ocasionar si te sigues sumergiendo más en el fondo de esto. ¿Qué te hace pensar que una fiesta auspiciada por un mafioso es una fiesta normal?
—¿Qué? ¿Crees que el sexo, drogas y alcohol es nuevo para mí? Trabajamos en el mismo bar, Semi, por Dios.
—No es eso.
—¿Entonces qué maldita sea, es? —A pesar de la corta intervención de Shoyo, Atsumu no se limita a solo bajar la cabeza y quedarse callado solo porque sea él quien habla en lugar de Semi.
Si, Shoyo puede parecer un pastelito, pero justo ahora lo está mirando, quizá no con la misma dureza con la que Semi lo hace pero sí, con el semblante más serio que le ha visto hacer en el tiempo que lleva de conocerlo.
—Las fiestas y reuniones no son precisamente eventos a los que pueda ir cualquier persona. Yo también pienso que no es buena idea que te involucres más, Atsumu.
Atsumu quiere darle un golpe a cada uno pero precisamente a Semi es a quien quiere golpear más.
¿Con qué cara le dicen eso ahora los dos?
¿Que no se acuerdan que ambos estuvieron de acuerdo en que se subiera a un escenario a mover las caderas y el trasero para seducir a un hombre desconocido?
Sabe que no es momento para reclamar nada pero enserio se siente bastante herido de escuchar cómo intentan pararlo cuando prácticamente no ha hecho nada para que lo reprendan.
—¿Lo dicen porque soy un pobre chico amnésico que no se sabe cuidar? —con el tono de voz herido y ofendido, Atsumu les sostiene la mirada a cada uno esta vez aunque no pasa mucho tiempo para que mire solo a Semi con mayor intensidad—. ¿Ves lo que ocasionas? ¿Por qué tenías que aparecerte aquí? Estaba platicando muy a gusto con Shoyo y...
—Un día, me lo vas a agradecer —haciendo una pausa, Semi parece debatirse por breves segundos en si debería seguir hablando o no. Al final, lo hace—. Sakusa Kiyoomi no es tu niñera y tú no tienes por qué involucrarte en nada de eso solo porque tienes curiosidad. Esas reuniones no son un juego y definitivamente no son para ti.
No son para él.
Eso fue lo que Atsumu también pensó momentos antes de que Sakusa le pidiera enfrentarse a Komori en el entrenamiento.
Eso fue lo que también pasó por su mente cuando estuvo en el salón de belleza con Saeko.
Recibiendo regalos de Sakusa.
Teniendo sus ojos sobre él.
En cada una de esas ocasiones, Atsumu ha terminado convencido de que ese 'no es para él', es un error.
Ninguno de los dos va a entender lo que se siente estar vacío y a la vez ser llenado de emociones que su cuerpo sí reconoce, casi como si también tuviera su propia memoria.
Nació para que lo mimen así como también nació, seguramente, para pelear, aunque puede que sea demasiado pronto para asegurar y engrandecerse de ese lado. Aún así, no sintió miedo al dolor cuando Komori le asestó el primer golpe, ni tampoco tuvo miedo a fallar o a caerse cuando voló por los aires por breves segundos.
Esa adrenalina no la ha vuelto a sentir solo quedándose sentado esperando sumisamente a que las respuestas caigan del cielo o de la mano de Sakusa tal como se lo prometió.
—No me es indiferente la sensación de estar en peligro por alguna razón —emite como la arena siendo arrastrada por el aire en una Duna. Pasajera, nunca duradera, pero sí como una prueba de su existencia—. ¿Recuerdan cuando les conté lo que pasó en uno de los entrenamientos?
—¿Te refieres a cuando te partieron el labio? —pasando de su comentario, Atsumu se concentra en los recuerdos de ese día y en las sensaciones que han quedado hormigueando en sus manos aún.
—Para el final del encuentro, era como si supiera exactamente cómo moverme. Hubo un momento en el que prácticamente me desconecté y mi cuerpo se movió solo —se hace el silencio adecuado para que su voz tome un poco más de fuerza, casi como si estuviese a punto de revelar algún secreto que lleva desenterrado—. Logré golpear a uno de los hombres de Sakusa, posiblemente al más fuerte. ¿Creen que cualquier persona podría hacer eso sin la más mínima experiencia?
Él no es cualquier persona como dijo Shoyo hace unos momentos.
No lo es porque lo siente en todo el cuerpo y en las inexplicables cicatrices que Kanoka junto a Futakuchi han encontrado en su cuerpo desde que iniciaron la observación desde el día uno.
—Las cicatrices no prueban nada. Y lo del entrenamiento, solo fue suerte, Atsumu, por Dios —mientras más oye a Semi, más enfadado se siente. Como si lo que está diciendo no fuese tomado en cuenta como lo que debe.
¿Por qué? ¿Por qué se está comportando así con él?
—No. No fue solo suerte. Sabía cómo moverme y sabía cómo reaccionar. Yo lo sentí.
—Quizá tomaste alguna clase de defensa personal en el pasado y no recuerdas —esta vez es Shoyo quien habla y toma parte, de nuevo, de la barrera imaginaria que parece le están imponiendo, pero Atsumu está lejos de querer dejar de insistir.
—Como sea, ¿Qué crees que vas a conseguir yendo a esa fiesta?
—Estimular mi memoria y saber si estaba relacionado de alguna forma con la mafia.
Eso último solo ha brotado de su boca sin pensar, pero tampoco se arrepiente de haberlo dicho, incluso si la mirada que Shoyo y Semi le dan es de completa perplejidad y hasta cabreo. La de Semi principalmente.
Porque ¿no suena a locura o sí?
Si se pone a recopilar cada cosa que ha ocurrido y ha hecho, la conclusión es bastante lógica. Tan lógica como también que desde que está con Sakusa Kiyoomi su mente se mantiene estable casi como si él fuera su ancla en ese mundo en el que aún no encuentra su lienzo.
¿Por qué parece que a nadie le interese que recuerde?
¿Por qué Sakusa parece el único que sí?
¿Y por qué, a pesar que le dijo que lo ayudaría, no ha hecho nada?
Lo cuida demasiado para ser un extraño, y por mucho que se haya encaprichado con él, un hombre con ese poder no se habría fijado en un pobre chico amnésico solo porque sí o porque se le diera mucho la filantropía.
—Voy a hacer de cuenta que no escuché eso. Enserio, no puedo creer que hayas dicho esa tontería. ¿Tu? ¿En la mafia? —la reacción de Semi, aunque la resiente de inmediato, lo mantiene fuerte y firme a pesar de todo—. Tu solo eres un idiota que quiere meter sus narices donde no debe. ¿Eres tonto o te haces? Por supuesto que no va a llevarte a esa fiesta para que seas un chismoso, y si tengo que pedirle que te encierre en un cuarto, lo voy a hacer. ¡Que no se te olvide quién es él, por Dios! ¡Tu solo eres su entretención, él no te debe nada! ¡Es un mafioso! ¿Crees que va a compartir sus planes y su vida contigo solo porque le llamaste la atención? ¡Despierta!
—Semi —a pesar del intento de Shoyo por intervenir, viendo cómo los ojos de Atsumu se ponen vidriosos, el de cabello cenizo no para. Casi como si quisiera dejar en claro todo para que de esa forma Atsumu no tenga más remedio y se convenza de cada punto y coma que brota de su garganta.
—¿Así es cómo valoras tu vida? Mientras yo quiero salir de este maldito infierno, tu solo quieres sumergirte en él. No tienes idea de lo afortunado que eres, y de lo imbécil también. ¡Tú puedes elegir, yo ya no! Ninguno de nosotros, de hecho, ¡pero tú sí y te estás equivocando terriblemente!
Elegir.
De alguna forma, siente que esa palabra no se ajusta a él de ningún modo.
Hay sentimientos atorados en su pecho que no sabe cómo afrontarlos porque no sabe de dónde provienen pero, definitivamente, que Semi le diga eso a él como si fuera el único desdichado en ese mundo, le molesta.
Le molesta y le llena de tristeza porque es como si asumiera que él no tiene nada que perder.
¿No lo entiende?
Él no tiene a nadie.
¡Él no tiene nada!
¿Tiene una idea de lo que se siente...estar en blanco?
Atsumu es un lienzo en blanco ahora, uno que no sabe si alguna vez estuvo pintado de algún color. O si fue deshecho muchas veces, o si fue remendado muchas veces, si fue ensuciado o usado para luego ser pisoteado y desechado.
Herido de formas inimaginables.
Cada vez que piensa en ese tipo de vida susurrándole la oreja, siente ganas de vomitar. Aunque justo ahora, el único sentir que se manifiesta en su cuerpo es el enfado combinado con la desesperación de salir corriendo de ahí mientras se aguanta las ganas de gritar y llorar.
Sin darse cuenta, Alisa está en el umbral de la puerta anunciando que han ido por él pero la chica parece entender poco la tensión que se vive en la habitación apenas abre la boca para informar eso.
No la culpa, así como tampoco planea quedarse ahí mucho más tiempo pero antes de que se vaya, luego de ponerse de pie y mirar a Semi con los ojos llorosos y rojos, vuelve a hablar:
—¿Sabes, Semi? Lamento que tu vida sea tan miserable y hayas tenido que dar el culo a un viejo para sobrevivir, pero no tienes derecho a cagarte en la vida de los demás y asumir que eres el único pobre diablo. Si yo quiero involucrarme con la mafia, es mi maldito problema pero deja que tenga mis propios tropiezos. Y, lo más importante, deja de descargar y proyectar toda tu mierda en mí como si quisieras salvarme de algo. ¿No acabas de decirlo? Sakusa no me debe nada así como yo no te debo nada a ti. En lugar de ayudarme, solo me empeoras —pasando a un lado de él, solo toma la única prenda que puede decir es suya, y que también es obsequio de Sakusa, antes de finalizar: —. Y deja de creer que eres el más miserable de aquí porque te aseguro que no es así.
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I
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Sakusa no ha ido a buscarlo esta vez como de costumbre, y aunque en otro momento Atsumu se habría preguntado por qué, se pasó todo el trayecto a la mansión mirando la llovizna de ese día por la ventana trasera.
Está seguro que el subordinado al que envió esta vez —que tampoco es Komori— le dio alguna justificación del por qué pero Atsumu no le puso mucha atención que digamos. Quizá porque estaba más atento en sentirse frustrado, herido y molesto por lo que acababa de pasar con Semi en el bar.
En parte agradecía que Sakusa no hubiese ido por él esta vez, de otro modo se tendría que tragar toda esa sensación horrible atorada en su garganta y no podría darle salida, tan siquiera, llorando un poco en silencio.
¿Qué carajos había sido todo eso?
¿Y por qué se sentía terriblemente mal ahora?
Quien se equivocó esta vez fue Semi, no él.
Sin embargo, no puede creer que palabras tan duras hayan brotado de la boca de ambos.
Dios...Enserio que bueno que ni Sakusa ni Komori están ahí. Por esta vez, puede aprovechar a llorar lo que necesite y luego calmarse un poco antes de que sea cuestionado sobre por qué está así.
Él tampoco lo sabe, honestamente.
Parte de la culpa la tiene Semi y su forma imbécil de decirle las cosas pero por otro lado Atsumu sabe que no se encuentra bien. Ya no es solo el hecho de no recordar nada lo que le está haciendo que cada día amanezca de peor humor sino además está el hecho de que hace de los problemas de los demás algo personal.
Sabe que no está bien preocuparse por cosas que, según Semi, no le interesan pero ¿qué esperaba realmente el chico de enviar a Atsumu prácticamente a convivir día y noche con un tipo como Sakusa Kiyoomi? ¿Que solo se quedara callado y dijera sí a todo lo que le pidiera? ¿Que no tuviera la necesidad de sentirse curioso y solo pretender ser un ciego?
Esa era otra cosa que igual le frustra.
Sakusa no le pide nada a cambio de su compañía.
Y eso tiene que ser por alguna razón.
¿Por qué Semi se ha alterado tanto como para gritarle?
¿Y por qué tan pronto desciende del auto y llegan al vestíbulo, cuando Sakusa lo ve —a su vez que pierde el interés en la conversación que tiene con Komori— solo se acerca a él con algo que parece ser preocupación en sus ojos?
—Lloraste —dice eso, con una expresión que no cambia casi nada pero que con solo mirarlo parece como si lo supiera todo. Por supuesto que lloró. Lo hizo todo el camino hasta ahí, de hecho. Aunque Atsumu pretendía que no se le notara tanto en los ojos porque había sido bastante prudente en hacerlo en silencio y no mucho—. Tienes los ojos rojos.
—¿Ah? ¿Enserio? —dice Atsumu, intentando escapar de tener esa conversación, sintiendo como lo bombardean las palabras que le dijo Semi hace apenas una hora.
"Tu solo eres su entretención, él no te debe nada"
Aunque quisiera desechar todo lo que le dijo y solo pasar la página, no es tan fácil. No cuando esas palabras siguen incrustadas en todos lados, haciendo que se sienta frustrado y ansioso viendo a Sakusa ser considerado con él casi como si su preocupación fuera genuina.
Sin darse cuenta, ha apartado su mano de su rostro y ha dado un paso hacia atrás queriendo marcar una distancia que no quiere. Gesto que no pasa desapercibido para el azabache.
Se va a enfadar con él, seguramente.
Pero aún así Atsumu no quiere mirarlo a los ojos solo para recibir una mirada severa de su parte pues parece que ha producido cierto miedo a ocasionar que se enoje por él tras lo sucedido en su estudio aquella vez.
"¿Crees que va a compartir sus planes y su vida contigo solo porque le llamaste la atención? ¡Despierta! "
Ya lo sabe, maldita sea.
Pero ¿Cómo espera que crea eso si Sakusa, en lugar de apartarse o enojarse, solo se acerca de nuevo, con más cuidado que antes, solo para tomar su muñeca y llevárselo con él a quien sabe dónde?
Atsumu ya debería estar replicando o exigiendo que le diga a dónde se dirigen pero hay algo en la proyección de ver su espalda ancha delante de él, mientras lo sujeta por la muñeca y hace que atraviese pasillos junto con él, que le haga replantearse acerca de hacerlo.
Como si esa sensación fuera conocida para él.
La de ceder el poder a alguien más mientras lo guía con la seguridad de que no será nada malo.
Por breves segundos se pierde en la forma en la que lo lleva casi de la mano recorriendo pasillos bajo el reflejo que proyectan las luces artificiales que hay tanto afuera como dentro. No sabe por qué pero el recorrido le despierta memorias inconscientes de estar siendo llevado a un sitio por alguien también.
La sensación, sin embargo, no le aterra ni le asquea como en las memorias pasadas que ha tenido.
Esta es agradable aunque, que lo sea y que a su vez haga que su memoria se estimule se le hace raro.
—Ven —dice Sakusa, a pesar de que prácticamente es él quien lo guía al asiento que hay a un lado del piano que ahora tienen enfrente. Atsumu ya estuvo ahí la primera vez que llegó a esa casa. Y también ha estado un par de veces más.
La primera vez, Sakusa lo alimentó ahí, —si es que se le puede llamar de esa forma—, mientras estuvo tocando constantemente una melodía, casi como si fuera para él.
Una vez más, lo hace sentarse y él hace lo mismo solo que frente al piano, comenzando a tocar.
Durante los primeros segundos no entiende por qué lo hace. ¿Pretende que sea un tipo de terapia o hechizo para calmarlo? ¿O simplemente quiere presumir lo bueno que es tocando?
Sin embargo, todos esos pensamientos se desvanecen casi al instante cuando se dedica solo a permanecer en silencio y...escuchar.
Le había tomado un tiempo aceptarlo pero...en realidad le gusta mucho escuchar a Sakusa tocar el piano pues le transporta a mejores situaciones además de que siente cómo esa pieza musical hace que trascienda el lenguaje y la razón.
Atsumu no necesita que Sakusa le explique de qué va la melodía porque tan pronto se acomoda mejor, apoya los brazos sobre la cola del piano, y se siente parte de ella, también siente un apego terrible hacia la nostalgia, melancolía y a la tristeza.
Algo parece ocurrir dentro de él mientras pasa de mirar el movimiento de sus manos a la persona que está tocando. Hay algo en Sakusa que aunque le transmite paz, también hace que le duela el pecho.
Sí, puede que Semi tenga razón en una parte pero lo que siente ahora mientras mira a Sakusa tocar el piano es algo que él no va a entender aunque se lo explique.
Allá afuera, la lluvia sigue cayendo, resbalando por las ventanas.
Casi como si fuera una caricia triste bajando por un cristal. Como una caricia que alguien te da cuando caes y lloras, sumando la otra mano con la que te acaricia el cabello, sintiendo que todo está bien.
Que estás a salvo.
Que estás en casa.
Atsumu podría fijarse solo en Sakusa balanceando su cuerpo levemente sobre las teclas del piano pero hace rato que ha cerrado los ojos para solo concentrarse en la melodía.
¿En algún punto la melodía se vuelve alegre? Se pregunta mientras su respiración se vuelve cada vez más calmada.
¿Hay final feliz? ¿Termina bien? ¿Por qué cuando la melodía está a punto de repuntar como feliz, baja de nuevo en tono, volviéndose grave y triste? Suena a que es una cadencia rota porque en varias partes intenta sonar alegre y dar esperanza pero en otras los sonidos mayores y graves caen de nuevo. Como en subida y en bajada.
Como si la felicidad no terminara de ser alcanzada al final.
Aún así, la melodía le trae paz.
Se siente aletargado, con mucho sueño pero con una seguridad absoluta de estar ahí con un hombre al que apenas conoce pero en el que parece confiar.
Si se queda dormido ahí, ¿lo pondría en un lugar seguro?
¿Lo despertaría con cuidado y le diría que ese no es un buen lugar para tomar una siesta?
¿O simplemente se atrevería a tomarlo en brazos y llevarlo a un lugar más cómodo?
No sabe si en realidad se está quedando dormido pero al entreabrir los ojos Sakusa Kiyoomi sigue tocando y al parpadear lento, una mano se estira hasta él.
Por reflejo, debería exaltarse pero no lo hace. En su lugar, él parece extender un brazo sobre la superficie del piano.
Todo eso se siente como un sueño dentro de otro sueño.
Uno donde alguien extiende una manta sobre él tras haberse quedado dormido en una escena similar a la de ahora. La persona es pequeña, quizá más pequeña que él por lo que no puede cargarlo. Pero, que no pueda, no significa que lo deje ahí solo.
De pronto, esa silueta ya no es la de alguien pequeño.
Esta vez, la misma persona, puede levantarlo.
Puede llevarlo hacia la habitación para que descanse mejor mientras lo adormece con los latidos de su corazón en su oreja apoyada sobre su pecho.
La persona solo se le queda mirando mientras continúa acariciando su rostro y su cabello cuando llegan a una suave cama.
Esta vez...no hay miedo.
No hay depravación.
Solo dulzura.
El gesto está lleno de cuidado y también de un sentimiento parecido al amor pero...no puede ver el rostro de la persona a su lado.
Cuando Sakusa termina de tocar la pieza, Atsumu se queda un par de minutos más en esa posición, con la cabeza ladeada y apoyada sobre el piano y con los ojos cerrados, suspirando con calma hasta que siente las yemas de los dedos del hombre sobre su frente, moviéndose en una caricia que lo adormece todavía más.
Sabe que es él.
Que eso no es algo que esté soñando.
Por eso no lo aparta.
Se siente bien.
—Esto es como...terapéutico —habla finalmente aunque sin moverse.
De a poco va abriendo los ojos, conectándose a las turmalinas de Sakusa, quien lo mira con la misma expresividad de siempre aunque el chiste con él es justamente que aunque su rostro no lo exprese, sus ojos sí.
La parte de su rostro que más expresa, son sus ojos.
Atsumu puede decir que lleva el suficiente tiempo mirándolo como para afirmar eso.
La forma en la que lo mira ahora, es una prueba más de ello.
Las emociones más intensas son las que hacen que el borde de sus ojos se tense un poco, casi como si pusiera más precisión en enfocar una sola cosa.
En enfocarlo a él.
O quizá solo se lo está imaginando.
Quizá está tan adormecido y tan en paz que pretende ver que la forma en la que Sakusa Kiyoomi lo mira últimamente, es tierna a la vez de apasionada. Similar a la de un amante.
Como sea, no puede quedarse ahí durmiendo sobre el piano aunque realmente está muy cómodo.
—Tocas muy bonito el piano. ¿Alguien te enseñó? —pregunta una vez que levanta la cara de la superficie del pequeño titán negro, estirándose un poquito.
—Sí. Hace tiempo.
—Dudo que haya sido tu padre, ¿no?
Como si acabara de decir una frase prohibida, la mirada de Sakusa se ensombrece de inmediato pero de un sentimiento que no es de tristeza sino todo lo contrario. La parte debajo de sus ojeras incluso parece oscurecerse más, aprensivo.
Incluso el aire a su alrededor se torna pesado y hasta agrio.
Ah, carajo.
Acaba de decir algo que no debía ¿verdad?
—A-Ah, lo siento, no quise...
—No importa —cuando intenta repararlo, Sakusa ya se ha puesto de pie en dirección hacia la ventana.
Puta madre.
¿Acaso acaba de echar a perder todo el bonito ambiente que tenían? Pero él no puede ser un adivino para saber qué tan horrible se llevaba el hombre con su padre. Aunque sí, puede que...quizá se haya pasado un poco.
Lo poco que sabe acerca de Sakusa y su padre es lo justo, por no decir que nada. Tampoco pretende que el actual líder de la mafia en general ahora le cuente su vida como si nada. Puede que en ciertas partes Semi tuviera razón pero Atsumu se escuda en que tarde o temprano iba tener que chocar con esas paredes a medida que se involucrara más con Sakusa y la mafia.
¿Enserio esperan que no tenga curiosidad y no quiera preguntar?
Otra persona en su lugar, quizá teniendo un poco más claro el riesgo que acarrearía preguntar, se quedaría callado.
Pero él no.
Parece como si él no hubiese sido diseñado para sopesar el peligro como lo que es y en su lugar quisiera correr en dirección a este en lugar de evadirlo.
—No se llevaban bien ¿verdad?
¿Qué está haciendo? ¿Por qué inicia una conversación de la que no sabe si obtendrá algo?
"Que no se te olvide quién es él"
Lo tiene presente.
Lo tiene presente desde el primer día que estuvo ahí con él.
No sabe qué es lo que pasa por la mente del hombre cada que accede a cumplirle cualquier cosa que le pida así como no sabe qué es lo que obtendrá el día que se canse de él. Pero su curiosidad hacia Sakusa Kiyoomi es una cosa que no puede explicar ni encontrarle sentido desde el día en que lo conoció.
Debería temerle y debería estar pensando, cada día, en cómo hacer para escapar de su mirada cada que lo sorprende mirándolo.
Ahora...parece mimarlo y protegerlo, pero a Atsumu no se le olvida que tiene delante de él a un hombre peligroso que en cualquier momento puede tronar los dedos y ordenar que lo maten.
Aún así, de alguna forma, aunque sopesa esa posibilidad, es como si creyera firmemente que algo así nunca ocurriría. Pero ¿Por qué? ¿Qué hace a Sakusa Kiyoomi diferente de los demás hombres que no dudarían tirar el gatillo en frente de él? ¿Por qué a los demás sí puede tenerles genuino miedo pero a él no?
—No —las respuestas de Sakusa son cortas y puntuales, casi como si arrastrara las palabras. Sin embargo...
—No luces afectado por su muerte —Atsumu hace una pausa, sopesando las palabras que ha dicho. Mientras más habla, más corre riesgo de una mala reacción de su parte por lo que intenta ir lento, midiendo a Sakusa con cada cosa que dice.
Sakusa no responde.
Y que haya ido hasta la ventana le da la impresión a Atsumu de que no quiere que vea su rostro por algún motivo o simplemente no quiere responder.
—¿Tu...? ¿Tú lo mataste? —pregunta, temeroso. Con la clara advertencia de que ha llegado demasiado lejos y su mala cabeza será la única culpable de que le clave una bala en el cráneo por hablar demás.
Él no se traga esa ridícula versión de que al padre le dio un infarto mientras llevaba a cabo una orgía. Quizá, si se tratara de alguien más, podría sopesar esa idea como algo lógico viniendo de un hombre adicto al que se le pasó la mano esta vez pero el padre de Sakusa no se trataba de una persona simple.
¿Enserio había alguien que sí creía esa tontería?
No lleva mucho tiempo adentrado en ese mundo pero incluso para él esa versión de los hechos suena a que es mentira. Por otro lado, por la forma en la que Sakusa limita sus respuestas y se muestra con desagrado ante la mención de quien fuera su progenitor, todo eso aviva la suposición que todos tienen acerca de él.
Para Atsumu no fue difícil pensar que existía la posibilidad que esa segunda suposición fuera cierta, y aunque le escandalizaba un poco pensar que un hijo le hiciera eso a su propio padre, no quiere simplemente poner en su boca cosas de las cuáles podría arrepentirse de nuevo pues también cree firmemente que, a veces, la familia es el peor depredador de una persona.
Todos ahí, a pesar de que indudablemente están por encima de la gente común, no solo en riquezas y poder, parecen pensar igual. Pero, hasta ahora, nadie se ha atrevido a preguntar de una forma tan directa como lo está haciendo él.
Él, quien es una persona simple sin ninguna habilidad en particular, está haciendo algo que nadie se ha atrevido a hacer.
Debería estar meándose en los pantalones ahora por formular la pregunta que, seguramente, muchos han estado aguantando por hacer desde hace tiempo.
Lo está, de hecho.
Siente cómo todo en él tiembla cuando Sakusa finalmente aparta la mirada de la ventana y se voltea en una tortuosa vuelta hacia él, clavando su mirada fría sobre la suya. Aún es de día pero debido al clima que hace, la claridad que proyectaba el Sol ha sido reducida a una penumbra que hace que haya poca luz en la habitación y, por consiguiente, sus ojos se vean más siniestros.
Da algo de miedo, de hecho.
Pero Atsumu no se mueve de su sitio incluso si tiene unas perras ganas de correr hacia el apagador y encender las luces.
—Sí así fuera, se lo tendría merecido —reducido a sacar sus propias conclusiones ante la respuesta que acaba de darle, Atsumu se queda en su sitio sin saber cómo continuar la conversación. Insólito o no, Sakusa es quien vuelve a hablar—. La familia no es algo que uno escoge, solo se aprende a lidiar con ella.
—No lo querías —asume el rubio aunque lejos de sentirse perturbado, siente como si lo entendiera aunque él no recuerda a la suya, irónicamente—. Yo...no voy a preguntar por qué pero por la forma en la que te expresas de él, no parecía ser una buena persona.
—No lo era —el azabache hace una pausa, antes de decir:—. Además...—como si se lo pensara antes de hablar, Sakusa hace cierta presión con los ojos—...Lastimó a alguien a quien no debió tocar.
La revelación de eso, sin embargo, es más de lo que Atsumu esperaba escuchar.
No solo hay resentimiento en su tono de voz sino una implícita sensación de culpa arrastrándose a través de su garganta.
Sakusa acaba de decirle algo que, no solo se oye como algo personal sino que le da a Atsumu un panorama distinto a lo poco que sabe acerca de él y de lo que ha aprendido esas últimas semanas a su lado.
Es como si fuera un secreto escabroso pero, a su vez, algo con un peso invaluable que retumba en su corazón.
Es extraño, piensa.
Lo conoce desde hace poco y ya siente que hay cierta complicidad en querer saber más de él. Acerca de lo que piensa y...acerca de la persona por la que ahora hace ese tipo de expresión repleta de desasosiego.
—Esa persona...¿Fue alguien a quien quisiste? —¿Por qué preguntar eso en lugar de otra cosa? Atsumu lo justifica con su propia curiosidad además de que ¿Cómo no podría interesarse en si Sakusa tuvo una especie de persona especial o amante si todo alrededor de él parece ser tragedia? Sí, ese pensamiento es casi a sentir lástima por él pero naturalmente iba a llegar el día en el que quisiera saber acerca de su pasado incluso con más ansias que el suyo—. ¿Es la misma persona que te enseñó a tocar el piano? — Sakusa se toma su tiempo para responder no sin antes mirarlo casi como si evaluará su expresión y ese inusitado interés. Cuando niega sin hablar, Atsumu siente cierto alivio. Por dentro está esperando recibir más información pero de igual forma hay una punzada en su pecho demasiado molesta como para pasar se ella. No puede ser que esté experimentando celos por un ser que casi podría estarse inventando él mismo—. ¿Entonces?
—Quien me enseñó fue otra persona —"Qué astuto", piensa Atsumu viendo como Sakusa pasa olímpicamente de la primera pregunta para solo contestar la segunda. Le indigna mas no dice nada porque ya de por sí es ganancia que esté teniendo una larga conversación con él—. Su nombre era Iizuna, y era la mano derecha de mi padre.
Oh.
—¿Y qué pasó con él? ¿Sigue contigo? ¿Está aquí en la mansión?
—Iizuna fue el primero en irse una vez que yo tomé el poder de Itachiyama.
De nuevo, Atsumu siente que ha llegado a un callejón sin salida. Que por más que avance un paso y exista nueva información mostrándose para él en estos momentos, se siente más desorientado que nunca.
¿Pero qué puede esperar viniendo de un hombre que se esconde espléndidamente de la ley y evade sistemas?
Duda mucho que la vida de Sakusa Kiyoomi haya sido aburrida en algún punto.
Aún así, todo esto de las barreras con las que se va topando, están lejos de desmotivarlo a seguir preguntando.
—Semi dijo que cuando un miembro de una familia decide salirse, solo ocurren dos cosas.
El silencio que le otorga Sakusa es porque claramente sabe a lo que se refiere.
Dos cosas:
No logran salir.
O simplemente se les da caza para luego ser asesinados.
En ese momento, escucharlo por primera vez se le hizo absurdo pero ahora, aunque lo ve con lógica, le aterra un poco pensar que la única razón por la que las personas se unen a la mafia es porque saben que una vez dentro será imposible salir.
Quienes lo intentan, son valientes o estúpidos.
Pensar que todo eso cobra mayor valor, le hace plantearse en qué sitio se encuentra parado. Él no pertenece a ninguna familia pero...¿debería plantearse esa posibilidad a futuro?
La de ser perseguido por la mafia.
Para proteger secretos.
O para que esos mismos secretos no se propaguen y lleguen al poder de otros oídos.
Para cada uno de los miembros debe ser claro lo que implicaría dejar a la familia que los ha acogido por años pero seguramente también para cada uno hay un límite.
Pero siendo que a quien Sakusa ha mencionado no se trata de un cualquiera, Atsumu piensa que le está tomando el pelo en ese momento.
Acaba de decir "la mano derecha de su padre". Alguien que debe conocer bien al líder y, a su vez, debe ser la pieza más fuerte, a la vez de ser la debilidad de su líder, para que todo un imperio se derrumbe ya que de él depende la conexión entre su Don con el resto de la familia.
Si le parecía increíble que personas como Shoyo, Semi y la mayoría de los chicos de La Faire hubiesen podido salir ilesos tras dejar a sus familias, siendo algunos de ellos miembros importantes dentro de estas, no se imagina ahora cómo alguien que es, básicamente, el segundo al mando de una familia entera, pueda siquiera estar respirando allá afuera tan tranquilamente.
Además, Sakusa ha soltado esa información como si fuera nada. Durante esa corta conversación a Atsumu le queda claro que entre Sakusa y su padre no había una buena relación en ningún aspecto pero ¿Cómo pudo permitir que quien era tan cercano a este se fuera así sin más?
¿No es arriesgado?
Pero, si él se muestra tan tranquilo ahora quizá sea porque...
—¿Lo atrapaste?
—No. No tengo razones para hacerlo.
¿Que no tiene razones?
¡Ese hombre seguramente sabe más de su padre y de los negocios turbios que debió dejar más que él siendo su hijo! ¿Cómo que no tiene razones?
—No entiendo...Los demás lo hacen, ¿no? ¿Por qué tu no-...?
—Sí, los demás, pero yo no. No son animales como para cazarlos —aun con esa condescendiente respuesta, Atsumu siente que no es suficiente. Que lo que le dice es mentira. ¿Cómo no podría ser importante? ¡Se trata de un hombre que podría tener todo para destruirlo! ¡Y más si viene de un hombre que era subordinado directo de su padre! ¡Ese al que dice aborrecer!
—No...¿No temes que vaya a vengarse de ti o algo? ¿Que vaya a usar la información que tiene sobre tu padre para hacerte daño?
Cuando Sakusa piensa en Iizuna haciéndole daño, es casi risible. Pero más allá de eso, no puede apartar los ojos de un agitado Atsumu mirándolo con esos ojos enormes y llenos de vida y emoción.
Atsumu no lo sabe, pero el pecho de Kiyoomi se baña de una necesidad increíble de poder tocarlo y abrazarlo en estos momentos que no se compara con nada.
—Quien me enseñó a tocar el piano, quien me enseñó a pelear, quién me enseñó a tirar del gatillo, fue él. No hay nada de lo que tenga que preocuparme.
—Pero y si-... —antes de que Atsumu finalice y se permita, por primera vez, admitir que le preocupa todo ese asunto del subordinado del padre de Sakusa, este ya está de nuevo acercándose a él lo suficiente para tomar su mentón y hacer que un estremecimiento le recorra todo el cuerpo.
¡Eso es jugar sucio!
¡¿No ve cómo lo pone con solo tocarlo un poco?!
—Aunque es lindo verte preocupado, no tienes por qué estarlo. Él no es peligroso. Además, cambió de identidad. Ahora dirige un hospital. Y está bajo mi protección.
Cuando finaliza, Atsumu tiene la mente tan nublada y revuelta qué no pasa de únicamente concentrarse en el aleteo que siente en su corazón.
Ha sido una jugada bastante astuta la de revelarle esa información demasiado específica a alguien como él mientras le mira y le habla con dulzura.
¿Quiere volverlo loco?
¿Quiere que se concentre más en su tacto que en preguntarle todas las dudas que sigue teniendo?
Atsumu está perdiendo.
Está perdiendo la batalla de ese día.
De hecho, ha estado perdiendo batalla tras batalla sin darse cuenta.
Ahora lo ha hecho de nuevo todo porque la mano de Sakusa Kiyoomi sobre su mejilla se siente como si esta hubiese sido hecha solo para él. Para tocarlo y para hacer que toda su piel se caliente y se erice con solo un roce.
La temperatura dentro de la habitación es fría porque es un día lluvioso pero ¿sería muy cliché pensar que se siente cálido ahora por la forma en la Sakusa lo toca?
A Atsumu le molesta la gente que no dice nada quizá porque él, a pesar de que es una persona amnésica, es muy parlanchín y nunca se está quieto. Sakusa Kiyoomi es todo lo contrario a él al punto de que podría pasar por una persona aburrida debido a la expresión siempre seria que carga en el rostro pero-...
¿Cómo hace para que pierda la concentración de su entorno y solo se fije en sus ojos?
Su mano sobre su mejilla no se aparta y esta es la primera vez para Atsumu en llevar su propia mano sobre la de él, colocándola por encima, casi como si le dijera implícitamente con ese gesto que no la quite de ahí.
De nuevo, está repleto de pensamientos sobre él.
Pensamientos en los que no debería fijarse pues, se supone, no son lo primordial ahora para él.
Lo primordial es que recupere sus memorias.
El hombre que tiene en frente le dijo que le ayudaría.
Pero es casi como si la mente de Atsumu solo se esforzara por concentrarse en Sakusa y en las palabras y acciones que hace para él en su presente.
—Y si él está bajo tu protección...¿Yo no podría estarlo también?
Como ahora.
Usar sus anteriores palabras y formular nuevas oraciones en base a lo que él ha dicho, creando su propia interpretación, no es algo que esté acostumbrado a hacer pero las palabras salen por sí solas.
—Ya lo estás —dice Sakusa, con la voz baja y sus ojos sobre él casi como si fuera un arrullo que lo deja en un estado de somnolencia.
—Sabes a lo que me refiero —pero Atsumu quiere más que una respuesta corta. No se ha dado cuenta, pero ha dado incluso un paso adelante lo suficiente para decir que ahora sí están a una distancia peligrosa uno del otro.
Pero es como si no le importara.
Es casi como si estuviese drogado o enviciado o simplemente emocionado y ansioso por prolongar esa intimidad que ahora hay sobre los dos y la forma en la que se miran.
Con los ojos bien abiertos y grandes, casi como los ojos de un cordero, Sakusa captura su esencia y la define más como a la de un lobo. Con esos ojos atrapantes y briosos, por sí solo, Atsumu podría hacer que cualquier hombre estuviera a sus pies tal y como hizo con él el día en que lo encontró otra vez.
Con esos ojos, Atsumu puede pedirle lo que sea ahora y él se lo cumpliría.
Aunque no es que alguna vez haya podido negarle algo.
Sin decirle nada pero manteniendo su mirada sobre él, Sakusa se atreve a mirar sus labios y en un impulso la mano que tiene sobre la mejilla de Atsumu, la traslada hacia detrás de su nuca, a donde está sus cabellos más cortos pero más suaves.
La acción por sí sola lo sobresalta un poco pero lejos de sentir terror por la mano de Sakusa sujetando su cuello, solo se siente con más osadía, él también, para seguir hablando cerca de él.
—Llévame.
No es una petición esta vez aunque aún carece de la fuerza necesaria para ser tomado por una orden. Pero tampoco es una súplica.
Es una consideración que va más allá de pedir algo sabiendo que se le va a decir que no.
Por un par de segundos, Sakusa no dice nada pero eso no desespera a Atsumu en lo más mínimo. Al contrario, se siente más ligero y atrevido que antes como para ser él mismo quien guíe un poco más alto su rostro porque, para su mala suerte, Sakusa le lleva un par de centímetros por encima.
Lo está tentando aunque...¿En serio lo hace únicamente porque quiere lograr obtener un sí de parte de él o porque simplemente quiere sentirse temerario y descarado en ver hasta dónde pueden llegar?
La sensación es parecida a cuando se conocieron por primera vez en el bar.
A cuando a Atsumu le valió si echaba a perder o no el plan y simplemente destinó su cuerpo a bailarle al hombre de la mirada hambrienta sobre él. Por varios minutos estuvo solo nublado de la sensación acalorada que la mirada de ese hombre le proporcionaba casi como si además de seducirlo en verdad deseara que lo tomara ahí mismo, delante de la vista de todos.
Esa fue la primera vez en la que esa naturaleza vigorosa y temeraria se apoderó de él...Y se sintió increíblemente bien.
Sentir que él tenía el control sobre todo.
Que a donde sea que se moviera, los ojos depredadores de Sakusa lo iban a seguir a como diera lugar.
A él.
A un don nadie.
A un chico sin historia.
Ahora no sabe si tiene ese control pero-...
—¿Enserio quieres ir?
Lo quiere.
Aunque no sabe si esa respuesta es a la pregunta que Sakusa le hace o a la presuntuosa invitación que le hacen sus labios ahora que inclina más la cabeza hacia él.
Su pulso está acelerado, sus manos hormiguean, sus pupilas arden, pero no hace nada por apartarlo. La forma en la que tiene sujetada su nuca, introduciendo sus dedos por sus cabellos cortos junto a la manera con la que su aliento se mezcla con el suyo le hacen consciente de que los centímetros que quedan entre los dos son como agua escurriéndose entre sus dedos.
Imposible de parar.
—Te lo estoy pidiendo. O acaso...¿Tengo que rogarte? —desconectando su moral y esa naturaleza tímida de su cerebro, cediendo el poder a una naturaleza más coqueta y codiciosa, Atsumu permite esconder un poco su rostro entre el cuello de Sakusa, recibiendo la primera oleada abrasadora de su aroma directamente.
Aspira con fuerza, ya sin miedo de sorprenderse a sí mismo por lo que está haciendo, entregándose por completo a querer acercarse más a él, incluso si es un juego en el que ambos están tirando a provocarse.
Huele tan rico.
Quiere enterrar su nariz un poco más en su cuello.
Sakusa, por su parte, esta vez aprieta más sus dedos alrededor de los cabellos de su nuca haciendo presión. No lo suficientemente fuerte para que Atsumu sienta dolor y grite pero, de no morderse los labios, está seguro que un gemido se le va a escapar al sentir el cambio de fuerza.
Hasta donde sabe, no se considera una persona obscena pero sentir como Sakusa desprende sus cabellos y tira de ellos con un poco más de fuerza, le calienta a su vez que una involuntaria memoria se planta delante de él, embriagándolo.
Como una imagen desaturada, hay una mano que también lo tiene sujetado por la nuca, entregándole la misma descarga de adrenalina y excitación que ahora está sintiendo.
No sabe de dónde proviene pero no se preocupa por buscarle un origen ahora.
Su mente, sus ojos, sus manos y su corazón están llenos de Sakusa, quien ahora está respirando con fuerza sobre su cuello mientras él hace lo mismo con el suyo, por lo que no puede concentrarse en otra cosa que en no ser como un gatito que ronronea sobre su piel.
—¿Sabes? —sin apartarse de él salvo unos centímetros, el agarre de Sakusa sobre su nuca disminuye solo un poco, clara señal de que le pone atención—. Mi amigo me dijo muchas cosas hoy pero principalmente me dijo que estar contigo es peligroso.
—Tu amigo es inteligente, en ese caso.
Y si lo es...¿Por qué lo sujeta ahora con dulzura y pasión a la vez? ¿Por qué susurra en esa voz tan baja que en lugar de intimidarlo solo lo adormece más y quiera hundirse más en él? Sus palabras dicen una cosa pero sus acciones parecen decir otras.
Y Atsumu siente que ha estudiado lo suficientemente a Sakusa Kiyoomi como para decir lo siguiente:—. Tu en verdad quieres llevarme contigo a esa fiesta ¿verdad? —Sakusa no responde, y por primera vez luce como si estuviera atrapado.
Atrapado por él.
Por un hombre común.
—Es peligroso —habla de nuevo finalmente el azabache, y Atsumu solo le concede una de sus mágicas sonrisas, casi como si encontrara ironía en la oración que el líder de Itachiyama acaba de decir.
—¿Por qué sería peligroso? ¿Acaso no iría prácticamente con la espalda cubierta por el mismísimo Sakusa Kiyoomi?
Está siendo muy audaz, muy coqueto o muy idiota. O quizá una combinación de todo lo anterior. Pero la magia de esa peculiar conversación hace que se sienta seguro y cómodo hablando de esa forma con él—. Sé que estoy pidiendo demasiado, quizá. Y que no pertenezco a ninguna familia de la mafia pero-...—mano apoyada sobre su camisa, tan caliente y tan arriesgado pero que en lugar de sentirse amenazado, solo se llena de más valor—. el hecho de que esté contigo, aquí, bajo tu techo, tus reglas y en tus brazos, ¿no significa que te pertenezco?
Lo está tocando.
Por primera vez, es él quien está tocando a Sakusa Kiyoomi por su propia voluntad.
Es él quien está tomando la iniciativa y las riendas.
Y Sakusa parece encantado con eso aunque su rostro esté ausente de sonrisas satisfechas.
Sus ojos, por otro lado, le transmiten a Atsumu todas las emociones que hay dentro del hombre tras decir esas palabras que, aunque parecería que le han costado mucho decir, en realidad, las ha dicho de forma natural.
No puede negarlo más.
La atracción que siente hacia el líder de la mafia es real. Tan real incluso desde antes de saber en qué se estaba metiendo.
—Deberías tener más cuidado con las cosas que dices —advierte Sakusa, en el tono más rasposo y bajo pero suave que le ha escuchado hacer en mucho tiempo.
—¿Lo de decir que te pertenezco? Quizá lo dije sabiendo que reaccionarías así.
Sin embargo, lejos de sentirse acorralado, lo confronta como si fuera su igual.
Todo en ese hombre le resulta atractivo pero más allá de eso y la inminente tensión sexual que hubo desde el primer momento en el que se miraron en el bar, Atsumu siente algo más.
¿Es demasiado pronto y absurdo pensar que esté comenzando a sentir algo especial por un mafioso?
O quizá demasiado valiente.
Sea cual sea la razón solo quiere que lo bese ahora.
Sakusa Kiyoomi ha estado usando un tipo de estrategia con él en la que lo toca y luego se aleja casi como si arrepintiera en el último minuto de ir más allá con cada pequeño gesto que hace sobresaltándolo.
Y Atsumu está harto de quedarse con esa sensación vacía y a medias.
Por eso, ahora que Komori toca la puerta llamando al interior para saber si su jefe está ahí, justo cuando Sakusa está por apartarse, lo detiene.
—Vuelve aquí ¿A dónde estás volteando a mirar? Esta vez no me vas a dejar con las ganas —advierte tras haberlo tomado de los hombros y voltearlo de nuevo hacia él, finalmente uniendo sus labios.
Sí.
Sakusa Kiyoomi seguramente no es el indicado para él y que también todo eso debe de estar lejos a parecerse al tipo de amor que vio reflejado en Shoyo y su novio aquella vez pero...pero él es todo lo todo lo que quiere en este momento al igual que sentir sus labios sobre los suyos.
No puede decir honestamente que el beso que ahora comparten no sea parte de su plan para convencerlo de que le deje ir a la fiesta porque en alguna parte de su cordura solo lo está disfrutando pero incluso si eso no funcionara y si Sakusa al final le diera la misma negativa, Atsumu siente que ya ganó en la vida.
Cuando Sakusa corresponde, llevando sus manos a su cintura y a parte de su espalda, Atsumu siente como todo su pecho colapsa por la presión que siente en el pecho.
No sabe si es emoción, excitación o liberación lo que siente pero...siente.
Desde el primer día en que se vieron es como si Sakusa y él estuvieran amarrados por un hilo invisible aunque, honestamente, Atsumu no sabe quién de los dos ha tirado primero al otro para que ahora estén así, con la lluvia golpeando de fondo la ventana y con sus siluetas siendo delineadas por la penumbra mientras se besan y algo explota en su cabeza.
Él nunca...ha besado a nadie. Al menos no que recuerde.
Pero está ahí, pasando los brazos por encima del cuello de Sakusa, sintiéndose en la cima del mundo y con el poder de ser él quien decida si paran o continúan.
Desafortunadamente, tienen que hacer lo primero solo porque Komori sigue insistiendo en la puerta como un lunático lo cual se le hace raro a Atsumu, pensando un poco debajo de toda esa neblina de placer que hace que sus ojos estén borrosos y llorosos cuando finalmente se separan.
¿Por qué no solo entra como hace de costumbre cada que los interrumpe sea en el lugar que estén? ¿O acaso en esa habitación simplemente no puede acceder a menos que Sakusa se lo indique?
—No... —respira con dificultad, esforzándose en controlar su respiración aun con los brazos de Sakusa alrededor de su cintura, casi como si fuera un cangrejo con sus tenazas fuertemente sobre su presa, incapaz de dejarlo ir. Él, por otro lado, ahora tiene las manos sobre su pecho, aunque difícilmente puede decir que no desea volverlas a colocar alrededor de su cuello—. ¿No vas a...abrir o decirle que pase?
—No voy a permitir que nadie te vea así.
—¿A-Así...? Uuhh...—un gemido se le escapa cuando una de las manos de Sakusa finalmente lo libera y la lleva a su rostro, acomodando lo que deben ser un mechón revoltoso sobre su la cara. La caricia, a pesar de que se siente acalorado, es fría, quizá porque las manos del hombre lo están, pero es una sensación refrescante—. A-Ah...¿A-Acaso...me sonrojé demasiado?
Lo siguiente que escucha, y que hace que de nuevo se le aceleren las palpitaciones, es una muy corta risa proveniente de Sakusa.
Su risa...
Dios...
No va a sobrevivir.
De hecho, no sabe ni cómo es que está en pie todavía y tiene el valor para mirarlo a la cara.
Bueno, sí sabe, y eso es solo porque Sakusa lo sostiene.
Se acaban de besar.
Y no ha sido un simple roce de labios o un beso inocente.
Han ido directo a...¿Acaso hubo lengua?
¡Aaaaahhh!
¡¿Pero en qué estaba pensando?!
¿Eso no fue muy rápido? ¿Y por qué siente que no duró casi nada? No puede ser que esté pensando en eso mientras solo concentra su mirada en la ahora camisa desarreglada de Sakusa. Lo único que se atreve a mirar ahora.
Bueno, eso y sus labios.
Ah.
Quiere volver a besarlo.
Mierda.
Atsumu ahora sí está seguro que su cara está roja por lo caliente que la siente. ¿A eso se refería Sakusa con lo de no permitir que nadie lo viera así? ¿Sonrojado y...emocionado?
Ay, Dios.
—O abres la desgraciada puerta de una vez o se me va a olvidar que eres mi jefe y mi maldito primo y simplemente la voy a tumbar.
Atsumu abre la boca de nuevo pero esta vez para crear una enorme 'O', sorprendido.
¿Primo? ¡¿Komori es primo de-...?!
—Espera aquí. En cuanto vuelva te llevaré de regreso al bar.
No.
No quiere regresar al bar.
¿Pero cómo se lo dice ahora sin que se malinterprete sus no ganas de ver a Semi y a Shoyo, luego de la discusión que tuvieron en la mañana, con tomarlo del brazo y que piense que quiere quedarse ahí solo porque se ha besado con él hace unos momentos?
De acuerdo, puede que sus motivos sí sean así por ambas cosas pero-...
—A-Aún...Aún no me has dicho si me vas a llevar a la fiesta o no —contundente, intenta que ese cambio de tema sea lo suficientemente convincente tanto para el azabache como para él mismo en intentar persuadirse de que solo lo detiene por eso y no porque quiera seguir hablando con él, aun con esa peligrosa y corta cercanía que tienen del rostro del otro.
—Lo discutiremos luego.
—No. Quiero que lo discutamos ahora —Que Komori espere o tumbe la puerta si lo prefiere, pero Atsumu tiene bien aferrada las manos a la tela de la camisa de Sakusa con la clara intención de que no lo va a dejar irse si no le responde ahora—. Prometo que no causaré problemas.
Ahí está, usando su última carta, haciéndole ojitos como un cachorro.
En esa situación, parecería que está intentando seducir únicamente al hijo heredero de un conglomerado inmenso e influyente, y aunque Sakusa Kiyoomi es básicamente eso, a Atsumu no se le olvida que además de guapo y besar de puta madre, es un hombre de cuidado.
Un hombre de cuidado al que tiene comiendo de su mano justo ahora.
Su mano en su cintura todavía se siente caliente al igual que su aliento, como si estuviese afiebrado.
No quiere que se vaya.
—Con mis condiciones —Atsumu abre la boca tan pronto lo escucha solo para soltar un sonido de emoción, aunque rápidamente este muere en su garganta solo para darle paso a las siguientes palabras mientras dice sonriente:
—Dices y obedezco.
No lo puede creer.
¿Obedecer?
¿Él?
¿Que no prácticamente ha sido al revés? ¿No ha sido él quien ha convencido a Sakusa Kiyoomi de-...?
¿Lo logró?
¿Así de fácil-...?
Bueno, no. De fácil no ha tenido una mierda pero-...Dios, ahora solo puede arrepentirse de sus acciones un poco mientras se restriega el rostro, frustrado, esperando ahí obedientemente en esa habitación tal y como Sakusa le ha pedido antes de salir y confrontar a Komori.
¿De qué? No tiene ni la más remota idea y tampoco le interesa saberlo.
...mierda. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que Sakusa abandonó esa habitación y él se ha quedado esperando?
—Solo han pasado cinco minutos, contrólate, maldita sea —se dice, checando a cada rato reloj que hay en la pared como si de esa forma Sakusa fuera a aparecerse mágicamente.
Ni siquiera puede decir que le parece buena idea para matar el tiempo al entretenerse intentando tocar el piano o fingir que lo hace para que la espera sea más llevadera porque lo único que toca son sus labios con sus dedos para luego ahogar un grito como si fuese una señorita enamorada.
Está tan emocionado y tan ansioso de volverlo a ver casi como si hubiesen pasado días.
No puede ser. No puede ser. ¡No puede ser!
Se ha besado con un mafioso.
Y no es cualquier mafioso.
¡Es el actual líder de toda la mafia!
¡Aaaaaahhh!
¿A dónde va a ir a parar si sigue cediendo a sus deseos de esa forma tan irresponsablemente?
Sí, bueno...Irresponsable y todo pero...le ha gustado.
Le ha gustado muchísimo tanto que no puede concentrarse siquiera en qué momento la lluvia para y la puerta se abre de nuevo. Esta vez Sakusa no entra a la habitación pero en su lugar le hace una indicación para que salga.
Atsumu no lo hace ni se hace esperar, poniéndose de pie con un resorte.
Parece que es el momento de volver pero-...¿Cómo le dice que no quiere hacerlo?
Durante el camino a la camioneta no dice nada. De hecho, el tiempo que les toma llegar hasta el galerón donde están todos sus autos siempre lo hacen en silencio pero ahora Atsumu odia que sea así. ¡Su corazón no deja de retumbar en sus oídos!
Lo escucha fuerte y claro así como siente todo su cuerpo electrificado aún por los vestigios del impetuosos beso.
En esta ocasión Komori está ausente pero Atsumu solo repara en eso solo hasta que tiene la puerta de la camioneta abierta con un Sakusa muy caballeroso ofreciéndole su mano para subir.
—¿Qué pasa? —lo oye preguntar, seguramente porque se ha quedado como una momia por casi medio minuto mirando los asientos de piel sin intenciones de querer montarse arriba.
No quiere volver.
En parte porque no se siente listo para mirar a la cara a Semi y a Shoyo, principalmente al primero, pero en parte porque-...¿Por qué quiere quedarse? ¿Qué le hace desviar la mirada casi suplicante a Sakusa como si esperara a que leyera su mente?
—¿Sabes? Yo...Tuve una discusión con Semi en la mañana y... —juguetea con sus manos, sintiéndose avergonzado de pronto. ¿Enserio? ¿Luego de que ha sido él todo rudo y decidido al besarlo y decirle que no lo iba a dejar con las ganas? Sí, bueno, ese no es el tema pero, ¿Qué le va a interesar a un hombre como Sakusa Kiyoomi el si se pelea o no con Semi como si fueran dos pubertos? El hombre seguramente tiene mejores cosas en qué pensar. Problemas reales, por ejemplo—. Bueno, lo que pasa es que él y yo dormimos juntos y verlo ahora que regrese luego de discutir será un poco-...
—¿Duermes con él? —la pregunta de Sakusa disipa sus nervios y hace que lo mire, aturdido. ¿Está frunciendo el ceño?
¡Oh!
—¿Qué? No, no, no, no. Quise decir que es mi compañero de cuarto. Él duerme en la litera de abajo y yo en-...
—Ordenaré que te asignen una habitación solo para ti —dice el hombre frente a él, el mismo con el que se ha besado hace unos momentos atrás, el mismo que ahora parece apretar con fuerza la manija de la puerta de la camioneta y se mira tan encantador y celoso por él que a Atsumu se le olvida rápidamente por qué demonios estaba nervioso hace unos segundos, sonriendo.
Sea la magia que usa Sakusa con él, enserio funciona.
Solo hasta que el sonido de la puerta de la camioneta cerrarse llega a sus oídos, Atsumu despierta de su fantasía, confundido.
—Eh...¿No ibas a llevarme de regreso?
—Iba, pero cambié de parecer, además...—atreviéndose a tocar su mejilla con más libertad que las veces anteriores, Atsumu deja escapar su aliento a medias cuando siente sus dedos tomar un mechón de su cabello—. Pareces indispuesto a querer regresar ahora, ¿no es así?
Dios...
Este hombre...
¿Es él tan fácil de leer o Sakusa Kiyoomi es un experto en observar a las personas?
Atsumu solo levanta un poco los hombros, sintiéndose caliente otra vez, además de sentir como la lengua se le entumece. Afortunadamente el efecto de sentirse atontado solo dura unos segundos, permitiéndose hablar otra vez al cabo de un rato.
—Sí, bueno...¿Y dónde se supone que pasaré en la noche? ¿En tu jardín o en la cama de tus gatos?
—Mejor —dice, y esta vez su sonrisa, ¡esa maldita sonrisa! lo aturde lo suficiente para que se maree, aunque no tanto a diferencia de lo va a decir a continuación y que sí va a dejarlo estúpido por varios minutos:—. Te quedarás aquí. Conmigo.
¿Qué?
