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Vuelven los monstruos que atormentan
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No puede mirar a Sakusa Kiyoomi con ojos amables.
De hecho, no tiene ni idea de cómo es que puede respirar mientras lo mira ahora sin sentir cosquillas en el vientre además de unas perras ganas de subirse a la mesa y treparse como un gato, sacando su lado más primitivo y obsceno, hasta llegar a él para luego besarlo mientras se sienta y se restriega sobre su regazo.
En su cabeza, esa escena seguramente la vio la semana pasada en alguna tarde cuando los chicos miraban una película en el bar.
Claro que, la diferencia entre ese momento y ahora es que la escena se trataba de una mujer queriendo seducir a un hombre con el vaivén de sus caderas, agazapada sobre la canasta de pan y el plato de fruta que habían arriba una mesa a la que no debería subirse en primer lugar.
Si Atsumu no estuviera soñando despierto justo ahora, él ya estaría sobre la mesa también.
Estaría mordiéndose los labios, curvando su espalda y gateando hacia Sakusa como toda una mujerzuela mientras este, a pesar de permanecer tieso, con esa inexpresividad le bastaría a Atsumu para calentarlo hasta la locura.
Está seguro que si de verdad lo hiciera, Sakusa lo recibiría gustoso sobre sus piernas mientras él las abre y se aprieta contra él como un cangrejo, incluso si ya es de mañana y están a plena luz del día.
Dios...
No puede creer que esté fantaseando mientras desayunan. Y solo porque hay la necesidad de hacerlo aunque Atsumu básicamente estuvo soñando con volver a besarlo, como sucedió la noche anterior, desde que amaneció.
Realmente no sabe cómo es que se mantiene entero ahora, luego de haber pasado la noche ahí a la vez de que no entiende cómo es que no se puso histérico cuando su cerebro sopeso la idea de que ese "Te quedarás aquí conmigo" pudiera referirse a que tendrían que dormir juntos.
Sí, bueno, si de verdad lo hubiesen hecho, él habría explotado. Pero de igual forma todo el rostro se le coloreó de rojo cuando Sakusa soltó esas palabras como si no fueran nada y lo guió de regreso a la mansión como un soldadito.
Dormir juntos.
O sea...¿En la misma cama?
Decir que no se sintió decepcionado cuando Sakusa terminó guiándolo a una habitación solo para él sería mentir pero también tiene que admitir que sintió un increíble alivio al ver que en serio no dormirían uno al lado del otro y no sucedería...algo más.
¿En qué estaba pensando?
Que el hombre se viera tan caliente casi todo el maldito día no significaba que su primera necesidad al ir a su habitación fuera la de tener sexo salvaje por las noches aunque...¿Atsumu era lo suficientemente atractivo como para pensar que Sakusa pudiera desearlo de ese modo alguna vez?
Hace unas semanas atrás, estaba asqueado y lleno de miedo por el roce accidental que algunas personas de Itachiyama había tenido con él. Incluso atravesó varias crisis emocionales debido a ello.
Pensar que hace unas horas se ha besado con Sakusa Kiyoomi, y que de inocente no ha tenido nada aquél beso, le hace sentir cosquillas por todo el cuerpo pero también que se sienta un poco mal al respecto.
¿Por qué con él se sintió bien?
Su cuerpo, en ese momento, no se sintió disgustado. Al contrario, Atsumu no supo en qué momento estaba deseando que Sakusa lo apretara más contra su duro cuerpo hasta el punto en el que su pene comenzase a doler.
Incluso si hubiese sido así y en su lugar lo hubiera estampado contra la ventana adornada de gotas de lluvia tras su espalda, lo hubiese aceptado.
Se habría abierto incluso de piernas para él con tal de sentir su duro miembro contra su entrada contrayéndose como si quisiera succionarlo.
Se rasca un lado del cuello, nervioso y avergonzado.
Es muy temprano para estar divagando pero...De no ser porque Komori había llegado de inoportuno ayer mientras se besaban...¿Qué habría pasado? ¿Habrían continuado besándose o habría pasado algo más?
Era normal que se sintiera nervioso y hasta cierto punto emocionado cuando Sakusa le ofreció quedarse en su casa pero al final habían dormido separados. Lo cual, en parte sí que agradece.
Tan pronto tocó el colchón, se quedó completamente dormido, casi como si el agotamiento mental lo hubiese vencido. Despertar, incluso, fue más satisfactorio de lo que pensó.
La habitación que Sakusa había destinado para él era ridículamente grande como para que más de diez personas durmieran ahí, además de que la luz que entraba por las enormes puertas corredizas, si bien pudieron haberlo cegado tan pronto amaneciera, solo filtraron la luz adecuada debido a las cortitas, dándole un nuevo significado a lo que se despertar en paz se aludía.
No es que se quejara su litera en el del bar, pues era lo suficiente para que su espalda no sufriera de dormir en el suelo o alguna banca de algún parque pero no había punto de comparación en amanecer en un cuarto reducido y compartido con olor a humedad emanando de las paredes a hacerlo en ese casi santuario sacado de alguna novela de romance con almohadas de plumas de pato, cisne o algo así.
Deteniéndose a pensar por un minuto en dónde se encontraba y la paz con la que había dormido, casi como si ignorara que Sakusa Kiyoomi es, actualmente, la persona más poderosa dentro de la mafia, le hace pensar en el nivel de confianza que le tiene a pesar de que casi no conoce nada de él.
Sí, bueno, la confianza es una cosa pero ¿Qué sucede con las cosquillas que siente en el estómago ahora que están desayunando juntos como habitualmente hacen?
Aparte de imaginarse asaltándolo de manera sexual como si fuese un desesperado, está admirando la elegancia con la que levanta su taza de café.
Dios...Se está sonrojando.
Todo está en silencio de no ser porque hay pajaritos sonando por ahí a la vez del ruido que produce el aire haciendo lo suyo pero de ahí en fuera parece que a Atsumu le han comido la lengua.
—Una vez que termines tu desayuno, si te parece bien, vendrán algunas personas para tomar tus medidas de tu vestimenta para la fiesta —Atsumu detiene el tenedor en su boca, así como su tren de pensamientos, alcanzando a tragar solamente un pedazo de manzana, en cuanto lo oye. ¿Qué acaba de...?
—¿Mi...Mi vestimenta? —Sakusa lo mira, entre indulgente pero ligeramente divertido, tomándose su tiempo para asentar su taza y alargar su mano hasta la de él. Atsumu se estremece pero no rechaza el gesto ni un poco.
—Para la fiesta.
—O sea...¿Que sí es enserio lo de llevarme?
—¿Creíste que te dije eso solo para persuadirte? —el rubio le sostiene la mirada unos segundos como si intentara encontrar alguna mentira en sus ojos. Cuando se da cuenta de que solo hay honestidad y una mirada demasiado profunda, solo ríe nervioso, queriendo bajar el rostro, cosa que no consigue gracias a que Sakusa lo toma del mentón. Últimamente se ha vuelto muy fanático de eso. En tomarlo desprevenido y en evitar que aparte la mirada de él a toda costa. Y en hacer que la respiración se le corte de esa manera tan brusca —. Dije que con mis condiciones, y tu dijiste que...
—Que obedecería —haciendo una pausa, tomándose los segundos necesarios también para lo que está a punto de decir, Atsumu se siente con más seguridad ahora, devolviéndole la mirada—. Porque dije que te pertenecía ¿recuerdas?
¿Qué le obliga a decir esas cosas delante de él?
Aunque, en realidad, Atsumu las dice porque quiere y porque se siente más atrevido desde que se besaron ayer. Y porque también es inevitable para él no querer coquetearle al hombre apuesto que tiene delante.
Sakusa no dice nada después de eso pero sí aprieta un poco más su mano.
El apretón es devuelto por él con una pequeña sonrisa añadida que se filtra por ahí.
Es involuntario, y quizá es muy pronto para sentirse así pero, las mariposas en el estómago están ya ahí. Instaladas y revoloteando cada que se miran.
—Umm y...¿Qué tipo de fiesta es? ¿Cómo debo vestir?
Una vez terminado de devorar lo último que queda de su desayuno —en donde Sakusa solo se la pasó mirándolo en silencio como si estuviese embobado por él—, Atsumu es llevado a una habitación vacía.
En un principio se pregunta por qué pero en pocos minutos el lugar pasa a estar repleto de percheros móviles desfilando delante de él, llevados y colocados, presuntuosamente para mostrarle algunos trajes y vestimenta adecuada para la ocasión.
Sí, bueno, a Atsumu le quedó claro desde el inicio que este hombre derrocha dinero a lo grande y no hace cosas a medias ni pequeñas por lo que su asombro, aunque no es mínimo, es un poco más moderado.
Había considerado que solamente se le ofrecería algún traje prestado o, en su defecto, tendría que ser él mismo quien iba a tener que tragarse su orgullo para pedirle algo de ropa más o menos formal a Semi una vez que regresaran al bar.
Pero no.
El hombre había dispuesto a...¿Qué son? ¿Un equipo de seis personas? Sí, eso, seis personas para que ahora atiendan la necesidad de vestirlo de forma impecable.
Mientras observa todo el movimiento, Atsumu ve cómo Sakusa parece darles indicaciones a su personal mucho antes de que este sopese la idea de que va a tener que soportar que otros lo toquen una vez que comiencen a tomar sus medidas.
Sacudiendo la cabeza para dejar de pensar eso por ahora, Atsumu se pasea un poquito por los improvisados pasillos que se han creado debido a la ubicación de tantos percheros de dos niveles.
¿No es esto muy exagerado?
Se siente casi como una escena en la que el protagonista entra a un clóset inmenso del que no puede decidirse por algo porque cada prenda le sorprende más que la anterior.
En su mayoría, todos son trajes pero también hay ropa mucho más casual de telas que se ven finísimas y las que le dan miedo tocar porque...¿Qué pasa si las ensucia? ¿Le va a tener que pagar la reposición y la tintorería? ¿Tan siquiera le alcanzaría un año de trabajo en La Faire para pagar eso?
—¿Son vestidos? —pregunta a sí mismo ante lo obvio, llegando a los percheros que están en la parte de atrás.
Sí, lo son, piensa.
De aberturas pronunciadas y algunos con escotes tanto en la parte frontal como en la parte de atrás.
Cada uno de ellos posee un brillo especial a los ojos de Atsumu casi como si existiera una fuerza de atracción a tocar la tela y sentir los detalles en bisutería que tienen por encima de esta—. Wow, qué tela más suavecita —dice, como un niño al que le acaban de mostrar un juguete que a fuerzas quiere conseguir.
Sí, bueno, su fascinación por la ropa de mujer no tiene idea de dónde provino y aunque en un principio estaba disgustado por la vez en la que tuvo que vestirse casi como una, —la vez en la que conoció a Sakusa, de hecho—, ahora no parece desechar la idea de volver a intentarlo.
¿Fue un error de comunicación o por qué incluso llevaron hasta kimonos? ¿Pensaron que el acompañante al que Sakusa iba a llevar a la fiesta era una mujer?
Cuando repara en uno de los kimonos en particular, cuando toca la tela más precisamente, y recorre los bonitos patrones bordados con sus dedos, siente una punzada en el pecho y también en la sien. El malestar de su cabeza, a pesar de todo, no entorpece que siga en su inspección y se deleite por la majestuosa imagen que tiene en frente.
Esta vez, sin embargo, no tiene miedo cuando al cerrar los ojos comienza a recibir imágenes desordenadas en su cabeza.
La tela del kimono, de la persona que despierta esas ganas de llorar, se arrastra por el césped. Está descalza por alguna extraña razón pero a ella —porque asume que es un ella debido al bonito cabello largo que cae por toda su espalda— parece que no le incomoda para nada mientras lleva de la mano a dos pequeños niños por la extensión de un inmenso jardín.
El recuerdo en sí es muy diferente a los demás que ha tenido pues la sensación que le deja es más si fuera un recuerdo feliz que uno triste.
Esa persona ¿es parte de su pasado? Mientras más intenta recordar, más se frustra de no poder hacerlo y más aprieta la tela del kimono entre sus manos.
—Atsumu.
Cuando Sakusa lo llama, sus ojos están repletos de lágrimas que todavía no han caído. Lágrimas que el hombre se encarga de limpiar con mucho cuidado cuando se acerca a él.
—¿No me-...? ¿No me vas a preguntar por qué estoy llorando? —en su lugar, el azabache continúa en lo suyo, mimando a Atsumu lo suficiente como para que él mismo termine restregando su rostro contra la mano del hombre a pesar de que ya ha terminado de retirar hasta el último rastro de lágrima que existió.
—¿Era por el kimono? —Atsumu suspira, recobrando un poco la estabilidad en la voz, volviendo a tomar una manga de la prenda solo que ahora en compañía de Sakusa.
—Sí y no. Yo...No lo sé...Recordé algo que-... —frustrado de siempre quedarse a medias cada que comienza a recordar algo, su voz se baña de coraje pero rápidamente vuelve a suavizarse—. Era un buen recuerdo. Al menos eso es lo que creo pero-... —suspira, buscando consuelo en mirar y seguir tocando la tela de la prenda—. Es hermoso —dice, refiriéndose al kimono.
Parece que aunque la frustración nunca se va a desprender de él, ahora está aprendiendo a lidiar con el hecho de que no puede forzarse a recordar por más que quiera.
Ya es ganancia que desde que está con Sakusa su mente esté comenzando a estimularse y de a poco vayan surgiendo ese tipo de efectos y recuerdos momentáneos dentro de su mente que, si bien le encantaría que tuviera un significado mucho más claro para él, no dejan de ser un avance a diferencia de cuando inició todo.
No puede decir que esté mejorando a pasos agigantados pero tampoco se siente abatido aunque sí que se siente ansioso por cada vez recordar más cosas.
No sabe si es fortuna o no que Sakusa siempre esté ahí para calmarlo incluso si es solo con su presencia pero no puede evitar soltar un largo suspiro ahora que se encuentra un poco más estable.
—¿Por qué hay ropa de mujer? —pregunta, curioso, más por la consideración de usarla él que porque en verdad hubiese existido una equivocación al presentársela—. ¿Fue tu idea? —Kiyoomi se toma unos segundos antes de responder.
—Pedí que trajeran atuendos formales y de gala de cualquier variedad —y aunque su respuesta no sacia su duda, Atsumu le sonríe, casi como si hace unos momentos no hubiese llorado en lo absoluto.
—¿Es eso o acaso desperté un fetiche en ti cuando me viste bailar en el bar aquella vez?
¿Por qué siempre con Sakusa se siente con la seguridad de poder comportarse de la misma forma por la que se comporta en el bar?
Bueno, no tan igual pero es como si existiera cierta complicidad con él, además de que sabe que aunque su rostro siempre está inalterable, hace pequeños gestos con sus ojos o hasta con sus cejas que son demasiado sugestivos para él.
—Puede ser.
Como ahora.
No está haciendo una expresión pícara pero sí que ha colocado esta vez una mano sobre su cadera, no con la intención de atraerlo hacia él pero el solo gesto de tocarlo lo transporta a un mundo en el que no hay nadie más ahí y esa muchedumbre de prendas fuera otro tipo de escenario.
Algo así como un bosque encantado.
Y solo porque hay demasiado obstáculo visual ahora debido a las cantidades de prendas que hay ahí, Atsumu se siente capaz —además de travieso— de llevar sus manos a los hombros de Sakusa, obteniendo el control del momento al casi forzarlo a que ahora su otra mano también esté sobre su cintura.
Deja las manos sobre sus hombros pero se ríe como un tonto cada que Sakusa parece ensombrecer su mirada también cada que lo ve, casi como si fuera un halo aterciopelado la tela a través de donde lo mira.
—¿Me estás diciendo implícitamente que si decido escoger ropa de mujer para ir a la fiesta de Oikawa Tooru, tu no te vas a oponer? —acercando su rostro al suyo, esta vez es Atsumu quien se ríe tantito al ver que él es el perseguido por los labios de Sakusa.
¿Está jugando con él o siempre ha sido así de coqueto?
Una risita se le escapa después de depositar un besito corto y demasiado fugaz sobre los labios del hombre como si fuera una prueba de degustación solamente. Desde luego que quiere volver a besarlo pero todavía escucha voces de personas ahí. Seguramente a la espera de que su jefe les de indicaciones de que se acerquen o los busquen entre el mar de prendas.
—¿Entonces? Aun no me dices qué tipo de fiesta es ¿Debo vestir de algún modo en especial? —casi como si resoplara al ver su intento fallido por besarlo, Atsumu contiene una risita cuando ve a Sakusa, el terror de los hombres de toda la mafia ahora, hacer un casi puchero.
Ah, enserio...¡Este hombre es una dualidad constante!
—Es una fiesta de cumpleaños.
—Oh. ¿El líder de Seijoh cumple años? —Kiyoomi solo asiente; y como si fuera algo habitual de ellos dos, Atsumu ahora lleva una de sus manos al cabello rizado de Sakusa, peinándolo hacia atrás. La acción toma un poco desprevenido al azabache, pero rápidamente se encuentra disfrutando de la atención prestada—. ¿Cuántos?
—Veintisiete.
—¿Y dices que es mayor que tú? —no lo dijo nunca, en realidad, pero a Atsumu no le preocupa ocupar la información obtenida en sus tardes de chismorreo con Kanoka, Aone y Futakuchi, ahora—. ¿Qué edad tienes? Nunca me lo has dicho.
—Estoy por cumplir veintiuno.
Wow.
Cuando dijeron que era joven, era porque hablaban en serio de-...
—Espera, espera, espera-... —Una de las primeras cosas que Atsumu quiso saber una vez que tuvo su primera revisión médica, fue su edad estimada. Si no la recordaba, al menos podía hacerse una idea una vez que un profesional en el área lo evaluara. En este caso, tanto Futakuchi como Aone y Kanoka coincidieron en que rondaba cerca de los veinticuatro años. O sea que...¡¿Le están diciendo que Sakusa Kiyoomi es tres años menor que él?! ¡¿Pero cómo es-...?! —. ¿E-Eres menor que yo?
—Así parece —responde Sakusa, inalterable. Dios. Hasta se siente mal, de pronto, de tener sus brazos alrededor de su cuello cuando...No puede ser...El hombre es menor que él. ¡Menor! ¡Se siente un asalta-cunas justo ahora!—. ¿Te molesta?
—¿Ah?
—Que seas mayor que yo.
Sí, bueno, puede que Sakusa sí sea, delante de los demás líderes, una persona joven pero no se imaginaba que lo fuera tanto. Esperaba que, al menos, rondara por su edad. Incluso si esa no era su edad correcta, que hubiera un mínimo de edad de un año de diferencia, no de tres.
Pero igual tiene razón ¿Por qué hace tanto escándalo? Solo es cuestión de números.
Y aunque debería sentirse abrumado por el peso que tiene Kiyoomi sobre sus hombros a diferencia de él, la verdad es que a Atsumu no le gustaría estar en sus zapatos.
Sakusa dirige una organización criminal con tan solo veintiún años.
Le viene de maravilla la amnesia justo ahora.
—¿Hablas enserio? Para nada, siempre quise coquetear con alguien menor —lejos de usar el apelativo para hacerlo enfadar, Atsumu comparte una risa, aunque mucho más grande, con Sakusa como si fueran dos adolescentes escondiéndose de los demás mientras se coquetean y besuquean como si estuviese prohibido—. Aunque hay algo que sí me molesta —Sakusa le pone atención, la suficiente como si no tuviera interés en algo más que no fuera verlo a él—. ¿Por qué siento que no respetas a tus mayores? —sonriendo para él, Atsumu lo premia con otro beso corto.
Y es en ese último beso en el que se le va su cartucho de la valentía pues a los pocos segundos ya no soporta la mirada tan intensa que Sakusa le da.
Lo sigue a todas partes.
Y casi puede jurar que lo atrapa con una leve sonrisa mientras algunas chicas le muestran varios trajes ahora que lleva un par de minutos abordado por ellas.
Gracias a su divina intervención en algunos momentos durante la toma de medidas, Kanoka se suma a la habitación siendo ella la designada —siguiendo las indicaciones de las modistas obviamente— para ser quien le tome las medidas. Y es que aunque Atsumu se propuso ser valiente y no alterarse porque lo tocaran esta vez, siempre y cuando fueran cuidadosos, la verdad es que comenzaba a marearse y a sentir náuseas a pesar de que las chicas lo trataban con cuidado.
Al entrar Kanoka a la habitación, Atsumu casi le chilla de desesperación por tenerla ahí, agradeciendo su ayuda además de disculpándose por haberla apartado de sus otras actividades.
—Para mí siempre es un placer ayudarte en lo que pueda—dice la chica, ahora un poco flexionada mientras le toma las medidas de las piernas—. ¿Siempre te decidiste por un traje? —extrañado por la pregunta, Atsumu voltea a verla un poco sonriente aunque confundido.
—¿Tu también tienes un fetiche con ver a hombres vestidos de mujer o algo así? —Kanoka ríe, tomándose un momento para acercarse a una de las chicas que va anotando todas las medidas que le pide en una libreta, antes de contestarle a él.
—Pienso que a Sakusa le gustaría —volteando a mirarlo cuando se lo menciona, esta vez no lo atrapa con su mirada sobre él pues parece conversar sobre algo serio con Komori.
Sí, él también está ahí. Y desde que llegó acompañando a Kanoka, no le ha dirigido la mirada ni una sola vez. No lo culpa, debe seguir molesto con él por haber logrado convencer a su jefe de llevarlo a una fiesta a la que no debería asistir en primer lugar.
—Kanoka.
—¿Sí?
—¿Crees que es una buena idea que vaya con Sakusa a la fiesta? —La chica no responde aunque tampoco esperaba que lo hiciera. Incluso si sí tuviera intenciones de hacerlo luego de pensar sus palabras, Atsumu ya no se lo permite, volviendo a hablar—. Sobre lo de que a él le encante verme vestido de mujer, no creo que le vayan ese tipo de cosas. Ya sabes. El travestismo —la chica vuelve a sonreírle, esta vez tomándole la medida de los hombros. Atsumu, como el inquieto niño que es, tuerce casi todo el cuello para seguir platicando con ella—. ¿Sabes qué cosas le gustan?
—¿A Kiyoomi? —Atsumu rueda los ojos, entre irónico y divertido. ¿A quién más?—. Tú.
Perplejo, pasan unos segundos solamente hasta que entiende la connotación de esa respuesta.
Y su mirada, inconscientemente, busca al moreno, quedándose embobado viéndolo.
—Le gusto yo...
A Sakusa Kiyoomi, le gusta él.
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I
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—¿Ya te vas a tu fiesta de mafiosos ricos?
De hecho, aún falta que se vista y que se vea con Saeko en la mansión de Sakusa para que le arregle el cabello pero la emoción que quizá sintió días atrás parece haberse ido desvaneciendo con el paso de las horas aunque ahora ya es muy tarde para arrepentirse.
Que Semi esté ahora de pie en el umbral de su habitación, sin embargo, esta vez no representa que lo mire con enfado o resentimiento.
De hecho, hace días que no habla con él.
Incluso ni siquiera han dormido en la misma habitación desde que discutieron.
Atsumu quiere preguntar en dónde ha pasado las noches porque ni siquiera ha regresado al bar esos últimos días pero, más que nada, quiere disculparse.
—Semi, yo-...
—No te disculpes si aún así tienes pensado ir. No tiene sentido—Tiene razón, piensa—. Toma —concentrado en esa extraña sensación que ha tenido desde la mañana, a Atsumu le toma un par de segundos enfocar el objeto que Semi le extiende en la palma de su mano.
Han pasado días desde que no se hablan así como también días desde que le pidió a Sakusa ir con él y al que terminó de convencer. Ahora, solo está a unas horas de asistir a un sitio donde los hombres como Sakusa solo tienen permitido ir.
¿No es muy tarde ya para sopesar el peso de su decisión?
¿Por qué se siente nervioso de pronto?
No se considera una persona que se deje llevar por los presentimientos pero ahora es como si Semi, una última vez, estuviera ofreciendo una mejor opción de forma implícita.
Pero ya es una batalla perdida.
Al menos Atsumu así lo siente cuando encara con ojos bien abiertos, como si no creyera lo que está viendo.
—¿Y esto?
—¿No sabes qué es?
—No me refiero a eso. Sino, por qué.
—Por si la necesitas.
Por si la necesita.
Atsumu debería estar sintiendo miedo a la vez de incertidumbre mientras se cuestiona, una última vez, de si es correcto asistir a esa fiesta.
Desde que se propuso convencer a Sakusa, había una extraña emoción en él cosquilleando hasta las puntas de su cabello pero a medida que se acercaba el día, demorar más tiempo en la ducha y mirarse al espejo parecía ser un acto involuntario cada vez en la que se perdía en su reflejo.
No pensaba en nada específico realmente pero evaluaba su rostro de tal forma en la que a veces se imaginaba siendo alguien más. Como si habitara ese cuerpo con las memorias de otro ser.
Había dicho que lo hacía por curiosidad y porque sentía que su vida estaba ligada a la mafia más de lo que creía pero-...
La realidad es la que sostiene en sus manos ahora.
Ese pequeño objeto punzocortante que es una advertencia a que, aunque sus intenciones son buenas, el mundo al que está por sumergirse no es como lo pintan.
—Semi...
—Sé que no sabes usar pistolas así que al menos lleva esto —. Una navaja. Una navaja con un diseño bastante discreto pero adecuado para llevar sigilosamente y pasar desapercibido. Cuando Atsumu levanta la mirada, a punto de preguntar la tontería de "¿Por qué me lo das?", Semi vuelve a hablar, sólido—. No voy a pedirte disculpas, porque sé que tengo razón, pero es tu vida y tú...
"Tu vida es tuya. ¿Por qué esperas que alguien más la viva por ti? ¿Para culparlo de las decisiones que tu tomas?"
La vacilación en las manos, ojos y en la propia voz de Semi es clara para Atsumu, tanto que está a punto de preguntarle si se siente bien porque parece ponerse pálido de pronto.
¿Qué acaba de recordar?
Los ojos de Semi, que anteriormente estaban empañados de una resistencia impasible, se agrandan, casi al punto de que las pupilas se le dilatan a una persona cuando se le revela algo que siempre estuvo delante de sus ojos o...como cuando se ve a un fantasma.
—¿Semi? ¿Estás bien-...?
Iba a decir : Es tu vida y tú tienes que vivirla.
Tal como esa persona se lo dijo hace tiempo mientras ambos sangraban por el labio y las cejas.
En aquél entonces Semi apenas había salido con vida de esa persecución y él...
—Um, nada. Solo... —hace un esfuerzo para que la voz no se le rompa al final, recomponiéndose casi al instante—. Solo úsala en caso de que estés en peligro. En esas fiestas nunca se sabe.
Para su fortuna, el chico que tiene enfrente es demasiado optimista como para pensar que algo malo va a pasarle, o quizá, simplemente, finge que lo es para no preocuparlo. Atsumu sonríe con los ojos esta vez pues aunque el gesto de Semi finalmente lo conmueve debido a su preocupación, que le esté entregando un arma blanca tampoco tendría que ser motivo para que se carcajee o festeje.
Está preocupado por él.
Y sea lo que haya sido el motivo por el que fue tan duro con él hace unos días, no le ha impedido ir hasta él para demostrárselo.
Para Atsumu, significa mucho que esté ahí.
No quiere que le guarde rencores ni él quiere guardarlos.
—Gracias —dice finalmente, aceptando la navaja, guardándola, por ahora, dentro de los bolsillos de su sudadera. No falta mucho para que vayan por él por lo que esos minutos son buenamente aceptados para intentar arreglar las cosas e incluso hasta para bromear un poco—. Pero recuerda que estaré con Sakusa Kiyoomi todo el tiempo, Semi. El tipo está blindado hasta los dientes. No creo que llegue a ser necesario que la use.
—Mientras más protegido estés, más ganas le da a la gente de atacar lo que se cree indestructible.
—¿Eh? —el sonido del claxon esta vez llega a ellos antes de que alguien les interrumpa en la habitación y les anuncie que han llegado por Atsumu—. Ya tengo que irme —acercándose a él, le da un golpecito cerca del mentón, divertido—. Oye, enserio voy a estar bien. Y cuando regrese me voy a reír mucho al decirte "te lo dije" —riendo, Semi lo acompaña hasta afuera del bar, tardando en acostumbrar a sus ojos a las luces de los faros de la camioneta, viendo a Atsumu caminar hacia un comprometido Sakusa abrirle la puerta.
—Eso dijiste la última vez —se le escapa ahora que Atsumu no puede oírlo. Pintando en el rostro un semblante de preocupación que se le borra casi inmediatamente cuando se decide a dar unos pasos más fuera del bar, no con la intención de perseguir a Atsumu y detenerlo, sino solo para que Sakusa Kiyoomi lo enfoque y lea sus labios—. Más te vale que lo protejas esta vez.
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II
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Para ser su primera vez tomando un avión —que era más bien el para nada humilde jet privado de Sakusa Kiyoomi— lo ha manejado como todo un campeón.
De hecho ni siquiera ha sentido que hayan sido casi 2 horas y un poco más en las que estuvo por encima de las nubes a pesar de que se la pasó casi todo ese tiempo mirando por la ventanilla de su asiento.
Ni náuseas ni vértigo sintió estando a miles de pies de altura por lo que ahora sentir que le pica todo es una ofensa.
¿Le da náuseas el camino turbulento hacia la mansión de Oikawa Tooru pero no le da náuseas subirse a un maldito avión?
—¿Estás bien?
¿Que si está bien?
¡Que va! ¡Está pasándola bomba!
Justo ahora quiere vomitar pero no es algo que vaya a hacer considerando que está en movimiento y su trasero está sobre el elegantísimo asiento de piel de una de las camionetas de Sakusa.
Además, ese traje de color vino le queda de infarto. ¡No va a estropearlo solo porque siente los intestinos retorcerse dentro de él!
—Sí, solo...—se lleva una mano al rostro, desviando un poco la mirada hacia el paisaje que se le presenta a través de la ventana.
Los altos edificios los han dejado más atrás antes de también abandonar las casas rurales.
Árboles altos son los únicos que se levantan ahora y que no paran de aparecer a medida que el auto sigue en movimiento. Un claro indicativo de que su destino está muy apartado de la civilización y que también, en el caso de que se arrepintiera y quisiera huir, no habría muchos lugares a los cual ir.
No se le hace raro, aún así.
La mansión de Sakusa también está a las afueras de la ciudad, seguramente porque no gozan de la privacidad necesaria así mismo como la seguridad de vivir dentro del radio de la policía.
Aún así...El viaje hacia su destino, a pesar de que sabría sería largo ya de por sí por estar en ciudades apartadas una de la otra por muchos kilómetros, siente que es eterno y que nunca se va a acabar.
—¿Quieres que nos detengamos? —a punto de darle la indicación a Komori, quien por supuesto era imposible que no fuera acompañando a Sakusa, Atsumu detiene la trayectoria de su cuerpo, colocando una mano sobre el hombro de Kiyoomi, deteniéndolo.
—Estoy bien. Solo estoy un poco nervioso, es todo —sonríe, a pesar de todo. Aunque más que para convencer a Sakusa, lo hace para sí mismo. ¿Por qué está sudando? ¡Va a estropear el bonito peinado y maquillaje que Saeko le hizo! —. Umm, ¿por qué no mejor elogias lo guapo que me veo con este traje? Creo que hice una increíble elección en el color, ¿no crees?
¿A quién engaña? Cualquier persona que se bañe y se ponga un traje, se ve increíble.
Y luego, claro, están las personas que derrochan sensualidad hasta por cómo mastican y beben café, como Sakusa Kiyoomi, por ejemplo.
Lo ha visto casi a diario portando trajes y camisas elegantes pero el cómo se ve ahora no tiene nombre.
Su cabello...¡Incluso dejo que Saeko planchara su cabello de un lado para sujetarlo con pasadores!
—Tan guapo... —se le escapa por inercia, oyendo la risita de Sakusa a un lado para volver a la realidad, sonrojándose—. A-Ah, perdón, yo...
—No tan guapo como el molto bello que tengo delante mío —a pesar de que Saeko no para de llamarlo de esa forma, y que incluso hace unas horas la escuchó repetirlo un montón de veces mientras lo peinaba para la ocasión, cuando Sakusa lo dice, mirándolo a los ojos, no hay manera en la que Atsumu pueda detener su cuerpo e inclinarse hacia adelante, besándolo sorpresivamente.
Un beso que Sakusa recibe, primero suave y luego un poco más exigente.
Desde luego, Atsumu tiene que parar recordando que no están solos, pero sintiéndose incompleto cuando se separa de él.
Para su fortuna, Sakusa se ve con la misma ansia de seguirlo tocando, esta vez tomando su mano durante el resto del camino.
Esta vez, ya no hay náuseas ni las ganas de salir corriendo.
Ni siquiera cuando aparcan y la monstruosidad que es esa mansión se levanta sobre sus ojos aun estando dentro del auto. Los primeros en salir son Komori y el chofer, pero ellos permanecen un par de minutos más dentro en lo que la demás escolta de Itachiyama —que viene en otros vehículos— también aparca a sus costados.
—Me sorprendió que no eligieras el kimono —lo oye, viéndolo colocar una caja en el espacio entre sus dos asientos. Una caja negra con un lazo plateado muy elegante.
—Mmm, quizá la próxima vez pueda vestirlo solo para ti ¿Eso no te gustaría más? —sintiéndose ganador de verlo enmudecer para luego sonreír levemente con coquetería, Atsumu solo ensancha más su sonrisa, acomodándose un poco mejor en el asiento para ver finalmente lo que hay dentro una vez que Sakusa retira el lazo de la caja—. Wow. Esto es-...
Una máscara.
Dos de hecho.
Máscaras con la forma de comadreja, casi como las que todos en Itachiyama usan en su día a día solo que estas se ven por encima de ellas por estar casi brillando de forma natural, lo cual se debe al efecto de las incrustaciones de piedras —que Atsumu se arriesga a pensar que son hasta diamantes— a lo largo de cada una.
La de Sakusa luce imponente y la de él, aunque difiera un poco en el tamaño es...
—Para ti —sin tiempo de reaccionar, Sakusa ya está inclinándose hacia adelante aunque en la clara intención de no darle un beso. Atsumu solo guía su cuerpo hacia adelante también para darle el espacio suficiente al azabache de pasar sus manos por detrás de su cabeza y ajustar la máscara a su rostro.
No es tan pesada como se ve pero la sensación de tener su rostro cubierto ahora le resulta mágica.
—¿No crees que es muy llamativa? —pregunta durante el tiempo en el que Sakusa se coloca la suya.
Atsumu contiene la respiración cuando sus ojos son encapsulados en el espacio establecido en la máscara para que solo estos se vean, cambiando el ambiente entre ellos en solo unos segundos.
Ahora que solo puede enfocarse en sus ojos y en lo negros y brillantes que son.
Tiene una regresión.
O más bien, solo regresa al día en el que lo conoció.
En ese entonces no tenía ni idea del tipo de hombre detrás de la máscara de comadreja que lo miraba bailar.
Ahora, siente que le falta la respiración.
Está ahí, con él, casi como si lo tratara como su igual o como...un tesoro.
—Sí, es llamativa. Por eso es adecuada para ti —cuando responde eso, Atsumu le regala una sonrisa cómplice y algo avergonzada. Sintiéndose un poco menos nervioso al mirar hacia afuera del auto donde ve llegar a más gente que pertenece al mundo al que Sakusa está por llevarlo de la mano.
Porque...¿Va a guiarlo, no es así?
—¿Sabes? Con esto puesto va a ser muy difícil besarte —dice, disminuyendo la tensión en sus hombros.
Una pensaría que la mansión de un gánster estaría a las afueras de la ciudad, y aunque de lo único que está repleto ese lugar, apenas pone un pie fuera de la camioneta, son árboles, Atsumu da un rápido recorrido visual para darse cuenta de que aunque no se han alejado mucho del Castillo Aoba, está en un sitio que, efectivamente, está rebosante de excentricidad a la vez de seguridad.
Mientras veían en la camioneta, han traspasado un muro de más de tres metros de alto con focos reflectores dispuestos en el borde además de una puerta fortificada, pero lo que más le extrañó a Atsumu fue darse cuenta que, de hecho, no se habían alejado mucho de la ciudad para llegar hasta ahí.
Atsumu vio, incluso, varios señalamientos en el camino que indicaban estar cerca de la reserva de Taihaku, un lugar que si bien no era una atracción turística para cualquiera, tenía la presencia de trabajadores ahí. Gente ordinaria...¿Al servicio de Oikawa Tooru?
¿A cuánta gente tenía este hombre trabajando para él?
¿Eran miembros de su organización o por qué algunos se veían como simples trabajadores con los que te toparías en una excursión?
Atsumu no juzga, desde luego, a las personas que hacen trato con la mafia o quienes tienen una relación amistosa o de negocios con ellos pero para llegar ahí tuvieron que pasar varios filtros primero, deteniéndose en varias casetas —que aparentemente parecían ser de vigilancia— antes de que les concedieran seguir el camino.
Además de eso, no estaban muy ocultos que digamos.
Sí, estaban rodeados de demasiadas hectáreas de árboles pero la ciudad no quedaba tan lejos como pensaba.
Una alerta a la policía y todo ese festejo montado se iría a la mierda aunque...¿Quién querría provocar la ira de un mafioso?
De lo poco que sabía de esta persona, el líder de Seijoh era un sujeto lleno de extravagancias al que no le gustaba seguir las reglas, incluso las impuestas y decretadas dentro de la mafia. Con solo oír eso de parte de Kanoka, Aone y Futakuchi, asumió que Oikawa Tooru se trataría de una persona muy opuesta a Sakusa.
De hecho, lo era desde el momento en que se le ocurrió montar una fiesta de cumpleaños a lo grande. Sin embargo, a Atsumu le habían dicho que la mafia era como un brazo fantasma o una extensión del sistema natural de la sociedad.
Es decir, todo el mundo sabía que existían por un motivo. La mafia, a fin de cuentas, necesita consentimiento además de ganarse, al menos, una parte de la opinión pública. Por ello se comportan como una organización política, una sombra del Estado.
Por un lado, se esconde pero por el otro no pueden mantenerse por completo en secreto, porque representan una parte fundamental de lo que significa el término poder.
Que Oikawa Tooru se haya tomado incluso las molestias de celebrar su cumpleaños casi como una festividad, es hasta filosófico.
O ridículo.
Atsumu no sabe en qué categoría ponerlo pero supone que una vez que lo conozca, lo hará.
Por ahora, el recorrido hacia dentro de esa enorme propiedad, lo hace solo a unos pasos detrás de Sakusa. Desde luego, él debe ir adelante casi como si los demás rellenaran las huellas que él ha dejado.
Por un lado le gustaría ir como su igual pero por otro entiende que es un Don Nadie y que su rol ahí es solo fingir ser parte de la escolta que lo acompaña aunque le satisface mucho el que Sakusa voltee a mirarlo cada que tiene oportunidad, como si le preguntara a cada tanto con los ojos si se encuentra bien.
—Mantente cerca de Komori o de mi ¿Está bien? — Atsumu solo asiente, apretando un poco los labios en una reprimida sonrisa—. Y no te quites la máscara —Sakusa hace una pausa, deteniéndose un poco antes de ingresar por la enorme puerta de doble panel de la entrada, volviéndose a él—. Y de preferencia no hables mucho con extraños.
Esta vez a Atsumu sí se le escapa una pequeña risa antes de contestar.
—Si me sigues ordenando cosas, temo obedecerte en cada una de ellas.
—¿Qué se te ocurre? —una mano en su mentón y Atsumu siente que todo se sacude en su cuerpo.
—No lo sé, ¿Qué tal si me pides que me desnude o algo así? Estoy casi seguro que terminaría haciéndolo si tú me lo pides —conteniendo la respiración y ansioso de la reacción de Sakusa, Atsumu se muerde los labios al verlo a él también hacerlo. Aunque tiene medio rostro cubierto por su máscara puede ver perfectamente como le brillan los ojos de un aspecto libidinoso.
—¿Lo harías? —lo oye preguntar, en dos tonos más graves de lo usual, como si le costara mantenerse sereno.
Bueno, Atsumu está igual o más agitado que él.
Parece que ni les importa que se hayan detenido a medio camino del vestíbulo y que tengan a Komori y a casi media docena de hombres tras ellos esperando que se muevan.
Son ellos y su mundo.
—Si tú me lo pides...quizá lo haga.
—Solo si es para mí.
Pueden, por favor, ¿comportarse?
Lo último que sabe es que cuando Sakusa es casi apresurado por Komori para que deje de tontear con él, Atsumu se siente inusualmente excitado y emocionado aunque la sensación poco le dura cuando finalmente ingresan al sitio.
Así, dentro de la reserva de Taihaku, detrás de imponentes portones de seguridad y aislado de árboles centenarios y exuberantes jardines, se esconde esa casa principal.
El imponente salón principal de dos alturas, con un diseño simple pero elegante, en cuyos interiores predomina el color blanco, cuenta con una inversión que salta a la vista desde los laminados en el piso hasta por lo amplia y luminosa que se ve en cada uno de los rincones.
A simple vista, parece la mezcla perfecta entre una fortaleza y una casa de recreo con una mezcla de estilo que Atsumu solo va a dividir entre lo antiguo y lo moderno. Es decir, se notan los cuidados reformados que hay en el lugar preservando varias características originales tales como esa enorme chimenea central, laminados en el suelo, columnas y arcos en la nave principal. Las enormes ventanas con doble panel y doble acristalamiento, y todos los detalles Art Decó en negro y dorado, hacen que ese salón sea como una fantasía con aire atemporal.
Detalles que Atsumu sigue encontrando a medida que sigue avanzando y de los que sus ojos no pierden concentración. Al centro del salón, una enorme escalera de caracol se alza en todo su maldito esplendor como una masa de hormigón forrada en un acabado que parece oro.
Delicados azulejos de mosaico adornan algunos tapetes en el piso limitados por lambrines que también parecen de oro.
Apenas se da cuenta pero conforme avanzan entre los espacios hacia el centro, los pisos se vuelven cada vez más llamativos, casi como si marcaran el camino, de una forma bastante ingeniosa, al personaje central de esa fiesta.
—¡Ah! ¡Omi-kun! ¡Aquí, aquí!
Extravagante.
Y muy ruidoso.
Así puede definir a Oikawa Tooru tan pronto lo ve.
De hecho, asume que es él por cómo ha llamado a Sakusa y por cómo luce.
Él, a diferencia del resto, no está usando un traje negro como si fuera un funeral, en su lugar porta una camisa de vestir ajustada color azul turquesa junto a unos pantalones de talle alto color blanco que estilizan todavía más su figura.
No es robusto a diferencia de los demás hombres. Casi puede decir que tiene la complexión de Sakusa aunque se nota más delicado que él.
Y esa acampanada y excéntrica forma de saludar es-...
De pronto, se siente un poco cohibido.
No sabe cómo es que se ve su rostro detrás de su máscara pero Atsumu no tiene duda de que se trata de una persona bendecida de belleza y presencia tan pronto se acerca más.
Sí, bueno...¿Qué esperaba? Es un líder de mafia y es el responsable de haber montado todo ese show solo por su cumpleaños pero-...
—Levanta la cabeza —a su lado, Komori habla sin una sola alteración en su porte ni en su gracia fría—. Estás usando una máscara de Itachiyama ahora. No avergüences a Kiyoomi con tu inseguridad.
Aunque eso suena más a una crítica petulante, Atsumu saca el pecho luego de eso y se coloca firme mirando la espalda de Sakusa mientras este se encarga de saludar —en su muy seca manera de hacerlo— apropiadamente a Tooru.
Lo ve interactuar tan natural a pesar de que se ve a leguas haber sido llevado ahí por insistencia más de Komori y suya que hace que el aliento se le corte.
Lo hace ver tan fácil mientras que cuando están a puertas cerradas —o únicamente cuando están solos— solo parece tener ojos para él.
No se siente celoso ni mucho menos, es...una sensación extraña la que lo reconforta en el pecho. Como una punzada de orgullo.
Él, orgulloso de un mafioso.
No lo puede creer.
¿Y por qué de repente contiene una sonrisa?
—Traes un acompañante —Atsumu es consciente de que es a él a quien se refieren cuando levanta el rostro y ve el brazo de Sakusa extendido hacia él.
¿Qué está haciendo?
¿No había dicho que-...? Sin tiempo para pensar, la palma de Komori lo empuja casi forzándolo a que caiga dentro del radio de Sakusa, quien lo recibe suavemente para luego colocar una mano detrás de él, ahí, justo donde siente que su espalda baja necesita soporte.
Luego de unos segundos aturdido, finalmente tiene a Oikawa Tooru de frente y-...¿Por qué lo mira así? ¿Y por qué mira a Sakusa alternadamente como si esperara que dijera algo?
Primero lo mira fijo y luego hay algo en sus ojos que se desborda como una mezcla de incredulidad y luego de emoción contenida. Cuando menos se da cuenta, ha sido arrastrado por él por el salón, encontrando su destino en un asiento a un lado de él mientras pasa unos largos minutos hablandole acerca de quién es.
—¿Amnesia? ¿Es eso cierto? —el círculo reducido que son él, Sakusa, junto a Komori y ese otro chico robusto al que oyó llamaron Iwaizumi, que más bien están bordeando el sillón marcando un perímetro para que nadie más se acerque, por ahora, a felicitar a Tooru, hace que Atsumu se sienta inquieto de pronto—. Entonces, no recuerdas nada.
—Eso es lo que amnesia significa, supongo —Atsumu ríe, nervioso, sintiéndose extraño de estar recibiendo esa inusitada atención proveniente de un desconocido.
Pero no cualquier desconocido, sino de Oikawa Tooru.
Por largo rato lo escucha parlotear para al final disculparse por haberlo abordado tanto, pidiendo finalmente que disfruten la estadía mientras se va a saludar a más invitados no sin antes volver a dirigirse a él con una expresión de satisfacción inyectada en los ojos.
—Espero que Kiyoomi te traiga más seguido, eres encantador —le dice él.
Oikawa Tooru.
El centro de esa fiesta.
La persona que va y viene saludando a personas como si esa fuera una fiesta normal y no se trataran de gente peligrosa convocada en un solo sitio.
—A Oikawa le gusta ser el centro de atención —dice Komori, finalmente, luego de haberse mantenido callado en casi todo el rato en el que tuvo que hacerla de guardaespaldas—. Pero es de las pocas personas dentro de la mafia que ama su libertad y siempre busca hacer todo lo que hace una persona común.
—Él no es común —dice Atsumu, sosteniendo la copa que Oikawa le ofreció tan solo hace unos minutos antes de perderlo entre la muchedumbre. Sakusa se encuentra un poco apartados de ellos, hablando con un par de hombres por lo que ahora está bajo el cuidado de Komori.
—¿Qué crees que somos en la mafia? ¿Personas con sangre azul? —cuando Komori le arrebata la copa y la coloca en la bandeja de uno de los meseros que pasa por ahí para que se la lleve, Atsumu le mira, confundido
—¿No hacen lo que quieren siempre? Por eso no son algo así como ¿inalcanzables?
—Somos personas, no aliens. Por supuesto que nosotros también tenemos cosas qué sacrificar.
Sacrificar.
¿Qué cosas podrían sacrificar que les afectara tanto?
Dando una mirada rápida a su entorno, lo único que puede percibir de ese sitio, en ese momento, es derroche de dinero y poder. Aunque quizá esa no sea la mejor manera de juzgarlos a todos.
Quizá esa solo sea la imagen que todos tienen de los mafiosos pero justo ahora parece ser que esa característica es exclusiva para Oikawa Tooru.
Todo ahí estaba diseñado para su deleite.
Desde las esculturas de hielo hasta las mamparas revestidas de oro.
Teniendo esa imagen en vivo y a todo color de lo que es verdaderamente una fiesta oficiada por alguien con influencia y poder, las palabras de Komori no tienen mucho sentido pero parece que eso es lo que menos importa. Para Atsumu solo manifiesta que mostrar dinero no significa nada para ellos.
Es decir, es fácil identificar la categoría de cada quien ahí por el porte y la presencia. Había algunos hombres que se veían igual de ostentosos y extravagantes que Tooru pero también había otros que se veían más discretos.
A pesar de todo, el ambiente era alucinante. Cualquiera que se atreviera a perturbarlo iba a poner en duda su capacidad mental.
Ahí había casi medio centenar de hombres influyentes y gente poderosa. Si alguien decidía hacer algo, eso iba a terminar o muy bien o muy mal.
—¿Te estás sintiendo mal? —y luego, entre todos ahí, está Sakusa Kiyoomi de vuelta a su lado. A Atsumu se le infla el pecho y le empiezan a revolotear mariposas cuando siente su mano en su cintura mientras le acomoda mejor la máscara, quizá porque se ha movido un poco de su sitio.
Aunque ¿Por qué pregunta si se siente mal? Komori lo ha acompañado todo ese rato y aunque fue ahí con la clara idea de que no podría pasar pegado todo el tiempo a Sakusa, no se la está pasando tan mal.
—¿De qué hablas? La comida es gratis. Por supuesto que me la estoy pasando bomba —sonríe, siendo sincero—. Puede que me sienta un poco fuera de lugar pero es divertido. Es...diferente a lo que esperé.
Atsumu se imaginaba algo así como una reunión sumamente tensa en la que de festejo no tendría nada pero sorprendentemente todo se ve como algo...normal. Aunque no sabe si la palabra normal encaje correctamente con lo lujoso que se ve todo.
Si Atsumu no tuviera conocimiento del hecho de que todos ahí pertenecen a la mafia, aquello pasaría simplemente como una fiesta de ricachones.
En algún punto, cuando Sakusa vuelve a ser solicitado por otro grupo de hombres, recuerda que es obvio que no va a tener su entera atención por esa noche. Sakusa ahora es el líder de todas las mafias, y aunque claramente su edad es sobrepasada por la mayoría de gente que hay ahí, eso no quita el hecho de que todos quieran acercarse a él para ofrecer sus felicitaciones y otro tipo de alianzas o acuerdos.
En todo momento, a Sakusa no se le separan esos dos hombres que tiene de su organización, como sus guardaespaldas. Le sorprende un poco que no sea Komori quien esté como su sombra y en su lugar este permanezca a su lado como si Sakusa le hubiese dado la orden de que lo hiciera.
Logró convencerlo de ir pero ¿a qué costo?
Tiene que estar prácticamente vigilado por Komori mientras su jefe se desplaza por todo el Gran Salón asistiendo a conversaciones que, por los gestos que le ve hacer a Sakusa con algunas personas, está odiando tener.
Atsumu se ríe de la desgracia ajena al mismo tiempo que piensa que toda esa preocupación que sentía antes, misma que se vio influenciada un poco por Semi, al final fue sin sentido.
Es decir, ¿quién se atrevería a hacer algo en el dominio de Oikawa Tooru?
Tan pronto, lo que parece ser un grupo musical, se comienza a instalar en ese escenario montado del que había pasado por alto desde que llegó, Atsumu entiende que es la atracción principal.
Las luces se atenúan un poco pero no lo suficiente como para quedar a oscuras, y en algún momento, avanzada la fiesta, uno de los hombres de Kiyoomi se acerca a ellos, compartiendo un par de palabras con Komori.
—Komori.
—¿Mn?
—Te llama Sakusa —De inmediato, tanto él como el susodicho, voltean a mirar al hombre y luego alternan su mirada en el gentío que ahora es mucho más.
—No lo veo.
—Es porque está del otro lado del salón. Dice que es urgente —al oír la palabra urgente, hay una sensación extraña instalándose en Atsumu—. Pero solo te quiere a ti.
—¿Ah? —esta vez es el rubio quien solicita una explicación aunque parece que buscarla en la expresión que hace Komori tampoco le soluciona nada.
Komori entrecierra los ojos y parece ligeramente perturbado por la inesperada orden, volviendo su mirada a él.
Ha dicho "urgente".
¿Por qué lo mira a él como si dudara? Aunque, bueno, puede que sí sea un poco extraño que Sakusa lo haya mandado a llamar solo a él pero-...
—¿Por qué me miras así? Ve. Sakusa ha dicho que es urgente ¿no es así? —sin embargo, es Atsumu quien termina por empujarlo a que lo haga. Si Sakusa lo ha llamado, debe ser por algo. Atsumu tampoco se va a poner como un lunático a pensar cosas que no son—. ¿Qué? ¿Crees que no me sé cuidar solo? Te recuerdo mis super movimientos de Jackie-Chan con los que casi te derroto hace tiempo.
A pesar de que su intención es provocarlo y que le responda con que es un tonto, como siempre lo hace, la expresión de Komori no cambia esta vez, luciendo serio a la vez de indeciso.
—Me ordenó que no me separara de ti.
—Sí, pero entre elegirlo a él o a mí, creo que la diferencia es clara ¿no es así?—y aunque le conmueve y le satisface oír eso, Atsumu solo lo toma del brazo, empujándolo un poco en claro mensaje de que se largue.
Aún así, Komori parece pensárselo incluso hasta el último segundo.
Para este momento Atsumu ya no puede escuchar muy bien sus palabras debido a la música pero hace el intento por entender lo que le dice antes de irse.
—¿Qué tan bueno eres cumpliendo tus promesas?
No recuerda haber roto ninguna pero tampoco es que sienta que no lo haya hecho.
Es decir, nadie está exento de decir mentiras y hacer promesas que no puede cumplir pero él, definitivamente, no va a desobedecer ahora por muchas ganas que tenga de pasearse por el lugar por su cuenta. Está consciente de dónde se encuentra y aunque puede que se haya ganado la aceptación y el gusto del jefe de esa casa, Atsumu también tiene claro de que no puede ir vagando por ahí exponiéndose como si nada.
Solo tiene que quedarse ahí, quietecito, a esperar a que Komori o Sakusa vuelva.
No sabe en qué momento Oikawa Tooru se ha montado al escenario y ha hecho de ese lugar algo parecido a un concierto pero le divierte demasiado, desde donde está, ver cómo a pesar de que es uno de los líderes de las cinco familias que gobiernan la mafia, en realidad es un hombre joven al que le gusta divertirse.
La mayoría de sus invitados son gente más o menos de su edad pues en todo el rato no ha visto desfilar a ningún hombre mayor.
¿Puede que haya invitado a solo gente exclusiva o con quienes se lleve mejor?
Atsumu no conoce a nadie ahí, pero parece que hay cierto deseo en él de reconocer a la gente que es de mayor jerarquía por cómo lucen. Además de Itachiyama, ¿Han ido las otras tres organizaciones de mayor poder?
—Sí invitó a Itachiyama...¿Habrá invitado a la organización donde está el novio de Shoyo? —pregunta en voz alta, despreocupado de que alguien vaya a oírlo realmente ahora que la música está muy vibrante.
A Shiratorizawa y a Gu los descarta porque ¿No había sucedido algo con ellos en la última noche de reunión? ¿Pero qué hay de Karasuno?
La demás gente deben ser organizaciones de menor rango a juzgar por el diseño único y desconocido para él de sus máscaras, dándose cuenta que en realidad su atención está en la búsqueda de máscaras con representación de águilas, cuervos o zorros.
Él, está portando la de Itachiyama.
Que Sakusa se la colocara, estando únicamente ellos dos, significó para Atsumu un reconfortable momento a la vez de...simbólico?
¿Lo hizo porque era parte de la etiqueta de vestimenta? ¿O había un simbolismo oculto detrás de todo?
Era como si le colocara una corona o le devolviera el valor que en algún momento le perteneció.
Apenas es consciente del peso y significado que hay detrás de eso y de la forma en la que hay gente mirándolo intensamente.
¿Qué?
¿Nunca han visto a un tipo con una máscara como la suya o qué?
¿Dónde está Komori? ¿Por qué demonios tarda tanto?
—Quiero ir al baño —dice para sí mismo, comenzando a impacientarse y a mover las piernas como si se le hubieran subido las hormigas.
Genial.
Ahora debe verse ridículo moviéndose como una serpiente mientras zapatea de una forma extraña.
Le había dicho a Komori que no se movería de ahí, y aunque en teoría, debería temer más en desobedecer a Sakusa, honestamente le teme más a los ojos endiablados del castaño cuando se enfada con él.
—Umm, disculpa... —Atsumu calla de pronto, reprendiéndose ante el tono tan primario y tonto con el que pregunta al primer mesero que se le atraviesa en los ojos en busca del baño—. Quiero decir...¿Los sanitarios? —su carraspeo se traduce a una mirada bastante glacial de parte del hombre. ¿Y ahora qué? ¿Se supone que todos deben saber a dónde ir?
El hombre no dice nada pero Atsumu resume su asentimiento de cabeza con algo parecido a "que lo siga". En momentos así no está para analizar la situación y considerarla peligrosa porque en serio necesita un baño por lo que simplemente lo sigue, comenzando a alejarse un poco del Gran Salón.
Cuando finalmente llegan a una intersección de pasillos, el mesero simplemente le señala las puertas y con el mismo silencio se retira.
A Atsumu no le importa, creyendo ser lo suficientemente apto para volver solo una vez que termine de hacer sus necesidades, retirándose la máscara mientras está todavía en los lavabos para mirarse al espejo un rato.
Ese no es el lugar ideal para tener un encuentro espiritual consigo mismo pero mientras se moja el rostro, se contempla en el reflejo que tiene enfrente.
¿De dónde?
¿De dónde viene él y qué era lo que estaba haciendo antes de acompañar a un mafioso a esa fiesta?
¿Hacía algo bueno?
¿Su vida era buena?
—¿Quién eras antes de todo esto? —le pregunta al Atsumu que parece que se desdibuja en el espejo como si fuera una persona distinta a él. Por un lado, quiere saber, pero por el otro, tiene un poco de miedo. Todo debido a todos esos reflejos anticipativos de que lo toquen y los recuerdos que vienen cada cierto tiempo.
Sacude la cabeza, dejando que las últimas gotas en su cabello caigan y salpiquen un poco.
No tiene tiempo para eso.
Ya se demoró demasiado ahí.
Necesita volver porque es capaz que Komori o Sakusa lo estén buscando.
Cuando sale al pasillo, ya tiene la máscara puesta de nuevo, pero Atsumu es tan similar a un niño que aunque su conciencia le dice que debe volver al Gran Salón, sus pies terminan por dirigirlo en la dirección opuesta al pasillo, ahí donde hay más puertas pero también hay una amplia habitación que tiene más parecido a la galería de un museo.
Esa debe ser toda una exposición de Seijoh en la que alberga arte de todo tipo al igual que pinturas y retratos.
Atsumu se sorprende de ver la cantidad de arte y pinturas que hay dentro. Cada escultura está dentro de mesones altos e individuales protegidos con vitrinas mientras que en las paredes están los nichos para los cuadros.
Hay una escultura hecha de placas delgadas de aluminio y de otro metal del majestuoso Castillo Aoba que le llama la atención, al igual que hay un par de retratos colgados también.
¿Será gente importante de Seijoh?
Atsumu sonríe un poco, irónico, asumiendo que algo así solo sería montado por el ególatra y vanidoso de Oikawa Tooru. Algo así como el paseo de la fama de los museos, donde por cada cuadro hay un miembro que sucedió a otro durante diferente periodo de tiempo.
—Ah, es el líder de Seijoh —o eso es lo que cree, mirando una de fotos que hay en un par de portarretratos que hay en el fondo, ahí donde la iluminación e incluso la decoración es diferente. Son pocas, de hecho, las que están en portarretratos por lo que su curiosidad de verlas incrementa más pues pareciera que fueron puestas ahí a propósito.
Primero mira una foto y luego mira las demás, hasta que llega a una que le hace fruncir el ceño de una forma bastante curiosa e incrédula.
No tiene idea de qué edad podría tener Oikawa Tooru en ella pero se ve muy joven. Sabe que es él a pesar de la máscara que tiene porque está usando un conjunto azul turquesa similar a la camisa que el día de hoy está usando.
Lo curioso de la fotografía, es que no parece seguir el contexto de las demás en las que viste de negro y se ve mucho más maduro, y hasta siniestro, acompañado de hombres que parecen ser mayores a él.
No.
En esta es él con varios chicos de su edad y algunos más pequeños.
A un lado de él, hay un chico de cabellos en picos al que rápidamente Atsumu asocia con el hombre que en toda la fiesta no se le ha separado. ¿Hajime Iwaizumi? ¿Así era? Del lado derecho, Oikawa está abrazando a otra persona. De hecho a dos, solo que uno parece menos eufórico que el otro.
Y al último...
—Me gusta esa foto —pegando un brinco del susto, Atsumu tiene que hacer maniobras con las manos para no tirar ese portarretrato, reaccionando tarde cuando el mismísimo Oikawa Tooru está ahí, caminando hacia donde está él.
El rubio no sabe dónde meter la cara ni qué decir. Temiendo haberse metido en problemas, permite que Oikawa tome la foto entre sus manos, admirándola.
—Aquí —Atsumu deja de mirarlo cuando el hombre le señala algo en la foto. Justamente al chico que se ve más infeliz dentro del recuadro—. A Kiyoomi nunca le han gustado las fotografías.
Esperen...
¿Qué?
—¿Kiyo-...? Quiero decir...¿Sakusa? —inconsciente, le arrebata el portarretrato a Tooru de las manos para comprobar lo que dice. De hecho, esa era la parte que no pudo mirar bien antes de que el líder de Seijoh le diera un susto de muerte al aparecerse ahí. Aunque, bueno, es su maldita casa, no tendría por qué enfadarse con él.
Volviendo a la fotografía, de los dos chicos que abraza Oikawa por un lado, el último, el que tiene una sonrisa enorme, es ese chico el que está tirando de alguien.
¿Le está diciendo que ese alguien a quien tiene sujetado del brazo es Sakusa?
No se ven como niños, quizá solo de unos pocos años atrás pero la fotografía no parece entonar con el resto de las obras y pinturas del lugar, casi como si cayera en la categoría ser solo una foto tomada en un día cualquiera, en el que se les permitió sonreír.
—¿Ese es Sakusa? —pregunta, siendo la diferencia de tamaños lo primero de lo que se percata. Sakusa se ve como el más pequeño de todos, y aunque también lo cubre su máscara, se ve que es el que menos disfruta la foto.
—Ajá.
—Es...Qui-Quiero decir...Se ve muy pequeño —Oikawa ríe un poco, manteniendo una sonrisa divertida por unos segundos recordando ese día.
—Es porque lo estaba. El pequeño Omi-kun tenía 15 años ahí. Yo estaba por cumplir los 21.
Los 21.
Wow.
Eso le recuerda que-...
—Entonces yo tenía 18 —Oikawa, a su lado, voltea a mirarlo, pasmado—. Quiero decir, es la edad que calculo que tenía. Según él, ahora tengo algo así como 24 años.
—¿Según él?
—Bueno, él y su equipo médico. Ellos se encargan de llevar mi caso ahora.
—¿Y solo eso te han dicho?
La rapidez con la que la sonrisa desaparece y su cuerpo se enfría, no impacta en Oikawa Tooru cuando lo mira de regreso.
—¿Cómo que si eso es todo? —sin embargo, que Oikawa no responda y solo se le quede mirando profundamente, finalmente causa estragos en Atsumu. Sus ojos amables se han ido, en su lugar, lucen algo...tétricos aunque no parecen ser los de alguien que le haría daño pero le perturba el cambio tan abrupto de aire y hasta de su tono de voz—. ¿Pasa algo-...?
—Tooru —¿Han demorado lo suficiente ahí como para que el subordinado de Oikawa Tooru haya tenido que ir a buscarlo él mismo? —. Tienes que volver a la fiesta. Y tu. —Carajo. ¿El segundo al mando de Seijoh se está dirigiendo a él ahora?—. Komori te está buscando como un lunático.
Mierda.
Sí.
La jodida fiesta.
¡Komori lo va a matar!
—Ya, ya, Iwa-chan, solo estábamos conversando—acercándose a él, Atsumu no sabe si seguirlo o simplemente quedarse como un idiota parado ahí aunque ¿No debería simplemente pedirle que regrese con él?
Atsumu viene siendo un desconocido para todos, entonces... ¿Por qué parece como si a Oikawa Tooru no le importara que se paseara por su casa?
—Puedes quedarte aquí si quieres. Le diré a Komori-chan que estás aquí.
O simplemente debería volver.
Pero no lo hace.
Cuando Oikawa Tooru y su subordinado se van, Atsumu permanece por un rato más mirando cada pintura y fotografía con detalle. Especialmente esa donde sale un Kiyoomi de 15 años jaloneado por ese otro chico que se ve mayor a él.
La foto incluso está un poco desenfocada por lo que no es tan nítida como para que pueda apreciar bien los rostros pero por cómo se ven esos dos, pareciera que se llevaran o bastante bien o bastante mal.
Acaso...¿Esa es la persona especial de Kiyoomi?
¿A la que se refería cuando dijo que su padre no la debió tocar?
¿Quién es?
Las máscaras que llevan los chicos son todas iguales. De hecho, Atsumu nota que ni siquiera son las que pertenece a alguna organización. ¿Son farolas festivas las que están a fondo de la fotografía?
Ah. Ya ve.
Son máscaras de algún festival.
Genial.
Ahora tiene todavía más curiosidad.
¿Estaban en un festival?
De todos modos, cree que ya se demoró lo suficiente ahí en su expedición de boy scout. Tiene que volver ahora y pensar en cómo lidiar con el malhumor de Komori y la reprimenda que le vaya a dar Sakusa, si es que tiene pensada alguna.
Cuando está regresando por el mismo camino que lo llevó ahí, sin embargo, hay alguien que lo intercepta por el pasillo, aturdiéndolo.
—Sígueme.
—¿Perdón-...?
—Es hora de irnos.
El hombre tiene una máscara de Itachiyama sobre el rostro pero hay una sensación de desconfianza en Atsumu con respecto a él comenzando por el hecho de que intenta tomar su brazo de forma brusca.
Atsumu da dos pasos hacia atrás, histérico más por el hecho que va a tocarlo que por la orden en sí.
—¿Pero qué te pasa? ¿Qué no sabes que no pueden tocarme sin mi permiso o qué? —de hecho, aunque la orden no haya sido puesta por él, Atsumu recuerda claramente a Sakusa diciendo aquello frente a casi todos sus hombres luego del primer incidente que ocurrió con Futakuchi.
La razón era sencillamente que había en él alguna especie de rechazo subyacente que le hacía sentir asco y miedo por el contacto con las demás personas, y nada más.
Todos habían asentido obedientemente aquella vez pues era obvio que no les quedaba de otra más que acatar las órdenes de Sakusa por lo que ahora cree tener el motivo suficiente para alterarse un poco.
—Lo que sea. Solo muévete —dice el desconocido, guiándolo a tropezones por el pasillo.
—Oye, oye, no tienes qué empujarme, maldición —solo hasta que se da cuenta de que en lugar de estar guiándolo hacia el Gran Salón, el hombre con máscara de comadreja lo mete más por pasillos dentro de la mansión, Atsumu detiene sus pasos—. ¿No íbamos a la salida? ¿Y dónde está Sakusa? ¿Y Komori?
—Ya se han adelantado —pretendiendo volver a empujarlo, esta vez Atsumu le monta frente, quedándose quieto de nuevo—. ¡Solo muévete!
—¡¿A quién le dices muévete?! ¡No me voy a mover hasta que Sakusa venga a ordenármelo y-...!
—¿Van a algún lado?
Genial.
Atsumu ya está harto de esos encuentros misteriosos.
¿Y ahora quién es?
Cuando una tercera voz se une a la conversación, Atsumu no sabe si percibir el tono del desconocido como una salvación o una maldición. Es decir, es la primera vez que lo escucha así como también es la primera vez que...ve una máscara de zorro.
Puta madre.
Es alguien de los Gu.
El hombre, a su lado, parece temblar de pronto, y Atsumu asume que se debe a que o se conocen o es alguien tan poderoso como lo es Oikawa Tooru o Sakusa. ¿Quizá un líder?
No, no puede ser. Es de los Gu. Y los Gu no tienen líder ahora ¿no es así?
A medida que la persona se acerca más a ellos, el hombre a su lado parece empequeñecerse más.
Si no se trata de un líder, quizá sea un ejecutivo de la familia Gu, lo que significa que también podría estar, fácilmente, por encima de cualquier otro miembro de rango menor de cualquier familia.
Y, por consiguiente, hasta encima de él como para pisotearlo.
Maldición.
Él también está comenzando a sentirse nervioso ahora.
—Dos hombres de Itachiyama merodeando por la propiedad del líder de Seijoh. ¿Su líder sabe de esto? —frustrado de que el hombre a su lado no hable, Atsumu sopesa la idea de hacerlo él para aclarar ese malentendido pero...¿Eso no sería faltar a la promesa que le hizo a Sakusa de no hablar con extraños?
Aunque bueno, es algo absurdo pensar en eso ahora que la situación está un poco extraña y que básicamente ha vuelto a hablar con Oikawa Tooru como si fueran viejas cotorras.
—¿Se nos perdió el baño? —habla, en tono amistoso aunque por dentro está temblando.
Hacerle una broma a un hombre que se ve letal...Debe haber perdido la razón.
El hombre frente a él es incluso unos centímetros más bajo pero no por eso deja de imponer con su presencia. No puede verlo con claridad, además de que no está muy concentrado que digamos en cómo luce, pero su cabello es de un tono gris muy claro tirando a blanco mientras que las puntas de sus mechones son negras, como si el tinte estuviera deslavado aunque parece que la intención es justamente esa.
Y...sus ojos.
Son amarillos, afilados y muy intimidantes, como los de un felino.
Parece que sonríen y son amables pero en realidad le miran de una forma que lo perturba.
¿Todos los hombres involucrados en la mafia son así o qué demonios?
—¿No sabes quién soy? —Atsumu traga grueso y pesado ante la pregunta.
¿Acaba de faltarle al respeto a alguien a quien no debió o qué? ¿Se supone que debería saber quién es? Dada su reacción, Atsumu asume que sí es una persona importante y no es solo un miembro más dentro de su organización, sino que tiene bastante peso dentro de esta.
Mierda.
¿Con qué tipo de los Gu se vino a encontrar entonces?
—Yo...¿Puede que sea nuevo con Sakusa? —ante la irresponsabilidad de decir su nombre así, por mucho que sea su apellido, Atsumu cierra los ojos duramente segundos después, dándose cuenta de su error—. Quiero decir...ummm, e-en Itachiyama. No llevo mucho tiempo con Itachiyama y es por eso que aún no ubico a la gente que-...
—Eso explica por qué estás con un hombre de Nohebi —ante la confesión, Atsumu engrandece los ojos, poniéndose pálido y callando de pronto—. Daishou no fue invitado, te debes de imaginar por qué. La persona a tu lado pertenece a sus hombres —Atsumu voltea a mirar con horror al hombre de máscara de comadreja. ¿Cómo...? ¿Cómo que no es de Itachiyama?
Igual no es como que se haya aprendido de memoria los rasgos de los hombres de Sakusa, además de que la mayoría, aun estando en casa, mantiene su identidad cubierta debido a las máscaras.
Que este hombre le esté diciendo esto, aunque podría también ser una mentira, le hace dar dos pasos hacia atrás.
El impostor, sintiéndose claramente en peligro, parece querer tomar a Atsumu de la muñeca cuando lo ve moverse, pero una bala es más rápida que cualquier intento humano de intervenir, dando de lleno en la mano del agresor, casi reventándola toda.
Atsumu, quien apenas alarga su mano en dirección a la navaja que le ha dado Semi, misma que se encuentra escondida en su bolsillo, no alcanza su trayectoria cuando, sin tiempo de reaccionar, de temblar o de ponerse a llorar, sangre lo salpica al igual que al hombre de Gu que acaba de, seguramente, poner en alerta a todos los invitados dentro de esa casa con solo el sonido del disparo.
—Detrás de mí, por favor —sin embargo, la frialdad con la que ofrece su mano detrás de él, como si le dijera que en tanto llegue más gente, lo pondrá a salvo, le hace sentir más miedo que tranquilidad.
Sus pies, finalmente, se mueven por sí solos, solo porque parece estar dentro de un estado de shock del que aún no se recupera, pero a medida que el hombre de Nohebi se mantiene agachado con la mano fuertemente sujetada y ensangrentada, Atsumu mira todo ahora desde detrás de la espalda del hombre de Gu.
El cañón de su pistola sigue caliente y también continúa apuntando al hombre que yace quejándose de dolor en el suelo mientras que él...él solo está tieso como una piedra y frío como un vendaval que no ha sido anunciado ni previsto.
¿Qué-...? ¿Qué acaba de-...pasar?
—T-Tú...¿Por qué traicionast-...? —otro disparo, y esta vez Atsumu alcanza a cubrirse solo los oídos viendo como la segunda bala se le incrusta en la pierna al hombre, aumentando más sus gritos.
Quiere vomitar.
Quiere ver a Sakusa.
Sakusa.
No.
Quiere ver a Kiyoomi.
Kiyoomi.
Kiyoomi. Kiyoomi. ¡Kiyoomi!
Sus súplicas no se alargan más cuando siente una mano tomar su muñeca y su cuerpo ser volteado con fuerza, haciendo que estrelle todo el rostro en el pecho de esa persona conocida. Su aroma rápidamente tiene el efecto en él para que se aferre a su espalda y busque su calor, y de paso seguridad.
Es él.
Es su fortaleza.
Es Sakusa.
Seguramente las demás pisadas y armas siendo desenfundadas que escucha son de las demás personas que lo acompañan pero no puede concentrarse en ningún sonido que no sea el palpitar acelerado de Kiyoomi que escucha dentro de su pecho.
Sin darse cuenta, está devolviendo el abrazo fuertemente.
No quiere ver a nadie.
Ni tampoco que nadie lo vea en ese estado.
¿Pero qué demonios acaba de pasar?
¡Todo estaba bien hace unos minutos!
¿Cómo es que-...?
A pesar de que tiene a Sakusa ahí para sostenerlo, la calma no viene a él como debería.
Aún así, solo hasta que se anima mirar un poco a su alrededor, apartando un poco el rostro del pecho de Kiyoomi, obtiene una expresión del hombre de Gu abandonando el sitio mientras le sonríe de una forma bastante espeluznante, misma que lo descoloca.
Lo que obtiene de parte de Sakusa, es una mirada siniestra, pero lo que obtiene de él...es nada.
Blanco.
Blanco convirtiéndose a negro.
Al hombre de Nohebi, quien es obvio que e ningún momento ha pertenecido a Itachiyama y solo ha hurtado una máscara de Itachiyama para poder acceder a la fiesta y hacerse pasar por uno de ellos, rápidamente lo abordan los hombres de Oikawa Tooru, siguiendo las órdenes de Hajime Iwaizumi quien también se encuentra ahí.
Una vez que Sakusa se asegura que él se encuentra, al menos, con la capacidad de caminar por su cuenta, no lo suelta ni para atravesar todos los pasillos con dirección afuera del lugar, solo compartiendo una mirada fría con Oikawa Tooru quien mira todo en silencio, desde un lugar apartado, tras haber sido informado.
El ambiente en el Gran Salón es de conmoción ahora pero también le pinta el panorama real a Atsumu de la cantidad de hombres peligrosos que hay ahí dentro y de que Semi, quizá, siempre tuvo razón.
Todos esos hombres, que hace unos momentos estuvieron bebiendo y divirtiéndose como personas ordinarias, ahora lucen con expresiones espeluznantes y atentas además de que varios de ellos sostienen sus respectivas armas.
—¿Hi-Hice algo mal? —pregunta, a punto de romperse aunque no sabe si de miedo o de llanto. La verdadera pregunta que quería formular en realidad era: "¿Ha sido mi culpa?" "¿Ha sido mi culpa que ahora todo esté así?" , pero tales palabras no salen de su boca.
Sigue conmocionado.
Y si solo se mueve es porque Sakusa le pasa un brazo por los hombros como si estuviera dispuesto a protegerlo de cualquiera que intente acercarse a preguntar o a tan siquiera mirarlo.
La gente los ve como rayos cuando atraviesan el Gran Salón pero Atsumu está tan aturdido que solo mira como sus pasos se vuelven cada vez más apresurados hasta que algo más llama su atención.
No puede decir que sea instinto o un sentido desarrollado el que haga que las personas volteen a ver a otras cuando se sienten observados pero de todas las miradas que está recibiendo en ese momento, hay una que atrapa en medio de la conmoción.
Una mirada desconocida que le sacude todo el cuerpo —y parece que también los recuerdos— cuando lo observa a pesar de ser solo pocos segundos que se le facilitan para hacerlo.
Ese hombre de Gu, que no sabe si definir si lo ha ayudado o ha empeorado todo, finalmente se reúne con este otro hombre que es un poco más alto que él.
El hombre, de ahora cabello castaño, le mira como si acabara de ver un fantasma o a alguien a quien odia demasiado.
Cuando sus miradas se conectan, Atsumu siente que su pecho es llevado al límite, temiendo romperse.
Castaño claro contra castaño oscuro.
Cabello rubio contra...
"Otros tienen anillos o alguna prenda que significa lealtad. Quiero que nosotros tengamos algo también. Algo con lo que hagamos una promesa"
No se retira la máscara pero claramente también es de Gu. Pero incluso si simboliza también la de un zorro, es diferente a la del otro hombre con el que se ha topado. Es como la de Sakusa.
Impone.
Intimida y-...
"Prometamos que siempre tendremos el cabello así. El día que uno se lo tiña, sabremos lo que significa"
Lo que significa.
Atsumu no entiende lo que significa ese lo que significa, ni eso que acaba de atravesarse en su mente como un recuerdo a cerca del cabello. ¿Qué cabello? ¿El de quién?
El otro hombre de Gu, parece tener la misma expresión que él como si lo conociera.
Quiere detenerse.
Quiere pedirle a Sakusa que deje de tirar tan fuerte de él y que paren un momento, no porque tenga curiosidad sobre el hombre que no le quita la mirada ni siquiera cuando suben a la camioneta, sino porque no ve más el camino que recorren todo porque siente que se va a desmayar ahí mismo.
Escucha voces.
En su mente y también ahí con él, con Sakusa, una vez montados en el vehículo, en donde en lugar de encontrar paz y seguridad, solo se amplifica todo mucho más.
No sabe si es Komori quien grita o si es el chofer, o si es el mismo Sakusa que le pide que le mire y que se calme.
Todo le da vueltas.
Siente los ojos llorosos y ardiendo.
—Todos...cállense ya —dice, sudando frío, sosteniéndose de la puerta como si quisiera salir corriendo de ahí.
Son ruidosos.
Son muy, muy, muy ruidosos.
—¡Atsumu!
Como los hombres que le respiraron en el oído cuando solo tenía diez.
