—Advertencias: El capítulo contiene abuso emocional y físico a menores. Esto es meramente parte de la historia, en ningún momento apruebo y promuevo este tipo de actos.

—Aclaración que se me pasó aclarar(?): Osamu y Atsumu no son gemelos. Tienen una diferencia de edad de dos años.

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|8|

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Niños de la mafia

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Tenía ocho años cuando él le mintió por primera vez.

Cuando le mintió diciéndole que lo que iba a hacer a la casa de los Itachiyama era algo que solo él podía hacer y, por consiguiente, Osamu no podía saber.

"Lo hice por ti"

—¡Tú no lo hiciste por mí!

El agua está corriendo pero ahora solo puede oír su respiración descompensada, los cristales rotos que suenan bajo sus zapatos, y la maldita voz de Atsumu mientras le dice eso con una expresión deformada.

Primero lo ve triste y deshecho y a los pocos segundos el recuerdo se transforma, llevándolo a días más felices de su pasado.

Lo ve riendo mientras dice su nombre.

A su hermano mayor diciendo que lo protegería siempre sin importar qué tuviera que hacer.

"Osamu"

"Samuuuuuu..."

"¡Oye, Samu!"

Ahora, sin embargo, en su muy perturbada y dañada mente, cada palabra que Atsumu continúa repitiendo dentro de su mente está bañada de una ironía similar a la que suele ocupar todo aquél que siempre se ha burlado de él, recordando lo inferior que ha sido solo por haber nacido dos años después que su hermano mayor.

Con intención o no, todas esas voces han acechado su vida y han sido parte cómplice de todo el resentimiento que hoy tiene hacia él.

A su memoria.

O a lo que creyó que solo sería su memoria.

Su mano lastimada y llena de sangre deja hileras sobre el borde del lavado mientras lo aprieta con fuerza como si quisiera romperlo. Eso junto a la línea tensa que tiene en los labios en ese momento, que poco a poco se deforma en desesperación, frustración pero también en lunática excitación.

¿Desde cuándo...?

¿Desde cuándo comenzó de nuevo a verle la cara?

Insensible es la palabra con la que más lo describen al recordar el día que recibió la noticia de su muerte pero, de hecho, la reacción más cercana a una emoción fue la de sentir satisfacción mientras una sonrisa tétrica peinaba su rostro en tanto el viento sacudía los vestigios en su cabello de una promesa que ninguno de los dos cumplió.

"Prometamos que siempre tendremos el cabello así. El día que uno se lo tiña, sabremos lo que significa"

Una promesa ridícula de su parte.

Una promesa que el día de hoy no debería tener ningún peso sobre él.

Su cabello había permanecido de su color natural pocos meses antes de la desaparición de Atsumu solo porque no le preocupaba mucho que el tinte gris que ya tenía se comenzara a caer, mostrando su raíz.

La primera vez que se tiñó el cabello de gris también fue la última vez.

Ahora, el excedente del tinte de ese tono se va por el lavabo, llevándose también consigo al antiguo Osamu de cabello castaño, junto a la poca estabilidad y sobriedad que le queda. Esa por la que siempre ha sido criticado y comparado con Atsumu al ser él, el más activo. El que siempre salta a la acción y a la victoria.

La sensación que sintió esa vez al teñirlo es diferente a la de ahora. Pero ambas veces, fueron ocasionadas por él. Por Atsumu.

El empaque dice que debe dejar el tinte de cabello por alrededor de 35 minutos. No más, no menos. Pero Osamu lo ha dejado casi por una hora.

El cuero cabelludo hace rato que dejó de doler y arder, no porque la sensación haya parado, sino porque su piel ahora está tan roja y entumecida por el tiempo excesivo que lleva dentro del baño.

Afuera no se escucha nada pero en segundos el sonido de la puerta abrirse acompaña al chorro de agua que cae por el lavabo, mismo por el que pasa su cabello mientras lo lava con la mano que no tiene llena de sangre luego de haber roto por la mitad el espejo del baño de esa habitación de motel.

—¿En serio este fue el mejor sitio al que se te ocurrió traernos, Kita? —la voz de Rintaro es la primera que oye pero también la primera que le enerva la sangre.

Rintaro, como siempre, opina sin importarle el contexto, porque arriesgarse es lo que hace mejor, pero ahora la mirada de su joven amo le da es suficiente para que se calle de inmediato aunque solo por unos segundos.

—Trae una camisa limpia —es todo lo que dice Kita interactuando con él, intentando acercarse a Osamu quien está bañado de hileras de agua limpia, tinte y sangre. Solo trae puesto los pantalones pero aun si no los tuviera puestos, parece haber demasiada cercanía entre ellos para que se muestre en ese estado delante de él—. Rintaro —demanda su nombre otra vez, sin mirarlo, pues sus ojos están sobre el inestable y tambaleante Osamu.

—Sí, sí, ya oí —cuando el sonido de la puerta es cerrada de nuevo, Osamu da un traspié, producto del cansancio, la ira o la pérdida de sangre a través de la herida en su mano.

Una herida que no es nada en realidad pero hasta la pérdida de sangre puede tambalear a un gladiador.

Kita lo sostiene a duras penas sin quejarse del peso extra añadido al suyo, del desastre en que lo está embarrando, y de las intenciones de Osamu por querer apartarlo.

—Te lo has vuelto a teñir —dice Kita, ahora que están solos. El cinismo con el que Osamu lo mira cuando hace esa declaración se traduce también a la forma en la que responde a continuación.

—Sí. ¿No te gusta?

—Me gusta más tu color natural-... —queriendo llevar una mano dentro de sus hebras húmedas, Osamu lo para en seco, atrapando su intento en el aire, apretandola duramente—. Me vas a reprender por algo que ya sabías.

—¿Por algo que ya sabía?

—Nunca reclamaron su cuerpo. Básicamente le vas a orar a una lápida fría.

—No voy a orarle. Voy a pedirle que se pudra donde está y que nunca regrese.

Con que era eso, piensa el de cabello más claro, sintiendo como Osamu se retuerce en sus brazos con intenciones de golpearlo pero en su estado es complicado.

No es la primera vez que siente su piel sobre la suya ni mucho menos es la primera vez que se consume a su lado ayudándolo a pasar un mal momento.

Ese no es su peor momento, desde luego, pero puede que sí sea el más reciente episodio de inestabilidad e irritabilidad que se le presenta tras la supuesta muerte de su hermano mayor.

Y se atreve a pensar en una supuesta muerte debido a lo que ha ocurrido hace apenas una noche atrás.

—¿Lo encontraste?

—Tienes que secarte —intentando sentarlo a tropezones en la única cama de esa habitación, Osamu lo aparta de un empujón aunque de todas maneras termina sentado sobre la superficie mullida por la inercia y porque su cuerpo está inestable.

Cualquiera que lo viera, diría que está drogado o ebrio. O ambos.

—Osamu.

—¡Te pregunté-...que si lo encontraste!

Sí.

Pero no le va a decir eso ahora.

No le va a decir que su hermano, ese al que todos han creído muerto, el implacable y enloquecido joven amo líder de la Familia Gu, está vivo, aunque para este momento ocultarlo sea una misión estúpida.

Ambos habían asistido a la fiesta de Oikawa Tooru de último minuto como parte de las intenciones de su padre por pedir disculpas por su mal comportamiento en la última reunión hacia el joven líder de Seijoh.

Oikawa Tooru podrá ser un libertino e insoportable, pero así como Itachiyama, posee una de las fuerzas militares más poderosas de toda su zona. Desde luego que no le convenía estar en malos términos con él por mucho que igual quisiera pisotearlo por ser un rebelde y un incitador.

Así mismo, sabía que no iba a recibir ni una invitación de su parte para el evento que sería la fiesta de su cumpleaños. Evento que, aunque reprobara de innecesario, se había vuelto una tradición anual para varias organizaciones.

Su estúpido cumpleaños no solo era una reunión como tal sino también era una excusa para que la mayoría de las organizaciones, no solo derrocharan dinero por una noche en los trajes que ocuparían, sino también para relacionarse con más gente y crear alianzas.

Oikawa, desde luego, ha sacado provecho de ello y quizá ese sea su secreto por el que o le cae bien a media mafia o hace que lo odien en una sola noche.

Sin embargo, el padre de Osamu solo ha conseguido que la mayoría lo odie.

En su último encuentro entre líderes, sin embargo, el padre de Osamu no había podido soportar el hecho de que un chico inexperto como lo era Sakusa Kiyoomi le gobernara ahora, haciendo que esa reunión terminara en un desastre.

Así pues, no se le había ocurrido idea más brillante que la de enviar a su hijo a la fiesta como medio para "arreglar las cosas". Se sabía que Osamu no era del todo, del agrado de Oikawa pero se conocían desde niños, y Tooru era el tipo de persona que mantenía cerca a sus lazos afectivos aun si llevaban años de no verse y por mucho que a Osamu el otro no le cayera bien ni un poco.

—Toma. Bebe un poco de esto —mientras da todo un repaso de la razón por la que ahora se encuentren ahí, Osamu sigue sin mirarlo quizá porque ahora está enfocado en el vaso de agua que le ofrece.

No.

No está enfocado.

Solo está aturdido. Aturdido y con la mirada ensombrecida seguramente por no haber podido dormir en toda la noche.

—Listo. Aquí está la jodida camisa —alarga Rintaro entrando de nuevo a la habitación—. Ahora, Osamu, si de verdad querías teñirte el cabello, pudiste esperar al menos a que llegáramos a Hyogo, y no hacerlo en este motelucho en medio de la nada y-... —un golpe sordo, que es el del puño de Osamu golpeando la pared más cercana, enmudece a Suna.

¿Pero qué le pasa?

Ahí está de nuevo, la mirada penetrante y desdeñosa que Osamu siempre ha poseído pero de la que casi nunca abusa más de la cuenta, hasta ahora.

Siempre que se comporta así es como si emergiera una personalidad distinta a la callada que siempre posee. A una más...violenta e inestable.

Es como si no te le pudieras quedar viendo durante mucho tiempo porque...asusta.

Las pocas veces que lo ha visto tener esa expresión, todas llevaban el nombre de su hermano mayor. Ahora, Suna está en el blanco, haciendo que el cuerpo se le enfríe de pronto.

—Cierra la puta puerta y lárgate.

—Pero-...

—Sal, Rintaro. Déjame a solas con él —queriendo evitar un discusión peor o hasta un homicidio, Kita solo se aproxima a la puerta y se la cierra en la cara a Suna, volviendo rápido hasta donde está Osamu, quien ahora está manchándose la cara de sangre mientras comienza a soltar risas inestables y entrecortadas—. Estás hecho un desastre. Vamos a la ducha de nuevo —la carcajada que suelta Osamu a continuación penetra fuerte en los oídos de Kita, quien no duda tampoco que los hombres que están montando guardia fuera de la habitación también la oigan.

—Vamos a la ducha. Vamos a la ducha. Vamos a la ducha —repite la oración como si se estuviese riendo, pero la risa no es para nada tranquilizadora.

Para cuando se da cuenta, Kita ya está siendo empujado contra las losetas húmedas del baño, recibiendo el chorro de agua de la regadera él primero mientras las gotas que rebotan contra su cuerpo se proyectan hacia Osamu.

Por fuera, posee un rostro inalterable, pero silenciosamente Kita está apretando hasta los dedos dentro de sus zapatos.

La manera en la que Osamu lo toca y recorre su camisa ahora empapada, en el pasado lo habrían puesto rojo de todo el rostro pero ahora...

—No muerdas —es lo único que dice sintiendo ardor en la zona del cuello solo para ver la sangre que resbala de labios de Osamu mientras es mojado por la regadera.

Esas tendencias a querer encenderlo, si bien consiguen su cometido, están lejos de ser del agrado de Kita cuando Osamu se encuentra así. Con la mirada oscurecida de un sentimiento malicioso y con la expresión de alguien trastornado.

Por supuesto que está consiente de lo que hace, pero está tan lleno de ira, rabia y malos pensamientos en este momento que parece que lo hace por un motivo en particular. Motivo que queda claro cuando lo oye, de nuevo, hablar.

—¿De esta forma es como él consigue las cosas, no? —rozando su polla por encima de la tela de su pantalón con su mano, Kita no hace ningún sonido pero solo tensa los ojos un poco más, sintiendo la alteración y reacción de forma silenciosa por todo su cuerpo, como si lo soportara a duras penas—. Así...es como él siempre logra todo lo que se propone —apretando su pene en algo que no es una caricia, Kita finalmente lleva su mano sobre la de él para detenerlo, chocando con lo enrojecidos y dilatados que se ven sus ojos.

Usándolo a él para referirse a la forma fácil con la que su hermano mayor conseguía las cosas.

Si bien, su historia con los Gu no es tan relevante e importante, Kita siempre pudo diferenciar a pesar de que, uno, no eran gemelos, dos, aun así se parecían muchísimo.

Cuando le jugaban bromas pesadas y fingían tener el mismo temperamento solo para confundirlo, Kita siempre supo diferenciar a Osamu primero.

En palabras cortas y aburridas diría que conoce a Osamu desde el mismo tiempo en que conoce a Atsumu, todo esto porque los hijos de la Donna de Gu ocupaban de un "amigo" con el cual entretenerse para dejar de hacer travesuras durante su infancia. Travesuras perpetradas, en su mayoría, por el hijo mayor.

Al ser designado como su acompañante-barra-amigo-barra-niñero en poco tiempo se convirtió en la sombra de los dos a donde sea que quisieran ir. Nunca de manera voluntaria, desde luego, pues siempre tuvo en claro que su posición solo era privilegiada por formar parte de una de las familias que eran allegadas a los Gu, incluso si él no era de linaje.

A Shinsuke lo encontraron tembloroso dentro de un contenedor de basura vacío y su vida solo fue dichosa por ser recogido para ser utilizado, más adelante, por la familia Kita.

Con el tiempo, desarrollando fuertes lazos afectivos con los Gu, pasó a formar parte de ellos más que nada porque era casi imposible separarlo a él de los hermanos pero, sobre todo, de Osamu.

Osamu era el que más lloraba de los dos. Y casi siempre el único nombre que salía de sus labios, cada que se sentía solo y necesitaba consuelo por la muerte repentina de su madre, era el nombre de su hermano.

Con respecto a los peores momentos en los que ha visto a Osamu, la mayoría han sido también culpa de él. De Atsumu.

Hayan sido pensamientos tristes o emociones resentidas por lo complicada que se volvió su relación, todas las crisis emocionales de Osamu se las debe a él. Y eso Kita lo tiene muy presente.

Por ello, verlo ahora en este estado tan deplorable, hace que su propio resentimiento hacia el hermano de Osamu sea incluso mayor al que él de por sí ya tiene por ser su familia. Todo porque pasó de mirar al hijo menor de los Gu de otro modo.

A pesar de todo, del mal trato de parte de Osamu, de su constante burla y rechazo de sus sentimientos, y de las pesadillas que constantemente también lo persiguen, sigue con él. Con un hombre al que no debería seguir porque tiende a presentar las mismas tendencias lunáticas que su padre y su hermano mayor pero que por ser el más oprimido de la línea de sangre de los Gu, es, sin duda, el más inestable de los tres.

Osamu nunca lo dirá abiertamente pero para Kita es clara la afectación emocional y mental que le ha dejado toda esa comparativa con su hermano mayor, sumado a eso que ninguno de los dos tuvo un ambiente familiar sano en el que pudieran evitar ser comparados y/o lastimados.

Niños de la mafia, les llamaban. Un término bastante inutilizado y distorsionado de lo que debería ser una infancia normal.

Eso, al menos, hasta que la madre de los gemelos murió.

Entre toda la mierda por donde Osamu se mueve, en lugar de avanzar, Shinsuke recuerda las pocas veces en las que lo vio sonreír.

Una sonrisa que era como un Sol para él.

Muchos tendían a decir que el más radiante era Atsumu pero para él, la sonrisa de Osamu cuando se divertía y era un niño más sano, era todo lo que necesitaba para olvidarse por momentos que él solo tenía la oportunidad de estar con los hermanos Gu solo porque había sido recogido por la familia Kita.

Mientras todos miraban a Atsumu y lo encarecían de elogios y conmemoraciones por ser casi un genio a su edad, Shinsuke solo miraba a Osamu.

Al pobre y miserable Osamu.

Al mismo Osamu que no sintió nada cuando informaron sobre la muerte de su hermano mayor.

Al mismo que, parecía, comenzar a moverse hacia adelante sin la sombra de este persiguiéndolo.

Al mismo que ahora se desquita con él apretando su polla en un baño maloliente y estrecho, como queriendo culparlo a él y a sí mismo de no ser tan bueno como su hermano para seducir a los hombres y conseguir lo que quiere de ese modo.

A Atsumu le funcionó.

¿Por qué a él no?

Porque nadie le va a sacar de la cabeza a Osamu que ese hombre al que Sakusa Kiyoomi iba custodiando como si fuera él mismo su muralla humana, era Atsumu.

En algún punto, Osamu ha terminado de rodillas dentro de la regadera y con la cabeza apoyada sobre las piernas de Shinsuke, casi como si las fuerzas hubieran sido drenadas de su cuerpo.

O como si se hubiese rendido de hacer una rabieta.

No llora porque hace tiempo no lo hace pero, en su lugar, el agua de la regadera hace la ilusión de que lo hiciera.

Cuando se cansa, Shinsuke siempre es quien limpia el desastre que hace por él.

Por esta vez, la habitación de ese motel de paso en el que están, se encuentra casi intacta. Sí hay rastros de algunas cosas rotas pero tienen dinero de sobra para cubrir una cuota de mantenimiento una vez que se vayan.

De momento, le toca sostener a Osamu —como tantísimas veces lo ha hecho— y recostarlo en la cama.

Su mayor logro de esa noche habrá sido haberlo visto romper únicamente el espejo del baño y no el baño completo así como sostener su boca y colocarle una pastilla sublingual esperando que esta lo calme mientras que así de sumiso, debido al fármaco que controla su ansiedad, se concentra en curar su mano herida.

—¿Era él? —No pasa ni un minuto y Osamu finalmente vuelve a hacer referencia a su hermano, aunque en un tono un tanto más vacilante—No voy a volver a preguntarte.

—Posiblemente.

Silencio.

—¿Quién más lo sabe?

—Tu padre no lo sabe si es lo que quieres oír. Nadie de las viejas momias, de hecho. Y estoy seguro que incluso Oikawa tampoco sabía.

—¿Sabía? ¿O sea que ya sabe?

Las ocasiones en las que Osamu habla demasiado no son muchas, la mayoría siempre son en las que está ebrio o cuando no puede amarrar su lengua en un tema que no esté relacionado con Atsumu. A pesar de cómo luce y cómo se siente ahora, todavía sigue preguntando por él.

Shinsuke había creído que no volverían a tocar ese tema durante muchos años, quizá cuando la vida soñada de Osamu, en la que se volvía, finalmente, el nuevo joven líder de su organización, no implicase que él mismo viviera bajo la sombra de un fantasma.

Sin embargo, él tampoco estaba preparado para eso.

Si habían asistido a la fiesta de Oikawa Tooru era por pura orden, no por elección. Tan así que se presentaron con bastante horas de retraso y solo ellos dos.

Aún así, Kita no se separó de Osamu en toda la noche hasta que se topó con una mirada muy parecida a la de él viéndolo desde el otro lado del Gran Salón. Pudo haber sido apenas una coincidencia, de esas que tienes cuando vas caminando y no sabes a dónde mirar y terminas clavando la mirada sobre algún extraño.

Lo que sea que haya sido, lo guió hasta toparse con él.

Como una fuerza magnética atrayendo.

Los ojos del hermano mayor de Osamu, por mucho que Osamu hubiese adquirido la capacidad para verse intimidante, no se comparan a los ojos vacíos y fríos con los que Atsumu lo miró en más de una ocasión cuando eran jóvenes.

¿Habría sido consciente de ello cuando lo miró en el Gran Salón? ¿O acaso en realidad había sido un movimiento involuntario?

Faltaría una verdadera forma de desviar su atención y hacerlo dudar de que se trataba de él si, al menos, se hubiera esforzado más en disfrazarse mejor. Pero para él, quien ha estado casi toda su vida sirviendo a los Gu y que convivió con los dos jóvenes hijos de la familia entera, fue casi como una manifestación repentina.

Lo siguió asegurándose de que Osamu no lo siguiera a él solo para confirmar primero si lo que estaba viendo era real.

—Lo sabías... —dice Osamu, trayéndolo a ese momento de nuevo. Al momento en el que pudo ver los ojos amielados de ese hombre y pudo ver a Osamu también en ellos. Los mismos ojos que ahora lo miran, desorientado pero también con acusación—. Lo supiste todo este tiempo y aún así tú-...

—Claro que no —dice, tomando el dorso de su mano y besando la superficie en un claro simbolismo a como si estuviera jurando una lealtad frívola a su dueño. Osamu no aparta su mano pero no porque no quiera sino porque no enfoca bien ni entiende qué cosas está haciendo Kita ahora—. Sabes que mi vida te pertenece solamente a ti.

Con falsa pena, Osamu suelta una risa irónica, queriendo apartar su mano de él pero la acción es impedida por Kita quien, en su lugar, la coloca sobre sus piernas con la palma apuntando hacia arriba para tocar e inspeccionar la herida.

—Dicen que tiene amnesia —la reacción de Osamu es silenciosa, todo gracias al fármaco.

Habérselo dado antes de tener esa conversación fue un acierto verdaderamente. De otro modo, estaría como diablo de nuevo queriendo romper todo solo para dejar salir su frustración.

—¿Amnesia? —Shinsuke no asiente pues está muy concentrado en limpiar la herida para comenzar a suturar. Otra de sus grandes habilidades desarrolladas todos estos años por llevar una vida a lado de un joven amo con arranques violentos y tendencias a lastimarse inconscientemente.

Curar de Osamu es su deber, así como el de cuidarlo y protegerlo, incluso si eso implica ser tratado duramente por él casi siempre.

Las veces en las que Osamu se muestra así de sereno, últimamente se deben a las veces en las que toma esas pastillas que lo mantienen controlado. Otra condición más por la cual querer culpar a Atsumu.

—Eso es lo que se comentó entre voces hacia el final de la fiesta. Claro que todos creen que solo se trataba de un invitado más de Oikawa —Kita hace una pausa, sacando un kit de bolsillo de costura preventiva de su saco—. Va a dolerte un poco, no te muevas, por favor —con aguja e hilo en mano, comienza, pero Osamu siente la mente tan ligera que es como si estuvieran teniendo una conversación acerca de porqué el cielo es azul y la Luna no es de queso. A pesar de tener muchísimo sueño, sigue hablando.

—¿Nadie... —bosteza—. ¿Nadie se dio cuenta que era él?

—Aún no estamos seguros que era él —dice, aunque tendrían que ser muy estúpidos los dos para no sentir que a quien vieron en la fiesta de Oikawa era nada más ni nada menos que al hijo mayor de la Donna de Gu: Atsumu.

—Tu lo tuviste tan cerca...—Osamu ríe con ironía y cinismo, claramente bajo los efectos de la droga—. Es imposible que no lo hubieras reconocido aun con esa estúpida máscara de comadreja —Es cierto, piensa el de cabello más claro. Sacando la aguja una última vez de la piel de Osamu, cerrando la herida por completo mientras él sigue balbuceando—. Podrá cambiarse de color de cabello, hacerse algo en el rostro, incluso operarse las cuerdas vocales si quiere...pero sus ojos...

—Son como los tuyos —dice, ya con la mano de Osamu vendada sobre la suya mientras la aprieta un poco, viendo como poco a poco este cierra los ojos.

—Sí, y por eso los odio.

Para Kita, la razón por la que Osamu ha tendido a querer, siempre, remarcar la diferencia entre Atsumu y él, siempre se debió a que no había día en que nadie los comparara. Claro que eventualmente iba a desarrollar un resentimiento hacia él pero ¿no era normal entre hermanos envidiarse un poquito?

Desde luego, el tiempo que le precedió a la inocencia con la que los conoció le vino a dejar todo más claro acerca del misterio de los tonos de cabello de ambos.

Por eso, cuando llega la mañana, teniendo que dejar ese motel, viendo a Osamu lucir como si nada hubiese pasado la noche anterior, hace no desear querer cuestionarle nada.

Aunque verlo tan serio como de costumbre, a pesar de todo, hace que no pueda sacarse pronto de la cabeza la imagen anterior de él hace unas horas. En la que se veía como una víctima de, de nuevo, una crisis ansiosa, y como si el hecho de haberse teñido el cabello se debiera a otra cosa.

—¿Cómo? ¿No regresaremos a Hyogo? —cuando Rintaro se sube al avión privado de los Gu y supervisa, junto con Kita, el plan de vuelo de los pilotos, no puede evitar preguntar al ver el cambio de ruta.

Se había decidido pasar por alto el hecho de haberse detenido a descansar en un motel aun dentro del distrito Aoba solo porque a Osamu le había dado una crisis nerviosa pero con ese atraso ya era como para que estuvieran queriendo llegar a prisa a Hyogo.

—Oye, Kita —le da un golpe en el pecho cuando el hombre pasa a su lado sin detenerse, yendo a ocupar su lugar frente al asiento de Osamu quien mira con una expresión bastante tensa y dura hacia la pista de despegue—. ¿Tu padre sabe de esto? —impacientado por no recibir ni una mirada de Osamu, Rintaro vuelve sus ojos hacia Kita quien a su vez mira al ahora chico de cabello gris—. ¿Quieren dejar el puto misterio para otra ocasión y decirme a dónde vamos?

—Siéntate. O te echaré por la puerta de emergencia yo mismo —es la única advertencia que brota de los labios de Osamu antes de volver la vista al frente, justo donde por un par de segundos conecta sus ojos con los de Kita.

—¿Estás seguro de esto? —pregunta el hombre de ojos amarillos.

—Por su puesto. ¿Por qué no lo estaría?

—¿Seguro de qué? —pregunta Suna de nuevo, incapaz de quedarse fuera de la conversación. Viendo como la mirada perpetua y serena de Kita parece alterarse solo un poco cuando Osamu sonríe demasiado...siniestro.

—Iremos a Tokio.

A Rintaro le toma como medio minuto entender un poco el asunto viendo todo ese cambio de planes desde un punto más neutral aunque poco se podría, en realidad, considerando que al salir de la fiesta de Oikawa, misma a la que se presentaron únicamente Osamu y Kita, algo había cambiado.

La misma cosa que lo hizo enloquecer ayer es la misma cosa que ahora lo tiene haciendo una sonrisa un tanto tétrica mientras se ríe a la nada, viendo como comienzan a despegar.

—Tokio...¿Por qué iríamos a territorio de Itachiyama?

Osamu hace una pausa, antes de responder; y dentro de todo ese aire aparentemente sereno proveniente de él, hay una ruptura emocional en su estabilidad que le hace reírse un poco más abierto y alto, como un lunático.

—Tengo que recordarle a alguien quién fue el que traicionó a quién—dice, sin contexto para ambos, señalando su nuevo y teñido cabello gris.

Si los fantasmas de nuevo tocan a su puerta, Osamu no va a salir corriendo asustado esta vez. Esta vez, está listo para recibirlo como se debe.

Es más, tiene una linda alfombra roja preparada para cuando él desfile de nuevo entre los vivos.

Y ni quisiera le importa que esta vez tenga la protección de Sakusa Kiyoomi.

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I

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La crisis con la que llega a Tokio es un poco menor a diferencia de la primera con la que tuvo que lidiar solo unas horas después de lo ocurrido. Y con solo se refiere a que él mismo tuvo que ser su mayor apoyo ese momento porque ni siquiera las manos de Sakusa tomando las suyas pudieron proporcionarle la tranquilidad que necesitaba.

Oía voces, respiraciones descompensadas y otros sonidos más ruidosos cerca de su oreja.

En un principio quiso gritar pero sentía la voz incluso encadenada, sintiendo una sensación tormentosa recorriéndole toda la garganta en ese momento, censurándolo de hacerlo.

A pesar de que había atención asistida para él, incluso si era por videollamada, de parte de Kanoka y Aone, Atsumu tuvo que lidiar con esa crisis él solo hasta poder calmarse.

Agotado, terminó en los brazos de Sakusa, realmente ignorando si se había desmayado o si le habían inyectado algo para poder adormecerlo y que dejara de gritar.

Al aterrizar en Tokio, de inmediato fue llevado a la residencia de Sakusa a pesar de que, aun en un estado de somnolencia, Atsumu pidió que lo llevaran al bar.

Las siguientes horas, fueron un infierno pero también le sirvieron para reflexionar acerca de lo sucedido. De la manera en la que su cuerpo había reaccionado solo por cruzar miradas con un aparente desconocido. Y, de cómo, esto había desencadenado en una serie de imágenes repugnantes y espeluznantes repitiéndose en su mente una y otra vez.

Era como si se hubiera abierto una cloaca y lo que hubiese emergido de ahí fue brea negra buscando salida de la forma que fuera.

Despertar, a pesar de que en un principio supuso un alivio para todos, en especial para Kiyoomi, para él solo fue el inicio de una serie de yunques emocionales aplastando su cabeza sin cesar.

La mayoría de estos pensamientos solo eran de preguntas sin respuestas.

Ver cómo incluso entre Sakusa y Komori se pasaban la culpa de algo que no podía entender, también le extrañó además de que parecían, en todo momento, querer evitar tocar el tema de lo sucedido con él concentrándose mejor en su evaluación y recuperación.

En esta ocasión, afortunadamente, no había salido herido pero estuvo a punto de estarlo porque al día de hoy Atsumu no sabe cuáles eran las intenciones de ese hombre de Gu al disque ayudarle.

Pensándolo mejor, Atsumu hubiera preferido que la bala con la que atacó al hombre de Nohebi fuera dirigida a él para ver si de esa manera podía despertar de su letargo en lugar de ahora estarse cuestionando acerca de todo y de todos.

Esa fue la primera vez que vio a Sakusa maldecir.

Y la primera vez que sintió sus brazos, ese lugar cálido que lo había estado reconfortando en varias ocasiones las últimas semanas, volverse fríos e inseguros.

Es decir, una vez que se subieron a la camioneta y luego se montaron en el avión de regreso, era casi imposible que alguien se atreviera a acercarse a él y poner en riesgo su vida pero lo que le sucedía a Atsumu no era físico.

—Es emocional.

Había dicho Kanoka tras ser llevado con ella de inmediato una vez que llegaron a la casa.

Y él creía, honestamente, que era cierto.

Que si no podía recordar o presentaba ese cuadro amnésico no era por alguna enfermedad si no se debía a algo en su cabeza que se encargaba de bloquear todo eso que podría ser traumático para él, aunque tener eso en mente no quitaba el hecho de que pensarlo solo lo orillaba más a hundirse en un pozo profundo del que se le estaba haciendo difícil salir.

Todo este tiempo había sido tibio consigo mismo o quizá demasiado optimista intentando ver el lado bueno a lo que implicaba tener amnesia pero que lo hiciera no significaba que eso que le faltaba y le hacía daño fuera a desaparecer.

Los recientes hechos solo le han dejado en claro una cosa:

—Yo...pertenezco a la mafia —decirlo mientras nadie lo oye quizá no representa nada pero para él tiene todo el valor del mundo ahora.

No es una confirmación pero tampoco es un pensamiento descabellado el que tiene tan pronto despierta y siente toda la energía de su cuerpo drenada de él.

No es posible que nadie esté hablando sobre eso.

Del hecho de que él tiene más papel dentro de la mafia que cualquier otra persona normal.

Mientras Kanoka lo examinó tan pronto llegaron a Tokio, Atsumu solo se dejó hacer cada cosa que ella pedía no por sumisión sino porque su cabeza estaba concentrada en otras cosas.

Como en la reacción de Sakusa ante todo eso.

La de Komori.

El extraño comportamiento de Oikawa Tooru.

Y de esos dos hombres de Gu.

No puede...No puede sacarse de la mente el recuerdo de los ojos de ese hombre así mismo como en el inexplicable evento en el que se había visto envuelto y también en cómo lo estaba asimilando él mismo.

Había sido un intento de secuestro.

Aquí, en China y cualquier otro país, eso debería ser un motivo alarmante para ponerse a pensar en por qué él y no nadie más.

Con Sakusa presente en cada sesión con Kanoka, Atsumu se convencía más en lo turbio que era todo eso y en lo ciego que había estado siendo todo este tiempo solo porque se sentía inusualmente atraído a él.

"No se te olvide quién es él"

No se le despega.

Sakusa siempre está pegado a él como una larva.

Y siempre está ahí como si él fuera la unidad de medida o el tope por el que todos tuvieran que cuidar sus palabras para saber hasta qué punto hablar de algo con él.

Y le está hartando.

Tanto así que ahora está de vuelta con Kanoka en un horario en el que no debería ir con ella pues Sakusa no está ahora en casa.

Pero no le importa, y a juzgar por cómo la chica también se sorprende y se pone nerviosa de verlo ahí, a Atsumu eso todavía le confirma más que todos ahí están comprometidos a guardar las apariencias delante de él por orden de su jefe.

—Hola, no te esperaba hoy ¿Cómo te sient-...?

—He sido abusado ¿verdad?

Las palabras salen automáticas, carentes de emoción aunque solo por los primeros segundos, antes de caer con todo el peso que estas conllevan.

No sabe de dónde ha provenido esa valentía pero es algo que ya venía sospechando de acuerdo al tipo de reacción que ha tenido, durante todo este tiempo, con el hecho de que le aterra el contacto físico con otras personas.

Además, están esas memorias repulsivas que ha tenido desde el inicio y que no ha querido contar.

La última que tuvo fue la que desencadenó su crisis más reciente, de hecho.

Atsumu no solo ha tenido pesadillas durante esos días, sino también ha tenido episodios de ansiedad y pánico en los que se muerde los labios y se los sangra para no gritar y despertar a alguien en La Faire porque teme que se den cuenta y...sientan lástima o asco por él.

Podrá ser verdad o no pero quiere lidiar él solo con ello primero antes de permitir que alguien más lo sepa porque...siente que le avergüenza.

Algo que ni siquiera sabe si es cierto aun y, en todo caso, tampoco sería culpa suya.

Y aunque Kanoka es un alguien, a Atsumu no le va a tomar por sorpresa que ella se lo confirme siendo que es médico y ella debió haberse dado cuenta mucho antes de eso.

—¿Cómo-...?

—Tu, Aone, incluso Futakuchi, debieron saberlo desde el inicio ¿no es así? —siendo Kanoka alguien profesional y directa todas las veces que ha ido a revisión con ella, ese silencio que ahora prolonga es la confirmación que Atsumu necesita para sospechar de ella—. ¿Por qué no me respondes? —el tono de Atsumu y la forma exigente con la que está pidiendo que le diga algo tampoco es usual en él pero, llegados a este punto, en el que nadie le dice nada, está cansado de ser amable. Aun así, hay una ligera variación en su voz al final, como si estuviera roto.

—Teníamos sospechas.

Finalmente tiene un avance.

Y aunque siente una punzada en el pecho por la traición, Atsumu se concentra en seguir orillándola a que hable.

—¿Tenían?

—Para llegar a una confirmación se deben hacer varios exámenes.

—Pues házmelos —exige, severo.

—Necesito autorización de Sakusa para eso.

¿Qué?

Debe ser una broma.

¡No puede ser que esté usando ese argumento ahora!

De pronto siente que la confianza que le ha tenido todo este tiempo, se derrumba.

Ella había sido la única que se había ganado su confianza de esa forma como para seguir permitiendo que lo tocara solo hasta donde él indicaba. Sin embargo, que aceptara que lo revisara tenía un propósito mucho más profundo para él del que significaba que sólo atendiera heridas pequeñas o reconociera algunas cicatrices a lo largo de todo su cuerpo.

Atsumu sabía que esa resistencia a no tolerar el roce de otra persona sobre su piel, por más mínima que fuera, no era normal. Y no le tomó mucho tiempo identificar que ese tipo de reacciones o síntomas se debían a una sola cosa.

Así que aunque lo sucedido en la fiesta de Oikawa Tooru no había sido la causa de que se desencadenara ese pensamiento, si había sido el detonante.

Todas esas llamadas de atención y alerta...¿Por qué hasta ahora las está tomando en cuenta?

Ahora que todo ha escalado, siente su cuerpo frío y...asqueroso, no piensa en otra cosa que en desenterrar la verdad acerca de su pasado.

Ver a Kanoka con esa expresión inalterable, pero con una extraña mirada en su rostro como si se sintiera mal por él, lejos de ayudarle o de hacerle pensar que en serio desarrollaron un lazo amistoso, ocasiona el efecto contrario.

...Pensar que ha sido víctima de algún tipo de abuso es algo que le ha costado decir a pesar de todo pero para ella, para Aone, para Futakuchi, ¿qué significó cuando asumieron esa posibilidad?

Que ahora Kanoka le diga que necesita autorización de Sakusa para realizarle los exámenes que podrían confirmar esto hace que se sienta todavía más decepcionado. ¿Eso quiere decir que Sakusa también sabía?

Cuesta decir, por no decir que es imposible para él imaginarse en una situación así.

Pero ¿por qué otra razón iba a tener tanto miedo y asco que lo tocaran?

—¿De modo que le informas a tu jefe todo lo que hablamos pero no a tu paciente? —está molesto. Y sus palabras brotan bañadas de ese sentimiento que no le importa si le toma rencor esta vez.

Parece que, en realidad, todos han sido amables con él ahí solo porque Sakusa se los ha pedido. No por otra cosa.

—Es mi trabajo llevar el control de cada miembro de la organización pero también de informarle a él.

A pesar de todo, siente que no debe estar enfadado con ella.

Porque es lógico lo que ella le dice.

Si lo mira de ese modo, Sakusa no está tan alejado del estereotipo de mafioso como los demás lo son a pesar de que hace semanas había pensando que él era diferente.

Y él, idiota, creyendo que toda esa atención era mágica y quien sabe qué tantas cosas más.

Pero él no es miembro de esa organización. Y aun así está haciendo todo ese circo y fingiendo que se preocupa cuando no le debe nada.

Al principio, Atsumu pensó que todo eso se debía a que en serio el tipo se había encaprichado con él pero había cierto sentimiento en los ojos de Sakusa que, aunque eran indescifrables, parecían causar demasiado efecto en él.

Que quisiera mantenerlo siempre ocupado pero también al margen de lo que tenía o no que saber de su propia salud, le molestaba, porque cada que terminaba una sesión con la chica, los informes siempre eran los mismos.

Pero no esta vez.

Para su sorpresa, Kanoka es quien suelta un gran y pesado suspiro, retomando la conversación.

—La amnesia disociativa, aunque es más un síntoma del trastorno de estrés agudo, también puede ser tomada como un síntoma de la psicología del abuso sexual —aquella cruda pero precisa explicación, deja rígido a Atsumu por unos segundos. Es obvio que ella piensa como él, y que si tardó tanto tiempo en abordar ese tema en su presencia fue porque, quizá, quiso ser discreta y no causarle un shock mayor.

—Los exámenes que mencionaste antes, entonces-...

—Se trata de un examen clínico. Desde luego, todo tiene que ser voluntario, de no ser así, podría causarte un daño peor.

—¿Y qué tan...umm...tan profundo debes llegar para obtener algún resultado? —sin darse cuenta, está comenzando a temblar y a sudar frío.

—Debo buscar erosiones, excoriaciones, fisuras, desgarres...En caso de una sospecha de lesión rectal o de otro tipo de lesiones deberé hacer otro examen para visualizar si no hay tumores o-... —la chica para, e incluso hace un gesto de acercarse a él, mismo que Atsumu rechaza levantando la mano, cuando lo ve tambalearse un poco y ponerse pálido—. Ven —no aceptaría su mano...si no la necesitara. Atsumu termina en un banquito sentado frente a ella con la frente sudorosa y el cansancio reflejado en sus ojeras además del evidente miedo y asco que se refleja en sus ojos—. Sé que no es fácil —lo más cercano que Atsumu tiene a un trato maternal, debe ser ella. Ella, Alisa, y las chicas del bar pero sobre todo Kanoka.

Siente que quiere llorar o gritar, o hacer ambas cosas a la vez pero no logra hacer ninguna. Solo se queda con la mirada fija en sus manos, mismas que están siendo sujetadas por la chica con las palmas hacia el techo.

Ella le sirve a Sakusa pero sus ojos reflejan la preocupación verdadera que tiene hacia él al verlo así. O, al menos, eso es lo que Atsumu quiere creer.

—¿Enserio necesitas la autorización de él? —la chica aprieta los labios y asiente muy a su pesar—. ¿No puedes hacerlo por mí?

Arrastrando esas palabras hacia afuera de la habitación una vez sale, llevándoselas consigo en todo el pasillo, Atsumu piensa en Sakusa y en la forma en la, a pesar de todo lo que le ha cumplido, teme que el resultado de hoy sea lo opuesto si le hace esa pregunta a él.

Hablar con Kanoka, incluso si ha sido muy limitada en decirle las cosas, le ha abierto un poco los ojos con respecto a Sakusa, con respecto a todo.

Por ello, cuando llega a su estudio, a pesar de que oye la voz de Komori dentro, solo toma un poco de aire antes de entrar sin anunciarse.

Komori calla de inmediato y ese gesto no pasa desapercibido para Atsumu. Quizá, como dijo Semi, son cosas que no le interesa saber pero debido a la situación y a los pensamientos que ahora tiene sobre Sakusa, lo toma a pecho. Casi como si Komori siempre se callara a propósito cuando él aparece.

Aunque ahora no le importa haber interrumpido su tan importante conversación.

—Déjanos solos —pide, aunque más bien parece una orden. Komori, durante los primeros segundos, se descoloca, mirándolo con circunstancia.

—¿Perdón? —pero antes de que se acerque a Atsumu o le responda como está acostumbrado a hacer, choca con la mirada ambarina del chico.

Luce...distinto.

Con una fiereza que no le ha visto hacer nunca.

Esta vez, se queda mudo solo hasta que Sakusa interviene.

—Obedece, Komori.

¿Es porque está haciendo una cara seria?

¿Es porque, por primera vez, no está sonriendo o poniéndose nervioso con su presencia?

¿Qué habrá sido lo que impulsó a Sakusa a secundar su orden y hacer que Komori desapareciera de ahí en segundos?

En otra circunstancia, Atsumu se estaría sonrojando o se sentiría en la cima del mundo por ver como Sakusa al final cede en todo lo que le pide, pero ahora no está sonriendo. Ha ido hasta ahí con una demanda que no puede esperar, aunque, siendo honestos, Atsumu está haciendo un gran esfuerzo por contenerse y plantarse delante del hombre que, en teoría, es el más peligroso en toda la mafia ahora.

—Necesito que autorices a Kanoka para hacer algo —suelta tan pronto se encuentran solos, aun sin avanzar más hacia el frente, dejando una distancia de varios metros entre él y Sakusa, quién está detrás de su enorme escritorio.

—¿Qué cosa?

—Exámenes. Rutinarios. De sangre y de-...signos de abuso —no sabe cómo definir la expresión que Sakusa le da cuando le menciona eso pero es casi sombría aunque rápidamente parece recomponerse a diferencia de él que no ha podido contener un poco en liberar su ansiedad y más cuando el hombre se pone de pie y comienza a acercarse.

Quiere salir corriendo de ahí.

O mínimo dar dos pasos hacia atrás.

Sakusa es...peligroso, se repite.

Las palabras de Semi las lleva tatuadas en la frente pero-...

No puede ser que el recuerdo del beso que se dieron esté apareciendo justo ahora como si quisiera amotinarse contra él.

Solo tiene que dar un paso atrás y-...

Pero no lo hace.

En parte porque siente los pies anclados al suelo y en parte porque no quiere.

Quiere que lo toque.

Quiere que su piel arda sintiendo su mano en su mejilla, tal y como hace siempre.

Y quiere que lo bese.

Que lo bese tanto, tan duro y fuerte que haga que todo lo que está pasando por su cabeza se le olvide y que solo se concentre en el aliento que le roba y la forma en la que sus ojos lo transportan a otro sitio.

—Si estas así por lo que pasó en la fiesta...

—Sí. Sí estoy así por eso —la mano de Sakusa queda a mitad de su trayecto hacia su mejilla, y aunque Atsumu por dentro está suplicando que llegue a su destino, no hace nada para detenerlo cuando baja el brazo y se retrae. En su lugar, continúa hablando, intentando pensar con la cabeza fría y no dejarse llevar por las emociones que está sintiendo—. Por eso y...por mis memorias.

—¿Memorias? —Kiyoomi hace cierto gesto de interés y preocupación que no pasa desapercibido para él. No le sorprende. Hasta este momento, no le ha dicho a nadie acerca de lo poco que ha recopilado en su mente.

—Sí. Memorias. De habitaciones blancas, sábanas de seda del mismo color y... —el estremecimiento lo sobrepone pero es lo suficientemente fuerte, se repite, para superar esa sacudida repentina que tiene ahora. No puede ponerse a llorar. Llorar no solucionará nada—. Las he estado teniendo desde que llegué a La Faire. Algunas son... —haciendo una pausa, busca entre su limitado vocabulario algo que defina el asco y el miedo que siente cada que un recuerdo de ese tipo asalta su mente, pero no encuentra nada—. Aunque...no todas esas memorias son malas.

Cuando Sakusa toca el piano, hay pequeños fragmentos que destellan como luces intermitentes. Pequeños momentos en los que no se siente aterrado sino melancólico y lleno de anhelo.

Feliz.

Todo eso sucede...cuando está con él.

Desconfiado, Atsumu vuelve a hablar, recordando otro hecho que había estado pasando por alto y que ahora toma fuerza: —¿Hay alguna razón por la que me regales esas flores todos los días? —Kiyoomi no responde—. Se llaman nomeolvides, ¿sabías?

—¿Quién te lo dijo?

—¿Importa? —"¿Hay una razón por la que no me respondas?" quiere decir, pero se contiene, aunque no por él sino porque no quiere iniciar una discusión aún—. Ya que no vas a hablar, entonces seré claro y directo... ¿Pertenecía a los Gu?

—¿Qué? —Atsumu rueda los ojos, y esta vez es él quien se aproxima aunque más bien camina por delante de él, librándolo hasta llegar al ventanal que hay detrás de su escritorio.

—No hagas como que la virgen te habla y solo responde, ¿quieres?

—¿Por qué piensas eso?

—No lo sé. ¿Te hace sentido que un hombre de Gu me haya protegido y otro me mirase como si fuese su persona menos favorita en el mundo? —sí, bueno, de eso último puede que Sakusa no esté al tanto porque solo fueron segundos y visajes en los que intercambió miradas con ese otro hombre pero para eso está él ahora, encaminado, para decirle—. Había otro hombre ahí. Ese hombre...me miró extraño. Tu no lo viste, pero yo sí.

—¿Qué hombre?

Ahí va de nuevo con las respuestas con preguntas. Esa no es una respuesta. ¡Es una maldita evasiva!

—¡Demonios, no lo sé, Sakusa! ¡Se me pasó preguntarle su nombre, su tipo de sangre y su horóscopo porque estaba atravesando una maldita crisis de ansiedad mientras me llevabas en brazos!

Exaltado, un repentino mareo hace que se sujete de lo más cercano pero cuando vuelve a enfocar, está siendo llevado por Sakusa hacia el sofá.

—¿Qué te dijo ese hombre? ¿Hablaste con él?

¡¿Y qué importa si hablo con él?!

Sí, Sakusa le había pedido que no lo hiciera, el hablar con extraños pero, a estas alturas, ¿A qué viene esa pregunta? ¿Y porqué se ve ansioso por saber? Si a esas van, Oikawa Tooru también lo era. ¿Por qué con él no se mostró alterado cuando lo hizo en sus narices?

—¿Quieres dejar de preguntar ya, carajo? Soy yo quien está haciendo las malditas preguntas hoy. Además ¿Eso qué tiene que ver? Bastó que me mirara como si me conociera. Y sobre ese otro hombre de Gu, nada. Estaba a tu lado ¿Qué no recuerdas?

—Kita Shinsuke —menciona Sakusa finalmente —. El hombre que le disparó al subordinado de Nohebi.

Ahora que finalmente oye algo que, seguramente, es información de vital importancia, Atsumu se arrima un poco más a él; no por otra cosa que no sea el saber por qué demonios ese hombre le ayudó si ni siquiera le conoce.

—Sí, bueno, él. Honestamente se veía más espeluznante que mi salvador —aclara, recordando con exactitud sus ojos—. ¿Tú lo conoces? ¿Sabes por qué-...?

—Te fuiste por demasiado tiempo. Te dije que-... —Sin embargo, Sakusa parece malinterpretar su cercanía con otra cosa, quizá, pero esta vez es Atsumu quien aparta su mano viendo que intenta no solo tocar su mejilla sino desviar el tema.

—Solo fui al baño, por el amor de Dios. Y lo hice porque llamaste a Komori contigo y-

—Yo no llamé a nadie —Atsumu se queda perplejo. ¿Qué? ¿Cómo que no? —. Komori tenía una orden y era la de no dejarte solo.

No lo entiende.

Y por el gesto que debe estar haciendo frente a Sakusa, parece que es turno de él de aclararle lo sucedido—. Lo de Nohebi fue planeado. Yo no mandé a llamar a nadie. No había razón para que Komori te dejara solo.

—Pero...Pero uno de tus hombres le dijo que-...

—Un traidor —la mirada de Sakusa que se ensombrece hace que Atsumu, de pronto, se sienta mal por él—. Escapó pero ya he mandado a que lo localicen y me lo traigan.

Dios.

Un traidor dentro de sus hombres.

¿Tiene idea de lo que significa? Tan siquiera...¿Están seguros ahora?

—Como sabrás no soy del agrado de todos ahora que-...

—Ahora que eres el Gran líder, lo sé —aceptando finalmente el apretón de manos, Atsumu fácilmente ha descendido el tono de voz unas dos octavas, susurrando completamente aunque también se debe a que Sakusa ha suavizado no solo su mirada sino también su voz con él—. Cuando fueron a La Faire la primera vez que nos vimos, fue por ti ¿no? —Kiyoomi no responde ni asiente pero Atsumu lo toma como afirmación para continuar—. No lo entiendo. ¿Qué clase de persona creen que eres como para que los intimides tanto?

—Soy el hijo del antiguo Gran Líder. Creo que es suficiente razón para querer revocarme el título que hasta hace un tiempo le pertenecía por obvias razones —"Poder" , piensa Atsumu casi en automático. Todos quieren hacerse del poder que Sakusa Kiyoomi ahora posee, evidentemente—. Además, tampoco se me da seguir al pie de la letra algunas reglas —Atsumu suelta una risita.

—¿Enserio? ¿El intachable Sakusa Kiyoomi, el terror de los hombres, es en realidad un rebelde? —sin respuesta, Atsumu solo puede esperar a que su risa, ante lo irónico que ha sonado eso, pare, antes de volver a hablar—. No le agradas a Nohebi. Eso lo puedo entender. Incluso puedo entender el por qué tienes a todos tan irritados pero... te quieren a ti, no a mí. ¿Por qué habrían de-...?

—Si te tocan a ti, entonces es dañarme a mí.

"¿Por qué?" "¿Lo dices para hacerme sentir culpable o porque de verdad te preocupas por mí...?" La disyuntiva mental que Atsumu está teniendo en esos momentos le oprime el pecho.

Son como dos pensamientos se encuentran. Primero siente como si fuera una acusación pero luego siente la sinceridad de Sakusa emanando de sus ojos.

Si estuvieran en otra situación, en la que Atsumu no estuviese dudando de él precisamente, se tiraría a sus brazos.

Le creería.

Y le pediría que nunca lo soltara y continuara diciendo palabras dulces e impresionantes como las que acaba de decir.

No quiere ponerse a soñar despierto pero...pero es como si le acabara de decir que él es su mundo.

Y que si alguien lo toca, lo lastima, lo hiere, él se derrumbará.

¿Enserio es así?

¿Sakusa Kiyoomi lo quiere de ese modo o solo está diciendo eso para desviar la atención?

—¿Sabes? Sé que fui yo quien pidió ir a la fiesta pero-... —¿Fue irresponsable de su parte? ¿Debió atender a las advertencias de Semi y Shoyo? ¿Qué hizo mal? ¿Cuáles eran las probabilidades de que algo malo sucediera sin él saberlo? Aún así, Sakusa estuvo de acuerdo. Está seguro de nuevo con él pero ¿por cuánto tiempo? ¿Y por cuánto tiempo va a permanecer en la ignorancia? —. Te vi. En una fotografía —Kiyoomi frunce el ceño ante el cambio de tema más no dice nada, dedicándose a oír a Atsumu—. ¿Sabías que Oikawa Tooru tiene toda una galería de sí mismo? Ahora entiendo lo que los demás decían acerca de que era un ególatra —dice medio riendo y medio irónico, volviendo a mirar a Kiyoomi, esta vez siendo él quien aprieta las manos alrededor de las suyas—. ¿No te gustan las fotografías?

—No en las que me obligan a salir —dice, sin más remedio, tocando las palmas de Atsumu. Llevándolas, incluso, a sus labios, besándolas un poco.

—Oikawa dijo algo así. También dijo que tenías quince en la fotografía y-...

—¿Por eso tardaste? —Atsumu pasa por alto esta vez el desvío de tema, frunciendo el ceño un poco, recordando el por qué fue a buscar a Sakusa en primer lugar.

—Mira, todo estaba bien hasta que ese tipo me interceptó. Iba de regreso al salón. Lo juro. El resto de la historia ya te la sabes pero sé que no vas a creerme y vas a regañarme y decir que soy un-...

—Te creo —el rubio pestañea, confundido.

—¿Enserio?

—Sí, siempre voy a creerte.

Siempre.

Mientras más lo oye, más hay de esa connotación al pasado en la que no puede evitar pensar.

¿Qué sabe Sakusa de él que Atsumu no?

Ese hombre...lo conocía.

Ese.

Y aquél.

Y ahora...es imposible para él sacarse de la cabeza ese pensamiento inicial con el que fue a buscar a Sakusa en primer lugar.

—Me crees pero ¿Qué pasa si soy yo quien no cree en ti? —se ha dado cuenta que todo este tiempo Sakusa pone expresa atención en cada cosa que le dice, lo que significa que también toma sus palabras muy personales y a su consideración pero ¿qué habría de afectarle el que alguien como él le diga eso?

Pero ahí está.

Engrandeciendo los ojos y tensándolos un poco sin decir nada. Solo viéndolo. ¿Por qué no dice nada? Bien, entonces será él quien sí lo haga—. Todo lo que haces por mí, las atenciones que tienes, todo sin pedirme nada a cambio, ¿en serio creías que no me iba a cuestionar nunca el por qué lo hacías? —Sakusa se está mordiendo el labio inferior. Significa que está cerca de descubrir algo—. Sí, puede que yo me haya buscado el peligro en lo de la fiesta pero no lo hice a propósito. ¿Por qué la gente me seguiría a mí en lugar que a ti? ¿Por qué dices que si me hacen daño es lo mismo que hacerte daño a ti? Diciendo esas cosas, Sakusa, ¿en serio qué quieres que piense?

De nuevo, callado.

Atsumu siente que está hablando demasiado ahora pero si para, todo lo que tiene en la cabeza se le olvidará.

—Estoy asustado pero también... —acomodándose mejor en el sofá, apretando sus manos para que no huya—. ¿Qué es lo que no me estás diciendo? ¿Qué sabes de mí que no te atreves a decirme? —¿Por qué se mantiene callado, maldita sea? ¡Precisamente él! —. Me conoces, ¿no es así? —esta vez la mirada de Sakusa endurece—. Quiero decir...¿Me conocías de antes de-...? —interrumpiendo cuando Sakusa es quien rompe la conexión de sus manos y sus ojos al ponerse de pie, Atsumu vuelve a elevar la voz siguiéndolo también, dejando finalmente la amabilidad de lado—. ¡¿Por qué no me dices la verdad?!

Si actúa de esa manera...es más que obvio que todo los pensamientos previos que tuvo antes de ir a buscarlo, incrementan sus posibilidades a que sean ciertos.

¿Es por esa razón que le duele el pecho?

¿El asumir que Sakusa siempre supo quién era él desde el inicio es mayor a la impresión de saber que quizá fue abusado y no lo recuerda?

No dice nada.

¡¿Desde cuándo Sakusa no dice nada delante de él?!

—¿Eso es todo? ¿No vas a decirme nada?

—Es porque quizá no hay nada qué decir.

—¿Quién fue el que me dijo que lo que quisiera que yo pidiera, él me lo daría? —Kiyoomi ladea el rostro hacia él, reflexionando pero a la vez con una expresión afligida, pero antes de que algo brote de su boca, Atsumu vuelve a hablar, esta vez con ironía—. Ya veo que no eres tan diferente a todos esos hombres —la comparación, sin embargo, hace que Kiyoomi apriete los puños con fuerza—. ¿En serio quieres que siga viviendo en la ignorancia?

—Sí, sí eso te mantiene a salvo —aguantando las ganas de llorar, Atsumu solo pasa por su lado caminando hacia la salida, quedando a solo centímetros de la puerta.

Puede oír el silencio pero también la respiración de Sakusa acompañando la suya descompensada. Sabe que le está viendo la espalda y, maldita sea, como quisiera que corriera hasta él y reconsiderara todo.

Que lo tomara del brazo, lo volteara, y fuera honesto con él.

—Esta es tu última oportunidad. Si no me dices ahora, una vez que salga por esta puerta, no volveré a este lugar. Seré yo quien busque la respuesta por mi cuenta. Y creo que ya viste qué es lo que pasa cuando me vuelvo curioso —silencio. Atsumu solo lo rompe nuevamente al reír con desgano pero también como si estuviese viviendo una ruptura amorosa—. Cuando me trajiste aquí, contigo, exactamente ¿En calidad de qué lo hiciste?

¿Porque se le hizo guapo?

¿Porque se le hizo interesante?

Sakusa le había dicho que por ambas cosas.

Pero ahora sabe que hay más.

Que la forma en la que atrapa la mirada de Sakusa una última vez antes de irse de ahí es de arrepentimiento, de preocupación, pero también de dolor.

Aún así, aún sintiendo que el corazón se le rompe por una separación que en realidad no debería dolerle tanto, no voltea a mirar por el pasillo así como tampoco espera responder a los cuestionamientos que algunos miembros tienen con él cuando pide que lo lleven de regreso al bar.

El bar, piensa por un momento, y al otro piensa que se vaya todo al carajo.

Que haga lo que quiera con su maldito dinero, su maldito poder y su maldita influencia.

Es hora de que él haga las cosas a su manera.

.

II

.

Está subiendo las escaleras de un extraño lugar.

Y al mismo tiempo está cundido de miedo por el exceso de luz y blanco que hay en cada rincón al que voltea.

Las escaleras le parecen eternas pero también tenebrosas a pesar de que son blancas también. Lo único que le transmiten, a pesar de frialdad por ir descalzo subiendo cada escalón, es terror.

Aún así, continúa subiendo hasta que a medio camino decide voltear hacia abajo para darse cuenta que su cuerpo original no es el de un adulto sino el de un niño.

¿Qué edad tiene y por qué está en ese lugar?

Su mente dice que no sabe dónde se encuentra pero su cuerpo está reaccionando tan natural al peligro que de repente quiere detenerse.

No quiere seguir subiendo.

No quiere caminar por ese pasillo en el que solo existe un final detrás de una enorme puerta del mismo color.

Mientras más se acerca a ella, más le falta el aire.

Quiere regresar.

¿Por qué no puede hacer que sus pies den media vuelta?

Están atascados. O es como si estuvieran pegados a la alfombra —también blanca—, bajo sus pies.

Todo ese blanco le enferma.

Está asustado.

Muy, muy, muy asustado.

—Quiero ir a casa... —brota de sus labios en un tono tembloroso y agudo, casi infantil—. Quiero ir a casa...—repite, sabiendo que sus pies no se mueven y el único camino que le queda es esa puerta que tiene enfrente. Pero no puede, no puede abrirla. No quiere abrirla.

¿Dónde está mamá?

¿Dónde está papá?

¿Dónde está-...?

Osamu —la gran puerta frente a él, habla. O más bien, lo hace la persona que está detrás de ella.

¿Osamu?

¿Quién es Osamu?

La cabeza comienza a dolerle, tanto que tiene que llevar sus manos a esta para sostenerla con fuerza. El sitio en dónde se encuentra ya no es el pasillo, es dentro de esa habitación. Sus ojos apenas se acostumbran a lo oscuro que se encuentra y a las siluetas de gente adulta que solo se ven como dibujos borrosos...

Excepto el de un hombre.

Un hombre que comienza respirando en su oreja mientras se le acerca y lo toca donde no debería.

Tiene miedo.

Tiene miedo. Tiene miedo. ¡Tiene miedo!

No entiende qué hace ahí ni porque tuvo que ser él pero-...

—Es uno de los niños de esa puta.

Puta.

Sabe que puta es una mala palabra.

Es una palabra con la que ha crecido oyéndola de parte de su padre hacia su madre pero nunca la ha oído de otra persona refiriéndose así a ella.

Esperen-...¿Su madre?

¿Quién es su madre?

¿Quién es su padre?

También le han llamado Osamu.

Él no es Osamu.

No sabe quién es.

Solo fue ahí porque alguien enfermó y él ocupó su lugar para-...

Con la venida inexplicable de tantísima información a la que no le encuentra sentido, Atsumu termina por despertar en medio de un grito que fácilmente tuvo que haber despertado a alguien en el bar.

El tiempo que le toma a alguien ir hasta su habitación, Atsumu está con la cabeza colgando sobre el colchón, vomitando bilis mientras su cuerpo tiembla y sus manos se aferran a las sábanas.

Semi no cuestiona el cómo luce tan pronto lo ve, solo corre hacia él para sostenerlo de los hombres y auxiliarlo pero tan pronto siente como alguien lo toca, la reacción de Atsumu es violentar a quien sea que está ahí, apartándolo de un fuerte empujón.

La fuerza con la que lo proyecta es tal que Semi termina estrellado contra la pared, sosteniéndose el hombro y soltando una queja automática. Al oírlo y reconocerlo, Atsumu levanta el rostro con horror, dándose cuenta de lo que ha hecho.

—Se-Semi...Y-yo...

—¿Estás bien? —está preocupado. Preocupado por él. Ni siquiera luce enfadado por haberlo empujado tan fuerte. Seguro le quedará un moretón. Tiene que-... —. Atsumu.

—¿Qué? —el rubio esclarece un poco la mirada pero solo para volverse a desconectar de la realidad. Una realidad que, de todas formas, le hace temblar de la misma forma a la pesadilla que acaba de tener.

Pesadilla.

¿Eso fue...una pesadilla o-...un recuerdo?

No lo tiene claro pero, mientras tanto, no puede dejar de temblar y de sostenerse él mismo.

—Pregunté que si estabas bien. Gritaste horrible hace rato y-... Alteraste a los chicos un poco.

—Yo... —¿Gritó? ¿Tan fuerte? ¿Qué-...Qué estaba soñando hace un momento? Lo sabe, desde luego, pero su mente parece querer bloquear el recuerdo con otra cosa de manera desesperada. No puede ni siquiera mantenerse acostado en la cama por lo que simplemente termina sentado sobre esta mirando hacia la pared mientras continúa temblando.

Qué asco. Qué asco. Qué asco.

Se siente sucio.

Sucio. Sucio.

—¿Estás bien? —Semi vuelve a acercarse, probando una vez más si puede tocarlo pero cuando ve el pánico en los ojos de Atsumu, se detiene, bajando el brazo—. Lo siento. Prometo que no te voy a tocar.

—No...No, yo soy-...—cierra los ojos y su versión infantil está llorando porque algo le duele. Vuelve a abrirlos y de nuevo está en el bar. Seguro, aunque sea a medias, con Semi a su lado—. Yo soy quien lo siente —dice, tembloroso, subiendo las rodillas y llevándolas a su pecho mientras las abraza. Si se queda así, se siente más seguro.

Y si Semi también se queda ahí con él, se siente todavía más.

Ninguno de los dos dice nada salvo hasta que Shoyo se asoma a la habitación con el resto de los chicos del bar para ver qué ocurre y Semi tiene que ir hasta el cerramiento de la puerta para decirles que todo está en orden.

Atsumu agradece ese gesto en silencio así como el gesto de quedarse a su lado, sentándose a una distancia prudente de él sobre la cama.

—Desde que regresaste de ese sitio, no has dejado de tener pesadillas ni una sola noche —aclara Semi dejando a Atsumu en un estado de incredulidad al darse cuenta que es cierto.

A pesar de no haber regresado directamente a La Faire el día que ocurrió el incidente en la fiesta de Oikawa Tooru, lo primero que Atsumu esperaba recibir de parte de ellos, principalmente de Semi, en cuanto lo viera, sería una reprimenda.

Porque él tenía razón.

Porque sí había ocurrido algo.

Y porque Atsumu lucía completamente demacrado como si no hubiese podido dormir en las últimas 24 horas.

Sin embargo, no sucedió.

Semi siguió actuando con normalidad al igual que los demás pero-...

Atsumu, un poco más calmado, suelta un bufido irónico dándose cuenta muy tarde del por qué de lo anterior. —Aun no me dices lo que pasó en la fiesta.

—¿Para qué quieres saber? Para poder decirme "te lo dije" y restregármelo en toda la cara? —Sintiendo como algo se desprende de él y toma posesión de su reacción cuando Semi vuelve a hablar, termina soltando palabras bruscas y torpes, alterándose de nuevo. ¿Pero qué le pasa? ¿Por qué está reaccionando tan a la defensiva él ahora? —. A-Ah. Lo siento...Estoy...muy alterado últimamente que-...

—Me imagino por qué puede ser.

—¿Eh?

—Llevas días sin ir con Kiyoo-...Quiero decir, con Sakusa —ante la mención del nombre, Atsumu aparta todo efecto temeroso que hay en su cuerpo y lo sustituye por un enfado real recordando la última conversación que tuvo con él.

—¿Y eso qué tiene qué ver?

—¿No decías que cuando estabas con él, te sentías estable y seguro?

Viéndolo reaccionar de una forma no muy propia de él, Semi entrecierra los ojos mientras lo ve fruncir el ceño y lidiar con una respuesta para darle.

Por supuesto que él tenía razón.

Por supuesto que la tenía y eso que aún no estaba seguro que Atsumu fuera la persona que él conoció alguna vez.

Una parte de él está segura que se trata de la misma persona que lo ayudó hace tiempo pero otra parte se niega a creer que sea de esa forma a pesar de las pruebas que se le han presentado todo este tiempo.

Él, realmente, nunca tuvo una estrecha relación con el líder de la familia Gu pero si algo tenía bien en claro es que tenía una deuda con él el día en que lo ayudó a salir de Shiratorizawa y le extendió su mano sin conocerlo demasiado.

Y no solo él, todos en La Faire se quedaron con una deuda con él además de con los agradecimientos que cada uno quiso expresarle cuando les ofreció lo mismo que a Semi.

Un nuevo inicio.

Un lugar donde se sintieran seguros.

El joven líder de la familia Gu no tuvo que hacer prácticamente nada para que todos los chicos del bar le estuviesen agradecidos eternamente pero él precisamente era la persona que más cosas tenía qué decirle.

Ver a Atsumu ahora, observando cómo sufre en silencio por algo que, en un principio, no parecía causar mayor impacto en ellos, solo incrementa sus sospechas sobre él.

Si él, en verdad, es el joven líder de la familia Gu al que todos han dado por muerto estos últimos meses...¿Qué lo hizo terminar así?

Con el joven líder de la familia Gu no hay mucha historia que no se sepa salvo los innumerables rumores que se decían de él pero con Atsumu...Con Atsumu ha creado un vínculo. Una amistad que aunque siempre se están peleando por alguna tontería, le ha servido a Semi para sentirse en agradable compañía al tener a alguien ahí con él.

Es él.

Tiene que ser él.

Pero que él lo sepa no significa que por arte de magia toda la vida de Atsumu vuelva a tener cabida dentro de su mente.

Durante su tiempo en Shiratorizawa muchas cosas se decían acerca del joven líder de la familia Gu. El hijo mayor, por dos años, de la Donna de Gu. Durante su infancia solo se hablaba de las travesuras en conjunto de ambos hermanos pero a medida que fueron creciendo de quien más se hablaba era del mayor.

Siempre del mayor.

Cuando le llegó el rumor de la mala relación de ambos hermanos, Semi asumió que solo eran celos pero los rumores con el joven amo de la familia Gu no pararon ahí.

Era brillante, sí, pero también era un rebelde sin causa.

Decían que se había vuelto un promiscuo.

Y que le gustaba gastar su tiempo libre cerca de hombres mayores a él.

Semi, desde luego, no tenía ni cara para juzgarlo cuando él también se metía con hombres que le doblaban la edad.

Sus gustos, además, eran cosa suya pero el mayor escándalo que llegó a oídos de todos fue cuando se descubrió, aparentemente, que mantenía una relación con un líder de mafia.

Con nada más ni nada menos que con Yoshiaki Sakusa, el padre de Kiyoomi.

La noticia fue un escándalo tremendo y quizá fue la razón por la que el padre de los hermanos Gu enloqueció.

Si de verdad eso es cierto, si de verdad todos esos rumores no solo eran cotilleos para destruir más su reputación y eclipsar el brillo natural que tenía por ser diferente a todos los demás líderes, entonces significa que, desde el inicio, todo lo que le obligó hacer a Atsumu, estuvo mal.

Todo.

Se siente horrible de pronto.

Si de verdad es él...Todo lo que le ha orillado a hacer también tiene parte de culpa para que ahora esté en esa situación.

Pero él no puede ser el único que apenas se esté dando cuenta de todo esto.

Y el hecho de que Sakusa Kiyoomi figure de nuevo en la vida de Atsumu así nada más no es coincidencia.

Se sabía que había cierta tirria entre padre e hijo pero a Semi nunca se le pasó por la mente que pudiera deberse a que...

A que ambos hombres, padre e hijo, se hubiesen fijado en la misma persona.

Dios.

No.

Mientras más lo piensa, todos los rumores que habían quedado sepultados a cerca de la familia Itachiyama con la familia Gu, ahora se levantan de nuevo.

Es como si todo cobrara sentido ahora aunque también se volviera más complicado.

Solo-...Solo está suponiendo.

Aunque la únicas dos personas que podrían sacarlo de dudas están separadas y conflictuadas justo ahora. Y no es como que pueda pedir una reunión así nada más con Sakusa Kiyoomi para discutir este tema. Y Atsumu ni siquiera es una opción ahora, el pobre chico está mal.

Tan mal que no responde a la pregunta que le ha hecho y solo pasa de largo a él tomando únicamente una sudadera para salir del cuarto.

Ante lo peligroso que se ve esto ahora que Semi es más consciente de la situación, corre a tomar su mano pero esta es rápidamente sacudida en cuanto Atsumu siente el apretón en su muñeca.

—¿Puedes, por favor, avisarme la próxima vez que vayas a tocarme? —Semi no responde pero tampoco asiente. Solo se queda mirándolo fijamente como si quisiera recordar cómo lucía el joven líder de la familia Gu con máscara.

No puede ser.

Va a quedar como un idiota luego, está seguro de eso, pero mientras si son peras o manzanas, tiene claro que no puede dejar que Atsumu salga así nada más sin medir el peligro al que se expone.

—¿A dónde vas?

— Necesito aire fresco.

—Son las dos de la mañana.

—Pues dile a mi puta ansiedad y a mi puto estrés que se pueden tomar unas perras vacaciones para que me dejen en paz. Ellos no entienden de horario —respondiendo de mala gana, Atsumu se sube el cierre de la sudadera oversize con brusquedad, antes de volver a mirarlo—. Solo saldré un momento. Además, ¿de qué te preocupas? La Faire está custodiada día y noche por los gorilas de Sakusa a pesar que le dije que no siguiera haciéndolo más —ante eso, Semi recuerda la noche en la que Atsumu regresó finalmente, luego de un par de días de haberse ido a Sendai, completamente molesto y lloroso, mandando por completo a la mierda a todos los hombres de Itachiyama, diciendo que se podían largar.

No lo hicieron, desde luego, pero siendo que esta es la primera vez que tienen una especie de conversación, ahora entiende por qué es que llegó enfadado.

—Entonces estás así porque te peleaste con él. Con Sakusa.

—Ojalá hubiese sido una pelea como tal.

Definitivamente no iba a quedarse con un hombre que prácticamente le estaba diciendo implícitamente que lo conocía y que a su vez se negaba a hablar. Por eso salió tan furioso de ahí y por eso no ha vuelto ni siquiera a pedir que vayan por él.

Al menos, Sakusa conoce la prudencia —aunque Atsumu dice que es más su estupidez silenciosa— al no enviar a nadie. Sin embargo, la protección a La Faire, esa que esperaba fuera retirada tan pronto él prometió no volver a esa casa, sigue intacta.

Atsumu no puede evitar darle vueltas al asunto de que si es su modo de disculparse o simplemente es otra forma de manipulación.

No va a volver con él por mucho que ahora esté añorando el recuerdo de sus ojos junto a esa expresión suave que hacía cuando estaban juntos.

O el calor de sus manos tocando su mejilla.

O lo húmedo y apasionado de sus labios sobre los suyos.

El frío le da de lleno cuando sale por la puerta principal encontrándose con silencio. La única luz que tiene ahora para mostrarle el camino de terracería es la que proviene de un par de luminarias que hay cerca de los contenedores de basura que hay en una esquina.

Los hombres de Itachiyama no están cerca pero saben que andan por ahí. Al menos se entera de su presencia cuando uno de ellos, el que está más apegado a donde está él, le reconoce y le habla.

—Vuelve adentro —ordena, y Atsumu solo puede pensar que Sakusa es un imbécil por seguir mandando a esos gorilas a proteger el bar.

No quiere saber nada de él, en teoría debería recibir lo mismo de su parte. ¿Por qué no ha retirado la protección de La Faire entonces?

—Que te den —dice, enfadado, acomodándose mejor la sudadera mientras camina un par de pasos lejos del sitio.

No lo siguen pero sabe que todos los ojos de esos hombres están ahí para cuidarlo.

Se lo dijo en su cara ¿no es así? Que prefería que se mantuviera viviendo en la ignorancia de saber solo lo que le convenía para protegerle.

¿Cuidarlo de qué, maldita sea?

Preguntarles directamente qué tipo de orden les dio su jefe también sería inútil pero saber que están ahí le llena de muchísimas dudas y coraje con respecto a él.

Mientras más le da vueltas al asunto, más quiere saber qué relación tenía con Sakusa en el pasado.

¿Por qué lo protege tanto?

¿Acaso...tenían algo íntimo antes de que perdiera su memoria?

¿Eran amantes o algo así?

Le duele el pecho pensar en él sabiendo que no lo tiene cerca, y ese dolor se amplifica cuando saca de uno de los bolsillos internos de la sudadera la máscara que él le dio cuando fueron a Sendai.

Recuerda ese momento y el calor que se instaló en su pecho no solo por la emoción de que él se la diera y de que estuvieran a solas sino...porque sintió que le regresaba algo valioso y que siempre le perteneció.

Como si Sakusa le regresara una pieza importante, a la vez de secreta, en todo ese embrollo que ha sido su pérdida de memoria.

—¿Te culpaste?—aprieta los bordes de la máscara de comadreja entre sus dedos, sin quitarle la vista—. ¿Te culpaste por...no estar ahí conmigo?

¿Por qué Sakusa lo dejó ir de ese modo?

¿Por qué no se opuso y lo obligó a quedarse con él?

Atsumu sabe que tiene los medios y la fuerza para hacerlo volver.

Para hacer que se rinda ante él...Mas nunca lo ha hecho. Sakusa nunca ha hecho algo para forzarlo a nada pero el hecho de que no tenga la convicción de hacerlo le hace sentir a Atsumu que quizá no vale tanto como para que alguien con el estatus de Sakusa Kiyoomi lo intente.

—Quiero verte...—dice, lloroso, mordiéndose el labio inferior todo tembloroso mientras se acerca la máscara al rostro y la choca con su frente y su nariz, imaginando que a quien tiene enfrente es a él.

A Sakusa.

Aun si le dijo todas esas cosas, aún si todas esas respuestas son todas banderas rojas, quiere verlo de nuevo.

Lo tiene todo tan fácil para verlo. Solo tiene que dar media vuelta al bar y pedirle a uno de sus hombres que lo llame pero...¿Iría? ¿Sakusa iría a buscarlo a pesar de que prácticamente lo dejó?

Recuperar sus recuerdos era lo que lo mantenía inquieto todo este tiempo, siempre queriendo descubrir más cosas acerca de él pero ahora...Incluso si no recupera nada, incluso si no recuerda nada, puede escribir una nueva historia ¿no es así?

Qué importa si Sakusa le conoce desde hace tiempo.

Lo que siente Atsumu ahora por él es algo que le pertenece a esa nueva versión suya. No es una emoción atada al pasado.

Es solo porque le gusta Sakusa.

Le gusta tanto que-...

—Voy a llamarlo —dice, decidido finalmente, volviendo rápidamente sobre sus pasos hacia al bar en busca del tipo que hace unos momentos le dijo que no saliera pero como si anticipara el peligro, o simplemente se enfocara en la luz intensa que sale disparada desde detrás de su espalda, voltea alcanzando a ver el derrape de varias camionetas blindadas llegando.

Las luces de los faros delanteros le ciegan tanto que no puede ver el momento en el que disparos salen desde las camionetas, dejándolo completamente rígido.

Están disparando.

¡Están disparando hacia el bar!

Con un ojo apenas abierto, mientras se agacha y se sostiene la cabeza —como si de esa forma las balas no lo fueran a alcanzar— solo escucha cómo uno a uno van cayendo los hombres de Itachiyama al suelo.

Si les han matado o no, no lo sabe con certeza pero sería demasiada suerte si tan solo los han herido para inmovilizarlos.

¡¿Qué carajos-...?!

—¡Hey! ¡Entra al bar ahora! —un silbido seguido de la voz de...

"¡Semi!", piensa de pronto cuando lo escucha aunque no logra enfocarlo. Desde dentro del bar ahora se escuchan disparos. Están respondiendo al ataque desde dentro y la silueta que se asemeja más a la complexión de su amigo es la que está caminando hacia él para tomarlo y meterlo a empujones al bar seguramente.

Pero los disparos del flanco atacante no cesan y es entonces cuando la voz de Semi pasa a ser un grito.

—¡Semi! —grita, sin poder localizarlo.

¿Le han dado?

¡¿Le han dado a Semi o-...?!

Enseguida su nueva carrera hacia el bar se ve frustrada por la llegada de otro vehículo.

Otra camioneta que, esta vez, frena justo delante de él. De nuevo la neblina y la luz proyectada de los faros sobre sus ojos es tanta que esta vez tiene que cubrírselos con lo único que tiene a la mano y que no ha soltado desde hace rato: La máscara que le dio Sakusa.

Si es enemigo —que es más que claro que sí lo es— entonces tiene que resguardar su identidad tal como Kiyoomi le enseñó aunque todo ese pensamiento sobre la supervivencia y esas ganas de dar pelea mueren cuando una de las puertas traseras se abre dejando ver a un hombre de cabello casi blanco.

No puede ser...

—Si no quieres que lo próximo que apuntemos sean las cabezas de tus amigos, sube —la amenaza llega tan clara que Atsumu tiene que voltear a mirar esperando a localizar a alguien conocido.

Los chicos...

Alisa.

Shoyo.

—¡No-...! ¡No subas!

Semi...

El sonido de un arma siendo movida delante de él hace que devuelva la mirada al frente.

¡El cabrón de cabello blanco está apuntando hacia el bar de nuevo!

—¡Ya, ya! ¡Lo haré! ¡Lo haré! ¡Mira, estoy caminando! —con las manos alzadas en claro signo de rendición, no puede creer que esté obedeciendo aunque por dentro está temblando.

¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué? ¿Ahora qué? ¡¿Ahora qué?!

No.

¿Qué está haciendo?

¿Por qué está obedeciendo tan fácil?

Sí, la vida de los chicos dentro del bar peligra pero hay algo en la naturaleza de Atsumu que toma posesión de él quedando a solo un paso de subirse a la camioneta. No pueden ver la expresión que hace debido a la máscara pero si se enfocaran en sus ojos notarían lo duros que están ahora.

El hombre de Gu no se inmuta pero él tampoco aunque sí que parece estar logrando impacientarlo.

—Sube.

—Para el fuego y entonces lo consideraré, imbécil —a punto de responder, Kita solo cierra los ojos cuando siente la mano de alguien más dentro de la camioneta hacerlo a un lado.

Y contra esos ojos Atsumu ya no puede ganar más.

Es...el otro hombre.

El hombre al que miró en la salida de la fiesta de Oikawa.

Por el que tuvo una crisis nerviosa horrible.

¡Es él!

—Tú...

—Tienes preguntas sobre tu pasado ¿no es así? —Atsumu tiembla bajo el efecto extraño de su voz, como si lo paralizara. Todo en su cuerpo se sacude debido a eso. ¿Cómo...? ¿Cómo sabe-...? —. Si Sakusa no quiere decirte, ¿Qué tal si yo lo hago por él?