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Piensa en sobrevivir

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—¿En qué piensas cuando disparas, Tsumu?

—En sobrevivir.

Osamu todavía recuerda esa conversación.

Esa conversación que precedió a todo el estrés y a la angustia que sintió cuando estuvo a punto de ser herido por una bala solo porque él no pudo tirar del gatillo hacia su atacante primero.

Era su primera vez haciendo eso y aunque pasó los primeros cuatro años entrenando y preparándose para ese día—luego de su adición de forma oficial a la mafia tras su ceremonia de integración—, al final, matar a un hombre no era tan sencillo como veía todos hacían.

Tenía catorce años en ese entonces. Cuando tuvo su primera misión. Y en ese momento no había más faldas de mamá dentro de las cuáles refugiarse.

En serio, llevaba años entrenando para eso...pero un niño nunca está preparado para cometer ese tipo de actos ilícitos e inhumanos.

Osamu aun lo puede sentir en su garganta, la presión desproporcionada apretando su tráquea y una punzada taladrando su cabeza, su respiración asquerosamente irregular y sus manos sudorosas sosteniendo el revólver con el que pretendía herir a ese hombre al que no pudo disparar.

El maletín que tenía que recuperar pasaba de mano en mano delante de él gracias a la imagen remota del recorrido que hacía su objetivo, proporcionada por las grabaciones en vivo de los centinelas que estaban colocados estratégicamente en distintos puntos altos de algunos edificios; hombres a los que su padre había enviado exclusivamente para eso y nada más.

Sabía que ninguno de esos hombres le asistiría en caso de que fallara o requiriera apoyo.

Apoyo que sí necesitó cuando tuvo al hombre frente a él junto al cañón de su arma apuntandole y él se quedó congelado y expuesto a que lo hirieran de gravedad o incluso que lo mataran.

—Yo...creí que sería sencillo poder dispararle a alguien pero...no pude.

—Lo sé.

Lo sabe.

¿Cómo podría él no hacerlo?

Osamu no sabe si está siendo desconsiderado o poco sutil con las palabras que dice frente a él. Oraciones que retratan su miedo más primitivo y dejan entrever su vacilación natural a herir a otra persona a pesar de que lleva un par de años asumiendo que ese es el camino que mejor le conviene y que tiene que tomar para seguir avanzando. Un camino que aunque no eligió él le permite existir en ese mundo al que está condicionado a vivir. Camino que Atsumu lleva recorriendo más años que él.

Dejarle ver que en realidad tiene miedo de herir a alguien, ante los ojos de cualquier otra persona, sería una humillación.

Pero no ante Atsumu.

No ante el hermano mayor que sigue diciendo cosas como que está feliz de que no lo haya hecho después de todo.

Osamu se ofende al inicio, pensando en que lo dice porque se alegra de que no haya podido finalizar la misión satisfactoriamente pero rápidamente Atsumu vuelve a hablar, acompañando sus palabras por un tono más suave.

—Que no hayas podido disparar, te hace mejor persona que yo, Samu. Te hace increíble.

—Papá no piensa eso.

Y él tampoco, de hecho.

Porque a pesar de las palabras bonitas que Atsumu dice, siente que ha fallado.

Ha fallado porque no ha tenido el valor de disparar.

Su atacante, en cambio, iba con toda la intención de matarlo...hasta que Atsumu apareció.

Se suponía que él se encontraba en otro sitio ese día, atendiendo alguna otra tarea designada también por su padre y que seguramente le tomaría toda la mañana resolver. O al menos eso fue lo que le dijeron cuando preguntó si Atsumu estaría estaría cerca o lo acompañaría al menos.

Porque lo necesitaba.

A esa edad —y a cualquiera, de hecho— siempre iba a necesitar de su apoyo incondicional.

De su hermano mayor.

Pero que no estuviera ahí ¿realmente fue la causa de que no pudiera tirar del gatillo?

—¿Cómo sabías dónde estaba? —Atsumu vacila solo un poco antes de responder, ofreciéndole una de esas sonrisas airosas suyas que acompaña el juguetón gesto de sacudir su cabello con prisa.

—Digamos que tengo un detector de Osamus integrado.

Ríe.

Ambos ríen de hecho.

Osamu pocas veces lo hace, y cuando lo hace, es con él.

Con su hermano que es dos años mayor y quién nunca ha titubeado con las tareas que su padre le asigna, cumpliendo espléndidamente cada una de ellas sin fallar.

Cuando Atsumu apareció, justo en el momento en el que él no pudo disparar, sintió emoción. Una sensación emocionada a la vez de alivio de verlo ahí, ayudándolo. Tal como le prometió alguna vez cuando eran niños.

Tal como los hermanos mayores hacen.

Sin embargo, ahora que están ahí, en la azotea de una bodega abandonada sin ganas de regresar a casa todavía, no sabe si seguir sintiendo alivio o que todo eso ha sido un fracaso para él.

—¿No tuviste miedo cuándo tuviste tu primera misión?

—¿Qué te hace pensar que no lo tuve? —Atsumu se toma su tiempo para continuar respondiendo, estirando los labios en una mueca melancólica y llena de crudeza—. Estaba aterrado —sincera, sintiendo la garganta un poco rasposa.

—¿En serio? —Atsumu no responde, solo vuelve a mirar hacia al frente.

Desde que se unió a la mafia oficialmente no ha tenido tiempo para descansar.

Incluso pasar momentos con Osamu se ha vuelto una tarea complicada a pesar de que prácticamente viven en la misma casa. Su padre se ha encargado de educarlos, si bien bajo los mismos principios, de maneras separadas pues cada quien lleva a cabo tareas distintas de acuerdo a las habilidades que cada uno ha ido desarrollando con el tiempo.

Osamu, por ejemplo, es bueno en combate, pero su verdadera capacidad despunta dentro de la unidad de inteligencia e interrogatorios. A pesar de ser tan joven, su capacidad analítica es asombrosa.

Atsumu, por otro lado, en gran medida se desenvuelve más en la fracción de fuerza de ataque pero eso no le resta puntos a lo inteligente y hábil que es para solucionar problemas con ingenio en situaciones en las que es imposible mantener la calma.

Aún así, Osamu siempre se resta menos puntos cuando se compara con él.

Atsumu es...simplemente brillante. Lo ha sido desde que eran unos niños incluso, siempre ideando los mejores juegos y los mejores planes para divertirse juntos además de que, de los dos, Atsumu siempre ha poseído un brillo natural que atrae a las personas.

Pensar en él en una situación en la que su fragilidad sea expuesta, es difícil. Aunque reflexiona un poco sobre ello recordando que Atsumu también pasó por todo eso y era un niño también.

Aún así, no puede evitar sentir que esta vez ha fracasado con creces.

Seguramente a pesar de que Atsumu tuvo miedo durante su primera misión, tal como le ha dicho, él la culminó como se debía.

Él, en cambio...

—¿Por qué no soy tan bueno como tú? —encogido de rodillas y abrazándolas contra su pecho, Atsumu lo mira de reojo con algo de pena y comprensión. Puede que Osamu ya no sea tan niño como antes pero sigue haciendo las mismas cosas que cuando era más pequeño.

Viéndolo de esa manera, parece un niño encaprichado porque no le ha salido el juguete que quiere de una de esas máquinas de regalos.

Aunque también se ve triste y desmoralizado.

Detesta verlo así.

—¿De qué hablas? Tú ya eres increíble, aunque-... —Osamu aprieta las manos hasta clavarse las uñas en la palma de la mano, volteando a mirar a su hermano con una expresión ansiosa. ¿Enserio? ¿Él también piensa que no es lo suficientemente bueno?—. No eres tan guapo como yo —riendo un poco, Atsumu solo ve como la expresión de Osamu se enfada, logrando que sus gestos se relajen y se concentren más en la broma que acaba de hacerle que en lo que le aqueja en sí.

—Estoy hablando en serio.

—Yo también hablo enserio —Osamu solo bufa, volviendo la mirada al frente, apoyando el mentón por encima de las rodillas mientras suspira.

—Tú eres bueno en todo. Bueno en combate, bueno con las armas, bueno armando estrategias. Todos te reconocen —a pesar de que enlista cosas que son relativamente buenas, Atsumu no añade algún comentario que le haga sentir orgulloso de ello—. Tu único defecto es tu terrible comportamiento —Atsumu resopla esta vez ante eso aunque aún sin contestar—. Te metes en muchos problemas innecesarios.

—No creo que ayudar a la gente sea un problema innecesario —quien se queda callado esta vez es Osamu, pero eso no impide que no voltee a verlo con circunstancia.

—No somos policías para ir haciendo el bien.

—¿Y porque no lo somos significa que hay que perjudicar a la gente? —Osamu es quien resopla esta vez, apartando la mirada de él.

No quiere discutir.

De hecho, no sabe por qué es que se están encaminando hacia una discusión en primer lugar. Solo fue un simple comentario.

Pero debió imaginarlo. Cada que Atsumu es cuestionado, por muy sutil que sea, acerca de su comportamiento, siempre termina ofendido o alzando la voz.

Hay cosas en su hermano que simplemente nunca va a entender.

Como por ejemplo el hecho de que siempre tenga que interferir en las tareas que desempeñan los subordinados de rango más bajo que ellos, tales como administrar las tiendas de pago y cobrar la denominada protección que la mafia extiende a algunos comerciantes y empresas menores.

La prestación obligatoria de servicios por parte de las empresas controladas por la mafia es algo que se lleva haciendo desde el tiempo en el que su abuelo era el líder de la familia Gu así que, en teoría, el pago por esta protección también les permite controlar el territorio de cada familia.

Que sí, hay disputas casi siempre por quienes se niegan a pagar, asumiendo las consecuencias del cómo se desquitaría la mafia con ellos al no celebrar el trato acordado.

Pero esas tareas no les conciernen a ellos.

Sin embargo, Atsumu siempre está metido ahí de alguna forma u otra, haciendo lo que se le antoja y, por consiguiente, provocando la ira de su padre.

—Cada que tú interfieres en cosas que no te incumben, todo termina mal, Tsumu.

—¿Crees que está bien entonces el extorsionar a la gente que vive al día?

Si Osamu viera una pequeña parte de lo que él ve, ¿lo entendería?

No por algo la mafia se ha enriquecido tanto los bolsillos al cobrar excesivas cuotas de protección y/o con pago en especie incluso de gente a la que ya le es imposible pagar.

A pesar de que mucha de esa gente se encuentra atravesando importantes problemas económicos, ante la irrupción de esa nueva crisis, no solo su padre, sino varios líderes, ha estado aprovechándose de los más desfavorecidos a causa de eso. Después de todo, según los más veteranos, la mafia siempre se dirige hacia donde haya dinero y negocios qué explotar.

—La mafia siempre está lista para aprovecharse de cualquier oportunidad, Osamu. No le importa a quién perjudica.

—¿Y por qué tendría que importarnos a nosotr-...? —enfrentarse a la mirada hostil de Atsumu es de las pocas cosas que Osamu todavía no puede lograr.

A pesar de que Atsumu siempre está llevándole constantemente la contraria a su padre y se queja de él, cada que enfurece o cada que su mirada se vuelve oscura y opaca, es como verlo a él. La heladez que resiente su cuerpo al mirarlo hace que aparte los ojos de él tan rápido como Atsumu termina de reaccionar, dándose cuenta de lo crudo que ha sido.

—Samu...

—No. Está bien. Yo...creo que tienes razón, es solo que-...

Atsumu no se disculpa porque sabe que no ha dicho nada que no sea verdad, es solo que le asusta la idea de que Osamu se vuelva cada vez más parecido a su padre.

Que se vuelva indiferente a la injusticia que cometen solo por pertenecer a un estatus superior.

Pero Atsumu lo entiende.

Entiende el miedo natural que tiene hacia su padre y a la aceptación que Osamu constantemente espera de él porque así de inseguro lo ha hecho al compararlos a ambos y también al separarlos cada vez más. Aunque hay algo de bueno en todo eso, piensa.

La naturaleza de Osamu todavía le permite distinguir entre lo bueno y lo malo a diferencia de él.

Osamu todavía tiene opciones.

Si estuviera en su poder el darle una vida mejor en la que él no tuviera que mancharse las manos, lo haría porque:

—Este es el trabajo de los hermanos mayores, Samu. El de allanar el terreno para los que vienen detrás. Cuando papá te elija como su sucesor, tú podrías cambiar todo esto y hacer de la mafia algo mejor.

—Él no va a elegirme —Osamu hace una pausa, suspirando. Todo ese discurso, a pesar de que le pega emocionalmente, siguen siendo palabras que ve lejanas. Principalmente la parte en la que Atsumu se ve muy seguro de que a quien su padre elegirá algún día, será él—. A quién elegirá será a ti.

—Si eso pasa, entonces lo rechazaré —Osamu vuelve su mirada a él, alarmado pero Atsumu solo está sonriendo.

—No puedes hacer eso...

—Puedo hacer lo que yo quiera. Además, ¿no sería más emocionante si tú fueras el líder?

Porque él no puede, piensa.

No quiere ni puede ser el ejemplo de las generaciones que vienen detrás de él porque ya de por sí es un mal ejemplo para su hermano menor.

No puede ni quiere gobernar a pesar de que a sus cortos dieciséis años muchos comentarios al respecto se dicen de lo buen líder que sería.

Comentarios que detesta porque desalientan a Osamu. Porque, aunque sea el menor, él también está luchando.

Está librando sus propias batallas contra las inseguridades que una crianza como la que han tenido, le ha dejado con el paso de los años.

Quien ha trabajado más duro ha sido Osamu. Y también sabe lo que ha significado para él volverse líder de la familia Gu desde pequeño. De los dos, quien más comprometido ha estado con la familia Gu, ha sido él.

Sí, puede que haya momentos en los que el estrés le haga tomar decisiones equivocadas pero Atsumu sabe que su hermano es una buena persona y no está en su naturaleza ser cruel con otros.

Atsumu, en cambio, a pesar de lo bueno que es en todo y los comentarios que se dicen de él, no lo disfruta para nada. Sus razones tiene, desde luego. Y si no se ha desapegado del régimen de su padre, es únicamente por su hermano menor.

No quiere que Osamu termine siendo como su padre. Ni tampoco como él.

Quiere que sea mejor.

Que él sea el precedente bueno.

Sin darse cuenta, está haciendo cada cosa que está en su poder no solo para proteger a Osamu sino también para cambiar todo ese sistema por mucho que lo aborrezca.

—Imagínatelo, Samu. Sería algo así como tu guardaespaldas, tu mano derecha, tu hombre más leal, como cuando éramos niños. ¿No suena emocionante? —Atsumu ríe, dándole un golpecito en el hombro con complicidad. Acción que termina imitando Osamu solo que con una emoción mucho más mesurada.

—Qué tonterías dices.

—No me importaría servir a alguien siempre y cuando sea a ti.

—Si eso ocurre, ni creas que voy a darte trato especial solo porque eres mi hermano—bromea, recibiendo otro golpecito, esta vez un poco más fuerte, de Atsumu. Mismo al que responde con la misma intensidad, riéndose más fuerte junto con él.

—¿Ni siquiera porque soy mayor que tú?

—No. Ni siquiera así, tonto.

Ríen.

Ríen durante un rato más antes de levantarse y tener qué regresar y rendir cuentas.

El cómo Atsumu supo dónde se encontraba y de dónde salió continuó siendo un misterio para Osamu incluso al llegar a casa.

—No les recomiendo entrar. No está de buen humor —menciona Rintaro, a quien se topan saliendo de la oficina de su padre, una vez que llegan hasta ahí.

Kita es quien viene detrás de los hermanos Gu luego de verlos regresar a ambos, quien a su vez luce un poco ansioso y aliviado en que principalmente Osamu haya regresado con bien ya que al no poder acompañarlo ni asistirlo en este día tan importante, se mostró intranquilo toda la mañana.

Verlo llegar con Atsumu, sin embargo, solo aumenta la tensión.

—¿Tú qué haces aquí? ¿Qué no te mandaron fuera de la prefectura hoy? —habla Rintaro dirigiéndose a Atsumu, en un tono bastante irritable y molesto de forma irracional—. Oye, te estoy hablando —solo hasta que el azabache lo toca para provocarlo, Atsumu deja de mirar la puerta de la oficina de su padre, poniendo su atención con ojos ásperos sobre él.

—Me vuelves a tocar y te prometo que te regreso al basurero del que te sacó mi viejo —cabreado por la advertencia, el impulso de Rintaro es responder a la agresión verbal con un golpe. Golpe que no llega por la intervención de Kita al sujetar su mano en el aire—. Gracias, Shin-chan, pero no era necesario. Quédate con Samu, por favor. Entraré a ver a mi padre ahora.

—Tsumu —antes de que Atsumu se pierda por la puerta, Osamu le sujeta la mano.

¿Qué está haciendo?

Si su padre lo ve ahora, lo reprenderá.

¿No se suponía que debía estar en otro sitio?

Además, quien tiene que informarle acerca de lo que sucedió hoy debe ser él, no Atsumu.

—Descuida. Yo me encargo de todo, ¿sí?

De todo.

De todo cuánto pueda.

Como si se creyera un colosal capaz de sostener los problemas del mundo con sus estúpidos brazos.

Como si fuera invencible.

Ahora, mientras más lo ve, más miserable lo encuentra.

¿Ese es el pago por aguantar todo?

¿En serio creía que interfiriendo en el orden de las cosas no iba a ser blanco del coraje de su padre y de mucha gente fisgona? ¿De toda la gente que se volcó en su contra por no actuar de acuerdo a los códigos silenciosos dentro de la mafia?

Osamu siempre cuestionó acerca de los métodos poco ortodoxos de su hermano al llevar a cabo sus encomiendas pero nunca quiso decir nada más acerca de ellos porque Atsumu simplemente dejó de estar para él demasiado pronto.

Por más que lo buscaba, por más que se esforzaba por entenderlo, por más que le pedía explicaciones al respecto de su cambio tan radical y agresivo en su comportamiento, Atsumu nunca quiso decirle nada.

Su padre solia decir que tarde o temprano, su propio orgullo, lo haría terminar como su madre.

Y lo estuvo, de hecho.

Hasta que volvió a aparecer.

Hasta ahora, que lo tiene frente a él, con las pupilas dilatadas, el rostro lloroso y la garganta desgarrada.

Si Atsumu fue la tempestad que había hecho temblar a su padre, Osamu había sido la obediencia.

Entonces por qué...¿Por qué siente una punzada en el pecho viéndolo en ese estado si se supone que dejó morir todo lo que alguna vez sintió por él el día que lo traicionó?

Cuando Atsumu aceptó la oferta de su padre para liderar a la familia, Osamu esperaba que cumpliera su promesa.

Él, quien había dicho que no le importaba ese puesto y que no se preocupara.

Él, quien también dijo a cerca de ser su subordinado más fiel.

Verlo en el suelo, tembloroso y lloroso no debería provocarle otra sensación más que placer. ahora pues, se supone, Atsumu Gu está muerto para él.

Tan muerto como el amor y orgullo que sintió alguna vez por tenerlo siempre a su lado.

Él se lo prometió.

¡Le dijo que siempre estaría con él!

¡Atsumu le hizo creer en el valor de las estúpidas promesas!

Y cuando tuvo la oportunidad de apoyarse en él, lo apartó.

Y le arrebató todo cuanto él quiso.

¿Con qué derecho vuelve a aparecer delante suyo?

Lo que es más...¿Cómo se atreve a olvidarse de él?

—Levántate —tomándolo del brazo para hacerlo ponerse de pie, Atsumu, dentro de todo el caos que es su mente y corazón, lo empuja con la fuerza frágil que aún posee.

—No me toques...

—No fue una sugerencia —Aún así, su fuerza no es comparada con la de él, por lo que termina siendo puesto de pie a la fuerza pero sin atreverse a alzar el rostro—. Estoy impresionado. Realmente debes follar muy bien como para que ahora el hijo de ese cerdo te esté protegiendo.

—¡Estás mintiendo!

—Puedes preguntarle a Sakusa Kiyoomi todo lo que quieras si es que decide venir por ti, conociéndolo, dudo mucho que se quede quieto. Pero antes tienes que hacer algo más para mí.

—¡¿Qué es lo que quieres?!

¡¿Qué más quiere de él?

Piensa, desesperado, con el aliento y la voluntad quebrada pero con el involuntario reflejo de rehusarse a creer en todo lo que le ha dicho.

Especialmente en lo último.

No puede ser.

No puede estar hablando en serio.

No puede ser que el padre de Kiyoomi le haya hecho eso-...eso a él.

Kiyoomi.

Kiyoomi. Kiyoomi. Kiyoomi.

Como si fuera su única esperanza aferrarse a pensar en él, su cabeza se llena de los momentos más recientes que ha pasado a su lado.

Todas las miradas dulces que le ha dado, la manera en la que a veces sus manos juguetonas toman las suyas, en la honestidad que aclara sus ojos negros cuando lo mira.

—Me lo imaginé —recuerda Atsumu haber dicho eso, la vez en la que entró en silencio a su estudio, descubriéndolo con los ojos cerrados.

Estaba dormido aquella vez. O si estaba fingiendo, realmente Atsumu no se enteró pues estaba más concentrado en ver su rostro tranquilo y en sus bonitas y largas pestañas adornar el borde de sus párpados.

Se hacía tarde para que lo acompañara al bar de regreso esa vez, y aunque Kiyoomi sugirió que fuera Komori quien lo acompañara por esa única ocasión, debido a unos documentos que tenía que revisar, Atsumu aceptó esperarlo hasta la hora que terminara solo para que pudieran ir juntos.

Para que él pudiera acompañarlo.

Descubrirlo con los ojos cerrados, seguramente tomando un breve descanso, le hizo tener el tiempo suficiente para grabar esa vista en sus retinas.

Era...la primera vez que lo veía así de calmado.

Su respirar tranquilo, sus labios entreabiertos y para nada tensos, algunos de sus cabellos rizados cayendo sobre su frente, hicieron que Atsumu no evitara suspirar y sonriera un poco al verlo de ese modo.

Acercarse a él en silencio para poder verlo mejor supuso cosquillas en todo su cuerpo, así como un palpitar acelerado en su corazón.

—¿Por qué me proteges tanto? —preguntó, apenas audible para sí mismo por lo que no representó un peligro que Kiyoomi lo fuese a oír realmente—. ¿Es porque te gusto o-...?

"Si te tocan a ti, es dañarme a mí"

"Lastimó a alguien a quien no debió tocar"

"Es porque quizá no hay nada qué decir"

"Siempre voy a creerte"

En aquél momento, la semilla de la duda ya estaba implantada en él pero con esto...No puede seguir recordando lo que se sentía estar a lado de él porque cosas puntuales que Kiyoomi dijo se le atraviesan en la mente y parecen cobrar todo el sentido del mundo, lastimando su corazón.

"Solo me interesas tú"

"¿Te gustó cómo quedó tu cabello?"

"Bonito"

"Sí, lo hiciste bien"

¿Por qué?

¿Por qué aun no llega por él?

¿Por qué está tardando tanto en llegar?

Quiere verlo.

Quiere verlo...y que sea él mismo quien le explique qué es lo que pasa porque no cree nada de esa basura que le han dicho.

Todo...Todo tiene que tener una explicación.

—"Llega ya...por favor. Te perdono todo pero-...por lo que más quieras..., ven. Ven por mí"

Está temblando y siente que todo esa situación lo está matando lentamente pero la sensación a la que se aferra de querer ver a Kiyoomi más que a nada en el mundo es lo que impide que se desmorone por completo.

Sin darse cuenta, ya han salido de esa habitación y ahora se encuentran en otra que, por la pinta que tiene, debe ser una especie de estudio/oficina. Hay polvo y los muebles están cubiertos al igual que en toda la casa seguramente pero Osamu lo lleva con fuerza sujetado del cuello a paso apresurado antes de tumbarlo al piso frente a una pared donde antes había un librero, mismo que ha sido desplazado revelando algo que, Atsumu asume, es una bóveda de metal pequeña. Incluso hay un tablero electrónico en la pared.

Tan ensimismado ha estado en prestar atención a su supuesto hermano que apenas es consciente de que el hombre de cabello blanco y el otro de cabello negro los han seguido durante todo ese tiempo muy de cerca.

Ahora sabe que están en la misma habitación solo que a una distancia prudente a ellos dos.

—Las personas son tan poco confiables así que realmente no vale la pena morir por ellas pero hay otras cosas por las que sí. —forzado a levantarse de nuevo y a levantar la cara esta vez, Osamu lo acerca más hacia el tablero frente a él, haciendo que Atsumu corrija su comentario anterior acerca de que le parecía una bóveda porque en realidad lo que ve es una caja fuerte delante de sus ojos—. Ábrela —Atsumu se enfría de pronto.

—¿Q-Qué-...? —sintiendo la sacudida que le provoca la mano de Osamu en su cuello, solo cierra los ojos esperando que pare para volver a abrirlos, de nuevo a una distancia ridícula de la pantalla de la caja fuerte—. ¡¿Qué coños quieres que haga?!

—¿Qué no me oíste? La caja fuerte de Yoshiaki, la que tenía todo a cerca de él y sus negocios, ¡Quiero que la abras!

Aquello debe ser un chiste.

—¡¿Y qué te hace pensar qué puedo hacerlo?! —estrellándolo contra la pared, Atsumu queda en el suelo y aturdido sintiendo un dolor intenso en la nariz, viendo cómo de a poco la sangre escurre por su labio hasta terminar en el piso alfombrado. Ese golpe ha sido tan inesperado que apenas puede mantenerse lúcido.

Si no se fracturó, será un milagro.

—No, no, ¡no, hermanito! ¡Parece que tenemos que repasar todo lo que acaba de decirte! —cada vez con menos paciencia, Osamu empieza a levantar la voz y adquiriendo un tono perturbador en ella.

—E-Estás...demente... —sintiendo la nariz obstruida por la sangre, pasa a respirar por la boca. Una risa incómoda y lunática llega hasta sus oídos seguido de una fuerte patada en las costillas que le saca todo el aire.

—Deja ya toda esa farsa de la amnesia y coopera conmigo, ¿quieres?. Sé que sabes la clave de la caja fuerte —A pesar de que es un calvario estar recibiendo sus constantes patadas, luego de ese comentario, Atsumu solo encoge su cuerpo en busca de usar sus brazos como protección pues prefiere que le quiebre esos a que dañe de forma interna sus órganos—. ¡Ábrela, puta madre!

—¡No sé cómo! —ya con la nariz entumecida y el cuerpo hormigueando de dolor, el que tire de su cabello de nuevo parece una caricia a comparación de todo lo demás que le duele.

—No me vengas con esa mierda. Pasabas demasiado tiempo con ese cerdo como para no saberlo. Estoy seguro que la sabes. ¿O qué? ¿Me vas a decir que dejabas que te follara gratis?

Cansado de oír esa mierda, Atsumu, en un arrebato de rabia, voltea la cara y le clava los dientes en el cuello con violencia. La intensidad de la mordida que le da es suficiente para que su carne comience a abrirse y sangrar, volteando la situación en favor de Atsumu aunque solo por unos segundos antes de que Osamu lo aparte con ira contra uno de los muebles.

—¡Ah! ¡Hijo de-...! —se detiene. Osamu es incapaz de decir esa oración completa no porque haya sido detenido por Rintaro o Kita sino por una razón mucho más personal. Se muerde los labios y en su lugar solo suelta un grito exasperado caminando de nuevo hacia un Atsumu que apenas puede levantar el torso mientras se arrastra—. ¡Dame la puta clave de esa mierda!

El cuerpo le duele horrores y siente que le está costando respirar además de que tiene la vista nublada.

Si sale vivo de esto, le va a poner mucha más atención a las lecciones con Komori. Lo jura por Dios.

—Osamu. Cálmate. Lisiado no te va a servir de nada. Además, realmente no creo que sepa la contraseña de la caja fuerte —viéndolo por encima del hombro, Atsumu no celebra la intervención del hombre de cabello blanco tanto como quisiera pues sabe que es solo otra manera de ralentar su infierno.

—¿Que no la sabe? ¡Por supuesto que sí, solo tengo que forzarlo a que me la de y-...!

—¡Dije que no lo sé, carajo!

—¡Deja de mentir y abre esa mierda de una vez!

—¡Osamu! —grita Kita como raras veces lo hace—. Itachiyama vendrá en cualquier momento, no tenemos más tiempo para esto.

—¡Pues has tiempo!

Mientras Osamu se ocupa de sacar toda la rabia que siente rompiendo cualquier cosa que tiene a su alcance en esa habitación, Kita solo cierra los ojos intentando no perder la paciencia.

Pensando en cómo se le ocurrió consentirle a Osamu semejante cosa.

Su padre, desde luego, no sabe que se encuentran ahí pero poco va a faltar para que se entere una vez que Itachiyama llegue —porque lo hará definitivamente— y eso se vuelva una trinchera.

Y todo por él.

Cuando voltea a mirar a Atsumu de refilón no puede creer que esa persona con el rostro ensangrentado, que respira con dificultad, sea la misma persona que hace tiempo ponía a temblar a cualquier hombre con esa fría mirada suya.

Ese pícaro brillante e irrespetuoso miserable.

Osamu y Atsumu eran únicos, capaces de entenderse a niveles que él no podía comprender, y quizá por el hecho de ser tan unidos es que terminaron así. Presas de la ira y de la traición del otro, y también del engaño de su padre, tratándose ahora como desconocidos y enemigos declarados.

Haberle concedido a Osamu el capricho de montar todo eso a escondidas de su padre podría traerle consecuencias en el futuro pero si fuera tan fácil arrastrarlo e irse de ahí, ya lo habría hecho.

Y no estarían ahí, oyendo como el asedio que acompaña a la tempestad que sigue siendo Atsumu, los alcanza más rápido de lo esperado.

Saliendo él primero de la habitación seguido de Rintaro —mientras dejan a los hermanos Gu dentro—, ambos se ponen en marcha por el pasillo con enormes ventanas que conecta a la escalera que da hacia el primer vestíbulo solo para ver cómo sus hombres van retrocediendo con la llegada de los hombres de Itachiyama y su ráfaga de disparos.

Kita es el primero en correr hacia la habitación de vuelta, informando a Osamu lo obvio pues los disparos son tan continuos que fácilmente les hacen imaginar cuánta gente ha llegado con Sakusa Kiyoomi.

—¡Tenemos que irnos! ¡Ya!

—Parece que sí vinieron por ti después de todo, pero no voy a darte tan fácilmente —pasando de la orden de Kita, Osamu alcanza a tirar del cabello de Atsumu otra vez, alzándolo con facilidad por lo débil que está para salir con él de la habitación arrastrándolo en tanto sus hombres le hacen frente a Itachiyama en la planta baja, dándoles el suficiente tiempo, tanto a ellos como a Kita y Rintaro, de subir a la azotea de la mansión.

Atsumu no puede decir que no se ha emocionado al punto de querer llorar oyendo que Itachiyama está ahí, que Kiyoomi ha ido por él, que no lo ha abandonado, pero no se siente para nada bien ni aliviado cuando llegan a la azotea y ve que hay un helicóptero esperando por ellos.

No.

Este cabrón...¿A dónde piensa llevarlo ahora?

—¡Suéltame!

No.

No puede permitirse poner un pie en él.

No cuando Kiyoomi está ahí, a solo unos niveles de distancia suyo. No puede permitirse alejarse más. ¡No cuando ha ido por él y tiene tantas ganas de verlo!

—Rintaro. Súbelo y ve con Osamu —ordena Kita, dándole una última mirada al hermano menor. Osamu no dice nada y tampoco espera que le diga algo como que está idiota por querer quedarse ahí para retrasar a Itachiyama.

—¡Cabrón! ¡Que me sueltes te digo!

—¡El hijo de puta todavía tiene fuerza! —exaspera Suna, empujando su espalda desde atrás. ¿De dónde sacó tanta fuerza de repente?

Como puede, aun con el cuerpo adolorido y la nariz rota, pelea con piernas y brazos para liberarse. A cambio, recibe más golpes y sacudidas de parte del hombre llamado Rintaro, pero poco le importa.

No se las va a dejar tan fácil a esos cabrones.

Atsumu no sabe realmente qué tan cerca están del helicóptero debido al vendaval y ruido que hacen las enormes hélices pero mientras más pelea y se opone, sabe que es en beneficio de darle tiempo a Kiyoomi de que lo encuentre.

Él también...Él también tiene que poner de su parte.

Por él.

Por Kiyoomi.

Kiyoomi. Kiyoomi. ¡Kiyoo-...!

—¡Osamu Gu! —volviendo su vista para atrás como un resorte, el reflejo de Kita es apuntarle primero a Sakusa sin darse cuenta que el primer disparo que se ejecuta no sale de su arma sino de detrás del azabache, rozándole la mano lo suficiente para volarle un pedazo de piel y hacerlo gritar.

Komori pocas veces falla un disparo, y si lo hizo esta vez es solo porque su corazón está tan acelerado y furioso como el de Kiyoomi en cuanto suben a la azotea y ven toda esa escena.

Chocando primero con la expresión enfurecida de Kita, se adelanta a Sakusa unos cuantos pasos al igual que un par de hombres más mientras les apuntan.

Del lado opuesto, por supuesto, tanto Rintaro como Osamu han sacado sus armas también, así como los hombres que están montados al helicóptero también les apuntan a los hombres de Itachiyama.

—¡Sakusa-...! —detenido en su intento por correr hacia el azabache, Atsumu tose, atragantándose, ante el brazo de Osamu rodeando su cuello con fuerza, impidiendo que se mueva.

Esta vez Kiyoomi no está llevando su máscara, un acto irresponsable de su parte a la vista de los demás, pero no parece importarle cuando traspasa la barrera que hacen Komori y sus hombres, intentando acercarse también pero deteniéndose justo cuando Osamu pasa de estarle apuntando a él a colocar el cañón del revólver en la cabeza de Atsumu, dejándolo rígido.

—Cuánto tiempo, Sakusa. Ah. ¿O debería decir, Gran Líder?

Pasando completamente de su comentario y de mirarlo a él, Kiyoomi primero intercambia miradas con Atsumu, contemplando el estado en el que se encuentra.

La mayor parte de su rostro está cubierto de sangre seca y fresca a la vez. Así mismo nota la hinchazón y lo rojizos que están los bordes de sus ojos de tanto llorar. En su intento por calmarlo, intenta transmitirle todo lo que siente a través de su mirada pero lo único que logra es desesperarse más.

Los miedos más incontrolables que siempre se apoderan de él, son cuando Atsumu corre peligro. En el pasado, como ahora.

Sin embargo, además de eso, otro miedo interno lo hace temblar un poco acerca de todo lo que Osamu pudo haberle dicho hasta su llegada, pero más allá de esa sensación solo existe la preocupación que siente por él y sus intensas ganas de recuperarlo.

Sus manos se vuelven puños y el agarre alrededor de su propia arma es tan fuerte que podría comenzar a sangrar.

El corazón le bombea exageradamente mientras por su mente pasan los momentos de angustia que vivió con él cuando eran más jóvenes. Sus ojos se afilan igual que las irremediables ganas de clavarle una bala a Osamu en el cráneo, olvidándose por completo que se trata del hermano menor del único hombre al que ha amado y sabe va a amar toda su vida.

Ver el estado en el que Atsumu se encuentra lo hace desesperarse pero sabe que no puede ceder a recuperarlo por la fuerza viendo como su vida está siendo amenazada de nuevo.

No puede-...No puede perderlo por segunda vez.

—Suéltalo —es lo único que dice con la voz grave y repleta de ira. Es una orden, desde luego, pero en este momento sabe que cualquier alteración por parte de Osamu, podría herir a Atsumu.

—¿Por qué? ¿Tan bueno es mamando tu polla que lo quieres de vuelta?

—No lo voy a repetir.

—Ni yo a preguntar dos veces.

Asqueado.

Humillado.

Atsumu creyó que una vez que viera a Sakusa a los ojos, se sentiría aliviado de verlo pero la verdad es que no se atreve a levantar la cara ahora. No mientras oye todo lo que Osamu dice frente a él, haciéndolo sentir miserable y poco digno.

Le arden los ojos del esfuerzo que está haciendo para no seguir llorando más fuerte delante de todos esos hombres que lo miran. Tantas miradas sobre él, le asquean.

Y se siente tan denigrado que realmente se pregunta si vale la pena ser salvado.

¿Cómo-...? ¿Cómo va a ver a Sakusa a los ojos de nuevo?

—Mira, ya hiciste llorar a Atsumu de nuevo. Hace unos momentos estaba bien conmigo hasta que apareciste tú —mientras más lo oye, más mediocre y frágil se siente. Está demasiado expuesto a ser el blanco de la burla de todos pero, sobre todo, de que Sakusa lo vea así—. Suelta tu arma, Sakusa, y dile a tus hombres que también las bajen —angustiado, Atsumu finalmente levanta la cabeza, viendo que ningún hombre de Itachiyama se mueve ni cede ante la advertencia.

Al menos no hasta que Kiyoomi avienta su arma al piso sin dudar y esa sola acción implícitamente debería hacer que sus hombres también lo hagan.

De algún modo, ver a Kiyoomi ceder, le sienta mal.

No.

Él no debería bajar la cabeza ante nadie.

Él no debería obedecer tan fácilmente.

—Sa-Sakusa, no-... —pero lo hace a pesar de todo, solo que esta vez sus ojos sí se miran. Como Atsumu diciéndole que no lo haga a través de ellos. Que no vale la pena a pesar de que hace unos minutos se moría por verlo. Que no se deje ganar tan fácil.

—Bajen sus armas —dice Kiyoomi, esta vez de forma verbal, viendo como algunos de sus hombres todavía dudan, en especial Komori—. ¡Que las bajen! —quien termina de obedecer oyendo ese grito al final.

—Bien. Ahora, Sakusa, dile a tus hombres que se retiren. Tú también, Komori

—Tú, infeliz-...—por supuesto, hacer que incluso el subordinado más fuerte y leal retroceda es algo que no se puede conceder un líder en peligro. Y aunque ante la amenaza, es obvio la negativa de Komori por irse, la voz de Kiyoomi le interrumpe, poniéndolo con los nervios de punta.

—Haz lo que dice, Komori.

—¿Qué estás-...? —la queja de Atsumu siendo sacudido de nuevo por el dolor hace que ambos dirijan su mirada hacia él, y que Kiyoomi pierda finalmente la paciencia.

—¡Que te largues!

No puede.

No puede dejarlo solo.

¿Acaso se volvió loco?

Está desarmado, con un montón de hombres apuntándole. ¡No fueron hasta ahí para eso!

Pero entonces vuelve su mirada a Atsumu.

Atsumu.

Si pudieran ponerlo a salvo, Kiyoomi no estaría exponiéndose tan deliberadamente de ese modo pero ¿cómo? ¿Cómo puede hacer algo si es obligado a retirarse junto con los demás?

—¡¿Qué esperas?! ¡Fuera de mi vista, ya! —hasta el último minuto, Komori no deja de mirar a Kiyoomi, como si esperara a que tenga un plan adicional para salir vivos de todo ese desastre.

—¡Sakusa, cuidado! —la advertencia de Atsumu llega justo en el momento en el que Kita le propina un golpe en la cara. Y ante la imagen, Atsumu es quien se desespera ahora, moviéndose imprudentemente de un lado a otro, a pesar de que tiene el arma de Osamu apuntándole, como si quisiera liberarse para ir hasta él.

Kita solo se sacude la mano ensangrentada por el disparo que anteriormente le ha dado Komori una vez que somete a Kiyoomi a quedarse en el suelo de rodillas aunque por mucho que le haya dado placer el darle ese golpe, el azabache ni así deja de verse intimidante.

—¡No! ¡Sakusa, defiéndete!

—Creí que conocías la prudencia, Atsumu. ¿Acaso estar tanto tiempo con Sakusa te volvió malcriado? ¿Acaso él te malcrió así?—el rubio, a pesar de estar siendo amenazado y de hace poco sentirse doblegado, mira a Osamu con ira.

—¡Eres un cabrón cobarde! ¡Pelea con él limpiamente y verás cómo barre el piso contigo!

—Atsumu. Para —atraído por la voz de Kiyoomi, Atsumu no puede creer que lo esté mandando a callar. ¡¿Ya vio en la situación en la que están?!

—Eres una perra muy escandalosa, hermanito. Él no hará nada. No mientras te tenga a ti. Y en caso de que lo hiciera, Sakusa sabe que si me mata, mi padre responderá por mí.

—¿Así como respondió por él? —volteada la situación un simple comentario insidioso, provoca que Osamu arda. Atsumu, sin embargo, no puede apartar sus ojos de Kiyoomi leyéndolo insinuar y a la vez confirmando algo. Entonces...¿realmente sí es hermano de este hombre? ¿Kiyoomi...siempre lo supo? —. Ni tú ni él le importan pero aquí estás de nuevo, usando sus recursos porque no puedes hacer las cosas solo. Descargándote con él solo porque no puedes asumir que haya vuelto. Porque ya no podrás seguir ocultando todos lo que hiciste que cometiste en su nombre. Y porque nunca podrás ser como él.

—¡Kita! —temblando de rabia, la pistola deja de apuntar a Atsumu para apuntarlo a él mientras le ordena implícitamente a Shinsuke que lo calle así sea a base de golpes.

Golpes que Atsumu ve con horror cada vez más cerca ahora que Osamu lo está obligando a caminar hacia donde el hombre de cabello blanco se encuentra sometiendo a Kiyoomi en el suelo.

—¡Sa-Sakusa! ¡Párate! ¡Por favor!

—¡Cállate! —Osamu grita cada vez más alto, alternando su mirada inconstante entre Atsumu y Kiyoomi—. ¡Y tú, Sakusa! Hablas mucho para ser la misma persona que no pudo protegerlo en el pasado.

—No volveré a dejar que eso pase —en este punto, Atsumu no sabe cómo sentirse. Qué mirar ni qué creer. De nuevo está llorando, sintiendo su corazón despedazándose tras oír a Sakusa decir eso. Primero mirando a Osamu y luego mirándolo a él. A partir de ahí, sus ojos no se apartan —. No dejaré que vuelva a pasar por más sufrimiento jamás.

Si un día se queda solo y si nadie que crea en él...Atsumu se ha planteado esa realidad muchas veces cuando el sobre pensar en las noches lo agotaba y ese era el único pensamiento que perduraba como si lo tuviera grabado desde hace tiempo.

La razón por la que siempre se ha recostado de lado en su litera en La Faire y por la que siempre ha dejado extendida la mano como si esperar que alguien más la tomara...Alguien que estuvo ahí y que no lo abandonó a pesar de todo.

Si esa persona fuera Kiyoomi...

Sin dejar de llorar y de verlo, Atsumu boquea, desesperado, viendo como de nuevo Kiyoomi es sometido a golpes. Una larga y gruesa franja de sangre baja desde su ceja hasta su mentón debido a uno de ellos pero en ningún momento se defiende ni tampoco deja de mirarlo a él.

¿Cómo-...?

¿Cómo dice esas palabras delante suyo si ni siquiera tiene la intención de defenderse?

Es por él.

Por él es que no se defiende.

Su respiración pasa de inestable a ansiosa volviendo a chocar miradas con él de nuevo solo que esta vez hay una acalorada voluntad de no quedarse de brazos cruzados viendo como lo lastiman. Todo porque le atormentan demasiado ver a Kiyoomi así.

Ningún dolor le tortura tanto en ese momento que verlo de rodillas doblegado ante alguien más.

Tiene qué calmarse.

Tiene qué pensar en algo.

Tiene qué-...

"¿Seguro que lo revisaste bien?"

Inmediatamente, y sin pensar en si va a fallar o no, lanza la cabeza hacia atrás aturdiendo a Osamu con un golpe que no se ha visto venir, soltándolo el suficiente tiempo para que sus manos queden liberadas y hurgue dentro del hoodie, palpando la navaja que le dio Semi.

La misma navaja que, por algún motivo, el otro hombre de cabello negro, no le quitó.

Con ella en mano, antes de que Osamu vuelva a sujetarlo de algún lado, Atsumu se voltea y se embiste contra él, tumbándolo al piso, realizando unos dos cortes a lo largo de su brazo y en la palma de su mano provocando los gritos del de cabello gris. Gritos que en cuanto Kita los oye, lo alertan, haciendo que deje de concentrarse en Kiyoomi para ir hasta él.

Aprovechando esa distracción, y sabiendo de antemano que Kita va con toda la intención de apartar a Atsumu de encima del de cabello gris, Kiyoomi lo sujeta de las piernas, provocando que caiga contra el suelo. El aturdimiento le da el suficiente tiempo para que se ponga de pie y ahora sea él quien estrelle su rostro Kita contra el concreto con fuerza.

Y en tanto eso ocurre, Atsumu tiene un agarre férreo con sus manos alrededor de la navaja, bajándola cada vez más contra Osamu como si en verdad quisiera clavársela ávidamente.

—¡Tú-...! ¡Quítate, maldita sea!

—¡Oblígame, cabrón!

¿De dónde-...? ¿De dónde proviene tremenda fuerza?

—¡Rintaro! ¡Quítamelo de encima! —sin la necesidad de decírselo una segunda vez, el pelinegro aparta a Atsumu de un golpe que le da con la cola de su arma, mandándolo a varios metros lejos de Osamu solo para sentir cómo ahora este se le va encima en medio de reclamos—. ¡Te dije que le quitaras todo! ¡¿No dijiste que lo revisaste personalmente?!

—Sí, lo hice —justo en el momento que Atsumu alcanza a ponerse de pie para comenzar a correr hacia Kiyoomi, un disparo al piso lo hace detenerse.

Un disparo que viene del arma de Rintaro.

Sin embargo, ante la idea de que le va a disparar una segunda vez, esta vez con la intención de herirlo seguramente, no sucede.

En su lugar son los hombres trepados en el helicóptero, que antes apuntaban a Kiyoomi y sus hombres, los que ahora se ocupan de apuntar tanto a él como al azabache y hasta a Kita, mientras que el propio Rintaro, ahora es quien está apuntando hacia el pecho de Osamu.

¿Pero qué carajos-...?

No entiende nada.

¿Qué hace ese tipo ahora apuntando a quien se supone sirve?

"No te muevas" —es lo único que lee Atsumu de labios de un Kiyoomi tan ansioso como él por tocarse. Están tan solo a unos pasos y es increíble que no puedan ni siquiera respirar con normalidad viendo como varios puntos rojos ahora apuntan sus pechos.

—¿Qué crees que haces, Rintaro? —pregunta Osamu, no en una mejor posición de entender lo que sucede. Aún así, no parece doblegarse ante el arma que le apunta, arma que pertenece a uno de sus hombres.

—¿Tú qué crees que estoy haciendo?

—Cuando mi padre se entere de esto-... —una risa corta lo interrumpe, antes de que Suna vuelva a hablar, esta vez con una sonrisa burlona.

—De hecho, ya lo sabe. Por eso estoy aquí. Yo siempre estuve antes aquí. Mucho antes de que ustedes dos nacieran y me despojaran de lo que debió ser mío desde el comienzo.

—¿De qué carajo hablas?

—No has aprendido nada de modales en todo este tiempo, Osamu. Ni siquiera cuando él intentó educarte a su modo —dice el azabache, señalando a Atsumu solo por unos segundos antes de volver a él—. Pero no te preocupes, nunca es tarde para aprender de tus hermanos. Especialmente, de tus hermanos mayores —dice, no apuntando a Atsumu, sino apuntándose él esta vez.

.

I

.

—¿En cuánto tiempo crees que me tendrías una prueba de ADN entre hermanos y medios hermanos, Akaa-chan?

La forma en la que Akaashi separó los palillos esa vez representó muy bien lo desconcertante que fue escuchar esa pregunta mientras comían sushi. De hecho, Bokuto, el novio de Akaashi, tuvo que pedirle unos palillos nuevos ya que los anteriores los había separado de una forma bastante incorrecta, dejándolos con una forma rara para sostenerlos.

—¿Qué? ¿Me vas a decir que tu padre tuvo una aventurilla por ahí y tienes medios hermanos regados por el país? —Kuroo también recuerda haberse atragantado, aceptando de buena gana el vaso con agua que Kenma le ofrecía.

—Dios, no. No hablaba de mí, idiota.

—¿De Kenma entonces?

—Soy hijo único, Akaashi.

—Lo sé, solo estoy bromeando.

—Es...un asunto ultra-secreto lo que estoy a punto de contarte, Akaashi. Sé más serio, por el amor a tu madre.

—Tan confidencial que me lo dices mientras comemos sushi en un lugar público.

Sí, bueno, puede que Akaashi tuviera razón pero las personas que lo habían ido a ver a su departamento hace poco tampoco habían tenido la más mínima prudencia. De hecho, Kuroo no cree que la palabra prudencia esté dentro de su vida cotidiana, ni siquiera la discreción.

Lo único que quería hacer esa vez era llegar a casa y apachurrar a Kenma oyendo sus reclamos para que lo soltara mientras se tiraba con él a la cama oyendo los maullidos de Umbra protestar.

Y es que desde que tenía más tiempo libre podía pasar más tiempo en casa que afuera.

Claro, todo porque en su infinita bondad sus superiores lo habían dado de baja temporalmente del caso de los Gu luego de haber hecho de las suyas la última vez. ¡Que terminara hospitalizado no era su culpa, maldita sea!

Menos mal los hombres de Sakusa Kiyoomi lo habían devuelto directito a su departamento y hasta habían tenido la amabilidad de tocar el timbre para luego dejarlo botado ahí, a los pies de un Kenma tembloroso tras abrir la puerta y verlo completamente húmedo y golpeado.

Y al menos sus jefes habían tenido la decencia de visitarlo mientras se recuperaba en el hospital pero ¿en qué momento todo eso se volvió una discusión sin sentido al retirarle la autoridad de seguir investigando un caso que ellos mismos le asignaron? ¿No fueron ellos en primer lugar quienes lo buscaron y le encomendaron conseguir, de cualquier forma, muestras con las cuales tener un parámetro comparativo con el ADN del supuesto cuerpo calcinado del líder de la familia Gu?

De un momento a otro el caso se había cerrado por órdenes de arriba y todo terminó en varios carpetazos siendo archivados sin posibilidad a que alguien más pudiera retomarlos.

Es decir, le habían asegurado a todo el país acerca de la muerte del líder de una de las organizaciones delictivas más grandes de Japón cuando ni siquiera habían confirmado su identidad y ahora simplemente todos habían asumido que se trataba de él sin siquiera investigar ni hacer el peritaje pertinente.

Cuando lo comprobó con Akaashi, no lo podía creer.

Cansado de esa mierda, las únicas veces que salía de casa era para hacer la despensa o para sacar la basura los días designados. Ah, bueno, y para fumarse un cigarrillo. No podía hacerlo en casa ya que Kenma padecía de asma y-...

Dios, cuánta hambre tiene ahora.

Ojalá Kenma haya regresado ya de hacer la despensa esta vez.

Se podría comer un mamut entero.

Apagando su cigarrillo en uno de los ceniceros que hay en la terraza que hay en uno de los pisos superiores del edificio donde viven, se huele un poco la camisa asegurándose de que el olor no se le haya impregnado tanto esta vez.

—Kenma, ¿no tienes antojo de pollo frito? —colocando las llaves en el mueble de la entrada, se descalza siendo recibido primero por Umbra, su gato-hijo de pelo blanco. Se extraña un poco porque, de hecho, el gatito casi nunca lo busca a él a menos que esté nervioso o asustado por algo pero no le toma mucha importancia, tomándolo en brazos para dirigirse con él a sala—. Pichoncito, ¿Qué tal si salimos a cenar y-...?

—Ah, Kuroo. Bienvenido. Umm...tenemos visitas, como ves —inmediatamente Umbra salta de sus brazos corriendo a treparse a los de Kenma en busca de protección.

El primer reflejo de Kuroo, además de ponerse tenso y pálido de ver a tantas personas en su sala, es el de llevar su mano dentro de su chaqueta en busca de su arma, maldiciendo internamente al recordar que la ha dejado resguardada en el clóset junto a su placa desde hace días a partir de que fue mandado a casa a esas ridículas vacaciones obligadas.

De pronto comienza a sudar, y no es para menos pues ahí en su sala, la cual no está diseñada para albergar a tantas personas, está en su magnificencia uno de los líderes de una de las familias más poderosas de la mafia, acompañado de otros cuatro hombres.

—Ke-Kenma, ¿Qué carajos-...? —su instinto lo obliga a alcanzar el brazo delgado del más pequeño en busca de tirar de él y abrazarlo de forma protectora pero Kenma, a pesar de que debe ser muy listo como para darse cuenta al tipo de gente que dejó entrar a su casa, intenta calmarlo.

—Sí, umm...Estos elegantes caballeros dijeron que son conocidos tuyos y-... —ignorando por completo su pobre intento, finalmente logra atraerlo hacia él, susurrándole al oído casi como si no se estuviera muriendo por dentro de ver a todos esos hombres de traje negro ahí.

—¿Dejaste pasar a unos desconocidos a la casa? —ante el reclamo, Kenma lanza una pequeña y nerviosa sonrisa a sus inesperados invitados, volteándose junto con Kuroo solo un poco para responderle bajito solamente a él.

—Mencionaron el nombre de tu madre, de la mía, de Akaashi y hasta el nombre de nuestro gato. ¿Qué se supone que hiciera? Además...

En un reflejo tardío, Kuroo coloca a Kenma detrás de su cuerpo para protegerlo en caso de que algo malo se desate en ese momento.

No lo puede creer. ¿Necesita Kenma anteojos para distinguir entre las personas peligrosas y aquellas que no lo son? ¡Solo hace verles la facha que traen para saber que significa peligro!

—Kuroo Tetsurou —habla uno de los hombres que están de pie, de tez bronceada y con cabellos en picos. A ninguno de ellos, desde luego, puede verles el rostro, pero no hace falta. Sabe que quien está sentado en su sofá más grande es el mismísimo líder de Seijoh. No se ha devorado archivos enteros a cerca de ellos y de la mafia en general desde que tiene uso de razón como para no distinguirlos con la misma facilidad que su abuela distinguía el cilantro del perejil —No te preocupes, no venimos aquí para perjudicarte —ese que habla en específico es quien está más cerca de su líder, por lo que debe asumir debe ser su mano derecha, mientras que los otros tres chicos deben ser subordinados de menor rango pero no por eso dejan de verse todos intimidantes a pesar de estar apachurrados ahí en su pequeña sala del IKEA.

—Sí, mira...No me importa si vienen a predicar la palabra de Dios, solo quiero que se larguen de aquí.

—Escoltamos a tu novio sano y salvo hasta aquí, luego de que intentaran asaltarlo. Al menos da las gracias —el que habla ahora es un tipo de cabello negro, el más largucho de todos ahí. A su lado hay otro hombre un poco más bajito con un corte de cabello casi como de idol y el otro que está a su izquierda tiene el cabello rubio, teñido debe ser, super corto casi a raíz de su cabeza. Él es el que tiene más pinta de ser un delincuente.

Sí, bueno, no tiene tiempo de calificar sus apariencias volteando a ver a Kenma, empequeñecido detrás de él.

—¿Te asaltaron?

—Bueno...¿Eso creo? O al menos lo intentaron pero-...

—Kenma, por Dios —ignorando el hecho de que hay casi media docena de hombres mafiosos en su casa, lo abraza fuertemente, aplastando a Umbra de paso quien maúlla en protesta, saltando de Kenma para dirigirse nada más ni nada menos que con Oikawa Tooru.

—¿Es macho? —Kuroo traga pesado en cuanto lo escucha, a diferencia de Kenma que parece no ser consciente todavía de a quién carajos dejó pasar a su casa.

—Umm, Umbra es niña —dice Kenma, asomando su cabeza de entre los brazos de Kuroo, viendo como Umbra recibe con gozo las caricias del hombre en su cuerpo—. Es rescatada-...

—¿Y bien? ¿Qué hace el líder de Seijoh mezclándose con la gente común y en mi casa precisamente? —interrumpe Kuroo, afianzando más el agarre que tiene con Kenma en lugar de soltarlo.

Tomando al gatito, Tooru lo coloca entre sus piernas cruzadas, sin dejar de acariciarlo.

La imagen es reverentemente ridícula para Kuroo si se pone a pensar que el fondo de esa pared en la que están formados todos esos hombres de forma amenazante, es un tapiz horrible que pidieron en el Aliexpress hace poco.

—Me conoces.

—Difícilmente alguien no reconocería al excéntrico líder de Seijoh —Y es que Oikawa Tooru, en lugar de gozar del anonimato, parecía disfrutar mostrarse a la sociedad como un jodido idol a pesar de ser catalogado como un "enemigo del país".

Parecía que a las muchachitas calientes solo les interesaba el cómo lucía en lugar de recordar que también era un asesino mortal.

—Supongo que tienes razón —ríe Tooru, dejando ir al pequeño Umbra a los pies de Kenma—. Pero hoy no vengo precisamente por mí. Vengo de parte de Sakusa Kiyoomi. El líder de Itachiyama. Supongo que has oído hablar de él —Kuroo se pone tieso y frío de pronto, sintiendo como Kenma le aprieta la mano también.

Después de todo, él también sabe acerca de lo sucedido hace unas semanas atrás.

La verdad y no esa estúpida versión oficial, y alterada que dice que lo que le sucedió solo se trató de un ajuste de deudas entre Kuroo y sus deudores. Kuroo protestó enseguida acerca de eso cuando pudo levantarse de la cama días después a su hospitalización, cuestionando acerca de por qué se habían inventado reverenda tontería, obteniendo únicamente la orden de que tenía prohibido seguir hablando del tema así mismo como contarlo con alguien más.

Como si quisieran mantener en secreto su contacto con la mafia y la verdadera razón por la que se encontraba vivo.

—¿Qué no hablo español? Dije que Sakusa Kiyoomi me perdonó la vida. Algo tiene que ver él con el líder de la familia Gu. Y estoy seguro que el tipo está vivo. ¡Sakusa dijo que-...!

Kuroo todavía tiene fresca la mirada de sus superiores sobre él y la insistente orden de mantener la boca cerrada, al oírlo decir eso, si no quería una llamada de atención mayor.

Haberlo mandado a casa por varios días por supuesto no había sido una orden sin supervisión. Justo ahora, realmente está preocupado de que alguien haya visto entrar a todos estos hombres a su casa considerando que podría estar siendo vigilado por su propia gente y-...

—Congelamos las imágenes de las cámaras de seguridad que tienes en tu casa desde la central —habla el chico más bajo, el que tiene corte de idol—. Nadie puede vernos ni oírnos ahora.

—¿Tenemos cámaras vigilándonos? —se adelanta Kenma a hablar seguido de un Kuroo bastante pálido.

—Espera...¿Desde dónde dijiste-...?

—Aquí. Volvamos al tema que nos concierne —dice Tooru, chasqueando los dedos en el aire, atrayendo la atención de Kuroo a él de nuevo—. El líder de Itachiyama. Lo conoces ¿no es así?

¿Es una broma? Casi lo ahoga hace unas semanas en una bodega abandonada. Por supuesto que conoce al maldito infeliz.

—Supongo que ya he tenido el placer de topármelo —responde con ironía, tensándose luego de ver al líder de Seijoh llevar su mano dentro de su enorme gabán negro en busca de algo. El alma le vuelve al cuerpo cuando ve que lo que saca de su ropa no es un arma sino unos frascos pequeños. De esos que son comunes para almacenar muestras.

Cuando Oikawa los coloca sobre la mesita de centro, Kuroo solo lo mira tremendamente confundido.

—¿Qué es esto? ¿Quieren que me haga cargo de su tarea de biología?

—Son muestras de cabello.

—Sí, lo veo claramente. Lo que no entiendo es qué tengo que ver yo en eso—Tooru ríe un poquito pero lejos de ser una risa normal, Kuroo siente todo los vellos de su espalda erizarse al oírla. No debe ser bueno escuchar reír a un líder de mafia de esa forma.

—Tienes un conocido que se especializa en medicina forense y trabaja en un centro especialista de muestras, ¿no? ¿Cuál era su nombre, Kunimi-chan?

—Akaashi Keiji —Kuroo se queda mudo pero tiene más valor de hablar que la que tiene Kenma ahora.

—Espera, espera-...¿Quieres que mande a analizar estas muestras por ustedes? —Oikawa solo da un cabeceo, volviendo a su posición inicial, apoyando su espalda en el sillón cómodamente. Aquello es ridículo—. ¿Ustedes no pueden hacerlo o qué demonios?

—No tenemos los instrumentos.

—¡Pero sí los medios! —inconsciente de que le está alzando la voz, no a un amateur, sino a un hombre de peso dentro de la mafia, Kuroo diría que es un insensato, viendo cómo tres de los cuatro hombres buscan sus armas dentro de sus trajes, traumándolo por completo.

Para su buena suerte, el que se ve que es su mano derecha y mayor a los otros, les para en seco con un simple movimiento de mano. Oikawa Tooru lo recompensa con una sonrisa y un asentimiento de cabeza, antes de volver a él.

—Sabes quién soy ¿no es así?

—Eso dije. Eres el líder de Seijoh.

—Y me imagino que sabes que no soy de las personas que negocian —Kuroo traga grueso antes de volver a hablar. ¿Lo está amenazando? —. Vine aquí por la petición de un conocido mío, y esa petición también se extiende a no meterme contigo, si cooperas amablemente. ¿Sabes? Realmente no está en mi naturaleza ser hostil sin razón. Además, supongo que tienes algo qué proteger ¿no? —alargando su mirada hacia Kenma, Kuroo se planta más rígidamente delante de él, impidiendo que Oikawa Tooru lo siga mirando—. Sakusa no me envió a hacerte daño, de hecho, estamos aquí para protegerte.

¿Protegerle? ¿Protegerle de qué cosa? Todo ese misterio... ¿se refiere a las personas que intentaron herir a Kenma? ¿Las personas que dicen que intentaron asaltarlo?

—¿Qué quieren de mí específicamente?

—Una prueba comparativa de ADN de estas muestras. Algo sumamente sencillo para tu amigo ¿no es así? —el de cabello negro pasa su mirada por encima de los frascos aun sin acercarse mucho a la sala o a si quiera querer tomar asiento en el sofá frente a Oikawa Tooru, lo cual le parece ridículo ya que están en su jodida casa.

—¿Sí saben que me estaría jugando el empleo y la vida si hago esto sin autorización, no? He sido suspendido de mi cargo por tiempo indefinido —aunque en parte piensa y concluye que el que lo hayan mandado a descansar a casa es para que simplemente no siga metiendo las narices donde no lo llaman.

O porque intentan ocultarle algo.

Dios, no puede creer que esté considerando hacerle caso a ese grupo de hombres mafiosos y desconocidos solo porque se siente 50% acorralado y el otro 50% porque se siente asediado por la desconfianza de que sus superiores no le están diciendo la verdad.

Y es que desde el primer momento en el que le informaron a la sociedad acerca de la muerte de un hombre de peso dentro de la mafia sin cerciorarse primero de que en realidad se trataba de él, le hizo dudar. Todo eso es como si fuera parte de un plan para desviar la atención de otro asunto de interés.

O simplemente manchar y obtener algo a cambio de mencionar el nombre del líder de la familia Gu infinidad de veces.

—¿Entonces eres el tipo de hombre que sigue las reglas a su conveniencia, Kuroo Tetsurou? —más allá de alarmarse por el hecho de que mencionen su nombre, detalle que confirma todavía más que está sumamente hundido dentro del radar de esa gente peligrosa, lo único que hace es reírse.

Soltar una risa corta e irónica que incluso a Kenma le parece extraña.

—Digamos que no me gusta seguirlas realmente. Pero de algo se tiene que vivir en este mundo ¿no?

—Perfectamente encajarías en nuestro mundo, entonces —Kuroo deja ir otra sonrisa irónica, negando esta vez.

—Que no me guste seguir las reglas no significa que quiera ser un criminal. Además, ¿así me lo estás proponiendo? ¿Sin invitación? —Oikawa es quien suelta una carcajada esta vez. A través de la máscara, puede ver un brillo en sus ojos claros, como si de verdad disfrutara mucho de oírlo.

No sabe en qué momento la conversación pasó a alargarse tanto pero si la persona delante de él en verdad disfrutara de acorralar a la gente sin darle opciones, Oikawa Tooru ya los tendría arrinconados contra una pared y amarrados de todas partes mientras los amenaza para hacerlos actuar de acuerdo a lo que él pide.

En cambio, solo está sentado en su sala, compartiendo una conversación extraña sin pretensiones de usar la fuerza como se imaginaría haría cualquier otro mafioso.

Tal como Sakusa Kiyoomi le perdonó la vida hace poco.

Tal como...el líder de la familia Gu también lo hizo.

—¿De quién son estas muestras? —sabiendo que tomar una de ellas es prácticamente estar aceptando el trato, Kuroo no suelta la mano de Kenma en todo momento para finalmente acercarse a la sala y sentarse en el sillón de enfrente.

De inmediato, parece que todos se relajan. O al menos esa es la sensación que le da.

—De los hermanos Gu.

Kuroo se atraganta.

—¿De...quiénes-..? —aclarándose la garganta, finalmente suelta la mano de Kenma para secarse un poco el sudor que debe tener todo brilloso su cara por la tensión—. Espera...¿Me estás afirmando que el líder de Gu no está muerto en realidad? —El silencio de Oikawa, más esa mueca que hace, es todo lo que necesita para confirmar sus sospechas, pasando de la sorpresa a la molestia en cosa de nada pero no hacia ellos sino a su maldito pseudo trabajo honesto—. ...Ah, no puedo creer que trabaje para esa bola de imbéciles y mentirosos.

—Pareces más listo y más confiable que todos tus colegas. Es por eso que Sakusa me mandó contigo.

—Sí, bueno, durante mi última conversación con él, no fue muy amable que digamos —haciendo una pausa prolongada, Kuroo repara en la cantidad de frascos que hay en la mesita—. ¿Por qué hay tres muestras?

—Esa es la parte que les toca a ustedes, mi buen amigo.

Y la respuesta a eso, casi dos semanas después de esperar impacientemente la llamada de Akaashi, es la que lo tiene así.

Yendo en una van, listo para meter, de nuevo, sus narices donde no lo llaman, no puede sacarse de la cabeza su última conversación con Akaashi por teléfono mientras arruga los papeles que lleva en mano.

—Tengo tus resultados, Kuroo.

—¿Y bien?

—No me lo vas a creer.

—¿Qué?

—Son hermanos. Los tres.

—¿Quiénes tres?

—Atsumu Gu. Osamu Gu y...Rintaro Suna.