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Como si el tiempo se detuviera
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No ha tenido muchas experiencias en las salas de urgencias de un hospital salvo la vez en que despertó con esa amnesia inexplicable y su cuerpo doliendo por todas partes...Pero seguramente es algo universal reconocer esa sonda de alimentación intravenosa que hay sobre su cabeza y que termina guiando sus ojos a través del tubo transparente que termina en la cara superior de su mano, ahí donde hay una aguja recubierta de un cinta blanca.
¿De nuevo se desmayó?
No.
No se desmayó en el instante en el que Sakusa respondió eso.
Lo hizo después.
Después de tener una confrontación con él, consigo mismo y con las personas que se sumaron a que su cerebro ni su cuerpo pudiera más, terminando por desvanecerse de verdad.
—¿Fue...tu padre? —ese es él, recordando casi sin esfuerzo, colocando una mano sobre sus ojos para que, de ninguna manera, si alguien llega a entrar a la habitación donde se encuentra ahora, le vea llorar.
Se muerde el labio que no deja de temblar mientras las lágrimas caen por gravedad por los costados de su rostro hasta mojar las sábanas. Es un llanto menos ruidoso que cuando le hizo esa pregunta en su cara a Sakusa hace unas horas, pero que lo sea no significa que el dolor que está sintiendo en el pecho haya disminuido un poco.
Al contrario.
Se siente peor.
—¿Fue tu padre...quién abusó de mí? —Atsumu no puede creer lo que ha oído ni tampoco sabe de dónde proviene la fuerza con la que se mantiene de pie logrando que esas palabras salgan de su boca.
Ellos están ahí, mirándolo como si hubieran visto a un fantasma, y con justa razón, pero Atsumu solo está mirando a Sakusa con el corazón en la palma de su mano, vomitándolo mientras se desmorona frente a él.
—Atsumu...
—¡No te me acerques y contéstame, carajo! —la sacudida en su cuerpo cuando grita es tanta que se tiene que sostener pues el dolor físico por las heridas aún persiste. Kiyoomi hace el intento por acercarse para revisarlo y sostenerlo pero Atsumu le planta una mirada sólida y violenta para que no lo intente más—. ¡Contéstame! ¡¿Fue tu padre quien me violó?!
—Sí. Su nombre era Yoshiaki Sakusa y era el padre de Kiyoomi. Mi tío —responde Komori quien, para Atsumu, no tendría que haberlo hecho por su primo pero ese detalle no le importa realmente pues lo que acaba de decir se une a las piezas dispersas que hay en su cabeza.
Piezas de su memoria que ya fueron brutalmente expuestas hace un par de horas por...Osamu Gu.
Osamu.
El hombre que es su hermano menor.
Por el que supone hizo todo eso.
¿Realmente lo hizo por él?
De nuevo hay un zumbido en su cabeza que le irrita bastante pero más que eso, es el aire pesado atrapado en su pecho la sensación más horrenda que no le permite respirar.
Sus ojos no buscan los de Komori de nuevo, sino a los de Sakusa.
Hace rato él respondió diciendo que sí pero parecía que Atsumu tenía la esperanza de haber escuchado mal. De que todo fuera un mal sueño y nada de lo que Osamu Gu le dijo fuera real pero ¿Cómo no podría serlo? La respuesta de Kiyoomi y su discusión con Komori solo han sido un impulso más para escuchar la verdad de alguno de los dos porque él ya sabe que todo es cierto.
Nadie implantó esos recuerdos que tuvo hace unas horas en su mente solo porque sí.
Solos vinieron.
Solos aparecieron.
Porque siempre han estado ahí.
Camuflados de sueños y pesadillas, de blanco y más blanco.
Ahora entiende por qué...
¡Él solo se acercó a ti porque eras hijo de mi tío! ¡El hijo de su abusador! ¡No creerás que desistió al final, y prefirió morir él a matarte, porque te amaba de verdad! ¡Despierta! ¡Verte a ti debió ser un martirio! ¡Era verlo a él en ti!
No...
¿Por qué-...?
¿Por qué justamente él-...?
¿Por qué la persona por la que lloraba ver desesperadamente hace unos minutos es por la misma por la que está sintiendo tantísimo dolor al mirarlo ahora?
"Te perdono...Te perdono todo pero por favor...ven. Ven por mí"
Ese era él mismo pidiendo que por favor apareciera. Que incluso si todo apuntaba a que fuera real, él lo perdonaría con tal de tenerlo ahí. De que fuera en su búsqueda. De que no lo dejara solo.
Esos fueron sus exactos pensamientos, mismos que ahora no sabe en qué parte de su cerebro colocar.
Hay decepción, hay dolor, hay traición brotando de cada poro de su piel pero sobre todo tristeza.
No.
Kiyoomi no.
—N-No puedo...respirar-... —dice, llevando una mano a su pecho, apretando la tela de su ropa con fuerza—. No puedo...verte-... —añade, sintiendo que la vista se le nubla aunque el verdadero significado de haber dicho eso es que realmente no quiere chocar miradas con él. ¿Por qué? Incluso si sí es cierto, él no le ha hecho nada.
Pero le ha mentido.
Y eso duele más.
Desde el inicio...Kiyoomi siempre supo quién era él. ¿Por qué razón?
Levanta la mano y la posa delante de sus ojos solo para darse cuenta que en serio está perdiendo la capacidad de enfocar las formas. El shock emocional de nuevo debe ser bastante para que sus sentidos estén fallando pero-...
—N-No...No me toques —lo rechaza a pesar de que está tambaleándose y apenas distingue como unos brazos quieren rodearlo, brazos que sabe son de él. Levanta las manos para no tocarlos y ser aplastado por ellos y ese gesto es suficiente para que Kiyoomi no se acerque más.
Como puede, alcanza la puerta y sale corriendo pero con la misma sensación de que el piso se le mueve.
Las paredes parecen que se encogen y el pasillo parece que se estira volviéndose interminable. En cualquier momento se va a caer pero pone todo de sí para no terminar en el suelo ni mirar atrás.
Se siente mareado y asqueado. Con náuseas y una sensación de penumbra devorándoselo desde las entrañas hasta que escucha demasiado ruido proveniente del piso de abajo. Sin darse cuenta, ya está casi cerca de las escaleras. Inmediatamente su cuerpo reconoce el miedo irracional por pensar que alguien solo ha ido hasta ahí con el propósito de hacerle daño, queriendo volver sobre sus pasos por el pasillo hacia otro sitio hasta que oye voces que reconoce.
—¡¿Dónde está?! ¡Dile a ese cabrón de Sakusa que quiero verlo! ¡Se lo dije! ¡Le dije que lo protegiera a como diera lugar! ¡No debió permitir que Atsumu oyera toda esa mierda!
—Semi... —le palmea el hombro Shoyo, junto al resto de chicos de La Faire que han ido hasta ahí, indicando que mire arriba. Al inicio de las escaleras desde el segundo piso. Ahí donde está Atsumu mirándolos con consternación y horror.
—Atsumu... —lo llama, aquejado, pero Atsumu ya está bajando las escaleras aunque con mucha dificultad.
No pasa mucho tiempo para que pasos se escuchen detrás de él pero por mucho que quiera alejarse, se siente atrapado por lo que llega a la mitad de las escaleras solamente, aferrándose al barandal sin querer descender más pero tampoco con intenciones de mirar atrás.
—¿Qué demonios sucede aquí? —Komori es el que habla, haciendo sonar su voz de entre todas las demás que hay en el disturbio de allá abajo, ahí donde hombres de Itachiyama le bloquean el camino a Semi y los demás para que no avancen más.
—¡Sakusa! ¡Baja de una vez! ¡Tu y yo tenemos qué hablar!
—¿Acaso perdiste la razón, Eita? ¿No sabes en la propiedad de quién estás? —esta vez Komori desciende unos escalones, casi cerca de donde está Atsumu rodeando el barandal duramente con sus manos para no desvanecerse.
—¡No vine a hablar contigo, Komori!
—¡Tú-...!
—¡Ya basta! —grita Atsumu esta vez, con la vulnerabilidad rebosando por todo su cuerpo. Su voz, sin embargo, a pesar que está claramente rasposa, no es entrecortada. Sabe que Sakusa está a solo un par de escalones arriba de él, mirándolo, así como rápidamente se sabe estar recibiendo la mirada de todos ahora, pero no le importa.
Hay más que dolor por Sakusa ahora que tiene a Shoyo y Semi delante suyo a unos metros, resolviendo mentalmente la razón por la que están ahí.
Recuerda, por un momento, el ataque que sufrió el bar antes de que los Gu se lo llevaran por lo que instintivamente se preocupa al ver los golpes y raspones que los chicos tienen en el rostro pero más allá de ese sentimiento de angustia, hay coraje y una profunda decepción.
—¿Así es como va a ser todo a partir de ahora? ¿O están acostumbrados a tratar a los que no son como ustedes de esa forma? —dice, indignado y molesto, viendo cómo los hombres de Sakusa los tratan como animales. No voltea a mirarlo pero a Komori que lo tiene más cerca, sí.
—No es tu casa de todas formas-...
—Déjenlos —la voz de Kiyoomi detrás de ellos, grave y casi omnipotente, detiene la respuesta que Komori le está a punto de dar a Atsumu. La orden es acatada de inmediato pero ni así el rubio se voltea a darle las gracias. Solo se queda quieto unos segundos antes de comenzar a descender solo unos cuantos escalones más pero sin abandonar la escalera realmente.
A esa distancia, es suficiente para que Shoyo y Semi lo miren perfectamente.
Que vean cómo luce.
Que vean que el resultado de las mentiras y los secretos ya han comenzado a hacer estragos en él.
Los hombres de Itachiyama siguen de pie, lo suficientemente cerca para intervenir si su líder les pide que lo hagan desde el sitio donde está. Atsumu lo sabe bien, pero su presencia no le importa nada a comparación de los chicos de La Faire.
Las chicas no están ahí, desde luego, pero alcanza a ver quem aunque no son todos, son un grupo considerable el que ha ido hasta ahí buscándolo.
Buscándolo.
De inmediato, y porque es incapaz de soportarlo más, Shoyo es el primero que sale del grupo de La Faire hacia él, para ir a abrazarlo. Lo rodea con tanta fuerza que a Atsumu le duele el impacto de forma física primero pero luego, la presión que siente en el pecho lo asalta, tomando por completo su voluntad para no disfrutar del gesto —ni mucho menos devolverlo— y tomar los hombros del más bajito para apartarlo lentamente.
—¿A-Atsumu...?
—¿Lo sabías, Shoyo?
Desde el momento en el que llegó a ese bar...No. Desde el momento en el que Semi le ofreció su ayuda y lo llevó ahí...¿Fue desde ahí? ¿O desde cuándo?
La mirada de Shoyo sobre él es de espanto pero también de angustia y de vacilación. Atsumu hace un gesto miserable de solo verlo. Una combinación de rabia, ironía y molestia dándose cuenta que su respuesta ya ha sido respondida con ese silencio y esa reacción.
Cuando aparta la mirada de él y pasa a mirar a Semi, por supuesto ve que su mirada es mucho más estable que la de Shoyo, pero está ahí, la culpa carcomiendo y evidenciándolo.
—¿Lo sabías tú, Semi? —apartándose de Shoyo para dar solo un paso más, quedando en el último escalón, lo mira de frente—. ¿Lo sabían todos acaso? —alargando una mirada rápida al resto del grupo, vuelve a recaer en él—. Contéstame, carajo-... —sus manos están vueltas puños, su voz está siendo atravesada por lava, sus ojos están ardiendo—. ¡Dime!
—Es difícil olvidarse de un amigo, Atsumu —antes de que se tenga que sostener de nuevo para no caer de rodillas, ya hay alguien haciendo eso por él. Con solo voltear el rostro para darse cuenta de quién es, Atsumu solo ve rojo.
—Me mentiste... —dice, finalmente con la voz rota pero también bañada de coraje, mirando a Sakusa detrás suyo. Sintiendo que apenas ha colocado su cuerpo para servirle de apoyo pero sin realmente tocarlo como se lo ha pedido hace unos minutos—. ¡Todos ustedes me mintieron-...! —con la pretensión y las ganas de descargarse con sus amigos, Atsumu impulsa su cuerpo, caliente de ira, contra Semi primero pero ahora sí es rápidamente sostenido de la cintura por Sakusa para que no lo haga—. ¡Suéltame! ¡Te dije que no me tocaras!
—Si hay alguien con quien tienes que desquitarte, es conmigo. No con ellos.
"Sí, en eso tienes razón", piensa, completamente rebosante de rabia contra él, y por eso aprovecha que lo sostiene y lo tiene cerca, para voltearse y darle directamente un golpe en la cara. Un golpe que aunque no soluciona nada, le duele tanto como él.
El cuerpo de Kiyoomi sale proyectado hacia las escaleras, golpeándose la espalda con ellas.
De inmediato, el sonido del seguro siendo retirado de las armas de sus hombres llega a sus oídos pero no le importa.
Esta vez no tiene miedo. Y no por la seguridad que tiene de ver a Sakusa levantar la mano casi de inmediato ordenándole a sus hombres que se detengan, sino porque está repleto de tanto enojo y decepción que es capaz de hacer cualquier cosa sin importarle las consecuencias.
Que no le duela haberlo golpeado, sin embargo, es difícil que no lo sienta. Por dentro, debajo de esa expresión llena de coraje, su corazón está sangrando más.
Él lo sabía.
Lo sabía. ¡Lo sabía! ¡Incluso se lo preguntó la última vez que hablaron!
—Denme un arma —ordena Sakusa, poniéndose de pie, y toda esa rabia contenida en Atsumu se desvanece rápidamente sintiendo como el aire se le escapa de los pulmones al oírlo. Atrás, la histeria colectiva de Semi y compañía no tarda de hacerse notar pero no hay nada que Atsumu pueda hacer.
Él...no es nadie en esa casa.
Está delante de Sakusa Kiyoomi.
Un líder de mafia.
Y que haya pedido un arma al aire, definitivamente no es algo que nadie esperara, ni siquiera Komori, quien es el que está más cerca a él y tiene la misma expresión que Atsumu hace ahora.
—Kiyoomi...¿Qué? —sintiendo su arma ser arrebatada por Kiyoomi, los colores se le van del rostro.
¿Qué...está haciendo?
¿Acaso...planea dispararle o-...?
Con un hábil movimiento de su mano, Kiyoomi voltea el arma, dejando la empuñadura de esta no hacia él, sino hacia Atsumu. Los hombres de Itachiyama hacen una exclamación en conjunto pero es Komori quien se altera primero al ver lo que está haciendo.
—¡¿Qué crees que haces, Kiyoomi?! ¡¿Acaso enloqueciste-...?! —extendiendo su otra mano para que no se acerque y se calle de paso, Komori no puede dar crédito a lo que está viendo.
Le está extendiendo la pistola a Atsumu.
Le está dando la facilidad para que la tome y-...
—¿Q-Qué estás haciendo-...? —pregunta Atsumu con la garganta amarrada.
—Si yo soy la causa de que ahora estés sufriendo tanto, entonces-... —en dos segundos Atsumu pasa de la angustia al coraje de nuevo, tumbando el arma de sus manos con un golpe.
—¿Crees que quiero matarte? ¿Enserio crees que eso va a solucionar algo? ¡¿Crees que eso me va a hacer sentir mejor?! —¿Cómo se atreve a ofenderlo así? —. ¡No me convertiré en un asesino! ¡No seré alguien como ustedes! Yo solo-...¡Yo solo soy Atsumu, carajo! ¡No soy como tú, ni como Komori, ni como nadie! ¡Solo-...!
¿Cuánta energía habrá puesto en gritarle eso que no recuerda en qué momento se desmayó?
Haya sido la presión, el estrés, el cansancio o todo combinado, Atsumu no puede dejar de llorar ahora recordando todo eso. Su mano pica por la aguja que tiene incrustada pero no le importa, solo sigue llorando mientras mira hacia un punto fijo en el techo y solo tiene la expresión de Kiyoomi mirándolo como si él también quisiera llorar y se arrepintiera de haberle puesto en esa situación.
¿Cómo se le ocurre-...?
¿Cómo se atrevió a eso-...?
¡No me convertiré en un asesino! ¡No seré alguien como ustedes!
Ríe, ante lo estúpido que fue decir eso.
¿No es irónico?
Decir que no quiere convertirse en un asesino pero quizá ya lo es desde hace tiempo, después de todo él es-...
—...El líder de la familia Gu —murmura y hay un peso y una sensación relevante que estremece todo su cuerpo cuando lo dice.
Así que de eso se trataba todo.
Así que por eso veía ese reflejo distinto de él algunas veces. En las veces en las que no se reconocía ni se sentía como si ese cuerpo fuera suyo.
Los presentimientos, las sensaciones extrañas, todo era por eso. En algún punto recuerda, por supuesto, el llegar a pensar que pertenecía a la mafia y a los Gu, todo por las últimas situaciones en las que se había visto envuelto pero de eso a ahora saber que en realidad, todo este tiempo, fue ese tipo del que todos hablaban...Dios, Atsumu incluso llegó a sentirse mal por el joven líder de la familia Gu por todas las historias que le contaban los chicos en La Faire sobre él.
¡Se sintió mal por él mismo!
Ríe de nuevo, sintiéndose un imbécil. Y cada que se ríe, se rompe un poco más; y todo el avance que había estado haciendo con sus ejercicios de respiración para calmarse y dejar de llorar, se van a la mierda de nuevo.
No puede ser.
Él...¿En verdad-...?
No sale de esa habitación por el resto del día, y si solo cambia de posición y ocupa el baño es porque en verdad lo necesita, pero nada más.
Sigue en la casa de Sakusa aparentemente pero se le hace extraño que nadie haya entrado en todo el día para verlo. Igual no le importa, no quiere ver a nadie. No quiere estar ahí pero tampoco quiere estar en otro sitio. En otro sitio como La Faire.
Cada tanto que parece tranquilizarse, vienen a su mente las expresiones de Shoyo y Semi. Y de nuevo los dolores de cabeza. Los recuerdos de la noche anterior no paran de atormentarlo junto a los nuevos que tampoco le dan descanso.
Osamu.
Ese otro tipo.
Las pesadillas.
Y, al final, ese hombre.
Yoshiaki Sakusa.
Para el tercer día, Atsumu reciente el agotamiento por no dormir. De vez en cuando se levanta y sorprende a la persona de turno que le cambia el suero o lo que sea que le estén suministrando aunque para esa tercera noche, no sabe ni en qué momento le retiran el catéter y finalmente dejan de mutilar su mano.
La puerta de su habitación no está sellada pero siempre que gira el pomo pretendiendo salir, lo vuelve a soltar. ¿A dónde iría de todos modos?
Atsumu es la depresión sentada en un círculo siempre en algún rincón de la habitación así como también los gritos y las batallas que libra dolorosamente apretando sus manos sobre la almohada.
Los huesos, la sangre, los dientes, todo le duele hasta que llega el punto en el que no puede más y termina quedándose dentro del cansancio sin darse cuenta.
¿Hasta cuándo?
Por el momento sabe que no puede irse de ese lugar por su seguridad, pero eso solo hace todo más condenadamente difícil, principalmente por las noches en las que no deja de gritar por las pesadillas.
Además de que, a cada momento, hay unos ojos horribles que lo persiguen. Ya sabe de quién son y eso le provoca crisis tras crisis hasta que esos ojos se vuelven los de alguien más.
Para la cuarta noche, Atsumu cree que ya se le han acabado las lágrimas por lo que dejar de pensar en Kiyoomi cree que será una tarea sencilla, pero es todo lo contrario. Sin embargo, su cuerpo no tiembla de miedo cuando piensa en él, al contrario, lo está pidiendo a gritos.
La razón por la que no sale de esa habitación y prefiere mantenerse encerrado, es porque no lo quiere ver pero al mismo tiempo está tan desesperado por tenerlo ahí aun cuando sabe que no podrá confrontar su mirada.
No después de todo lo que ha sucedido, no después de las verdades que le ha dicho...
"Si yo soy la causa de que ahora estés sufriendo tanto, entonces-..."
¿Lo es?
Lo es su padre, evidentemente, pero Atsumu está aterrado de caer en el juego de las apariencias y que cada que vea a Kiyoomi, se ponga a temblar solo porque es hijo de ese hombre y se parecen.
Tiene miedo pero en realidad se siente responsable de todo. De todo cuanto ha sucedido porque esas memorias implantadas solo habían estado dormidas. Nadie las puso ahí por él. Él se las buscó.
Él-...
Al principio, creyó que era solo una ilusión, una que solo duraba poco. La de sentir que alguien le acariciaba el rostro entre sueños.
¿Era él?
Atsumu está mareado y muy débil para el quinto día, y está más o menos harto de estar encerrado ahí, y aunque tampoco quiere salir, solo camina de vez un cuando por toda la habitación mordiéndose un dedo antes de detenerse y mirar fijamente hacia una de las esquinas donde ve un punto rojo parpadeando.
Una cámara de seguridad.
Vaya, con que todo este tiempo han estado monitoreando su miseria solo para asegurarse de que no se va a matar.
De hecho, ahora que lo detalla todo bien, en la habitación solo están los muebles necesarios así como no hay ninguna otra decoración con alguna forma extraña con la que podría fácilmente hacerse daño. Incluso los muebles de baño y las llaves son de otro material que no es porcelana.
La bandeja de comida, esa que es de plástico, y que siempre le dejan durante sus horarios de comida establecidos, sigue intacta en el buró que tiene a lado de su cama por lo que seguramente ya se ha enfriado pero no le importa.
Su mente, en cambio, es una perra en esos momentos en los que se quiere apoderar por completo de él y dar paso únicamente a la rabia para obligarse a montar una escena en la que tira la comida y rompe todo dentro de esa habitación mientras maldice y grita a las cámaras...pero no lo hace. No lo hace porque ¿de qué va a servir?
Regresa al cuarto de baño y revisa los cajones del gabinete así como en la ducha y en el único buró que hay en la habitación.
Genial, justo ahora cuando necesita una jodida pluma y un papel para comunicarse, no tiene nada de eso ahí.
—¿Tienes algo con lo que pueda escribir? —pregunta, tan claro como puede, a la persona que entra para retirar la bandeja de alimentos. Atsumu ni siquiera le explica por qué no ha probado bocado, solo se queda esperando a que la persona responda.
Desde luego, prefiere que la persona escriba por él porque, honestamente, Atsumu no cree que tenga fuerzas para hacerlo por sí mismo.
Lo único que toma así, son los pequeños carteles que esa chica ha escrito por él y los levanta hacia la cámara para que esta los enfoque.
Un cartel que dice: "Deseo ver a otro ser humano aparte de mí, por favor. Alguien conocido". Mientras que el segundo que muestra luego de ocultar el primero detrás, cita: "Que no sea Komori ni mucho menos Sakusa"
Y en cosa de minutos, aparece Kanoka.
Atsumu no puede con la emoción de verla a pesar de que sabe que ella es otra de las personas que seguramente ya sabía acerca de todo eso, pero como si estuviera desesperado y necesitado por una imagen maternal, solo corre hasta ella y la abraza.
Kanoka no dice nada cuando Atsumu la rodea fuertemente, al menos no los primeros segundos en los que lanza una mirada indecisa a las cámaras de seguridad pero luego termina frunciendo el ceño para finalmente, luego de casi un minuto de quedarse quieta, corresponder el abrazo.
El llanto de Atsumu solo aumenta más.
Finalmente tiene a alguien ahí con él que le permita llorar en su regazo y lo arrulle con su dulce voz.
—Todos ustedes...¿ya lo sabían, verdad? Acerca de que yo era...el líder de Gu —a diferencia de cuando preguntó esto a Shoyo y a Semi, su voz sale más baja aunque aun con el mismo temblor que antes.
—Nos fuimos enterando con el tiempo —confiesa ella e incluso si fuera mentira, Atsumu le creería. Aunque la mirada que Kanoka le da ahora es suave y honesta, haciendo que se sienta seguro de que no le está mintiendo.
—¿Con el tiempo? —sorbe con fuerza por la nariz, viendo el ofrecimiento de la chica con un pañuelo. Atsumu lo toma un poco indeciso al darse cuenta que aunque le sigue rehuyendo al contacto físico, la ha abrazado a pesar de que ahora hayan terminado sentados. Él sobre la cama y ella en una silla que hay por ahí dentro de la habitación.
—Ninguno sabía tu verdadera identidad hasta hace poco. Teníamos sospechas por cómo te trataba Kiyoomi pero-... Aunque con esto no nos estoy excusando tampoco—dice, jalando un poco la nueva bandeja de comida que han llevado hace unos minutos, una que ella misma solicitó al saber que iría a ver al chico—. Estoy segura que tus amigos del bar también se fueron enterando conforme las circunstancias —hace una pausa, tomando un trozo de fruta con un tenedor y ofreciéndoselo—. Por favor, come algo. Estás muy pálido y necesitas reponer fuerzas para recuperarte.
—Ellos no son mis amigos —afirma el muchacho, apartando el cubierto aunque con suavidad—. Los amigos no mienten ni ocultan cosas.
—Entonces significa que yo no soy tu amiga —Atsumu le devuelve la mirada, esta vez con menos deje de irritabilidad. Hay decepción bañando sus ojos y eso es algo de lo que ella es consciente—. Lo siento. No quise hacer que sonara de esa forma.
—¿De verdad podría considerarte mi amiga? Realmente no lo sé. Yo...Todas las personas en las que creí ahora lucen como extraños.
—¿Crees que la imagen que tenemos de ti cambiará ahora que sabemos que en realidad eres Atsumu Gu?
Atsumu Gu.
Qué raro suena.
Qué raro suena todo eso en realidad.
—¿Es normal que solo haya recuperado una parte de mis recuerdos pero lo demás siga vacío? —pregunta con la mente un poco más despejada que el primer día. Habla y piensa acerca de Sakusa Kiyoomi como si de verdad no lo recordara a él y la verdad es esa justamente. Recuerda prácticamente todo lo que Osamu Gu le forzó a que recordara, recuerda acerca de cuando eran niños y cuando sucedió eso.
Lo recuerda tan claro que quiere vomitar pero...hay cosas que todavía siguen en blanco.
Kiyoomi es una de esas.
—¿Qué es lo que recuerdas? —Kanoka sabe que es muy pronto para hablar de eso. Incluso sabe que Atsumu podría tener otra recaída al contarle pero de algún modo logra decirle algo aunque de una forma mucho más resumida y concisa. Kanoka le da su espacio, desde luego, y le dice que si no quiere hablar, está bien.
—Yo...no recuerdo a Sakusa todavía —y eso, honestamente, lo está poniendo de nervios—. Tu habías dicho que la principal razón de la represión de los recuerdos, es el trauma. Significa que...¿él también me hizo daño y por eso no lo recuerdo-...? —arriesgándose a tomar su mano, Atsumu no la aparta esta vez, devolviéndole el apretón.
—Tómalo con calma. Las personas reprimen sus recuerdos inconscientemente cuando estos han causado un daño a nivel emocional muy fuerte pero eso no significa que Sakusa sea un mal recuerdo.
—¿Entonces por qué no puedo recordarlo?
—¿Tanto así quieres hacerlo?
Por supuesto.
Por supuesto que sí.
A nivel emocional, está sumamente herido, tal y como ella ha dicho, pero también sumamente confundido a cerca de lo que va a hacer a partir de ahora. Si Sakusa es hijo de su abusador, entonces, ¿simplemente debería odiarlo? ¿debería alejarse de él?
—A veces hay sucesos muy importantes que tuvieron gran transcendencia en nosotros que son borrados de la memoria. Que no guardes ningún recuerdo de él no significa que sea malo.
—Hablas como si él en verdad fuera una buena persona —Kanoka sonríe un poco finalmente, apretando su mano.
—¿Sabes por qué no ha venido a verte?
—¿Porque me odia por gritarle?
—Porque tú se lo pediste. Y él es incapaz de romper una promesa contigo. Es incapaz de hacer algo que tu le has pedido que no hagas. Incluso si se muere por venir a verte para saber que estás bien o si se lo gritaste. Él quiere darte tu espacio.
¿Su espacio?
¿Se refiere a cuando le dijo que no lo tocara?
¿Por eso no ha ido a verlo?
—Además...Él sabe perfectamente que el hecho de ser hijo de...—Kanoka hace una pausa solo poniendo atención a Atsumu para ver cómo reacciona. Su estremecimiento repentino le hace cortar esa oración pues está demás completarla viendo que él lo ha entendido perfectamente y no quiere alterarlo más—. No quiere que resulte más doloroso y más traumático para ti que lo veas. Por eso no ha venido pero no hay momento en el que no esté pendiente de ti —Atsumu suelta una risa sátira al oírla.
—¿Y entonces? ¿Así es como va a ser a partir de ahora? ¿Me voy a quedar aquí encerrado sin hacer nada? ¿Me va a tratar como Rapunzel en una torre? ¿Nos comunicaremos por señales de humo? Tengo tanto miedo de seguir recordando y de que él...Él aparezca en un mal sueño pero-...—habla tan rápido que es fácil para Kanoka asumir que todavía su mente es un caos. Alzando su otra mano, esta vez busca las dos de él, tomándolas suavemente solo después de recibir el consentimiento de Atsumu para que lo toque una última vez.
—No te presiones. Los recuerdos eventualmente vendrán a ti o algún evento los estimulará. Ya has recordado una parte fundamental.
—Sí, y solo esa parte bastó para destruirme.
—No estás destruido. Estás herido, estás lastimado pero estás aquí, como un sobreviviente. Estoy segura que dentro de todo lo malo que te ha pasado, hay recuerdos buenos en ti. Recuerdos que te mantuvieron fuerte todo este tiempo. Recuerdos buenos. No todo es oscuridad. Te lo puedo asegurar.
Buenos recuerdos, dice.
¿Enserio cree que alguien como él los tiene?
Aunque-...
—Hay...Hay uno —Kanoka le suelta las manos por un momento en lo que lo ve dudar—. Hay un recuerdo en el que...En el que no me sentía particularmente asustado sino todo lo contrario. Me traía paz.
—¿Y cual era?
De nuevo está teniendo pesadillas. Las tiene luego de que han pasado bastantes horas desde que Kanoka se fue, no sin antes asegurarse de que ingiriera un poco de alimento tan siquiera.
En ese momento, no pudo responderle, porque ni siquiera él sabía si en verdad ese recuerdo era real.
Bueno...Tiene que serlo de alguna forma aunque ahora lo único que quiere, de nuevo, es despertar.
Todas las noches son iguales.
Al menos desde que supo quién es en realidad.
No le pueden pedir que se calme ni mucho menos que supere algo del pasado tan pronto, no cuando apenas está descubriendo el daño que le han hecho pero-...
—N-No...Por favor-...—se remueve entre las sábanas queriendo gritar ante las imágenes asquerosas que se repiten una y otra vez.
Cuando sale de esa habitación blanca, está cubierto de un hedor repugnante y muchos moretones. Apenas puede sostenerse de la pared mientras tiembla y suplica que no haya nadie a esa hora por los pasillos de la mansión de Yoshiaki hasta que escucha una melodía.
Una melodía que lo detiene de saltar de cualquier ventana y querer matarse de una vez.
Atsumu está a punto de cumplir los dieciocho años y nunca puede salir de la habitación de ese hombre sin temblar. Con los años, lo hace menos, y se coloca una fría máscara con más rapidez para que nadie nunca vea su rostro despedazándose.
Siempre es lo mismo, piensa.
Siempre entra y sale de ahí con la autoestima en el suelo solo para que, al siguiente día, su rostro se vuelva de piedra. Claro que, últimamente ha pensando en el suicidio como una alternativa para salvarse pero-...
Los pasillos están silenciosos y oscuros, clara señal de que es muy de noche.
Él tiene que regresar pronto a Hyogo pues no estaba en sus planes ver al hombre hasta la próxima semana hasta que personalmente le llamó.
A Atsumu le duele todo el cuerpo pero más el alma hasta que, mientras más camina por el pasillo, esa bonita y triste melodía se escucha cada vez con más fuerza.
Yoshiaki tiene un piano en una de las habitaciones de ese mismo piso en el que se encuentra pero jamás lo ha visto usarlo. Ni a él ni a ningún otro miembro de Itachiyama. Incluso concluyó que solo lo tenía ahí como mera decoración.
Entonces...¿Quién es? No lo está imaginando, desde luego. En serio hay alguien tocando el piano.
Es entonces que su curiosidad lo lleva hasta él.
Hacia la persona que ve entre la penumbra y que le da la espalda mientras se balancea y toca las teclas de ese piano.
Cuando era más joven, antes de que todo eso le sucediera a él, creía que las personas eran demasiado dramáticas con respecto al dolor. Ahora que es mayor, y conoce el dolor en carne propia, lo entiende.
Lo entiende, de la misma forma que entiende que esa persona que le dio la espalda en ese momento, era Kiyoomi. Solo le bastó oír esa melodía para que las lágrimas salieran de sus ojos en ese momento, tal como ahora sucede cuando despierta, mucho menos agitado, y escucha un piano siendo tocado.
Sin darse cuenta, sus pies son guiados finalmente, luego de días, hacia fuera de la habitación. Está todo sudoroso y descalzo pero no le importa mientras sigue caminando hacia donde la melodía se hace más fuerte.
En el momento que está frente a la puerta, duda, no sabiendo cómo es que va a lidiar con todas las emociones que se van a desbordar en el momento que la abra...
La melodía es triste y muy emotiva pero le recuerda a él.
Al día en el que seguramente lo conoció.
Que Kiyoomi la esté tocando justo ahora, justo cuando ha tenido una de esas horrendas pesadillas, hace que instantáneamente su valor se desate y abra la puerta, y finalmente lo vea a él.
Kiyoomi está con los ojos cerrados interpretando y dejando salir su propia angustia y su propio consuelo para él. No los abre por todo el rato que deja que el sonido sea como el oxígeno que ambos necesitan en medio de ese mundo que se les cae a pedazos.
Mientras tanto, Atsumu no deja de llorar, esperando a que finalice aunque enserio quisiera que no lo hiciera nunca.
Cuando la melodía acaba, enserio parece que Kiyoomi no lo ha visto venir, ampliando sus ojos al verlo de pie en el vano de la puerta. Se quiere poner de pie de inmediato e ir hasta él pero el recuerdo de cómo Atsumu le ha gritado, días anteriores, para que no lo toque, hace que ese impulso se detenga.
Ninguno de los dos dice nada durante casi un minuto en el que el único sonido que se oye son los sollozos de Atsumu.
Kiyoomi suspira, con el corazón encogido, sabiendo que no puede dejar que Atsumu pase frío vistiendo ropa tan delgada.
—Espera aquí, por favor. Le pediré a Kanoka que te lleve de regreso a tu-...
—¿Por qué-...? —Sakusa engrandece los ojos cuando, a pesar de que pasa a una distancia prudente de él para salir de la habitación e ir por la chica, Atsumu lo toma de un poco más abajo del brazo, casi llegando a su muñeca.
—¿Por qué-...?
—¿Por qué...no me dijiste que eras tú quien tocaba esa melodía para mí? —en ese punto, en el que Kiyoomi está afectado también por todo lo que sucede con él, no cabe en su sorpresa al oírlo. ¿De qué melodía está hablando? ¿De la que acaba de tocar ahora?
Es cierto que en su desesperación por ver que Atsumu se ha retorcido, de nuevo, de dolor y miedo en la cama a través de las cámaras, lo primero que ha querido es ir hasta él y abrazarlo para que se calme pero, desde luego, hacer eso era solo pensar en él mismo y no en Atsumu.
Le había pedido que no lo tocara, y lo estaba respetando así como entendía perfectamente, por mucho que le doliera, que si él no quería verlo de ahora en adelante es porque posiblemente le recordaba a su padre.
En su lugar, por medio de otras personas, le ha prestado atención.
Si lo que hizo ahora, en arrebato de desesperación por no saber qué hacer a esas altas horas de la noche, fue porque pensó que la música lo tranquilizaría tal como lo había hecho antes cuando recién llegó a esa casa, no se arrepiente.
Lo hizo por él después de todo aunque Kiyoomi sabía que no era para nada probable que él reconociera la melodía en su situación actual pero entonces...¿Por qué se le dilatan los ojos al oírlo decir que sí?
—Eras tú...¿No es así? —A pesar de que lo está tocando, Kiyoomi es como una estatua. Atsumu piensa que es natural que no lo quiera tocar. Quizá le da asco. O quizá, simplemente, está cumpliendo su palabra, tal como Kanoka le dijo hace unas horas—. El chico de esa vez...El que tocó esa vez el piano en casa de-... —ante esa declaración, sin embargo, Kiyoomi finalmente lo mira con la misma expresión de sorpresa. ¿De qué vez habla? ¿Acaso-...? —. La reconozco. La melodía de esa vez. Es la misma que...que tocaste para mí cuando llegué a esta casa. Es la misma que has tocado ahora para-...
"¿Puedo tocarte?", debieron ser las palabras que salieran de su boca antes que las acciones se apoderaran de él al ver a Atsumu con ojos llorosos y con las mejillas sonrojadas.
Debió hablar, seguramente, y decirle cuánto lo sentía, cuánto lo ha extrañado, cuanto lo ha amado antes de abrazarlo con fuerza y sentir como poco a poco iba envolviendo su cuello con sus brazos y su cintura con sus piernas.
En el momento en el que Kiyoomi lo levanta del suelo y lo sujeta con fuerza, Atsumu rompe en llanto, dedicando sus últimas fuerzas a abrazarlo. A envolverlo y pegarse a él sintiendo como su rostro busca cobijo en su cuello así como él lo hace en el suyo al no querer soltarlo.
A pesar de que su mente le dice que no debe acercarse a él, que debe rechazar todo contacto físico, el corazón y cuerpo de Atsumu lo reconocen de inmediato. Como si esos brazos los hubiera extrañado durante tanto tiempo.
Esa sensación de ser sujetado por él hace que Atsumu suelte todo el llanto que le queda, y que proviene de lo más profundo de su interior, sin miedo. Sintiendo como Kiyoomi lo aprieta con la misma fuerza con la que Atsumu entierra su rostro en su cuello y huele su cabello así como el azabache hace lo mismo con el de él.
Como si estuvieran bajo un hechizo, como si las barreras de los dos cayeran al mismo tiempo, como si el fuego y el amor de tantos años se estuviese propagando, Atsumu no deja de sollozar y Kiyoomi de restregarse a él repitiendo su nombre.
Atsumu no sabe realmente en qué momento han salido de la habitación y han comenzado a andar por el pasillo de vuelta a la habitación porque en lo único que se concentra es en aspirar el aroma de Kiyoomi como si fuera su catalizador. Y a pesar de que la nariz de Sakusa roza la piel de su cuello y lo sostiene de las piernas mientras él está abrazado a su cuerpo cual koala, el roce no le sabe desagradable.
Al contrario, hay fuego ardiendo en todas partes.
Había deseado hacer esto desde antes, desde que discutieron la primera vez, desde que Atsumu tuvo claros sus sentimientos por él antes de que llegaran al bar los hombres de Gu y lo atacaran. Si no hubiese sucedido nada de eso, no hubieran demorado tanto en correr a sus brazos.
O quién sabe.
Quizá no lo hubieran hecho.
Pero ahora no quiere pensar en nada.
Ni en todo el horror vivido ni en los recuerdos que lo castigan cada que cierra los ojos y jura que esta vez podrá dormir. En todos esos cinco días, no ha podido hacerlo ni un poco, y aunque ahora también está muriendo de sueño, la sensación de sentirse cargado y protegido por Kiyoomi lo tiene al borde de la emoción pero también del agotamiento.
Kiyoomi no hace otra cosa más que permanecer en silencio pero de vez en vez le susurra cosas como "Estoy aquí" "Ya no tienes por qué tener miedo" "Voy a protegerte", provocando un caos en Atsumu que, aun cuando llegan a la habitación y lo recuesta en la cama, no dejan de repetirse como un eco.
—Tienes que dormir —dice Sakusa al mismo tiempo que Atsumu tiene una vista completa de su rostro encima del suyo mientras lo ve acercar su mano a su cara para acariciarlo. Acción que instintivamente lo toma desprevenido y hace que se tense un poco, pero lo suficiente para que Kiyoomi se arrepienta y mejor contraiga la mano.
Mano que Atsumu se apresura a tomar de regreso, guiándola de nuevo a su rostro.
—No...Está bien-...Puedes tocarme —pide y promete, y aunque Sakusa parece dudar, no se ve capaz de negarle a Atsumu algo por la forma en la que se lo pide por lo que termina sentándose en el borde de la cama mientras lleva su mano, ya sin restricción, a hacer lo que le pide.
Atsumu de inmediato cierra los ojos, sintiendo el frío en su piel pero sintiendo el roce refrescante y cuidadoso. Inconscientemente busca más su caricia, moviendo voluntariamente su rostro para pasarlo por la palma de Kiyoomi, indicando que quiere que lo toque más.
Kiyoomi no se hace del rogar tampoco aunque sigue siendo sumamente cauteloso hasta para pasar sus dedos por debajo de sus ojos, ahí donde no le gustan para nada ver esas bolsas negras debido al insomnio y al agotamiento.
—Necesitas dormir.
—No. Lo que necesito es que te quedes aquí. Conmigo —Kiyoomi frunce el ceño un poco ante la petición, gesto que no pasa desapercibido por el rubio—. Sé lo que dije. Que no quería que...te acercaras a mí pero, enserio, no creo soportar una noche más sin poder dormir.
—No veo de qué manera pueda ayudarte a conciliar el sueño —Kiyoomi vuelve a fruncir el ceño, esta vez quejándose por la presión que siente de los dientes de Atsumu clavarse en su mano aunque no tanto como para sangrarlo. ¿Lo acaba de morder?
—No sé porqué siento que eras así de menso en el pasado también.
En el pasado...
Kiyoomi quiere preguntar.
Quiere preguntarle acerca de lo que le dijo hace unos momentos. Acerca de ese recuerdo que acaba de tener donde dice que tocó el piano para él. Ciertamente, lo hizo muchas veces pero según la interpretación que obtuvo por parte de Atsumu, para él fue su primer recuerdo de cuando se conocieron.
Para Kiyoomi, sin embargo, es otro.
¿Eso quiere decir que Atsumu sabía de él mucho antes de que se conocieran en aquella fiesta?
No va a presionarlo, desde luego, además de que es consciente de que ese no es el momento para llenarlo de preguntas. En todo caso, quien debería recibirlas y contestar, sería él.
—Te dejaré para que descans-... —antes de que se pare siquiera, Atsumu está tirando su brazo hacia él de nuevo, obligando a Kiyoomi a que lo mire de vuelta y tenga que colocar su mano por encima del cabezal de la cama para no caer sobre él y aplastarlo.
—Quédate —débil ante esos ojos y esa voz suplicante, Kiyoomi hace lo que le pide.
No se mete con él a la cama porque es evidente que no está en él hacer lo que le plazca pero al menos se queda ahí, cumpliendo el deseo de Atsumu de arrimar un sillón al borde de la cama, del lado donde él está y tomar la mano que le ofrece.
Kiyoomi se queda ahí, mirándolo hasta que poco a poco parece caer rendido, viendo como su rostro refleja una paz que, quizá, no había podido conciliar desde hace días.
Toma su mano pero no la aprieta tanto como para que le duela aunque sí que aprovecha para acariciarla e inclinar su cabeza hacia él para besarla, como un caballero hace un juramento silencioso a la persona que más ama.
Ahí está, su vida en sus manos, cubierto de heridas.
Y ahí está también él, quien ha sido domesticado por esos ojos llorosos y tiernos, mismos que le han pedido que no se vaya.
—Besaría cada vértebra de tu espalda, si con eso puedo calmar un poco tu dolor —dice, haciendo lo único que está en sus manos por ahora. Inclinarse a besar sus ojos y su frente. A no dejar de verlo incluso si el sueño y el estrés también está causando estragos en él.
Pero él, él no es tan importante ahora.
Atsumu sí.
Su bello demonio de ojos color oro.
A él, que como el diablo mataba pero amaba como un humano.
.
I
.
Resulta que luego de seis días, Atsumu duerme aproximadamente doce horas y un poco más como un bebé.
Cuando se despierta, a pesar de que todavía siente los músculos amedrentados y atrofiados debido a las heridas que poco a poco han ido sanando, sus ojos finalmente se sienten menos pesados.
Incluso bosteza y estira un poco los brazos y piernas antes de volver a arrugar los ojos por la luz que se filtra por las cortinas.
De Kiyoomi, no hay rastro.
Aunque, bueno, tampoco esperaba que se quedara ahí con él toda la noche durmiendo de una forma tan incómoda en ese sillón.
—El sillón...— murmura, alcanzando a tocarlo con su brazo. Está ahí, a una distancia corta de ese lado de la cama donde él durmió. Al menos la prueba de que todo lo que pasó ayer no fue un sueño, está ahí, al igual que las flores azules que están en el mueble que hay cerca de la ventana.
Atsumu se pone de pie lentamente hasta llegar a ellas y tocar los pequeños pétalos con un dedo primero, reconociéndolas.
—Nomeolvides, ¿uh? —con mucho cuidado, se flexiona un poco y las huele, sintiéndolas un poco húmedas al mismo tiempo que hacen cosquillas en su nariz cuando roza con suavidad los pétalos. Cuando deja de mirarlas y desvía sus ojos a un lado, hay una bandeja de comida para él junto a una nota. "Qué extraño", piensa, recordando que en todos estos días no ha habido ninguna nota junto a sus alimentos, hasta que el corazón le late fuerte al leerla.
"Espero que hayas descansado mejor. Por favor, come un poco"
—S. K.
—Perfecta cara, perfecto cuerpo, ¿y ahora perfecta caligrafía? ¿Quién te crees que eres para seguir emocionándome de esta forma sin mi consentimiento, Sakusa Kiyoomi? —dice, llevando la notita a su nariz al tiempo que cierra los ojos y disfruta de esa atención como la primera vez que Sakusa comenzó a tratarlo.
Ese día, es tan igual a los demás. Aunque esta vez sí que comienza a acabarse todos los platillos que le llevan, siempre reparando en las notitas que Sakusa le deja y lo acompañan mientras come.
No es para nada romántico, desde luego. De hecho, es más seco que una cuchara, al menos a la hora de expresarse con las letras. Muy diferente a cuando actúa cuando está con él.
Los recuerdos de la noche anterior llegan a su mente y con ellos se duerme, de nuevo, apretándolos y manteniéndolos en su corazón cuando cae la noche. De nuevo no vuelve a tener pesadillas por ese día aunque jura que en algún momento de la madrugada se sintió observado. Y sintió como alguien volvía a tomar su mano y acariciar su rostro para finalmente depositar un beso ahí.
No tiene que ser muy inteligente para entender que ha vuelto a dormir como un oso por él.
Porque Sakusa ha ido a verlo incluso en la noche y ha velado su sueño.
¿De modo que incluso tiene esa clase de poder para calmarlo?
Así, cuando llega el fin de semana, está completamente harto de estar encerrado.
Puede que Sakusa y todos le están dando su espacio tal y como pidió, pero no puede seguir así de depresivo. El dolor y el daño es irreparable, eso lo sabe bien, y nada va a devolverle aquello que perdió años atrás pero hasta él mismo es consciente de que quedándose ahí no va a resolver todas las dudas que todavía asaltan su mente.
El tiempo lo cura todo, pero él no tiene tiempo.
Su situación es alarmante y quiere enterarse de todo, así termine doliendo más que ahora.
—Tus heridas van cicatrizando con rapidez. ¿Qué me dices de los mareos? —Atsumu se baja la camisa con cuidado, y dado que con la única persona que sigue sin volverse loco a pesar de que lo toque es Kanoka, solo se concentra en el hecho de que ella es una profesional y que nunca le haría daño.
—Han parado. También las náuseas —aún así, Atsumu no se atreve a mirar a Futakuchi que también está ahí o, más bien, ha pedido estar presente en su chequeo, seguramente como orden de Kiyoomi.
Todos estos días, Kanoka había estado yendo hacia su habitación así que ahora que ha salido y ha decidido tomar su revisión en su consultorio, bueno, era obvio que iba a comenzar a toparse con todo el personal de Sakusa.
—Los chicos del bar se están quedando aquí, por si te interesa. Por precaución —informa la mujer, atrayendo toda la atención de Atsumu a ella.
—¿Enserio? ¿Tan... —hace una pausa antes de continuar—. ¿Tan mal quedó el bar?
—No tanto como la mansión de Yoshiaki. Ese lugar quedó como un vil monumento de guerra —como una persona sin filtro como él podría comportarse, Futakuchi dice eso sin expresividad. Kanoka, por otro lado, le reprende mirándolo enfadada, a diferencia de Atsumu que solo baja la mirada y se tensa un poco por la repentina mención de eso—. Aún no puedo creer que...enserio seas él.
—Futakuchi —lo llama la mujer finalmente, en reproche—. Sé consciente de lo que dices. Él aún está recuperándose y-...
—No, Kanoka. Déjalo —sorprendiendo a ambos, Atsumu toma un largo y profundo respiro para no contrariar su voz mientras habla—. Tengo que...aprender a asumir esto.
—Pero no de esta forma —sintiendo la mano de Kanoka acariciar su espalda, Atsumu se ríe un poquito ante su gesto protector, oyendo como sigue regañando a Futakuchi—. Si solo viniste a alterarlo, te puedes ir, Futakuc-...
—¿Cómo era? —la interrupción de Atsumu, sin embargo, regresa la conversación a ese tema, tomándose unos segundos antes de mirar al castaño de reojo. No quiere su simpatía ni tampoco su respeto, pero es obvio que cada una de las personas ahí tuvieron contacto con él siendo Atsumu Gu hace tiempo. Y él no puede evitar sentir curiosidad por comenzar a conocer qué tipo de persona era, a los ojos de las diferentes personas que conocía, lejos de todo el abuso que sufrió cuando era niño.
—¿Eh?
—Cuando me conociste. ¿Cómo era yo? —Futakuchi frunce el ceño y arruga la nariz. Realmente nunca fue cercano a Atsumu Gu como para tener una reseña clara sobre él pero sus ojos, definitivamente, no eran algo que olvidaría jamás. Los mismos ojos que hace ahora el tipo que tiene enfrente sin darse cuenta.
No luce asustado, sino más bien apoderado del fantasma de lo que alguna vez fue.
O quizá sí está cagándose de miedo pero su expresión no lo denota.
—Un tipo muy molesto —Kanoka lo vuelve a mirar feo pero el castaño no deja de mirar a Atsumu para distraerse con ella—. Pero también alguien muy leal a sus ideales.
Atsumu no quiere escuchar más aunque tampoco cree que Futakuchi vaya a añadir algo luego de eso. Durante el resto de su revisión, solo se mantiene en silencio, observándole.
Puede que lo haya pasada por alto, o quizá puede que algo en realidad haya cambiado con todo lo que ha sucedido en tan pocos días pero hay ciertos momentos durante la revisión con Kanoka en la que Futakuchi realmente ve a Atsumu Gu en ese desesperanzado chico.
Por la forma en la que irgue su espalda y alza su cabeza, ese porte...
¿Se dará cuenta de las expresiones que hace o se debe a que ahora que ha recuperado parte de su memoria, también ha recuperado su espíritu a pesar de todo?
—Tus amigos no están aquí por gusto, están aquí porque no les queda de otra. El bar es muy peligroso ahora. Madame Yu y las chicas también están aquí —informa Futakuchi viendo como Kanoka termina de guardar los utensilios de curación y Atsumu permanece sentado y callado mirando hacia las cortinas.
—¿Y Sakusa? —que pregunte por Kiyoomi, sin embargo, hace que ambos médicos compartan miradas cómplices antes de uno de ellos contestarle. Kanoka, por supuesto, es quien lo hace.
—No se encuentra ahora pero nos ha dejado a cargo de ti —Atsumu desvía un poco la mirada hacia Futakuchi, viendo cómo frunce la boca al escuchar la palabra "nos".
—Ya veo —responde, simple, pero lo suficientemente afectado de que no esté ahí, atrayendo la mirada de la chica de nuevo.
—¿Qué pasa? ¿Sucedió algo con él?
—Nada —sí, bueno, no le va a decir ni siquiera a ella que durante los últimos dos días ha podido dormir decentemente gracias a que Sakusa ha estado quedándose con él. Aún no se siente preparado como para volver a comportarse como antes. Y con "antes" se refiere a cómo a cada rato expresaba lo mucho que le gustaba que Sakusa le prestara atención, después de todo, las cosas han cambiado un poco—. Kanoka.
—¿Sí?
—Quiero ir a ver a Semi y a Shoyo ¿Puedes decirme en dónde se encuentran ahora?
Su desesperación, al menos, no es tanta, o no lo demuestra tanto como la de Shoyo y Alisa que, tan pronto lo ven bajar al primer piso hacia ellos que ahora se encuentran en una de las enormes terrazas que dan a uno de los jardines de la mansión de Kiyoomi, corren hacia él.
Shoyo, sin embargo, se detiene al recordar lo sucedido hace unos días, reaccionando tarde para sujetar a Alisa y detenerla pues la chica ya está envolviendo en sus brazos a Atsumu quien, aunque sí se tensa un poco, la recibe con gusto luego de unos momentos.
—Shoyo —el de cabello naranja juguetea un poco con sus manos antes de alzar la vista hacia Atsumu que lo llama luego de soltar a la chica—. ¿No me vas a dejar disculparme como se debe? —Atsumu solo cierra los ojos cuando ya tiene los brazos del chico alrededor de él.
A pesar de que es más bajito, tiene una fuerza increíble en los brazos tanto así que podría hasta levantarlo, pero obviamente no lo hace.
—Yo...Lo siento tanto, Atsumu-...umm, quiero decir-... —antes de que se atreva a llamarlo por otro nombre o por su antiguo título que, es obvio, para este momento ya todos deben saber, lo detiene.
—Soy Atsumu. Sigo siendo Atsumu. Y seguiré siendo Atsumu nada más —señala, mirando al resto que también parecía estar dudando al no saber cómo referirse a él ahora—. Al menos hasta que...me acostumbre a todo esto.
—¿A qué te acostumbres? ¿Acostumbres a qué? Tienes la sangre de un héroe corriendo por tus venas. Y con héroe me refiero a ti mismo.
Luego de tanto odio, de tantas decepciones, de tanta maldad y humillación hacia él, contemplar a Semi decir eso al tiempo que lo estrecha con fuerza, hace que Atsumu lamente tanto haberlos tratado así hace unos días.
A todos los chicos del bar que ahora lo miran con un alivio y algunos con un brillo de esperanza en sus ojos.
Después de todo, aunque él no lo recuerde, Atsumu fue eso para cada uno de ellos en algún punto de sus vidas.
—Semi...
—Enserio...lamento todo esto —lo siente apretarlo con fuerza pero también escucha su voz un poco congestionada y entrecortada. No puede verlo debido a que todavía no lo suelta pero sin darse cuenta él también ya le está devolviendo el abrazo con la misma intensidad—. Lamento todo lo que dije sin pensar en-...
—Está bien —lo aprieta más, apoyando su mejilla en su hombro—. Ya ni siquiera recuerdo las tonterías que me dijiste —dice, mientras intenta reír sin sentir cómo le escurre la nariz.
Miente, por supuesto, pero recordar sus palabras acerca de que no creía que Semi fuera el más miserable cada que lo regañaba por quererse meter en asuntos de la mafia que creía no le concernía, hace que el pecho se le contraiga.
Porque sin darse cuenta, esa vez respondió con la certeza de saber que su dolor no era comparado con el de nadie a pesar de desconocerlo aún.
Claro que cada uno de esos chicos, si de verdad fueron ayudados por él, tuvieron que sufrir a su modo para que los tuviera que rescatar pero eso es lo que más le duele a Atsumu. Darse cuenta que siempre priorizó el bienestar y la seguridad de otros antes que sí mismo.
Él era...esa clase de persona no solo con su familia aparentemente, como ahora sabe que fue, sino con todo aquél que necesito una mano en el momento más hondo y negro de su vida.
Aún así, mientras abraza a Semi y deja que Shoyo y Alisa lo abracen una segunda vez, a la vez que varios chicos también se le acercan, pidiendo su consentimiento primero para tocarlo claramente, no se arrepiente.
No puede recordar todos esos rostros aún pero la forma en la que lo miran es honesta, y por ningún motivo le hace sentir que no debió ayudarlos. Al contrario, piensa que lo volvería a hacer sin dudar.
—¿Ellos se tienen que quedar aquí todo el rato en el que hablamos? No vamos a hacerte daño—habla Lev de pronto, refiriéndose a los hombres de Itachiyama que Kanoka ha dejado a cargo de él al despedirse pues seguramente tenía otras cosas qué hacer. Solo son dos, y aunque están montando guardia solo en esa área del jardín ahora que están ahí, a Atsumu no le queda más que aceptar que permanezcan cerca.
—Se los ha ordenado Sakusa, me imagino —comenta Semi esta vez, cruzado de piernas. Atsumu solo asiente, asumiendo lo mismo—. Ese maldito...Aun tengo una conversación pendiente con él.
—¿Qué conversación? —Semi guarda silencio, sintiendo las mejillas rojas de pronto. Shoyo, a su lado, solo ríe quedito—. ¿Qué?
—Parece que Semi ha tomado el rol de papá y quiere hablar con Sakusa acerca de ti.
—¡Eso no es-...!
Rol de papá, dice.
Atsumu no puede evitar encontrar irónico eso mientras los demás acompañan a Shoyo con las risas y Semi se vuelve un foco de navidad.
"Mi padre responderá por mí"
¿"Así como lo hizo por él?"
Ciertamente, a pesar de que su cuerpo esté ahí con ellos, su mente todavía es incapaz de olvidarse de todos esos hechos que ahora pesan sobre su realidad. Esa en la que tiene un hermano menor, un posible hermanastro y un padre que los odia tanto como para quererlos muertos a todos.
—¿Atsumu? —la voz suavecita de Alisa a su lado lo trae de vuelta con ellos, que ahora lo miran preocupado—. ¿Pasa algo?
"Pasa todo", quiere decir, pero no puede molestarse con ella ni con los demás. Su preocupación es sincera.
—Nada. Solo...son demasiadas cosas las que han sucedido y, si les soy honesto, mi cuerpo apenas puede con ello —hace una pausa, sintiendo una punzada en la cabeza—. Yo...quiero seguir hablando y preguntar muchas cosas pero-...
—Oye, cálmate ¿quieres? Tu cuerpo tiene un límite así como también tu mente. No le pidas más de lo que puede mostrarte por ahora.
Atsumu solo asiente a Semi, prometiendo que querrá tener una conversación más larga con ellos más tarde o quizá otro día pues ahora no se siente realmente bien.
Le había dicho a Kanoka que los mareos habían pasado pero los dolores de cabeza siguen siendo constantes, quizá por el exceso de actividad neuronal que ha estado haciendo en estos días.
Sea cual sea la razón, su mente y su cuerpo se apagan por al menos todas las horas siguientes, despertando justo a la hora en la que se supone debe acostarse a dormir.
De nuevo, hay una bandeja de comida servida para él cerca suyo con la cena pero apenas toca un bocado cuando se detiene y piensa que a esa hora, seguramente Sakusa ya debe estar en casa. ¿Regresó antes? Si así fue, ¿habrá pasado a verlo y no quiso molestarlo al verlo dormido?
Conscientemente, sus ojos se dirigen hacia las Nomeolvides encima del mueble.
Hace unos días pensaba que no necesitaba recordar más. Que con el dolor que ya tenía era suficiente.
Que no necesitaba tener más recuerdos.
Pero ahora es diferente.
Ahora...Quiere recordar.
Ahora más que nunca...a pesar de que sigue teniendo miedo, quiere hacerlo.
Quiere recordar porque quiere recordarlo a él.
Quiere saber qué tan profundo llegó Sakusa Kiyoomi en su vida pasada y si de verdad vale la pena seguir sintiendo que necesita verlo a todas horas para sentirse tranquilo. Desear que las cosas vuelvan a ser como antes y puedan besarse y acariciarse sin miedo a nada.
Porque, si le tuviera miedo, lo hubiese rechazado al instante que lo tocó esa vez cuando el piano. En su lugar, se aferró a él, porque sabía y sentía que no había lugar más seguro que estar rodeado por sus brazos.
Su mayor miedo, en ese momento, no es hacia Kiyoomi. Es hacia el rechazo que se imagina va a recibir de él si Atsumu no se vuelve a acercar. Sino es que actualmente ya le da asco acercarse a él por-...
No.
¿Qué hace quedándose ahí pensando en escenarios fatalistas?
Desafortunadamente, como si ya fuera costumbre el oír conversaciones ajenas, cuando llega a su estudio, lo oye hablando con Komori. Está a punto de dar media vuelta y evitar, de nuevo, oír algo que no quiere pero esta vez se queda sabiendo eso.
—Me asombra que no estés gritándome como de costumbre, Komori.
—¿Qué caso tiene? Tu nunca me escuchas de todas formas —Atsumu frunce la boca un poco. A juzgar por el tono de voz de ambos, de nuevo están enfadados—. ¿Enserio vas a dejarlo ir? ¿Luego de todo lo que has hecho por él y todo lo que te ha costado recuperarlo? —esta vez, la mueca del rubio es sustituida por una expresión de asombro y confusión. ¿Dejarlo ir? ¿De qué está hablando?
—No se trata de eso.
—Que me hayas pedido que saque documentación falsa para él bajo una nueva identidad ¿no significa que lo vayas a dejar ir? —Atsumu abre la boca para dejar salir un quejido que rápidamente silencia colocando una mano sobre esta. ¿Qué-...? ¿Qué acaba de-...? —. Kiyoomi.
—Durante toda su vida ha estado bajo órdenes de otras personas, obedeciendo siempre sin tener opción. No quiero que siga experimentando eso, el no tener opciones.
—¿Y te parece que se las estás dando al hacer esto a sus espaldas? ¿Tan siquiera ya te sentaste a hablar con él para intentar saber lo que querrá hacer ahora en adelante? Kiyoomi, si dices que lo amas, justo ahora te estás comportando como un cretino. En serio estás a nada de desvanecer la línea entre la ingenuidad y la estupidez.
¿Es...enserio?
¿Enserio quiere-...enviarlo a otro lado?
¿Esa es la solución que tiene para él y para todo ese asunto sin concluir?
No puede...
No puede simplemente decidir algo que él-...
Pero ¿Y si en verdad es mejor tomar esa opción y el privilegio de alejarse y olvidarse de todo para vivir una vida tranquila iniciando desde cero bajo otro nombre?
Si lo ve de ese modo, es una solución bastante lógica pero...si se va...¿Qué pasará con los chicos? ¿Qué pasará con Semi, Shoyo...? ¿Qué pasará con Kanoka? ¿Ella no se pondrá triste? ¿Qué pasará con las alianzas que supuestamente tiene con Seijoh y Karasuno?
¿Qué-...qué pasará con él?
¿De verdad...quiere deshacerse de él? ¿Luego de haberlo abrazado tan fuertemente y de decirle que-...
"—Besaría cada vértebra de tu espalda, si con eso puedo calmar un poco tu dolor."
Le duele el corazón.
Le duele el amor.
Le duele saber que-...
—¿No soy lo suficientemente importante para que pelees por mí? —escondiéndose en la habitación de junto, esperando a oír la puerta del estudio de Kiyoomi cerrarse para luego asomarse y ver a Komori alejarse por el pasillo, entra finalmente a donde está él para no ser interrumpido por nadie esta vez.
Entra y lo primero que brota de sus labios es eso.
Kiyoomi, de inmediato, voltea, pues tan pronto Komori se ha ido se ha acercado a la ventana para mirar hacia afuera.
Ahora, su atención está de vuelta en él.
¿En qué momento-...?
—¿E-Escuchaste mi conversación con Komori? —Atsumu se ríe con lamento, alzando los hombros al verse descubierto.
—Parece que se me da mucho escuchar conversaciones ajenas —dice, en un intento por sepultar el ardor que siente en la garganta y también en los ojos. Lo logra, al menos los primeros segundos, pero de ahí en adelante su lengua se suelta y deja que fluya todo lo que tiene qué decir—. ¿Sabes? Por primera vez estoy de acuerdo con algo que dice él. ¿De modo que ya le dijiste a él que me quieres pero a mí no? Y sí, con eso me refiero a que eres un cretino y un imbécil.
—Atsumu-...
—¡No he dejado de hablar así que cállate! —viendo que obtiene silencio de su parte, Atsumu continúa—. Dijiste que durante toda mi vida he vivido bajo órdenes pero al pedirme que me vaya lejos e inicie una nueva vida ¿no es lo mismo?
—Lo sería si no quisieras pero-...
—¡¿Y quien te dijo que quiero?! ¡¿Quien te crees para decidir por mí?! ¡Pues fíjate que no quiero! ¡Y que te quede claro que si no me he ido de esta casa no es porque me estés forzando a quedarme! ¿Quieres saber si te tengo miedo? ¡No lo sé! ¡Hay muchas cosas pasando por mi cabeza, muchos escenarios pero-...! —Atsumu se detiene, sintiendo la inminente comparativa del rostro entre Kiyoomi y ese hombre pero solo cierra los ojos, impidiendo que eso pase. Su mente no puede ser más fuerte que su voluntad—. Sé que...Sé que eres hijo de...ese monstruo —ante la mención, Kiyoomi baja la mirada, apretando los puños. Puede que Atsumu no lo vea debido a la penumbra, pero él también está lidiando con sus propios demonios en ese momento, con su propia inseguridad y su propio miedo al pensar que Atsumu esté por compararlos—. Y sé que...sé que me va a costar mucho aceptar eso. Quizá en el pasado logré hacerlo pero ahora todo es tan reciente que...—levantando la mirada, finalmente ve el estado en el que se encuentra Kiyoomi, sintiendo que su pecho se aprieta tanto de verlo así—. Yo sé...que no soy la única persona que lo está pasando mal con todo esto. También tu. Me lo estás mostrando ahora pero-...
—Lo que yo sienta, no importa. Lo único que sí lo hace, eres tú-...
—Pero esa noche que tocaste el piano, lo entendí —pasando por completo de su comentario, Atsumu da los primeros pasos bajo su voluntad hacia él—. Entendí que, al menos una parte de mi vida, de mi alma, fue tocada por ti. Fue salvada por ti. Y aunque no he logrado recordar algo más acerca de ti o de nosotros, mi cuerpo sí. Mi cuerpo lo siente. Mi cuerpo te recuerda. Mi cuerpo tiene memoria. En ese momento, cuando me tocaste, lo único que quería era que me besaras y que me abrazaras tan fuerte que hicieras se me olvidara todo.
La forma en la que el cuerpo de Kiyoomi reacciona a lo que está diciendo es tan similar a cómo lo hace el suyo mientras se acerca a él. Kiyoomi no se aleja pero su expresión está tan perdida en él, como en todo lo que está diciendo, como si fuera impensable para sí mismo creer.
—Sí, fue tu padre quien...quien me hizo todas esas cosas pero...pero si tú fueras como él —cuando acerca su mano a la de él y la ve alejarse, Atsumu lo entiende. A Kiyoomi también le está doliendo. Le está doliendo imaginarse que si lo toca, lo encontrará repulsivo. Repulsivo por ser hijo de ese bastardo y no al revés por ser Atsumu quien estuvo con él. Ante ese gesto, su deseo por tomar su mano aumenta todavía más, obteniendo un agarre férreo con la suya al final—. ¿No lo ves? Si fueras malo como él, te rechazaría. Te tendría miedo. Estaría temblando con solo tenerte cerca pero en cambio...lo único que estoy deseando ahora es que me abraces y no me sueltes jamás —a pesar de sus intentos por hacer que lo mire de vuelta, de que alce la mirada tan siquiera, Kiyoomi sigue apretando los labios y mirando al suelo.
Él, el terror de los hombres de la mafia, el Gran Líder, cabizbajo delante de él.
Temblando de la misma forma en la que él lo está haciendo aunque es obvio que Atsumu está liberando más lágrimas y estrés que él.
—¿Enserio no vas a decirme nada? —llevando sus manos a sus mejillas, le enternece en partes iguales el verlo así aunque pronto desecha la idea porque en realidad también le duele.
—Dijiste que te dejara hablar... —Atsumu suelta una risita irónica muy corta, apretando sus mejillas, ante tan tierna obediencia conferida hacia él.
—¿En serio no soy lo suficiente para que luches por mí?
—No se trata de eso. Siempre voy a luchar por ti solo, no quiero que sufras más. Solo tú importas...Lo que yo sienta o piense de ti es-... —angustiado de no ser claro y estresado de que Kiyoomi no entienda, Atsumu lo toma con más fuerza de las mejillas, comenzando a llorar de una forma más ruidosa. Si no lo entiende de esa forma, se lo va a gritar. No importa si se desgarra la garganta un poco más y Kanoka lo regaña luego por eso.
Esta vez no quiere ningún puto malentendido más.
—¿Qué no te das cuenta, Kiyoomi? ¡No voy a dejar de sufrir jamás! Ninguna persona puede evitar que cualquier cosa le dañe. El dolor existe por una razón. Para ser aceptado. Y yo...Yo quiero que luches por mí. ¡Y cuando digo luchar me refiero a que quiero que me pidas perdón porque quizá...! ¡Quizá estoy desesperado por perdonarte por ocultarme todo esto durante mucho tiempo, pero solo por eso y nada más! ¡No porque crea que me has arruinado o me has hecho daño de algún otro modo aunque la situación lo pinte como que sí y-...!
Arruinado, dice.
¿De qué otra forma ese hombre podría arruinarlo a parte de sentir dolor en el cuerpo al ver la forma tan desmedida con la que lo abraza, finalmente, ahora?
¿Arruinado por quererlo? Seguramente, pero Atsumu se sentiría más arruinado y desesperado si ese abrazo nunca hubiera llegado.
Si ese momento, en el que están los dos solos finalmente, abrazados como nunca antes, jamás hubiese existido.
Tal y como esa noche, Atsumu se aferra a él, oliendo todo su aroma, cubriéndose por completo de él, descubriendo que en verdad su esencia le tranquiliza. Hay humedad en el borde de sus ojos pero no le importa.
Está ahí, dejando atrás la envidia que sintió aquella vez en la que vio a Shoyo y a su novio abrazarse como si no se fuesen a mirar de nuevo, dejando salir sus sentimientos y cada uno de sus miedos acumulados y sus fantasmas dormidos mientras abraza al hombre que, desde el inicio, siempre fue para él.
—¿Y si luego te arrepientes? —lo escucha decir cerca de su oído, estremeciéndose.
—Estoy seguro de que no lo haré. No mientras seas tu, Omi.
Después de todo, está depositando lo último que queda de su confianza en alguien a quien su mente todavía no recuerda del todo pero su cuerpo y corazón sí.
Como si el tiempo se detuviera, va a creer en eso una última vez.
Va a creer en el hombre que olvidó.
En el hombre al que recuperó.
