Aclaraciones del capítulo: Como habrá muchos saltos de tiempo (pasado y presente) he decidido marcar un poquito los diálogos. De modo que cuando vean un diálogo en **cursiva** es pasado y cuando el texto esté en formato normal, es presente.
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Acerca de ti y de mí
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—Sé bueno, Tobio-kun. Y no causes problemas ¿de acuerdo?
En ningún momento a Tobio le pareció que alguna organización fuera diferente a la Familia Gu, o a la que, hasta hace unos años, él pertenecía antes de ser encontrado y reclutado por Atsumu.
Una organización que fuera del tipo que ayudaba en lugar de perjudicar.
Que no tuviera el perfil básico que tienen todas las mafias.
Que no trabajaran de forma violenta y criminal en las calles, dando palizas y extorsionando gente mientras que la rama más sofisticada dentro de ellas, solo se concentrara en atender asuntos de mayor importancia por los miembros de mayor rango de cada familia.
Eso era lo que pensaba.
Eso fue con lo que creció sabiendo hasta que pisó Karasuno por primera vez.
—Umm, jefe-... —Kageyama recuerda esa vez. La vez en la que se atrevía a tomar la mano de su líder en un impulso desesperado por saber qué hacía ahí y por qué Shoyo no había sido llevado al mismo lugar que él—. Hinata, ¿Qué pasará con él?
La mirada del joven líder de la Familia Gu siempre fue sólida delante de sus subordinados, especialmente delante de aquellos a los que no les caía bien pero que aún así tenían que obedecerle por ser el líder y por ser el hijo mayor de Harada.
Sin embargo, Kageyama, a pesar de ser menor que él, nunca le tuvo miedo.
Quizá porque, al igual que él, venía de una familia de renombre y, en el tiempo absurdo en el que Kageyama se sentía sumamente protegido y ajeno a los problemas de las demás personas, no le importaba nada más.
—Tobio pertenecía a Kitagawa Daichi. Una organización no tan grande como las 5 grandes familias de la mafia pero era una de las más antiguas— a la par de los recuerdos que se entretejen como ramas de árboles, Shoyo es el primero en iniciar su relato.
Han pasado casi dos semanas desde el incidente en la mansión del padre de Kiyoomi y las cosas poco a poco parecen reestablecerse en Atsumu. No completamente a como se encontraba y se sentía antes de que todo eso sucediera, pero sí lo suficiente como para sentirse un poco listo de enterarse de más cosas.
Cosas que son importantes —o fueron importantes para él— pero que tampoco le generarían mayor impacto a su salud de acuerdo a las recomendaciones que Kanoka y Futakuchi le han dado acerca de su estabilidad emocional.
Desde luego, en ningún momento está forzado a llenarse de información por la influencia de nadie más.
Shoyo y Semi, al igual que los chicos del bar, fueron unos de los primeros en ser conscientes de ello cuando la sugerencia fue puesta sobre la mesa en voz de los médicos de Sakusa respecto a la salud de Atsumu.
Por supuesto, Atsumu es el que decide siempre.
Es quién decide hasta qué punto se siente apto para seguir escuchando o seguir enterándose de cosas.
Después de todo, aunque todos estuvieron de acuerdo en darle el espacio necesario para sanar, tan siquiera, sus heridas físicas primero, ninguno ha tocado el tema de ese día o ha sido insidioso en querer que recuerde cosas por la fuerza. Kiyoomi, desde luego, se mantiene pendiente de él como nunca antes. A una distancia prudente de él sin agobiarlo y en ocasiones solo quedándose callado.
Como ahora que, aunque ha sido idea de Atsumu pedirle a los chicos del bar que cada uno le cuente su experiencia con él y la forma en la que se conocieron, no le quita la mirada.
Atsumu de vez en vez voltea a mirarlo solo para recibir un asentimiento de cabeza o alguna señal que le indique que lo que se está diciendo en esa habitación es real y no un invento, después de todo, parece que de todos en esa casa, quien lo conoce más a profundidad, es él.
—¿Kitagawa...Daichi? —Shoyo asiente, jugando un poco con sus manos—. ¿Y qué pasó con esa organización? ¿Por qué tu novio está en Karasuno? ¿No dijiste hace tiempo que fui yo quien los sacó de la familia Gu? ¿Cómo fue que terminaron ahí para empezar? —esta vez el más bajito sonríe un poco aunque para Atsumu es claro que el tema es delicado para él por la expresión que hace luego de sonreír.
—Tu fuiste quien nos salvó. Por ti es que estamos vivos.
—Cuéntame entonces, Shoyo.
Contarle...acerca de cómo Tobio tuvo que asumir un liderazgo a una edad muy temprana luego de que su abuelo, Kazuyo Kageyama, el, en ese entonces, líder de Kitagawa Daichi, fue asesinado.
—Tobio estaba por cumplir los quince años cuando eso sucedió. Y ha sido la ascensión a líder más pronta en la historia de la mafia. Y también la más cruel —. Atsumu engrandece los ojos, encontrando los de Shoyo casi vidriosos y retraídos. Luego mira a Semi que está serio y por último busca la mirada de Kiyoomi a unos pasos sentado impecablemente en un sofá, mirando y escuchando lo que ahí se dice.
Un asentimiento de su parte le hace volver la vista a Shoyo quien, a pesar de que no es precisamente su historia aún la que cuenta, está fuertemente enlazada por lo que Tobio Kageyama representa para él.
Individualista y severo, así lo describían sus compañeros antes de que Kazuyo y Miwa Kageyama murieran. Sin embargo, Miwa Kageyama solo solía reprocharle el ser un niño muy gruñón y cascarrabias. Y también alguien con quien es difícil ganarse su confianza apenas lo conoces, o al menos eso fue lo que Atsumu Gu también pensó al recibir una mirada furiosa y dolida la primera vez que lo vio.
—El jefe Miya hizo muy popular a la familia Gu por aquél tiempo pues se dedicaba a absorber a organizaciones más pequeñas que la suya para aumentar sus números. Familias que estuviesen lo suficientemente vulnerables como para atacarlas y tomarlas por la fuerza o lo suficientemente inestables para proponerles un trato económico.
"Miya", piensa Atsumu, reaccionando de una forma hostil al nombre, reconociendo también de quién habla Shoyo.
Tobio tenía apenas quince años cuando tuvo que hacerse cargo de un imperio de ese tamaño. Haciéndose de una responsabilidad que quizá, en algún punto de su vida, le tocaría tomar...pero no en ese momento.
Sin la madurez suficiente y la pérdida irreparable de su abuelo y hermana mayor, Tobio hizo lo que estuvo en sus manos para no dejar que Kitagawa Daichi desapareciera, aunque sus métodos lo llevaron a que se le considerara como un tirano que no reparaba en las necesidades de su propia gente.
Severo consigo mismo y opresor con los demás, les exigía a sus hombres mucho más de lo que podían.
—Kageyama podía ser arrogante en algunos casos pero él nunca fue engreído. Sin embargo, su falta de cuidado junto a su inexperiencia liderando a una organización siendo tan pequeño, hicieron que sus propios subordinados lo rechazaran y pronto también lo desestimaron como líder. Comenzaron a llamarlo: El Rey frío.
Sus hombres se volcaron en su contra, y aunque aún había un pequeño grupo de subordinados que creían en él, no pasó mucho tiempo para que Kitagawa Daichi ardiera, literalmente.
Fue entonces, que Atsumu Gu lo encontró.
Escarchado de humillación, coraje pero también determinación por no dejarse pisotear a pesar de las lamentables circunstancias.
Un Rey contra otro Rey.
Uno humillado y caído contra otro con mucho dolor acumulado con el paso de los años pero lo suficientemente en pie como para intimidarlo por mucho que Tobio pecara de tener esa mirada severa que muchos de sus ex subordinados decían que tenía siempre.
Pero para alguien con un pasado doloroso, siempre hay otro con el triple de eso.
—Tobio Kageyama ¿no es así? —Atsumu Gu no recibió respuesta esa vez. Lo único que recibió de parte de ese chico cubierto de escombro y con ojos rojos ardiendo como lava, fue desprecio—. Oye, no me mires como si tu desgracia hubiese sido ocasionada por mí. Ya suficiente mierda tengo encima como para hacerme cargo de las de los demás.
Miya Harada lo había enviado esa vez, como muchas otras en realidad, a hacerse cargo de cerrar tratos y de también posicionar a la familia Gu como una tiranía a la que no quedaba más remedio que obedecer de acuerdo a la situación que cada familia presentaba cuando estaba delante de uno de sus miembros.
—No tienes muchas opciones, Tobio-kun. Solo son negocios-...
—Tobio me contó que ni siquiera había salido del agua completamente cuando el hijo mayor del líder Miya se agachó hasta él y le susurró algo al oído. Nunca supo qué cosa fue. Estaba muy agotado como para entenderle. Al día siguiente, despertó en una cama y sus heridas habían sido atendidas. En menos de una semana, tu lo volviste parte de tus subordinados, no de los de Miya Harada —Hinata hace una pausa antes de volver a alzar la mirada y ver a los ojos a Atsumu, que sigue presa del relato en voz de él—. A los subordinados directos de Miya Harada, siempre les toca lo peor. El peor trato y las peores respuestas de su parte. Sin embargo, tú lo hiciste parte de tu grupo por una razón. Y Tobio te va a estar agradecido eternamente por eso, Atsumu.
Agradecido, ¿uh?
¿Agradecido por qué cosa?
¿Por no ser tan rufián como lo era ese al que se refieren ahora como su padre?
¿Solo por no ser "el menos peor"?
Atsumu no sabe cómo reaccionar a eso a pesar de que en los matices de la voz de Shoyo hay agradecimiento. Él ni siquiera recuerda al chico pero si pudiera adivinar qué fue lo que le dijo en ese entonces, o tan siquiera sugerir qué fue lo que pensó y lo orilló a tomar esa decisión, lo más cercano a una respuesta real —en base a lo que sabe ahora fue su comportamiento en el pasado—, sería que vio en él un dolor similar al suyo a través de sus ojos.
Los segundos que Atsumu toma para cerrar los ojos se vuelven eternos y es como si reviviera, tan solo un poco, de esa noche.
Tobio Kageyama había sido traicionado por su propia gente y había sido tirado al mar atado de piernas y brazos metido en una bolsa con piedras pero, él mismo había encontrado la manera de salvarse a sí mismo. Y se arrastró, con el pecho encogido y el reflejo de las llamas de la casa de su abuelo en sus ojos cuando miró atrás antes de que Atsumu Gu llegara y lo encontrara en ese estado tan lamentable.
—Yo...siempre voy a poder decidir —el Atsumu actual frunce el ceño, escuchando palabras que no son suyas. Y unas manos que se aferran furiosas a sus zapatos antes de que se de la media vuelta y se aleje.
Tal respuesta irracional y sin fundamentos brotando de un chico más joven que él le hizo volver sobre sus pasos y llevárselo.
Y lo hizo enfrentar a su padre, como tantas veces lo había hecho, para que finalmente Tobio Kageyama se quedara con él.
—¿Qué hay de ti? ¿Cómo llegaste a los Gu? —pregunta Atsumu, al cabo de unos minutos de recomponerse, mirando a Shoyo otra vez.
Esta vez Shoyo le cuenta sobre él. Resumiendo en palabras cortas y sencillas que él no pertenecía a ninguna mafia a diferencia de Tobio. Le cuenta que él solo era un civil hasta hace unos años. Uno al que desafortunadamente la policía japonesa nunca quiso prestarle atención al caso de su madre y hermana asaltadas y asesinadas por un criminal.
—Algunas personas hacen trato con gente de la mafia que se presta para cierto tipo de servicios.
Hinata tenía nombres, ubicaciones, cuentas de banco, números de seguridad social, absolutamente todo para poder dar con la persona que se habían llevado a su familia y ni así la policía había reparado en él ni había hecho el intento de ayudarlo.
—¿Me conociste así? ¿Yo te ayudé a-...? —Shoyo niega, sintiéndose, de pronto, más emocional que cuando se encontraba hablando de Tobio. Evidentemente porque la historia ahora es de él.
—Realmente no sé con qué tipo de personas me puse en contacto esa vez pero...no eran buenas personas. Ni para ayudar a alguien con dinero ni para hacerlo por alguien que no tenía.
Atsumu estaba por la zona en ese momento, en el momento justo para entrometerse y salvar a otra persona a la que quizá no era necesaria salvar.
Shoyo peleaba con piernas y brazos para liberarse de esas personas, y sus gritos habían sido tan fuertes que Atsumu no pudo evitar no desviar su vista hacia atrás. No era su deber realizar las cobranzas de los pagos de protección a los negocios clandestinos que estaban vinculados con su familia pero esa vez estaba ahí, en esos edificios deconstruidos por los años y el tiempo. Paredes erosionadas, estructuras en obra negra dejados a medias.
Una real y completa ratonera deplorable pero una mansión para personas que eran dejadas de la mano de Dios.
No era su deber.
No tenía por qué mirar.
Sin embargo, cuando Shoyo gritó a punto de ser abusado, simplemente disparó.
—Luego de eso, fui llevado por ti a un lugar seguro. Oíste mi historia a pesar de que no tenías por qué hacerlo. E hiciste lo que la policía no hizo en todos esos meses por mí.
Decir que no se sintió asqueado cuando miró la fotografía de la familia de ese hombre, sobre el buró a un lado de su cama, sería mentir.
Tenía una esposa y una hija de la misma edad que la madre y hermana de Shoyo. Y todavía tenía la dicha de dormir tranquilamente luego de haberle propinado dos balazos a la mujer adulta en el pecho y tres a la niña más pequeña.
Se merecía algo mucho peor definitivamente, pero Atsumu sabía que Shoyo no encontraría paz si simplemente lo entregaba a la policía. Lo había visto en su mirada ardiendo de ira y desesperación. Tan parecida a la de Kageyama Tobio.
Bajando el portarretrato hacia la superficie del buró, todo fue demasiado rápido. Al menos procuró usar un arma con silenciador para no alarmar tanto a la esposa como a la hija. Y simplemente salió.
La noticia salió en una nota muy pequeña en los periódicos y sin trascendencia, tal como la denuncia que la esposa del hombre puso el mismo día en el que su esposo fue hallado muerto.
Tal como la denuncia que Shoyo había puesto buscando justicia por su familia muerta meses atrás y en la que nadie reparó.
—Así es como se ve la injusticia en este mundo —Atsumu mirando a través de un vidrio polarizado, del otro lado de la calle al departamento de policía—. No quiero que me agradezcas, pero si de verdad quieres mostrar gratitud, entonces comienza por servirme, camaroncito.
—Shoyo. Soy Hinata Shoyo.
—Te doy la bienvenida al mundo real entonces, Shoyo.
—Poco después, me llevaste ante tu padre. Y volviste a hacerlo enfadar. Ahí conocí a Tobio —el tono dulce y secreto que hay en su voz luego de mencionar al chico hace que Atsumu, inconscientemente, mire de refilón a Kiyoomi. Esta vez no lo sorprende mirándolo pues sus ojos parecen atentos al relato de Hinata pero verlo ahí, sabiendo que hay un cosquilleo en su pecho como el que ahora el de cabello naranja debe estar sintiendo al comenzar a hablar de su persona amada, le hace estremecer un poco—. Nos enamoramos ahí. Lo mío fue amor a primera vista, creo —ríe un poquito, sintiéndose avergonzado de pronto—. Lo de él no sé, pero no importa. Solo sé que estamos juntos desde ese entonces.
Sintiéndose un poco mal de no darle el tiempo suficiente a Shoyo para que le cuente su historia de amor con Kageyama, Atsumu se inclina un poco hacia adelante, curioso.
—¿Y cómo fue que terminaron exiliados? ¿Cómo fue que los ayudé a salir de ahí?
Una vez más, Hinata vuelve a ser corto y claro.
—Tobio asesinó a uno de los subordinados de Miya Harada que intentó propasarse conmigo —Atsumu se asquea ante eso, terminando por apretar los puños—. Tobio lo impidió, desde luego, pero el haber asesinado a uno de los hombres de tu padre puso la cuerda en nuestros cuellos de inmediato.
—Hasta que tú volviste a ir en contra de tu padre, y los ayudaste —la intervención que esta vez hace Kiyoomi atrae la vista de todos pero más la de Atsumu—. Tu me contaste esto —antes de que Atsumu aparte la mirada del azabache por voluntad propia, es la afirmación de eso en voz de Hinata la que lo hace voltear, volviéndole a prestar atención al más pequeño.
—Luego de todo lo que pasó contigo, de la noticia de tu repentina muerte, pensamos que solo sería cuestión de tiempo para que Miya Harada nos encontrara. Que supiera que nosotros estábamos en el bar y que Tobio se encontraba en Karasuno a pesar de que te ordenó que nos mataras...hasta que Sakusa Kiyoomi apareció.
En vez de enfrentar a otras familias, Atsumu creó vínculos.
Karasuno fue uno de ellos.
Cuando devuelve su mirada a Kiyoomi, finalmente le está viendo.
¿A eso se refería Komori aquella vez? ¿Aquella vez que le gritó acerca de cuánto tiempo más podría Sakusa mantener la alianza entre Itachiyama y ellos?
La alianza no era entre Itachiyama y Karasuno.
Era entre Karasuno y él. Atsumu Gu.
¿Están diciéndole que luego de supuestamente morir, fue Kiyoomi quien tomó el rol de protegerlos debido a él?
—¿Tú los protegiste...por mí? —Kiyoomi no responde, pero no porque se sienta avergonzado de ser descubierto, sino porque la expresión que Atsumu le hace en estos momentos es como si quisiera llorar y eso lo pone mal.
—Karasuno siempre ha sido una organización que hace las cosas de un modo diferente a los demás. Nunca pasan desapercibidos aunque en ocasiones los tachan de tibios y justicieros, dando una imagen errónea de lo que implica ser una mafia real.
Mafia real, dice.
Atsumu no sabe qué tantas cosas erróneas hay en la explicación que ha dado Komori, quien evidentemente también está ahí por Kiyoomi, pero de pronto siente que quiere escuchar más a cerca de ellos.
Así pues, gracias a la intervención de todos, se entera que Karasuno, en realidad, es una de las organizaciones más antiguas a diferencia de la de Itachiyama y Seijoh, por ejemplo.
—La mafia nunca ha sido una especie de organización que haga el bien. No nos dedicamos a alimentar a los hambrientos pero Karasuno siempre se ha representado como una organización solidaria.
Atsumu se entera también de que su actual líder, Ukai Ikkei, fue la otra persona que apoyó a Kiyoomi —además de Seijoh— durante su primera noche de reunión asistiendo como el Gran Líder.
—Karasuno era una organización poderosa pero se esclavizó al pasado y a su dinámica extraña por ayudar gente en lugar de obtener algo a cambio de ellas. Las demás mafias los ven como débiles, pero te aseguro que son tan letales como cualquier otra. No por algo pertenece al ranking de las 5 familias más poderosas —reza Komori—. Son abiertos a las opiniones, siempre y cuando tengan sentido, y aunque pueden parecer una organización muy tradicional, están lejos de ser poco sociables.
Trabajar en equipo.
Ser una organización poderosa pero contemplativa y no irracional.
Además de que a menudo desafían el concepto de lo que significa ser una mafia en sí al ayudar a otros.
Honestamente, Atsumu ahora puede entender un poco el motivo que, en el pasado, lo llevó a vincularse con ellos. Y de poner al novio de Hinata en sus manos.
Hinata también lo entendió de inmediato el día en el que le cuestionó al joven líder de la familia Gu acerca de por qué los separaba y por qué le confiaba la seguridad de Tobio a ellos.
Para Tobio, sin embargo, a pesar de que él sí entendió, tiempo después de que Atsumu lo dejara al cuidado de Karasuno, el por qué lo hacía, la espera de cada mes por ver a Shoyo se volvía agobiante.
—Son como Hikoboshi y Orihime —dijo aquella vez Sugawara Koushi, un miembro de alto rango de la cuadrilla de Karasuno mientras transcurría el primer mes estando ahí—. No eres de los que hablan mucho ¿verdad? —en respuesta, Kageyama guardó silencio. No tenía nada bueno qué decir además de que su poca capacidad de ser social, sumado a que ahora estaba en una organización nueva y desconocida, tampoco ayudaban mucho a su imagen—. No estés tan ansioso. Todo eso se traduce en tu dura expresión y eso no te hará hacer amigos aquí-...
—¡No vine a hacer amigos! —acostumbrado a responder al filo con los Gu, Kageyama se arrepintió de eso casi de inmediato. El joven líder Gu le dijo que se comportara o sino no le cumpliría su petición de ver a Shoyo al menos una vez al mes. Tiene qué calmarse—. L-Lo siento mucho-...
—Ya veo que él tenía razón. Si sabes pedir perdón, significa que no eres como los Gu —Kageyama levantó la mirada, tímida e indecisa hacia él, la misma mirada que ahora tiene sobre un punto fijo en uno de los jardines de la casa central de Karasuno. Entre el Tobio de ese momento y el de ahora parece que hay un abismo de distancia, o quizá solo es la preocupación de no saber nada de Shoyo ni de La Faire desde hace dos semanas, lo que lo tiene así. El mismo tiempo en el que llegó a sus oídos la noticia de que el bar había sido atacado por los Gu.
Kageyama quiso ir de inmediato, por supuesto, pero fue cruel y duramente detenido por sus superiores para no hacerlo.
—¡Estás en Karasuno ahora! ¡Y portas una máscara nuestra! ¡Cualquier cosa estúpida que hagas nos pone en riesgo a todos, idiota! —ese era Tsukishima, el intratable y molesto rubio de ojos irritables con el que no se ha llevado bien desde el día en el que llegó ahí.
El mismo rubio que ahora está a un lado de Yamaguchi a las afueras de la oficina de Ukai Ikkei luego de escuchar como Kageyama entra corriendo tras Tadashi irle a decir acerca de las nuevas noticias sobre La Faire.
—Sho-Shoyo...Él...¿Él cómo está? ¿Está bien? ¿E-Está herido? —eso último ha brotado de su garganta como un mero temblor.
—Él está bien así que respira, Tobio-chan —cuando el azabache escucha a Ukai decir eso, es como si toda la vida le regresara al cuerpo. No puede creer que tenga tantísimas ganas de llorar ahora—. El bar, por otro lado, no corrió con la misma suerte. Pero descuida, el pequeño está con Sakusa Kiyoomi. Están todos bajo su protección ahora —Tobio apenas asiente, haciendo un sonido raro con la nariz para no llorar a sabiendas de que el nieto del líder, Sugawara y Sawamura, están ahí también oyendo.
—Yo...¿Puedo ir a verlo? Por favor...Necesito que-...
—No sería prudente y sería muy arriesgado —comenta Kenshi, el nieto del líder, a un lado de él.
—Pe-Pero-...
—Kageyama —Tobio voltea a ver a Sugawara, ansioso y con los ojos picándole. No dice nada. Ha sido un llamado de advertencia solamente, uno muy sutil. Al azabache no le queda más que asentir, agradeciendo haber sido informado, para luego salir de ahí con la cabeza gacha y los puños apretados.
Tsukishima y Yamaguchi ya no están en el pasillo y enserio lo agradece. No por el castaño sino porque no sabría cómo iba a reaccionar en caso de que al rubio se le ocurriera decir alguna estupidez.
—¡Kageyama! —Tobio no voltea esta vez, solo se queda quieto esperando que Koushi le alcance hasta donde está—. Lamento haberte hablado así hace un rato —el muchacho no responde ni tampoco asiente—. Sé que quieres verlo y estoy seguro que él también se muere por verte pero debemos ser prudentes. Mucho más ahora que-...
¿Que qué...?
Kageyama lo voltea a ver como si temiera que algo ha pasado aunque Koushi lo tranquiliza cambiando un poco el tema.
Kageyama no puede dormir por esa noche pero al menos se siente tranquilo de saber que Shoyo se encuentra bien.
Atsumu, por otro lado, es otro que tampoco puede dormir. Y mucho menos ahora que ha escuchado algunas historias sobre cómo es que llegó a la vida de esos chicos. Da vueltas en la cama quedándose mirando en un punto a la nada cada que su mente parece reiniciarse.
Le sorprende, en serio, que su mente esté soportando toda la información. Sabe que es de forma gradual pero no por eso el sentimiento de querer recordar todo lo antes posible le abandona el pecho.
Por una parte, por supuesto que quiere, pero por otra, sigue aterrado.
¿Qué pasa si desentierra cosas que no va a ser capaz de soportar?
¿Hay algo peor además del abuso que sufrió cuando era un niño?
No lo sabe pero, honestamente, tiene mucho miedo de que algo así vuelva a ocurrir. Aunque, cada que tiene pensamientos así, en los que está a punto de hundirse y desquiciarse de nuevo, ha recurrido a pensar en Kiyoomi. Y a aceptar su compañía todas las noches que va a su habitación y se queda ahí, en el mismo sofá, tal como la primera vez que lo hizo hace una semana atrás.
Desde esa vez, Atsumu no toma su mano.
En ese momento, estaba muy desesperado y ansioso por tenerlo cerca para poder dormir, y aunque ahora no es que no se esté muriendo por no tomarla, prefiere no hacerlo.
Aún no se siente listo pero...quiere estarlo.
Kiyoomi no se molesta ni un poco. Al contrario, es comprensivo al no cuestionarle nada.
Atsumu quiere que hable más, que hable más acerca de ellos. Poco a poco, y mientras ha oído la historia de Shoyo y su novio, ha tenido ganas de saber la suya con él. ¿Es tan trágica como la de ellos o es peor?
—Gracias... —dice, al cabo de unos minutos en los que Kiyoomi ha entrado a la habitación y se ha puesto cómodo en el sofá. Ya no es uno de una sola pieza, esta vez es uno alargado en el que fácilmente podría entrar una persona acostada. Atsumu lo prefiere, de ese modo no se sentirá mal de saber que el moreno no puede dormir cómodamente por estar ahí con él.
—¿Gracias por qué?
—Por venir a verme todas las noches —Atsumu suspira, abriendo su mano pero cerrándola de pronto al ver que la de Kiyoomi está muy lejos. El sofá no está pegado al borde de la cama, está a una distancia prudente de él pero quisiera que estuviera un poco más cerca al menos. Aún así, no se queja. Es más de lo que podría recibir ahora de él—. Duermo mejor cuando estás cerca —confiesa aunque eso no ha sido un misterio para Sakusa desde el día del piano. Atsumu cayó completamente rendido esa vez—. Gracias... —repite, y esta vez sí que el azabache hace una mueca confusa. ¿Ahora por qué le está agradeciendo?—. Por proteger a Shoyo y a su novio. Por...no abandonarlos a pesar de que yo me fui —no quiere decir "morir" porque en realidad no lo hizo aunque, si lo medita un poco, es como sí lo hubiese hecho.
Cuando Atsumu Gu murió, un nuevo Atsumu nació.
Actualmente...¿Él es la sombra de su pasado? ¿Es, tan siquiera, un poco parecido a lo que fue hace tiempo?
Los líderes de la mafia, incluso los subordinados que son de rango menor, todos parecen estar orgullosos de pertenecer a sus organizaciones y de perfilarse como personas distintas a las personas comunes.
¿Él era así?
¿Se vanagloriaba por su posición?
Seguramente no. O al menos no tanto considerando todo lo que había sufrido pero-...
—¿Hay...Hay algo del Atsumu que conociste que quede en el que ves ahora? —esa pregunta la ha querido hacer desde hace tiempo solo que no sabía cómo formularla ni a quién hacérsela. Ahora que ve a Kiyoomi a los ojos, mientras ambos están recostados a metros del otro, a pesar de la penumbra, siente que quiere perderse en su mirada. Suspirando, se replantea un poco la pregunta, quedando con la mirada fija en el techo—. ¿Tan siquiera soy la misma persona en la que te fijaste hace tiempo? —Atsumu cierra los ojos, tampoco sintiéndose listo para usar la palabra "enamorar" en una oración.
Ha quedado implícito, desde luego, que se refiere a ellos dos.
A lo que tuvieron.
Si es que de verdad tuvieron algo.
Sin darse cuenta, se siente ansioso por saber más sobre eso.
—Ni siquiera sé qué Atsumu soy ahora —deja de ver el techo, volviéndose a poner de lado. Hacia el lado donde puede ver a Kiyoomi con el rostro pensativo, escuchándolo atentamente—. Lo que se dijo hoy acerca de mí me hizo sentir que, dentro de todo lo malo, era una buena persona.
—Lo eras. Y lo sigues siendo —Kiyoomi se apresura a contestar y Atsumu le devuelve el gesto con una sonrisa suave—. Pero me molestaba que lo fueras todo el tiempo— El rubio lo mira, extrañado.
—¿Te molestaba?
—Sí, porque nunca pensabas en ti —Atsumu entreabre los labios solo para emitir una exhalación entrecortada—. Pensabas primero en el bienestar y cuidado de los demás, antes que en el tuyo. Y eso era algo que no soportaba de ti —para este momento, Atsumu tiene trenzada la garganta. Duele un poco pero la sensación en el pecho es asfixiante—. Discutimos muchas veces acerca de eso —esta vez Atsumu camufla un quejido lloroso con una risa temblorosa antes de decir:
—¿Tú y yo discutiendo? No me lo puedo imaginar —dice, intentando encontrar el lado lleno de humor a eso pero al cabo de unos segundos, se queda sin argumentos—. ¿Sabes? Creo que eso es un mal hábito del que aun no puedo deshacer ¿no crees? —dice, y esta vez no le importa que la voz se le corte o sus ojos estén más vidriosos. Le importaría y se molestaría seguir llorando frente a otras personas, pero con Kiyoomi siente que puede hacerlo fácilmente—. Ahora que...Ahora que sé quién soy, las cosas que dije e hice, me hacen creer que soy un completo extraño para el Atsumu que soy ahora —hace una pausa antes de continuar—. Atsumu Gu ayudó a mucha gente en el pasado pero no creo que haya sido un héroe. No si me encargaba de perjudicar a mi propio hermano —esta vez, Kiyoomi sí se enfada. Al menos esa es la interpretación que el rubio tiene al verlo sentarse de golpe en el sofá y mirarlo con el ceño fruncido.
—No había nada que no hicieras por Osamu. Él no era tu responsabilidad y aún así diste todo de ti para protegerlo y-...
"¿Y así fue como te pagó?"
Kiyoomi se abstiene de finalizar esa pregunta por el bien de Atsumu pero queda sobre entendido.
—Eso no minimiza el hecho de que lo traicioné.
—Atsumu —cuando Kiyoomi se pone de pie, el rubio se tensa, pero se le va el aliento cuando solo lo ve hincarse a unos pasos de su cama, mirándolo—. Ser fuerte, ahora no es tu única opción.
Eso...
¿Eso es algo que él dijo hace tiempo o por qué se le ha desencadenado el llanto tan pronto lo ha escuchado de boca de Kiyoomi?
Se siente...tan abatido de nuevo.
Tan roto.
Tan...
—¿Puedo? —Atsumu reacciona tarde a su pedido pero incluso si se demoró, Kiyoomi no toma su mano hasta que él asiente. Solo la sostiene, tal como aquella noche, aunque segundos después la cubre con su otra mano y la acaricia—. Tú decías que ser fuerte era tu única opción en el pasado —el de ojos dorados ríe, sintiendo toda su garganta arder y doler. Entonces sí era...Sí era como pensaba—. Que era tu única opción para no seguir siendo lastimado. Y tenías razón. Nadie... —Ahora es Kiyoomi quien se interrumpe, aguardando uno segundos como si estuviera debatiéndose internamente en si continuar hablando—. Nadie tenía porqué tocarte. Ni lastimarte. Nadie tenía que hacerte daño. Yo...lamento mucho haber llegado tarde para impedir que eso sucediera. Para protegerte.
Haber llegado tarde, dice.
Porque cuando Atsumu tenía diez y le hacía todo tipo de cosas horribles, Kiyoomi seguramente debía tener seis años.
Seis años, solamente.
La cruel ironía de eso es demoledora para los dos pero más para Atsumu que, sin darse cuenta, ya tiene enterrado el rostro en el pecho de Kiyoomi, mientras este lo abraza con fuerza. No pide permiso esta vez, no hace falta con la forma en la que Atsumu lo abraza con sus brazos temblorosos.
Sabe que lo necesita.
Que ambos necesitan sentirse cerca para sanar.
Atsumu, hasta hace unos días, estaba aterrado. Aterrado de pensar que todo lo que había estado sintiendo por Kiyoomi, antes de enterarse de lo sucedido, se terminara esfumando. Que todas esas cosquillas, esos suspiros, esas ganas de besarlo, serían eliminados de su vida ahora que sabía que era hijo de ese hombre.
Sin embargo, mientras más lo abraza, mientras más se permite escuchar, entenderlo, más se confirma que él y su padre no son iguales.
No lo son y nunca lo serán.
Y debido a ello, Atsumu Gu busco consuelo y refugio en él a pesar de que todo estaba dispuesto para que odiara a su hijo.
Puede que aún no tenga la certeza de eso porque aun no recuerda nada acerca de ellos dos pero...lo siente. Lo siente en su corazón. Lo siente en sus manos acaloradas aferrándose a él en busca de protección.
No quiere separarse de él.
No le importa ya hijo de quién sea.
Solo quiere quedarse a su lado.
Quiere recordarlo.
—¿Sabes? —Kiyoomi hace un sonidito de que le presta atención. Sin darse cuenta ya están ambos en la cama. Él con la espalda pegada al respaldo y Atsumu entre sus piernas aunque sin mover mucho los brazos. Sakusa está igual, no lo toca a menos que él se lo indique —. Por un momento...creí que serías como él —estando tan cerca, Atsumu siente como Kiyoomi se tensa ante eso—. De hecho, aún no sé exactamente cómo eres más allá de lo que ahora me muestras pero... —guarda silencio antes de mirar hacia las cortinas—. Siento que te necesito para no volverme loco con todo esto —avanzando, recostando su cabeza en el hombro ajeno, Kiyoomi solo arrima su cabeza contra la suya, cerrando los ojos un momento mientras se graba ese momento para siempre—. Por eso, quiero recordarte. Quiero saber qué tan fuertes eran mis sentimientos por ti en el pasado. Qué fue lo que me hizo acercarme a ti...a pesar de las circunstancias —a pesar de que Kiyoomi es hijo de su abusador.
—Con el tiempo recordarás —oye a Sakusa, tan conciso como es siempre. Una característica muy única de él que, en ese momento, a Atsumu le causa gracia. Es decir, si de verdad se enamoró de él en el pasado ¿Cómo es posible que alguien tan hablador como lo es él se haya fijado en alguien tan callado? —. No te exijas más de lo necesario —el cabello de Kiyoomi le da cosquillas cuando levanta el rostro.
—¿Y qué va a pasar si no puedo recordar?
—Incluso si no puedes, permaneceré a tu lado para siempre.
Para siempre...
Para siempre es una promesa incierta.
A pesar de eso, Atsumu se queda dormido con eso en mente, esperando que a la mañana siguiente sea un día mejor.
Y ese para siempre comience.
.
I
.
A Atsumu le gusta regar y cuidar las plantas que hay en los jardines de casa de Kiyoomi.
Algo que, piensa, es un genuino deseo de su yo actual. Le gusta cuidar de ellas ahora que se permite que le de un poco el Sol luego de casi dos semanas del incidente con Osamu Gu.
Osamu...
Cada que piensa en él, su mente se alborota y comienza a doler.
Kanoka y Futakuchi comparten con él que no tiene por qué asustarse. Kanoka lo dice de una forma más dulce, desde luego, pero la conclusión a la que llegan ambos es que pasará un tiempo en el que su mente se encuentre estable y deje de tener esos momentos en los que se queda mirando a la nada y se queda callado.
Atsumu oye sus recomendaciones solamente, yendo a su propio ritmo a pesar que sabe que no tiene una eternidad para pensar qué va a hacer a partir de ahora. Por supuesto que Kiyoomi no lo presiona para nada. De hecho, apenas tocan el tema de sus recuerdos a menos que él inicie con la conversación, y de la última vez que lo hicieron ya tiene un par de noches. Pero que Atsumu no lo comparta en una conversación con alguien más no significa que no esté todo el día pensando en sí mismo.
Incluso ahora, mientras riega las plantas como si fuera una anciana de 80 años con un cobertor larguísimo envolviendo sus hombros, su mente no descansa.
Kanoka le ha dicho que está bien. Que salir al jardín es parte de su recuperación, aunque siempre que lo hace Atsumu es custodiado por varios hombres de Itachiyama y hasta de los chicos del bar. Con Shoyo comparte muchísimo tiempo en el que él sigue contando cosas acerca de sí mismo.
Hoy, sin embargo, se ha levantado más temprano que de costumbre. Y ha pisado el jardín mucho antes que la cocina pues aún no tiene nada de hambre.
Mira las flores lilas que tiene en frente y por un momento recuerda que hoy no hubieron flores Nomeolvides para él. Sin darse cuenta, se ha acostumbrado a verlas desde muy temprano en el jarrón de su ventana. ¿A Kiyoomi se le olvidó?
Sí, bueno, debe ser un hombre muy ocupado como para recordarlo siempre y él debe estar muy mimado de su parte como para sentir que se enfada un poquito por eso pero tampoco hace un escándalo mayor. Es temprano, aún no amanece siquiera, pero él ya está ahí, paseándose por el jardín mientras arrastra el cobertor por el pasto bien cuidado de Sakusa.
Y está descalzo.
Por un momento, mientras se queda quieto acariciando las hojas, le viene a la mente un recuerdo acorde a ese mismo instante.
Ese elegante Hanbok paseándose por un jardín con un enorme estanque.
—'Tsumu-ah.
La mano de Atsumu se detiene en el presente, reconociendo claramente esa voz.
—'Tsumu-ah. ¿Sabes? Mamá te va a contar un secreto.
—¿Un secreto?
—Sí. Un día, cuando seas mayor, vas a tener a esa persona contigo al despertar. Despertarán hasta muy tarde, siempre está bien hacerlo de vez en cuando ¿sabes? Abrirán los ojos juntos y luego se mirarán. Y rodarán por la cama, jugarán, se abrazaran y se reirán. Luego se harán de comer, y luego se volverán a dormir. Y repetirán todo al día siguiente. Y no será aburrido en lo absoluto porque sabrás con quién estás. Un día, Tsumu-ah, vas a ser muy feliz. Y sabrás lo bonita que es la vida a pesar de tanta maldad. Y entenderás que de eso se trata vivir.
De sentir.
De querer.
De estar.
De amar.
Luego de eso, varios besos caen sobre las mejillas de un Atsumu infantil. Primero de a dos. Luego de a tres. El pequeño Atsumu se inclina hacia Gu Ye Eun en busca de su cariño, de su afecto, de su calor mientras Gu Ye Eun lo baña con todo su amor oyendo como su hijo se retuerce de la risa cuando sopla su mejilla para luego continuar caminando, los dos descalzos, por el jardín.
Y ríen.
Y siguen riendo.
Y luego, desaparece.
—Atsumu.
Y quien está ahora frente a él es Kiyoomi.
Su expresión es una mezcla de preocupación y cariño con la que Atsumu apenas puede lidiar sintiendo aún los remanentes del recuerdo que acaba de tener sobre sus párpados.
—¿Qué pasa? ¿Estás-...?
—Recordé algo —dice el rubio con un hilillo de voz emocionada. Kiyoomi acentúa más su preocupación creyendo que ha sido algo malo pero en cuanto Atsumu sonríe mientras se seca las lágrimas con el borde del cobertor, su respiración se tranquiliza—. Creo que era mi madre. Éramos los dos de hecho. Y ella me hablaba con tanto amor que-... —Atsumu no sabe si llevarse una mano a la boca o simplemente dejar que fluya. Quedarse frente a Kiyoomi o voltearse porque debe verse horrible llorando y es muy temprano para que esté haciéndolo.
Gu Ye Eun, la madre de Atsumu, es una de las personas a las que no tuvo la dicha de conocer pero gracias a los relatos que el hijo mayor de Harada solía compartir con él, Kiyoomi siempre se imaginó que Atsumu era como ella.
Una buena persona a la que le habían sucedido cosas malas.
—Fue un buen recuerdo entonces —declara Kiyoomi suavemente, mientras le quita del cabello un par de hojitas secas que tiene por ahí.
—Sí. Sí lo fue —luego de eso, el azabache le da el tiempo necesario para que deje de sollozar y se recupere, lo cual no demora mucho cuando Atsumu vuelve a hablar—. Olvidaste las flores —revela, sonriendo algo tímido. No se suponía que le reclamaría a cerca de eso pero luego del recuerdo con su madre, Atsumu se siente influenciado a configurar esa memoria y pensar en Kiyoomi como el "alguien" a quien Gu Ye Eun se refería.
Kiyoomi no ríe ni tampoco es del tipo de persona que es sumamente alegre, pero no le importa. A él le trae paz y está seguro que su madre quedaría encantada con él si viviera.
—No las olvidé —dice, seguro de sí mismo, antes de que Atsumu entiende el gesto de ver su mano abierta hacia él en una invitación para que la tome. A Atsumu solo le toma unos segundos aceptar, caminando con él por el jardín hasta dirigirse a la zona poniente de la casa.
Nunca ha ido a esa parte y mucho menos ha visitado el jardín que hay ahí porque, hasta donde sabe, esa área está un poco más privatizada que las demás.
Pero ahí está, con el amanecer en la punta del cielo a punto de salir, con Sakusa tomando su mano y él arrastrando el enorme cobertor mientras camina a su lado descalzo como un niño.
Tal como lo hizo con su madre alguna vez.
Una vez llegan, los ramilletes de las Nomeolvides atraen la mirada de Atsumu inmediatamente. Tan azules y con su centro amarillo, pareciera que destellan apenas las toca el sol, brillan, dándoles un aspecto cálido y agradable a ese pedazo del jardín.
—¿Siempre estuvieron aquí? —pregunta, acercándose él solo primero a las flores.
—Y siempre seguirán aquí para ti.
Una flor que exige pocos cuidados en honor a su nombre, cuando Atsumu voltea a mirar a Kiyoomi, ve un pedido humilde en sus ojos empañados de un sentimiento inexplicable hacia él.
Como si durante todo este tiempo hubiera pedido justamente eso.
No me olvides.
Alguien que teme ser olvidado.
Para Kiyoomi, las sonrisas que le da Atsumu en este momento, son pequeñas vendas que sirven para frenar su propia angustia y sus propias inseguridades. Para frenar esa impotencia que ha cargado con él por años así como la sangre que brota de sus heridas más profundas a base de puñaladas y sucesos trágicos.
Atsumu fue, es y seguirá siendo siempre su luz.
Incluso si no lo recuerda, él lo seguirá amando.
Lo seguirá cuidando, lo seguirá regando.
—Hace unos días, dijiste que lo que tú sentías no importaba. Que yo estaba primero. ¿Sabes lo triste que suena eso? —regresando sus pasos hasta donde está él, el de ojos dorados se queda a solo unos centímetros del hombre con lunares en el rostro—. No quiero que vuelvas a hablar de ese modo, o que minimices lo que tú también estás sintiendo con todo esto. No soy el único que debe sanar —Kiyoomi baja la mirada apenas un poco antes de que Atsumu le toque la mejilla con un dedo, como un niño pidiendo atención—. La persona que vive dormida dentro de mí está disgustada. Dice que odia verte así. Y que va a golpearte tan pronto despierte —no lo hace. De hecho, Atsumu acaba de inventarse eso pero es suficiente para que Kiyoomi amplié un poco los ojos mientras lo oye—. Kiyoomi —el azabache cierra los ojos siendo arrullado por el roce de su mano sobre su mejilla y por la forma en la que dice su nombre.
Atsumu también lo está sintiendo, ese cosquilleo que emerge desde su ser interior y se arremolina en su vientre, subiendo por su cuerpo hasta llegar a sus manos.
No recuerda en qué momento dejó de referirse a él por su apellido y comenzó a llamarlo por su nombre. Quizá fue algo involuntario o solo es el reflejo de no querer mencionar su apellido para no sentir que lo asocia con su padre.
No quiere pensar en eso, ni sentirse así.
—¿Podrías tener un poco más de esperanzas que yo en que podremos superar esto? —la mano de Kiyoomi toma la suya y aunque se sobresalta y el cobertor resbala por uno de sus hombros cuando lo hace, él ya se lo está acomodando de regreso mientras entrelaza su mano con la suya, ahí, sobre su mejilla.
—Lo siento. Por todo —Atsumu arruga la nariz, los ojos y frunce la boca—. Mi deseo por querer que no volvieras a pasar por el mismo sufrimiento que pasaste antes, te ha ocasionado incluso más dolor. Haré cualquier cosa que me pidas ahora. No te mentiré más.
—Eso suena bien —dice a duras penas, dejando que el impulso y el deseo por apoyarse en él, ceda. Apoyar su mejilla en un hombro ajeno nunca se había sentido tan satisfactorio como ahora.
Envuelto en un cobertor, rodeado de pequeñas flores azules, y de los suaves brazos de Kiyoomi.
—¿Tu herida se ha sanado por completo? —pregunta Atsumu luego de varios minutos. De hecho, ya ha amanecido completamente y aunque su estómago ya pide algo de comida, pasearse por el jardín con Kiyoomi a un lado es algo que definitivamente acaba de descubrir que le encanta.
—Sí, no tienes que preocuparte por eso —Atsumu frunce el ceño un poquito.
—Recibiste un disparo por mi culpa, ¿Cómo no quieres que me preocupe?
En todo ese tiempo en el que ha estado lidiando con el caos que hay en su mente, en algún punto de la semana anterior recordó en qué condiciones fue que regresaron ambos de ese lugar. No solo se alteró demasiado al recordar que Kiyoomi había sido herido por protegerlo sino también por pensar, finalmente con conciencia, acerca de lo que sucedió ese día.
De modo que tiene un hermano menor.
Además de que hay un tipo que también podría ser su familia.
Y ambos lo odian y lo quieren ver muerto.
Van a tener qué hacer fila, piensa, pues parece que hay toda una sala de espera a querer hacer eso.
Sin embargo, ahora, lo único en lo que se concentra es en él.
En él y en Kiyoomi y la manera tan poco seria que tiene de referirse a una herida. ¿Qué no se preocupe? ¡El hombre bloqueó el disparo que iba dirigido hacia él? Que de gracias que solo fue en el brazo y no en otro lado.
De solo pensar en Kiyoomi herido, le da escalofríos.
—Estaba más preocupado por ti —revela y Atsumu le cree de inmediato.
Al punto en el que ha avanzado esa extraña relación que tiene, siente que todo lo que dice es sincero. Haciendo una expresión así de preocupada ¿Cómo se supone que no le crea?
—Supongo que siempre ha sido difícil lidiar conmigo ¿no? —haciendo ese tipo de comentarios que aluden a un pasado que no recuerda, de alguna forma Atsumu piensa, gracias a toda la información que ahora ha reunido respecto a sí mismo, que su forma de ser era lo que le traía conflictos con las personas siempre—. Seguramente era un desgraciado muy desesperante para todos —Atsumu voltea a mirar a Kiyoomi, y es la primera vez en esas dos semanas que le ve hacer una mueca como si aquello le diera gracia—. ¿Sí lo era?
—Pues-...
—¡Jefe! —Kiyoomi se interrumpe al ser llamado por uno de sus hombres desde el pasillo semi-techado de la casa. Atsumu también se queda de pie ante el grito pero lo que no entiende es por qué el hombre viene tan agitado—. Hay...Hay alguien que vino a verlo.
—¿Quién?
—El jefe Iizuna.
.
II
.
—Lindas remodelaciones le ha hecho ese niño a esta casa, ¿eh? Se ve diferente a la última vez que estuve aquí.
—Jefe Iizuna —el comentario anterior queda desatendido cuando se escucha la voz de Komori detrás de aquél hombre alto y de complexión fibrosa. De inmediato una sonrisa complacida se extiende por su rostro al voltear y empezar a caminar hasta llegar al chico que apenas termina de hacer la reverencia, ya es abordado por un abrazo sorpresivo y asfixiante—. ¿Auch?...
—Mírate, Komori. Ya te ves como todo un hombre.
—Sí, bueno...Es parte de crecer, supongo —dice el castaño de cejas pobladas, intentando sonar amable porque, honestamente, con todo el estrés que ha tenido encima las últimas semanas, apenas se le ha visto con una expresión tranquila.
—Dios, ya hasta hablas como ese mocoso. Debe ser agotador tratar de seguirle todavía el ritmo y cumplir lo que pide, ¿no? —esta vez Komori sí que hace una expresión distinta, la de rodar los ojos con bastante ironía pues es incapaz de contradecir al hombre de ojos marrones que todavía conserva la sonrisa.
—No tiene una idea de cuánto —responde, oyendo ahora la risa del hombre.
Claro, Iizuna mejor que nadie sabe de primera mano el tipo de desgaste mental, físico y emocional que implica ser la mano derecha de un líder de Itachiyama, además de ser el guardián de Kiyoomi, después de todo, él lo fue durante muchos años en el pasado.
—¿Y? ¿Dónde está ese niño grandote? Ya vi y oí en cuántos problemas se ha metido-...
—Iizuna.
Esa es la primera vez para Atsumu viendo a Kiyoomi ser tan efusivo y demostrativo con alguien más.
Nunca lo había visto abrazar a alguien así, ni siquiera a Komori.
Ha sido como ver a un hijo abrazando a su padre, y por la forma en la que ese hombre alto de ojos marrones le devuelve el gesto con la misma intensidad, definitivamente es porque debe tratarse de alguien a quien no solo conoce desde hace tiempo sino a quien le tiene un gran aprecio.
—Te dejo por 5 minutos y haces lo que quieres, niño estúpido.
—Coincido en lo de estúpido —esta vez Komori se une al comentario, mirando al hombre que ríe en respuesta hasta que finalmente él y Kiyoomi deciden romper el abrazo. El hombre no suelta los brazos del más bajo, y es como si se tomara su tiempo para admirar e inspeccionar el hombre en el que Kiyoomi se ha convertido.
A Atsumu las ganas empecinadas de preguntar, las tiene en la punta de la lengua pero...aguarda.
Y ahora que lo nota...¿No está muy informal como para presentarse así delante de un conocido de Kiyoomi?
Todavía trae el pijama, además de que está descalzo. Lo único que lo cubre es el enorme cobertor que, hasta el momento, Kiyoomi no se ha mostrado molesto de que lo arrastre por todos lados.
—Atsumu —Kiyoomi lo está llamando y Atsumu no sabe dónde esconderse de la mirada del hombre que está a su lado. Dios, esa debe ser la peor primera impresión del mundo. Con la vergüenza que siente, avanza lento sobre las frías y reflectantes losetas quedando a una distancia prudente de los tres—. Quiero presentarte a Tsukasa Iizuna.
Iizuna.
¿No había escuchado ese nombre antes?
Ah...¿Es el hombre que dijo que le enseñó a tocar el piano? ¿El que-...?
—Nos volvemos a ver, Atsumu Gu —el nombrado finalmente se atreve a mirarlo fijamente. ¿Cómo acaba de...llamarlo?
—¿Nos-...Nos hemos visto antes? —un poco temeroso, Atsumu retrocede unos dos pasos que rápidamente Kiyoomi interpreta como que está asustado. No lo toca pero se acerca a él para tranquilizarlo.
—¿Recuerdas de la persona que te hablé? ¿La persona que te dije me enseñó todo lo que sé?
—S-Sí pero-...
—No me recuerdas porque estabas delirando.
¿Qué?
—Soy Tsukasa Iizuna. El hombre que era la mano derecha de Yoshiaki. La persona que te salvó la vida.
Cuando dice eso, tienen que pasar varios minutos para que Atsumu se restablezca.
Atsumu oye voces, voces que al inicio no les encuentra ningún sentido porque son varias y parece que quieren hablar todas a las vez pero poco a poco lo va a haciendo, recobrando la tranquilidad y la lucidez.
Lo primero que destaca de entre todas las voces que hablan, es el regaño que Kanoka y Futakuchi le dan a Kiyoomi y compañía acerca de que son unos idiotas por darle ese tipo de impresiones así como así.
—Gracias, Aone, creo que ya puedo sostener esto yo solo—le dice al grandote quien en todo ese rato le ha estado sosteniendo un algodón humedecido en alcohol a la altura de la nariz. ¿Se desmayó de nuevo? ¿En verdad?
Sentándose de inmediato en el sofá, no pasa mucho tiempo para que Kiyoomi se acerque a él, pidiendo permiso con esa expresión tan lamentable de culpa en los ojos. Atsumu no se opone por mucho que también quiera golpearlo, sintiendo como se hunde el espacio a su lado cuando se sienta con él y toma su mano.
—¿Tienes idea del trabajo que nos ha costado a mí y a Kanoka mantenerlo estable? —el reclamo, sin embargo, viene primero de parte de Futakuchi—. ¿Eres idiota o te caíste de la cama de chiquito, Kiyoomi? Y también va para usted, Jefe Iizuna —el hombre, quien se ha mantenido sentado en el sofá de enfrente, solo hace un gesto con los hombros mientras sonríe cómplice y divertido sin remordimiento.
—Vaya, veo que todos ya crecieron. Mira que regañarme a mí.
—Lo siento —mientras esa confrontación ridícula sucede, Atsumu y Kiyoomi están en su mundo—. Debí ser más consciente de tu estado —el rubio lo mira por unos segundos serio antes de dibujar una sonrisa suave para él.
—Perdonado. Pero, por favor, la próxima vez avísame que vas a darme noticias así. Todavía me estoy acostumbrando a esto —Kiyoomi asiente alejándose solo un poco, pero no quitándose del asiento de junto, para darle su espacio—. Entonces...¿Él es tú-...?
—¿Qué tanto has podido recordar, Atsumu Gu-...?
—Solo Atsumu —lo para en seco antes de que continúe. Definitivamente sabe que se aproxima una serie de revelaciones que, honestamente, se siente un poco más preparado para asimilar pero que lo llame por ese nombre, no le gusta para nada. No aún.
—Como decía, ¿Qué tanto has podido recordar hasta el momento, Atsumu? Porque a juzgar por cómo sostienes la mano de Kiyoomi, es porque algo ha pasado.
En poco tiempo logran poner a Iizuna al día con los acontecimientos más recientes. Atsumu no habla, desde luego. Apenas da unas pequeñas intervenciones pero la mayoría del relato proviene de la voz de Komori y de Kiyoomi.
—Entonces...¿Tu fuiste quien me ayudó? —antes de obtener la respuesta por parte de Iizuna, Atsumu mira a Kiyoomi, como si esperara algo de él.
—No te enojes con él. No había manera de que Kiyoomi pudiera hacer algo para ayudarte. No en la situación en la que estaba. Si te tuve piedad, fue mi decisión —el empleo de esas últimas palabras parece no agradarle de todo a Sakusa pero aún así se mantiene en silencio esperando que Iizuna continúe—. Te ayudé porque sabía que si tu llegabas a morir, Kiyoomi también lo haría.
Y aunque eso conmovería a un romántico empedernido como él o mínimamente lo sacudiría, Atsumu solo se da unos segundos para asimilar esas últimas palabras antes de volverlo a mirar a los ojos.
—¿Por qué? ¿Por qué él no pudo ayudarme? —no le lanza una mirada a Kiyoomi como todos esperarían. En su lugar, está serio. Como una persona digna con la espalda erguida viendo al interlocutor.
Por supuesto que quiere mirarlo pero a pesar de que le dijo que ambos necesitaban sanar, Atsumu todavía tiene un largo recorrido. Quiere sentirse capaz de no necesitar que lo consuelen un día aunque eso le esté resultando difícil ahora.
—Veo que les falta todavía mucho por hablar —confiesa Iizuna antes de direccionar la conversación por otro lado—. Como dije, fue mi decisión ayudarte. Lo hice por Kiyoomi más que por ti, honestamente.
—Iizuna —antes de que Kiyoomi lo reprenda más, Atsumu interviene de nuevo.
—¿Es porque lo quieres?
—Veo a Kiyoomi como si fuera mi hermano menor. Supongo que eso responde tu pregunta.
Supone bien.
Lo hace tanto que, al final, no puede juzgar el por qué lo hizo.
Aún no recuerda lo suficiente como para entender por qué es que él mismo hizo tanto por tantas personas en lugar de ayudarse primero pero...entiende lo que Iizuna trata de transmitirle en este momento.
Atsumu hizo exactamente lo mismo por su hermano menor.
Incluso puede que haya asesinado por él, solo para protegerlo.
—Kiyoomi no pudo ayudarte la noche en la que fuiste perseguido porque mi tío se lo impidió —interviene esta vez Komori, atrayendo de inmediato la atención de Atsumu—. Fuiste a su residencia con la intención de robar lo que había en su caja fuerte, de asesinarlo y luego suicidarte quizá. Pero Kiyoomi estaba ahí.
—Y no pudiste tirar del gatillo —llegados a este punto la razón por la que no puede mirar a Kiyoomi es por la declaración que Komori e Iizuna acaban de hacer.
Él...¿Él intentó asesinarlo?
—Yoshiaki dio la orden de matarte cuando lo supo pero cuando Kiyoomi volvió en sí y salió en tu búsqueda, le impidió alcanzarte.
Y lo encerró.
Y lo torturó.
Lastimó tanto su espalda llenándola de sangre por los latigazos propiciados que incluso el cabello de Kiyoomi quedó impregnado de rojo.
Y aun así, quiso arrastrarse a donde él estaba pero era una misión imposible y absurda cuando ni siquiera podía moverse y soltar algo que no fueran gemidos de dolor. Tanto de su cuerpo como de su corazón.
Cuando el relato termina, Atsumu tiene los ojos vidriosos y finalmente está volteando a ver a Kiyoomi quien se mantiene callado. El labio le tiembla y su necesidad por tomar su mano es tanta que simplemente lo hace, sorprendiéndolo. No se dicen nada, solo se quedan así, con un fuerte agarre sujetando al otro.
—Sigo sin... —Atsumu se pasa la mano que tiene libre sobre los ojos, retirando las lágrimas que se han acumulado aunque su voz sigue siendo entrecortada—. Sigo sin entender cómo es que terminaste por ayudarme.
—Luego de encerrarlo e impedir que te ayudara, yo salí en tu búsqueda. Delante de cualquiera tú eras la peor influencia para una persona pero para Kiyoomi lo eras todo. Si tu morías, él lo haría tiempo después, solo para seguirte. Y de ningún modo iba a dejar que eso pasara.
Luego de perderle el rastro por un buen rato, de pelear contra hombres de su propia organización, de implorar porque Komori estuviese a lado de Kiyoomi mientras atravesaba un dolor insoportable y era atendido de urgencia, lo encontró.
—Por un momento pensé que en verdad estabas muerto. Tu pulso era muy bajo pero respirabas. Y tuve que tomar una decisión. La de matarte y lidiar con el peso de eso intentando convencer a Kiyoomi de que siguiera viviendo a pesar de su dolor, o de salvarte la vida sin pensar en las consecuencias que eso podría traer al futuro de ambos y al de todos.
Esta vez es Kiyoomi quien se queda sin aliento, tensando al oír eso último. Atsumu lo siente porque lo tiene a lado y porque lo tiene tomado de la mano. Puede sentir su ritmo cardiaco acelerarse y ver como su expresión se descompone.
Está seguro que ni siquiera él sabía que Iizuna consideró esa otra opción hasta ahora. La opción de que matarlo era mejor a dejarlo con vida.
Apretando más la mano de Kiyoomi, es obvio que tomó una decisión arriesgada.
—Afortunadamente soportaste el trayecto hacia el hospital. Sabía que no podía llevarte a cualquier sitio, así que llamé a un amigo. Un tipo que me debía un favor desde hace tiempo. Él trabajaba en el hospital donde despertaste días después.
—¿Trabajaba?
—Falleció al poco tiempo —Atsumu aprieta los labios—. Causas naturales. Tampoco pienses que fue por algo relacionado contigo —oír eso hace que la paz, de algún modo, le vuelva al cuerpo. No podría soportar escuchar que por ayudarle se había perdido otra vida—. Me volví administrador del hospital donde trabajaba en agradecimiento a su favor. Y no volví a Itachiyama.
Es lógico, piensa.
Si hubiese vuelto iba a correr un riesgo altísimo de ser descubierto. Aún así, no puede imaginar la presión que el hombre frente a él tuvo que soportar durante todo ese tiempo. Sin saber de Kiyoomi, sin saber absolutamente nada a cerca de ellos.
—Por eso dijiste que no te preocupaba —volviendo su vista a Kiyoomi, sacude su mano un poco para que le preste atención—. Por eso dijiste que él estaba bajo tu protección —el moreno solo asiente—. ¿Sabías que estaba vivo desde entonces?
—No. No se lo dije de inmediato. De haberlo hecho, habría venido a verte corriendo sin importarle sus heridas o las consecuencias —aclara Iizuna respondiendo por él—. Kiyoomi no supo nada de esto hasta el día en el que Nohebi atacó el bar y escuchó parte de tu historia de tu propia boca.
Así que solo lo corroboró.
Sakusa en realidad no sabía nada de que había sobrevivido.
Había pasado ese tiempo creyendo que en verdad había muerto.
Pese a todo...él volvió a encontrarlo.
Pese a todo...volvió a creer en él.
Pese a todo...incluso por encima de su propio dolor.
Ha estado equivocado.
Equivocado todo este tiempo en el que pensó que nadie, además de él, podría haber sufrido algo similar.
Kanoka había dicho que para poder sanar su pasado, para poder rescatar su memoria, primero tenía que conocerse a sí mismo en su estado actual. Antes de sumergirse en su propia historia y recuperarla, tenía que sacarla a la superficie, asimilarla y así poder sanar.
Desde luego que va a encontrar una resistencia a no querer hacerlo, una resistencia que es lo que se traduce como miedo. Miedo a pensar que es mejor no remover nada. Sin embargo, ya no solo se trata de él.
Se trata de dos.
De dos almas jóvenes que compartieron un fuerte lazo a pesar de que el camino no era fácil para ninguno de los dos.
—Te quería para mi pero no estaba dispuesto a liberarte...hasta que me di cuenta que arrastrarte conmigo iba a ser peor —reflexiona en la soledad de su habitación, antes de que Kiyoomi llegue a hacerle compañía.
Haciendo de sus problemas parte de los de Kiyoomi solo porque, por primera vez, se sentía escuchado y comprendido por alguien.
Pero no era culpa suya. Ni de él, ni de nadie.
—Kiyoomi —el moreno lo escucha, ahora que finalmente se ha recostado en el sofá de la habitación luego de ese día. Esta vez, Atsumu le pide que se acerque a él tanto como sea posible y que sí tome su mano— ¿Recuerdas lo que me dijiste en la mañana? ¿Acerca de que harías cualquier cosa por mí?
—Por supuesto.
—Bueno...creo que es buen momento para intentarlo ¿no crees? —apretando su mano, acercándose a él, Kiyoomi lo imita creyendo que le va a susurrar algo al oído.
—¿Intentar?
—Creo que estoy listo. Listo para escuchar tu historia. Acerca de ti y de mí. Acerca de nosotros y de nadie más. Acerca de...cómo nos conocimos.
Para comprender y sanar su historia, para que una vez quitados los velos de su pasado, puedan superar los efectos negativos de todos sus traumas.
No va a ser fácil seguramente pero lo quiere intentar.
Intentar cualquier cosa si es de la mano de él.
