SEDUCCIÓN

El plan de la Emperatriz

-Me Alegra informarle que es usted una mujer completamente sana en plena edad fértil, lo que me extraña es que siga siendo… doncella, Majestad.

Estaba completamente abochornada al escuchar al médico real y en verdad estaba deseando que se averiguara lo antes posible quién había osado acusarla de infertilidad en primer lugar.

Si, infertilidad.

Al parecer, el rumor de que Latil era incapaz de tener hijos ya había puesto en guardia a varios nobles, la razón era de lo más sencilla… luego de seis meses poseyendo un harem, Latil no se había embarazado.

-¿Hay algo que deba saber, Majestad? -inquirió el médico real, mirándola con una cara que rayaba entre la angustia y la preocupación.

-¿Qué clase de cosa cree que debo decirle?

-Bueno, tiene cinco hombres sanos y atractivos a su entera merced, es raro que siga siendo doncella cuando es sabido que ha invertido tiempo durmiendo con todos ellos, no tan seguido como se esperaría, pero…

-Sigo sin comprender, ¿qué exactamente está insinuando?

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La sonora carcajada de Sir Sonnaught era audible a lo largo de todo el jardín imperial, Latil simplemente le soltó algunos puños en el hombro, completamente molesta ante la reacción del capitán de su guardia y mejor amigo.

-¡NO ES GRACIOSO!

-¡CLARO QUE LO ES! JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA, además, es preferible pensar que te gustan las mujeres antes que la idea de esterilidad, JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.

La pelinegra se cruzó de brazos, completamente molesta y refunfuñando por lo bajo, escuchando como las carcajadas de Sonnaught iban bajando de tono hasta desaparecer, no así la estúpida sonrisa divertida en el rostro del pelirrojo capitán.

-Bueno, ¿qué pasó después?, si me estás contando esto, más te vale llegar hasta el final.

-Hay días que en serio te detesto, ¿sabes?

-Puede detestarme todo lo que guste, Majestad, usted fue la que decidió sacar su frustración contándome sobre el incidente que la ha tenido de mal humor toda la mañana.

Latil gruñó completamente frustrada ante la realidad, había estado tan molesta desde la revisión a primera hora de la mañana, que cuando fue hora de su entrenamiento con Sonnaught, simplemente había dado un espectáculo deprimente para todo aquel que pusiera un pie en el lugar.

-¡Le dije la verdad!, le dije que no puedo embarazarme antes de afianzar el trono por completo y por lo tanto, no puedo consumar nada con nadie.

-O sea que admitió que tiene todo un harem desperdiciado, ¡vaya decepción para los nobles!

-No me importa lo que piensen los nobles… el médico pareció menos estresado cuando le comenté esto y… otras cosas.

-¿Qué cosas?

La emperatriz se puso completamente colorada, recordando que había comentado lo difícil que había resultado mantener su resolución en los últimos días.

Deseaba tomar un baño con Tasir aunque pareciera un traficante de drogas, quería averiguar cuanto había estudiado Ranamon con un examen físico exhaustivo, moría de ganas por saber cuanto placer podía prodigarle Carlein con sus manos… y el resto de su cuerpo, la idea de averiguar la verdadera naturaleza de Guestas no dejaba de darle vueltas en la cabeza, sin olvidar el abanico de posibilidades que le ofrecía Clein, siempre tan lleno de ideas tan peculiares y sus poses que gritaban que era una persona sumamente orgullosa… orgullosa y dispuesta a pisotear ese orgullo con tal de satisfacerla.

-¿Y entonces? -preguntó Sir Sonnaught con delicadeza, sacándola de sus cavilaciones y devolviéndola al presente.

-Me habló de un té… debería tomarlo todos los días a la misma hora, él recomendó ampliamente tomarlo apenas levantarme o bien antes de consumir cualquier otro alimento, dijo que el té debería hacer efecto luego de al menos un par de semanas.

Ambos seguían caminando, ella estaba realmente avergonzada, luego completamente extrañada al notar que Sonnaught había dejado de caminar junto con ella.

Al voltear, notó que el rostro de su capitán se notaba molesto, a pesar de la máscara estoica que solía ser su cara al portar su uniforme, podía jurar que Sonnaught estaba completamente furioso y preocupado, con sus ojos puestos en el suelo y la mandíbula tan tensa, que Latil temió que fuera a romper toda su dentadura por la presión.

-¿Sucede algo?

-¡No, Majestad! ¡no sucede nada!

Latil torció la boca, no pudo evitarlo, el tono había sido completamente helado y mordaz, de tratarse de cualquier otra persona, lo habría pasado por alto, pero…

-¡Sonnaught!

Él se negó a mirarla a los ojos, todavía tenso y fastidiado a pesar de que no lo demostrara en su rostro, Latil estaba segura de que, si cualquiera pasara junto a ellos, no entendería para nada lo que estaba pasando, otra persona ni siquiera se daría cuenta de que el capitán parecía repentinamente amargado.

-Majestad

Latil miró hacia todas partes, asegurándose de que no había nadie cerca de ellos, solo los guardias apostados alrededor del perímetro y los pasillos que daban hacia el jardín, técnicamente no había nadie más alrededor.

-¿Por qué estás molesto?, yo soy quien debería estar molesta, mi salud se puso en entredicho así como mi capacidad para gestar un heredero, y tú no parabas de reír al respecto, no hasta que comenté lo del té, ¿se puede saber qué te sucede?

-No es nada por lo que su Majestad deba afligirse, después de todo, soy solo un soldado más a sus órdenes.

Latil se mordió la uña de su pulgar, dándose la vuelta y comenzando a caminar de nuevo, escuchando los pasos amortiguados de su guardaespaldas a pocos pasos de ella.

Odiaba cuando Sir Sonnaught se ponía en ese plan, no había manera de hacerlo confesar nada, de hecho, era peor que tener un espía enemigo en palacio al que se hubiera capturado y se negara a dar información de su contratante o su propósito… si, era peor con Sonnaught porque él de verdad le importaba.

Dándole vueltas a aquello, Latil comenzó a recordar poco a poco todas las veces en que Sonnaught se había mostrado molesto con ella… y todas tenían que ver con su harem, ¿le molestaba que tuviera un harem?, ¿por qué?

-¿Crees que por ser mujer no tengo derecho a tener algunos amantes? -preguntó de repente, deteniéndose algunos metros antes de llegar donde el primer guardia con la voz lo suficientemente baja para que solo él la escuchara, volteando además para verlo a los ojos al hacer la pregunta.

¡Ahí estaba!

Estaba segura de que lo había visto fruncir el ceño apenas un segundo antes de volver a aparentar que todo estaba en calma.

-Su Majestad tiene el puesto del Emperador de Tarium, entonces su Majestad tiene derecho a su propio harem, tal y como aseveró el día de su coronación.

Una respuesta mecánica y completamente elusiva. Caminó hacia él repentinamente molesta por la evasiva.

-Sonnaught, exijo una respuesta sincera, ¿te molesta que tenga un harem solo por ser una mujer?

El aludido volteó su rostro a otro lado, la boca ligeramente torcida hacia abajo y la mandíbula completamente tensa.

-Si fuera un hombre no pondrías objeción alguna en que tuviera mujeres hermosas en ese edificio y durmiera con ellas, pero como soy una mujer…

-Su Majestad tiene derecho a tener tantos amantes como desee, sin importar su género, su Majestad puede entonces tener incluso hombres y mujeres en su harem si así lo desea, es su derecho, después de todo.

De pronto ya no entendía del todo, ¿le molestaba o no que tuviera un harem?

-Sonnaught, te ordeno que me contestes como Latrasil, tu amiga de infancia, no como al Emperador de Tarium, ¿te molesta que tenga un harem siendo una mujer?

El silencio le pareció demasiado largo, pudo notar como Sonnaught luchaba para mantenerse impávido y como pasaba saliva con dificultad, hasta que finalmente se dignó a posar sus ojos en ella.

-No podría importarme menos que seas una mujer.

-¿Pero te molesta que tenga un harem?

No hubo respuesta, él simplemente evadió su mirada de nuevo.

-¿Te molesta entonces que si tomo ese té, empezaré a acostarme con ellos?

Ahí estaba de nuevo, el ceño fruncido, una vena saltada, la mandíbula tan tensa, que incluso había rechinado los dientes.

-No te comprendo, Sonnaught, somos amigos, tú estuviste ahí cuando se eligieron a los hombres que tendría en mi harem, te encargaste de investigarlos personalmente, incluso me acompañaste a conocer mejor a Tasir y Carlein, ¿cuál es el problema entonces?

-No es algo por lo que su Majestad deba preocuparse.

-¡Nada de su Majestad!

-En ese caso -murmuró el regio capitán mirándola a los ojos, agachándose lo suficiente para que ambos quedaran al exacto mismo nivel-, no es nada por lo que debas preocuparte, Latrasil, no es tu problema.

-¿Y si no es MI problema, entonces de quién es?

-Es mío… Majestad.

Seguía sin entender del todo, estaba a punto de hacer otra pregunta… o veinte más, necesitaba saber exactamente cuál era ese PROBLEMA que no le atañía pero que hacía rabiar a su mejor amigo cuando, de la nada, Sir Sonnaught caminó a paso rápido al guardia más cercano, dándole la orden de seguirla el resto del día y desaparecer sin dejarla si quiera protestar ante lo que a todas luces, era su forma de huir del inminente interrogatorio.

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-Si un hombre se molesta contigo porque tienes varios amantes, pero dice que no es porque seas una mujer con varios hombres, ¿a qué se debe?

Sus damas de compañía se quedaron súbitamente calladas. Habían estado arreglándole la ropa y el cabello para que pudiera bajar a cenar con ropa más femenina debido a que tenía algunos invitados, incluso habían estado cotilleando alegremente sobre sus respectivas vidas amorosas, tal vez era por eso que había dejado escapar la duda que le había estado carcomiendo la cabeza toda la tarde, desde que Sonnaught escapara con rumbo a la casa de sus padres, luego de hacer que el chambelán aprobara su precipitada salida.

-¿Majestad?

-Si un hombre noble tiene varias mujeres, además de su propia esposa, la sociedad parece aceptarlo mejor que cuando es a la inversa, sin embargo, si alguien dice que no importa el género de quien está rodeado de amantes, ¿por qué molestarse ante la mención de ellos?

Las tres mujeres jóvenes a su alrededor se vieron unas a otras, no podía evitar notar que una de ellas parecía haber sido golpeada por el entendimiento, la misma que había carraspeado un poco, soltando el listón que había estado arreglando en su brazo para mirarla a los ojos.

-Majestad, si el hombre que amo repentinamente se rodeara de otras mujeres… me sentiría completamente molesta y frustrada, no porque sea un hombre o una mujer con varios amantes, sino porque es incapaz de notar mis sentimientos hacia él… por supuesto, me sentiría afligida de no ser la única, como usted ha mencionado, entre los nobles es normal tener amantes… pero ¿qué sucede cuando la persona que ama no solo no la corresponde, sino que además ni siquiera nota lo que usted siente, a pesar de pasar mucho tiempo a su lado?

Las otras dos jóvenes se habían detenido de sus labores en algún punto, rodeándola sin dejar de mirar a la que hablaba, asintiendo levemente ante la idea que había expuesto.

-Entonces, ¿son celos?

-Posiblemente, Majestad.

Quería reír a carcajadas, tuvo que tragarlas, dejando que solo una pequeña sonrisa asomara a su rostro antes de agradecer y darle permiso a sus damas de compañía para que fueran a prepararse ellas también.

¿Sir Sonnaught celoso?, ¿por ella?

Era realmente hilarante la sola idea de que el hombre con el que había crecido y entrenado a lo largo de toda su vida, se sintiera celoso… ¿o no?

¿No había dicho una vez que estaba enamorado de alguien?

Recordó haberse preguntado de quién estaría enamorado el Capitán de su guardia, quien solo se separaba de ella por las noches para dormir y que, según sabía, pasaba las noches en las barracas.

Los únicos momentos que Sonnaught no estaba en palacio era cuando ella le ordenaba hacer algunas tareas fuera o bien, cuando él visitaba a sus padres… y estas salidas siempre habían sido escazas, desde que sus padres lo dejaran en el castillo para que fuera entrenado como soldado hasta ese preciso momento.

¿Podría ser? ¿su mejor amigo, su compañero y guardián realmente sentía celos por los hombres de su harem? ¿por qué no se había postulado entonces para formar parte del harem?

Latil no pudo evitar aceptar que Sonnaught era tremendamente atractivo, no había nada que pudiera envidiarle a ninguno de los hombres en el edificio circular donde pasaba algunas noches, además la relación que llevaban era realmente cercana, a tal grado que el Chambelán le había llamado la atención varias veces por la familiaridad con que ella lo trataba, no era algo que pudiera evitar, el vínculo entre ellos se había forjado a lo largo de los años, hablar con Sonnaught, pasar el día con él era algo tan natural para ella como respirar o dormir.

¿Sonnaught estaba enamorado de ella?

Entonces no estaba quejándose de que ella torturara a Guestas en la biblioteca, tampoco le había molestado que alardeara de dormir con sus hombres, sino que pudiera, de hecho, hacer algo más que dormir con ellos.

Todas esas veces que el pelirrojo había lanzado algún comentario mordaz sobre el trato que ella tenía con aquellos hombres le vinieron a la mente.

De pronto tenía más sentido que él estuviera quejándose de la falta de tacto de ella por embarrarle en la cara con quien pasaba las noches y que ese alguien no fuera él.

¿Qué debía hacer entonces?

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La noche siguiente se había ido a acostar tarde, sus damas de compañía se habían espabilado apenas ella saliera de su despacho para dirigirse a su habitación, por supuesto, entraron junto con ella para prepararla para dormir, era demasiado tarde para que su nana se encargara de aquello.

Estaba ahí, sentada en su taburete, rodeada solo por las tres mujeres cuando recordó que Sonnaught volvería la noche siguiente.

-Mi médico me explicó que el té que tomé esta mañana tardará al menos dos semanas en hacer efecto, ¿saben de algún otro método que pueda usar para no quedar embarazada?

Las tres mujeres se habían detenido de lo que hacían, de pronto cepillarle el cabello, calentarle la cama o sostener un aguamanil para que refrescara su rostro y sus manos parecía haber pasado a segundo término. Las tres la miraban ligeramente sonrojadas, soltando risitas estúpidas que la hicieron sentir repentinamente avergonzada.

-Hay algunos, Majestad, algunos los puede poner en práctica sola, como el uso del té, otras deben ponerlas en práctica sus amantes.

-¿En verdad?

Las tres jóvenes voltearon a verse unas a otras, sonriéndose de forma extraña antes de mirarla de nuevo.

De pronto habían terminado de prepararla y la habían guiado a la cama, acostándola y tomando asiento a los pies de su lecho, dejando escapar algunas risillas y mirándola sin más.

-Bueno, Majestad, hemos escuchado un poco sobre la personalidad de sus concubinos y, al menos yo soy de la idea de que cada método será mejor usarlo con uno o con otro para que sean más efectivos.

Latil se sonrojó, en realidad no había contemplado usar esta información con los hombres de su harem, se guardó este pensamiento y simplemente escuchó con atención, tratando de memorizar cada una de las cosas que sus damas de compañía le estaban explicando, sorprendiéndose en algún punto por no haber pensado en las más obvias.

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Sir Sonnaught había regresado la noche siguiente, por lo tanto, había estado a su lado desde temprano para el siguiente día. Ella había actuado como si nada, siguiendo su agenda al pie de la letra y haciendo comentarios con su guarda espalda, simulando que nada fuera de lo normal había pasado entre ellos, al menos hasta que la noche empezó a caer.

-¿Una cabalgata?

-¡Por supuesto!, hace tiempo que no cabalgo, estoy segura que me ayudaría a relajarme un poco de la carga que implica gobernar.

-Informaré en las caballerizas para que preparen su caballo y seleccionaré algunos soldados para…

-No quiero soldados.

-¿Majestad?

-Tú y mi espada son suficientes para mantenerme a salvo en caso de toparnos con cualquier peligro en la campiña, ¿o no?, además, organizar varios soldados y caballos podría acabar con el tiempo que tengo para ir a cabalgar.

-Se hará como usted ordene, Majestad.

Latil sonrió en cuanto Sonnaught salió del despacho, ella simplemente caminó hasta su cuarto para cambiarse por algo más cómodo y adecuado para cabalgar.

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El castillo podía verse desde donde estaba, un par de metros más adelante se hallaban sus terrenos de cacería, consistente en una pequeña porción de bosque, un riachuelo y varias madrigueras, la campiña quedaba como un área adecuada para cierto tipo de eventos entre el castillo y la zona de cacería.

Sonnaught se había mantenido a su paso, riendo cuando la adelantó para tocar el primer árbol, haciéndola reír también ante la emoción de su pequeña carrera.

Latil desmontó entonces, guiando a su caballo por las riendas y atándolo luego de pasar los primeros árboles.

-Pensé que su Majestad deseaba cabalgar

-Y ha sido divertido, sin embargo, tengo algunos asuntos que no deseo que vean o escuchen otras personas.

Notó la curiosidad en los ojos de Sonnaught, así como lo atractivo que se veía sentado en su caballo. Una indicación con su mano y el soldado desmontó también, atando su caballo al mismo árbol que ella, siguiéndola un poco más adentro hasta llegar a un pequeño tronco caído en que ambos tomaron asiento.

-¿Por qué te fuiste de repente a casa de tus padres?, ni siquiera me avisaste que te irías.

-Tenía asuntos que discutir con mi padre.

-¿En serio?, ¿asuntos que no me conciernen?

Lo vio fruncir el ceño apenas un segundo, estaba incómodo, era completamente obvio para ella.

-Aparentemente esto no te concierne a ti, pero comencé a tomar el té según las indicaciones del médico real.

-¡Oh! -Fue la gélida respuesta de Sonnaught.

-He estado considerando a quien debería tomar primero…

-Su Majestad tenía razón al decir que no es algo que me concierna.

-Oh, pero podría.

Latil sonrió de lado al notar el repentino destello de interés y el rostro confuso del pelirrojo a su lado. Lo barrió con la mirada, ciertamente los hombres se veían atractivos en uniforme y armadura, ella, sin embargo, sabía que se escondía debajo de aquella ropa, cosa que no pudo evitar recordar en ese preciso momento.

-No he dicho que el primero sea uno de los hombres de mi harem, mientras consume mi relación con ellos en algún punto, no importa si mi primer hombre es uno de ellos o no.

Algo en Sonnaught le llamó la atención, parecía nervioso, sediento incluso y reticente, por alguna razón se veía más reticente que esperanzado.

-¿Te gustaría saber a quién tengo en mente para tomar mi pureza?

Parecía repentinamente petrificado, como si se hubiera quedado sin voz, a juzgar por su mirada, podría jurar que Sonnaught se estaba debatiendo entre preguntar y no hacerlo.

-Sonnaught, ¿estás celoso de mis concubinos acaso?

De pronto recordó la última vez que su hermano Raean y Sonnaught le habían jugado una broma, Sonnaught se había negado por completo a confesar que le habían jugado una broma o quien había tenido la idea… y la actitud de aquel entonces era exactamente la misma que en ese momento.

-Ya veo, si estabas tan interesado pudiste haberte postulado, me habría costado trabajo decidir si incluirte o no, pero…

-¿Puedo preguntar por qué le habría costado trabajo decidir si me hubiera postulado?

-Porque eres de las pocas personas en las que confío, entre enjaularte en ese edificio con el resto y tenerte a mi lado el día entero… habría sido realmente difícil decidir.

Ahora si la estaba viendo a los ojos, completamente sonrojado y algo asombrado a la vez, había algo más en su semblante que no estaba segura de poder reconocer del todo.

-¿Quieres saber entonces en quién he pensado para ser el primero?

Sonnaught parecía a punto de decir algo, como si intentara responder, abriendo y cerrando la boca justo antes de cerrarla del todo y asentir tan ligeramente, que la emperatriz pensó por un momento que lo había imaginado.

Latil respiró profundamente, acercándose y besando al caballero a su lado, sintiéndolo sobresaltarse un momento y temblar antes de comenzar a corresponderla.

La pelinegra se colgó de su cuello en ese momento, mordiéndole el labio inferior al capitán de su guardia y besándolo de nuevo, deleitándose al escucharlo suspirar de improviso, alejándose de él para mirarlo tan sonrojado como Guestas, con la mirada tan perdida como la de Clein, atractivo como Ranamon, ligeramente melancólico como Carlein y con ese brillo astuto en los ojos como Tasir. No pudo evitar sonreír al notar que, en ese momento, lo estaba viendo como miraba a los hombres en su harem.

-Latrasil, te lo advierto, si esta es una broma, no tendré más opción que presentar mi renuncia e irme al reino más lejano que encuentre.

-¿Me consideras tan cruel, acaso?, ¿en serio crees que podría tomar tu corazón y luego pisotearlo sin piedad?

Una sonrisa retorcida fue lo que obtuvo como respuesta, simplemente se rio de aquello, no podía creer que él en serio la mirara como una persona cruel.

-Tú no crees en el amor, no desde que ese bastardo de Hyacint se casó con la emperatriz Aini.

-Creo en la lealtad, creo en la confianza, creo en la amistad que compartimos… y creo que eres tan atractivo como los hombres que seleccioné tiempo atrás, aunque hay una diferencia entre ellos y tú.

-¿En serio? ¿el hecho de que no resida en el harem me hace más atractivo acaso?

-No, claro que no, hice un harem para lastimar a Hyacint y disfrutar de los placeres que ser Emperador podía darme, por otro lado, ninguno de ellos viviría en el palacio, teniendo esto en mente, a ti te habría mantenido a mi lado aún si nunca me hubiera enamorado de él.

Lo notó más tranquilo, más relajado, sonriendo incluso.

-Tú no me amas.

-Te aprecio lo suficiente para poner cosas valiosas en riesgo por ti.

-¿Qué pasará si ésta loca idea tuya de tomar primero a alguien fuera del harem…?

-Seguirás siendo el hombre que pase más tiempo a mi lado, incluso si elijo a un príncipe consorte.

-¿Y?, ¿sería solo una vez?, no estoy seguro de poder continuar como hasta ahora si tú y yo…

-Estoy convencida de que habría más veces, después de todo, pasamos mucho tiempo juntos y a solas, si te preocupa, puedo consultar con el chambelán que procedería en este caso, no pienso renunciar a mi Capitán de la Guardia de modo alguno y estoy segura de que no sería el primer Emperador en tomar un amante fuera del harem.

-¿Qué pasaría si te embarazas y es mío?, el cabello rojo seguro descubriría su verdadero origen, no tienes concubinos pelirrojos.

Latil sonrió, poniéndose en pie y tomando a Sonnaught de los hombros, acunando su rostro con una de sus manos sin dejar de mirarlo a los ojos.

-El chambelán está de acuerdo conmigo que si es demasiado obvio quien es el padre de mi primer hijo, lo tome como príncipe consorte, por otro lado, podría jurar que he visto retratos de emperadores con cabellos rojos, eso tendría que aplacar cualquier problema que pudiera tener.

Sonnaught pareció pensarlo un momento, luego miró a su alrededor, frunciendo el ceño sin esconderlo esta vez, mirándola finalmente a ella a los ojos.

-Este no parece un buen lugar para desflorar a una doncella, especialmente a ti, preferiría que fuera un lugar algo más… adecuado, Latil.

-No veo que tiene de malo.

-No eres una campesina.

-¿Y qué sugieres entonces?

Latil se sentó en el regazo de su guardaespaldas, besándolo con insistencia por todo el rostro, escuchándolo reír, sonriendo al notar que, de hecho, lo estaba distrayendo de manera exitosa.

-¡Latrasil Valentin Tarium, déjame pensar!

-¡No!, a más lo pienses, más lo vas a aplazar, a más lo aplaces, terminaré tomando a uno de mis concubinos primero y cuando nos demos cuenta, estarás tan molesto y harto y que terminarás dejándome, ¡no voy a permitir que me dejes!

-En ese caso, permíteme a mí seleccionar el lugar y el momento.

-Muy bien, tienes diez días, si para entonces no has hecho lo posible por tomarme, te traeré a cabalgar de nuevo y no va a ser mi caballo lo que monte en medio de los árboles, ¡puedes apostar!

Lo escuchó reír a carcajadas, contagiándola conforme ambos se daban la mano, besándose en los labios una última vez para sellar aquel extraño convenio.

Ella ya tenía cinco hombres como sus amantes oficiales, ¿por qué no tomar también a su mejor amigo?, ¿por qué no permitirle amarla?, ¿por qué no darse la oportunidad de enamorarse una vez más? ¿o seis veces más? Ella era el emperador de Tarium, podía movilizar a sus ejércitos para destruir otros reinos y ampliar su territorio, podía juzgar a muerte a cualquier persona, ¿qué le impedía amar sin restricción y permitir que otros la amaran hasta la saciedad?, nada, absolutamente nada y ya era hora de aprovecharse de ello.

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Notas de la Autora:

Y como dijo cierto youtuber, "ahora sí se viene lo bueno"... ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿en qué momento?... pues yo espero que pronto, en algún lugar del palacio y cuando menos se lo esperen ustedes. Agradezco mucho a quienes hayan llegado hasta aqui, realmente me estoy divirtiendo mucho escribiendo este fanfic y espero que ustedes puedan divertirse tanto como yo.

SARABA