SEDUCCIÓN
Clein
—¡Adelante, Emperador!
El valet de Clein la dejó entrar casi de inmediato.
Originalmente había pensado en pasar su siguiente noche con Ranamon, sin embargo, las recientes disputas entre las familias de Ranamon y Guestas la tenían completamente incómoda y molesta. ¿Por qué no tener su siguiente consumación con el príncipe extranjero?
—¡Majestad!, ¡por aquí! —había gritado Clein con una enorme sonrisa desde el sofá.
Pastas, caramelos con formas de joyas y un par de copas junto a una botella de vino la esperaban ya en aquel lugar.
No pudo evitar sonreír, el príncipe no tenía idea de lo que le esperaba esa noche.
—Clein, ¿podrías despedir a tu gente?, quiero estar a solas contigo.
—¡Cómo ordene su Majestad!
El rubor en las mejillas de aquella piel tostada, el brillo en sus grandes ojos y la enorme sonrisa adornando sus facciones la hizo saber que tan complacido y emocionado estaba aquel hombre extranjero.
Recordó la última vez que lo había visitado, habían jugado con comida, habían bebido también, y al parecer Clein estaba esperanzado con la idea de repetir.
Cuando no hubo nadie más, Latil tomó una copa, el príncipe no tardó en llenarla para luego pasar a llenar la otra copa.
—Conseguí esta botella hace poco tiempo, viene del otro lado del mar, con todos los elogios que mi valet me ha dado respecto a esta…
—Eres muy considerado por querer compartir esto conmigo, Clein.
Él simplemente sonrió, sus mejillas todavía teñidas de un tono más oscuro, con una sonrisa de ingenua felicidad, como un niño al que han premiado luego de un buen comportamiento.
—¡Por una noche encantadora! —sugirió el peliblanco, adelantando su copa.
—¡Por una noche inolvidable! —contestó Latil, golpeando ligeramente su copa con la de su anfitrión.
Ambos dieron un sorbo al vino.
En otras circunstancias, Latil habría bebido y devuelto su copa tranquilamente a la mesa, sin embargo, además de emocionada, se sentía un poco nerviosa. Estaba segura de que se sentiría más confiada de pasar la noche con Sonnaught, este, sin embargo, era otro hombre, uno completamente opuesto a su fiel guardaespaldas en todos los aspectos. Raza, carácter, habilidades, posiciones, crianza, todo en ambos era distinto.
Tal vez era por esto que un poco de vino se había escurrido por la comisura de sus labios.
Latil se apresuró a alejar su copa y cubrir su pequeño error, notando de pronto la mirada sorprendida de Clein, al parecer, ninguno esperaba ese tipo de fallos de parte de ella. Luego una idea llegó a la mente de la pelinegra, haciéndola sonreír.
—No puedo creer que esté tan torpe el día de hoy, sería una lástima desperdiciar tan buen vino con una servilleta, ¿no lo crees, príncipe Clein?
Lo notaba asombrado, con los ojos muy abiertos y las mejillas completamente coloradas, con una expresión tan sedienta, que no pudo menos de sonreír, soltando los botones de la blusa que llevaba puesta y dejando su cuello y parte de su hombro completamente expuestos.
—¿Te importaría beber lo que he derramado, Clein?
La sorpresa pareció pasar pronto. El hombre de piel morena no tardó mucho en abalanzarse sobre su cuello para lamerlo y besarlo como si ella fuera una fuente de agua fresca y él, nada menos que un viajero que había pasado demasiado tiempo bajo el sol de algún desierto.
Las manos de Latil no tardaron demasiado en encontrar la piel desnuda del pecho del príncipe, quien parecía completamente determinado a mostrar una parte, sin importar las prendas o la ocasión.
Lo escuchó suspirar. Lo sintió estremecer bajo sus manos. Lo notó succionando la piel de su hombro con devoción. ¿Cuán necesitado estaba Clein para encenderse ante sus caricias con tanta facilidad?
—Dime, príncipe Clein, ¿deseas pasar la noche conmigo?
—¡Por supuesto, majestad! —respondió el peliblanco con un entusiasmo excesivo.
—¿Qué te parecería hacerme estremecer?
Clein se quedó completamente inmóvil en ese momento, incluso había dejado de sentir la respiración ligeramente acelerada y pesada del príncipe sobre ella. ¿Lo habría ofendido?
—¿Clein?
—¿Puedo, llamarla por su nombre, Majestad?
El hombre volteó, mirándola con una cara que no sabía como definir. Parecía conmovido, esperanzado y algo más, había algo más dentro de aquellos ojos azules que no podía definir, era como si hubieran pasado del tono de un despejado cielo azul de verano, a uno más oscuro, ese que podía verse al atardecer, cuando el sol pintaba de tonalidades cálidas su salida y por el otro lado comenzaba a oscurecer.
—Llámame Latil, por favor.
El hombre sonrió, parecía feliz y conmovido, abrazándola casi de inmediato sin dejar de murmurar su nombre sobre la piel desnuda de su cuello. "Latil, Latil, Latil", haciéndola reír ante la sensación de su nombre escapando de aquellos labios bien proporcionados.
Tuvo que detenerlo para no reír por las pequeñas cosquillas que había estado sintiendo, considerando lo sensible que parecía ser Clein en ocasiones, podría malinterpretar su risa.
Tomando aquel rostro entre sus manos, lo guio hasta sus labios, mordiéndolo un par de veces antes de dedicarse a besarlo de lleno, paseando sus manos por dentro de la camisa de aquel hombre y jalándolo lo suficiente para dejarlo encima suyo.
Cuando al fin se separaron y Clein volvió a mirarla a los ojos con el semblante algo más sereno y el enorme sonrojo en su rostro, se dio cuenta de la mirada llena de deseo que él le estaba dedicando.
—Maje… Latil, ¿hasta dónde me permitirías llegar el día de hoy?
Sonrió con ganas, divertida por lo obvio que le parecía ahora la lujuria en los ojos de Clein y lo consciente que este hombre estaba de que, muy seguramente, ella no le permitiría llegar hasta el final, ¿Qué cara pondría cuando lo supiera?
Decidió no decir nada, simplemente lo soltó, tirando con fuerza de su propia blusa para terminar de desabotonarla y dejarla abrirse por completo, pensando que había hecho bien en retirarse la capa apenas entrar y no permitir que le pusieran ninguna otra prenda debajo.
—Sólo asegúrate de dejarme completamente satisfecha y yo te permitiré llegar tan lejos como lo desees —instruyó la pelinegra, acariciando una mejilla morena, notando al instante el contraste con su piel lechosa y sonriendo anhelante—, ¿te parece bien?
Clein parecía sorprendido de nuevo, enderezándose y cubriendo su boca, desviando la mirada hacia otro lado. La dueña del harem en que se encontraba aquella habitación podía notar perfectamente la cantidad de murmullos que intentaban escapar por debajo de su mano, haciéndola sonreír, realmente lo había sorprendido.
—¿No quieres?
Clein saltó apenas un poco, mirándolo completamente horrorizado ahora.
—¡CLARO QUE QUIERO COMPLACERLA!... solo que, es tan… repentino…
Se enderezó ella también, despojándose de su blusa y divirtiéndose con el tono de piel de Clein cambiando de color hasta la base del cuello, con aquellos ojos azules como caramelos sin dejar de mirar hacia sus senos.
Más allá de sentirse cohibida, estaba comenzando a excitarse con esto. Era divertido ver cuanto la deseaba este hombre y cuan sorprendido estaba al saber que podía tenerla luego de tanto tiempo.
—¿Y entonces?
Clein se paró de inmediato, quitándose la ropa como si esta le quemara, lanzándola sin fijarse si quiera lo que estaba haciendo con ella. Latil casi se ríe a carcajadas cuando Clein terminó cayendo al suelo en un intento desesperado por quitarse los zapatos que se le habían enredado con el pantalón. Parecía avergonzado ahora, por eso había hecho todo lo posible por no reírse de él.
—¿Latil?, ¿puedo, puedo terminar de desvestirte… en mi cama?
Se puso en pie, completamente dispuesta a caminar cuando él se puso de pie también, bloqueándole el paso.
No pudo evitar mirarlo completo. Músculos ligeramente definidos, piel completamente cuidada y limpia, vellos blancos y cuidadosamente recortados en el área del pubis, circundando un falo más largo y grueso que el de Sonnaught, mismo que parecía señalarla con descaro ahora, recordándole por completo al orgulloso y estrafalario consorte que tenía de pie frente a ella.
Quería tocarlo, ¿esa piel se sentiría igual de suave que la de Sonnaught?, ¿le dolería más?
Clein dio apenas dos pasos, tomándola entre sus brazos, besándola apasionadamente, aprovechando que ella había tenido que abrir la boca en busca de aire para introducir su lengua, acariciando tanto como pudo de su interior.
Las manos de Clein tampoco se habían quedado quietas, ambas se habían paseado rápidamente por su espalda, como si no pudiera decidir dónde colocarlas, luego, una había ido a dar hasta sus nalgas, dando pequeños apretones aquí y allá, acercándola más a él, en tanto su otra mano subía hasta sus cabellos, enredándose en ellos.
Aquel abrazo tan íntimo le robó el aliento, excitada por aquel beso tan profundo y por el enorme pedazo de carne que podía sentir contra su vientre.
Cuando finalmente se cortó el beso, Clein la miraba con los ojos entrecerrados y el ceño ligeramente fruncido hacia arriba.
—¿De verdad?, ¿me dejarás hacer…?
—Ya viene siendo hora de consumar esta unión, ¿no crees, Clein?
Él asintió, como si no confiara en su garganta para hacerlo, depositándole un beso en la frente justo antes de agacharse un poco para cargarla como si fueran un par de recién casados, avanzando con paso firme hasta depositarla en la cama, dónde se apresuró a retirarle el calzado, las medias y el pantalón con que había llegado, entreteniéndose en quitarle la ropa interior sin dejar de besarla por todos lados.
Para cuando estuvo completamente desnuda, se sentía agitada y embargada por la sensación de tener a Clein encima de ellas sobre codos y rodillas, mirándola como si no pudiera creerlo.
Podía sentir la boca del príncipe dejando marcas y un rastro húmedo y delicioso por diferentes partes de si misma. Manos suaves y gentiles subiendo y bajando en un esfuerzo por acariciar tanto su busto como sus glúteos, apretando apenas un poco antes de volver a cambiar de dirección.
Decidió hacer lo mismo, paseando sus dedos perezosamente por aquel pecho y aquel abdomen ligeramente trabajados, paseando sus manos hasta las caderas del hombre sobre ella, deleitándose al encontrar carne suave y amasable en una generosa cantidad ahí donde la espalda pierde su casto nombre.
Clein la besó de nuevo. Parecía desesperado, estaba segura de que no tardaría mucho en penetrarla, cuando él se detuvo de repente.
—Latil —suspiró él, sonando entre adolorido y anhelante—, yo no… ¿podrías…?
—¿Qué sucede?, pareces preocupado.
Ambos se sentaron entonces al borde de la cama. Clein había comenzado a sobar su cara con ambas manos como si estuviera completamente preocupado por algo, preocupado y deprimido. ¿Qué estaba sucediendo ahora?
—¿Clein?
—No sé, no sé cómo complacerte… hay tantas cosas que quiero hacer justo ahora, pero yo…
Tardó un poco en comprender aquel comportamiento, comprendiendo luego de un par de segundos.
Clein era virgen y estaba completamente seguro de que ella ya había consumado con los otros cuatro consortes del harem.
Ciertamente, no era el primer hombre de Latil, sin embargo, esta era su segunda vez, la primera era una experiencia que había sucedido una semana atrás, realmente le había tomado tiempo decidir con quien empezar y las disputas entre los nobles la habían dejado sin tiempo o deseos de experimentar nada más, al menos, hasta ese día.
Quería consolarlo, quería explicarle, luego recordó la cantidad de rencillas que había tenido que arreglar entre Clein y los demás, especialmente Guestas, si confesaba que no había yacido aún con ninguno de los otros, este hombre, tan semejante a un orgulloso pavorreal no tardaría en alardear de esta noche como si de las bellas plumas intrincadas de un abanico se tratara. No podía permitir que sucediera algo así, los únicos dos que sabían la verdad eran Ranamon y Tassir, le convenía que se quedara de ese modo.
—En ese caso —suspiró ella, apartando las manos de Clein y sentándose en su regazo, acomodando una de aquellas manos alrededor de su cintura justo antes de tomar el miembro masculino y cálido.
—¿Latil?
—Debes tocarme aquí —instruyó ella, sintiéndose completamente sonrojada ahora, guiando la mano de Clein entre sus piernas, guiándolo a pesar de sentir que moría de la vergüenza, desechando aquel sentimiento al sentir lo placentero de la actividad—, así, justo, justo así… trata de imitarme, ¿sí?
Pudo sentir con claridad como él se aferraba a su cadera con una mano, masturbándola con la otra en un intento por seguir el ritmo con que ella lo estaba acariciando.
No pudo evitar tomarlo del hombro con su mano libre, guiándolo a besarla sin dejar de mover su mano, sintiendo como el placer iba incrementando más y más ante las caricias que estaba recibiendo.
Tenía que admitirlo, Clein aprendía rápido, no esta segura de en qué momento aquel hombre sentado debajo de ella había comenzado a besarle el cuello, las clavículas y los senos sin dejar de masajearla, siguiendo perfectamente los movimientos que ella hacía. Cuando las caricias se volvieron más frenéticas, él la obligó a soltarlo sin dejar de tocarla, introduciendo de repente un dedo en su interior, haciéndola gemir con fuerza ante la sorpresa y el placer, arqueando su espalda hacia atrás debido al ritmo más rápido y fuerte con que ese único dedo intentaba satisfacerla.
Cuando logró calmarse, justo después de que Clein se hubiera detenido por completo, justo cuando pudo volver a abrir los ojos, pudo notarlo completamente sonrojado, con una sonrisa ladina de autosuficiencia que prometía más.
Tuvo que besarlo, completamente extasiada ante lo que acaba de sentir, sintiendo un par de fuertes brazos a su alrededor.
—¿Hay algo más que pueda hacer para satisfacerte, Latil?
Estaba nerviosa y anhelante de manera repentina.
Con Sonnaught, él había terminado antes que ella, su intromisión en su cuerpo había sido molesta y dolorosa al principio, absolutamente lo contrario a sentir uno solo de los dedos de este hombre en su interior. ¿Por qué no intentar…?
—Lo hay, aunque estoy debería complacerte más a ti que a mí.
Lo tomó con una mano, completamente segura ahora, besándolo un par de veces antes de guiarlo a su interior, descendiendo despacio sobre él, sorprendiéndose de que, a pesar de su tamaño, pudiera entrar con tanta facilidad, sin dolor alguno, sintiéndose solo un poco extraño, pero sin dolor alguno.
El rostro de Clein, por otro lado, era algo único. Podía notar por completo el placer que estaba sintiendo solo con eso.
Quería comenzar a moverse. No podía. Clein la tenía completamente aferrada ahora, incapacitándola a moverse ni un poco.
—¿Clein?
—Espera, por favor…
La respiración del peliblanco era laboriosa, temblaba ligeramente, a pesar de no permitirle moverse, a pesar de permanecer completamente inmóvil, su virilidad se había movido ahí dentro con impaciencia, haciendo un eco perfecto de cómo se estaba sintiendo ella.
—No puedo… no debo terminar tan pronto, ¿cierto?
¿Terminar tan pronto?, ¿en verdad?
—Lamento… esto… si me calmo… si espero un poco… ¿cuál es tu postre favorito?
—¿Qué?
El príncipe la obligó a hacerse un poco hacia atrás, tembloroso y sonrojado, podía notar el enorme esfuerzo que estaba haciendo para controlarse en los gestos de su rostro bien parecido.
—¿Cuál es tu postre favorito?
—Pastelillos con nata.
—¿Tus flores favoritas?
Sonrió de repente, era como si Clein quisiera distraerse para durar un poco más, así que respondió, aguantando las ganas que tenía de continuar con aquello y preguntándole de vuelta.
Colores, sabores, postres, vinos, la asignatura que más habían disfrutado estudiar de niños… y entonces, Clein volvió a besarla con fervor, paseando sus manos dulcemente por su espalda un momento antes de tomarla de las caderas y moverla sobre él.
Latil no dudó en abrazarse de su cuello, todavía inmersa en aquel beso y mover sus caderas despacio, disfrutando con cada roce y con cada caricia, deleitándose al escuchar el gemido que le había robado a su amante en turno al incrementar un poco la velocidad.
Clein no tardó mucho en tomarla con fuerza de las caderas, tomando impulso y poniéndose en pie con ella, dando dos pasos sin dejar de sostenerla, cargando con ella, que había tenido que bajar un poco la velocidad.
—¿Clein?, ¿qué haces?
—No puedo… no aún… no así.
¿Era en serio?
No pudo evitar sonreír, ella estaba gozando con la situación, haciendo sufrir de paso al extranjero en su interior.
El peliblanco dio una vuelta lentamente, con ella todavía moviéndose sobre de él, subiendo con cuidado en la cama y depositándola ahí sin salirse en ningún momento, besándola de nuevo, sosteniendo su peso con los brazos.
—Clein, me has complacido bastante ya, no es justo que sigas sufriendo.
Parecía conmovido, con esa sonrisa de niño pequeño que ponía cuando buscaba mimos y afectos de parte de ella.
Lo sintió besarla en el cuello, manteniendo su rostro oculto ahí justo antes de comenzar a moverse con una rapidez y fuerza inesperada.
Apenas un par de estocadas más y lo escuchó decir su nombre con la cara todavía enterrada en el colchón, a un lado de ella, completamente tembloroso antes de dejarle caer su peso completo, como si se hubiera relajado de repente.
No pudo evitar abrazarlo, contenta y satisfecha. Realmente no había esperado que este hombre pondría tanto esfuerzo en complacerla.
—Latil —llamó Clein en un susurro contra su oído—, realmente quería complacerte más veces, prometo que la próxima vez será mejor, mucho mejor… no volverás, a buscar a los, otros.
—¿Clein?
Aquel hombre había dado un profundo suspiro justo antes de comenzar a respirar con calma, completamente dormido.
Como pudo, Latil movió a su concubino a un lado, saliendo de debajo de él, quien la había atraído con un brazo, completamente inconsciente.
—Clein, necesito ir a asearme, ¿Clein?
Un gruñido, un balbuceo, un ronquido leve y finalmente pudo soltarse de aquel abrazo.
Cuando Latil volvió a la cama, se aseguró de taparlos a ambos con un manta que había tomado de un baúl cercano, acomodándose junto a Clein, suspirando satisfecha cuando este volvió a reacomodarse, ajustándose al cuerpo de ella para envolverla en un cálido abrazo afectuoso sin siquiera despertar.
Era como si Clein fuera un enorme oso de peluche, completamente inocente y adorable.
No pudo parar de sonreír al pensar de aquel modo, relajándose rodeada completamente por Clein.
.
Notas de la autora:
Hola hola, ¿me extrañaron?, la verdad es que he estado algo ocupada. Mi novela de fantasía, Lorg Antaq fue publicado, su continuación está en trabajo de edición, por mí, ya que no tengo para pagarle a un editor profesional, sin olvidar toda la campaña de marketing y que accidentalmente terminé escribiendo una novela romátnica que voy a publicar algún día... aún no se cuando. En todo caso, espero que este episodio les haya gustado.
Cómo dije antes, no planeo abandonar esta historia, solo no había tenido la inspiración suficiente para continuarla y es que, ya entramos, ahora sí, en terreno puramente lemon, muajajajajajajaja, ¿con quien debería consumar la relación nuestra emperatriz favorita luego de esto? Se vale dar sugerencias, yo estoy abierta y dispuesta a darles un poquito más de gusto con todo esto, recuerden que, de momento, no he escrito nada más de esta historia, así que...
SARABA
