SEDUCCIÓN
Tassir
Se sentía completamente agobiada.
Había algunos reportes de desapariciones, un par de levantamientos en las fronteras y, por si fuera poco, el estúpido de Hyacint había enviado una misiva para avisarle que enviaría un contingente para negociar importaciones, exportaciones y otras cosas que, en realidad, no le interesaban para nada.
—Su Majestad, Lord Tassir está en la puerta.
—Dile que pase, traigan la comida para ambos también.
—Si, su Majestad.
Escuchó los pasos de su sirviente saliendo, la puerta abriéndose y los pasos de Tassir. Simplemente le hizo una seña con la mano para que se sentara en la pequeña sala que tenía frente al escritorio, necesitaba concentrarse en otra cosa que no fuera la estúpida misiva de su estúpido ex novio para no salir corriendo a entrenar con Sonnaught o peor, decapitar al otro emperador.
Firmó la petición que había leído, tomando otro papel cualquiera de inmediato, el mal sabor de boca y el terrible humor del que se habían puesto no se habían aplacado todavía.
—¿Majestad?
Tuvo que levantar la mirada de aquel documento en que se hablaba sobre unas minas ubicadas al sur. Tassir estaba completamente apoyado en su escritorio, su sonrisa inocente haciendo un contraste increíble con esa mirada de zorro astuto tramando algo que le estaba dedicando ahora.
—En un momento, Tassir, ¡siéntate!
Apenas las palabras salieron de su boca se arrepintió del tono cortante que había empleado, bajando el documento, cubriendo su cara y tomando aire profundamente. En verdad necesitaba hacer algo para calmarse.
—¿Tan terrible es lo que tiene que firmar?
Tomó un poco más de aire, asomándose de nuevo, notando que Tassir ya no sonreía y tampoco se había movido de su lugar.
—No del todo.
—Cuénteme, Majestad, ¿qué es lo que la aflige tanto para mandarme llamar y luego gritarme como si me hubiera portado mal?, todavía no le hago nada por lo que deba de gritar.
El tono juguetón al final de la oración de Tassir la hizo reír, sintiéndose ligeramente sonrojada ante la obvia insinuación justo al final.
—Agenda diplomática, en ocasiones quisiera mandar a volar la diplomacia…
—¿Cómo en este momento?
—Si, como en este momento.
—¿Porqué no hacerlo? —preguntó el morocho tomando la misiva de Hyacint y lanzándola al aire, ¿cómo sabía este hombre cual era la que la había puesto de nervios?
Ella se rio, sintiendo culpa y alivio a partes iguales.
—¿Sabes que no puedo hacer eso, Tassir?
—Es por eso que lo he hecho yo, Majestad, ¿hay algo más en lo que pueda… asistirla?
Él había rodeado lentamente el escritorio, justo hasta quedar a un lado de ella, apoyando uno de sus brazos en el respaldo de Latil sin dejar de mirarla en ningún momento.
—No consumo drogas, Tassi —bromeó ella, recargándose en uno de sus brazos sin dejar de mirarlo, completamente divertida.
—Sus palabras rompen mi corazón, ya le he dicho que no soy un traficante de drogas… aunque… podría conseguirle una bastante… placentera.
Tassir se había relamido los labios, acercando su rostro con descaro al de ella, quedando a escasos milímetros de su boca.
¿Debería usar a Tassir para olvidarse de su enfado? ¿en la oficina? ¿no sería muy indecoroso?
Por otro lado, Tassir era su concubino, y estaba segura de que no sería el primer emperador jugando con alguien de su propiedad en la oficina.
Latil lo observó un segundo, notando que Tassir había dejado de avanzar, sonriendo todavía, mostrando un gesto demasiado pagado de sí mismo. No pudo evitar estirar su mano libre, delineando la mandíbula de aquel hombre, dejando que sus dedos jugaran un momento con uno de los pendientes del mercader antes de proseguir con su caricia hacia el cuello blanco y ligeramente descubierto por su camisa de seda.
Tassir abrió los ojos un momento, justo antes de poner una cara de lo más seductora para ella.
—Su Majestad parece dispuesta a convertirse en mi droga personal y no al revés.
—Te dije que no consumo drogas, Tassir.
El pelinegro soltó el respaldo del asiento, deteniéndose del escritorio con la otra mano para tocarla a ella, pasándole un dedo pulgar sobre los labios, alejándose apenas un poco sin dejar de sonreír de manera retorcida.
—Escuché algunas cosas bastante… interesantes este último mes.
—¿En serio?, ¿qué tipo de cosas?
Esa sonrisa malévola y perversa se ensanchó un poco más, ella había dejado de acariciarlo, sintiendo como él seguía delineando sus facciones, enredando uno de sus dedos con el cabello que colgaba de la cola de caballo en que le habían atado el cabello sus damas de compañía.
—Majestad ha decidido hacer uso del harem… un uso correcto, incluso fuera de él, y todavía no me ha usado a mí.
Su corazón se aceleró con nerviosismo.
A pesar de ello, sonrió en un gesto que esperaba fuera sensual, después de todo este hombre era el jefe de sus espías ¿o no?
Sin poder esperar más, tomando en cuenta lo molesta que se había sentido y la excitación creciente en su interior, tomó a Tassir por el cuello de la camisa, atrayéndolo hasta besarlo apasionadamente, deleitándose al sentir que el beso le era correspondido, que el hombre al cual besaba no ponía resistencia alguna y que, de hecho, había comenzado a lamer sus labios para introducir su lengua, robándole el aliento y haciéndola sentir que su excitación se incrementaba de golpe.
De pronto la puerta se abrió, el beso se rompió tan rápido como había iniciado, Tassir seguía a su lado, aunque de pie, dando la espalda a la puerta.
—La comida está lista, Majestad, ¿gusta que comencemos a servirla?
—No, muchas gracias —quería matar al sirviente en ese preciso momento, controlar su voz para no demostrar su molestia había sido complicado—, déjenos solos, no quiero que entre nadie más.
—Cómo su Majestad ordene.
Pasos alejándose de varias personas, la puerta cerrándose y luego, la risa de Tassir, quien se había alejado apenas un paso de ella.
—¿De qué te ríes?
—Su Majestad parece desilusionada.
No pudo evitar fulminarlo con la mirada. Tassir se había seguido riendo luego de verla, parecía completamente divertido. Latil se puso en pie entonces, aferrando con firmeza entre las piernas de Tassir y notando como el hombre dejaba de reír en ese preciso momento, sonrojándose al tiempo que algo bajo su mano comenzaba a moverse.
—Tú pareces sorprendido.
—Su Majestad me tomó con la guardia muy baja, pero… la levantaré en un momento.
—¿En serio?
Lo apretó un poco más, escuchando un gemido demasiado ligero por parte del mercader, cuya mano había ido a sostenerla del brazo que lo tenía amenazado.
—No tan fuerte, Majestad, arruinará la mercancía.
—Pensé que me traías mercancía de calidad.
—Y lo es, puedo asegurarlo, solo no la estropee antes de probarla.
No estaba segura de que era más divertido, ver a Tassir ligeramente sonrojado, el ambiente burlón en que estaban metidos o sentir que, de hecho, Tassir estaba disfrutando bastante con este giro de los acontecimientos.
Decidió pasear su mano de arriba abajo un par de veces antes de volverlo a tomar con la misma fuerza de hacía un rato. Si el gemido que Tassir había intentado tragar no era un indicativo, sentir que algo definitivamente se movía y endurecía rápidamente bajo su palma debía serlo.
—Parece que, de hecho, estoy tomando la mercancía con la seriedad debida.
—Ahora su Majestad es la que parece traficante —se mofó él.
Latil lo soltó en ese momento, estirándose un poco y caminando hacia la sala, desabotonando su uniforme y dejando caer la chaqueta sofocante que la tenía restringida.
—¿Puedo saber exactamente qué has averiguado, Tassir?
Sintió unos brazos rodearla, recorriendo su torso despacio y con firmeza, un masaje apenas insinuado sobre sus senos antes de que aquellas manos se dirigieran a los botones de su camisa. A su espalda podía sentir el pecho de Tassir, además de la excitación de aquel hombre restregándose ligeramente sobre sus glúteos.
—¿Su Majestad quiere saberlo? —susurró él en su oído, su voz ligeramente engrosada, luego lo sintió depositar un beso húmedo en su cuello, debajo de su oreja, haciéndola estremecer.
—¿Qué tanto, Tassir?
—Si su Majestad me deja llegar al final, yo sería su tercero, ¿o no?
No pudo responder de inmediato, el mercader había terminado de desabotonarle la camisa y había levantado su ropa interior, lo justo para introducir una mano debajo sobre sus senos, amasando y pellizcando en lo que su otra mano se ocupaba en soltar el frente de sus pantalones.
—Su Majestad parece disfrutar lo que el hago.
—Suenas muy seguro… de que te dejaré continuar.
Él volvió a reír, esta vez eran risas suaves y pequeñas contra su oído, demasiado cerca del área que él había estado besando y mordisqueando de manera deliciosa.
—Su Majestad ya no es una doncella, sólo dígame como me desea y me encargaré de servirme a usted, con crema y chispas por encima si así lo desea.
—Eres un descarado, Tassir.
—No olvidemos que soy cínico, Majestad, son mis mejores atributos y son solo para usted.
La mano de Tassir que había estado ocupada desatando su pantalón finalmente había logrado colarse dentro, rozando y dando atenciones en el lugar exacto.
Un gemido se le escapó en ese momento, era innegable que estaba disfrutando con las atenciones de su hombre en ese momento.
De pronto sintió frío. Tassir la había soltado y se había alejado de ella. Tuvo que voltear, encontrándose con aquel hombre relamiéndose los dedos con que la había tocado entre las piernas, haciéndola sonrojar sin poder evitarlo.
—Su Majestad quiere divirtiéndose abriendo su paquete o prefiere que sea yo quien la ayude.
—¿Paquete?
Él no le respondió, simplemente le sonrió con esa sonrisa retorcida a la que había comenzado a tomarle el gusto desabotonando su propia camisa. Apenas dos botones fuera y Latil notó que este hombre no usaba nada debajo de sus camisas.
—Creo que abriré mi "paquete", gracias.
—Cómo usted ordene —contestó Tassir levantando ambas manos, mirándola con lo que ella logró interpretar como deseo—, solo tenga cuidado, majestad, el contenido es frágil.
—¿En serio?
No pudo evitarlo. Paseó sus manos un momento por el cuerpo de Tassir sobre la ropa con lentitud, amenazando con besarlo sin llegar a hacerlo, sintiendo que este hombre le lanzaba alguna clase de desafío con la sola mirada, haciéndola sonreír completamente divertida. Sin poder esperar más, tomó los extremos recién abiertos de la camisa de Tassir para jalar hacia los lados con fuerza, sintiendo como todos los botones salían volando. Que el dueño de aquella camisa no se molestara o sorprendiera le había restado algo de diversión.
—Creo que Majestad tendrá que llevarme de compras después de esto.
—¿No tienes suficientes camisas, Tassir?
—Si su Majestad va a dedicarse a romper mis posesiones, tendrá que acompañarme de compras pronto.
—Y dime, Tassir, ¿qué harás si no me gusta lo que me has traído?, podría negarme a usarlo, ¿sabes?
Seguía sonriendo aunque ya no parecía divertido, su rostro se notaba ligeramente amenazante, su mirada completamente peligrosa y por alguna razón, eso le gustaba, era como salir de cacería y encontrarse con que la fiera a vencer era un verdadero demonio.
—Le aseguro, que le gustará, Majestad.
—Aún así, podría negarme a usarlo.
No podía evitar molestarlo, esta actitud de su mercader le parecía completamente divertida.
Lo siguiente había pasado demasiado rápido, Tassir la había tomado de ambas manos de un movimiento ágil y fluido, derribándola contra el sofá más cercano y manteniéndola ahí, completamente a su merced.
Tassir la besó con desesperación en el cuello y las clavículas, mordiéndola con fuerza en un hombro justo antes de subir su rodilla al sofá, apretándola contra su entrepierna a un ritmo continuo, arrancándole otro gemido cuando dio un par de succiones a sus pezones erectos, luego de lo cual, sin soltarla todavía, se había enderezado un poco, mirándola con mala cara y el pecho completamente descubierto.
—Su Majestad debe saber que, si juega con fuego, podría quemarse.
—Y tú deberías saber que me perteneces, si quiero jugar contigo y luego devolverte al harem, estoy en todo mi derecho.
—Y sería una verdadera crueldad, Majestad, tendría que hacerla entrar en razón por todos los métodos posibles.
—¿Cómo dejarme marcas?
Tassir la soltó en ese momento, sentándose descuidadamente al final del sillón sin dejar de mirarla con cara seria. Por más que intentara fingir, en realidad no había sentido que él tuviera la intención de lastimarla en ningún momento.
—¿Su Majestad me llamó para usarme como una broma?
—No, te mandé llamar como jefe del bosque sombrío, sin embargo, creo que mi concubino me sería de más utilidad ahora.
Lo observó haciendo una mueca extraña, como si intentara mostrar desagrado sin poder cubrir del todo el placer que aquello parecía causarle.
Ella se enderezó también, sentándose y quitándose la camisa, las botas y el pantalón, poniéndose en pie para dirigirse al carrito de comida y verificar que habían llevado.
Estaba por levantar una de las campanas de plata con que habían cubierto los platos, cuando sintió las manos de Tassir de nuevo reclamando su atención, seguidas del aliento de aquel hombre entre sus cabellos.
—No cabe duda de que su Majestad puede ser increíblemente cruel, no le bastó con dejarme listo en la tina la otra noche, ¿no?
—En ese momento no estaba lista, ahora es diferente.
—¿Cómo?
Su interés por saber que la aguardaba en el carrito de comidas desapareció en ese momento. Se giró, retirando la camisa del pelinegro, desatando sus pantalones y mirándolo a los ojos.
—Ahora en verdad deseo que me hagas olvidarme incluso de que soy Emperador, divertirme a tu costa no debería molestarte.
Tassir la besó de nuevo, mordiéndole el labio inferior y jalándolo un poco de manera juguetona, soltándola y sonriendo por completo.
—Estoy a sus órdenes, solo debió empezar por ahí, ¿no cree?
Tassir terminó de desvestirla, besándola y tocándola por todas partes justo antes de cargarla, caminando hasta quedar sentado en lo que Latil constató después, era el sillón frente a su oficina.
Aquel hombre la besó con tanto deseo, que podría haberse ahogado en él, sintiendo aquellas manos delineando sus contornos, amasando sus glúteos y sus pechos. Tassir la apartó apenas un poco, lo suficiente para introducirle los dedos en la boca sin dejar de mirarla como si estuviera completamente ebrio. Ella succionó sin poder evitarlo, extasiada al mirarlo cerrar los ojos en medio de un suspiro, sintiendo las caderas de Tassir removiéndose debajo de ella, como si estuviera listo para entrar.
—Su Majestad, ¿en verdad quiere olvidarse de todo?
Los dedos de Tassir salieron de su boca, ella no pudo evitar besarlo, introduciéndole la lengua de forma ávida, devolviéndole aquel mordisco juguetón de hacía un momento en el labio inferior.
—De todo en absoluto, incluso de mi nombre.
Una sonrisa ladina no tardó en adornar los labios del espía, quien la tomó firmemente de las caderas antes de cambiar de posiciones, dejándola a ella sentada en el sofá y a él, de pie, encorvado sobre ella justo antes de besarla de nuevo, dibujando un camino de besos conforme se arrodillaba frente a ella, justo entre sus piernas, bajando más y más con su boca, obligándola a recostarse con sus manos hasta besarla entre las piernas, haciéndola sentirse extraña.
—¿Tassir? —suspiró ella un tanto nerviosa.
—Sus deseos, son órdenes, solo permíteme cumplirlas, Latrasil.
Él acomodó las piernas de Latil sobre sus hombros, su boca hambrienta había comenzado a juguetear con su intimidad, lamiendo y succionando aquí y allá, haciéndola sentir más excitada todavía, era como si la boca de Tassir la recorriera entera debido a los intensos escalofríos de placer que estaba sintiendo.
La lengua de Tassir se introdujo en ella un momento, haciéndola temblar con los jugueteos de su concubino, quien luego de depositar algunos besos, introdujo algo más largo y húmedo, usando su boca para lamer y succionar aquel pequeño nódulo que sabía que le proporcionaba placer si lo manipulaba de manera adecuada.
Un primer y luego un segundo orgasmo no tardaron mucho en llegar bajo la atenta y diligente administración de los dedos y la boca de Tassir, quien había decidido jugar con algo más. Sin sacar los dedos de su interior por completo, aquel hombre había comenzado a recorrer el camino de regreso con su boca, usando su mano libre para juguetear con los senos de Latil, besando y succionado sin pudor alguno. Era como ser devorada sin poder creer lo bien que esto la estaba haciendo sentir.
La boca de Tassir finalmente alcanzó sus labios, los dedos con que la penetraba habían incrementado mucho la velocidad y profundidad de sus estocadas, haciéndola sentir febril y sin huesos, como si estuviera a punto de deshacerse de tanto placer que estaba sintiendo.
—Parece que algo has olvidado con todo esto, ¿no? —parecía burlarse aquel hombre que la miraba detenidamente.
—Solo sigue, por favor.
—¡Por supuesto!, sale una orden de Tassir con crema.
Se habría reído de buena gana si algo más grande que los dedos de Tassir no hubiera entrado en ella de golpe, haciéndola venirse de inmediato, soltando un gemido tal, que los toquidos en la puerta no habían tardado en hacerse escuchar.
—¡MAJESTAD! —preguntó una voz preocupada desde fuera.
—¡ESTOY BIEN!, ¡NO SE ATREVAN A ENTRAR!
La risa mal disimulada de Tassir no le había permitido escuchar bien la respuesta.
De pronto, su amante la había recostado sobre el sofá, mirándola con un rostro diabólico y divertido, penetrándola con fuerza.
—¿MAJESTAD?
—¡DIJE QUE NO ENTREN! ¡aahhh! ¡NO ME HAGAN REPETIRLO! ¡ES UNA ORDEN!
La risa de Tassir era desvergonzada, parecía que estaba disfrutando demasiado con la posibilidad de que los guardias los sorprendieran en pleno acto, con ella completamente desnuda y empalada.
Ligeramente molesta por esto, Latil lo empujó, saliendo de debajo de él.
—¿Latil? —preguntó el repentinamente descolocado.
Ella lo tomó de su miembro, parándose y obligándolo a caminar.
—¡Oh!, ¡Majestad!, ¡no tan rápido! ¡aaaahh!
Ella simplemente lo empujó contra el sillón en que había estado sentada trabajando, usando su mano para terminar de sacar todo lo que necesitaba de los pantalones de Tassir justo antes de sentarse sobre él, dándole la espalda y tomando las manos de aquel hombre para colocarlas sobre su cuerpo.
—No he terminado contigo.
—Por, por supuesto que no.
—Y soy YO quien debería disfrutar con esta situación en primer lugar.
—Por supuesto, ¡aaaah!, pero es… complicado no disfrutarlo más que tú… ¡Oh, por Dios!
Se movió sobre Tassir un poco más, disfrutando con la fricción y con las manos de Tassir, las cuales se habían puesto a trabajar en acariciarla y estimularla sin detenerse.
Podía sentir la lengua del morocho delineando su cuello y sus hombros de manera intermitente, como si no pudiera concentrarse a causa de los gemidos que ella le había estado robando con sus movimientos.
Latil se detuvo, poniéndose de pie ante la mirada atónita de su concubino.
Ella se recargó en su escritorio, sonriendo divertida al ver como lo había dejado.
El orgulloso Tassir, mercader de la compañía más importante de su reino, líder de un grupo de espías que se hacían pasar por asesinos a sueldo se encontraba sentado en su silla, semi desnudo, completamente erecto, sonrojado y aparentemente deseoso de más.
Latil volteó a su alrededor, estaba rodeada con papeles y tratados, plumas y un frasco de tinta que tapó con cuidado. La ofensiva misiva del idiota al que al fin había comenzado a olvidar descansaban a poca distancia en el suelo.
—¡Cómeme!
—¿De nuevo?
—¿Vas a negarte?
Tassir había llevado una mano a su miembro, acariciándose antes de inclinarse al frente, ella lo detuvo de un hombro con los dedos de su pie, divirtiéndose al notar la confusión en el rostro de aquel hombre.
—No dije que podías tocarte.
Un gesto ligeramente amargo dio paso a otro divertido y de entendimiento. Tassir puso ambas manos a los lados de ella, inclinándose de nuevo para darle placer con su boca una vez más.
Ella no pudo evitar estirar una de sus piernas hasta tocar el miembro húmedo y cálido de su concubino con el pie, acariciándolo despacio por un momento.
No pudo evitar retirar los objetos de escritorio que tenía a su espalda, recostándose por completo y enredando una mano en el cabello negro del hombre que la complacía ahora, tomándolo finalmente para indicarle que podía parar, estaba demasiado cerca de terminar de nuevo.
—¿Latrasil?
—Te quiero dentro, fuerte y rápido.
—¿Es una orden?
Ella solo sonrió. Él también.
Pronto Tassir la estaba penetrando con furia, sostenido por el escritorio con una mano y tapándole la boca con la otra en tanto ella se sostenía con fuerza del borde del escritorio, sus piernas enredadas alrededor de la cintura de Tassir, sintiendo como se venía de nuevo sin parar de gemir de placer.
El pelinegro siguió bombeando una y otra vez, penetrándola hasta que él mismo soltó un gemido ronco y animalesco, temblando ligeramente y haciéndola terminar una última vez. No pudo evitar atraerlo con dulzura esta vez, besándolo lentamente en tanto él le daba unas cuantas estocadas lentas y cortas, completamente gentiles en comparación con las que le había dado segundos atrás.
—No pensé, que te gustaría tan fuerte, Latil.
—Yo no pensé, que te gustara, ser mangoneado, Tassir.
Él le sonrió con sinceridad por primera vez desde que lo conocía, sintiendo como él depositaba un beso en su frente, justo antes de enderezarse y salir de ella.
—Soy un mercader, mi prioridad es tener contentos a mis clientes.
—Se de otra profesión en la que podrían decir exactamente lo mismo.
Al parecer, la broma no había sido tan ofensiva, Tassir la había besado de nuevo, acariciándola antes de alejarse.
—Técnicamente eso soy para usted, Majestad, por suerte, solo tengo que servirla a usted en ese campo.
Ella trató de seguirlo con la mirada, riendo ligeramente divertida al ver todo de cabeza. Tassir había ido hasta la pequeña sala, con su miembro colgando todavía rojo y furioso fuera de su pantalón en tanto el hombre recolectaba las ropas que habían quedado regadas.
Cuando Tassir volvió, lo primero que sintió fue una tela suave limpiando delicadamente entre sus pliegues.
—¿Qué haces?
—No quiero que se sienta incómoda una vez vestida, si debo servirla, ¿porqué no darle el servicio completo?
Ella se enderezó sobre sus codos, notando como era aseada y luego vestida, notando también como el miembro de Tassir comenzaba a encogerse poco a poco sin dejar de colgar.
—¿No te molesta?
—¿Qué cosa?
—Bueno…
Simplemente lo señaló con un dedo. Tassi se observó a sí mismo sin dejar de abotonarle la camisa antes de reír.
—Generalmente es de ese tamaño, Majestad.
—No me refiero a eso Tassir.
—¿Entonces?
—No puede ser nada cómodo tenerlo colgando de tu…
No pudo continuar.
Tassir estaba colocándole ahora la chaqueta cuando la puerta se abrió de golpe. Ella volteó a la puerta, molesta por la intromisión, nerviosa al recordar lo que acababa de pasar y avergonzada al darse cuenta de que Tassir seguía descamisado y con los pantalones mal puestos, por si esto no era suficiente, la persona que había entrado era…
—¿Sir Sonnaught?
—¡MAJESTAD…! Oh.
Tassir volteó a verlo también, hasta ese momento ella notó el gesto maquiavélico y esa sonrisa ladina que el hombre ponía de vez en cuando.
—¿Gusta unírsenos, Capitán?
Si el rostro de Sonnaught no hubiera estado sonrojado, Latil se habría tomado más en serio el rostro de enfado que tenía aquel hombre en ese momento.
—¡Por supuesto que no! —respondió Sonnaught entrecerrando la puerta y sin atreverse a soltarla.
Tenía que admitir que era raro notarlo molesto, su rostro, usualmente estóico, ahora estaba del mismo color de su cabello, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.
—¿Por qué no?, estoy seguro de que Su Majestad apreciaría ser consentida por dos de sus amantes y no solo por uno.
¡Ese estúpido zorro!, estaba a punto de golpear a Tassir cuando Sonnaught volteó a verla a ella.
—Lamento mucho haberla interrumpido, Majestad —logró decir el capitán de su guardia entre dientes, más molesto que incómodo según podía apreciar—, pero su oficina no es el mejor lugar para hacer este tipo de… actividades.
—Él tiene razón, Majestad.
Ahora no solo quería golpear a Tassir, también quería gritarle y echarle en cara que hacía unos segundos no había tenido ningún problema con la ubicación.
Tassir simplemente los ignoró a ambos, guardando su miembro en sus pantalones, cerrándolos con rapidez y colocándose la camisa, dejándola abierta a falta de botones antes de voltear, caminando hasta alcanzar a Sonnaught, a quien tomó de un hombro, hablando a un volumen suficiente para que ella pudiera escucharlo.
—Mi habitación siempre está abierta para recibirla, Majestad, sola o acompañada, eso es lo de menos, recuérdelo, Capitán, seguro a su Majestad le encantaría someternos a ambos a la vez, los dejo.
Y sin decir más, aquel descarado mercader había salido de la oficina, cerrando la puerta tras de sí y dejándolos a ambos a solas.
Latil bajó de su escritorio completamente incómoda, una cosa era que Sonnaught estuviera consciente de que ella había empezado a reclamar a sus concubinos y otra era que casi la atrapara con uno.
—¿En serio Latil?
—No era mi intención cuando lo llamé.
—¿Entonces qué pasó?
Ella simplemente levantó las hojas que habían terminado en el suelo, las causantes de todo aquel desastre y se las entregó, él las leyó, su rostro volviendo a ser estóico, a pesar de que su mirada demostraba que seguía molesto.
—De haber llegado antes, habría sido yo quien te ayudara con esto, ¿no?
—Probablemente si.
Sonnaugth le devolvió los papeles, mirando alrededor antes de guiarla hasta la pequeña salita. El hombre destapó la comida, frunciendo ligeramente el ceño al notar los platos. Suspiró, tomando la comida y sirviéndola, sentándose frente a ella.
—Al parecer ya habían terminado, en realidad no quiero saberlo, lo que me desconcierta es que él sepa, ¿le dijiste algo?
—No, lo dedujo solo.
—Debería matarlo —murmuró Sonnaught tomando una cuchara para comenzar a comer, justo antes de mirarla con una pequeña sonrisa y el semblante divertido—, o aceptar su invitación, ¿qué opina usted, Majestad?
No pudo menos que sonrojarse, completamente asombrada y preocupada, ¿desde cuando su dulce y confiable Sonnaught era tan pervertido como ese remedo de comerciante?
—Es una broma —la tranquilizó él—, si quieres jugar con más de uno, no cuentes conmigo, o eres para mi solo cuando es mi turno o de nadie.
Por un momento no supo como tomarse aquello, luego empezó a reír un poco, era bueno saber que ya no estaba molesto con ella.
—La próxima vez que me llegue una misiva de ese imbécil, entrégamela tú y quédate aquí, da la orden de que nadie entre y prometo jugar contigo.
—¿Solo si llegan misivas de él?
—No debo hacer este tipo de actividades en la oficina, ¿recuerdas?
Sonnaught sonrió, llevándose a la boca la cuchara con la sopa que tendría que haber sido para Tassir, ella sonrió divertida, aún no había tenido suficiente de molestar a su viejo amigo de infancia.
—¿Entonces está bien que tome a más de uno a la vez?, tendría que experimentarlo, supongo, es una lástima que no quieras unirte.
El pobre capitán casi se ahoga con la comida, mirándolo completamente furioso y poniéndose de pie para irse. Ella fue más rápida, levantándose, alcanzándolo y besándolo en los labios, sintiendo el sabor de la sopa en ese beso, suave, terso y ligeramente salado.
—No te haría estas bromas si no cayeras con tanta facilidad, anda, vamos, come conmigo y me dices eso tan urgente que te hizo entrar en mi despacho a pesar de mis órdenes de no dejar entrar a nadie.
—Si, respecto a eso, ¿debo empezar a acatar esa orden también?
—Por supuesto que no, tú puedes entrar cuando lo desees, yo trataré de que no tengas que volver a encontrar una escena como la de hace rato, ¿de acuerdo?
Él suspiró completamente derrotado, tomándola de la mano y dejándose guiar de regreso a la sala para terminar de comer. El día no había terminado todavía, tenía muchísimo trabajo todavía, pero al menos se sentía más tranquila ahora, a un grado que jamás creyó que podría alcanzar.
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Notas de la Autora:
A petición de algunas, escena en la oficina... no fue con Sonnaught pero casi xD.
La verdad es que me divertí demasiado escribiendo esto, no sé pero la relación que llevan Tassir y Latil me da mucha risa, en serio, es como si fueran compañeros de travesuras o algo así en la novela, jajaajajaja, por supuesto, tenía que ponerlos bastante más juguetones... perdón por lo del final, el estúpido de Tassir se me salió de control cuando llegó Sonnaught, ya ven como es, jajajajajaja, lo bueno es que se pudo arreglar, no hubo daños ni muertos.
Muchísimas gracias por los comentarios, no saben como me motivaron para escribir esto. Por cierto, tengo duda, ¿es Sonnaught o Sernut?, en lo personal, Sonnaught me gusta más por alguna razón.
En fin, cuídense mucho, sigan divirtiéndose y espero escribir pronto el próximo, no puedo poner una fecha porque el lanzamiento de mi segunda novela está muy cerca, así que no estoy segura de cuando podré tener algo de tiempo para el siguiente.
Y hablando del siguiente capítulo, estoy considerando seriamente a Ranamun, con lo facil que se eofende, podría ser contraproducente que sepa que Latil ya empezó a repartir amor antes de que le toque a él, voy a considerarlo.
SARABA
