Capítulo 2

El mundo se detuvo tras esas pocas palabras. Nadie, excepto los que ya sabían la verdad, podía creer lo que se acababa de escuchar. Todos miraron a Shinichi con la boca abierta por la sorpresa mientras buscaban una respuesta negativa. Pero ella lo miró a los ojos, leyendo en ellos la verdad y, sin que hiciera falta una sola palabra de su parte, estalló en el llanto más doloroso y angustiado que los presentes hubieran escuchado alguna vez.

— No llores, por favor. —Rogó el detective buscando sus ojos, pues la chica se había separado de él y se negaba a mirarlo. —Ran, mírame, por favor.

Pero ella solo podía hiperventilar y llorar con tal dolor que los que podían verla sentían puñaladas en el corazón.

— Te juro que quería explicártelo, te lo juro, iba a hacerlo. — Intentó razonar él, pero notaba perfectamente cómo sus piernas iban cediendo a su estado de ansiedad y tuvo que sujetarla por los antebrazos. Ella se dejó caer de rodillas suavemente mientras él intentaba recomponerla, aunque no lo conseguía.

— Ran, por favor, no llores más.

Pero no lo oía ni le contestaba, se limitaba a toser y ahogar quejidos mientras las lágrimas caían sin tregua.

— ¡Aléjate de ella! —El grito lloroso de Sonoko los hizo despertar a todos del trance.

— ¡Ran! —Gritó Kogoro echando a correr hacia su dirección junto al inspector Megure.

— ¡Ran! —Gritó por su parte Kazuha, dejando a un Heiji abrumado por la situación. Sabiendo que, al final, todo había salido de la peor manera posible. Sin poder reaccionar de otra forma, agarró a Shinichi del brazo, quien intentó zafarse de un tirón.

— Kudo, ahora no.

— ¡N-no puedo dejarla así!

— ¡No digas nada más!

Sonoko intentaba que Ran reaccionara mientras Kazuha la abrazaba en un intento de apoyarla, pero su respiración estaba muy agitada y no podía dejar de llorar. Kogoro envió una mirada de odio a Shinichi mientras abanicaba a su hija.

— ¡Llamad a una ambulancia! —Ordenó el inspector Megure.

— ¡No, yo la llevaré en coche! —Gritó el profesor Agasa. — Tardaremos menos si la llevo yo.

Takagi se acercó y llevó en brazos a la chica hasta el coche del profesor y la acomodó cuanto pudo, sin poder evitar sentir cómo su corazón se encogía al ver el estado en el que se encontraba una mujer tan jovial y dulce como era Ran Mouri.

— Yo iré con usted. —Dijo Kogoro pasando el brazo de la heredera Suzuki por encima del suyo para ayudarla a caminar.

— Yo también voy. —Dijo Kazuha buscando a Heiji con la mirada, esperando que se dirigieran en moto, pero lo encontró al lado del hombre por el que sentía tanta repulsión. —Supongo que te veré allí.

— Sí, primero… — Pero se calló abruptamente al ver la cara seria de su amiga y cómo juzgaba a un Shinichi cuyo mundo se acababa de venir abajo.

— ¿Ai-chan, vienes? —Dijo intentando reprimir las ganas de gritarle al novio de su amiga varias cosas importantes.

— No, me quedo con ellos. —Contestó con frialdad.

La respuesta sorprendió a la chica. Haibara estaba enamorada de Conan, pero acababan de descubrir que no era otra persona que Kudo, por lo tanto no tardó mucho tiempo en atar cabos. Ella lo sabía. Heiji lo sabía. No pudo evitar mirar a su amigo con un gesto profundamente triste y decepcionado.

— Tú lo sabías.

— Kazuha, yo…

— ¿Qué más ocultas, Heiji?

— ¡Vamos, muévete, tenemos que llevar a mi hija al hospital! —Le gritó un Kogoro muy alterado.

Dirigiéndole una mirada más, se apresuró a subirse en el coche.

"— Mierda" —Pensó Hattori.

Haibara fue a ver al chico, que estaba apoyado en la pared, con la cabeza agachada para que ninguno de los dos pudiera ver sus ojos.

— Lo arreglaréis.

Por un momento, pareció que iba a decir algo, pero apretó los labios. La garganta le ardía por haber estado aguantando las lágrimas de rabia y frustración. Lo que más temía se acababa de hacer realidad punto por punto: Ran en el hospital y su relación en el ojo del huracán.

— Se acabó.

— No te pongas en lo peor. —Intentó animarle Heiji mientras se ponía una gorra y apoyaba su espalda en la misma pared que él. — Tienes que intentar mirar más allá de todo esto.

— ¿Qué posibilidades había de que se lo tomara bien? —Preguntó Haibara cruzándose de brazos. — Debiste considerar que esto pasaría, que se lo tomaría muy mal.

— No esperaba que se enterara así. Que no se lo contara yo. — Dijo antes de suspirar.

— Sí, eso ha complicado las cosas.

— ¡P-pero recapacitará!

— Dime, Haibara.

— ¿Uhm?

— ¿Qué posibilidades hay de que todo esto se arregle?

Hattori guardó silencio, aunque maldecía por dentro que la pregunta hubiese estado dirigida precisamente a ella.

— ¿Quieres la verdad? No creo que haya ninguna posibilidad real. Si te dijera lo contrario, estaría mintiendo.

No podía recriminarle nada porque sabía perfectamente que era su verdadera opinión, no estaba intentando hundirlo para aprovechar un mínimo punto flaco. No era de esas.

— Te llevaré a casa.

— ¡No! Tengo que verla.

— ¿Estás loco? —Preguntó Heiji muy serio. — ¿Quieres que nos maten?

— No es buena idea, Kudo-kun. Hattori-kun irá al hospital y se quedará allí con la chica de Osaka y los demás. —Le apoyó la chica. —Además, el profesor Agasa también estará con ella. No le pasará nada. Tienes que dormir.

— No puedo dormir ahora.

— Pues quédate en tu casa. —Ordenó, pero no le convenció del todo. — ¿Quieres que te echen a patadas del hospital sin conseguir verla? Quizás piensas que lo necesitas, pero no estás teniendo en cuenta qué es lo que necesita ella.

Tras ese comentario, Shinichi la miró directamente. Tenía razón. Ran estaba mal, ni podía verla, ni estaba seguro de que ella pudiera soportarlo.

— Vámonos, por favor. —Le pidió a Hattori.

Una vez le dejaron en la puerta de la residencia familiar de la familia Kudo, los dos restantes se dirigieron con la moto de Heiji al hospital en el que se encontraba ingresada la karateka. Recorrieron el hospital para encontrar a sus compañeros hasta que una voz los llamó.

— Ai-kun, Hattori-kun. — El científico llevaba una bolsa con algunas bebidas que iba a repartir entre los que estaban allí.

— ¿Cómo está?

— Mejor. Está respondiendo bien a la medicación.

— ¿Cuál es la situación?

— No sé qué contestarte… Todos están muy afectados por lo que ha pasado.

— Hicimos bien en no traer a Kudo-kun. —Reflexionó Hattori en voz alta.

— Eso no es ni una posibilidad.

— ¿Eh?

— Nadie quiere verle. —Aclaró apenado. — Y no creo que eso cambie cuando Ran-kun salga del hospital.

Los tres guardaron silencio porque comprendían lo complicado que esa situación sería para Shinichi.

— Pero es su decisión. Ella no renunciaría a Kudo-kun tan fácilmente.

— Eso, eso. —Intentó convencerse el de Osaka, aunque el inventor no lo tenía tan claro. Sabía que todo aquello había afectado profundamente a la joven, pero no sabía hasta qué punto.

— De todas formas, he avisado a los padres de Shinichi-kun. Nos turnaremos para que no esté solo hasta que lleguen.

Ai asintió. — Yo me quedaré con él, profesor.

— Volvamos a la sala de espera, nos esperan allí.

Mientras andaban, Hattori sintió la vibración de su móvil. Una llamada de Kazuha. La vería en menos de un minuto, decidió colgar y enviarle un mensaje a su amigo diciéndole que la chica se encontraba mejor. En seguida recibió la respuesta: "¿Cuándo puedo verla?". Cerró el chat y guardó el móvil. Creía que lo mejor era ignorar el mensaje hasta que pudiera contestarle algo fundamentado.

— ¡Heiji!

La voz siempre dulce de Kazuha reflejaba ahora una tristeza profunda.

—¡Ah, Kazuha! —Exclamó acercándose a la chica que abrazaba a una inconsolable Sonoko. — Perdón por colgarte, pero estaba justo…

— ¡Has tardado mucho! ¿Dónde has estado?

— He ido a llevar a Kudo-kun a…

— No le nombres. —Habló Kogoro, quien estaba sentado en la fila de asientos de enfrente con la cabeza entre los brazos.

Heiji lo miró sin mucha sorpresa. Era evidente que Sonoko y Mouri iban a ser los más afectados por la salud de la karateka. Al lado de su ex-marido estaba la madre de Ran, luchando por no ir a casa de los Kudo y matar a la persona que había causado el colapso de su hija.

— Entiendo que estéis preocupados y necesitéis descargar los nervios, pero quiero que entendáis que Kudo-kun…

— NO. LE. NOMBRES. —Dijo hundiendo la cabeza más entre sus hombros sin saber cuánto más podría controlarse.

— No estás siendo razonable.

— ¿¡Qué!? —Sonoko no pudo aguantar aquel comentario. —¿¡Que no estamos siendo razonables!? ¿Acaso tienes idea de lo que todo esto significa para Ran?

— Cálmate, Sonoko. —Intentó tranquilizarla Makoto.

— Entiendo que la manera de enterarse no ha sido la mejor, pero tenía que saberlo.

— ¿Cómo? ¡Serás…!

— ¡Heiji!

— Hattori-kun, —habló Eri— ¿insinúas que el problema es cómo se ha enterado?

— Yo solo digo que no le habéis dado la oportunidad de explicarse.

Sin poder soportar más, Kazuha se llevó a Heiji fuera de la habitación.

— ¿Qué es lo que te pasa? —Le preguntó molesto.

— ¡Eso debería preguntarte yo! ¿Qué estás haciendo?

— ¿Qué quieres decir?

— Para empezar, deberías disculparte con Ran-chan en cuanto podamos verla…

— ¿Disculparme? ¿Por qué debería disculparme yo?

— ¡Has mentido! —Dijo con los ojos abiertos y comenzando a enfadarse. — Y no solo a ella, me has mentido a mí también.

— ¿Crees que es algo que yo debería haberte contado?

— No, pero saberlo te hace cómplice.

— ¡Oh, vamos! Lo dices como si hubiera hecho algo malo.

— ¿No te parece malo mentir a la única persona que le ha apoyado incondicionalmente?

— ¿La única persona? —Repitió sin creer lo que escuchaba. — Te estás equivocando. Lo único que ha hecho ha sido mirar por su bien y protegerla.

— ¿Esa era la forma de protegerla? ¿Matándola en vida, haciendo que siempre estuviera preocupada, que lo esperara sin saber qué estaba pasando?

— ¿Eso es lo que estás viendo? Esa gente es muchísimo más peligrosa de lo que creéis, no tenéis ni idea.

— No es una niña, Heiji. Ella podía haber elegido si luchar con él o apartarse para salvarse.

— Tú sabes que nunca se apartaría. ¿Qué sentido tenía haberle dado esas opciones? ¡La estaría poniendo en peligro! Podrían haberla matado para silenciarla.

— ¿Y crees que se pararían a comprobar qué sabe? Ante la mínima sospecha, la matarían igualmente.

El de Osaka sabía que tenía parte de razón, pero creía firmemente en que Kudo no debería ser juzgado tan duramente porque había tomado la decisión con la que había más posibilidades de protegerla.

— ¿Es lo que tú harías? —La chica finalmente hizo la pregunta que más temía formular. — ¿Serías capaz de hacerme sufrir tanto, de mentirme durante dos años, de verme llorar todas las noches por ti preguntándome dónde estás, sin tener la certeza, siquiera, de que estás vivo?

Él guardó silencio un instante.

— Sí.

Kazuha sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas y su corazón se partía en dos. Entendió que Hattori y Kudo eran el mismo tipo de persona que ella detestaba: una que defendía que sus ideas y sus pensamientos valían más que cualquiera que pudiera tener otra persona de su entorno.

— No me puedo creer que… —Dijo intentando contener el llanto. — ¿Tantos años…?

— Preferiría verte sufrir a verte con una bala en la cabeza desangrándote en un edificio abandonado. Sí.

— Vete.

— Kazuha. —Intentó tomarla por el brazo.

— ¡Te he dicho que te vayas! —Le gritó sin poder aguantar más las lágrimas, zafándose de los brazos de su amigo. — ¡No quiero verte!

— ¿Qué? ¿Qué quieres decir?

— Eres como él. —Dijo entre quejidos. — No voy a sufrir por ti como Ran ha sufrido por Kudo. No estoy dispuesta a terminar rota. Tú terminarás haciendo lo mismo.

— Oye, ¿qué estás diciendo?

— Me partirás el corazón. Ahora estoy segura.

— ¡Yo nunca haría eso!

— Claro que sí, lo has dicho. Y me duele en el alma tener que separarme de ti, pero prefiero protegerme. Yo decido separarme para salvarme.

— ¡Pero era una situación extrema! —Heiji sabía que ese era el momento de la verdad: el amor de su vida se estaba alejando de él y solo tenía un argumento que podría frenar toda esa locura. —Kazuha, te quiero más que a nadie en el mundo. Hacerte daño es lo último que haría. —Se confesó mirándola directamente a los ojos y quitándole las lágrimas que caían de ellos con una suave caricia. — Te quiero. Escúchame, por favor,

— Yo también te quiero, pero lo que tú llamas amor no lo es. —Le dijo quitando las manos de su cara y esquivando sus ojos. — No puedo permitir que te acerques más a mí. Vas a destrozarme.

— Kazuha, no, por favor.

— Lo siento… — Añadió. — Pero no puedo con todo esto. Vete, por favor.

Rápidamente, se alejó de él y se dirigió de nuevo a la entrada del hospital. Heiji podía oírla llorar de forma inconsolable, pero estaba en shock. No entendía cómo lo que había pasado entre Kudo y Ran había podido impactar tanto en su relación con la de Osaka. Los pensamientos se disparaban en su cabeza, no entendía nada, ni siquiera era capaz de identificar qué estaba sintiendo; lo único que sabía es que había perdido su única oportunidad de recuperarla y que su conversación había sido un adiós.