Capítulo 6
{5 años después}
— ¡Nakamori, Hiryū! —La enfermera jefa del hospital de Aomori en el que las chicas trabajaban desde hacía un año pronunció sus apellidos. — Han aceptado vuestra solicitud de traslado al hospital general de Beika. Deberán presentarse a la entrevista la semana que viene. ¡Enhorabuena!
Aoko y Kazuha aceptaron con educación y tranquilidad la noticia y la enhorabuena pero corrieron a los vestuarios del personal para saltar y gritar de emoción.
— ¡Nos vamos a Tokio!
— ¡Sí, sí! — Gritó Aoko emocionada.
— ¡Vamos a llamar a Ran ahora mismo!
— ¡Kazuha-chan, está eligiendo las flores para esa fiesta de esnobs que se celebra el fin de semana!
— ¡Es verdad, es verdad!
— Vamos a intentar aguantar hasta que venga a recogernos, ¿sí?
— De acuerdo.
Ambas se miraron y volvieron a gritar de pura felicidad.
— ¡No puedo más! ¡Tenemos que llamarla!
— ¿A qué esperas?
Rápidamente, Kazuha sacó su móvil del bolsillo de su uniforme, buscó el número de su amiga en la agenda y la llamó. Aoko se sentó y le hizo una señal para que ella hiciera lo mismo.
— Mouri. —La voz seria y femenina contestó a la llamada rápidamente.
— ¡Ran! —Dijo emocionada Aoko. — ¡Han aceptado nuestra solicitud!
— ¡No! —Exclamó la chica completamente emocionada. — ¿Nos vamos a Tokio?
— ¡Sí!
— ¡Aaaaahhh! —Gritó de alegría, haciendo que las dos enfermeras se unieran a la celebración.— ¡Enhorabuena, chicas, os lo merecéis! ¡Esta noche salimos a celebrarlo!
— ¡Sí!
— ¡Quietas! —Dijo Kazuha. — Tenemos que buscar casa y hacer una mudanza de 5 años en apenas una semana. No podemos desperdiciar nuestro tiempo.
— ¡Oh, venga! Solo unas copas.
— Yo…
— Ya, Ran, tú tienes que conducir.. —Comentó Aoko orgullosa de su amiga. — Bien, bien, iremos a cenar y al karaoke. ¿Os parece bien?
— Sí, eso está mejor.
— Oye, Ran, —intervino Kazuha— ¿cómo va lo de la boda de Sonoko?
— ¡Bien! —Exclamó feliz. — Ha habido un problema con las flores y parece que el cátering nos hará la vida imposible pero, quitando eso, ¡genial!
— Es increíble que hayan estado cinco años prometidos.
— Bueno, hay gente que se casa después de diez años de novios y hay gente que no espera ni seis meses.
— ¡Auch! —Dijo Aoko entre risas.
— Esta noche voy a tomarme todos los chupitos que tengan en el restaurante a vuestra salud, chicas. —Dijo Kazuha.
— ¡Esto no pinta bien!
— ¿Dónde vamos a ir?
— Donde queráis, chicas, yo tengo que volver al trabajo. Os veo en el hospital a la hora de siempre.
— Sí, Ran, ten un buen día.
— ¡Chao!
— Ay, por fin empieza a irnos bien. —Suspiró Aoko. Kazuha se acurrucó con ella.
— Sí… Han sido cinco años muy raros, ¿verdad?
— Y tanto. —Respondió acariciándole el pelo a su amiga.
— ¿Tienes ganas de ver a tu padre?
— Sí.
— No ha sonado muy convincente.
— Ya, bueno, ver a mi padre significa recordar cosas que no quiero.
— Te entiendo.
— ¿No vas a ir a Osaka?
— No. Veré a mis padres en Tokio una vez nos instalemos.
— ¿Y estás bien? ¿Hace cuánto que no vas? ¿Tres años?
— Casi, sí.
— ¿Crees que Ran se lo ha tomado bien?
— Ella quería volver a sus raíces. Seguía en Aomori porque estábamos nosotras.
— Pero ella no ha ido nunca. ¿Crees que estará bien?
— Hablas de Ran, Aoko. —Dijo Kazuha levantándose y arreglándose el uniforme. — Ella es más fuerte que nosotras. Estoy segura que viene porque se siente preparada. Y, ¿sabes? Si necesita algo… Ha estado cuatro años apoyándonos. Ahora nos toca a nosotras.
— Sí, tienes razón.
Ese día, tres recién graduados en la academia de policía de Tokio se dirigían al despacho del Superintendente para darles la bienvenida al cuerpo. Estaban nerviosos, pero sabían que todo aquello era una mera formalidad y que su futuro no dependía de causar una buena impresión en esa ocasión.
— Pensaba que ibas a solicitar una plaza en Osaka.
— ¿Y aguantar las órdenes de mi padre? ¡Ni de coña!
— Y que tú no hayas pedido entrar en la unidad de robos…
— ¡Uf! Trabajar con el padre de Aoko… No, no estoy preparado en absoluto. —Dijo el agente Kuroba relajando el lazo de su corbata. —¿Por qué hace tanto calor?
— Lo que a mí me ha sorprendido es que elijas trabajar en homicidios. —Comentó Hattori mirando por el espejo a su amigo. — Sabes que el padre de ella ha vuelto.
— Bueno, sí, pero no creo que sea un problema.
— No te va bien la cabeza.
— ¿Por qué?
— Sabes que puede salir muy mal.
— No me gustan los ascensores. De verdad que no. —Apuntó Kaito mirando con miedo por la cristalera.
— ¿Ahora te dan miedo las alturas?
— ¿Las alturas? ¡He dicho que no me gustan los ascensores, idiota! ¿No escuchas o qué?
— ¡No me insultes!
— ¿Queréis parar? —Intentó poner orden el de Osaka. — Parecéis dos críos. Por cierto, ¿qué hacemos después del curro? Habrá que salir a celebrarlo.
— Yo iré al gimnasio un rato. — Respondió Shinichi.
— ¡Oh, venga ya! Te van a salir abdominales en los abdominales.
— Deberías venir conmigo. Te gustaría.
— No, gracias. —Dijo recordando la vez que fue a hacer una "rutina tranquilita" que resultó en no poder moverse bien en tres días. — ¿Y tú, te apuntaste?
— Paso, he quedado con Makiko.
— ¿Otra vez?
— Esto ya es una relación en toda regla, ¿eh? —Aunque no era un comentario dirigido a hacerle rabiar, Hattori empezó a reírse.
— ¿Qué dices? ¡No es nada de eso! —Contestó molesto. — Igual deberíais intentar salir de vez en cuando. Tú, Kudo, siempre estás con alguna tía, pero ninguna te convence. Y tú, Hattori, desde que dejaste a la chica esa tan maja hace unos meses, no te he visto salir con nadie.
— No soy como tú, Kuroba, no necesito a ninguna mujer para ser feliz.
— Claro que sí, lo que pasa es que esa mujer se llama Toyama Kazuha. —Al terminar de decir eso, se arrepintió. Kudo le dió un golpe.
— ¡Cállate, imbécil!
— ¡Lo siento, tío, no quería decir eso!
— No, no pasa nada. Sí, sigo enamorado de Kazuha. Igual que vosotros de Ran y Aoko. Todos lo sabemos, pero duele admitirlo.
— No sé quién te ha nombrado portavoz, pero te equivocas conmigo. Aoko no significa nada para mí.
— Y una mierda.
— ¡Es la verdad! Y si vosotros seguís sintiendo algo por unas chicas que os abandonaron sin despedirse, tenéis un problema.
— ¡Oh, venga…!
— ¿Queréis cerrar la puta boca ya? —Shinichi se estaba enfadando. — Estamos a dos minutos de una entrevista. Estoy seguro de que hay otro momento para discutir esto.
Se quedaron en silencio el resto del camino, cada uno sumergido en sus propios asuntos. La reunión transcurrió con normalidad, el superintendente les enseñó el edificio y los llevó hacía el área de homicidios para ponerlos a disposición del que sería su jefe, el inspector Megure. Al entrar, los ojos de Shinichi se cruzaron inevitablemente con la mirada furibunda del detective Mouri. Él agachó la cabeza, sabiendo que le culpaba de que su hija se hubiera ido de Tokio.
— ¡Oh, Kudo-kun! —Exclamó con alegría el hombre.— Así que tú eres uno de los que se incorporan a mi equipo.
— Inspector Megure, cuánto tiempo.
— Parece que no son necesarias las presentaciones. Inspector Megure, espero que le dé la bienvenida a los nuevos detectives. Yo me retiraré, con permiso, he de ocuparme de otros asuntos.
— Gracias por su tiempo, superintendente. —Dijeron los tres a coro, acompañado por una reverencia.
— ¡Bienvenidos, bienvenidos! Os enseñaré vuestra mesa.
— Inspector.
Una voz muy conocida resonaba a las espaldas de los tres novatos. Heiji y Kaito se giraron para ver la cara furiosa del señor Mouri.
— Necesito hablar con usted.
El inspector sabía perfectamente lo que esa situación acarrearía en cuanto al ambiente de trabajo y supuso que el policía readmitido quería mostrar su disconformidad al tener que tratar con Shinichi Kudo.
— Tendréis que dar de alta vuestras fichas de policía. Hacedlo mientras hablo con Mouri. Si termináis antes, aprovechad para presentaros informalmente al resto de compañeros.
— ¡Sí!
— Entre en mi despacho, Mouri.
El adulto pasó empujando con fuerza al joven detective Kudo, quién no respondió en absoluto.
— Será idiota… ¿Estás bien?
— Sí. Es normal, ¿no?
Sus amigos le miraron con preocupación.
— ¿Qué quieres decir con que renuncias? —El inspector Megure no podía creer lo que oía. — ¿Sabes lo que me costó que te readmitieran? ¿D-dónde vas a ir? ¡Ya no puedes ser detective privado, Mouri!
— ¡No me importa!
— Vamos...
— Inspector, ese niñato fue el que hizo que mi hija estuviera en terapia durante tres años. Eri y yo casi no la hemos visto en cinco… ¿Cómo quiere que trabaje con alguien así?
— Entiendo tus motivos personales, pero no es suficiente para echarle. Kudo-kun es una gran incorporación a la policía metropolitana. N-no puedo…
— No espero que lo entienda. Por eso vengo a avisarle de que presentaré mi renuncia.
El hombre suspiró. No pensaba que fuera a reaccionar de esa forma. No era asunto suyo si Mouri renunciaba o no, pero tantos años en contacto habían hecho que le preocupara su bienestar.
— Hagamos una cosa. —Propuso Megure apoyando los codos sobre la mesa. — Pediré una reasignación a otro departamento. Creo que el de robos o tráfico estaría bien… ¿Cuál te gusta más?
— Robos, supongo.
— De acuerdo. Lo intentaré. Pero tendrás que esperar un mes. No puedo hacer más.
A lo largo de esa primera jornada, Shinichi sintió constantemente una mirada clavada en su espalda y supo que había cometido un grave error al aplicar para un puesto en el mismo lugar en el que se encontraba el padre de su ex novia.
— Eh, Hattori.
— ¿Qué?
— Me apunto a tomar una copa. Tú eliges el sitio.
— ¿Eh?
El de Osaka miró a Kaito, quién se apresuró a decirle a la chica con la que había quedado que le había surgido un problema y que tendrían que verse en otro momento.
— ¿Dónde vamos?
— ¡Yo voy también!
— ¿Tú no tenías un compromiso?
— ¡Cancelado!
Evidentemente, no se iba a perder una oportunidad de oro como aquella. Quizás, por fin, Shinichi se abriría y admitiría que estaba destrozado desde que Ran lo dejó.
— ¿Dónde vamos?
— Hay un pub tranquilo en la avenida principal. —Dijo Heiji. — ¿Te parece bien?
— Sí, ¿por qué no?
Los tres compañeros anduvieron en dirección al establecimiento hablando de cosas triviales, aunque Shinichi estaba claramente abstraído.
— ¡Bienvenidos! ¿Cuántos son? —Una chica joven los recibió.
— Somos tres. ¿Podríamos sentarnos en un lugar tranquilo? Tenemos una conversación pendiente y no queremos que nos molesten. —Habló el más moreno.
— ¡Claro! Acompañenme.
La camarera los llevó hasta una mesita al fondo del local y les entregó una carta. Kaito y Heiji pidieron algo de sake, pero Kudo pidió un whisky con hielo.
— La noche empieza fuerte…
El de Osaka le dió un codazo a Kuroba y le reprendió con la mirada.
— No os he traído a contaros mis problemas.
— No hace falta. Sabemos cuáles son.
Un segundo codazo aterrizó en la zona de sus costillas.
— ¿Te quieres callar, imbécil?
— Muy agudo, Kuroba… —Dijo Shinichi, dejándose caer abatido sobre el respaldo del sofá. — Creo que he cometido un error.
— ¿Eh?
— ¿Qué quieres decir?
— No debería estar trabajando con Mouri-san.
— ¿Y cómo se supone que ibas a saber que había vuelto al cuerpo de policía? — Dijo fastidiado Hattori.
— Eso. No es justo que dejes de hacer lo único que te gusta en la vida por no coincidir con ese hombre.
— Tú no has solicitado plaza en la unidad de robo porque la dirige el Inspector Nakamori, y él ni siquiera te culpa porque su hija se haya marchado.
Hattori y Kuroba enmudecieron. No era propio de él exponer las debilidades de los demás de forma tan evidente.
— Tienes razón. —Admitió él. — Yo soy un cobarde, pero eso no es nada nuevo. No creía que tu fueras de los que se rinden en cuanto se enfrentan a una situación difícil.
— No es una situación difícil. Es una mierda.
— No podemos vivir condicionados por tres tías que nos dejaron sin oír nuestras versiones. —Dijo Kaito. — Tenemos que pasar página de una vez.
— Eso no es tan fácil.
Una camarera distinta a la mujer que los había recibido les trajo las bebidas, enfriando rápidamente la conversación. Ya ninguno sabía qué decir.
— ¿Has descubierto algo nuevo? — Preguntó Heiji para romper el hielo.
— Sé que la organización tras la que íbamos los dos no es la misma. —La información sorprendió mucho a los detectives. — Pero están relacionadas de alguna manera.
— ¿Qué significa eso?
— Un informante ha hablado por fin. La Organización de Negro se dedica al robo y tráfico de influencias y otros negocios oscuros. Pero no al robo de joyas.
— Eso no tiene sentido. Es una organización muy grande.
— Pero el negocio con joyas robadas no es tan rentable como el de venta de información secreta. Sin embargo, y aquí viene la parte buena, hacen negocios con un grupo criminal conocido en los bajos mundos. Los apodan "los joyeros", pero solo es un nombre utilizado por los que están en el escalafón más bajo de la pirámide.
— Entonces, esta organización está hermanada con los Hombres de Negro. Hacen negocios habitualmente.
— Eso es lo que he deducido, sí.
Shinichi se llevó la mano derecha al mentón y comenzó a analizar la información que Kaito acababa de proporcionar, pero la vibración de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla. "Haibara". Lo dejó sonar. Sus compañeros lo miraron con dudas.
— ¿No vas a contestar?
En respuesta, el detective deslizó el dispositivo hacía ellos con un suave empujón. Ambos leyeron el nombre.
— ¿Cuánto tiempo llevas sin hablar con ella?
— Cinco años. Desde que tuvimos esa pelea. No he vuelto a hablar con ellos.
Hattori supo que con "ellos" se refería a Haibara, el profesor y sus propios padres. Recordaba perfectamente esa noche, no solo porque fue la última vez que habló con Kazuha, sino por la enorme pelea que tuvo lugar en casa de los Kudo, y que resultó en la salida de los adolescentes de la residencia.
— Todavía estoy esperando a que me contéis qué demonios ocurrió esa noche.
Los dos se quedaron en silencio un instante.
— Es una larga historia.
— Ya, siempre lo ha sido. —Dijo tomando un sorbo de su bebida. —Pero hoy tenemos tiempo, ¿no?
— Esperad, esperad. —Intervino Kuroba. —¿De qué estamos hablando ahora? ¿De la noche en que Hattori vio a esa chica por última vez?
Heiji y Shinichi mantenían un duelo intenso de miradas.
— Sí.
De repente, Kaito no entendía nada. Sabía que era una conversación que se había pospuesto demasiado tiempo, pero no sabía cómo reaccionar ante ello.
— ¿Vas a seguir ocultándome la verdad?
— Yo nunca he hecho eso. —Explicó el de Osaka. —Te dí mis razones y mis motivos.
— Y yo te estoy dando mis razones y mis motivos para que me lo cuentes todo de una puta vez.
El silencio incómodo se impuso en la conversación hasta que el más moreno cedió y dio un largo suspiro.
— No sé todos los detalles y yo no participé en la toma de decisiones.
— No des más rodeos.
— Espera. —Dijo. — Disculpe, ¿podría traer una botella de tequila y tres vasos?
Durante el tiempo que la camarera estaba preparando la orden, los tres se mantuvieron en silencio, en un ambiente muy tenso. En cuanto trajeron la botella, Hattori tomó dos tragos directamente y volvió a suspirar.
— Cuando te fuiste después de que intentáramos que te quedaras, yo me quedé a preguntar qué demonios había pasado. Lo cierto es que Haibara intentó defenderte.
Hattori se sirvió otro chupito de tequila.
— ¿Qué quieres decir con que "intentó defenderme"?
— Ella…
— ¿Ella qué? ¡Habla ya de una vez!
— Ella fue a ver a Mouri.
— ¿Haibara fue a ver a la chica? —Kaito y Shinichi tuvieron la misma reacción: incredulidad y confusión. —¿Por qué?
— Lo hicieron para que Ran se enfrentara a la verdad. Eso supongo. —Dijo Heiji, — El caso es que fue a la agencia de detectives y habló con ella. Poco después, supe que volvía a estar hospitalizada, por lo que deduje que la conversación le había provocado un segundo ataque de pánico, quizás de la misma intensidad que el primero.
— Eso ya lo sabíamos, Hattori. —Le dijo repasando mentalmente el dolor indescriptible de aquella noche. — ¿De quién fue la idea?
— De ella. —Shinichi suspiró. —Pensó que sería una buena idea. Los demás lo aceptaron como la única opción que tenían. Hicieron lo que creían que sería lo mejor para Mouri y para ti, para que ella supiera toda la verdad antes de hablar contigo.
— Ya, y consiguieron que ella se fuera sin hacerlo. —Se llevó la mano a la cartera y dejó sobre la mesa más dinero del doble de lo que habían pedido.
—¿Qué haces?
El chico guardó sus pertenencias y tomó la botella de tequila.
— Me voy a casa.
El detective desapareció rápidamente.
—¿Deberíamos ir con él?
— Déjalo solo con sus pensamientos, necesita abrirse de una vez por todas. Ha sufrido cinco años en silencio, sin permitir que nadie se acercara lo suficiente, ¿Todas esas chicas? Un intento de llenar un corazón roto. A ti te pasa lo mismo. —Dijo Hattori levantándose.
— Yo no…
— Ya han pasado cinco años, Kaito. Admítelo de una vez. —Sin esperar una respuesta, el de Osaka dejó el bar tras una breve despedida.
El mago, por su parte, supo que el alcohol sería lo único que borraría todos los malos recuerdos.
Los preparativos estaban hechos y las tres chicas se dirigían a su nuevo apartamento con maletas llenas de ropa y de ilusiones. Se habían habituado a vivir juntas y no podían imaginarse un escenario en el que no lo estuvieran, por lo que dejar de ser compañeras de piso no era una opción que contemplara ninguna.
— ¿Han llegado los servicios de mudanza a tiempo? —Preguntó Kazuha inclinando la cabeza para colarse entre los huecos de los asientos delanteros.
— Sí, Matsuda-san se encargó de recibirlos y de abrir la puerta. Las cajas están en el salón, esperando a que las coloquemos. —Rió Ran.
— Al menos, no tenemos que colocar muebles.
— ¡Sí, eso fue lo peor de la última casa!
— ¿Vas a ir a ver a tu madre cuando lleguemos?
— No, ya iré mañana. No podría dejaros solas con las tareas de la mudanza.
— ¡Pero si la última vez te escapaste porque tenías un evento en Kyoto! —Se quejó Aoko.
— Bueno, pues no volvería a hacerlo.
— Yo creo que deberías visitarlos hoy. Deja que nosotras nos ocupemos de esto.
— Sí, anda, ve a ver a tus padres.
— Chicas, nos mudamos a Tokio, habrá muchas ocasiones para verlos.
— Sabes que nunca encontrarás el momento adecuado. —Dijo Kazuha arreglándose el pelo, ahora suelto.
Ran no supo qué decir. Ver a sus padres después de tanto tiempo le resultaba un foco de miedo y nerviosismo, No sabía cómo reaccionarían ni si aún deseaban tenerla en su vida. Prácticamente, había cortado toda comunicación con sus padres y solo les había escrito tarjetas de felicitación de cumpleaños y año nuevo.
— Si lo dejas más tiempo, irá dándote más miedo. —Apoyó Aoko.
— Tenéis razón. Iré a verlos cuando lleguemos.
Al dejar a sus dos amigas en el destino y echar un brevísimo vistazo al interior de su nuevo hogar, Ran se dirigió a la estación de metro más cercana. Calculó mentalmente las líneas y trasbordos que debía hacer para llegar y se subió a un tren. Vio a un grupo de chicas con el uniforme de su escuela secundaria y no pudo evitar mirarse en el espejo; este reflejó la imagen de la Ran de 16 años, con su uniforme azul y la corbata verde, el pelo castaño largo y cuidado. Al cambiar al escenario urbano, la imagen reflejada también cambió radicalmente: ahí estaba ella, un poco más alta, con curvas femeninas más marcadas, con el pelo por los hombros y su vestido ajustado. Había cambiado mucho. No solo su imagen, sino ella como mujer; había aprendido que ella era la persona que más debía amar y que los hombres, en general, decepcionan a las mujeres. Su figura perfecta y su cara inocente habían conseguido que fuese casi irresistible a los hombres, y ella había aprendido a enfrentarlos y utilizarlos a su favor, llegando a ser fría y a utilizar todos los medios cuando quería conseguir algo.
El cambio era radical.
La niña dulce, inocente, de voz suave y andares inseguros había dado paso a una mujer atractiva, decidida, con formas elegantes y paso firme. Era evidente que aquel cambio físico reflejaba un cambio muy profundo a nivel mental y emocional.
"—Debería teñirme." —Un pensamiento asaltó su mente y sin darle más vueltas, se bajó en la siguiente parada y se dirigió a una peluquería.
Varias horas más tarde, una chica rubia que destacaba por su físico en las abarrotadas calles de Tokio se detuvo ante el imponente edificio de la policía de Beika. Nerviosa, miró el reloj en su muñeca izquierda, comprobando que era demasiado temprano como para volver a casa y decirle a sus amigas que se le había hecho tarde y que ya iría mejor al día siguiente.
Sin pensarlo mucho más, se adentró en el edificio con paso ligero. Aunque llamaba la atención de los que se cruzaban en su camino, llegó sin problemas a la planta a la que solía ir cuando su madre y ella acudían al trabajo de su padre para dejarle algo de comer.
Tragó saliva. ¿Cómo se suponía que iba a reaccionar él? Mezclando palabras casi de forma aleatoria en su cabeza, buscando cómo explicarse, se aventuró a entrar en el área de homicidios. No pasó mucho tiempo antes de que los policías cayesen en el embrujo del caminar de la joven hacia un lugar concreto, susurrando entre ellos. Por supuesto, una mujer tan atractiva como la chica que acaba de entrar no pasó desapercibido a un novato en el departamento.
— ¿Y esa quién es? ¡Madre! —Dijo llamando la atención de Hattori.
— ¡MADRE! —Repitió el moreno, sin poder apartar la mirada de sus largas piernas.
— Yo voy a ir a presentarme. —Añadió Kuroba levantándose de la silla.
— ¿Qué? ¡No, voy yo! —Dijo imitándolo el de Osaka.
Al instante, el tercer novato los agarró y tiró de ellos para hacer que volvieran a sentarse.
— ¿Podéis dejar de comportaros como quinceañeros? ¡Estamos trabajando! —El joven detective Kudo intentó poner orden.
— Es que tú no la has visto. —Contestó Heiji.
— ¡Echa una miradita! —Exclamó sosteniendo la cara del chico y obligándolo a mirar a aquella chica rubia que estaba demasiado lejos como para advertir su presencia.
—¿Me quieres dejar en… —comenzó a quejarse, antes de fijar su mirada e identificar automáticamente la forma de andar de Ran— paz?
Tras terminar la frase, enmudeció. Kaito se rió victorioso.
— Te lo dije.
— No.
Hattori y Kuroba se miraron con duda.
— Esa es Ran.
Poco a poco. bajo la atenta mirada de la mayor parte del departamento de homicidios, Ran se aproximó a la mesa del detective Mouri Kogoro, quien se encontraba enfrascado en la lectura de un documento policial; solo se dio cuenta de que alguien se acercaba cuando ella se encontraba a escasos metros. En ese momento, examinó a la mujer de arriba a abajo, buscando en su memoria a alguien rubia y joven.
— Hola, papá.
Al mirarla a la cara, vio el reflejo de su hija adolescente en la cara de una mujer adulta que le miraba con inseguridad y cierto miedo.
— ¿Cómo dice?
— Sé que no nos hemos visto en cinco años y que me presente en tu trabajo sin avisar puede ser muy… —El hombre la arrastró del brazo y la metió enseguida en el despacho de su jefe quien, afortunadamente, se encontraba ausente en ese momento.
— R-ran…
— ¿Papá? —Dijo confundida.— ¿Por qué has hecho eso?
Sin responder a su pregunta, su prematuramente envejecido padre la abrazó con fuerza, ante la atenta mirada de sus compañeros de trabajo, que los observaban desde el ventanuco de la puerta de la oficina del inspector Megure.
Los tres chicos se acercaron también; uno de ellos intentaba acercarse para ver si podía llegar a ver claramente la cara de la chica.
— ¿Qué? ¿Intrigados? —Preguntó un compañero pasando el brazo por los hombros de Heiji y Kaito.
—¿Eh?
— El viejo Mouri siempre elige a las más guapas…
— ¿A las más guapas? —Preguntó Heiji intrigado. —¿Qué quiere decir?
— Ah, claro, vosotros tres sois nuevos, no sabéis nada de él. —Hattori se rió irónicamente.— Mouri-san siempre está detrás de mujeres guapas y tiene muchas amantes que son más jóvenes que él.
— ¿Amantes? —Shinichi, interesándose por la conversación. —¿Quiere decir que esa no es su hija?
— Pues por la edad podría…
— ¿Su hija? ¡Nah! —Contestó otro.— Su hija está en Aomori, ¿no es así, Nishimura-san?
Los latidos del corazón del joven detective se dispararon y miró directamente al citado en busca de una confirmación.
— ¡Sí, se quedó allí tras terminar la Universidad!
— ¿Pero vosotros cómo sabéis tanto? —Preguntó Hattori estupefacto.
Sin esperar más, el chico volvió a su mesa, recogió sus pertenencias y se puso la chaqueta.
— ¿D-dónde vas?
— A Aomori. —Dijo sin dudar mientras se guardaba el móvil en el bolsillo.
— ¡Eh, eh, eh, eh! —Kaito se interpuso en su camino.— Tú no vas a ir a ningún sitio. No vas a ir a buscarla.
— Quítate de en medio, Kuroba. —Dijo con una mirada impenetrable.
— No vas a ir.
— Chicos, no empecéis.
— Si tú has renunciado a Aoko, yo no me opondré, pero yo no soy como tú. Es la primera vez en cinco años que tengo una mínima oportunidad de encontrarla, y tú no vas a quitármela.
— ¿Y cuál es tu plan? —Le dijo con rabia.— ¿Irte a Aomori, sin tener ni idea de dónde buscar? ¡Podrías tardar meses en encontrarla!
— ¿Y cuál es el tuyo? —Contestó en el mismo tono su amigo.— ¿Seguir huyendo de tu pasado hasta que vuelvas a intentar suicidarte por la culpa?
— ¡KUDO!
Hattori se interpuso entre los dos.
— ¡Ya está bien!
— Esta conversación se ha terminado. —Dijo Kaito aparentemente enfadado, pero profundamente dolido con el comentario de su amigo.
— Claro que ha terminado. —Respondió Shinichi esquivándolos.
La tos seca y sonora del inspector Megure puso en orden la oficina de trabajo: al instante, todos los policías a sus órdenes se apartaron de su puerta y volvieron a sus puestos.
— Inspector Megure.
— Ahora no, Kudo. —Le dijo con voz autoritaria. — Pensaba que tenía buenos profesionales y resulta que me voy a una reunión y a la vuelta están todos cotilleando mi despacho.
Nadie se atrevía a mirarle.
— Espero que tengáis una explicación decente para ello.
— ¡Inspector Megure! —Lo llamó con urgencia Mouri saliendo precipitadamente de su despacho.
— Claro que no podía ser otro… —Comentó en voz baja.— ¿Qué demonios haces tú ahí?
En respuesta, el detective abrió la puerta levemente para que Juzo observara con sus propios ojos la razón de peso que tenía.
— ¿Pero qué…? —Al mirarla un instante reconoció a la chica. —¿CÓMO?
— Inspector Megure, —Shinichi se acercó a él provocando que la puerta se cerrara de un golpe y que su jefe se apresurara a tomarle por los hombros y quitarlo de la zona en la que podía verse el interior del despacho— me gustaría pedirle un favor personal.
— ¿¡Tú sabes quién está ahí dentro!?
El sobresalto de Megure y su extraña reacción hicieron que el chico se lo confundiera.
— Pues no, pero…
— ¡Tengo que irme!
— Pero tengo que hablar con usted.
— ¡Cualquier cosa que vayas a pedirme es un sí! —Le gritó casi corriendo hacia su despacho .— ¡Y tómate el día libre!
Las palabras de favor del jefe provocaron un sentimiento de rechazo hacia Shinichi en sus compañeros. ¿Cómo diablos había conseguido que Megure reaccionara así?
El chico miró a sus amigos, y ellos tenían la misma cara de confusión y sorpresa que él. Hattori se encogió de brazos.
— Supongo que nos vemos el lunes…
