.

.

.

Las tierras del Hades

-Amado mío – Andrómaca miró al horizonte desde la ventana – espero que me dejes un lugar a tu lado en el mundo del Hades, pues es el lugar que en el que más deseo estar – se acercó a la ventana - ¡Oh poderoso Zeus! Concédeme este último deseo, tú que todo lo ves y que concediste la muerte de tantos valientes hombres. Imploro tu piedad – escuchó un ruido procedente de la parte inferior del recinto, sabiendo que su amo había vuelto.

Por su lado, Inuyasha había conseguido hablar con Sango y con Kagura para poder aclarar lo ocurrido con Kagome.

La detective privada y amiga de la infancia de su ex, Sango Houshi, había sido reticente, en un principio, cuando lo vio entrar al lado de su cuñada por la puerta del Café Sthund. Aunque habían sido grandes amigos durante el noviazgo con Kagome, su actitud con él había cambiado de la noche a la mañana, perdiendo el contacto no sólo con ella, además también con Miroku. Entendía que la situación fuera complicada después de una ruptura, aunque él no hubiera roto nada, pero no entendía el comportamiento que ambos tenían con él. Por lo que quería respuestas.

Cuando las tuvo, no supo cómo actuar, sin embargo.

Sango había hablado sin tapujos de la cruda realidad que había vivido. En ningún momento había esperado aquella verdad que le dio de lleno en la cara, despertándole de un letargo en el que se había sumergido. Tan preocupado estaba por su futuro, que no había pensado en las consecuencias de sus actos y menos en que otros se pudieran llegar a aprovecharse de eso. Como le fue difícil de digerir, Kagura instó a la detective a que le enseñara las pruebas para acabar de hundirlo más en la mísera. Kagome le había enviado capturas de pantalla de conversaciones que había tenido con su hermana en los que Kikyō insistía en que él se había dado cuenta de su error y que necesitaba volver a su antigua vida, sorprendiéndole las numerosas faltas de ortografía. Antes de poder defender nuevamente a su ex amante, Sango le mostró un audio más, el cual había conseguido después de pinchar el teléfono de Kagome. En él, la voz de Kikyō sonaba serena y seria, recordándole como era la vida antes de que ella viajara a Alemania y advirtiéndole que todo volvería a ser como aquel entonces si no hacía algo al respecto.

Aquello le hirvió la sangre.

Había sido un grandísimo estúpido, se había dejado manipular de aquella manera tan absurda, poniendo en riesgo su vida y su futuro, por unos simples miedos infundados. Sí, tenía que hablar con alguien sobre su miedo al compromiso, pero estaba seguro de que quería vivir una vida con Kagome y llegar a la vejez cogidos de la mano. Solo tenía que acostumbrarse a lo que ocurriera entre medias.

Intentó probar suerte con Sango, por si ella sabía dónde se encontraba su amiga, pero la detective fue dura, osca y sagaz, prohibiéndole rotundamente que la buscara. Aquella reacción solo pudo confirmar que había destrozado el corazón de Kagome, hasta tal punto de aislarse completamente de todos. Incluida de Sango, quien lo culpaba por ello.

Taciturno, había llegado a casa olvidándose del mundo. Apagó el teléfono y se estiró en el sofá todo lo largo que era, apartando con el pie algunas cajas de pizza vacías y ropa sucia. Desde que Kagome se había marchado no había tenido ni ganas ni fuerzas de nada, por lo que su pequeño apartamento de soltero se había convertido en un estercolero. Quería llamarla, como ya había hecho antes, sólo para escuchar la voz del contestador, pero sabía que, si por un casual ella cogía el teléfono, no sabría qué decirle. No sabría cómo pedir perdón. Suspiró amargado, y cerró los ojos intentando olvidarse de la situación por un momento para entrar en la inocua inconsciencia, cuando el teléfono del trabajo sonó, aturdiéndolo. En un principio, dejó que sonara, ese era su día libre y no tenía fuerzas para ir hacia el hospital. Cuando el teléfono sonó por tercera vez, lanzó una maldición y se levantó, contestando y malhumorado. El hospital lo llamaba porque necesitaban de sus servicios, había habido un tiroteo y no había suficientes médicos de guardia.

Eri, la jefa de enfermería, le pedía, de aquella manera tan autoritaria que tenía, que se presentara allí, sin dilación, por lo que, a regañadientes y después del sermón de la enfermera sobre su deber para con el ciudadano, Inuyasha respiró hondo y volvió a coger el coche para dirigirse a su lugar de trabajo. Cuando llegó, no encontró más que el habitual bullicio en la entrada, sorprendiéndole que sólo lo hubieran llamado a él. Al entrar en recepción quedó estupefacto al reconocer a su hermano Sesshomaru, despeinado y gritándole a Ayumi, la nueva secretaria, que temblaba como una hoja. Se acercó al mostrador para intentar calmar a su enloquecido hermano mayor, el cual parecía querer saltar por encima del mueble de madera.

—¿Qué edad tienes? ¿Quince? —Sesshomaru golpeó el mostrador—. Necesito saber si está aquí el doctor Taishō, Inuyasha Taishō.

—Lo siento, pero es información confidencial del hospital, no puedo simplemente decírsela.

—¡Soy su hermano, estúpida! ¿Cómo tengo que decírselo, en chino?

—Sesshomaru, basta ya. —El inspector se giró observando a su hermano de arriba abajo—. Deja de gritar a la muchacha, es nueva.

—¿Dónde tienes el móvil, maldito imbécil? —El estallido de ira de Sesshomaru lo dejó sin palabras. Su hermano agitaba su teléfono como su fuera un papel—. ¿Has visto la de llamadas que te he dejado? Tu vecindario ha sido un hervidero caótico por horas.

—¿Estabas preocupado por mí? ¿Por qué? —preguntó estupefacto.

—Porque lo único que ha llegado a comisaría es que un hombre ha salido de un coche y ha disparado a diestro y siniestro cerca de tu casa a todo coche que salía. ¿No has escuchado los tiros? —Inuyasha seguía mirando pasmado a su hermano. ¿El accidente había pasado en su calle?—. Por eso estoy preocupado, pareces ido desde hace una semana. ¿Cómo narices quieres que no me preocupe? Sé que podrías, con tu formación, salir de cualquier situación parecida, pero parece que no estas siendo tú últimamente.

—Lo siento, estoy bien. —Le puso la mano en el hombro y entonces cayó en la cuenta, Sesshomaru se había acercado al hospital en ropa informal. Él nunca salía de casa sin sus pantalones negros tejanos y una camisa de diferente color, según el día. Realmente estaba preocupado—. Vete a la cafetería, tengo que ayudar en el hospital. Cuando acabe vamos a tomar algo antes de ir a casa.

—Pero señor Taishō, estamos cubiertos. Además, hoy es su noche libre —Ayumi miraba temblorosa el ordenador buscando algo para verificar sus palabras—. No debería haber venido.

—Ayumi, me habéis llamado hace un rato — dijo cansado, buscando el móvil del trabajo y enseñándoselo a la joven que observaba la pantalla sin aliento.

—Te he llamado yo, Taishō. —Apareció Eri por el pasillo, con un moño en la cabeza y los ojos oscuros surcados de ojeras—. Tu hermano estaba molestando a los pacientes y no atendía a razones, además el hospital no puede ceder información de sus interinos. —Sesshomaru miró hacia otro lado mientras que Inuyasha suspiraba—. Gracias por venir tan rápido, pero podéis iros los dos a la cafetería del hospital. Aquí ya está todo controlado.

Mudos, los Taishō se dirigieron a la cafetería con la cabeza cabizbaja como cuando eran unos críos y había hecho una de las suyas. El pequeño bar del hospital no estaba muy concurrido, las mesas eran de madera aglomerada y las sillas de plástico blanco. Se sentaron en una de las mesas más alejadas de la barra y se quedaron por unos segundos sin saber que decir. La relación con su hermano no era mala, pero siempre le había costado muchísimo comunicarse con él cuando tenía aquella cara inexpresiva. Sólo Midoriko, su hermanastra, había conseguido leerlo.

—¿Cómo estás? —Inuyasha intentó romper el silencio y atraer la atención de su hermano—. ¿Kagura y los niños están bien?

—Si vineras de vez en cuando lo sabrías, ¿no crees? —Vio en la mirada de Sesshomaru la frialdad que lo caracterizaba y que solo aparecía de vez en cuando. Inuyasha suspiró.

—Lo siento ¿vale? —repitió—. No era mi intención preocuparos.

—Para eso está la familia ¿no? Para preocuparse. —Bebió un poco de café de forma indiferente—. Kagura me ha explicado que fuiste a hablar con Sango ¿has sacado algo en claro? —La cara de Inuyasha era un poema—. ¿Qué vas a hacer?

—No lo sé —contestó entristecido—, sólo tengo su número de teléfono y ni siquiera contesta. —Con sus dos manos se frotó la sien intentando relajarse—. Si supiera dónde vive me sería más fácil, iría a su casa y montaría un asedio, pero no sé por dónde empezar.

—Podrías hablar con Kaede. —Inuyasha levantó la mirada—. Lo único que yo te puedo decir es que no vive en el pueblo, al menos no está registrada como tal.

—Puede que se haya quedado en casa de alguien –propuso el médico ante la aportación de su hermano—. Sé que su madre y su hermano viven a unos ciento cincuenta kilómetros de aquí. Podría preguntarle a… —Sesshomaru dio un golpe en la mesa, sobresaltándolo.

—Ni se te ocurra pedirle nada a Kikyō. —Los clientes y los camareros de la cafetería los miraron sorprendiéndose de la reacción de la persona que parecía más tranquila de las dos—. ¿Te destroza la vida y enzima le pides información? ¿Estás loco?

—Y ¿cómo planteas que lo haga? No soy detective y no tengo forma de llegar a ese tipo de información y… —observó a su hermano ocurriéndosele una idea fantástica—. ¿tú podrías…?

—Por eso te llamé la primera vez, antes de saber lo del accidente y de las doscientas llamadas. He conseguido contactar con Sonomi Higurashi, dice que sabe dónde vive Kagome y que está dispuesta a ayudarte.

—¿Por qué? —Inuyasha recodaba a la madre de Kagome y Kikyō, una mujer afable, con una hermosa sonrisa, pero de ojos tristes.

—Dice que quedó con su hija y la vio infeliz, aparte que sintió que vosotros dos debíais de estar juntos.

—Es muy mística y bastante creyente —aportó el médico con una sonrisa nostálgica—, pero es una mujer afable y sincera, siempre ofrece su ayuda, aunque no reciba nada a cambio o su persona corra peligro

—Como mi cuñada. —Sesshomaru nunca había aceptado que ninguna de sus conquistas lo hubiera llamado cuñado, ni siquiera Kikyō, pero con Kagome siempre fue diferente—. Hablaré con ella y cuando sepa algo te avisaré. Pero escúchame bien Inuyasha —lo señaló— esta será la última oportunidad que tendrás, cuídala bien. —Inuyasha asintió, estaba seguro de eso.

(-.*-.*-.*-.*)

Los días fueron pasando, igual que la inspiración para Kagome, quien no tenía tiempo para poder conseguir escribir unas líneas de su novela. Sin embargo, la investigación de Mostby y la droga iba viento en popa. Lee había conseguido información sobre los dos criminales en varias visitas al bar donde se celebraban las no tan legales reuniones de los traficantes. Efectivamente Suikotsu no había dejado el trabajo sucio después de haber salido de la cárcel y parecía ser que su mujer había participado en algunos de los negocios poco lícitos de su marido. Por desgracia, el detective de la coleta no había sido capaz de saber nada más de ellos, llegando a la conclusión que las reuniones no se llevaban a cabo en el club.

Los tres estaban en la mesa de Akane, buscando alguna pista que les pudiera haber pasado durante la infiltración de su compañero, cuando Ryoga apareció de la nada gritando a los cuatro vientos el nombre de Tendo. Su acción, como acostumbraba a pasar cuando él aparecía, enervaba a Lee, hasta tal punto que ambos empezaban a discutir en medio del departamento.

Pero aquel momento fue diferente.

Ryoga no solo apareció llamando a su compañera, sino que la agarró por la cintura desde su espalda para apartarla sin miramientos del escritorio. La reacción de Akane fue inesperada, propinándole un codazo en la boca del estómago y un puñetazo en la nariz que lo dejó estirado en el suelo. El departamento quedó en un silencio sepulcral que nadie se atrevió a romper. Sólo Lee, con un semblante serio, se acercó a Akane y entrelazó sus dedos con los de ella, calmándola poco a poco. Kagome observó a su compañera, quien estaba blanca como el papel y miraba iracunda al chico que aún seguía en el suelo con la nariz sangrando. Observó como él se levantaba enfadado y se acercaba a la pareja con aire desafiante, deseando iniciar una batalla campal con el de la coleta.

—Tienes suerte de que no haya sido yo —comentó despreocupada ella, consiguiendo la atención de todos—. Yo habría acertado más abajo.

—Ya sabes, Higurashi te deja sin hijos —se jactó Ukyo, provocando unas carcajadas distribuidas por todo el departamento—. En fin, a lo que venía. Tenemos un asesinato —continuó—. Esta es la dirección. —Lee y Akane se adelantaron para coger la información, pero la joven la apartó—. Higurashi también va, lo manda la jefa.

En sumo silencio, los tres compañeros salieron del departamento de policía hacia la dirección. Kagome podía observar la tensión en los hombros de sus compañeros quienes no habían bajado la guardia, ni cuando el ambiente en la oficina se había destensado. Entendía la reacción de su compañera, ella tampoco hubiera dejado que alguien la agarrara por la espalda, pero una vez visto que era Ryoga ¿Por qué seguía en aquel estado de alerta? Y ¿Lee? Su compañero parecía estar a punto de saltar como si fuera una pantera a punto de cazar una suculenta presa.

Tan sumida en sus pensamientos estaba que no se dio cuenta cuando Tendo aparcó el coche. Bajó, dejando escapar un suspiro ligero, para concentrarse, aun y los años que llevaba investigando, siempre le resultaba difícil aquella parte. Pasaron la cinta policial y se acercaron hacia un hombre de cabello oscuro y largo, atado en una trenza. Cuando este se levantó, parecía medir lo mismo que Sesshomaru, era alto como un armario y corpulento, un extraño espécimen para ser un forense. Llevaba unas gafas grandes con cristal doble e iba vestido con un mono azul.

—¿Qué tienes Mūsū? —Akane se acercó a la víctima, la cual tenía toda la cara desfigurada.

—Hombre, caucásico —Mūsū se agachó, al igual que Lee, cerca de la víctima—, yo diría que de unos sesenta años. No han encontrado documentación.

—Está irreconocible. —Lee con un guante de látex, abrió la chaqueta viendo un charco de sangre en el pecho—. ¿Causa de la muerte? —preguntó señalando.

—Es posible —aseguró Mūsū —aunque aún quiero llevarlo a la morgue, parece que ha recibido algún tipo de tortura

—Este hombre me resulta familiar —Kagome robó dos guantes de látex y se los puso mientras se agachaba.

—Lo único que hemos encontrado es esta tarjeta de visita —dijo Mūsū enseñándole la evidencia. Aquella tarjeta manchada de sangre era una de las tantas que había repartido a los detenidos que había interrogado—. Por eso te he llamado, esperaba que pudieras reconocerlo.

—Todos a los que he entrevistado son caucásicos. —Kagome se levantó y se sacó los guantes para sacar el móvil—. Todos siguen encerrados en prisión preventiva menos uno, Enrique Plaza, de sesenta y siete años.

—¿El de la bolsa de coca en los pantalones? —Akane se acercó con cautela

—Sí —suspiró derrotada.

—Le faltan los dientes, algo muy característico de las mafias —agregó Mūsū— Me lo llevaré al laboratorio a ver que puedo sacar en claro. En cuanto tenga algo os aviso.

—Gracias Mūsū —Lee se despidió de Mūsū y se fue con Akane y Kagome al coche.

—Es un hombre… raro ¿no? —preguntó Kagome una vez sentados en el coche

—Trata con muertos a diario —respondió Akane. La morena recodó a Miroku, forense y amigo de ella durante años. Ciertamente aquellos que se dedicaban a esto tenían ciertas excentridades adquiridas con los años.

—Pero eso tampoco tiene mucho que ver —agregó Lee—. Su mujer está muy loca y trabaja de ginecóloga

—Tú saliste con Shampoo una temporada, Lee

—No salí con ella, solo la ayudé para dar celos a Mūsū —replicó cruzándose de brazos —además, es de Pekin, su familia está muy arraigada a las tradiciones.

—El domicilio de Plaza está a unas pocas calles. Vayamos y si está allí, descartaremos la posibilidad de su muerte —interrumpió Kagome aquella nueva pelea de enamorados.

Tomando las llaves de las manos de Akane, se colocó en el asiento del conductor y movió la silla para acercarse a los pedales. Ordenó a Lee que le guiara el camino, ante la estupefacción de los otros dos. Entendía que ambos habían dejado el suceso con Ryoga atrás comportándose como los dos enamorados que querían esconder su amor con insultos, pero ella no tenía la paciencia de poder aguantar aquello ahora mismo. Un hombre al que ella le había asegurado protección si hablaba, había acabado asesinado de una forma grotesca y cuel, por lo que necesitaba respuestas. Además, si efectivamente había sido asesinado por una organización criminal, el asesino podría haber visto su nombre perfectamente en la tarjeta. En definitiva, estaba jodida.

Aparcaron cerca del bloque de pisos donde vivía la supuesta víctima y entraron en él. Junto al conserje y la llave del apartamento, subieron para verificar si podían hablar de un homicidio o no.

—Apartamento 26 —aclaró Lee mientras subían por el ascensor—. El expediente dice que vivía solo.

—¿No se habrá metido en líos verdad? Era un nombre muy majo que siempre pagaba religiosamente cada mes.

—Solo estamos siguiendo las pistas de una investigación —le aclaró Lee.

—¿Conoce usted al señor Plaza? —le preguntó Akane.

—Mi español no es que fuera muy rico, hace años que no lo practico —se apenó el conserje—, pero siempre se hacía entender.

—¿Notó algo inusual en él? En su comportamiento, por ejemplo —comentó Kagome mientras las puertas del ascensor se abrieron dejando a la vista el largo y anticuado pasillo del bloque.

—No, la verdad nunca me fijé. —Los cuatro llegaron a la puerta del apartamento—. Aunque ahora que lo dice, sí que hay algo. Normalmente el señor Plaza pagaba siempre un día antes de que se acabara el plazo del alquiler y lo hacía siempre en mano. Pero hará dos días, encontré una transferencia hecha a mi cuenta a su nombre que pagaba todo el mes. ¡Y queda aún una semana!

—¿Cuánto hace que no lo ve? —le preguntó Akane más seria.

—Supongo que dos días más o menos, ya le he dicho que no me fijo demasiado –aseguró el conserje.

—Está bien, déjenos la llave y vuelva abajo, nosotros se la devolveremos –aseguró Lee.

—¿No deberían tener una orden para eso? —preguntó algo inseguro. Lee y Akane suspiraron, pensando que habían tenido demasiada suerte antes de que saliera la frase mágica.

—¿Tiene algo que esconder? —Kagome se adelantó a los otros dos agentes y miró al hombre que era unos centímetros más alto que ella, regordete y medio calvo

—No, claro que no —se apresuró a contestar el conserje.

—Pues entonces no creo que debamos preocuparnos por pedir una orden. —Puso la mano boca arriba cerca del hombre—. La llave por favor. —Sin pensarlo, el hombre se la dio y se despidió, queriendo salir de allí lo más rápido posible.

—¿Cómo lo has hecho? Es decir, siempre que aparece la pregunta de la orden tardamos días en conseguirla y perdemos todas las pistas.

—Bueno, tuve tiempo de perfeccionar la práctica. —respondió sonriendo. Fue a picar cuando los tres escucharon un ruido extraño procedente del interior. De forma automática, pusieron la mano en el arma, y casi dejaron de respirar, concentrándose en si escuchaban nuevamente un ruido o no.

Parecía que todo estaba tranquilo, pero, aun así, los tres inspectores no estaban seguros de que el peligro hubiera pasado. Flanqueada por sus dos compañeros que estaban con el arma en la mano y apoyados a cada lado del marco de la puerta, Kagome se dispuso a abrir con cuidado la puerta. Una vez abierta, sacó su arma y apuntó al frente, entrando poco a poco, siendo seguida por Lee y Akane. Los nervios agolpaban en su estómago, mezclándose con la adrenalina del momento. Todo ello, le permitía estar alerta a cualquier amenaza y concentrada a cualquier cambio en su entorno.

El apartamento estaba completamente patas arriba. Cajones abiertos, papeles por todas partes y unas pequeñas manchas de sangre en el suelo. Lee y Akane se metieron hacia las habitaciones, saliendo poco después para informar de que la estancia estaba despejada. Movida por la intuición propia del momento, Kagome se dirigió al baño, lugar donde normalmente no se miraba. Abrió la puerta lentamente siendo arrojada por alguien que salía a toda velocidad del baño hacia la puerta.

—¡Policía! ¡No se mueva! —Kagome se levantó a toda prisa, cogió su arma y salió detrás de la mujer, que corría como si el alma dependiera de ello. Ambas bajaron por las escaleras hasta la calle y siguieron su persecución por la acera—. ¡Pare inmediatamente!

La mujer cruzo la carretera hacia un callejón, Kagome la siguió con dificultad, estando a punto de ser arrojada por un todoterreno. Cuando llegó al callejón vio como la mujer estaba subiendo una verja. Poco a poco se acercó a ella, tenía el pelo rubio era algo delgada, pero parecía ser de mediana edad, unos cuarenta y tantos. Sacó el arma y apuntó hacia la pierna.

—Policía, baje ahora mismo de la verja. —La mujer paró, y la miró. Llevaba unas gafas de sol y una gorra, por lo que no se le podía ver sus facciones.

—¿O qué? —A toda prisa subió lo que le quedaba y saltó la verja corriendo hacia la salida hacia el otro callejón.

Kagome maldijo, no podía arriesgarse a que asuntos internos revisaran su expediente por una detención imprudente, así que suspiró y se acercó a la verja. Por azares del destino, vio una pequeña muestra de sangre en uno de los hilos metálicos. Parecía reciente así que, con cuidado, sacó un bastón de algodón estelarizado y lo pasó por la mancha. Lo guardó en el bote nuevamente y rezó internamente para que la muestra pudiera darles alguna pista de aquella mujer. Cuando volvió al apartamento, Lee y Akane habían pedido refuerzos los cuales estaban repasando el apartamento. Al menos ahora estaban seguros de que Enrique Plaza, estaba metido hasta el cuello en un problema de drogas.

Recibió un mensaje al móvil de la central despertándola de su ensoñación abruptamente. Parecía que el forense ya había identificado a la víctima. Cogió el coche y se dirigió hacia la comisaria donde el forense les estaba esperando. Éste les confirmó que Plaza era la víctima, torturado antes de que, finalmente, le dieran muerte. El arma homicida parecía un arma blanca con pequeños dientes en la hoja, que el criminal tuvo que clavar varias veces hasta conseguir dar con un órgano vital, poniendo en tela de juicio que fuera un asesino profesional. En el lado derecho del cuello, cerca de la aorta, había dos pequeñas incisiones del tamaño de una aguja quirúrgica, cada una.

—Estimo que la hora de la muerte ha sido ha sido entre las dos y las cinco de la madrugada —aseguró Mūsū tapando el cadáver—. Cuando tenga algo más sobre el arma o la toxina que han introducido por las incisiones, os avisaré —dijo quitándose los guantes.

—Antes querría dejarte esto. —Sacó el bote de cristal—. He intentado que no se contamine, espero que te sirva de algo.

—¿Qué es? —preguntó Lee curioso.

—Persiguiendo a la mujer que salió del apartamento de Plaza, vi cómo se enganchaba en un alambre por lo que posiblemente tengamos algo del ADN de nuestra sospechosa.

—Lo cotejaré en la base de datos, pero no te hagas ilusiones, normalmente esas muestras no sirven de mucho —suspiró Mūsū, cogiendo la prueba.

El grupo salió de la sala de Autopisas y se dirigió a las oficinas donde le esperaba Cologne, jefa del departamento con unas carpetas amontonadas en la mesa de Akane. Ella misma le había informado a Kagome que la jefa del departamento también era suegra de Mūsū, por lo que todo parecía quedar en familia. Parecía que no sólo los Taisho eran los únicos que monopolizaban las instituciones.

—He analizado todos los archivos relacionados con las detenciones de los extranjeros que ha interrogado la detective Higurashi y me he tomado la libertad de separarlos para aligerar más el trabajo —señaló los dos montones en la mesa—. Estos son aquellos que dejaremos a un lado por el momento. Por lo que he podido ver, no están relacionados con el señor Plaza. —Luego señaló un montículo más pequeño—. Éstos, en cambio, tienen muchas similitudes con la víctima, como se pusieron en contacto, como recogieron la mercancía y como debían llegar aquí. Estos son primordiales —aseguró.

—Sí, jefa —Lee hizo un saludo irónico recibiendo un coscorrón en la nuca —¡auch!

—Más respeto muchacho —advirtió la mujer señalándole con el dedo—. Cuando tu aun no atinabas a llegar al baño yo ya había metido a unos cuantos criminales en la cárcel, así que compórtate. —El aludido solo gruño, cogió unos expedientes y se marchó a su mesa.

—¿Qué sabemos de los testigos? ¿Alguien vio algo de cómo se cometía el crimen? —preguntó Kagome. Cologne miró a Akane, que sacaba un rotulador y se acercaba a una pizarra.

—Tenemos el testimonio de una camarera que lo vio cuando salió a fumar un cigarro. No era un lugar muy transitado por lo que no había mucha gente que pasara por allí. —Akane puso el nombre de la testigo, Sayuri Tsuko, camarera del bar en cuestión—. Según dice, sobre las siete de la mañana, salió del bar a respirar algo de aire y tomar un descanso. Entonces vio que a lo lejos había una figura en el suelo.

—¿Lugar del crimen? —Cologne, no era mucho más alta que Kagome, tenía el cabello blanquecino y algunas arrugas repartidas por todo el rostro.

—No creemos que haya sido allí —contestó Akane mirando las notas—. Mūsū avala la hipótesis, según sus notas, no había suficiente sangre como para haberse desangrado allí.

—¿Y qué hay del apartamento? —en este caso, la mirada azulada con destellos violetas de la mujer se posó en Kagome

—Estaba completamente destrozado —Akane volvió a tomar la palabra —parecía no faltar nada, pero los de la científica siguen analizando el lugar

—Tengo entendido que la señorita Higurashi salió a la carrera de una posible sospechosa. —Kagome volvió a sentir la mirada de Cologne y un escalofrío le recorrió la espalda.

—Era una mujer rubia, metro setenta más o menos, de complexión delgada y atlética. Posiblemente de unos cuarenta años y yo diría que de descendencia irlandesa. —los demás la observaban sorprendidos—. Siento no poder ser de más ayuda.

—Creo que has sido la descripción más clara que he tenido en años. —Se giró hacia Lee— Aun te queda mucho que aprender, chico. —sonrió cuando escuchó el gruñido de él— quiero que me traigáis a esa camarera y la interroguéis. Necesitamos saber todo lo que ha visto. —Pasó por el lado de Akane y le tocó el brazo—. Necesito que vengas al despacho, sola —aclaró.

Ante la atenta mirada de ella misma y de Lee, su compañera acompañaba a la jefa del departamento a su despacho, cabizbaja y en silencio. Sin embargo, ella dio una palmada para centrarse y activar su modo detectivesco, necesitaba que todos sus sentidos se centraran en aquel caso, tenía que saber quién había matado a Plaza y porqué.


Hola!
Bien, aquí estamos nuevamente, con un nuevo capítulo. La verdad, es que esta semana ha sido una odisea y pensaba que no llegaría a subirlo, pero por fin, aquí esta.
Me he dado cuenta de que no os he explicado mucho quien es Andrómaca, pero supongo que ya la conocéis o, si más no, estaréis familairizados por alguna serie o pelicula. Yo me baso en la obra de Eurípides, por si queréis echarle un ojo. Igualmente, si tenéis alguna duda sobre ella, yo estaré encantada de hablar de un tema mitológico xD.

Agradecimientos:

kcar: Hola kcar! Me alegro mucho que te guste como se va desarrollando, la verdad es que al principio siempe da un poco de miedo porqué cuando introduces una historia completamente nueva al principio siempre se va un poco más lento. Espero que este capítulo no te desagrade! Muchisimas gracias por el comentario!

Marlenis Samudio: Hola Marlenis! En esta historia, le vendría bien a Inuyasha tener un poco de rivalidad, solo por cazurro que lo describo xD. Con la situación de la madre de Kagome debo reconocer que me costó mucho escribirla. He conocido de cerca situaciones de ese estilo, no tan béstias, por suerte, pero sí situaciones de maltrato psicológico importante y es duro sacar a una persona de ese bucle. Solo espero que nadie se sienta ofendido por ello, siendo que es ficción y que no soy especialista en esos temas. En fin xD, que me enrollo como una persiana. ¡Muchísimas gracias por seguir dándole la oportunidad y dejarme un comentario! Me repito más que el ajo, pero no sabéis el poder que tenéis con estos mensajes! Muchas gracias.

Susanisa: Muchísimas gracias a tí Susanisa por pasarse y por dejarme un comentario! Espero que este capítulo te deje con ganas de más!

Guest: Hola Rosa Taisho! Claro que sigo el grupo que tienes de Inuyasha y Kagome! Soy una negada conn las nuevas tecnologías pero gracias al "historia de inuyasha y aome" he encontrado cosas muy buenas! Tengo una lista enorme para leer gracias en parte a ti xD. Espero que este capítulo también te guste y que sigas disfrutando!

Tatiana Ocampo: Hola Tatiana! Aquí tienes la actualización, espero que la disfutes y que sigas con ganas de más. Muchísimas gracias por el mensaje y por darle la oportunidad una semana más!

Carli89: Hola Carli89! Tengo que confesarte que con Kikyo me pasaba algo parecido hará unos años (si lees la historia que precede a ésta, es un personaje odioso), pero con los años la he comprendido más y, por ello, aunque no lo parezca, el personaje evolucionará. Pero sí, entiendo el odio que ahora le debes tener xD. Muchas gracias por seguir aquí una semana más y espero que este capítulo sea de tu agrado.

Igualmente, muchisimas gracias a Carli89, Eren Vega, Jacqueline Mendoza, Jiyuu Akabane, Klaudia VR, Lilliana1118, Marlenis Samudio, Susanisa, hadadelcementerio, 78 y kcar por vuestros me gusta y por seguir esta historia. Sin olvidar a todos aquellos que sean lectores fantasmas, gracias por darle la oportunidad, aunque sea por error xD! Sin todos vosotros yo seguramente no seguiría escribiendo.

Bueno pues, nada más, espero que nos veamos la semana que viene.

¡Nos vemos en los bares!