Jackson Overall estaba patinando felizmente con su hermana cuando escuchó como el hielo se empezaba a quebrar.
No queriendo asustar a su hermana y sabiendo que no podía permitirse temer si quería ayudarla, recurrió a la herramienta que mejor conocía, la diversión.
Con un simple juego de saltos, alejó las preocupaciones de su hermana y él mismo consiguió relajarse.
Con su cayado tomó a su hermana por la cintura y la puso a fuera de peligro.
Se sintió tan aliviado de verla en terreno seguro, que se olvidó de sí mismo.
El hielo bajo sus pies descalzos se rompió finalmente.
Escuchó a su hermana gritar su nombre, pero no tuvo miedo. Ella estaba a salvo y él había hecho eso posible.
Esos fueron sus últimos pensamientos antes de despertar esa noche como Jack Frost, el espíritu del invierno sin memoria, que hacía travesuras y llevaba juegos, frío y diversión a donde fuera.
Trescientos años pasaron y en un extraño palacio de roca negra, en la parte más fría de Antártica, un globo terráqueo plateado brillaba frente a un hombre. Era alto y aparentaba unos 40 años. Vestía una especie de túnica gris, y con el cabello platinado y ojos grises, tenía una apariencia casi espectral.
Pero ese día había algo inusual en su mirada, una peligrosa determinación.
Salió al patio interno del castillo, donde unos soldados de piedra lo esperaban. A simple vista uno solo vería montículos apilados para tener forma humanoide, con cantos rodados encima de todo, a modo de cabeza, pero sin facciones. Sin embargo, las apariencias engañan y ese día ese pequeño ejército creado con piedras y magia sería liberado y el plan de Libra comenzaría.
Empezaría por el Sur de América y Australia.
Con un silbido las criaturas se disolvieron en diminutos escombros que fueron llevados por el viento.
Cada criatura buscó una casa donde pudiera encontrar dentro un niño durmiendo. Al entrar por una grieta, la ventana o quizá por debajo de una puerta, cada criatura se paraba junto a la cama del niño y posaba su mano sobre este, sin tocarlo. De inmediato una luz dorada salía del niño para ser absorbida por la oscura criatura. Al terminar, el soldado de piedra volvía a su lugar en el palacio y se quedaba, inmóvil, recuperando sus fuerzas.
En el centro del palacio, Libra veía satisfecho como un grupo de luces debajo del globo se apagaban de repente.
Norte observaba el globo preocupado. Decidió convocar a los demás Guardianes.
Cada uno llegó lo más rápido que pudo. Aunque Hada estaba distraída dando órdenes a sus haditas y Sandman estaba medio dormido (más bien dormido). Conejo era el único totalmente atento a Norte, puesto que aún faltaba más de medio año para pascuas.
"¿Qué hacemos aquí, Norte?", preguntó el Guardián de la Esperanza. Con la Navidad acercándose era extraño ser llamados.
San Nicolas fue al grano, "Las luces se están apagando".
"¡¿Qué?!", exclamaron Conejo y Hada alarmados, esta última dándole al gran hombre de repente todo su interés.
Sandy estaba totalmente despierto, dibujando símbolos ininteligibles sobre su cabeza.
Norte les explicó como de repente, grupos de a decenas de luces habían empezado a apagarse en el sur del globo, y mientras no era precisamente mucho, era inusualmente más que la cantidad de niños que normalmente dejarían de creer.
Los tres Guardianes que sí podían hablar se pusieron a discutir distintas formas de averiguar quién o qué estaba tras este asunto, pero llegaban mayormente a un callejón sin salida.
Fue Sandy quien notó la luz que asomaba por la pequeña ventana circular por la que el Hombre de la Luna se comunicaba.
Tras sus fallidos intentos de llamar la atención de sus compañeros, el hombrecillo dorado tomó a un desafortunado elfo y empezó a agitarlo hasta que por fin voltearon a verlo.
Entonces apuntó a la Luna.
Los cuatro Guardianes miraron maravillados al darse cuenta lo que estaba pasando. ¡Luna seleccionaría un nuevo guardián!
Poco a poco se fue formando la imagen de luz...
Pero no era una imagen, eran dos.
Hada ahogo una exclamación llevándose las manos a su boca.
Norte miraba las imágenes con ojos bien abiertos, incrédulo.
Sandy estaba más callado que nunca.
Conejo estaba tenso, con las orejas pegadas a la cabeza. "No puede ser", fue todo lo que dijo.
Por un lado, estaba la figura encapuchada de Jack Frost. Por el otro, Pitch Black.
Después del shock inicial siguieron las quejas de conejo y los preocupados comentarios de Hada, más la ocasional acotación de Sandman.
Al final fue Norte quién les recordó a todos que era una decisión de Luna y, por ende, debían hacer caso.
Entonces dos finos rayos de luz entraron por la pequeña ventana circular y marcaron dos puntos en el globo. Uno en la ciudad de Burgess y otro en Nueva York.
Conejo sabía que la pequeña ciudad era el lugar donde residía Jack Frost. Lo recordaba por el 'incidente' de cierta pascua nevada.
Por lo tanto, Nueva York debía de ser donde se encontraba Pitch.
Se dividieron en dos grupos. Conejo y Hada irían por el espíritu del invierno, mientras que Norte y Sandy por el espíritu de las sombras. Ambos grupos llevarían yetis, solo por si acaso.
Qué pasaría después aún no estaba muy claro, pero confiaban en Luna.
