Tras un incómodo viaje en trineo, los Guardianes y no-Guardianes llegaron a una ciudad en el sur de Uruguay donde una sección del globo se había apagado.
Pitch les sugirió separarse, cosa que no cayó del todo bien a los Guardianes. A Jack no le parecía mala idea, aunque entendía porque no estaban de acuerdo con la idea de dejar a Pitch (¡el Coco!, ¡el Rey de las Pesadillas!) sin supervisión.
Como fuera, para cuando empezaron a discutir, Pitch ya había desaparecido entre las sombras.
Los demás, entonces, se dividieron, tanto para investigar como para buscar a Pitch. Norte fue con Hada, Sandy con Conejo y Jack fue por su cuenta.
El espíritu del invierno se encontraba algo perdido. En esa parte del mundo no nevaba demasiado y pocas razones había tenido el para ir, por lo que desconocía el lugar.
Sobrevoló por la ciudad hasta divisar a un grupo de niños sentados en la vereda de la calle. Había algo extraño en ellos. Al acercarse notó que se trataba de dos niños de unos diez años y una niña, más o menos de la misma edad. Uno de los niños tenía una pelota, pero en lugar de jugar, estaban sentados mirando la calle, casi como estatuas. Dos pares de padres discutían detrás de ellos. No entendían qué pasaba con sus hijos. ¿Podía ser un trauma? ¿Algo que hubieran visto? Las pobres criaturas llevaban así por casi dos días. Apenas se movían para comer o hacer lo que se les pedía.
"Esto es muy extraño", comentó Pitch.
Jack pegó un grito. De no haber estado volando, de seguro se hubiera caído del susto. Miró a Pitch con enfado.
"Lo siento", se disculpó el último con una sonrisa divertida. "Viejo hábito".
Jack no pudo evitar devolverle la sonrisa. Luego regresó su atención a los niños.
"¿Qué crees que les haya pasado?", preguntó.
"No lo sé", contestó Pitch. "Pero he visto a otros niños iguales unas calles más adelante. Debemos ir con los otros".
Sin previo aviso, Pitch sujetó a Jack del brazo y lo arrastró a través de la sombras de un árbol. Aparecieron en un callejón. En el techo del edificio a su derecha estaban ya reunidos los Guardianes. Cómo Pitch había sabido eso, Jack no tenía ni idea.
Los dos espíritus se reunieron con el grupo. Pronto descubrieron que todos habían hallado lo mismo: Niños apáticos, deprimidos, sin ninguna emoción o deseos, sin el asombro y la felicidad característicos de los infantes. Ni siquiera tristeza o miedo. Nada.
Entonces Pitch preguntó por un barrio en específico al oeste de la ciudad. Allí, ninguno había ido a revisar. Pitch no dijo nada más, solo desapareció entre las sombras. El resto fue lo más rápido que pudo al lugar que Pitch había mencionado, preocupados por no saber lo que él tramaba.
Conejo fue el primero en verlo, yendo por las sombras proyectadas por las casas iluminadas por el sol de la tarde. Pero alguien más lo alcanzó antes de que ellos pudieran.
Una niña de unos nueve años, piel pálida y pelo azabache recogido en una sola trenza, se acercó… ¡A abrazar al Coco por la cintura!
Cuando soltó al espíritu, volteó y llamó a gritos al resto de sus amigos. Unos cuatro niños de entre tal vez cinco y trece años llegaron corriendo a recibir a Pitch con el mismo entusiasmo que la primera. Uno de los niños, el más pequeño de todos, lo tomó de la mano y lo guió hasta la casa al final de la calle. Entraron por la puerta principal y desaparecieron de la vista de los demás.
Segundos después, cuando los cinco espíritus recuperaron sus funciones, se apresuraron a entrar a la casa.
Un rápido vistazo, y se dieron cuenta que se trataba de un orfanato.
Encontraron a Pitch, charlando animadamente con los niños en el jardín trasero de la casa. Había poco más de veinte niños, todos rodeando a Pitch, varios pidiendo una historia de terror, otros queriendo jugar con el Coco a las escondidas, o algo así. En realidad, el juego consistía en Pitch escondiéndose y los niños buscándolo, y casi siempre terminaba con todos recibiendo un muy buen susto.
Jack y los guardianes estaban parados en la puerta que daba al jardín, cuando un niño, ya entrando en la adolescencia, pasó junto a ellos corriendo. Se lo veía preocupado, aunque más aliviado al ver al Coco.
"¡Pitch!", lo llamó. "Gracias al cielo estás aquí, necesitamos tu ayuda, algo les ha estado pasando a algunos niños de nuestra escuela. ¡Es como si de repente ya no quisieran hacer nada! No sonríen. Ayer una chica de mi clase se cayó al suelo y no hizo nada, no lloró, ¡y estaba sangrando!"
"Samuel", Pitch lo nombró, indicándole que se acercara. "Sí, es por eso que estamos aquí. Hemos recorrido la ciudad y hemos notado varios niños actuando tal y como tú dices", le explicó. "Vine a ver cómo estaban ustedes y saber si quizá habían notado algo".
Preguntó a todos los niños y todos ellos habían visto a al menos uno de sus amigos comportarse del mismo modo. Cuando Pitch los cuestionó acerca de si habían notado algo inusual, todos negaron con la cabeza.
"Yo estuve con Camila todo ese día", agregó una niña. "Pero no noté nada. Incluso la acompañé hasta su casa y nada. Pero al día siguiente estaba así". La preocupación en su voz era evidente y Pitch y los demás niños procedieron a consolarla.
Los Guardianes y Jack, que hasta entonces se habían quedado tiesos, se acercaron al grupo. Para sorpresa de los Guardianes, al acercarse, casi todos los niños pasaron a través de ellos. Alarmas empezaron a sonar en sus cabezas.
"¡¿Qué les has hecho?!", demandó una furiosa Hada.
"¡Déjalo en paz!", gritó una pequeña niña por el costado.
Todos voltearon a verla. Varios chicos le preguntaron con quién hablaba y a Pitch le tomó un tiempo explicarles a todos acerca de los Guardianes, y un poco más para que algunos empezaran a verlos.
"No comprendo", dijo Norte. "¿Cómo pueden verte a ti, pero a nosotros no?".
Pitch arqueó las cejas. Estaba por contestar lo que para él era obvio, pero el niño que había venido corriendo, Samuel, se le adelantó:
"¿Realmente es tan difícil entender que creamos en él más que en ustedes?". Jack tuvo que contener una carcajada. Por la cara que puso Norte, ese niño había comprado un boleto solo de ida a la lista de traviesos. "Es decir, Pitch nos ha contado a todos sobre ustedes. Sabemos que existen, pero…", Samuel parecía estar buscando las palabras correctas. "Pitch ha salvado a casi todos aquí y a ustedes jamás los hemos visto. Es más fácil creer en él", terminó de decir encogiéndose de hombros.
Claramente el chico no conocía el peso de sus palabras, lo contento que estas hicieron sentir a Pitch y como habían desconcertado a los Guardianes porque, ¿quién hubiera imaginado a un niño defendiendo al Rey de las Pesadillas de Santa Claus, el Hada de los Dientes, el Conejo de Pascuas y Sandman?
Naturalmente el ambiente se tensó de repente. Sin embargo, al ver la forma en que Jack veía a los niños jugar, con cierta tristeza, pero ternura aún así, Pitch tuvo una idea.
Llamó a todos los niños para que se acercaran a él.
"Escuchen todos", les indicó. "Hoy está aquí un espíritu muy inusual, uno del que aún no les he contado. Su nombre es Jack Frost, el espíritu del invierno". El nombrado lo miró shockeado. ¿Qué estaba haciendo?
Los niños empezaron a murmurar entre sí, emocionados. ¡Conocerían a un nuevo espíritu!
"Él no viene mucho por la zona", continuó Pitch. "Pero hoy ha venido aquí para darles un pequeño obsequio". Con eso último hizo una seña a Jack, que sin saber bien qué hacer, apuntó su cayado a las nubes en el cielo. Estas se empezaron a acumular y oscurecer, y pronto una suave nevada comenzó a caer sobre la ciudad.
Los niños empezaron a correr maravillados por el patio. En un hogar como el suyo, rara vez se veía un clima como ese. Los mayores corrieron a buscarse abrigos para ellos y para los menores. Para cuando terminaron de arreglarse para el clima, el patio se había tornado completamente blanco. Los chicos se quedaron quietos, observando el bonito paisaje glaciar, hasta que Pitch lanzó una bola de nieve que impactó contra el brazo de uno de los mayores. Este se dio la vuelta con su propia munición preparada en la mano, listo para arrojársela al Coco, pero paró en seco al ver a Jack. Los demás voltearon a ver lo que tenía tan sorprendido a su compañero y quedaron igual de impresionados por la súbita aparición del joven de cabello blanco.
Claro que la impresión duró menos en los más jóvenes, que no tardaron en invitar a Jack a jugar. Este tardó un poco más en salir de su propio estupor, pero en cuanto lo hizo siguió a los niños al centro del patio de juegos donde empezaron una gran guerra de nieve.
Jack apenas podía creerlo, de un momento a otro un pequeño montón de niños había empezado a verlo, y todo gracias a Pitch. Buscó al susodicho con la miraba y lo encontró observándolos desde su sitio con la espalda apoyada contra la pared del edificio. Este no lo miraba a él directamente, sino a los niños. Había una calidez en esa mirada que denotaba lo mucho que le importaban. ¿Realmente era este el Coco del que había oído? ¿Este hombre era el Rey de las Pesadillas? A Jack le costaba creerlo. Aunque recién lo hubiera conocido, Pitch no le parecía malo en lo absoluto. De hecho era todo lo contrario. Le gustaba divertirse y jugar con los niños. Era sarcástico, y aunque tenía la mala costumbre de aparecerse por detrás y casi matar a uno del susto, no lo hacía con mala intención. Y esa sonrisa que le había mostrado…
¿Cómo podía ser este el malvado Pitch Black?
La bola de nieve que se estrelló en su cara rompió la corriente de ideas que se había formado en la mente de Jack. Siguieron jugando así por horas hasta que el sol comenzó a ponerse y los niños fueron llamados adentro. Estos se despidieron de Pitch y de Jack. Algunos también saludaron a los Guardianes.
En cuanto los niños se fueron, Norte, Hada y Conejo fueron directo a Pitch.
"¿Qué ha sido todo eso?", preguntó Conejo, mucho más calmado de lo que cualquiera hubiera esperado. "Esos niños podían verte y luego… Hiciste que vieran a Jack". La sorpresa y la impresión estaban impregnadas en su voz.
"¿A qué se refería Samuel?", preguntó Jack. "¿Cuándo dijo que los has salvado, a qué se refería?"
Pitch soltó un suspiro. "¿Sabes Jack? A veces el lugar más peligroso para un niño es su propia casa".
Eso dejó bastante claras las cosas, al menos por el momento. Como fuera, Pitch pensó que tenían cosas más importantes de las que ocuparse. En un principio había ido allí para asegurarse de que sus creyentes estuvieran a salvo. Se sintió aliviado al ver que así era, pero no tanto al saber que todos conocían a alguien afectado. Ahora sus mayores preocupaciones eran proteger a los niños y averiguar cómo ayudar a los que ya habían sido dañados.
Lo que le habían dicho sobre esa niña, Camila, era interesante porque, si había estado acompañado durante todo aquel día, lo que sea que le hubiese pasado había sucedido durante la noche.
Comunicó esta idea a los Guardianes que, para su sorpresa, le dieron la razón.
"Ahora debemos saber donde será el siguiente ataque", propuso Norte.
Sandman creó con arena la forma de la ciudad y luego una rosa de los vientos. Hizo desaparecer la mitad este de la figura y señaló el Oeste. Hada hizo de intérprete para los demás.
"Sandy piensa que el siguiente ataque será aquí, que quien sea que haya hecho esto atacó primero al este y continuara por el Oeste". Hada miró a Sandy con los ojos entrecerrados. "¿Es correcto, Sandy?"
El hombrecillo asintió animadamente con la cabeza.
"En ese caso deberemos montar guardia", afirmó Conejo con una mirada determinada.
Todos se mostraron de acuerdo.
Pitch tragó en seco, mirando la puesta de sol. Nunca en su vida había deseado tanto que el sol siguiera brillando por sobre las sombras de la noche.
