Perspectiva de Tsubasa.
Shingo y yo hemos estado llevando a Taro a todas partes en una especie de recorrido escolar. Por supuesto, los lugares que dejamos al final fueron los clubes deportivos; si bien ambos estábamos emocionados por llevarlo primero a estos lugares ―que son nuestros favoritos obviamente―, optamos por dejarlos al último como un efecto de poner la cereza al pastel. Lo mejor tarda en llegar.
Sé que tengo fama de despistado y me gano a pulso el mote por el asunto de Sanae ―de esto ya hablaré más tarde―, pero también tengo sueños, metas; soy un chico optimista que se emociona por todo, al igual que mi amigo Aoi. Seguramente él, del mismo modo que yo, es capaz de distinguir el brillo en la mirada de alguien cuando se emociona. A Taro se le notaba a kilómetros ese brillo en su mirar cuando llegamos a la cancha de soccer.
Puede que me lo estuviera imaginando, pero al acercarse al pasto sintético, algo pareció contener a nuestro nuevo compañero desde su interior; fue como si esa chispa en sus ojos se apagara de repente.
―Muchachos, jueguen ustedes. Yo no soy realmente bueno ―habló tomando un balón para dárnoslo a nosotros.
―¡Pero qué dices! ―gritó Shingo entre irritado y confundido―. Nada en la vida, en especial el soccer, se juega sabiéndolo hacer bien. Se trata de divertirse y hacerlo por amor.
Algo de lo que Aoi dijo afecto mucho más el rostro de Taro. Él usualmente inspira calma, lo sentimos desde el primer día, pero en este momento parecía todo lo contrario: daba la impresión de estar librando una batalla consigo mismo, como si todo dentro de sí fuera un completo caos. Misaki hizo el intento de pronunciar un "lo sé" que leí en su boca pero que no quise oír, así que, antes de poder materializarlo, les comenté que si no íbamos a jugar mejor nos fuéramos a casa. Shingo lógicamente estaba molesto, nunca nos habíamos rendido tan fácilmente; sin embargo, nuestro nuevo amigo pareció impresionado, como si nunca antes le hubieran respetado su decisión a la primera.
Dicho esto nos separamos y cada quien tomó diferente rumbo. Para mi desgracia, había alguien esperándome en la puerta principal, como todas las tardes: Sanae. Yo no quería decírselo porque sabía que la heriría, pero estaba cansado de hacer como que nada pasaba, o mejor dicho, que pasa pero yo soy un estúpido que no se da cuenta.
―Tsubasa-kun, ¿qué tal el juego? ―preguntó sabiendo que me quedo practicando con Shingo luego de clases.
―Bien, Sanae, ¿a ti qué tal te trató el día?
―Supongo que bien, estuve trabajando en el consejo con Kumi acerca de la utilería.
Olvidé decir que Sanae y Kumi son lo más cercano a representantes y/o patrocinadores que tiene nuestro infravalorado equipo de football. Imagino que las reuniones se debieron a que necesitamos más balones y tacos nuevos.
―¿Y a qué conclusión llegaron? ―La miro suspirar y me hago una idea de cómo les habrá ido.
―Cedieron a comprar más material, pero solo la mitad de lo requerido y eso si sacamos buenas notas.
"Bueno, ya es algo", pienso resignándome a pasar más tiempo estudiando. Por Genzo, Jun y Hikaru no me preocupo, ellos son buenos académicos, pero Shingo e Ishizaki son otra historia, tendré que hablar con ellos después.
―Siendo el caso, no hay más por hacer. Te veré mañana, Sanae ―me despido viéndola de frente y avanzo sin esperar una reacción.
―Tsubasa… ―ella suspira desde atrás―. Hasta mañana.
