Tres semanas A.D.S.

Perspectiva de Genzo.

Ha pasado una semana desde que nos encaminamos juntos a casa por coincidencia y desde entonces seguimos haciéndolo. A veces no hablamos de nada en absoluto, y otras, alguno de los dos comenta algo que el otro responde sencillamente por cumplir el protocolo. Yo normalmente no hago eso ―al diablo con el protocolo*―, pero el muchacho no me desagradaba de ningún modo ―como ya había dicho, soy observador y su conducta me resulta curiosa―; pero también era porque no había logrado sacarme de la cabeza la pregunta que le hice y el porqué de no haber sido contestada. ¿Qué escondes, eh?

Hoy la rutina no podría cumplirse debido a que el equipo entrenaba después de clases. Esta semana nos tocaba librar la final contra el Toho, debíamos estar listos. Como siempre, el partido fue duro aún siendo de simulación. Al finalizar, los muchachos se despidieron un por uno y yo quedé solo en medio de la cancha; Mikami me formó el hábito de practicar hasta el agotamiento y yo no estaba cansado del todo. Pasada una hora tomé mis cosas listo para marcharme, cuando de la nada llegó Aoi corriendo como alma que lleva el diablo.

―Muévete, Genzo. ¡Muévete! ―El muchacho tomó mi bolsa y uno de mis brazos con inquietud.

―Niño, ¿qué rayos te pasa? ―exclamo zafándome de sus manos―. Se supone que estás en basketball, ¿qué haces aquí?

―No hay tiempo de explicaciones, ¡vámonos ya!

Shingo Aoi podía parecer un mono a veces. Brincoteaba de un lado a otro como uno; por ratos, también tenía la velocidad y reflejos de un felino, no por nada le decían el dínamo del campo o luz verde. En esta ocasión, parecía ambos. La única vez que le vi tan inquieto fue en el partido final del primer año, antes de que lo pasaran al equipo de basket. Mi irritación crecía de forma directa y proporcional a su entusiasmo, ¿qué demonios quería lograr escondiéndonos tras las bancas de espectadores? No éramos delincuentes ni nada similar, así que me fastidiaba actuar como uno.

―¡Ya basta, Aoi! Tú puedes quedarte oculto como ladrón si quieres, pero yo me largo. ―Estaba por levantarme, pero nuevamente haló de mis brazos hasta hacerme caer.

―Sé paciente, Wakabayashi, verás que vale la pena ―murmuró mirando hacia el frente, como esperando que algo o alguien apareciera.

―¿Valer la pena? Pero qué… ―Mi réplica quedó en el aire con lo que mis ojos presenciarían.

Taro Misaki llegó al centro de la cancha con un gastado balón entre las manos y vistiendo un short y una playera holgada en un intento improvisado de uniforme. Antes de hacer cualquier cosa, dio una mirada rápida a los alrededores, supongo que comprobando la ausencia de gente; soltó un suspiro aliviado y comenzó a dominar la pelota con un balance digno de admirar. De hecho, su estilo semejaba mucho al de Tsubasa. Entonces, un rayo de cordura cruzó por mi cabeza, ¿Aoi ha estado espiando a Misaki? Era la única forma en la que podía saber con exactitud a qué hora aparecería el castaño. No tuve tiempo para entrar en más cavilaciones, pues Taro había pasado de dominar el balón a correr con él mientras realizaba diversas fintas, como la ruleta de Marsella*. Quedé cautivado.

―¿Por qué hace eso? ―exclamé en el tono más bajo posible―. Ésas son jugadas que nadie usa. Todos pueden ejecutarlas, pero durante un partido a muy pocos les sirven por el alto nivel del oponente, no tiene caso practicarlas. Uno tendría que ser especialmente bueno para arriesgarse…

―Ya ves, Genzo. ―Aoi rio discreto mientras miraba la fina circunferencia imaginaria que trazaban los pies de Taro sin disminuir su agilidad en lo más mínimo―. Parece que Misaki lo es.

Varias piruetas del mismo nivel que la anterior fueron hechas, mientras nosotros comentábamos lo mucho que nos serviría tenerlo en futuros partidos ―cuando nuestros objetivos fueran más allá de un torneo nacional académico― siquiera para enseñar nuevas técnicas a los muchachos. Enseguida vinieron los tiros libres y penaltis, a los cuales puse particular atención; las maromas podían tener impacto en un mediocampista como Aoi, pero ésta era el área de interés para un portero.

Lanzó once veces: cuatro entraron en ambas esquinas superiores, cuatro en las inferiores, dos en la zona central de la portería, arriba y abajo, y juraría que el último lo falló a propósito ―no por lanzar desde media cancha, como podría pensarse― para alcanzar el esférico, que rebotó en el travesaño, con una chilena espectacular. Gol en medio de la red. Con ese último me habría anotado, concluí mientras recordaba la forma en que Tsubasa ganó nuestro primer versus: fue exactamente igual. Mis gestos ansiosos obviaron la intención de acercarme y distinguí temor en la mirada de Aoi.

―Genzo, no se te ocurra salir hasta que se vaya ―advirtió.

―¿Por qué no? ¡Quiero enfrentarlo! ―exclamé lo suficientemente bajo para que Misaki no pudiera oírnos.

―Lo sé, no tienes idea de cómo te entiendo. He estado al borde de interrumpirlo varias veces y pedirle un duelo, pero es tímido. ―Hizo el intento de tomarme por los hombros para contenerme. Yo lo miré con desafío, pero no retrocedió―. Si se entera que alguien lo ha visto, se negará rotundamente a venir de nuevo. No quiero que deje de jugar por miedo, Wakabayashi, pero no sé cómo apoyarlo. ¿Por qué otra cosa crees que lo espío?

Mi cuerpo se relajó un poco. Me senté. ¿Misaki tenía miedo… a ser visto? ¿Qué clase de idiotez es ésa?, pensé. Se supone que uno hace estas cosas para demostrar al mundo lo bueno que es, lo que puede llegar a hacer. Seguí sin entenderlo realmente, pero parece que mi sed por saberlo todo se calmó. Ahora, si su temor era ser visto, había que averiguar porqué.


Frase sacada del fic Law/Lu Protocolo by RavenT3ars en FF.

La ruleta de Marsella es una jugada típica de Zinedine Zidane, futbolista francés cuyo estilo encuentro muy similar al de Misaki Taro.