Cuatro semanas A.D.S.

Narración en primera persona.

Perspectiva de Kumi.

¡Libre al fin! Bueno, casi; solo es hora del receso, sin embargo, puedo animar a mis amigos mientras juegan. Apenas cruzo la puerta corro hacia el patio y me pierdo entre el mar de alumnos correteándose, jugando shogi —entre otros juegos de mesa—, comiendo y charlando.

Finalmente encuentro un espacio para sentarme mientras observo a los chicos que jugarán esta vez. Si bien el soccer es la actividad predilecta de los muchachos, hacemos de todo para que las mujeres podamos participar en tanto algunos descansan.

Este receso es uno de los más relajados, de algún modo: Tsubasa, Urabe, Ishizaki, Nitta y los gemelos Tachibana —pertenecientes a otro grupo— están compitiendo como locos para descubrir quién aguanta más retos físicos, mientras Sanae, Misaki, Aoi, Misugi, Yayoi y yo desayunamos.

—¡Tsubasa! ¿A dónde vas? —Ishizaki grita sorprendido al mirar cómo Tsubasa se retira y solo quedan Urabe y él haciendo flexiones. En realidad es extraño: Tsubasa nunca se rinde. Mi asombro aumenta cuando lo veo sentarse al lado mío.

—¿Cansado? —pregunto enseguida. Él gira su rostro para contestarme y mi corazón tiembla ante su sonrisa.

—No, pero tengo hambre y eso va para largo. —Con sus ojos apunta al par de necios que han pasado de flexiones a lagartijas y no puedo evitar reír.

—Tienes razón. —Un fuerte latido hace doler mi pecho cuando su risa acompaña a la mía.

Tsubasa procede a comer en silencio, como si estuviese muy entretenido viendo un espectáculo; ciertamente Ishizaki y Urabe arman uno siempre. Cuando termina, lo noto insatisfecho por algún motivo, así que pregunto:

—¿Qué sucede? —Por su falta de reacción, juzgo que lo tomé con la guardia baja—. Te noto raro.

—Nada importante, es que yo... —Un leve gruñido se escucha y Tsubasa revuelve su cabello con una mano—. Todavía tengo hambre.

No lo pienso mucho antes de extenderle mi bento. Él luce avergonzado, pero no tarda en tomar un Sakuramochi* con la condición de no dejarlo comer más de dos. Yo no entiendo el porqué de su pedido, si al primer bocado sus ojos resplandecieron.

—Tsubasa, en verdad no hay problema si los quieres todos. —Él niega con la cabeza.

—Claro que lo hay. —Debió notar que estaba a punto de contradecirlo, porque continuó—: No es que no me gusten, están deliciosos; pero son tuyos, Kumi. No quiero quitarle el postre a una amiga.*

Probablemente Tsubasa no se entere, pero este momento lo atesoraré de por vida.

Esos pastelillos los hice yo; estos últimos días he intentado aprender más cosas de mi madre, sobre todo repostería. Admiro cómo se esmera tanto en ser precisa, paciente y cuidadosa para obtener un sabor dulce que hace feliz a quien lo prueba. Cuando Tsubasa dibujó esa sonrisa y sugirió que le gustaron, sentí una alegría enorme.

Sobre el resto de sus palabras... no entiendo por qué se me figuran tan valiosas si no encuentro ningún significado implícito.

—De acuerdo, pero antes, dime una cosa… ¿Comerías Sakuramochi a diario si tuvieras la oportunidad? —Me doy cuenta de lo raro que debe oírse el asunto, por lo cual agrego nerviosa—: Es una pregunta hipotética, ya sabes; para confirmar si te gustan tanto como parece.

—¡Por supuesto! —Su rostro, antes confundido, se ilumina.

Ahora sé lo que tengo que hacer. Voy a plantar sonrisas en ese hombre tan especial, como mamá hace con su familia. ¿Será una coincidencia que quiera usar el mismo método? Porque definitivamente daré un postre a Tsubasa cada receso.


Chicos, como odio las notas largas pero en este cap son inevitables, la siguiente actualización es un resumen del curso que lleva el fic y una lista de aclaraciones.

See you ;)