Semana 9 (5 A.D.S.).
Perspectiva de Taro/Takeshi (narrador en tercera persona).
—¡Misaki!
Un grito se escuchó a sus espaldas. Era una voz dulce que no había oído últimamente, pero que podía reconocer por la sencilla razón de que compartían clases.
—¿Qué pasa, Takeshi? —cuestionó el castaño a la vez que se giraba para verlo de frente.
—¿Es verdad que no te uniste al equipo para el campeonato? —Takeshi apoyó sus manos sobre sus rodillas dobladas, respirando con dificultad por la carrera que había hecho para alcanzar al otro, quien desvió la mirada, avergonzado.
—¿Quién te dijo eso?
—No importa quién, solo responde. ¿Es verdad?
Los ojos de Taro regresaron su vista al frente y, al ver que el otro no se iría hasta obtener contestación, tomó aire y dijo:
—Sí. —Sawada lo miró sorprendido.
—¿Por qué? Eres excelente jugando.
La mirada de Misaki descendió a sus pies mientras el desconcierto de Takeshi aumentaba. Conoció a Taro durante el último año de primaria, en uno de sus viajes por todo Japón, y lo conoció precisamente por el football. El chico no había entrado a ningún club —ninguno lo hizo, de hecho—, pero sus padres entablaron buena relación casi al instante y, como ambos estaban viviendo en la región de forma temporal, se establecieron en el mismo hotel.
Eran pequeños aún, quizás por eso Misaki no había desarrollado tanta reserva; era algo tímido, sí, pero abierto como un libro y sus alegrías no las ocultaba. Jugaron juntos varias veces, no solo con un balón, y llegó a conocerlo tan profundo como ningún otro: sabía que apoyaba a quien lo necesitase y daba la seguridad en sí mismo a quienes no la tenían. Uno de esos niños era él, quizás por eso lo admiraba.
Viendo al Misaki actual, seguía teniendo el mismo carácter tímido, pero era menos espontáneo, menos sincero; como si hubiera cosas que prefería no contar. ¿Qué le había pasado?
—Tengo mis motivos, como tú los tuyos. —Takeshi parpadeó confundido. De algún modo, Taro se había dado cuenta de que no era titular.
—¿Cómo sabes que...? —No terminó la frase al notar que estaba huyendo de la pregunta igual que su compañero hacía un instante—. No sé qué razones tengas, pero sí sé que son diferentes a las mías.
—No puedes asegurarlo —Taro se sintió un tanto agredido.
—Claro que sí, Taro, te conozco; es imposible que dejes el football por baseball, ¿o me equivoco?
—Yo no dejé el football por eso, yo... —Taro frunció el entrecejo, pero luego comprendió que no se refería a él. Preguntó para confirmar—: ¿Renunciaste al torneo de football por el de baseball?
—No, pero ya sé que no desististe por otro deporte. —Sonrió.
Decir que el castaño estaba sorprendido era poco. Takeshi no solo le había llamado por su nombre de pila, sino que le había hecho bajar la guardia para evidenciarse él mismo.
—Ya, hablando en serio, Taro, puedes confiar en mí. No voy a decir nada. —El susodicho salió de su ensimismamiento al escuchar la voz del más joven. Tal vez la presión de cargar con eso solo pudo más que él, o quizás sería porque, teniendo la certeza (y la curiosidad) de que no era el único cobarde abandonando la cancha, sabía igualmente que el otro no lo juzgaría.
—Solo si me cuentas cómo te enteraste y cuáles son tus razones. —Takeshi volvió a sonreír, triunfante.
—No hay problema, aunque también tengo una condición. —Misaki le miró extrañado—: tienes que contarme cómo supiste que no soy titular.
—Hecho.
Aquí termina el cap para que, años después, cuando los personajes rememoren hechos, Misaki cuente el resto de la conversación. ¡Lamento mucho la demora!
