Semana 5.

Perspectiva de Yayoi (tercera persona).

La mañana era bonita incluso si el cielo estaba gris. Yayoi miró las hojas de los árboles maltratadas por el frío, pero la calidez de su emoción no le dejaba resentir el invierno.

Hoy era el día. Yoshiko y ella acordaron confesar sus sentimientos a los chicos para darle valor a Sanae.

Yayoi no pudo obtener el permiso de su profesor para ver el primer partido de las nacionales; Yoshiko tampoco lo consiguió debido a que Sanae era la única representante propiamente dicha. Se preguntaba si Kumi, impulsiva como era, aceptaría esa decisión o iría de todos modos.

Suspirando, se resignó a tomar apuntes hasta la hora de salida. Miró la banca a su derecha y Yoshiko le sonrió: estaba ansiosa.

Por su parte, Yayoi no tenía tanta prisa; estaba segura de que Jun ya había notado lo que sentía por él, tan solo nunca hablaron de ello.

En el fondo, Aoba no quería confesarse, estaban bien así. Jun vivía para el estudio, su familia y el fútbol, Yayoi también, y qué diablos; iban en secundaria. Su sueño era convertirse en enfermera, no tener novio.

Pero lo prometió. Yoshiko sí que necesitaba decirle a Hikaru lo que sentía, pero no iba a hacerlo sin la ayuda de Yayoi. Y Sanae...

Sanae estaba perdida totalmente.

Volvió a suspirar y escuchó una risa a su izquierda: Yukari. Cómo la envidiaba. Parecía no gustar de ningún muchacho. Ella no quería gustar de su mejor amigo.

La campanilla sonó y, tan rápido como pudo guardar sus cosas y limpiar su pupitre, salió disparada adonde estaría media escuela.

Acercándose a los vestidores, vislumbró cómo su amiga dijo algo a Matsuyama y ambos se perdieron en busca de privacidad. Suerte, Yoshiko.

De nuevo, el sonido de risas la devolvió a la realidad: Ishizaki, Urabe, Masao, Kazuo y Soda —compañero de clases de los Tachibana— también les desearon suerte, a su manera.

—Yoshiko va a declararse, ¿no? —Misugi se acercó desde atrás y estrujó uno de sus hombros.

—Ella no es la única.

Yayoi vio pánico en sus ojos una vez lo encaró. Casi pudo oír sus latidos erráticos cuando dijo:

—Entonces... ¿Sanae? —Aoba negó con la cabeza—. ¿Kumi?

—¿Kumi? —repitió desconcertada. No sabía que Kumi sintiera más que admiración por algún chico—. Mira, Jun; eres la persona más inteligente que conozco. Sé que sabes de quien hablo.

—No hagas esto, Yayoi. —En sus iris castaños y su voz imperturbable, ella pudo ver que Jun también sufría—. ¿Por qué lo haces?

—Lo prometí. —Los labios le temblaban, él tenía razón. ¿En qué estaba pensando?

—No tenías que hacerlo. Podías solo decir que lo hiciste...

—No, Jun; no podía.

Misugi tomó aire, cerró sus ojos y, con todo el cariño del que se sabía dueño, acarició los cabellos de Yayoi.

—A veces detesto que seas así. —La muchacha dio signos de sentirse culpable—. No te atrevas a pedir perdón.

Finalmente, él esbozó una sonrisa, miró con fugaz desconfianza algún punto en particular y, casi de inmediato, se internó en los vestidores.

Quizás las lágrimas hubieran inundado sus ojos de no ser por la silueta de su amiga que apareció de repente. Observándola, Yayoi no supo por qué estaba sonriendo si la humedad en sus mejillas era más que evidente.

—Me rechazaron —respondió a una pregunta aun no formulada.

—A mí también.


Bueno, podría decirse que ésta es la primera parte del subplot Vestidores, o mejor conocido como "el origen de todos los chismes".

Nota: En este momento de la historia es invierno.

Según mi planeación, Taro se incorporó al grupo luego de las vacaciones de invierno, concretamente —y siguiendo el calendario japonés—, la primera semana de febrero.

Entonces, si las matemáticas no me fallan, la semana 5 se ubica en marzo, poco antes de que entre la primavera.

Dato curioso: La semana 10, en la cual Kumi decide hacer postres a Tsubasa por todo este lío cursi del Sakura, coincide con el clímax de la primavera en Japón.