Semana 15.

Perspectiva de las 3M, narración en tercera persona.

Otro día de clases había finalizado. Esta vez, Taro no se quedó ayudando a Genzo a practicar. Desde el principio de la semana, Wakabayashi había salido disparado directamente a su casa a atender asuntos personales después de la escuela, o al menos eso le dijo hoy antes de abandonar el aula, cuando Taro se le acercó.

Ciertamente fue extraño: Genzo dejó de verlo a los ojos y de dirigirle expresión corporal alguna. Sabía que el guardameta era así, pero pensó que tal vez, en esas tardes de tiros, se habría ganado algo de aprecio o espontaneidad de su parte. No profundizó en el hecho de que Wakabayashi tuviese tanta prisa por despedirse de él apenas salir del aula, pese a que habría de usar los mismos primeros metros de la calle que el propio Taro recorrería en dirección a su hogar.

A falta de otra cosa que hacer, Misaki vuelve a entrar en la escuela: quizás alguien más estuviese allí aún. Y efectivamente: Jun Misugi y Hikaru Matsuyama iban saliendo del salón. Era curioso, Taro juraría que Misugi salió antes que él, y que Matsuyama se fue después. Decidido a hacer a un lado estos pensamientos, se acercó a saludar. Ellos respondieron cordialmente.

‒Hey, Misaki. ¿Cómo te va? ¿Olvidaste algo en el salón?

‒¿Qué tal, Matsuyama? No, no he olvidado ninguna cosa. ¿Y ustedes?

‒Tampoco, Misaki ‒terminó Misugi con una sonrisa gentil. Luego, miró a Matsuyama y éste, un instante después, asiente con la cabeza a una pregunta no formulada‒. En realidad, es un poco más complicado. Aparentemente ya habíamos salido de la escuela y cada uno volvió a su casa, pero queremos jugar un rato con el balón.

Misaki se felicitó internamente, estaba en lo correcto. Ahora, se preguntaba por qué habrían vuelto ambos al salón, aunque no era la gran cosa. No veía por qué algo tan sencillo en realidad pudiese ser complicado, como dijo Jun. Matsuyama pareció adivinar el rumbo de sus pensamientos, porque continuó explicando:

‒No parece demasiado importante como para ser complicado, ¿verdad? Misugi y yo podemos explicarte si no tienes problema en acompañarnos. Puedes jugar con nosotros si quieres, pero no tienes que hacer eso ni ninguna otra cosa que no te nazca. Solo nos gustaría contarte la historia completa, te hemos visto en las clases y consideramos que eres alguien de confianza.

Taro se sintió halagado de que lo consideraran una persona confiable sin haber hecho nada con la intención de ganarse méritos, sino que solo se mantuvo siendo él mismo sin esperar que lo observaran. Al mismo tiempo, también sintió alivio como con Tsubasa o Genzo cuando no lo hubieron presionado para que jugara y mostrase si era bueno o no en soccer.

Además de que estos chicos le dieron la libertad de escoger, no se trataba de un partido de práctica o tiros libres para ayudarlos a entrenar o mejorar, sino que sencillamente le extendieron la oferta de pasar tiempo de calidad con ellos y, quizás, divertirse un rato si quería. Taro tenía conciencia de la personalidad de Jun y Hikaru, pero fue hasta ahora, con este simple gesto de consideración hacia él, que tuvo la certeza de que podrían volverse amigos invaluables más allá de la cancha o de cualquier afición común.

Misaki se dispuso a caminar hacia la cancha de football de la escuela, pero su sorpresa fue grande al notar que no era allí adonde guiaban los pasos de sus compañeros, sino que se dirigían a la salida de la institución. ¿A dónde iban, entonces? De nuevo, parecieron leer su mente, pero esta vez fue Misugi quien le dijo que preferían jugar en un parque más cercano a su propia casa y preguntó si Taro no tendría problemas en ir con ellos. Misaki contestó que no; quería cuestionar el porqué de esa preferencia, pero decidió hacerlo más tarde, cuando llegaran a su destino.

De todas formas, no sabía si su padre estaría esperándolo en casa, hacía salidas recurrentes adonde le dieran trabajo; incluso si el hombre estaba en casa, pasaba la mayor parte del tiempo ocupado en sus pinturas. No era que Taro tuviese alguna queja, pero en definitiva sonaba más divertido pasar tiempo con sus compañeros de clase. Además, en este momento estaba más interesado en observar los gestos cariñosos de los dos muchachos delante de él cada vez que se miraban en medio de su conversación.

Esto no significaba nada en sí mismo; en ningún momento excluyeron a Misaki. De hecho, las palabras y risas ocasionales giraron en torno a sus demás compañeros de aula. No obstante, a Taro le dejaba un sabor dulce en la boca descubrir a través de los pequeños detalles cuánto se apreciaban el uno al otro. Debía ser una amistad muy fuerte la que ellos sostenían.

‒Llegamos.

Caminaron durante un largo tiempo, pero valió la pena. Misaki se sintió especialmente tranquilo al darse cuenta de que era un sitio no muy visitado, o eso le decían las pocas personas que pasaban por ahí. Como tantas otras veces, se preguntó el porqué.

‒No tenemos idea de por qué hay tan poca gente, pero Hikaru y yo pensamos que se debe a la frecuencia sísmica. Esta zona es un tanto diferente al resto de la prefectura: cuando hay terremotos, no hay a dónde correr. Alrededor hay un montón de casas enormes que probablemente caerían sobre este punto exacto sin equivocación. ‒Misugi esbozó una sonrisa y Misaki intuyó que Jun sabía una parte de la historia que él no, y por eso permanecía tan tranquilo ante una posible catástrofe‒. Eso es lo que creería una persona que no es de por aquí.

‒¿Pero...?

‒Pero Jun vive al otro extremo de la calle.

Taro miró adonde se suponía que debía estar la casa de Misugi: en efecto, era una estructura bastante grande, tanto en sentido horizontal como vertical. Seguramente, Misugi habría aprendido a lidiar con la geografía del lugar y las rutas de evacuación.

‒No solo aprendí las medidas para no morir en caso de desastre, sino que mis padres hicieron la cantidad de remodelaciones necesarias para reducir los riesgos de que se cayera la casa. Vi a los vecinos actuar igual con sus inmuebles, así que, a estas alturas, sería más fácil hacer caer un castillo que las casas de esta zona.

‒¿Quieres decir que cada una de estas construcciones pertenece a una familia? Creí que eran apartamentos. ‒Si Misaki ya estaba impresionado, abrió un poco más sus ojos marrones al comprender otro detalle‒: ¡¿Eso significa que además de poseer toda la vivienda, financian cada una de las remodelaciones?! ‒Entonces, Matsuyama se acercó a uno de sus oídos y susurró:

‒Ni siquiera los más suspicaces como Genzo y Hyūga, mordaces como Schneider y Urabe, o entrometidos como Aoi e Ishizaki, tienen la certeza de cuán adinerada es la familia Misugi.

Misaki pensó que esto sí que era un hallazgo. Por cómo lo contaba Hikaru, parecía más importante que otra persona pudiese conocer el estilo de vida de Jun, que el hecho de que ninguno de sus compañeros mencionados tuviese el honor de saberlo. Aquella información aportaba mucho a la hipótesis de Taro sobre el peso de la relación entre sus dos acompañantes. Lo único que no entendía, y que en parte tornaba más valiosa a la acción, era qué tenía que ver él.

¿Por qué confiaban tanto en él? ¿Por qué lo estaban involucrando? Se dirigieron la palabra, sí, pero nunca habían surgido temas demasiado personales; primero, porque a Taro se le complicaba explicar su vida, y segundo, bueno... No se había detenido a cuestionar por qué estos dos, a diferencia de la mayor parte de su grupo y a pesar de haber mostrado una gran disposición por acercársele con una sonrisa conciliadora en el rostro, nunca preguntaron nada que llegase a invadir su privacidad o lo hiciese sentir incómodo.

‒En realidad, Hikaru, sospecho que Wakabayashi sí que tiene una idea sólida. No por nada es parte de una familia más... distinguida que la mía.

Misugi miraba hacia su casa mientras Hikaru y Misaki lo veían a él, atónitos. Daba la impresión de que ese dato en verdad no lo conocía nadie más que Jun. Taro se preguntó si Matsuyama se estaría haciendo la misma pregunta silenciosa: ¿Wakabayashi nació en una familia más rica que la de Misugi? ¿Cómo era que Jun lo sabía?

‒Eso es lo que mi padre me dijo. Parece que cuando estás asociado con las altas esferas de una región, es fácil reconocer a tus semejantes, así como a ellos les será fácil ubicarte a ti y a tus allegados. Por eso no me extrañaría si a Wakabayashi no le fuera indiferente mi apellido.

Misugi volteó a verlos y, luego de unos segundos sin hacer ningún sonido, Taro sintió un brazo rodear sutilmente sus hombros.

‒Bueno, bueno, ¿no está Jun a otro nivel, Misaki?

‒Completamente.

‒Mira que no estás para saberlo ni yo para contarlo, pero, a pesar de que algunos no se enteran de todas las razones, la mayoría coincidimos en que Jun es como un príncipe. Tiene el linaje, la elegancia en su forma de hablar... ¡todo! El hombre es casi nuestro táctico en la cancha, ¿no es así, su alteza?

Taro notó a Misugi ligeramente fuera de lugar: no se ruborizó, ni se avergonzó ni nada semejante, seguro ya se había acostumbrado a los cumplidos; pero dejó de verlos a los ojos y fijó su mirada en un punto inexacto del horizonte, como si se hubiera perdido al descubrirse sin una respuesta creativa a la extraña actitud de Matsuyama. Si era honesto, Misaki lo compadecía; él mismo estaba desorientado al oír por vez primera ese tono... ¿burlón?, del siempre respetuoso Hikaru.

Una breve risa ayudó a Taro y Jun a salir de su ensimismamiento. Bien, eso fue un poco extraño, así que Matsuyama entendería si prefirieran hacer como que no había pasado nada. Después de todo, eran momentos que solo se permitía tener con amigos cercanos; seguramente Jun no esperó que fuese a hacer aquello delante de Taro. Misugi suspiró como si el alma le volviera al cuerpo, se sentó en el pasto del lugar ‒quedando cara a cara con sus acompañantes, que ya también habían tomado asiento‒ y comentó:

‒Dejando a un lado lo que acaba de suceder, supongo que te preguntas por qué estamos abriéndonos tanto contigo de repente, ¿verdad, Misaki? ‒El aludido asintió. Entonces, Matsuyama y Misugi volvieron a mirarse como si se comunicaran por telepatía‒. Es porque eres nuevo. ‒Taro trató de procesar aquello y tomárselo de la mejor forma, pero algo no encajaba.

‒No vayas a pensar mal, no es que sigamos viéndote como el estudiante que acaba de transferirse aun después de haber completado un trimestre juntos. Lo que sucede es que... es algo difícil de procesar al comienzo, pero, como decirlo... ¿Eres nuevo al haberte integrado al grupo hace tan relativo poco tiempo? ¡No nos molesta en lo más mínimo ni nada similar! Tampoco sentimos ninguna especie de lástima. No creemos que necesites alguna clase de ayuda, tú eres muy bueno hablando con los demás. De hecho, notamos que tu fuerte es la comunicación, así que...

Por un instante, Taro se quedó absorto en sí mismo de nueva cuenta; no podía creer que estos muchachos, siendo tan inteligentes, dedujeran que su "habilidad especial" era la comunicación. ¡Si comunicar sus inquietudes y sentimientos genuinos era lo que más se le dificultaba! Pero Jun era brillante y, aun si tuviese un margen de error en sus interpretaciones, éste debía ser mínimo. Debía haber razones racionales para que estuviera de acuerdo con aquel veredicto.

Hablando del brillo de Misugi, éste lo dejó relucir con todo su esplendor una vez más al pedir a Matsuyama que esperase hasta que Misaki se repusiera. Probablemente notó la turbulencia en su mente al ver su rostro; una prueba más del escaso margen de error en sus conclusiones. Transcurridos unos minutos, Taro lucía preparado para oír el resto de la explicación.

‒Así que preferimos contarte esto personalmente antes de que te llegue el rumor. Verás, Misaki, el motivo de jugar aquí en vez de usar la cancha de la escuela, así como de haber esperado a que se vaciara el salón para caminar juntos, se debe a que ciertas personas malinterpretaron la relación entre nosotros...

‒¿Creen que están saliendo?

‒Así parece.

‒¿Por qué?

‒No tengo idea ‒Matsuyama suspira‒. A veces creo que no tienen a nadie a quién molestar u otra cosa que hacer más que ver cosas donde no las hay.

‒Lo peor ‒continúa Misugi‒ es que esto podría haber sido inofensivo e incluso divertido si no fuéramos personas reales. Esto no es una película o un show de entretenimiento, no ganamos nada con oír lo que se dice de nosotros, al contrario: nos perjudica en, por ejemplo, no poder usar la cancha de la escuela estando solos.

‒¿Por qué no dejan que digan lo que se les ocurra? Si no es real...

‒Porque no es tan fácil, ya lo intentamos. Al inicio lo negábamos, como era lógico, pero no nos creyeron bajo la excusa de que, entre más niegas algo, más cierto es. Nos dieron discursos de que no nos avergonzáramos, lo aceptarían igual (a pesar de que las burlas de parte de quien sostuvo el rumor nunca cesaron). Entonces, nos resignamos. Seguimos con nuestras actividades a costa de lo que pudieran decir; no nos importaría si no llegaba a más. Pero lo hizo. Hace un par de meses, cuando comenzaron las nacionales, Yayoi y Yoshiko se nos confesaron. De todas formas, yo no quería tener pareja, pero Hikaru...

Misaki notó el gesto alicaído de Misugi al llegar a esa parte de la explicación, así como las manos volviéndose puños y la mandíbula tensa de Matsuyama.

‒No tienes que contarlo si no quieres...

‒Quiero hacerlo. ‒Matsuyama exhaló el aire que contuvo con frustración hacía un instante‒. Yoshiko me guarda sentimientos no correspondidos en intensidad, sin embargo, no me son ajenos. En otras circunstancias, habría querido contestarle que nos diéramos una oportunidad; iríamos con calma, poco a poco hallaría el modo de corresponder plenamente a su enamoramiento. Pero las condiciones son distintas. Como Jun y yo dejamos de negar que salimos, es probable que todo el mundo siga creyéndolo, aunque ahora lo vean como que nos hemos peleado o algo así. No pienso dejar de ser amigo de Jun por rumores estúpidos, por eso hemos preferido jugar o pasar el rato donde no haya nadie de la escuela. Pero si las cosas son de esta forma, resurgirán rumores de otro tipo.

Taro comprendía por dónde iba el asunto. Si se volvían novios, Fujisawa notaría irremediablemente a dónde se iba el tiempo de Hikaru, y con esos rumores circulando al mismo tiempo... No funcionaría.

‒Sé que jamás me echaría nada en cara, pero las dudas, incomodidades y malos ratos sobrarían. Me niego a herirla así. Yoshiko merece algo mejor. ‒Matsuyama lucía resignado, pero en las facciones de su rostro también se entreveía alivio.

‒Ahora, en cuanto a los motivos de que confiemos en ti, además de que eres nuevo en el grupo respecto a que no conocías los rumores y, por ende, no tenías prejuicios sobre nosotros; queríamos advertirte. ‒Tras un rato en silencio, Jun retomó el tema.

‒¿Advertirme? ¿Sobre qué?

‒Lo que hemos estado contándote: rumores. ‒Taro no entendió cómo se relacionaba eso con él, y Misugi, como el genio que era, se percató de su interrogante implícita.

‒Misaki, no somos los primeros ni seremos los últimos a quienes pase esto. Afortunadamente para ti, Schneider se va apenas termine este trimestre. Eso solo deja a Ishizaki, Urabe y Aoi como candidatos a iniciador de un cotilleo, pero sería mucho menos dañino...

‒Espera, espera, espera ‒interrumpió Matsuyama, arrodillándose en su sitio e inclinándose levemente hacia Misugi‒. ¿Cómo que Schneider se va en dos meses? Habíamos discutido la posibilidad, ¿pero ya es seguro?

‒Lo es en un ochenta y cinco por ciento. ‒Misugi cerró los ojos y puso cara de concentración, como si necesitara recordar algo‒. Schneider es alemán. Cuando llegó, dijo que fue transferido de Alemania como estudiante de intercambio. Las transferencias de ese tipo duran un trimestre, un semestre o un año; en vista del tiempo que lleva con nosotros, solo queda disponible la última opción. Si mal no recuerdo, él se integró a nuestro grupo después de que empezara el ciclo escolar, igual que Misaki. Nos quedamos hasta ahí la última vez, ¿cierto, Hikaru? ‒El aludido asintió con la cabeza y Misugi prosiguió:

»El otro día le pregunté a mi padre si tenía una idea de cuándo comenzaban las clases en Alemania, y me respondió que lo averiguaría. Me lo dijo recientemente: varía la institución y el nivel educativo, pero suele ser a finales de julio, en agosto o a principios de septiembre. Las fechas coinciden con los días en que Schneider llegó; quedan aproximadamente dos meses para que se cumpla un año desde entonces. Además, ¿no lo has notado muy insistente con Wakabayashi? Lo busca cada receso y algunas veces al finalizar las clases.

‒¿Qué quieres decir? ‒Matsuyama se veía muy intrigado; Misaki, inquieto por alguna razón que ni él supo descifrar. El recuerdo del guardameta despidiéndose con tanta prisa apenas acabar la jornada académica, casi que evitando a Misaki, retornó a su mente sin querer.

‒Digo que Schneider quizás no vaya a Alemania solo. Wakabayashi incluso pareció diferente este último torneo. Jugó más implacable, más motivado y decidido a que el equipo brillara; pero también lució más presionado a encontrar las posiciones perfectas para cada uno y atar cabos sueltos, como si...

‒Como si no fuera a tener tiempo para hacerlo después. Ya entiendo. ‒Matsuyama recargó ligeramente su barbilla en una de sus manos. Después, sonrió en dirección a Taro y dijo‒: Un problema menos para ti, Misaki.

‒¿Qué?

‒Es bastante simple ‒interceptó Misugi‒: has estado sosteniendo un intercambio interesante con nuestro capitán de football. Wakabayashi te miraba mucho de por sí casi desde que llegaste, pero no fue hasta el mes pasado que se volvió más frecuente y mutuo. No se necesita ser un genio, como Hikaru dice que soy; al esperar cada día a que todos en el salón se fueran para poder caminar juntos, él mismo presenció cómo tú también regresabas a la escuela. Primero lo hacías solo, y después en compañía de Wakabayashi, pero tus pasos siempre se dirigen a la cancha de football.

Taro por poco se olvida de cómo respirar. Después de todo, no era grato oír cómo sus intentos de no ser visto por nadie en su grupo fallaron técnicamente desde el inicio por el mero hecho de haber resultado llamativo para sus dos acompañantes. No sabía qué tenía de especial para que se hubieran fijado en él prácticamente desde que se transfirió. Al menos ahora era consciente de que Genzo también lo observaba desde ese entonces. Más tarde tendría tiempo para procesar ése y muchos otros detalles que le estaban aportando Misugi y Matsuyama.

‒La intención no es juzgarte, puedes estar tranquilo. El punto es, de hecho, que tengas cuidado. No nos gusta meternos en la vida de los demás ni seguir ideas equivocadas, sabemos lo horrible que se torna ser objeto de chismes. Sin embargo, si no fuera por esa mala experiencia anterior, sería fácil hasta para nosotros malentender tu dinámica con Wakabayashi, sobre todo si Schneider no se le despega.

Matsuyama pausó su discurso para tomar los hombros de Misaki y mirarlo a los ojos. A pesar de que Taro estaba muy, pero muy confundido y a estas alturas únicamente absorbía la información sin analizarla y asentía por inercia, no tuvo una pizca de vacilación al momento de confiar en que, incluso si tuviese motivos para omitir datos, Matsuyama no mentía. Ignoró si fue por simpatía o intuición, pero Taro tuvo fe en que Jun y Hikaru serían el tipo de personas que le habrían de regalarle valiosas palabras de apoyo cuando nadie más lo hiciera.

‒Cuidado con Schneider, Misaki.

Y Taro les creyó.