Por fin descubriremos en que consistía el plan de Venusmon. Que nervios…
Capítulo 22: Y todo salió bien...
Seraphimon no podía dejar de pensar en Ophanimon. Ya había terminado sus ocupaciones por hoy. Había revisado y juzgado los casos más complicados, había recibido visitas de los digimons con peticiones y sugerencias, y hasta había ordenado su despacho. Aquella última tarea podía haberla hecho cualquiera de sus empleados, pero había decidido hacerla el mismo, para matar el tiempo.
Suponía que Neptunemon ya habría caido en la cuenta del secuestro de Ancientmermaimon, y que no tardaría en ponerse en contacto con él. Le extrañaba enormemente que no lo hubiera hecho ya. Pero suponía que el olímpico estaría tratando de buscar el modo y momento adecuado para actuar.
Sorcerymon entró en su despacho, acelerado. Sabía lo alterado que estaba su amo, y sabía que lo que tenía que decirle le alteraría aún más.
Se paró frente al escritorio de cristal, y dejó una carta.
-Ha llegado esto para ti.- dijo, de forma seca.
Seraphimon levantó el pequeño sobre. Era blanco, y sobrio, pero bonito; de buen gusto. Supuso que era de Neptunemon. Lo abrió sin contemplaciones.
Observó su contenido meticulosamente. Estaba escrito a mano, con letra de hombre. Lo leyó, interesado. Sorcerymon le observó mientras leía.
"Buenos días Seraphimon:
Te mando este escrito para comunicarte que Ophanimon está bajo nuestro poder, sana y salva. Si quieres volver a verla, y recuperarla; reunete hoy conmigo, en el Palacio de los Espejos. Ven sólo, y no nos tiendas una trampa, o sino, las consecuencias serán irremediables.
Atentamente:
Mercurymon"
Seraphimon dejó caer el sobre sobre la mesa. No se esperaba que aquella fuera la respuesta de los olímpicos. Citarle en el propio Palacio de los Espejos era una trampa segura; pero debía ir. Salvaría a Ophanimon. Costara lo que costase. Además, en el mejor de los casos, sólo sería un mero intercambio: Ancientmermaimon por Ophanimon. Aunque lo dudaba.
Se levantó, firme y seguro, y abandonó la estancia. Sorcerymon comenzó a seguirle.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Sorcerymon, preocupado.
-Nada.- respondió tagantemente el ángel.
-¿A dónde vas?- preguntó el hechicero.- A esa pregunta al menos me podrás responder... ¿O no?-
-Me dirijo al Palacio de los Espejos.- contestó Seraphimon, de mala gana.- Si dentro de tres horas no he vuelto; da la voz de alarma y avisa a Cherubimon.-
Sorcerymon asintió solemnemenete.
-Pero si es una trampa, y lo sabes. ¿Por qué te diriges directamente hasta ella?-
-Las cosas que hace un loco enamorado, sólo las puede comprender otro loco enamorado, Sorcerymon.-
Sorcerymon volvió a asentir. Era lo único que podía hacer. Seraphimon debía de estar delirando. Pero había tomado una decisión y era irrevocable. Y sólo le quedaba esperar que saliera bien.
Acompañó a su señor a la puerta y se despidió de él. Puede que fuera la última vez que lo viera.
A media tarde, Seraphimon llegó al Palacio de los Espejos. Nunca había estado allí, y la verdad es que nunca había enido ganas de estarlo. Aquella magnifica contrucción de mercurio perfectamente pulido, para él no era más que un reflejo del gran ego que Mercurymon poseía.
Se acercó a la puerta, y observó su reflejo en ella. Gozaba de una figura portentosa que impondría a cualquiera. Su propio reflejo le infundía reflejo a él mismo. Irradiaba poder. Esperó que esa fuera la primera impresión de Mercurymon.
Llamó a la puerta. Sólo una vez, con fuerza. Aquel sonido interrumpió el monótono silencio en el que se encontraba sumido el lugar. La verdad era que, entorno a aquella maravillosa construcción, no había nada. Sólo páramos desolados con digimons sedientos de sangre.
La puerta se abrió, y Seraphimon pasó al interior del castillo. Observó el recibidor. Estaba vacio. El suelo brillaba intensamente, pero la sala no estaba bien iluminada. Cualquiera de los olímpicos podría estar escondido en cualquier escondrijo.
Seraphimon escrutó los rincones más probables dónde podría haber enemigos. El techo en forma de cúpula gozaba de huecos estrategicos dónde figuras pequeñas como Minervamon podrían estar acechandole en esos mismos instantes. Pero, a arte de eso, nada más. Entonces se percató de que alguien bajaba las escaleras.
Levantó la vista, y allí se encontraba ella.
Con un taconeo dulce y suave, Venusmon se posicionó frente a él. A pesar de que Venusmon era alta; con una estatura de metro setenta y tres, Seraphimon la sacaba algo más de una cabeza.
-Buenos días.- saludó la olímpica. Estaba entusiasmada: iba a comenzar la función.
-Jamás me hubiera esperado que fueras tú quien fuera a recibirme.- confesó el ángel.- ¿Acaso ahora eres la relaciones públicas de los olímpicos?-
Venusmon obvió su pregunto.
-¿Quién esperabas que te recibiera?-
-Neptunemon o Mercurymon, principalmente.- Seraphimon no tenía problemas en contestar a sus preguntas. Venusmon no le imponía –para nada-. Es más, podría decir que es inofensiba para él.
-Neptunemon debe de estar extremadamente furioso en estos momentos... Menudo numerito montasté. Y encima para nada. Ancientmermaimon ya está a salvo con su marido.- le informó Venusmon.
Seraphimon se quedó a cuadros. Si era cierto lo que Venusmon decía; su plan no había servido para nada: Ancientmermaimon había sido rescatada. Por eso Neptunemon no se había puesto en contacto con él. Lo que no entendía era por qué Cherubimon lo le había dicho nada.
-Y Mercurymon me ha cedido hoy su castillo. Así que, estamos solos.- prosiguió Venusmon.
-Eso es imposible. Mercurymon me envió una carta diciendome...-
-Esa carta te la envié yo, citandote aquí.- reveló Venusmon. Seraphimon no daba crédito a lo que oía.- Si te hubiera citado utilizando mi nombre, ambos sabemos que no habrías venido.-
En eso tenía razón.
-Entonces, qué quieres, Venusmon.- preguntó Seraphimon. No le gustaba que jugaran con él.
-Quiero negociar contigo, eso es todo. Seguro que podemos llegar a un acuerdo.-
Seraphimon meditós obre las palabras de la diosa. Debía de ser un truco. Un truco barato. Venusmon trataría de seducirle con sus encantos, para que luego otro olímpico le asestase el golpe final.
-Venusmon, si estas tratando de seducirme, no va a funcionar. Mi corazón sólo pertenece a Ophanimon.- argumentó el ángel.
A Venusmon se le escapó una escandalosa carcajada.
-Por favor Seraphimon. No me hagas reir.- hizo una breve pausa. –No sabía que tenías ese retorcido sentido del humor.- volvió a hacer una breve pausa, y se alejó un poco de él. Quizás así se sintiera más cómodo. –Déjame que me explique.-
Seraphimon asintió. No entendía por qué Venusmon se había reído por aquello. Era una idea plausible.
-Mira, sé la ubicación exacta de Ophanimon. Antes de que preguntes, no te la voy a decir, por quñe sino irías directamente a por ella, y esto no serviría de nada.-
-¿Y sí yo te obligo a decirmela?- dijo Seraphimon, adoptando una pose amenazante.
-Escuchame primero, y te darás cuenta de que eso no es posible.-
Seraphimon la miró con incredulidad. Estaba loca. Podría matarla allí mismo, en aquel mismo instante. Sin embargo, no ganaba nada con eso. Y tenia curiosidad por saber lo que Venusmon pretendía.
-Yo me estoy asegurando de que Ophanimon este sana y salva, y que disfrute de muchas y variadas comodidades, en vez de estarse pudriendo en una cárcel. Y eso podría seguir siendo así, si tú me ayudas. Incluso podría mejorar sus condiciones aún más, si cumples tu trabajo eficientemente.- informó la diosa.
-Me alegro de que estes haciendo todo eso por Ophanimon. Pero no voy a hacer nada. La encontraré, la rescataré y asunto zanjado. Así pues, díme dónde la reteneis.-
-Me vas a hacer caso, por tu propio bien.-
-Dame una razón de peso para ello.-
-Pensaba que eras más inteligente Seraphimon. Esta es otra razón para que retomemos las riendas los olímpicos.-
En ese momento, Seraphimon no pudo soportarlo más, y se abalanzó sobre Venusmon. Esta, esquivó ágilmente el golpe del ángel. Seraphimon chocó su puño contra la pared, y el palacio tembló momentaneamente.
-A Mercurymon no le va a gustar esto...- comentó Venusmon.- Ya que no sabes la respuesta de lo diré yo.- prosiguió.- Yo soy la diosa del amor. En todas las relaciones del Mundo Digital he tenido algo que ver, directa o indirectamente.- se acercó a Seraphimon, y posó su codo sobre el hombro del ángel.- En tu caso, mi intervención fue bastante directa. ¿Sabes ya a dónde quiero llegar?-
Seraphimon lo sabía perfectamente. Pero no, no podía ser así. No podía ser cierto. No, no de esa forma ni de aquella manera.
-No te creo.- dijo, tratando de engañarse así mismo.
-O, venga Seraphimon. Tú y yo lo sabemos.- soltó una risilla baja. Le divertía ver a un ser tan omnipotente como Seraphimon rendido a sus pies.- Tú antes de conocer a Ophanimon, tenías una relación, más o menos estable. En aquel romance yo apenas tuve nada que ver: sólo un poco.-
-No trates de inventarte cuentos.-
-Luego, un día, de repente, apareció Ophanimon en tu vida. Y saltaron chispas...- soltó un largo suspiro.- ¿Y tú crees que fue de casualidad?-
-Sí.-
-Pues no, Seraphimon, no.- alargó la última o.- Tu antigua relación te estaba matando, ste estaba comiendo por dentro. Era un amor tortuoso de esos que sólo acaban en tragedia. Así pues, decidí arreglarte la vida, y puse a Ophanimon en tu camino. Controlé vuestras emociones, e hice que os enamorarais.-
Seraphimon acabó creyendo las palabras de Venusmon. Sabía que no mentía. Pero no quería darla la satisfacción de hacerla pensar que le tenía a sus pies.
-Supongamos que te creo.- comenzó a decir Seraphimon.- ¿Cuál sería el trato?
-Yo hago la estancia de Ophanimon lo más cómoda posible. Incluso podríamos organizar alguna visita...- sonrió.- Y tú a cambio, me haces algún favor, me proporcionas información, y esa clase de cosas.- le retiró el codo del hombro, y le tendió la mano.- ¿Hay trato?-
-¿Y si me niego?- preguntó Seraphimon.
-En esa caso... con un chasquido de dedos haré que te olvides por completo de Ophanimon.- amenazó Venusmon. Sus poderes eran mucho más complicado que aquello, pero serviría para amedrentar a Seraphimon.
-Esta bien, acepto.- dijo. No le quedaba más remedio. Le estrechó la mano a Venusmon.
-Muy bien. Tal y como yo esperaba.- murmuró.
-¿Qué es lo que quieres?- preguntó Seraphimon, al fin.
-Creo que el primer favor que te pediré será uno muy sencillo. Quiero que me digas cual es la ubicación de las hijas de Ceresmon.- explicó Venusmon.
-No lo sé, Venusmon. En eso no puedo ayudarte.- trató de mentir Seraphimon. Aquella información, a pesar de saberla, no podía revelarla.
-No tienetes a la suerte, Seraphimon. Sé con certeza que conoces su ubicación.- No lo sabía con certeza, para nada. Pero el farol funcionaría. De eso estaba convencida.
Para dar más sentido a su amenza, Venusmon juntó sus dedos, como si fuera a chascarlos. Seraphimon agarró rápidamente su mano, para evitarlo; con tanta fuerza, que hubiera sido capaz de dislocársela.
-No por favor. Te lo diré, pero no lo hagas.- su voz, ahora débil, pedía misericordia. Venusmon no pudo evitar sonreir de nuevo. Se acercó a Venusmon, y le dijo al oído lo que ella quería oir.
Venusmon asintió, complacida.
-Muy bien.- estaba sorprendida por lo que la acaban de revelar.
-No sé en qué ubicación está cada una.- dijo, apenado. Todo esto lo hacía por Ophanimon, y esperaba que mereciera la pena.- Pero por lo menos ahora tienes la información que querías.- hizo una breve pausa.- ¿Para qué la vas a utilizar?-
-Eso no es de tu incumbencia.- espetó la diosa.- Puedes marcharte.-
Agachando la cabeza, Seraphimon se dispuso a abandonar la morada de Mercurymon.
-Espera.- le detuvo repentinamente Venusmon.- No hemos fijado nuestra siguiente "cita".- Seraphimon se detuvo frente a la salida.- Estos días, estaré algo ocupada; así pues, nos reuniremos dentro de cuatro días. Pero esta vez seré yo quien visite tu castillo. ¿Entendido?-
-Sí.- contestó él, de forma sumisa. Sabía que aquel era el fin de su libertad. En cuanto se fuera, comenzaría atramar un plan que solucionará aquel problema; pero hasta entonces, debería servir a Venusmon.
Seraphimon se marchó antes de que Venusmon le piediera algo más. Ya había tenido suficiente por hoy.
Al final todo había salido bien para la diosa.
Venusmon se sentó en las escaleras a esperar a que Mercurymon regresara. No tardó en volver. Había estado merodeando por allí hasta que Seraphimon había abandonado el Palacio de los Espejos.
-¿Y bien?- preguntó el olímpico, interesado.- ¿Te ha dicho dónde se encuentra?-
-Pues claro.- respondió Venusmon.- ¿Acaso lo dudabas?-
La verdad era que sí que lo había dudado. En todo momento además.
-Para nada.- mintió Mercurymon.- Dímelo.-
-No.- negó ella.-
-¿Por?- preguntó él, desconcertado.
-Porque esta información la he obtenido yo.- se acercó a Mercurymon.- Tú nunca lo hubieras averiguado. Y sabes que tengo razón.- hizo un amago, y se alejó poco a poco de Mercurymon.- Además, tú mañana debes partir a Prision Land. En lo que estás ocupado, yo me encontraré de encontrarlas.-
-¿A quienes?-
-A las hijas de Ceresmon, por supuesto.-
-Yo sólo te pedí a una, Venusmon.-
-Pero así mato dos pájaros de un tiro. – se acercó a él, y puso su mano para taparle la boca.- Bueno, creo que ya ha va siendo hora de que me vaya. Ya te he robado mucho tiempo; y tienes que estar descansado para la gran misión de mañana.-
Venusmon comenzó a caminar antes de que Mercurymon pudiera replicarle cualquier cosa. Se despidió con la mano, y cerró la puerta con delicadeza.
Mercurymon se quedó pensativo por un instante. No tenía ni idea de cómo había podido averiguar Venusmon aquella informaci´n. Ni siquiera sabía que Seraphimon conocía aquellas ubicaciones...
Sin embargo... no tenía tiempo de pensar en aquello. Mañana partiría hacía Prision Land para encontrar su Código Corona. Y no tenía ni ida de lo que le esperaba allí.
Nota:
Venusmon ha actuado mucho más inteligentemente de lo que todos esperaban... ¿Podrá encontrar a las hijas de Ceresmon? ¿Y que les esera a los olímpicos en Prision Land? Lo descubriremos en el siguiente capítulo...
