Ni Glee Ni Sus Personajes Me Pertenece… Solo Esta Historia.

Advertencia (Rachel g!p)

Capítulo 24 (segunda parte)


Con una sonrisa en el rostro, Annie se impactó contra algo, más bien contra alguien.

Su teléfono cayó y se agachó para tomarlo.

Quiso golpear a la causante del choque, sin levantarse aún, miró los pies de la persona frente a ella.

Tacones altos color blanco, que hacía lucir aquellas pantorrillas, comenzó a ascender con su mirada, y se encontró con unas piernas muy bien trabajadas.

La oficial comenzó a sudar.

Su mirada no quiso seguir, realmente estaba disfrutando la vista.

Pero como si el destino la estuviera poniendo a prueba, la dueña de dichas piernas carraspeó para llamar su atención.

Y por fin su vista se cruzó con la de la chica, que con una tímida sonrisa se disculpó.

Lo siento oficial, justo iba dando la vuelta y no escuché que se acercara alguien.

No se preocupe Doctora Pillsbury, venía algo entretenida — dijo pero seguía sin moverse — ¿Qué hace usted por acá?

Bueno, primero que nada permíteme ayudarte — dijo tomando la mano de la celadora para ayudar a que se pusiera de pie, Annie con una sonrisa le agradeció, y gruñó cuando la doctora soltó su mano — y segundo, pues, necesitaba hablar contigo.

¿De que se trata?

Pues verás, tengo una muy buena relación con cada una de las presas, y sin querer me enteré de que eres la mano derecha de Danielle y quería saber si… — sus palabras quedaron en el aire cuando Annie dio la vuelta y trató de irse por el lado contrario — ¡Hey! Espera — se acercó lo más rápido que pudo y la detuvo del brazo, la celadora observó aquella acción y el contraste de pieles, Emma era demasiado blanca para su gusto, pero no vio aquello de mala manera, y eso le caló, Emma se dió cuenta y la soltó tan pronto como pudo — ¿Qué pasa? ¿Acaso estoy mintiendo? ¿No eres tú la mano derecha de Danielle? — Annie se tensó.

Si lo que quiere es saber cosas para ir y contárselas a López, pues pierde su tiempo doctora, no pienso hablar.

¿Qué? ¡No! — la detuvo cuando quiso alejarse de nuevo, pero esta vez solo sus dedos se unían — No se trata de eso, los problemas que tengas con Santana López no me incumben, no tiene nada que ver con la razón por la cual estoy aquí.

¿Entonces? — preguntó un poco inquieta, la pelirroja no había soltado su mano aún.

Ok, bueno, ¿Sabes lo que es intersexual? — preguntó y miró la confusión en la oficial — bueno, ese es el término que usan las personas, los médicos usamos otro pero eso es lo de menos, a lo que voy es, una persona intersexual, es aquella que nace con los genitales opuestos, o sea, si es chica, nace con pene, y si es chico, con vagina, esto no solo se da al nacer, también puede ser que años después comienzan a desarrollarse ¿Me explicó? — Annie asintió — bien, entonces, existen personas así, y aquí en el penal hay una chica intersexual… — de nuevo Annie la interrumpía.

Rachel Berry — dijo con una sonrisa al ver la cara de Emma.

¿Lo sabías? — Emma se golpeó mentalmente por hacer esa pregunta tan estúpida, por supuesto que lo sabía, Annie era la sombra de Danielle, la chica con más poder dentro de la prisión, ella sabía todo, incluso podría jurar que sabía el color de ropa interior que llevaba ese día, de repente se sintió avergonzada, y quiso cubrirse.

Claro que lo sabía doctora.

Bueno pues eso me facilita las cosas — sonrió — como te decía hace un momento, así como me enteré de que ayudas a Danny, también me enteré de que hay ciertas chicas tratando de llevarse a Rachel a la cama.

Ajá ¿Y? ¿Yo que tengo que ver acá? Digo, Rachel es linda y todo, pero , si ella quiere acostarse con medio penal ¿Qué podría hacer yo?

Pues, supe que tú consigues cosas allá afuera para Danielle, y las introduces de contrabando — Annie alzó una ceja — así que necesito que me consigas un medicamento.

Wou ¿Escuché bien? La buena y bien portada Emma Pillsbury ¿me está pidiendo que haga algo ilegal? — la pelirroja solo asintió — ¿Está loca? Esto no es un juego doctora.

Lo sé Annie, y sé que nunca te han descubierto, por eso acudo a ti, de verdad necesito ese medicamento.

¡Pero usted es doctora! ¡Tiene un consultorio aquí! ¿Acaso no cuenta con ese medicamento? Creí que tenía de todo — Emma negó con la cabeza — ¿Y si lo pide? Cómo los medicamentos que se agotan.

No puedo pedirlo, eso expondría a Rachel.

¿Cómo? — comenzaba a perderse en la conversación.

El medicamento es para Berry, y si yo lo pido, como es para su condición, me pedirán su expediente médico, y querrán saberlo todo de ella, en el peor de los casos querrán enviarla a una penal para hombres.

¿Y qué pasa si no toma el medicamento? — cuestionó preocupada.

Pues mientras no mantenga relaciones sexuales con nadie, no pasará nada malo, pero como te dije, hay chicas interesadas en ella.

No entiendo ¿Qué tiene que ver el que Rachel tenga sexo, con el medicamento que me está pidiendo?

Emma suspiró.

El medicamento es una píldora anticonceptiva para hombres, que por su condición, Rachel debe tomarse diariamente.

Lo que me quiere decir es que si Rachel no toma esas píldoras ¿puede embarazar a una de las reclusas?

Así es, y si eso pasa, si alguna queda embarazada, asuntos internos comenzará a investigar, ya que no hay ni un solo hombre trabajando en este penal, bueno, solo el de seguridad, pero él no tiene acceso a este lugar — Annie ahora sí estaba muy preocupada — y si descubren que fue Rachel… —

La enviaran a una prisión para hombres — Susurró — ¿Pero qué hay de los condones? Eso es más fácil de conseguir ¿No cree?.

Emma negó.

Sería fácil conseguirlos si, pero en el tiempo que Rachel estuvo hospitalizada, me di cuenta que se irritaba con el látex, al inicio creí que era solo un tipo, después hice varias pruebas, claro, con su piel, nunca con su miembro, y efectivamente, es alérgica, y si se complican las cosas, igual tendremos a servicios internos metiendo sus narices en el caso de Berry.

Joder — se pasó la mano por su cabello — Entonces no hay opción, tenemos que conseguir esas píldoras.

Creeme que si no fuera necesario no te lo estaría pidiendo, sé que te expongo, y me siento fatal por eso, pero solo en ti confío para hacer esto.

No se preocupe doctora, solo necesito el nombre de las píldoras, se de un lugar donde quizás las puedan tener.

Genial — aplaudió emocionada — Yo, no sé cuánto te paga Danielle por cada favor que te pide pero, dame unos días y te consigo todo el dinero que pidas.

Descuide señorita Pillsbury, no pienso cobrarle nada, ¿recuerda la misión de la que le hablé ayer? — asintió Emma dudosa — Pues Rachel es mi misión, y todo lo que tenga que ver con ella, me incumbe, y pienso responder por todo, usted no se preocupe — Annie soltó aquello como si la persona frente a ella fuese una amiga de toda la vida — Ahora mismo debo ir a revisar unas cosas, pero en cuanto me desocupe, pasó al consultorio para que me de toda la información que necesito.

De acuerdo, nos vemos más tarde entonces.

La pelirroja palmeó el hombro de la oficial y le dedicó una sonrisa.

Sabía que había encontrado una gran aliada.


Eran casi las tres de la tarde y tenía que llevar la comida a la celda de castigo donde se encontraba Rachel.

Con charola en mano y tarareando una canción, Santana López avanzaba por los últimos pasillos del penal.

Después de haber comido con su mejor amiga en su oficina, se había ido directamente a la cocina, a pedir el alimento que le correspondía a la morena.

De su uniforme sacó unas galletas que insistentemente Quinn le había pedido que pusiera en la charola.

Y no pudo negarse, como tampoco pudo negarse con la única fruta que estaba en la bandeja.

Llegó a la celda y al abrir, se encontró con una imagen que estrujó su corazón.

La morena se encontraba en el piso, con sus rodillas flexionadas y sus manos abrazándose.

El cabello cubría su rostro, y su cuerpo tenía temblores por momentos.

La latina se obligó a pensar que era por el frío y no por otra cosa.

Se acercó lentamente y dejó la bandeja a los pies de Rachel.

Alejó un poco el cabello que cubría su rostro, y le habló con cautela.

Berry — la morena no se movía, pero Santana sabía que estaba respirando — Berry, despierta.

La morena se movió ligeramente y comenzó a abrir los ojos.

¿Oficial? — Susurró — ¿Qué hace aquí?

Vine a traerte algo de comer — miró la charola y Rachel siguió su línea de visión — tus compañeras te mandaron algo — dijo tomando la bandeja y acercándola a Rachel — ¿Por qué estabas dormida a esta hora? ¿Te sientes mal?

La morena solo negó con la cabeza.

No dormí en toda la noche, y supongo me venció el sueño, no sé cuánto tiempo llevaba dormida.

Pues entonces come, eso te hará bien, mañana a la misma hora volveré con más.

De acuerdo.

Santana se levantó y caminó a la puerta.

Cualquier cosa que necesites, por aquí andaré.

Gracias oficial.

La puerta se cerró y la morena sólo escuchó las llaves moverse… de nuevo estaba sola.


¿Estás segura de que no quieres que te lleve? — preguntaba de nuevo la latina — puedo llevarte y volver en seguida.

No Santana, ya te dije que no, deja de tratarme como a una niña, creeme que sé cuidarme sola.

Eso lo sé pero, ya sabes, me preocupas, y es más tarde de la hora acordada — levantó los hombros quitándole importancia.

Estaré bien ¿Ok? En cuanto llegue a casa yo te aviso, solo recuerda que tardaré un poco porque iré a la lavandería.

Está bien, pero que no se te olvide avisarme por favor.

Descuida, no lo olvidaré… por cierto — habló la rubia sin mirar a su amiga — tu, ya sabes ¿Vas a ver a Rachel por las noches?

¿Por qué lo preguntas?

Curiosidad, digo, no sé, debe ser horrible estar ahí sola, solo quiero asegurarme si andas cerca.

Pues cerca sí, pero no llegaré hasta la celda si eso es lo que preguntas, al fin y al cabo es un castigo, y nadie debe estar ahí.

Claro, lo entiendo — dijo jugando con sus manos — bueno, me voy, te mando mensaje cuando esté en casa — de nuevo se despidió con un beso en la mejilla y ambas salieron de la oficina.

Santana acompañó a la rubia hasta su auto, le repitió que le avisará que ya estaba en casa y se despidió moviendo ligeramente la mano.

Aunque nunca demostraba sus sentimientos, la latina era una persona super protectora.


Tras alejarse tres cuadras del penal, Quinn detuvo el auto.

Trató de encontrar un buen sitio para estacionarse y que el auto no fuera visible por si algún conocido pasaba cerca.

Cuando encontró el lugar perfecto, bajó del auto y caminó hasta la cajuela, sacó una mochila y se montó de nuevo pero en la parte trasera.

Empezó a hurgar en la montaña de ropa que llevaba, y encontró un cambio de ropa, toda negra.

Se la puso con un poco de complicaciones debido a lo reducido del espacio.

De la misma montaña sacó un par de suéters, una frazada que parecía bastante calentita y una fragancia que roció por su cuello.

Revisó que todo estuviera en la mochila y no faltara nada, entonces bajó del auto.

Puso la alarma y regresó por el mismo lugar por donde había llegado, solo que esta vez lo hizo andando.

A la rubia no le había parecido tan largo el recorrido en su auto, pero andando le estaba siendo eterno el retorno.

Llegó a la última calle y al dar la vuelta vio el penal.

El sol ya había desaparecido, y pronto oscureceria.

No quiso acercarse tanto para no ser vista por el guardia.

El guardia…

Ese sería un problema para la rubia, tenía que idear algo para lograr que el hombre dejara la caseta y así poder ingresar sin que nadie lo notase.

Sacó su móvil del bolsillo y marcó al número de la caseta de vigilancia dónde se encontraba el guardia.

Al segundo tono el hombre atendió.

— ¿Hola? Señorita Fabray — respondió un hombre que ya pasaba los cuarenta.

— Hola Albert, Perdón ¿Te interrumpo? — preguntó la rubia mirando hacia la caseta.

— Para nada subdirectora ¿En qué le puedo ayudar?.

— Verá, hace rato dejé el penal y, no recuerdo si cerré o no mi oficina, y tengo algunos documentos que no pueden ni deben perderse, y sabe, ya estoy llegando a mi casa.

— Oh, ¿Quiere que le pida a la oficial López que vaya a revisar?

— ¡No! — salió más fuerte de lo que quería — es decir, la oficial López debe estar ya trabajando en puro papeleo, y ya conocemos su carácter, no creo que se buena idea interrumpirla.

— Si, es verdad — el hombre conocía a la perfección el carácter de la latina — ¿Quiere que vaya yo a revisar personalmente?

Quinn festejó en silenció.

— Oh ¿Me haría ese enorme favor? Créame que si no fuera importante no lo molestaría.

— No es molestia señorita, ya mismo voy a revisar.

— Muchas gracias Albert, que tenga una linda noche.

— Igualmente señorita Fabray.

Quinn colgó la llamada y solo tuvo que esperar unos segundo hasta que vió salir al hombre.

este es el momento Fabray — susurró para ella misma — es ahora o nunca.

Caminó de manera lenta, mirando hacia todos los lados, quería cerciorarse de que no hubiera nadie más ahí.

Llegó a la caseta, y se agachó lo más que pudo para cruzar la barrera.

Recordó que había cámaras por doquier, sonrió, ella tenía acceso a esas cámaras, por la mañana se encargaría de borrar cualquier evidencia de que estuvo ahí.

Avanzó de prisa hasta la puerta, sacó su tarjeta de acceso y la insertó, solo espero un par de segundos y la puerta estaba abierta.

Abrió lentamente y asomó su cabellera rubia, echó un rápido vistazo asegurándose que no estaba ninguna celadora cerca.

Para su buena suerte el lugar a donde se dirigía, tenía dos puntos de acceso.

Uno le haría pasar por las oficinas y las celdas más ocupadas.

El otro estaba por la sala de visitas, aunque ambos estaban alejados de su destino.

Optó por la sala de visitas, debido a la hora, nadie andaría vigilando por ahí.

Caminó lo más rápido que pudo, no quería sorpresas.


Subdirección

Albert, el hombre alto y con gran parte de su cabello cubierto de canas, estaba llegando a la oficina de Quinn.

Estar dentro del penal lo ponía algo tenso, si bien, siempre entraba a la torre a registrar tanto su hora de entrada, como la de salida, nunca avanzaba más allá.

Solo hasta la torre y de regreso a la caseta.

Sabía que era el único hombre trabajando en el lugar, aparte del director claro.

Por eso prefería no ingresar ¿La razón? para no incomodar a las reclusas o a las trabajadoras.

Era un hombre respetuoso, y aunque sabía que las chicas que estaban ahí, habían cometido un delito, para el no dejaban de ser unas damas.

Otra razón era que Santana López le daba un poco de miedo, después de que un día al ingresar a la torre la encontrara en un mar de llanto, el hombre preocupado decidió acercarse y preguntarle si estaba bien.

Grave error.

Santana lo alejó enseguida creyendo que Albert tenía otras intenciones, y aunque este le explicara más de diez veces que solo quería saber cómo estaba, la latina no hizo otra cosa que ponerse a la defensiva.

Demás está decir que Santana López puso una queja y el amable señor fue suspendido de su puesto.

Sino hubiera sido por Quinn, que conociendo al hombre desde hace tiempo, sabiendo lo educado y caballero que era , decidió interferir por el, logrando que recuperara su puesto y una disculpa por parte de la latina.

Desde entonces solo la veía y trataba de alejarse, no quería más problemas.

Pero era un penal pequeño, obviamente se la encontraría hasta en la sopa.

¿Albert? — la latina llegaba al mismo tiempo a la oficina de subdirección, con su quinta taza de café — ¿Qué hace usted acá? ¿Pasó algo?.

No señorita López, todo está bien — respondió nervioso — estoy cumpliendo con un encargo de la subdirectora.

¿Un encargo?

Si, es que, hace un momento me llamó para decirme que no recordaba si le había echado seguro a su puerta y que tenía unos documentos importantes en su oficina que no podían perderse, por eso vine hasta acá a verificar, pero enseguida me voy — agregó el pobre hombre ante la cara de Santana.

¿Y por qué no me llamo a mi? Digo, usted es un guardia, su labor es vigilar, ella lo sabe.

Si bueno, yo le dije que le diría a usted, pero no quiso — Santana levantó su ceja — dijo que usted tenía mucho trabajo y no le gustaba que la interrumpieran.

¿Eso dijo? — el hombre asintió — Entiendo ¿Sabe que Albert? puede volver a su puesto, revisaré que esté cerrado, de igual forma necesito entrar para sacar un archivo, así que no se preocupe, yo me hago cargo.

¿De verdad?

Si, tranquilo, vuelva a trabajar.

De acuerdo, buenas noches oficial.

Buenas noches Albert.

Santana espero a que el hombre se perdiera por los pasillos para entrar en la oficina.

La cual si estaba cerrada con llave.

Así que no recordabas si tenía seguro he — habló para ella misma — Que raro, Quinn Fabray nunca olvida poner seguro a su puerta, es más fácil olvidarse de mi que de esto.

Sacó sus llaves sabiendo que ella tenía una copia.

Abrió y se fue directamente al escritorio, buscando esos supuestos documentos importantes de los que hablaba Albert.

Nada.

Solo eran números telefónicos y alguna que otra anotación que había hecho la rubia.

Nada que resguardar.

Entonces Santana se preocupó.

Llegó hasta la silla y sin pensarlo abrió el último cajón, Santana rezó porque estuviera lo que estaba buscando.

¡Maldición Quinn! — susurró al encontrarlo vacío.

...


Dentro del penal.

Quinn tenía los nervios de punta, casi la descubrían por segunda ocasión.

Solo le faltaba poco, sabía que al llegar al final del pasillo, el peligro habría terminado, ya que para ingresar en el, ocupaba llave.

Llave que ella llevaba en el suéter.

Llegó a la última puerta, que daba a las celdas de castigo, y sacó el juego de llaves, como pudo la metió, suspiró cuando escuchó el seguro abrirse.

Un vistazo más y entró volviendo a cerrar con llave.

Sabía que si alguien entraba, lo escucharía.

A unos cuantos pasos de la celda de castigo se detuvo.

¿Qué estaba haciendo?

No estaba segura de ello, pero necesitaba hablar con una persona y no podía esperar más tiempo.

De frente a la puerta, trató de mirar por la ventanilla que había en lo alto de la puerta, esa era la única entrada de luz que tenía la celda, pero no pudo ver a nadie… se alarmó.

Se adentró y creyó que estaba vacía, pero una voz la sacó de su error.

¿Qué hace usted aquí? — preguntó la morena desde el rincón más oscuro — ¿Vino a asegurarse de que la estuviera pasando mal?

Quinn miró enseguida, buscaba a la dueña de esa hermosa voz, pero aquel rincón era tan oscuro, que apenas y podía notar una silueta.

Vine a hablar contigo, creo que tenemos cosas de que hablar — su voz sonaba temerosa.

No, usted y yo no tenemos nada de que hablar — se puso de pie y Quinn pudo escuchar cada movimiento que hacía.

Pero Rachel nunca se acercó.

Te equivocas Rachel, hay mucho de que hablar.

La morena rió entre dientes.

¿Ahora soy Rachel? Creí que era la reclusa 1512.

Eso es de lo que quiero hablar, Berry yo no soy así, me descontrolas por completo.

¿Yo? — preguntó la morena saliendo de la oscuridad y apuntando a su pecho.

Quinn se derritió por la pregunta cargada de ternura.

Si definitivamente Rachel era un descontrol para ella.

Por supuesto, sé que fui una idiota, que no actúe de acordé a mi edad, ni a mí puesto, pero necesito que me escuches — dijo observando cómo se acercaba poco a poco — ¿Puedes acercarte más? Te necesito lo más cerca posible.

Pero Rachel ya no se movió.

Quinn se sintió mal por eso.

Lo que sea que tenga que decir, hágalo, para que se vaya, una persona como usted, no debe estar en un sitio como este.

Tu tampoco deberías estar aquí Rachel, tu menos que nadie debería estar aquí.

Pero lo estoy, es lo único que importa.

Por mi culpa, por mi estupidez.

No señorita, fue mi culpa, ya es hora de que me haga responsable de mis actos.

Cometiste una falta si, pero era la primera, eso solo ameritaba una llamada de atención y yo, yo — la morena había salido a la poca luz que había, y y Quinn no pudo evitar que las lágrimas brotaran, Rachel tenía la cara golpeada, y se veía peor que el día anterior — ¡Dios Rachel! Se te infectaron las heridas — llegó hasta la morena y puso sus manos en la mejilla de Rachel.

No pasa nada, no es tan grave — dijo algo sonrojada.

Claro que es grave, muy grave, ven — tomó su mano y la llevó hasta el lugar más claro, tomó su mochila y sacó algodón y otras cosas de primeros auxilios que la rubia había metido en la mochila, sabía que la morena estaría herida, pero no esperaba encontrarla así — quiero que te sientes aquí, y no te muevas, voy a desinfectarte.

Rachel no dijo nada, solo se dejó hacer por la rubia.

Quinn bañó un pedazo de algodón con un líquido que Rachel no reconoció, pero que de inmediato el olor inundó la celda.

No es alcohol pero no te aseguro que no vaya a arder, por lo infectado — susurró Quinn.

Llevó el algodón directo a su ceja, era la herida más delicada, y en segundos se quejó.

¡Auch! Arde! — lloriqueo

Lo siento lo siento — soplaba rápido para calmar su ardor.

La morena se perdió en el aliento tan cerca de la rubia.

Quiso ponerlo de nuevo pero la morena la detuvo.

Creo que ya quedó — Quinn rodó los ojos.

Que niñita me saliste Berry — sonrió y Rachel también lo hizo, a Quinn le latía de prisa el corazón — lo haré de nuevo ¿Estás de acuerdo? — la morena ni respiró — necesito desinfectar todo el rostro.

Esta vez Rachel no se negó, dejó que la rubia lavara su rostro con el líquido.

Apesar de la poca luz, los dos pares de ojos no dejaban de mirarse fijamente.

¿Por qué no dejaste que la doctora Pillsbury te atendiera? — fue Quinn la que rompió el silencio y el contacto visual, los ojos de Rachel la hacían temblar.

Porque no era nada grave — dijo perdiéndose de nuevo en esos ojos avellana que le robaban el sueño.

¿No te parece grave? Ahora están infectadas gracias a eso Rachel.

La heridas no son graves, pero, el lugar es n asco, y eso me afectó — al decir esto la rubia agachó su cabeza — hey — con su mano en el mentón levantó el rostro de la rubia — de verdad no es tan grave, lo dice alguien que estuvo a punto de morir, créame que esto — apuntó a su ceja — no es nada.

Rachel, de verdad lamento lo que sucedió, pero es increíble el poder que tienes sobre mi.

¿El poder? — preguntó extrañada — ¿Qué poder puede tener alguien que solo le genera lástima?

Shhh — con una de sus manos acarició su mejilla y con la otra sus labios — No sigas por favor.

Solo estoy repitiendo lo que usted me dijo ayer ¿ya no lo recuerda?

Por supuesto Rachel pero, por eso estoy aquí, debo aclararte las cosas.

No hay nada que aclarar señorita Fabray.

la primera vez que te Vi, cuando entraste a mi oficina, me llenaste de dudas, al principio por tu caso, y después por lo que sentía, por las cosas que provocabas en mi — Quinn tomó sus manos y las entrelazó, era ahora o nunca — Lo que decía el expediente no tenía nada que ver con la niña que tenía frente a mí ese día, tú no levantabas tu rostro y yo moría por ver tu cara, porque desde que entraste por esa puerta, mi mundo cambió, cuando por fin logré ver tu carita, no veía a una criminal, veía a una niña asustada queriendo salir corriendo, pero las circunstancias cambiaron, te agredieron y te encerraste en una burbuja que hasta el momento no logro romper, todo en ti era un misterio, todo Rachel, y al mejor estilo de la máquina del misterio, yo quería resolverte — una risita se escapó de Rachel, risita que enamoró a Quinn, si, la enamoró — después, comenzaron a suceder cosas entre nosotras, que, aunque sabía que estaba mal, no podía evitar sentirme tan jodidamente bien, te metiste en mi cabeza y en mi corazón, y te adueñaste de ellos— la morena abrió sus ojos enormes ante esta declaración — No me importa si tengo que ir a prisión Rachel, lo único que me importa es lo que me haces sentir aquí adentro — con sus manos entrelazadas, Quinn las guió hasta su pecho — si es que tú también sientes lo mismo… ¿Lo sientes?

Créame que lo que siento por usted es inmenso, y tampoco me importa nada, usted también se ha adueñado de mi — se acercó lentamente a la rubia, hasta que sus frentes se rozaron, la rubia no dejaba de acariciar sus mejillas, y la morena solo se entregaba al contacto — ¿Sabe? Creo que necesito tanto su medicamento, ese que me sana mágicamente — susurró sonriendo.

La rubia también sonrió recordando ese medicamento.

Con delicadeza posó sus labios en la nariz de la morena, y lentamente la llenó de besos, después subió por el entrecejo y así con un camino de suaves besos llegó hasta la ceja herida, a la cual le dedicó mucho más tiempo, la morena suspiró, deseando fuera más rápida, quería besarla.

Y Quinn lo entendió a la perfección.

De la misma manera que había subido con besos, así bajo, hasta detenerse en la boca de Rachel, la cual esperaba ansiosa su medicamento.

Y entonces se perdieron.

Se perdieron en la medicación que ambas necesitaban, un beso cargado de amor, dulzura y ternura.

La morena frenó poco a poco, haciendo caso omiso del gruñido de la rubia.

Sin separarse de la rubia la morena tenía que aclarar algo más.

Tenemos que hablar de… de Danielle.

No — lo que menos quería hablar la rubia era exactamente eso, aunque sabía que el tema saldría a la luz en cualquier momento, no quería que fuera ese, no quería volver a caer en los celos estúpidos y cometer una idiotez de nuevo — olvídate de eso Rachel, besame, solo besame y no dejes de hacerlo.

Sin esperar respuesta de la morena se lanzó a sus labios, tenía que sacar ese estúpido nombre de su boca, la boca de Rachel Berry solo tenía que mencionar su nombre.

La rubia se colgó en el cuello de la mas pequeña, Rachel por su parte, no perdió tiempo y abrazo a Quinn, acarició su espalda, y la pegó más a su cuerpo.

De repente la lengua tierna a inexperta de la morena comenzaba a jugar con la boca de Quinn, que avilmente le dió acceso, y comenzó a sentir demasiado calor.

La morena mordia sus labios para enseguida pasar su lengua por la misma zona.

Los labios recién atacados de Quinn latian por la presión de los dientes, pero no era la única parte de su cuerpo que latía.

Sujetó a la morena de la cabeza y la pegó más, en un acto desesperado por aliviar su deseo, cuando la lengua de la menor volvió a entrar en el juego, la rubia aprovecho para chuparla.

De la boca de Rachel ya salían pequeños suspiros y alguno que otro gemido.

Sus cabezas parecían una sola, lentamente se separaron por la falta de aire, se miraron a los ojos y sonrieron.

Apenas la joven recuperó el aliento, volvió a besarla y sin demora alguna puso sus manos por debajo del suéter de Quinn para sentir su piel.

La rubia estaba tan perdida en los besos y las caricias de la morena, que no se dió cuenta que sus dedos rozaban el pequeño broche del sujetador, hasta que sintió que se aflojó por completo

Se ruborizó.

Rachel — un susurró acompañado de un suspiró y millones de sensaciones.

Eso sólo provocó más a la morena, que se acercó a su cuello y lo besó, eran besos delicados, que hacían suspirar a Quinn.

Te deseo — la forma en que lo dijo chispó la piel de Quinn.

La rubia movió su cabeza para darle todo el acceso posible a Rachel, que no desaprovechó la oportunidad y se lanzó de una manera más desesperada.

Lo mordia para despues lamerlo, y así quitar la sensación, una sensación placentera para la rubia.

Rachel dejó la palida espalda de Quinn, para llevar una de sus manos a sus pechos.

La rubia se arqueó queriendo más contacto.

La joven morena entendió a la perfección y con un inmenso cuidado comenzó a sacar el suéter que llevaba la rubia, hasta dejarla desnuda de la cintura hacia arriba.

Quinn se cubrió en seguida, apesar del deseo que la inundaba, ella nunca permitió que ninguno de sus amantes la viera desnuda, y siempre que tenía sexo con alguien, lo hacía completamente a obscuras, se sentía demasiado insegura con su cuerpo.

Y apesar de que en el lugar en donde estaban era oscuro, la luz que daba de la ventanilla directamente hacia ellas, lograba que el cuerpo de Quinn fuera visible para la morena.

No lo hagas — puso sus manos en las manos de la rubia, que trataban de cubrir la mayor parte posible.

Me da pena — susurró y bajó su mirada.

Rachel la besó de nuevo, besó sus mejillas que aunque no pudiera verlo, sabía que estaban sonrojadas.

Eres la mujer más hermosa que he conocido — besó sus labios y logró que volviera a entregarse al momento, tampoco iba a presionarla.

Quinn volvió a perderse en el beso, la besaba con pasión, con locura, ella también deseaba a la morena, estaba muy claro.

¿Quieres, tú quieres, hacerlo? — la morena quería estar segura de que no era su calentura la que estaba actuando por sí sola.

Quinn solo asintió nerviosa.

Quiero ser tuya Rachel Berry Y no necesitó más, tomó el cierre de su overol y comenzó a bajarlo — ¡No! — detuvo a la morena — Yo quiero hacerlo… quiero desnudarte — la pena y la timidez desaparecieron de la rubia.

Con su mano tomó el cierre y lo bajó lentamente, Rachel solo veía desesperada la acción, estaba demasiado excitada y la presión en su entrepierna era notoria.

Mientras bajaba, con su otra mano acaricia el cuerpo que quedaba expuesto.

Se dió cuenta de que Rachel había estado haciendo ejercicio, su cuerpo había tomado otra figura.

Cuando estaba apunto de llegar al final, abrió su mano para poder rozar el bulto de la morena, esta suspiró.

Dios —

Dejó el cierre para acercarse a sus labios, la besó de nuevo y comenzó un camino de besos que descendió hasta el hombro de Rachel, poco a poco quitó el uniforme de la joven morena hasta dejarla en un sujetador blanco y un pequeño boxer del mismo color.

Rachel al sentir la prenda caer por sus pies, de un solo movimiento lo lanzó al otro extremo de la celda.

Llevó sus manos al jean de la rubia, lo desabrochó y comenzó a bajarlo lentamente, creyendo que no podría excitarse más, observó las piernas de la chica frente a ella, y sintió que explotaría en cualquier momento.

Sus bocas volvieron a encontrarse pero ya no había ternura, solo deseo.

Jadeando la rubia se alejó un poco, la morena la miró preocupada, temiendo se estuviera arrepintiendo.

La rubia tomó la mochila que llevaba y sacó una frazada, Rachel levantó sus cejas.

No es lo que crees, esto no estaba planeado lo prometo, pero sabía que tendrías frío, por eso la traje — confesó sonrojandose.

La morena sonrió y la envolvió en sus brazos.

Lo sé — rozó sus labios.

Sin decir palabra la rubia llevo la frazada hasta el rincón donde había encontrado a Rachel, lo más oscuro de la celda.

La morena la observaba perdida en su cuerpo, no podía creer que una mujer como Quinn Fabray estaba a punto de hacer el amor con ella.

Hacer el amor, ella nunca lo había hecho, solo había llegado hasta segunda base con su ex novia, pero nada más, ella no sabía qué hacer, no sabía cómo complacer a una mujer, y menos a una mujer como la señorita Fabray.

Perdida en sus pensamientos no supo que la rubia había terminado de hacer la cama improvisada.

Sintió su mano tomando la suya, y ahí supo que iba a pasar.

Se sentaron en la frazada y se miraron por un momento.

La sonrisa de Quinn le dió el permiso de comenzar.

Sin perder tiempo las manos morenas acariciaron la espalda de Quinn, y poco a poco la fueron acostando.

Se colocó encima de ella sin dejar caer todo su cuerpo y comenzó una lucha de besos, cada una queriendo tener el control, y arrancando suspiros por su paso.

Las manos de la rubia se fueron a la espalda de Rachel, quitaron el molesto sujetador que solo le estaba estorbando.

Gimió al sentir sus pechos chocar con los de la morena, no podía estar más excitada.

De nuevo sus manos nerviosas la acariciaron y bajaron recorriendola suavemente, hasta llegar al trasero de la morena.

La dejó de besar solo para poder concertarse en su siguiente movimiento.

Con ambas manos, comenzó a bajar el boxer de la joven, tocando en el trayecto todo lo que deseaba.

Rachel se levantó un poco para poder quitarlo completamente.

Al regresar a su lugar, su erección golpeó directamente el centro de la rubia, que aunque aún conservaba sus bragas, pudo sentir la dureza de Rachel.

La fricción las envío en un suspiró cargado de excitación.

Nunca se había excitado de tal manera, nunca nadie la había calentado hasta ese extremo.

Solo Rachel.

La morena besó su cuello y descendió por su pecho, con delicadeza tomó uno de los pechos de Quinn y lo acarició, lo apretó y lo llevo a su boca.

Su lengua inexperta hacia maravillas con el pezón rosado de la rubia.

De nuevo la espalda de Quinn se arqueó, jamás había experimentado algo igual.

La joven no dejaba de chupar, morder y acariciar sus pechos, y eso estaba llevando a la locura a cierta rubia.

Rachel, te necesito — dijo agarrando la cabeza de la morena, evitando que se retirara, y por más que no quisiera que parase, había otra parte de su cuerpo que necesitaba atención.

Sin hacer esperar a la rubia, siguió bajando, besando su abdomen, y lamiendo su ombligo.

La rubia no dejaba de gemir.

Rachel llegó hasta la pequeña braguita, no creyó que esas prendas fueran tan diminutas, pero si eran muy sexys, o bueno, lo eran en Quinn.

Sin quitarla comenzó a besar toda la zona hasta que la voz de Quinn la detuvo.

No tienes que hacerlo si no quieres pequeña — su voz parecía una súplica.

La morena sonrió.

Muero por hacerlo —

Bajó la última prenda que le quedaba a la rubia hasta quitarla por completo.

Y ahora sí, la rubia estaba completamente desnuda ante ella, pero mucho no podía disfrutar de aquello, debido al lugar donde la rubia había tendido la frazada.

Los besos volvieron pero esta vez más húmedos, con uno de sus dedos tocó la vagina de la rubia, que enseguida echó la cabeza para atrás.

Su lengua y su dedo trabajaban al mismo tiempo pero en diferentes zonas.

Mientras que su lengua jugaba con su clítoris, su dedo acariciaba su entrada, sin llegar a penetrarla.

La rubia estaba al borde del abismo.

¡Dios! — gritó la rubia — No te detengas por favor.

No lo hizo.

No sabía que su boca podía ser muy ágil, hasta que tuvo en frente la intimidad de Quinn que no pudo detenerse.

Te necesito Rachel, por favor, no puedo más .

La morena se incorporó y llegó hasta la boca de Quinn para besarla.

La rubia no pudo evitar gemir al sentir su propio sabor en la boca de su morena.

¿Puedes abrir un poco las piernas? Por favor — se escuchaba desesperada la morena.

Haciendo caso, la rubia abrió sus piernas para que se posicionara en medio.

Ve despacio ¿Si? — pidió la rubia, no había visto el miembro de Rachel pero, a juzgar por lo que había sentido, era un tamaño considerable.

La morena solo asintió

Quinn abrió aún más las piernas.

Rachel tomó su miembro y lo colocó en la entrada de la rubia.

Lubricalo un poco cariño — dijo suavemente la rubia besando su mentón

La morena recorrió toda la intimidad de Quinn con su miembro, la rubia gimió y se excitó aún más por la acción.

Lo llevo de nuevo a su entrada y haciendo un poco de presión su miembro comenzó a entrar.

De repente un quejido de dolor sacó a la rubia de su ensoñación.

¿Rachel? ¿Estás bien? — preguntó preocupada.

Si, lo estoy, es solo que, mi padre tenía razón cuando me dijo que la primera vez sería incómoda incluso podría llegar a doler un poco.

¿Acaso Quinn había escuchado bien? ¿Su primera vez?

¿Tu primer vez Rachel?

Si — se sonrojó — yo nunca he estado con ninguna chica.

La rubia abrió enorme los ojos

pero, pero… ¿Y Danielle? — la morena negó rápidamente — ¿Tu y ella no tuvieron sexo?

No, no pasó nada entre nosotras, eso es lo que quería decir hace un rato, y lo que quería contarte ayer..

Desde que la conocí, he querido que usted sea mi primera vez.

Dios — la rubia se cubrió la cara con sus manos, estaba apunto de llorar.

No, no quise arruinar el momento — dijo besando sus mejillas — perdóneme.

Incluso el que le hablara de usted le parecía tan tierno.

En un ágil movimiento y aprovechando la distracción de Rachel, la rubia se abrazo a ella para quedar encima de la morena.

Rachel no se había dado cuenta que la había hecho inmensamente feliz con esa declaración.

Era virgen, y quería que la rubia fuera la primera.

Sin darle tiempo de reaccionar, Quinn la besó desenfrenadamente.

Y la morena no se quiso quedar atrás.

Quinn bajó su mano lentamente por todo el cuerpo de la morena, acariciándolo hasta llegar a su erección, que aún no bajaba para nada.

Lo tomó con una mano y comenzó a acariciarlo de arriba a abajo.

Dime si te lastimo — le susurró la rubia cerca de sus labios.

Rachel volaba de la excitación.

No, no lo haces — habló entre cortado — me encantas — dijo antes de besar su mentón.

Al escuchar los suspiros y gemidos de Rachel, la rubia intensificó el movimiento de su mano.

¡Oh dios! — gemía la morena — será , será mejor que se detenga.

¿Te estoy haciendo daño? — se preocupó la mayor.

No no, para nada, es solo que, no creo aguantar mucho más.

La rubia entendió y para no hacerla esperar, colocó sus piernas una a cada lado.

Con mucho cuidado llevó el miembro de Rachel hasta su intimidad.

Al sentir esto, Rachel enseguida puso sus manos en la cintura de la rubia, que poco a poco fue bajando.

Pero esta vez no hubo incomodidad ni una sola pizca de dolor.

Rachel estaba experimentando una de las mejores sensaciones de la vida, la forma en que bajaba la rubia, y entraba en ella, era exquisita.

Rezaba para no terminar antes… sería muy vergonzoso.

Cuando la rubia bajó por completo, se inclinó hacia la morena para besarla, este movimientos las hizo gemir.

¿Estás bien? — la joven morena sonrió.

Es raro — susurró — está tan apretado — sonrieron — me encanta.

Rachel puso su mano en el cuello de la rubia, y la acercó para besarla.

Un beso tierno, lleno de amor, y promesas.

La rubia esperó unos segundos antes de comenzar a moverse.

Lo que escondía Rachel entre sus piernas realmente era considerable, incluso se había sentido virgen de nuevo y solo pensar en el tamaño, se excitó más.

Sus caderas comenzaron a subir y bajar, lento, la morena guiaba cada movimiento con sus manos.

De repente la lentitud desesperó a la morena, que levantaba sus caderas en el momento en el que la rubia bajaba la suya, arrancándole gritos de placer.

Poco o nada le importó el lugar donde estaban, o que las pudieran atrapar.

El sonido de ambos cuerpos chocando con violencia se mezclaron con los gemidos y suspiros de la morena y con los gritos de la rubia.

Rachel aumentó las embestidas y Quinn no pudo hacer más nada que morder el hombro de la morena para calmar sus gritos.

Se detuvo para asegurarse de que la rubia estuviera bien, pero al mirar su cara de placer, volvió a perderse en ella.

Quinn sentía que no podía estar más adentro, pero con cada penetración, la morena tocaba lugares que ni siquiera sabía que existían.

De un momento a otro, Rachel comenzó a sentir como las paredes vaginales de la rubia se apretaban cada vez más.

Rachel, dios, Rachel, ya no puedo más… me voy a correr — dijo la rubia y acto seguido volvió a atacar el hombro de la morena

También estoy muy cerca — habló casi sin respiración, sujetó con firmeza las caderas de Quinn y con una fuerza y una violencia inmensa, comenzó a embestir a la rubia hasta que el orgasmo las alcanzó al mismo tiempo — ¡Oh por dios! — no dejaba de penetrarla.

El cuerpo de Quinn cayó sobre la morena exhausta, Rachel la abrazó y así evitó salirse de la rubia.

Las respiraciones poco a poco se fueron normalizando.

Quinn besó el hombro de la morena, estaba segura que al día siguiente tendría marcas enormes debido a la forma en que lo atacó.

Siguió subiendo hasta encontrarse con esos ojos misteriosos que adoraba.

¿Está bien? — le susurró.

Jamás había estado tan bien — sonrió agitada.

Se quedaron unos minutos así, mimandose, llenándose de cariño, besos y apapachos.

La morena salió de la rubia debido a su flacidez.

Quinn se quejó por el vacío que sintió.

La oficial López debe de estar cabreada por qué esté aqui — comentó la morena.

Dios! Santana! — Quinn se paró enseguida y fue en busca de su teléfono, la morena la seguía embobada con su mirada.

¿Qué pasa? — preguntó al ver a la rubia tecleando desesperada

Le dije a Santana que le enviaría un mensaje en cuanto llegara a mi casa — respondió mientras enviaba el mensaje — y si no le envío el mensaje es capaz de marcarme o ir a buscarme.

¿ O sea que la oficial no sabe que usted está acá? — la rubia negó sonriendo

No, no lo sabe, y deja de hablarme de usted, creo que después de esto ya puedes tutearme ¿no? — dijo en broma, Rachel asintió

Digam… dime — corrigió al ver la ceja de la rubia dime que tienes un buen plan para salir de acá sin que se den cuenta.

La rubia sonrió de nuevo y llegó hasta la morena, que ya se encontraba sentaba recargada en la pared.

La morena abrió un poco las piernas para que pudiera sentarse en medio, pegando su espalda a los pechos de Rachel.

No, no lo tengo — soltó una risilla — pero no me importa, ya nada me importa, solo estar contigo — se giró para besar a la morena.

El teléfono en su mano vibró, y leyó la respuesta de su mejor amiga.

"trata de no mojarte mucho rubia hueca, no te olvides de usar el paraguas"

Quinn lo leyó dos veces, no había vuelto a llover en todo el día ¿De qué lluvia hablaba?

...


¡Holaa!

Aca está la segunda parte que faltaba...

Sé que me desaparecí cañón, pero créanme que no lo hice a propósito.

Marzo y abril han sido los meses más difíciles para mi familia y para mí, perdimos a una persona muy importante en nuestras vidas, y no pude dedicarme a escribir como hubiese querido.

Estaba tan feliz porque llegara abril, y así festejar mi cumpleaños número 24, pero a veces las cosas no salen como esperamos, ni cómo deseamos.

Cuando por fin me volvió la inspiración, llega un maldito resfriado que me deja en cama por tres días sin ganas de nada.

¡Pero aquí estamos! Recuerden que les prometí que no iba a abandonar esta historia, y voy a cumplirles.

No sé si les había dicho pero… ¡AMO SUS COMENTARIOS!

GRACIAS A TODOS LOS QUE COMENTAN ( Y TAMBIÉN A LOS QUE SOLO SE DEDICAN A LEER LA HISTORIA) ¡LOS AMO!

¡Saludos y nos leemos pronto!

¡Besos!