Ni Glee ni sus personajes me pertenece... Solo está historia.
Advertencia Rachel G!P
Miércoles 06 de mayo del mismo año.
Una semana había pasado desde que Rachel fue liberada de la celda de castigo.
Una semana completa en la que las chicas visitaban por la tarde-noche la biblioteca.
Y aunque la rubia trataba de que no pasará más allá que unos besos y una conversación, por el bien de ambas, la morena parecía una adolescente, más bien el amiguito de la morena.
Solo entrar a la biblioteca, Quinn era acorralada por una Rachel un poco "entusiasmada".
La rubia ni siquiera terminaba de saludarla cuando ya era atacada por los labios de la reclusa, y por más que tratara de ir lento, la morena no la dejaba pensar cuando "sin darse cuenta" sus manos se colaban por debajo de la falda de Quinn.
Dicha acción encendía a la rubia, pero no podía perder el control, alguien tenía que ser un poco responsable.
Por más que trató de explicarle a Rachel sus razones para no darle rienda suelta a la pasión, la morena parecía no entender, ella solo quería volver a hacer el amor con la señorita Fabray.
— Mañana es domingo y no te veré en todo el día — su puchero parecía tener poder en la rubia, pues parecía que estaba a punto de ceder — podemos hacerlo rápido.
— Rachel — suspiró sintiendo los labios de la morena por su cuello — créeme que muero de ganas por volver a hacer el amor contigo pero, así como tú vienes a estas horas a disque leer, otras reclusas también podrían hacerlo, y nos pueden descubrir.
— Eso me has dicho todos estos días y nadie a venido — dijo cruzándose de brazos.
— Porque hemos corrido con suerte — golpeó juguetonamente su nariz — además, no quiero que Santana se de cuenta de lo que hago, no sé cómo vaya a tomarlo.
— Tienes razón, disculpa — la abrazó por la cintura — es solo que, la deseo tanto.
— Y yo te deseo a ti Rachel, pero sabes que no puedo quedarme más de quince minutos, y créeme que eso no me es suficiente.
— Ni para mí es suficiente.
— ¿Ves? Entonces, tengo una idea.
— ¿De que se trata? — preguntó intrigada.
— El lunes Santana llegará algo tarde, quizás al medio día, así que — se acercó a su oído — puedo pedirle a Annie que te lleve a mi oficina, y ahí nadie nos molestaría — la piel de Rachel se erizó — ¿Qué dices?
— Uuf, por mí encantada señorita — besó su cuello — ¿Ha hablado con la oficial? — preguntó de repente la morena dejando el pálido cuello de la rubia, escuchando una queja por el alejamiento — Ya sabe, de lo que le conté.
— Por supuesto que no Rach, aunque Santana sea mi mejor amiga, te prometí que no le contaría a nadie ¿Ok? — beso fugazmente sus labios.
FLASHBACK
— ¿Puedo preguntarte algo?
— Por supuesto.
— ¿Danielle sabe lo que tenemos? ¿O alguna de tus amigas?
— Si, las tres lo saben — la rubia se separó de Rachel y se puso nerviosa — no tienes de qué preocuparte, ninguna dirá nada, lo prometo.
— Jones y Pierce puede que no lo hagan, pero de Danielle no estaría tan segura Rachel.
— Créame, ella menos que nadie diría nada.
— ¿Por qué estás tan segura de ello? ¿Por qué le has dado tanta confianza a Danielle? Simplemente no entiendo ¿Cuál es el lazo que las une?
— La sangre — respondió tranquilamente.
La rubia se sorprendió en cuanto Rachel soltó las palabras.
¿La sangre? ¿Ellas eran familia?
— ¿No dirá nada? — la rubia estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dió cuenta cuánto tiempo estuvo callada.
— Yo, yo, lo siento, es que, me has sorprendido ¿a qué te refieres con eso Rachel?
— Pues a eso, Danielle y yo llevamos la misma sangre, por eso confío en ella, y por eso nunca la podré ver cómo mujer ni ella a mí, aunque bueno, antes de saber esto, tampoco la llegué a ver cómo mujer — dijo alzando los hombros.
— ¿Ustedes dos son? — ni siquiera sabía que preguntar.
— Primas — respondió la morena — No puedo decir mucho sabe, es por el bien de todas, solo espero que, con esto, pueda estar más tranquila.
— Primas — susurró — y yo que pensé que quería llevarte a la cama — dijo más para sí misma.
— Yo también lo pensé, bueno, las tres lo pensamos, pero después me contó la verdad.
— Vaya, quien lo diría — la morena se acercó a ella y la abrazó — cuándo Santana se entere le dará algo.
— No no no — dijo separándose — ella no puede ni debe enterarse, se odian, y no quiero que pase algo malo, además, le prometí a Danielle que no se lo contaría a nadie — dijo sentándose en el piso y recargando su espalda en la pared, abrió sus piernas para que la rubia se posicionara en medio de ellas, y ésta así lo hizo.
— De acuerdo, te prometo que no le diré nada a Santana — con su espalda en el pecho de Rachel, se giró un poco para besarla, la morena solo atinó a rodearla con sus brazos.
— ¿Rachel? — habló la rubia recargandose un poco más en la morena.
— Mhm.
— Si no hubieras caído en este lugar ¿Que sería de tu vida? — preguntó girando a ver a la chica.
— Cuando era niña, papá solía elevarme muy alto en sus brazos, decía que así podía alcanzar las nubes, y ese siempre había sido mi sueño, volar entre ellas — un suspiro cargado de melancolía salió de la morena — el me dijo que para que eso pasara, tenía que aprender a volar un avión, ya que era lo único que podía llevarme hasta las nubes, y yo quería tanto hacerlo, que le pedí que me enseñara, me dijo que primero teníamos que tenerlo, así que construimos uno, no del tamaño suficiente para subirme en él, pero si para hacerlo volar, fueron días increíbles, y desde entonces solo tuve en la mente eso, construir un avión lo suficientemente grande y poderoso como para que me lleve hasta las nubes.
La rubia se perdió en esos ojos marrones.
— Se que algún día vas a construir el mejor avión, y vas a llegar tan alto como quieras cariño — acarició sus mejillas y la besó.
FIN DEL FLASHBACK
— ¿Entonces? — la voz de la rubia la trajo a tierra — ¿Te parece si nos vemos en mi oficina este lunes?
— Oh por supuesto que sí señorita — la atrajo de nuevo y mordió sus labios — ya quiero que sea lunes — sonrió en medio de un beso.
Lunes 11 de mayo.
Quinn Fabray llegó al reclusorio con su enorme sonrisa que no desaparecía desde hace días, pasó la barra y saludó al guardia.
Con su bolso en una mano y un café en la otra, se adentró al lugar.
Esta vez las celadoras no la miraron de forma extraña ante su saludo, estaban comenzando a acostumbrarse al buen humor de la rubia.
— Muy buenos días señoritas — saludó mientras pasaba por un lado de algunas trabajadoras.
— Buenos días — respondieron al mismo tiempo.
Entró a su oficina empujando con un pie la puerta para cerrarla, colgó su bolso y dejó su café en el escritorio, se acercó a la ventana y corrió la cortina.
Sonrió ante la vista.
La ventana no daba a un cristalino lago o a un hermoso jardín.
Desde ahí se podía ver perfectamente el patio del reclusorio, y no era eso lo hermoso de la vista, sino más bien, cierta morena que salía después del medio día a trabajar o a realizar alguna actividad física.
Eso era lo hermoso de la vista que tenía la enorme ventana, por esa razón se había convertido en su lugar favorito, pero eso solo lo sabía ella.
Regresó a su escritorio y tomó el teléfono fijo.
Marcó un número y Annie respondió tras la línea.
— Buenos días señorita Fabray ¿Necesita algo? — preguntó la celadora.
— Buen día Annie, si, necesito que después del desayuno me traiga a la reclusa 1512 a mi oficina — dijo mordiéndose los labios.
— ¿Pasa algo con la reclusa señorita? — a Annie no le agradaba la idea.
— Nada grave Annie, pero después de lo que pasó, necesito ver cómo va todo con la reclusa.
— De acuerdo subdirectora, en cuanto el desayuno termine, llevaré a la reclusa con usted ¿Necesita algo más?
— si, una cosa más, no quiero que nadie se de cuenta de la orden que le estoy dando, en especial Sue Sylvester ¿Quedó claro?
— Clarísimo señorita, no se preocupe, en un rato estoy por allá — colgó la llamada y la rubia fue en busca de su bolso y se adentró al baño de su oficina.
Tenía que prepararse para la llegada de la morena.
Emma sonreía amablemente a las reclusas que se encontraba por los pasillos.
Una de las reglas de su trabajo, era no salir de su consultorio, a menos que fuera una orden superior, esto por su seguridad.
Pero tenía días sin ver a la celadora Annie, y tenían un asunto que tratar.
— ¿Alguna de ustedes a visto a Annie? — preguntó a unas reclusas que pasaban por ahí
— está de guardia en el comedor, la acabo de ver ahí — contestó una de las chicas.
— Muchas gracias — dijo y siguiente caminando.
Llegó hasta el comedor y buscó con la mirada a la mujer, la encontró en una esquina alejada, tratando mal a unas reclusas que no habían terminado de desayunar.
— tienen un minuto solamente para levantarse de esta mesa, no me hagan perder la paciencia — la celadora las apuntaba con su bastón.
— Oficial necesito hablar con usted — Emma se sorprendió de la forma en cómo Annie trataba a las presas, sabía que era una mujer dura, pero nunca pensó que era de esa forma.
Annie levantó su rostro y vió a la doctora parada frente a ellas, frunció su ceño incrédula.
Una por una las reclusas se levantaron de la mesa, pasando a lado de la doctora, que las miraba con algo de tristeza.
— ¿Por qué las tratas así? — cuestionó de repente.
— Son unas criminales doctora — dijo mirando hacia la entrada — ¿Que hace aquí?
— Te he estado buscando por todas partes.
— Pues ya me encontró ¿Que necesita?
— Supe que te ausentaste un par de días ¿Puedo saber por qué?
— Asuntos muy personales doc, mejor dígame ¿qué desea?
— Quería saber cómo vas con el asunto de las pastillas ¿Has podido conseguirlas?
— En este momento las tengo bajo llave en mi casillero así que no se preocupe.
— perfecto, entonces necesito que vayas por Rachel y la lleves a mí consultorio, y también lleves a la subdirectora.
— ¿Que? ¿Por qué a la subdirectora? — Annie se puso algo nerviosa — ¿Que tiene que ver una con la otra? — ella sabía perfectamente lo que tenía que ver.
— No puedo iniciar un tratamiento sino está presente la subdirectora Annie, ella debe autorizarlo.
— Oh, si, entiendo — trató de calmarse — pero creo que eso tendrá que esperar doc.
— ¿Por qué?
— Porque la subdirectora me ha ordenado que lleve a Berry a su oficina en cuanto el desayuno termine — trató de sonar lo más neutral que pudo.
— ¿Ha pasado algo?
— No, todo está en orden, pero, después de la pelea, digamos que tienen vigilada a esa Berry, y pues órdenes son órdenes doctora — dijo haciendo un saludo militar.
— Entiendo, entonces puedes pedirles que vayan al consultorio en cuanto terminen, es muy importante hacerlo cuanto antes.
— Seguro, en cuanto terminen, las llevo con usted.
— Muy bien, entonces ve, ya no te interrumpo más, nos vemos más tarde — se puso de puntillas y besó la mejilla de la celadora de manera inocente aunque enseguida se dió cuenta de su acción.
Ambas chicas se quedaron en silencio totalmente sonrojadas.
— Adiós — Emma literalmente se echó a correr.
— ¿Que demonios fue eso? — Annie observó la partida de la doctora.
A lo lejos divisó a Rachel y sus amigas, y se acercó lo más rápido que pudo seguida por Sue Sylvester.
— ¿Se puede saber dónde te habías metido Berry? — la tomó del overol y la azotó contra la pared — llevo rato buscándote.
— ¿Que demonios te pasa?— preguntó incrédula Mercedes.
— Sylvester viene detrás de mí, solo síganme la corriente — susurró a las chicas — La subdirectora quiere verte, parece que alguien ya se metió en problemas de nuevo — de un jalón la giró y le puso las esposas con algo de violencia — Andando , y ustedes vayan a trabajar! — les gritó a Brittany y a Mercedes.
Las chicas se alejaron del lugar dejando a una sonriente Sue Sylvester atrás.
— Lo siento Berry, pero ahora menos que nunca Sylvester debe ver un trato cordial entre nosotras — miraba a todos lados — no ahora que estamos tan cerca de la verdad.
— No te preocupes Annie ¿Entonces vamos con Danielle? — cuestionó con decepción.
— No, lo de la subdirectora era verdad, solo espero que te sepas comportar y no hagas que te envié de nuevo a castigo ¿de acuerdo? — dijo estando fuera de la subdirección — hablo muy enserio Berry, compórtate.
— Te prometo que lo haré Annie, tranquila — sonrió.
— Genial, andando — tocó la puerta y abrió sin esperar respuesta — Perdón subdirectora, traje a la reclusa 1512 como me lo ordenó ¿Va de salida? — preguntó al ver la gabardina que llevaba puesta la rubia.
— No te preocupes Annie, pase, y si, iba a salir un momento pero, tendrá que ser después.
— Si me permite darle un consejo señorita, creo que la gabardina está demás, está como a 28° allá afuera.
— Oh, creo que tienes razón Annie, no lo voy a soportar por mucho tiempo — dijo sonrojándose y mirando a Rachel quien no había apartado sus ojos de ella — puedes retirarte Annie, en cuanto termine de hablar con Rachel te llamaré para que vengas por ella — La celadora asintió y se acercó a la morena para retirar las esposas — ¡No! — gritó la rubia, tanto Annie como Rachel la miraron — prefiero que se las deje, aún sigue aprueba — dijo esquivando la mirada de la morena.
— De acuerdo señorita — observó a Rachel con algo de culpa — esperaré su llamado — Quinn asintió — Por cierto — se detuvo antes de salir — La doctora pillsbury necesita verlas a ambas en su consultorio.
— ¿Emma? — miró a Rachel, ésta solo alzó sus hombros — En cuanto terminemos de hablar iremos con ella.
— Perfecto, permiso — Annie salió y enseguida la rubia puso seguro a su puerta, Rachel levantó la ceja — No quiero interrupciones — agregó rápidamente al ver la cara de la morena.
Quinn se acercó al sillón, tomó una manta y la tendió en el piso, después se acercó a su escritorio y del cajón sacó una caja y la llevó al mismo lugar, se sentó y palmeó a su lado para que la morena copiara su acto.
— ¿Sabes por qué la doctora quiere vernos? A ambas — preguntó la rubia nerviosa.
— No, hace días que no veo a la doctora, la última vez que la vi, fue en la celda de castigo.
— ¿Le has hablado de nosotras o algo parecido? — dijo abriendo la caja, que contenía galletas y dos manzanas.
— No, cuando voy a verla nunca la mencionamos, a menos que sea para algo del caso ¿Usted cree que por eso quiera vernos? ¿Que ya se enteró de algo?
— Quiero pensar que no, es muy raro que me mande a llamar a mi también, normalmente ella actúa sola, solo si se trata de algún medicamento o tratamiento pues si, ahí si me llama.
— ¿De verdad sigo a prueba? — preguntó la morena cambiando radicalmente el tema.
La rubia la miró sin entender, Rachel se giró un poco para que viera las esposas y entendiera de lo que hablaba.
— Por supuesto que no cariño, es solo que no quería que Annie se diera cuenta de nada.
— Annie no diría nada.
— Rachel, he visto que entre la oficial Annie y tu prima , hay mucha confianza, por eso le pedí que ella te trajera, pero de igual forma, no podemos ser tan obvias ¿Me explico?
— Eso creo — respondió no muy convencida — ¿Entonces estaré esposada todo el tiempo?
— Por supuesto que no, solo fue para despistar, ahora mismo te quitaré eso — se puso de pie y caminó hasta su escritorio, sacó unas llaves del cajón y volvió con la morena — levántate, te las quitaré.
— ¿Por qué tienes llaves? — le dió la espalda a la rubia para que la liberara.
— Rachel, yo tengo llaves de cada cosa que hay en el reclusorio — el seguro de las esposas se abrió y la rubia se acercó a su oído — pero para mi oficina, solo hay un juego de llaves, y ese lo tengo yo — besó sonoramente la oreja de la morena.
Rachel se giró enseguida y su pulso se aceleró.
La rubia abrió por completo la gabardina, mostrando un sensual y para nada inocente conjunto de lencería negro
— No ibas de salida — más que pregunta fue una afirmación, su garganta estaba seca.
Una risa juguetona salió de la subdirectora.
— No, te estaba esperando — con sus manos, rodeó el cuello de la morena y la besó.
Rachel atrapó su cintura y en un ágil movimiento la levantó del piso, haciendo que la rubia también rodeará su cintura, sin pena la morena posó sus manos en el trasero de la mayor.
Con un poco de trabajo, la morena llegó hasta el enorme sillón, con cuidado recostó a la rubia en el y comenzó a acariciar las piernas de Quinn.
La rubia no dejaba de suspirar, había estado esperando ese momento todo el fin de semana.
Rachel comenzó a besar su abdomen de forma ascendente hasta llegar a su mentón.
— No tiene idea de cuánto la deseo señorita Fabray — dicho esto atacó el pálido cuello de la subdirectora.
— No — respondió jadeando — no la tengo, muéstrame cuanto me deseas Berry — tomó su rostro y comenzó a besarla, por más que le excitara el juego previo, la necesitaba con urgencia, y tampoco tenían mucho tiempo.
Tenían que aprovecharloda
Celda de Alex Gordon.
La reclusa Gordon salió de su celda cuando alguien rodeó su cuello y comenzó a hacer presión en él, logrando llevarla de nuevo dentro de la celda.
— Que bueno que te encuentro Gordon, eres buena para eso de escabullirse he — la lanzó al suelo.
— ¿Que quieres ahora Sylvester? — preguntó sobando su cuello — Desde ya mismo te digo que no volveré a golpear a nadie, la oficial López me trae del culo.
— Pues espero que seas lista y no abras la boca, porque sino , la golpeada serás tu — dijo pateandola — Pero tranquila Gordon, que no he venido a eso, más bien necesito algo información.
— ¿Que clase de información?
— Es sobre Danielle y Berry — Alex la miró en seguida.
— ¿A qué te refieres exactamente?
— ¿Sabes si Rachel se acercó a Danielle o viceversa?
— Eso creo — guardó silencio.
— Habla Gordon, sabes que pierdo la paciencia muy pronto.
— Berry le pidió ayuda a Danny, pero ésta le pidió sexo a cambio y la niñita no quiso dárselo, así que la mando por un tuvo.
— ¿ creés que haya una posibilidad de que si acepte ayudarla?.
— ¿Danny? — rió — Por supuesto que no, ella solo quiere sexo, y si no estás dispuesta a darselo, pues simplemente te ignora.
— Muy bien, tengo un nuevo trabajo para ti y escucha con atención — se agachó hasta estar frente a frente — Quiero que estés cerca de Danielle, quiero que la vigiles y me mantengas informada de cada movimiento que haga, recuerda que en mis manos está tu familia, así que por tu bien, obedece — le golpeó el rostro — espero noticias tuyas Gordon.
Sue Sylvester salió de la celda y Alex se abrazó a sus rodillas.
— Muy bien Gordon, lo hiciste bien — comenzó a decirse — se agradecido con quién te da la mano, y eso haré, voy a cuidarte la espalda Saunders.
Subdirección.
40 minutos más tarde…
— ¿A qué hora llegará la oficial López? — preguntó la morena acariciando el brazo desnudo de Quinn.
Rachel se encontraba detrás de la rubia completamente desnudas, sólo cubiertas por una ligera manta.
— Llegará como en media hora — suspiró y se dió la vuelta para quedar frente a Rachel — Hola — besó ligeramente los labios de la morena.
— Hola — trató de profundizar el beso pero la rubia la detuvo — Oh vamos es solo un beso.
— Siempre dices eso Berry, debemos de levantarnos y vestirnos.
— No — hizo puchero — quedemonos un poco más ¿Si?
— No podemos cariño, ya tardamos más de la cuenta, además, tenemos que ir al consultorio, recuerda que Emma quiere vernos.
— Solo promete que volveremos a estar juntas, así, como ahora — la apretó a su cuerpo, con miedo de que se alejara.
— Te lo prometo amor mío — ambas abrieron los ojos ante lo dicho por la rubia.
Era la primera vez que esa palabra salía de alguna de las dos mientras estaban juntas.
Sin decir nada la rubia se puso de pie y se fue directo al baño, Rachel, por su parte hizo lo mismo.
Pero no la siguió.
Tomó su uniforme y se lo puso demasiado confundida por la reacción de la rubia.
Esperó unos minutos y Quinn salió completamente vestida del baño, en silencio recogió cada prenda de su conjunto y dobló la manta que habían utilizado.
— ¿Está bien? — preguntó observándola.
— Si, estoy bien, deberías ponerte los zapatos, no quiero que Annie sospeche nada — dijo mirando los pies de la morena, esta sin decir nada obedeció a la rubia y terminó por ponerse los zapatos.
Quinn echó un vistazo a toda su oficina para asegurarse que todo estuviera igual a como estaba antes de la llegada de Rachel.
Pero algo faltaba, lo sabía
— Las esposas — la morena leyó su mente.
Rápidamente tomó el metal y se acercó a Rachel, quien ya la esperaba con los brazos extendidos.
Sin mirar a la morena colocó las esposas y después llegó a su escritorio, por alguna extraña razón, necesitaba que Annie llegara cuanto antes, se sentía demasiado expuesta en ese momento.
— Annie, ¿será que puedes venir ya por nosotras? — preguntó al momento que la celadora atendió la llamada — de acuerdo, aquí te espero — colgó la llamada y miró a Rachel — ya viene para acá — la morena asintió lentamente.
Casi cinco minutos después, tocaron a la puerta de la rubia.
— Pase — cedió la subdirectora y enseguida vio a la celadora colarse en su oficina — La charla con la reclusa ya terminó, ahora necesito que nos lleves donde la doctora Pillsbury por favor.
Annie observó sospechosamente a Rachel, pero obedeció la orden.
Abrió la puerta y la primera en salir fue Quinn, quien era seguida por Rachel y al último iba Annie, quien seguía sin hablar.
Llegaron hasta el consultorio y la doctora no las hizo esperar.
— Que bueno que llegaron chicas, pónganse cómodas por favor — Rachel tomó asiento frente a la doctora.
— La oficial me dijo que querías vernos ¿De que se trata? — preguntó sentándose en la silla a lado de la morena.
— Bueno, yo me retiro para que puedan hablar.
— De ninguna manera Annie, necesito que tú también estés presente — Quinn y Rachel miraron a la celadora, ninguna entendía — Me hubiese gustado que la oficial López también estuviera presente pero por ahora no se va a poder.
— Emma, perdón pero no estoy entendiendo ¿A qué se debe está reunión? — estaba impaciente, el que su colega mencionara a su mejor amiga la ponía intranquila.
— Las he reunido aquí porque necesito que hablemos de Rachel y de su condición — la reclusa abrió la boca para protestar pero fue interrumpida — Si lo sé Rachel, sé que no te gusta hablar de esto y menos si hay terceras personas pero es por tu bien y el de tus compañeras, y de pasada por el bien de este reclusorio.
— ¿A qué se refiere con eso doctora? — ahora la morena parecía preocupada.
— ¿Hace cuánto te mudaste al condado de sacramento?
— Casi cuatro años — respondió la morena, Quinn miraba de una chica a otra, al igual que Annie, quien optó por quedarse un poco atrás.
— ¿Vivías en Ohio? — preguntó mientras leía una hoja.
— Si, así es, ahí nací y ahí viví hasta hace unos años.
— ¿Te suena el nombre de Billy Craig? — Rachel miró a Quinn y de nuevo a Emma — El doctor Craig ejerce en Los Ángeles
— Si, es el médico que me trataba desde los tres años.
— ¿Cada cuánto ibas a consultar con el?
— Al inicio iba cada semana, después cada 15 días, de ahí cada mes, y por último cada tres meses.
— ¿Iban solo a las citas médicas?
— El primer año si, pero mis padres decidieron comprar una casa en Los Ángeles, para mayor comodidad.
— ¿Que era lo que trataba exactamente?
— Mi condición de intersexual.
— ¿Cuándo fue la última vez que acudiste a una consulta con el?
— Dos semanas antes de dejar Ohio.
— Después del doctor Craig ¿has tenido algún otro médico?
— No.
— En la última consulta que tuviste con el ¿Que fue lo que te dijo? ¿O de que hablaban cada consulta?
— El revisaba mi zona genital, y me hacía exámenes cada vez que iba.
— ¿Había algo en especial que él buscaba con cada exámen?
Rachel adoptó el color de un tomate.
— Posibilidades de fertilidad — dijo en un susurro, la rubia dejó de respirar un momento.
— ¿Y las encontró?
— No según el último estudio, salió negativo.
— ¿Te explicó el porqué?
— Dijo que era porque mi cuerpo y mis hormonas no estaban del todo activas, que quizás con un par de años más o cuando inicia mi vida sexual podría saberlo con exactitud.
— Muy bien Rachel, te hago estas preguntas porque aquí debemos de tener un control médico sobre cada reclusa, y debido a tu condición, a dicho expediente le faltaban algunas cosas que debemos tomar en cuenta ya que es un reclusorio de mujeres — abrió una carpeta y sacó unas hojas las cuales se las entregó a la subdirectora — por eso me di a la tarea de investigar más a fondo tu expediente médico, gracias a eso supe de tus consultas en Los Ángeles, supe de qué iban los exámenes y me di a la tarea de hacerlos yo misma, para complementar tu historial médico aquí adentro — Rachel observaba a la rubia demasiado concentrada — Lo que la subdirectora tiene en sus manos es el resultado de los exámenes médicos que yo misma te hice pero los tuve que analizar por fuera, obvio sin que nadie lo supiera.
— ¿Y cuál es el resultado?
— Positivo — susurró la rubia y miró a la doctora enseguida.
— Así es Rachel, salió positivo, lo que quiere decir que puedes embarazar a una mujer — Rachel volteó a ver a la rubia, quien ya la observaba — ¿Ahora entienden mi preocupación?
— Francamente yo no doctora ¿Por qué le preocupa mi fertilidad?
— Porque estás en un reclusorio de mujeres Rachel, si llegaras a embarazar a alguna, comenzarán una instigación, y si descubren tu condición, te verían como un riesgo inminente, y lo más seguro es que te trasladarían a un reclusorio para hombres — el horror se reflejó en el rostro de la morena — cuando inicié esta investigación, busqué diferentes métodos anticonceptivos que pudieran ayudarte, el primero que se me vino a la mente fueron los preservativos, pero enseguida lo descarte porque eres —
— Soy alérgica al látex — terminó por responder.
— Así es, entonces no quise arriesgarme, mi otra opción fue que, podría darle a cada reclusa pastillas anticonceptivas, pero no puedo obligarlas a que las tomen, y mucho menos puedo mentirles con respecto al porqué las tendrían que tomar.
— ¿Entonces cuál podría ser la solución?
— Que no metas tu pene en ninguna mujer de este reclusorio Berry — bromeó Annie y Quinn se removió incómoda en su asiento — pero creo que eso será imposible — movió sus cejas de manera sugestiva.
— Imposible no lo sé, pero por si las dudas, me di a la tarea de investigar sobre unas pastillas anticonceptivas para hombres, ya que Rachel tiene genitales masculinos.
— ¿Y podría funcionar? — por fin habló la rubia.
— Si, si se las toma diariamente sin falta.
— ¿Cuando las vas a pedir Emma?
— Pues aquí es donde entra Annie, ya que ese medicamento no lo puedo pedir a mi superior, tendremos que introducirlo de manera ilegal, y Annie se encargará de eso, por esa razón quería que López estuviera aquí, no quiero que haya malos entendidos entre ellas dos.
— Por la oficial no te preocupes, yo me encargaré de contarle lo que pasa.
— Perfecto, la Oficial Annie te dará diariamente la pastilla que debes de tomar, y lo hará ella por si algún día lo olvidas
— De acuerdo.
— Muy bien, ahora te llevará a tu celda para que continúes con tus labores y te dará la primer pastilla — la morena asintió y se puso de pie — pueden retirarse.
— ¿Te encuentras bien Quinn? — preguntó emma en cuanto se quedaron solas — Estás un poco pálida y casi no has dicho nada, creí que tendrías algunas dudas con respecto al tratamiento de Berry.
— Estoy bien Emma, no he desayunado quizás por eso mi color, y por lo de Berry, sabes que confío ciegamente en ti.
— Me alegra escuchar eso, necesito que hables cuanto antes con Santana, ya sabes cómo es de recta, no quiero malos entendidos.
— No te preocupes, en cuanto llegué hablaré con ella.
— Eso es genial, bueno, debo ir a presentar mi reporte médico también, me he tardado más de la cuenta este mes.
— Emma, sé que hemos tenido momentos desagradables últimamente tú y yo, y me gustaría que saliéramos a tomar algo y conversar.
— Por supuesto que sí Quinn ¿Te parece esta noche?
— Me parece perfecto — sonrieron
— Genial, entonces nos vemos más tarde, cuídate — se puso de pie y se despidió de la rubia, quien salió primero y se perdió por los pasillos.
— Tranquila Quinn, no pasa nada — susurró la rubia.
Celda 1512
Rachel tomaba la pastilla que le había entregado la celadora con algo de dificultad por las esposas.
— Sabe horrible — se quejó la morena.
— Créeme, las pastillas para la mujer no saben mejor, aunque siento que llegaron demasiado tarde a tu aparatito — dijo mirando descaradamente.
— ¿Por qué lo dice oficial?
— ¿Por qué? Porque yo te espose con las manos a la espalda, y solo hay de dos sopas, o eres una excelente escapista súper elástica o alguien te quitó las esposas, y no se porqué pero me parece que la segunda sopa es la correcta — Rachel observó sus manos y recordó, era cierto, Annie la había esposado de espalda — solo espero que hayan estado jugando a las manitas caliente — sacó sus llaves y le quitó las esposas — listo, ahora ve a trabajar.
Estacionamiento...
— ¿Te vas? — Santana llegaba rápidamente para ayudar a abrir la cajuela del coche.
— Así es, debo presentar mi informe en un rato — respondió la doctora Emma cargada de carpetas — gracias — terminó por cerrar ella la cajuela — qué bueno que llegaste, creí que no alcanzaría a verte.
— ¿Qué necesitas?
— Bueno, como no tengo mucho tiempo dejaré que Quinn te explique mejor, solo quiero informarte que Annie, a partir de ahora estará introduciendo un medicamento que no puedo pedir a mis superiores.
— ¿Qué medicamento? ¿Y por qué no puedes pedirlo?
— Porque se trata de unas pastillas anticonceptivas para hombres, que necesito que Rachel tome diariamente.
— ¿Berry? ¿Por qué?
— Sí, Berry, porque si no lo hace podría embarazar a alguna reclusa , y nos meteremos en problemas todas.
— ¡¿Rachel Berry es fértil?! — alzó la voz — ¿Por qué carajos no viene en su expediente médico?
— Porque hace años que su médico dejó de tratarla.
— No puede ser, tiene que ser una maldita broma.
— No, no lo es pero, ¿por qué te pones así? ¿Pasa algo?
— ¿Que? No no, no pasa nada, es solo que, me sorprendió demasiado eso es todo.
— Parece que a todas.
— ¿Quinn ya sabe esto?
— Si ya.
— ¿Desde cuándo?
— Apenas hace momento le conté ¿Segura de que todo está bien?
— Si, todo bien, ya no te interrumpo más, no quiero que se te haga tarde, maneja con cuidado, hasta pronto.
— Claro, hasta pronto — se montó en su auto y se alejó del reclusorio.
— ¡Demonios Quinn! — exclamó algo alterada y entró a la prisión.
¡Hola! Lamento la demora, solo quería avisar que no le queda mucho a esta historia, tres o cuatro capítulos más por lo mucho.
Espero les guste y dejen sus hermosos comentarios!
¡Nos leemos pronto!
